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Miradas desde y
hacia América Latina” – Universidad Nacional de Litoral – Santa Fe – agosto 2009.
Germán Cantero
Hace más de veinte años, una querida colega, María Teresa Sirvent, al concluir
una investigación en un barrio obrero y de pequeña clase media de Buenos
Aires, ponía de relieve rasgos de la vida cotidiana y asociativa de su población
que debilitaban su trama de solidaridades, inhibían su capacidad organizativa y
obstaculizaban su constitución “como sujetos políticos de la democracia”. A
estos rasgos los caracterizó como “múltiples pobrezas”, categoría que se
difundió rápidamente en los medios académicos. Entre éstas, señalaba a la
“pobreza de entendimiento”, al referirse “a los factores que dificultan el manejo
de información y el pensamiento reflexivo sobre la misma, y traban la
construcción de la memoria colectiva de los sectores populares y la
modificación de visiones descalificatorias” con respecto a sí mismos. También
aludía a la “pobreza política” o “de participación”, vinculándola con los procesos
que desalentaban el protagonismo de estos grupos en diversos espacios
sociales, políticos o sindicales y la “creación de nuevas formas de
organización”i.
Por supuesto que estas categorías no fueron propuestas para describir una
situación y mucho menos para contribuir a su naturalización (“pobreza siempre
hubo” dijo un lamentable mandatario argentino); todo lo contrario, las
categorías de Sirvent nos proponen ver ciertas pobrezas en clave de denuncia,
denuncia de un despojo, para actualizar la memoria del saqueoii que sólo la
lucha de sus víctimas y el apoyo de políticas concurrentes pueden reparar.
1
En este nuevo contexto de lucha por la sobrevivencia, surgieron nuevos
movimientos sociales que tienen a esta forma de exclusión como común
denominador.
Estos, junto a otros, se perfilan a su vez como los nuevos sujetos políticos de la
democracia a construir. Esta capacidad de reacción muestra la otra cara del
campo popular: sus múltiples riquezas, es decir, su fecundidad para una
producción cultural de lucha y resistencia que le ha permitido modificar en algo
su vida cotidiana y paliar así la violencia que se ejerce sobre él.
Sí creo, en cambio, que hoy hay razones plausibles para afirmar que esta
capacidad de reacción no conserva ya la masividad de entonces; para las
grandes mayorías la caracterización de Sirvent sigue vigente. Más aún, hay
evidencias de que la gobernabilidad del sistema que hegemoniza la vida de los
pueblos de Latinoamérica depende de que estas múltiples pobrezas se
acentúen y reproduzcan y que los movimientos sociales, como una expresión
actualizada de aquel ejercicio colectivo de la ciudadanía, sean sofocados.
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Por su parte, hace muy poco, un periodista sin miedo, al describir la estrategia
mediática de estas corporaciones, exclamaba: “¿Es tan difícil advertir que el
vector de todas esas impresiones es el miedo? El fogoneo del miedo.
Tengamos miedo, es la orden no escrita (…) Miedo. Cuanto más miedo, más
reclusión. Cuanta más reclusión, menos agrupamiento social y menos
solidaridad. Fórmula eficaz, cómo que no: asustar a la gente. Porque gente
asustada es más o menos igual a gente que cree/apoya/vota al primer mago
que el imaginario de los asustados quiera imaginarse como tal” v.
Es con esta gente –que a veces nos incluye-, objeto de la manipulación que
desinforma, con los que ironizaba Mario Benedetti: “desinformémonos
hermanos / hasta que el cuerpo aguante / y cuando ya no aguante / entonces
decidámonos/ carajo decidámonos / y revolucionémonos” vi.
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Esta aspiración puede parecer extemporánea y desmesurada en el contexto
del proyecto inconcluso del viejo liberalismo, que pretendía una ciudadanía
como atributo, membresía y práctica formalmente reconocida, pero cuyo
ejercicio quedó siempre librado a las posibilidades de los sujetos individuales.
¿Por qué me atrevo a sostener que este proyecto es posible? Porque en una
Argentina casi secreta, hace tiempo que éste se inició y sigue latente, como
esos arbustos patagónicos, centenarios y achaparrados que han aprendido a
torcerse doblegados por la ventisca helada y extienden sus brazos nudosos y
fuertes en la dirección de la vida. Hace ya una década que estoy aprendiendo
de la tozudez, de la porfía de un puñado de escuelas que han crecido contra el
viento de dictaduras, políticas neoliberales y aún de apoyos siempre
retaceados.
Mis maestros fueron los directivos, docentes y sujetos de los entornos sociales
integrados, de alguna manera, al gobierno de estas escuelas.
Pero para continuar en esta dirección argumental debo hacer explícitos algunos
equívocos consolidados tanto en la academia como en la cultura del sistema
educativo, casi con exclusión de otras perspectivas.
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En primer lugar, el equívoco de asociar, de forma casi excluyente, gobierno de
la educación con un ejercicio de poder descendente que tiene asiento en las
administraciones centrales de los sistemas educativos, sean éstos nacionales o
provinciales; sin considerar también que en muchas escuelas hay una
insoslayable capacidad de gobierno, desde un margen considerable de
autonomía, y que esta autonomía no es otra cosa que esa capacidad
autoinstituyente que hace varias décadas propuso Castoriadis y que ampliaron
los institucionalistas franceses; aquel juego instituido instituyente xii sobre el que
tanto se habla en la formación docente sin profundizar muchas veces en sus
alcances.
Pero como contra los sentidos instituidos del lenguaje no es posible luchar en
soledad, he preferido unificar a todas estas prácticas, las de gobierno, dirección
y gestión escolar, como prácticas institucionales de gobierno escolar;
reiterando que con el término práctica aludo a todas aquellas acciones que
tienen al menos la intencionalidad de producir efectos concretos en situaciones
que, desde el ejercicio de la crítica, resultan inaceptables
5
En una breve síntesis, estas prácticas consistieron en:
o Desde esta voluntad para abrirse, salir de sí, ver, saber, comprender y
conmocionarse, se impusieron como obvias otras prácticas: hacer de la
investigación de los chicos, su idiosincrasia y sus necesidades un
imperativo y hacer de la revisión autogestionaria de su formación una
necesidad impostergable.
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o Se impuso así la adecuación del curriculum prescripto y la propia
organización de la cotidianeidad escolar para que los alumnos y los
propios padres problematizaran sus situaciones de vida cotidiana y
luego, después de haber desnaturalizado su realidad y sus problemas,
pasaran al desarrollo de prácticas encaminadas a plantear posibilidades
de cambio en estas situaciones, a encontrar algún atisbo de
transformación de la realidad, a proponer prácticas alternativas.
7
la Educación de Paraná (hija de esta misma Universidad), parte de esta
sangre, insisto, se habrá derramado en vano.
8
i
NOTAS Y REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
Sirvent, María Teresa: Educación de Adultos: Investigación y Participación; Libros del Quirquincho, Bs.As.,
1994, pág. 30.
ii
En alusión al título de la reciente película de Fernando Pino Solanas que, además, documenta el sentido
de estas afirmaciones.
iii
De Imaz, José Luis: Los que mandan; EUDEBA, Buenos Aires, 1964.
iv
Galeano, Eduardo: Patas arriba – La escuela del mundo al revés; Catálogos, 2004 (9ª ed.), pág. 83.
v
Aliverti, Eduardo: diario Página/12, 04/05/09.
vi
Benedetti, Mario: Inventario; Nueva Imagen, Buenos Aires, 1993, pág. 391 (Concluyendo este texto se
difundía en el mundo la noticia de la muerte física del poeta).
vii
Castoriadis, Cornelius: La institución imaginaria de la sociedad; Tusquets Editores, Buenos Aires, 1993.
viii
Ibidem, pág. 306.
ix
Rancière, Jacques: El desacuerdo; Nueva Visión, Buenos Aires, 2007. Cf.
RANCIÈRE, J., El desacuerdo. Política y filosofía, Bs. As., Nueva Visión, 1996
x
Cantero, Germán: “La educación ciudadana desde un intento de construcción alternativa”; en Proyecto de
Investigación: “Educación y ciudadanía: alternativas y resistencias a la exclusión social”, Informe Final;
Cantero, G., Celman, S. y equipo; Facultad de Ciencias de la Educación, UNER, 2008, Capítulo 1.
xi
Cantero, Germán: “El derecho a la política comienza en otra escuela”; disertación en panel; anales del
Primer Congreso Nacional de Producción y Reflexión sobre Educación, organizado por la Universidad
Nacional de Río Cuarto; publicados con el título “En tiempos de adversidad: Educación Pública” y compilado
por Ana Vogliotti y Marhild Cortese; 1ra. Edic. Río Cuarto, UNRC, 2004.
xii
Dinámica que, como recuerda René Lourau, Cornelius Castoriadis (bajo el seudónimo de Paul Cardan)
tuvo la originalidad de proponer en la revista “Socialisme ou Barbarie” Nº 39, marzo-abril de 1965 y en el Nº
40 de junio-agosto del mismo año. (Ver Lourau, R.: El análisis institucional; Amorrortu editores; Buenos
Aires, segunda reimpresión 1991, pág. 89).
xiii
Ball, Stephen: Foucault y la educación; Morata, 2001 (cuarta reimpresión), pág. 155 y sgtes. (Foucault
and education; London, 1990).
xiv
Cantero, G., Celman, S. y equipo: Gestión escolar en condiciones adversas – Una mirada que reclama e
interpela; Santillana, Buenos Aires, 2001, pág. 105 y sgtes.
xv
Se puede consultar el desarrollo de este concepto en relación con la educación ciudadana en: Cantero,
G., Celman, S. y equipo: “Reformas educativas y ciudadanía (aportes para pensar el contexto de una nueva
ley de educación”; en Ciencia, Docencia y Tecnología, revista de la UNER, año/vol. XVII, número 033,
Universidad Nacional de Entre Ríos; Concepción del Uruguay, Argentina, noviembre de 2006, páginas 13 a
45.
xvi
En la acepción de Gimeno Sacristán, José. El curriculum: ¿Los contenidos de la enseñanza o un análisis
de la práctica? y ¿Qué son los contenidos de la enseñanza?, en Gimeno Sacristán, José y Pérez Gómez,
Ángel: Comprender y transformar la enseñanza; Morata, Madrid, 1995, págs. 137 a 223.
xvii
Expresión tomada por analogía, hasta cierto punto isomórfica, de la relación de estructura de borde que
Lacan establece entre consciente e inconsciente.
xviii
Feinmann, José Pablo: La filosofía y el barro de la historia; Planeta, Buenos Aires, 2008, pág. 148.
xix
Ibidem.
xx
Tamarit, José y otros: “El sentido común del maestro”; Miño y Dávila, Buenos Aires, 2002, pág. 175. La
cita de Gramsci pertenece a su obra “El materialismo histórico y la filosofía de B. Crocce”; Edic. Juan
Pablos, México, 1986, pág. 120.
xxi
La casi totalidad de estos personajes e instituciones me fueron señalados como los referentes que
“marcaron” en un modo de asumir y practicar la educación a protagonistas centrales de las experiencias
investigadas en Santa Fe.