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Curso: 1° Año
"... Y uno que se sabe morocho, que ha vivido una morocha vida durante tantos años,
que ha andado entre morochos durante tantos años, se ve rubio en el espejo y
empieza a asumir rubias conductas ¿Por qué?, porque desde chicos nos han dicho que
el espejo no miente..."
Alejandro Dolina1
Quizás la dificultad para encontrar un puerto desde donde partir al mar abierto de la
indagación y la exploración teórica sea la huella de este fenómeno que muchas veces se
quiere escrutar desde diversas ópticas. La clase media argentina ha recobrado fuerza de
interés analítico desde aquellos que le adscriben un rol central en el presente y futuro del
país, hasta los que la defenestran como culpable de los peores males del pasado.
Ambos hegemonizan las particularidades en un sentido u otro para ratificar las miradas
políticas y quizás para instrumentar acciones2. Desde la política partidaria electoral, se
piensa a este colectivo como una fuente grande de votos suponiendo o ratificando aquella
representación social muy arraigada de que la Argentina es un país de clase media,
sinónimo esto de equidad o igualdad social (términos usados indistintamente).
A ese relato histórico que la sociedad/cultura argentina hace uso para autoelogiarse se le
cruza otra representación más numéricamente visceral que da cuenta de que una porción
cada vez más chica de la población se apropia cada vez más de las riquezas del país,
mientras cada vez más gente tiene cada vez menos. Esta mirada se conecta más con las
síntesis sociales realizadas sobre los famosos años 90 del siglo pasado: un sistema
socioeconómico dedicado a excluir y ahondar esas brechas en el ingreso, idea contraria al
país de la clase media.
Así, entonces, ser un país de clase media, desde lo económico, aseguraría un desarrollo
social equilibrado, mientras uno que prescindiera de ella apostaría por la separación
socioeconómica y cultural entre los deciles más pudientes y más empobrecidos.
Este abordaje más socioeconómico del concepto de clase media no es casual, debido a
un desarrollo histórico que arranca a comienzos del siglo pasado con algunos sucesos3:
*entre 1895 y 1914, según los censos respectivos, la población del país pasa de cuatro a ocho
millones de habitantes.
*aumento en el número de inmigrantes, que fue en crecimiento progresivo hasta la primera
guerra mundial (durante su transcurso, la inmigración se cierra).
*proceso de urbanización en continuo ascenso, no limitado al Litoral del país, ya que abarca a
todo el territorio.
*marcado crecimiento de los grupos dedicados a actividades secundarias y terciarias: personal
afectado a la industria, jornaleros, profesionales, comerciantes, funcionarios de la
administración pública, etc.-
*duplicación de las líneas ferroviarias y consecuente creación de un mercado interno.
1
Alejandro Dolina, invitado en el programa de Canal 9, TVR
http://www.youtube.com/watch?v=yzYfa2id5vY&feature=player_embedded
2
“Durham, evocando a Geertz, nos dice que los sistemas simbólicos son modelos en la
doble acepción del ´termino: por un lado, representaciones en sentido propio (modelos
de la realidad social), y por el otro, simultáneamente, orientaciones para la acción
(modelos para el comportamiento social). Pero, a diferencia de Geertz, prioriza (por
encima de los modelos) el proceso de su continua producción, utilización y
transformación en la práctica colectiva”. Neufeld, M. R., Crisis y vigencia de un
concepto: la cultura en la óptica de la antropología, en Lischetti, M., Antropología,
Eudeba, 1998.
3
Extracto de “Ascenso de las clases medias”, de Gabriel Cocimano, 1992, en
http://gcocimano.iespana.es/Clase%20Media.doc
*en el plano político concreto, algunos de los hechos registrados (fundación del Radicalismo y
su posterior llegada al poder, la Reforma Universitaria y la formación de los Sindicatos y las
primeras huelgas) van a acelerar y producir el ascenso de las clases medias.
¿Es aquí donde podemos empezar a ver un inicio de la formación de la psiquis o rasgos
psicológicos de esta clase social relacionados más a definirse por oposición a las dos
otras clases (baja y alta)?5 ¿Es acá ya cuando el sueño de la movilidad social, rasgo
identatario aún hoy de la aspiración argentina-burguesa, comienza a complejizar la
relación de la clase media con los más pobres? Aquellos que azotan a este grupo le
indilgan un proceder racista de jerarquizar según el acceso de bienes económicos pero
además de sentirse incómoda si las clases más populares se le acercan. ¿Es por esto la
tan conflictiva relación de las clases medias urbanas con el peronismo y ahora con el
kirchnerismo?
Pero no sólo un supuesto desprecio por las clases más bajas sería un comportamiento
tipificado culturalmente para la clase media sino su contraparte: una aspiración de ser de
clase alta, sin “darle el cuero”. Y en este trajín, la hipocresía social y las apariencias son
dueñas de varios comportamientos políticoculturales que, por ejemplo, la habrían llevado
a apoyar a la Sociedad Rural (reservorio de terratenientes y oligarcas agropecuarios,
exponentes socioculturales de las clases altas más acomodadas y conservadoras del
status quo que perjudicaría no sólo a los más pobres sino también a la misma clase
media) en 2008.
En aquel comienzo de siglo pasado, la cultura argentina vivía impregnada por la dicotomía
sarmientineana de civilización-barbarie, esa visión iluminista que exaltaba al europeo
occidental a imitar como sinónimo de éxito y el gaucho despreciable como el a-culturado
irrecuperable que había que asesinar ya que era un obstáculo al progreso prometido6.
La clase media será representada todo el pasado siglo y ésta primera década del XXI con
este rasgo despreciativo hacia los de más abajo y como mansa, entregada, a los
4
Idem.
5
Juan Carlos Onetti dijo: “Hay en todo el mundo gente que compone la capa tal vez
más numerosa de las sociedades. Se les llama “clase media” o “pequeña burguesía”.
Todos los vicios de que pueden despojarse las demás clases son recogidos por ella. No
hay nada más despreciable, más inútil”. Citado en
http://www.margencero.com/articulos/new03/onetti.html
6
El concepto de civilización “resume todo aquello que la sociedad occidental de los
últimos dos o tres siglos cree levar de ventaja a las sociedades anteriores o a las
contemporáneas ‘más primitivas’”. (Elías, 1987, citado por Neufeld, M. R., “Crisis y
vigencia de un concepto: la cultura en la óptica de la antropología”, en Lischetti, M,
Antropología, Eudeba, 1998.
designios de los de más arriba7. Pero a la vez será sinónimo de moderación, racionalidad,
ante los extremos8. Thompson (1992) remarcaba esta relación embrincada entre l
económico y lo cultural, especialmente en el concepto de clase:
“La clase es una formación “económica” y también es una formación “cultural”: es imposible dar
prioridad teórica a un aspecto sobre el otro. De lo que se sigue que la determinación de última
instancia puede abrirse paso tanto a través de las formas culturales como de las económicas.
Lo que cambia, cuando el modo de producción y las relaciones de producción cambian, es la
experiencia de los hombres y mujeres vivos”9.
El entramado de significados que plantea Geertz como forma de entender la cultura más
etnográficamente10 estará constituido en nuestro país por múltiples relatos contradictorios
acerca de la clase media, desde la condena hasta la reivindicación, desde la acusación
hasta la solidaridad, desde el desprecio hasta el acompañamiento. Textos que en
definitiva intertextualizan con la dimensión política de la cultura y que son muestras de
contradicciones al interior del “sentido común social”, posibilidades de los sujetos
identatarios de reflexionarse en trama y en diálogo con los poderes hegemonizantes11.
Así, ver a la clase media más como una identidad sociocultural antes que sólo una
categoría socioeconómica puede darnos herramientas teóricas para operarla, más allá de
las generalidades, desde la heterogeneidad, el conflicto a su interior, el cambio
permanente de representaciones, la mutación de ellas en nuevas/viejas, la incertidumbre
de las lecturas no acabadas y en definitiva de un mayor margen de maniobra para los
sujetos sociales en ella comprendidos y que se comprenden como tales12.
7
“En algún momento, en un post que ahora me da fiaca buscar, yo postulaba una tesis
muy simple, extraída de un libro fundamental como es “Liberalism, Fascism and Social
Democracy” de Gregory Luebbert. Esta tesis argumenta que la variable fundamental
para explicar el surgimiento de las socialdemocracias europeas en la década del treinta
fue la alianza, o falta de ella, entre clases medias urbanas y rurales y clase obrera. En
aquellos países en los cuáles la clase media se alió políticamente con la clase
trabajadora, se dieron socialdemocracias. (Dinamarca, Suecia, Noruega, primero;
Francia y Alemania en la segunda posguerra). En aquellos países en los cuáles las
clases medias se pusieron en contra de las clases trabajadoras y se aliaron con las
elites, se mantuvieron los sistemas liberales (Inglaterra y EEUU, sobre todo)”.
http://artepolitica.com/articulos/la-verdadera-derrota/
8
Entrevista con Ezequiel Adamovsky, historiador de la UBA (Universidad de Buenos
Aires) e investigador del CONICET (Consejo nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas).
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-136579-2009-12-07.html
9
Neufeld, M. R., Crisis y vigencia de un concepto: la cultura en la óptica de la
antropología, en Lischetti, M, Antropología, Eudeba, 1998, Buenos Aires.
10
“El hombre es un animal suspendido de una trama de significaciones que él mismo
ha tejido; en consecuencia, entiendo la cultura como esa red… Pese a que es
“ideacional”, no la encontramos en la cabeza de nadie, pese a no ser material, no es
una entidad oculta… no es un fenómenos psicológico, una característica del
pensamiento, de la personalidad, la estructura cognocitiva… la cultura es un contexto,
algo dentro de lo cual todo eso puede ser inteligiblemente –es decir, ampliamente,
descripto-“. Geertz, C., 1987, en Neufeld, M. R., Crisis y vigencia de un concepto: la
cultura en la óptica de la antropología, en Lischetti, M, Antropología, Eudeba, 1998.
11
Padawer, Ana, Nuevos escenarios para la antropología: las bandas y tribus juveniles,
o la vigencia del culturalismo, KAIRÓS, Revista de Temas Sociales, 2004.
12
“En el libro hay una defensa de la clase media, que es la más odiada de la Argentina.
A la clase obrera se le perdona todo porque es la clase de la revolución,
supuestamente. Los ricos son los que ponen la plata y hay que cuidarlos porque en
algún momento los vas a necesitar; mientras que a la clase media le podés pegar con
Como el conflicto entre el gobierno argentino y las entidades patronales del sector
agropecuario del 2008, al cual se sumaron varias franjas sociales, también la
contradicción o bien movilidad de las formas de esa clase media tuvieron otra expresión
en 2010 con los festejos por el Bicentenario y las manifestaciones urbanas por la
desaparición física del ex presidente Néstor Kirchner.
La bronca de muchos espacios intelectuales hacia la clase media por adherir a las
patronales rurales mutó en reencuentro al leerse una reincorporación de las mismas al
relato nacional y popular que propone una convivencia armoniosa entre ella y las clases
más populares (en esos días, las clases más altas se regocijaban en el recién reabierto
Teatro Colón junto al dirigente de derechas, Mauricio Macri, en un contraste que varios
medios de comunicación se encargaron de subrayar, o bien hacían sonar su bocina o
cacerola en varios barrios acomodados del país al grito de “Viva la carótida”, en un giro de
aquel “Viva el cáncer” que despidió a Eva Perón).
Cuando cae Perón ya hay una identidad de clase media instalada, por primera vez hay gente
que se considera de clase media y no parte del pueblo. Después se abre un largo período de
disputa entre dos proyectos que proponen a diferentes figuras como centro de la nación: la
clase media o los trabajadores. En esa época surge un elemento que no está en otros países:
el desprecio enorme que personas de la clase media tienen contra la propia clase media. Esto
aparece con Jauretche, Ramos, Sebreli y otros ensayistas que acusan a la clase media de
racismo, de no entender los problemas nacionales y aliarse con la elite. No es una cuestión
sólo de intelectuales o militantes, sino que se difunde en toda la sociedad como parte de esa
disputa entre dos imágenes contrapuestas de nación. La disputa se salda, provisoriamente, con
el Proceso. Ahí hay una derrota del proyecto que trataba de situar al trabajador como eje de la
nación. La imagen de la Argentina como país de clase media queda entonces indisputada. De
algún modo, eso encarna en el alfonsinismo, que aparece como superación del peronismo y
vuelta a la “normalidad”, con fuerte protagonismo de la clase media. La identidad penetra muy
hacia abajo, generando ese fenómeno que vemos todavía hoy: gente incluso muy pobre que
cree ser de clase media. Durante los ’80 y ’90 esta identidad continúa sin disputa, hasta que el
país colapsa13.
Lo que marca Seselovsky son índices de una clase social errática (políticamente hablando
y según dónde se ponga lo que la sociedad/cultura llama “proyecto de país”) a la que,
como a una hija, “se la reta pero se la quiere”. Se piensa en ella como la salvación de la
patria, con sus contradicciones, propias de una identidad sociocultural en tiempos
movedizos, fluctuantes, multidimensionales16, lejos de todo esencialismo reductor, más
cerca de lo intersubjetivo y relacional17. Clase social que ya no se define como grupo
socioeconómico puro, conservado, sino como identidad sociocultural en contradicción
“Los actores sociales -sean individuales o colectivos- tienden, en primera instancia, a valorar
positivamente su identidad, lo que tiene por consecuencia estimular la autoestima, la
creatividad, el orgullo de pertenencia, la solidaridad grupa), la voluntad de autonomía y la
capacidad de resistencia contra la penetración excesiva de elementos exteriores.
18
“A Matías Berardi lo asesinaron, el martes de la semana pasada, según dicen hasta
el momento los investigadores, los miembros de una familia que lo habían secuestrado
para pedir 500 pesos de rescate: atrocidad injustificable que merece la más enérgica
condena. Pero no fueron sólo ellos quienes terminaron con la vida de este chico de 16
años. A Matías lo asesinaron los vecinos, que lo vieron correr desesperado pidiendo
ayuda pero, como era perseguido por otras personas que gritaban que les había
robado (luego se sabría que eran sus secuestradores), no intervinieron para asistirlo.
(…) A Matías lo mató la clase media, que construye bunkers rodeados por doble
alambrado electrificado para subrayar las diferencias entre un adentro habitado por los
buenos ciudadanos y un afuera infectado de “malvivientes””.
http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-154453-2010-10-07.html
19
“La clase media argentina -a diferencia de las clases medias en otros países donde
he vivido, como Gran Bretaña o Estados Unidos- es muy ostentosa y sólo se solidariza
con las clases más bajas cuando le va mal. ¿Te acordás cuando, en 2001, golpeaban
cacerolas? Entonces, en el declive, es cuando la clase media está de acuerdo con un
gobierno que impulsa el aumento de los impuestos o el blanqueo de la empleada
doméstica. Pero esa alianza se rompe cuando las franjas medias empiezan a mejorar y
entonces ya no están tan de acuerdo con los impuestos, porque tocan su bolsillo. Ese
fenómeno encarna el nuevo gorilismo que vemos hoy.
Es un odio irracional a cualquier cosa que haga este gobierno, sin tomarse el trabajo de
pensar honestamente si la medida es buena o mala para ellos. O de comparar esas
medidas con las administraciones anteriores, que no fueron mejores. Los brotes de
felicidad que produjo la enfermedad de Kirchner fueron otro indicador. Lo más
elocuente de este gorilismo es que cuando la clase media comienza a mejorar también
empieza a mimetizarse con los valores de la clase alta”.
Entrevista al escritor Guillermo Martínez, en http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?
nota_id=1253982
20
“Aunque en 2010 Unos y Otros se disparan frases ásperas, no existe ni gorilismo ni
antigorilismo en el sentido histórico. Sí, en cambio (y por ambos lados) un infantilismo
político que nos avergüenza aquí y también en el mundo. Exagera Martínez al apuntar
que la clase media es "muy ostentosa" y "solo se solidariza con las clases más bajas
(sic) cuando le va muy mal". Si de algún sector se insiste en criticar a los Kirchner por
la exclusión y la desgracia social de 12 millones de pobres y 4 millones de indigentes,
es de la clase media. A los "gorilas" (en extinción) jamás les hubiera sensibilizado ni
ésta ni cualquier situación desdichada de un semejante. Aquí lo que hay, en proporción
que arrojó la elección del 28 de junio, es fuerte rechazo a concretos actos contra la ley
y a los ofensivos modos de personalizasr el poder. Por eso, "tenga mano tallador". Soy
de clase media pero no odio. Apruebo y discrepo. Y per il dubbio, van detalles. Estoy a
favor (con matices) con lo actuado en política antigenocida, Corte Suprema, PAMI, Ley
de Medios, AFJP, Conicet, Ingreso ciudadano (que no universal) a la niñez. Pero no me
banco el ninguneo a la exclusión, el patoterismo oficial, la corrupción, el Indec, el
clientelismo, el Consejo de la Magistratura, la falta de reforma tributaria para que
paguen más los que más tienen y ganan, la no eliminación del IVA a lo básico de una
Pero en muchos otros casos se puede tener también una representación negativa de la propia
identidad, sea porque ésta ha dejado de proporcionar el mínimo de ventajas y gratificaciones
requerido para que pueda expresarse con éxito moderado en un determinado contexto social
(Barth, 1976, p. 28), sea porque el actor social ha introyectado los estereotipos y estigmas que
le atribuyen -en el curso de las “luchas simbólicas” por las clasificaciones sociales- los actores
(individuos o grupos) que ocupan la posición dominante en la correlación de fuerzas materiales
y simbólicas, y que, por lo mismo, se arrogan el derecho de imponer la definición “legítima” de
la identidad y la “forma legítima” de las clasificaciones sociales (Bourdieu, 1982, p. 136 y ss).
En estos casos, la percepción negativa de la propia identidad genera frustración,
desmoralización, complejo de inferioridad, insatisfacción y crisis”22.