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UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DE SANTIAGO

“(UTESA)”
SISTEMA CORPORATIVO

Escuela de Graduados

Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas

“ENSAYO SOBRE EL DEFECTO ANTES LA JURISDICCIÓN


INMOBILIARIA Y LA SUPLETORIEDAD DEL DERECHO COMÚN”

Trabajo de investigación presentado como requisito de la Maestría en Derecho


Inmobiliario, en la asignatura Procedimiento Inmobiliario I (MDM-300) Grupo: 01

Presentado por:
Yunior Andrés Castillo Silverio 1-19-9269

Facilitador:
Alejandro Alberto Candelario Abreu, M.A.

Santiago de los Caballeros


República Dominicana
25 de Febrero del 2020

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TEMA: “ENSAYO SOBRE EL DEFECTO ANTES LA JURISDICCIÓN INMOBILIARIA Y
LA SUPLETORIEDAD DEL DERECHO COMÚN”

La evolución histórica del defecto en el derecho procesal civil romano, francés y dominicano, y
explica cómo el hecho de que el recurso de oposición estuviese antes abierto contra todas las
sentencias en defecto, influyó para que se suprimiera el recurso en los procedimientos especiales que
se segregaron del derecho procesal civil común, tales como el inmobiliario y el laboral, y se
confundiera el procedimiento en defecto con el recurso de oposición. Esta confusión constituye un
error de concepto, puesto que el procedimiento en defecto comprende otras garantías en favor del
defectuante, en adición a la oposición, tales como la obligación que pesa sobre el tribunal de
verificar las pretensiones del demandante y los requisitos de notificación establecidos por el artículo
156 del Código de Procedimiento Civil dominicano para las sentencias en defecto y las reputadas
contradictorias, garantías estas que resultan aplicables al procedimiento inmobiliario en virtud del
Principio VIII de la Ley de Registro Inmobiliario, que ordena la aplicación del derecho común para
suplir cualquier carencia de la ley.

Conforme al principio VIII de la Ley sobre Registro Inmobiliario, No. 108-05, “para suplir duda,
oscuridad, ambigüedad o carencia de la presente ley, se reconoce el carácter supletorio del derecho
común y la facultad legal que tienen los tribunales superiores de tierras y la Suprema Corte de
Justicia a estos fines”. De esto se deriva, en esencia, que aquellas figuras necesarias en el proceso,
principalmente para su instrucción, podrán ser llevadas al proceso inmobiliario. Esto así, siempre
que compaginen con dicho proceso, evitando sobre todo la presentación de disyuntivas que choquen
en la práctica de los tribunales. En la actualidad, existe con respecto al tema del defecto una
disyuntiva en el Tribunal Superior de Tierras del Departamento Central, no existiendo un criterio
unificado con relación a si el defecto, presente en el proceso civil, puede ser proclamado en esta
particular materia.

El defecto en materia procesal civil está consagrado en los artículos 19 y siguientes del Código
de Procedimiento Civil, para el caso de los Juzgados de Paz; y en los artículos 149 y siguientes del
mismo texto legal, para el caso de los Juzgados de Primera Instancia. En resumen, se puede indicar
que el defecto se pronuncia en caso de que el demandado no comparezca, o que el demandado o el
demandante no presenten sus conclusiones al fondo ante el tribunal. Esta definición nos permite

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ubicarnos ante dos tipos de defecto: a) el primero, por falta de comparecer, el cual se pronunciará
cuando la parte demandada no constituya abogado; y b) el segundo, por falta de concluir, se
pronunciará cuando la parte demandada o la parte demandante haya constituido abogado y no se
haya presentado a la audiencia para presentar sus conclusiones al fondo (o en caso de haberse
presentado, luego de haberse puesto en mora para concluir, no lo haya hecho). Evidentemente, con
lo arriba indicado se deriva la importancia que conlleva el pronunciamiento del defecto. Esto así,
pues evita que la parte en cuya contra se haya pronunciado el mismo, pueda recurrir a acciones
dilatorias del proceso, evitando que sea pronunciada la sentencia. Igual ocurre con el descargo puro
y simple, el cual solo puede ser pronunciado cuando la parte demandante haya incurrido en defecto.

Una de las problemáticas que se presenta en materia inmobiliaria con relación al defecto es lo
relacionado a las audiencias celebradas para la instrucción del proceso. El artículo 60 de la Ley No.
108-05 establece que “en aquellos procesos que no son de orden público (como el saneamiento) sólo
se celebran dos audiencias: la audiencia de pruebas y la audiencia de fondo”. Por lo tanto, si en la
audiencia fijada para el sometimiento de pruebas no se presenta la parte demandada (no obstante
haber constituido abogado), si el juez inmobiliario sigue el proceso civil en la manera que lo
prescribe la legislación correspondiente, se vería imposibilitado de pronunciar el defecto. Esto así,
toda vez que no aplica el defecto por falta de comparecer, ya que la parte ha constituido abogado, y
tampoco aplica el defecto por falta de concluir, toda vez que no se encuentra en la audiencia de
fondo. No obstante, se da el caso de que, en esta audiencia de sometimiento de pruebas, el juez
inmobiliario de primera instancia decide pronunciar el defecto (puro y simple, sin indicar las
causales establecidas por el Código de Procedimiento Civil al respecto), lo que ha conllevado que la
parte en contra de quien el defecto se ha pronunciado no pueda presentar sus pruebas en una
próxima audiencia, pues inmediatamente se procede a fijar la audiencia de fondo.

Otro de los inconvenientes con respecto al pronunciamiento del defecto en materia inmobiliaria,
especialmente en primera instancia, es el caso de los efectos procesales que produce dicho
pronunciamiento. Tanto de la ley, como de la doctrina y la jurisprudencia se ha derivado que, en el
caso de una sentencia en defecto, el recurso que procede es el recurso de oposición. Al efecto, el
párrafo del artículo 150 del Código de Procedimiento Civil establece que “la oposición será
admisible contra las sentencias en última instancia pronunciadas por defecto contra el demandado, si
éste no ha sido citado por acto notificado a su persona misma o a la de su representante legal”. El

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inconveniente al efecto se vislumbra en que la legislación procesal inmobiliaria se ha ceñido a
consagrar como único recurso en contra de las sentencias dictadas por los tribunales de jurisdicción
original, el recurso de apelación. Esto genera inconvenientes, toda vez que dado el carácter técnico
que revisten los recursos, pretendiendo la revocación o confirmación de una decisión judicial, los
mismos deben ser consagrados de manera expresa por la legislación en que pretendan aplicarse. Por
lo tanto, llevar el defecto a materia inmobiliaria implicaría llevar también el recurso de oposición en
los casos que aplique, lo que, como se observa, no resulta revestido de toda la legalidad que
conlleva. De hecho, lo mismo ha ocurrido con el caso del recurso de tercería, el cual no ha sido
instituido en esta materia.

Es evidente que existe una problemática actual con relación a los recursos que fueron
consagrados por el legislador con la promulgación de la ley 108-05, inconvenientes latentes y
actuales que no pueden ser resueltos por una simple aplicación del principio VIII de la Ley sobre
Registro Inmobiliario, tal y como se ha argumentado anteriormente. La solución al caso de la
especie podrá tratarse luego de efectuar una modificación al texto legal, consagrando de manera
efectiva los recursos correspondientes, y por qué no, el defecto en esta materia, lo que evitaría que
los jueces tengan que adherirse a la legislación civil y procesal civil para poder pronunciar figuras
procesales que evidentemente son necesarias para la sustanciación del proceso. En consecuencia, la
modificación de esta legislación debe ser considerada con carácter de urgencia, para evitar que se
sigan presentando inconvenientes con la sustanciación de los procesos.

Para comprender mejor estos apuntes, escogeremos como ejemplo una demanda civil ordinaria
por ante un juzgado de primera instancia. El demandante obtiene el defecto por falta de comparecer.
¿Puede el tribunal ordenar de oficio, en semejante circunstancia, una medida de instrucción? Antes
que nada, bueno es recordar que el defecto contra parte o por falta de comparecer, que es el único en
el estado actual de nuestra legislación, se produce cuando la parte demandada no constituye abogado
para la vista de la causa señalada en el acto de emplazamiento. Aclaro esto último: el artículo 149
del código de procedimiento civil, modificado por la Ley No. 845 del 15 de julio de 1978, dispone
que se incurre también en defecto por falta de concluir, es decir, cuando una de las partes en causa
comparece a audiencia, pero no concluye. Ahora bien, tal cosa, en buena lógica jurídica, no se da
entre nosotros, toda vez que la oposición, de conformidad con el artículo 150 del mismo texto legal,
no se abre si el demandando ha sido regularmente citado o emplazado. Y es claro que en tal

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ocurrencia no hay defecto, pues el único recurso que la ley admite contra la sentencia a intervenir en
situaciones como la de la especie, es el de apelación.
Para no perder el hilo del tema que me mueve a escribir esta vez, repetiré nuevamente la
interrogante formulada al inicio de este trabajo: ¿Es posible que un tribunal ordene, en defecto de
una de las partes, una medida de instrucción cualquiera? Así de prisa, no habría razón lógica para
justificar la audición de un testigo, la celebración de un peritaje o la comparecencia de una de las
partes. Semejante parecer encuentra alguna explicación en el referido artículo 150 del código de
procedimiento civil, que señala que "el defecto se pronunciará en la audiencia mediante el
llamamiento de la causa...". ¿Qué quiere esto decir? Pues que la parte que no comparece a pesar de
haber sido legalmente emplazado, puede ser condenada en defecto.

Sin embargo, la solución apuntada no es concluyente, toda vez que el tribunal puede ordenar,
aun en defecto de cualquiera de las partes, las medidas que estime convenientes para instruir mejor
la contestación litigiosa de que ha sido apoderado. Pero, ¿cómo es posible tal cosa si una de las
partes se niega a hacer contradictoria la instancia? Simplemente porque nada le impone al juez, ni
siquiera en defecto del demandado, acoger las pretensiones del demandante. El repetido artículo 150
del código de procedimiento civil arroja la aclaración: "...y las conclusiones de la parte que lo
requiera (el defecto) serán acogidas si se encontrasen justas y reposasen en prueba legal". Mejor
todavía: el tribunal puede pronunciar el defecto contra la parte que no comparece regularmente, pero
su sentencia en cuanto al fondo no tiene que acoger forzosamente las pretensiones del beneficiario
del defecto. Esto así porque el tribunal puede, haciendo uso de sus soberanos poderes, decidir
distinto a cómo se le ha requerido. Y si por alguna razón cree que la mejor solución del litigio
reclama la celebración de un peritaje o la audición de las partes en litis, él puede ordenar lo propio.

En la Encyclopedie Dalloz, Procédure Civile, tomo II, pág. 217, n. 50, se lee esto: "El tribunal
tiene el indisputable derecho de prescribir una medida de instrucción, informativo o experticio". Más
todavía, en el Repertoire Pratique Dalloz, tomo III, pág. 245, n. 11, se explica que "En principio, y
excepto por circunstancias excepcionales, el juez que ordena una comparecencia de las partes
comporta simplemente el carácter de una sentencia puramente preparatoria. Ella no es susceptible de
apelación antes que intervenga la decisión definitiva, pero ella puede recurrirse en oposición cuando
ha sido rendida en defecto".

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Como se observa, nada impide que el juez ordene en defecto de una de las partes, la
comparecencia de estas últimas, o cualquier otra medida de instrucción. Esto así, repito, porque la
ley no lo obliga, en la eventualidad de que una de ellas no haya podido hacerse representar en la
forma señalada por la ley, a acoger como buena y válida la demanda de cuyo conocimiento él haya
sido apoderado.

“Que, el artículo 434 del Código de procedimiento civil modificado por la ley No. 845 de 1978
regula el defecto por falta de concluir del demandante, cuando, habiendo comparecido con el acto de
apoderamiento, su abogado no se presenta a la audiencia, aun cuando la ley solo prevé dicha
hipótesis, ha sido juzgado, según criterio constante de la Suprema Corte y según sentencia que hoy
compartiré con ustedes, que, habiendo concurrido a la audiencia pero sin referirse al fondo, propone
una excepción o promueve algún incidente, el tribunal luego de ponerlo en mora de concluir al
fondo puede dictar una sentencia en defecto sobre lo principal contra el demandante y estatuir sobre
el fondo del recurso o pronunciar el descargo puro y simple de la demanda, si así lo solicita el
demandado, como ocurrió en la especie; que por lo tanto el tribunal hizo una correcta aplicación de
le ley, y los medios que se examinan carecen de fundamento y deben ser desestimados”.

En esta forma se pronunció nuestra Suprema Corte de Justicia sobre el defecto por falta de
concluir de la parte accionante cuanto este, luego de haber sido puesto en mora por el juez para que
concluya al fondo, obtempere a dicha orden, mediante su sentencia civil de fecha 19 de abril del
2000, (B. J. 1073, págs. 168-174. De igual modo, cuando se pronuncia el defecto contra la parte
accionante por su reticencia a concluir al fondo el tribunal no puede ponderar sus alegatos, en este
sentido la Suprema Corte de Justicia se ha referido de la siguiente manera: “ o que, el recurrido,
contrario a lo argumentado por el recurrente, si había suministrado la prueba de sus alegatos y había
depositado documentos en apoyo de sus pretensiones que fueron debidamente ponderadas por el
tribunal: que es obvio que como se pronunció el defecto contra el recurrente, por su reticencia a
concluir al fondo, el tribunal no podía ponderar sus alegatos al fondo.” (Sentencia civil de fecha 24
de febrero de 1999, págs. 139-147).

Por otro lado, las sentencias en defecto que se limitan a pronunciar el descargo puro y simple por
falta de concluir no son susceptibles de ningún recurso en razón de que no acogen no rechazan las

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conclusiones de las partes, ni resuelven en su dispositivo ningún punto de derecho. SCJ sentencia
civil 24 de junio de 1998, B. J. 1051, Págs. 120-124).   

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