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CAPÍTULO I
¿QUÉ ES LA CIENCIA?
Una obra como la presente, que se propone indagar las relaciones entre ciencia y ética, no
puede eximirse de precisar inicialmente el significado que en ella se atribuye a estos dos
conceptos.
Por tanto, y sin adentramos en análisis y discusiones que estarían aqui fuera de lugar,
delinearemos algunos rasgos característicos del saber científico, de modo que pueda
resultar después más claro en qué sentido dicho saber haya podido y pueda reivindicar
aquella autonomía de la que se ha hablado en la «Introducción», y en qué sentido una
autonomía tal deba afrontar la problemática moral. Es una constatación obvia que, en el
seno de la cultura contemporánea, la ciencia ha llegado a ser el paradigma del saber: esto
se advierte fácilmente si se considera que hoy día, en un ámbito dado de investigación, la
calificación de «cientificidad» no viene ya asignada en base a sus contenidos (como
cuando se circunscribía la esfera de las ciencias a las llamadas disciplinas «matemáticas,
físicas, y naturales»), sino en base al modo en que estos contenidos son investigados y
tratados.
Naturalmente, no será sólo enunciando estos dos términos que se puedan hacer ilusiones
de haber resuelto la cuestión: en efecto, su significado habrá de ser aclarado
inmediatamente, pero es ya importante darse cuenta del cambio de óptica que se ha
producido de esa forma, En verdad, al desvincular el concepto de ciencia de la referencia a
ciertos contenidos, para remitirlo a ciertos requisitos metodológicos, como son el rigor y
la objetividad, se le ha hecho capaz de interpretar realmente las instancias fundamentales
del saber en cuanto tal. Pues ¿quién, de hecho, estaría dispuesto a atribuir un valor pleno
a un saber que no fuera objetivo y riguroso?
Semana 3 – Agazzi Evandro – Cap. 1 - 2
Así, si la ciencia se muestra capaz de realizar un tal tipo de saber entonces deviene
automáticamente el modelo, el paradigma del saber en cuanto tal.
Se podría observar que en tal manera se lleva a cabo un reduccionismo de naturaleza más
sutil, pero que no es menos arbitrario que el precedente: mientras en el pasado se reducia
el conocer científico al que venía expresado por ciertas ciencias (sustancialmente, por las
ciencias de la Naturaleza), hoy se tiende a reducir el saber en cuanto tal a aquel que se
manifiesta en ciertas formas de saber, o sea, en las ciencias, o, si se prefiere, en la ciencia
entendida en sentido amplio, La observación no es desde luego infundada, y,
efectivamente, tal forma de reduccionismo constituye la esencia de lo que
frecuentemente se suele indicar como cientificismo,
Se observa inmediatamente que los dos requisitos del rigor y de la objetividad resultan
estar tan interconectados en la ciencia que un tratamiento separado sería posible
únicamente a título de análisis lógico. Adviértase además que los criterios fundamentales
través de los cuales se precisa el concepto de rigor científico entran después en la
definición misma de la estructura de la objetividad.
Hecha esta advertencia preliminar, podemos tratar de caracterizar el rigor científico como
el requisito por el cual, al interior de cada ciencia, las afirmaciones singulares deben
resultar justificadas y lógicamente correlacionadas. La justificación puede ser
sustancialmente de dos tipos: una cierta afirmación puede sostenerse, dentro de una
ciencia dada, en cuanto se encuentra directamente fundada en los criterios de
comprobación del dato que tal ciencia acepta (es el caso de las proposiciones factuales de
las ciencias empíricas en sentido amplio), o bien en cuanto esté admitida explícitamente
como postulado inicial (es el caso de las ciencias formales); en otro caso, una afirmación
debe estar justificada sobre la base de nexos lógicos explícitos que la vinculen
deductivamente a otras proposiciones cuya justificación haya sido ya alcanzada.
Semana 3 – Agazzi Evandro – Cap. 1 - 3
En el caso de las disciplinas empíricas, puede ocurrir que una cierta proposición sea
justificada de un modo sustancialmente análogo al descrito arriba para las proposiciones
de teorías formales, en la medida en que se demuestre que esa proposición es deducible
correctamente de otras proposiciones fundadas precedentemente.
Se puede decir efectivamente que la ciencia moderna, en lo que hoy día se definiría como
su período «clásico» y que va desde Galileo al final del siglo pasado, se venía concibiendo
cada vez más como la sede privilegiada del conocer verdadero.
en principio, ha de poder ser compartida por cualquier sujeto que repita las operaciones
sobre cuya base ha sido propuesta dentro de una ciencia dada.
Ahora bien, el aspecto interesante es éste: las operaciones por las cuales una ciencia
establece sus predicados-base son las mismas que permiten alcanzar dentro de aquella
ciencia el acuerdo intersubjetivo del que se ha hablado, por lo que ellas constituyen al
mismo tiempo las condiciones gracias a las cuales se dan los objetos y las condiciones en
base a las cuales éstos son conocidos objetivamente. De tal forma que la que podríamos
denominar una objetividad en sentido débil (que se identifica sustancialmente con la
intersubjetividad) coincide con la que podríamos llamar una objetividad en sentido fuerte
(o sea, que implica una referencia efectiva a objetos), y eso permite recuperar también de
modo correcto aquella dimensión auténticamente cognoscitiva de la ciencia en referencia
a lo real, la cual había sido extraviada en muchas reflexiones de la epistemología
contemporánea, y sin la que resultaría difícil justificar aquella confianza en el valor y en la
fiabilidad de la ciencia que con pleno derecho caracteriza a la civilización contemporánea'.
En otros términos, una ciencia puede nacer solamente SI se dan determinadas condiciones
preliminares de entendimiento intersubjetivo que puedan ser aprovechadas por una
multiplicidad de investigadores; y éstas son contingentes no sólo en el sentido de que no
existe ninguna necesidad lógica para su subsistencia, sino también en el sentido de que su
aprovechamiento de un modo mejor que de otro, el hacerle concurrir a la determinación
de un cierto ámbito de investigación, poseen el carácter de un hecho histórico y no de una
necesidad teorética.
Tal circunstancia repercute automáticamente asimismo sobre el tipo de objetos que cada
ciencia indaga, Si, como se ha visto éstos provienen de recortes particulares de la realidad
efectuados recurriendo a procedimientos operativos específicos, resulta claro que, sólo la
existencia contingente de tales procedimientos hace posible una u otra objetivación, Esta
depende, aunque no sólo de la aceptación de tales instrumentos, la cual siendo condición'
lógicamente preliminar en la institución de la teoría que puede tomar cuerpo mediante
aquéllos, no puede problematizarse en el interior de la teoría misma, Por tanto, se verifica
esta condición típica: toda teoría científica posee dentro de ella los criterios para
establecer la consistencia de los datos, los procedimientos de verificación, los nexos
explicativos, y, sin embargo, depende totalmente del exterior por lo que se refiere a la
adquisición de tales criterios; éstos, en efecto, aun estando garantizados dentro del vasto
ámbito de la investigación científica, lo están siempre en otro lugar, respecto a aquella
teoría particular que los usa, y en ese otro lugar hay sitio para muchas cosas que no son el
resultado.
En tercer lugar, no se puede pasar por alto el hecho de que, muchos habiendo hablado
únicamente del saber científico, se ha hecho patente cómo éste obtiene sus
características de objetividad y de rigor recurriendo a operaciones (aunque sean mucho
no sólo materiales): con esto se debe admitir implícitamente que al saber científico le es
connatural un hacer, y eso mudablemente es un elemento fundamental en toda
consideración de las relaciones entre ciencia y moral.