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CAPÍTULO 4
El hecho de que, en el curso de los últimos años, se hayan originado con fuerza intereses,
preocupaciones y discusiones de tipo moral a propósito de la ciencia, ha sido provocado
(como todo el mundo sabe y según hemos recordado ya en la «Introducción») por los
impactos negativos, las aplicaciones destructoras, las consecuencias dañinas o peligrosas,
y los incidentes más o menos graves en el campo de la actividad tecnológica, en particular
de las tecnologías militar e industrial. Por estos motivos, no pocas personas subrayan que
los problemas morales (y las exigencias de reglamentación que éstos debieran
comportar), en realidad no hacen referencia a la ciencia, sino más bien a la técnica:
solamente esta última puede originar males a los hombres.
Contra este modo de razonar se aprestan aquellos que consideran artificiosa y puramente
intelectualista una tal distinción entre ciencia y técnica. Según éstos, la investigación
científica se mueve por el deseo de resolver; problemas prácticos, y está por ello animada
por el mismo espíritu que anima a la técnica. La investigación científica ha tenido
necesidad siempre, en medida cada vez más intensa, de apoyarse en avanzadísimas
realizaciones tecnológicas para poder proseguir.
En conclusión se afirma siendo ficticia toda distinción entre ciencia y uso de Ia ciencia,
entre ciencia y técnica, se ha de hablar sin fingimientos de un problema moral que se
refiere a la ciencia, sin ulteriores y sutiles distingue.
Es interesante hacer notar que, adhiriéndose a esta segunda posición, puede ser uno
inducido ya sea a sostener como a rechazar la exigencia de un juicio y de una
reglamentación moral concerniente a la ciencia. De hecho, en esta identidad ciencia-
técnica, podemos dejarnos arrastrar por la carga de significado que se acumula sobre el
término «técnica», que expresa preponderantemente un hacer, y entonces, al reflexionar
acerca del mal que se puede hacer usando de la técnica o también solamente dejándola
Semana 3 – Agazzi Evandro – Cap. 4 2
Cierto que para llevar a término aquella arma era necesario poder disponer de los
conocimientos científicos adecuados, pero eso no era suficiente: éstos han proporcionado
las condiciones de posibilidad para la realización de esa arma, pero la causa o factor
determinante ha sido una libre elección humana.
De hecho, tendría un sentido sólo si fuese posible prever con suficiente aproximación las
aplicaciones de un descubrimiento científico, y evaluar si entre ellas son preponderantes
las positivas o las negativas, después de lo cual, si las aplicaciones negativas fueran las
predominantes, el científico sabio-desconfiando de la sabiduría de los demás hombres-
debería renunciar a la investigación o a hacer públicos sus descubrimientos,
El situar la ciencia en el plano del saber y la técnica en el plano del hacer podría ofrecer un
primer criterio de distinción, pero eso no es suficiente (aquí está la inadecuación de la
primera posición arriba expuesta, a diferencia de aquella que distingue una separación
neta entre ciencia y técnica).
De hecho, no sólo también la ciencia hace referencia de algún modo al hacer, en cuanto
constituye una actividad humana -como se ha tratado de aclarar en el capítulo sobre la
neutralidad-; y esto no solamente debido a que se apoya sobre un hacer operacional –
como se intentó aclarar al tratar de la objetividad científica-, sino también porque el
mismo saber que se adquiere con la ciencia, en muchos casos, puede ser y es de hecho
perseguido teniendo a la vista un hacer o un producir específicos, siendo ésta la situación
de toda la investigación científica aplicada.
Semana 3 – Agazzi Evandro – Cap. 4 3
En tales casos no se puede decir ya que el científico que investiga un saber de esta
naturaleza no puede prever sus consecuencias y aplicaciones, puesto que él en verdad
determina previamente algunas de esas consecuencias o aplicaciones.
Una distinción razonable y bastante obvia entre ciencia y técnica se puede introducir
sobre la base de sus diferentes funciones específicas: la función específica y primaria de la
ciencia es la adquisición del conocimiento, mientras la de la técnica es la realización de
ciertos procedimientos o productos.
DE LA TÉCNICA A LA TECNOLOGÍA
Con todo, también la técnica ha sufrido una ulterior diferenciación específica cuyos
orígenes son bastante antiguos, pero cuyas manifestaciones concretas son, por otra parte,
tan recientes como aquellas que han conducido a dar origen a la ciencia moderna: fruto
de tal diferenciación ha sido el surgimiento y la potentísima expansión de la tecnología,
que, como veremos continuación, constituye aquella forma (y desarrollo histórico de la
técnica que se basa estructuralmente en la existencia de la ciencia.
Si nos referimos ahora al hecho de que la ciencia se identifica respecto a otras formas de
saber justamente en cuanto se propone explicar los hechos empíricos, proponiendo
razones que digan por qué son de una cierta manera, podemos fácilmente darnos cuenta
de que ciencia y técnica no sólo no son la misma cosa, sino que están animadas por
dinámicas internas diferentes y pueden crecer y desarrollarse siguiendo incluso caminos
separados.
Este asunto viene confirmado también históricamente: han existido civilizaciones dotadas
de una técnica muy desarrollada para su tiempo y de una ciencia pobre (como las del
antiguo Egipto, China e Imperio inca), y otras dotadas de una ciencia rica y de una técnica
más rudimentaria (como la misma civilización griega clásica).
Todavía hoy, por ejemplo, la medicina utiliza contexto muchos fármacos cuya eficacia ha
sido explicada biológicamente solo mucho tiempo después de su descubrimiento (o
incluso, así como la cirugía progresa a través de la introducción de técnicas cada vez más
audaces y perfeccionadas, que solo en medida marginal son el fruto de la aplicación de
conocimientos teóricos (es decir, de conocimientos que no son a su vez relativos a un
saber hacer).
Comúnmente el término téchne se traduce por «arte», pero. hoy día se trata de una
traducción equivoca, desde el momento en que para nosotros el arte se refiere
esencialmente a la esfera de lo bello y de la expresión estética, Basta, sin embargo, leer a
Aristóteles (y también al gran médico y filósofo Hipócrates) para ver que las características
de la téchne son paralelas a las de la epistéme, es decir, la ciencia, en la medida que
ambas comportan un saber que posee las razones de cuanto consta empíricamente 6. En
el caso de la epistéme, la atención viene puesta sobre la simple verdad de cuanto se
conoce, en el de la téchne la atención se pone en la eficacia; la primera se refiere al saber
puro, y la segunda al saber hacer.
Ahora bien, si es cierto que el ámbito del puro y simple saber hacer (o sea, del saber
cómo se hace, sin conocer necesariamente por qué operando así se alcanza el objetivo)
puede ser reconocido como el ámbito de la técnica, debemos encontrar otro término para
indicar el surgimiento de esta dimensión ulterior, por la cual se llega a un operar eficaz
que conoce las razones de su eficacia y sobre ellas se funda, es decir, de un operar eficaz
que se alimenta de una específica referencia al saber teórico. Este nuevo término puede
ser precisamente el de tecnología, En este sentido podemos decir que la idea de
tecnología está ya claramente prefígurada en la noción griega de téchne.
Se afirma con fuerza el primado del hombre sobre la Naturaleza, y la instauración del
regnum hominis se entiende claramente como un dominio del hombre sobre la
naturaleza, todo lo cual pasa por el USO, la sumisión, y la manipulación de ésta. La idea de
un saber desinteresado no desaparece, pero se asocia a ella fuertemente la idea de un
saber útil, de un saber, en particular, que ha de servir al hombre para dominar la
naturaleza e instaurar su reino, de un saber que debe guiar la práctica y hacerla progresar,
más que reflexionar intelectualmente sobre ella.
PRIMERAS CONCLUSIONES
refiere a la esfera del hacer, está sujeta a juicios y reglamentaciones morales, mientras
que la ciencia, en cuanto referida a la esfera del conocer, está libre de tajes juicios y
reglamentaciones.
He aquí entonces que, una vez admitida la competencia del juicio moral sobre la técnica,
éste se extiende necesariamente también a la tecnología (la cual es parte de ella), y desde
aquí igualmente a la ciencia, al menos a aquella parte que está directamente implicada en
la tecnología y que constituye la ciencia aplicada.
Los defectos de ambas posiciones son bastante evidentes: las dos se basan en una
hipostatización de la tecnología y de la ciencia y traen consigo indebidamente, de cuanto
puede afirmarse correctamente desde algunos aspectos o para ciertos casos,
consecuencias que buscan comprometer a la ciencia o a la tecnología en su conjunto.
Pero la empresa no es fácil, ya que ciencia y tecnología en nuestros días se han constituido
realmente como entidades hipostatizadas (o sea, por así decirlo, «personificadas »), como
realidades ommniabarcantes, de cara a las cuales no parece posible otra cosa que una
aceptación o una repulsa en bloque.
Precisamente por esto puede ser oportuno ahora tratar de entender cómo ciencia y
técnica han podido asumir una connotación Ideológica.