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Enfoque y Herramientas de Formación en Responsabilidad Social Empresarial en

Iberoamérica

IMPORTANCIA DEL ENFOQUE IBEROAMERICANO PARA LA ENSEÑANZA DEL


TEMA Las empresas son células de un tejido económico, que a su vez es parte del tejido
integral de un orden social. Dicho en lenguaje sistémico, las empresas son agentes o actores
de un subsistema económico, que es parte de ese sistema más amplio y complejo que
denominamos sociedades humanas. En este contexto es importante entender el origen
histórico de las empresas iberoamericanas, y saber las razones por las cuales aquellas de
mayores escalas e impacto social destinaron sus ofertas a los mercados exteriores. Este
ángulo de análisis permite visualizar la interdependencia existente entre los sistemas
económicos de los países centrales (Europa, Estados Unidos), de los actuales emergentes de
Asia (China, India) y los de los países periféricos (por ejemplo los que componen
Iberoamérica). Usando aquí la expresión ¨empresas¨ entendida latamente, (no en su sentido
capitalista actual sino como todos los emprendimientos sociales de naturaleza productiva), el
origen histórico de los primeros grandes emprendimientos iberoamericanos se remonta a la
época de la colonia. Así tendríamos tres grandes tipos de emprendimientos productivos que
se formaron en el período colonial. Primero, la minería de los metales preciosos, explotada
(con base en la servidumbre indígena) por el imperio español y (en grado menos importante)
por el imperio portugués, principalmente en las tierras altas del área andina y en la meseta
central de México. Segundo, las plantaciones tropicales esclavistas (con mayor presencia del
imperio portugués) que se extendieron por las zonas tropicales y costeras del Caribe
continental e insular, y se propagaron por Sudamérica partiendo desde el nordeste del actual
territorio brasileño. Y, tercero, las actividades de subsistencia destinadas al abastecimiento
de los grandes centros mineros con alimentos, servicios y material de transporte. Un caso
paradigmático de esta tercera situación fueron los emprendimientos que tuvieron lugar en las
zonas templadas del Cono Sur de Sudamérica, destinados al aprovisionamiento del (así
denominado) “Cerro de Plata de Potosí”, ubicado en la actual Bolivia. Esos emprendimientos
derivaron respectivamente en otros tres grandes tipos de empresas que proliferaron en
América Latina durante el siglo XIX. Primero, las empresas de la minería industrial como el
estaño, el cobre, la bauxita, el carbón, y posteriormente el petróleo, incluyendo en este grupo
las actividades extractivas como el salitre o el guano. Estas empresas pueden verse como una
prolongación histórica de la extracción de metales preciosos que tuvo su auge durante el
período colonial. Segundo, la continuación de los emprendimientos en materia de agricultura
tropical, agregando importantes cultivos como el café, el banano, y otros frutos tropicales, en
economías de plantación que transicionaron desde sus formas esclavistas coloniales hacia
situaciones híbridas o semicapitalistas y siguieron predominando en las zonas tropicales y
costeras de Iberoamérica. Y tercero, los emprendimientos agropecuarios de clima templado
y frío que proliferaron especialmente en el Cono Sur de Latinoamericano, en la pampa
húmeda argentina, en las “cuchillas” y cerros de baja altura de Uruguay, en las zonas
templadas del sudeste brasileño, y en las tierras frías de la actual Patagonia 15 Argentina y
Chilena, las que incluyeron la ganadería ovina, bovina y porcina y, la producción de frutos
propios de la agricultura templada. Estas empresas exportadoras del siglo XIX fueron desde
sus orígenes organizadas en gran escala y sirvieron para generar los ingresos fiscales con
base en los cuales se establecieron durante el siglo XIX (tras su independencia política) los
estados nacionales de Iberoamérica. De esta manera en América Latina, los sistemas políticos
y los sistemas económicos estuvieron recíprocamente entrelazados en su gestación histórica,
y, altamente supeditados a los mercados internacionales ubicados en los países hegemónicos.
Dichos grandes emprendimientos coexistieron con unidades productivas de pequeña o ínfima
escala, tanto en zonas agropecuarias rurales (en el marco de la así denominada agricultura
campesina y de los complejos latifundio-minifundio), como en los territorios mineralizados,
donde la pequeña e ínfima minería coexistió con los grandes establecimientos,
frecuentemente de propiedad extranjera. Las grandes empresas originarias de Iberoamérica,
o extranjeras que ya operaban en aquellos tiempos, se ubicaron así en los sectores primarios
(para producir y exportar lo que hoy denominamos commodities), a los que agregaron escaso
procesamiento industrial. Las empresas dedicadas a la industria transformadora propiamente
dicha, asumieron formas inicialmente artesanales durante todo el siglo XIX y la primera
mitad del siglo XX, limitadas a las industrias vegetativas de subsistencia para el
abastecimiento urbano. Nótese entonces que Iberoamérica en ningún momento de su historia
experimentó una revolución industrial, como la británica de fines del siglo XVIII o la
estadounidense de fines del siglo XIX. Las oleadas de progreso técnico provinieron siempre
desde los grandes centros hegemónicos. Por lo tanto una primera diferencia esencial entre el
origen histórico de las grandes empresas de los países desarrollados y las que se gestaron en
América Latina, es que estas últimas no autogeneraron su propia tecnología, sino que
adaptaron la que provenía de los países centrales. Como regla general, que sin duda incluye
excepciones, no hubo en América Latina ningún capitán de industria como James Watt quien
inventó las máquinas de vapor, o como Henry Ford, quien perfeccionó el motor de
combustión interna y la cinta transportadora para producir sus famosos automóviles. Las
grandes oleadas tecnológicas transformadoras de las estructuras productivas de América
Latina casi siempre se originaron en el exterior. Las empresas manufactureras de América
Latina, fundadas en técnicas propiamente industriales y no en modalidades artesanales,
siguieron esa misma pauta dependiente o supeditada a los impulsos externos. Las empresas
manufactureras de origen artesanal se habían fortalecido en América Latina a partir de la
gran crisis de los años treinta, tratando de abastecer los mercados locales descuidados o
desatendidos por los países hegemónicos. En ciertos casos referidos a las empresas dedicadas
a industrias vegetativas de subsistencia urbana (alimentación, vivienda, vestimenta, etc.),
algunas evolucionaron desde las antiguas empresas artesanales, y otras se constituyeron con
emprendedores de origen europeo que habían migrado durante fines del siglo XIX y
comienzos del siglo XX. 16 Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial se produjo un punto
de inflexión histórica con la instalación directa de filiales y subsidiarias de las grandes CT,
provenientes de los países centrales que empezaron a producir manufacturas metalmecánicas
y electromecánicas para los principales mercados urbanos locales. El desarrollo empresarial
de postguerra siempre estuvo signado por una fuerte presencia del Estado latinoamericano
que además de ser propietario de empresas públicas, protegía, subsidiaba y otorgaba todo
tipo de estímulos fiscales a las empresas privadas. Esas medidas proteccionistas orientadas a
proteger una industria nacional, favorecieron a las CT externas que coexistieron con (o
terminaron absorbiendo) las industrias promovidas por emprendedores industriales
latinoamericanos. A partir de los años ochenta tuvo lugar otro gran punto de inflexión
histórica, en consonancia con el surgimiento de las estrategias ortodoxas de mercado en los
países desarrollados (desde los gobiernos de Thatcher, Reagan y Kohl) y con las reglas de
juego “codificadas” en el Consenso de Washington. Los modelos de desarrollo estatalmente
protegido fueron desapareciendo de América Latina. La instalación paralela de las
tecnologías de la información y la comunicación (TIC) fue aprovechada muy especialmente
por los negocios corporativos de gran escala, y conjugada con los cambios en las reglas del
juego económico (apertura, privatización, desregulación). Haciendo un balance de estos
desarrollos esquemáticamente repasados en párrafos anteriores, emerge una marcada
heterogeneidad de las estructuras empresariales latinoamericanas que se manifiesta en la
coexistencia de dos grandes tipos de empresas: por un lado las grandes CT, respecto de las
cuales se aplica buena parte de la literatura latinoamericana y general sobre RSE; y por otro
lado las MIPYME, cuyo desempeño también genera responsabilidades pero asociadas a otras
formas de gestión y con impactos que adquieren relevancia cuando se las considera en
conjunto. Por ejemplo en América Latina entre el 75% y el 80% del empleo total se genera
en la MIPYME. En cualquiera de los dos casos emerge aquí una temática compleja y variada,
relacionada con la posibilidad de efectuar múltiples estudios de impacto, tanto de los
impactos individuales que una sola corporación puede generar sobre el medio social y
ambiental circundante, como de los impactos colectivos que muchas MIPYME pueden
generar sobre los contextos locales donde operan7 . 3. CARACTERÍSTICAS
FUNDAMENTALES DEL ENFOQUE El enfoque que se propone desde la Cátedra
Iberoamericana de Enseñanza de la RSE, contenido en este ensayo, tendría como
características básicas las que se especifican a continuación: i. Enfoque sistémico Un sistema
puede ser visto como una unidad compleja, cuyas partes están unidas por vínculos estables e
interdependientes que constituyen su estructura. Puede ser abstracto (como una teoría
científica) o puede ser concreto (como el universo que habitamos). La investigación científica
produce sistemas abstractos (teorías) que pretenden expresar e interpretar los sistemas
concretos. Todo sistema concreto 7 Véanse como referencias de este punto los trabajos de
Prebisch, Furtado, Pinto, Sunkel, y Di Filippo citados en la bibliografía. 17 tiene una base
física y está en permanente proceso de cambio. Las teorías son, entonces, sistemas abstractos
que intentan captar y expresar aquella realidad exterior. En el marco de este planteamiento
es posible distinguir tres estrategias investigativas principales: el holismo, el atomismo, y el
sistemismo. Estas estrategias investigativas de carácter general, encuentran una
especificación aplicable a las ciencias sociales. El holismo intenta explicar las sociedades
humanas partiendo de las macroinstituciones y a partir de ellas interpreta el comportamiento
de los actores sociales considerados individualmente. El atomismo, por oposición, parte del
comportamiento individual de dichos actores sociales para intentar explicar la totalidad de
las sociedades humanas. El sistemismo, por último, hace un itinerario de “ida y vuelta”, pues
intenta una estrategia explicativa que va tanto del todo a la parte como de la parte al todo.
(Bunge 1999)8 . La ubicación de los temas de la RSE pierde importancia en un enfoque
excluyentemente holista que se preocupa de procesos macroeconómicos masivos, de fuerzas
impersonales que rigen de manera más o menos determinista dichos procesos. Por otro lado,
el enfoque atomista se concentra en las actitudes, comportamientos y rectitud moral de las
empresas, consideradas de una en una, por lo tanto, dentro de una perspectiva atomista o
individualista, cubre razonablemente el contenido de la primera noción de RSE que se ha
examinado. Finalmente el enfoque sistemista, se adecúa a la noción de impacto relacionada
con la segunda noción de RSE, porque identifica el comportamiento de las empresas
individuales, pero lo relaciona con su impacto sobre la sociedad en su conjunto, y a partir del
conocimiento de dicho impacto “vuelve” a reexaminar no sólo la RSE de los agentes
individuales que lo causaron, sino también la RS de toda la comunidad que aparece como
corresponsable de las consecuencias. ii. Enfoque multidimensional Las sociedades humanas
pueden verse como sistemas concretos, intrínsecamente dinámicos, subdivididos en
diferentes subsistemas básicos: por ejemplo socio-ambiental, económico, cultural y político.
Al elegir estos cuatro subsistemas (una opción entre varias) no se niega desde luego la
posibilidad de seguir abriendo y especificando las esferas de la condición humana y de las
sociedades humanas, pero esta elección específica resulta útil para el abordaje del tema que
nos ocupa. Estos subsistemas concretos no están encapsulados, no son compartimientos
estancos, sino que se articulan en una dependencia recíproca porque todos ellos se refieren a
un mismo y principal actor que los unifica: los seres humanos. El enfoque sistémico es
multidimensional porque los seres humanos, que son su referente esencial, son efectivamente
multidimensionales. 8 El enfoque de los sistemas puede expresarse metafóricamente como
un enfoque de juegos competitivos entre equipos (North 1993). Los actores del sistema se
“traducen” como individuos o equipos que juegan, la estructura del sistema como las reglas
técnicas y sociales del juego, los procesos a través de los cuales los actores “mueven el
sistema” son las jugadas, y las motivaciones de los actores son lograr el triunfo frente al
adversario. Sin embargo desde una perspectiva ontológica los sistemas sociales concretos
son históricamente determinados por múltiples fuerzas humanas y no humanas, en tanto que
los juegos son diseñados por los seres humanos, y sólo sirven como modelos aproximados y
parciales de los sistemas sociales. 18 En efecto, las cuatro dimensiones mencionadas se
originan en, y guardan correspondencia con, cuatro dimensiones básicas de la condición
humana. Somos entidades biológicas dotadas de racionalidad instrumental y moral; somos
además animales sociales y políticos (Aristóteles). La multidimensionalidad de la visión
sistémica puede apoyarse en el lenguaje de las instituciones. De manera amplia concebimos
las instituciones como reglas, formales o informales, pero vigentes y habituales de
comportamiento social. Las instituciones atraviesan transversalmente cualquier sociedad
humana unificada, como es el caso con la institución de la propiedad privada de los recursos
productivos para los subsistemas económicos capitalistas; o con los derechos humanos y
ciudadanos que operan en los subsistemas políticos democráticos; o las normas informales
(morales e intelectuales) que operan en los subsistemas culturales de occidente; o, finalmente,
las normas reguladoras de la acción humana sobre el medio ambiente que operan en los
subsistemas biológico-ambientales. En segundo lugar y en permanente interacción con las
instituciones pueden discernirse las organizaciones donde se aplican y especifican las reglas
societales (North 1993). Tal es el caso con las empresas en los subsistemas económicos
capitalistas, con las organizaciones judiciales ejecutivas y legislativas de los subsistemas
democráticos, con las organizaciones religiosas, científicas, estéticas que modelan los valores
de los subsistemas culturales, o con las organizaciones que regulan y fiscalizan los
subsistemas socioambientales9 . No es que estas dimensiones agoten la riqueza y variedad
de los subsistemas sociales que componen las sociedades humanas, pero su mención es
mínimamente necesaria para el planteamiento de los temas relacionados con la enseñanza de
la RSE. Esto es así porque los impactos del comportamiento de las empresas, afectan todas
las dimensiones de las sociedades humanas. iii. Enfoque interdisciplinario Por disciplinas
cabría entender aquellas actividades científicas o humanísticas que están académicamente
institucionalizadas, cuentan con centros de estudios específicos, y forman parte de los
sistemas legalmente reconocidos de educación. En ese sentido materias tales como la
microeconomía, la macroeconomía, la matemática, la historia, la filosofía, la ética, la
biología, la psicología, la física, son consideradas disciplinas. Además de estas disciplinas o
ciencias básicas, están las ciencias aplicadas que desarrollan técnicas aptas para la
satisfacción de las necesidades humanas: energía nuclear, electromecánica, management y
administración de empresas, etc. Las disciplinas así caracterizadas pueden verse como
ciencias puras o aplicadas que guardan las fronteras de sus territorios disciplinarios, y
profundizan unilateralmente en sus respectivas prácticas teóricas y experimentales. La RSE
no es una disciplina en este sentido, sino más bien un tema problematizado de carácter
transversal, cuyo tratamiento exige un enfoque interdisciplinario. 9 Los subsistemas
biológico-ambientales son de un lado las leyes objetivas de la biosfera y por otro lado los
comportamientos humanos que las transforman y artificializan. Aquí nos interesan ambos
puntos de vista, caracterizados por los cambios que en el orden natural provienen de la acción
humana (perdida de biodiversidad, desertificación, calentamiento global, etc.). Para dar
cuenta de esta interacción sugerimos utilizar la expresión subsistemas socioambientales. 19
iv. Enfoque de largo plazo (explora la sustentabilidad de la RSE) La sustentabilidad de largo
plazo de una empresa no se puede medir solamente por sus tasas de ganancia, aunque éstas
se reiteren período a período. La noción de sustentabilidad aquí aludida tiene una raíz
sistémica. Cuando CEPAL, preocupada por el desarrollo latinoamericano, actualizó y
replanteó en los años noventa algunos de los viejos conceptos estructuralistas iniciales de su
enfoque para adaptarlos al orden global que se consolidaba en el mundo, lo hizo a través de
sus propuestas sobre transformación productiva con equidad10. En esta nueva línea de
estudios, CEPAL habló de la noción de competitividad sistémica (interacción entre las
“partes” y el “todo” social económico) y sustentable (fundada en la introducción de progreso
técnico ambientalmente amigable). Por oposición, se examinó críticamente la noción de
competitividad espuria o no sustentable, que consistía en competir sobre la base de la
depredación ambiental, la explotación de la fuerza laboral, y las manipulaciones
especulativas de tipo cambiario o financiero. También sometió a consideración crítica los
manejos macroeconómicos insustentables de corto plazo (por ejemplo devaluaciones
abruptas), que aumentaban de maneras legal y éticamente inaceptables la competitividad
empresarial. Sabemos veinte años después que la reivindicación de las nociones de
competitividad sistémica y sustentable no sólo es pertinente para las empresas
latinoamericanas, que fueron la preocupación fundamental de las reflexiones de CEPAL.
Hoy esta visión también se aplica con particular fuerza a la profunda crisis que experimenta
el capitalismo global en el seno de las sociedades occidentales. Este tema será tratado más
adelante cuando se aborde la noción de “valor compartido

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