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El califato Omeya fue el principal exponente del Islam árabe del mismo modo que los
abasíes lo serán del Islam multinacional. El califato Omeya no podía durar en su forma
inicial, dadas las transformaciones que estaba sufriendo la sociedad musulmana, siendo
aquí donde radicó el cambio, pues desde el punto de vista político solo se trató de la
sustitución de una dinastía árabe por otra también árabe. El verdadero cambio fue social:
la administración se transformó dando entrada en ella a elementos musulmanes no árabes;
la vida urbana será la característica fundamental del periodo, acompañada por un gran
desarrollo comercial e intelectual, pese a las crecientes dificultades para mantener la
unidad política. La civilización que maduró entre los siglos VIII y XI sería considerada
después como la edad de oro, el modelo cuyos logros merecían ser imitados y restaurados.
4. Gobierno y administración
El califa abasí vinculó su poder poniendo especial énfasis en su carácter religioso por
su pertenencia a la familia del Profeta, de modo que el abasí era el imán, el jefe espiritual
y temporal, un soberano absoluto cuyo poder era fijado por la ley del Islam -ley sharia-.
Entre ellos pronto surgió la idea de que estaban por encima del resto de los mortales y
comenzaron a denominarse como «representantes de Alá en la tierra» en lugar de
«sucesores del Profeta», observándose aquí como en tantas otras cosas una clara
influencia irania.
El califa era, ante todo, un jefe religioso, ejecutor de la ley y definidor de lo que
era correcto con relación a ella, necesariamente se trataba de un autócrata, atemperado
por su propia capacidad y discreción personales y por la fuerza de las realidades políticas,
así como por la misma ley que había de cumplir pero que unían en su mano el principio
de autoridad y la capacidad discrecional e ilimitada teóricamente de ejercicio concreto
del poder en todo lo que tocase a «ordenar el bien y prohibir el mal» o a perseguir a los
incrédulos, apóstatas y disidentes religiosos.
Los abasíes intentaron el mantenimiento de su dinastía mediante la sustitución
del método electivo por el principio de herencia en el seno de la familia de Abbas y se
esforzaron en regular este principio mediante la designación del sucesor en vida, aunque
sin atenerse a regla de sucesión fija, lo que siempre será motivo de disensiones e intrigas
palaciegas. Antes de tomar posesión del poder, el califa era proclamado como tal por los
sabios y notables y seguidamente aclamado por la muchedumbre; pese a que con el
tiempo estas disposiciones pasaron a ser puramente formales y simbólicas, continuaron
persistiendo. Entonces el califa podía portar las insignias del califato: el manto, el bastón
y el sello del Profeta.
Los órganos de la administración abasí ya estaban claramente establecidos bajo
al-Rasid. Al frente de los diversos servicios había secretarios -katib, pI., kuttab-, siendo
el principal entre ellos el visir -wazir-. Los principales servicios u oficinas -diwan- eran
las dedicadas a la diplomacia (chancillería), al correo (barid) y las finanzas. Al frente de
la administración provincial se encontraba un gobernador (amir) que como todos los
anteriores recibía un poder delegado del califa.
La administración de justicia correspondía al califa quien delegaba en el cadí o
juez a quien nombraba o bien por el gran cadí de Bagdad en su nombre, pero aquella
dependencia en cuanto al nombramiento no solía coartar la autonomía de sus actuaciones
en materias, sobre todo, de derecho privado y también penal y mercantil.
La administración tributaria era compleja pues la variedad de impuestos, rentas e
instituciones fiscales era grande, además de presentar algunas variedades regionales.
La limosna legal se había transformado en un diezmo sobre la producción de la tierra, un
tanto sobre las cabezas de ganado o una cantidad estimada sobre los bienes muebles
destinados al comercio. Los no musulmanes pagaban una capitación o yizya y un
impuesto territorial o jaray, que terminó por quedar adscrito a las tierras que debían
pagarlo fuese cual fuese la religión de su propietario, lo que suponía en ocasiones otro
diezmo. El califa podía contar también con los recursos de tierras explotadas por su fisco,
o derivados de monopolios industriales y comerciales, con el quinto de tesoros y botín de
guerra, con los bienes vacantes por no haber heredero o, en caso contrario, diversos
derechos sobre las herencias. Se desarrolló, además, un conjunto de tasas sobre el
comercio exterior -aduanas-e interior, y sobre la instalación de tiendas y talleres, a trueque
de la vigilancia y protección ofrecidas por los poderes públicos, que alcanzaron notable
importancia dado el desarrollo urbano y mercantil. Para el cobro y, también, para el
reparto de las cantidades obtenidas, en cada provincia había un intendente (amil) rodeado
de colaboradores y elementos de control.
5. Actividad económica.
En la amplia geografía del califato abasí, en función de las características
climáticas, existía una agricultura extensiva de secano cuyos productos principales eran
trigo y cebada. También existían zonas de regadío para lo cual era imprescindible la
captación de caudales para su mantenimiento, mucho más necesarios en aquellas tierras
subáridas, necesidad que propició el desarrollo de una amplia gama de técnicas conocidas
como acueductos, cisternas y aljibes, presas permanentes y de derivación, numerosísimas
norias y complejas redes de canalización para atender el cultivo de las huertas.
La ganadería, a pesar de ocupar un papel secundario respecto a la agricultura,
alcanzaba mucho valor en amplias zonas, tanto en régimen nómada como sedentario de
utilización extensiva de pastos y abundaban especies como dromedarios o, más adelante,
bactrianos y diversas razas de caballos -turca, iranía, beréber, árabe-, aunque la
hegemonía la tenía la ganadería caprina y ovina pese a ser nocivas para la vegetación. Los
bóvidos escaseaban debido a la falta de pastos adecuados muy relacionada con la escasez
de bosques.
Las ciudades del mundo abasí fueron nudos de la amplísima red de
comunicaciones y con la fundación de Bagdad, nueva capital del califato abasí, el mundo
urbano recibió un fuerte impulso. La organización del artesanado y del mercado urbano
conoció grandes progresos y los especialistas de cada profesión –sabih al-suq-
adquirieron cierta relevancia. Por lo general, los artesanos se ubicaban en calles o zonas,
por oficios, y a veces tenían mercados especializados, además del zoco principal y de los
mercadillos de barrio. Casi todas las manufacturas especializadas estaban en las ciudades
o en áreas.
6. La cultura abasí