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ESTUDIO DE CASO

France Télécom: el infierno contado por sus víctimas

Solo es el comienzo de un proceso, probablemente largo y tortuoso para las


dos partes, pero para los que perdieron a alguien querido en la oficina y para
los que pensaron en algún momento en poner fin a sus días para acabar con el
hastío y la desmotivación, hoy se abre una nueva página en blanco. No buscan
venganza, sino reparación.

La Justicia francesa ha decidido imputar a France Télécom en la causa que


investiga los suicidios que se produjeron en la plantilla de la compañía entre
2008 y 2009. Aunque las pesquisas sólo abarcan las 35 muertes que,
según datos de los sindicatos, se produjeron en esos dos años, la cifra, dicen
los representantes de personal, es mayor si se amplía al periodo comprendido
entre 2007 y 2010.

Aunque la causa fue abierta en 2010 tras una denuncia de los sindicatos de
personal del grupo por acoso laboral, ha sido esta semana cuando la Justicia le
ha dado un empujón. La decisión se produce después de que el juez escuchara
el viernes la versión de la empresa. El miércoles también desfiló ante el
magistrado el ex presidente Didier Lombard.

Lombard gestionó el grupo entre 2005 y 2009 y también está imputado en el


sumario. También han sido convocados dos de sus colaboradores cercanos:
Louis Pierre Wenes, ex número dos de la operadora, y Olivier Barberot, ex
director de recursos humanos.

TESTIMONIO: Estuvo años sin hablar. Un nódulo de temor, angustia y vacío


le obstruía cuerpo y alma. Su mutismo duró años pero hoy Joel Peron ya no
tiene miedo. Quiere que conste su nombre, alto y en mayúsculas. Valiente,
quiere dar a conocer qué pasa en las oficinas de France Télécom. "Soy
responsable de mis palabras. Ya no tengo miedo", confiesa a
ELMUNDO.es.

Este 'casi prejubilado' de 59 años se ha pasado media vida en los pasillos de la


mayor operadora de telefonía de Francia. La misma que arrastra una lista
negra de 60 suicidios, varios intentos fallidos y decenas de bajas laborales.
La última víctima, Rémy L., la segunda en lo que va de año, fue compañero de
Joel. Éste confiesa que pensó muchas veces en compartir el mismo destino.

"Hubo momentos en los que quise suicidarme. Sentía que no servía a nadie,
que nadie me necesitaba. Pensaba que era un inútil que molestaba a todo
el mundo y quería desaparecer, quitarme de en medio. Es una tortura
mental, un proceso de destrucción espiritual que te corroe poco a
poco, con reflexiones y malos pensamientos", confiesa.

Su infierno particular comenzó en 2005, ocho años después de que la empresa


pública pasara a manos privadas. "Querían quitarse de en medio a los
funcionarios del Estado, lastres para el crecimiento de la compañía", explica
el entonces jefe de un equipo de más de 10 personas que hoy trabaja en
Bordeaux como empleado de almacén.

Primero le anunciaron que su puesto ya no existía y le ofrecieron uno como


teleoperador. Tras la evidente negativa, le relegaron a un despacho, en el que
se pasó meses solo, "sin puesto ni tarea". "Fue la primera fase de un largo
proceso de desvalorización. Estaba solo en un cuarto, no me daban
trabajo y nadie venía a verme", explica.

Aunque la alternativa a esa soledad, el contacto humano, tampoco era muy


reconfortante. "En cada reunión con mi superior, éste me hacía sentirme
desplazado, que ese no era mi lugar. Me decía que todo lo que hacía estaba
mal. Después de años así, llega un momento en el que crees que no vales
nada", explica.

Después llegaron el infarto, una baja de más de 10 meses, los problemas en


casa, la depresión, la petición de traslado "rechazada una y mil veces" y
la supresión de las primas y de los aumentos salariales. "Mi cuerpo reaccionó
mal a todo eso. Es una tortura mental. Es un comportamiento criminal",
asegura.

'Todo está pensado para destruir las relaciones humanas'

Joel Peron. | R. V.

"Cada muerte es un golpe que no deja impasible a nadie. Tras el suicidio de


Rémy muchos no pueden pasar por el edificio donde trabajaba ni por su
mesa". La que suscribe el testimonio prefiere guardar su anonimato. Conocía al
último de la lista y, como él, ha padecido los métodos de gestión destructiva.

"Soportas desvalorizaciones y humillaciones constantes. En las


reuniones te dejan en ridículo en público, haciéndote preguntas para pillarte y
tendiéndote trampas. Mi superior me decía que todo estaba mal y cuando
hacía algo bien se lo atribuía a otro", narra esta veterana anónima con más de
20 años en la operadora.

Como Joel y "decenas de compañeros", también ella tuvo que parar durante
varios meses para desatascar el nudo que comenzaba a asfixiarla. "En todos
los departamentos hay o ha habido bajas. El ambiente es pesado, las
relaciones humanas malas. Muchos sufren en silencio, porque quejarse es
ponerse en el blanco de la diana y convertirte en presa fácil", explica.

Lo más difícil de llevar, para ella, es la soledad. Después de años de veneno


esparcido, en los pasillos de France Télécom impera la ley del sálvese quien
pueda. "Te sientes terriblemente solo. Cada uno va a lo suyo, hay poco apoyo
y la gente no habla porque tiene miedo. Cuando llegas a un nuevo equipo hay
desconfianza. Todo está maquinado para dividir y destruir las relaciones
humanas, es un auténtico desastre", confiesa.

60 víctimas

Esta enfermedad colectiva empezó a mostrar sus síntomas en 2008. La


empresa, privatizada en 1997 y que cuenta con 100.000 empleados en
Francia, suprimió 22.000 puestos de trabajo y se intensificó, según denuncian
los sindicatos, "la política del beneficio a toda costa".

Entonces comenzaron los recortes, las presiones a los empleados y las


prácticas del terror encabezadas, según sindicatos y empleados, por el antiguo
presidente Didier Lombard, sustituido hace 18 meses por Stéphane Richard.
"Había presiones a los trabajadores, movilidad obligatoria de puesto y de
destino, reorganizaciones constantes, cierre de oficinas y presión por
objetivos", enumera Anne Marie Minella, del sindicato CFE-CGC.

El cáncer se extendió rápidamente por departamentos y secciones regionales.


El diagnóstico del Observatorio del estrés de la empresa contabiliza 60 casos
de suicidio. Sólo en 2010 hubo 27 muertes voluntarias y 13 tentativas y en lo
que llevamos de 2011 dos personas se han quitado la vida y una lo ha
intentado.
La empresa matiza que dentro de estos recortes de puestos había bajas
voluntarias y jubilaciones y que además se contrató a 6.000 personas.

La operadora se resiste a asumir toda la carga mortal. "Se ha abierto una


investigación interna para clarificar qué casos son accidentes laborales y cuáles
no. El presidente ha dicho que reconocerá estas muertes como accidentes de
trabajo si así lo concluye la investigación", explica SébastienAudra, portavoz de
la compañía.

Los sindicatos reconocen que se han eliminado los métodos del terror de
antaño, aunque no se acaban de fiar. "Aún perviven los objetivos de
rentabilidad y de productividad. Se ha mejorado el clima, pero para que todo
cambie tendrá que pasar mucho tiempo", señala Anne Marie Minella.

Los trabajadores tampoco se creen el cambio rumbo: "Yo tengo compañeros


que siguen sufriendo y están hoy como yo estaba hace años. Se necesitará
mucho tiempo para que las heridas cicatricen", explica Joel.

De la misma opinión es la víctima anónima: "nada mejorará mientras queden


restos de la antigua dirección. Aún hay dirigentes que siguen en las filiales de
la empresa, ganando millones a pesar de que tienen las manos manchadas de
sangre".

Referencia:
VILLAÉCIJA, R. (2011). France Télécom: el infierno contado por sus víctimas.
El Mundo (periódico). Francia: Paris. (Consulta: 9 de mayo 2017). Recuperado
de http://www.elmundo.es/elmundo/2011/05/06/economia/1304681223.html
VILLAÉCIJA, R. (2012). France Télécom: imputada por los suicidios de sus
empleados.  El Mundo (periódico). Francia: Paris. Recuperado de
http://www.elmundo.es/elmundo/2012/07/06/economia/1341599279.html

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