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Marcelo Méndez Sobre Casa Tomada PDF
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La casa tomada
Las migraciones internas hacia la ciudad de Buenos Aires, que se habían tornado
masivas desde la segunda mitad de los años treinta, encontraron su coronación política y
carta de ciudadanía con la victoria electoral de Juan Domingo Perón en febrero de 1946.
Este fenómeno fue directamente decodificado por la oligarquía y las capas medias
que no llegaban a los talones del sanjuanino, la antinomia se tradujo en una versión
blancos y negros. Se trata de una construcción bien simple: si quienes habían irrumpido
en la Plaza de Mayo en octubre del `45 eran llamados (entre otras cosas) negros por las
clases dirigentes y los porteños del centro, tácitamente estos se autocalificaban como
blancos.
segundo, y decisivo, el término remite a un ave que suele criarse en cautiverio y tiende
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además un lazo con el concepto de “aluvión zoológico”, acuñado por un diputado
antiperonista.
La literatura sumó su repudio hacia ese Otro que venía a meter las patas en
caducas estructuras políticas y sociales de las que la fuente de la plaza era sólo una
metáfora. Una serie de cuentos de Julio Cortázar (“Casa tomada”, “Las puertas del
cielo”, “Bestiario”, “La banda”) casi todos ellos pertenecientes a su primer libro de
cuentos, Bestiario (1951), se destacan en este aspecto. Asimismo, Jorge Luís Borges
publica “El simulacro” (1960) y antes, en colaboración con Adolfo Bioy Casares, “La
fiesta del monstruo” (1957). Para esos años Ezequiel Martínez Estrada se anota con
antiperonistas o pasibles de ser leídos en ese sentido, pero además, son textos de autores
canónicos de la literatura argentina, una condición que les confiere singular eficacia.
A la hora de definir cuál era el factor que por sobre toda diferencia unía a los
cuentos escritos sobre el peronismo durante los años cuarenta y cincuenta, Andrés
Invasión que expresaba lo que se sugirió más arriba: el rechazo de los escritores de la
ciudad europeizada ante la llegada de migrantes de diversas provincias que no sólo eran
bien vistos por el gobierno de Perón sino que formaban su base política.
La idea de una “invasión” les cuadraba muy bien a los porteños que se sentían
acosados por los recién llegados: los otros no se contentan con estar, los otros invaden,
y de paso, la misma idea lava sus culpas ante la discriminación que practican: ellos se
limitan a defenderse, son los otros quienes atropellan. Casi está de más señalar hasta
1
Avellaneda, A., El habla de la ideología, Buenos Aires, Sudamericana, 1983, p.114
2
qué punto el tópico es, además, productivo para la literatura: la invasión es un eje que
“Casa tomada”, de Julio Cortázar, puso en palabras como ningún otro ese temor
el cuento, la ociosa vida de una pareja de hermanos en el caserón que fuera de sus
y nunca visibles que los llevan a replegarse primero y a abandonar la casa después.
Como se verá, el carácter indeterminado que los invasores nunca pierden en este texto
fortaleció las hipótesis que ven allí el violento desembarco de los peronistas en una
mansión aristocrática.
“Cabecita negra” un cuento basado en su fuerte intertextualidad con “Casa tomada”, que
no sólo funda la interpretación que retomará Avellaneda (y antes Juan José Sebreli), esa
que hizo de “Casa tomada”, que podría haber pasado como un cuento fantástico más, el
paradigma del cuento antiperonista, sino que invierte la ideología de su texto precursor:
incipiente izquierda peronista, celebra la toma de la casa burguesa por los apodados
Cuando parecía que todo estaba dicho sobre el tema, Rabia, una novela que
Sergio Bizzio publica en 2005 vuelve a la carga con la matriz de la casa tomada para
se refugia en una mansión en la que pasa años sin ser descubierto por la policía ni por
los dueños. Acá la política en sentido explícito casi no aparece. Sin embargo a la luz de
los antecedentes puede sostenerse la siguiente hipótesis: así como los primeros cuentos
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daban cuenta de la irrupción del peronismo en la vida política nacional y el de
descolonización de su época, Rabia, con ese protagonista que invade una propiedad
aristocrática sin que sus dueños se percaten de ello o vean alteradas en algo sus vidas
por la presencia del intruso, representa la reducción de las capacidades revulsivas del
para un partido que sólo episódicamente vulnera intereses, una invasión imperceptible.
peronismo fue asiduamente visitado por la literatura argentina de ficción; cuando ese
tomada fue cuando más claramente aprehensible se tornó su lugar político y social en
peronismo dice mucho –y no siempre lo mismo- sobre los sectores intelectuales que
tópico está presente en casi todos sus cuentos. Esto vale como prueba de lo que se
paradigmático? Piénsese, por poner un ejemplo, que “Las puertas del cielo” describe
con minuciosa crueldad a quienes han “tomado” la ciudad. El fichaje obsesivo con que
concurrido local destinado a los bailes más populares, nunca alcanzó, sin embargo, para
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que el cuento se pusiera a la par de “Casa tomada”. Recientemente Carlos Gamerro
avanzó mucho en la resolución de este problema.2 Primero cuando reordenó dos textos
que se usaban al voleo: las conocidas palabras de Sebreli en Buenos Aires: vida
sociología se limita a comentar. Con todo, es evidente que ambos textos se potenciaron
Cortázar proviene desde el exterior, desacreditando al lote de críticos que veían en los
protagonistas. Esta imposición contribuye a que Gamerro llegue a la más rotunda de sus
conclusión en sí, sino el camino que se recorre para llegar hasta ella: en la oposición que
que debe considerarse el factor decisivo. Si el invasor no se manifiesta más que a través
de sordos ruidos que oír se dejan, su identidad es un constante vacío. Así, el cuento se
Cabe agregar algo que complementa lo anterior: por ese carácter indeterminado
hipótesis funciona (de manera que ese paso se da). Estética y política de la recepción. Y
2
Gamerro, C., “Julio Cortázar, inventor del peronismo”, en Guillermo Korn (comp.), El peronismo
clásico. Descamisados, gorilas y contreras, Buenos Aires, Paradiso, 2007, p.44
3
Sebreli, J.J., Buenos Aires: vida cotidiana y alienación, buenos Aires, Sudamericana, 1964, p.
4
Gamerro, C., op. cit., p.56
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una muy temprana aparición del tipo de lector-cómplice que reclamará Rayuela. “Casa
tomada” es el mejor cuento sobre el tema porque el lector debe hacerse cargo de
quedarse afuera diciendo “qué gorila este Cortázar”. Y si se hace cargo quedan dos
fantástico. Pero esto es sólo una opción posterior a la lectura: el aspecto socio-político
“llena” el polo que Cortázar dejaba “vacío”. Contra toda indeterminación subraya que
el temor de la burguesía era hacia los “cabecitas negras” llegados con el peronismo.
mayor comodidad: el balcón. El Sr. Lanari, como exige ser llamado, es alguien cargado
de desprecio hacia los trabajadores, un pequeño burgués que se ufana de logros más
bien módicos. Su imperio es una ferretería. Aún así, el llanto desesperado de una chica
humilde en mitad de la noche lo lleva a bajar a la calle para consolarla. Cuando aparece
hombre invita a su departamento a los hermanos, quienes una vez allí, lo maltratan a él
cortazariana: “todo estaba al revés. Esa china que podía ser su sirvienta en su cama y
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Un cruce, este de insomnio y burguesía, que años más tarde el Indio Solari definió en dos líneas: “y
cuánto vale todo lo registrado/ si el sueño llega tan mal que te condena”.
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ese hombre del que ni siquiera sabía a ciencia cierta si era policía, ahí, tomando su
El núcleo político del cuento es el conflicto entre quien defiende sus bienes
de la lucha de clases.
que narra porque en 1962 Fanon, Sartre, Guevara o Cooke lo explicaban todo.
Actualmente, si no se repone bien ese marco, algunos pueden llegar a ver al burgués
como víctima. Sólo su lenguaje, que hiere y maltrata, se opone a la confusión: “lo
miraba (…) con duros ojos salvajes, inyectados y malignos, bestiales, con grandes
´55. Oscila entre largos tramos de entreguismo neoliberal y otros más breves donde se
plantea recuperar ciertas políticas fundacionales sin conmover como antaño a los
sectores dominantes (las clases medias, más escandalosas, lucen un gorilismo “como la
de partidos funcional a los poderes fácticos. En 1970, uno de los cargos formulados
contra Aramburu por sus ejecutores fue que éste dirigía una maniobra para convertirlo
6
Rozenmacher, G., Cabecita negra, Buenos Aires, La Flor, 1997, p.83
7
Rozenmacher, G., op. cit., p.81
8
Sarlo, B., La pasión y la excepción, buenos Aires, Siglo XXI, 2003, p.149
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explícitamente a la cuestión del peronismo, pero sí permite hacer una lectura que
vincula lo que se narra con este debilitamiento del partido como herramienta de cambio.
de la zona más cara de Buenos Aires. Ahí se inicia la relación entre José María, un
mucama que vive en la lujosa mansión de los Blinder. A la larga, José María será el
Cuando el romance entre estos dos típicos jóvenes de los sectores populares se
desata surgen elementos interesantes de cara a los cuentos ya comentados. Los textos de
componente racial: Una minoría “blanca”, que no se siente protegida por sus políticos -
evidencia que se ha roto la unidad que el peronismo clásico les confería a sus
Rosa y José María, dos “negros”, se besan en la calle. Esto indigna al portero de un
edificio vecino (un “negro” que ha optado por “blanquearse”) que corre a decírselo al
hijo del administrador, un “blanco” forzudo que –aunque no es rugbier- viste como si lo
fuera. De paso, Bizzio introduce así a uno de los prototipos de los ganadores de la
Argentina neoliberal.
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Rozenmacher, G., op. cit., p.85
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Hay un punto que explica que al portero le brote la furia de los conversos: en
este juego de colores, Rosa es una figura ambivalente. En tanto empleada de la mansión
Blinder deviene blanca, pero el beso con José María la devuelve a su “negritud”
portero: “era evidente que el desconocido seducía adrede a la mucama de los Blinder.10
donde trabaja José María, que lo despide a pedido del portero y del rugbier. Es otro que
Pocos días después José María mata al capataz. No será la única vez que mate.
Aunque debe suponerse que esto es lo que Bizzio entiende por rabia, dado que José
María mata sin enojarse, es mucho más fácil entenderla como una forma fría y
Es interesante señalar que hay parecida distancia entre esta “rabia” posmoderna,
que excluye la bronca, y la gran rabia de la literatura argentina, la que Roberto Arlt
impuso con El juguete rabioso, a la que hubo políticamente entre quienes a fines de la
dictadura decían ser “la rabia de Juan Perón” y las posibilidades de rabiar que les dio el
Fuera de ello lo que fuere, el crimen del capataz es lo que lleva a José María a
inicial reclusión va dando lugar a exploraciones cada vez más osadas. Así, “al cabo de
la segunda semana conocía los ruidos de la casa como si hubiera vivido siempre allí”.11
Ubica con rapidez los lugares necesarios para su supervivencia. Nunca será visto por el
10
Bizzio, S., Rabia, Buenos Aires, Interzona, 2005, p.19
11
Bizzio, S., op. cit., p.57
9
matrimonio Blinder, ni por sus ocasionales visitas. Su completa invisibilidad a ojos de
esta gente lo lleva a andar por la casa desnudo, por pura comodidad, y muy cerca de los
dueños de casa.
trabajador ante miembros de la clase dominante –la situación que la novela aborda más
a su acceso al poder (de hecho, en el cuento de Cortázar su visibilidad era tan grande
que los peronistas eran “vistos” donde solo se oía algo). Como Rozenmacher, Bizzio
capital ni hace presentir vientos revolucionarios. No incide, tiene la casa tomada y nadie
lo ve.
a José María, quien técnicamente es un prófugo. Su relación con Rosa, eso sí, ha
como mucama de la mansión Rosa es blanca para los de afuera y negra para los Blinder.
llamados desde una segunda línea telefónica de la mansión. Pero José María sigue
siendo el protector de esa Rosa cercana y a la vez inaccesible. Es en ese rol que, con el
andar de las páginas, mata a Álvaro, el hijo alcohólico de los Blinder, un “blanco” que
ha violado a Rosa. Se trata de una pérdida que ni la familia lamenta. Lo propio hace con
cargo de la situación. Detrás de estos casos de justicia por mano propia realizados con
10
una tranquilidad pasmosa, asoma siempre la desprotección social. Y muy lejos del
temor inicial e inverso de Cortázar, la impunidad del hombre “blanco” frente a la mujer
“negra”.
Rosa, muy asistida por la señora Blinder. El niño que nace, recibe su nombre. Con su
jugar con Joselito todos los días. Le construye juguetes. Se hace llamar “mamá” para
que el llamado del nene a un “padre” fantasma no despierte las sospechas de Rosa.
El final llega bruscamente: los Blinder, Rosa y su hijo parten hacia Mar del Plata
una temporada. José María dispone de toda la casa tomada para sí, pero casi no tiene
víveres y el policía de la puerta veta toda posible salida al exterior. Una decena de ratas
que de a poco abandonan sus escondites, lo miran con familiaridad. Son todos
miembros de una misma fraternidad A ese nivel se manifiesta su poder como intruso.
Casi muerto, Rosa lo descubre en la mansarda al regresar. José María, “el invasor
imperceptible”, podría decirse remedando los títulos de las historias infames de Borges,
habitualmente María: “todo el mundo lo llamaba así, María. Era algo que se daba
y en apariencia tan carente de sentido, que tal vez valga la pena buscárselo. De acuerdo
peronismo por parte de los sectores dominantes: pero María, oculto en lo más alto – en
12
Bizzio, S., op. cit., p.14
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de todos modos termina siendo complementario: de aquí en más, parece insinuar el
texto, los sectores populares deberán recurrir a las creencias pre-políticas de su cultura
porque sus poderes políticos han desertado. José María se vuelve entonces “la Madre
María”, atendiendo a ese “mamá” con que lo llama Joselito y al recorte habitual que se
La lectura de Rabia muestra como a las bases sociales del peronismo se les ha
soltado la mano. Pero también muestra que con la parálisis partidaria no terminó el trato
cotidiano discriminatorio de carácter racista que las clases dominantes y sus cómplices
infligen a los sectores populares. Desmontar la trama de la novela deja a la vista el viejo
Tres textos que adquieren su forma alrededor de la toma de una casa, una clave
con la que la literatura argentina siempre creyó poder interpretar el fenómeno peronista,
su vacío ideológico no tiene bastante para decir. Así, el recuento llega hasta el presente.
El odio de clase hacia los migrantes internos que cristalizó en 1945, sin
embargo, continúa. ¿Hay razones políticas? ¿Se teme una vuelta del peronismo a su
forma clásica? Todo sugiere que no, aunque la ofensiva de las patronales del agro de
13
Bizzio, S., op. cit., p.134
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2008 indica que no se tolera la más tibia reforma. Debe pensarse más bien que se está
ante un Otro despojado de ropajes partidarios pero que las clases dominantes identifican
ahora primordialmente por su color de piel, por su procedencia o por su vinculación con
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