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Blanca Estela Ruiz Zaragoza

Blanca Estela Ruiz Zaragoza


Universidad de Guadalajara

YO, EL SUPREMO DE AUGUSTO ROA BASTOS: EL SUPREMO DISCURSO DE LA


PALABRA EN JUEGO

Juez: Trespatines, esa palabra no existe


Trespatines: ¿Quién dice eso, caballero?
Juez: ¡El diccionario!
Trespatines: ¡Y quién se cré que e ese señol pa
depretigial así una palabra tan ditinguida que
me acaba de compral mi Mamita, chico!
(Cástor Vispo, “La tremenda corte”)1

Una multiplicidad de exploraciones verbales se sucedió en la novelística


hispanoamericana durante los años sesenta. Rayuela (1963) de Julio Cortázar, José Trigo (1966)
de Fernando del Paso y Tres tristes tigres (1968) de Guillermo Cabrera Infante, por mencionar
sólo tres casos, son muestra de que la prosa se aventuraba hacia la ruptura de los usos
convencionales de la lengua (un terreno que ya había pisado la poesía con Huidobro, Vallejo y
Girondo, por ejemplo) para instaurar un discurso pletórico de nuevas codificaciones
asombrosamente reveladoras.
Publicada en 1974, Yo el Supremo de Augusto Roa Bastos, además de otras
peculiaridades que la consagran como una obra maestra de la literatura hispanoamericana,
específicamente de la llamada “novela de la dictadura”, se inscribe dentro de esa tradición
literaria que ya no basa la confección de su tejido en los hilos meramente anecdóticos o en la
narración de sucesos en un orden más o menos cronológico; sino que busca, con la complicidad
del lector, tejer la trama, hilvanar las formas, devanar nuevos signos en un carrete de
significaciones novedosas.
En Yo el supremo hay una práctica lúdica del discurso a través de la voz y la escritura de
José Gaspar Rodríguez de Francia, dictador de Paraguay de 1814 a 1840. El sobrenombrado
Doctor Francia, es “dictador” en todas sus acepciones: magistrado supremo, déspota y autoritario,
sí; pero versificador también, decidor de palabras que otro, Patiño, su secretario, escribe. El
lenguado dictador reflexiona sobre las dos modalidades del acto lingüístico, la oralidad y la
escritura:

[la tradición oral] es el único lenguaje que no se puede saquear, robar, repetir, plagiar, copiar.
Lo hablado vive sostenido por el tono, los gestos, los movimientos del rostro, las miradas, el
acento, el aliento del que habla. [...] Cuando te dicto [habla el dictador supremo a su secretario],
las palabras tienen un sentido; otro, cuando las escribes. De modo que hablamos dos lenguas
diferentes. (Roa Bastos 1983: 158)

Escribir no significa convertir lo real en palabras sino hacer que la palabra sea real. (Ibíd. . 161)

1
Programa radiofónico cubano que parodiaba los juicios correccionales en los cincuenta. Los personajes del Juez y Trespatines
son simpáticamente opuestos: uno es un férreo defensor de la lengua y el otro, un ingenioso delincuente que gusta manipularla
para justificarse de los delitos de los que lo acusan.

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Yo, el supremo de Augusto Roa Bastos. El supremo discurso de la palabra en juego

Escucha [sigue dirigiéndose el dictador a su fiel escribano]. Atiende. Vamos a realizar juntos el
escrutinio de la escritura. Te enseñaré el difícil arte de la ciencia escriptural que no es, como
crees, el arte de la floración de los rasgos sino de la desfloración de los signos. (Ibíd. .160)

No se trata de un ejercicio meramente caligráfico sino de una práctica que busca penetrar,
“desflorar”, los mecanismos de construcción significativa. Y en esa “desfloración [o
desvirgamiento] de los signos”, el texto surge como el producto de un acto amoroso entre la
pluma y la página en blanco:

[continúa hablando el Doctor Francia a Patiño] Cierra los ojos. Tienes en la mano la pluma.
Cierra tu mente a todo otro pensamiento. ¿Sientes el peso? [… ] no pienses en la mano. Piensa
únicamente en la pluma. La pluma es metal puntiagudo-frío. El papel, una superficie pasiva-
caliente. Aprieta. Aprieta más […] con fuerza. Vaivén. Ritmo sin pausa. Cada vez más fuerte.
Cada vez más hondo. No hay nada más que este movimiento. Nada fuera de él. El fierro de la
punta rasga la hoja Derecha/izquierda. Arriba/abajo. (Íbid. 160)

En este juego del cortejo y la seducción entre pluma y papel, se reinventa la lengua
cuestionándola, asediándola, obligándola a decir algo nuevo, algo que no había dicho así:

Voluptuosamente el papel se deja penetrar en las menores hendiduras. Absorbe, chupa la tinta
de cada rasgo que lo rasga. Proceso pasional. Conduce a una fusión completa de tinta con el
papel. La mulatez de la tinta se funde con la blancura de la hoja. Mutuamente se lubrican los
lúbricos. Macho/hembra. Forman ambos la bestia de dos espaldas. He aquí el principio de la
mezcla […] Esto es representación. Esto es literatura. Representación de la escritura como
representación. (Íbid 162)

“Esto es literatura”, producto de esa “bestia de dos espaldas” (una “mulata”; la otra,
“blanca”: tinta y papel fusionados por el impulso de la mano). La escritura literaria, dice Todorov
es “el discurso construido por excelencia” (Todorov 1996: 323), que hace jugar a la lengua
poniéndole trampas, metiéndole zancadillas, porque la literatura y el juego (vuelvo a citar a
Todorov) tienen una “afinidad congénita” (Íbid).
El Dictador de la obra roabastiana sabe que la lengua literaria, fresca y juguetona, no tiene
registro en diccionario alguno, porque el “diccionario”, dice, es “el cementerio de las palabras”,
“un osario de palabras vacías” (Roa Bastos 1983: 150).
Ningún diccionario registra pues, el léxico del Supremo, sus significados habrá que
buscarlos no en el uso común sino en otra parte, en la no habitualidad cercana al neologismo:
“lúnico” (ibíd. 117), “circunstanciadamente” (ibíd. 118) “difuntados” (ibíd. 133), “intrusado”
(ibíd. 133), “ratereando”(ibíd. 157), “subficie” (ibíd. 211), etc.

• En la desarticulación:
“La vejez, la enferma-edad, enfermedad de la que no se curan ni los dioses” (ibíd.
211), “quién puede hacernos perder el juicio ni el seso con estas bufo-nadas”
(ebd. 292), y en los juegos fonético-semánticos: “No es del todo improbable que
los dos tunantes escri-vanos Molas y de la Peña hayan podido dictar esta mofa”
(ibíd. 94) “Los militones paraguayos se dejaron con-vencer (ibíd. 216)

• En las aliteraciones:

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“Si son ellos, inmolo a Molas, despeño a Peña” (ibíd. 95); “Me preocupa
dominar el azar. Poner el dedo en el dado, el dado en el dédalo” (ibíd. 208);
“atentados tentados a tientas” (ibíd. 147); y rimas: “el esclavo colgando del
clavo” (ibíd. 133) “¡De esta capa nadie escapa!” (ibíd. 194). “Mi virilidad es de
otra laya. No se agota en la gota” (ibíd. 228). “De estas escorias se nutren las
historias” (ibíd. 231). “Los hombres cultos son los más ocultos” (ibíd. 263)

• En la homofonía:
“No vacilo en decirles que para este bacilo no existe contrabacilo” (ibíd. 519).

• En la aglutinación:
“prolistamente” (ibíd. 117 cruce de prolijamente y listo); “clerigallos” (ibíd. 169
cruce de clérigos y gallos).

• En la trasposición de letras:
“neso” anagrama de seno (ibíd. 145), “alergia” anagrama de alegría (ibíd. 556).

• En los palindromas,
“Raza no es igual a azar” (ibíd. 209).

• En los calambures:
“¡Homero! ¡Oh mero repetidor de otros ciegos y sordomudos!” (p. 248), “Demos
pues a la seda el tratamiento de la seda. Escribe: A la comerciante viuda de
Noseda se da lo que pide” (ibíd. 304)

• En los retruécanos:
“supe que poder hacer es hacer poder” (ibíd. 206);

• En la antonimia:
“Fide-indigno” (ibíd. 111 en oposición a “fidedigno”), “Eres una cala- vera; no
seas una cala-falsa” (ibíd. 272).

• En la sinonimia:
“Los luzbeles, luciférez, lucialférez, belcebúes, Mefistófeles, anopheles,
leviatantes, diablesas-hembras y los lémures de tres sexos, que el Dante no registró
en sus círculos infernales de la demonología medieval, se lanzaron feroces contra
el pueblo de Areguá” (ibíd. 505-506).

• En la homonimia:
“Hemos visto muchas veces la cara de la desdicha. Ahora queremos ver y para
siempre, la cara de la dicha por cara que nos cueste dicha cara” (ibíd. 366).

• En las deconstrucciones:
obispario avispario (ibíd. 191)
suizos sucios (ibíd. 200)

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Yo, el supremo de Augusto Roa Bastos. El supremo discurso de la palabra en juego

Juan Rengger Juan Rengo (ibíd. 346)


Grimonio Funes Grimonio Fúnebre (ibíd. 413)
Huerto de los Olivos Huerto de los Olvidos (ibíd. 482)
Correia da Cámara No da Cámara, esta correia no es para su cuero (ibíd. 378)

A veces sucede que en la recreación lúdica de la palabra se ve sacrificada la semántica en


favor de la fonética, en cuyo divertimento sonoro no es difícil reconocer rastros del lenguaje
infantil en lo que Alfonso Reyes llamó “jitanjáforas” que no son sino invenciones lingüísticas y
palabras sin sentido como el popular poema que Alberti dedicó a El Bosco: “el diablo liebre,
tiebre, no tiebre, sipilipitiebre, y su comitiva, chiva, estiva, sipilipitriva, cala, empala, desala,
traspala, apuñala, con su lavativa”. En la obra roabastiana se lee “Mientras [el jefe porteño]
conciabula, vagula, animula, blandula en territorio paraguayo...” (ibíd. 218) o bien, “llevala usté
al cementerio erio erio” “peor olor tiene después de muerto erto erto”, “para jugar a los bolos olos
olos”, “Tirala al río de los payaguá guá guá” (ibíd. 265).
El significado de las palabras del Dictador habrá que buscarlo en estos y otra infinidad de
matices, combinaciones y variantes de los juegos de palabras que operan desde las sencillas
construcciones idiomáticas hasta los sofisticados mecanismos del pensamiento: eufemismos,
ironías, equívocos, paradojas, oxímoros, refranes, definiciones, máximas, símiles, etc.

El cólico sigue enamorado de mis entrañas (ibíd. 226)

Feliz el condenado a muerte, que por lo menos tiene la certeza de saber la hora exacta en que ha
de morir (ibíd. 130)

Mis hombres más hombres no son más que hombres (ibíd. 126)

Siempre hay tiempo para tener más tiempo (ibíd. 127)

Trajo una manta [… ] de un color sin color [… ] del color de la nada, si la nada tuviese color
(ibíd. 120-121).

Los suspiros de las grietas (ibíd. 95)

Quien se cubre debajo de una hoja dos veces se moja. Aunque se cubran debajo de una selva
entera de pasquines, igualmente se mojarán en sus propios orines (ibíd. 107)

El hombre de buena memoria no recuerda nada porque nada olvida (ibíd. 97)

¿Sabes tú qué es la memoria? Estómago del alma, dijo erróneamente alguien (ibíd. 95)(se
refiere a San Agustín)

Todos estos artilugios que aparecen en las modalidades que adopta el discurso del
Dictador (los apuntes, el cuaderno privado, la circular perpetua, las notas, el auto supremo o el
cuaderno de bitácora) procuran explorar las posibilidades lingüísticas, así como recuperar la
concepción de la escritura como una práctica de transpiración más que de inspiración.
Si bien los juegos verbales han estado presentes en la literatura universal de todos los
tiempos “viejos trucos de la retórica que ahora vuelven a usarse como si fueran nuevos” (ibíd.
157), declara el Supremo, su interés varía en función de las categorías lingüísticas que ponen en
juego.

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La imperfección de las lenguas o la riqueza polisémica de ellas (según se vea) es lo que


permite jugar con la palabra, ésa que Todorov llama “natural” que, dice, “sólo sirve para
expresar, designar, incitar […] que se consume en su finalidad u origen” (Todorov 1996: 321),
para producir otra, “artificial” en términos del mismo Todorov, que nos permite conocer acerca
del funcionamiento de la lengua.
Generalmente al juguetizar la palabra se la reduce al significante y pierde su significado.
Entonces se habla de un manejo lingüístico horizontal que no progresa hacia la significación,
como el siguiente ejemplo que recoge José Antonio Marina en su Elogio y refutación del ingenio:

Cuando Quevedo dice que “los ojos pequeños tienen niñas, y los grandes mozas” quiere que
nos detengamos en esa expresión que echa por tierra las pretensiones de la gramática
generativa. En efecto, todas las gramáticas generativas afirman que por debajo de las
expresiones superficiales –los enunciados hablados o escritos– hay una estructura o significado
profundos. No es verdad: en estos juegos de palabras sólo hay formas superficiales. (Marina
1992: 67)

Sin embargo, existen juegos que no sólo se regodean en el significante sino que van más
allá de las formas. Recuerdo uno que le costó la cárcel a Cástor Vispo, autor de “La tremenda
corte” cuando publicaba en los años cincuenta en la revista cubana Zig-zag: se le ocurrió escribir
una crónica de la gira de la actriz Pilar Mata por la capital de la Isla bajo el encabezado “Pilar
Mata en Cuba”, incidente que incomodó al régimen de Batista porque la frase se prestó para
interpretar también que el jefe de la guardia de seguridad, Pilar García, era un genocida2.
El juego de palabra se mueve en estas dos vertientes: por un lado, sí, hay un deleite en las
formas cuya finalidad del juego es el juego en sí; pero por otro, encierra en sí mismo un juicio de
valor, un aserto, una crítica, una particular visión de mundo y es cuando el juego cobra sus
derechos.
En este ejercicio de recreación y reconstrucción del discurso, al juguetizar las estructuras
lógicas de la lengua, las integran en un proyecto encaminado a sorprender y demostrar que al
trasgredir las normas, desvirtuar el significado y poner en evidencia los fallos de la lengua, hay
un dominio del sujeto sobre la materia lingüística.
En el manejo lúdico de la lengua manifiesto en el discurso del Doctor Francia, el supremo
dictador de la obra roabastina que nos ocupa, nutrido no sólo de la materia lingüística que le
proporciona la lengua castellana sino también la guaraní, se revela una lengua nueva, liberada,
que, ex-presa del yugo cotidiano del uso corriente, expresa en la escritura literaria lo que ella
quiere decir en libertad.

Bibliografía

-MARINA, José Antonio (1992): Elogio y refutación del ingenio. Barcelona: Anagrama.
-ROA BASTOS, Augusto (1983): Yo el Supremo. Madrid: Cátedra.
-TODOROV, Tzvetan (1996): “Los juegos de palabras” en Los géneros del discurso. Caracas:
Monte Avila Editores.
-ROMERO LEÓN, Jorge (trad.). Venezuela: Monte Ávila Editores Latinoamérica.

2
Anécdota contada por Erdwin Fernández (actor que interpretó al “Simplicio Bobadilla y Comejaibas” de “La tremenda corte”
durante una entrevista que sostuvimos con él Dulce Ma. Zúñiga y yo en La Habana, en febrero de 1994.

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