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Cristina Iglesia

Mejor se duerme en la pampa. Deseo y naturaleza en Una excursión a los indios


Ranqueles de Lucio V. Mansilla
UEIR es el primer y quizás único ejemplo de folletín autobiográfico en la
literatura argentina.
Una excursión relata un viaje a caballo hacia los indios. Casi veinte años
después, “Los siete platos de arroz con leche”. Se narra otro viaje a caballo, esta vez
desde el centro de la ciudad hasta sus alrededores, hacia la quinta de Palermo, la cueva
de Rosas. Ambos viajes reúnen así los polos del imaginario liberal sobre la barbarie: por
un lado, la barbarie rural, de la que el indio es la figura central y, por el otro, la barbarie
más temida, entronizada en la ciudad con Rosas. Se trata de viajes descentrados, que se
dirigen a dos exotismos cercanos y de diversa peligrosidad.
El sueño del viaje
Mansilla propone un desafío: narrar un demorado viaje a caballo exactamente en
el momento en que la novela y la literatura de viajes se han apoderado del ferrocarril y
del vapor para acelerar el pulso de sus lectores.
Sarmiento reúne casi todos elementos del lujo y el confort modernos.
En el extremo opuesto, al iniciar su Excursión, Mansilla se despoja de los
enseres de la civilización.
Mansilla, que ya ha disfrutado del viaje en barco y en tren, elige un viaje a
caballo para entretener a sus lectores y competir con los exotismos más lejanos y
refinados que plantean los itinerarios contemporáneos. Mansilla no importa in exotismo
ni medios de transportes.
La escritura de Mansilla convierte en exóticos dos elementos difíciles de
incorporar de otro modo. Uno, del presente: los indios; y otro, del pasado reciente.
Mansilla es el gran lenguaraz, la lengua contacto de la literatura argentina del siglo XIX
porque parece posibilitar las traducciones necesarias cada vez que se instala una frontera
histórica o cultural.
Mejor se duerme en la pampa
Las historias enlazadas por el fogón en las pausas de la expedición, o contadas
sobre el andar al paso de los caballos, sostienen el interés del lector, hacen que vuelva a
buscar la página del folletín en el diario. Pero lo asombroso es de qué modo el escritor
sostiene día tras día la atención de sus lectores en los momentos en que no se incorporan
relatos, ni hay encuentros con indios, ni sucede alguna cosa que merezca contarse:
Mansilla narra el avance de la expedición, demorando las llegadas, no sólo para
incorporar relatos, sino para contar algo tan simple y tan difícil como el puro
desplazamiento de unos hombres a caballo en el espacio inmóvil de la pampa.
Las zonas del viaje en las que parece no pasar nada están notablemente
expandidas. Mientras sus compañeros de viaje duermen, él escribe: “sea lo que fuere yo
digo que viajando por los campos en una noche clara es un placer dormir”. Cuando
Mansilla afirma “mejor se duerme en la pampa”, coloca el lomo del caballo
exactamente en el extremo opuesto del hotel, el lugar convencional que la ciudad ofrece
para que el viajero descanse bajo techo del campo abierto.
Mansilla se constituye en un sujeto en estado de naturaleza. Al suscitar en el
lector la sensación de viajar, provoca también el deseo de estar en el lomo de su caballo,
en una noche abierta, soñando. Estamos en el extremo opuesto de Sarmiento, para quien
la naturaleza es siempre una amenaza: todo lo que rodea al viajero es un peligro latente.
El lector de Sarmiento, mientras atraviesa la pampa, no debe cerrar los ojos.
En estos capítulos, Mansilla logra convertir a un heterogéneo ejército de frontera
basado en el reclutamiento forzoso en un lugar apropiado para el sueño colectivo. En su
excursión, un conjunto de hombres felices y casi iguales avanzan en la noche con sus
sueños. La expedición militar se ha convertido en un viaje de placer.
La escritura de Mansilla no consiste en invertir la dicotomía civilización
barbarie, sino en proponer como héroe un sujeto civilizado que elige narrar la felicidad
del estado de naturaleza. Un narrador que se sustrae de la ciudad civilizada para
instalarse en la frontera, punto de partida del viaje hacia los ranqueles.
Mansilla, ciudadano de la frontera
Mansilla no puede partir desde, ni arribar a lugares que expresen de manera
pura la civilización y la barbarie. La dicotomía sólo podía sustentarse en una ficción
sobre el otro, que para Sarmiento, por supuesto, no es el indio sino el gaucho.
Mansilla y su texto no parten de Buenos Aires sino de la frontera.
Mansilla es mirado como un raro, no sólo por los indios durante la excursión,
sino por alguien de su misma clase. Y es mirado así, no sólo por sus extravagancias,
sino porque se exhibe como un ciudadano de la frontera.
También en esto mansilla parece burlarse de Sarmiento. La humillación que
Sarmiento, ahora Presidente de la República, le ha infligido al enviarlo a un lejano y
oscuro puesto de frontera en lugar de ofrecerle el Ministerio de Guerra se convierte en
una estadía placentera.
Mansilla se dirige deliberadamente a un espacio en el que la barbarie ya no es
absoluta. Los indios que encontrará en el viaje no son muy diferentes de los que llegan
al fuerte, trafican allí con los blancos, buscan su protección circunstancial y conviven en
las tolderías con cautivas blancas e hijos mestizos.
Una estética de la espera
El personaje que Mansilla se construye no es, precisamente, una víctima de la
espera. Mansilla, disfruta de la espera.
Perder el tiempo, esperar lo que no debe esperarse, ser culpable de haber entrado
en un terreno ajeno, haber insistido ante la autoridad del jefe militar para obtener el
permiso de la excursión, haberse extralimitado, estar fuera de lo permitido. Todo esto
está implícito en el momento de preguntarse por la razón del viaje.
El lector, que ha acompañado el viaje, debe, también, dudar.
Si el itinerario a Leubucó, a lasa tolderías del cacique Mariano Rozas, es largo,
también lo es el trayecto textual hasta que se produzca el primer encuentro con los
indios. Recién en el capítulo quince, los expedicionarios divisan, a lo lejos, al primer
grupo de indios. De pronto, un indio solo se desprende del grupo. La escritura empieza a
focalizar un individuo bárbaro. En el primer encuentro entre civilización y barbarie que
el texto ofrece no hay violencia, tampoco palabras, sólo gestos que definen el
reconocimiento recíproco de dos hombres.

4. Mansilla: Sueños y vigilias


El viaje de Mansilla hacia los ranqueles no es el único viaje hacia los indios en
el interior de la Argentina a mediados del siglo XIX. Pero Una excursión es el primer
relato de un viaje hacia los indios que produce una fuerte estatización, no sólo del indio,
su organización social, sus costumbres, su paisaje, sino también de la figura del
narrador.
La llegada a Tierra Adentro
La llegada a Leubucó, a las tribus ranqueles, implica en la escritura del viaje un
punto de máxima tensión y complejidad; un grado máximo de duda. La duda es
compartida con el destinatario y con el público que recibe la carta a través del diario.
Para este viajero, llegar implica, también, someterse a un grado máximo de
indiferenciación, de contaminación con el otro; y, al mismo tiempo, obliga a derrotar esa
indifierenciación con un movimiento que le permita discriminarse, seguir siendo
diferente aun inmerso en las tierras del otro.
El viajero, al llegar al umbral de lo desconocido, decide, luego de la duda final,
avanzar hacia el centro mismo de la otredad. No hay imperativo antropológico, militar
ni económico que parezca sustentar este avance final: sólo el imperativo del deleite, del
regodeo del relato frente a lo desconocido.
El arribo al centro de las tierras del otro, al centro de Tierra adentro, se narra con
pausas y detenciones. Cuando finalmente el encuentro se produce, el texto comienza por
registrar gestos o sonidos sin sentido. Aparecen, entonces, frases o palabras que carecen
de autonomía porque sólo sirven para ratificar estos gestos.
Este intercambio de gestos o de sonidos entre el civilizado y los indios, produce
el efecto de reciprocidad, de indiferenciación. Cuando la palabra se articule en frases y
las frases en diálogo, cuando la palabra se autonomice del gesto, la diferencia volverá a
establecerse y la traducción estará, nuevamente, operando.
Mansilla es el gran traductor del siglo XIX: traduce Europa para América,
América para Europa, la barbarie americana para la civilización americana y viceversa.
La traducción es equivalencia y diferenciación.
Una excursión asume idéntica importancia el trabajo con los códigos de la
costumbre, es decir con los códigos no vinculados a la lengua, escrita u oral, y el que se
realiza con los códigos lingüísticos.
El trabajo con ambos códigos define y organiza dos universos de representación:
el primero, el que se vincula al código no escrito, puede adscribirse a la
indiscriminación; el segundo, en cambio, el trabajo con los códigos lingüísticos, se
adscribe a la discriminación.
Quién es quién en Tierra Adentro: mímesis y alteridad
Cuando ya dentro del toldo, Mansilla se sienta en el suelo y come “como un
bárbaro”, y luego produce con sus movimientos una suerte de diálogos gestual.
La escena está articulada sobre el fundamento de una especie de simulacro de
diálogo que se da con los gestos. Mansilla es un narrador entre los indios, pero esta vez
no narra historias, sino que produce una nueva manera de centralidad. Está volviéndose
mimético, tratando de encontrar formas que lo acerquen a su auditorio y que, al mismo
tiempo, le permitan conservar un lugar de autoridad.
La capa colorada es famosa porque diferencia a Mansilla de los otros militares,
nadie tiene una capa colorada como la suya. La capa colorada es signo de su
extravagancia. Pero ahora, en medio del desierto, la capa se utiliza ante el peligro que
supone el acoso de Epumer, un cacique borracho que está comenzando a extralimitarse.
“Me quité la histórica capa, le dije: Tome, hermano, esta prenda, y se la coloqué sobre
los hombros. Y el indio quedó idéntico a mí”.
La operación se parece a la milagrosidad que juega en el acto del bautismo, o a
la transfiguración que sigue a todo rito de iniciación: después del rito, alguien es, ya,
otro. Se sabe que el que imita queda bajo la autoridad del otro. Mansilla decide perder
su capa para ganar la vida y retornan al lugar jerárquico.
La borrachera hace que Mansilla pierda la posibilidad de seguir mirando la fiesta
del otro. Sumido en esa sinrazón para la razón civilizada, él no sabe dónde está (en
tierras del otro), ni quién es (si es él o el otro), aunque lo único que puede percibir, es
que su cabeza está recostada sobre un seno palpitante de mujer.
Y es en esta zona del texto, impregnada por la borrachera, cuando Mansilla tiene
el sueño de gloria que lo convierte en emperador de los ranqueles. Cuando el peligro de
la barbarización acecha, por la pérdida de control de la identidad que la borrachera entre
los indios, con el vino de los indios, provoca, aparece el sueño de gloria. El sueño,
precisamente, la necesidad de subordinar al indio al mando imperial del viajero, pero
también reescribe sus propias debilidades.

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