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PRÓLOGO

A PEDIR DE BOCA

¿Saben ustedes lo que estd comiendo el coronel


Mansillal: ¡orejas de vigila.nte!

En la causerie «¿Por qué?», dedicada al entonces vicepresidente de la


República, Carlos Pellegrini, Lucio V. Mansilla (1831-1913) pone en cir-
culación un chisme escandaloso: dicen que ha abofeteado en plena calle
a un agente del orden. Mansilla agrega que, inmediatamente después, ha
sacado de su bolsillo unas navajas de barba y le ha cortado las orejas, hacién-
doselas preparar como plato principal para su cena.
No es la primera vez que Mansilla juega a escandalizar con su menú:
ya en otta ocasión el deseo de comer una tortilla de avestruz lo había impul-
sado a internarse «tierra adentro», va escribir su aventura en Excttrsión a

, los indios ranqueks (1870). Tam~ es el primero de su familia en dis-


frutar de la carne humana: cuenta la leyenda que su tío Juan Manuel de
Rosas, no sólo comía orejas de perro sino que había mandado hacer una
manea con la cabeza del gobernador de Corrientes; y que su prima Manue-
lita -hija de Rosas- pedía a sus pretendientes orejas de unitarios dego-
llados como prueba de amor, para lucirlas a modo de dijes en su collar.
Ninguno de ellos, claro, las ha comido como Lucio: en el Café de París
y salteadas au vin de Champagne. No es ésta, en suma, la primera vez
-bien lo saben sus lectores- que Mansilla !:§_!:Jibe para dar que hablar.
Desde su entrada a la vida pública, ~..®tilla hª vivido desubicado:
apenas había cumplido veinte años cuando la ba~ de Ca5:ros (3/21_1852)
terminó con d gobierno de Rosas y reesuucturo las relacion~ sociales Y
políticas en la Argentina. Entonces la herencia ma~ y el apellido ~erno
dejaron de ser una brillante carta de presentac1on para convert1rs~ al
menos, en una mancha, un esrorbo. A partir de ese momento M:1115illa
peregrinará ~ n suerte generalmente adversa- entte las ~ás diversas
adhesiones políticas, a la caza de un lugar en la esuuctura ~al Yes1:3-cal
. . b -'.--..l Los textos de Mansilla repiten
que a su nacmuento esta a garanozau0 •

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- otra vez, de manera se
di ontinua y fragmentaria, el relato de este
, b , ed d fra
--
Posición excepcional: por primera -y, rápidamente lo comprobaría, por
única- vez, sus expectativas parecen encaminarse. Ha decidido adherir
un~ Y . a de una novela: la perpetua usqu a, e caso en
, qU1ebre baJo la form_ . un individuo desajustado del mundo. al sector del Partido Autonomis~_Nadonal que.sostiene.al presidente
fracaso, de un espacio feliz para . cá 61 . . . al Miguel Juárez Celman (1886-1890);.sector que pronto sería conocido
. l e . 'dad d la escritura de Mansilla no es s o ru pnnop -
Pero are1c11 e construirse y exhiblf . . una vzaa zmagznana
,L • • •
como como el de los «incondicionales» de un régimen que se había ganado el
mente en su. destraa d para . • b od l
-.,eses del desnno, smo so re t o en a maestr{a y nombre de «Unicato». Pero además, Mansilla tiene, en este contexto,
compensac16n e 1os r"'. . • la . un rol fundamental: es el presidente oficialista de la Cámara de Diputa-
en la audacia con que se inventa a sí nusmo co~o personaJe. ~n escn-
dos. Desde allí participa de lo que parece ser el punto culminante de una
, "fura de Mansilla ingresa definitivamente a la literatura argentina d pla-
.i' 1 · go de convertirse en otro, de comer como otro, de hablar y luminosa trayectoria de progreso, al ritmo de una fórmula aparentemente
I• cery e nes
de mirar como otro. Estas seducciones asomaban ya en los textos funda-
inmejorable: la inserción de la Argentina en el mercado económico mun-
dial y la sanción de un conjunto de leyes de cariz laico y liberal (entre ellas:
r mentales de la literatura argentina del siglo XIX: E/Ma~ (1838-40?),
la de Educación gratuita, laica y libre, y la de Matrimonio Civil).
de Esteban Echeverría, Facundo, de Domingo F. Sarmiento (1845), en
En las páginas del periódico oficialista Sud América (1884-1892) se
el Daniel Bello de la novelaAmaiia (1851-1855), de José Mármol, y en
dieron cita muchas de las firmas más significativas de la política y de la
la poesía gauchesca de Luis Péra y de Hilario Ascasubi. La escritura de
Mansilla lleva la seducción un paso más allá, porque descubre y pone en literatura de su época. Dirigido en el momento de su fundación por Paul
escena que ese otro (enemigo político, mujer, indio o gaucho malo) no Groussac (quien se alejó con el viraje del periódico del roquismo al jua-
necesariamente está en el bando opuesto. Mansilla descubrió que ser escri- rismo, en 1886) y Carlos Pellegrini, el diario contó entre sus colabora-
tor es, antes que otra cosa, convertirse en otro respecto de sí mismo; y
1 dores a Eduardo Wilde, Miguel Cané y Lucio V. López -que escribió
transformó ese hallai.go en el experimento central de su literatura. Por eso para el folletín su novela La gran aldea. Acorde a las vibraciones de su
su obra es la primera en trabajar con soltura sobre los límites de la fic- época, Mansilla llega a SudAmérica con un producto importado: las cau-
series o charlas habían sido «inventadas» por el crítico francés Charles-
ción en la literatura argentina, 1ensando a cada paso el precepto román-
tico de suspensión de la incredulidad. En la novela de la vida de Mansilla, \ Auguste Sainte-Beuve (1804-1869), para el periódico Le ConstitutionneL
cada fracaso es una posibilidad de hacer ficción, de convertirse en escritor. Eran ensayos breves de crítica literaria, imaginados como «retratos» de
Un episodio central de esta «novela» regresa bajo las formas más diver- escritores franceses que permitían iluminar aspectos de su vida y de su
sas, como alusión o como tema de largas parrafudas, y tiene como pro-
obra. Favorecidas por los lectores, las Causeries du lundi (Charl.as del /unes)
~rusta, a _otro de los grandes escritores argentinos del siglo XIX. Man-
se habían publicado en éste y en otros periódicos -aunque de manera
discontinua- durante dos décadas, entre 1849 y 1869. Su edición en
silla _gesto: ¡unto con el general José Miguel Arredondo, la candidatura
pres1denaal de Sarmiento entre las filas del ejército que peleaba la Gue- libro llenaba casi treinta volúmenes, consumidos con un éxito parejo al
rra del Paraguay (1865-1870). La llegada a la presidencia de Sarmiento de las charlas en su versión diaria.
(1 ~~8-1~74) defraudó, una vez más, sus deseos de conseguir un cargo Pero a diferencia de las charlas de Sainte-BeUYe, las charlas de Man-
ffilnlStenal. silla no son ejercicios de crítica literaria. En plena euforia agroexporta- '
. d fr Mansilla tuvo que conrormarse _e con una remota comandan-
cia
e
e onteras en Río• r~w,.. ___ desde do nde parnó . su excursión.. Al trans- dora, las causeries despliegan una economía liter:aria que, oomo la mer-
rormar cantil, explota sus ventajas comparativas. Y Mansil.l:unan~ja como nadie
'an su apuesta
ad política. en apuesta gastronómica . (s1. sus electores se
habl «trag o» 1a candidatura de Sarm1ento, . arte de presentarse a sí mismo como un bien suntuarió~de prodüc~
1>1i,t bien podía él sacarse el
ción nacional. Sus causerier lo toman como centro de iñteres-y" como objeto
o- o con una no menos indig
ratura de Man ·11 esta tom a de huevo de avestruz), la lite-
·11
, -dé esturuoprivilegiado, pero no para proponer al público lector el análi-
. ·ó sid a pone a punto el secreto de su éxito· . convertir . su
desub1cac1 nen esparpa·o -·•--- · sis de su obra -literaria y política-, sino para permitirle atisbar los entre-
M ch afí d J •J?<>~wao.c: fuerad~lugar.
u os os espués, cuando M illa . . , telones del Palermo de Rosas y de la Guerra del Paraguay, los pormeno-
series en el diario oficialista Sud.Améric,ans comienza a publicar sus cau- res de sus viajes por Europa y por la India, y espiar incluso lo que esconde
'll, se encuentra, en cambio, en una

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6 LOS SIETE PLATOS DE ARROZ CON LECHE
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1;
el secretaire sobre el que apoya su pluma de escritor. Al ritmo de la con- Con tan auspiciosos credenciales de cau.seur, que reunían en una sola
versación, los textos engarzan palabras en castellano, francés, alemán y la figura del dandy y del escritor espiritual, el arribo de Mansilla a Sud
guaraní, sabores eicóticos, uniformes militares usados oomo disfraces, anéc- _Amirica no podía ser sino celebrado. Por un lado, porque su nombre com-
1
dotas que mezclan las travesuras infuntiles con la historia patria, detalles pleta el círculo de interlocutores del Unicato, repitiendo la sobremesa coti-
¡:reíbles de episodios inverosímiles, escenas que se repiten obstinadamente,
tentaciones de la más diversa índole, citas y desencuencros, secretos a voces
y promesas siempre incumplidas de llegar -como titula una de sus char-
lar- «Donde se cuenta lo que no se sabrá»: éstos son, para Mansilla, sólo
algunos de los ingredientes de una cau.serie. Y su condimento principal,
la digresión.] ·
diana de quienes conversaban, noche a noche y habano mediante, en el
Club del Progreso. Las dedicatorias que encabezan cada cau.serie son la
evidencia más contundente de esta duplicación: allí desfilan nombres
de Estado, del presidente Juárez Celman a sus ministros, diputados y sena-
dores, de gobernadores provinciales a oficiales del ejército o, más rara-
mente, simples miembros de familias patrias, como los Lanús («Anacar-
l
Espacio de lucimiento del orador en la retórica clásica, en las cause- sis Lanús»), que han heredado de ellas una comodidad en su relación con
ríes la digresión funciona con un rendimiento adicional: lleva al extremo el poder que Mansilla nunca pudo encontrar.
el gesto de inversión de jerarquías, colocando en el centro lo accesorio Pero al mismo tiempo Mansilla abre, desde el periódico, su conver-
y convirtiendo en soporte de la escritura lo que aparentaba ser mera orna- sación hacia un público mayor: Monsieur tout le monde, lector incierto
mentación. La digresión es también el punto de enlace entre el encanto con el que cada vez resulta más d.ifkil acordar. En este punto, las Cau.se-
de la voz del causeur, la intimidad de sus tonos, el despliegue del ries de los jueves actualizan cada semana la percepción de que ese consenso
cuerpo y su gestualidad en la conversación, y la lejanía que impone la se escurre entre las letras del periódico. La crisis de 1890 es el punto cul-
escritura -en particular, la escritura periodística. En las fronteras de la minante de este proceso, y se presenta como una doble impugnación
oralidad y la escritura, la digresión marca un espacio y un tempo para el -política y económica- del «régimen» del Unicato. Combinación del
despliegue de la narración, sorprendiendo continuamente al lector con crack bursátil que llevó a la quiebra a la Baring Brochers, y de la revolu-
un cambio de dirección en el relato. Jmprevisibilidad controlada, desvío ción del Parque (26/7/1890) que permitió la emergencia del primer par-
de lo anunciado y rectificación -nunca completa- de las versiones «ofi- tido político moderno (la Unión Cívica, de la que poco después surgiría
ciales», la elección de Mansilla por la digresión es, en este punto, su opción la Unión Cívica Radical) y provocó la renuncia de Juárez Celman, la
por la literatura: es decir, su apuesta por la eficacia de las palabras para crisis se traduce en las causeries. en el peligro de no ser entendido. Mansi-
desplegar y sostener simultáneamente muchos -si no infinitos-- mun- lla intuye tempranamente la debilidad de los pactos que se quiebran en
dos posibles. el noventa y busca actualizar, jueves a jueves, acuerdos básicos para trabar
conversación.
Su última causerie, «La madre y el hijo», se publica apenas un mes
Razones después de la revolución. Dando vuelta a las palabras, solo frente a un

l Mansilla había aprendido a conversar en tierras ranquelinas. A su lle-


auditorio que intuye hostil, en esa última charla Mansilla reclama para
sí las razones de la literatura y se despide, cargado de proyectos, «hasta que
soplen vientos más propicios para las letras (bellas o no)». Entre las pala-
gada a las tolderías, narra en la Excursión, escuchó de boca de un len-
guaraz la importancia de dar razones al iniciar una conferencia. La cere- bras que se llevó el viento de la coyuntura quedaban un pliego de ca11.se-
monia consiste en el intercambio -entre representantes de indios y ries escritas y listas para entrar en la imprenta, y un reguero de charlas
cristianos-- de frases que son puro sonido inentendible, una y otra vez. anunciadas en varias oportunidades. .
El lenguaraz explica: «El mérito del interlocutor en parlamento, su Sin embargo, cuando algunos años después Mans1ll~ vuelva a
habilidad, su talento, consiste en el mayor número de veces que da vuelta publicar, ya no dialogará con sus lectores. En vez de las an~c1adas cau-
cada una de sus frases o razones; ya sea valiéndose de los mismos vocablos series, sacará a la luz Retratos y recuerdos (1894), donde re~a los perfil<;
o de otros; sin alterar el sonido claro y preciso de aquéllas». de varios hombres vinculados al gobierno de la Confederaaón, que hab1a

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nacido durante su estancia en Paraná. El útulo del libro habla ya de una
co cepción certera: el arcón de la memoria, que las causmes entreabrían
~~sacara Ja luz una versión.diferente de un hecho público, para hacer
brillar un detalle poco conocido, o para hacer presente la conducta
anterior de algún personaje inconstante, parece haberse convertido en
única alternaóva para Mansilla. La publicación en París de Estudios mora-
les sea El diario de mi vida (1896), de Rozas. Ensayo histórico-psicológico BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
O
(1898) y sobre todo del tardío Mis memorias. lnfancia-adolescmcia (1904),
pondrá en escena una estrategia de dilación igualmente fu.llida. Mansilla,
que ha mantenido en vilo al público de sus causmes prometiendo revelar DuNCAN, Tim, «La prensa política: "Sud América'', 1884-1892», en
más adelante lo que el presente no le aconsejaba contar, derrocha remi- Ferrari, Gustavo y Ezequiel Gallo (comps.), La Argentina del ochenta
al Centenario, Buenos Aires, Sudamericana, 1980, págs. 761-783.
niscencias sin lograr cautivar al nuevo público lector.
A la vuelta del siglo publica también En vísperas (1903) y Un país sin GHJANO, Juan Carlos, «Estudio preliminar» a Lucio V. Mansilla, Entre
ciUtÚldanos(1908), intenros de reflexión y de intervención en una esfera nos. Causmes del jueves, Buenos Aires, Hachette («El pasado argen-
políóca de la que está lejos. Desde 1895 ha viajado por Europa ejerciendo tino»), 1963.
IGLESIA, Cristina, y Julio SCHVAITTZMAN, «Entre-nos: folletín de la memo-
diversas misiones diplomáticas, hasta que en 1902 renuncia y se instala
ria)>, en: Lucio V. Mansilla, Horror al vado y otras charlas, Buenos Aires,
en París. Cada ve:z que regresa a Buenos Aires -la última será en 1907-
lo reciben banquetes y homenajes, se lo venera como un objeto de museo. Biblos, 1995.
KRUCHOVSKY, Raúl Armando, «Las "charlas" de Mansilla», en: Lucio V.
, El presente se ha revelado como el territorio más peligroso de sus viajes:
Mansilla, Charlas inéditas, Buenos Aires, Eudeba, 1966.
Mansilla ya no hablaba el idioma de su época. LANUZA, José Luis, Genio y figura de Lucio V. Mansil/,a, Buenos Aires,
El escritor de la Excursión y de las Causmes, en cambio, sigue con-
Eudeba, 1965.
versando con el lector de hoy, y su lenguaje no envejece. Por eso la lecrura MOLWY, Sylvia, «Imagen de Mansilla,,, en Ferrari, Gustavo, y Ezequiel
de las Causeries acerca al ojo y al oído, casi mágicamente,.palabras de una Gallo (comps.), La Argentina del ochenta al Centenario, Buenos
lengua clásica: la lengua de la literatura. Lengua de los clásicos que, como
Aires, Sudamericana, 1980, págs. 745-759.
quiere Italo Calvino, es la de aquellos textos que siempre están diciendo PAULS, Alan, «Una causa perdida. Sobre las "causeries" de Mansilla», en
algo nuevo, la de aquellas palabras cuyo sentido nunca terminaremos de Lecturas criticas, Buenos Aires, julio de 1984, págs. 4 -14.
agotar. SCHVARTZMAN, Julio, «Mansilla: ¿?», en Microcritica. Lecturas argentinas:
CIAUDIA RoMAN cuestiones de detalle, Buenos Aires, Biblos, 1997.
: VIÑAS, David, «Mansilla: clase social, público y clientela)>, en Literatt1ra
t ., ¡ argentina y realidad política, Buenos Aires, Jorge Alvarez, 1964,
págs. 11-55.
W .AA, «Todo prohibido, menos hablar», en: Lucio V. Mansilla, Mosaico.
Nuevas charlas inéditas, Buenos Aires, Biblos, 1997.

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