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El último gaucho

Hormiga negra, el gaucho de larga famu,


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Nuestra fantasía, exaltada por el relato


á quien el popular novelista Eduardo Gu- lovelesco, nos lo hacía imaginar alto y for-
tiérrez consagrara una novela, de tanto éxi- nido, pero nos encontramos con un hombre
to, que está agotada, vive. Y vive, respetado chiquito, delgado, do tez morena, en cuya
y querido en el mismo escenario en que tu- cara las arrugas marcan enérgicas Kneas, y
vieron lugar sus hazañas, para cuya narra- en la que se ostenta un blanco y recio bigote.
ción necesitó Gutiérrez 281 páginas. La nieve de los años también ha caído sobre
Tal milagro dice mucho en favor de la benignidad su cabeza, pero á pesar de los setenta y nueve cumpli-
de nuestro clima, puesto que nos ha conservado hasta dos, es ágU y robusto, y conserva una lucidez que en-
hoy, á ese hombre, que es la leyenda viviente del paisa- canta. Todavía vive en su espíritu, el paisano retru-
no perseguido por la justicia, y cuya vida tiene tanto cador y refranero. Sus grandes ojos se abrillantan cuan-
iiiterés que llevada á la novela y al drama, entusiasmó do quieren afirmar algo, y saben entornarse picaresca-
¿ las multitudes. mente para acentuar algún dicho criollo lleno de ma-
Al enterarnos de que Guillermo Hoyo vivía, senti- hcia.
mos el natural deseo de entrevistamos con él para po- — ¡Qué quiere amigo, que le cuente — nos deoift-
der juzgar de la veracidad de los hechos relatados por Hoyo — la verdá no me la van á crér! Hormiga Negra,
Gutiérrez, y oir de boca de aquel paisano la narración ps, y será pa tuito el mundo, un gaucho desalmao.
sencilla de cuanto la fama le atriouye. •' Acuérdese cuando se me prendió por asesino de la
Así, pues, nuestra natural curiosidad de reportera señora de Marzo; que vino á mi rancho un policiano,
nos trasladó á San Nicolás de los Arroyos, donde tuvi- y ahí no más, me hizo enderezar pa la comisaria... •
mos la fortuna de vernos cara á cara con el famoso gau- Se había cometido un crimen... y amigo, yo tenia
cho, con el temible Hormiga Negra, terror de policías, que ser por fuerza porque no había en el pago otro
y taita del gauchaje, en todo el norte de la provincia gaucho picaro á quien acumular la cosa. Dos años
de Buenos Aires, allá por el año 58. me tuvieron comiendo tumba y bastante apuradaso,
porque los jueses me
tráiban y me llevaban
como caballo patrio
tomándome declara-
siones pa ver si me
ensartaba. A veces,
amigo, hasta dudé de
mi mesmo. Aquellos
hombres hablaban tan
lindo, que se me hasía
sierto que era yo el
asesino. Pero en aque-
lla ocasión, tuve algún
santo bendito que me
sacó de pantano.
— ;.Sí?
— ¡Si! Se descu-
brió el criminal y los
jueses entonses me
mandaron poner en
liberta sin cobrarme
ni medio por la posa-
sada. ¿Qué suerte, eh?
— ¿Y quién había
sido el asesino?
— Un tal Martín
D í a s . . . ¡Pobre, que
el diablo lo perdone!
— ¡Son cosas de la
vida, amigo Hoyo! di
j irnos para consolarle.
— ¡Sí, cosas de la
vida!... Pero 1» vida
tiene cosas dulco*. ¿,
y á mi siempre me han
tocao las amargas.
— D í g a n o s , 'jpa
cierto lo que le atri-
buye la fama?
•— No le negaíá^ que
de muchacho he sido
un poco calavera, y ,
que era hombre llegáo
el caso, pero amigo,
m'han apuntao tan-
tas, que ni pulpero
que hubiese sido tuito
el mundo pa llevar
cuentas... y tienen
fama de apuntar de
más. i
— Eduardo Gutié-
rrez, no lo trata mal.
Lo presenta como un
Guillermo Hoyo (a) Hormiga Negra, y su mejor amigo. buen gaucho, que si
pelea, es en defensa p r o p i a p a r a salvar
el cuero.
— ¡Si! P e r o , amigo, y a sabemos lo
que son n o v e l a s . . . y lo que son cuen-
t o s . U s t e d e s los h o m b r e s d e p l u m a , lo
m e t e n no m á s , i n v e n t a n d o cosas que
interesen, y que resulten lindas. Y el
g a u c h o se p r e s t a p a todo. D e s p u é s
q u e h a servido de j u g u e t e á la pole'íti
lo t o m a n los leteratos p a r a c o n t a r d'cl
á la g e n t e lo que .se les ocurre. Y si u n
p o b r e p a i s a n o se desgrasia p o r q u e ha
querido m o s t r a r s e g u a p o , y se limpia
al que le ofendió, u s t e d e s no le mei-
m a n n a d i t a , sino que le a c u m u l a n
m á s m u e r t o s que los q ' h a y en el ce-
m e n t e r i o . . . p o r q u e así debe ser el
g a u c h o do novela, peleador h a s t a que
n o q u e d e n polefías, ó h a s t a q u e se lo •El Iiormisi-^sro'.—La casa en donde vive Hoyo
limpien á él de un bayonotaso, comn con su hijo y sus nietos, en las afueras de
á Moreira. El g a u c h o que murió en San Nicolás.
— I0^• la vida de un g a u c h o ,
bandido, que en algunos mo-
m e n t o s sabía ser bueno, pero
aquel H o r m i g a Negra, es de-
masiado peleador, y se le va
la m a n o con f r e c u e n c i a . . .
Según mis cálculos, se limi^ió
una punta.
— Si, pero en defensa pro-
pia. D e h o m b r e á h o m b r e , \
en duelo criollo.
— Mire, amigo. L a v e r d a d
de las cosas sería muy poco, Hormiga Negra y su mujer, falle-
pues no es lo mismo m a t a r cida hace dos años.
á u n h o m b r e en d e veras q u e
m a t a r l o en el papel c u a n d o se escribe, ¡créame!
Luego, no se exponen á c a d a r a t o el cuero, p o r q u e si,
por puro g u s t o de hacerse ver a n t e la p a i s a n a d a . Eso de
ías peleas con u n a p a r t i d a d e cincuenta h o m b r e s . . . es u n
Ijolaso de m i f l o r . . . ¡Lindo cuento p a los mositos de la
siudá, pero no p a r a contarlo en la c a m p a ñ a , p o r q u e
le p u e d e n dejar á u n o p o r e m b u s t e r o .
— íDe modo q u é ? . . .
— P u r o cuento, amigo. T a n m e n t i r a es t o d o eso, c o m o
el ci'imon que se m e a c h a c a b a de la señora de Marzo, y
t e n g a en c u e n t a que si ocurrió el equívoco reciensito, en el
año.1902, c u a n d o la justisia era léitla y e s c r i b i d a . . . Calcu-
le, que no sería en aquellos tiempos en que los jueses de p a z
si sabían lor, no t u i t o s se <laban el lujo d e s a b e r escrebir.
E n los t i e m p o s do que le hablo, b a s t a b a que u n g a u c h o
se negase á a c o m p a ñ a r á los que e r a n gobierno en u n a s
votasiones, ó que le h u b i e r a n visto m a r e a r s e m á s de lo
debido, p a r a que sin m á s ni m á s lo fletaran á u n contin-
gente, y si le t o m a b a n rabia, y querían que el h o m b r e co-
nosieso el a m a r g u i t o de las p e n a s le f o r m a b a n u n s u m a r i o
Ramón Hoyo, liijo de Hormi^^a, conocido por Hormiguita, y d o n d e c o s t a b a q u e t u i t o s los m u e r t o s del a ñ o no d e b í a n
que trabaja bonradameate de chacarero. n a d i t a á los médicos, sino á lo filoso de su f a c ó n . . .
— ¡O de su t r a b u c o de c a m p a ñ a ! . . .
BU lay, ¡ m a t a n d o ! • •— ¡Deje que m e ría, mosito! Y a té, p o r q u é lo dice. E n
— j D e m a n e r a , qué lo que se c u e n t a en la no- la novela se c u e n t a el caso en que y o hice h u i r á l a miU-
vela? . . . - cada. ; Y , usté lo c r e y ó ? . . . P e r o , amigo, eso, es no conocer

Iitigac iízii sülavo escocilitlo [ X} cu: iialier mnería al reóc do su Arroyo del Medio, donds peleó coa el juez de paz de San Nicolás
sue?ra. y una partida de cincuenta vigilantes matando é hiriendo & doce
de lo.s últimos.
El calabozo del juzgado de paz, en donde fué ence- La cárcel de San Nicolás, en donde purgó su injusta
rrado Hormiga por primera vez, en 1876, lioy ta- condena.
ller de máquinas de <Ei Noticiero".
(|ue m e faltó mi c o m p a ñ e r a , no he t e n i d o
Jo que eran en aquellos t i e m p o s el b a t a - ni un chiquito de alegría. P o r fortuna
llón provincial. El coronel D a n t a s podía nie h a q u e d a d o p a r a consolar mi vejez á
contarle. ¡Lindos nenes joara q u e d a r s e de mi hijo R a m ó n , un m u c h a c h o b u e n o y
íí p i e ! . . . ¡y t a n luego con u n a g a r a b i n a t r a b a j a d o r , que está de chacarero, sin
r e m i n t ó n en la m a n o ! (|ue por fortuna haiga, tenido que hacer
— ¡Me deja a s o m b r a d o , paisano! ¡Y yo n a d a con la polesía. Ya c o m p r e n d e r á
q u e creí que la l e y e n d a ! . . . (|ue c u a n d o la cria ha calido b u e n a . . . es
Lo que h a y de ;et"ial de que el
\crdatl, es que l)adrc no ha sido
!o; criollos de en- tan malo como
tonses, éramos he visto (|uese k
de u n a p i e s i . Vi- presentaba poi
\-os como la luz luiaeompañiadc
y valientes como eiieo que ca>o
las a r m a s , y |ior San Nicolás.
c u a n d o llegaba ¡Qué «Hormi-
el m o m e n t o de ga Negra», ami-
haser p a t a an- El sargento Moreira, que go, era un ma-
cha .se liasía, ])e- prendió á Hormisa Nesra. trero capas de
i'o p a r a hascr- atropellar al
La victima, Luisa Fenza de «e r e s p e t a r ' . mesmo Man- El juez del crimen señor
Marzo. Algo p od i a dinga! Tliorne, que condenó á
c o n t a r l e . . . Sí, — Vaya, Hormiga Negra á sufrir
yo he sido h o m b r e de vérmelas con cna- pues m e fecili- ocbo años de prisión, por
tvo inosito.? de los buenos, que maneja- to de h a b e r la muerte de la señora Fen-
ban el cuchillo como el mejor, y alguno ))odido estre- za de Marzo.
(lo ellos se quedó con un lindo recuerdo char la m a n o
d e mi daga, y como cualquier cristiano de un buen criollo, de los que y a no que-
a l ver llegar la p a r t i d a t r a t é de s a l v a r m e d a n , p u e s t o que le l l a m a n á usted, el
en ancas de mi flete, p a s a n d o el Arroyo último gaucho.
el Medio, y p o n i é n d o m e á distancia de — Y así es nomás. Ah, le agradesería
los que querían d a r m e caza. [|ue si va á c o n t a r algo en su CAB.-ÍS Y CA-
— (.Qué a p u r o s , eh? liETAS no se le diese por a u m e n t a r las
— ¡Macucos! ¡Pero á qué recordar co- cosas, ó por i n v e n t a r .
sas tristes! Y a ve, amigo, c u a n d o se tra- — Pierda cuidado. Con decir la ver-
t a b a de cosas falsas me reiba, pero cuan- d a d , el reportaje será interesante. Su so!»
d o son hechos verdaderos, cierto a m a r - M a r t i n Díaz, actualmente su- n o m b r e b a s t a p a r a evocar todo el p a s a d o
g u i t o viene á entristecerme. friendo su condena en el presi- argentino, y m á s que n a d a al gaucho, á
— ¡Recordar, es v i v i r ! . . . dio de Sierra Chica. c ;e ]5aria de la P a m p a que h a servido d e
— Si, pero m i carne de cañón, y
v i d a es bien triste. c u y a sangre h a cu-
L a fatalidá m e h a bierto de honor los
perseguido m á s de campos de batalla.
lo debido. Desde GOYO CUELLO.

Hoyo y su mujer, cuando fué absuelto de la pena impuesta por el homicidio que se le atribuyó.

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