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Iitigac iízii sülavo escocilitlo [ X} cu: iialier mnería al reóc do su Arroyo del Medio, donds peleó coa el juez de paz de San Nicolás
sue?ra. y una partida de cincuenta vigilantes matando é hiriendo & doce
de lo.s últimos.
El calabozo del juzgado de paz, en donde fué ence- La cárcel de San Nicolás, en donde purgó su injusta
rrado Hormiga por primera vez, en 1876, lioy ta- condena.
ller de máquinas de <Ei Noticiero".
(|ue m e faltó mi c o m p a ñ e r a , no he t e n i d o
Jo que eran en aquellos t i e m p o s el b a t a - ni un chiquito de alegría. P o r fortuna
llón provincial. El coronel D a n t a s podía nie h a q u e d a d o p a r a consolar mi vejez á
contarle. ¡Lindos nenes joara q u e d a r s e de mi hijo R a m ó n , un m u c h a c h o b u e n o y
íí p i e ! . . . ¡y t a n luego con u n a g a r a b i n a t r a b a j a d o r , que está de chacarero, sin
r e m i n t ó n en la m a n o ! (|ue por fortuna haiga, tenido que hacer
— ¡Me deja a s o m b r a d o , paisano! ¡Y yo n a d a con la polesía. Ya c o m p r e n d e r á
q u e creí que la l e y e n d a ! . . . (|ue c u a n d o la cria ha calido b u e n a . . . es
Lo que h a y de ;et"ial de que el
\crdatl, es que l)adrc no ha sido
!o; criollos de en- tan malo como
tonses, éramos he visto (|uese k
de u n a p i e s i . Vi- presentaba poi
\-os como la luz luiaeompañiadc
y valientes como eiieo que ca>o
las a r m a s , y |ior San Nicolás.
c u a n d o llegaba ¡Qué «Hormi-
el m o m e n t o de ga Negra», ami-
haser p a t a an- El sargento Moreira, que go, era un ma-
cha .se liasía, ])e- prendió á Hormisa Nesra. trero capas de
i'o p a r a hascr- atropellar al
La victima, Luisa Fenza de «e r e s p e t a r ' . mesmo Man- El juez del crimen señor
Marzo. Algo p od i a dinga! Tliorne, que condenó á
c o n t a r l e . . . Sí, — Vaya, Hormiga Negra á sufrir
yo he sido h o m b r e de vérmelas con cna- pues m e fecili- ocbo años de prisión, por
tvo inosito.? de los buenos, que maneja- to de h a b e r la muerte de la señora Fen-
ban el cuchillo como el mejor, y alguno ))odido estre- za de Marzo.
(lo ellos se quedó con un lindo recuerdo char la m a n o
d e mi daga, y como cualquier cristiano de un buen criollo, de los que y a no que-
a l ver llegar la p a r t i d a t r a t é de s a l v a r m e d a n , p u e s t o que le l l a m a n á usted, el
en ancas de mi flete, p a s a n d o el Arroyo último gaucho.
el Medio, y p o n i é n d o m e á distancia de — Y así es nomás. Ah, le agradesería
los que querían d a r m e caza. [|ue si va á c o n t a r algo en su CAB.-ÍS Y CA-
— (.Qué a p u r o s , eh? liETAS no se le diese por a u m e n t a r las
— ¡Macucos! ¡Pero á qué recordar co- cosas, ó por i n v e n t a r .
sas tristes! Y a ve, amigo, c u a n d o se tra- — Pierda cuidado. Con decir la ver-
t a b a de cosas falsas me reiba, pero cuan- d a d , el reportaje será interesante. Su so!»
d o son hechos verdaderos, cierto a m a r - M a r t i n Díaz, actualmente su- n o m b r e b a s t a p a r a evocar todo el p a s a d o
g u i t o viene á entristecerme. friendo su condena en el presi- argentino, y m á s que n a d a al gaucho, á
— ¡Recordar, es v i v i r ! . . . dio de Sierra Chica. c ;e ]5aria de la P a m p a que h a servido d e
— Si, pero m i carne de cañón, y
v i d a es bien triste. c u y a sangre h a cu-
L a fatalidá m e h a bierto de honor los
perseguido m á s de campos de batalla.
lo debido. Desde GOYO CUELLO.
Hoyo y su mujer, cuando fué absuelto de la pena impuesta por el homicidio que se le atribuyó.