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Por muchos siglos las niñas y los niños fueron considerados “adultos pequeños”,
“pizarras en blanco” “de naturaleza salvaje”, entre otros conceptos1. En muchos
casos se les trataba con indiferencia, se esperaba de ellos más de lo que podían
hacer o eran sentidos como un estorbo para la vida de los adultos. Se daban, así,
frecuentemente infanticidios, abandonos institucionalizados y prácticas de
crianzas severas y nocivas.
En otros entornos, por el contrario, las niñas y los niños suelen ser
sobreprotegidos, por lo que su involucramiento en este tipo de
tareas se espera para más adelante, incluso recién para cuando
sean adultos. La disciplina puede ser más bien permisiva y la vida
familiar gira muchas veces alrededor de las hijas e hijos pequeños.
1 Panez, Rosario (1989). Bajo el sol de la infancia. Creencias y tradiciones en la crianza limeña. Lima.
2 Delgado Buenaventura (2000). Historia de la Infancia. Ariel. Barcelona.
Todo ser humano desde antes de nacer, debe ser reconocido como sujeto
único y original con todos los derechos asociados a su supervivencia, al
desarrollo, a la protección y a la participación, tal como se ha establecido en
la Convención por los Derechos del Niño adoptado en 1989. Esto debe darse
en el marco de una familia y una comunidad que lo reconoce, lo respeta,
acoge con afecto y le brinda las condiciones necesarias para ampliar sus
capacidades y oportunidades.
Las niñas y los niños se constituyen como sujetos de derechos por su condición
de seres humanos. En tal sentido, son considerados como: seres sociales,
desde su nacimiento forman parte de una familia que, a su vez, está inmersa
en un contexto social y cultural; desde su nacimiento experimentan un
proceso de individualización en el que se puede visualizar sus propias
capacidades y potencialidades; seres en la diversidad, desde el nacimiento se
desenvuelven en un mundo diverso, tanto desde el punto de vista cultural,
individual (género y edad) y social. En tal sentido, el Estado y la sociedad
deben reconocer y garantizar los derechos de las niñas y niños, para darles
rango superior por sobre otros intereses y consideraciones.
Si bien todos los seres humanos viven cambios permanentes, estos se dan de
manera más intensa y acelerada desde el período de gestación hasta los tres
primeros años de vida, siendo esta la etapa más importante del desarrollo
evolutivo. Dichos cambios implican el desarrollo de capacidades cada vez más
complejas en distintas áreas (motriz, cognitiva, social y emocional).
Las niñas y los niños son personas con un inmenso potencial de desarrollo
desde antes del nacimiento, traen al mundo una serie de potenciales
capacidades para sobrevivir y desarrollarse plenamente. Tienen la
oportunidad de desarrollarlas desde la gestación hasta los primeros cinco
años de vida. Nos referimos entre otras a la capacidad de controlar el cuerpo,
de relacionarse y comunicarse con los demás, desarrollar aprendizajes y
talentos, formar hábitos de vida, crear, comprender e interactuar con el
mundo.
Debes tomar en cuenta que existen “periodos sensitivos del desarrollo”. Por
este término se entiende aquel momento del desarrollo en que una
determinada cualidad o función biológica y psíquica encuentran las mejores
condiciones para su surgimiento y manifestación, que en cualquier otro
momento de este desarrollo. De no propiciarse las condiciones requeridas en
ese período, la cualidad o función no se forma, o se forma deficientemente.
También se conoce a estos periodos como “ventanas de oportunidad”.
Las niñas y los niños no son entes aislados, sino más bien son seres que viven
en constante interacción con su entorno social. No solo son parte de la
comunidad a la que pertenecen, sino la comunidad también es parte de ellos,
sea esta la familia, el barrio, el pueblo u otras instituciones.
Esta relación de ida y vuelta determina que cada niña o niño sea afectado
positivamente o negativamente por los colectivos a los que pertenece, pero
estos colectivos también son movilizados por los pequeños. Por eso es
importante llevar a cabo acciones que tengan consecuencias positivas para el
desarrollo infantil y, por el contrario, promover acciones que eviten los
impactos negativos. Los colectivos que atienden adecuadamente las
necesidades de sus niñas y niños se desarrollan mejor y son movilizadas hacia
el progreso integral. Por ejemplo cuando los niños y niñas salen a jugar a los
parques de su comunidad, juegan con otros niños y niñas y las familias se
conocen formando en muchos casos una red de soporte y amistad.
Las niñas y los niños poseen fortalezas propias de su etapa evolutiva que les
permite hacer frente a los desafíos de su desarrollo y circunstancias de vida.
Sin embargo, estas capacidades tienen un límite. Si bien poseen recursos que
los ayudan a superarse y resiliencia para enfrentar la adversidad, las niñas y
los niños son inherentemente vulnerables, por lo que es importante que sean
acompañados y guiados respetuosamente por los adultos, protegidos con
afecto y que se disminuyan en lo posible los riesgos como la violencia para
asegurar que logren un adecuado desarrollo humano. Es sumamente
importante brindarles las condiciones afectivas, educativas, sociales y
materiales para garantizar un buen desarrollo.
La visión que tenemos como país para las niñas y los niños es:
Niñas y niños en el Perú con buen estado de salud y nutrición, con
pensamiento crítico, comunicacionalmente efectivos y con
iniciativa, emocionalmente seguras/os de sí, socialmente
competentes y autónomas/os, en pleno ejercicio de sus derechos.
Niñas y niños que viven una infancia feliz, libre de violencia, con
igualdad de oportunidades y respetando sus particularidades.
Van der Gaag, J. (s.f.). El desarrollo infantil temprano: una perspectiva económica.
Organización de Estados Americanos (OEA) – Banco Mundial (BM). Recuperado el
22 de mayo de 2019 de http://www.oas.org/udse/dit2/costos/vandergaag.aspx