Está en la página 1de 30

Introducción a la rehabilitación cognitiva

Rehabilitación cognitiva: actividad cerebral por dónde tomamos la información y


producimos una imagen mental
Deterioro cognitivo: funciones deterioradas. Ej.: persona mayor con demencia.

Funciones ligada:
- Pensamiento
- Lenguaje
- Percepción
- Conducta
- Atención
- Motricidad
- Habilidades sociales

La rehabilitación no se debe producir solo en el nivel físico sino también dentro de un


contexto social. Es decir, además de ayudar a que la persona camine, hable y realice sola
sus necesidades físicas, la rehabilitación debe implicar a las familias y a la comunidad, y
reintegrar a la persona a su medio familiar, educativo y laboral
El déficit cognitivos y conductuales causaban serias limitaciones funcionales que
imposibilitaban la reinserción de la persona a sus actividades cotidianas.

La rehabilitación cognitiva se define como la aplicación de técnicas y la utilización de


apoyos con el fin de que la persona con déficits cognitivos pueda retornar de manera
segura, productiva e independiente a sus actividades cotidianas.

Principios para la práctica de la rehabilitación cognitiva


- Debe ser individualizada (pensados de forma individual)
- Requiere el trabajo conjunto de la persona, la familia y los terapeutas.
- Debe centrarse en alcanzar metas relevantes de acuerdo a las capacidades
funcionales de la persona y mediante un mutuo acuerdo
Cuatro niveles:
1) Neuropatofisiológico: alteración subyacente al funcionamiento físico (órgano
dañado (cerebro))
2) Alteraciones: pérdidas que se producen como resultado de un daño en el nivel
anterior.
3) Capacidad o limitaciones funcionales: Cambios que surgen en las actividades
de la vida diaria como consecuencia de las alteraciones (ej. problemas de
comunicación). Limita la participación.
4) Participación: efecto que ejercen las limitaciones funcionales en la capacidad
de la persona para llevar a cabo sus actividades sociales. Ver cómo influye en
su comunidad y cómo se va a volver a incorporar.
Se trabaja con todos los niveles, lograr la integración.
- La evaluación de la eficacia de una intervención cognitiva debe incorporar
cambios en las capacidades funcionales. Cuestiones a tener en cuenta: naturaleza
del daño para saber la gravedad ¿Traumatismo? ¿Hemorragia?
Recuperación espontánea: Ej. ACV. Esperar un mes para ver si se recuperan las
funciones espontáneamente.
Recuperación a través de un programa de intervención: Se toman test específicos,
baterías neuropsicológicas.
- Debe incorporar varias perspectivas y diversas aproximaciones. El terapeuta debe
establecer una jerarquía de las tareas que la persona debe cumplir poco a poco y
a medida que manifieste el progreso.
- Debe tener en cuenta los aspectos afectivos emocionales que conlleva el daño
cognitivo.
- Deben tener un componente de evaluación constante. (al principio, en la mitad y
antes de darle el alta)

ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN MÁS COMUNES

Modificaciones ambientales
Cambios que se realizan en el ambiente físico de la persona con daño cerebral con el fin
de reducir sus déficits funcionales y conductuales.
En la fase aguda, el objetivo es hacer que el ambiente sea más seguro. Ej.: cerrar con llave
las puertas que tengan acceso a escaleras). Las luces brillantes, los ruidos fuertes y los
movimientos rápidos pueden causar mucha confusión y estrés.
En la fase crónica, deberán dirigir a áreas funcionales específicas, una de ellas sería
modificar la organización del espacio físico. Los individuos con graves déficits de
memoria o de las funciones ejecutivas podrían beneficiarse del uso de etiquetas con el
nombre de las cosas que guarda en cada mueble, factores externos visuales que ayuden a
recordar cosas que debe hacer y que la orienten temporalmente.
La incorporación de ayudas externas en el espacio físico busca propiciar la aparición de
conductas adaptativas.

Rehabilitación ecológica: en contextos naturales. Ej.: se los lleva al supermercado para


ver como compra, esperar el turno. El lenguaje surge en el contexto cotidiano.

¿Cómo tratar los problemas emocionales de las personas con daño cerebral?
Es muy importante ofrecer información acerca de la naturaleza de los cambios
conductuales en un programa de rehabilitación, ya que esto permite que la persona y los
familiares interpreten mejor los síntomas y manejen el entorno de una forma más acorde
al funcionamiento actual y futuro de la persona.
Las personas con déficits cognitivos producidos por un daño cerebral presentan miedos,
frustraciones y ansiedad cuando realizan actividades que exigen mucho esfuerzo
cognitivo, y suelen utilizar conductas evitativas ante estas situaciones.
Un tratamiento de rehabilitación neuropsicológico efectivo debe ser holístico y tomar en
cuenta aspectos físicos, cognitivos, emocionales y sociales de la persona.

El dolor físico – J.-D. Nasio

Investigadores consideran que el factor psíquico es una de las causas principales de la


emoción dolorosa. Este factor también sería responsable de un dolor corporal muy atípico
calificado de psicogenético, es decir, de origen exclusivamente psíquico. Se trata de una
sensación dolorosa experimentada por el sujeto, pero que no tiene ninguna causa
identificable que la explique.
El dolor sería una experiencia sensorial y emocional desagradable, asociada con una
lesión tisular real o potencial o incluso descrita en términos que evocan una lesión de esa
índole (una dolencia). Es una emoción que puede nacer sin que haya una lesión
responsable, es decir, podría existir únicamente en lo sentido y en la queja que lo expresa.
Lo que liga al dolor es la emoción inscripta en el principio de placer, se rompe con el
exceso de energía y se convierte en displacentera, es decir, el dolor rompe con el
equilibrio a nivel psíquico.
Desde el punto de vista psicoanalítico, no hay diferencia entre el dolor físico y el dolor
psíquico o, más exactamente entre la emoción dolorosa provocada por una sensación
dolorosa y el dolor psíquico propiamente dicho. Ello se debe a que el dolor es un
fenómeno mixto que surge entre el límite que se establece entre el cuerpo y la psique.

Proceso de formación del dolor


Tres tiempos de la génesis del dolor físico: ruptura - conmoción - reacción. Estos tres
dolores son aspectos diferentes de un único y mismo dolor, formado instantáneamente
Es un proceso complejo que empieza con una ruptura, continua con una conmoción
psíquica que esa ruptura desencadena y culmina con una reacción defensiva del yo que
intenta detener la conmoción.

El dolor de la lesión (ruptura)


El efecto que siente el yo cuando sufre un daño en los tejidos. El yo que sufre percibirá
imaginariamente cualquier lesión como una embestida exterior al yo. Experiencia límite
entre el yo y el cuerpo.
Cuando se produce un accidente muy grande el yo ya no queda disociado del cuerpo y
deja de percibir a éste como una unidad exterior. En esos momentos, en los que somos
nuestro cuerpo conmocionado, ya no hay lesión corporal: lo que se quiebra, sufre y se
convierte en dolor es todo el ser.

La imagen mental de la herida


La percepción de una excitación dolorosa localizada imaginariamente en el exterior de
nuestro yo que percibe, imprime inmediatamente en el yo la imagen del lugar lesionado
del cuerpo. El sujeto experimenta el agudo dolor y, simultáneamente, visualiza una
imagen de la quemadura del brazo, fija en la conciencia la representación mental de la
región lesionada.
La experiencia dolorosa parece estar tan localizada que la región dolorida parece cobrar
autonomía y separarse del cuerpo como si fuera un parásito que debilita al yo.
El dolor no está en la herida sino en el yo mismo, condensado en la imagen mental del
lugar lesionado, la sensación dolorosa está en el cerebro y la emoción dolorosa está en
los cimientos del yo, en el ello.
El dolor de la lesión comporta tres aspectos:
- Real: percepción somatosensorial de una excitación violenta que toca los tejidos
orgánicos
- Simbólico: formación súbita de una representación mental y consciente del lugar
del cuerpo donde se produjo la lesión
- Imaginario: la sensación dolorosa será percibida imaginariamente como si emanase
de la herida, y la herida como un hostigador de quien uno quiere deshacerse.

El dolor de la conmoción
El dolor de la lesión incide en la frontera de su cuerpo, mientras que el de la conmoción
le consume desde el interior, dolor que yo no domino, él me posee a mi “Soy todo dolor”.
El calor de la llama, al atacar la piel, se transformó inmediatamente en una corriente de
energía interna que hunde al yo en un estado de shock traumático. Por la brecha abierta
en la barrera de protección hace irrupción, en el seno del yo, un aflujo súbito y masivo de
energía que sobrecarga el psiquismo hasta en su núcleo constituido por neuronas del
recuerdo que cumplen la función de conservar la huella de los acontecimientos
memorables y del afecto que la carga. La homeostasis del sistema psíquico se rompe y su
principio regulador (ppcio de placer) queda momentáneamente abolido. Precisamente ahí,
se registra la experiencia traumática. El yo consigue percibir su propio trastorno, esta
singular autopercepción que realiza el Yo de su estado de conmoción interna, crea la
emoción dolorosa.

La memoria inconsciente del dolor


La sacudida interna es tan perturbadora y dolorosa que su impacto no sólo imprime una
imagen en la memoria corriente (el recuerdo) sino también una imagen grabada en la
superficie del inconsciente que también es memoria, aunque una memoria diferente. La
conmoción y el dolor que provoca aquella sacudida interna también permanecen
marcados en el inconsciente, pero sus reapariciones en el presente adoptarán otras
apariencias diferentes al recuerdo más o menos fiel de un episodio desgraciado.
El dolor pasado resurgirá de manera inesperada. Puede tener la forma de otro dolor
inexplicado, como un dolor de origen psicológico, una manifestación psicosomática,
etc. A través de todo ello, el dolor del pasado retorna al presente sin que identifiquemos
que se trata de sufrimientos olvidados. Por eso calificamos como inconsciente el antiguo
dolor corporal que retorna desfigurado en el presente.
A partir del momento en que una primera experiencia dolorosa queda registrada en la
psique y reaparece de manera irreconocible, adquiere la condición de dolor
inconsciente.

El paso de un antiguo dolor corporal a un dolor inconsciente


El paso forzado del flujo energético tiene dos consecuencias: por un lado, se inscribe
una imagen mnemónica en alguna de esas neuronas del recuerdo y, por el otro, se
acrecienta la excitabilidad del conjunto neuronal. La imagen que quedará grabada en la
neurona es la de un detalle de la agresión, del objeto agresor o de un elemento del
contexto del accidente.
La neurona que conserva esta imagen se vuelve extremadamente irritable. Está pronta a
reaccionar ante la más débil excitación produciendo una reactivación de la imagen que
contiene, lo que puede llevar a descargar su energía de otra forma, en otro dolor, una
lesión, una acción o un efecto penoso. En este caso, el sujeto experimentará una
sensación dolorosa inexplicada. Sufrirá sin saber que su dolor presente es el recuerdo
representado de un dolor pasado.

El dolor inconsciente no es una sensación sin conciencia; es un proceso estructurado


como lenguaje
Cuando la lesión externa provocó un dolor traumático deja huellas en el inconsciente,
también instala en él un estado de hipersensibilidad que con la menor chuspa, puede
hacer que renazca un nuevo dolor. El dolor inconsciente no designa una cosa ni una
sensación sin conciencia, sino un circuito que, reactivado por una ligera estimulación, se
descarga en una manifestación penosa.
El origen psíquico del dolor corporal siempre es la reminiscencia de un dolor
primordial.
El psiquismo forma sucesivamente la representación del cuerpo lesionado (yo-
conciencia), sufre el impacto de la conmoción (yo-trastornado), percibe su propio
trastorno provocado por la conmoción (yo-órgano endo-perceptor) y registra y
reinstaura dicho impacto (yo-memoria inconsciente)

El dolor de reaccionar
Ahora ya no estamos ante un yo desbordado que sufre la agresión, sino ante un yo que
reacciona a la agresión. Más que sufrir un dolor de sumisión del malestar, el yo sufre un
dolor de protesta contra ese malestar. El dolor físico se convierte en la expresión de un
esfuerzo de defensa.
En respuesta a la agresión, el Yo concentra toda la energía de que dispone alrededor de
la herida para tapar la brecha y detener el aflujo masivo de excitaciones. Ese
movimiento reactivo de energía (contrainvestidura) es lo que intenta frenar la irrupción
brutal de energía liberada en el momento de la quemadura. Esta autocuración se aplica
sobre la representación psíquica de la herida.

Cada vez que nuestro cuerpo sufre una violencia el yo contrainviste la representación
mental del lugar lastimado (imagen). En consecuencia, el dolor provocado por la
agresión no se atenúa con esa curación simbólica; por el contrario, se intensifica.
Cuando quedamos privados de la integridad de nuestro cuerpo o de nuestro objeto de
apego, se produce un exceso de investidura afectiva de la imagen del lugar herido del
cuerpo, cuando lo que está en juego es nuestra integridad física; o un exceso de
investidura afectiva de la imagen del objeto perdido, cuando lo que está en juego es la
presencia del otro. Este exceso compensatorio se traduce en dolor.
En psicoanálisis, la sobreinvestidura de la imagen psíquica de un punto de nuestro
cuerpo se denomina sobreinvestidura narcisistica y el de la imagen de un aspecto
parcial del objeto querido (el ser amado) se denomina sobreinvestidura del objeto.
Lo que engendra el dolor es la valoración afectiva, demasiado intensa de la
representación que está en nuestro interior de la cosa a la cual estábamos ligados y de
la que ahora hemos sido privados, sea una parte de nuestro cuerpo o el ser que
amamos.
El yo intenta sobreponerse a la conmoción desencadenada por la herida. Trastornado,
reacciona mediante un reflejo de supervivencia y se ciñe desesperadamente a la
representación psíquica de la parte herida, como si quisiera curar su lastimadura no
protegiendo los tejidos magullados, sino concentrando todas las fuerzas de que dispone
la imagen mental de la zona lesionada. Al no poder curar la herida misma, cura el
símbolo de su herida. Así para resistirse a la conmoción, el yo se lanza perdidamente
sobre el símbolo del lugar alcanzado por la agresión y se une afectivamente a él con
todo su ser. En ese momento aparece el dolor como resultado del esfuerzo del yo por
apartarse de la conmoción aferrándose a un símbolo.
El dolor se origina en este último esfuerzo de reacción del Yo.
La representación mental del órgano lesionado está tan cargada de energía que se aísla y
se excluye del conjunto de las otras representaciones estructurantes del yo. Entonces la
cohesión psíquica desaparece y el yo debe funcionar con una estructura desestabilizada
por el aislamiento de una representación en el seno del sistema. En efecto, el yo
consiguió contener la conmoción, pero para hacerlo tuvo que pagar el precio de
engendrar un monstruo de afecto que ahora lo perturba. Lo que hace nacer el dolor es la
polarización de toda la energía psíquica en una única representación que ha quedado
descentrada.
El símbolo del lugar lesionado del cuerpo se cristaliza como un cuerpo extraño y pesa
sobre la trama del yo hasta desgarrarla, esto es lo que provoca el dolor.

La representación de la parte lesionada y dolorida del cuerpo


Mientras que en el caso del dolor corporal la representación remite a un cuerpo herido,
en el caso del dolor psíquico remite a un objeto amado y perdido (una persona, una
cosa, un valor).
La representación del lugar dolorido no existía antes de la lesión, sino que se forma en
ese mismo instante. Sin embargo, proviene también de múltiples huellas dejadas en el
inconsciente por antiguos dolores y por los deseos de los otros. Incluso la vivencia
actual de mi cuerpo moviéndose en el espacio modela esa imagen.
La imagen del lugar dolorido, sea o no consciente, corresponde a una anatomía
fantaseada. Mis percepciones siempre son interpretaciones deformantes de la realidad,
de las vivencias fantaseadas de mi cuerpo.

El dolor de amar – J.-D. Nasio

Clémence o la travesía del dolor


Clemence sufre por ser estéril. Al enterarse de que estaba embarazada exclamó ¡Lo
logramos!
Llegó el momento del parto y ella dio a luz un magnífico bebé, un varón llamado
Laurent. Tres días después le anunció al analista que lo había perdido, había muerto esa
mañana en la clínica. Al oír aquellas palabras el terapeuta le dijo “No puede ser ¡Es
absurdo!”
Dejó de ir por un tiempo a terapia, pero poco después de la tragedia regresó. Estaba
abatida, ni siquiera podía desplazarse sola. Habían tenido que acompañarla a la
consulta.
El estado de dolor extremo por el que pasa la persona en duelo, esa mezcla de
vaciamiento del yo y de tetanizacion en un recuerdo, es la expresión de una defensa, de
un sobresalto de vida. También es la última muralla contra la locura. En el registro de
los sentimientos humanos el dolor psíquico es el afecto último, la última crispación de
un yo desesperado que se contrae para no hundirse en la nada. A veces la aflicción de
quien sufre el duelo cede su lugar a accesos de exaltación tan intensos que la persona
vive las imágenes demasiado claras y distintas del difundo con la nitidez de una
alucinación.
Después de unos meses durante los cuales atendió a Clemence cara a cara y limitó su
escucha a acompañar de la mejor manera posible su desdicha, la paciente retomó la
posición de tenderse en el diván. Sólo entonces ella pudo comenzar el trabajo de duelo.
Clemence no soportaba oír las palabras de consuelo, pues creía que eran una invitación
al olvido. Pedirle que olvidara a su hijo muerto y lo reemplazara por otro antes de hacer
el duelo, solo la podía enfurecer. Era como pedirle que ya no atesorara la imagen del
bebé desaparecido, que se privara del único recurso capaz de curar la herida y,
finalmente, que renunciara a preservar su equilibrio psíquico. La imagen del ser perdido
no debe borrarse, por el contrario, debe dominar hasta el momento en que, gracias al
duelo, el doliente consigue que coexista el amor por quien ya no está y un amor
semejante por un nuevo elegido. Cuando esta coexistencia se instala en el inconsciente,
podemos estar seguros de que lo esencial del proceso de duelo se ha puesto en marcha,
El terapeuta se refirió a un segundo hijo como el hermano/a de Laurent y afirmó que
estaría seguro de que él se sentiría feliz de saber que un día le darían un hermanito. En
ese momento la paciente sintió un alivio, como si le hubiesen sacado un peso de encima.
El dolor se apacigua si el doliente admite al fin que el amor por un nuevo elegido vivo
nunca abolirá el amor por el que ya no está. Laurent seguirá siendo el irremplazable
primer hijo.

Consideración preliminar

El dolor no tiene ningún valor ni significación, para aliviarlo debemos tomarlo como
expresión de otra cosa, desprenderlo de lo real y transformarlo en símbolo.
El psicoanalista es un intermediario que recibe el dolor inasimilable de su paciente y lo
transforma en un dolor simbolizado, es decir, propone una interpretación de su causa.
Cuando aparece un dolor estamos pasando una prueba de separación irreversible, de la
singular separación de un objeto que, al dejarnos súbita y definitivamente, nos trastorna
y nos obliga a reconstruirnos. El dolor psíquico es dolor de separación, cuando ésta es
desgarro y pérdida de un objeto al que estamos íntimamente ligados (persona amada,
objeto materia, valor, integridad de nuestro cuerpo). Nuestro inconsciente es un hilo
sutil que enlaza las diversas separaciones dolorosas de nuestra existencia.
Sería falso creer que el dolor psíquico es un sentimiento provocado exclusivamente por
la pérdida de alguien amado. Ese dolor también puede responder al abandono, cuando el
ser amado nos retira súbitamente su amor; a la humillación, cuando alguien nos hiere
profundamente en nuestro amor propio; y a la mutilación, cuando perdemos una parte
de nuestro cuerpo. Todos, en distinto grado, son la consecuencia de la amputación
brutal de un objeto amado. Puesto que ese apego se llama amor, diremos que sólo hay
dolor cuando hay un fondo de amor.
El dolor psíquico es un sentimiento oscuro, difícil de definir que se sustrae a la razón.
El dolor, físico o psíquico, siempre es un fenómeno límite. Emerge siempre en el nivel
de un límite, ya sea un límite impreciso que existe entre el cuerpo y la psique, entre el
yo y el otro o entre el funcionamiento ordenado de la psique y su desbaratamiento.
Desde el punto de vista psicoanalítico, no hay diferencia entre la emoción propia del
dolor físico y la emoción propia del dolor psíquico. Ello se debe a que el dolor es un
fenómeno mixto que surge en el límite situado entre el cuerpo y la psique.
Solo hay dolor a partir de una cierta intensidad y duración de la excitación.
Tres grandes categorías para proponer una visión global del dolor:
1) El dolor es un afecto, el afecto último, la última muralla ante la locura y la
muerte. Mientras hay dolor, contamos con las fuerzas necesarias para combatir
el mal y continuar viviendo.
2) El dolor como síntoma, como la manifestación exterior y sensible de una
pulsión inconsciente y reprimida. Dolores histéricos, psicogénicos.
3) El dolor remite a la perversión, del dolor en cuanto objeto de placer perverso
sadomasoquista.
El dolor es un afecto que refleja las variaciones extremas de la tensión inconsciente
en la conciencia, variaciones que escapan al principio de placer.
Un sentimiento vivido es una manifestación consciente del movimiento que sigue el ritmo
de las pulsiones. Todos nuestros sentimientos expresan variaciones de intensidad de las
tensiones inconscientes en la consciencia. La emoción dolorosa manifiesta en la
conciencia un trastorno de la cadena pulsional.
Las pulsiones pasan a constituir sentimientos vividos conscientemente mediante el trabajo
del Yo. Éste consigue percibir en el fondo de sí las variaciones de las pulsiones internas
y las hace repercutir en la superficie de la conciencia, donde adquieren forma de afectos.
Así es como el yo llega a ser un intérprete capaz de leer interiormente el lenguaje de las
pasiones y de traducir exteriormente al idioma de los sentimientos. Cuando las
modulaciones pulsionales son moderadas, se presentan en el plano consciente como
sentimientos de placer y de displacer; cuando son extremas y perturbadas, se transforman
en dolor.
El funcionamiento psíquico se rige por el principio de placer que regula la intensidad de
las tensiones pulsionales y las hace tolerables. Pero si sobreviene una ruptura brutal con
el ser amado, las tensiones se desencadenan y el principio regulador de placer se vuelve
inoperante. El yo experimenta sensaciones de placer y de displacer; ahora que percibe en
su interior la conmoción de tensiones que no puede dominar, siente dolor.
El displacer no es dolor. Mientras que el displacer expresa la autopercepción que tiene el
yo de una tensión elevada pero modulable, el dolor expresa la autopercepción de una
tensión trastornada. El displacer es un sentimiento que refleja un aumento en la tensión
pulsional en la conciencia sometido a las leyes del principio de placer. En cambio, el dolor
testimonia un trastorno profundo de la vida psíquica que escapa al principio de placer.

El dolor psíquico es un dolor de amar

Cuanto más ama uno, más sufre.


El motivo que desencadena el dolor psíquico se localiza en el vínculo entre aquel que ama
y su objeto amado, la causa se sitúa más allá del cuerpo.
El dolor de amar es el afecto que resulta de la ruptura brutal del vínculo que nos une al
ser amado.
El dolor es la reacción de la pérdida efectiva de la persona amada, es la reacción a la
conmoción pulsional. La angustia es la reacción a la amenaza de una eventual pérdida, es
la reacción a la amenaza de una eventual conmoción.

Perder al ser que amamos


El dolor de amar es calificado como dolor traumático, es decir, se presenta cuando el yo
se defiende del trauma. El dolor de amar es el afecto que traduce en la conciencia la
reacción defensiva del yo cuando, estando éste conmocionado, lucha para reencontrarse.
Aquí el dolor es una reacción.
Ante el desbaratamiento de las pulsiones provocado por la pérdida del objeto amado, el
yo apela a todas sus fuerzas vivas y las concentra en un único punto, el de la
representación psíquica del ser perdido. Por ello, el yo está ocupado por completo en
mantener viva esa imagen mental de la persona desaparecida. Entonces el yo se confunde
casi totalmente con esta imagen y vive amando, a veces odiando, la representación del
que ya no está, que atrae hacia sí toda la energía del yo y lo deja agotado e incapaz de
interesarse por el mundo exterior (dolor de reaccionar)
La reacción del yo para amortiguar la conmoción desencadenada por la pérdida se
descompone en dos movimientos:
1) Movimiento de desinvestidura: vaciamiento súbito de toda su energía
2) Movimiento de sobreinvestidura: acumulamiento de toda esa energía en la imagen
de un detalle de la persona amada.
El dolor psíquico es el resultado de una doble reacción defensiva: el yo retira
súbitamente la investidura de la casi totalidad de sus representaciones para
sobreinvestir masivamente una única representación, la del ser amado que ya no está.
Estos dos movimientos de defensa contra el trauma generan dolor.
El trabajo del duelo se cumple siguiendo el movimiento inverso al de la reacción
defensiva del yo, es decir, realiza una desinvestidura progresiva, desenviste poco a
poco la representación saturada del amado perdido con objeto de hacerla nuevamente
conciliable con el conjunto de la red de representaciones del yo. El duelo es una
redistribución muy lenta de la energía psíquica hasta entonces concentrada en una
única representación que había llegado a ser dominante y ajena al yo.

Lo que hace sufrir no es la pérdida del ser amado sino continuar amándolo más
que nunca, ahora sabemos que lo hemos perdido irremediablemente
El yo de quien sufre el duelo es un yo disociado entre dos estados: por un lado
completamente contraído en la imagen del que ya no está, con la cual se identifica
casi totalmente y, por el otro vaciado y agotado.
El dolor de amar provoca otra disociación. El yo queda violentamente dividido entre
su amor desmesurado por la representación del objeto perdido y la comprobación
lúcida de la ausencia definitiva de ese objeto. El desgarro se produce entre la
contracción, es decir, el amor excesivo depositado en una imagen, y el reconocimiento
agudo del carácter irreversible de la pérdida.
Su ausencia real es una escisión tan insoportable que, a menudo, tratamos de reducirla
negándonos a admitir que el ser amado ya nunca estará aquí. A veces, esta negación
es tan tenaz que la persona que sufre el duelo está al borde de la locura. Esto explica
en qué medida la supremacía del amor sobre la razón conduce a crear una nueva
realidad alucinada en que la persona desaparecida regresa adquiriendo la forma de un
fantasma.

El fantasma del amado desaparecido


Estas personas experimentan tan vivamente sensaciones provenientes del miembro
amputado que les parece que todavía lo tienen. De este modo, quien sufre el duelo
puede percibir con todos sus sentidos y con absoluta convicción la presencia viva del
difunto.
El yo funciona como un espejo psíquico compuesto por una miríada de imágenes,
cada una de las cuales refleja una parte de nuestro cuerpo o un aspecto de los seres o
de las cosas a las cuales estamos apegados afectivamente.
El grado superior de sobreinvestidura excesiva del objeto perdido provocará la
alucinación de éste, la imagen termina por ser expulsada fuera del yo. La alucinación
de sensaciones fantasmas que provienen del brazo amputado o la alucinación por el
fantasma de un marido muerto tendrían la misma explicación.
Este mecanismo de la expulsión de la imagen del objeto perdido y su reaparición en
lo real explica la alucinación del miembro fantasma. A esto se lo denomina forclusión.

El amado por quien debería hacer el duelo es aquel que me hace feliz e infeliz a la
vez
El sistema psíquico se rige por el principio de placer/displacer según el cual la psique
está sometida a una tensión de la que intenta liberarse aunque nunca lo consigue por
completo. En su funcionamiento normal, el psiquismo permanece sometido al
displacer, es decir, a una tensión desagradable, puesto que nunca se produce en él la
descarga completa. Cambiemos ahora nuestra fórmula y reemplacemos tensión y
displacer por deseo. A lo largo de toda nuestra existencia estaremos siempre en estado
de falta. Esa carencia es síntoma de vida.
Si la insatisfacción es viva pero soportable, el deseo continúa estando activo y el
sistema psíquico permanece estable. Por el contrario, si la satisfacción es demasiado
desbordante o demasiado penosa, el deseo pierde su eje y sobreviene el dolor.
El ser amado es quien desempeña el papel del objeto insatisfactorio de mi deseo y,
por eso, la función de polo organizador de dicho deseo. Es como si el agujero de la
insatisfacción que llevo dentro estuviera ocupado por mi amado que está afuera, como
si la falta fuera ocupado por los seres o cosas exteriores raros que estimamos que son
irreemplazables y de los que tendríamos que hacer el duelo si desaparecieran.
El ser amado es, a la vez, el excitante de mi deseo y el objeto que solo lo satisface
parcialmente. Sabe excitarme, procurarme un goce parcial y, por eso mismo, dejarme
insatisfecho. De ese modo garantiza la insatisfacción que necesito para vivir y que
vuelve a centrar mi deseo.
Solo cuando nos vemos ante la amenaza de perderlos o cuando ya los hemos perdido,
su ausencia nos revela dolorosamente la profundidad de su arraigo. Sólo tras su
desaparición sabremos si ese ser, esa cosa o ese valor desaparecidos, eran para
nosotros “elegidos”.
Cuando cierne la amenaza de perder uno de esos objetos considerados irremplazables
surge la angustia y ésta surge en el yo. Si, en cambio, uno de esos objetos desaparece
súbitamente, sin amenaza previa, lo que se impone es el dolor; y ésta emana del ello.
El duelo, el abandono, la humillación y la mutilación son las cuatro pérdidas que
cuando se presentan de manera súbita desencadenan el dolor psíquico en el ello.

El amor es la presencia fantaseada del ser amado en mi inconsciente


Para entender cómo esa persona llega a ser mi elegido, descomponemos en dos etapas
el proceso del amor por el cual transformamos a otro exterior en un doble interno
- Una persona que nos seduce, esto es, que despierta y atrae nuestro deseo.
- Progresivamente, nos apegamos a esa persona hasta incorporarla y hacer que
forme parte de nosotros mismos. Casi sin darnos cuenta la envolvemos con una
multitud de imágenes superpuestas, cada una cargada de amor, de odio o de
angustia y la fijamos inconscientemente a través de diversas representaciones
simbólicas, cada una asociada a un aspecto de la persona que nos marcó. Todo
esto alimenta todo ese conjunto de imágenes y de significantes que vincula mi ser
con la persona viva del amado hasta transformarla en un doble interno, es lo que
llamamos la fantasía o fantasma del elegido. El fantasma es el nombre que le
damos a la soldadura inconsciente del sujeto con la persona viva del elegido
El elegido existe doblemente: por un lado, fuera de nosotros, como individuo
que vive en el mundo y, por el otro, en nosotros, como presencia fantaseada
(imaginaria, simbólica, real). La fantaseada es la que domina, puesto que todos
nuestros comportamientos, la mayor parte de nuestros juicios y el conjunto de los
sentimientos que experimentamos en relación con nuestro amado están
rigurosamente determinados por el fantasma.

La persona del ser amado


La persona del ser amado es a la vez un cuerpo vivo que emite excitaciones que
alimentan mi deseo y una presencia misteriosa que se imprime en mi inconsciente
y modela mi fantasma fundamental.
Sólo sufriré dolor a causa de la desaparición de aquel que fue para mí lo que yo
era para él: el elegido fantaseado.

La presencia real del ser amado en mi inconsciente


La condición fantaseada del ser amado adquiere tres formas diferentes que
corresponden a las tres dimensiones lacanianas de lo real, lo simbólico y lo
imaginario.
Lo real es irrepresentable, es la energía que asegura a la vez consistencia psíquica
de cada uno de los miembros de la pareja y de su vínculo común de amor. Es esa
fuerza imperiosa y desconocida que da forma a nuestro vínculo y a nuestro
inconsciente. Así, el otro real no es la persona exterior del otro, sino la parte de
energía pura, impersonal, que anima su persona. Parte que, como estamos ligados,
también es mi propia parte impersonal, nuestro real común.

La presencia simbólica del ser amado en mi inconsciente: un ritmo


El modo simbólico del elegido es ser el ritmo de esa fuerza desconocida que une
a los dos miembros de la pareja.
La fuerza del impulso deseante es real porque en sí misma es irrepresentable, pero
las variaciones rítmicas de esa fuerza son simbólicas porque son representables.
Pueden representarse como una alternancia de intensidades fuertes e intensidades
débiles que siguen un trazado de picos y depresiones.
La presencia simbólica del otro en nuestro inconsciente es un ritmo, un acorde
entre su poder excitante y mi respuesta, entre su rol de objeto y la insatisfacción
que siento.
Si estimo que mi elegido es irremplazable, mi deseo se ha ajustado al ritmo de mi
deseo.
Cuando ese otro ya no está, mi deseo se ve privado de las excitaciones que él
lograba despertar tan perfectamente, pierdo sobre todo la estructura de mi deseo.
La condición simbólica del elegido siempre se trata de un elemento canalizador
de las fuerzas del deseo y ordenador de un sistema. Precisamente por ser elegido,
definido como un metrónomo psíquico, cumple la función simbólica de obligar al
deseo a que siga el ritmo de nuestro vínculo. El elegido, dueño de la medida
impuesta a mi deseo, me impide enloquecer al mismo tiempo que restringe mi
goce. Me protege dejándome insatisfecho.

La presencia imaginaria del ser amado en mi inconsciente: un espejo interior.


La imagen interna del amado en nosotros es lo que identificamos como su
presencia imaginaria en el inconsciente.
El otro imaginario es una imagen que tiene la particularidad de ser en sí misma
una superficie en la que se reflejan permanentemente mis propias imágenes. Me
veo y me siento segun las imagenes que el otro me devuelve, es decir, captamos
las imágenes de nosotros mismos reflejadas en el espejo que es la imagen
interiorizada de nuestro amado.
La fuerza del deseo es lo que carga de energía las imágenes y las transforma en
los sustratos de nuestros sentimientos. Son imágenes que, al ser percibidas,
inmediatamente hacen nacer un sentimiento.
El espejo psíquico que es la imagen del elegido que tengo en mi inconsciente debe
entenderse con un espejo dividido en pequeños fragmentos móviles de vidrio en
los cuales se reflejan, confundidas entre sí, imágenes del otro e imágenes de mí
parciales.
Muchas veces atribuimos diversos ideales a la persona elegida. Anclamos y
desarrollamos nuestro apego manteniendo implícitos en el horizonte de esos
ideales. Ideales situados en la intersección de lo simbólico y lo imaginario:
 Mi elegido debe ser único e irremplazable
 Nunca debe cambiar, salvo que nosotros mismos lo cambiemos
 Debe resistir y sobrevivir, inalterable, a la pasión de nuestro amor
devorador o de nuestro odio destructivo
 Debe aprender de nosotros, dejarse poseer y mostrarse siempre disponible
para satisfacer nuestros deseos caprichos
 Si se somete, debe saber conservar su autonomía para evitar convertirse
en una molestia.
El elegido es un fantasma que nos habita, que regula la intensidad de nuestro deseo
(insatisfacción) y nos estructura. Es una fantasía construida con su imagen, espejo
de nuestras imágenes (imaginaria), penetrada por la fuerza del deseo (real),
enmarcada por el ritmo de esa fuerza (simbólica) y apuntalada por su cuerpo vivo
(real), fuente de excitación de nuestro deseo y objeto de muestras proyecciones
imaginarias.
El amado es una parte de nosotros mismos que llamamos “fantasma inconsciente”.
Recíprocamente, el ser amado está habitado por un fantasma que nos representa
en su inconsciente y lo une a nuestro ser.
Cuando perdemos a la persona del elegido el fantasma se derrumba, se desploma
y aparece el dolor. Al perder el cuerpo vivo del otro, perdemos una serie de las
fuentes que alimenta la fuerza del deseo que nos unía sin perder el deseo de vida
que nos habita. Perdemos también la silueta viva del amado que sostenía el espejo
interior que reflejaba nuestras imágenes. Perdemos el ritmo con que vibra la fuerza
del deseo (perder el otro simbólico)

El dolor de la perturbación pulsional


No es la ausencia del otro lo que hace sufrir, sino los efectos que provoca en mí
esa ausencia. Sufro porque la fuerza de mi deseo ha sido privada de una de sus
fuentes que era el cuerpo del amado, porque el ritmo simbólico de esa fuerza se
quiebra a causa de la desaparición del tiempo que armonizaban las estimulaciones
procedentes de ese cuerpo y además, porque el espejo psíquico se derrumbó por
la falta del soporte vivo en que se había convertido su presencia. Lo que provoca
dolor psíquico es la perturbación interna engendrada por la desarticulación del
fantasma amado.
El dolor expresa el encuentro brutal e inmediato del sujeto y su propio deseo
enloquecido.
El yo, como último recurso, intenta salvar la unidad de un fantasma que se
desmorona concentrando toda la energía de que dispone en una pequeña parcela
de la imagen del otro desaparecido. En ese momento, el dolor en lugar de reducirse
se intensifica. Algunos meses después de haber emprendido el trabajo de duelo,
la persona desaparecida disminuye y el dolor que se apegaba a ella se atenúa poco
a poco.
El dolor es el desasosiego que experimentamos cuando, tras perder a un ser
querido, nos invade la más extrema tensión interna y nos vemos confrontados a
un deseo loco que está dentro de nosotros mismos, a un desbaratamiento de
nuestro interior desencadenado por la pérdida.

Mi cuerpo y sus imágenes – J.- D. Nasio

Hay dos imágenes del cuerpo: el reflejo visible en el espejo (literalmente) y una segunda,
más difícil de reconocer porque no es visual, la imagen mental de sus impresiones
sensoriales (se sintió pesado y liviano).
Una es la que ve y la otra la que siente, la visible del espejo y la que está grabada en su
conciencia. Distinguimos dos imágenes del cuerpo complementarias e interactivas.
El Yo, el sentimiento inefable de ser uno mismo no es otra cosa que la fusión íntima de
nuestras dos imágenes del cuerpo. La sustancia del cuerpo es la sustancia misma del Yo.

El concepto de Imagen Inconsciente del Cuerpo, de Dolto: nuestra lectura.

Vínculos y discapacidad

Capítulo 1 – Familia y discapacidad intelectual

Los nuevos tiempos muestran otros modelos vinculares de familias. Lo que no varía es la
relación que todo infante necesita tener con adultos responsables, pertinentes y afectuosos
que lo legitimen, lo acojan y sobre todo les aporten vínculos afectivos para su crecimiento
e identidad.
La mirada actual de los padres y de la sociedad hacia el niño con discapacidad y hacia la
infancia en general ha variado a lo largo del tiempo. Antes los mataban ya que no eran
aceptados por sociedades como la grecorromana y el movimiento nazi. Por otro lado,
fueron ocultados por sus familias considerándolos castigo divino por algo que creían
haber hecho mal.
Es la estructura psíquica de los padres, quienes consideran a estas personas con
discapacidad como eternos “bebotes grandes”, donde hombres y mujeres mayores y
jóvenes eran vestidos intentando no marcar el paso del tiempo.
La presencia de estos niños, adolescentes o adultos era sentida como una verdadera carga
familiar. La vergüenza, la culpa, “el qué dirán”, irrumpía en la vida de estas familias.
A partir de la década del 80 y 90, la sociedad se hace replanteos comenzando a incluir al
diferente. El loco es reconocido como una persona que sufre, el deficiente aceptado como
una persona con necesidades especiales.
Estos movimientos sociales fueron dando lugar al reconocimiento del hijo con
discapacidad dentro del seno familiar. No se debe profundizar solo en los tipos de
vínculos de la madre con el hijo sino también las relaciones del padre y hermanos con él.
Estas interacciones permitirán entender la calidad de respuesta y la actitud de los hijos
para con ellos y su medio.

Apego materno
Tipo de vinculación que establece la madre con el hijo y la respuesta que en ambos se
genera.
Las madres pueden ser reconocidas a partir de estas conceptualizaciones:
- Distantes o evitativas: tienen serias dificultades para comunicarse, generando en
sus hijos apegos resistentes,
- Obsesivas: están siempre preocupadas por cuestiones personales considerando
todo lo que las pasa como difícil de resolver, promoviendo apegos resistentes.
- Desorganizadas: mujeres inseguras, que se ocupan de muchas cosas y no hacen
ninguna, reforzando apegos desorganizados y desorientados.
- Autónomas: interesadas por el bienestar de su familia, contribuyendo con su
accionar a que su hijo genere un apego seguro.

Apego paterno
Si el padre sostiene un vínculo temprano cariñoso con su hijo facilita el proceso de
separación e individualización.
Los factores que colaboran a un apego seguro del niño:
- Sensibilidad a las manifestaciones del niño
- Autoestima personal producto de apegos seguros y confiables de su propia
infancia.
- Armónica relación conyugal
Hay muchos padres que delegan en las madres la atención de sus hijos por:
- Una falta de competencia al no saber qué hacer con el hijo con discapacidad.
- Al no entenderlo, asumiendo habitualmente un papel de observador más que de
participante.
- Adoptan una actitud pasiva
- Creen que su función empieza cuando el niño es mayor y recién ahí pueden hacer
algo más
- Se sienten inhibidos al no saber qué hacer con hijos que requieren más estrategias
y recursos para la atención que otros niños, volviéndolos distantes, argumentando
que es la madre quien tiene la paciencia y comprensión.

Estilos de familia
Son los modos de vincularse y complementarse que sostienen los padres frente al hijo con
discapacidad y con el resto de los hijos si los hubiera.

Familias o parejas de padres con apegos distantes


Aquellos padres que mantienen con el niño una comunicación restringida. La madre se
ocupa de la atención física, cuidados, aseos, alimentación, y los padres de brindar a su
mujer y a su hijo todo lo necesario del punto de vista económico.
Estos padres no tuvieron apegos satisfactorios con sus propios progenitores. Están más
ocupados en el hacer que en el sentir.
Son padres que cumplen con todo lo que se pide en las escuelas, participando de
actividades escolares, pero no promueven encuentros con otros niños u adolescentes fuera
del ámbito escolar.
La sexualidad del hijo adolescente es vivida como una molestia, por eso tratan de
ocuparlos con actividades para que no tengan tiempo en qué pensar.
Son familias que exigen y esperan demasiado de sus hijos pero dan poco. Se preocupan
más por lo intelectual que por lo afectivo.

Familias o parejas sobreprotectoras


La sobreprotección es un modelo tanto en la actitud materna como paterna que dificulta
la separación y el crecimiento.
Los hermanos piensan que su hermano con discapacidad es el preferido porque hacen
todo por él. Un sentimiento de profundo enojo hace empañar la relación entre los
hermanos. Si por alguna circunstancia el hermano con discapacidad tuviese un accidente
o se enferma, un sentimiento lo invade y en forma reactiva comienza a mantener con él
un vinculo de sobreprotección similar a la observada de los padres.
Los adolescentes con discapacidad asumen actitudes sumisas, buscan en ello atención de
parte de sus padres por la falta de confianza que ellos sienten hacia sí mismos.
Familias o parejas de padres con vínculos desorganizados o desorientados
Son parejas que enfrentan con dificultad o inmadurez las diferentes situaciones del diario
vivir.
En su propia infancia han sufrido el rechazo consciente o inconsciente de parte de sus
progenitores. Como consecuencia sus respuestas como padres son ansiosas, indebidas,
con baja tolerancia a la espera.
El hermano sano asume el rol de hermano mayor, aunque no lo fuera. Ambos padres o
uno de ellos esperan de ese hermano un comportamiento ejemplar. Nunca están del todo
satisfechos con lo que él hace. Promueven inconscientemente que ese hijo sano actúe
como un padre sustituto.

Familias sanas o padres autónomos y seguros


Son los padres que muestran un estable equilibrio emocional. Se acompañan entre ellos.
Saben que ese hijo es el esperado o soñado pero logran una reacomodación y una nueva
distribución en las tareas del hogar.
Esta calidad en las relaciones disminuye las ansiedades dando lugar a un vinculo de apego
seguro y confiado promoviendo en el niño y en el adolescente una verdadera aceptación
y reconocimiento de sí. Al sentirse seguros y esperanzados aumentan su capacidad
cognitiva.
No muestran conductas desubicadas ni desafiantes, sus comentarios son pertinentes y
logran con pares y docentes vínculos plenamente satisfactorios.
Los hermanos, al no considerar a su hermano como rival, colaboran y atienden
conjuntamente con sus padres las necesidades de este hermano.

Conclusiones
De acuerdo a como hayan sido las relaciones que han mantenido los padres en sus
primeras relaciones vinculares con esos hijos se desarrollaran apegos seguros, ansiosos,
evitativos, resistentes, confusionales o desorganizados.
Si el apego no es saludable, el niño mostrará una indefensión aprendida producto de una
elevada expectativa personal de fracaso y baja expectativa de éxito.

Capítulo 2 – Vicisitudes de la familia frente a etapas vitales del niño y el adolescente


con discapacidad.

Cuando alguien decide conformar una familia, la funda, es decir, algo nuevo aparece más
allá que se continúe con el apellido de la generación anterior. En cada unión de cada
familia solo hay una sola repetición de vínculos previos en los que nacimos y nos criamos
sino que se inventa o se crea un encuentro nuevo y distinto en parte a las familias de
orígenes.

Al encuentro con el hijo con discapacidad


Cuando un bebé viene al mundo provoca un sentimiento en la historia de la madre. Su
apariencia física implica un significado para ella y esa representación provoca una
emoción que la madre expresará en el niño.
La respuesta que tenga un niño con o sin discapacidad va a estar determinada por la
calidad del encuentro entre madre e hijo o padre e hijo, lo que va a permitir o no acoger
a ese niño y concederle su lugar en la historia familiar.

Primera situación crítica en la familia: el diagnóstico


La aceptación y elaboración emocional del diagnóstico será mejor o peor resuelta o
encarada de acuerdo a ciertos elementos que ayudarán o no a su esclarecimiento:
- El modo de resolución de los duelos anteriores
- La discrepancia entre el hijo deseado y el hijo real
- La personalidad de los padres
- Estructuras familiares preexistentes: tipos de familia
- Posibilidad de contar con apoyos externos: amigos, compañeros.
- Nivel socioeconómico y cultural
- Características del déficit
- El momento del diagnóstico
Estos hechos son elementos que colaboran o no cuando ese diagnóstico es comunicado a
la familia.
Los padres se sienten conmovidos, no saben qué hacer cuando se enteran que su hijo tiene
discapacidad. Los padres y la familia entran en las fases de elaboración del duelo:
- Shock: conmoción, embotamiento
- Negación: cólera, culpa, tristeza
- Recuperación: reacomodamiento
- Reorganización: aceptación del hijo real, intento de resolución de los problemas
Los padres sufren como una herida narcisista y atribuyen esos síntomas no sólo al
diagnóstico sino a la distante reacción familiar.
Cada familia hace uso de diferentes recuerdos para enfrentar lo nuevo o lo desconocido.
Es decir, hace uso de diferentes soluciones para elaborar el duelo:
- Realiza el duelo por el hijo que se esperaba y acoge al hijo de verdad.
- Identifica a ese hijo marcado por la discapacidad con todas las carencias propias
y vive solo para él, renunciando a un verdadero desarrollo personal.
- Lo acepta de tal forma que lo único que aspira es que sea feliz, no ayudándolo al
descubrimiento de límites y frustraciones, no preparándolo para asumir riesgos,
complicando con ello su integración.
- Centra toda la organización familiar en el déficit.
- Delega ese niño al cuidado de un solo miembro de la familia, madre, abuela o
empleada, siempre figuras femeninas.
Tres tipos de familia:
- Cooperadoras: intentan que los tres miembros permanezcan en contacto los unos
con los otros. Los bebés manifiestan un temperamento cómodo.
- Basadas en alianzas sostenidas por el estrés: el niño debe desarrollarse en un
medio compuesto por una madre crispada y un padre retraído
- Cuyas alianzas se sostienen por el abuso: más de una vez la madre se dirige al
pequeño como si fuera un adulto miniatura y el padre se queda como observador
no participante.
Esto nos permite describir cuatro tipos de relaciones de vínculos de afectos: protector,
evitación, ambivalente, desorganizado.

Segunda crisis: ingreso a la latencia


Esta etapa escolar profundiza y reabre el afecto del diagnóstico escuchado años atrás: su
hijo es sordo, es ciego, presenta síndrome de Down o cualquier otro síndrome y la duda
de los padres es si ese niño podrá estudiar.
A partir de los seis o siete años muchos niños que poseen discapacidad hablan acerca del
descubrimiento de las diferencias con los otros lo sean estos hermanos, primos, amigos o
compañeros. El niño sordo, por ej., alrededor de esa edad empieza a preguntarse porque
el usa audífonos y los demás no, porque sus padres hablan “largo” y el no entiende.
La latencia implica un periodo de aceptación del “yo soy”: soy un niño sordo o ciego con
compromiso motor.
Intentar solamente lograr que un niño escriba, lea o camine no alcanza para el desarrollo.
Es necesario que logre pensar o reflexionar acerca de sí, acompañado por los padres u
otros adultos.

Crisis durante la adolescencia, en los padres y en los hijos


1) En algunos casos, se observan en jóvenes dificultades de crecimiento. No logran
hacer desprendimientos afectivos de sus padres hacia nuevos objetos libidinales,
sean estos objetos amorosos o nuevas amistades
2) La sexualidad que emerge es sentida por padres e hijos como algo que asusta y
espanta. La adolescencia de la persona con discapacidad es vivida por ciertos
padres como una situación conflictiva, traumática e indeseada donde todo lo que
le ocurre no le es propio sino que tiene absoluta repercusión en la familia
3) Tienen dificultad para tener proyectos personales o ser ellos tomados en cuenta
en sus inquietudes. A los jóvenes con discapacidad nunca o pocas veces se les
pregunta si quieren hacer cual o tal cosa. Sus gustos, sus ideas no son tomados en
cuenta. Esto es una forma engañosa de parte de los padres de no enterarse del paso
del tiempo.
4) El desconocimiento del paso del tiempo. Los padres están tan aferrados al modelo
del hijo soñado y perdido que no se permiten para sí ni para sus hijos un vuelo
mayor una mirada distinta o una comprensión más amplia. Los niños con
discapacidad solo logran posicionarse como verdaderos jóvenes cuando sus
padres o hermanos lo aceptan tal como son y no solo en lo que no son o no pueden
ser.
5) El joven con discapacidad necesita modelos en los que identificarse e ideales.
Necesita de otros para encontrarse, compartir y soñar, y esto obviamente lo logrará
en base a lo que haya podido constituir en el transcurrir de esos años y en base a
lo que haya podido constituir en el transcurrir de esos años y en base a las posibles
actuaciones resilientes de las familias o de los mismos adolescentes.

Resiliencia
Es una capacidad individual, una capacidad de superación que ciertas familias tienen,
siendo promotores de capacidades de superación en niños o adolescentes con
discapacidad. Es la capacidad para soportar el golpe de un diagnóstico y establecer un
desarrollo de circunstancias adversas.
Elaborar un proyecto para alejar el propio pasado, metamorfosear un dolor por un
recuerdo glorioso o divertido explica el trabajo de la resiliencia.
Este alejamiento emocional se hace posible mediante mecanismos de defensas exitosos y
costosos pero necesarios, apoyados en:
- La negación: yo no me acuerdo si sufrí, tenía siempre conmigo a mi mamá
- El aislamiento: no creo que me haya asustado
- La huida hacia adelante: lo que más me importa es qué voy a hacer cuando sea
grande.
- La intelectualización: no hubo más remedio que hacer lo que se hizo, yo nací así…
- La creatividad: creo que voy a ser importante.
Todos estos medios psicológicos permiten regresar al mundo cuando ha sido expulsado
de la humanidad.
Capítulo 3 – Abordaje interdisciplinario: elemento favorecedor para la construcción
del sujeto.

El profesional médico pudo haber sido muy cauto y cuidadoso al elegir los términos para
dar cuenta del diagnóstico de un sujeto, buscando causar el menor daño posible, pero las
afirmaciones caen en el psiquismo de los adultos como una sentencia desconocida,
inesperada o incomprensible.
No todas las familias responden de la misma manera frente a estas verdades.
Sabemos que el adulto busca encontrar soluciones rápidas e inmediatas intentando calmar
las ansiedades o angustias frente a lo no esperado.
La intervención temprana requiere de la actuación de dos profesionales, un estimulador
temprano y un psicólogo, quienes actuarán conteniendo y acompañando al niño, a los
padres y a la familia.
Debido a que un niño con discapacidad merece mucha atención, el devenir de estos padres
y de estos niños recorre los distintos tramos:
- Pediatra-neurólogo
- Estimulador temprano
- Psicomotricista o kinesiólogo
- Médico otorrinolaringólogo
- Psicólogo o psicopedagogo
- Acompañantes terapéuticos
- Maestros integradores
La tarea del psicólogo consiste en develar las fantasías inconscientes que interfieren en la
relación padre-hijo atendiendo al saber “tenemos un hijo distinto”; ayudar a los padres a
comprender que dichas fantasías son la proyección masiva del ataque que nuestro superyó
hace a nuestro yo por la profunda herida narcisista al no tener el hijo perfecto; acompañar
a elaborar los sentimientos de culpabilidad inconsciente por el daño que ellos consideran
haberle causado.
Evitar que ese niño sea excesivamente sobreprotegido asistiendo al crecimiento de su
maduración emocional.
Es necesario advertir a los padres y a otros profesionales acerca de cuáles son las señales
de alarma que muchos pequeños pueden presentar que dan cuenta de sufrimiento psíquico
o de interferencia en su desarrollo emocional: falta de sonrisa social; estereotipias
motoras; desconexión visual, dificultades para dormir, dificultades en la alimentación,
conductas autoagresivas.

Capítulo 4 – Intervenciones posibles en niños que no pueden jugar

La práctica clínica permite descubrir a niños que tienen ciertas particularidades que
llaman la atención: se aferran a un juguete, miran el girar de las ruedas de los autitos,
recortan papelitos o desparraman la goma de pegar en sus manos o encima de la mesa,
actuaciones que a simple vista parecen más descargas neurológicas que actividades
lúdicas.
Están también aquellos niños que al entrar a la sala de juego tocan y sacan todo sin parar
y sin detenerse a mirar que tienen delante de ellos. Otros rompen objetos en un accionar
sin sentido y los que tiran al suelo durante las sesiones sin decir palabra, tocando
simplemente un hilito, usando sus manos para sentir algo entre sus dedos.
A través del jugar, el niño arma su constitución psíquica y esto es lo que posibilita que el
niño sea niño. La pobreza de las actividades de estos niños desconciertan a los terapeutas
y producen mucha angustia en los padres. Para que haya una actividad de juego apropiada
deben darse condiciones psíquicas adecuadas:
- Una acomodada discriminación entre mundo interno y externo
- Fantasías inconscientes, producto de un psiquismo altamente desarrollado
- Un deseo de comunicación con el otro
- El Otro debe estar claramente diferenciado
- Tener capacidad para la simbolización
- Poder identificarse con muñecos o personas
- Desarrollar la capacidad de empatía.
Estos niños hacen uso de un “hacer inapropiado”, aplastan al pensar y al sentir
prevaleciendo actividades en un casi sin sentido. Estos son niños que no pueden jugar y
no que no saben jugar.
- Los juguetes no cumplen la función para la que son construidos ni se los emplea
con propósitos de fantasías inconscientes
- Presentan una cualidad bizarra y ritualista y el niño muestra rigidez e intensa
preocupación por ellos, no siendo esto un rasgo de juego de fantasía
- Muchos de estos objetos son llevados y traídos de un lado para el otro presentando
una promiscuidad de uso. Lo que buscan estos niños son sensaciones duras que
compensen la blandura de esos cuerpos.
Los objetos autistas son usados en forma obsesiva como si fueran partes corporales y cuya
verdadera finalidad es darle al niño seguridad. Estos objetos pueden ser juguetes o no,
pero no cumplen la función para la que fueron creados. No se los debe confundir con
objetos transicionales. Los objetos autistas son una barrera hacia el no-yo. Buscan
simplemente sentir con su aprehensión para no caer en esa rara sensación de la nada. El
objeto autista es primariamente un objeto-sensación.
Como lo llevan siempre consigo no necesita de nada ni nadie para calmar sus necesidades
o angustias. De esta manera, no aprender a tolerar la falta. La frustración es para ellos una
pérdida absoluta de algo. Como son incapaces de hacer duelos, sustituyen la falta por un
objeto autista o formas autistas. De esta manera, bloquean la realidad que podrían
compartir con otros seres humanos dentro de su cultura. Nada puede entrar ni salir. Estos
niños toleran sin ningún lamento la falta de alguien que ha estado con ellos.
Se necesita sumo tacto y paciencia para manipular la transición del uso indebido de
objetos autistas al desarrollo de los sentimientos.
Hay que poner palabras a esos sentimientos. A veces, es necesario quitarle al niño su
objeto de manera que nos reconozca como algo ajeno a él. Los objetos autistas y las
formas autistas han bloqueado al niño la capacidad para el juego y para las relaciones.
Es necesario intervenir como terapeutas:
 Debemos colocarnos en el lugar “objeto” para ser usado por el niño y no de sujeto.
 Cuando nos colocamos en lugar de objeto hablamos y decimos a través de ellos
cosas que son escuchados por los niños
 Es necesario dejarse llevar por lo que él propone y a partir de ahí, el juego operará
según sus propias reglas.
 Como estos niños viven dominados por sensaciones, se debe estar alerta porque
ellos se protegen con todos estos aislamientos para no recordar los objetos y
personas ausentes.
 Como los juguetes que se les brindan no van a poder ser utilizados para representar
escenarios de fantasías ni de modos de comunicación, es más apropiado usar
materiales básicos arena, barro. plastilina, harina para amasar, tocar y moldear
algo de su propia estructura.
 El niño pequeño descubre los juguetes agarrandolos y chupandolos, estos niños a
pesar de su edad hacen muchas veces lo mismo, solo para sentir algo en su boca.
 Como los objetos autistas intentan suplantar a la madre, es necesario no
permitirles su uso y en forma continua reemplazarlos por otros juguetes que estén
con ellos.
 Como no hay reconocimiento del Otro, todo lo que llega a sus manos es de ellos.

Capítulo 5 – La palabra en los encuentros de juego y sus funciones en niños con


discapacidad

Los niños no necesitan ir al consultorio del psicólogo para poder jugar.


La falta del juego son huellas de un pasado generalmente empobrecido donde
habitualmente el adulto relevante fue incapaz de hacer los enlazamientos apropiados. El
juego pobre, sin creatividad, obsesivo, sin espontaneidad, es un observable.

Funciones del jugar


1. Búsqueda de información: ayuda a saber en qué nivel cognitivo se haya el niño;
cuál es el nivel de estructuración lingüística en que se encuentra, qué entiende o
no de acuerdo a su nivel simbólico.
2. Puede ser usado como puesta de límites: el paciente niño exige atención
manifestándose con golpes, patadas, quiere romper todo lo que está a su alrededor.
El psicólogo debe atemperar con palabras y juegos esa furia que el pequeño
manifiesta.
3. Como enseñanza: muchos niños latentes piden jugar a juegos reglados (dominó,
ajedrez). Estos juegos de interacción son verdaderos juegos de aprendizaje, de
límites, de información, de respetar las reglas de convivencia.
4. Como acompañamiento: ayudar al pequeño en la construcción de juguetes, de
juegos o dibujos compartidos.
5. Como señalamiento: se intenta acercar al niño a cierta reflexión, mostrándoles sus
aspectos amorosos o agresivos a través de juegos y juguetes.

Aspectos psicológicos de las personas con una discapacidad congénita o adquirida


durante la infancia

El nacimiento de un nuevo ser crea fantasías, expectativas e ilusiones en los padres al


igual que los temores por saber si su hijo va a ser “sano” o “nacer bien” y si será
“normal”. Es por ello, que cuando un niño nace con alguna complicación se produce en
la pareja una doble conmoción: la preocupación por la salud del recién nacido; la
angustia, desilusión y frustración de las expectativas de ambos.
Como el recién nacido se encuentra en una extrema vulnerabilidad depende
absolutamente del contacto, cuidado y alimento que le brinda la madre o sustituto
materno, es necesario hablar de los aspectos psicológicos y emocionales que se juegan
en la madre, en el niño, en la interrelación de ambos y el medio familiar.
La estructuración del recién nacido como persona, como sujeto deseante con
individualidad y autonomía, requiere vínculos estructurantes con figuras de apego que le
permitan transitar, por un lado, el camino del crecimiento y el desarrollo y, por el otro,
de diferenciación como expresión de sí mismo.
Para crecer y evolucionar se necesita a la familia, que asegura la cohesión, la
continuidad y la permanencia en el tiempo.
El proceso de duelo será pasar de la negación a la aceptación de la realidad.
Los individuos responden al duelo de un familiar cercano a través de la sucesión de
cuatro fases, que pueden durar semanas y hasta meses. Dependerá de la personalidad
previa, de la historia familiar, del grado de unión de los padres antes del nacimiento del
hijo, del orden y lugar que ocupa ese hijo en la familia, si fue deseado o no.

Diversas actitudes de los padres


El curso que sigue al duelo dependerá del alto grado de que los padres puedan compartir
el proceso y pasar juntos de una fase a la otra.
Si cada uno cuenta con el apoyo y consuelo del otro, el resultado del duelo será
favorable. Si no, los conflictos entre ambos y la falta de apoyo mutuo hace que la
familia se disuelva y aparezcan trastornos psicológicos y/o psiquiátricos en alguno de
los miembros de la familia.
Los hermanos del niño con discapacidad pueden presentar síntomas que nunca
presentaron incluyendo problemas de conducta, de aprendizaje, depresión y ansiedad
frente a la dificultad de la familia. No cabe duda que una buena parte de los trastornos
que experimentan los otros hijos son el resultado de la conducta alterada de los padres
para con ellos y no el efecto directo con el hermano con discapacidad.
Si el duelo por la imagen del hijo como mente y cuerpo sano se ha elaborado
satisfactoriamente los padres admitirán que tienen un hijo con dificultades, sin ocultarse
la verdadera naturaleza del problema; de esta aceptación depende la devolución del niño
hasta transformarse en un sujeto autónomo.
Cuando se crea un ambiente óptimo el niño logra la confianza necesaria para avanzar
hacia las metas propuestas y transformarse en un sujeto capaz de desarrollar una vida
independiente de sus padres. Las metas que se propone son alcanzables en un tiempo
prudente y reflejan sus reales capacidades; tanto los avances y retrocesos, los éxitos y
los fracasos en el camino de crecimiento ya no están ligados a la aceptación o el rechazo
(materno-paterno), sino a la construcción de su identidad.
De estos padres podemos encontrar a los protectores, sobreprotectores y los negadores.

La organización psíquica en los niños con discapacidad


Además de la necesidad de estructurar su mundo y a sí mismo, necesita satisfacer sus
necesidades básicas: el desencuentro con sus figuras afectivas crea una
desorganización y duelo por su cuerpo y/o mente enferma.
La desestructuración emocional de la madre y padre, hasta que elabora el duelo y se
vuelven a organizar, condicionar los intercambios afectivos y organizativos con su hijo.
Dicha desestructuración perturba y retrasa la organización psíquica del bebé, quien
además de someterse a continuas revisiones médicas y otras manipulaciones, en
ambientes extraños y por manos y rostros desconocidos.
Caso: El modo en el que el bebé se comporta sigue una secuencia característica. Al
principio protesta y trata de recuperar a la madre por todos los medios posibles. Luego
parece desistir de la posibilidad de recuperarla pero, no obstante, sigue preocupado y
vigila su posible retorno. Posteriormente parece perder el interés por la madre y nace en
él un desapego emocional.
Más tarde o más temprano el reencuentro con la madre provoca el resurgimiento del
apego, es aquí donde la insistencia del niño se ve de forma incesante, tratando de no
desapegarse de la madre ni un segundo.

El niño discapacitado y su ambiente


La OMS define al minusválido “todo niño que, durante un periodo de tiempo
apreciable, se encuentra en la imposibilidad, en la razón de su estado físico, de
participar plenamente en las actividades de su edad en el aspecto social, recreativo,
educativo o en la orientación profesional.”
El niño adquiere la noción de su cuerpo por la experiencia sensorio-motriz o por la
erotización de algunas partes del mismo. En presencia de una deformación parcial del
cuerpo adquirida en la infancia, el niño puede reaccionar con una carga afectiva intensa
o una negación parcial. Si a esto se le suma una actitud de rechazo o indiferencia por
parte de la madre, será suficiente para producir distorsiones de la imagen corporal o
negación de las partes del cuerpo.

Aspectos psicológicos de las personas con una discapacidad adquirida en la vida


adulta

Cuando una enfermedad o traumatismo lesiona una persona de manera permanente


provoca una discapacidad que ocasiona una crisis vital que abarca al sujeto y al medio
en donde se desenvuelve. La secuela de la misma provoca una crisis de identidad y una
serie de duelos que la persona deberá enfrentar y resolver a medida que se adecúa a la
nueva realidad, ya que elaborar el pasaje de un cuerpo sano, perdido a un cuerpo nuevo
y extraño.

Fases del duelo Niño Adulto


El proceso de duelo comienza en el momento Período de shock en el cual el pensamiento es
en que se conoce el diagnóstico, dando mucho más lento y la persona está aturdida sin
lugar a un embotamiento entender nada. (protección del inconsciente)
o adormecimiento de la sensibilidad a menudo
La negación cumple la función de mantener la
interrumpidas por estallidos de cólera. imagen corporal anterior de uno mismo,
El negar el diagnóstico y el pronóstico para ante un desastre abrumador ocurrido
Fase de tratar de preservar al niño de los médicos. en el cuerpo.
Los sentimientos quedan suspendidos y las
embotamiento El paciente retira toda su energía del mundo
de la madres o los padres pueden mostrar exterior
sensibilidad cierto desapego interrumpiendo su relación con el mismo,
como si se tratara de otra familia e incluso se producen conflictos de
aparentar indiferencia. personalidad al ser un periodo de confusión y
desorganización para el individuo.

Cuestionan el diagnóstico del médico e intentan Cuestionan el diagnóstico o lo rechazan


revertir lo irreversible. directamente
Fase de Cuestionan el grado de probabilidad del buscando otras opiniones para intentar
anhelo y pronóstico complicado. revertir lo irreversible. La frustración tras la
búsqueda Los
de lapadres se acusan de no prestar suficiente
búsqueda de la cura de la enfermedad o la lesión
figura perdidaatención a los primeros signos de la que incapacita produce en el sujeto la cólera
enfermedad o de no haber previsto con y el autorreproche. Cuando el paciente disminuye
anticipación lo que iba a pasar. sus proyecciones en los otros comienza a tomar
conciencia de sus limitaciones y posibilidades.

Sienten que nada podrá hacerse y caen en la Se empieza a tomar conciencia de la


Fase de ladepresión, en el abandono de ellos mismos discapacidad.
desorganización y del hijo. El trauma físico es vivido como una alteración
Se pierde la voluntad y el deseo de lucha.
y desesperanza de la identidad. Debe renunciar a la esperanza de
Se instala la frustración. volver la situación atrás.

Los padres reconocen y aceptan la realidad Acepta


en las limitaciones de la discapacidad
forma gradual. Lentamente se acomodan en a laforma gradual, reconociendo las diferentes
nueva situación de ellos mismos y circunstancias del presente con sus posibilidades
su hijo reconociendo y límites a fin de redefinir sus metas.
las diferentes circunstancias del presente, El
lostrabajo de duelo requiere de la aceptación
límites y posibilidades de sus hijos y activa de la persona para empezar a convivir
Fase redefinir las metas hacia las que encaminarán con sus modificaciones corporales y
de sus esfuerzos.Cuando la familia acepta abordar la crisis.
reorganización que el niño estará lo mejor posible,
abandonan la ilusión de la reversibilidad total.
El juego y El jugar un enfoque psicoanalítico

El juego es fundamental para la estructuración del psiquismo,es un tiempo de encuentro


mutuo que es promovido por la motivación, en el cual no solos los niños juegan sino
también los adultos. A lo largo del tiempo se le dio mayor importancia al mismo, ya que
el juego es la actividad propia del niño: “Tiene su propia organización y permite la
libertad imaginativa”.
Freud “Juego del Fort-Da”, ubica al juego en otro nivel como formación simbólica
dentro del principio del placer; Klein dice que el juego ayuda a explorar el inconsciente
y lo demuestra con su primer paciente Fritz, con el cual se hizo un tratamiento en su
casa con sus mismos juguetes, estableciendo dos etapas importantes: La primera es la
exploración del inconsciente y el análisis de la transferencia y el uso de la interpretación
que se hizo característica de su técnica. Ella equiparaba el juego a las asociaciones
verbales del adulto, el niño por lo tanto no solo es capaz de usar y jugar con palabras,
sino también es capaz de hacer juegos de palabras. Es el niño el que expresa sus
fantasías, sus deseos y experiencias de un modo simbólico por medios de los juguetes y
juegos y a su vez utiliza los mismos como medio de expresión que en el sueño.
Podemos decir entonces que el juego era el medio de representación indirecta de
fantasías, deseos y experiencias, por lo tanto el lenguaje da alivio y placer de descarga
Según Liberman con la teoría de la comunicación y la lingüística, en todo juego
debemos diferenciar dos niveles: el nivel de la fantasía inconsciente y el nivel de
codificación que dicha fantasía tiene en la estructuración del “sintagma” del juego. Así,
por lo tanto trata de conceptualizar los tres niveles del área semiótica en el juego: el
primero la sintáctica, luego semántica y por último la pragmática
Ciertas actividades lúdicas pueden permitir el desarrollo de un mundo lúdico donde el
significado puede alejarse cada vez más del referente espacio temporal. La semántica en
el juego se la entiende como la discriminación entre el significante y el significado,
como la capacidad de darle significado a diversos significantes alejados del referente
real.
En primer caso hay actividad simbólica y un sintagma lúdico organizado, y en el
segundo caso hay una ausencia de simbolización.
La pragmática tiene en cambio que ver con el deseo hay el propósito de comunicar algo.
Para ello, el niño debe discriminar la verdad de la fantasía,” Debe haber un YO-
OBSERVADOR que tiene consciencia de juego”. El verdadero juego es el que posibilita
un juego simbólico y acepta la comunicación con el otro, pero hay algunas conductas
que se aproximan al juego, pero no lo son, son “Seudojuegos” (la actuación o acting
donde en la secuentincia del mismo el niño no respeta lo establecido, golpea o lastima)

La discapacidad psíquica severa de los niños que no juegan


La actividad lúdica es el que le irá posibilitando entrar en ese mundo simbólico, en ese
entrecruzamiento de pulsiones, de deseos maternos, fantasías familiares, el que le
ayudará al niño a esa estructuración psíquica, a la estructuración del YO,
fundamentalmente del YO-REAL definitivo,sucedáneo del YO del placer.
Aquel otro se caracteriza por su pasividad desde bebé, donde los objetos que están a su
alcance no son utilizados como mediadores simbolizantes, sino sólo fuentes de
estimulación sensoperceptiva, podemos diagnosticarlos ya, como niños con alto grado
de perturbación psíquica (Los niños que NO JUEGAN y no que no pueden jugar)
El no poder jugar tiene que ver con inhibiciones YOICAS en el desarrollo de la fantasía,
con bloqueos afectivos, con fobias, con conductas obsesivas, pero su mirada, sus
intereses nos aproximan a un niño con deseo, por el contrario los niños que NO
JUEGAN se caracterizan por el no deseo o por el deseo del no deseo.
Caso: juan no jugaba. Todo lo contrario, su mundo estaba dominado por sensaciones. Él
buscaba los objetos sensaciones y no objetos-juguetes simbólicos. Los objetos eran
tomados como elementos que le producían sensaciones. Según Tustin objetos autistas
de fantasías conscientes, que marcaban que dichos objetos eran parte de ellos mismos,
del mismo cuerpo.
Ellos no pueden percibir el deseo ni tolerar la frustración de los sentimientos de
separación. El objeto autista evita “ El suspenso de espera transcurriendo así su vida en
una búsqueda de satisfacción casi instantánea.Estos objetos autistas tienen origen en
actividades autosensibles que se iniciaron en la infancia, los que los va tornando cada
vez más estrictos y raros “ Es necesario que en el transcurso del tratamiento
psicoanalítico pueda ir abandonando el uso de los objetivos autistas, ya que éstos le
impiden aprender las destrezas y técnicas apropiadas de la cultura”.
Según Tustin en estos niños una profunda herida primaria de la separación corporal con
su madre, sentimiento y vivencias que vuelven a reaparecer cada vez que hace su
aparición una experiencia de separación. Es la terapia psicoanalítica la que les
proporciona la posibilidad de enfrentar algunos hechos y frustraciones inevitables
(dentro de un encuadre protegido) y la comprensión del terapeuta acerca de los objetos y
figuras autistas son las llaves que le permitirán entrar en su mundo ( empatía no apoyo
sentimental).

El juego y el jugar en niños con déficit


Winncott decía: “ El juego es una experiencia siempre creadora, es una forma básica de
la vida”. “Lo universal en el niño es el juego y corresponde a la salud, facilita el
crecimiento y conduce a relaciones de grupo. No hay que pensar y desear hacer cosas,
en realidad hay que hacer cosas y el jugar es hacer”. A veces esta actividad se encuentra
perturbada, inhibida o bloqueada ya sea por conflictos, por inmadurez o deficiencia
sensoriales, motrices o intelectuales.
 Déficit Sensorial: Los niños sordos, gracias a su sensorio visual tratan desde
pequeños imitar y de representar lo que hacen los mayores. Si bien tienen
dificultades para comunicarse oralmente, lo harán a través de gestos, de la
mímica. Hasta los 4 o 5 años no tendrán demasiada consciencia de la pérdida
auditiva y no se siente inhibido por su falta. Para el niño en verdad necesita
mirar y moverse más que cualquier otra cosa, y saber acerca de lo que está
ocurriendo a su alrededor. con sus padres. A los 3 años de estos niños se los
puede ver jugando solos o en compañía de alguién sin diferencias con los niños
oyentes.
Pero en la etapa preescolar cuando el lenguaje no es lo suficientemente
completo para entablar un diálogo con otro, se observa en el juego de estos la
inhibición de realizarlo con otras personas (jugar a la comidita) y todo dado a
que comienzan a darse cuenta que no pueden comprender todo lo que pasa a su
alrededor lo que les genera frustración.
El niño se ve privado de ciertos aspectos de su infancia si no posee cierto
lenguaje antes de la edad preescolar; los sordos reeducados con metodología
oral, hablan de no tener tiempo para jugar ya que tienen que estructurar su
lenguaje para entender no jugar. Es por esto que cuando llegan a sus casas se
“enchufan” a la tele a ver dibujitos, los cuales no necesitan de la comprensión
del habla, viviendo una vida en el “cómo sí”, como si fueran niños, como si
jugaran

 Déficit Sensorial: El niño ciego generalmente se muestra más pasivo,


permaneciendo acostado en su cuna, realizando actividades autoeróticas. Al
escuchar a la madre se tranquilizan y sonríen, pero al no estar la madre sienten la
lejanía y ausencia con mayor angustia, no obstante en ellos se ve la ausencia de
la conducta de búsqueda, ya que los sonidos y voces no alcanzan para darle una
apreciación de lo real (el afuera). Su rostro tampoco refleja frustración por la
pérdida de un objeto. Su locomoción también se
retrasa. La
incapacidad o la dificultad del niño ciego para representarse a sí mismo en el
juego. Esto se debe, decia, a la dificultad de la representación de un mismo
como un YO dentro de un universo de YOES. El juego representacional aparece
en correspondencia a la aparición de los pronombres YO y Mi o Yo y TÚ. Caso:
Katen. una niña ciega de 3 años que al sugerirle jugar a bañar a la muñeca, se
desinteresó del juguete, lo tiró y se quiso bañar ella en lugar del objeto. Casos de
discapacidad: Tony y Peter.

 Déficit Intelectual: No importa el nivel que posean ya que sus posibilidades de


jugar están relacionadas con las posibilidades de que emerja o no un niño. Los
padres toleran mal la debilidad del niño, de ahí que les resulte difícil jugar
tempranamente con ellos y estas funciones son suplidas por estimuladores de
temprana edad o reeducadores. Lo que la madre no ha podido resolver respecto
de su propia castración, el niño se lo apropia en forma de ECO. Si la madre se
siente castrada por ese hijo, el hijo responderá al unísono. De ahí que toda
autonomía del niño, los padres se desesperan. Las severas dificultades de estos
chicos para jugar son impuestas por la familia más que por una incapacidad.
Caso: clarita tiene 2 años (Síndrome de Down), en la hora de juego diagnóstica
se presentó desenvuelta, pudiendo separarse de la madre sin problemas. Tomó
un muñeco, lo abrazó y lo hizo dormir cantándole una canción. Luego tomó una
cacerola y se puso a cocinar, comiendo primero ella y después le dio de comer al
muñeco. Al rato se acostó en el suelo tomando una
mamadera.
Al cabo de diez minutos descubre que el muñeco era sexuado y sorprendida le
muestra a la mama diciendo tiene pito (hacía poco había tenido un hermanito
llamado matías).

 Déficit Motriz: El cuerpo de estos niños está severamente comprometido desde


su nacimiento, ya que lo afecta casi desde el momento de su nacimiento. Su
cuerpo es atendido y manipulado tanto por el entorno familiar como por los
especialistas, esto hace que el niño sufra un desapego
grande. La imposibilidad motriz hace
que el juego del niño se observe “pobre” o simplemente “no jugar”, no porque
no esté el deseo sino que ese deseo está aprisionado en una silla de ruedas. La
tensión contenida por el no jugar se refleja en conductas como golpearse su
cuerpo o limitándose a sentir cosas en su cuerpo, por ejemplo , un niño con
trastorno motriz debe sentir el placer de estar en el suelo, hacer rodar la pelota o
auto con alguna parte de su cuerpo, etc. Caso: un niño quiere jugar al fútbol y al
no poder meter goles sin ayuda externa, los niños deciden que sea el árbitro y
relate los partidos, para que así juegue “ a su manera” y sea partícipe del juego.

El Dibujo del Niño y Adolescente Discapacitado Intelectual


El dibujo es una creación propia del sujeto, lo que le permite al igual que el juego, los
sueños y el lenguaje tener acceso a la vía del inconsciente.Todo dibujo es algo propio y
personal donde tanto el niño como el adolescente y el adulto expresan las fantasías, los
mitos, sus conocimientos y su sentir acerca de su realidad interna o externa.
Tenemos que entender al dibujo y al sujeto que dibuja en toda su completud tratando de
captar la interacción entre lo real, lo simbólico y lo imaginario, ya que aquello que se
dibuja es la verdadera imagen del inconsciente
En los dibujos podemos captar retraso intelectual o captar primero la mayor o menor
integración de su esquema corporal, siguiendo la imagen del inconsciente de sí, tercero
el descubrir que en esas representaciones gráficas puede haber una débil estructura
psíquica, “ Un verdadero débil relacional- Dolto”, cuarto reconocer que el dibujo es un
excelente medio de comunicación, tanto relaciones con padres u otros adultos además
de consigo mismo y el quinto es la secuencia de los dibujos, a través de los años, sirve
visualizar el crecimiento de la subjetividad y permite compartir con otros profesionales
intervinientes los progresos o detenciones de la evolución “ Conformando una imagen
del cuerpo”.

Estilos de respuesta de la familia ante la sordera de un hijo


Conflictos comunes en la dinámica familiar frente al diagnóstico de sordera, siendo
padres oyentes.
El nacimiento de un hijo con discapacidad crea en los padres una herida narcisista.
teniendo que afrontar un proceso de duelo por el hijo que no fue o no nació, el deseado,
deben hacerse cargo de la pérdida para poder, recién, aceptar a ese niño sordo.En la
elaboración de este proceso influye multiplicidad de factores; si esta se da como
corresponde llevará a un crecimiento y desarrollo de la familia , por el contrario si esto
no se da, provocará un enfrentamiento desajustado a la situación crítica puede
desencadenar situaciones disfuncionales para el grupo familiar.
-Reorganización del grupo familiar alrededor del niño con discapacidad, quien
ocupa el lugar central en el interjuego del vínculo familiar.
-Reorganización de la familia desconociendo el déficit, manteniéndose, en lo posible, al
margen y tomando una actitud de segregación del miembro con discapacidad.
-Reorganización grupal mediante la delegación del niño con discapacidad a un solo
miembro del grupo familiar, usualmente la madre.
-Disfuncionalidad en el subsistema fraterno:
a- Cargando con gran peso de la situación creada por la discapacidad del hermano.
b- Ocupando un lugar periférico con cierto abandono y descuido de ellos.
c- Sobreprotegidos, mantenidos al margen de la situación
-Disfuncionalidad en el vínculo de la familia como grupo con el medio-externo: La
familia sostiene una posición de aislamiento con respecto al medio. Dicho resultado es
el resultado de una serie de factores:
a- Actitud social, general, de segregación de toda la familia que tiene el miembro con
discapacidad. Esta actitud genera en la familia sentimientos de soledad y desamparo.
b- Una tendencia de la familia misma a autoprotegerse dada por el temor básico de
exponerse ante el medio que los puede marcar como fallados. Sensibles a toda situación
crítica o burla que venga de afuera.
c- Un exceso de responsabilidades que debe asumir ante la rehabilitación del niño,
manejando una ideología del deber cortar todas las posibilidades de esparcimiento,
recreación o distracción.

La madre al tener un hijo con discapacidad debe recuperar: su identidad como mujer y
madre y su propia integridad interna.
Tomando a Lacan sabemos que toda madre vive con su hijo una relación temprana,
imaginaria, especular, en la cual ella (que siente su incompletud y se reconoce como
castrada, como faltándole algo) puede vivir al hijo como quien la hace sentir completa,
es el falo para ella (el falo en el sentido de lo que completa una falta de perfección).
Sintiéndose que no le falta más nada que está completa.
Una madre así hace que el niño sienta tranquilidad y le ofrezca la disponibilidad de los
objetos del self que él necesita para su desarrollo:
 Un objeto especular, reflejante, que emite un conjunto de evaluaciones y
actitudes de reconocimiento. Ejemplo: la sonrisa de la madre cuando el hijo la
mira
 La imagen parental idealizada hacia la cual el niño puede mirar y con la que
puede fusionarse, ya que le brinda una imagen de calma. Ejemplo: el bebé
experimenta la calma por el sostén de la madre.Ej:El hijo con déficit no se
constituye como Hijo-Falo sino como No-Falo y los demás miembros (padre y
hermanos) quedan en la periferia

La Discapacidad- Una mirada distinta, una escucha diferente reflexiones


psicológicas y psicoanalíticas

Capítulo 2 - Lo esencial es invisible a los ojos. Entre obstáculos e instrumentos


Es verdad que la discapacidad es considerada en muchos casos como una intervención
divina, en donde el ser discapacitado es entendido como una suerte de castigo o
privilegio, lo que puede operar como defensa en dicho sujeto y en algunos que lo
rodean, pero que se plasma en un justificativo para la poca estigma que existe hacia la
persona con discapacidad y su familia.
El terapeuta tratará de buscar la simbolización y ver el lugar que ocupa el niño en la
familia, además de ver como se lo ve.
Empezaremos por hablar de Dolto con su diferencia de imagen corporal y esquema
corporal. Este último es un dato anatómico en el que el cuerpo puede estar sano o
lesionado, mientras que la imagen corporal es un dato histórico que se va construyendo
con la ayuda del medio y de esta forma ” en esquema corporal muy lesionado puede
estar habitado por una imagen del cuerpo integrada”. Pero para que esto ocurra, será
necesario que la madre nomine la falta, a la vez que le signifique otras partes del cuerpo
no lesionadas,diciendo “Si tú tuvieras brazos podrías abrazar como yo te abrazo, pero
yo siento tu mirada como un abrazo”.
La imagen del cuerpo, es entonces , todo aquello en lo cual se inscriben las experiencias
relacionales de la necesidad y el deseo, valorizantes o desvalorizantes, es decir
narcisistas o desnarcisisantes
La importancia de la mirada y su intencionalidad es importantísimo y muy trabajado por
los psicoanalistas. Ejemplo del estadio del espejo y la importancia de este ser hablado,
si esto no se da como corresponde se fomente el falso self.
Buscar que se produzca un YO más integrado que resulte capaz de defenderse de la
ambigüedad. Este autor considera que un Yo que haya logrado la madurez puede
transitar por momentos regresivos. La muerte y la finitud se las pueden negar para poder
seguir viviendo pero aceptar y reconocer para poder crear y producir. El daño que se
inscribirá y será vivido en el mundo interno de acuerdo con las estructuras psíquicas del
sujeto, pero para que esto sea posible será necesario brindarle ese espacio como a
cualquier otro sujeto que demande tratamiento interdisciplinario

Capítulo 13-El adolescente discapacitado ¿Tiene un lugar? ¿ Cuál lugar?


La problemática adolescente sólo puede estudiarse en su interrelación con el medio
familiar y social. Se diría que hay un deseo oculto de mantener una eterna juventud,
mucho se ha avanzado en el referente a la infancia del niño con discapacidad
reconociendo cuestiones tales como:
 La necesidad de un adecuado maternaje para evitar mayores perturbaciones en el
proceso de subjetivación
 El análisis de las fantasías y los duelos de los padres por el hijo ideal largamente
soñado y esperado
 La importancia de la estimulación temprana
 La consciencia de la necesidad de que hay integración lo más tempranamente
posible en el medio familiar, escolar y social
 El estudio de las posibilidades de una mejor educación y reeducación
Es decir que debemos atender y entender la adolescencia de la persona como
discapacidad acentuado lo que tiene de común con la adolescencia en general y
estudiando lo propio de sus especificidades, así como reconociendo también la
ambivalencia y resistencia de los padres y de la sociedad para aceptar estos procesos de
crecimiento. Según Rodulfo se plantea su idea de la adolescencia como un largo proceso
que se constituye a partir de una serie trabajos psíquicos, trabajos simbólicos que deben
cumplirse para que pueda darse el despliegue a la creatividad, el logro de una identidad
y el pasaje a la adulta.

-El pasaje de lo familiar a lo extrafamiliar: El padre común no se detiene demasiado a


pensar en estos trabajos que hace su hijo, sólo se preocupa cuando lo esperado no se da
y el joven se presenta aislado o mantiene un contacto simbólico primitivo. Pero no
ocurre lo mismo con los padres y los jóvenes con discapacidad intelectual. Se
enmascara la verdadera realidad del conflicto, la dificultad de estos padres por
desanudar los lazos que sujetan a estos jóvenes, ellos piensan o sienten que este
afrontamiento es un desprendimiento total, un dejar caer y no el apropiado sostén de
acuerdo con las distintas posibilidades de los hijos y de los tiempos.
La falta del amigo íntimo (del mismo sexo primero y luego de sexo diferente) no
colabora con el desprendimiento familiar, la no existencia de la categoría del amigo
íntimo y el no alcanzar una comprensión acabada de las diferencias entre compañeros y
amigos imposibilita los comienzos de la adolescencia ya que éste es el que da un seguro
de supervivencia y una relación vincular fuera del ámbito familiar.
La verdad es que este amigo íntimo es un sustrato identificatorio importante para la
elección del objeto amoroso heterosexual “es aquel que posibilitará el alivio de las
ansiedades edípicas y que actuará como amortiguador frente a la incapacidad para
soportar que los objetos no estén totalmente bajo su control”. Ej.: los jóvenes con
discapacidad intelectual emplean la palabra amigo en forma indiscriminada porque lo
han escuchado de hermanos, primos, padres o profesionales. Lo que dificulta el pasaje
no es la marca orgánica, la limitación concreta sino la represión del placer y del saber,
Estas son las piezas claves para la expansión de un sujeto. El cercenamiento de la
verdadera identidad es un juego casi perverso y siniestro que el adulto y la sociedad han
escenificado muchas veces frente a estos jóvenes impulsándolos casi ficticiamente al
desarrollo de sus posibilidades para luego no atender a ninguna demanda.
-De lo fálico a lo genital

-La salida del narcisismo y la entrada al campo social

-El pasaje del juego al trabajo

-El sepultamiento de la infancia

También podría gustarte