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LA IDEOLOGÍA DE LA PIEDRA.
El uso del mármol y del granito en los monumentos argentinos.
Del Liberalismo al Fascismo (1920-1930).
Resumen
Palabras clave
Summary
In appearance, there is nothing less ideologized than stone, marble and granite.
However, the choice of one or the other material in public monuments also responds to a
political and economic situation. The present communication is based on the hypothesis that
the ideological and aesthetic debates that took place in Argentina in the first half of the 20th
century explicitly in speeches, manifestos and facts, also have their implicit correlation in the
choice of constructive materials of their monuments. The most representative architectural
and sculptural monuments of the period show changes in their materials that accompany the
ideological mutations of the time. A noticeable change is perceived from the 1930s when
Carrara marble is no longer preferred to replace it with the supply of national granites. The
reason for the change is not due to random questions but rather suggests an unintended
ideological background by architects and constituents that will have its consequences in the
aesthetic field.
Keywords
1
Introducción
Variadas son las investigaciones en historia del arte que se ocupan de los vínculos entre
estética e ideología y que no son tema de esta comunicación. Sí nos ocuparemos de las
materias primas utilizadas dado que, supuestamente, éstas carecen de connotaciones
ideológicas evidentes cumpliendo funciones únicamente utilitarias. En efecto, podríamos
suponer que no hay nada menos ideologizado que los materiales constructivos ni nada más
mudo e inmutable que la piedra. Jorge Luis Borges llegó a afirmar que “la piedra eternamente
quiere ser piedra” siguiendo a Spinoza que “entendió que todas las cosas quieren perseverar
en su ser”2 y dio como ejemplo la inmutabilidad de la roca. En la presente comunicación se
dejará planteada una nueva línea de investigación a desarrollar: que la elección de tal o cual
revestimiento pétreo también responde una determinada cosmovisión y que la roca, además
de su apariencia inmutable, posee un dinamismo ideológico que se corresponden con el
espíritu de cada época. En el artículo que sigue se expondrá una breve reseña de los cambios
de materiales aplicados en los monumentos públicos escultóricos y arquitectónicos con ánimo
de profundizar el relevamiento e interpretación de las piedras utilizadas en investigaciones
posteriores.
2 Borges, J. L. (1960). Borges y yo. En Borges, J.L. El hacedor. Buenos Aires: Emecé.
2
Tiempo y lugar
Tomaremos como casos testigos los monumentos más representativos realizados antes
y después de la década de 1930 a la que consideramos significativa por los cambios
ideológicos, políticos y artísticos operados en la Argentina. Luego de que se aprobara la
Constitución liberal de 1853, el país comenzó a recibir un aluvión inmigratorio sin
precedentes proveniente principalmente de Italia y España que modificó su perfil cultural. El
estímulo a la inmigración europea había partido de ideas como las de uno de los mentores de
la Constitución Nacional, Juan Bautista Alberdi a quien se le atribuye la sentencia de
“Gobernar es poblar”. Se combinaron así políticas inmigratorias de franco aperturismo con
recetas económicas librecambistas. 1930 es un hito en la historia nacional: el proceso
inmigratorio se frena y se hacen presentes medidas proteccionistas opuestas al espíritu de la
etapa precedente bajo la influencia de ideas nacionalistas e incluso fascistas emergentes en la
Europa de entreguerras. En el campo estético , los cambios no se hicieron esperar.
A partir de los años 30, se dejaron de proyectar monumentos que seguían las tendencias
del romanticismo europeo del siglo XIX y se prefirieron nuevas obras con formas menos
miméticas y de líneas más depuradas al calor de las recién avenidas tendencias de la
vanguardia europea y también, paradojalmente, de las estéticas emergentes en la Italia
fascista y en la Alemania nazi. Aunque se trate de un tema eludido por la historiografía
argentina, tal vez para evitar comprometer a los artistas nacionales más consagrados con esas
simpatías, varias son las publicaciones de esos años que dan testimonio de esa gravitación
(Lázara 2017). En cuanto a las materias primas de los monumentos, al mármol de Carrara,
importado en abundancia entre 1880 y 1929, se le impondrán aranceles onerosos y se lo irá
sustituyendo por granitos y mármoles argentinos. Seguidamente desarrollamos una breve
reseña de las características de ambas clases de piedra para comprender mejor las
motivaciones ideológicas y las consecuencias estéticas que se corresponden con una de ellas.
Diversos tipos de piedra se vienen utilizando desde la Prehistoria como materia prima
de la escultura y la arquitectura. Si en el Paleolítico se utilizaron materiales orgánicos y
perecederos, como la madera y el adobe, a partir del Neolítico, las culturas agrarias ya
sedentarias, valoraron los materiales líticos duraderos de grandes dimensiones. Más tarde, en
Egipto y Mesopotamia, se utilizaron piedras homogéneas para la elaboración manual como el
pórfido y el granito; a partir de la antigüedad clásica se prefirieron los mármoles a los
granitos por su granulometría más fina apta para el modelado más preciso. Además el
mármol logra un pulido final con efectos de tersura diferentes a la opacidad del granito.
Justamente, en la cultura grecorromana se denominó marmora a toda piedra que cuando se
pulía lograba un brillo casi espejado. La palabra deriva del griego µάρµαρον (marmaron),
piedra brillante.
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Fig. 1 Mármol de Carrara italiano. Fig. 2 Granito Rojo Dragón argentino. Fotos del autor 2020.
Fig. 3 Mármol pentélico griego. Relieve Thraseas y Euandria. S. IV a.c. Museo de Pérgamo. Berlín.
Fig. 4 Mármol de Carrara. Giovanni Strazza, Virgen Velada (1862). Convento de las Hermanas de la
Presentación. San Juan de Terranova. Canadá. Foto Shhewitt.
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Por contraste, el granito presenta una composición diferente del mármol. Su origen es
el magma o roca volcánica que surge del interior de la tierra en forma líquida ígnea y que se
solidifica al enfriarse. Si el enfriamiento del magma es rápido conforma lo que hoy se
denomina genéricamente roca volcánica, blanda y porosa y de baja resistencia a la
compresión; pero si el enfriamiento se produce lentamente, el magma se convierte en granito.
Mientras que en el mármol predomina el carbonato de calcio, en el granito prevalecen el
silicato (feldespato alcalino) que lo hacen duro y resistente. Existen marcados contrastes entre
el uso arquitectónico y artístico del mármol y el granito. Entre las ventajas del mármol está la
versatilidad a la modelación; mientras que el mármol es óptimo para la talla directa por la
estructura blanda de su calcio, el granito es duro y menos maleable a causa de sus silicatos.
La resistencia a la compresión del mármol de Carrara se ubica entre los 955 a 1390 kg/cm2
mientras que los granitos resisten entre los 1000 y 8.000 kg/cm2 (Pieri, 1958: 390). En
consecuencia los resultados formales son muy diferentes; a partir del mármol, el escultor
puede tallar formas redondeadas y orgánicas y detenerse en el detalle orgánico, mientras que
partiendo del granito el artista está limitado a las formas rectilíneas y ortogonales que
determinarán la estructura resultante. En definitiva, el granito otorga una apariencia simple y
sólida a los componentes de una obra pero como resulta muy penosa la talla directa con
herramientas de precisión, los resultados son menos ricos en el detalle aunque más potentes si
se contempla la obra en su conjunto.
Fig. 5 G. Bernini. Rapto de Proserpina (1621-22)..Mármol de Carrara italiano. Detalle. Galería Borghese. Roma.
Fig. 6. R. Bernardelli. Mon. a Manuá . (1910) Granito rojo real uruguayo. Montevideo. Fotos del autor. 2017.
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En beneficio del granito hay que decir que como su porosidad es menor que la del
mármol, es más resistente a la intrusión de agentes contaminantes y se degrada con mayor
lentitud que el mármol. Los mármoles de Carrara, por ejemplo, son muy vulnerables a la
lluvia ácida y a otros agentes del medio ambiente como líquenes, alcoholes y otros productos
abrasivos, no siendo recomendables para la exposición a la intemperie en regiones climáticas
adversas por la humedad ambiente y la amplitud térmica pronunciada. En cambio, los
granitos por su menor porosidad y granulometría más cerrada, ofrecen mejores resultados al
paso del tiempo (figs. 7 y 8). En la Prehistoria y en la Antigüedad preclásica se utilizó el
granito para usos arquitectónicos y escultóricos con sostenido éxito. En Egipto, el granito está
presente en obras de tamaño colosal como obeliscos y estatuaria que, abandonadas a la
intemperie durante siglos, registran un buen estado de conservación hasta la actualidad.
Mientras que en la historia universal del arte, el granito se utilizó con antelación al mármol,
en la Argentina, el proceso fue inverso. Desde fines de siglo XIX y hasta principios de la
década de 1930, el mármol de Carrara italiano fue el más utilizado tanto en escultura
monumental como en revestimientos arquitectónicos. Mario Pieri (1958: 230) ubica a la
Argentina como el mercado más importante de Sudamérica para los mármoles italianos. En la
Argentina, las exploraciones y estudios geológicos sobre la potencialidad de los recursos
marmíferos comienzan recién avanzado el siglo XX. Franco Pastore logra en 1914 el grado
de doctor en Ciencias Naturales con un estudio petrográfico en la inhóspita Sierra del Morro,
provincia de San Luis, descubriendo “un granito rosado biotítico, de feldespatos
relativamente grandes, algo escaso de cuarzo, y cuya alteración está casi siempre muy
avanzada” (Pastore 1914:23). El geólogo logró un importante relevamiento del área que
incluyó mapas geológicos, documentación fotográfica y estudios microscópicos de sus
hallazgos. Como las muestras graníticas se le desgranaban al manipularlas, la potencialidad
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marmífera de la región fue descartada en ese momento. Años después, se hallaron a pocos
kilómetros de Sierra del Morro, en Potrerillos, las más importantes canteras de granito rojo
dragón del país que se utilizaron en edificios y monumentos en décadas posteriores. A partir
de 1930, cambios en la política económica nacional al calor de ideologías nacionalistas
aplicaron restricciones a la importación y altas tasas aduaneras al ingreso de mármoles
importados. La importación del mármol de Carrara declinó y el consumo interno argentino
optó por los granitos nacionales resurgiendo el interés por la potencialidad minera del país.
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TABLA 2 PRODUCCIÓN E IMPORTACIÓN DE MÁRMOLES – Fuente Padula (1971)
Año Producción nacional Importado
m3 $/m3 $ m3 $/m3 $
1967 5.421 472 2.558.712 916 951 871.487
Padula justificó esta política arancelaria argumentando que el costo de producción del
mármol procedente de Carrara era mucho menor al argentino por dos razones principales: en
primer lugar la organización fabril y la tecnología italiana era muy superior a la nacional que
se mostraba precaria y hasta caótica; en segundo lugar, como los mármoles y granitos
nacionales contienen más silicatos que los italianos, el hilo helicoidal de acero cortaba los
bloques en chapas a una velocidad mucho más lenta en los telares argentinos que en los
italianos. Si en Italia una sierra o lama cortaba una chapa de mármol a una velocidad de 18 a
20 cm. por día, en los aserraderos argentinos bajaba sólo de 10 a 12 cm. por día demorando
casi el doble en producir la misma cantidad de material. En consecuencia, mientras que en
Carrara el costo de aserrado que convertía el bloque en chapas de mármol costaba $ 400/m3,
en la Argentina se elevaba a $ 600/m3. Con la recarga arancelaria a los mármoles de Carrara,
las piedras nacionales pasaban a tener un precio sustancialmente más bajo que las italianas, a
pesar de su mayor costo de extracción y elaboración. El resultado de esta política comercial
de Estado dio como efecto que, a partir de 1930 y hasta la actualidad el mercado argentino
sustituyó la importación masiva de mármoles italianos por granitos nacionales. Baste cotejar
datos actuales, la Argentina produjo en 2013 72.123 toneladas de rocas aplicadas de las
cuales 54.844 correspondió a granitos y sólo 17.280 a mármoles. En la producción de
granitos las provincias de Córdoba, San Luis y de Buenos Aires lideran el conjunto con casi
el 90 % de la producción desplazando a los otrora casi monopólicos mármoles de Carrara.
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a un prócer extranjero, el monumento a Juan Lavalle (1887) del ligur Pietro Costa y la Fuente
de Las Nereidas (1903) de Lola Mora que si bien era argentina, hizo la obra en Roma (fig. 9).
Fig. 9 Lola Mora, Fuente de las Nereidas (1903). Buenos Aires. Foto Diario de Turismo (2015)
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importante de Buenos Aires no sólo por sus dimensiones y su lugar de emplazamiento sino
también por haber sido escenario de grandes concentraciones de masas. Su gran columna fue
el punto de encuentro del Congreso Eucarístico Internacional de 1934, de la visita del Papa
Juan Pablo II en plena guerra de Malvinas en 1982 y de la gran rebelión agropecuaria de
2008.
Fig. 10 Arnaldo Zocchi. Monumento a Colón (1921) (detalle). Bs As. 2015. Derribado por razones ideológicas.
Foto Graciela Fernández.
Fig. 11 Davide Calandra – Edoardo Rubino. Monumento a Bartolomé Mitre(1921). Bs. Aires. Foto Dabaisin.
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Granitos y mármoles nacionales a partir de 1930
Fig. 12 Lola Mora. Monumento a Avellaneda (1913). Avellaneda. Foto M. Mastrospaqua (2011)
Fig. 13.José Fioravanti. Monumento a Avellaneda (1934) . Foto Roberto Fiadone (2009).
Si bien los homenajes a Avellaneda dejan ver con nitidez el contraste de estéticas y
materiales en torno a 1930, el monumento más emblemático de la época es el Monumento a
la Bandera que fue proyectado en 1940 aunque su inauguración se demoraría hasta 1957 (fig.
17). Se trata del monumento de mayor tamaño de la Argentina y está ubicado en la ciudad de
Rosario. Consta de 10.000 m2, de una torre de 70 metros de altura y de un propileo de 26
metros de ancho con una explanada para concentraciones de 51 metros de largo. El conjunto
está revestido en mármol travertino procedente de la provincia de San Juan y es un hecho
notable que se había propuesto con anterioridad una versión del monumento que fue
censurada. Se trataba de un proyecto en mármol de Carrara iniciado por Lola Mora en 1910.
Las esculturas alegóricas enviadas por la autora desde Italia fueron mal recibidas por la
opinión pública que consideraba que los desnudos no eran apropiados para homenajear a un
símbolo patrio como la bandera. En consecuencia fueron rechazadas y se convocó a un nuevo
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concurso que dio como resultado la aprobación de otras esculturas de un hieratismo y una
rigidez que contrastan con la plasticidad y expresión de las estatuas de Lola Mora. Además,
en el nuevo proyecto aprobado, el Carrara se reemplazó por el travertino nacional como
materia prima en las seis principales alegorías (figs.14 y 15).
“se ha sostenido que una buena parte de las obras levantadas por los gobiernos del ’30 y
’40 tienen un aire fascista. Hay ejemplos de la arquitectura argentina de aquellos años,
el Monumento a la Bandera de Rosario es, sin duda, uno de ellos…”
Fig. 16 Agustín Querol. Monumento de los Españoles (1927). Buenos. Aires. Foto D. Delso. 2009.
Fig. 17 Alejandro Bustillo y Angel Guido. Monumento a la Bandera (1940-57). Rosario. Foto Kved. 2008.
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Otros monumentos que siguen la tendencia al hieratismo son los ejecutados por los
mismos escultores que ornaron el Monumento a la Bandera, Alfredo Bigatti y José
Fioravanti. El primero realizó colosales relieves en piedra aplicados en una torre de 27 metros
de altura (fig. 18). La construcción forma parte del “Monumento Recordatorio de la Campaña
del Desierto” (1938-1941) y está ubicado en la meseta patagónica en la provincia de Río
Negro. Los monumentos de Fioravanti tampoco son de Carrara sino en bronce, piedras
francesas y piedra de Mar del Plata; casi siempre están enmarcados en mármol travertino
nacional como los casos de los monumentos a Roque Sáenz Peña (1934), Simón Bolívar
(1942), F.D. Rossevelt (1946) y Rubén Darío (1967) (fig.19)
Fig. 18 Bigatti junto al detalle de la cariátide representando a la Patria - Foto Gentileza Asociación Amigos del
Museo Regional de Choele Choel
Fig. 19 José Fioravanti. Monumento a Simón Bolívar (1941). P. Rivadavia, Buenos Aires. Foto Sking
Otro caso significativo que muestra el reemplazo del Carrara italiano por granitos
nacionales son los monumentos del escultor José Luis Zorrilla de San Martín; si bien sus
grandes estatuas hieráticas fueron fundidas en bronce destacan sus elevados pedestales
diseñados por el arquitecto Alejandro Bustillo; el dedicado al presidente Julio Argentino
Roca (1941) tiene una colosal base de 9 metros de altura enchapado en granito marrón
orcollano y el monumento a José Gervasio Artigas (1973) se eleva sobre un pedestal
revestido en granito rojo dragón de San Luis. Un abordaje epigráfico de los monumentos a
Artigas diseñados por Zorrilla en el Río de la Plata (Buenos Aires y Montevideo) permite
asociar su tipografía colosal y geométrica a la utilizada en monumentos del fascismo italiano;
por otra parte el uso del granitos uruguayos y argentinos según sea el caso, en sus colosales
estructuras arquitectónicas es otra marca de la época (figs. 20 y 21).
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Fig. 20 J. L. Zorrilla de San Martín. Monumento a Artigas en Buenos Aires (1971).
Fig.21 J. L. Zorrilla de San Martín. Hipogeo del Mon. Artigas en Montevideo (1923). Fotos del autor.
Fig. 22 Leo Mol y Orio Dal Porto Monumento a Taras Schevchenko (1971) Buenos Aires.
Foto Roberto Fiadone. 2009.
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Nacionalismo pétreo en arquitectura
Fig. 23. Escalera de Honor “Italia”. Casa Rosada (1898) (Palacio del Gobierno Nacional argentino).
Sociedad Fotográfica de Aficionados - Archivo General de la Nación Argentina
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Nacional (1942-44), ambos con basamento y pórtico colosales en granito sierra chica; en el
otro flanco de la Casa de Gobierno se impuso el Banco de la Nación Argentina (1941)
pródigo en granitos y mármoles de Cuyo (fig. 26). En este último caso el mismo Alejandro
Bustillo, autor de la grandilocuente obra era quien se enorgullecía de haber reemplazado
materiales y mano de obra europea por:
“el uso de materiales y de una mano de obra casi íntegramente nacional y sobre todo,
artesanal. Para medirlo en términos de producción nacional, los componentes de la
construcción fueron los siguientes: 1.600 tn de granito rojo de San Luis y 17.000 m2 de
mármoles de travertino sanjuanino, con una mano de obra de excelente calidad
enteramente realizada por obreros argentinos. Levisman (2016: 81)
Fig. 24. Min. de Obras Públicas. Dir. de Ferrocarriles del Estado (1930-36). Foto Rev. de Arq. 4 1937
Fig. 25 Antonio Pibernat. Ministerio de Hacienda (1937-50) Foto Revista de Arquitectura, 4-1940.
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Si en los monumentos arquitectónicos de Estado los granitos fueron los sustitutos del
mármol, mismo cambio se experimentó en las construcciones privadas. Los magníficos
palacios de la alta burguesía agropecuaria de principios de siglo XX que se revestían de
mármoles europeos, a partir de 1930, darán lugar a una multiplicación de edificios de altura
para alojar a los sectores medios en ascenso. Las primeras casas de departamentos se
construían para renta de ese mismo sector encumbrado y todavía seguían revistiendo los
edificios con mármoles importados, aunque fueran destinados para inquilinos de sectores
medios. En vísperas de los años 30, edificios de estilo Art Decó se diseminaron por los
barrios ostentando como último estertor del glamour porteño, mármoles italianos en sus áreas
comunes (fig. 27).
Fig. 27 (sup. izq.). Edificio de Renta Horizontal (c.1930). Gaona 1891, Buenos Aires. Aún ostenta tableros con
mármoles de Botticcino, Lombardía y guardas de Lunel marroquí. Fig. 28 (inf. izq.). Colegio San Martín de
Tours con frente revestido en Granito Sierra Chica. Fig. 29 (der.) Torre de viviendas de Almagro
Construcciones (c. 1988) en chapa y hormigón pintado. Fotos del Autor.
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Un hallazgo reciente
La catedral de La Plata es una de las más importantes del catolicismo con sus 112
metros de altura; fue proyectada en 1884 por el ingeniero Pedro Benoit y el arquitecto Ernest
Meyer (fig. 30). A fines de la década de 1930 su edificación fue interrumpida por casi sesenta
años y recién se inauguraría en su totalidad en 1999. Gran parte de los planos y expedientes
de la construcción de la década del 30 se hallaban perdidos. En 2018 la fundación que tiene a
cargo el cuidado de la iglesia anunció el hallazgo de expedientes y planos correspondientes a
la época de interrupción de las obras en los que se puede apreciar el cambio de criterio a la
hora de aplicar mármoles decorativos. El arquitecto Carlos C. Massa autor de más de un
centenar de iglesias seriadas en la década de 1930, había decidido que los materiales de
revestimiento de la catedral fueran granitos nacionales y no mármoles importados y así fue
que en 1941 se colocaron pisos de diferentes granitos de origen nacional lo que le otorga al
interior del edificio neogótico un aspecto único y depurado que contrasta con la proliferación
ornamental que suelen tener las iglesias góticas (fig. 31). Otros arquitectos de la época
también acusan esa tendencia, como es el caso de Florencio Martínez que, entre 1925 y 1961,
estuvo a cargo del principal estudio argentino de arquitectura religiosa, la Oficina Técnica
salesiana y llevó adelante centenas de proyectos (Lázara, 2020).
Fig. 30. Pedro Benoit y el arquitecto Ernest Meyer. Catedral de La Plata (1884-1999). Fig. 31 Colocación de
granitos nacionales en los pisos de la iglesia (1941). Fotos gentileza Fundación Catedral.
Conclusiones
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cambió. A partir de 1930, el ideario nacionalista y fascista no sólo se pudo apreciar en el
campo político con la sucesión de golpes de Estado cívico-militares en 1930 y 1943 sino
también en el económico, con una nueva economía cerrada y que protegió la producción
nacional con aranceles a la importación. En el campo que nos ocupa -la piedra con fines
ornamentales y simbólicos- la consecuencia inmediata fue que en los nuevos monumentos
escultóricos, palacios de Estado y templos, se reemplazaron los mármoles europeos por
nacionales y, principalmente, por la variedad de granitos que se ofrecen en cuantiosos
yacimientos del país. El reemplazo del mármol por el granito trajo como consecuencia una
estética más rígida, hierática, sólida y lineal que coincidió con el espíritu de la época más afín
a la búsqueda de un orden, una disciplina y una identidad nacional que la nueva clase
ilustrada creía que se había extraviado en la que consideraba decadente etapa previa del
liberalismo. El uso de los granitos y mármoles nacionales se extendió hasta entrada la década
de 1980, luego se dejó de lado hasta reducirse su consumo a la mínima expresión.
Dos razones determinaron el fin de los materiales nobles en los monumentos públicos
hacia fin de siglo XX: el cambio de gusto y la crisis económica. En arquitectura, en forma
tardía, resurgió una tendencia al brutalismo y al neorracionalismo que dejó el hormigón
armado a la vista aunque también la crisis económica hizo lo suyo reduciendo los costos de
revestimiento edilicio y dejando, lisa y llanamente, muros sin revocar; en escultura los
mármoles y granitos se reemplazaron por resinas epoxi, cemento patinado, plásticos diversos
y hierro, mostrando una actual proliferación de pequeños monumentos de cuestionable
calidad. Los monumentos de Carrara y granito de antaño se vieron opacados por esta nueva
estética de la pobreza y de la abyección que transformó el espacio público de las ciudades
argentinas en sitios de penosa vulgaridad (fig. 32). A inicios del nuevo milenio pareciera
surgir una nueva tendencia hacia la piedra artificial que se nutre de nuevas tecnologías y de
una nueva generación de marmoleros; piedras artificiales importadas de España e Italia como
el porcenalato y el silestone parecieran invadir la oferta cerrando un círculo económico que
vuelve a la importación aunque no de piedras sino productos elaborados a partir del cuarzo y
otros minerales transformados. Los nuevos edificios se revisten con grandes chapas que
imitan el mármol de Carrara pero que, en realidad, exhiben vetas estandarizadas. En efecto,
los porcelanatos son minerales atomizados, comprimidos y cocidos que tienden a reducir la
actividad de las industrias extractivas y proponen un lenguaje grandilocuente, minimalista y
artificial acorde con la cultura del espectáculo contemporánea.
Fig. 32 Fernando Pugliese (1939) y Guido Llordi (1980)Monumento a Olmedo y Porcel (2014). Buenos Aires.
Foto Patrimonio y Arte Urbano. Mecenazgo Cultural (2017).
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Bibliografía
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Pastore, F. (1914). Estudio Geológico y Petrográfico de la Sierra del Morro (San Luis).
Buenos Aires: Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Universidad de
Buenos Aires.
Pieri, M. (1958). I Marmi D’Italia. Graniti e Pietre Ornamentali. Milano: Editore Ulrico
Hoepli.
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