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Es común hoy en día que se escuche hablar de Patrimonio Cultural, sin embargo este
concepto se ve usado indistintamente en diferentes contextos y con diferentes significados,
muchas veces arbitrarios o completamente subjetivos. Pero no es sólo cómo se usa el
concepto de Patrimonio Cultural sino esa significación que en términos prácticos
probablemente difiere dentro de los diferentes sectores sociales, en especial entre aquellos
que determinan cuál es el Patrimonio Cultural de la Nación y aquellos que se supone son
los que llevan los procesos de valoración y apropiación que hacen posible la existencia de
ese Patrimonio.
En el caso que nos ocupa, el Cementerio Central de Bogotá es quizá un ejemplo bastante
ilustrativo si se busca develar la diferenciación en el concepto de Patrimonio Cultural y los
criterios que hacen parte de la valoración entre el Estado, quien hace la declaratoria del bien
y que mira para esto cierto tipo de características dentro de lo que es patrimonio, sino
también de las personas que interactúan constantemente con el cementerio, mediado en este
caso por la relación de lo sagrado, lo mágico y la muerte que se desarrolla particularmente
en este espacio.
Antecedentes
Uno de los trabajos quizás más conocidos acerca de Cementerio Central es aquel
desarrollado por Oscar Iván Calvo Isaza en 1998 con la colaboración de Marta Saade y
Fabio Jiménez.
La segunda parte del libro la constituyen una serie de planos y fotografías aéreas desde la
década de los años treinta hasta los años noventa en donde se aprecia, principalmente en lo
correspondiente al Sector Elipse, las variaciones espaciales dentro y alrededor del
cementerio. La tercera y más extensa parte del texto corresponde a una aproximación
principalmente desde la etnografía al fenómeno de lo popular relacionado, por supuesto,
con el tema de la muerte en el cementerio central, especialmente a las prácticas que podrían
considerarse poco ortodoxas en cuanto involucran personajes y fuerzas imaginarias.
Es necesario mencionar, en letras itálicas, un pasaje del texto ya que se relaciona con el
problema que nos ocupa actualmente, el Cementerio Central como Patrimonio Cultural de
la Nación.
Pero todos los elementos mencionados fueron producto de unas condiciones históricas
particulares. La élite y después la clase media buscaron, por medio de la propiedad
privada del lugar donde eran inhumados y la construcción de monumentos en materiales
duraderos, sentar en la historia las bases del poder de su familia y de su grupos social.
Esto ocurre desde la centuria pasada hasta el presente siglo. En contraposición, el pueblo
no pudo acceder a erigir monumentos sino hasta después de los años 30, mediante la
organización de las sociedades mutuarias y de los sindicatos.
En la actualidad, a diferencia de los grupos sociales que han desplazado a sus muertos a
los parques-cementerios, muchas de las personas del pueblo todavía son inhumadas allí.
De manera que en el campo de la identidad nacional u del imaginario político, el pueblo y
sus héroes duermen juntos pero, como lo muestran los mausoleos dedicados a los grandes
hombres, nunca revueltos.
Pero este legado, que es de un sector de la sociedad, de sus héroes y sus hazañas, se erige
como un patrimonio de todos y enmarca en los productos históricos o culturales de otros
grupos sociales –dominados o excluidos- como frutos folclóricos, artesanales, exóticos o
de la superstición. El patrimonio histórico o cultural es testimonio de dominación, de una
producción y apropiación desigual de la memoria del país. En este sentido, es también un
sitio importante para los conflictos entre distintos grupos sociales.
Lo que aquí se considera como producción simbólica, en un sentido que sabemos es muy
limitado, se refiere a la articulación del pensamiento y la concepción de la muerte como
esa memoria petrificada en los monumentos, Pero esta articulación no quiere decir la
repetición de las imágenes u los valores que le son inherentes al patrimonio, sino la
producción de significados diferentes a través de la manipulación de los objetos la
escritura, el dibujo, el ritual y la palabra.”
Evidentemente este trabajo fue realizado antes de una serie de eventos que han de
considerarse para la investigación que actualmente se adelanta, en cuanto para el momento
en que Calvo realiza su estudio no se había iniciado la construcción del Parque del
Renacimiento ni la exhumación de los cuerpos que no estuvieran localizados en el Sector
Elipse o Trapecio.
Además, en el tema específico que nos ocupa, la Ley General de Cultura (Ley 397 de 1997)
se encontraba apenas en desarrollo para el momento de la investigación. Esto tiene especial
importancia si se considera que a partir del momento en que se sanciona la ley, lo que antes
eran conocidos como Monumentos Nacionales pasan a ser Bienes de Interés Cultural con
mención especial de ser pertenecientes al Patrimonio Cultural de la Nación. Esta
diferenciación entre monumento y patrimonio, como se verá más adelante en el estudio de
las categorías es esencial hacerla en cuanto cambia la perspectiva en la que se mira la
problemática.
El presente trabajo, a diferencia del de Calvo, pretenderá tener en cuenta las anteriores
consideraciones con el propósito de complementar de una manera más actual las
reflexiones que se hacen en el texto anteriormente citado. Por lo demás, las apreciaciones
Contexto Histórico
El Cementerio Central de Bogotá, como se verá en el Marco Teórico, surge como parte de
una política de salubridad pública de principios del Siglo XIX y desde entonces se
encuentra en permanente construcción y, como se evidencia recientemente debido a la
construcción del Parque del Renacimiento, en desconstrucción también.
Aunque desde 1555 Fray Juan de los Barrios, arzobispo de Santafé de Bogotá, bendijo el
primer cementerio de la ciudad que estaba localizado al lado de la Catedral, tal como
sucedía en los terrenos anexos a las iglesias parroquiales, los habitantes de la Santafé
continuaron enterrando a sus muertos en las criptas dentro de las iglesias.
Esta costumbre, tan arraigada no sólo en la actual capital de la república, fue presa de
varios intentos de abolición por parte de la Corona Española desde finales del Siglo XVIII.
Las disposiciones promulgadas por Carlos III para promover la construcción de
cementerios a las afueras de las poblaciones no tuvieron acogida inmediata, ni siquiera en
Madrid en donde se inauguró el Cementerio General del Norte en 1809.
La situación en América fue relativamente diversa. Para los casos de La Habana, con la
construcción del Cementerio de Espada entre 1805 y 1806, y Lima con su cementerio el
‘Presbítero Maestro’ en 1808, el acatamiento de las directrices reales fue relativamente
temprano. Por otra parte, el Cementerio del Empedrado en Caracas se empezó a construir
en 1816 y en Montevideo el Cementerio Nuevo sólo se puso en funcionamiento hasta 1835.
En cuanto a la situación de la Nueva Granada se puede decir que hubo varios proyectos de
construcción de cementerios en las afueras de Mompox en 1793, Barranca del Rey en 1794
y Cartagena en 1798. Novita, Popayán, Girón, Piedecuesta y Bucaramanga tuvieron
proyectos similares en 1800, Socorro en 1809 y Coello en 1810, entre algunos otros.
Para el caso de Bogotá, el Virrey José de Ezpeleta y Galdeano acató las órdenes reales y
mandó a construir un cementerio en la ciudad, para lo cual encomendó la tarea al
comandante de artillería Domingo Esquiaqui. El sitio escogido se encontraba al occidente
de la ciudad sobre el costado sur del camino que conducía a Fontibón.
El terreno fue adecuado con rapidez en 1793 por el doctor don Baltasar Jaime Martínez
Compañón. El cementerio fue conocido como ‘La Pepita’ o cementerio de los pobres y
estuvo en funcionamiento hasta finales del Siglo XIX. Como este cementerio tenía una
connotación popular, las personas de las altas clases sociales se negaban a ser enterrados
allí por lo que el señor Buenaventura Ahumada, que en 1822 se desempeñaba como alcalde
Existía también otro cementerio donde eran enterrados los suicidas y malhechores ubicado
en el lugar conocido como ‘Llano de Belén’, considerado el primer cementerio laico de la
ciudad y funcionó hasta 1861.
Para 1827, el Cementerio Central de Bogotá no había empezado a construirse y por lo tanto
el sacerdote de la Catedral, José Antonio Amaya, recordó al Cabildo que la petición de
Ahumada había sido ignorada. El Gobierno Nacional tomó cartas en el asunto y el mismo
presidente, Simón Bolívar, firmó un decreto en ese mismo año en donde se reiteraba la
prohibición para la inhumación de cadáveres dentro de los templos y ordenó la
construcción de cementerios en las ciudades que carecían de ellos. En ese mismo día, el
intendente interino de Cundinamarca, el Coronel Pedro Alcantara Herrán, firmó otro
decreto que ordenaba la construcción inmediata de un cementerio en Bogotá.
En 1831 aún no se había podido construir un cementerio decente por falta de recursos
económicos y por lo tanto se buscó una forma alternativa de financiamiento que derivó en
la implementación de un cobro por licencias para realizar entierros en las iglesias, medida
con la que la ciudadanía estuvo de acuerdo.
La construcción del cementerio fue lenta, lo que, sumado a los altos costos de las licencias
anteriormente mencionadas, desencadenaron una serie de quejas abiertas en diversos
diarios de la capital, entre ellos el Constitucional de Cundinamarca en donde se exigió a
José Pío Domínguez del Castillo, inicialmente encargado de la edificación del cementerio,
que mostrara cómo se había invertido el dinero para la construcción.
Gracias a la labor del Gobernador de Bogotá, Rufino Cuervo Barreto, el cementerio entró
en funcionamiento en 1832 aunque sólo fue inaugurado hasta 1836. Para esta época, la
gente aún no estaba muy convencida con enterrar a sus muertos en los cementerios ya que
estos espacios en campo abierto no eran considerados sagrados y esto impedía el paso al
más allá.
Desde 1832 y hasta 1845, los dineros para el mantenimiento del cementerio fuero obtenidos
mediante el costo de las inhumaciones pero a partir de ese momento fue necesario que la
Tesorería Municipal facilitara recursos para tal fin ya que algunos sectores se encontraban
altamente deteriorados.
El cementerio vuelve a ser administrado por la autoridad civil gracias a las leyes de
desamortización de manos muertas promulgadas por el General Tomás Cipriano de
Mosquera en 1862. Tres años después se creó una junta especial para su administración que
funcionó hasta 1873 cuando, a través de un Acuerdo Municipal, se creó una Junta
Administrativa que se encargaría de la recaudación de la renta que produzcan los
cementerios, entre otras cosas.
Para 1921 se construyeron los dos volúmenes o ‘logias’ que rodean la portada del acceso
principal. Además, entre 1927 y 1929 se construyó la galería sur y se reconstruyeron las
galerías que conforman el sector trapecio. Los terrenos ubicados al occidente de este sector
albergaron fosas comunes y fueron utilizados para enterrar a los pobres que no podían
pagar un entierro en las galerías o que preferían la tierra como último lugar de descanso en
vez de los columnarios.
El desarrollo de la capital terminó por rodear el cementerio sin que sus zonas aledañas
fueran construidas, lo que demuestra que se tenía la concepción de que ese lugar era un
polo negativo de urbanización. La construcción del Barrio Santafé, al que pertenece el
cementerio actualmente, sólo se inició hasta los años cuarenta y fue aislado del mismo y de
los terrenos al occidente donde se encontraban fosas comunes por medio de una franja de
fábricas.
Hacia 1948 la zona tradicionalmente ocupada por el cementerio fue fragmentada en tres
grandes porciones de terreno. Además, en la década de los años cincuenta aparecieron los
primeros jardines cementerios al norte de la ciudad que, debido a un cambio en la
mentalidad acerca de la muerte de los bogotanos, tendrían gran auge e incidirían en el
deterioro y abandono del cual fue presa el cementerio que para esta época ya no se
Objetivos
Objetivo General
Identificar las razones por las que el Cementerio Central de Bogotá es considerado como
Patrimonio Cultural de la Nación desde el punto de vista estatal y del popular.
Objetivos Específicos
Señalar los criterios mediante los cuales el Estado define cuáles son los bienes del
Patrimonio Cultural Nacional para el caso del Cementerio Central.
Establecer los motivos por los cuales las personas que visitan el Cementerio Central lo
consideran o no como elemento perteneciente al Patrimonio Cultural de la Nación.
Comparar las nociones estatales y populares acerca del Cementerio central como
Patrimonio Cultural de la Nación.
Marco Teórico
Es importante entonces definir aquellos conceptos o categorías que para efectos de este
trabajo es preciso tener claros. Estas categorías son dinámicas y cambiantes por lo que se
hace necesario, más que una definición contemporánea, una visualización de su evolución
dentro de los periodos históricos que nos son de interés.
La primera categoría que se debe precisar es la de Cementerio ya que este concepto, como
se verá más adelante, ha ido cambiando con el tiempo hasta llegar a la definición actual que
será empleada en este trabajo.
Cimenterio es “un lugar sagrado fuera de los templos en que se entierran los cadáveres de
los fieles” RAE (1817).
Ya para 1843, la RAE (1843) define cementerio (y no cimenterio) como lugar por fuera del
templo destinado para enterrar los cadáveres.
Para la RAE (1869) cementerio es un sitio descubierto, que está fuera del templo, destinado
a enterrar cadáveres.
Cementerio es para la RAE (1925) un terreno descubierto, pero cercado con muralla,
consignado a enterrar cadáveres.
Tres años más tarde la RAE (1992) cambia un poco la definición a terreno, generalmente
cercado, destinado a enterrar cadáveres. Esta definición se mantiene hasta el día de hoy
según la RAE (2001).
Por su parte, el Diccionario de María Moliner (2008), cementerio viene del lat.
"coemeterium", del gr. "koimetrion" y es un lugar dedicado a enterrar a las personas que
están muertas.
Como se evidencia según estas fuentes, el concepto cementerio sufrió una transformación,
desde la lingüística, de sus elementos compositivos (de cimenterio a cementerio) pero más
que esto, el concepto de cementerio es ejemplo del uso y desuso de ciertas palabras. Así,
desde 1803 hasta 1843, la palabra utilizada para denominar aquello que nos ocupa hoy es
otra y no la que utilizamos actualmente.
Es también evidente que las diferentes definiciones hacen énfasis en diferentes puntos. La
primera definición resalta la sacralidad de un espacio que está fuera del templo y que antes
se destinaba a enterrar fieles pero que en la contemporaneidad del diccionario se enterraban
pobres. Resaltar la existencia del cementerio por fuera del templo tiene explicación en la
medida en que desde 1781, Carlos III prohibió los enterramientos en el interior de los
templos, práctica común hasta la época y que resultó difícil de abolir pero que se legitimó
ya en el siglo XIX según Escovar (2003).
Ya para 1817, la práctica de enterrar a las personas en los cementerios era más común y se
obvia el tener que mencionar su característica de exteriorización con respecto al templo, sin
Para 1869 se incluye la palabra ‘descubierto’ (que se mantiene hasta 1989) y se continúa
con la idea implícita de que en los cementerios no sólo se entierran fieles. En 1925, además
de ser un espacio descubierto es además un espacio cercado con murallas, definición que se
mantiene hasta 1992 cuando ya no se hacen necesaria una muralla cambio que
probablemente se debe a ya se usaban otro tipo de elementos arquitectónicos para cercar.
Para efectos del presente trabajo se utilizará la palabra cementerio para definir aquel
espacio por fuera del templo que es destinado a enterrar a los muertos (sin diferenciación
entre fieles y personas no creyentes).
Para el caso específico colombiano se establece que “el patrimonio cultural de la Nación
está constituido por todos los bienes materiales, las manifestaciones inmateriales, los
productos y las representaciones de la cultura que son expresión de la nacionalidad
colombiana, tales como la lengua castellana, las lenguas y dialectos de las comunidades
indígenas, negras y creoles, la tradición, el conocimiento ancestral, el paisaje cultural, las
costumbres y los hábitos, así como los bienes materiales de naturaleza mueble e inmueble
a los que se les atribuye, entre otros, especial interés histórico, artístico, científico, estético
o simbólico en ámbitos como el plástico, arquitectónico, urbano, arqueológico, lingüístico,
sonoro, musical, audiovisual, fílmico, testimonial, documental, literario, bibliográfico,
museológico o antropológico” Ley 1185 (2008).
Según Galvis (2003), Patrimonio Cultural es el conjunto de los bienes muebles o inmuebles
debido a la obra de la naturaleza, a la obra del hombre que representa interés desde el punto
de vista histórico, antropológico, arqueológico y artístico.
Según Galvis (2003), un BIC es todo objeto, edificio o documento que sea testimonio de
una etapa histórica, de un hecho o de un personaje, que sea expresión de una época, región
Como dice la misma autora, desde la promulgación del Plan de Ordenamiento Territorial
(POT), existen unos criterios definidos para la valoración de los inmuebles y monumentos
conmemorativos de interés cultural del Distrito:
1. Representar una o más épocas de la historia de la ciudad o una o más etapas del
desarrollo de la arquitectura y/o urbanismo en el país.
Se hace también necesario definir brevemente qué es Nación. Para el Diccionario de María
Moliner (2008), nación es una comunidad de personas que viven en un territorio regido en
su totalidad por el mismo gobierno y unidas por lazos étnicos o de historia. Es decir, esa
comunidad, junto con el territorio y todo lo que pertenece a él. La segunda definición que
ofrece es: comunidad de personas de la misma raza, con los mismos usos, particularmente
el mismo idioma, que por razones históricas ocupa un territorio dividido entre varios países.
Según la RAE (2001), nación es el conjunto de los habitantes de un país regido por el
mismo gobierno. La segunda definición dice que nación es también el territorio de ese país
y la tercera definición es conjunto de personas de un mismo origen que generalmente
hablan el mismo idioma y tienen una tradición común.
La definición de nación que dan los dos primeros diccionarios es, como bien lo resalta el
comentario que acompaña la definición de la Guía Temática de política, insuficiente ya que
desconoce la complejidad de este concepto. En efecto, por una serie de devenires históricos,
poblaciones conviven (pacifica o violentamente) dentro de un mismo territorio, sin que esto
necesariamente signifique que haya una cohesión de tipo cultural, lingüística, etc. En
relación al patrimonio, esta complejidad del concepto deriva en problemas relacionados con
la diversidad y la declaración de bienes de carácter nacional cuando muchas veces sólo
cumplen con los criterios de valoración de unos cuantos sectores poblacionales.
Por último, es preciso tratar un poco sobre el Cementerio Central de Bogotá. Según Escobar
(2005), el Cementerio Central nació en 1827 cuando Simón Bolívar firmó un decreto el 15
de octubre de ese año para prohibir nuevamente el entierro de cadáveres en templos,
capillas o bóvedas y además ordenó la construcción de cementerios en las afueras de las
poblaciones que aún no contaban con ellos. Ese mismo día, el entonces intendente interino
de Cundinamarca, coronel Pedro Alcántara Herrán, firmó otro decreto en el que se ordenó
la inmediata construcción del cementerio de Bogotá. A fines de 1836, el cementerio
empezó a funcionar oficialmente a pesar que venía funcionando desde 1832, en parte,
gracias al empeño que puso Rufino Cuervo, quien al retirarse como gobernador de Bogotá
dejó concluidas las paredes del contorno, más de doscientas bóvedas en "estado de prestar
servicio" y la portada, que se conservó hasta 1904 que fue remplazada por la actual.
Fischer (198-?) por su parte dice que dentro de la geografía del ritual funerario es el
cementerio el espacio destinado a la memoria, a ser monumento comunal, y a proteger y
excluir de las actividades propias de la vida, características que posee el Cementerio
Central, que está localizado en una estructura pública y espacio ritual definidos, y cuya
ubicación y forma corresponde a la tipología y rituales propios de nuestra cultura.
“El Cementerio Central fue pensado y construido en el siglo pasado como parte de una
política de salubridad pública para separar el espacio en el cual habitaban los vivos del
lugar donde descansaban sus muertos (…). El cementerio ha estado en permanente
construcción desde 1830 hasta nuestros días. A partir de las primeras décadas del presente
siglo, por el acelerado crecimiento urbano, fue insertado en medio de la ciudad con el
Metodología
Para la realización de este trabajo se trabajará en tres fases que están relacionadas al
cumplimiento de los tres objetivos específicos anteriormente planteados. En esta medida, se
podría decir que se trabajará un proceso de documentación, trabajo de campo y por último
la confrontación de la información obtenida en las dos fases anteriores.
Así mismo, la segunda fase correspondería al segundo objetivo específico y por lo tanto
buscaría establecer los motivos por los cuales las personas que visitan el Cementerio
Central lo consideran o no como elemento perteneciente al Patrimonio Cultural de la
Nación para lo cual se implementarías herramientas metodológicas propias de la etnografía.
Se pretende hacer una breve indagación por medio de visitas al Cementerio que constituiría
etnografía no participante en donde se anotarían las diferentes observaciones que se
consideren relevantes y que puedan aportar a la investigación, además del reconocimiento
del espacio de trabajo.
Sin embargo, la parte más importante quizás de esta fase sería una serie de entrevistas que
se harían a los visitantes o personas que trabajen en las zonas aledañas al cementerio sin
distinción de edad, género o estatus social (rango poblacional completamente abierto).
De estas entrevistas se puede decir que serán compuestas por pocas preguntas de carácter
abierto y que serán registradas principalmente en medio escrito aunque en la medida en que
las personas estudiadas lo permitan, se intentarán hacer grabaciones sonoras o fílmicas de
las experiencias.
Ya en la fase final se compararán las nociones estatales y populares acerca del Cementerio
central como Patrimonio Cultural de la Nación (obtenidas en las fases uno y dos) y se
procederá a dar respuesta a la pregunta de investigación según lo obtenido y a la generación
de conclusiones acerca de todo el desarrollo del proyecto.
Aunque en una fase inicial del planteamiento del presente proyecto y como se enuncia en el
capítulo de Metodología, la principal herramienta etnográfica para la recopilación de
información relacionada con la segunda fase de este trabajo era la realización de entrevistas
a diversas personas que acudieran al Cementerio Central. A pesar de que se realizaron
diferentes visitas al cementerio en diferentes horas del día, motivos personales
estrechamente relacionados con las habilidades de interacción personal del investigador
imposibilitaron la aplicación de esta herramienta y por lo tanto se optó por desarrollar
ejercicios de observación no participante con el fin de recopilar, en la medida de lo posible,
información útil para la conclusión de la segunda etapa de este trabajo.
El Cementerio Central, visitado en días viernes y jueves de diferentes meses del año 2008 y
en horas de la mañana y de la tarde igualmente, es un lugar generalmente callado y poco
concurrido. Cabe destacar principalmente dos de las visitadas realizadas debido a la
información obtenida durante las mismas.
La visita de la mañana del viernes 10 de Octubre presidida por el expositor Germán Ferro.
Alrededor de las diez y media de la mañana se encontraban todos los asistentes listos para
empezar. Germán, un hombre de mediana edad, llevaba un sombrero para resguardarse de
la llovizna que caía y una gabardina larga de color oscuro. Las demás asistentes, todas
mujeres, llevaban o compartían sombrillas y tomaban atentas notas o grababan los
diferentes apuntes que daba Germán.
A lo largo de la mañana y hasta el medio día se desarrolló una visita en donde se resaltó el
valor histórico y artístico de los diferentes elementos compositivos del sector elipse.
Además se hizo un llamado para la identificación de la distribución del poder, la
Por otra parte, la visita realizada el 6 de Noviembre fue quizás la más productiva ya que se
realizó después del cambio metodológico mencionado al inicio de este capítulo.
Cerca de la una de la tarde de ese día se realizó el entierro de una mujer en el sector
trapecio. Los acudientes, alrededor de veinticinco o treinta personas, vestían todas prendas
de colores oscuros tales como negro, café o azul turquí a excepción de una mujer que
llevaba una chaqueta de color rojo. La mayoría, aunque tenían expresiones serias, no
parecían estar demasiado afligidas por la muerte de la mujer y algunas hasta conversaban
animadamente en grupos de tres o cuatro sobre temas ajenos a la situación que se
desarrollaba en el momento.
La única persona que lloraba, al parecer el más allegado a la difunta, era un hombre de
mediana edad que supervisaba de cerca la labor de sepulturero mientras éste introducía el
ataúd en uno de los espacios en la pared y cerraba la tumba con un cemento rojizo. Fue ese
mismo hombre quien, al haber faltar unos pocos centímetros para finalizar el sellamiento,
arrojó varios claveles tomados de uno de los arreglos florales cercanos dentro de la tumba
de la mujer. En este momento llegó una pareja joven con un niño de brazos envuelto en una
manta de color azul pastel.
Caminando uno de los caminos principales del sector trapecio se escuchaba a lo lejos una
canción ranchera interpretada por un hombre. El origen de la música era una eucaristía
celebrada por un sacerdote de edad avanzada que se encontraba de pie frente a una mesa
metálica de patas cruzadas, cubierta por un mantel de color blanco y bordes rojos. El
sacerdote daba la espalda hacia las tumbas y se dirigía hacía una mujer de mediana edad.
Sobre la mesa eran visibles un copón, una vela y un libro, probablemente la biblia debido
al pasaje que se encontraba leyendo en ese momento.
Como hacía poco había sido el día de Todos los Muertos, 1 de Noviembre, gran cantidad de
tumbas tenían diversas clases de flores e imágenes elaboradas en icopor, además de
aquellas que tenían calcomanías de diferentes dibujos animados tales como Winnie The
Pooh, Piolín, Mickey Mouse y caritas felices de diversos colores (Smileys).
Algunas de las tumbas del sector elipse también tenían restos de flores de ese día, en
especial aquellas de Luis Carlos Galán, Julio Garavito, Carlos Pizarro pero sobretodo, la
escultura posicionada en la tumba de Leo Kopp. Este sector del cementerio estaba aún más
despoblado que el sector trapecio ya que sólo había tres personas más además de la
presente investigadora.
La primera era una mujer joven que cargaba una cámara fotográfica profesional y un
maletín de colegio en su espalda. Dispara fotos a las tumbas de personajes históricos
reconocidos y se introducía por diferentes pasadizos entre mausoleo y mausoleo. La
segunda persona era un hombre que no pasaba de los treinta años y que al parecer
acompañaba a la joven anteriormente mencionada. Recorrió la alameda central varias
veces, en un ritmo pausado, contemplando cuidadosamente los nombres de las sepulturas y
monumentos que se encontraban en dicho corredor. El tercer personaje era una de los
vigilantes de la seguridad privada del cementerio que se apresuraba en su bicicleta a
recorrer el perímetro de la elipse y en exigirle el permiso para la toma de fotografías a la
mujer de la cámara quien, de una manera un poco despectiva, le mostró una hoja de papel
doblada en cuatro.
Cerca de las tres y media de la tarde entraron en el sector elipse dos mujeres y dos
jovencitas. La primera mujer adulta era de mediana edad y la segunda un poco más joven.
Las dos restantes eran apenas adolescentes. Todas vestían ropa informal de colores vivos y
caminaban con la seguridad de quienes tienen un propósito y destino. Se dirigieron
rápidamente a la tumba de Julio Garavito en donde las dos mujeres adultas asumieron una
postura de meditación e intensa concentración. Las dos púberes esperaron silenciosas un
rato y luego pidieron permiso a una de las mujeres para dar una vuelta por el cementerio.
La mujer les respondió que no se fueran muy lejos. Las jovencitas se dirigieron
inmediatamente a la tumba de Leo Kopp, cubierta de flores y resplandeciente por la poca
luz que se filtraba entre las nubes del cielo esa tarde capitalina. Las adolescentes miraron
atentas la tumba y tras un rato de observación, regresaron con sus dos acompañantes
quienes se encontraban listas para irse.
De las demás visitas realizadas se pude decir que fueron útiles en cuanto hicieron parte del
proceso de acercamiento y reconocimiento, no sólo del cementerio, sino del barrio en
donde éste se encuentra y la economía que se genera a su alrededor (marmolerías,
El Cementerio Central, lugar de descanso de los muertos, es tal vez, aunque suene un poco
contradictorio, uno de los espacios más vivos del centro de la capital. Y es que quizás
algunos muertos no descansan. Los vivos que visitan el cementerio piden repetidamente a
sus muertos que les hagan favores que pagan con placas conmemorativas, inscripciones en
marcador y flores de diversas clases y colores.
Sin embargo, se podría decir, algo descaradamente, que este fenómenos se da, si bien en
menor medida y de forma más privada, en la mayoría de los cementerios del país, y por qué
no, del mundo. Entonces, ¿qué es lo que hace al Cementerio Central tan especial como para
ser parte del Patrimonio Cultural de la Nación?
No es sorpresa para nadie que lo que entra dentro de la mitificada categoría de Patrimonio
Cultural merece semejante rótulo gracias a una serie de características que, en últimas,
pretenden satisfacer los gustos culturales de una élite que se considera a sí misma erudita y
que apenas empieza a conceder una mínima importancia a las expresiones populares.
En esta medida, es evidente que el Cementerio Central hace parte del Patrimonio Cultural
de la Nación, dentro de los documentos de la historia oficial de este país, por los diferentes
personajes altamente influyentes de todas las épocas y especialmente involucrados dentro
de la política que encontraron en él, voluntaria o forzadamente, su última morada. Tal es el
caso de quienes duermen en la Alameda Central, como Alfonso López, Luis Carlos Galán,
Francisco de Paula Santander o Gonzalo Jiménez de Quesada. Hacen parte de este selecto
grupo de personajes algunos artistas como es el caso de José Asunción Silva, Rafael Pombo
y Epifanio Garay.
Y el arte no está sólo presente en los nombres de algunos de los virtuosos del arte sino en la
magnificencia y delicadeza de algunos de los mausoleos y tumbas, ornamentados con altos
y bajos relieves, tallas y esculturas dignas de un museo de arte. En efecto, dentro de la
etiqueta que le pone la élite y el sector oficial a la cultura, el arte es fundamental y por lo
tanto muestras como el trabajo de Colombo Ramelli en el Cronos de la portada son razón
suficiente para llamar al cementerio como Patrimonio Cultural.
Sin embargo, ¿las personas que visitan regularmente el cementerio van a recordar la
historia patria en los nombres de algunos ilustres caballeros o a deleitarse con el esplendor
de la estatuaría mortuoria? Tal vez. Pero no se puede negar que la razón por la que la
mayoría de la gente que acude al cementerio es, traslúcida quizás para la oficialidad, la
perpetuación de sus rituales y creencias de tradición popular que se fundamentan en sus
difuntos privados y en los públicos.
Para concluir, lo que realmente hace que el Cementerio Central haga parte del Patrimonio
Cultural de la nación es su carácter multivalente en donde coexisten, algunas veces en
armonía y otras en entropía, la historia, el arte y la tradición popular.
Bibliografía
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