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MI COMUNIDAD IDEAL

Desde mi perspectiva, la comunidad actual está hecha un desastre. Las personas son
egoístas, egocéntricas, individualistas y solo piensan en su propio bienestar. Esto nos lleva
a la sociedad que llevamos ahora la cual está conformada de violencia e injusticia.
Para una comunidad ideal lo que necesita es que todos seamos unidos, y que colaboremos
entre todos para ayudar nos en conjunto por que para eso fueron creadas las sociedades o
comunidades.
En la comunidad ideal lo primordial es la vegetación. Por culpa de esta humanidad nuestro
planeta perece como nunca. Nuestros cielos goblamente son cada vez más grises, el agua
que bebemos cada vez más negra, y el aire que respiramos cada vez más contaminado.
Si queremos llegar a una sociedad perfecta, sana e igualitaria, debemos dejar de ser
ignorantes y empezar a cambiar el rumbo de este planeta, sino no, en un futuro no quedarán
ni edificaciones. Cada vez vamos de mal en peor, pero también es comprensible que
cambiar una mentalidad o rumbo es muy difícil.
Voy a esbozar los razgos de la comunidad ideal de Emmanuel Mounier. Las citas que
comentamos pertenecen a las publicaciones “Revolución personalista y comunitaria” (21-
372), “Manifiesto al servicio del personalismo” (363-539) y “El personalismo” (673-773),
todas recogidas en El personalismo. Antología esencial. Sígueme, Salamanca, 2002.

El ideal de comunidad
«Si fuera preciso dibujar su utopía, describiríamos una comunidad en la que cada persona
se realizaría en la totalidad de una vocación continuamente fecunda, y la comunión del
conjunto sería una resultante viva de esos logros particulares. El lugar de cada uno sería en
ella insustituible, al mismo tiempo que armonioso con el todo. El amor sería el primer
vínculo, y ninguna coacción, ningún interés económico o vital, ningún mecanismo
extrínseco. Cada persona encontraría allí, en los valores comunes, trascendentes al lugar y
al tiempo particular de cada uno, el vínculo que los religaría a todos» (424).

«Semejante comunidad […] no es de este mundo. Los cristianos la creen viva en la


comunión de los santos, pero la comunión de los santos está únicamente incoada en la
Iglesia militante. […]

A veces, en un amor, con una familia, con algunos amigos, nos acercamos a esta
comunidad personal. […] Pero esas comunidades, en nuestro mundo encarnado, están
unidas a la carne de los individuos que las componen, a la carne misma y a la inercia propia
de las instituciones que la exteriorizan. Una degradación las arrastra permanentemente,
desde el nivel de la comunidad personal hasta el nivel de la sociedad contractual, o de la
sociedad vital, o más bajo aún, al nivel del “público” y de la masa» (99-100).
El texto de Mounier es duro, pero fiel a nuestra experiencia. Anhelamos esta forma de
comunidad porque tenemos experiencia de ella. Pero sabemos muy bien que esa
experiencia es precaria, frágil, difícil de sostener en el espacio y el tiempo. Es, por lo
mismo, un ideal. Y los ideales deben ser buscados, encarnados y sostenidos trabajosamente.
La comunidad ideal no es un lugar de llegada y descanso, una paz que, en realidad, es la
paz del cementerio, sino una constelación de fuerzas, una tensión constantemente renovada
por cada uno de sus miembros. Es el dinamismo del amor, cuya paz no es ausencia de
esfuerzo, sino esfuerzo bien orientado, aquel que nos reúne al final del día en torno al fuego
en el descanso del guerrero, en la celebración de un día intenso y cuajado de sentido.

Cierto que tan importante como aspirar a una vida de comunión fraterna es aceptar que la
comunidad perfecta es una utopía nunca alcanzable del todo: no es posible una comunión
humana a lo divino.

En toda forma de convivencia humana siempre hay un margen de comunión frustrada, de


conflicto inevitable, de soledad nunca resuelta. Todo empeño por construir, la comunión
conlleva saber llevar la cruz, asumir la negatividad, el conflicto, la división y las limitaciones
y deficiencias propias y de los hermanos. Sólo asumiendo la realidad indigente se puede
construir comunión.

Por otra parte, el ser humano debe pagar un peaje de soledad mientras camina sobre la
tierra.

Esta soledad y esta frustración que acompaña siempre es la que, en ocasiones, cuestiona
nuestras mejores opciones. ¿Quién no tiene que encajar en la vida de comunidad, como en
la vida de familia, incomprensiones, injusticias, olvidos, ingratitudes, tensiones que nos
descolocan...? ¿A quién no se le viene abajo por momentos el sueño de la comunión? Pero
justamente ahí, en la prueba, comienza a madurar el sueño de la comunidad real.

Creer en la comunión no consiste sólo en disfrutar cuando nos acogen los hermanos.
Creer en la comunión es también luchar por ella sin tirar la prueba. El saber llevar la cruz
con esperanza mientas se trabaja por la comunión todavía ausente, es la prueba de que
estamos animados por el Espíritu de la Trinidad.

La prueba de madurez está en amar y trabajar la comunión entre los hermanos reales
que Dios me ha dado y no en lamentar sus miserias. Como decía Bonhoeffer:

"Quien ama más sus sueños sobre lo que tiene que ser una comunidad que la comunidad real
a la que pertenece, se convierte en destructor de toda comunidad cristiana, por más
honestos, serios y abnegados que sean sus intenciones personales".

Ni sacralicemos, ni banalicemos, ni hagamos de la palabra comunión un concepto mágico.


Y tampoco la reduzcamos a un mero concepto útil para definir la ortodoxia de la fe
trinitaria. Está llamada a ser un concepto inspirador y eminentemente práctico en el
futuro de la Vida Religiosa y también de la Iglesia. Hacia esta nueva forma de vivir nos
impulsa el Espíritu tanto en la Vida Religiosa como en la Iglesia. Los posibles tropiezos
confirman que caminamos. Y mientras nos estimula la meta, soñemos por el camino:
1. Sueño con una comunidad en la que todo esté permitido menos el no amarse. S.Agustín
nos diría: "ama y haz lo que quieras". Y este amor concreto, hecho de gestos, a veces
pequeños y hasta banales, hará que se vaya fraguando una amistad a toda prueba, hecha de
estima, respeto por el otro como diferente, de valoración de los demás, de confianza,
acogida, gratuidad y fiesta.

Una Comunidad así, que es un manantial de fraternidad, ya se irá haciendo sus propios
cauces que aportarán frescura y vida.

2. Sueño con una comunidad en la que venga reconocida la primacía de la persona, y todos
estén convencidos de que el "bien común" no puede sino coincidir con el " bien de cada una
de las personas".

Una comunidad en la que las estructuras y las obras están al servicio del crecimiento, de
la realización de la persona al estilo de Jesús, de su armonía y plenitud .

3. Sueño en una comunidad en la cual la igualdad fundamental de todos sus miembros sea
reconocida y acentuada por todos los medios.

En una comunidad no hay miembros de primera y de segunda clase porque todos son
hermanos. No hay privilegios y dignidades sino servicios y ministerios. Y cada uno vive el
suyo para el bien de todos, sabiendo que "el amor entre vosotros es el que sirve" (lc 22,
24-30)

4. Sueño en una comunidad en la que los débiles, los pequeños, los últimos sean los más
queridos defendidos... Una comunidad en la que domina la "mentalidad de la cadena", según
la cual la fuerza y la consistencia de la cadena en su conjunto viene dada por el anillo más
débil.

5. Sueño con una comunidad-hogar en la que todos sientan calidez, comprensión y aliento,
donde todos son conocidos por su nombre y apellido, por su historia personal, por su
fortalezas y debilidades, por sus logros y fracasos, y son comprendidos y alentados.

Una comunidad así comprende y disculpa, apoya y estimula, se alegra con el éxito de todos
y sufre con sus fracasos.

6. Sueño con una comunidad en la que cada cual tenga el valor de expresar con libertad lo
que piensa, lo que siente y lo que sueña. En la que las opiniones manifestadas por los
individuos sean tomadas en consideración por el peso real de las razones que se aducen, y
no por otras valoraciones oportunistas o emocionales.

7. Sueño con una comunidad en la cual todos permitan ser discutidos. Y el lenguaje sea
sincero.
No se tenga miedo a la verdad. También porque el estilo habitual sea un estilo de verdad.
Que penetra, incomoda, pero no humilla a ninguno. Una verdad que cura -aunque sea con
dolor- pero no hiere. "Felicidad es poder decir la verdad sin hacer llorar a nadie".

8. Sueño en una comunidad en la no haya tiempo que perder, quiero decir que haya tiempo
para perder, para el descanso, para la distensión, par la desintoxicación, para la gratuidad
y la fiesta.. Pero no haya tiempo que perder en sospechas, maledicencias, envidias,
silencios y chismes. Donde se ama, no hay tiempo que perder. No hay nada que absorba
tanto como el Amor.

9. Sueño en una comunidad en la que la única sospecha válida sea la sospecha de que algún
hermano no recibe la parte de amor que le corresponde.

10. Sueño una comunidad en la que sea desaprobado todo intento, de cualquier parte que
venga, de hablar mal de una persona ausente. Una comunidad en la cual todos se
encuentren "seguros". Es decir, cada cual se sepa seguro en cuanto a libertad, dignidad ,
respeto y, sobre todo responsabilidad personal.

Esta es una nueva manera de vivir y, por tanto, una nueva forma de ser Iglesia que se
hace profecía y abre horizontes y esperanzas para el mundo en que nos ha tocado vivir. A
veces, tiene más de proyecto que de historia, pero es un proyecto ilusionante por el bien
vale la pena jugarse todo enteros.

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