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TEMA 2: JUSTIFICACIÓN RACIONAL DE LA ÉTICA.

Los conceptos de fundamentación y justificación racional de la ética.

Uno de los problemas de la filosofía moral, desde la reflexión filosófica


griega, ha sido la posibilidad de una fundamentación y legitimación racional
de la ética.

Cuando hablamos de fundamentación de la ética nos referimos al


problema de la ética como saber autónomo, o de su dependencia de otras
ciencias como la Metafísica, la Teología o las ciencias humanas; si el
fundamento de la ética son hechos de carácter personal o social; si es la
naturaleza o la razón humana, si el la voluntad de Dios o la disposición de un
legislador humano, la enseñanza de un profeta o de un maestro religioso.

En cambio, la justificación de la ética intenta resolver si es posible o no


defender y justificar racionalmente, con pruebas racionales, los primeros
principios o el primer principio de la moralidad, que considera fundamentales y,
a la vez, las normas morales que se deducen de estos principios; del método
para demostrar las proposiciones de la ética

1) El problema de la justificación racional de las proposiciones éticas


en Aristóteles, Kant y David Hume.

Aristóteles

Consideró la ética como una rama de la ciencia política o social y afirmó


que a sus cuestiones no se puede responder con la exactitud propia de las
ciencias matemáticas; y esto por una doble razón:
- porque el objeto de la ética lo constituye el bien y las acciones
humanas, que no son mensurables matemáticamente;
- por el diferente punto de partida de ambas disciplinas: en las
matemáticas, de unos principios generales se deducen unas conclusiones; en
la ciencia moral, por el contrario, de unos juicios morales formulados por el
hombre acerca de la conducta humana se viene a establecer unos principios
generales. Para Aristóteles el análisis de los juicios morales ordinarios de los
hombres constituye la base para una ética natural; su ética es una ética del
sentido común, basada en los juicios morales del hombre normal, considerado
como bueno y virtuoso, en conjunción con los grades principios sobre el bien y
el fin, que los admite como evidentes, y de los que va deduciendo las
conclusiones.

Kant

En su Crítica de la razón pura afirma que ni la metafísica ni la moral son


posibles como ciencia porque, según él, sus primeros principios no son
susceptibles de certeza demostrativa, y ellos por las siguientes razones:

- la facultad de percibir el bien es el sentimiento;


- los primeros principios de la moral nunca hasta ahora han sido puestos
en claro;
- el primer precepto de la moral es: "Haz lo más perfecto que te sea
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posible". Y este
precepto es puramente formal y no se pueden deducir de él obligaciones
concretas.

En su Crítica de la razón práctica hay un cambio muy notable. Aquí el


punto de partida es también un hecho que basta con mostrar y que no necesita
ser demostrado, el hecho del conocimiento moral, que él declara válido y
auténtico, vgr., sabemos que tenemos obligación de decir la verdad. Se da en
nosotros la conciencia moral. Por tanto la pregunta no será si la moral es
posible como hecho, sino cómo es posible el conocimiento moral.

Es aquí donde establece la distinción entre las proposiciones científicas y


las proposiciones normativas; las primeras son juicios que tratan de lo que
"es" y de lo que "existe"; y las segundas tratan de lo que "debe ser".

Esta distinción va a ser llevada a una separación radical, como luego


veremos, en el positivismo lógico, en Hume, en Wittgenstein, con la afirmación
de que no se puede derivar el "debe" del "es" y que, por tanto, no es posible la
moral como ciencia, hasta el punto de que hablar de una ciencia normativa es
una contradicción.

Es evidente el equívoco de esta separación radical, ya que los juicios de


lo que es y los juicios de lo que debe ser, ambos pueden ser científicos con tal
de que hayan sido objeto de una demostración rigurosa. No hay separación
entre ciencia y moral, porque el concepto de ciencia es análogo y no unívoco.

Kant, no obstante esa distinción, declara válido el conocimiento moral. Y


las proposiciones de la moral son juicios sintéticos y a priori prácticos. Los
criterios de la aprioridad son la necesidad y la universalidad Y así, el ejemplo
anteriormente citado, "todos los hombres necesariamente están obligados a no
mentir, es a priori. Y es un juicio sintético porque del análisis del concepto de
voluntad racional no se percibe que en él esté incluido el concepto del "deber
de no mentir" o el deber de decir la verdad. Por eso su investigación se dirigirá
a investigar cómo son posibles los juicios sintéticos a priori prácticos, es decir,
a descubrir el supremo principio de la moralidad del que derivan los juicios
morales válidos (el Imperativo Categórico)

David Hume

Afirma que no es legítimo deducir un "deber ser" de la mera enunciación


de lo que "es" (Ley de Hume)
Según él, partiendo de la contemplación de los hechos, de unas premisas
puramente fácticas, el filósofo moral llega a conclusiones normativas, con la
consiguiente lesión del principio de causalidad, lo que hace imposible la
consideración de la ética como ciencia.

Moore

Sostiene que la mayoría de los sistemas morales han caído en un error:


no haber sabido distinguir lo bueno de lo que son propiedades de lo bueno. Lo
bueno es una realidad no empíricamente observable, no susceptible de
definición -lo bueno es "lo bueno"- y objeto de intuición -se refiere a la acción
concreta buena o mala, no a la intuición de los grandes principios morales.
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La "falacia naturalista" consiste, según él, en definir la propiedad de los
bueno por otras propiedades que lo acompañan o son su consecuencia, por
ejemplo lo bueno es lo que produce placer, lo bueno es lo que ofrece felicidad,
lo bueno es lo que se conforma con la voluntad de Dios, intentando definir
aquella, no verificable, por éstas, susceptibles de verificación Las acciones son
buenas o malas en cuanto están en consonancia con lo que consideramos
bueno según nuestros principios.

2. La posibilidad de una justificación racional de la filosofía moral a


partir de Santo Tomás.

Ante todo hay que decir que Hume tuvo razón en dos cosas:
- Que constituye una transgresión de las leyes lógicas pretender inferir
proposiciones prácticas, normativas, que constituyen un "deber", a partir de
proposiciones teóricas, descriptivas, enunciadoras de hechos, que contienen un
"es". Para que la conclusión sea normativa, al menos una de las premisas ha de
ser normativa.
- Tuvo razón también al afirmar que muchos filósofos morales no se han
preocupado demasiado en aclarar las razones por las que pasan de una serie
de proposiciones descriptivas de la realidad a otra serie de proposiciones
prescriptivas.

Pero la objeción de Hume no alcanza a la filosofía moral de Santo Tomas.


De hecho no se dieron en la moral tomista esos dos vicios lógicos que
acabamos de examinar y que son la ley de Hume y la falacia naturalista.

Sto. Tomás no define lo bueno por sus propiedades. Los enunciados de la


filosofía moral tomista son producto de un silogismo deductivo en el que la
premisa mayor contiene siempre un "debe", es una premisa normativa y
prescriptiva (el deber de hacer el bien y de evitar el mal) y la premisa menor
contiene un "es", es una premisa fáctica, descriptiva, enunciativa de hechos,
proporcionada por el sentido común, por la experiencia humana, por las
ciencias humanas, sobre lo que constituye el verdadero bien o mal del hombre.
Y por lo tanto la conclusión puede encerrar un "deber ser" bien fundado.

El principio supremo de la moralidad, según Sto. Tomás es: "El bien debe
ser hecho y el mal evitado". Esta primera afirmación, de la que parte, no es un
principio demostrable, pero esto no significa que no sea un principio evidente,
así como también son inmediatamente evidentes los primeros principios de la
ley natural que expresan cuáles son los bienes fundamentales del hombre: el
bien de la propia conservación, el de la conservación de la especie o ley de la
fecundidad y el bien o perfeccionamiento del hombre como persona o ley de la
perfección personal.

Los primeros principios de la moralidad son inmediatamente evidentes,


objeto de intuición, que no necesitan demostración, y los enunciados de la
ciencia moral como de la conciencia moral son de naturaleza deductiva: Santo
Tomás propone el siguiente ejemplo: El mal debe ser evitado, la fornicación es
mala, luego la fornicación debe ser evitada.

Para que haya un planteamiento correcto no basta con dar el paso del
"ser" al "deber ser".
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Una norma concreta puede inferirse de dos premisas, ambas normativas, o de
dos premisas, una de ellas normativa y la otra descriptiva, como en el ejemplo
anteriormente aducido: la mentira debe ser evitada (conclusión) porque el mal
debe ser evitado (premisa mayor) y la mentira es un mal social, ya que si fuera
lícita se haría imposible la vida social, y es un mal para el prójimo, que tiene
derecho a la verdad.

¿Cómo justificar a su vez las premisas?

- Las premisas descriptivas, es decir, lo que sea el bien y el mal para el


hombre o para la sociedad, se justifican acudiendo al sentido común, a la
experiencia humana o a las ciencias humanas. Sto. Tomás acude a las
inclinaciones naturales del hombre para conocer cuáles sean los bienes
fundamentales del mismo, como ya vimos. anteriormente.

- Las premisas normativas pueden justificarse de dos modos: por


derivación de otras normas ya justificadas anteriormente, es decir, en virtud de
normas o principios superiores ya demostrados anteriormente ( ello que no es
posible, porque este procedimiento no puede llevarse hasta el infinito), o
porque los principios y las normas supremas de la moralidad han sido objeto de
aceptación común, por convención por parte de todos.

Respecto de la primera forma de justificación de las premisas normativas


hay que afirmar que el criterio de la verdad no es únicamente la demostración,
sino también la evidencia, que incluye la demostración y la sobrepasa.

Respecto a la aceptación, por convención, de los principios supremos de


moralidad, hemos de decir, en primer término, que si dichos principios son
inmediatamente evidentes no está justificado el recurso a la aceptación
convencional; y, en segundo lugar, que si el íntegro sistema moral se elabora
por deducción a partir de un principio aceptado por convención, todo el
sistema moral tendría sólo una validez hipotética, no podría tener un valor
objetivo y universal, sería inevitable el relativismo moral.

El primer principio de la moral tomista, que no se puede demostrar


aunque sea evidente, admite en cambio una demostración indirecta, llamada
también "ex absurdis". de no admitir el primer principio se seguirían los cuatro
absurdos siguientes:

1. No hay obligación de hacer el bien y evitar el mal, porque no


existen el bien y el mal.
Pero el bien es una propiedad trascendental del ser, de todo ser, y
si no existieran el bien y el mal moral sería porque el hombre no es libre.
Del hecho de ser libre se deriva la estructura fundamental del hombre.
Para suprimir el bien y el mal moral hay que suprimir la libertad

2. Ambos existen, pero son incognoscibles.


Esto significaría profesar el agnosticismo moral Sin embargo, es
posible un conocimiento racional de las normas morales.

3. Un tercer absurdo sería la inversión del principio tomista


afirmandor: "Hay que hacer el mal y evitar el bien".
Esta afirmación es inaceptable porque es metafísicamente
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imposible que el hombre tienda al mal en cuanto mal. Todo lo hace "sub
ratione boni"

4. El cuarto absurdo sería: el bien y el mal existen, pero el hombre


no tiene obligación de realizarlos, bien porque no es libre y no tiene
ningún deber, o porque siendo libre no tiene deberes. Pero el hombre es
un ser libre, y tiene deberes, ante todo el deber de hacer el bien y evitar
el mal. El único ser que es libre y no tiene deberes es Dios.

El principio: "el bien debe ser poseído y el mal evitado" aparece, pues,
como suprema premisa de toda argumentación moral que al contener el
"deber", éste puede encontrarse legítimamente en la conclusión moral, ya sea
a la que llega la ciencia moral, ya sea a la que llega la conciencia moral. En el
ejemplo propuesto por Santo Tomás, caben estas dos formulaciones:
- el mal debe ser evitado, la fornicación es un mal, debe ser evitada
(Filosofía moral)
- la fornicación debe ser evitada, esta acción es una fornicación , esta
acción debe ser evitada. (Conciencia moral)

TEMA 3. FUNDAMENTACIÓN DE LA ÉTICA

Podemos abordar el tema de la fundamentar la ética colocándonos en la


linea del ser en general (fundamentación ontológica), o en la linea del ser
personal en cuanto personal (fundamentación personalista).
Fundamentaremos la ética desde la visión personalista, aunque no negamos la
idoneidad del primero de los caminos señalados

La consideración de la moralidad cristiana desde la perspectiva


personalista presupone la eticidad constitutiva dela misma; la moralidad no es
más que la culminación o plenificación de la moralidad de la persona.

Aceptada la persona como lugar o punto de referencia de la moralidad,


dividimos las posibles formas de fundamentación de la moralidad en tres
grupos: las fundamentaciones heterónomas (fuera de la persona),
fundamentaciones autónomas (exclusivamente dentro de la persona), y
fundamentaciónes teónomas (dentro de la persona entendida
referencialmente)

I. Fundamentaciones heterónomas.

Las fundamentaciones heterónomas de la moralidad son aquellas que


pretenden justificar los principios y los valores morales en una realidad extraña
a la persona. Existen muchas formas de fundamentación eterónoma de la
moralidad. Nos referiremos a algunas de ellas:

a) Fundamentación mágico-tabuísta.

Aparece de una manera evidente en la mentalidad de los pueblos


primitivos pero, de hecho, sigue manifestándose en la concepción moral de
hombres y de grupos evolucionados culturalmente.

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La actitud mágica parte de la experiencia de la limitación y relatividad de
lo humano, como la actitud religiosa, pero se diferencia de ésta en el intento
del hombre de incrementar su poder mediante la apropiación de la clave del
poder, incluso del poder divino, mediante acciones o ritos mágicos. No puede
hablarse, pues, de una dimensión ética del comportamiento humano, sino de
una instrumentalización de los poderes superiores al servicio del hombre.

La palabra "tabú", de origen polinesio, se emplea para designar una


realidad cuyo uso o contacto está prohibido al hombre. Su violación implica
sanciones inmediatas de orden mágico o religioso; esta violación no entra
dentro de las categorías de la responsabilidad humana: las sanciones se
producen como consecuencia de la violación, sea ésta voluntaria o
involuntaria.

b) Fundamentación mítico-ritualista.

En las culturas más antiguas, los mitos son la plasmación de las


concepciones que el hombre tiene de la realidad. En ellos proyecta su propias
experiencias vitales de carácter religioso o social.

Los mitos tienen en no pocas ocasiones una dimensión moral, en cuanto


que confieren un carácter normativo a las relaciones del hombre con el cosmos
o con la divinidad.

Los mitos reciben su complemento en los ritos: mediante ellos el hombre


se asocia a la acción divina y se introduce en la esfera de lo sagrado.

Los mitos éticos y los ritos pueden ayudar a descubrir los constitutivos
éticos de lo humano, pero no constituyen el criterio suficiente para
fundamental críticamente la moralidad y, mucho menos, la moralidad cristiana.

c) Fundamentación voluntarista.

Consiste en proyectar en una voluntad distinta del sujeto moral la fuerza


de la obligación y la realidad de los valores éticos. Puede adoptar formas
diversas

c1) Nominalismo ético.

Tiene su origen en Ockam, pero es una tendencia constante en la historia


de la ética. Se pueden encontrar elementos de nominalismo ético en Descartes
y en Pufendor, quienes consideran el orden de la razón como un libre decreto
de la voluntad de Dios.

Mide la moralidad de la acción por su correspondencia con la voluntad


divina: "es bueno lo que Dios quiere y es malo lo que Dios prohíbe" La
moralidad reside en el querer libre de Dios.
Por otra parte, la voluntad de Dios se manifiesta en la Revelación, de este
modo el voluntarismo ético se matiza con un positivismo moral bíblico

M. Scheller considera el relativismo ético como una forma de esta


tendencia, en cuanto que afirma que todo juicio de valor es una mera
apreciación subjetiva incapaz de aprehender nada de la realidad moral.
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c2) La ética de Nietzsche.

Se basa en la voluntad de poder: el ideal del hombre es el superhombre.


Los más fuertes son los que pueden imponer su voluntad. Por lo tanto será
moral aquello que responde a la voluntad del más fuerte.

d) Fundamentación en el positivismo sociológico.

El orden moral se fundamenta en aquello que la sociedad, la mayoría, ha


establecido como bueno. La conformidad social y, más profundamente, la
estructura social, es la fundamentación de la eticidad.

Hablar, por tanto, de ética como ciencia normativa entraña una


contradicción, ya que pretende ser a la vez teórica y práctica: para ser
propiamente científica, debe quedar reducida a la condición de ciencia
descriptiva de las costumbre morales; la "ciencia de las costumbre morales" es
el estudio de los hechos morales, tratados desde la metodología general de la
sociología. La práctica moral deberá servirse de estos resultados para elevar el
nivel moral de la humanidad "(Lèvy-Bruhl)

II. Fundamentaciones autónomas.

Cuando el hombre se convierte en fundamentación propia de su


comportamiento moral hablamos de fundamentación autónoma. Analizamos
las dos visiones más importantes de fundamentación autónoma de la moral:

a) Fundamentación kantiana: la "buena voluntad"

El punto clave para fundamentar la moralidad está en la autonomía de la


voluntad. La
buena voluntad no es establecida por ninguna instancia superior, ni tampoco
una formulación arbitraria, sino que el hombre la establece dejándose conducir
por el imperativo del deber. "Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto
en tu propia persona como en la persona del otro, siempre a la vez como un
fin, no simplemente como un medio"; " Obra como si la máxima de tu acción
debiera convertirse por tu voluntad en ley universal de la naturaleza".

Únicamente la buena voluntad es el sumo bien, valioso en sí mismo y por


sí mismo. Más aún, es algo incondicional. El deber es el punto clave de la
concepción ética de Kant.

Si la bondad se presenta como un deber, éste encuentra su formulación


en el imperativo categórico. Sólo él puede constituir una moral autónoma y una
moral formal, que son las condiciones que, junto con el carácter categórico, ha
de tener el deber moral para que sea auténtico desde un punto de vista crítico.

b) Fundamentación de Sartre: la libertad humana

La existencia humana se identifica con la libertad. La libertad es la


sustancia del ser del hombre. Pero esta libertad no es potencia sino acto, de
ahí que la libertad sólo tiene consistencia en su ejercicio. El imperativo ético
fundamental del hombre es tener que ser libre; pero serlo a sabiendas de que
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no tiene sentido ser libre. El hombre es una pasión inútil.

La libertad humana es absoluta. Es el hombre quien tiene que establecer


en cada momento el principio ético de su comportamiento; no hay un orden
moral universal, sino el que cada hombre establece para sí mismo. Él es dueño
y señor de su vida moral.

III. Fundamentación teónoma

Descartadas ambas formas de fundamentación de la ética, la


fundamentación heterónoma y la fundamentación puramente autónoma de la
moralidad, afirmamos la base personalista teónoma de la moral.

La moralidad del hombre descansa en el ser de Dios, del que es reflejo y


participación. Pero esta fundamentación ontológica de la moralidad no es
suficiente. Si admitimos que el valor moral es una realidad exclusiva del ser
personal, tendremos que encontrar la fundamentación del orden moral en el
análisis del ser personal en cuanto personal. En tal caso, la persona ha de ser
entendida como una realidad abierta, que se trasciende a sí misma, y esto en
un doble plano: el de la apertura a los otros hombres y el de la apertura a Dios.

El punto de arranque de esta comprensión de la moral cristiana es aceptar el


orden humano con su normatividad autónoma. Pero al considerar al hombre
desde la perspectiva de la creación, es posible pensar en Dios como Alguien
que da sentido y fundamenta a la autonomía del hombre; la ética cristiana
teónoma es la expresión de la relación normativa de Dios con el hombre,
relación que no contradice ni suprime la normatividad autónoma de la persona,
sino que más bien la posibilita y le da un fundamento válido.

1. La Persona, "lugar" adecuado de la moral

Con esta afirmación excluimos toda forma de heteronomía de lo moral. Y


aceptamos una moral autónoma del hombre abierto a la doble trascendencia
antes señalada.

La consideración de la persona como lugar adecuado de lo moral incluye una


doble consideración de la misma:
- como valor ético fundamental (nivel de lo moral como contenido)
- co realidad constitutivamente moral (nivel de lo moral como estructura)

* A nivel de la moral como contenido.

La persona aparece como el valor ético fundamental. El hombre es el punto


de apoyo de todos los valores morales, el criterio decisivo para juzgar el bien y
el mal morales.

Esta doctrina, formulada por Sto. Tomás, que coloca al hombre como centro
del universo, tiene su versión laicizada en el pensamiento de Kant:
- para él, el valor moral, como valor supremo y absoluto, es algo de la
persona. Por otra parte, el contenido de la bondad moral reside en la actitud
coherente con la realidad de la persona.
- de la consideración del hombre como fin en sí mismo nace el concepto de
"reino de los fines": Todos los seres racionales están sujetos a la ley de que
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cada uno de ellos debe tratarse a sí mismo y tratar a los demás nunca como
simple medio sino siempre al mismo tiempo como fin en sí mismo. El hombre
no puede ser instrumentalizado, no puede ser medio para otros fines. La
moralidad se realiza cuando la persona es vista como fin en sí misma, por eso
es bueno aquello que lo es para el hombre.

Aquí se apoya el "humanismo de la responsabilidad" de que habla el Concilio


Vaticano II y la ética humanista de E. Fromm.

* A nivel de la moral como estructura.

La estructura propia del hombre es su condición de ser moral. Es el único ser


que puede ser definido como ser moral: la realidad moral es constitutivamente
humana.

Aranguren explica la estructura moral de la persona tomando de Zubiri las


categorías de "ajustamiento", de "justificación" y de "preferencia":
- al animal le está dado el ajustamiento; el hombre tiene que hacer ese
ajustamiento, tiene que "justum facere", es decir, tiene que justificar sus actos;
el animal es un ser de estímulos, mientras que el hombre es un animal de
realidades (carácter racional del hombre)
- la justificación es, pues, la estructura interna del acto humano, por eso en
vex de decir que las acciones humanas tienen justificación, debe decirse que
tienen que tenerla para ser verdaderamente humanas, que han de ser
realizadas por algo, en vistas a algo ( atención a la idea de finalidad)
- para realizar el ajustamiento conforme a una justificación interna de sus
actos, el hombre a de elegir entre diversas posibilidades (atención a la idea de
libertad)

La moralidad, pues, está plenamente enraizada en la persona, ella es el lugar


adecuado de la moralidad.

2. La persona "abierta", fundamento de la moralidad.

La persona humana no puede concebirse como realidad cerrada. El hombre


se caracteriza por la intimidad y por la alteridad. Pero esa apertura de la
persona la podemos entender -ya lo hemos dicho antes- de dos modos: como
apertura a las demás personas y como apertura a Dios. Para el creyente, esta
última es la trascendencia definitiva del hombre.

3. Moral y Religión, relaciones:

La fundamentación de la persona en Dios nos obliga a plantearnos el


problema del ateísmo moral. Para un cristiano no hay otra visión de la realidad
que el teocentrismo axiológico, porque es en Dios donde se fundamentan los
valores. Apoyamos un humanismo ético, pero ello no puede significar "ética sin
Dios" o "ética sin religión". La relación entre moral y religión ha de ser
planteada adecuadamente.

a) Debemos rechazar las siguientes posturas incorrectas:

1. Desconocer la existencia de una ética natural para reconocer solamente


una ética cristiana.
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Los representantes más destacados son: los calvinistas, porque no
reconocen otra fundamentación de la ética que la Revelación, porque la razón
humana no puede conocer el orden ético: la "ley" natural es la misma "ley
revelada"; y el voluntarismo de Ockam: el origen de la moralidad está en la
voluntad de Dios, una voluntad incondicionada y absoluta; como la razón
humana no puede conocer la voluntad de Dios, él se la revela.

2. La autonomía del hombre consiste en su total desvinculación de un Dios


trascendente.
El hombre tiene que eliminar a Dios para llegar a ser autónomo y crear sus
valores (ateísmo ético). Esta solución no puede aceptarse. La desaparición de
Dios lleva al relativismo moral, porque sólo subsistirá la dimensión estructural,
formal, de lo moral, pero no su contenido: ningún contenido ético puede tener
sentido si no se sustenta en Dios.

b) La solución correcta: el teocentrismo axiológico.

Postula la apertura del hombre a la trascendencia, reconociendo la relación


con Dios tanto en el orden del ser como en el de los valores éticos. El
teocentrismo axiológico es el primer principio de toda religión auténtica. Pero
admitir la trascendencia no significa desconocer la realidad autónoma de la
persona humana, porque el hombre está ordenado a Dios no como medio, sino
como fin en sí: la trascendencia del orden ético orienta al hombre hacia su
propio fin, el perfeccionamiento y desarrollo de su personalidad.

Reconocida la dimensión trascendente de la persona, el camino de la


ascensión del hombre hacia la misma tiene diversos grados de verdad y
autenticidad:
- a partir de la autonomía de lo humano, el creyente ha de admitir que en un
universo religioso el hombre es un valor en sí mismo y no solamente en virtud
de su referencia a Dios;
- reconocida autenticidad moral de muchos hombres que no tienen
conciencia o conocimiento de Dios, el cristiano sabe que no puede darse una
vida moral sin la presencia operante de Dios;
- la autonomía de lo humano proporciona a la moral laica un fundamento
doctrinal válido que exige una elaboración dentro del contexto de la
antropología.
- la moral laica puede y debe ser un punto de encuentro y de colaboración
de creyentes y no creyentes en orden a la defensa de los valores morales
esenciales de la vida social.

La autonomía de lo profano con relación al orden religioso no ha de


plantearse, pues, en los términos del "deismo" (yuxtaposición de dos
realidades que se excluyen mutuamente) ni en términos de ateismo (oposición
de estas dos realidades como incompatibles, sino de elaborar una moral laica
que pueda y deba ser asumida íntegramente por el creyente dentro del
contexto más amplio de su existencia religiosa.

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