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-¿Por qué estoy con los ojos vendados, mi amor? —pregunte con voz temblorosa. Estaba nerviosa.

Sabías que no estaba asustada de lo que habías planeado, sólo me asustaba no tener el control.
Siempre había querido saber todo, resolver todo lo que no sabía.

—Porque eso mejorará tus otros sentidos, dos de los cuales quiero que realmente sientas —
susurraste en mi oído, haciéndome estremecer.

— ¿Así que me vas a decir ahora qué estamos haciendo? —pregunte impaciente, golpeando mi
mano contra la colcha. Tu te reíste mientras te quitabas tus prendas, podía escuchar el roce de
ellas deslizándose por tu cuerpo, tus pantalones y tu camisa, quedándote seguramente en bóxer.

—Shh, sólo relájate y confía en mí —Eso fue todo lo que dijiste.

— ¿Qué es eso? —pregunte y mi voz se cortó solo un poco. Mi cabeza se giró cuando escuche algo
abrirse a mi lado.

—Te dije que estuvieras callada —me regañaste suavemente, mordiéndole el lóbulo de la oreja.

- ¿Tienes algo para mi oído?

- Basta amor! Me comporté y actué como quisiste en tu fantasía. ¡Dame la misma cortesía! – gruñí
y cerré la boca, me agradeciste el gesto besándome en la mejilla. Me sentí sonrojar y tu con tus
dedos acariciaste el lugar.

Besaste de arriba hacia abajo mi cuello, chupando y mordiendo suavemente a medida que
avanzabas. Mordías y chupabas más fuerte en donde gemía con más intensidad. Tus labios
viajaron a través de mi clavícula, yo me retorcía y gemía, respirando pesadamente.

-¿Todavía no te has imaginado que hare esta noche? -preguntaste. Sacudí la cabeza y tu solo
pudiste reír ligeramente…

-Bueno, estoy haciendo un poco de trampa porque son dos cosas diferentes para la actividad de
hoy, estoy aislando tu habilidad para ver y también significa…

-¡Helado! – y tu voz adquirió un tono juguetón mientras depositabas la bola de helado entre el
hueco de mi cuello y clavícula. Me estremecí de inmediato, mientras la sustancia fría se deslizaba
hasta la parte posterior de mi cuello y espalda.

Mi gemido se escuchó en todo su esplendor, hundí la mano en tu cabello mientras sentía como te
inclinabas y limpiabas mi cuello, luego te separaste de mí y puedo suponer que más helado
vendría y no me equivoque ya que lo siguiente que sentí fue el frío contra mi piel caliente. Me
estremecí por completo cuando sentí que comenzabas a probar el helado, gimiendo en
apreciación hacia el dulce, que podía apostar era de coco. Te reías suavemente mientras mi
cuerpo temblaba; tus labios se desplazaron hacia el sur y pude sentir la anticipación a través de mi
cuerpo.

Lo siguiente de lo que fui consciente fue de la cuchara fría que deslizabas por mi cuerpo, de nuevo
reaccioné estremeciéndome, pero antes de que pudiera realmente sentir el metal frío, tomaste
uno de mis pezones en tu boca, dejando que sintiera el frío y el calor de tu lengua. Lleve mi mano
hasta la parte posterior de tu cabeza, luchando por sentir tu cabello que me vuelve loca. Cuando lo
encontré, hundí mis dedos en el, sosteniéndote en el lugar mientras tu jugabas con mi pezón
endurecido antes de que repitieras la misma acción con el otro.

-Alberto -jadee y te oí chasquear la lengua.

-Shh, mi Camí, sólo siente.

Relaje mi cuerpo, pero mi respiración era irregular y notaba que disfrutabas eso. Llevaste la
cuchara hasta mi boca, pasando por mis labios las gotas sobrantes. Metiste la cuchara en mi boca
y la lamí para limpiarla, tu gemido mientras sentías mi boca apretar el metal, solo provoco que la
humedad entre mis piernas se incrementara. Lentamente, sacaste la cuchara.

-¿Se siente bien ? -preguntaste, tocando el borde de la venda. Ladeó la cabeza contra tu mano,
tratando de que me quitaras la venda de los ojos, pero solo insististe en tu pregunta…

-Contéstame, amor.

-Sí -conteste sin aliento. Sabia que podías oler el coco en mi aliento.

-¿Qué sientes ahora? -preguntaste, levantándote y alejándote de mi, sentí que te alejabas ,mas tu
ubicación actual era un total misterio.

-Estás lejos -respondí, alzando la mano en donde habías estado antes -Regresa.-musite

Mi cuerpo tembló por cada porción de helado que dejaste encima de mi cuerpo, la cuchara la
sentía encima de la base de mi clavícula y dejaste pequeñas porciones de la fría sustancia
resbalando en mi pecho y alrededor de mi ombligo y en el camino de regreso.

Te montaste en mis caderas, sin poner ningún peso en ellas. En el momento en el que tu erección
había hecho contacto con mi centro caliente, casi había querido que estuvieras en mi interior. Me
sentía ardiendo, pero ese era tu propósito inicial ,torturarme de placer. No podía esperar para
estar piel contra piel.

Lamiste el camino de arriba hacia abajo, dejando que tu lengua lamiera completamente cada
pulgada de mi torso, mientras palmeabas mis pechos, amasándolos con suavidad en tus manos.

-Sabes increíble amor-murmuraste contra mi cuello mientras lamías allí, gemí sonoramente.

Estaba perdida en otro mundo. Nunca me había sentido tan viva como lo hacía en ese momento.
Todas mis terminaciones nerviosas estaban en alerta y cada vez que tocabas un nuevo lugar, me
estremecía.

-¿Qué es lo que quieres ahora amor? -preguntaste, seductoramente, tu aliento caliente justo
arriba de mí, justo donde te quería. Luche para respirar mientras tus dedos abrían mis labios, y tu
lentamente, agonizantemente lento, frotabas en pequeños círculos el bulto de nervios entre mis
piernas. Mi cuerpo había estado esperando ese momento y un gritó de alivio atravesó el espacio
porque me habías torturado desde que tenía la venda puesta, continuabas haciendo eso, sólo
torturándome.
-¿Esto es lo que quieres, corazón? -jugaste con tu dedo índice, masajeabas lentamente mi clítoris
mientras soplabas aire caliente sobre él. Me sacudí violentamente, desesperadamente tratando
de presionarse fuertemente contra tu dedo.

-Sí -contestó, la anticipación me había dejado sin aliento -Sí, Dios sí! ¡Por favor, amor te necesito!

Pero continuaste con tus lentas acciones, escuchando mi voz mientras me sacudía y los pequeños
gritos de desesperación que se escapaban de mis labios, mientras trataba de controlar los sonidos
que emitía.

Me sacaste de mi miseria cuando le diste una larga lamida, la humedad se escurría por entre mis
piernas, podía sentirme chorrear.

-Éste es mi sabor favorito de helado -bromeaste, mientras me dabas otra lenta e igual de
torturante lamida. Mi respiración se agitaba cada vez más, mientras desesperadamente trataba de
llevar mis dedos a tus cabellos, esta vez usándolo como palanca para mover mis caderas contra tu
boca mientras tú me devorabas.

-Mi amor -grite, mi voz estaba ronca -Te necesito -suplique, mis caderas presionando contra ti más
rápido. Puedo asegurar que podías sentir el orgasmo inminente, a punto de estallar, y deslizaste
dos dedos dentro de mí, disfrutando lo apretado y suave que me sentía alrededor de tus dos
dedos. Gemía mientras frotabas y doblabas tus dedos dentro de mí, un placer cegador viajando a
través de mi cuerpo. Mi agarre se incrementó mientras se venía clímax, mi cuerpo se sacudía
violentamente debajo del tuyo. Me estaba ahogando y sabía que te encantaba.

Cuando finalmente solté tu cabello, tu deslizaste tus dedos fuera, chupándolos audiblemente para
que te escuchara. Te agarre el brazo, lenta y ciegamente sintiendo tu pecho mientras tú te
sentabas a mi lado. Supiste lo que estaba tratando de hacer y me detuviste.

-Recuéstate, corazón -ordenaste, empujándome hacia abajo.

-Tu elección, ¿Con venda? ¿o sin venda? -preguntaste.

-Con venda -respondí con confianza. Los dos gemimos. Con cuidado abriste mis piernas, pasando
mi pierna derecha a tu cintura y la otra descansándola en tu hombro.

Y te sentí en la entrada de mi entrepierna y lentamente, disfrutando de la calidez y presión que


tanto te gustaba, tu gemido me cautivo por completo cuando te sentí dentro de mí.

-Mi amor- gemí correspondiendo tu expresión de placer.

Te introducías con movimientos lentos mientras tratabas de hacer que gritara tu nombre de
nuevo. Mientras yo te pedía que lo hicieras más fuerte, agarraste la pierna que estaba en tu
hombro y la usaste como palanca, y te hundiste lo más profundo que pudiste, lo más fuerte sin
lastimarme. Te sentía salir casi completamente antes de embestir con más fuerza, haciendo que
mis caderas se levantaran.

-Dios mioooo -gemí, arañándote los antebrazos.


Tu solo respondiste acelerando tus movimientos mientras tus labios estaban cerrados en la parte
posterior de mi rodilla mientras entrabas y salías, lentamente y con fuerza, rápidamente y con
fuerza. Los movimientos cambiantes me estaban volviendo loca.

-Albertooo -solloce, mientras el orgasmo arrasaba conmigo, tu no detuviste tus embestidas,


mientras apretaba a tu alrededor. Me sacudía violentamente, y tú me sostuviste lo mejor que
pudiste. Todavía con la pierna encima de ti, seguiste embistiendo frenéticamente, mientras sentía
las palpitaciones de tu clímax acercarse. Aprete los dientes cuando me seguiste en el placer y tu
agarre apretando como si quisieras arrebatarme de las garras de la muerte.

Mientras normalizábamos nuestras respiraciones, te saliste de mi, los dos estremeciéndonos ante
la pérdida de conexión mientras me recostaba a tu lado.

-¿Puedo quitarme la venda de los ojos? -musite.

-Oh, cielos, sí - me la quitaste y me observaste parpadear mientras mis ojos se adaptaban a la luz.
Me frote los ojos, abriéndolos lentamente, un poco para dejar que entraran pequeños rayos de
luz.

—Eso fue intenso —comente mientras me giraba para mirarte. Hice a un lado el cabello que se te
había pegado en la frente.

—Sí, eso de bloquear y dividir los sentidos, imagínate si también te hubiera impedido escuchar .

Solté un sonido cansado, bostezando mientras mis ojos brillaban.

—¿Cansada? —bromeaste, levantando las cejas.

—Sí, sí. Me has agotado, dios del sexo.- y no solo lo decía para complacerte, sino por que era la
absoluta verdad, me sentía exhausta.

Sin oponer resistencia a tus brazos abiertos, me acurruque en tu pecho y el latido de tu corazón
me arrullo sin poder resistirme ni querer tampoco hacerlo a un descanso que podía asegurar seria
reparador.

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