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En el baño

Tenemos una cita en un Mall. Cada uno va a llegar por su lado. Cuando llego
tu estas en las afueras, fumas un cigarro bebes una gaseosa. Me acerco a ti
ansiosa, mi corazón late presuroso, quiero contarte, compartir mi logro, te
abrazo agitada digo -¡Me convalidaron los ramos, en tres semestres podre
titularme de psicóloga, tenías razón, lo hiciste posible¡- Sonríes me besas la
frente, me felicitas y me dices al oído -¡yo nada hice, solo te empuje un
poquito, es logro tuyo ahora debes concluir¡-.

Entremos, nos sentamos en una mesa no muy alejada, yo frente a ti. Nuestras
miradas se cruzan repetidamente con ardor. Estoy deseando follarte, estoy
mojada, te deseo dentro de mí y quiero creer que tú también a mí.

En un momento te levantas y te diriges al baño. Yo voy tras de ti. Te cojo de


la mano y te meto en una cabina del baño de señoras. Te empujo contra la
pared y te beso locamente.

Tu correspondes a mis besos apasionadamente. Tú mano se aventura bajo mi


falda, tocas mi braguita totalmente mojada y la arrancas de un tirón. Mientras
yo he sacado tu pico del pantalón totalmente erecto, me acerco a tu oído y
suplico métemela, por favor embísteme, me giro ofreciendo mi rajita.

Tú miembro entra sin resistencia en mi zorrita totalmente húmeda. Mmmm


me encanta aprisionarlo con las paredes de mi sexo. Te mueves ferozmente
dentro de mi hasta arrancarme suspiros de placer, me vengo, no aguanto, que
orgasmo tan feroz esta apunto de explotar de mí.
-Quiero que te corras dentro, quiero sentirme inundada por tu leche.
¡Mójame por dentro! – te suplico, lléname.

Estas palabras hacen un efecto casi inmediato en ti y explotas en ríos de lava


caliente en mis rincones más íntimos, lo siento, me corro a litros, no controlo
los espasmos de mi cuerpo, voy a caer. Me sostienes, me giras, clavos tus ojos
en los míos, colocas tu mano en mi nuca, acercas mi rostro a tu pecho y me
susurras al oído, eres única pequeña, estas totalmente loca. Nos separamos
rápidamente, arreglándonos uno al otro, mientras nuestras miradas cómplices
sonríen.

Salimos separadamente de esa cabina, escucho tu grave voz decir -¡Disculpen


Señoras, siento mucho si las importune¡- bajo un silencio abrumador,
espero uno segundos o quizás minutos, salgo y las miradas se posan sobre mí,
me siento nerviosamente observada, me acerco a un espejo y el silencio se
rompe -¡Idola¡- y golpes suaves de palmas, , sonrió y asiento mi cabeza
agradeciendo el gesto. me muevo torpemente presurosa a tu encuentro.

Nos dirigimos nuevamente a la mesa, como si nada. Desde allí puedo todavía
sentir el rubor en mis mejillas. Tú semen borbotea en mi vagina totalmente
llena de Ti y yo te contemplo, buscos tus ojos agradecida por lo que me
acabas de brindar, tú en silencio pareces entender, sonríes, extiendes tu mano,
acaricias mi mejilla.

El Juego:
En estos últimos días, se ha concretado en ti una carga laboral fuerte; te
he visto estresada y un poco tensa; el viernes y el sábado fueron días
clave y los dos últimos de esta etapa laboral. Pero fue el sábado,
alrededor de las 14:00 horas; cuando en tu descanso, tu teléfono celular te
indicaba que había recibido un mensaje de texto, era mío:

El sol hacia su recorrido habitual, la noche caía y la hora de la cita llegaba;


fue cuando tocaste a mi puerta, está se abrió para que pudieras apreciar
que había una iluminación tenue ambientada por velas que dejaban ver
algunas alfombras, tapetes, almohadas y telas colgando del techo; era un
ambiente árabe, como si fuera la tienda de un sultán en el desierto; se
escuchaba música étnica de esos enigmáticos lugares, el olor que
percibías era de la comida que estaba en una pequeña mesa rodeada de
almohadas y cojines al igual que algunos inciensos. Cuando entrabas al
lugar, te abrace por detrás, besé tu cuello, acerqué mi rostro al tuyo y te di
la bienvenida. Tu sonrisa me confirmaba que esto, era de tu agrado.

Nos sentamos sobre el piso, muy cómodos por los elementos decorativos
que estaban destinados a ti; cenamos algo de comida tradicional y étnica
de la misteriosa Arabia, acompañados de la bella música, las fragancias
nos rodeaban en el ambiente. Ya en la última copa de vino, me dabas las
gracias por esta sorpresa; pero te confirmaba que la sorpresa aún no te la
mostraba, pedí disculpas para retirarme un momento y regresé a ti con
una tablero de madera. Tu rostro mostraba un semblante extrañado pero
lleno de curiosidad y es que había construido un juego para nosotros, el
cual constaba de un tablero de madera, en él, encontrábamos 21 casillas,
las cuales en su interior tenían tallado un símbolo de la “Ley de Jamsa” que
es el ritmo de los cinco dedos para temperar el deseo, marcan las virtudes
y significados de la palma de la mano en el amor como en la vida,
digamos que es parte del Kama Sutra; es por ello el ambiente que se creó
para jugar este juego. También, hay 69 tarjetas con un escrito en ellas, dos
figurillas de madera que simbolizaban el sexo masculino y el sexo
femenino, y por ultimo pero no menos importante, un dado.

—El objetivo del juego, —te expliqué— es tirar el dado y avanzar el


número de casillas que éste indiqué; todo para llegar al final, a la última
casilla. Quien llegue primero ganará el juego, pero al momento de que tu
figurilla llegue a una casilla, levantaras una tarjeta para leerla en voz alta
y es que cada tarjeta tiene una acción que debemos cumplir al pie de la
letra, y esas tareas, están regidas por acciones eróticas. Antes de empezar
el juego, debes escribir en un trozo papel lo que quieres que haga el otro
cuando llegues al final del juego; digamos que sería el premio al obtener
la victoria.

Te entregué papel y pluma para que plasmaras tu premio; por mi parte


hice lo mismo. Doblamos nuestros papeles, les pusimos nuestro nombre
para lograr identificarlos y los colocamos dentro de un pequeño cofre de
madera.

—Ahora, era el momento de jugar. —dije—.

Nos acomodamos uno en frente del otro, pero con el tablero


separándonos; te hice entrega del dado para que lanzaras primero. El
dado caía sobre el tablero y marcaba el número “seis”. Avanzaste la
figurilla a lo indicado y tomaste una tarjeta:

“En el amor, en las artes amatorias; la lengua es quien disfruta más un


encuentro entre amantes”
Tarea: Deben darse un beso, pero solo usando la lengua.

Antes de que terminaras de expresar la acción que se debía realizar ya me


encontraba a un lado tuyo; recuerda que yo hice las tarjetas, ya sabía que
se tendría que hacer. Ya, sentado cerca de ti, me acerqué a tu rostro y
comenzamos dicha labor; nuestras lenguas jugaron un poco entre ellas
como si fueran un par de amantes acariciándose por completo, así como
las serpientes que se enredan en una danza para el apareamiento,
nuestras lenguas jugaban a amarse. Después de unos minutos, nos
separamos; debíamos terminar el juego. Era mi turno. Lancé el dado, y
éste me indicaba el número “cuatro”, avancé mi pieza y tomé una tarjeta,
ésta decía:

“La boca expresa palabras, la voz ideas; pero los labios son la puerta que abre las
puertas del alma.”

Tarea: Solo con tu boca, debes desabrochar cada botón de las prendas que
porte el otro; y así se deben quedar.

Para mi fortuna, portabas una blusa; entonces sentada sobre tus piernas,
me acerqué a tu cuerpo. Lentamente colocaba mi boca por cada botón en
tus prendas, lentamente los liberaba de su labor de sujetar, uno a uno fue
vencido por mí hasta llegar a tus pantalones, donde con un poco más de
esfuerzo logré desabrocharlo. Lo conseguí, pero tu cuerpo ahora tenía
ropa desabrochada, pero como lo indica la tarjeta, así la debes de dejar.
Tiraste el dado, “tres” marcaba esta vez y la tarjeta:

“El mensaje del deseo, solo puede ser expresado, no con palabras, sino con la piel
y la caricia del amante”

Tarea: Desnuda tu espalda, y colócate bocabajo. Tienes que adivinar las


letras que tu compañero(a) traza sobre tu piel con la lengua.

Lentamente te quitabas la ropa y te recostabas; acerqué mi boca a tu


espalda media y comencé mi faena; adivinabas las letras que lentamente
trazaba sobre tu piel con mi lengua; algunas eran de trazo corto pero
otras eran complicadas; para mí era la excusa perfecta para lamer tu piel.
Reto cumplido, te incorporabas y te acercaba la blusa para que la
sobrepusieras en ti, cuando simplemente la tomaste, para no vestirte.
Estabas desnuda de la cintura hacia arriba; decidiste así continuar el
juego. Era mi turno al dado, y mi figurilla avanzó “seis” casillas, tomé
una tarjeta y en voz alta:

“No hay más puro alimento, que la pasión del cuerpo de tú amante”

Tarea: Verterás una porción de alimento dulce, sobre una parte que elijas
del cuerpo de tu compañero(a) y comerás hasta acabártela.

Tome un poco de mermelada de fresa, la cual coloqué alrededor de tus


senos; después, con mi lengua retiraba y comía dicho alimento; pasaba mi
lengua una y otra vez hasta no dejar nada de lo que en ti había vertido.
Comí y lamí sobre tu piel dejando en mis labios un sabor dulce pero no
de lo que vertí, sino de la sensación de tu piel. Ahora, continuamos el
juego; tu suerte mostró un “cinco” y la tarjeta nos revelaba:

“El sonido, elemento primigenio de la vida; y es también el mensajero


entre dos amantes que deben amarse con el sonido.”

Tarea: Debes acercarte al oído de tu pareja, y fingir un orgasmo.

Al parecer, dicho acto no te incomodó y de manera sutil como felina,


acercabas tus labios a mi oído derecho; de tu voz emergían sonidos que
hacían vibrar mi cuerpo, mi sangre se convertía en fuego y acompañabas
tus palabras con pequeñas lamidas, y terminabas mordiendo levemente
mi oreja. Tomabas de nuevo tu postura y en mi rostro ya reflejaba los
estragos de esta tarea; pero el juego aún no termina. El número “uno” se
hizo presente, que fortuna la mía, pero espero que cambiara al leer la
tarjeta:

“La mente y el cuerpo, danzan en frenesí en ciertos momentos del placer.”

Tarea: Realiza sexo oral a tu pareja, mientras recita en voz alta todo el


abecedario, empezando de la “Z” a la “A”.

Tu rostro me entregaba sorpresa, como quien dudara de culminar dicha


tarea; fue entonces que te quitaba lentamente tus pantalones, retiraba tu
ropa interior y me disponía a cumplir la acción. Acerque mi boca a tu
sexo, y a la primera caricia emprendías el recordar el abecedario de atrás
hacia delante. Mi boca, mis labios y mi lengua daban mordiscos, te
besaban esa piel prohibida; te lamía para que mi lengua te recorriera por
completo. Hacía ligera presión, realizaba movimientos lentos, ligeros y
delicados; pero también algunos rápidos y siniestros. En esta acción nos
llevamos un poco más de tiempo, equivocabas algunas letras, pero al
final lo conseguiste, recitaste todo el abecedario, de atrás hacia delante. Te
di un beso en la mejilla para felicitarte por tu logro, y me di cuenta de tu
respiración ya estaba un tanto agitada. Te entregue en la mano el dado, y
lo lanzaste; esta vez la fortuna no hacía de ti buena cara, un “dos” para
solo dos casillas recorrer; la tarjeta hacía la siguiente declaración:

“La imaginación y el sentir de la misma; son el mejor afrodisíaco de los amantes”

Tarea: Deben estar completamente desnudos y simular una posición


sexual, en donde tu pareja no se mueva. No debe haber coito, solo el
movimiento, cacicas y roces.

Antes de retirar la tarjeta, pensabas lo que ibas a hacer; en eso, con tu


mano me recostabas, apartabas mis pantalones, me desvestías de una
forma salvaje: yo estaba bocarriba, cuando te sentabas sobre mí y con
movimiento de tus caderas, simulabas una posición sexual y como la
tarjeta lo indicaba, no existía coito pero si podíamos sentir el roce de
nuestra piel, además, hacías más real la acción con movimientos de tus
brazos, como llamas danzantes de una fogata, tu voz me entregaba
sonidos que recorrían por completo mi sangre. Moví mis brazos para
abrazar tu cintura y fue cuando detuviste tus movimientos; me besabas
los labios y me decía que ya era mi turno. El deseo ya estaba
apoderándose de nosotros; fue cuando saque cuentas. Yo tenía 14, me
faltaban 7 casillas para ganar, era obvio que en una tirada no lo
conseguiría; pero tú ya tenías 16, necesitabas un 5 para ganar. Tomé el
dado y rodó sobre el tablero para mostrar un “tres”. La tarjeta decía:
“La verdadera pasión, radica en la confianza que tengan los amantes, uno del
otro”

Tarea: Vendaras los ojos de tu pareja y amarraras sus manos, por detrás


de su espalda; así, tendrás lo que dure una canción para realizar esta
acción y hacerle lo que quieras. La venda y las ataduras las tendrá hasta
después de tirar el dado.

Justamente, comenzaba una canción bajo los instrumentos árabes, nos


habíamos olvidado por completo de la música. Continuabas sentada
sobre tus piernas, te ibas a poner de pie cuando te dije que no lo hicieras,
quería que permanecieras sentada. Tomé tus manos, las até con cuidado
por detrás de tu espalda con un trozo de tela, después, de frente a ti,
vendé tus ojos pero fue inevitable y mis labios se encontraron con los
tuyos; fue un beso tan apasionado que solo pensaba en tu sensualidad, en
este deseo de tenerte ahora mismo pero encontré en mí un poco de razón,
aún no era el momento. Continuábamos con nuestro beso, y sentado
frente a ti, tomé tus piernas para que te sentaras sobre mi regazo,
accediste a esta acción y es porque te quería tan cerca de mí como se
pudiera. Mis manos recorrieron tu vientre hasta llegar a la parte interior
de tus muslos y mis dedos comenzaron a acariciarte, apenas si te tocaban,
luego eran sutiles roces a tu piel; mis dedos jugaban en todo tu sexo.
Apartabas tus labios de los míos  y solo recargaste tu mejilla contra la
mía; ya no estábamos concentrados en besarnos, sino en sentir. Después
de unos minutos, la canción terminaba, volví a besarte, y coloqué en tus
labios el dado, lo mordiste con los dientes para dejarlo caer, pero esta vez
caía entre nosotros, entre nuestros cuerpos y no se apreciaba el número,
solo se veía que podía ser un “cinco” o un “tres”. Retire las ataduras de
tus manos y la venda de tus ojos; ambos estábamos con dudas sobre el
resultado de la fortuna, solo nos miramos fijamente; nos besamos con tal
pasión que olvidamos el juego, ya no estábamos concentrados en el
mismo.

Nos entregamos por completo a esta pasión, olvidamos las reglas, solo
nos importó el amarnos, y culminar este deseo que había hecho fuego
nuestros cuerpos. Ahí, con las almohadas, cojines, alfombras, velas y
aromas; dominamos esta pasión, dimos final a este deseo. Después de
estar un tiempo sobre el piso, nos abrazábamos con nuestros cuerpos
desnudos, después de unas leves caricias y tiernos besos, me preguntabas
sobre quien había ganado el juego. Recordé que a ti solo te restaban 5
casillas para ganar, y opté por darte la victoria, que, para mí, el dado nos
mostraba un “cinco”; en eso sonreíste y te acercabas donde el tablero,
tomabas la pequeña caja de madera, sacabas tu premio y los desdoblabas
para que yo lo leyera; así fue, lo leí con detenimiento, te sonreí y fue
entonces que te dije:

—¡Ganaste! Felicidades, y ahora, hagamos lo que escribiste…

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