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El pasado lunes 18 de abril, la organización Alto al Secuestro, dirigida por

Isabel Miranda de Wallace, llevó a cabo una conferencia de prensa sobre


la liberación de una persona que había sido sentenciada por el secuestro
de un empresario. Este individuo también había sido acusado por Nelson
Vargas por el asesinato de su hija, pero en ese caso no había pruebas
suficientes, por lo que la sentencia no estaba relacionada con él. En días
posteriores, varios medios de comunicación dieron seguimiento a la
historia y abrieron sus páginas y sus micrófonos a Nelson Vagas, además
de otras autoridades del Poder Ejecutivo, siguiendo una línea editorial que
les daba completamente la razón y abonaba al sentimiento de ira.

garantias-individuales

La conferencia de prensa presentó una acusación preocupante: la culpa


de la liberación de los criminales es del poder judicial. Como lo puso el
periódico Reforma en una nota del 20 de abril, “Delincuentes peligrosos o
acusados de delitos de alto impacto han logrado su liberación por
tecnicismos o interpretaciones muy estrictas de la ley”. Varias
declaraciones de Nelson Vargas en diferentes medios muestran la
ferocidad de las acusaciones:

¿Cuáles son las evidencias? ¿Qué esperamos del poder judicial?


Magistrado José Mercedes Pérez Rodríguez: es indignante lo que acaba
de hacer. Desgraciadamente, [los] Ministros de la Suprema Corte,
máximas autoridades judiciales, a todos los juzgan igual por un infeliz
como este Magistrado (Conferencia de prensa)

Estoy casi seguro que después de [mi muerte] seguirá el juicio por la
incapacidad, por el valemadrismo del poder judicial. No digo que todos son
así, pero aquí hay un juez, aquí se dejó en libertad a una gente que estaba
implicado en el caso de mi niña. Y por eso levanto la voz . . . [Primero]
sentencia [un] juez federal, confirma [un] magistrado unitario, [y] lo deja
libre el colegiado. Así se maneja la justicia en México . . . [El] diez de
septiembre [de 2008] levantaron a mi niña y estamos en 2016. ¿Qué pasa
con la justicia mexicana? ¿Seguiremos esperando que salgan los demás
delincuentes que asesinaron a mi hija? No creo que sea justo. (Entrevista
a Foro TV)

Que toda la sociedad sepa que por los tecnicismos del Magistrado José
Mercedes Pérez Rodríguez salió. . . . Tecnicismos del debido proceso que
realmente es ridículo, que desgraciadamente para la sociedad es un golpe
muy fuerte. . . . Es una banda muy poderosa, no encuentro otra explicación.
(Entrevista a MVS Noticias)

Ahora bien, la liberación del sentenciado al que se refieren estas


declaraciones ocurrió porque el caso contenía una inconsistencia grave:
se probó la existencia de los hechos a través de varias pruebas y
testimonios, pero el nexo entre el imputado y los hechos se dio únicamente
por la identificación que hizo una víctima en la cámara de Gessell y por la
confesión del imputado. El problema fue que el abogado defensor no
estuvo presente en el momento en que se realizaron ambos
procedimientos.

El Tercer Tribunal Colegiado en materia penal del Segundo Distrito,


compuesto por los magistrados José Pérez Rodríguez, Selina Avante
Juárez y Juan Pedro Contreras Navarro, determinó por unanimidad que la
identificación y la confesión no podían ser aceptadas como pruebas y, por
tanto, se debía otorgar un amparo al imputado que anulara la sentencia en
su contra (este es el texto del amparo).

Para esta resolución el tribunal se basó en jurisprudencias de la Suprema


Corte, además de otras tesis aisladas. Dichos textos se refieren a que la
identificación en la cámara de Gessell y la declaración del imputado deben
realizarse ante la presencia de un defensor, y que las pruebas viciadas
que violan el derecho a una defensa adecuada deben ser consideradas
como nulas porque si no se dejaría al imputado sin un juicio justo.

. . . [E]n todas las actuaciones, diligencias y etapas del procedimiento penal


en que participe directa y físicamente la persona imputada en la comisión
de un delito, como podría ser la diligencia de reconocimiento a través dela
Cámara de Gesell, se requerirá también la presencia y asistencia efectiva
de su defensor para asegurar que formal y materialmente se cumplan los
requisitos legales en su desarrollo, así como la salvaguarda de los
derechos de defensa adecuada, debido proceso legal y obtención lícita
dela prueba. (1ª/J.6/2015)

. . . Esto es así, porque la defensa adecuada representa un derecho


instrumental cuya finalidad es asegurar que el poder punitivo del Estado
se desplegará a través de un proceso justo, lo que además busca asegurar
que pueda tener garantizados en su integridad sus derechos
fundamentales. Así, tratándose de la diligencia de reconocimiento que se
lleva a través de la cámara de Gesell, como acto formal, en virtud del cual
se identifica a una persona mediante la intervención de otra, quien al verla
afirma o niega conocerla o haberla visto en determinadas circunstancias,
y ser un acto en el cual participa físicamente de forma activa y directa el
inculpado, resulta necesaria la presencia del defensor, para asegurar que
material y formalmente se cumplan los requisitos legales en el desarrollo
de tal diligencia; de lo contrario se dejaría en estado de indefensión a la
persona que se acusa y, por ende, se violarían sus derechos
fundamentales, al no existir la plena certeza jurídica de que efectivamente
se presentaron los testigos o denunciantes, que lo reconocieron y que no
fueron inducidos al efecto. (1ª/J.10 /2015)
. . . [S]i se pretende el respeto al derecho de ser juzgado por tribunales
imparciales y el derecho a una defensa adecuada, es claro que una prueba
cuya obtención ha sido irregular (ya sea por contravenir el orden
constitucional o el legal), no puede sino ser considerada inválida. De otra
forma, es claro que el inculpado estaría en condición de desventaja para
hacer valer su defensa. Por ello, la regla de exclusión de la prueba ilícita
se encuentra implícitamente prevista en nuestro orden constitucional.
(1ª/J.139/2011)

. . . La violación al derecho humano de defensa adecuada, que se actualiza


cuando el imputado (lato sensu) declara sin la asistencia jurídica de un
defensor que tenga el carácter de profesional en derecho (abogado
particular o defensor público), no puede concurrir con circunstancias que
en apariencia la convaliden, de manera que transformen la realidad
jurídicamente observable como si no hubiera acontecido. Lo cual implica
que la declaratoria de ilicitud de la diligencia no debe supeditarse a actos
posteriores que puedan interpretarse como el consentimiento o superación
de la actuación que se realizó de forma contraria a derecho y que dejó en
estado de indefensión al imputado. En consecuencia la diligencia
practicada en los términos resaltados, no deberá considerarse para
efectos de valoración al dictar cualquier resolución por la que se determine
la situación jurídica de la persona sujeta a un procedimiento penal, sino
que tendrá que excluirse como medio de prueba, con independencia de su
contenido. (1ª/J.27/2015)

Por lo tanto, puede apreciarse que la resolución del Tribunal se apegó a la


jurisprudencia existente y que protegió al imputado de una violación a sus
derechos. No se trató de una ocurrencia, de un mero tecnicismo ni de una
interpretación demasiado estricta de la ley.

De ahí el riesgo de las campañas mediáticas contra el Poder Judicial que


hacen organizaciones como Alto al Secuestro, pues debilitan la confianza
de los ciudadanos en los jueces y ponen en peligro los avances que se
han hecho en la última década a favor de los derechos humanos,
especialmente de los derechos procesales y el principio de presunción de
inocencia. Con campañas como ésta se abre la puerta para que
legisladores irresponsables aprovechen la ola mediática para proponer
contrarreformas que busquen devolvernos al viejo sistema, donde la
justicia se hacía de manera autoritaria y abusiva.

La sed de justicia es perfectamente comprensible, todos podemos


empatizar con el dolor de las víctimas de delitos tan terribles como el
secuestro. Sin embargo, esa ira se vuelve completamente reprobable
cuando se transforma en un deseo de venganza a toda costa, en una
cacería de brujas en lugar de una búsqueda imparcial de la verdad.

Los argumentos de organizaciones como Alto al Secuestro se basan en la


idea falaz de que “los criminales” no merecen tener derechos. Que no debe
existir la presunción de inocencia y que basta con que el ministerio público
le muestre una persona detenida a la sociedad para que todos
concluyamos que es un criminal, que es culpable, que es escoria a la que
debe caerle un castigo fuerte. Ellos abogan por un régimen legal en el que
no se busque a quién se las hizo, sino quién se las pague, sin importar
todas las arbitrariedades e injusticias que se cometan en el camino.

Los derechos del debido proceso no son una forma de “proteger al


delincuente” por encima de la justicia para la víctima. Son derechos que
nos protegen a todos contra acusaciones injustas y actos autoritarios.
¿Cómo se sentiría el lector si lo acusaran falsamente de un delito grave y
le fabricaran pruebas en su contra o las obtuvieran de manera viciada?
¿Cómo se sentiría si el juicio no se hiciera con pruebas duras en una corte
imparcial, sino como un linchamiento en los medios de comunicación, ante
la opinión pública, y sin posibilidad de defenderse?
Aquí la fuente de la injusticia no son los jueces. Ellos están aquí para
proteger los derechos de todos los ciudadanos, las víctimas y los
imputados. Muchos de ellos hacen un gran trabajo en ese respecto. La ira
debe estar enfocada, más bien, en contra de las autoridades del ministerio
público que fallan siempre en las investigaciones y en el litigio de los casos.
Su incapacidad institucional para hacer investigaciones profesionales es lo
que causa los altos índices de impunidad y la sensación de la sociedad de
que la justicia es imposible. Y, por ello, a ellos les conviene culpar a los
jueces para no enfrentar su responsabilidad.

Es importante señalar que la investigación en contra del imputado se


realizó mientras éste se encontraba arraigado. Es decir, estaba detenido
sin una acusación formal y sin el control de un juez que protegiera sus
derechos. Dentro de este contexto de arbitrariedad y violación de derechos
humanos, el ministerio público se sintió en libertad de crear pruebas
ilegales en contra del imputado. Según la lógica del ministerio público, con
eso ya no hubo necesidad de realizar cualquier otra diligencia de
investigación para relacionarlo con los hechos.

¿Qué debemos hacer los ciudadanos ante esta situación? Por un lado, nos
toca exigirles a nuestros medios de comunicación que sean más rigurosos
con la información que publican. Las notas con este tono de indignación
venden, pero están llenas de sesgos e ideas incorrectas. Se prefiere
exaltar las emociones en lugar de presentar una visión responsable que
esté basada en los derechos humanos. No es ético, porque viola todos los
estándares del periodismo y porque le hace daño sin causa justificada a
las instituciones judiciales. Para ser imparciales, los medios deben incluir
también las voces de quienes defienden la presunción de inocencia y el
debido proceso, para que el público pueda ver la razonabilidad de los
argumentos que están del otro lado.
Por el otro lado, es necesario que repudiemos el populismo criminal,
especialmente el que proviene del Poder Ejecutivo para tapar su
incapacidad. En su lugar, debemos exigir que el ministerio público se
reforme completamente. Que se creen políticas criminales efectivas, con
investigadores capaces que puedan armar casos sólidos, y que se
abandonen todas las prácticas autoritarias. Si todos aprendemos defender
la importancia de los derechos y si entendemos que los jueces están ahí
para defenderlos, entonces avanzaremos a ser una sociedad más justa y
más desarrollada.

Alberto Toledo Urbina. Investigador Asociado del Instituto de Justicia


Procesal Penal, A.C.

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