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UNIVERSIDAD NACIONAL DE TRUJILLO – DERECHO PROCESAL CIVIL II

LA LIBERTAD PROBATORIA DE LAS PARTES Y LA LEGITIMIDAD


EN LA INCORPORACION DE UNA PRUEBA ILICITA EN EL
PROCESO

La valoración es el juicio de veracidad de los resultados probatorios. La valoración


constituye el núcleo del razonamiento que conduce a partir de las informaciones aportadas
al proceso a través de los medios de prueba, a una afirmación sobre hechos controvertidos.

La noción de prueba aparece enlazada a todas las actividades de tipo social. Puede
afirmarse que es una necesidad que surge desde que el hombre vive en sociedad. El niño,
desde temprana edad, empieza a realizar experimentos que quiere hacer ver a sus padres
como demostración de sus habilidades y a fin de que sus padres den muestra de admiración
y aprobación.

La prueba en diversos campos de estudios tiene una importancia fundamental, pues


permite conocer el pasado pero en el campo del Derecho esta noción es vital para saber
quién tiene la razón.

En el mundo del proceso, la prueba es fundamental ya que estando destinada a producirle


certeza al juez, no se puede prescindir de ella sin atentar contra los derechos de las
personas. Derechos que son amparadas por nuestra Carta Magna y que son propios de
todo Estado de Derecho.

El juez reconstruye los hechos tal cual se supone ocurrieron, y los incorpora en la norma
general y abstracta prevista por el legislador. Sin esta labor del juez, sería imposible la
aplicación de las normas.

La prueba tiene una función social, una función humana individual (la necesidad del adulto
de probar algo para sobresalir, del niño para que lo tengan en cuenta.) y una función jurídica
(hacer posible saber cómo sucedieron los hechos para aplicar las normas).

La teoría de la prueba prohibida se originó en los Estados Unidos de Norte América como
una regla de exclusión (del proceso) del material probatorio obtenido de manera ilegal. Su
fundamento fue disuadir a la policía para que no procurase fuentes de prueba vulnerando
derechos fundamentales por cuanto sería excluida del proceso y no valorada por el Juez.

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Posteriormente, la teoría de la prueba prohibida extendió su vigencia a otros países. En


nuestro caso, a diferencia de lo ocurrido en los Estados Unidos de Norte América, la prueba
prohibida tiene como fundamento la defensa de los derechos constitucionales prohibiendo
que la fuente de prueba que hubiera sido obtenida mediante la vulneración de los mismos
pueda incorporarse al proceso.

Hoy en día se constata la tendencia general de la jurisprudencia de distintos países de crear


reglas de excepción a la exclusión de la prueba prohibida permitiendo con ello que, en
determinados casos, ésta pueda ser admitida y valorada por el Juez. Es decir, no importa
tanto que la prueba sea prohibida o no, en tanto se castigue al verdadero culpable. En ese
contexto, los Tribunales han creado excepciones como la del descubrimiento inevitable, o
de la buena fe, o de la conexión de antijuricidad porque consideran que los ciudadanos
jamás entenderían que un comprobado delincuente no fuera sancionado y dejado en
libertad por un “mero tecnicismo legal”.

La doctrina de la prueba prohibida ha sido aplicada tradicionalmente en el ámbito del


derecho penal; sin embargo, la problemática que ésta origina excede el proceso penal y de
hecho se presenta, también, en otros procesos como: el civil, el laboral, el contencioso
administrativo o el de familia.

Son numerosos los casos en los que los derechos constitucionales presentan entre si
situaciones de conflicto. Una situación de esta naturaleza es la que se presenta cuando se
analiza el problema de la prueba ilícita. Mientras que por un lado se encuentra el derecho
a la prueba y a la verdad objetiva, ambos elementos esenciales del derecho fundamental a
un proceso justo, por el otro se encuentra una gran variedad de derechos constitucionales
que esperan no ser lesionados.

La doctrina de la prueba prohibida ha sido aplicada tradicionalmente en el ámbito del


derecho penal; sin embargo, la problemática que ésta origina excede el proceso penal y de
hecho se presenta, también, en otros procesos como: el civil, el laboral, el contencioso
administrativo o el de familia.

La importancia del derecho fundamental a la prueba o derecho a probar radica en la


posibilidad de que todo sujeto de derecho que participa, o participará, como parte o tercero
legitimado en un proceso o procedimiento, tiene el derecho a producir la prueba necesaria
para formar la convicción del juzgador acerca de los hechos que configuran, o configurarán,
su pretensión o su defensa.

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Como afirma Bustamante Alarcón, su finalidad inmediata es producir en la mente del


juzgador la convicción sobre la existencia o inexistencia de los hechos que son objeto
concreto de prueba, mientras que su finalidad mediata –y no por ello menos importante– es
asegurar y lograr la obtención de la verdad jurídica objetiva en cada caso concreto, más
allá de que sea un proceso civil o de cualquier otra índole1.

El derecho a la prueba o derecho a probar es aquel elemento esencial del derecho


fundamental a un proceso justo en virtud del cual todo sujeto de derecho que participa, o
participará, como parte o tercero legitimado en un proceso o procedimiento, tiene el derecho
a producir la prueba necesaria para formar la convicción del juzgador acerca de los hechos
que configuran, o configurarán, su pretensión o su defensa.

Su finalidad inmediata es producir en la mente del juzgador la convicción sobre la existencia


o inexistencia de los hechos que son objeto concreto de prueba, mientras que su finalidad
mediata es asegurar y lograr la obtención de la verdad jurídica objetiva en cada caso
concreto.

En cuanto a su naturaleza, el derecho a la prueba es un derecho que integra otro mayor: el


derecho fundamental a un proceso justo; por lo tanto, goza de todas las características que
corresponden a los derechos fundamentales como su doble carácter, su mayor valor, su
progresividad, y la especial protección de su contenido, entre otros.

Por otro lado, tampoco se trata de un derecho a que el juzgador se dé por convencido sobre
la existencia o inexistencia de los hechos, como consecuencia de la admisión o actuación
de los medios probatorios, sino de un derecho a que los admita, actúe y valore
adecuadamente, teniéndolos en cuenta al momento de tomar su decisión, es decir, a que
la valoración se vea reflejada en la motivación, con prescindencia del resultado de su
apreciación.

Otra cosa es que el derecho a la prueba tenga por finalidad inmediata producir en la mente
del juzgador esa convicción, pero ésta debe ser el fruto de una apreciación razonada y libre,
sujeta tan sólo a las reglas de la técnica, de la ciencia, del derecho, de la sicología y de las
máximas de experiencia.

1
BUSTAMANTE ALARCÓN, Reynaldo. El problema de la “prueba ilícita”: un caso de conflicto de derechos.
En: Themis, N° 43. PUCP, 2001, Lima, p. 167 y ss.
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En el plano supranacional, el artículo 14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y


Políticos establece el derecho de toda persona a ser oída públicamente y con las debidas
garantías por un tribunal competente, independiente e imparcial, establecido por la ley, en
la substanciación de cualquier acusación de carácter penal formulada contra ella o para la
determinación de sus derechos u obligaciones de carácter civil.

A su vez, el artículo 8° del Pacto de San José de Costa Rica establece que toda persona
tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un
juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la
ley, en la sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella, o para la
determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier
otro carácter.

De este modo, “el derecho a un debido proceso” habrá de entenderse como una garantía
consistente en que el legislador deberá regular la actuación jurisdiccional por medio de un
proceso, lo que supone por definición enfrentar a dos partes parciales en términos de
dualidad, contradicción e igualdad, frente a un tercero imparcial, como debe ser el juez. A
ello habrá de agregarse por el legislador unas garantías específicas que hacen de ese
proceso un proceso justo o debido, como ocurre con el derecho a un juez ordinario
predeterminado por la ley. El derecho de defensa, que incluye los actos de comunicación y
derecho de audiencia, la asistencia letrada, la utilización de los medios de prueba, el
derecho a un proceso sin dilaciones indebidas, el derecho a un proceso público, el derecho
a los recursos, entre otros contenidos.

El Art. 44 de nuestra Constitución política de 1993 señala que es deber primordial del
Estado garantizar, de un lado, la plena vigencia de los derechos humanos y, de otro,
proteger a la población de las amenazas contra su seguridad.

La Constitución peruana no prevé norma específica sobre la prueba. Ello no quiere decir,
sin embargo, que la prueba sea completamente ajeno a la regulación constitucional. Así, el
Tribunal Constitucional, a partir de la sentencia de 3 de enero de 2003, recaída en el Exp.
Nro. 010-2002- AI/TC, sostiene que el derecho a probar o el derecho a la prueba goza de
protección constitucional en la medida en que está contenido implícitamente en el genérico
derecho al debido proceso y a la tutela procesal efectiva, consagrado en el artículo 139.3
de la propia Constitución.

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El derecho a la prueba, como cualquier otro derecho constitucional, tiene límites, los
mismos que se encuentran previstos en la propia Constitución, en los principios y garantías
de un debido proceso y en el respeto a la dignidad de la persona. En ese sentido, el principio
de libertad de prueba, conforme al cual se puede probar un hecho con cualquier medio de
prueba, típico o atípico. En este último supuesto, siempre que se observe en su práctica
análogamente los procedimientos estatuidos para una prueba semejante, se ve limitado por
la observancia de los derechos fundamentales de toda persona.

Respecto a la legalidad de la actividad probatoria, implica que tanto la obtención, la


recepción, así como la valoración de la prueba deben desarrollarse en orden a lo
establecido por la ley, sin que eso signifique adoptar el sistema de prueba legal. La legalidad
se invoca de manera muy especial, cuando en la actividad probatoria se producen
transgresiones del orden jurídico o violaciones de los derechos de las personas. La
legalidad del medio de prueba significa que la actividad procesal que es preciso desarrollar
para incorporar la fuente al proceso, debe realizarse de acuerdo con lo dispuesto en la ley.
Así, será preciso que:

a) Solamente se admitan los medios legalmente previstos; significa que si para un


proceso concreto existe una limitación probatoria, ésta debe respetarse.
b) Y, además, que esos medios solo se propongan y practiquen en la forma establecida
en la ley, y no de cualquier otra.

La obtención de todo medio de prueba debe de cumplir parámetros sujetos a ley. No debe
de vulnerar derechos constitucionales como violación de la intimidad o dignidad de la
persona humana. En ese sentido el juez debe de valorar por encima que no se vulneren
derechos fundamentales al momento de recibir una prueba.

En fin, se ha logrado concluir y fundamentar que tanto la prevalencia del derecho


fundamental a probar como la contribución en la determinación de la verdad de los hechos
deben constituir plenamente criterios predominantes a tener en cuenta para la admisión de
la validez de la prueba ilícita en el proceso civil peruano, en orden a los intereses que
representan las partes en controversia y a la eficacia misma del proceso.

Así mismo, el Derecho fundamental a la prueba se concibe como un derecho subjetivo en


el que el ordenamiento jurídico que implica una posición jurídica de las partes frente al juez,
cuya importancia radica en la posibilidad de que todo sujeto de derecho que participa, o
participará, como parte o tercero legitimado en un proceso, tiene el derecho a producir la

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prueba necesaria para formar la convicción del juzgador acerca de los hechos que
configuran, o configurarán, su pretensión en el marco del proceso civil en virtud de la
eficacia del proceso y la consecución de la verdad de los hechos.

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