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Educación.

Abbagnano, Nicola. Diccionario de Filosofía. Segunda Edición en español. 1974.

Educación (gr. παιδεία; lat. educatio; ingl. education; franc. éducation; alem. Erziehung; ital.
educazione).

En general, este término señala la trasmisión y aprendizaje de las técnicas culturales, o sea de las
técnicas de uso, de producción, de comportamiento, mediante las cuales un grupo de hombres está
en situación de satisfacer necesidades, de protegerse contra la hostilidad del ambiente físico y
biológico, de trabajar y vivir en sociedad en una forma más o menos ordenada y pacífica. Ya que la
totalidad de estas técnicas se denomina cultura (véase cultura), una sociedad humana no puede
sobrevivir en caso de que su cultura no sea trasmitida de generación a generación, y las modalidades
o las formas mediante las cuales esta trasmisión se efectúa o se garantiza se denominan educación.
Éste es el concepto más generalizado de la E., concepto indispensable en la consideración del
fenómeno no sólo en las sociedades denominadas civiles, sino también en las sociedades primitivas
o primarias. Entre estos dos tipos de sociedad, hay, sin embargo, en lo que se refiere a la forma de la
E., una diferencia no ya de desarrollo o de grado (según se cree comúnmente), sino de actitud o de
orientación. La sociedad primitiva está caracterizada por el hecho de que en ella la E. está dirigida a
garantizar la inmutabilidad de las técnicas de que dispone y, por lo tanto, tiende a reconocer a tales
técnicas un carácter sagrado, que permite castigar como impía toda innovación o corrección. Una
sociedad civil está ante todo capacitada para afrontar situaciones nuevas o en mutación y, por lo tanto,
tiende a hacer flexibles y corregibles las técnicas de que dispone y también a confiar a la E. la tarea
de corregirlas y perfeccionarlas y no solamente de trasmitirlas. Sin duda, estas dos orientaciones
nunca se encuentran en estado puro ya que no existen sociedades tan absolutamente primitivas que
no permitan, así sea de trasmano, una corrección o una lenta modificación de sus técnicas, como
tampoco existen sociedades absolutamente civiles que permitan la rápida e incesante corrección de
las técnicas más delicadas, que no son las destinadas al uso y a la producción de los objetos, sino las
que regulan la conducta de los individuos y su comportamiento entre sí.

Por lo tanto, se pueden distinguir dos formas fundamentales de la E.: 1) la que se propone simplemente
trasmitir las técnicas de trabajo y de comportamiento que ya están en posesión del grupo social y
garantizar su relativa inmutabilidad; 2) la que se propone, a través de la trasmisión de las técnicas
poseídas por la sociedad, formar en los individuos la capacidad de corregir y perfeccionar las técnicas
mismas.

1) El primer concepto de E. es, según se ha dicho, el que actúa en las sociedades primitivas y también,
parcialmente, en las sociedades secundarias, con preferencia en lo que se refiere a la E. moral y
religiosa. Consiste en la trasmisión pura y simple de las técnicas consideradas válidas y, al mismo
tiempo, en la trasmisión de las creencias acerca del carácter sagrado y, por lo tanto, inmutable, de
estas técnicas. En la tradición pedagógica de Occidente este concepto de E., por motivos obvios, ha
sido formulado y defendido en muy pocas ocasiones. Entre los que lo han defendido con mayor
decisión y nitidez está Hegel: "El individuo debe volver a recorrer los grados de formación del Espíritu
universal, también según el contenido, pero como figuras ya depuestas del Espíritu... Desde el punto
de vista del individuo, su formación consiste en la conquista de lo que encuentra ante sí, consiste en
asumir su naturaleza inorgánica y en apropiársela” (Phanomen. des Geistes [Fenomenología del
espíritu], Pref., II, 3). Hegel hipostasía aquí, como “Espíritu universal”, el sistema cultural de la sociedad
civil, pero su concepto de la E. es el propio de la sociedad primitiva.

2) El segundo concepto de la E. es aquel según el cual la trasmisión de las técnicas ya adquiridas


tiene, antes que nada, la finalidad de hacer posible el perfeccionamiento de tales técnicas mediante la
iniciativa de los individuos. Aquí, la E. no se define desde el punto de vista de la sociedad, sino del
individuo; la formación {véase) del individuo, su cultura, resultan el fin de la educación. La definición
de la E. en la tradición pedagógica de Occidente obedece por entero a esta exigencia. La E. es definida
como la formación del hombre, la maduración del individuo, el logro de su forma completa o perfecta,
etc., por lo tanto, como el paso gradual, similar al de una planta, pero libre de esta forma completa
desde la potencia al acto.

Estos conceptos retornan con tal uniformidad en la tradición pedagógica, que llegan a no ofrecer
novedad alguna desde la mira filosófica. Para esta concepción la E. es, pues, cultura en el segundo
de los dos significados fundamentales del término y los problemas generales pertinentes pueden ser
considerados en el artículo correspondiente.

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