Está en la página 1de 3

El despegue lingüístico

Permítanme extenderme un poco sobre la conexión entre el despegue lingüístico y las formas
de comunicación humanas. En efecto, el despegue cultural es también un des pegue lingüístico. Un
ritmo de cambio rápido y acumulativo de las tradiciones implica un avance en la cantidad de
información socialmente adquirida, almacenada, recuperada y compartida. Resulta imposible celebrar
uno sin celebrar el otro.

El lenguaje humano es el medio por el cual los recuerdos sobreviven a los individuos y a las
generaciones. Pero no se trata de un palimpsesto meramente pasivo. Es también una fuerza
instrumental activa en la creación de la actividad social cada vez más compleja que la evolución
cultural impone a la vida cotidiana. La competencia lingüística posibilita que se formulen reglas para
actuar del modo adecuado en situaciones lejanas en el espacio y en el tiempo. Sin haber visto en la
vida a una hormiga del género Dorilus o uno de sus nidos, cualquier humano normal, no
excesivamente inteligente, a diferencia de los chimpancés más inteligentes, puede enseñar a otros
cómo cazar termitas. La práctica seguirá siendo necesaria (y mejorará siempre los resultados), pero la
capacidad de formular reglas verbales para cazar hormigas o termitas facilita el que individuos
diferentes reproduzcan dichas actividades a través de las generaciones. La vida social de los humanos
se compone en buena medida (aunque no exclusivamente) de pensamientos y conductas coordinados y
gobernados por dichas reglas. Cuando las personas inventan nuevas formas de actividad social,
inventan las reglas correspondientes para adaptar las nuevas prácticas y las almacenan en sus cerebros
(a diferencia de las instrucciones de innovación biológica, que se almacenan en los genes). Gracias al
ascendiente de las conductas verbales gobernadas por reglas, los humanos superan . fácilmente a las
demás especies en cuanto a la complejidad y diversidad de sus papeles sociales y en cuanto a la
capacidad para constituir grupos cooperativos.
¿Es nuestro virtuosismo lingüístico un mero subproducto de la ampliación y reorganización
de los circuitos del cerebro de los homínidos? O ¿se basa en un determinado programa neuronal de la
especie, que nos capacita para adquirir la competencia lingüística al pasar de la primera infancia a la
niñez?
Nadie sugiere que los niños aprenderían a hablar una lengua si se les dejase completamente
aislados. Pero los niños parecen adquirir la aptitud lingüística poco más o menos como aprenden a
andar. Con poco que se le enseñe, basta para que un niño pase de gatear a andar, porque la mayor parte
de las instrucciones sobre cómo coordinar nuestros pies, piernas, brazos y torso para caminar con los
pies están programadas dentro de nosotros. Aunque tal vez la programación lingüística no sea tan
fuerte y definida como la necesaria para andar, es lo bastante fuerte para manifestarse con un mínimo
de enseñanza por parte de padres y otros miembros de la comunidad hablante. Los lingüistas han
encontrado pruebas que sustentan esta opinión en la historia de ciertas lenguas que surgen como
consecuencia de un desarraigo masivo bajo el impacto del colonialismo y el imperialismo.

Durante los últimos siglos, la demanda de mano de obra barata para las plantaciones obligó o

39 / 305
indujo a grandes cantidades de personas que hablaban lenguas nativas diferentes a una estrecha
convivencia en islas y costas aisladas, como Haití, Jamaica, Guyana y Hawai. Para hablar unos con
otros, los miembros de estas comunidades políglotas desarrollaron formas de comunicación que se
conocen por la denominación de pidgin. Cuando la diversidad de las lenguas nativas que contribuían a
un pidgin era muy grande y había pocos hablantes de la lengua del dueño de la plantación, el pidgin
constituía un experimento natural de formación de una nueva lengua. La primera generación de
hablantes del pidgin no podía contar con la ayuda de sus padres para que les enseñasen a hablar esta
nueva lengua.

Los padres siempre saben más sobre la lengua de su comunidad que los hijos, pero no en este
caso. Para tener plena competencia lingüística en el pidgin, los niños deben superar con rapidez la
forma deficiente de pidgin que hablan sus padres. Los pidgin de primera generación son lenguas
genuinamente rudimentarias, que pueden ofrecer una idea de las formas de habla anteriores al
despegue. Adolecen de una falta notoria de reglas sobre el orden de las palabras (por ejemplo, sujeto-
verbo-predicado), los artículos determinado e indeterminado, que distinguen los nombres específicos
de los no específicos, y los modos normales de distinguir los tiempos. Las frases son cortas y consisten
en su mayor parte en sucesiones sin conexión alguna de verbos y sustantivos. Dereck Bickerton, de la
Universidad de Hawai, proporciona los dos ejemplos siguientes de pidgin hawaiano de primera
generación, que fue desarrollado por hablantes ingleses, japoneses, filipinos, coreanos, portugueses y
hawaianos nativos a finales del siglo XIX:

aena tu macha churen, samawl churen, haus mani pei and too much children, small children,
house money pay.
bilhoa mil no moa hilipino no nating before mill no more Filipino no nothing.

Los pidgin de varias partes del mundo originaron rápidamente unas lenguas nuevas y
completamente satisfactorias: las lenguas criollas. Esto ocurrió en Hawai en el espacio de una
generación, lo que significa que los niños tuvieron que adoptar mientras crecían un conjunto de reglas
gramaticales que sus padres no podían enseñarles y que, por consiguiente, debieron en cierto sentido
haber «inventado» los propios niños. Lo más notable es que la gramática del criollo hawaiano parece
ser prácticamente idéntica a las gramáticas de otros criollos surgidos de los pidgin en una generación,
independientemente de la combinación de lenguas nativas representadas en cada caso. Por ejemplo,
todas cuentan con un orden de palabras básico, en el cual el sujeto viene primero, el verbo después y el
predicado en último lugar; asimismo, tienen reglas definidas para cambiar dicho orden a fin de resaltar
un componente particular de la frase. Por ejemplo, en criollo hawaiano:

Ai si daet wan (I saw that one)


Ai no si daet wan (I didnt't see that one)
O, daet wan al si (Oh, that one I saw).

¿Cómo pudieron los niños que hablaban el pidgin hawaiano convertirlo en tan poco tiempo en
criollo hawaiano? Según Bickerton, lo consiguieron porque el cerebro humano actual contiene un plan
programado biológicamente para la adquisición de lenguas correctas, desde un punto de vista
gramatical. Este programa se activa durante el período de maduración del niño y se desarrolla del
mismo modo que el programa para andar. Los niños no podrían inventar nunca una lengua sin el
influjo de la lengua de sus padres. Pero con una influencia mínima de la conducta lingüística de los

40 / 305
demás dejan de «gatear». Una vez que se ponen de pie, no es necesario que nadie les enseñe el
equivalente lingüístico de correr.

Con toda evidencia, el programa biológico que permite a los seres humanos contemporáneos
adquirir la competencia lingüística no surgió repentinamente formada por completo de la cabeza del
hábilis o del erectus. Como ocurre con nuestra capacidad para caminar o manipular objetos con un
pulgar oponible, tuvo que darse un proceso gradual mediante el cual la selección natural fue sentando
las bases para unas modalidades cada vez más eficaces de formación de conceptos y expresión
lingüística de los mismos. ¿Cuáles fueron los primeros pasos? Creo que nuestros primos los simios
tienen mucho que decir al respecto. Pero antes de mezclarlos en la discusión, permítanme aclarar
algunos malentendidos corrientes sobre el carácter de las lenguas contemporáneas.

41 / 305

También podría gustarte