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Universidad Nacional de Colombia

Facultad de Ciencias Humanas


Departamento de Lingüística
Carrera Filología Clásica
Lingüística General grupo 4

Nombre: Lineth Carolina Niño Sandoval

Reseña: Instinto para adquirir un arte, en: Pinker Steven (1994) El Instinto del
Lenguaje. Págs. 15-24

El ser humano, ente predominante de la tierra y especie que ha evolucionado y cambiado al


alrededor de los siglos y milenios, ha desarrollado herramientas a lo largo de su existencia
capaces de posicionarlo en el lugar que ocupa en el planeta. Una de las herramientas que nos
es presentada en el texto y que nos ha permitido compartir tanta información y conocimientos
es el lenguaje: que llegó a ser tan incomprensible para la humanidad, que su desarrollo y
cambio buscó ser explicado por los pueblos y ciudades antiguas con mitos como la historia
de la torre de Babel; donde se nos presenta una explicación divina de lo que pudo haber
ocurrido con la diversificación de las lenguas.

El lenguaje, como la capacidad de adquirir una lengua, ha sido el factor determinante para
que seamos capaces de transferir al otro ideas y pensamientos y que esta información sea
entendida por aquellos que tienen una lengua en común. Y aunque muchos autores postularon
diferentes hipótesis y teorías en las que el lenguaje y la adquisición de la lengua ocurrían por
cuestiones culturales e incluso por superioridad del ser humanos sobre los demás animales,
la verdad del autor nos dice que el lenguaje se encuentra de forma instintiva e innata en todos
los seres humanos; comparando el lenguaje de la misma forma en la que los animales poseen
comportamientos que no son enseñados, como el baile de las abejas para comunicar la
localización de alimento, el lenguaje en los seres humanos es una habilidad compleja y
espontanea… sin esfuerzo consciente o instrucción formal. (Pinker, 1994, p. 18)

Aunque décadas atrás se le intentó dar una explicación por medio del conductismo a como
era adquirida una lengua (a través de un simple asociación de estímulos y respuestas
negativas y positivas, una cuestión de intento y error), es Noam Chomsky, junto otros
lingüistas, quien se vuelve uno de los más reconocidos defensores y promotores del concepto
de gramática universal: una especie de configuración mental que permite que los infantes
tengan ciertas nociones sintácticas que les permita generar una infinita cantidad de oraciones
con una cantidad limitada de palabras y/o reglas gramaticales, poniendo a la gramática
universal al nivel de un programa de computación muy avanzado y que este desemboca en
la gramática particular que viene a ser las normas bajo las cuales se rige nuestra lengua.
Estos sucesos despertaron en otros científicos la necesidad de concentrarse en el lenguaje
desde diferentes áreas, desde una profundización de la adquisición y desarrollo del lenguaje
buscando establecer que facultades se desarrollaba en que edades, hasta un estudio del
lenguaje a un nivel neuronal, social, e incluso genético.

Se presenta este texto como una pequeña introducción de las posturas y pensamientos del
autor, dando a entender que, aunque Chomsky es una de las bases de su trabajo, varios autores
han complementado la interpretación y apreciación que tiene del lenguaje, partiendo desde
la unidad más mínima de la genética hasta la apreciación social del mismo por parte de otros
autores.

Reseña: Charlatanes, en: Pinker Steven (1994) El Instinto del Lenguaje. Págs. 25-55

El lenguaje es universal, complejo y que cada civilización tenga uno, sin importar en qué
condiciones se desarrollen en su entorno, pone en evidencia que no es una cuestión cultural,
sino algo evolutivo y biológico; ya que, aunque las cuestiones culturales llegan a variar de
una comunidad a otra, esta no tiene relación directa con su lenguaje. Esto puede manifestarse
en la comparación de fenómenos lingüísticos y morfológicos entre dos lenguas, mostrando
construcciones gramaticales mas complejas en tribus mal llamadas primitivas a comparación
de sociedades modernas con estructuras sintácticas más simples.

A lo largo de todo el mundo se presentan todo tipo de lenguas en diferentes comunidades,


pero no hay una correlación entre un avance de las personas hablantes de una lengua en una
civilización y la sofisticación de las personas que las conforman. E incluso, entre las mismas
lenguas, se empiezan a desarrollar dialectos que dada su surgimiento y desarrollo en estratos
sociales bajos o en contextos ajenas a lo “común” de sus propias sociedades y comunidades,
son considerados inferiores. El lenguaje ordinario se maneja con tal desinterés por parte del
hablante, que es obviado todo el proceso que es necesario para que esto pueda ocurrir; e
incluso, los cambios lingüísticos que ocurren en una lengua y que no son socialmente
aceptables, suelen tener mayor grado de exactitud que la lengua usada de forma
convencional.

La ubicuidad del lenguaje se ha manifestado por los antropólogos y lingüistas como algo
innato, sin embargo, la falta de un proceso de observación que no permita ver este fenómeno
de modo más aislado y como una evolución; más cuando todo pudo ser parte de un acuerdo
social para poder comunicar nuestras necesidades o de nombrar lo que requeríamos. Sin
embargo, la transformación de las lenguas y su correlación con el instinto del lenguaje puede
demostrarse con sucesos históricos de demostraron que la necesidad de la comunicarse hace
que el lenguaje se transforme para lograr el cometido de generar un medio para la
comunicación. Así pues, las lenguas macarrónicas utilizadas por gente adulta, que no estaba
constituida, no tenían ninguna gramática ni forma clara, fueron heredadas a las siguientes
generaciones, las cuales fueron acomodando las estructuras gramaticales para darle un orden
sintáctico y con un trasfondo más complejo y expresivo a la unión de dos lenguas que fueron
unidas por factores externos, y que, al constituirse como lengua materna de los niños de ese
entorno, se convierte en una lengua criolla.

Estos fenómenos no solo ocurren con el habla, también ha llegado a manifestarse en lenguaje
de signos, que a pesar de no manifestarse en el canal vocal-auditivo, maneja los mismos
principios de una lengua, e incluso en casos como el de la lengua de signos nicaragüense, se
manifiesta sin necesidad de una intervención lingüística externa (no se menciona
intervención para la creación de signos por parte de sujetos externos a los niños que acudían
a las escuelas para sordos, donde en sus momentos de interacción, crearon un sistema de
signos que utilizaron no solo con sus compañeros sino con sus familias también), llegando al
punto de pulir y enriquecer una lengua que no tuvo una mayor estimulación exterior.

De hecho, la estimulación implícita que se cree es necesaria para el desarrollo del lenguaje
del bebé por la gente del común, no es tan indispensable como se logra ver en diferentes
culturas. Según Chomsky, el diseño básico del lenguaje nos permite saber que cambios o
modificaciones son gramaticalmente correctas en nuestra lengua sin necesidad de que un
tercero no los haya explicado con anterioridad.

No obstante, todo lo anteriormente mencionado no podría ocurrir si la estructura cerebral


necesaria para los complejos procesos lingüísticos que son llevados presuntamente por el
lóbulo frontal del hemisferio izquierdo de nuestro cerebro. Tanta complejidad en los procesos
sinápticos de nuestro cerebro puede verse colapsados en cualquier momento, desde nuestro
desarrollo neuronal en el útero hasta por contusión que puede dañar elementos mínimos de
nuestra construcción neurológica para el lenguaje y la comunicación, sin que esto afecte otras
capacidades normales del ser humano.

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