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UNIDAD IV: REPRESENTACIÓN Y CONOCIMIENTO DE LA

MEMORIA A LARGO PLAZO:


Funciones del conocimiento en la cognición Con frecuencia se
concibe el conocimiento como algo constituido por un conjunto
particular de hechos, técnicas y procedimientos que desarrollan las
culturas, tal como «saber las estadísticas del béisbol», «saber tocar
la guitarra», «saber cómo pedir una comida en un restaurante».
Este conocimiento, en la mayoría de los casos, nos viene a la
mente de un modo consciente, después de una larga y, con
frecuencia, difícil práctica. Pero en su sentido más amplio el
conocimiento, en su mayor parte, existe y opera de forma no
consciente: por lo general no somos conscientes del constante y
amplio impacto que el conocimiento tiene en nosotros en cada
momento. El tipo de conocimiento formal —las causas de la
Revolución Americana o la llamada regla del bateador en el
béisbol— es un subconjunto relativamente pequeño y sin influencia
en todo lo que sabemos y que afecta a nuestra vida cotidiana. La
mayor parte de nuestro conocimiento —y es el conocimiento que
más influye en nuestra vida diaria— es un conocimiento
relativamente mundano acerca de asuntos como la vestimenta, la
conducción y el amor (bueno, es posible que no tan mundano). Por
lo tanto, el conocimiento, en su acepción más amplia y en el sentido
en el que se utiliza el término en Psicología cognitiva, es
información acerca del mundo que se almacena en la memoria y
que va de lo cotidiano a lo formal. Con frecuencia, el conocimiento
se define de forma más extensa como información acerca del
mundo que es posible que sea cierta, que está justificado creerla y
que es coherente (para más información, véase Carruthers, 1992;
Leher, 1990). El conocimiento así definido posibilita de muchas
maneras la vida cotidiana. Es esencial para un buen funcionamiento
de la mayoría de los procesos mentales, no sólo de la memoria, del
lenguaje y del pensamiento, sino también de la percepción y de la
atención. Sin conocimiento cualquier proceso mental llegaría a ser
ineficaz. ¿Cómo podríamos experimentar nuestra fiesta de
cumpleaños si el conocimiento, simplemente, se desvanece? Para
empezar, no hubiéramos sido capaces de ir más allá de la
superficie de los objetos y sensaciones que nos rodean en el
mundo. Cada uno de ellos sería único, sin historia o significado. En
concreto, seríamos incapaces de clasificar o categorizar las cosas.
La categorización es la capacidad de establecer que una entidad
percibida pertenece a un grupo específico de cosas que comparten
características clave. Las «tartas», por ejemplo, forman una
categoría de entidades que las personas perciben como
relacionadas en su estructura y uso. Sin conocimiento no se puede
categorizar —de modo que la tarta que está en la mesa en nuestra
fiesta de cumpleaños no significa nada para nosotros—.
Imaginemos una cámara que graba en película una imagen de la
fiesta de cumpleaños. ¿Sabría la cámara que en la escena hay una
tarta? No. Una cámara puede mostrar una imagen de una tarta,
pero simplemente está grabando una determinada disposición de la
luz en una película, que no difiere en calidad ni en significado de
cualquier otra disposición de la luz. La cámara carece de
conocimiento sobre el significado de las entidades y los sucesos en
el mundo. Y en el «ejercicio de imaginación» de nuestra fiesta de
cumpleaños nos hemos convertido en algo parecido a una cámara,
capaces de registrar imágenes pero incapaces de captar lo que
significan, lo que tienen en común con otras entidades presentes o
ausentes de la escena. Así pues, la categorización es algo que
desaparecería si se pierden los conocimientos.

Representaciones y sus formatos:

Un aspecto clave del conocimiento es que se basa en


representaciones. Las representaciones son un tema complicado y
controvertido sobre el que científicos cognitivos de distintas
disciplinas han discutido durante largo tiempo. Ninguna definición se
ha aceptado por completo y la mayoría de las propuestas son muy
técnicas. La definición que utilizamos aquí está relativamente
simplificada, pero capta alguna de las ideas centrales en muchos
aspectos. (Para considerar los diversos tratamientos de este
importante concepto, véase Dietrich y Markman, 2000; Dretske,
1995; Goodman, 1976; Haugeland, 1991; Palmer, 1978.) Según se
expuso en el Capítulo 1, una representación es un estado físico
(como las marcas en una página, los campos magnéticos en un
ordenador o las conexiones neurales en un cerebro) que
representan un objeto, un suceso o un concepto. Las
representaciones también pueden transmitir información de aquello
que representan. Consideremos un mapa de una red de metro.

2.1. Recuerdos y representaciones:

Imaginemos que en nuestra fiesta de cumpleaños estamos viendo


por primera vez una lámpara de lava. La lámpara está apagada.
Vemos una jarra con forma de cono en un pedestal metálico, con
una mezcla coloreada de líquidos y sólidos en su interior. Ahora,
para sumarlo a la celebración, se enciende la lámpara. El contenido
de la jarra brilla y glóbulos de material en su interior comienzan a
ondular. Una propiedad básica del cerebro es que, hasta cierto
punto, pero lejos de la perfección, almacena las experiencias
percibidas —esto es, permite los recuerdos—. Cuando
almacenamos nuestro primer recuerdo de una lámpara de lava,
¿estamos almacenando una representación?, ¿cumple este
recuerdo los siguientes requisitos para ser una representación?
Criterio de intencionalidad: una representación tiene que construirse
deliberadamente para representar algo. Esto parece ser un poco
problemático. Por costumbre, las personas no intentan organizar
deliberadamente sus experiencias diarias para recordarlas luego
con más facilidad. Según estamos viendo la lámpara de lava por
primera vez, probablemente no nos estemos diciendo a nosotros
mismos: «Esto es estupendo, tengo que recordarlo durante el resto
de mi vida». Sin embargo, lo recordaremos. Muchas investigaciones
(y una buena cantidad de datos anecdóticos) indican que el cerebro
almacena la información automáticamente, incluso cuando no
estamos tratando de fijarla en la memoria (véase p. ej., Hasher y
Zacks, 1979; Hyde y Jenkins, 1969). En efecto, el hecho de intentar
conscientemente preservar información para recuperarla más tarde,
no suele conducir a mejora alguna en la memoria si se compara con
sólo percibir y procesar la información. Esto sugiere que tenemos la
meta inconsciente de almacenar información sobre la experiencia,
con independencia de nuestras metas conscientes. Es como si la
capacidad de almacenar información fuera tan importante que la
evolución no pudiera haber dejado el trabajo en manos de las
intenciones conscientes de las personas (algunos de nosotros ni tan
siquiera podemos recordar el sacar la basura). En vez de ello, la
evolución confió parte del almacenamiento de la información a
mecanismos automáticos inconscientes del cerebro.

2.2. Cuatro formatos posibles:

Para las representaciones ¿Qué más podemos decir sobre una


representación mental? Un aspecto de la representación es su
formato. El formato se refiere a su tipo de código, como se vio en el
Capítulo 1. Ahora podemos desarrollar más esta idea. El formato no
sólo se refiere a los elementos que conforman una representación y
a cómo están dispuestos dichos elementos, sino que se basa en las
características de los procesos que operan en ellos para extraer
información. Como se verá, las representaciones pueden ser de
modalidad específica, esto es, pueden valerse de los sistemas
perceptivos o motores; o amodales, basándose en algo externo a
las modalidades perceptivas o motoras. Otro aspecto de la
representación es su contenido —la información que expresa—.

2.2.1. Representaciones de modalidad específica: imágenes:

Cuando hablábamos de la fiesta de cumpleaños, la metáfora de la


cámara fue útil. Imágenes como las que capta la cámara son uno de
los formatos posibles de una representación, que describen la
información. Quizá el cerebro construya un tipo similar de
representación. Lo cierto es que a menudo hablamos de ello como
si lo hiciera, al decir cosas como «no me puedo quitar esa imagen
de la mente» o «lo puedo ver con claridad en mi mente». Veamos
qué está involucrado en las imágenes y si es probable que el
cerebro contenga representaciones de esta forma. En una mesa
hay varias cajas envueltas y una tarta de cumpleaños. Parte de la
escena ha sido captada por una cámara digital y registrada por
píxeles, o «elementos de la imagen», las unidades de información
visual de una imagen, y almacenada así. En concreto, una imagen
tiene tres elementos, que en conjunto determinan su contenido: una
ventana espacio-temporal, unidades de almacenamiento e
información almacenada

2.2.2. Representaciones específicas por modalidad: registro de


características:

A partir de este punto, las representaciones que consideraremos


serán más sofisticadas que las que producen los artefactos que
captan imágenes, tales como las cámaras. Se hará evidente que la
inteligencia natural es superior a la tecnología actual cuando se
trata de representaciones. El arte imitará a la naturaleza: el futuro
de una tecnología sofisticada de la representación reside en llevar a
cabo las representaciones naturales que vamos a examinar. La
esencia de una representación sofisticada reside en la
categorización de entidades significativas. Una entidad significativa
es un objeto o un suceso que juega un papel importante en la
supervivencia de un organismo vivo y en su persecución de metas.
Por lo contrario, un píxel es una entidad prácticamente sin
significado. No sólo queremos saber si la luz incide en un punto
particular del espacio; queremos saber qué representa un patrón
particular de píxeles —o áreas de activación neural— en el entorno.
Esto no significa que las imágenes sean inútiles. En realidad, las
representaciones más significativas se derivan de imágenes.

4.4. Representación dinámica:

Como se ha visto, muchas estructuras diferentes pueden subyacer


al conocimiento de una categoría determinada: ejemplares, reglas,
prototipos y esquemas. Cuando pensamos en una categoría en
particular, ¿se activan por completo todas las estructuras que la
representan?, ¿o el sistema cognitivo varía la información más
activa sobre una categoría de una forma dinámica, subrayando la
información más útil en las circunstancias actuales? Muchos datos
indican que no toda la información posible de una categoría se
activa cuando se accede a la categoría, sino que más bien se activa
preferentemente la información oportuna en el contexto actual. La
representación dinámica se refiere a la capacidad del sistema
cognitivo para construir, y apelar cuando es necesario, muchas
representaciones diferentes de una categoría, cada una de las
cuales hace énfasis en el conocimiento de la categoría que más
interesa en el momento actual.

Dominios de categorías y organización:

¿Para qué dominios del entorno establecemos el conocimiento de


categorías? Parece ser que elaboramos categorías que representan
los tipos de cosas que hay en el mundo —lo que los filósofos
interesados en la ontología, el estudio del ser o de la esencia de las
cosas, llaman tipos ontológicos (véase, p. ej., Sommers, 1963)—.
Los ontólogos están generalmente de acuerdo en que los tipos
ontológicos importantes incluyen seres naturales vivos («tipos» en
el lenguaje de la ontología), tipos naturales no vivos, artefactos,
localizaciones, sucesos, estados mentales, tiempos y propiedades.
La mayoría de los ontólogos opinan que las categorías ontológicas
probablemente son universales; es decir: son categorías que
cualquier ser humano conoce, independientemente de su cultura.
Los psicólogos sostienen que se elaboran diferentes dominios de
conocimiento de categorías para diferentes tipos ontológicos
(véase, p. ej., Keil, 1979).

Naturaleza de la memoria a largo plazo:

La capacidad para recordar a las personas, los lugares y las cosas


que se encuentran en el transcurso de la vida diaria es una forma
fundamental de cognición que guía la conducta. La frustración que
se experimenta en situaciones como la del encuentro en el vestíbulo
que hemos descrito más arriba, sirve como un breve recordatorio de
nuestra dependencia de la memoria, el depósito interno de
información almacenada. Como se verá en este capítulo, la
memoria se basa en un conjunto de procesos mediante los cuales
la información se codifica, se consolida y se recupera. Aunque las
consecuencias de los fallos de memoria se limitan en ocasiones a
situaciones socialmente embarazosas, éste no es siempre el caso:
la memoria es esencial para el funcionamiento, e incluso para la
supervivencia, de los seres humanos y otros animales. Sin memoria
nunca podríamos aprender de la experiencia y actuaríamos sin
rumbo, carentes de planes o metas. Las habilidades motoras y la
capacidad de lenguaje se perderían. Incluso el sentimiento de
identidad personal que todos poseemos desaparecería. El tipo de
memoria que participa en estas situaciones es la memoria a largo
plazo, información que se adquiere en el transcurso de una
experiencia y que persiste, de modo que se puede recuperar mucho
después de que la experiencia haya pasado. Como se expondrá,
algunas formas de memoria a largo plazo pueden recuperarse
conscientemente, y así podemos utilizar nuestras reminiscencias de
algo pasado para guiar el pensamiento y las acciones del presente.
William James (1890) describió este tipo de memoria como «el
conocimiento de un estado anterior de la mente una vez que éste se
ha marginado de la consciencia». Por contraposición, otras formas
de memoria a largo plazo influyen en nuestro pensamiento y
conducta en el presente mientras actúan fuera de la consciencia. En
dichos casos, las experiencias del pasado afectan de modo no
consciente al presente. Se ha avanzado en el conocimiento de la
memoria a largo plazo gracias a investigaciones comportamentales
realizadas en personas con la memoria intacta, así como en
pacientes con alteraciones de memoria. Los estudios de lesión y de
registro realizados en animales, y los estudios de neuroimagen en
seres humanos, también han ayudado a comprender el
funcionamiento de la memoria.

Codificación: cómo se establece la memoria episódica:

Algunos episodios de la vida, triviales o cruciales, pueden


recordarse tan bien que podemos recuperar mentalmente una
enorme cantidad de detalles, incluso cuando ha transcurrido un
tiempo considerable —recordamos con placer una cena italiana que
compartimos con la amiga que encontramos de nuevo en el
vestíbulo—. Cuesta más recordar otras experiencias o, lo que es
peor, estos recuerdos se pueden perder de forma irrecuperable —
¿cuál es el nombre de ese individuo?, ¿no está en mi departamento
de física?—. ¿Qué es lo que determina si una experiencia se
recordará o se olvidará? Los primeros estudios experimentales de la
memoria humana, realizados a finales de 1800, investigaron este
enigma. Las investigaciones que se llevaron a cabo durante ese
siglo demostraron que un conocimiento completo de cómo se
establecen las memorias requiere tener en cuenta los muchos
procesos cognitivos y neurobiológicos que constituyen las tres
etapas del procesamiento de la memoria —codificación,
consolidación (la modificación de las representaciones en la
memoria de modo que se vuelvan estables) y recuperación— así
como las interacciones entre estas diferentes etapas. Codificación
es el término que se utiliza para designar los diversos procesos
mediante los cuales la información se transforma en una
representación de memoria. Estos procesos se ponen en
movimiento en el momento de la experiencia, dando lugar a una
representación mental que registra alguno o algunos aspectos de
dicha experiencia. Todas las formas de memoria, declarativa y no
declarativa, comienzan con la codificación. Pero debido a que la
memoria episódica registra la historia singular de la vida de cada
persona, parece ser un punto de partida conveniente para nuestro
estudio de cómo opera la codificación.

Recuperación: cómo se recuerda el pasado a partir de la


memoria episódica:

Nuestras reminiscencias individuales de tiempos pasados


dependen de la recuperación episódica, proceso mediante el cual
se reactivan las huellas de memoria almacenadas. Es el fenómeno
de recuperación el que produce la experiencia subjetiva de recordar
conscientemente el pasado. La recuperación episódica depende de
procesos del lóbulo temporal medial que sustentan la conclusión de
modelos y de procesos del lóbulo frontal que sustentan los
mecanismos de recuperación estratégica.

Conclusión de modelos y recapitulación La recuperación episódica


es un eficaz fenómeno cognitivo que transforma nuestro estado
mental actual, de modo que el presente contacta con él y reinstaura
aspectos del pasado. Antes de que viéramos de forma imprevista a
aquellas personas en el vestíbulo, es perfectamente probable que
no estuviéramos pensando en ninguna de ellas. Por razones que
hemos discutido, no recordábamos muy bien a una de ellas. Pero
sólo con ver el rostro de la otra persona, nuestro estado mental
cambió. Ver su rostro fue una señal que desencadenó una cascada
de procesos que trajeron de vuelta a la mente multitud de detalles
del primer encuentro. Por otra parte, éramos conscientes de que
esos detalles recuperados correspondían a un momento en
particular de nuestro pasado. En definitiva, era como si esta
recuperación episódica nos hubiera enviado de vuelta al pasado, a
un momento anterior de nuestra vida (Tulving, 1983).

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