Funciones del conocimiento en la cognición Con frecuencia se concibe el conocimiento como algo constituido por un conjunto particular de hechos, técnicas y procedimientos que desarrollan las culturas, tal como «saber las estadísticas del béisbol», «saber tocar la guitarra», «saber cómo pedir una comida en un restaurante». Este conocimiento, en la mayoría de los casos, nos viene a la mente de un modo consciente, después de una larga y, con frecuencia, difícil práctica. Pero en su sentido más amplio el conocimiento, en su mayor parte, existe y opera de forma no consciente: por lo general no somos conscientes del constante y amplio impacto que el conocimiento tiene en nosotros en cada momento. El tipo de conocimiento formal —las causas de la Revolución Americana o la llamada regla del bateador en el béisbol— es un subconjunto relativamente pequeño y sin influencia en todo lo que sabemos y que afecta a nuestra vida cotidiana. La mayor parte de nuestro conocimiento —y es el conocimiento que más influye en nuestra vida diaria— es un conocimiento relativamente mundano acerca de asuntos como la vestimenta, la conducción y el amor (bueno, es posible que no tan mundano). Por lo tanto, el conocimiento, en su acepción más amplia y en el sentido en el que se utiliza el término en Psicología cognitiva, es información acerca del mundo que se almacena en la memoria y que va de lo cotidiano a lo formal. Con frecuencia, el conocimiento se define de forma más extensa como información acerca del mundo que es posible que sea cierta, que está justificado creerla y que es coherente (para más información, véase Carruthers, 1992; Leher, 1990). El conocimiento así definido posibilita de muchas maneras la vida cotidiana. Es esencial para un buen funcionamiento de la mayoría de los procesos mentales, no sólo de la memoria, del lenguaje y del pensamiento, sino también de la percepción y de la atención. Sin conocimiento cualquier proceso mental llegaría a ser ineficaz. ¿Cómo podríamos experimentar nuestra fiesta de cumpleaños si el conocimiento, simplemente, se desvanece? Para empezar, no hubiéramos sido capaces de ir más allá de la superficie de los objetos y sensaciones que nos rodean en el mundo. Cada uno de ellos sería único, sin historia o significado. En concreto, seríamos incapaces de clasificar o categorizar las cosas. La categorización es la capacidad de establecer que una entidad percibida pertenece a un grupo específico de cosas que comparten características clave. Las «tartas», por ejemplo, forman una categoría de entidades que las personas perciben como relacionadas en su estructura y uso. Sin conocimiento no se puede categorizar —de modo que la tarta que está en la mesa en nuestra fiesta de cumpleaños no significa nada para nosotros—. Imaginemos una cámara que graba en película una imagen de la fiesta de cumpleaños. ¿Sabría la cámara que en la escena hay una tarta? No. Una cámara puede mostrar una imagen de una tarta, pero simplemente está grabando una determinada disposición de la luz en una película, que no difiere en calidad ni en significado de cualquier otra disposición de la luz. La cámara carece de conocimiento sobre el significado de las entidades y los sucesos en el mundo. Y en el «ejercicio de imaginación» de nuestra fiesta de cumpleaños nos hemos convertido en algo parecido a una cámara, capaces de registrar imágenes pero incapaces de captar lo que significan, lo que tienen en común con otras entidades presentes o ausentes de la escena. Así pues, la categorización es algo que desaparecería si se pierden los conocimientos.
Representaciones y sus formatos:
Un aspecto clave del conocimiento es que se basa en
representaciones. Las representaciones son un tema complicado y controvertido sobre el que científicos cognitivos de distintas disciplinas han discutido durante largo tiempo. Ninguna definición se ha aceptado por completo y la mayoría de las propuestas son muy técnicas. La definición que utilizamos aquí está relativamente simplificada, pero capta alguna de las ideas centrales en muchos aspectos. (Para considerar los diversos tratamientos de este importante concepto, véase Dietrich y Markman, 2000; Dretske, 1995; Goodman, 1976; Haugeland, 1991; Palmer, 1978.) Según se expuso en el Capítulo 1, una representación es un estado físico (como las marcas en una página, los campos magnéticos en un ordenador o las conexiones neurales en un cerebro) que representan un objeto, un suceso o un concepto. Las representaciones también pueden transmitir información de aquello que representan. Consideremos un mapa de una red de metro.
2.1. Recuerdos y representaciones:
Imaginemos que en nuestra fiesta de cumpleaños estamos viendo
por primera vez una lámpara de lava. La lámpara está apagada. Vemos una jarra con forma de cono en un pedestal metálico, con una mezcla coloreada de líquidos y sólidos en su interior. Ahora, para sumarlo a la celebración, se enciende la lámpara. El contenido de la jarra brilla y glóbulos de material en su interior comienzan a ondular. Una propiedad básica del cerebro es que, hasta cierto punto, pero lejos de la perfección, almacena las experiencias percibidas —esto es, permite los recuerdos—. Cuando almacenamos nuestro primer recuerdo de una lámpara de lava, ¿estamos almacenando una representación?, ¿cumple este recuerdo los siguientes requisitos para ser una representación? Criterio de intencionalidad: una representación tiene que construirse deliberadamente para representar algo. Esto parece ser un poco problemático. Por costumbre, las personas no intentan organizar deliberadamente sus experiencias diarias para recordarlas luego con más facilidad. Según estamos viendo la lámpara de lava por primera vez, probablemente no nos estemos diciendo a nosotros mismos: «Esto es estupendo, tengo que recordarlo durante el resto de mi vida». Sin embargo, lo recordaremos. Muchas investigaciones (y una buena cantidad de datos anecdóticos) indican que el cerebro almacena la información automáticamente, incluso cuando no estamos tratando de fijarla en la memoria (véase p. ej., Hasher y Zacks, 1979; Hyde y Jenkins, 1969). En efecto, el hecho de intentar conscientemente preservar información para recuperarla más tarde, no suele conducir a mejora alguna en la memoria si se compara con sólo percibir y procesar la información. Esto sugiere que tenemos la meta inconsciente de almacenar información sobre la experiencia, con independencia de nuestras metas conscientes. Es como si la capacidad de almacenar información fuera tan importante que la evolución no pudiera haber dejado el trabajo en manos de las intenciones conscientes de las personas (algunos de nosotros ni tan siquiera podemos recordar el sacar la basura). En vez de ello, la evolución confió parte del almacenamiento de la información a mecanismos automáticos inconscientes del cerebro.
2.2. Cuatro formatos posibles:
Para las representaciones ¿Qué más podemos decir sobre una
representación mental? Un aspecto de la representación es su formato. El formato se refiere a su tipo de código, como se vio en el Capítulo 1. Ahora podemos desarrollar más esta idea. El formato no sólo se refiere a los elementos que conforman una representación y a cómo están dispuestos dichos elementos, sino que se basa en las características de los procesos que operan en ellos para extraer información. Como se verá, las representaciones pueden ser de modalidad específica, esto es, pueden valerse de los sistemas perceptivos o motores; o amodales, basándose en algo externo a las modalidades perceptivas o motoras. Otro aspecto de la representación es su contenido —la información que expresa—.
2.2.1. Representaciones de modalidad específica: imágenes:
Cuando hablábamos de la fiesta de cumpleaños, la metáfora de la
cámara fue útil. Imágenes como las que capta la cámara son uno de los formatos posibles de una representación, que describen la información. Quizá el cerebro construya un tipo similar de representación. Lo cierto es que a menudo hablamos de ello como si lo hiciera, al decir cosas como «no me puedo quitar esa imagen de la mente» o «lo puedo ver con claridad en mi mente». Veamos qué está involucrado en las imágenes y si es probable que el cerebro contenga representaciones de esta forma. En una mesa hay varias cajas envueltas y una tarta de cumpleaños. Parte de la escena ha sido captada por una cámara digital y registrada por píxeles, o «elementos de la imagen», las unidades de información visual de una imagen, y almacenada así. En concreto, una imagen tiene tres elementos, que en conjunto determinan su contenido: una ventana espacio-temporal, unidades de almacenamiento e información almacenada
2.2.2. Representaciones específicas por modalidad: registro de
características:
A partir de este punto, las representaciones que consideraremos
serán más sofisticadas que las que producen los artefactos que captan imágenes, tales como las cámaras. Se hará evidente que la inteligencia natural es superior a la tecnología actual cuando se trata de representaciones. El arte imitará a la naturaleza: el futuro de una tecnología sofisticada de la representación reside en llevar a cabo las representaciones naturales que vamos a examinar. La esencia de una representación sofisticada reside en la categorización de entidades significativas. Una entidad significativa es un objeto o un suceso que juega un papel importante en la supervivencia de un organismo vivo y en su persecución de metas. Por lo contrario, un píxel es una entidad prácticamente sin significado. No sólo queremos saber si la luz incide en un punto particular del espacio; queremos saber qué representa un patrón particular de píxeles —o áreas de activación neural— en el entorno. Esto no significa que las imágenes sean inútiles. En realidad, las representaciones más significativas se derivan de imágenes.
4.4. Representación dinámica:
Como se ha visto, muchas estructuras diferentes pueden subyacer
al conocimiento de una categoría determinada: ejemplares, reglas, prototipos y esquemas. Cuando pensamos en una categoría en particular, ¿se activan por completo todas las estructuras que la representan?, ¿o el sistema cognitivo varía la información más activa sobre una categoría de una forma dinámica, subrayando la información más útil en las circunstancias actuales? Muchos datos indican que no toda la información posible de una categoría se activa cuando se accede a la categoría, sino que más bien se activa preferentemente la información oportuna en el contexto actual. La representación dinámica se refiere a la capacidad del sistema cognitivo para construir, y apelar cuando es necesario, muchas representaciones diferentes de una categoría, cada una de las cuales hace énfasis en el conocimiento de la categoría que más interesa en el momento actual.
Dominios de categorías y organización:
¿Para qué dominios del entorno establecemos el conocimiento de
categorías? Parece ser que elaboramos categorías que representan los tipos de cosas que hay en el mundo —lo que los filósofos interesados en la ontología, el estudio del ser o de la esencia de las cosas, llaman tipos ontológicos (véase, p. ej., Sommers, 1963)—. Los ontólogos están generalmente de acuerdo en que los tipos ontológicos importantes incluyen seres naturales vivos («tipos» en el lenguaje de la ontología), tipos naturales no vivos, artefactos, localizaciones, sucesos, estados mentales, tiempos y propiedades. La mayoría de los ontólogos opinan que las categorías ontológicas probablemente son universales; es decir: son categorías que cualquier ser humano conoce, independientemente de su cultura. Los psicólogos sostienen que se elaboran diferentes dominios de conocimiento de categorías para diferentes tipos ontológicos (véase, p. ej., Keil, 1979).
Naturaleza de la memoria a largo plazo:
La capacidad para recordar a las personas, los lugares y las cosas
que se encuentran en el transcurso de la vida diaria es una forma fundamental de cognición que guía la conducta. La frustración que se experimenta en situaciones como la del encuentro en el vestíbulo que hemos descrito más arriba, sirve como un breve recordatorio de nuestra dependencia de la memoria, el depósito interno de información almacenada. Como se verá en este capítulo, la memoria se basa en un conjunto de procesos mediante los cuales la información se codifica, se consolida y se recupera. Aunque las consecuencias de los fallos de memoria se limitan en ocasiones a situaciones socialmente embarazosas, éste no es siempre el caso: la memoria es esencial para el funcionamiento, e incluso para la supervivencia, de los seres humanos y otros animales. Sin memoria nunca podríamos aprender de la experiencia y actuaríamos sin rumbo, carentes de planes o metas. Las habilidades motoras y la capacidad de lenguaje se perderían. Incluso el sentimiento de identidad personal que todos poseemos desaparecería. El tipo de memoria que participa en estas situaciones es la memoria a largo plazo, información que se adquiere en el transcurso de una experiencia y que persiste, de modo que se puede recuperar mucho después de que la experiencia haya pasado. Como se expondrá, algunas formas de memoria a largo plazo pueden recuperarse conscientemente, y así podemos utilizar nuestras reminiscencias de algo pasado para guiar el pensamiento y las acciones del presente. William James (1890) describió este tipo de memoria como «el conocimiento de un estado anterior de la mente una vez que éste se ha marginado de la consciencia». Por contraposición, otras formas de memoria a largo plazo influyen en nuestro pensamiento y conducta en el presente mientras actúan fuera de la consciencia. En dichos casos, las experiencias del pasado afectan de modo no consciente al presente. Se ha avanzado en el conocimiento de la memoria a largo plazo gracias a investigaciones comportamentales realizadas en personas con la memoria intacta, así como en pacientes con alteraciones de memoria. Los estudios de lesión y de registro realizados en animales, y los estudios de neuroimagen en seres humanos, también han ayudado a comprender el funcionamiento de la memoria.
Codificación: cómo se establece la memoria episódica:
Algunos episodios de la vida, triviales o cruciales, pueden
recordarse tan bien que podemos recuperar mentalmente una enorme cantidad de detalles, incluso cuando ha transcurrido un tiempo considerable —recordamos con placer una cena italiana que compartimos con la amiga que encontramos de nuevo en el vestíbulo—. Cuesta más recordar otras experiencias o, lo que es peor, estos recuerdos se pueden perder de forma irrecuperable — ¿cuál es el nombre de ese individuo?, ¿no está en mi departamento de física?—. ¿Qué es lo que determina si una experiencia se recordará o se olvidará? Los primeros estudios experimentales de la memoria humana, realizados a finales de 1800, investigaron este enigma. Las investigaciones que se llevaron a cabo durante ese siglo demostraron que un conocimiento completo de cómo se establecen las memorias requiere tener en cuenta los muchos procesos cognitivos y neurobiológicos que constituyen las tres etapas del procesamiento de la memoria —codificación, consolidación (la modificación de las representaciones en la memoria de modo que se vuelvan estables) y recuperación— así como las interacciones entre estas diferentes etapas. Codificación es el término que se utiliza para designar los diversos procesos mediante los cuales la información se transforma en una representación de memoria. Estos procesos se ponen en movimiento en el momento de la experiencia, dando lugar a una representación mental que registra alguno o algunos aspectos de dicha experiencia. Todas las formas de memoria, declarativa y no declarativa, comienzan con la codificación. Pero debido a que la memoria episódica registra la historia singular de la vida de cada persona, parece ser un punto de partida conveniente para nuestro estudio de cómo opera la codificación.
Recuperación: cómo se recuerda el pasado a partir de la
memoria episódica:
Nuestras reminiscencias individuales de tiempos pasados
dependen de la recuperación episódica, proceso mediante el cual se reactivan las huellas de memoria almacenadas. Es el fenómeno de recuperación el que produce la experiencia subjetiva de recordar conscientemente el pasado. La recuperación episódica depende de procesos del lóbulo temporal medial que sustentan la conclusión de modelos y de procesos del lóbulo frontal que sustentan los mecanismos de recuperación estratégica.
Conclusión de modelos y recapitulación La recuperación episódica
es un eficaz fenómeno cognitivo que transforma nuestro estado mental actual, de modo que el presente contacta con él y reinstaura aspectos del pasado. Antes de que viéramos de forma imprevista a aquellas personas en el vestíbulo, es perfectamente probable que no estuviéramos pensando en ninguna de ellas. Por razones que hemos discutido, no recordábamos muy bien a una de ellas. Pero sólo con ver el rostro de la otra persona, nuestro estado mental cambió. Ver su rostro fue una señal que desencadenó una cascada de procesos que trajeron de vuelta a la mente multitud de detalles del primer encuentro. Por otra parte, éramos conscientes de que esos detalles recuperados correspondían a un momento en particular de nuestro pasado. En definitiva, era como si esta recuperación episódica nos hubiera enviado de vuelta al pasado, a un momento anterior de nuestra vida (Tulving, 1983).