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Esta posición fue conservada en la reforma introducida con la Ley 1150 de 2007, en
cuyo parágrafo primero de su artículo 5 señaló que “…la ausencia de requisitos o la
falta de documentos referentes a la futura contratación o al proponente, no
necesarios para la comparación de las propuestas no servirán de título suficiente
para el rechazo de los ofrecimientos hechos …”.
En esa misma línea el Consejo de Estado ha sostenido que, “en desarrollo de los
principios y las normas de la contratación estatal, la entidad pública contratante no
tiene competencia para crear o consagrar causales de rechazo o de descalificación
de las propuestas, en tanto carece de la potestad para fijar formas o ritualidades
que no tengan respaldo legal, como tampoco le está permitido crear inhabilidades
o incompatibilidades distintas de las previstas en la Constitución o en la Ley, puesto
que por esta vía se limitaría en forma ilegal la participación de los proponentes ,
amén de que resultaría contraria a los principios de moralidad, igualdad e
imparcialidad, establecidos en el artículo 209 de la Constitución Política.
“Esta discrecionalidad que otorga la norma a las entidades públicas para determinar
las condiciones de los pliegos de condiciones, está orientada a que los servidores
públicos establezcan parámetros orientados hacia la búsqueda de la mejor oferta,
sin tomar consideraciones subjetivas, que permitan satisfacer las necesidades
administrativas de la manera más idónea posible.”
(…)
De acuerdo con todo lo anteriormente dicho, podemos concluir que bajo los criterios
que componen el deber de selección objetiva:
Es por todo lo anterior, que no hay lugar a que quede en firme la observación de
que la participación de la administración municipal en la etapa precontractual fue
con desconocimiento de los principios contemplados en la Constitución y en la ley,
con relación a que la Entidad restringió la acreditación del Requisito Habilitante de
Experiencia a aquella adquirida en determinada cantidad de contratos, durante un
periodo de tiempo específico, y por cuantías que no eran proporcionales al
presupuesto oficial de cada proceso, toda vez, que los pliegos de condiciones son
la clara manifestación de los principios de planeación, transparencia, selección
objetiva y de igualdad, ya que en ellos es obligación de la administración establecer
reglas y procedimientos claros y justos, que permitan la mejor escogencia del
contratista con arreglo a las necesidades públicas y el interés general, por lo tanto
la administración municipal en su libertad de configuración de pliegos de
condiciones, estableció dichos requisitos con exigencias propias de las obras a
realizar, pues como es notorio la tecnología en temas de infraestructura avanza con
continuidad y se requiere comprobar la experiencia adquirida por los proponentes
en contratos que sean recientes, para garantizar que sea adecuada y proporcional
a la naturaleza del contrato, complejidad y a su valor.
1Corte Constitucional, sentencia C-525/95. Ref: Expediente D-942. Magistrado Ponente: Vladimiro
Naranjo Mesa.