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Otro gran propietario era Luis Beltrán Escrivá de Romaní y Sentmenat, Conde

de Sástago (duodécimo en la escala nacional, con 12.629 hectáreas), con


10.393
hectáreas en Caspe, Pina de Ebro, Sástago y Zaragoza. José María Vallés
Foradad (998 hectáreas en Pina de Ebro), militar,
abogado y alcalde de Sabiñánigo en 1936
Belled Azara, Ramón y José María 692,7987 (Pina de Ebro), propietarios.
Gastón Brun, Sixta propietaria
Pellón Oria, Concepción propietaria
Peralta Lostao, Dolores propietaria
Peralta Lostao, Pía propietaria
Barón de la Cruz de Buil propietario
Urzaiz Cavero, Francisco
Vallés Foradad, José María
Sociedad Obrera de Oficios Varios (Pina de Ebro) (17 de junio de 1933)

Paralelamente, desde Bujaraloz una parte de la columna se aproximó a Pina de


Ebro (unos 2.400 habitantes, con juzgado de primera instancia), localidad en la
que no funcionaba ningún sindicato anarquista, y cuyo antiguo convento
franciscano había sido convertido en prisión en 1933 para encarcelar a
libertarios sublevados ese año. El día 26, una avanzadilla del sindicato de
metalúrgicos de la columna, acompañados por el teniente Pedro Garrido y sus
guardias civiles, llegó hasta las afueras de dicha localidad, defendida por
guardias civiles y derechistas. Según la Causa General, ese mismo día los
milicianos capturaron al menos a siete personas, incluido el sacerdote
coadjutor Anselmo Palacios Guía (nacido en 1903) y las fusilaron en la plaza
principal, junto a la pared de la iglesia. Así narra la masacre el historiador José
Luis Ledesma (ver bibliografía, pág, 73): Hubo tiempo para pedir a los
“exaltados” de Pina una lista con “los más significados derechas”, siete de los
cuales “fueron ejecutados por un piquete que salió voluntario de dicha
avanzadilla” en la pared de la Iglesia. Entre ellos (…), el registrador de la
propiedad y un antiguo alcalde acomodado, además de un hijo suyo que salió
en defensa o una mujer de Acción Católica y esposa del secretario de Pina que
al parecer recibió a los milicianos al grito de “¡Viva Cristo Rey!”. El primero, no
obstante, y ante la ausencia del cura párroco –que como otros notables había
huido a Zaragoza-, había sido el nuevo coadjutor de la Iglesia, fusilado tras
obligársele a dar varias vueltas por la plaza cantando canciones de misa. Unos
crímenes rechazados por el teniente, y que influyeron en su decisión de
abandonar la columna días más tarde, lo que no impediría su fusilamiento por
parte de los vencedores al finalizar la contienda. La llegada de una columna de
Zaragoza formada por guardias de Asalto, ametralladoras y morteros obligó a
los milicianos a retirarse hasta mejor ocasión, aunque un pequeño grupo que
se quedó por la tarde en la localidad resultó aniquilado.
Uno de estos grupos, asimilado al de la Banda Negra, habría tenido como
misión tareas de investigación para controlar la implantación revolucionaria y
castigar a los desafectos. Su jefe fue Justo Bueno Pérez*, un violento militante
con pasado criminal que incorporó a su grupo, entre otros, a Adolfo Ballano
Bueno*, Pedro Campón Rodríguez*, Liberto Ros Garro* y José Martínez Ripoll.
A este grupo de investigación se le atribuirían diversos asesinatos y robos. De
hecho, un informe de la Jefatura Superior de Policía de Barcelona, remitido al
tribunal 2 de Capitanía General en julio de 1941, tras la captura de Justo
Bueno, indica que este actuaba en la columna junto con Ros, Ballano, Campón
y un tal Federico, y que una de sus primeras acciones en Pina de Ebro fue la
de quemar la ermita de San Gregorio. Se le acusa además de haber
organizado el asesinato de 29 personas en Gelsa (imaginamos que se refiere a
la matanza acaecida en la noche del 4 al 5 de octubre en los alrededores de
dicha localidad, de la que más tarde haremos mención), y de haberlo celebrado
a continuación con un banquete.
Puede que en algunos lugares la colectividad se impusiera por la fuerza como
en Pina de Ebro, donde antes de la llegada de la columna no había sindicato
de la CNT. De organizarlo se encargaría Adolfo Ballano Bueno, quien desde
octubre de 1936 y el 11 de agosto de 1937 sería consejero de Justicia y Orden
Público del Consejo Regional de Defensa de Aragón. El 19 de septiembre se
inauguraría también en Pina un ateneo cultural popular que pondría
disposición de la comunidad una biblioteca, y en cuya planta baja acabaría
instalándose la imprenta donde se publicaba El Frente, el boletín de la
columna.
Para atender a la moral de la tropa y mantenerla convenientemente informada
de todos estos cambios, comenzó a publicarse el 25 de agosto en Pina de Ebro
la publicación de un periódico gratuito, repartido entre todos los milicianos de la
columna, titulado El Frente (con el subtítulo de Boletín de Guerra de la columna
Durruti), cuyo primer director fue el mencionado maestro Francisco Carreño.
En algunas ocasiones tales actuaciones fueron celebradas de forma jocosa,
como en Pina de Ebro, donde las imágenes fueron rellenadas con balas y
explosivos para ser destruidas durante un día festivo.
Allí donde había comités de guerra o jefaturas de unidad, los asesinatos fueron
más frecuentes, en ocasiones ocasionados por grupos más o menos
incontrolados como la Banda de la Noche, el grupo radical de la columna que
actuaba en torno a Pina de Ebro.
Tras la reconquista de Pina de Ebro, como vimos ya castigada a finales de julio
en una primera incursión, hubo siete fusilados en la semana siguiente y otros
ocho en los meses posteriores. Uno de ellos llamado Antonio Rodríguez
Moreno, asesinado la noche del 22 agosto, cayó ante los fusiles de un piquete
que la llamaban la “Banda Negra”.
Cuando el 22 de agosto, en las proximidades de Quinto de Ebro, cayó
prisionero en combate nocturno el falangista de Tauste Ángel Caro Andrés, de
16 años, el jefe de la columna le perdonó la vida debido a su juventud. Sin
embargo, algunos izquierdistas de Tauste huidos de la represión rebelde
decidieron asaltar la cárcel donde permanecía preso y lo asesinaron.
En Pina encontré a una niña de ocho años, una huérfana que había sido
uncida al yugo de durísimas tareas en una familia fascista. Sus manitas
estaban rojas e hinchadas. Sus ojos llenos de horror desde el shock espantoso
que tuvo que vivir a manos de los secuaces de Franco. La gente de Pina era
pobre de solemnidad. Sin embargo, todo el mundo dio a esta niña maltratada
cariño y cuidados como no había conocido antes.
En la ermita de San Gregorio, en posición elevada a tres kilómetros de Pina de
Ebro, se prepararon emplazamientos para artillería. A partir de entonces, los
hombres de Durruti participaron en escaramuzas, incursiones de grupos
guerrilleros e intentos de conquistar la otra de orilla del Ebro, especialmente el
puesto rebelde de Quinto de Ebro.
El 14 de agosto fue rechazado un intento rebelde de recuperar Osera. Cuatro
días después, a las dos y media de la madrugada, algunas fuerzas del Grupo
Internacional de la columna emprendieron el paso del Ebro, según cuenta
Simone Weil tal y como veremos más adelante. Sus primeros prisioneros
fueron todos los miembros de una familia campesina. El padre, un hijo ya
mozo, uno de dieciséis años, otro de ocho, la madre y tres niñas. Cuando
comenzó la réplica de los enemigos mediante bombardeos, fueron trasladados
a Pina de Ebro. Se trata de una incursión más de las muchas que se realizan
en estos días, como la que nos narra Charles Ridel (en realidad, Mercier-
Vega*) en un artículo publicado en Le Libertaire el 17 de agosto:
Por la mañana, quince de nosotros nos vamos a la otra orilla del Ebro,
en territorio enemigo, llevando una lata de gasolina para quemar los cuerpos de
dos fascistas sacrificados en los últimos días por nuestros hombres. En la ropa
de uno de ellos nos encontramos con un diario de ruta donde escribía los
detalles de su participación en la campaña. Los dos cuerpos están vestidos con
uniformes similares a los nuestros, aunque llevan boina roja, lo que indica que
se trata de voluntarios requetés católicos de Navarra y Aragón. Nuestra
expedición se transforma entonces en un reconocimiento que nos lleva hasta
las proximidades de una pequeña granja, cerca de una estación de ferrocarril
de la línea lo que conduce a Zaragoza. Esta exploración nos da la idea de
establecer una avanzadilla en territorio enemigo, desde la cual se nos permita
apoyar a la columna que avanza desde Caspe, al otro lado del río, en dirección
a Quinto y Fuentes de Ebro. Regresamos con normalidad.
Los milicianos mantuvieron sus posiciones al otro lado del río hasta el
22, momento en que, por la tarde, sufrieron el ataque de dos falanges
procedentes de Quinto al mando del capitán Lostaló. Rechazadas con fuego de
ametralladora, al día siguiente lo intentaron de nuevo con el apoyo de la
artillería, logrando devolver a los milicianos al otro lado del río. Pocos días
después, Durruti recibió órdenes del mando coordinado que se estableció en
Sariñena dirigido por el coronel Villalba, de estabilizar su unidad, hasta que
los hombres de la columna Ortiz llegaran hasta Belchite y avanzaran hacia
Quinto desde el sur. Muy a pesar suyo, tuvo que obedecerlas. A finales de
agosto, menudearon los intercambios artilleros, siendo particularmente activa la
fuerza rebelde instalada en Quinto y en la estación de Pina, que buscaba las
posiciones artilleras de la columna situadas en las elevaciones próximas a
Pina.
Entre las escaramuzas de aquellos días mencionaremos la acaecida el 14 de
agosto cerca de Osera. Los rebeldes venían preparando operaciones para
mejorar sus posiciones tanto en las orillas norte como sur del Ebro, enviando
unidades falangistas y escuadrones de caballería. En dicha jornada partieron
de La Puebla de Alfindén tres falanges, una compañía de infantería, 6
ametralladoras y un cañón, junto a su plana mayor. Al llegar a Osera, los
milicianos solicitaron refuerzos, que llegaron en un auto blindado y varios
camiones, logrando repeler la agresión. Al día siguiente, hubo otro
enfrentamiento cerca de Farlete con una patrulla enemiga, que hostilizó a los
milicianos con fuego de ametralladora.
El contragolpe miliciano llegó en la noche del, 8 de septiembre, cuando, gracias
a las informaciones obtenidas de dos soldados desertores, se bombardeó
durante una hora la estación de Pina y luego unos 300 hombres cruzaron
sigilosamente el río, cayendo sobre el puesto de mando rebelde en el lugar.
Mataron a un capitán y a un brigada, hicieron 52 soldados prisioneros y
capturaron dos ametralladoras y diverso material, así como 17 caballos.
También lograron alcanzar Fuentes de Ebro, a escasos kilómetros al norte de
la estación.

La fundación de un convento franciscano en la localidad de Pina de Ebro en


1530 es posible gracias al mecenazgo del primer conde de Sástago, Don
Blasco de Alagón. Como parte de sus edificaciones se aprovecho para iglesia
conventual un antiguo templo de fábrica mudéjar, actual iglesia parroquial de la
Asunción de Nuestra Señora que a continuación veremos con detenimiento, y
que probablemente sea la misma que ya Blasco de Lanuza cita en sus
“Historias Eclesiásticas y Seculares de Aragón” como “antigua iglesia de San
Salvador” advocación que dio nombre al cenobio franciscano. Serán el nieto de
Don Blasco, Don Artal de Aragón Martínez de Luna, tercer conde de Sástago,
junto a su esposa Doña Mª Luisa Fernández de Heredia quienes, ya en la
segunda mitad del siglo XVI, continúen las obras de tal manera que, según el
citado Blasco de Lanuza: “mejoraron la iglesia, casa, claustros, ensancharon la
huerta y enriquecieron la sacristía de los ornamentos, plata y jocalias
necesarias y una librería de muy buenos y muchos libros, y fabricaron otras
oficinas importantes, con que le dieron el cumplimiento y decencia que hoy
tiene”.

1 IGLESIA, TORRE Y ACCESO AL CLAUSTRO 2 IGLESIA Y TORRE

En el siglo XVIII se producen reformas en la iglesia y en la sacristía que


veremos al tratar de las mismas. Es en el siglo XIX cuando, como
consecuencia de la Desamortización de Mendizábal el convento es
abandonado por los monjes y a excepción de la iglesia que ha sido utilizada
como parroquial, al resto de dependencias monásticas se les dan distintos usos
(cárcel, juzgado, club ciclista, almacén municipal, viviendas …) que unidos a
las secuelas de la guerra civil conllevó que el espacio conventual quedase
totalmente destrozado y desvirtuado. Es a partir de 1985 cuando se inician las
obras de recuperación y restauración, que debido a las continuas
paralizaciones por cuestiones presupuestarias se han alargado hasta principios
de este año de 2011 en que se han dado por concluidas. De aquellas primitivas
dependencias del siglo XVI se ha recuperado el claustro, la sacristía y la capilla
de la Virgen, que veremos a continuación además de la iglesia y su torre,
principales construcciones mudéjares del conjunto monástico.
Nuestro barrio siempre ha tenido una estrecha relación con el mundo libertario
zaragozano y en él han nacido, vivido, trabajado y, en ocasiones, se han refugiado
importantes figuras del anarquismo, no solo zaragozano o aragonés sino también
español.
Aquí nació (procedente su familia de Quinto de Ebro) el 5 de junio de 1906 Joaquín
Ascaso Budría, que en noviembre de 1933 fue nombrado secretario general de la CNT
estatal y en octubre de 1936, tras la creación del Consejo de Aragón (gobierno
autónomo y revolucionario del Aragón republicano durante la Guerra Civil Española),
presidente del mismo, hasta el 11 de agosto de 1937 en que fue disuelto el Consejo
manu militari por tropas de la propia República. Joaquín Ascaso murió en el exilio en
Caracas (Venezuela) el 12 de marzo de 1977. En 2008 (el mismo año en que nació el
Coro libertario de Torrero) se levantó en el barrio (por iniciativa de la AVV La Paz, que
un año antes había organizado las jornadas Evasiones: senderos de libertad) un
monolito en su memoria y la del Consejo de Aragón y desde 2009 también una calle del
barrio lleva su nombre (la que antes se llamaba Cinco de noviembre y antes de la
guerra, Travesía).
Precisamente en el nº 4 de esa calle vivió otra figura importante del anarquismo
aragonés, Francisco Muñoz Laviñeta, perteneciente a la famosa familia confederal
zaragozana conocida como los Macabeos, cuyo domicilio, construido entre la familia y
amigos, se consideraba siempre abierto a todos. Francisco nació en Zaragoza el 19 de
julio de 1907. La familia Muñoz Laviñeta llegó a Torrero en los primeros años del siglo
XX, procedente de Fuentes de Ebro, donde el padre fue sargento de la Guardia Civil.
Vivieron en el muelle de la fábrica López ya que el padre, Antonio Muñoz, fue el
gerente de la misma. Antonio Muñoz y Pilar Laviñeta tuvieron varios hijos: Jose,
Antonio, Francisco, Luis, Ernesto, Agustín, Juan José, Rafael, Julio y Carmen. Cuando
murió el padre, su familia dejó el muelle y construyó una parcela. En la construcción de
esta vivienda participó Buenaventura Durruti durante su estancia en Zaragoza. La
parcela de la calle Travesía nº 4 estaba siempre abierta a todas las personas del barrio y
a otros compañeros que venían a Zaragoza. En ella vivió durante una temporada Rafael
Torres Escartín, miembro del grupo “los Solidarios” que participó, en junio de 1923, en
el asesinato del cardenal Soldevila. Así lo describía el periódico Heraldo de Aragón:
«Fueron dos, uno alto, delgado, vestido con traje claro, boina y guardapolvo. El otro,
que es más bajo de estatura, viste traje negro y gorra oscura». Como resultas de este
atentado fue detenida la madre de los Muñoz-Laviñeta, Pilar, si bien salió sin cargos a
los pocos días. Torres Escartín, convencido vegetariano, intentó que los Muñoz-
Laviñeta adoptaran este régimen alimenticio, fracasando en su intento. José Muñoz
Laviñeta, el hermano mayor, conoció la sublevación del cuartel del Carmen en la
madrugada del 9 de enero de 1920. Éste, junto con alguno de sus hermanos más
pequeños, solían visitar en el cementerio las tumbas del Cabo Godoy (militar
sublevado) y de Ángel Chueca. Toda la familia estuvo muy comprometida en el
movimiento anarcosindicalista. También Benito Esteban Gómez, su compañera Carmen
y su hija vivieron en esta casa entre 1932 y 1934. Benito Esteban Gómez “El
Terremoto” fue uno de los más activos miembros de la FAI, de los comités pro-presos y
los grupos de acción durante la Segunda República en Zaragoza. En junio de 1932 fue
detenido al ser descubierto un depósito de dinamita y armas en la parcela de Travesía 4.
Texto extraído de «Un paseo por el recuerdo. Torrero, un barrio con historia» de
BERNAL, PINILLA y SANCHO. Zaragoza, 2005.
Según testimonio de personas que le conocieron Francisco Muñoz era un hombre muy
inteligente, serio, de gran personalidad y muy preocupado por la cultura de la clase
obrera. Se preocupaba de comprar abundantes libros para que todo el mundo pudiera
leerlos. También hizo notables esfuerzos por enseñar a leer y escribir a las personas de
su entorno. Era además un gran orador y a veces los vecinos del barrio se desplazaban a
los pueblos cercanos a Zaragoza para asistir a sus mítines. En 1931 fue delegado del
Sindicato de la Construcción en la Federación Local y en 1934 fue elegido Secretario
del Comité Regional de la CNT en Aragón, siendo reelegido en el Congreso Regional
de abril de 1936, cargo que ocupó hasta mayo de 1938. Fue encarcelado el 1 de enero de
1933 en Pina de Ebro, con otros 39 militantes de la CNT de la capital aragonesa, entre
los que se encontraban sus hermanos Luis, del Sindicato de la Madera, y Agustín,
Secretario del Comité de enlace CNT-UGT durante la guerra civil. La cárcel era un
antiguo convento medieval en ruinas, un viejo edificio que no tenía agua corriente, ni
retretes, ni muebles de ningún tipo, ni siquiera camas y tuvieron que dormir sobre el
húmedo suelo de la tierra. Con sus hermanos Agustín y Luis formó parte del grupo
teatral “Renacer” en 1935-1936 al lado de Salas y Julia Miravé. En los primeros días de
julio de 1936 participó en un mitin de propaganda en Benasque (Huesca), afirmando
que el gobierno del Frente Popular, elegido en febrero con sus votos, les había en efecto,
defraudado: “En lo que se refería a la clase obrera los republicanos han vuelto a
fracasar. Parece haber, sólo dos salidas posibles: o un fascismo que consolide el estado
capitalista, o una revolución social que coloque en primer plano a los trabajadores“.
Alfred Berger. [15A finales de julio de 1936 formamos un batallón de ataque en Barcelona,
a este batallón pertenecían camaradas checos, austriacos etc… El grupo alcanzaba los
noventa hombres. Desde Barcelona fuimos a liberar Lérida. Todos los combates eran en
realidad combates de partisanos, sin ningún contacto con la retaguardia. Después nos
atrincheramos en el Alto Aragón y fuimos desde Lérida, pasando por Bañolas16 hasta Pina
de Ebro.
15Todo este largo texto, constituido por varios fragmentos, que pongo entre corchetes,
está aquí muy mal explicado, plagado de imprecisiones y errores. Pero casualmente
mientras corregía mi primera traducción me vinieron a las manos las memorias de un
combatiente anarquista italiano llamado en España Antoine Giménez (su verdadero
nombre era Bruno Salvadori, nacido en 1910 cerca de Pisa), tituladas “Del amor, la
guerra y la revolución” –Recuerdos de la guerra de España del 19 de julio de 1936 al 9
de febrero de 1939-, Giménez, Antoine, 1ª edic. mayo 2009, Pepitas de calabaza ed.
Logroño, La Rioja. Este hombre combatió en los mismos momentos, en la misma zona
y en los mismos grupos que Alfred Berger, es decir en los primeros meses de la
guerra, en torno a Pina de Ebro, Quinto, Farlete…, en grupos de voluntarios
internacionales anarquistas. Las memorias de este combatiente son muy personales,
llenas de vivencias muy íntimas,- como corresponde al título “del amor”-, y bastante
desordenadas –como corresponde a los recuerdos de una época confusa redactados
muchos años después de haberla vivido intensamente, lo mismo que le ocurre a
nuestro Alfred Berger-. En sus memorias Giménez nombra a los “alemanes” pero sin
dar datos concretos.
El libro de memorias de Antoine Giménez va acompañado de otro libro aparte con el
triple de páginas titulado “En busca de los Hijos de la Noche” –Notas sobre los
“Recuerdos de la guerra de España de Antoine Giménez-”, Los Gimenólogos, 2ª edic.
corregida mayo 2009, Pepitas de calabaza ed., Logroño, La Rioja. Éste constituye un
magnífico trabajo de investigación en el que se aclaran y se explican extensamente
todos los hechos, fechas, lugares y personas que aparecen abigarradamente confusos
y mezclados en las memorias de Giménez. En este segundo libro aparecen unas listas
con 112 nombres de miembros de la DAS (Deutsche Anarcho-Syndikalisten), no todos
alemanes pero sí la mayoría, que combatieron en el frente de Aragón en los primeros
meses de la guerra, entre ellos nuestro Alfred Berger. También se nombra la FAUD
(Freie Arbeiter-Union Deutschlands). Sabía que había habido alemanes, incluso dos
del primer Grupo Thälmannn –Egon Illfeld y Emil Hessenthaler- que habían
combatido con las milicias anarquistas, pero carecía de nombres y datos más
concreto, que sí aparecen en el libro de Los Gimenólogos.
16 Debe tratarse de un error porque Banyoles queda muy al norte, en Gerona, muy lejos de la ruta que cita; no sé, pues, a que pueblo se puede
referir. Ballobar, en la orilla derecha del Cinca, a unos 16 quilómetros aguas arriba de ese río es el único pueblo de nombre remotamente parecido
a Bañoles entre Lérida y Pina de Ebro.
En Pina de Ebro estaba nuestro cuartel y al otro lado del río se encontraba la fortaleza
fascista de Quinto. Construimos una balsa en medio de la noche y la niebla, pasamos con
ella el 24

Ebro e intentamos conquistar la fortaleza. En ese ataque perdimos unos diez camaradas y
nos tuvimos que retirar. A la otra noche volvimos a cruzar el Ebro para recoger a nuestros
camaradas muertos y los enterramos en Pina de Ebro.

Ya hemos mencionado la presencia de la pensadora francesa Simone Weil en


la columna. Al conocer en París la noticia del estallido de la guerra española.
Weil, pacifista, aunque también simpatizante de los anarquistas y de los
trotskistas (en 1934, en Barcelona, había conocido a Joaquín Maurín, uno de
los dirigentes del POUM), tomó un tren y el 8 de agosto de 1936 cruzó la
frontera en Portbou y llegó a Barcelona. Aquí contactó con el dirigente
poumista Julián Gorkín buscando a Maurín, sin saber que este había sido
apresado por los rebeldes en Panticosa (Huesca) aunque bajo identidad falsa.
De su estancia en Barcelona conservamos algunas fotos vestida ya de
miliciana al uso. Por los detalles que dejó escrito en su diario sabemos que
luego marchó a Lleida, buscando integrarse en algún grupo internacional que
se encontrara en el frente. De Lleida salió el 14 de agosto hacia Pina de Ebro.
Pese a ser miope, recibió un fusil el día 17 que ese mismo día uso para
disparar a un avión tumbada en el barro. También cruzó el Ebro en misión de
reconocimiento, tal y como ella misma cuenta: Louis Berthomieu (delegado):
«Pasaremos el río». Se trata de ir a quemar tres cadáveres enemigos. Se pasa
en barca (un cuarto de h. de discusiones...). Se busca. Un cadáver de azul,
devorado, horrible. Se lo quema. Los otros buscan lo que queda. Nosotros
descansamos. Se habla de golpe de mano. Se deja que el grueso de la tropa
pase de nuevo. Después se decide aplazar el golpe de mano para el día
siguiente. Volvemos hacia el río, sin escondernos mucho. Vemos una casa.
Pascual (del comité de guerra): «Vamos a buscar melones». (¡Con mucha
seriedad!) Se va por la maleza. Calor, un poco de angustia. Esto me parece
idiota. De golpe, comprendo que vamos de expedición (a la casa). Allí, estoy
muy emocionada (ignoro la utilidad de aquello y sé que si nos cogen nos
fusilan). Nos repartimos en dos grupos. El delegado, Ridel y tres alemanes se
arrastran hasta la casa. Nosotros en los fosos (después, el delegado nos echa
una bronca: habríamos debido ir hasta la casa). Esperamos. Se oye hablar...
Tensión agotadora. Vemos a los compañeros volver sin esconderse, nos
reunimos con ellos, volvemos a atravesar el río tranquilamente (…).
Al día siguiente, 18 de agosto, vuelven a pasar el río:
Montones de proyectos para el otro lado del río. Hacia el final de la
mañana, se decide pasar allí en mitad de la noche, nosotros, el «grupo», para
estar algunos días hasta la llegada de la columna de Sástago. El día se va en
gestiones. Cuestión angustiosa: la de los fusiles ametralladores.
El comité de guerra de Pina los rechaza. A fin de cuentas, gracias al
coronel italiano jefe de la «Banda Negra» [se refiere al ex-militar italiano Pietro
Paolo Vagliasindi*, del que hablaremos más tarde] nos las arreglamos para
tener uno — después dos. No se prueban. Es el coronel el primero que nos ha
propuesto ir allí, pero a fin de cuentas, misión oficial del comité de guerra de
Pina.
Voluntarios, por supuesto. La víspera por la noche, Berthoumieu nos ha
reunido el 18, preguntó nuestra opinión. Silencio completo. Insiste para que
cada uno diga lo que piensa. Sigue el silencio. Después Ridel: «Bien, todos
estamos de acuerdo». Y eso es todo.
Nos acostamos. Enfermero que quiere apagar... Me acuesto vestida.
Apenas duermo. Nos levantamos a las 2 y media. Todo listo. Emoción: las
gafas. Compartimos las cargas (yo: mapa, un barreño). Orden. Caminamos sin
hablar. Un poco emocionada. Travesía en dos veces. En cuanto a nosotros,
Louis se pone nervioso, grita (si están allí...). Llegamos. Esperamos. Empieza a
amanecer. El alemán va a hacer café. Louis descubre la choza, hace llevar los
bártulos, me manda allí. Me quedo allí un poco, después voy a tomar café.
Louis ha instalado las guardias. Se trabaja en seguida para preparar la cocina y
la choza, en levantar barricadas para no ser vistos. Durante ese tiempo, los
otros van a la casa. Encuentran allí a una familia, y a un chavalito de 17 años
(¡guapo!). Informaciones: nos habían visto, en el otro reconocimiento.
Habían guardado la orilla. Retirados los guardias al llegar nosotros. 112
h[ombres]. El teniente ha jurado cogernos. Vuelven. Traduzco la información a
los alemanes. Pregunta: «¿Volvemos a atravesar el río? — No, nos quedamos,
por supuesto». (¿Ir a Pina a telefonear a Durruti?)
Orden: volver a traer a la familia de campesinos. (Mientras tanto, el
compañero alemán nombrado cocinero protesta porque no hay ni sal, ni aceite,
ni legumbres.) Berthomieu, furioso (es peligroso volver una vez más a la casa),
reúne a la expedición. Me dice: «¡Tú, a la cocina!».
No me atrevo a protestar. Por otra parte, esta expedición no me va más
que a medias... Los miro partir con angustia... (en el fondo, por otra parte, yo
estoy casi en el mismo peligro). Cogemos los fusiles, esperamos. Pronto el
alemán propone ir a la pequeña trinchera bajo el árbol ocupado por Ridel y
Carpentier (van con la expedición, por supuesto). Nos acostamos allí, a la
sombra, con los fusiles (no carga dos). Esperamos. De vez en cuando, el
alemán deja escapar un suspiro. Tiene miedo, visiblemente. Yo no. Pero ¡qué
intensamente existe todo a mi alrededor! Guerra sin prisioneros. Al que se
coge, se le fusila.
Vuelven los compañeros. Un campesino, su hijo y el chaval... Fontana
levanta el puño mirando a los chicos. El hijo responde visiblemente de mala
gana. Coacción cruel... El campesino vuelve a buscar a su familia.
Volvemos a nuestros lugares respectivos. Reconocimiento aéreo.
Nos escondemos. Louis vocifera contra las imprudencias. Me tumbo
sobre la espalda, miro las hojas, el cielo azul. Un día muy bello. Si me cogen,
me matarán... pero es merecido. Los nuestros han derramado mucha sangre.
Soy moralmente cómplice. Calma completa. Nos reagrupamos — después,
vuelta a empezar. Me escondo en la choza. Bombardeo. Salgo para ir hacia el
fusil ametrallador. Louis dice: «No hay que tener miedo (¡!)». Me hace ir con el
alemán a la cocina, con los fusiles al hombro. Esperamos. Finalmente llega la
familia del campesino (tres chicas, un niño de ocho años), todos espantados (el
bombardeo no es pequeño). Se calman un poco. Muy asustados. Preocupados
por el ganado dejado en la granja (se acabará por devolverlos a Pina).
Evidentemente no simpatizantes.
Estas notas pueden encontrarse en la web
www.fronterad.com/img/nro3/diarios.pdf.
En esa tierra de nadie donde se encontraba la patrulla, Simone Weil
sufrió un estúpido accidente doméstico, justo en una casa abandonada donde
uno de sus compañeros le ordenó que se pusiera a preparar la comida. La
pensadora, que no debía de tener mucha práctica en estas cuestiones, se
quemó un pie con una sartén llena de aceite hirviendo. Pocos días más tarde
tuvo que ser evacuada a un hospital de Sitges. A finales de septiembre del 36,
una vez curada, regresó a Francia.
En las mencionadas memorias, Antoine Gimenez cita a Simone Weil
entre los personajes con los que coincidió en la columna, y, en concreto, este
accidente que le ocasionó graves quemaduras determinando su evacuación y
el fin de su experienciaiencia en el campo de batalla. Cuenta Gimenez que la
filósofa miliciana dejó honda huella en Manuel, un muchacho de Pina que se
volvió taciturno tras su partida y de quien ella decía que era bello como un dios
griego.
En 1938, Simone Weil dirigió una carta al escritor católico francés
Georges Bernanos (que al comenzar la guerra civil se encontraba en Mallorca y
vivió los primeros momentos de la sublevación rebelde en la isla), donde
cuenta sus experiencias en España. En dicha carta hay una referencia que es
necesario matizar. Weil cita a un falangista de 15 o 16 años que fue hecho
prisionero y luego fusilado por orden de Durruti. Pues bien, ya sabemos que
este hecho no es cierto, o al menos no lo es tal y como lo cuenta Simone Weil,
que ya no estaba en Pina de Ebro cuando ocurrió la muerte del falangista. Este
no fue fusilado por orden del líder anarquista, tal y como recoge la misma
Causa General franquista. El falangista –que se llamaba Ángel Caro Andrés y
era originario de Tauste, lol dijimos ya- estaba en la cárcel de Pina de Ebro
después de haber sido capturado el 22 de agosto en sus proximidades, cuando
llegó al pueblo un grupo de milicianos socialistas y anarquistas que huían
precisamente de Tauste, recién tomado por los franquistas. En la madrugada
del 24 de agosto de 1936, esos milicianos asaltaron la cárcel y mataron al
joven falangista, sin que Durruti supiera nada ni diera orden alguna.
Louis Mercier-Vega (también conocido como Ridel, aunque su verdadero
nombre era el de Charles Cortvrint), anarquista y sindicalista belga, formó parte
del Grupo Internacional de la columna y participó en alguna de sus acciones.
También coloaboró con el editor anarquista francés André Proudhommeaux, el
hombre que gestionó en Barcelona el periódico libertario L’Espagne
antifasciste, distribuida con la ayuda de Mercier-Vega. En dicho periódico
aparecen numerosas referencias a la columna y a la lucha en el frente
aragonés (sus números pueden consultarse en la web
http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/cb32768784t/date), aunque desapareció en enero
de 1937 al contar con la oposición de la propia CNT española, contraría a la
crítica que en dicha publicación por la participación de ministros anarquistas en
el gobierno republicano. Mercier-Vega no tardaría en abandonar España,
empujado por sus compañeros a regresar a Francia para recaudar fondos
destinados a la revolución. Así lo anunciaba en Le Libertaire el 9 de octubre de
1936. Precisamente en dicha publicación fueron apareciendo los distintos
reportajes enviados por Mercier-Vega sobre su estancia en el frente aragonés.
Firme defensor de la lucha y la justicia revolucionarias, el 7 de agosto aparecen
sus primeras impresiones en el frente: La matanza de los anacosindicalistas en
Zaragoza parece que es terrible. Por eso se comprende el lema de la CNT-FAI
“sin cuartel”.Ante la ferocidad fascista no es posible el sentimentalismo (…). La
depuración de las regiones controladas se hace con normalidad. A la barbarie y
crueldad fascistas responde la justicia revolucionaria. El cura y los oficiales
fascistas tienen que pagar su precio. En un artículo firmado el 2 de agosto en
Bujaraloz explica: Llegamos a Bujaraloz, sede del comité militar la columna
Durruti. El comandante oficial, Pérez se había trasladado a Lérida, a un
centenar de kilómetros detrás del frente (...). Los milicianos son parecidos a
aquellos de Pancho Villa que el cine ha popularizado. Nadie viste el mismo
uniforme: mono azul, ropas civiles, uniformes que no coinciden, cascos, boinas,
grandes sombreros mexicanos, gorras rojos y negras, etc. La única prenda
común son las alpargatas. Podemos encontrar italianos, franceses, alemanes.
Campesinos y trabajadores se mezclan entre los carabineros o guardias civiles,
tofdos obedeciendo las consignas de la FAI y la CNT. El 8 de agosto da cuenta
de la formación del Grupo Internacional: En casi todas las centurias se
encuentras italianos, franceses, alemanes, belgas y búlgaros. Todos se
mezclan sin problemas, formando un conjunto sólido a pesar de algunas
dificultades con el idioma. Se ha constituido un núcleo de italianos y franceses
con un delegado [se refiere Louis Berthomieu], antiguo oficial de la colonial. La
ausencia de una doctrina precisa se compensa con una aguda inteligencia y sin
prejuicios. El 11 de septiembre publica: En el pueblo de Pina (…). La gran
iglesia ha quedado ennegrecida por el fuego, que destruyó todos los muebles y
objetos religiosos. Hoy ya no hay misas, y el cura ha huido o ha sido fusilado.
Mercier-Vega contó a su manera algunas de las acciones del Grupo
Internacional, como las referentes al paso del Ebro narradas asimismo por
Simone Weil (a quien años después el belga criticaría por sus reparos hechos,
en su carta a Georges Bernanos, a las ejecuciones arbritarias de civiles
prisioneros, o a la del joven falangista capturado en Pina de Ebro) u otras
posteriores. Así, narra el ataque que unos treinta falangistas realizaron contra
grupo infiltrado, y que fue rechazado, siendo en ese momento capturado el
joven Ángel Caro: Nos encontramos a dos de sus muertos sobre el terreno y
llevamos de vuelta a un joven preso. El prisionero -16 años- es portador de un
documento donde se certifica que es buen católico (Le Libertaire, 18 de
septiembre de 1936). Nada dice sobre su ejecución. Como hemos dicho, en
1975 Mercier-Vega publicaría el artículo Simone Weil sur le front d’Aragon,
aparecido en el libro colectivo Les Écrivains et la guerre d'Espagne (ver
bibliografía), donde podrían en evidencia las críticas de la filósofa francesa ante
los asesinatos cometidos por milicianos en el frente de Aragón. En dicho
artículo, Mercier-Vega, aunque afirma que el Grupo Internacional no participó
en ejecuciones de prisioneros enemigos o de personas de derechas, tarea que
dejaban en manos de los españoles. Antes ya, en octubre de 1954, el libertario
belga habría abundando en lo mismo en un artículo aparecido en la revista
libertaria francesa Témoins. No obstante, el tesimonio de Mercier-Vega sería
matizado en los años 80 por un compañero suyo en la columna, el anarquista
francés Charles Carpentier, cuando afirmaba que en Pina de Ebro los
internacionales, a petición de los habitantes de la localidad, habían ejecutado al
notario del lugar

A comienzos de 1934, Campón y Ángel Lescarboure feron procesados


en Barcelona por el atraco frustrado del restaurante El Oro del Rhin, donde
murió un cajero. Campón detenido el 14 de diciembre de 1933. El 27 de enero
de 1937 Lucio Ruano y Pedro Campón habían sido condenados a muerte en
una reunión del sindicato de la metalurgia en Barcelona, a causa de los
desmanes, robos y
asesinatos cometidos entre los campesinos de los pueblos aragoneses
cercanos al frente. Solo mataron a Ruano. Parece ser que ingresó en el SIM.
Campon huyó a Francia con su mujer Caridad Martínez Hernández, que
regress e Barcelona. Seis meses después de regresar, el 7 de noviembre de
1940, Caridad se presentó en Pina de Ebro con algunos bienes que gente de
Pina le había regalado a su marido en premio a haberles salvado la vida. Fue
puesta a disposición del fiscal de la Causa General de Zaragoza Caridad Martínez
Hernández, infermera i companya sentimental de diversos llibertaris, durant el període del
nostre estudi, l’odiava, tal com es posà de manifest en les acusacions que formulà quan el
jutjaren els franquistes.

van ser
capturats el 12 d’agost de 1932 després d’una
persecució, després d’haver atracat El Oro del
Rhin, un luxós restaurant situat a la cantonada
de Gran Via amb Rambla de Catalunya. A
la persecució policial va haver-hi un mort i
els atracadors van estar a punt de ser linxats
pels transeünts. Entre els detinguts hi havia
Lescaboura, Pedro Campón i Adolfo Ballano.
Els membres del grup Ágora, o millor, del
Gángsters Club, com s’autodenominaven a la
presó, van planifi car una fuga massiva de presos
de la Model, el 13 de desembre de 1933, per les
clavegueres, coincidint amb un motí a l’interior
al qual hi donaven suport militants del Sindicat
de Serveis Públics. Des de dins de la presó va
començar a excavar-se un túnel que connectava
amb un enllaç exterior realitzat pels treballadors
municipals de les clavegueres. Dels 56 presos
que van intentar fugir ho van aconseguir 27,
que van sortir a la superfície “amb gran alegria
dels exèrcits de rates”. El Aristócrata reapareix
el 1939 a l’escena barcelonina, però inserit a
les fi les de la Falange i com a col·laborador del
diari Solidaridad Nacional.
Lescaboura (1910-1977
Pedro
Campón era un empleat de banca, el perfi l del
qual respon al d’“home violent”, un fanfarró
vinculat a la ideologia anarquista per interès,
que va aprofi tar la falta de disciplina del
moviment en profi t propi. Alliberat com la resta
el 1936, va formar part de la columna Durruti
al front d’Aragó, juntament amb Lucio Ruano.
La parella integrada pels germans Ruano
s’havia guanyat l’animadversió dels pagesos
aragonesos i dels seus mateixos companys, i
planejaven fugir en un iot amb un suculent botí
producte de les “expropiacions forçoses” quan
van ser denunciats per malversació de fons i
van sortir del mig.
El 15 de juliol de 1937 els germans Ruano
van ser assassinats per Justo Bueno, un altre
llogater intermitent de la Model, especialista
en “treballs bruts”. Els Ruano ocultaven en
un garatge del carrer de Casanovas totes les
joies, paquets d’accions i diners en efectiu que
havien anat saquejant pels pobles d’Aragó per
on passaven. Justo Bueno els va citar al garatge
i per “dignitat confederal” els va executar a ells
i a les seves parelles, i el seu grup els va enterrar
en un semisoterrani del garatge.

DEL 22 DE AGOSTO AL 8 DE SEPTIEMBRE. Una incursión desde la estación


de Pina hasta Pina pasando el Ebro. Matan a la chica y a su criada.
Pedro Campón Rodríguez, mala persona de la CNT
El niño Ángel Caro Andrés, falangista. Capturado la noche del 22 de
agosto y fusilado al día siguiente o el otro. Durruti no quería. De hecho, no
quiere que se mate tampoco a la chica, y al morir, enfadado, ordena una
investigación a uno que no tiene nada que ver con Ballano ni con Campón, que
son los sospechosos

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