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La Patagonia Rebelde. Osvaldo Bayer.

Capitulo VI: “Los Vencedores”

- Para Varela había acabado la parte amarga, ahora comenzaban los festejos
por el triunfo, los homenajes, los agasajos, la admiració n que se había
sabido ganar ante los poderosos.
- La sociedad rural dispuso fijar una escala de sueldos y rebajar los mismos.
- Los estancieros aprovechando que Varela había terminado con la existencia
de las organizaciones obreras en Santa Cruz, y se encontraba en plena
campañ a de persecució n y exterminio, decidieron dictar ellos un nuevo
convenio. Habían decidido rebajar los salarios burlá ndose del convenio
aprobado por el gobernador y reformado por el departamento nacional de
trabajo.
- El 1 de enero de 1922, la sociedad rural de Rio Gallegos realiza un homenaje
en el Hotel Argentino al teniente coronel Varela, donde Varela sostiene que
a sus tropas las había conducido una noble inspiració n y que él solo se
reconocía haber cumplido su deber como soldado de la nació n.
Luego de los festejos y agasajos, había llegado el momento del descanso
para los soldados. El fusilar había sido un oficio agotador y aunque había
salido bien con el paso de los días era un recuerdo desagradable.
Una vez finalizado todo, Varela había aflojado con disciplina, después de
que en pocos días les había “quebrado el pescuezo a las columnas
huelguistas, las copo y les dio una gran paliza.”
- Se reunió a los soldados, se les hizo poner en posició n de descanso y se les
explicó que iban a ir al prostíbulo por tandas. Un suboficial, con términos
bien claros para que entendieran todos, dio detalles de có mo se debe hacer
uso de una prostituta y no contagiarse una gonorrea o un chancro.
Pero cuando la primera tanda de soldados se acercó al prostíbulo, doñ a
Paulina Rovira salió presurosa a la calle y conversó con el suboficial. Algo
pasaba, los muchachos se comenzaron a poner nerviosos. El suboficial les
vendrá a explicar: algo insó lito, las cinco putas del quilombo se niegan. Y la
dueñ a afirma que no las puede obligar. salen las cinco pupilas con escobas y
palos y los enfrentan al grito de “¡asesinos! ¡porquerías!”, “¡con asesinos no
nos acostamos!”
Interviene el comisario de San Juliá n y hará arrear a las desorejadas hasta la
comisaría. Las cinco rameras son llevadas por dos agentes, entre las
sonrisas burlonas de los hombres y el desprecio de las mujeres honestas del
pueblo. Bayer menciona que luego de una investigacion logra enterarse de
los nombres de estas mujeres y hace una pequeñ a mencion , a los unicos
seres valientes capas de calificar de asesinos a los autores de la matanza de
obreros mas sangrienta de nuestra historia.
- “Por má s lejana que estaba en aquel entonces la Patagonia, la cosa iba a ser
difícil de tapar. Los muertos eran muchos, el aprovechamiento de las
ventajas logradas, demasiado. Las noticias habían llegado a Buenos Aires.
Fueron las agrupaciones anarquistas las primeras en poner el grito en el
cielo. Lo que al principio parecía una exageració n, algo propio de exaltados,
luego se fue confirmando. De pronto estaba en la conciencia de todos que
algo muy horrendo había ocurrido en la desconocida Patagonia.”
- La Vanguardia (el perió dico socialista), cuando se enteró de que uno de sus
afiliados, Albino Argü elles, secretario general de la Sociedad Obrera en San
Juliá n, había sido fusilado, tomó las cosas con toda fuerza y comenzó a
fustigar día tras día a Yrigoyen y al comandante Varela. La Unió n Sindical
Argentina (ex FORA IX), que había buscado por todos los medios que la
segunda huelga no se realizara, no pudo quedarse atrá s cuando vio la
magnitud de la matanza hecha en Santa Cruz por el 10 de Caballería. Y se
unió a la prédica. Luego vinieron los diarios La Montañ a y Crítica.
- Para cuando Varela y sus soldados llegaron a Buenos Aires el recibimiento
fue muy distinto a la despedida en Santa Cruz, ahora nadie lo esperaba ni
festejaba.
- Los anarquistas en reuniones y asambleas, al denunciar la masacre del sur,
dicen a todo pulmó n que a Varela lo van a esperar a la vuelta. Sobre él caen
los má s duros calificativos: asesino, verdugo a sueldo, ladró n, criminal. Pero
allí está n los muchachos de Carlés dispuestos a jugarse la vida por ese
militar que ha dado el escarmiento má s grande de la historia argentina a
obreros alzados.
- En los días que siguen, Varela proseguirá sus gestiones buscando el
reconocimiento oficial o, por lo menos, un comunicado del gobierno de su
amigo Yrigoyen hacia sus oficiales y conscriptos. La Nació n había anunciado
que el presidente Yrigoyen iba a recibir en audiencia a Varela. Pero pasan
los días y el jefe militar sigue esperando respuesta a su pedido. Los ataques
contra Varela son cada vez má s intensos: Crítica,La Vanguardia, La
Montañ a, La Internacional, y las publicaciones anarquistas. Con cada buque
que llega de la Patagonia viene alguien que relata hechos que hacen parar
los pelos de punta. Pero en este sentido habrá un verdadero debate
periodístico sutil, sin estridencias. La Prensa, La Nació n y La Razó n seguirá n
defendiendo la misió n de Varela. Es decir, tres diarios antiyrigoyenistas
defienden la misió n de un jefe militar yrigoyenista y, por ende, al propio
gobierno yrigoyenista que lo envió . Pero el gobierno radical, calla.
- Para febrero de 1922 en el congreso de la nació n se exponen las denuncias
en la camara de diputados y comiensan los debates gracias a un diputado
socialista, “ese hombre tan inteligente y sagaz que se llama Antonio de
Tomaso va a tirar sobre la mesa de deliberaciones un tema que a los
radicales les va a costar má s de una lá grima y má s de un voto.” Bayer
expone en detalle estos debates y denuncias, pero estos fueron
sistematicamente desoidos y finalmente dejados en el olvido. Hasta que en
enero de 1923, tres meses despues de que los intentos de De Tomaso de
llevar a juicio a Varela fueran callados, Wilckens entra en escena y aplica
“justicia proletaria” en nombre de los obreros patagonicos muertos.

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