Está en la página 1de 6

Batalla de Umachiri

Fuentes
Entre las principales fuentes primarias utilizadas están el Diario de la Expedición del
Mariscal de Campo D. Juan Ramírez, sobre las provincias interiores de la Paz, Puno,
Arequipa y Cuzco, escrito en Lima por el teniente coronel Juan José Alarcón, quien
combatió en la batalla en la unidad de ingenieros, y fechado en el 27 de noviembre de 1815.
Debe mencionarse que este texto tiene el claro propósito de enaltecer la campaña del
brigadier y las políticas adoptadas por el virrey ante la rebelión.

El parte oficial del brigadier Juan Ramírez Orozco, Copia del parte del Sr. Ramírez de su
gloriosa acción contra Pumacahua el 11 de marzo de 1815 en Humachiri, fechado en el
cuartel general del Cuzco el 3 de abril de 1815. Fue publicado en la Gaceta de Madrid del 2
de noviembre de 1815 como parte de una carta del virrey José Fernando de Abascal al
secretario de Guerra fechada en Lima el 27 de junio de 1815. Del mismo oficial proviene el
Diario de las operaciones del ejército del general Ramírez en su marcha de la ciudad de
Arequipa para la del Cusco, fechado en Cuzco el 1 de abril de 1815. Fue publicado en la
Gaceta del Gobierno de Lima el 10 de mayo de 1815.

El documento Proceso de Pumacahua incluye el interrogatorio al cacique rebelde. Fue


escrito por un juez fiscal, teniente coronel Manuel Ponferrada, y su secretario, teniente
Pascual Bernedo, en el cuartel general de Sicuani, durante el juicio militar celebrado entre el
16 y 17 de marzo de 1815. Fue publicado por primera vez en el artículo Centenario de la
inmolación de Pumaccahua. El folleto limeño El pensador del Perú de 1815 es anónimo,
aunque sin duda fue inspirado de una u otra forma por el virrey. El escritor peruano Manuel
Lorenzo de Vidaurre aporta Carácter del general Pomacagua, publicado originalmente en
Filadelfia en 1823. El brigadier Pío Tristán aporta su Proclama de Pio Tristán á los
arequipeños, redactada a su secretario, José Manuel Tames, en Arequipa el 21 abril de
1815 y publicada originalmente en la Gaceta del Gobierno de Lima, suplemento del Núm.
40, 17 de mayo de 1815.

La Memoria exacta e imparcial de la insurrección que ha experimentado la provincia y


capital del Cuzco en el Reyno del Perú en la noche del 2 al 3 de agosto del año pasado de
1814 del regente de la Audiencia del Cuzco, Manuel Pardo Ribadeneira. El documento fue
preservado por el coronel Juan Francisco Maruri de la Cuba, quien lo encontró entre los
papeles de su hermano, vocal de Cuzco, estaba fechado el 1 de abril de 1816 y escrito por
orden del brigadier Mariano Ricafort, presidente de Cuzco. Pardo Ribadeneira también
participó, junto a los también oidores de la Audiencia de Cuzco, Pedro Antonio de Cernadas
y Bartolomé de Bedoya, en la escritura del Informe (inédito) elevado al Rey Fernando VII
(...), sobre las persecuciones que sufrieran con motivo de la rebelión del brigadier Don
Mateo García Pumacagua (sic), fechado en Cuzco el 5 de mayo de 1815 acorde a la edición
de Jorge Guillermo Leguía. En cambio, en la edición de Horacio Villanueva Urteaga el
documento es denominado La Real Audiencia del Cuzco informa a V.M. sobre la
insurrección ejecutada en ella, y especifica los sucesos relativos a sus Ministros y es
fechado en Cuzco el 3 de mayo de 1815.

Antecedentes
Un día después de su victoria en Chacaltaya, el 2 de noviembre de 1814, los realistas de la
división del brigadier Juan Ramírez Orozco entraron en La Paz. Posteriormente, la
expedición siguió a Arequipa, ocupándola sin resistencia el 9 de diciembre; la guarnición
patriota, al igual que los restos de una expedición fallida a Huamanga, se había unido a los
fugitivos de Chacaltaya y la evacuó el 30 de noviembre (los patriotas la capturaron el 12 de
noviembre). En la ciudad, Ramírez fue recibido con aclamaciones por el cabildo y el
vecindario, pero sus tropas estaban agotadas después de una larga marcha por terreno
montañoso. Además, como eran muy pocas, el brigadier no podía usar la fuerza para
someter a la región y debió recurrir a comisionados enviados a los diferentes pueblos con
proclamas de amnistía a todo aquel que entregara sus armas o cambiara de bando.
También fueron entregados dos jefes rebeldes, José Astete y José Chirveches, quienes
fueron juzgados y ejecutados. Finalmente, se preocupó de alimentar y conseguir nuevas
armas y vestimentas a sus soldados y enviar una vanguardia de 250 soldados organizados
en una compañía de veteranos y un cuerpo de caballería a Caylloma para poder vigilar a
sus enemigos. Luego dejó como nuevo gobernador al brigadier Pío Tristán.

Después de Chacaltaya, Pumacahua se vio obligado a retroceder por el serio riesgo de


quedar aislado de Cuzco, algo que no podía permitirse, o de ser rodeado si fuerzas realistas
desembarcaban en la costa. Así, el 5 de diciembre realizó una junta de guerra en Apo
decidió retirarse a Cuzco para impedir una concentración enemiga en el sur.

Las medidas antes mencionadas le costaron a Ramírez unos dos meses, tiempo en que se
quedó en Arequipa. Durante enero, en Chuquibamba había cada vez más agitación y en
Sicuani se reunían 10 000 rebeldes. A la vez, hubo un alzamiento realista en Tinta, donde el
teniente coronel Ignacio Ruíz Caro fue vencido y forzado a huir a Arequipa con 40
seguidores. De hecho, el plan patriota era debilitar a las fuerzas realistas usando el clima y
la orografía adversas y la necesidad de dejar unidades en las ciudades que tomaba. Al
mismo tiempo, los rebeldes usaban su mejor conocimiento del terreno para bloquear los
caminos con pequeñas fuerzas mientras atacaban con el grueso de sus fuerzas los
cuarteles monárquicos, robando armas y dinero. Finalmente, después del fusilamiento del
intendente José Gabriel Moscoso y al mariscal de campo Francisco Picoaga en Sicuani el 1
de febrero (capturados después de ser vencidos en La Apacheta) y siguiendo las órdenes
del virrey, el brigadier realista decidió volver a la ofensiva el día 11.

Los monárquicos salieron de Arequipa y en la noche llegaron a Cangallo, donde


pernoctaron hasta la mañana para seguir el avance, pero una tormenta los mantuvo
inmóviles hasta el 15. En cuanto el clima mejoró llegaron rápidamente a Pati, enterándose
de que los patriotas concentraban fuerzas entre Ayaviri y Pucará. Esa misma jornada,
Ramírez recibió la orden de Pezuela de volver a Potosí para ayudarlo contra una nueva
campaña de los rioplatenses. El brigadier ordenó una junta con sus oficiales y decidieron
unánimemente no obedecer la orden, pues si volvían al sur, los rebeldes tomarían Arequipa,
Puno y La Paz de nuevo, cortando las comunicaciones entre Lima y el Alto Perú, pudiendo
forzar a disolverse al ejército realista aislado y poniendo fin al virreinato. Así, primero
acabarían con la rebelión y después ayudarían a Pezuela, decisión que fue informada al
general.

El clima nuevamente empeoró y sólo el 19 pudieron reanudar la marcha a Lampa, donde


descansaron tres días y se les unió el teniente coronel Lacón con 20 000 pesos. El 28 de
febrero, Melgar escribió un oficio (y Vicente Angulo lo firmó) al brigadier, ofreciéndole
reconciliación pero este último simplemente le respondió que si se sometía inmediatamente
recibirían un indulto. Entre tanto, los patriotas seguían concentrándose a orillas del río
Ayaviri, sabedores del avance enemigo. Al día siguiente, los monárquicos llegaron al cauce
fluvial, pero lo consideraron imposible de vadear y se movieron al pueblo de Pucará. En
esos momentos Pumacahua envió un mensaje a Ramírez exigiéndole su rendición, lo que
fue respondido con insultos por el brigadier.
Combate
Terreno
Ambos bandos estaban separados por los ríos Umachiri y Ayaviri; cerca del primero estaba
el pueblo de Pucará, que está 9 leguas al norte de Lampa, a orillas de un río que desciende
de los montes Aricoma y Carabaya, estando cerca de un peñón homónimo de 300 a 350
pies de altura. A 6 leguas al norte está Ayaviri y luego Orurillo. Al noroeste está Ñuñoa y al
suroeste Santa Rosa, y 5 leguas al sur de esta última se encuentra Macari. En tanto de
Umachiri está a 5 leguas de Ayaviri y Macari, siendo un lugar muy frío que vivía de la
producción de papas y cebada y la minería de cobre y plata y carece de buenos caminos. A
tres leguas al sur le sigue Cupi y a otra legua más Llalli, también lugares fríos y sin caminos
pero dedicados a la ganadería.

El campo de batalla definitiva era una llanura atravesada de forma oblicua por el gran río
Llalli de oeste a este, en cuya margen septentrional estaban las serranías que llevaban
desde Umachiri a Santa Rosa. La llanura era espaciosa y estaba rodeada por serranías
desde donde los rebeldes podían observar y decidir cuándo atacar, estando en completa
ventaja sobre Ramírez.

Cruce del Umachiri


A las 02:00 horas del 11 de marzo, los rebeldes levantaron el campamento y los
monárquicos hicieron lo mismo a las 06:00. Estos últimos se dirigieron al Umachiri, donde
desalojaron a un piquete enemigo que vigilaba unas alturas para impedirles el paso del río.
Al parecer se trataba de una vanguardia de caballería que hizo algunos disparos contra la
vanguardia formada como guerrilla. Los Dragones de Tinta y una compañía de fusileros
forzaron a los patriotas a cruzar al otro lado del río y dejar libre el paso a los realistas para
atravesar las aguas. Después de este éxito se encontraron con todo el ejército rebelde a la
otra orilla del caudaloso Llalli. Eso impidió a Ramírez realizar su plan: cruzar el Umachiri,
ubicarse en la llanura cercana a las posiciones enemigas y al amanecer siguiente atacar a
los patriotas.

Cruce del Llalli


Sin embargo, la infantería patriota no cayó en la treta y Ramírez ordenó prepararse para
cruzar el río, fue entonces un cuerpo de caballería rebelde, a media legua de los realistas,
cruzó el río por un vado y amenazó a su flanco izquierdo, lo que forzó a Ramírez a reforzar
ese sector con 30 hombres. Al mismo tiempo, otra fuerza de jinetes patriotas cruzó el Llalli y
amenazó la derecha realista, forzando a enviar a la primera compañía de granaderos del
1.er regimiento, a las órdenes del teniente coronel Manuel Venero, pudiendo resistir durante
todo el día a la caballería. Ramírez hizo formar a su tropa desde el inicio del cañoneo y
después de dar vivas al rey, la hizo avanzar de frente, bajo el fuego de la artillería enemiga,
hasta llegar a la orilla del río; su único apoyo fueron dos piezas de artillería que debían
responder a sus contrapartes.

Para cruzar el río los soldados realistas debieron despojarse de sus ropas, llevar su
cartuchera en la cabeza y el fusil al cuello, soportar el agua hasta el pecho bajo fuego
enemigo y ver a algunos compañeros ser arrastrados por las aguas. Llegados a la otra
ribera, desnudos, se formaron en batalla de nuevo y a paso redoblado se arrojaron sobre
los patriotas, quienes no hicieron la primera descarga hasta cuando ya estaban a unos
pocos pasos. Ante tal acaso, en apenas 15 minutos la línea rebelde se deshizo y comenzó
una retirada relativamente ordenada. Mientras tanto, la compañía de granaderos que
defendía el ala derecha también pudo vadear el río y empezar a atacar al ala izquierda
enemiga. Ramírez aprovechó el momento para reforzarla con todos los oficiales que tenía
en reserva y al mando del teniente coronel Manuel Ponserrada (o Ponferrada) cargar a
galope para masacrar a quien se encontraron.

En tales momentos, un cuerpo de 300 jinetes patriotas (otras fuentes hablan de 500 a 1000)
vadeó el río y atacó por la retaguardia al campamento monárquico, donde estaban los
equipajes y las mujeres que acompañaban a la división, aunque otra fuente dice que
atacaron desde el pueblo de Umachiri, que en esos momentos había quedado atrás del
ejército realista. El capellán y doctor de la división, Esteban Rodríguez, debió armar con
palos y lanzas que encontró a las féminas e incluso con fusiles a 12 de ellas. Las mujeres
también lograron mover un cañón que estaba abandonado por considerarse inútil, pero
lograron moverlo al morro y hacer que disparada dos tiros. Posteriormente, la caballería a
cargo del teniente coronel Aragón logró dispersar a los asaltantes.

Sin embargo, los patriotas aún no estaban vencidos y se reorganizaron en las alturas,
desde donde abrieron fuego con las piezas que les quedaban. Por su parte, los
monárquicos avanzaron contra ellos por el centro en como columnas (formación cerrada), a
la vez que las unidades que habían defendido sus alas empezaban a cruzar y atacaban
como guerrillas (formación abierta), logrando desalojarlos rápidamente. Cuando huyeron al
otro lado de los cerros, los rebeldes se dieron cuenta de que muy pocos realistas los
perseguían, se rehicieron y contraatacaron. Según Eguiguren y Ulloa debieron intervenir
100 hombres que se habían quedado de reserva acompañando al brigadier para
dispersarlos. En cambio, el historiador peruano Evaristo San Cristóval Palomino afirma que
Ramírez envió a la 1.ª compañía de fusileros del 1.er regimiento al mando del capitán
Antonio Cruzado para expulsar a los enemigos del cerro, quedándose con sólo 100
hombres de última reserva.

El enemigo huía en grupos dispersos, pero luego cayó la noche, como su tropa estaba
desnuda y estaban a 3 leguas de su campamento, Ramírez canceló toda persecución,
temeroso que si sus hombres seguían persiguiéndolos fueran emboscados en las sierras
cercanas a Santa Rosa. Eran las 21:00 horas y resolvió que sus soldados pasaran la noche
en la orilla del río, no creyendo prudente ordenarles cruzarlo de nuevo.

Consecuencias
Según Alarcón, las bajas rebeldes pasaron los mil muertos junto a 37 piezas de artillería y
una considerable cifra de fusiles y un número aún mayor de otras armas capturadas.
También se tomaron todos los pertrechos, campamento y una porción de prisioneros. Los
monárquicos padecieron 7 muertos por disparos y 6 por ahogamiento al cruzar el río y unos
pocos heridos, tal desproporción lleva al autor a comparar la victoria con la obtenida por
Quinto Fabio Máximo Alobrógico en Vindalium o la de Lucio Licinio Lúculo en Tigranocerta.

En su parte oficial, Ramírez coincide en el número de muertos en combate o ahogados,


incluyendo el subteniente del regimiento 1.º de Infantería de Línea del Cuzco Estanislao
Arenchaga, y 7 heridos, en el regimiento antes mencionado los cabos primeros Ascencio
Alegría y Manuel Flores y soldados Manuel Rodríguez y Pablo Vargas, y en el batallón
General del Alto Perú el subteniente Mariano Miranda, sargento primero Raimundo Sechas
y el cabo primero Jerónimo Honda Henríquez. También quedaron contusos el teniente
coronel Casimiro Bellota y el capitán Bartolomé Calvet. No menciona el número de
enemigos muertos, pero aclara que se capturaron 37 cañones, de los que destruyeron todos
excepto un par, 43 fusiles y 1 escopeta. También se capturaron cajas con municiones para
piezas de artillería de tres libras, una para balas razas, dos de metralla y una con 14 tiros de
bala rasa y 27 de balas rasas de metralla para piezas de una libra, 2 cajas de metralla para
4 libras y 2 de metralla de 4 libras, 6 dichos de cartuchos de fusiles, 4 barriles con
cartuchos, 1 barril de pólvora suelta y 3 cajas. También se menciona la captura del auditor
enemigo, al que se permitió vivir momentáneamente para interrogarlo, mientras que a dos
coroneles patriotas capturados se los fusiló en el lugar. En cambio, en su Diario de las
operaciones admite haber sufrido la muerte de un oficial, un sargento, un cabo y siete
soldados, incluyendo los ahogados, y fueron heridos un oficial y cuatro soldados. Respecto
de las bajas enemigas, menciona la captura de 150 prisioneros (luego interrogados) y 19
cañones, además que varias piezas de artillería fueron lanzadas al agua por los patriotas
para evitar su captura.

Fin de la rebelión
Entre los prisioneros estaban el coronel N. Dianderas, otro coronel que era yerno de
Pumacahua y el cacique de Umachiri, todos ellos fueron fusilados en el campo al instante.
En tanto, Melgar también fue capturado e interrogado por su rango de auditor de guerra,
siendo ejecutado a la jornada siguiente. Pumacahua fue a Tinta con unas pocas tropas para
intentar organizar una defensa de Cuzco, pero en Sicuani, donde unos días antes había
reprimido violentamente una contrarrevolución monárquica, se alzaron nuevamente y
salieron en su captura. Entre tanto, Ramírez iniciaba la marcha hacia Cuzco el día 13.
Pumacahua huyó a las alturas de Marangani pero fue traicionado por un seguidor al que
envió a buscar comida. Fue capturado dos días después de la batalla por los indios de
Ayaviri, quienes lo entregaron a Ramírez. El brigadier se enteró de su captura en la noche
del 14. De inmediato se dirigió a Sicuani, llegando el 17. El prisionero fue fusilado en
Sicuani el día 18 (otros dicen que ahorcado). Ejecutado en la plaza pública, su cadáver fue
destrozado y su cabeza y brazos cortados. Esa misma jornada, los monárquicos marcharon
a Cuzco. Pumacahua no fue previsor y no había dejado ninguna fuerza de reserva para
proteger el Cuzco si era vencido, por lo que después de la batalla, Ramírez marchó por el
Altiplano y el valle del Vilcanota sin ser molestado, salvo por guerrillas intrascendentes.

La batalla significó el colapso del gobierno revolucionario. El 18 de marzo estallaba en la


propia Cuzco una revuelta realista que consiguió arrestar a todos los jefes supervivientes. El
20 de marzo era nombrado como nuevo gobernador realista de Cuzco a José Mariano de
Ugarte. El 23 de marzo, los realistas entraban triunfante en Cuzco exhibiendo la cabeza de
Pumacahua en una pica (uno de sus brazos fue exhibido en Arequipa). Dos días más tarde
lo hacía Ramírez. El 13 de abril Ramírez escribió una proclama para los cuzqueños donde
acusaba a los rebeldes de criminales y causantes de los males padecidos por la población.
El 29 de mayo fueron fusilados en la ciudad los hermanos Angulo, José Gabriel Béjar, José
Agustín Chacón y Becerra, Josef Rosel y Valdés y otros cabecillas. La dureza de tal castigo
fue justificada como una venganza por la muerte de Picoaga y Moscoso. Lo cierto es que
los rebeldes habían dado un paso sin retorno cuando proclamaron la independencia del
Perú en Arequipa, el 10 de noviembre del año anterior. Finalmente, se estableció una
comisión encargada de juzgar a los vecinos de Cuzco según su nivel de simpatía o
colaboración con la rebelión.

Gracias a la capacidad militar del brigadier se restablecieron las comunicaciones entre Lima
y el ejército real acantonado en Oruro, pacificándose un enorme territorio, pues las ciudades
de Huancavelica, Huamanga, Puna, La Paz y Arequipa habían caído ante el ímpetu de la
revolución de Cuzco. El ejército vencedor reunió todos los recursos para reorganizarse y
equiparse antes de regresar al sur, muchos de los medios se consiguieron mediante la
fuerza y el uso de la represión contra oponentes. El general volvió para unirse a su superior,
teniente general Joaquín de la Pezuela, y tomar rumbo a Cochabamba para detener el
avance de los rioplatenses, dándose otra batalla decisiva en Viluma.

El 23 de abril, Tristán celebró una misa en Arequipa en honor a la victoria y unos días más
tarde unas exequias por Moscoso y Picoaga. Ramírez envió al virrey, como trofeos y
señales de respeto, el estandarte tomado en Umachiri y el uniforme de José Angulo. El 25
de abril, el Cabildo de Arequipa proclamaba al brigadier como el «restaurador de Cuzco,
libertador de las cuatro provincias limítrofes».

En la batalla participó un adolescente llamado Miguel de San Román, futuro presidente


peruano, junto con su padre, el coronel Miguel Pascual, quien fue fusilado poco después en
Puno.

También podría gustarte