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(Comentario al fallo de la CNCiv.

, Sala J, de fecha 19-3-2015, en la causa “Lauschus, Viviana Paola y otro c/


Desarrolladora Gabor S.A. s/ Medidas Precautorias).
Publicado en La Ley, revista del 7-7-2015, L.L. 2015-D-71.

EMBARGO PREVENTIVO Y BOLETO DE COMPRAVENTA


por Roberto G. Loutayf Ranea
y Ernesto Solá

El caso
Según se desprende de la sentencia en comentario, la parte actora ha solicitado dos
medidas cautelares: una, embargo preventivo sobre los fondos de la sociedad demandada;
y la otra, anotación de litis sobre el inmueble de propiedad de aquella.
El proceso cautelar se promueve con el objeto de asegurar el íntegro pago judicial
de la multa establecida a favor de los actores en una cláusula del boleto de compraventa
que aducen haber celebrado con la demandada, y de los daños y perjuicios que,
oportunamente, demandarían mediante la acción de incumplimiento de contrato; también
hacen reserva de solicitar la ampliación de la medida precautoria a fin de embargar el
inmueble, de promoverse juicio de escrituración contra la demandada, en el supuesto de
que no se dé cumplimiento con lo acordado en la cláusula sexta del referido boleto.
Fundan el reclamo cautelar principalmente en el boleto de compraventa con el que
intentan justificar “prima facie” el negocio jurídico que los vincula con la sociedad
demandada.

La sentencia de Cámara
La sentencia de Cámara rechaza el recurso de apelación y confirma la sentencia de
1ª Instancia que no hace lugar a las medidas cautelares solicitadas.
Destaca, en primer lugar, que en caso de demanda por incumplimiento contractual
respecto de un inmueble comprometido en venta por boleto de compraventa, pago de la
multa allí acordada y obtención de indemnización dineraria con motivo de los daños y
perjuicios derivados del incumplimiento corresponde aplicar el artículo 209, incisos 2º y 3º
del Código Procesal que autorizan en tal supuesto el dictado del embargo preventivo, sin
que pueda exigirse además al peticionario la prueba de las obligaciones que se hallan
incumplidas, pues ello significaría establecer un recaudo no exigido por la ley.
En segundo lugar (y es este el fundamento de la denegatoria del recurso) se expresa
en la sentencia que al no hallarse acreditada la autenticidad del boleto de compraventa
aportado por los accionantes y no haberse cumplido a tales efectos con la carga de
demostrar -mediante la información sumaria de dos testigos, o por cualquier otro medio de
prueba idóneo- que la firma del boleto es auténtica, no se verifica en el caso, por el
momento, la concurrencia del recaudo de verosimilitud del derecho invocado que impone
la ley procesal, lo que obsta al progreso de las medidas cautelares pretendidas.
Finalmente, deja a salvo la sentencia la valoración de la plataforma fáctica y
jurídica a llevarse a cabo luego de cumplir el actor con el requisito omitido, para lo que
recuerda que el art. 209 inc. 3º del CPCC impone la demostración de la verosimilitud del
derecho pero no exige la comprobación del peligro en la demora.

El proceso y las medidas cautelares


Desde que se plantea una pretensión principal hasta la sentencia definitiva que le da
respuesta es necesario transcurrir un proceso; y cuanto mayor sea el tiempo que demore,
existe el peligro que la situación de hecho se altere de un modo tal que torne ineficaz o
ilusoria la decisión jurisdiccional. Por ello dice Alsina que el Estado no puede
desentenderse de las consecuencias de la demora que necesariamente ocasiona la
instrucción del proceso, y debe por tanto proveer las medidas necesarias para prevenirlas,
colocándolas en manos del juez y de los litigantes. Tales son -dice- las llamadas medidas
precautorias1, que tienen la misión peculiar de “impedir que la soberanía del Estado”, en su
más alto significado que es el de la justicia, se reduzca a ser una tardía e inútil expresión
verbal2.
Todo “proceso cautelar” se origina en una “pretensión procesal cautelar”, a través
de la cual el accionante peticiona una “resolución cautelar” que ordene una determinada
medida precautoria. La resolución cautelar, entonces, no es una providencia de mero
trámite, sino que constituye una decisión de mérito, que se pronuncia sobre el fundamento
de la acción cautelar3.
La particularidad que presenta este tipo de proceso es que la resolución que ordena
una medida cautelar se dicta y la misma se cumple “inaudita parte”, es decir, sin audiencia
del afectado. Así lo establece expresamente el art. 198 del Cód. Proc. C. y C. de la Nación,
el art. 263 del Código de la Provincia de Jujuy, el art. 283 del Código de la Provincia de

1
ALSINA, Hugo: “Tratado Teórico de Derecho Procesal Civil”, Buenos Aires., Ediar, 1962, tomo V,
pág. 449.
2
PIERO CALAMANDREI: “Introducción al estudio sistemático de las providencias cautelares”, trad.
Santiago Sentís Melendo, Buenos Aires, 1945, pág. 140, nº 46, citado por AXEL M. BREMBERG: “Tutela
Cautelar y Principio Publicístico”, L.L. 75-924.
3
ROBERTO G. LOUTAYF RANEA: “Aspecto generales del procedimiento en las Medidas Cautelares”,
en “Tratado de las Medidas Cautelares”, Coordinador JORGE W. PEYRANO, Santa Fe, Editorial Jurídica
Panamericana, 1996, pág. 17.
Santa Fe, el art. 112 inc. 4º del Código de la Provincia de Mendoza y el art. 278 del Código
Procesal Civil Modelo para Iberoamérica. Y ello resulta lógico por cuanto, si la finalidad
de las medidas precautorias es asegurar el cumplimiento de la sentencia que en definitiva
se dicte en el proceso principal, justamente para impedir su frustración por parte del
demandado, que podría hacerlo si conociera la medida solicitada, es que la misma debe
ordenarse y efectivizarse sin su audiencia 4. La bilateralidad se cumple luego de trabada la
medida ordenada; así lo dispone el segundo párrafo del citado art. 198 del Código
Nacional.
Como toda decisión jurisdiccional, la sentencia que ordena una medida cautelar
contiene un aspecto declarativo, es decir, declara el derecho en la cuestión sometida a
juzgamiento. Pero existe una particularidad en la resolución cautelar que consiste en que la
declaración que hace no es en grado de certeza sino simplemente de “verosimilitud del
derecho”.
Cuando el Tribunal respectivo, entonces, considera que es verosímil el derecho
alegado por el actor, y se dan los demás presupuestos legales, dicta la sentencia cautelar
respectiva, a través de la cual ordena una medida precautoria (la solicitada u otra que
considere más adecuada) tendiente a asegurar ese derecho del demandante para el supuesto
eventual que sea reconocido definitivamente en la sentencia de mérito a dictarse en el
juicio principal5.
Es decir, las medidas precautorias presentan un carácter accesorio e instrumental,
en cuanto están destinadas a asegurar el resultado práctico de la sentencia definitiva de un
proceso principal6. Por lo tanto, revisten también un carácter provisional en cuanto cesan,
entre otros motivos, cuando la sentencia del principal rechaza la reclamación del
accionante7.

La verosimilitud del derecho

4
Conf. EDUARDO N. DE LAZZARI: “Medidas Cautelares”, La Plata, Lib. Edit. Platense, 1995, págs
¾.
5
La nota verdaderamente típica de las resoluciones cautelares es la de no constituir un fin en sí mismas
sino la de estar ineludiblemente preordenadas a la sentencia definitiva a dictarse oportunamente, para
asegurar preventivamente los derechos esgrimidos (CNCom., Sala A, 22-3-95, E.D. 167-252).
6
Las medidas cautelares sólo se justifican por el riesgo que corre el derecho que se debate o ha de
debatirse en el proceso principal. Son forzosamente accesorias de éste (COUTURE, Eduardo J.:
“Fundamentos del Derecho Procesal Civil”, Buenos Aires, Depalma, 1993, pág. 326).
7
Las medidas cautelares se decretan siempre mediante un conocimiento sumario, unilateral y, en
consecuencia provisional. Como consecuencia, siempre es posible modificar lo resuelto, ya sea a petición de
parte, ya sea de oficio, ya sea por el superior mediante recurso, ya sea por el ofrecimiento de una
contracautela, ya sea por desestimarse la demanda principal, etc. (COUTURE, Eduardo J.: “Fundamentos del
Derecho Procesal Civil”, Buenos Aires, Depalma, 1993, pág. 326).
Como señala Alvarado Velloso, “es verosímil lo que tiene apariencia de ser
verdadero y resulta creíble” 8.
La acreditación de la “verosimilitud del derecho” alegado por el solicitante es el
presupuesto esencial para el dictado de medidas cautelares. El juez ordenará una medida si
la considera acreditada; la declaración que hace no es en grado de certeza sino
simplemente de “verosimilitud del derecho”. Como destaca Rivas, se debe lograr producir
en el ánimo del juez un grado de convicción relativa, es decir, el suficiente como para
considerar que el derecho es verosímil; en otras palabras, que existe en cabeza del
peticionante un alto grado de “probabilidad” (o mejor juicio de posibilidad) acerca de la
certeza del derecho; en realidad el juez deberá adquirir, al tiempo de decretar la medida,
“certeza de la verosimilitud”9.
En tal sentido la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha dicho que las medidas
cautelares no exigen el examen de la certeza sobre la existencia del derecho pretendido,
sino sólo su verosimilitud; el juicio de verdad en esta materia se encuentra en oposición a
la finalidad del instituto cautelar, que no es otra que atender a aquello que no excede del
marco de lo hipotético, dentro del cual, asimismo, agota su virtualidad 10.
Es decir, toda medida cautelar procura el aseguramiento del derecho invocado por
el solicitante a la resultas de un juicio principal; y este derecho debe aparecer como
verosímil para que sea procedente el otorgamiento de la medida solicitada; no debe
exigirse una prueba total o acabada ya que ello sería desvirtuar el instituto precautorio 11. En
tal sentido se ha señalado que las medidas cautelares, más que a hacer justicia, están

8
ALVARADO VELLOSO: “Lecciones de Derecho Procesal Civil” (Compendio del libro Sistema
procesal: Garantía de la Libertad adaptado a la legislación procesal de la Provincia de Salta por Juan
CASABELLA DÁVALOS), Rosario, Fundación para el Desarrollo de las Ciencias Jurídicas, 2012, pág. 811.
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española señala como primer significado de verosímil “que
tiene apariencia de verdadero”; y como segundo significado: “Creible por no ofrecer carácter alguno de
falsedad”.
9
RIVAS, Adolfo Armando: “El embargo preventivo”, en el “Tratado de las medidas cautelares”,
Coordinador Jorge W. PEYRANO, Santa Fe, Editorial Jurídica Panamericana S.R.L., 3, 1996, pág. 64. La
finalidad de los procesos cautelares consiste en asegurar la eficacia práctica de la sentencia, y la fundabilidad
de la pretensión que constituye su objeto no depende de un conocimiento exhaustivo y profundo de la materia
controvertida, sino de un análisis de mera probabilidad acerca de la existencia del derecho discutido (CFed.
General Roca, 5-7-2012, E.D.248-724).
10
CSJN, 9-12-93, “Antonio González S.A. vs. Provincia de Mendoza”, Fallos 326:2855 y Rep. E.D. 28,
pág. 394, nº 8; Id. 24-5-94, “Obra Social para la Actividad Docente (OSPLAD) vs. Provincia de Buenos
Aires, Fallos 317:243 y Rep. E.D. 29-470, nº 1 y 5; Id., 5-6-2007, “Mobil Argentina Sociedad Anónima vs.
Provincia del Neuquén y otro (Estado Nacional)”, Fallos 330:2610.
Como resulta de la naturaleza de las medidas cautelares, ellas no exigen de los magistrados el examen de
la certeza sobre la existencia del derecho pretendido, sino sólo de su verosimilitud (CSJN, 18-12-2007,
“Capatti, Gustavo Jorge c/Buenos Aires, Provincia de”, Fallos 330:5226).
11
DÍAZ SOLIMINE, Omar, en “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Comentado,
concordado con los Códigos Procesales de las provincias argentinas y anotado con jurisprudencia de todo el
país”, Buenos Aires, La Ley, tomo II, 2012, págs. 786-787.
destinadas a dar tiempo a la justicia para cumplir eficazmente su obra, de allí que para
decretarlas no se requiera una prueba acabada de la procedencia del derecho invocado ni el
estudio exhaustivo de las relaciones que vinculan a las partes12; pero sí requiere de un
análisis prudente por medio del cual sea dado percibir en el peticionario un fumus boni
iuris”, siendo admisible en tanto y cuanto si, como resultado de una apreciación sumaria,
se advierte que la pretensión aparece como fundada y la reclamación de fondo como viable
y jurídicamente digna de tutela13.

El embargo preventivo
El embargo preventivo es aquella medida cautelar en cuya virtud se afectan uno o
varios bienes de quien es o ha de ser demandado en un proceso de conocimiento o de
ejecución, con miras a asegurar la eficacia práctica o el resultado de tales procesos 14.
También se lo ha definido como “aquella medida cautelar que afecta un bien determinado
de un presunto deudor para garantizar la eventual ejecución futura, individualizándolo,
limitando la disposición y goce de éste, hasta que se dicte la pertinente sentencia” 15. No
implica un cambio de la naturaleza del bien afectado ni altera la titularidad del dominio
sobre ellos, la cual se mantiene en cabeza del propietario 16.
Dice Rivas que hay coincidencia en la doctrina y la jurisprudencia acerca de
considerar que decretada la medida de embargo, se produce como efecto esencial la
individualización o identificación del bien de modo de quedar sujeto a las resultas de la
causa en la que se ha trabado o de la que deberá deducirse antes de que se produzca la
caducidad respectiva; pero la afectación no produce desapoderamiento pues en ese caso se
transformaría en secuestro, lo que ocurre cuando se designa un depositario judicial ajeno al
deudor17.

12
CNCiv. y Com. Fed., sala II, 27-12-2012, E.D. 252-128.
13
CNCont.-adm. Fed., Sala III, 15-9-2009, E.D. 235-160.
14
PALACIO, Lino E.: “Derecho Procesal Civil”, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, tomo VIII, 2011, págs.
75-76.
15
NOVELLINO, Norberto José, “Embargo, Desembargo y demás medidas cautelares”, Abeledo
Perrot, Buenos Aires 1994, pág. 130, con cita de PODETTI, Ramiro, “Tratado de las medidas cautelares”,
Ediar, Buenos Aires 1956, pág. 169.
16
CSJN, 7-5-1981, “Miramar S.A.”, Fallos 300:214.
17
RIVAS, Adolfo Armando: “El embargo preventivo”, en el “Tratado de las medidas cautelares”,
Coordinador Jorge W. PEYRANO, Santa Fe, Editorial Jurídica Panamericana S.R.L., 3, 1996, págs. 31-33.
Desde el momento de la efectivización del embargo, el cautelado (ahora, embargado) puede continuar
con el uso de la cosa (pues no se le quita la tenencia de ella, cual ocurre en el caso de secuestro), pero en
calidad de depositario judicial, lo cual lo convierte en su guardador y, como tal, debe abstenerse de ejercer
todo acto que disminuya su garantía (art. 214) (ALVARADO VELLOSO: “Lecciones de Derecho Procesal
Civil” (Compendio del libro Sistema procesal: Garantía de la Libertad adaptado a la lesilación procesal de la
Provincia de Salta por Juan CASABELLA DÁVALOS), Rosario, Fundación para el Desarrollo de las
Ciencias Jurídicas, 2012, pág. 816).
Verosimilitud del derecho y embargo preventivo solicitado con fundamento en un
contrato bilateral. El art. 209 inc. 3º del CPCC de la Nación
El art. 209 inc. 3º del CPCCN exige para la procedencia de un embargo preventivo
cuando la acción se funda en un “contrato bilateral”, que “se justifique su existencia en la
misma forma del inciso anterior (con instrumento público o privado atribuido al deudor,
abonada la firma por información sumaria de dos testigos), debiendo en este caso probarse
además sumariamente el cumplimiento del contrato por parte del actor, salvo que éste
ofreciese cumplirlo o que su obligación fuese a plazo”.
Es decir, de conformidad a este inciso basta al actor demostrar, en el grado de
apariencia, la existencia del contrato y el cumplimiento del mismo por su parte. No se tiene
que acreditar el incumplimiento del demandado, pues, como dice el fallo en comentario,
“ello significaría establecer un recaudo no exigido por la ley”. De la enunciación contenida
en la norma, doctrina y jurisprudencia deducen también que queda dispensada la
justificación del peligro en la demora18.
Acreditación de la existencia del contrato
De conformidad al art. 209 inc. 3° del CPCCN, para que pueda decretarse un
embargo preventivo con base en un instrumento privado (y particularmente en un contrato
bilateral), el primer presupuesto que exige el artículo transcripto es que se abone la firma
de la parte contraria por información sumaria de dos testigos: es una “carga procesal”
impuesta al solicitante de la medida.
En primer lugar cabe destacar que a los fines del inciso 3º del art. 209, el solicitante
de la medida debe acompañar el “documento original” en donde se halle estampada la
firma del presunto deudor, resultando inadmisible una fotocopia del mismo 19.
No resulta imprescindible que los testigos que abonen la firma atribuida al
demandado lo hayan visto al momento de suscribir el contrato, resultando suficiente con
que manifiesten conocer su firma, dando las razones de sus dichos (v. gr., que lo han visto
firmar en otras oportunidades) 20.

18
DE LÁZZARI, Eduardo M.: “Medidas Cautelares”, La Plata, Librería Editora Platense, tomo 1, 1995,
pág. 233 y 231. En igual sentido, GOZAINI, Osvaldo Alfredo, “Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación Comentado y Anotado”, La Ley, Buenos Aires, T. I, 2002, pág. 524.
19
DE LÁZZARI, Eduardo M.: “Medidas Cautelares”, La Plata, Librería Editora Platense, tomo 1, 1995,
pág. 229.
20
CNCom., Sala B, 14-3-1980, E.D. 88-452, fallo nº 33.108 (se trataba de empleados bancarios, uno de
los cuales se presentó como jefe de cuentas corrientes y el otro como revisor de canje, los cuales extrajeron la
conclusión de pertenecer la firma al demandado por haberles sido sometida la misma con anterioridad y con
motivo de sus funciones; es decir, la firma les es familiar, ya que en varias oportunidades han debido
cotejarla con la que figura en los archivos de la institución bancaria). Conf. ARAZI, Roland, en
La información sumaria de dos testigos debe hacerse siguiendo los trámites
previstos en el art. 197 del CPCCN. El primer párrafo de este artículo dice que la
información sumaria “podrá ofrecerse acompañando con el escrito en que se solicitaren el
interrogatorio de los testigos y la declaración de éstos, ajustada a los arts. 440, primera
parte, 441 y 443, y firmada por ellos”. La primera parte del art. 440 exige que los testigos
presten juramento o formulen promesa de decir la verdad, a su elección. El art. 441 se
refiere al denominado “interrogatorio preliminar”, es decir que los testigos deben ser
preguntados: 1° por su nombre, edad, estado, profesión y domicilio; 2° si es pariente por
consanguinidad o afinidad de alguna de las partes, y en qué grado; 3° si tiene interés
directo o indirecto en el pleito; 4° si es amigo íntimo o enemigo; 5° si es dependiente,
acreedor o deudor de alguno de los litigantes, o si tiene algún otro género de relación con
ellos. El art. 443 alude a la “forma de las preguntas” y dice que ellas no contendrán más de
un hecho; serán claras y concretas; no se formularán las que estén concebidas en términos
afirmativos, sugieran la respuesta o sean ofensivas o vejatorias; y al final dice que no
podrán contener referencias de carácter técnico, salvo si fueren dirigidas a personas
especializadas.
El segundo párrafo del art. 197 dice que los “testigos deberán ratificarse en el acto
de ser presentado dicho escrito o en primera audiencia”. Es decir, los testigos deben,
necesariamente, concurrir al juzgado a ratificar su declaración en el expediente en que se
pidió la medida precautoria 21, para que proceda el despacho de la medida 22.
El tercer párrafo del art. 197 señala que “si no se hubiese adoptado el
procedimiento que autoriza el primer párrafo de este artículo, las declaraciones se
admitirán sin más trámite, pudiendo el juez encomendarlas al secretario”. Es decir, puede
el acreedor pedir la citación de los testigos para que se les tome declaración en el juzgado.
Finalmente, el último párrafo del art. 197 establece que las “actuaciones
permanecerán reservadas hasta tanto se ejecuten las medidas. Tramitarán por expediente
separado, al cual se agregarán, en su caso, las copias de las pertinentes actuaciones del
principal”. Es que como las medidas cautelares se ordenan y traban inaudita pars, es decir,
sin sustanciación y conocimiento de la contraria, las actuaciones deben permanecer

FENOCHIETTO, Carlos Eduardo y ARAZI, Roland: “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación”,
Buenos Aires, Astrea, tomo 1, 1993, pág. 778; FASSI, Santiago C. y YÁÑEZ, César D.: “Código Procesal
Civil y Comercial de la Nación”, Buenos Aires, Astrea, tomo 2, 1989, pág. 85.
21
FASSI, Santiago C. y YÁÑEZ, César D.: “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación”, Buenos
Aires, Astrea, tomo 2, 1989, pág. 85, con cita del siguiente fallo: CNCom., Sala A, 7-6-1968, E.D. 23-813, n°
34 y L.L. 135-1108, 20.892-S.
22
FALCÓN, Enrique M.: “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación”, Buenos Aires, Astrea, tomo
1, 2006, pág. 522.
reservadas hasta tanto ellas se ejecuten23. La tramitación en expediente separado encuentra
explicación en la necesidad de asegurar la reserva cuando se ha trabado la litis en el
principal; sin embargo, si ello no ha acontecido, por economía procesal es viable que se
sustancien directamente en el principal24.
Como advierte Falcón, una de las críticas más importantes de estas medidas de
prueba previas, ya sean extrajudiciales o judiciales, es la imposibilidad de la contraria de
rebatirlas hasta mucho después por vía de incidente, ya que la apelación debe decidirse con
lo adquirido en primera instancia, lo que, si bien es necesario para tomar la medida,
produce una suerte de indefensión cuando es tomada sin derecho, que no siempre puede
subsanarse por vía del art. 20925.
De igual modo Belluscio, critica que el Código Procesal haya mantenido en este
artículo 209, inciso 2, la necesidad de abonar la firma del documento privado con la
declaración de dos testigos y, afirma: “Nadie ignora que en la generalidad de los casos este
requisito obliga a recurrir a testigos falsos, pues no es ineludible que los instrumentos sean
firmados delante de terceros. Y opina, creo que en estos casos bastaría con exigir
juramento acerca de la autenticidad del documento. Suficiente garantía es la
responsabilidad por daños y perjuicios y la comisión del delito previsto por el artículo 296
del C.Penal para quien obtiene un embargo preventivo sobre la base de un documento
falso”.26
Se ha considerado que puede suplirse esta información sumaria por otra prueba que
acredite la verosimilitud de la existencia del crédito cuya percepción se trata de asegurar 27;
así, que un escribano público certifique la autenticidad de la firma 28; o que existan

23
MORELLO, Augusto Mario – SOSA, Gualberto Lucas – BERIZONCE, Roberto Omar: “Códigos
Procesales en lo Civil y Comercial de la Provincia de Buenos Aires y de la Nación. Comentados y anotados”,
Buenos Aires –Abeledo-Perrot-, La Plata –Librería Editora Platense, tomo II-C, 1986, pág. 550.
24
MORELLO, Augusto Mario – SOSA, Gualberto Lucas – BERIZONCE, Roberto Omar: “Códigos
Procesales en lo Civil y Comercial de la Provincia de Buenos Aires y de la Nación. Comentados y anotados”,
Buenos Aires –Abeledo-Perrot-, La Plata –Librería Editora Platense, tomo II-C, 1986, pág. 550.
25
FALCÓN, Enrique M.: “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación”, Buenos Aires, Astrea, tomo
1, 2006, pág. 523.
26
BELLUSCIO, Augusto César, Aciertos y errores del Código Procesal”, L.L. 129, pág. 1124, citado
por NOVELLINO, Norberto José, “Embargo, Desembargo y demás medidas cautelares”, Abeledo Perrot,
Buenos Aires 1994, pág. 138.
27
DÍAZ SOLIMINE, Omar, en “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Comentado,
concordado con los Códigos Procesales de las provincias argentinas y anotado con jurisprudencia de todo el
país”, Buenos Aires, La Ley, tomo II, 2012, pág. 788, con cita de fallo de la CFed. Tucumán 6-6-1979, J.A.
1980-III-874, n° 34; DE LÁZZARI, Eduardo M.: “Medidas Cautelares”, La Plata, Librería Editora Platense,
tomo 1, 1995, pág. 228.
28
DÍAZ SOLIMINE, Omar, en “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Comentado,
concordado con los Códigos Procesales de las provincias argentinas y anotado con jurisprudencia de todo el
país”, Buenos Aires, La Ley, tomo II, 2012, pág. 795; RIVAS, Adolfo Armando: “El embargo preventivo”,
en el “Tratado de las medidas cautelares”, Coordinador Jorge W. PEYRANO, Santa Fe, Editorial Jurídica
Panamericana S.R.L., 3, 1996, pág. 122 y pág. 120 y nota 1; DE LÁZZARI, Eduardo M.: “Medidas
constataciones acumuladas al juicio principal, resultantes de la confesión de la otra parte, o
de la declaración de testigos, o de pericias realizadas 29; o cartas documentos o telegramas
en donde se reconozca la obligación30; o que en el juicio principal el demandado haya
reconocido el contrato31, o no haya negado la autenticidad del mismo en cuyo caso cabe
aplicar las consecuencias previstas en el art. 356 inc. 1° del CPCCN; en tal sentido se ha
dicho que es claro que la prueba documental puede suplirse por cualquiera otra si se
justifica la imposibilidad de obtener aquélla, la existencia de un principio de prueba por
escrito o la circunstancia de que el deudor recibió la prestación y se niega a cumplir el
contrato32.
Si no se acredita de ninguna forma la existencia del contrato, no procede ordenar el
embargo preventivo33, tal como lo ha hecho la decisión en comentario.
Acreditación del cumplimiento del contrato por parte del actor
El inc. 3° del art. 209 del CPCCN también exige para la procedencia del embargo
preventivo solicitado con base en un contrato bilateral, que se pruebe “sumariamente el
cumplimiento del contrato por parte del actor, salvo que éste ofreciese cumplirlo, o que su
obligación fuese a plazo”. Es decir, además de la existencia del contrato, el solicitante debe
acreditar sumariamente el cumplimiento por su parte del contrato 34; se sigue en esto la
línea de la excepción “non adimpleti contractus”35.

Cautelares”, La Plata, Librería Editora Platense, tomo 1, 1995, págs. 228 y 230-231; ARAZI, Roland, en
FENOCHIETTO, Carlos Eduardo y ARAZI, Roland: “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación”,
Buenos Aires, Astrea, tomo 1, 1993, pág. 778.
En contra se ha resuelto que la información sumaria no puede ser suplida por una certificación notarial
inserta al pie del documento (CNCom., Sala A, 7-6-1968, L.L. 135-1108, 20.892-S).
29
FASSI, Santiago C. y YÁÑEZ, César D.: “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación”, Buenos
Aires, Astrea, tomo 2, 1989, pág. 50.
Procede igualmente la pericial caligráfica en el caso de los instrumentos privados (FALCÓN, Enrique M.:
“Código Procesal Civil y Comercial de la Nación”, Buenos Aires, Astrea, tomo 1, 2006, pág. 546).
Nada obsta a que se admita el dictamen de un perito calígrafo, que se designará de oficio y sin
audiencia de la parte a la que se le atribuye la firma del documento (ARAZI, Roland, en FENOCHIETTO,
Carlos Eduardo y ARAZI, Roland: “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación”, Buenos Aires, Astrea,
tomo 1, 1993, pág. 778).
30
DE LÁZZARI, Eduardo M.: “Medidas Cautelares”, La Plata, Librería Editora Platense, tomo0 1, 1995,
pág. 228.
31
CNCom., Sala A, 8-6-1956, L.L. 85-171.
32
PALACIO, Lino E.: “Derecho Procesal Civil”, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, tomo VIII, 2011,
pág. 83; PALACIO, Lino E. y ALVARADO VELLOSO, Adolfo: “Código Procesal Civil y Comercial de
la Nación”, Santa Fe, Rubinzal y Culzoni, tomo 5°, 1990, págs. 140-141.
33
CApel.Civ.Com. Salta, Sala 3°, 29-6-1882, “Stamelako vs. Donat”, fallo citado por PALACIO, Lino E.
y ALVARADO VELLOSO, Adolfo: “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación”, Santa Fe, Rubinzal
y Culzoni, tomo 5°, 1990, pág. 141. Se dice en el fallo que si el actor alega la existencia de un compromiso
de los demandados en donde éstos se declaraban solidariamente responsables del pago de los honorarios
extrajudiciales cuyo cobro reclama pero no ha justificado la existencia de tal compromiso en la forma
prevista por el art. 209 inc. 2° debe denegarse el embargo preventivo solicitado, dado que prima facie no
estaría acreditada la verosimilitud del derecho.
34
CNCiv., Sala A, 23-12-1974, E.D. 62-191, fallo nº 26.912; L.L. 1975-B-845, 32288-S. Conf. ARAZI,
Roland, en FENOCHIETTO, Carlos Eduardo y ARAZI, Roland: “Código Procesal Civil y Comercial de la
La acreditación del cumplimiento del contrato por el solicitante de la medida puede
surgir del mismo contrato36; y si no, debe aportarse cualquier medio de prueba que torne
verosímil tal circunstancia. Tal acreditación, según surge de la norma en análisis, resulta
innecesaria si el acreedor ofrece cumplir su prestación poniéndola a disposición del
demandado, o si su obligación se halla sujeta a plazo37.
No procede el embargo preventivo, si el accionante no ha acreditado sumariamente
el cumplimiento del contrato por su parte38. Por el contrario, no discutida la existencia del
contrato procede el embargo; la eventual nulidad del contrato es cuestión ajena a la
viabilidad de la medida cautelar39.
El caso en comentario
En el caso en comentario la sentencia ha destacado que la parte actora no ha
cumplido con el requisito exigido por el art. 209 inc. 3° del CPCCN de acreditar
sumariamente la verosimilitud de la existencia del contrato, razón por la que,
acertadamente, ha concluido que no se verificaba “por el momento” la concurrencia de tal
recaudo y ha confirmado el rechazo de la cautelar solicitada. Pero se trata de una decisión
provisional (“por el momento” dice el decisorio); y deja a salvo el Tribunal la valoración
de la plataforma fáctica y jurídica, una vez cumplido el requisito omitido.
El otro requisito, es decir, la acreditación del cumplimiento del contrato por parte
del actor, no ha sido analizado por la sentencia en comentario; y ello porque resultaba
innecesario hacerlo siendo que había concluido previamente en la falta de acreditación de
la existencia del contrato, que fue lo que determinó la confirmatoria de la decisión
denegatoria del embargo.

Nación”, Buenos Aires, Astrea, tomo 1, 1993, pág. 780; PALACIO, Lino E. y ALVARADO VELLOSO,
Adolfo: “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación”, Santa Fe, Rubinzal y Culzoni, tomo 5°, 1990,
pág. 141.
35
FALCÓN, Enrique M.: “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación”, Buenos Aires, Astrea, tomo
1, 2006, pág. 547.
36
PALACIO, Lino E.: “Derecho Procesal Civil”, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, tomo VIII, 2011, pág.83;
PALACIO, Lino E. y ALVARADO VELLOSO, Adolfo: “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación”,
Santa Fe, Rubinzal y Culzoni, tomo 5°, 1990, pág. 142.
37
PALACIO, Lino E. y ALVARADO VELLOSO, Adolfo: “Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación”, Santa Fe, Rubinzal y Culzoni, tomo 5°, 1990, pág. 142.
38
CNCiv., Sala A, 23-12-1974, E.D. 62-191.
39
COLOMBO, Carlos J. y KIPER, Claudio, “Código Civil y Comercial de la Nación Anotado y
Comentado”, La Ley, Buenos Aires, T. II, 2006, pág. 585.

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