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año 55
mayo – junio 2015
núm. 327

La reforma litúrgica avanza


(Centenario del I Congreso
Litúrgico de Montserrat)
Editorial
En el centenario del I Congreso Litúrgico de Montserrat
(Josep Maria Soler)........................................................... 195

Artículos
Bernabé Dalmau
Un Congreso todavía vivo: 1915-1965-1990-2015............ 199
Jordi A. Piqué i Collado
Música litúrgica: ¿paradigma de cambio o cambio de
paradigma? (cien años después del Congreso Litúrgico
de Montserrat 1915)........................................................... 211
Koldo Gutiérrez
La pedagogía litúrgica y la pastoral juvenil.................... 227
Katia De Simone
El Congreso Litúrgico de Montserrat (1915-2015) y la
participación de los fieles en la liturgia........................... 239
Fergus Ryan
Rezar juntos la Misa. Una historia olvidada................... 249
Jaume Fontbona
Los retos de la pastoral litúrgica...................................... 257

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Puntos de vista
Gaudí – Campins: Interacción artístico-litúrgica en la
catedral de Mallorca. Una re-lectura teológica (Diego
León Fioravanti).............................................................. 277
Un «contra» movimiento litúrgico: la reforma de la
reforma (Matias Augé)...................................................... 284
Crónicas
Liturgia y evangelización. La Iglesia evangeliza con la
belleza de la liturgia (Fernando López Arias)............... 291
50 años de la misa en italiano (Juan Javier Flores
Arcas)................................................................................. 293
El Misterio de Cristo hecho presente en la liturgia (Félix
María Arocena)................................................................. 294
El IV Congreso Litúrgico de Montserrat (F. Xavier Aróz-
tegui)................................................................................. 296

Libros
Pedro Fernández Rodríguez, La sagrada liturgia en la
escuela de Benedicto XVI (Juan Javier Flores Arcas);
Gerardo Soler Quintillá, El gozo de vivir y celebrar la
Eucaristía de la Iglesia (Ramiro González Cougil)........ 299
Bibliografía reciente en italiano (Juan De Pablos)......... 302

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Editorial

En el centenario del
I Congreso Litúrgico de Montserrat
Phase conmemora con este número el centenario del I Congreso
Litúrgico de Montserrat. Fue un hecho muy importante, que reco-
gía les grandes ideas del movimiento litúrgico iniciado en Bélgica
para aplicarlas a la Iglesia de Cataluña. De hecho, constituyó a
nivel internacional una de las primeras consecuencias de dicho
movimiento litúrgico y, a pesar de celebrarse durante la primera
guerra mundial, suscitó interés más allá de nuestras fronteras.
La finalidad del Congreso era doble. Por una parte, introducir a
los fieles en la liturgia, facilitando la participación activa en ella y
procurando que fuera la base nuclear de la espiritualidad cristiana.
Y, por otra parte, favorecer una mayor dignidad de las celebra-
ciones, cuidando el canto, el estilo celebrativo, la expresividad de
los signos y los ornamentos, etc. Los más de 2000 participantes de
todas las diócesis con sede en Cataluña dan idea de la alta moti-
vación que había entre los miembros más sensibilizados de las
comunidades eclesiales.
El Congreso impulsó la creación de varios subsidios para favorecer
la aplicación de las conclusiones: traducción de los textos de la misa
y del oficio divino para que los fieles pudieran seguirlos mientras
se rezaban en latín, creación de grupos litúrgicos que concienciaran
a las comunidades locales, asociaciones gregorianistas para cuidar
la calidad del canto, promoción de scholae cantorum en gran parte
de las parroquias, etc. Tuvo, también, una dimensión artística con
la promoción de un arte sacro (imágenes, vasos sagrados, orna-
mentos litúrgicos, etc.) más acorde con la mentalidad litúrgica y
la espiritualidad que comporta. Todo ello contribuyó a que, en

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sintonía con el movimiento litúrgico del norte de Europa, en las


diócesis de Cataluña fuera perfilándose una comprensión más
teológica del pueblo de Dios, que dejaba de ser un espectador de
las celebraciones para ser en ellas un participante activo. A la par,
iba el descubrimiento de los textos bíblicos como fundamento de
la vida cristiana, favorecido por las traducciones que se empeza-
ron a divulgar en lengua vernácula. Más en general, el Congreso
contribuyó a crear una mentalidad cristiana abierta y sensible a las
nuevas formas de vivencia cristiana que superaban un modo de
hacer basado en devociones y prácticas extralitúrgicas. El artículo
del padre Bernabé Dalmau, del monasterio de Montserrat, expone
lo que supuso hace cien años el I Congreso Litúrgico de Montse-
rrat. Pero trata, también, de cómo aquel Congreso sigue «todavía
vivo». Lo siguió siendo en los dos congresos que se celebraron a
los 50 y a los 75 años del primero. Y sigue vivo en el cuarto que
acabamos de realizar.
Si el I Congreso tuvo una gran originalidad en nuestro ámbito
geográfico y fue uno de los pioneros en el mundo, al cabo de cin-
cuenta años, en 1965, después que el Concilio Vaticano II recogiera
las grandes aportaciones del movimiento litúrgico, el II Congreso
de Montserrat trató de aplicar la Sacrosanctum Concilium a lo con-
creto de nuestras comunidades eclesiales; se trataba de ampliar el
horizonte marcado por el I Congreso de acuerdo con las nuevas
realidades de aquel momento. Después, en 1990, a los 25 años de
aplicación de la Sacrosanctum Concilium, el III Congreso trató de
evaluar el camino recorrido, de ver cómo se había desarrollado la
renovación litúrgica y de fijar nuevas metas de participación y de
profundización de la espiritualidad litúrgica.
A los cien años del primero, después de sopesar pros y contras,
se decidió convocar un IV Congreso Litúrgico para analizar el
camino recorrido y para afrontar los retos que el postconcilio y la
situación eclesial y social plantean actualmente a la vida litúrgica
de las diócesis con sede en Cataluña. Algunas de las cuestiones
relacionadas con el momento actual son tratados en otros artículos
del presente volumen de la revista.
Así se nos habla del canto, tema tratado ya en el I Congreso, pero
con la perspectiva de la época que centraba el canto litúrgico

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prácticamente en el canto gregoriano. Hoy se tiene una visión


más amplia, pero hay que reconocer que el tema de la música y el
canto en la liturgia sigue siendo una asignatura pendiente, como
afirma en su artículo el profesor Jordi Agustí Piqué, monje de
Montserrat, músico, teólogo y preside del Pontificio Instituto de
Liturgia de Roma.
Otro de les retos actuales es cómo acercar los jóvenes a la liturgia,
pues también para ellos debería ser el centro de su vida espiritual.
El tema está tratado por el profesor Koldo Gutiérrez, salesiano,
especialista en pastoral juvenil. El título La pedagogía litúrgica y
la pastoral juvenil ya indica una senda a transitar, pero no de fácil
recorrido.
Un tema fundamental, que ya se trató en el I Congreso y que sigue
siendo un reto en nuestros días, es el de la participación activa de
los fieles en la liturgia, lo desarrolla Katia De Simone, religiosa del
Instituto de las Hijas de la Iglesia, que está preparando su docto-
rado en liturgia en Roma.
También se explican, por parte del dominico Fergus Ryan, docto-
rando en liturgia en Roma, las motivaciones, los inicios y la difu-
sión gradual de la misa dialogada, que aconteció tras el Concilio
Vaticano II.
Los retos actuales de la pastoral litúrgica son presentados por
Jaume Fontbona, presidente del Centre de Pastoral Litúrgica de
Barcelona y director de la presente revista.
Una plasmación física del movimiento litúrgico a inicios del siglo
xx, fue la reforma del presbiterio de la catedral de Mallorca acome-
tida por Antonio Gaudí en tiempos del obispo Pere Joan Campins,
como explica el sacerdote doctorando de la diócesis mallorquina
Diego León Fioravanti en su texto.
No podía faltar en este volumen, que quiere tratar de los orígenes
y de la actualidad del movimiento litúrgico, una reflexión sobre
las voces críticas respecto a dicho movimiento en general y a la
manera cómo se ha llevado a cabo la reforma litúrgica del Concilio
Vaticano II, en particular. Trata el tema el profesor Matías Augé,
claretiano, con una gran experiencia de docencia litúrgica en Roma.

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El IV Congreso Litúrgico de Montserrat tiene ante sí, entre otros, los


retos que presentan las páginas de este volumen. Retos que, a pesar
de las dificultades que suponen, son otras tantas oportunidades
para profundizar y para renovar. Particularmente importante es
el tema de la participación activa y consciente; a pesar del mucho
camino que se ha recorrido, sigue siendo todavía un objetivo a
conseguir en muchísimos casos. Otro tema importante es conseguir
que la vida litúrgica sea el centro de la vida espiritual de la mayo-
ría de los bautizados, como pedía el Vaticano II. No debemos ser
pesimistas. Al contrario, debemos ver en Sacrosanctum Concilium
una palabra del Espíritu dirigida también a la Iglesia del siglo xxi
e invitada a superar la secularización que flota en el ambiente. La
liturgia sigue propiciando una experiencia cristiana profunda y
sigue ofreciendo un alimento espiritual sólido para los hombres
y mujeres de hoy.
Hay que seguir, pues, con el trabajo empezado hace cien años. Y
no caer en ninguna de las posiciones extremas. Ni la que quiere
volver hacia atrás y deshacer buena parte del camino recorrido.
Ni la que inventa textos y rituales para tratar de hacerlos más
inteligibles, pero que se separa así de un elemento importante de
la comunión eclesial como son los textos que la Iglesia nos ofrece.
Ni la inmovilista que desea seguir sin revisar nada de lo que se
estableció en los primeros años del postconcilio. Por otra parte,
hay que potenciar la mistagogía litúrgica que debe completarse
con una formación bíblica básica, porque el lenguaje y los símbolos
litúrgicos solamente pueden ser comprensibles desde la Sagrada
Escritura, desde el momento que la litúrgica es la Biblia en acto.
El IV Congreso Litúrgico de Montserrat nos marca unas pautas
para el futuro. Y, para ello, hay que tener muy en cuenta el tema
del ars celebrandi y el del ministerio de la homilía. Ambos forman
parte, también, de la mistagogía. El ideal sigue siendo que la litur-
gia sea «la fuente y la cumbre» de la vida de la Iglesia de nuestro
tiempo (cf. SC 10).
 Josep M. Soler
Abad de Montserrat (Barcelona)

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Phase 55 (2015) 199-209

Un Congreso todavía vivo:


1915-1965-1990-2015
Bernabé Dalmau

Resumen

El presente articulo describe la historia del I, II y III Congreso Litúrgico de Montserrat


celebrados en 1915, 1965 y 1990: su contexto histórico, sus protagonistas, sus frutos.
Y abre finalmente el horizonte al IV Congreso que ha tenido lugar en abril de 2015.

Palabras clave: Congreso Litúrgico, movimiento litúrgico, renovación litúrgica.

Abstract

This article describes the history of 1st, 2nd and 3rd Liturgical Congresses of Montserrat,
held in 1915, 1965 and 1990: their historical context, the people who led them,
the fruits and influence of the events. Finally, the author opens the horizon to the
celebration of the 4th Congress in April 2015.

Keywords: Liturgical Congress, Liturgical Movement, liturgical renovation.

Para los que vivimos día tras día la realidad de la liturgia en tierras
catalanas nos sorprende favorablemente cuando de vez en cuando
los especialistas de otras latitudes nos recuerdan la importancia
que tuvo hace cien años la celebración del I Congreso Litúrgico
de Montserrat, a través del cual penetró el movimiento litúrgico
en España.1

1 Cf., para ofrecer un ejemplo, Manlio Sodi, «Montserrat 1915: una lezione
di attualità», Rivista Liturgica 75 (1988) 191-212.

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No es que hayamos ignorado el alcance del impulso litúrgico


centenario, porque en su momento se han celebrado congresos
conmemorativos que han servido a su vez para dar continuidad
a la labor de muchas personas e instituciones comprometidas en
el campo litúrgico. Personalmente pensé en el Congreso de 1915
precisamente contemplando por televisión, el 7 de noviembre de
2010, al papa Benedicto XVI, rodeado del pueblo de Dios, mientras
consagraba en Barcelona la basílica de la Sagrada Familia. Aquel
rito en aquel marco arquitectónico, con su ars celebrandi singular,
era el mejor resumen de un siglo de pastoral litúrgica en Cataluña.
En efecto, no puede entenderse el Congreso de 1915 sin situarlo
dentro del marco del catolicismo local que, en medio del convulso
siglo xix, había producido remarcables frutos de santidad y que al
iniciar la centuria siguiente aportaba una inyección de espiritua-
lidad en una sociedad que se abría a un renacimiento en muchos
campos de la vida social.
Las Iglesias de la Tarraconense se preparan para celebrar el
evento con un IV Congreso. Los tres anteriores se caracterizan
por su propio perfil, fruto de la vida eclesial del momento. El I
Congreso y el III (1915 y 1990) tuvieron lugar con un fuerte apoyo
del episcopado local y del abad de Montserrat. El II (1965) fue más
bien resultado de la iniciativa particular de la abadía. Pero los
tres llevan el título de Congreso Litúrgico de Montserrat porque
se celebraron en el célebre santuario mariano durante casi una
semana. Días en que las sesiones de estudio, con participación
de todos los estamentos del pueblo de Dios, se acompañaron de
conferencias generales y trabajo por secciones y se alternaron con
solícitas celebraciones litúrgicas. El acceso que permite conocer
estos tres acontecimientos es cuantitativamente muy diversifica-
do.2 Por otra parte, es obligado no olvidar las iniciativas nacidas o

2 De todos los Congresos tenemos las crónicas y las conclusiones. Del


de 1965 poseemos cuatro tomos que contienen el conjunto prácticamente
exhaustivo de las alocuciones y otras aportaciones hechas en el Congreso:
II Congrés Litúrgic de Montserrat: I. Conferències. Secció de Bíblia i espiritualitat.
Secció de pastoral, Monestir de Montserrat 1966, XV-496 pp.; II. Secció jurídica.
Secció de filologia. Secció d’art, Monestir de Montserrat 1967, 406 pp.; III. Secció
d’història, Monestir de Montserrat 1967, 292 pp.; IV. Secció de música. Crònica

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Un Congreso todavía vivo: 1915 - 1965 - 1990 - 2015 201

mantenidas entre congresos, a fin de poder calibrar la importancia


que ha tenido la liturgia en dichas Iglesias.

1. El I Congreso Litúrgico (1915)


El Congreso de 1915 tiene una larga y fecunda prehistoria. El clero,
que durante los siglos anteriores había mantenido la literatura
religiosa popular, tuvo también ahora líderes que se polarizaron
alrededor de la figura más relevante del cambio de siglo, el obispo
de Vic Josep Torras i Bages. Todas las grandes personalidades que
renovaron el cristianismo en Cataluña vivieron de su autoridad.
Eran los protagonistas de una serie de movimientos de gran
alcance, especialmente el bíblico, el catequético, los de apostolado
laical y el que nos afecta más a nosotros: el movimiento litúrgico
y gregorianista.

del Congrés. Suplement documental. Índex general, Monestir de Montserrat


1967, 291 pp.
Del Congreso de 1990 poseemos en un volumen las conferencias generales
y las ponencias de las secciones: III Congrés Litúrgic de Montserrat. Crònica.
Al·locucions. Conferències generals i ponències de les seccions, Barcelona: Centre
de Pastoral Litúrgica de Barcelona 1993, 447 pp. Con miras a la celebración
de este III Congreso el mencionado Centro publicó también el fascículo Els
Congressos Litúrgics de Montserrat, 1915 i 1965. Documentació, Barcelona 1990, 68
pp. Algunas de las principales conferencias encontraron su lugar, en versión
castellana, a lo largo de 1990 en Phase.
En cambio, para el I Congreso hay que recurrir a los artículos dispersos de
las revistas Vida cristiana y Reseña eclesiástica. Sin embargo, nos permiten
tener una completa panoràmica las documentadas monografías de dom
Josep Massot, Aproximació a la història religiosa de la Catalunya Contemporània
(Saurí 11), Montserrat: Publicacions de l’Abadia 1973, 228 pp.; Els creadors del
Montserrat modern. Cent anys de servei a la cultura catalana (Biblioteca Serra d’Or
23), Montserrat: Publicacions de l’Abadia 22012, 285 pp..; L’Església catalana
al segle XX, Barcelona (Biblioteca de Cultura Catalana 14), Curial 1975, 223
pp.; Església i societat a la Catalunya contemporània (Biblioteca Abat Oliba 255),
Montserrat: Publicacions de l’Abadia, 2003, 666 pp.
Los innumerables protagonistas, publicaciones e instituciones que en los
varios ámbitos han marcado la actividad litúrgica de Cataluña tienen practi-
camente su lugar, con bibliografía selecta, en el Diccionari d’Història Eclesiàstica
de Catalunya: Volum I. A-C. II. D-O. III. P.-Z. (Directors: Ramon Corts i Blay,
Joan Galtés i Pujol, Albert Manent i Segimon), Barcelona: Generalitat de
Catalunya – Editorial Claret 1998-2000.

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202 Bernabé Dalmau

El I Congreso se caracterizó desde sus inicios por el afán de fidelidad


a las directrices de la Santa Sede. En efecto, el 22 de noviembre de
1903, san Pío X había querido dedicar a la liturgia la primera inter-
vención magisterial de su pontificado para expresar la importancia
que le atribuía. El Motu proprio Tra le sollecitudini puede sorprender
que, dedicado como está al tema de la restauración de la música
sagrada, tuviera tanta trascendencia. El propósito del papa Sarto
era acrecentar la vida cristiana, tal como formula en la célebre frase
que recogerá el Vaticano II y que ya fue la primera conclusión del
Congreso de 1915: «La plena y activa participación de todo el pueblo
es la fuente primaria y necesaria de donde han de beber los fieles el
espíritu verdaderamente cristiano» (cf. SC 14). Pío X encontraba los
criterios de santidad, belleza y universalidad de la música sagrada
ante todo en el canto gregoriano y en la polifonía clásica. Por eso
pedía el restablecimiento de las scholae cantorum, que tanto peso
tuvieron en Cataluña y que sobrevivieron a la guerra civil.
San Pío X escribió su Motu proprio en 1903, pero desde mediados
del siglo xix desde varios monasterios benedictinos a partir del de
Solesmes se había suscitado en la Iglesia un interés por la liturgia y
por el canto gregoriano. Todo el mundo reconoce que el monje de
la abadía de Mont-César en Lovaina, Lambert Beauduin, en una
célebre comunicación sobre la participación de los fieles en el culto
cristiano durante el Congreso de Malinas en 1909, puso en marcha
el movimiento litúrgico que se extendió por Europa.
En el monasterio de Montserrat a fines de 1912 empezaba su
abadiato el padre Antoni M. Marcet, uno de cuyos colaboradores,
Gregori M. Sunyol ya en 1905 había publicado un método de
canto gregoriano según las directrices de Solesmes. Barcelona
no quedaba corta en la purificación de la música sacra, porque
en tiempos del obispo Laguarda fue objeto de promoción tanto
en la Asamblea Diocesana de Acción Católica en 1911 como en el
Congreso Nacional de Música Sagrada del siguiente año, congreso
animado por el padre Sunyol. Entretanto, en 1911 mosén Lluís
Carreras proponía la celebración de un gran Congreso Litúrgico
en Montserrat. De hecho, este profesor de filosofía y director de
varias revistas escribió cerca de dos mil artículos y algunos libros,
casi todos de divulgación litúrgica.

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Carreras ya había sido el secretario de 1913 de un Congreso de


Arte Cristiano y había trabajado intensamente desde la Asociación
de Eclesiásticos para el Apostolado bendecida por el cardenal
Salvador Casañas en 1905. La Asociación fundó en 1909 la revista
Reseña eclesiástica y en 1914, en coedición durante los primeros
años con la abadía de Montserrat, Vida cristiana, la primera revista
litúrgica catalana. Carreras, pues, pidió al abad Marcet «un Con-
greso de Liturgia en este santuario, corazón de Cataluña y fragua
de la piedad catalana, como medio poderosísimo para fomentar y
desarrollar el movimiento litúrgico». El abad pidió a los prelados
de las diócesis el apoyo del clero. Así se formó la primera junta
organizadora del Congreso que se fijó cuatro objetivos:
1) Divulgar el conocimiento de las disposiciones pontificias sobre
sagrada liturgia entre los sacerdotes y el pueblo fiel, y fomentar su
práctica; 2) Encauzar la piedad popular hacia la vida social litúrgica,
inculcando la piedad sacramental y la participación activa de los
fieles en los misterios sagrados y las fiestas eclesiásticas; 3) Fortalecer
la unidad de espíritu de los fieles hacia la jerarquía y la parroquia,
como elementos directivos de la fe y de la piedad; 4) Propagar el amor
y el uso de los libros litúrgicos como auténtico texto de la Iglesia en
la comunicación de la vida espiritual.
Carreras y Sunyol serían los secretarios.
El Congreso reunió a más de dos mil personas del 5 al 10 de julio.
No faltó ninguno de los personajes de la época que, de un modo u
otro, intervenían en la vida eclesiástica catalana, empezando por
los obispos de las ocho diócesis de la Tarraconense. Dichos prela-
dos hablaron en las sesiones generales o predicaron las homilías.
Carreras, en la crónica, constataba que:
En otras naciones se han celebrado acontecimientos y semanas
litúrgicas importantes. Mas en ninguna parte se ha realizado una
asamblea plenaria de toda la provincia eclesiástica, en que la jerarquía
haya dado la dirección y el impulso de un movimiento general de
restauración de la vida litúrgica, garantizando su eficacia y equilibrio.
Hubo un ciclo de conferencias sobre la misa, y funcionaron las
tres secciones previstas: la de estudios históricos, para potenciar
la investigación de las fuentes de historia litúrgica de Cataluña;
la de ministerios eclesiásticos, que pretendía reavivar el espíritu

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sacerdotal y mejorar la celebración de los ritos y la formación del


pueblo; y la de gregorianismo y popularización litúrgica.
Las celebraciones cultuales de aquellos días tuvieron varios forma-
tos: misa pontifical, misa parroquial, misa de ordenaciones, misa
de difuntos, misa de la Virgen. Se estrenaron ornamentos amplios
(impropiamente llamados góticos) y se empleó la pronunciación
romana del latín.
El fruto más inmediato del Congreso fue la publicación oficial, el
Eucologi, que no era un simple misal-devocionario sino un instru-
mento educativo, del cual se llegaron a publicar varias ediciones
(la última en 1948). Las conclusiones generales del Congreso, en
siete puntos, insistían en el concepto de participación de los fieles
–que designaba «interna y externa, sintiéndose concelebrantes»– y
querían poner al alcance del pueblo cristiano toda la riqueza de
la vida litúrgica. Insistían en la formación litúrgica de los fieles,
basada en los textos litúrgicos, en los ritos y en la historia litúrgica
de la Iglesia. La revista Vida cristiana se hizo eco de la aplicación
de dichas conclusiones, que realmente fue espectacular. Ya en el
primer año dos hechos proporcionaron un balance halagador: la
difusión extraordinaria del Eucologi y la creación de la Asociación
Gregorianista. Esta última entidad, con el padre Sunyol como
promotor, organizó en Barcelona un curso superior de canto
gregoriano en 1916, y en Banyoles (donde se habían refugiado los
monjes franceses de En-Calcat) una Semana Litúrgica en 1917. En
este mismo año se crean concursos litúrgicos para niños. Y, antes
de acabar la década, el futuro cardenal Isidro Gomá publica El
valor educativo de la liturgia y dom Ildefons Gubianas el primero
de sus misales.
Tal espíritu litúrgico fue la base de muchas instituciones sociales y
apostólicas de Cataluña, porque la semilla del I Congreso Litúrgico
siguió dando frutos después de los años trágicos de la guerra civil
y a pesar de que muchos de los líderes del movimiento litúrgico
habían fallecido o estaban insensibilizados. Un ejemplo lo tenemos
en los actos litúrgicos, celebrados con dignidad y participación
activa, del XXXV Congreso Eucarístico Internacional que tuvo
lugar en Barcelona en 1952. En aquellos mismos años en el monas-

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Un Congreso todavía vivo: 1915 - 1965 - 1990 - 2015 205

terio de Montserrat aumentó la implicación de los monjes en el


cultivo de las más variadas expresiones de la liturgia: teología,
pastoral, publicaciones, docencia, investigación histórica, música
gregoriana y polifónica, liturgia hispánica y liturgias orientales,
arte sacro.
Esta referencia montserratense animó a los que habían trabajado en
las instituciones empapadas de espiritualidad litúrgica de antes de la
guerra. Pero sobre todo tuvo incidencia en las nuevas generaciones
del clero. Así se explica en 1958 la creación del Centre de Pastoral
Litúrgica de Barcelona a cargo de doctos presbíteros entre los que
destacan Pere Tena, Pere Farnés y Joan Bellavista. Desde entonces
el Centre de Pastoral Litúrgica ha cumplido con creces su finalidad
de servir la pastoral en el campo de la celebración litúrgica y en el
ámbito de la pastoral sacramental. Sus cursillos, su asesoramiento y
sobretodo las publicaciones lo muestran continuamente. En estrecha
conexión con el Centre, se fundará en 1986, en el seno de la Facultat
de Teologia de Catalunya, el Instituto Superior de Liturgia de Bar-
celona, con proyección en el resto de España y en América Latina.

2. El II Congreso Litúrgico de Montserrat (1965)


Entre la tercera y la cuarta y última sesión del Concilio Vaticano
II tuvo lugar en Montserrat el II Congreso Litúrgico. Previsto
para las mismas fechas de cincuenta años atrás, el abad Gabriel
M. Brasó decidió celebrar un congreso cuya presidencia ofreció
a los arzobispos de Tarragona y de Barcelona. Lo convocaron el
mismo monasterio de Montserrat, los Centros de Pastoral Litúr-
gica de Barcelona y Vic y la Lliga Espiritual de la Mare de Déu de
Montserrat. La ejecución fue confiada al padre Alexandre Olivar,
reconocido experto en patrología, hagiografía y sacramentarios.
El momento era muy interesante. Ya se había promulgado la
Constitución Sacrosanctum Concilium. Se conocían, pues, no solo
las líneas maestras de la reforma litúrgica sino también, a grandes
rasgos, en que consistiría la renovación. Pero estábamos al prin-
cipio de la aplicación, es decir, antes de la época de las reticencias
por una parte y de los abusos por otra. Simplemente, algunas
reformas ya se empezaban a practicar aunque de forma todavía

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experimental. Había una gran ilusión en el doble sentido de la


palabra: entusiasmo y espejismo. El título dado al Congreso ya lo
decía todo: «La liturgia de mañana».
El trabajo fue serio. Después de laudes actuaban simultánea-
mente las siete secciones del Congreso, y, por la tarde, se ofrecía
un resumen de la mañana y tenía lugar la sesión plenaria y la
concelebración eucarística. Los conferenciantes de las sesiones
plenarias fueron sucesivamente Adalbert Franquesa, Ignacio
Oñatibia, Adrien Nocent, Josep M. Bardés, Gabriel M. Brasó y
Pere Tena.
Cada una de las 723 personas inscritas podía asistir libremente a la
sección que prefiriera. De las siete secciones, es interesante poner
énfasis en cuatro, sin menoscabo de las otras tres. La jurídica, por
la presencia e intervención destacada de monseñor Manuel Bonet,
vicedecano de la Rota Romana y miembro activo de dos comisiones
conciliares. La de historia, porque acogió a los mejores investigado-
res de la liturgia en Cataluña y dio origen, cuatro años más tarde,
a la fundación de la Societat Catalana d’Estudis Litúrgics. La de
filología era una novedad absoluta, provinente de la autorización
de la lengua vernácula en la liturgia. Y la de música, porque es la
que reunió a más participantes y trató de todos los aspectos posi-
bles que se han dado en la música litúrgica durante los últimos
cincuenta años. Las otras secciones fueron respectivamente las de
teología, Biblia y espiritualidad; pastoral; y arte. En todas había las
ponencias, una o dos cada día, y las comunicaciones espontáneas
presentadas a la secretaría. Además de las 6 conferencias generales,
las homilías y las introducciones a cada sección, hubo 38 ponencias
y 77 comunicaciones. El conjunto de todos estos textos publicados
ha merecido la calificación de «la aportación más considerable en
el campo de la literatura religiosa catalana desde hace muchos
siglos» (J. Massot).
Cada sección redactó las conclusiones propias, generalmente a
manera de desiderata sobre los puntos todavía no precisados en la
aplicación conciliar a nivel universal. Las doce conclusiones gene-
rales se hacen eco de lo más esencial de cada sección. Además de la
mencionada creación de la Societat Catalana d’Estudis Litúrgics,

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Un Congreso todavía vivo: 1915 - 1965 - 1990 - 2015 207

otro de los frutos del Congreso fue la erección de dos comisiones


que trabajaron muy intensamente sobre todo durante las dos déca-
das siguientes. Una fue la que tradujo al catalán todos los libros
litúrgicos y otra la interdiocesana de liturgia. Ambas comisiones
están en la línea de la gran obra de colaboración interdiocesana,
en algunos casos también con las tres diócesis de las Baleares, que
el arzobispo Josep Pont i Gol propició no solo en materia litúrgica
sino también en catequesis y en otros campos de actividad eclesial.
La convicción de que Cataluña formaba una unidad pastoral dio
paso en su momento a la publicación de la carta conjunta Raíces
cristianas de Cataluña (1985) y más tarde a la celebración del Con-
cilio Provincial Tarraconense (1995), que dedicó uno de los cuatro
temas basilares a la pastoral litúrgica y sacramental.

3. El III Congreso Litúrgico de Montserrat (1990)


Veinticinco años pasan rápidamente. Por lo cual, al cumplirse
un lustro del Congreso de 1965 y se había apaciguado un poco la
euforia posconciliar, no había demasiado euforia para celebrar
los tres cuartos de siglo del primer Congreso. Pero el Centre de
Pastoral Litúrgica de Barcelona, en la persona del diácono Josep
Urdeix, brindó al episcopado y al monasterio de Montserrat la
posibilidad de celebrar un III Congreso. Se unirían a dicho Centro
y a la Abadía la Comisión Interdiocesana de Liturgia, el Instituto
de Liturgia y la Societat Catalana d’Estudis Litúrgics como orga-
nizadores. Existía otro motivo para celebrarlo: el papa san Juan
Pablo II había escrito la Carta apostólica Vigesimus quintus annus
para conmemorar el aniversario de la Sacrosanctum Concilium.
Recordaba que «la liturgia de la Iglesia va más allá de la reforma
litúrgica. No estamos en la misma situación que en 1963» (núm.
14). Quedaba, pues, justificada una obra de profundización, de
reflexión, incluso de autocrítica.
Los obispos de Cataluña y el abad de Montserrat lanzaron una
convocatoria. La comisión gestora divulgó, junto con la convoca-
toria, un cuaderno de sensibilización y preparación, que, además
de la Carta apostólica del papa, contenía dos cuestionarios para
la reflexión.

phase 327 2015.indb 207 12/05/15 11:01:03


208 Bernabé Dalmau

El Congreso se celebró en Montserrat del 25 al 29 de junio de 1990.


Además de las celebraciones en la basílica, había el trabajo cientí-
fico que constaba de conferencias generales bajo el lema La liturgia
en el corazón de la vida cristiana y de secciones de estudio bajo el título
Balance y perspectivas de la reforma litúrgica en Cataluña. La presencia
episcopal fue todavía más numerosa que en el I Congreso. Esta vez,
además del nuncio apostólico, asistió el prefecto de la Congrega-
ción para el culto divino, el cardenal Eduardo Martínez Somalo,
quien presidió las vísperas inaugurales y predicó la homilía con
citas en catalán de un famoso artículo del poeta Joan Maragall que
en 1909, tras la Semana Trágica, auguraba una Iglesia próxima al
pueblo y una liturgia en lengua vernácula. El número de inscritos
oficialmente fue de 564. El cargo de secretario del Congreso recayó
en el mismo Josep Urdeix.
Siendo nueve las secciones de estudio, durante los tres días centra-
les actuaron simultáneamente tres secciones diferentes cada día.
Dichas secciones, con los respectivos ponentes fueron: Doctrinal,
Josep M. Rovira Belloso; Espiritualidad, Josep M. Soler; Pastoral,
Pere Llabrés; Religiosidad popular, Joan Carrera; Historia, Adal-
bert Franquesa; Catequesis, Joan Busquets; Música, Joan Baburés;
Arte, Carles Elias; y Lenguaje, Modest Prats. El trabajo de cada
sección constaba de la ponencia, seguida de una mesa redonda y,
tras una pausa, había la presentación de comunicaciones y diálogo.
Para las conferencias generales se escogieron los ponentes en
función de una cierta continuidad con el Congreso anterior y al
mismo tiempo de una participación más amplia del extranjero. Lo
cual explica que repitieran Pere Tena e Ignacio Oñatibia. Los demás
fueron: Paul de Clerk, director del Instituto Superior de Liturgia
de París; el benedictino italiano Bonifacio Baroffio; el obispo de
Málaga Ramon Buxarrais.
Al terminar la Eucaristía de la solemnidad de los apóstoles Pedro y
Pablo se leyeron las conclusiones, que el episcopado promulgaría
el 27 de diciembre del mismo año. Se insistía especialmente en
cuatro puntos: la continuación de la pastoral litúrgica con nuevo
vigor; la integración en el conjunto del trabajo pastoral; la labor
catequética permanente; la facilitación de la comprensión del

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Un Congreso todavía vivo: 1915 - 1965 - 1990 - 2015 209

lenguaje litúrgico. Como singularidades especiales, se notó un


redescubrimiento de la religiosidad popular en función de las
riquezas espirituales de la liturgia; una necesidad de mejorar la
calidad de las versiones litúrgicas; la petición de crear una Comi-
sión Interdiocesana de Música y de elaborar un Cantoral Litúrgic
Català y un Cantoral Bàsic.

4. Reflexión final
Tales son los tres Congresos Litúrgicos de Montserrat. En la
pequeña o gran historia del movimiento litúrgico en la Tarraco-
nense hay ciertamente un culmen et fons que es el Concilio Vaticano
II con su Constitución sobre liturgia. El Congreso de 1915 preparó,
sin saberlo, los espíritus para acogerla. Y los de 1965 y 1990 anima-
ron las diócesis para seguir por aquella senda.
Acaba de celebrarse el IV Congreso, con un formato modesto pero
con los mismos propósitos que animaron los anteriores. Sigue
estando presente lo que los obispos de la Tarraconense escribían
un año después del III en su comunicación pastoral «La liturgia,
fuente de la vida espiritual», que insistía en considerar la liturgia
como obra del Espíritu Santo. Y terminaba con estas palabras:
Nuestro objetivo programático para esta etapa de aplicación del
Congreso lo podemos resumir en aquello que la Iglesia pide al Señor
en el I domingo de Cuaresma: «Progresar en el conocimiento del
misterio de Cristo y vivir en conformidad con él». Los obispos de
Cataluña tenemos la fundamentada ilusión y la firme esperanza de
que nuestras diócesis encontrarán caminos para fortalecer la vida
de la liturgia.
Un ideal válido hoy en día como lo fue cien años atrás.
Bernabé Dalmau

Monje benedictino de la abadía de Montserrat (Barcelona), destaca


principalmente por sus escritos de monástica, espiritualidad y
liturgia.

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Phase 55 (2015) 211-226

Música litúrgica:
¿paradigma de cambio o
cambio de paradigma?
(cien años después del
Congreso Litúrgico de Montserrat 1915)
Jordi A. Piqué i Collado

Resumen

Jordi A Piqué señala la importancia en la actualidad de la pedagogía y de la formación


musical litúrgica. Para lo cual comienza valorando los documentos magisteriales
que se refieren a la formación en música litúrgica. Después analiza los cambios
paradigmáticos en el lenguaje musical y su incidencia en el paradigma del lenguaje
litúrgico. Y, finalmente, ofrece una propuesta actualizada sobre el peso litúrgico de
la música en el momento actual.

Palabras clave: Congreso Litúrgico, movimiento litúrgico, renovación litúrgica,


música.

Abstract

Jordi A. Piqué points out the importance today of liturgical music pedagogy and
training. He starts evaluating the magisterial documents relating to training in
liturgical music. Then he analyses the paradigmatic changes in musical language
and its impact on the paradigm of liturgical language. Finally, he offers an updated
proposal on the weight of liturgical music at the present time.

Keywords: Liturgical Congress, Liturgical Movement, liturgical renovation, music.

El Congreso Litúrgico de Montserrat de 1915 tuvo, como era


previsible, una sección dedicada a la música, en esos momentos
denominada sacra. Esta sección llevaba un curioso epígrafe: Gre-

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212 Jordi A. Piqué i Collado

gorianismo y vulgarización litúrgica.1 Los trabajos de dicho grupo


se centraron en el estudio y la aplicación de las directrices del
Motu proprio Tra le sollecitudini, emanado por Pío X en 1903. Sin
embargo, el desarrollo del congreso lo llevó a ocuparse de aspec-
tos bien distintos: por una parte del desarrollo de los estudios
gregorianos a nivel musicológico especializado y por otra, hacia
la atención a la formación de seminaristas, religiosos, clero y laicos
a favor del conocimiento y comprensión sea de la liturgia sea de
la música.2 A partir de ese momento cuando se aborda el campo
de la música litúrgica, se converge siempre en la cuestión de la
formación, incluso pedagógicamente hablando, sin la cual toda
directriz o tentativa de planificación o reforma musical litúrgica
está abocada al fracaso.
Esta elemental constatación podría parecer poco importante a la
luz de la relevancia que adquirió el primer Congreso Litúrgico de
Montserrat. De hecho, el Congreso tuvo como colofones sendos
congresos conmemorativos en su cincuentenario, II Congreso
Litúrgico de Montserrat 1965, y en el setenta y cinco aniversario,
el III Congreso Litúrgico de Montserrat 1990.3 Cada uno de estos
eventos conmemorativos remitía por lo que a la música se refiere
al I Congreso (1915) pero a través de la matriz de los documentos
publicados en torno a la renovación litúrgica conciliar. De ahí se
deduce, que el entusiasmo por lo reciente de la reforma litúrgica
en 1965 y las preocupaciones por la aparente paralización o retro-
ceso en la renovación conciliar en 1990, apartasen del centro de
atención la pedagogía y la formación litúrgico musical como eje
central de las propuestas de estos congresos por lo que a la música
litúrgica se refiere.

1  Revista Montserratina 102 (1915) 276.


2  Ibíd., 105 (1915) 417-419.
3  Hay que notar que dichos congresos coincidieron con momentos pecu-
liares de la historia de la liturgia a lo largo del siglo xx: el de 1965 en plena
aplicación de las directrices de Sacrosanctum Conciliun (1963) y en pleno
aggiornamento post-conciliar; 1990 con la publicación de la Carta apostólica
Vicessimus Quintus Annus del papa san Juan Pablo II (1988)

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Música litúrgica: ¿paradigma de cambio o cambio de paradigma? 213

En el presente artículo pretendo recuperar esa línea a favor de la


pedagogía y de la formación musical litúrgica, en un momento
donde no tenemos ningún documento relevante sobre la liturgia4
y asistimos a polarizaciones de todo tipo y tendencia. La intuición
del I Congreso de Montserrat me parece de nuevo interesante, a
la luz de cuanto ha acaecido en estos cien años en el campo de la
música litúrgica católica. Propongo para ello una rápida valoración
de los documentos magisteriales que se refieren a la formación
en música litúrgica para obtener una clara realidad del tema. En
segundo lugar un intento de análisis de los cambios paradigmá-
ticos en el lenguaje musical y su incidencia en el paradigma del
lenguaje litúrgico. Y en tercer lugar una propuesta actualizada
sobre el peso litúrgico de la música en el momento actual.

1. De la recepción del Motu proprio de Pío X a «Musicam


sacram» (1967), pasando por el capítulo VI de «Sacrosanc-
tum Concilium» (1964)
La atención que el magisterio del siglo xx ha prestado a la función
litúrgica de la música no deja de ser significativa e importante.
Tal trayectoria deja entrever una sana comprensión teológica
de la música como parte integrante de la liturgia y una especial
atención al lenguaje musical anclado en el entorno propio de cada
época. No por sabido, este recorrido deja de ser sorprendente en la
línea de cuanto se ha dicho sobre la necesidad de una pedagogía
litúrgica y musical.

1.1. El Motu proprio de san Pío X: ¿la culminación de una etapa?


Cuando el cardenal Giuseppe Sarto subió a la sede de Pedro con
el nombre de Pío X el 4 de agosto de 1903, llegaba a Roma un papa
con profundas inclinaciones pastorales por lo que respecta a la
liturgia y a la música sacra.5 La situación de la música en la Iglesia

4  Excepto el Quirógrafo (2003) de san Juan Pablo II, y la teología de


J. Ratzinger y de algunos comentarios del papa Benedicto XVI.
5  P. Combe, «Le Motu Proprio du 22 novembre 1903 de S. Pie X: Études
historiques», Études Grégoriennes 5 (1962) 133-137.

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214 Jordi A. Piqué i Collado

de la Italia de finales del siglo xix había obligado al cardenal Sarto


a promulgar una carta pastoral para el patriarcado de Venecia que
contenía en germen las grandes líneas del Motu proprio de 1903.6
Las circunstancias y las personas que rodearon a Pío X fueron
especialmente sensibles al naciente movimiento litúrgico, a la
restauración del monasterio de Solesmes, al trabajo de recupera-
ción de la tradición del canto gregoriano por parte de los monjes
herederos de dom Guéranger, y finalmente a la naciente influencia
del movimiento ceciliano. En cierta manera el Motu proprio de
Pío X fue un intento de luchar contra la entrada de modernismo
que se plasma en las formas operísticas de la música en la iglesia
de Italia. Pero todo ello marcado por otra de las características del
romanticismo: la revalorización de las formas antiguas del arte.
El arte medieval se configuraba como el ideal de la expresión
religiosa, el gótico como el ideal de la arquitectura, el gregoriano
como ideal musical, la saga fundacional y la novela biográfica
como modelos literarios. Esta perspectiva se abrió hasta incluir la
polifonía, el órgano y la música del barroco como expresiones más
altas de la música religiosa. Todos estos componentes se dieron
como contexto donde surgieron con fuerza los primeros albores del
movimiento litúrgico, la difusión del canto gregoriano, su estudio
y recuperación, la revalorización de la polifonía, y el retorno al
estudio de la teología de los padres de la Iglesia. Especialmente
importante será el redescubrimiento de la teología de la liturgia.
Todas estas corrientes tomaron carta de identidad con la promul-
gación del Motu proprio de Pío X que siendo exclusivamente de
carácter musical abrió el camino a las nuevas corrientes litúrgicas
gestadas a finales del siglo xix.
Podemos, pues, afirmar que no fue un final de etapa ya que a partir
de la promulgación del Motu proprio en el noviembre de 1903,
los movimientos litúrgico y de renovación musical toman carta
de identidad. En este ámbito se inscribió el I Congreso Litúrgico
de Montserrat de 1915.

6  G. Cardenal Sarto, Musica sacra: Lettera pastorale, Venezia 1895.

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Música litúrgica: ¿paradigma de cambio o cambio de paradigma? 215

1.2. «Sacrosanctum Concilium»: los últimos intentos para no perder


el lenguaje musical en su función sacramental-litúrgica
La aparición, promovida y favorecida por los documentos ponti-
ficios, de las scholae cantorum y de los grupos de pueri cantores, hizo
más amplia y popular la influencia del movimiento litúrgico en el
campo musical litúrgico. Por otra parte los trabajos del estudio de
la paleografía gregoriana, en especial en el monasterio benedictino
de Solesmes (Francia), y la fundación del Instituto Pontificio de
Música Sacra de Roma, o la recuperación del antiguo canto ambro-
siano promovida por el cardenal Ildefonso Schuster en Milán,
dieron un gran vigor al campo de la música litúrgica. Paralelamente
aparecen numerosas publicaciones científicas de polifonía clásica
y se incentiva la creación de nuevo repertorio polifónico.
La vida del movimiento litúrgico se desarrolló con fuerza y vigor
hasta entrar en un momento de crisis durante los años que pre-
cedieron a la II Guerra Mundial. Esta crisis se vio acentuada por
algunas radicalizaciones y por algunas innovaciones litúrgicas
emprendidas sin la aprobación de Roma. La intervención de Pío
XII con la Mediator Dei de 1947 dio una identidad renovada al
movimiento litúrgico que prolonga su actividad hasta la celebra-
ción del Vaticano II.7

7  Cf. B. Neunheuser, «Movimiento litúrgico», en D. Sartore – A. Triacca


(eds.), Nuevo Dicconario de Liturgia, Madrid 1989, 1372; el autor remarca
también la Encíclica Mystici Corporis del 1943 como un reconocimiento y
apoyo de Pío XII a algunos de los nuevos planteamientos del movimiento
litúrgico por lo que respecta a la concepción eclesiológica que se refleja en
la asamblea litúrgica. En el campo musical, para hacer evidente la profunda
relación entre el movimiento litúrgico y la música litúrgica, hay que destacar
la actividad iniciada en Leipzig, y que de allí se extenderá a toda Europa.
Esta actividad recibió el nombre del Oratorio de Leipzig. En esta agrupación
se trabajó en el campo del canto litúrgico para darle una forma digna. Esta
forma vendrá marcada por una nueva característica –hay que recordar que
ya había trabajado mucho en este aspecto el movimiento ceciliano– que es el
buscar un canto litúrgico que sea accesible a toda la comunidad cristiana que
se reúne en las parroquias. De esta iniciativa nacerán las revistas de música
litúrgica parroquial Volksliturgie en el ámbito de lengua alemana, Parochia en
el ámbito francés e italiano. Estas iniciativas, lentamente, se extenderán por
toda Europa.

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216 Jordi A. Piqué i Collado

Paralelamente a este desarrollo, los pontífices prestan atención a


las propuestas del Motu proprio de Pío X sobre la música sacra y
la comentan remarcando uno u otro aspecto según el momento o
las necesidades. Uno de estos momentos es el 20 de diciembre de
1928 cuando se celebró el veinticinco aniversario de dicho Motu
proprio. Pío XI firma la Constitución apostólica Divini cultus sanc-
titatem donde hace una reflexión sobre la relación entre dogma y
liturgia y entre liturgia y santificación.
Será la Encíclica Mediator Dei del 20 de noviembre del 1947 donde
Pío XII hará una reflexión sobre la liturgia como culto oficial,
público, solemne y total de la Iglesia, cuerpo místico de Cristo.
En este texto aparecen recogidas algunas de las principales ideas
del movimiento litúrgico por lo que respecta a la música litúrgica.
Recomienda junto con el gregoriano y la polifonía clásica, la poli-
fonía moderna y el «canto popular religioso» que ha de promover
y estimular y hacer crecer la fe y la piedad de los fieles. Asistimos
a una prolongación del espíritu romántico cuando la música ha
abandonado ya toda tonalidad y la abstracción formal y sonora
ha hecho ya su entrada en escena.
En la Encíclica Musicae sacrae disciplina Pío XII promulga la primera
Encíclica dedicada exclusivamente a la música litúrgica. Subraya la
constante presencia de la música en las manifestaciones religiosas
del pueblo de Dios ya sea en Antiguo Testamento como en el Nuevo
Testamento y en la historia de la Iglesia. Esta siempre ha cultivado
y cuidado la música para que esté al servicio del culto y de la fe.
Pocos años más tarde, el 3 de marzo del 1958, sale a la luz la Ins-
trucción de la Sagrada Congregación de Ritos De musica sacra que
pretende ser una síntesis sistemática de las normas y documentos
sobre la música litúrgica aparecidos desde Pío X hasta Pío XII. Este
documento es muy interesante porque es el último que trata la
música litúrgica antes del inicio del Concilio Vaticano II y el texto
anuncia algunas de las características que marcarán la Constitución
conciliar sobre la liturgia.8

8  La Instrucción establece una clara distinción entre las acciones litúrgicas


y los ejercicios de piedad. Establece una distinción entre misa con canto, la

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Música litúrgica: ¿paradigma de cambio o cambio de paradigma? 217

El 4 de diciembre de 1963 era promulgado el primer documento


del Concilio Vaticano II, la Constitución sobre la sagrada liturgia
Sacrosanctum Concilium, en la que diez artículos hacen referencia
a la música sagrada. En el artículo 114 de Sacrosanctum Concilium
se exhorta a la conservación del patrimonio musical sacro, la
creación de las scholae cantorum y se establece que «en toda acción
sagrada celebrada con canto toda la asamblea de los fieles pueda
ejercer su participación activa» (SC 114). El número 116 reconoce
el canto gregoriano como el propio de la Iglesia romana y aconseja
la edición crítica de los libros. En el número 117 se recomienda la
preparación de un repertorio para las iglesias menores. Los núme-
ros sucesivos recogen otros aspectos que afirman la función de la
música litúrgica instrumental (núm. 120); la promoción del canto
popular religioso (núm. 118); el valor del canto autóctono de los
países de misión (núm. 119); y la exhortación a los artistas a incre-
mentar el patrimonio musical de la música litúrgica (núm. 121).9
La aplicación de las directrices del Concilio Vaticano II en lo que
respecta a la música litúrgica cristaliza en la elaboración de la
Instrucción De musica in sacra liturgia del 5 de marzo de 1967. En
esta Instrucción se resumían los últimos documentos emanados

misa con canto solemne y la misa rezada. Señala claramente qué repertorio
se ha de incluir dentro del apartado «musica sacra»: Canto gregoriano, poli-
fonía clásica, polifonía moderna, música de órgano, canto popular religioso,
música religiosa. Seguidamente establece una serie de normas prácticas: no es
lícito mezclar acciones litúrgicas y ejercicios de piedad; hay que privilegiar la
participación en la acción litúrgica; las misas con canto pueden incluir algún
canto en lengua vulgar admitido y aprobado; la participación en las misas
rezadas es recomendada ya sea en el ámbito interior ya sea exteriormente
según las normas aprobadas en cada lugar. Este documento presenta ya una
clara preocupación por la participación activa de los fieles en el acto litúrgico,
una fijación y delimitación clara de la función de los ministros del canto y de
la música en la celebración litúrgica, y una normativa que pone de relieve el
papel importante de la música y el canto en la acción litúrgica.
9  También se trata de algunos aspectos de la música litúrgica en otros
números: las partes susceptibles de cambio en la liturgia y que afectan al canto
(núm. 21); la particularidad del oficio musical que se desarrolla en la celebra-
ción litúrgica (núm. 28); el valor del silencio como elemento de participación
interior en la celebración litúrgica (núm. 30); la cuestión de la lengua vulgar
y el latín por lo que respecta a los cantos (núm. 54).

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218 Jordi A. Piqué i Collado

con las normas del Concilio. Entre estos el Motu proprio de Pablo
VI Sacram liturgiam en el que se pide a las diócesis que constituyan
comisiones para la liturgia, la música y el arte.

1.3. Del Vaticano II hasta hoy: una gran pausa


Poco después de la promulgación de Sacrosanctum Concilium se
tuvo que materializar su aplicación práctica según las nuevas
directivas emanadas del Concilio. Paralelamente a este desarrollo
promovido por la reforma litúrgica, se dan otro tipo de documentos
como son las alocuciones o cartas de los papas a los artistas. Pablo
VI dirigió una alocución a los artistas el 7 de mayo de 1964, en pleno
desarrollo de sesiones conciliares. Los mismos padres conciliares se
dirigieron a los artistas en los mensajes finales de la conclusión del
Vaticano II, el 8 de diciembre de 1965. Juan Pablo II dirigió su carta
a los artistas en las vísperas del jubileo del año 2000, en un mensaje
firmado el 4 de abril de 1999, fiesta de Pascua de resurrección. Cada
uno de estos documentos habla de la música dentro de la categoría
general del arte, tal como lo hizo Sacrosanctum Concilium.
Pero la renovación en el campo musical litúrgico se ve afectada por
algunos momentos de desconcierto y de perplejidad. La llegada
de nuevas corrientes musicales y de nuevas formas expresivas en
la música litúrgica del postconcilio fue motivo de nueva reflexión
en los momentos más difíciles de este complejo proceso. Dichos
momentos estuvieron acompañados por otras propuestas de
reflexión serias, que se materializarían en asociaciones musicales
y en congresos que buscaban el camino para la música en la nueva
perspectiva que había tomado la liturgia. De estos grupos y de
su trabajo –sobre todo el grupo «Universa Laus»– se publicaron
importantes documentos que muestran y analizan el estado de la
música litúrgica contemporánea. En este contexto se insertan el
II y III Congreso Litúrgico de Montserrat (1965-1990)
Apuntábamos al principio que el Motu proprio no era un punto
final, sino que marcaba un inicio caracterizado por la visión post-
romántica de la historia, de la Iglesia y de la liturgia. Esta pers-
pectiva pasó por una reflexión profunda y seria sobre la música
sacra y su función litúrgica. El Motu proprio respondía, sin duda,

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Música litúrgica: ¿paradigma de cambio o cambio de paradigma? 219

a problemas prácticos concretos pero, con gran intuición, llevaba


la reflexión más allá de las limitaciones de lo inmediato.
A la luz de lo expuesto, creo que la única forma de ahondar en la
reflexión y práctica musical en la liturgia pasa por llevar el estudio
y la discusión a un nivel más profundo que el mero intento de
solucionar problemas prácticos o pastorales. Una profunda teo-
logía de la liturgia nos puede ayudar en este camino; la reflexión
teológica sobre el arte y del arte en la liturgia nos permitiría valorar
su función mucho más allá de gustos, modas, filias o fobias, y nos
alejaría de todo personalismo que ahoga la praxis musical y limita
los frutos de la gracia a la que, como decía san Pío X, la música ver-
daderamente litúrgica, ligada íntimamente a la Palabra celebrada,
nos abre, preparando nuestro corazón y nuestro interior a recibir
la gracia de los misterios celebrados.

2. Gregoriano, polifonía, canto religioso: del romanticismo


al dodecafonismo pasando por la participación
Los intentos de responder a la situación de la música en la liturgia
en el período post-conciliar y hasta nuestros días han pasado por
el entusiasmo, la decepción, los «ismos», las huídas hacia un aggio-
namento extremo con la creación de nuevos repertorios, especial-
mente en torno a los nuevos movimientos eclesiales, o reacciones
viscerales marcadas por una super-valorización de lo antiguo.
Ya en otra ocasión tuve la ocasión de analizar las diversas corrientes
que se han formado en los grupos de criterio ante el desconcierto
funcional de la música en la liturgia. Una revisión de lo expuesto
puede servir de enlace con el presente intento de análisis y estu-
dio.10

2.1. Pragmatismo litúrgico-musical


Sería la corriente que hace de lo pastoral la pauta de todo aquello
que tiene lugar dentro del mundo celebrativo. Musicalmente

10  J.-A. Piqué, «Música sacra/música litúrgica: lenguaje musical y liturgia


a cincuenta años de Sacrosanctum Concilium», Phase 53 (2013) 501-515.

phase 327 2015.indb 219 12/05/15 11:01:05


220 Jordi A. Piqué i Collado

hablando, se ha traducido en una incorporación acrítica y, a mi


modo de ver, desafortunada de todo aquello que musicalmente,
con un trasfondo nivel pastoral, puede ser utilizado para difundir
el mensaje cristiano. Espirituales negros y la mal llamada música
pop han constituido el repertorio de muchas comunidades y en
muchos casos representaba de rechazo visceral frente a otras
formas musicales como el gregoriano y la polifonía.
Un capítulo aparte merecen los textos musicalizados, caracteri-
zado por el abandono de los textos eucológicos como base de los
cantos, e incluso la modificación del ordinario para servir a fines
pastorales. A nivel instrumental el órgano ha sido sustituido, en
muchos casos, por instrumentos más «modernos» que no están
pensados ni para sostener el canto de la asamblea ni para ser
tocados en grandes espacios, En este contexto toda búsqueda de
belleza se ha reducido a una búsqueda de fácil emotividad con
el agravante de dejar la ministerialidad musical en manos de un
voluntariado que no dispone de la formación musical suficiente.
Todo ello, alejadísimo de los postulados magisteriales por lo que
respecta a la función de la música en la liturgia.

2.2. Esteticismo litúrgico-musical


Este movimiento se caracteriza por una nueva valorización del
canto gregoriano y la polifonía (SC 116). La calidad musical prima
sobre cualquier finalidad pastoral. Pero dadas las circunstancias
litúrgicas actuales, en general tiene una ubicación difícil dentro de
la liturgia. Así pues, el canto gregoriano y la polifonía dan lugar a
conciertos y ciclos musicales, que curiosamente llenan auditorios
y, en cambio, se alejan de catedrales y parroquias. La búsqueda
esteticista comporta, también, un alejamiento del significado y del
sentido de los textos, estudiándolos solo para una buena interpre-
tación musical y para una elaboración coherente de los programas.
En el ámbito instrumental se organizan conciertos y audiciones de
órgano para que las grandes obras organísticas no queden en el
olvido puesto que no tienen lugar ni espacio en las celebraciones
litúrgicas. Una de las características de este grupo de búsqueda
esteticista es la valoración del latín como lengua litúrgica.

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Música litúrgica: ¿paradigma de cambio o cambio de paradigma? 221

Estas realidades ponen en evidencia que casi nada ha cambiado


en la comprensión de la praxis musical en cuanto a la función
quasi sacramental de la música en la liturgia, tal como la propo-
nía Pío X. En realidad asistimos a un intento de superación del
romanticismo estético y como consecuencia a un desconcierto
post-romántico en el cual nos ha sumergido el arte abstracto y los
medios contemporáneos de comunicación. Quizás por primera
vez en la historia del cristianismo, no encontramos en la cultura
contemporánea el lenguaje con el cual celebrar nuestra fe y con el
cual traducir sonoramente la alabanza pública, oficial y solemne
que rendimos por Jesucristo al Padre por la fuerza del Espíritu
Santo. La cuestión es bien grave.

3. 1915-2015: ¿cambio de paradigma musical? ¿cambio de


paradigma litúrgico?
Las conclusiones del Congreso de Montserrat de 1915 dejaron
bien sentado que la formación litúrgica y la musical eran la base
para una verdadera comprensión y participación en los misterios
celebrados. Concretamente se hablaba de una «pedagogía litúrgica
que informe todos los grados de la enseñanza religiosa».11 A la luz
de tales consideraciones se planteaban una serie de propuestas
para llevar a cabo el ideal de formar a pastores y fieles en la litur-
gia a partir de una participación musical activa y consciente. Los
elementos que constantemente emergen y que provienen del Motu
proprio de Pío X, son el gregoriano, la polifonía, el canto religioso
y la pastoral. Junto con esto el estudio de los textos, de las fuentes
del repertorio y la revalorización del patrimonio musical litúrgico.
Podemos constatar que, a cien años y después de un intenso camino
magisterial litúrgico entorno a la música en la liturgia, los temas
continúan repitiéndose sin interrupción. Cabe observar pero, que
la distancia entre estos conceptos y la realidad celebrativa litúrgica
contemporánea son abismales en comparación con el entorno
cultural y cultual del primer congreso montserratino.

11  Revista Montserratina 105 (1915) 418.

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222 Jordi A. Piqué i Collado

El tema de la participación a través del canto y de la música en la


liturgia ha sido el más subrayado en estos cien años. En cambio
el tema del gregoriano, de la polifonía clásica y contemporánea
y mucho menos el del repertorio y patrimonio musical no han
recibido un tratamiento sistemático y responsable en los períodos
conciliar y post-conciliar.
Lejos de pretender soluciones creo que es necesario fundar las
bases para un análisis del cambio de paradigma musical que hemos
sufrido durante todo el siglo xx y el alejamientos entre lenguaje de
la música y los dictados estéticos propuestos para la celebración
de la liturgia en la realidad post-conciliar, tal como han surgido
de la aplicación de Sacrosanctum Concilium. Apunto aquí algunos
elementos para posibilitar este análisis.

3.1. Los dodecafonismos y la destrucción del lenguaje formal


Si bien los primeros atisbos del movimiento litúrgico por lo que
respecta a la música corresponden a los ideales románticos más
evidentes –valoración de lo antiguo, estética gótica, recuperación
de la polifonía, ideal medieval– el avanzar del siglo xx hizo coin-
cidir la renovación litúrgica del Vaticano II con el pleno estallido
de la «no-forma» o de la destrucción de todo lenguaje represen-
tativo o comunicativo. Mientras Sacrosanctum Concilium refería la
música litúrgica a la bondad de las formas de Pío X, la filosofía se
preguntaba sobre la comunicabilidad del lenguaje y si la música
podía o no ser considerada lenguaje.12 De hecho se asiste entorno
a los años setenta del siglo xx a una explosión o desintegración del
arte formal para entrar de lleno en el llamado arte contemporáneo
o abstracto preludiado ya, al menos en música, en los postulados
de R. Wagner, G. Mahler y A. Schoenberg.
Ante esta realidad la destrucción del latín como lengua eminen-
temente litúrgica con la subsiguiente crisis del gregoriano y de
la modalidad como estructuras comunicables, la irrupción de la

12  J.-A. Piqué, «L’attimo fuggente/sfuggente: L’universo sacramentale


della musica. Dalla forma estetica all’evento empatico», en P. Sequeri, Il Corpo
del Logos. Pensiero estetico e teologia cristiana, Milano: Glossa 2009, 179-195.

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Música litúrgica: ¿paradigma de cambio o cambio de paradigma? 223

tonalidad y de las formas pop en el lenguaje musical litúrgico bien


pueden considerarse un cambio de época y un cambio de para-
digma comprensivo de proporciones inimaginables.

3.2. Los «ismos» y la búsqueda de la emoción

Este cambio de paradigma en el leguaje musical se circunscribe


en un cambio en la dinámica celebrativa que corresponde a una
nueva comprensión eclesial y antropológica. La participación
activa irrumpe como deseo imperante del cristiano que celebra la
liturgia. Se concreta en la traducción de los textos a lenguas vul-
gares y la simplificación y racionalización de los gestos litúrgicos.
Estos elementos suponen también una reubicación y reconstruc-
ción espacial de los espacios litúrgicos y una nueva concepción del
arte y de la ornamentación litúrgica. Estos elementos se traducen
en la entrada de nuevos instrumentos musicales, frente al órgano
defendido desde Pío X hasta Sacrosanctum Concilium, y con ellos
nuevas formas de expresión y nuevos lenguajes mucho más encar-
nados e inculturados con el entorno antropológico donde se vive la
celebración litúrgica. Se puede decir que el cambió de paradigma
conlleva un cambio de paradigma litúrgico que no solo afecta a las
formas o a su comprensión, sino que afecta también a su mismo
ser y evolución, al espacio y a la comunicabilidad.
Estos cambios paradigmáticos no pueden ser nunca valorados
a priori. La necesidad de una perspectiva es más que necesaria
para una justa valoración. Pero, por otro lado, no pueden ser
obviados al momento de encontrar elementos para fundamentar
las soluciones litúrgico-musicales de los problemas celebrativos
actuales. La dificultad radica en que los cambios paradigmáticos
enunciados son de tal calado y envergadura que producen vértigo
al solo pensarlos.
Ningún documento magisterial tiene cuenta de ello. El paradigma
del cambio forma parte del paradigma contemporáneo. Por ello a
la hora de hablar de música litúrgica hay que centrarse en la valo-
ración de los paradigmas de comprensión y del cambio sufrido en
el lenguaje, en las formas y en el contexto cultural y gnoseológico

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224 Jordi A. Piqué i Collado

en el cual estamos todavía sumergidos (especialmente en el ámbito


de la comunicación vía mass media).
Así pues, tal como intentaron los Congresos de Montserrat (I-II-
III) la atención al momento actual nos ha de permitir encontrar
los elementos para traducir litúrgicamente los valores artísticos
que forman parte de la liturgia misma. Una vez más tenemos que
adentrarnos en los entresijos de la formación para poder obtener
una comprensión participativa y una verdadera vida litúrgica. No
es posible dictar modelos o formas en la línea de la estética musical
y mucho menos a nivel universal, ya que este nivel ha pasado a ser
propiedad de las campañas publicitarias, de la dimensión mediá-
tica o incluso del mundo de la comunicación audiovisual. Hay que,
una vez más, hacer pedagogía litúrgica que permita comprender
la tradición y construir una nueva tradición, la de nuestro tiempo
y la de nuestros elementos comunicativos y estéticos, entre los
cuales se encuentra, ineludiblemente, la música.

4. Conclusiones
La mirada agradecida al pasado no puede ser solo nostálgica. El
pasado tendría que fundamentar el presente y en lo posible el
futuro. La riqueza de cuanto nos legaron nuestros predecesores
tendría que formar el patrimonio del presente y la base del futuro.
Mucho más en la liturgia y especialmente en el campo de la música
litúrgica.
Después de constatar cómo ya desde el naciente período del
movimiento litúrgico y de las enseñanzas del Motu proprio de
Pío X el tema de la música en liturgia establece la necesidad de la
formación y de la pedagogía, encontramos el mismo tema en todo
el magisterio litúrgico que atraviesa todo el siglo xx.
En esta tradición se inserta también el I Congreso Litúrgico de
Montserrat de 1915. Un acento especial a la formación y la pedago-
gía litúrgica aparece especialmente subrayado en las conclusiones
de los trabajos del Congreso. Este tema reaparecerá en los Congre-
sos conmemorativos de 1965, 1990, respectivamente.
Creo que la primera conclusión es que el cambio de paradigma
en el lenguaje musical hace estallar los cánones de inserción de

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Música litúrgica: ¿paradigma de cambio o cambio de paradigma? 225

la música en la liturgia. De ahí los problemas de conservación,


comprensión y adaptación del patrimonio histórico utilizado
durante siglos en la liturgia que parece haber sido expulsado de su
contexto natural litúrgico para pasar a salas de conciertos y a ser
patrimonio de especialistas o de movimientos new age. El cambio
de paradigma del lenguaje musical afecta y no poco el paradigma
litúrgico. Ignorar este tema dificulta la relación del presente con
el pasado y dificulta mucho más la posibilidad de crear un len-
guaje musical contemporáneo que se adhiera al actual paradigma
litúrgico. Muchos de los problemas actuales en la praxis musical
litúrgica, a mi modo de ver, pasan por un desconocimiento o por
una no aceptación de este cambio paradigmático, quizás de una
época, que marca nuestra realidad estética, litúrgica y eclesial.
Ante ello, creo que la necesidad de la pedagogía a nivel litúrgico es
más que urgente. La necesidad de una formación musical por parte
de ministros, de la asamblea y de los ministros de la música en la
liturgia aparece como imprescindible. Las estructuras formativas o
educativas actuales no sirven a este propósito, pues unas se orien-
tan hacia la mera conservación y estudio del patrimonio musical
de la tradición o bien, las otras, se lanzan a una fiebre creadora
que rompe todo lazo con la tradición. Todo ello se resume en una
gran confusión que destruye los principios básicos queridos por
el magisterio respecto a la música litúrgica: la excelencia musical
deja paso a la mediocridad; la universalidad del lenguaje muere
bajo al localismo; la bondad de las formas cae bajo el dictado de
la abstracción; la santidad del arte litúrgico se sacrifica en aras de
una participación a todo coste; y así podríamos seguir hasta el
infinito. La causa de todo ello es, a mi parecer, por una parte, la
inconsciencia del peso de los cambios paradigmáticos indicados
y por otra, la falta de una sólida y verdadera formación musical y
litúrgica por parte de pastores, comunidades y ministros.
A pesar de ello, el tiempo juega a favor de una concepción musical
eminentemente litúrgica. La fascinación hacia lo antiguo ha lle-
vado a reconsiderar el valor del lenguaje musical en la liturgia. La
necesidad de caracterización de los nuevos movimientos eclesiales
ha traído la creación de un repertorio cada vez más universal. La

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226 Jordi A. Piqué i Collado

distancia nos permite valorar ciertas experiencias de ruptura y


de total innovación en sus debidos términos. Pero todo ello no ha
sido suficiente para formar y estructurar una formación pedagó-
gica, litúrgica y musical que haga de nuestras celebraciones una
verdadera, oficial, pública y santa alabanza a Dios y nos permita
cantar sus alabanzas en un forma digna, santa, correcta, empática
y performante.
Jordi A. Piqué i Collado

Monje benedictino de la abadía de Monserrat (Barcelona), doctor


en teología dogmática y profesor superior de órgano en Barcelona,
es «preside» del Pontificio Instituto Litúrgico (Roma) y también
coordinador del área de sacramentaria del Pontificio Ateneo San
Anselmo (Roma).

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Phase 55 (2015) 227-238

La pedagogía litúrgica y
la pastoral juvenil
Koldo Gutiérrez

Resumen

La presentación que se hace de la pedagogía y liturgia en el presente artículo,


escucha en primer lugar la voz de los jóvenes para conocer sus necesidades y com-
prenderlas. En un segundo momento presenta la pedagogía litúrgica en la Iglesia.
Y, finalmente, muestra los caminos pedagógicos para una participación activa de
los jóvenes en la liturgia.

Palabras clave: Jóvenes, pedagogía litúrgica, mistagogía, espiritualidad, Palabra de


Dios, lenguaje, símbolos.

Abstract

In this article, the author introduces pedagogy and liturgy, listening firstly to the
voice of young people to know their needs and understand them. Secondly, he pre-
sents the liturgical pedagogy in the Church. Finally, he shows the pedagogical paths
for active participation of the youth in liturgy.

Keywords: youth, liturgical pedagogy, mystagogy, spirituality, Word of God, language,


symbols.

Me sitúo en el marco delimitado entre la liturgia y la pastoral


que, en la pedagogía litúrgica, comparten una frontera común
liturgistas y pastoralitas, que dialogan sobre pedagogía litúrgica
ofreciendo distintos puntos de vista cada uno desde su propia
disciplina. El liturgista destaca más los argumentos teológicos y el
pastoralista más las concreciones educativas y pastorales. No cabe

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228 Koldo Gutiérrez

duda que este diálogo entre teología, pastoral y espiritualidad es


siempre un diálogo fecundo.
Una de las conclusiones del diálogo al que he hecho referencia
plantea acertar con la pedagogía litúrgica más oportuna en cada
etapa de la existencia. No podemos olvidar que la vida de una
persona es siempre proceso, camino y peregrinación. En este sen-
tido, también la pastoral juvenil se pregunta cómo proponer una
adecuada pedagogía litúrgica en la edad juvenil, porque somos
conscientes de la importancia de esta edad donde las nuevas
generaciones consolidan su identidad y se abren a la edad adulta.
¿Cómo he organizado el contenido de este artículo? Me he dejado
guiar por la metodología que el papa Francisco propone a los edu-
cadores cuando pide que escuchen a los jóvenes, los comprendan y
propongan la vida cristiana con un lenguaje que ellos entiendan.1
Aquí quedan dibujados tres pasos imprescindibles para un discer-
nimiento en pastoral juvenil: escucha, iluminación y propuesta.

1. A la escucha de los jóvenes


Soy consciente de la importancia que la liturgia tiene en la vida cris-
tiana y, también, constato las dificultades que muchos educadores
encuentran cuando se proponen ayudar a las nuevas generaciones
a comprender, celebrar y vivir la liturgia.
En el contexto de una creciente secularización a muchas personas,
especialmente a muchos jóvenes, les resulta difícil entender el
lenguaje de la liturgia e incluso algunos buscan otras alternativas
de sentido.

1.1. En el contexto de la secularización


La experiencia religiosa en una sociedad compleja, caracterizada
por el pluralismo de propuestas de sentido y de maneras de vivir,
encuentra dificultades para arraigar en el corazón de las personas
pero, al mismo tiempo, se abren oportunidades nuevas.

1 Cf. Evangelii gaudium 105.

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La pedagogía litúrgica y la pastoral juvenil 229

Por citar algunas de las dificultades, que inciden de manera espe-


cial en la liturgia, podemos recordar que vivimos en una cultura
que arrincona la experiencia religiosa; que hoy, en la vida de la
mayoría de los adolescentes y jóvenes, hay mucho ruido y poco
silencio; que muchos de estos jóvenes encuentran dificultades
para conectar con su propio mundo interno y de sentido; o que la
cultura ofrece una gran cantidad de estímulos acompañados por
una creciente dispersión en la atención y en la configuración de
experiencias vitales.
Pero hay que reconocer que se presentan nuevas oportunidades: la
posibilidad de una experiencia religiosa directa (oración cuidada
y emotiva, conversión personal y vivencial); la importancia de la
dimensión simbólica; la valorización de la dimensión corporal,
estética y festiva del ser humano; la emergencia de la interioridad;
el interés por los pequeños, los diferentes y los marginados; las
relaciones de proximidad y amistad como punto de partida para
crear sentido de comunidad; el deseo de una comunicación más
experiencial y vital que conceptual; la importancia que hoy tiene
el testimonio en la transmisión de la fe.

1.2. Escuchar a los adolescentes y jóvenes


Los educadores de la pastoral juvenil, en este contexto de creciente
secularización, queremos escuchar a los adolescentes y jóvenes.
No es lo mismo hacer pastoral juvenil con adolescentes que con
jóvenes. Por eso, debemos escuchar a unos y a otros distinguiendo
y diferenciando. En este escucha subrayo aquello que pueda tener
conexiones directas con la liturgia. No olvidemos que en ocasiones
es más difícil escuchar que decir palabras sensatas.

1.2.1. Adolescencia: ¿Es la religión cosa de niños y de mayores?

Cuando nos acercamos a la adolescencia percibimos que lo que


hace referencia a la religión les parece que no va con ellos porque lo
ven como algo de niños o quizás de personas mayores. Por ejemplo,
suelen expresar que la Eucaristía no les dice nada; también vemos
que la reconciliación les resulta amenazante para su frágil yo. No les
gusta participar en actividades comunitarias ni ser protagonistas;

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230 Koldo Gutiérrez

pero les agradan los encuentros juveniles por las relaciones que
se generan y el sentimiento de grupo que se comparte. No son
proclives a la oración y viven una religiosidad más bien externa.

1.2.2. Juventud: Ha llegado el tiempo de elegir y tomar postura

Los jóvenes perciben que les ha llegado el tiempo para elegir


amigos, estilo de vida, estudios, ideales… Y, si viven en un entorno
creyente, la fe y el estado de vida. Es momento de definirse como
persona. En este proceso las relaciones con los demás tienen trans-
cendental importancia. En el ámbito religioso sienten que han de
tomar postura. En la experiencia de la fe a esta edad suelen darse
dos ejes: la relación con personas y las acciones. Es muy importante
para ellos compartir la fe con iguales y encontrarse con persona-
lidades significativas y atrayentes. Les cuesta rezar y son reacios
a los ritos, que los encorsetan. Evitan los ámbitos comunitarios y
se refugian en sus propios espacios.

1.2.3. Jóvenes adultos: Personalización y revisión de opciones

En los jóvenes adultos se ve una progresiva maduración que, a


medida que van acabando sus estudios y se incorporan al mundo
adulto, o tienen que enfrentarse a los reveses de la vida, experimen-
tan momentos de impacto emocional. Se inicia así un proceso de
revisión de las ilusiones y opciones de la adolescencia, así como del
discurso y de las propuestas de la comunidad eclesial, corriendo el
peligro del desencanto. Durante estos años tiene lugar un posicio-
namiento consciente sobre Dios y la religión, que suele mantenerse
durante buena parte de la vida. Los creyentes realizan una síntesis
personal de fe, más o menos cercana a las religiones oficiales y, en
muchos casos, es el momento en que realmente empiezan a perso-
nalizar y a descubrir lo que durante tanto tiempo han escuchado.
No les resulta fácil formar parte de las organizaciones de la Iglesia
o participar en sus actividades.

2. La pedagogía litúrgica en la Iglesia


Después de dedicar el primer punto del artículo a la escucha de
adolescentes y jóvenes me propongo iniciar este segundo punto

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La pedagogía litúrgica y la pastoral juvenil 231

que quiere ser de iluminación. Miro a la Iglesia que se reconoce


madre y maestra y veo dos caminos para ser transitados hoy: el
camino de la mistagogía y la pedagogía del lenguaje.
La Iglesia se presenta ante el mundo como un misterio de comunión
y de salvación también mediante la actualización litúrgica con sus
ritos y palabras. Es en las celebraciones litúrgicas donde la Iglesia
aparece más eficazmente como sacramento en la celebración del
misterio pascual de Cristo para la salvación del mundo.
Según el Concilio Vaticano II «la liturgia es la cumbre a la cual
tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de
donde mana toda su fuerza».2 Está claro que la eclesiología tiene
que ver con la liturgia. En este sentido, queriendo hablar de peda-
gogía litúrgica, utilizo una categoría que gusta al papa Francisco
cuando dice que la Iglesia es madre y maestra. Esta categoría anima
al santo padre a proponer una pastoral que haga ver la maternidad
de la Iglesia.

2.1. La Iglesia es madre y maestra


Cuando destacamos la dimensión materna de la Iglesia estamos
subrayando la dimensión iniciática que permite contemplar a la
Iglesia como una comunidad de creyentes que gesta hijos para la
fe y que, al mismo tiempo, ve regenerada su fe, porque la Iglesia
no solo evangeliza, sino que también se ha de dejar evangelizar.
La Iglesia se reconoce como madre y engendra hijos a la fe mediante
el anuncio de la buena noticia y la celebración de los sacramentos,
con la liturgia y el testimonio, con la comunión de vida y el com-
promiso por los más débiles.
Al mismo tiempo la Iglesia se reconoce como maestra. La Iglesia
siguiendo el mandato de Jesús, su maestro, se reconoce como
maestra con la asistencia del Espíritu, y propone caminos peda-
gógicos para una consciente y madura adhesión a la fe cristiana.
La Iglesia no podría ejercer de maestra si no se sintiera en primer
lugar discípula. No es solo Iglesia docente, sino ante todo, Iglesia

2 Sacrosanctum Concilium 10.

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232 Koldo Gutiérrez

oyente de la Palabra, que escucha también con solicitud el clamor


del pueblo de Dios. La Iglesia escucha y responde, pregunta y
acoge, comprende con simpatía y ama con compasión.

2.2. El camino de la mistagogía


La práctica pastoral ha recuperado la palabra mistagogía, que
tuvo su importancia en la tradición patrística, y propone que se
convierta en un camino transitable para el tiempo de hoy. Mista-
gogía significa conducir al misterio. La palabra misterio fue uno
de los conceptos clave en el movimiento litúrgico de comienzos
del siglo xx y ocupó un lugar determinante en la redacción de la
Constitución Sacrosanctum Concilium. Una liturgia que no acerque
al misterio es una liturgia fracasada. «Toda celebración litúrgica,
por ser obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo, que es la Iglesia,
es acción sagrada por excelencia».3
Quisiera hacer un comentario sobre la oportunidad del concepto
misterio. Hay quien dice que en la juventud tenemos la segunda
oportunidad para introducir en el misterio de Dios, la primera la
tuvimos en la infancia, como saben muchos educadores, padres
y catequistas. Hoy, al hablar sobre el misterio, se señala la impor-
tancia del despertar religioso en la infancia. De hecho se están
proponiendo interesantes iniciativas para ayudar en el despertar
religioso involucrándose especialmente las familias. Pero se puede
afirmar que la semilla religiosa que hay en nosotros puede des-
pertar por muchas circunstancias y en momentos diferentes de la
existencia. Hay un despertar religioso para cada edad de la vida.
No convendría olvidarlo.
Con la palabra mistagogía se explicita el sentido más profundo de
la iniciación cristiana como iniciación al misterio de Dios Padre,
revelado en Jesucristo, por la acción del Espíritu Santo. Se habla de
una catequesis iniciática, o de una catequesis mistagógica, que se
desarrolla en el encuentro con testigos coherentes, en un entorno
cristiano, en el que se ofrecen celebraciones litúrgicas, experiencias

3 Ibíd., 7.

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La pedagogía litúrgica y la pastoral juvenil 233

de oración personal y comunitaria, propuestas de compromiso,


reflexiones que ayudan a vivir y a pensar.
Se ve la necesidad de fortalecer hoy la dimensión mistagógica de
los caminos de iniciación, porque los itinerarios se quedarían sin
un ingrediente esencial del proceso de generación a la fe. La cate-
quesis mistagógica valora especialmente la escucha de la Palabra
de Dios y la celebración de los sacramentos, la oración personal y
comunitaria, el silencio y la adoración, la mediación de los símbo-
los, la contemplación de la naturaleza, la coherencia de una vida
moral y el acompañamiento educativo y espiritual.

2.3. La pedagogía del lenguaje


Para situarnos en la perspectiva que ahora quiero transitar es
necesario fijar la atención en el hombre. La Iglesia quiere ser fiel
a Dios y también al hombre. Pablo VI, en Evangelii nuntiandi, uti-
lizó un lúcido argumento, que abre muchos caminos pastorales,
afirmando:
Esta fidelidad a un mensaje del que somos servidores, y a las perso-
nas a las que hemos de transmitirlo intacto y vivo, es el eje central
de la evangelización.4
Por esta doble fidelidad podemos preguntarnos cuál es el lenguaje
más apropiado para que la proclamación del Evangelio pueda ser
eficaz, o cuál es ese lenguaje apropiado para que la liturgia sea
comprensible y viva. Necesitamos como nunca un nuevo lenguaje
para la transmisión de la fe que hoy choca con una fuerte oposición
y descrédito; un nuevo lenguaje para que la liturgia pueda ser
vivida con gozo y sentido.
La liturgia, en el marco de una teología que quiere dialogar con la
cultura, expresa el mensaje de la salvación de manera evocativa,
poética, simbólica o existencial. La Iglesia, que es maestra, se pro-
pone buscar los mejores recursos pedagógicos para que el lenguaje
litúrgico pueda ser significativo para los hombres y mujeres de
hoy. Todo aquello que ayude a educar el sentido religioso, a seguir

4 Evangelii nuntiandi 4.

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234 Koldo Gutiérrez

el camino de la belleza y del placer, a explorar la vía simbólica…


entra dentro de las tareas de la pedagogía litúrgica.

3. Caminos pedagógicos para una participación activa en la


liturgia
Inicio la última parte del artículo donde quiero proponer algunos
caminos pedagógicos para la participación activa en la liturgia.
El Concilio Vaticano II habló de la necesidad de promover una
educación litúrgica con el objetivo de conseguir una participa-
ción plena, consciente y activa. En concreto, lo expresó con estas
palabras:
Los pastores de almas fomenten con diligencia y paciencia la educa-
ción litúrgica y la participación activa de los fieles, interna y externa,
conforme a su edad, condición, género de vida y grado de cultura
religiosa, cumpliendo así una de las funciones principales del fiel
dispensador de los misterios de Dios, y en este punto guíen a su
rebaño no solo de palabra, sino también con el ejemplo.5
En esta cita se habla de unos pastores que quieren acompañar hasta
el misterio de Dios, utilizando las herramientas que da la pedago-
gía litúrgica, y buscando favorecer en los fieles una participación
activa, externa e interna.

3.1. Unos educadores que sean testigos


Los pastores en cuanto se proponen fomentar la pedagogía litúr-
gica se convierten en educadores. ¿Qué tipo de educador se está
proponiendo? ¿De qué pastor habla este texto?
La cita que he recogido habla de unos pastores y educadores dili-
gentes que sean propositivos y sepan escuchar las inquietudes de
este tiempo; que sean generosos sembrando con sabiduría y espe-
rando frutos con paciencia; que sean magnánimos apostando por
lo grande y concentrándose en lo pequeño; que sean dispensadores
del misterio de Dios ya que ellos mismos se han abierto a este mis-
terio; que sean testigos más por sus hechos que por sus palabras.

5 Sacrosanctum Concilium 19.

phase 327 2015.indb 234 12/05/15 11:01:05


La pedagogía litúrgica y la pastoral juvenil 235

¿Cuál de estas características es más importante? ¿Diligencia, gene-


rosidad, magnanimidad, apertura al misterio de Dios, testimonio?
Evidentemente todas estas virtudes son muy buenas, pero quiero
destacar especialmente las dos últimas: la apertura al misterio de
Dios y el testimonio de vida.
En el horizonte de este educador está Dios y su misterio. La pre-
gunta sobre Dios es el fundamento, el centro y el criterio de cual-
quier propuesta pastoral y de cualquier planteamiento teológico.
La teología de los últimos años recuerda que es hora de hablar de
Dios, especialmente en un contexto secularizado como es el nues-
tro. Y de Dios solo podemos hablar si estamos familiarizados con
su misterio y si estamos habituados a hablar con él.
Voy con la segunda característica. Los testigos han adquirido
hoy un valor insustituible en el proceso de transmisión de la fe.
¿Podemos hablar de un testimonio en la dimensión litúrgica? Si
una persona vive y celebra la liturgia con una participación activa,
externa e interna, se convierte en testigo de la dimensión litúrgica
para los demás. El texto conciliar habla del ejemplo de los pastores.
Los ejemplos plantean preguntas, dejan ver, convencen y arrastran.
¡Este se cree lo que dice! En este sentido, no solo los educadores
de jóvenes sino los mismos jóvenes son testigos cualificados de la
fe entre sus propios compañeros.

3.2. Algunos caminos que podemos recorrer


Voy acabando estas reflexiones y lo hago proponiendo algunas
perspectivas que considero importantes para favorecer la pedago-
gía litúrgica en los adolescentes y jóvenes en este tiempo. El marco
donde me sitúo lo he descrito en el punto segundo de este artículo
cuando he hablado de mistagogía y de pedagogía del lenguaje.

3.2.1. La educación en la interioridad

La emergencia de la interioridad es una de las oportunidades que


se presenta en nuestro tiempo. La interioridad es un pequeño
santuario dentro de cada persona, donde nos encontramos con
nuestro centro existencial y, si somos creyentes, con el propio
Dios.

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236 Koldo Gutiérrez

En muchos ambientes pastorales se están elaborando itinerarios


para cultivar esa dimensión de interioridad, teniendo en cuenta que
conocerse a sí mismo y serenarse es un primer paso de un camino
más largo, que solo culmina cuando se da el Encuentro con Dios.
Es de agradecer este esfuerzo de creatividad en esta época llena de
ruidos exteriores e interiores, que invita a valorar educativamente
el silencio y la búsqueda interior. Este silencio llega a ser un silen-
cio elocuente. «Comunicaos con vuestro corazón sobre el lecho y
guardad silencio» (Sal 4,5).
Estos programas pueden tener un gran potencial en la medida en
que no encierren a la persona en un castillo interior inmune a las
influencias exteriores, ni se convierten solo en una profundización
psicológica de Dios, del hombre o del mundo. La interioridad
cristiana propicia el encuentro con Dios en Jesucristo. Por ello,
es importante destacar la centralidad de la Palabra de Dios, en la
educación en la interioridad.

3.2.2. La centralidad de la Palabra de Dios

Solía decir el cardenal Martini que la Biblia es un libro de futuro.


El arzobispo de Milán nos hizo ver la importancia que ocupa
la Palabra de Dios en la acción pastoral de la Iglesia. Gracias al
magisterio de la Iglesia, a la reflexión catequética y al testimonio
de muchos creyentes, está tomando gran protagonismo la Palabra
de Dios en la pastoral, la catequesis, la propia vida de oración de
los cristianos y la liturgia.
La importancia de la Sagrada Escritura en la liturgia es máxima. En
efecto, de ella se toman las lecturas que se explican en la homilía,
y los salmos que se cantan; las preces, oraciones y cantos litúrgicos
están impregnados de su aliento y su inspiración; de ella reciben
su significado las acciones y los signos. Más aún, hay que decir que
Cristo mismo está presente en su palabra, pues es el mismo el que
habla cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura.6

6 Verbum Domini 52.

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La pedagogía litúrgica y la pastoral juvenil 237

Esta importancia de la Escritura ha llegado también a la pastoral


juvenil y a los itinerarios formativos que desde ella se proponen.
A algunos jóvenes les gusta tener un contacto diario con la Palabra
de Dios; otros bajan textos bíblicos a sus dispositivos digitales para
rezar mientras van de camino; algunos se van acostumbrando a la
lectura orante de la Escritura; también la formación cuando brota
desde la Escritura les resulta especialmente atrayente.
En la edad de la juventud surgen de modo incontenible y sincero
preguntas sobre el sentido de la propia vida y sobre qué dirección
dar a la propia existencia. A estos interrogantes, solo Dios sabe dar
una respuesta verdadera. Esta atención al mundo juvenil implica la
valentía de un anuncio claro; hemos de ayudar a los jóvenes a que
adquieran confianza y familiaridad con la Sagrada Escritura, para
que sea como una brújula que indica la vía a seguir.7

3.2.3. El lenguaje narrativo e icónico

Hoy vivimos inmersos en una cultura digital omnipresente


donde la imagen, lo sensorial, lo dinámico, lo concreto, lo narrativo
prevalece sobre el concepto, la lógica, lo estático, el argumento
totalmente construido. Si queremos sintonizar con los jóvenes
debemos conectar con su lenguaje integrando palabra e imagen,
conciliando emotividad y racionalidad, presentando los conteni-
dos doctrinales con lenguajes narrativos e icónicos.
Muchas veces, las dificultades se deben a que no se narra
bien la Palabra, o quizás a que nos conformamos con una
serie de símbolos estereotipados o carentes de emoción, o a
que nuestras celebraciones son discursos racionales y morales
en los que no se celebra nada. Hemos de recuperar toda la
fuerza que contienen en sí el hecho celebrativo, la oración y
la narración cristiana que llega al corazón.8

7 Ibíd., 104.
8 Vicente Vide, Comunicar la fe en la ciudad secular. Teología de la comunicación,
Madrid: Sal Terrae 2013, 91.

phase 327 2015.indb 237 12/05/15 11:01:06


238 Koldo Gutiérrez

3.2.4. La importancia de los símbolos

Hay toda una teología del símbolo muy elaborada. Como bien
sabemos, por los conocimientos que nos da la historia, los símbo-
los han estado unidos a la liturgia de la Iglesia desde las primeras
comunidades cristianas, pero el paso de los años ha podido hacer
que esta misma liturgia se poblara de verbalismo. En este momento
de la historia parece que la pedagogía litúrgica está pidiendo recu-
perar los símbolos como signos del encuentro con Dios.
Es cierto que no todo se soluciona con los símbolos, que el lenguaje
simbólico debe ir unido a la experiencia de la fe, debe conectar con
experiencias profundas y vitales de la persona, pero, en la pedago-
gía de los símbolos, tenemos un camino que podría ser cauce para
la trasmisión de una fe más creíble y significativa.
Los símbolos, a diferencia de los signos, hacen presente lo ausente,
visible lo invisible, histórico lo eterno; además en los símbolos, el
significado es trascendente al significante.9

4. Conclusión
La pedagogía litúrgica está pidiendo un diálogo cordial entre
liturgistas y pastoralistas. He querido, en este artículo, constatar
las dificultades y oportunidades que hoy podemos encontrar para
una participación gozosa de la liturgia. He mirado a la Iglesia,
madre y maestra, donde se presentan dos caminos privilegiados
para crecer en la vida litúrgica: la mistagogía y la pedagogía del
lenguaje. Por último he propuestos algunos caminos para una
participación activa: la interioridad, la centralidad de la Palabra
de Dios, el lenguaje narrativo e icónico, los símbolos.
Koldo Gutiérrez

Sacerdote salesiano, actualmente es el director del Centro Nacional


Salesiano de Pastoral Juvenil y durante años ha sido director de la
revista «Misión Joven» de pastoral juvenil.

9 Cf. Ibíd., 95-99.

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Phase 55 (2015) 239-247

El Congreso Litúrgico de Montserrat


(1915-2015) y la participación de
los fieles en la liturgia*
Katia De Simone

Resumen

En este artículo se presenta la participación litúrgica como uno de los temas princi-
pales tratados en el I Congreso Litúrgico de Montserrat, siendo precursor de Sacro-
sanctum Concilium. La participación es vista como una experiencia de la pertenencia
a la Iglesia y el paso del individuo al «nosotros».

Palabras clave: Congreso Litúrgico, movimiento litúrgico, renovación litúrgica,


participación.

Abstract

The author presents liturgical participation as one of the main issues discussed at
the 1st Liturgical Congress of Montserrat, being precursor of Sacrosanctum Concilium.
Participation is seen here as an experience of belonging to the Chruch and the pas-
sage from individual to «us».

Keywords: Liturgical Congress, Liturgical Movement, liturgical renovation, partici-


pation.

El Congreso Litúrgico de Montserrat, que tuvo lugar del 5 al 10


de julio de 1915 y cuyo centenario conmemoramos este año, es el

* Este artículo, preparado por la autora en italiano para la revista Phase,


ha sido traducido al castellano por José Antonio Goñi.

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240 Katia De Simone

primero de los congresos litúrgicos1 que hubo en tierras catalanas


con el intento de dar a conocer la liturgia para vivir de modo más
digno y participado por medio de una sana y profunda reflexión.
El congreso se sitúa dentro del marco del movimiento litúrgico y
de la reforma litúrgica promovida por Pío X durante su pontificado
(1903-1914), sobre todo por medio de su primer acto magisterial,
el Motu proprio Tra le sollecitudini (1903), el cual, al ser el primero,
dio un impulso al intento de restablecer la dignidad sobre todo de
la música litúrgica que desde tiempo sufría abusos profanos de
diverso género que dañaban el culto litúrgico y la participación
activa de los fieles en la oración de la Iglesia.
Siendo, en verdad, nuestro vivísimo deseo que el verdadero espíritu
cristiano vuelva a florecer en todo y que en todos los fieles se man-
tenga, lo primero es proveer a la santidad y dignidad del templo,
donde los fieles se juntan precisamente para adquirir ese espíritu en
su primer e insustituible manantial, que es la participación activa
en los sacrosantos misterios y en la pública y solemne oración de
la Iglesia (ubi Christicolae congregantur ut hoc virtutis spiritu ex priore
fonte fruantur quae est participatio divinorum mysteriorum atque Ecclesiae
communium et solemnium precum).2

1 Cincuenta años después del I Congreso Litúrgico de Montserrat (1915),


la Iglesia catalana se reunió del 5 al 10 de julio de 1965 para celebrar un II
Congreso con el tema La liturgia del mañana en referencia a la reforma litúrgica
recién inaugurada por el Concilio Vaticano II, mientras el III Congreso se
desarrolló del 25 al 29 de junio de 1990 con el objetivo de evaluar la recep-
ción de la reforma litúrgica 25 años después de la Constitución conciliar. Es
interesante señalar que algunas revistas del área italiana se hicieron eco del I
Congreso: Rivista Liturgica 1/3 (1914-1915) 187; 2/3 (1915-1916) 181-184; 2/4
248-250; 3/2 (1916) 120-124; La Civiltà Cattolica (1/1916) 755-759.
2 Esta parte programática del texto del Motu proprio fue citada en el
artículo de R. Colomé, escrito un mes antes del Congreso para la Revista
Montserratina 102 (1915) 246. Entre los participantes del Congreso debemos
señalar la presencia del padre Angelo De Santi (1847-1922), primer preside de
la Pontificia Escuela de Música Sacra de Roma, el actual Pontificio Instituto
de Música Sacra, y pionero de la renovación de la música litúrgica por medio
de una multitud de publicaciones en la revista La Civiltà Cattolica entre los
años 1887-1892, referidos a la historia, a la legislación y a la teología de la
música sagrada, en las que encontramos las huellas de la reforma querida por
Pío X. Para la bibliografía véase: F. Baggiani, «Il padre Angelo De santi S.J.
Laborioso tessitore della riforma della musica sacra agli inizi del secolo xx»,

phase 327 2015.indb 240 12/05/15 11:01:06


La participación de los fieles en la liturgia 241

La preocupación pastoral de Pío X, en continuidad con sus predece-


sores, en indicar el valor de la liturgia para la edificación del pueblo
de Dios, se explicitó por vez primera en términos de «participación
activa»; este aspecto, sin embargo, no fue llevado a la práctica
porque no fue correctamente divulgado ni fue desarrollado con
medios idóneos para traducirlo a la práctica, ni mucho menos fue
retomado en el magisterio posterior del papa Sardo.3
Para tomar un interés real y fáctico sobre la participación activa
de los fieles es necesario considerar su aparición como lema en el
movimiento litúrgico, sobre todo por su iniciador, el monje bene-
dictino Lambert Beauduin (1873-1960), quien en su intervención
del Congreso de Malinas (1909) afirmaba:
La fuente primera e indispensable del verdadero espíritu cristiano se
encuentra en la participación de los fieles en la liturgia de la Iglesia.
Esta es la verdad que Pío X desarrolló en su primer documento pon-
tificio. Para conseguir este resultado tenemos dos grandes medios: la
inteligencia de los textos litúrgicos y el canto colectivo de los fieles.4

1. Montserrat (1915), precursor de la reforma conciliar


La celebración del centenario de un acontecimiento como el I Con-
greso Litúrgico de Montserrat es ciertamente una ocasión propicia
para sacar a la luz sus aportaciones más notables, entre las que se
encuentra el esfuerzo y el celo por recuperar la participación de
los fieles en la liturgia, la cual fue tratada principalmente en la
tercera sesión, junto a la reflexión sobre la música litúrgica y sobre

Ecclesia Orans 21 (2004) 189-196; P. Combe, «Le Motu proprio du 22 novembre


1903 de S. Pie X: Études historiques», Études Grégoriens 5 (1962) 133-137.
3 Cf. P. Sorci, «Il Motu proprio “Inter sollecitudines” e la partecipazione
attiva ai sacrosanti misteri», Rivista Liturgica 90 (2003) 15.
4 L. Beauduin, «La vraie prière de l’Église», en A. Haquin (ed.), Dom
Lambert Beauduin et le Renouveau Liturgique (Recherches et Synthèses. Section
d’histoire 1), Gembloux: Edition J. Duculot 1970, 238: «La fuente principal e
indispensable del verdadero espíritu cristiano se encuentra en la participación
activa de los fieles en la liturgia de la Iglesia. Esta es la verdad que desarrolló
Pío X en su primer acto pontificio. Para poder llevar a cabo esto se presentan
dos grandes medios: la comprensión de los textos litúrgicos y el canto colectivo
de los fieles».

phase 327 2015.indb 241 12/05/15 11:01:06


242 Katia De Simone

la versión en lengua vulgar de los libros litúrgicos. Las conclu-


siones generales del Congreso se abren con la consideración de
que la participación activa de los fieles en la liturgia es «la fuente
principal e indispensable del verdadero espíritu cristiano, la forma
genuina y tradicional de dar gloria a Dios y de alcanzar la propia
santificación».5 La primera parte de este texto está presenta casi
textualmente en la Constitución litúrgica Sacrosanctum Concilium
(1963) cuando habla de la necesidad de promover la educación
litúrgica y la participación activa:
La santa madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos
los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las
celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la liturgia misma
[...]. Al reformar y fomentar la sagrada liturgia hay que tener muy en
cuenta esta plena y activa participación de todo el pueblo, porque
es la fuente primaria y necesaria de donde han de beber los fieles el
espíritu verdaderamente cristiano (est enim primus, isque necessarius
fons, e quo spiritum vere Christianum fideles hauriant) [...].6
En esta primera conclusión, fruto de la reflexión y del deseo de
una reforma concreta por parte de la Iglesia tarraconense, tras ser
delineada como primera fuente del verdadero espíritu cristiano,
la participación activa fue calificada como «forma genuina» para
la glorificación de Dios y la santificación de los propios fieles. Esta
segunda afirmación estaba presente de modo determinante en el
texto conciliar porque la glorificación de Dios y la santificación de
los fieles son el fin mismo de la liturgia:
Por tanto, de la Liturgia, sobre todo de la Eucaristía, mana hacia
nosotros la gracia como de su fuente y se obtiene con la máxima
eficacia aquella santificación de los hombres en Cristo y aquella
glorificación de Dios […].7

5 «Conclusiones generales del Congreso Litúrgico de Montserrat»,


Revista Montserratina 104 (8/1915) 364: «La participación activa de los fieles
en los misterios sagrados y en la oración pública y solemne de la Iglesia, es el
manantial primero e indispensable del verdadero espíritu cristiano, la forma
genuina y tradicional de dar gloria a Dios y alcanzar la propia santificación».
6 Sacrosanctum Concilium 14.
7 Ibíd. 10.

phase 327 2015.indb 242 12/05/15 11:01:06


La participación de los fieles en la liturgia 243

De estos dos textos emergen tanto la definición de la liturgia euca-


rística como fuente de gracia como la de la participación activa de
los fieles como la forma más inmediata para dar gloria a Dios y
para alcanzar la propia santificación.
El texto de la conclusión general continua subrayando las carac-
terísticas propias de la participación del pueblo de Dios en las
acciones litúrgicas de un modo integral, por medio de textos,
cantos y ritos (per ritus et preces),8 de modo interior y exterior: «[…]
sintiéndose concelebrantes, de alguna manera, con el sacerdote
[…]».9 Además, de las conclusiones particulares se señala que la
participación activa, para ser efectiva, debe estar acompañada de
una verdadera «pedagogía litúrgica», por ejemplo en el contexto
de las enseñanzas de la religión según el Catecismo de Pío X, esto
es, mediante la explicación de los ritos, de las fiestas de la Iglesia
y de los textos, con el fin de favorecer una mayor familiaridad con
todo aquello que encontramos en torno a la celebración litúrgica.10

2. La participación litúrgica genera la pertenencia eclesial


A cincuenta años de la Constitución litúrgica, la reflexión sobre la
participación de los fieles en la liturgia sigue siendo tema de debate
de muchos teólogos y liturgistas, ampliando la literatura sobre este
tema. La participación activa, plena y consciente del pueblo de
Dios en la oración de la Iglesia fue comprendida y transmitida por
la Constitución conciliar como experiencia celebrativa «eclesioge-
nética», esto es, capaz de generar la Iglesia, o dicho de otro modo,

8 Cf. Sacrosanctum Concilium 48: «Por tanto, la Iglesia, con solícito cuidado,
procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y
mudos espectadores, sino que comprendiéndolo bien a través de los ritos y
oraciones, participen conscientes, piadosa y activamente en la acción sagrada
(sed per ritus et preces id bene intellegentes, sacram actionem conscie, pie et actuose
participent) [...]».
9 «Conclusiones generales», 364.
10 «Conclusiones particulares del Congreso Litúrgico de Montserrat»,
Revista Montserratina 105 (9/1915) 420-421. Para posteriores reflexiones sobre
las consecuencias del Congreso de 1915 puede verse el artículo de M. Sodi
«Montserrat 1915: una lezione di attualità», Rivista Liturgica 75 (2/1988) 191-
212.

phase 327 2015.indb 243 12/05/15 11:01:06


244 Katia De Simone

de hacerla visible como cuerpo orante que reza y canta reunida en


asamblea en torno al único altar. Por este motivo la pertenencia a
la Iglesia y la promoción de sentire cum Ecclesia son una atención
que requiere un cuidado renovado sobre todo en la celebración
litúrgica, ámbito vital en el que ella encuentra su alimento como
cuerpo de Cristo congregado para vivir la experiencia más concreta
de su «ser parte» para poder «tomar parte» en el acontecimiento
actual del misterio pascual.
Debemos reconocer que una cierta hermenéutica reductiva de la
pertenencia eclesial y de la participación litúrgica no ha favorecido
la experiencia concreta sobre todo en el ámbito celebrativo, a pesar
de que somos conscientes de que participar activamente significa
principalmente estar presente e inserto en el acontecimiento sal-
vífico celebrado y, por tanto, ser partícipes de Dios mismo que nos
hace partícipes del don de su Palabra y del pan eucarístico.
Bien el movimiento litúrgico, bien el Concilio pusieron al centro
del esfuerzo renovador el descubrimiento de la naturaleza comu-
nitaria de la liturgia vista como acción conjunta de Cristo y de la
Iglesia; esta última ejerce su sacerdocio con textos y gestos, palabras
y cantos, el espacio y el tiempo, esto es, con signa sensibilia (SC 7)
mediante los cuales el mysterium salutis se manifiesta y se comu-
nica a la comunidad eclesia reunida como asamblea celebrante y
en la cual los diferentes ministerios y carismas se realizan bajo la
presidencia del ministro que actúa in persona Christi et Ecclesiae tal
y como dice el proemio de la Ordenación General del Misal Romano,
núm. 5, ampliando SC 28:
[...] La celebración eucarística, en efecto, es acción de la Iglesia univer-
sal, y en ella habrá de realizar cada uno todo y solo lo que de hecho
le compete conforme al lugar en que se encuentra situado dentro
del pueblo de Dios. De aquí la necesidad de prestar una particular
atención a determinados aspectos de la celebración que en el decurso
de los siglos no han sido tenidos muy en cuenta.
Se trata nada menos que del pueblo de Dios, adquirido por la Sangre
de Cristo, congregado por el Señor, que lo alimenta con su palabra;
pueblo que ha recibido el llamamiento de encauzar hasta Dios todas
las peticiones de la familia humana; pueblo que, en Cristo, da gracias

phase 327 2015.indb 244 12/05/15 11:01:06


La participación de los fieles en la liturgia 245

por el misterio de la salvación en el ofrecimiento de su sacrificio;


pueblo que por la comunión de su Cuerpo y Sangre se consolida en
la unidad. Y este pueblo, santo ya originariamente, crece de continuo
en santidad por la participación consciente, activa y fructuosa en el
misterio eucarístico (Qui populus, licet origine sua sit sanctus, tamen
per ipsam participationem consciam, actuosam et fructuosam mysterii
eucharistici in sanctitate continenter crescit).
Se trata de una participación entendida tanto como alimento de
la vida de fe del creyente como derecho-deber positivo de toda la
asamblea, no reducible simplemente a formas exteriores o a una
formación técnica a la que a menudo se recurre para potenciar la
performance litúrgica. La participación actuosa, en cambio, exige
una profunda adhesión interior que pueda sintetizar de modo
eficaz lo que dice el adagio benedictino «mens concordet voci»
(Regla de san Benito 19,7), donde el intelecto que comprende debe
ser comprendido en sintonía con el Logos proclamado y cantado
en la liturgia para encauzar así la tentación del individualismo
que genera un estado sentimental paralizante y que limita la per-
tenencia y la participación del «nosotros» eclesial, el verdadero
sujeto de la fe activa.11

3. La participación activa: del individuo al «nosotros»


eclesial, de la plegaria a la vida
Si el sustantivo «participación» significa literalmente «tomar
parte», el adjetivo «activa» no refuerza simplemente el sustantivo,
sino que implica actitudes determinadas por parte de los fieles: la
recta intención, la adecuación de la mente con las oraciones dichas y
la disponibilidad a cooperar con la gracia divina (SC 11). Al partici-
par activamente en la liturgia según el espíritu conciliar, el cristiano
pone en juego un nivel de implicación total de su persona, porque
se trata de una participación activa, plena y consciente interna y

11 Cf. E. Bianchi, «A Cinquant’anni dalla Sacrosanctum Concilium. Urgenze


per il futuro», en Centro di Azione Liturgica, Cose nuove e cose antiche (Mt
13,52). La liturgia a 50 anni dal Concilio (Bibliotheca «Ephemerides Liturgicae».
Sectio pastoralis 34), Roma: CLV–Edizioni Liturgiche 2014, 107.

phase 327 2015.indb 245 12/05/15 11:01:06


246 Katia De Simone

externamente (SC 19), que fue explicitada posteriormente en la


Instrucción Musicam sacram (1967):
[...] Esta participación: a) Debe ser ante todo interior; es decir, que
por medio de ella los fieles se unen en espíritu a lo que pronuncian
o escuchan, y cooperan a la divina gracia (cf. SC 11); b) Pero la par-
ticipación debe ser también exterior; es decir, que la participación
interior se exprese por medio de los gestos y las actitudes corporales,
por medio de las aclamaciones, las respuestas y el canto (attamen etiam
exterior esse debet, idest quae interiorem participationem manifestet per
gestus et corporis habitus, per acclamationes, responsiones et cantum) (cf.
SC 30). Se debe educar también a los fieles a unirse interiormente a
lo que cantan los ministros o el coro, para que eleven su espíritu a
Dios al escucharles.12
Es interesante señalar que en la magisterio de Benedicto XVI, como
en sus escritos precedentes, retoma a menudo el concepto de par-
ticipación, sobre todo, con el deseo de explicar, como vemos en la
Exhortación apostólica Sacramentum caritatis (2007) donde afirma:
En realidad, la participación activa deseada por el Concilio se ha de
comprender en términos más sustanciales, partiendo de una mayor
toma de conciencia del misterio que se celebra y de su relación con
la vida cotidiana (núm. 52).
La participación activa, fundada sobre la naturaleza de la acción
litúrgica y sobre los derechos-deberes de los bautizados de tomar
parte, alcanza en pleno su objetivo cuando la lex orandi se hace lex
vivendi, alimentado la vida cristiana en cada una de sus dimen-
siones.
La plenitud y la consciencia de la acción litúrgica exigen la inmer-
sión en la profundidad espiritual y presuponen una adecuada
formación en la participación «auténtica», esto es, en la unidad
integral de la dimensión interna y externa así como de llevar
la experiencia orante de los fieles a una vivencia envolvente y
unitaria, sin esquizofrenias, como el alma se encuentra unida al

12 Musicam sacram 15.

phase 327 2015.indb 246 12/05/15 11:01:06


La participación de los fieles en la liturgia 247

cuerpo.13 De estos acentos vemos cómo la participación del pueblo


de Dios en la celebración litúrgica no es un medio para reavivar la
celebración por medio de un conjunto de complejos caminos pas-
torales, que terminan por ser aburridos, ni se consigue por medio
de una vivencia comunitaria pseudo-democrática, según la cual
«todos deben hacer algo», que no está en la línea de los deseos de
la reforma litúrgica querida por el Concilio Vaticano II.
Sobre la cuestión de la participación existe una dificultad posterior,
referente a la falta de percepción de la experiencia del «nosotros»
por parte del individuo a causa del individualismo contemporá-
neo que favorece la visión positiva de formar parte de una cosa
que no comienza y termina con los límites físicos y psíquicos del
individuo, pero que supera con ventaja la entrada consciente en
un pueblo que celebra.
La problemática de la identidad de la asamblea litúrgica, por tanto,
es muy profunda y debería afrontarse sobre todo en el ámbito de la
fenomenología, por medio de la observación del fenómeno litúr-
gico de la congregatio ecclesiae, estudiando las caudas y buscando
soluciones posibles para dar a la asamblea su identidad de cuerpo
que celebra a su Señor.
Katia De Simone
Religiosa del Instituto de las Hijas de la Iglesia, licenciada en litur-
gia, está preparando su doctorado en esa misma materia, y trabaja
en el campo de la animación litúrgico-musical.

13 Sobre este tema: A. Grillo, «Che ne è oggi dell’actuosa participatio?»,


Rivista di Pastorale Liturgica 1 (2013) 49-53.

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BIBLIOTECA LITÚRGICA

Introducción
a la teología litúrgica
Por Juan Javier Flores
Biblioteca Litúrgica 20. 400 págs.

El benedictino de Silos Juan Javier


Flores, como fruto de sus clases en el
Pontificio Instituto Litúrgico de San
Anselmo de Roma, nos ofrece en este
libro una competente introducción a
la teología litúrgica. No de un modo
17,00 € lejano e intemporal, sino mostrando el
redescubrimiento, profundización y
aun actualización de la teología litúr-
gica a lo largo del siglo xx, desde el
movimiento litúrgico y sus principales
impulsores intelectuales, hasta llegar a
su incorporación en el magisterio de la
Iglesia, sin olvidar su repercusión en
el conjunto del pensamiento teológico
actual.

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Phase 55 (2015) 249-256

Rezar juntos la Misa.


Una historia olvidada*
Fergus Ryan

Resumen

El autor traza en este artículo las motivaciones, los inicios y la difusión gradual de
la participación en la misa dialogada en el rito romano hasta que se establece como
normativa en 1965, y propone un reconsideración de los orígenes de esta práctica.

Palabras clave: Misa dialogada, participación, movimiento litúrgico.

Abstract

The author traces the motivations, beginnings and gradual diffusion of spoken
participation at Low Mass in the Latin rite until it became normative in 1965, and
proposes reconsideration of the origins of the practice.

Keywords: Dialogue Mass, Active Participation, Liturgical Movement.

Actualmente, en la Iglesia latina, damos por sentado la recitación


por parte de las asambleas de las respuestas y las oraciones de
la misa. Pero, hasta el siglo xx, este tipo de participación vocal
por parte de las asambleas de laicos, clero o religiosos en la misa
siempre había sido cantada, y esta participación cantada aún
sigue siendo normativa en las Iglesias orientales. La introducción
gradual de la participación rezada, que no cantada, en la liturgia

* Este artículo, preparado por el autor en inglés para la revista Phase, ha


sido traducido al castellano por Jordi Guardia.

phase 327 2015.indb 249 12/05/15 11:01:08


250 Fergus Ryan

se produjo durante más de la mitad del siglo xx, pasando a ser nor-
mativa con las primeras reformas litúrgicas del Concilio Vaticano
II, el 7 de marzo de 1965. Aunque la historia es larga y complicada,
también sufre un gran olvido y, lo más importante, ha quedado
muy poco estudiada. Aquí vamos a revisa la historia de la novedad
que constituye la participación rezada en la misa latina.

1. Orígenes de la participación rezada en la misa menor


Antes de que el movimiento litúrgico moderno empezase en serio,
algunos pastores alentaron que la asamblea recitase las respues-
tas y las oraciones de la misa durante las celebraciones menores,
matutinas, o privadas. Esto pasaba en Bélgica y en Francia, en
contextos marcados por esfuerzos apostólicos organizados, tales
como lo que sería la Acción católica, índices bajos de asistencia
entre los católicos, y los esfuerzos de los pastores en promover la
recepción frecuente de la Eucaristía.
En el XIV Congreso Internacional Eucarístico, celebrado en Namur
(Bélgica) en 1902, se escuchó la experiencia de un párroco quien,
al preparar a los niños para su primera comunión, hizo que uno
de ellos recitase las oraciones litúrgicas durante las misas para los
niños, mientras los demás respondían adecuadamente.1 En esa
misma década, un presbítero de la diócesis de Rodez (Mediodía de
Francia) no tuvo bastante con introducir las verdaderas respuestas
litúrgicas al celebrante. En la parroquia de Montbazens, el padre
(más tarde canónigo) Alphonse Pachins (muerto en 1937), un
apóstol ferviente de la comunión frecuente, hizo que los niños que
se preparaban para su primera participación en el sacramento asu-
mieran las respuestas del acólito en la misa menor; posteriormente,
lo aplicó a los adultos. Sus éxitos fueron promovidos en fecha tan

1 Congrès Eucharistique de Namur, 3-7 septembre 1902, Namur: Wesmael-


Charlier 1903, 471-472. No se nos da su nombre, y el nombre de su parroquia,
Vrérolles, parece mal transcrito (así como muchos otros nombres impresos en
las actas del congreso). Puede que se trate de Virelles, en la provincia belga
de Hainaut.

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Rezar juntos la Misa. Una historia olvidada 251

temprana como 1909.2 En el mismo año 1909, los participantes en


el Congreso Católico Belga, en Malinas (Mechelen), escucharon al
músico de la diócesis de Malinas, P. Joseph-Antoine Piérard, expli-
car cómo se inspiró en el Motu proprio Tra le sollecitudini para pedir
a los niños a su cargo que respondieran juntos en la misa menor.3
En 1910, durante la primera semana de liturgia en la abadía de
Mont-César, Lovaina, dom Placide de Meester sugirió que la
asamblea en la misa menor (no solo los niños) empezasen a recitar
lo que usualmente debieran cantar durante la misa cantada –tanto
el propio como el ordinario–, y después se unieran a las respuestas
del acólito.4 En una nota leída durante el primer congreso litúrgico
de la abadía de Montserrat, en 1915, Anna-Maria Maccheroni,
colaboradora de la pedagoga María Montessori, mencionó de paso
la conveniencia de la participación vocal de los niños durante la
misa (menor) y los logros obtenidos.5

2. Desacuerdos sobre las nuevas prácticas


Conforme la experimentación pastoral se extendía de los niños a
toda la asamblea, crecía la inquietud. Precisamente desde Holanda,
los vecinos de Bélgica, se cursó una consulta sobre la licitud de lo
que empezaba a ser llamado «misa dialogada», acerca de si las

2 A. Lafon, «La Paroisse Eucharistique», en Guide d’Action Religieuse, Reims:


Bureau de l’Action Populaire 1909, 215-218; A. Pachins, «L’Organisation
Eucharistique d’une Paroisse», L’Action Eucharistique. Revue d’études practiques
sur les décrets eucharistiques de Pie X 1 (1911-1912) 137-155; A. Lafon, «Une
paroisse eucharistique», en Le P. Léonard-Joseph-Marie Cros, s.j., La Chappelle-
Montligeon: Imprimerie de Montligeon 1913, 42-50.
3 J.A. Piérard, «Assistance des enfants à la messe quotidienne», en Con-
grès Catholique de Malines 23-26 Septembre 1909. 1re section. Oeuvres religieuses,
morales et charitables. Rapports, Bruxelles: Goemaere 1910, 234-239.
4 P. De Meester, «La participation active des fidèles aux messes basses»,
Les Questions Liturgiques 1 (1910-1911) 474-487; su conferencia fue indicada
un poco antes: P. De Meester, «La participation active des fidèles aux messes
basses», Les Questions Liturgiques 1 (1910-1911) 377-378.
5 La nota fue publicada veinte años más tarde: A. M. Maccheroni, «Die
Liturgie und der liturgische-pädagogische Unterricht», Vieeteljahrsschrift für
wissenschaftliche pädagogik 6 (1930) 538-544.

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252 Fergus Ryan

asambleas debían responder con el acólito; esta consulta fue tra-


tada en Ephemerides Liturgicæ en 1913. La respuesta indicaba que
no existía ninguna prohibición sobre ello, pero que debía estar
bajo la dirección del ordinario.6 Al año siguiente, Les Questions
Liturgiques publicó un breve comentario sobre el asunto.7 Consi-
deraba la práctica como una preparación para la participación en
las celebraciones solemnes, más adecuada para los estudiantes
en las escuelas.
En 1920, se empezaron a publicar casos de abuso y simples obje-
ciones. Las comunidades religiosas empezaron a recitar todas las
oraciones de la misa en voz alta, a veces incluso el canon, mien-
tras un presbítero celebraba la misa menor, una práctica siempre
rechazada por los comentaristas.8
En 1921, el jesuita Aloisius Barin redactó la más completa objeción
a las prácticas de la misa dialogada.9 Insistió en el carácter privado
que aún tenía la misa menor, diciendo que los laicos nunca debían
involucrarse en ella, sino que tenían que asistir a las celebraciones
cantadas. Señaló lo poco práctico que resultaba para las asambleas
unirse al presbítero en el rezo de los cantos del ordinario (Gloria,
Sanctus, etc.), y cómo se echaba abajo la naturaleza jerárquica de
la liturgia cuando la gente se unía a las oraciones pensadas para
ser recitadas solo por el presbítero, o cuando usurpaba el papel del
acólito. Reputados liturgistas mostraron su desacuerdo con esta
interpretación rígida de las rúbricas, indicando que las asambleas
solo deberían ser capaces de recitar las partes que cantarían en las
celebraciones solemnes.10

6 M. Righetti, «De Modo Respondendi in Missa Lecta», Ephemerides


Liturgicæ 27 (1913) 729-730.
7 «Vous devriez faire une longue étude sur les messes dialoguées», Les
Questions Liturgiques 4 (1913-1914) 244-246.
8 «Pro Imola», Ephemerides Liturgicœ 34 (1920) 98-99; P.-M. Fourneret,
L’Ami du Clergé 38 (1921) 127.
9 A. Barin, «Circa Missam quam “dialogatam” apellant», Ephemerides
Liturgicæ 35 (1921) 299-312.
10 M. Righetti, «De Missa dialogata», Ephemerides Liturgicæ 35 (1921)
350-356; L. Beauduin, «De Missa dialogata», Ephemerides Liturgicæ 35 (1921)
306-409.

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Rezar juntos la Misa. Una historia olvidada 253

Como Barin mismo había señalado en su artículo de 1921, algunos


obispos se habían dirigido a la Santa Sede preguntando sobre la
licitud de la participación vocal de las asambleas en la misa menor.
Se publicaron algunas respuestas,11 pero no todas. En 1922, la
Sagrada Congregación de Ritos publicó una respuesta (núm. 4375)
en Acta Apostolicæ Sedis,12 en la que se decía que el hecho de que las
asambleas rezaran juntas in loco ministri las respuestas del minis-
tro en la misa menor no vulneraba la legislación litúrgica, pero
no significaba necesariamente que fuese una práctica apropiada.
La respuesta del dicasterio dejaba la puerta abierta a la discusión
acerca de la misa dialogada, y también a continuar su promoción,
como vemos en Bélgica en la semana de liturgia de 1926.13 No se
resolvieron las objeciones presentadas por Barin, ni se menciona-
ron las distinciones entre los diferentes textos. El asunto quedó
abierto a más desacuerdos, que fueron apareciendo durante la
década de los años 30.
En previas respuestas de la Santa Sede a los dubia de ciertos obispos,
se había mencionado la posibilidad de que los obispos locales per-
mitieran que la asamblea recitase los cantos del ordinario durante
la misa menor.14 El padre Felice Cappello, sj, se mostró bastante
contrario a la práctica y sostuvo con firmeza que, de hecho, la Santa
Sede se oponía a ello,15 pero, siguiendo una serie de artículos de

11 Barin cita la respuesta enviada al obispo de Pesaro, quien había pregun-


tado sobre si el pueblo debía unirse al acólito respondiendo al presbítero y
unirse también al presbítero en la recitación de los cantos del ordinario (cf.
Ephemerides Liturgicæ 35 (1921) 306-409).
12 Sacra Rituum Congregatio, «Dubia. De cœtu fidelium sacro adstan-
tium», Acta Apostolicae Sedis 32 (1922) 505.
13 G. Lefebvre, «Comment faire infailliblement de la messe “ma messe”»,
en Cours et Conférences des semaines liturgiques, Tome V – «La Sainte Messe». Huy
du 8 a 12 Août 1926, Louvain: Abbaye du Mont-César 1926, 185-216.
14 Al obispo de Pesaro: Ephemerides Liturgicæ 35 (1921) 311; al obispo de
Malinas: Ephemerides Liturgicæ 35 (1921) 313.
15 F. M. Cappello, «Questi e Risposte», Il messaggero del sacro cuore (1932)
284-286, 360-361, 605-607.

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254 Fergus Ryan

prominentes liturgistas,16 terminó admitiendo que el ordinario del


lugar pudiera, ciertamente, permitir la práctica.17

3. Las directrices de Roma se hacen más claras


Finalmente, en 1935, un dubium del arzobispo de Génova obtuvo
una respuesta por parte de la Sagrada Congregación de Ritos,
respuesta publicada al año siguiente.18 En ella, se dejó a la super-
visión del ordinario del lugar cada caso de práctica de asamblea
recitando las respuestas una cum ministro y recitando el Gloria, el
Credo, el Sanctus, el Benedictus y el Agnus Dei en voz alta, al unísono
con el celebrante de la misa menor.
Al publicar tal aprobación general, la discusión acerca de la licitud
de la participación rezada en la misa menor quedaba en efecto
finalizada, aunque el funcionamiento preciso de las prácticas de
la misa dialogada quedaba indefinido por la Santa Sede. Hasta la
encíclica del papa Pío XII Mediator Dei et hominum no se menciona
la posibilidad de que la asamblea responda al celebrante durante
la misa menor, aunque se prefiera la participación en las celebra-
ciones solemnes.19

16 F. Pagan, «Messa privata», Perfice Munus 5/I (1930) 180-181; P. Fanfani,


«Circa il modo di ascoltare la S. Messa rispondendo coralmente al Sacerdote
(Messa dialogata)», Palestra del Clero 11/II (1932) 327-330; G. Buttignoni,
«Discussione. Ancora della Messa così detta dialogata», Palestra del Clero 12/I
(1933) 46-48; C. Callervaert, «Liceità della Santa Messa dialogata», Rivista
Liturgica 19 (1932) 214-218; P. Battistini, «De cœtu fidelium simul respondent
sacerdoti Missam privatam celebranti», Ephemerides Liturgicæ 47 (1933) 181-
184; G. Lardone, «La Messa dialogata», Perfice Munus 8 (1933) 421-430.
17 F. M. Cappello, «Discussione Liturgica. Circa il modo di ascoltare la
Santa Messa rispondendo coralmente al Sacerdote (Messa dialogata)», Palestra
del Clero 12/I (1933) 195-199; «Sacra Liturgia. Le risposte nella Messa privata»,
Palestra del Clero 12/II (1933) 8-11.
18 A. Carinci, «Italia. Genua. Missa dialogata», Ephemerides Liturgicæ 50
(1936) 95.
19 Pius XII, «Lettera enciclica de sacra liturgia Mediator Dei et hominum
(1947)», Acta Apostolicae Sedis 39 (1947) 521-561. En especial, los números 90,
105 y 106. Curiosamente, la encíclica Musicæ sacræ disciplina (1955) no hace
ninguna referencia a la participación rezada en las misas menores: Pius XII,

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Rezar juntos la Misa. Una historia olvidada 255

Sin embargo, en 1958, la instrucción De musica sacra et sacra liturgia


trató de las diferentes formas de misa dialogada.20 Siguiendo la
recomendación de cantar himnos apropiados o de recitar oraciones
adecuadas durante la misa menor, se describen cuatro grados de
participación vocal en la misa menor que pueden ser introducidos
en cuatro fases diferentes. Se distingue entre las respuestas simples
y las aclamaciones cantadas en las misas solemnes; curiosamente,
incluye después las oraciones recitadas por los que asisten al altar;
después añade el ordinario cantado, recitado usualmente por el
celebrante durante la misa menor; finalmente, los propios cantados
y el Padre nuestro.
No obstante, la participación rezada de la asamblea en la misa
recitada no fue normativa hasta los inicios de la reforma litúrgica
con la publicación en 1964 por parte de la Sagrada Congregación
de Ritos de la instrucción comúnmente conocida como Inter Œcu-
menici21 y el provisional Ritus Servandus de 1965.22

4. Un repaso
Al echar la mirada atrás sobre la difícil introducción de la participa-
ción rezada del pueblo en la misa, estamos tentados de afirmar que
se hizo mucho de muy poco, aunque no podemos negar el cambio
significativo que supuso transformar en normativa la participación
rezada. Hemos visto que esta participación fue promovida origi-
nalmente para que los niños tuvieran un contacto más cercano con

«Lettera enciclica de musica sacra Musicæ sacræ disciplina (1956)», Acta Apos-
tolicae Sedis 48 (1956) 5-26.
20 Sacra Congregatio Rituum, «Instructio de musica sacra De musica sacra
et sacra liturgia (1958)», Acta Apostolicae Sedis 50 (1958) 630-663. Ver números
31 y 32.
21 Sacra Congregatio Rituum, «Instructio ad exsecutionem Constitutio-
nis de sacra liturgia recte ordinandam Inter Œcumenici (1964)», Acta Apostolicae
Sedis 56 (1964) 877-900. La expresión que despierta un particular interés es
la siguiente: «Doxologia in fine canonis […] cantetur aut elata voce dicatur. […]
Amen a populo datur»: número 48f, página 888.
22 Ordo Missae. Ritus servandus in celebratione missæ et de defectibus in celebra-
tione missæ ocurrentibus, Città del Vaticano: Typis Polyglottis Vaticanis 1965.

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256 Fergus Ryan

la liturgia de la Eucaristía, y como preparación próxima de cara a


la participación en las celebraciones cantadas. Durante los años
40 y 50, la Santa Sede la presentó como menos favorable que el
canto de himnodia en lengua vernácula o la recitación de oraciones
adecuadas durante la misa menor. El cambio desde expresiones de
reticencia, a través de una aceptación limitada, hasta hacer de la
nueva práctica una norma en 1965 fue sustancial. Cincuenta años
más tarde, quizá sea oportuno empezar a reconsiderar la novedad
y la significación práctica de la celebración comunitaria rezada
de la misa, algo ampliamente ausente en las Iglesias orientales,
y dar respuesta a las necesidades originales y aún existentes que
condujeron a ello inicialmente como una medida para detener la
brecha existente entre los niños.
Fergus Ryan
Fraile dominico de la provincia de Irlanda, se ha graduado, y cursa
el doctorado, en el Pontificio Instituto de Liturgia San Anselmo
(Roma).

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Phase 55 (2015) 257-276

Los retos de la pastoral litúrgica


Jaume Fontbona

Resumen

Esta aportación, basándose en la eclesiología de comunión, que tiene en cuenta el


hecho de caminar juntos el sacerdocio común con el sacerdocio ministerial, propone
diez retos a trabajar conjuntamente pastores y fieles en el campo de la pastoral
litúrgica e indica dos peligros a evitar.

Palabras clave: Pueblo de Dios, pastoral litúrgica, concelebración, participación


activa, mistagogía, lenguaje litúrgico, testimonio de vida.

Abstract

This contribution is based on the ecclesiology of communion. The author keeps


common priesthood and ministerial priesthood walking together in mind. He proposes
ten challenges for pastors and faithful to deal with them in the liturgical pastoral
field, and indicates two dangers to avoid.

Keywords: People of God, liturgical pastoral, concelebration, active participation,


mystagogy, liturgical language, life witness.

Ofrezco en este artículo, ligeramente adaptada, la comunicación


que presenté el pasado 17 de abril de 2015 en el IV Congreso Litúr-
gico de Montserrat. La comunicación ha sido elaborada desde mi
doble condición de profesor ordinario de la Facultad de Teología
de Catalunya y de Presidente del Centre de Pastoral Litúrgica
de Barcelona. Y por ello parto tanto de la investigación personal

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258 Jaume Fontbona

como de las aportaciones de los miembros del Consejo del Centre


de Pastoral Litúrgica (CPL).

1. Introducción
De entrada, pastores y fieles, tenemos que aprender a escuchar lo
que dice el Espíritu Santo (cf. Ap 2–3) a nuestras Iglesias locales.
Y juntos debemos escuchar la voz del Espíritu para consensuar y
pactar lo que sea preciso para caminar juntos y celebrar la misma
fe, y así el Evangelio llegue más lejos y sea comida y bebida ver-
daderas para las personas de hoy. Esto debemos hacerlo, natu-
ralmente, contando con los que, en el seno de la comunidad, han
recibido el don del discernimiento, es decir, los pastores, los que en
última instancia deben apuntar hacia dónde caminar juntos. Pero
al mismo tiempo debemos hacerlo mediante la escucha mutua, o
sea mediante el diálogo.
El evangelio nos ha dejado una escena de diálogo muy significa-
tiva, la de Jesús y la mujer sirofenicia (Mc 7,24-30; Mt 15,21-28).1
Donde, por medio del diálogo, se eliminan fronteras ideológicas
y culturales. El judío Jesús y la mujer pagana afrontan «el riesgo y
la inseguridad que todo diálogo comporta».2 Y por eso el diálogo
da buen resultado.
En la denominada asamblea de Jerusalén –narrada por Lucas en
Hch 15– también hay diálogo y consenso,3 puesto que se llega a
converger en lo esencial: la misión. Esta asamblea de Jerusalén tam-
bién es modelo; donde el sentido de la fe de los fieles, recibido del
Espíritu (el sensus fidelium), y el ministerio apostólico de la memo-
ria y discernimiento (la ἐπισκοπή), recibido también del Espíritu,

1 Nuria Calduch-Benages, El perfume del Evangelio. Jesús se encuentra con


las mujeres, Estella: Verbo Divino 2008, 46-51.
2 Ibíd., 51.
3  El Concilio Vaticano II también hablará de consenso. En concreto: «La
totalidad de los fieles que tienen la unción del Santo [cf. Jn 2,20.27], no puede
equivocarse en la fe. Se manifiesta esta propiedad suya, tan peculiar, en el
sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo: cuando "desde los obispos
hasta el último de los laicos cristianos" muestran su universal consenso [suum
consensum] en cuestiones de fe y moral» (LG 12).

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Los retos de la pastoral litúrgica 259

convergen juntos en un acuerdo: la evangelización de los paganos,


pactando a la vez acciones concretas para no romper la comunión
y continuar juntos en la misión.4
Así pues, los diez retos de la pastoral litúrgica sugeridos a conti-
nuación son retos para todo el pueblo de Dios. Asimismo, es preciso
que también juntos, pastores y fieles, evitemos fundamentalmente
dos peligros, apuntados al final.

2. Los diez retos a trabajar juntos como pueblo de Dios

ж 1. La liturgia debe ser espacio de oración y de encuentro con el


Señor en medio de nuestro mundo secularizado
Debemos esforzarnos más, pastores y fieles, para que la liturgia,
renovada por mandato del Concilio Vaticano II, nos adentre más
en la oración y en la relación con Dios, tanto a nivel personal como
a nivel comunitario. O, dicho de otro modo, la liturgia nos ha de
introducir en el misterio.
Tenemos que recuperar la visibilidad litúrgica de algunos elemen-
tos celebrativos y la capacidad de hacerlos inteligibles, dándoles
aquella forma que ayude a entrar en el acontecimiento evocado y
hecho presente. El espacio celebrativo debe ayudar a la oración, debe
favorecer la escucha de la palabra y la participación de los fieles, y así
entrar en el misterio pascual de la muerte y resurrección del Señor.

ж 2. Debemos acompañarnos, pastores y fieles, en la experiencia


participativa por los ritos y oraciones
Es lo que se denomina, en sentido amplio, la mistagogía. Teniendo
presente, eso sí, que la mistagogía que hacían los padres de la Igle-
sia no tenía delante suyo una gente marcada por el escepticismo,
el relativismo y el racionalismo de la modernidad, y por tanto,
se han de buscar las formas y el lenguaje que permitan llegar
realmente a los corazones y a las mentes. Y tal vez también será

4 Cf. Jaume Fontbona, «La sinodalitat», Revista Catalana de Teologia 32/2


(2007) 361.

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260 Jaume Fontbona

necesaria alguna reflexión sobre la adecuación de algunos de los


ritos y oraciones llevados a cabo, y sobre la manera cómo se hacen.
La mistagogía debe ayudar a vivir la liturgia como síntesis de la
propia vida cristiana.
El obispo de Roma Benedicto XVI, en su Exhortación apostólica
postsinodal sobre la Eucaristía fuente y culmen de la vida y de la misión
de la Iglesia (2007), afirma que «se ha de promover una educación
en la fe eucarística que disponga a los fieles a vivir personalmente
lo que se celebra» (Sacramentum caritatis, 64). Y por esto continúa:
Ante la importancia esencial de esta participatio personal y cons-
ciente, ¿cuáles pueden ser los instrumentos formativos idóneos? A
este respecto, los Padres sinodales han propuesto unánimemente
(cf. Propositio, 14) una catequesis de carácter mistagógico que lleve
a los fieles a adentrarse cada vez más en los misterios celebrados.5
La mistagogía aplica la tipología bíblica a la liturgia y,6 por tanto,
relaciona Palabra y sacramento, fe y espíritu.7 En efecto, la mis-
tagogía no solo explica la celebración del sacramento, sino que
hace toda una reflexión teológica de la misma, descubriendo su
realidad más profunda.
Los gestos y los símbolos deben ser expresivos. Los elementos
visibles («signa visibilia»: SC 7) tienen que hacer presente el misterio
que se evoca y se celebra. La misma celebración («per ritus et preces»:
SC 48) debe ayudar a los fieles a vivir la experiencia celebrativa
como encuentro con el Señor muerto y resucitado, que los envía y
los llena del Espíritu de comunión (experiencia de Pascua y Pen-
tecostés). Se trata de ayudar a ver a Dios en los signos visibles y a
encontrarse y dialogar con él por los ritos y las oraciones.

5 Benedicto XVI, Exhortación apostólica postsinodal Sacramentum caritatis,


64.
6 Cf. Jaume Fontbona, «La lectura tipológica de la Sagrada Escritura en
la liturgia», Phase 44 (2014) 585-599.
7 Cf. Enrico Mazza, La mistagogia. Le catechesi liturgiche della fine del quarto
seccolo e il loro metodo (B.E.L. Subsidia 46), Roma: CLV–Edizioni Liturgiche
2
1966, 22. 57. Una síntesis del método mistagógico: Jaume Fontbona, La Cena
del Señor, misterio de comunión (Biblioteca litúrgica 32), Barcelona: Centre de
Pastoral Litúrgica 2007, 111-113.

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Los retos de la pastoral litúrgica 261

Sigue siendo un reto lo que dice la Constitución sobre la sagrada


liturgia del Vaticano II, en su número 34:
Los ritos deben resplandecer con noble sencillez; deben ser breves,
claros, evitando las repeticiones inútiles, adaptados a la capacidad
de los fieles y, en general, no deben tener necesidad de muchas
explicaciones.

ж 3. Debemos descubrir, pastores y fieles, la centralidad de la Palabra


hecha carne que se convierte en comida y bebida verdaderas
Una forma de centrarse en la Palabra es saber escuchar. Y hacerlo
receptiva y activamente. Escuchar de una manera receptiva se hace
durante la liturgia de la Palabra, puesto que debe comprenderse y
asimilarse, no solo escuchar. Y escuchar de una manera activa se
hace durante la liturgia de la Eucaristía, ya que la plegaria euca-
rística habla a Dios, y es uno solo (como cabeza) quien, en nombre
de todos y todas (el cuerpo), ora a Dios, se ofrece a Dios, agradece
a Dios, pone personas y acontecimientos en la memoria de Dios,
es decir, en la eternidad.8
La liturgia de la Palabra debe contar con personas que sean buenas
lectoras, pero también con una buena homilía mistagógica.9 La
liturgia de la Eucaristía debe ayudar a orar y a dar gracias con la
plegaria eucarística. Por eso el texto ha de ser comprensible para
que todo el mundo ore con él.
El último documento de la Pontificia Comisión Bíblica, Inspira-
ción y verdad de la Sagrada Escritura (2014), lleva como subtítulo:
La palabra que viene de Dios y habla de Dios para salvar al mundo. Por
eso, la persona que hace el servicio de lector, durante la procla-
mación de la palabra de Dios, se convierte en profeta, puesto que
pone boca al mismo Dios que se dirige a su pueblo.10 Este mismo

8 Cf. J. Fontbona, «La dimensió escatològica de l’Església. Església i


Regne», Revista Catalana de Teologia 39/2 (2014) 701-701.
9 El obispo de Roma Francisco, en Evangelii gaudium, dedica a la homilía
los números 135-144, y a su preparación, los números 145-159.
10 Cf. Cesare Giraudo, «”Venite et auscultate”. Saber proclamar y saber
escuchar», Phase 55 (2015) 157-160.

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262 Jaume Fontbona

documento se detiene en las dos aclamaciones hechas después


de proclamar las lecturas y el evangelio: Palabra de Dios y Palabra
del Señor (núm. 2).11 Unas aclamaciones que ayudan a entender lo
que se ha escuchado como palabra que proviene de Dios y como
palabra que habla de Dios.
La importancia de la Palabra siempre ha ido unida a la veneración
del cuerpo de Cristo. En eso, Oriente y Occidente coincidimos.
Orígenes ya pedía que se «recibiera» la Palabra con tanto cuidado
como el cuerpo del Señor.12 Cesáreo de Arlés, en un sermón trans-
mitido bajo el nombre de san Agustín, hacia el año 540, decía:
¿Qué os parece más importante: la Palabra de Dios o el cuerpo de
Cristo? Si queréis responder la verdad, debéis decirme ciertamente
que la Palabra de Dios no es menos importante que el cuerpo de
Cristo. Además, así como tenemos cuidado, cuando se nos distribuye
el cuerpo de Cristo, de no dejar caer nada de nuestras manos al suelo,
del mismo modo debemos tener igual cuidado de no dejar escapar
de nuestro corazón la Palabra de Dios, cuando se nos comunica,
pensando o hablando de otra cosa. Porque no será menos culpable
quien escucha la Palabra de Dios con negligencia, que quien deja
caer al suelo por negligencia el cuerpo del Señor.13
En la Eucaristía, más que en ninguna otra parte, Palabra y pan
partido no forman más que una sola cosa; en efecto, decía san
Agustín: «La palabra de Dios predicada diariamente es pan».14
La comunión en la Palabra da así «carne» a la pertenencia común
a Cristo y al Evangelio de Dios; es decir, le permite emerger como

11 «El lector subraya la importancia de la acción que ha realizado y pide


a los oyentes que tomen plena conciencia de que lo que les ha comunicado
es verdaderamente la Palabra de Dios o, más específicamente, la Palabra del
Señor (Jesús), el cual es en su misma persona la Palabra de Dios (cf. Jn 1,1-2).
Los fieles, por su parte, expresan la actitud de humilde reverencia con que
acogen la Palabra que Dios les dirige: llenos de reconocimiento, escuchan
con sentimientos de alabanza y de júbilo la buena noticia del Señor Jesús.»
(Inspiración y verdad de la Sagrada Escritura, 2).
12 Orígenes, Tract. Ev. Jo. 25, 12; cf. Benedicto XVI, Exhortación apostólica
postsinodal Verbum Domini, 56.
13 Sermo 78,2: CCSL 103, 323-324.
14 San Agustín, Sermo 59,3: PL 38,401.

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Los retos de la pastoral litúrgica 263

vida eclesial. En palabras del obispo de Roma Benedicto XVI, en


su Exhortación apostólica postsinodal sobre la Palabra de Dios en
la vida y en la misión de la Iglesia (2010):
De este modo, la sacramentalidad de la Palabra se puede entender
en analogía con la presencia real de Cristo bajo las especies del pan
y del vino consagrados (cf. CEC 1373-1374). Al acercarnos al altar
y participar en el banquete eucarístico, realmente comulgamos el
cuerpo y la sangre de Cristo. La proclamación de la Palabra de Dios
en la celebración comporta reconocer que es Cristo mismo quien está
presente y se dirige a nosotros (cf. SC 7) para ser recibido.15
El citado documento Inspiración y verdad de la Sagrada Escritura de
la Pontificia Comisión Bíblica, en su número 2, recuerda:
Aunque estas características no se realizan siempre de manera
perfecta, la liturgia de la Palabra constituye un lugar privilegiado
de comunicación: Dios en su benevolencia se dirige a su pueblo con
palabras humanas, y este acoge con sentimientos de gratitud y ala-
banza la Palabra de Dios. En la liturgia de la Palabra y sobre todo en
la liturgia eucarística se celebra el misterio pascual de Cristo, culmen
y cumplimiento de la comunicación de Dios con la humanidad. En
ella se realiza la redención de los humanos y, al mismo tiempo, la
más alta y perfecta glorificación de Dios. La celebración no es una
formalidad ritual, sino que se orienta a lograr que los fieles «apren-
dan a ofrecerse a sí mismos y se perfeccionen día a día por Cristo
mediador en la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios
sea todo en todos» (Sacrosanctum Concilium, 48). El hecho de que Dios
dirija su palabra a los hombres en la historia de la salvación y envíe a
su Hijo, que es su Palabra encarnada (Jn 1,14), tiene el solo objetivo
de ofrecer a los hombres la unión con él.
Por todo esto, se ha de procurar no descuidar la formación bíblica
del pueblo cristiano y entre todos deberíamos hacer un gran
esfuerzo para incrementarla.
Por otra parte, la actual distribución de las lecturas de la misa, sobre
todo en los domingos deltiempo ordinario, resulta excesivamente
dispersa. Cierto que es un valor que la segunda lectura tenga un
ritmo propio, pero cuesta demasiado de captar. En definitiva, al

15 Benedicto XVI, Verbum Domini, 56.

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menos en este aspecto concreto, debería intentarse una nueva


distribución de las segundas lecturas del tiempo ordinario, pro-
curando que tengan también alguna relación con el evangelio.16

ж 4. Debemos asegurarnos, pastores y fieles, de que la liturgia cele-


brada conecte con la vida y la acción de las personas que partici-
pan en ella
O dicho al revés: que la vida de la gente esté explícitamente presente
en la celebración. Y cuando se dice «vida de la gente», se dicen
muchas cosas: las experiencias más normales y cotidianas, las
ilusiones y las angustias que se viven en la calle, las realidades del
mundo más global, los acontecimientos concretos que han podido
afectar a alguien y pueden tener relieve para toda la comunidad, las
actividades que se hacen en la parroquia, en la diócesis o en toda
la Iglesia. No se trata de convertir la celebración en un noticiario,
ni de hacer que el protagonismo de la celebración lo tengan los
diversos acontecimientos y no la presencia de Jesucristo. Pero la
asamblea debe notar y experimentar que lo que se celebra tiene que
ver con su propia vida y la del mundo. Los momentos en los que
esto más se puede notar es en la homilía y en las intenciones de la
oración de los fieles, pero no solo en estos momentos: de alguna
manera debe impregnar todo el conjunto.
La asamblea eucarística no se encierra nunca en sí misma, ni en sus
propias necesidades; en efecto, siempre se abre a las necesidades
de toda la humanidad, «recordando» el hambre, la siembra y la
cosecha, el tiempo de sequía, los desastres naturales, los sufrimien-
tos de los pobres, la soledad de los ancianos, las responsabilidades
de los que gobiernan las naciones y los estados, los enfermos de
todo tipo, los moribundos, todos aquellos que padecen las más
duras calamidades.

16 Cf. Renato De Zan, «La lectura litúrgica de la Escritura», Phase 54 (2014)


563-574. Destacamos esta interesante aportación del biblista y liturgista De
Zan, quien estudia la interpretación de la Escritura en la liturgia, destacando
la relación entre la primera lectura del Antiguo Testamento y el evangelio, así
como el lugar del salmo, quedando más flojo el lugar de la segunda lectura
en el tiempo ordinario en relación con el evangelio.

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Los retos de la pastoral litúrgica 265

Esta percepción del sufrimiento humano no es accidental. Preci-


samente porque el memorial celebra el martirio de Jesús, el profeta
«eliminado» (cf. Hch 5,30; 10,39). Esta muerte injusta y violenta
es una comunión real con el drama humano. La cruz y la tragedia
humana han quedado tejidas por siempre. La Eucaristía hace
memoria de la victoria de Dios sobre esta escandalosa e insoportable
perfidia del calvario. Y en la resurrección, esta comunión con las
víctimas de todo tipo entra en la gloria del Padre, y la creación es
transfigurada.17
El rito hace vivir el misterio que te envía a transformar el mundo, a
hacerlo más de acuerdo con la ciudad santa de Dios, a hacer posi-
ble el banquete de todos los pueblos en la comunión del Espíritu.
Precisamente la Eucaristía se acaba con una clara invitación a la
acción transformadora y evangelizadora: Ite missa est.18 En otras
palabras: «Id a realizar la misión en la que os habéis implicado ante
toda la asamblea después de participar del Cuerpo y de la Sangre
de Cristo». El obispo de Roma Benedicto XVI, en la citada exhor-
tación apostólica postsinodal sobre la Eucaristía fuente y culmen de
la vida y de la misión de la Iglesia (2007), comentando estas palabras
romanas y recogiendo una proposición de los padres sinodales
(Propositio, 24), decía:
Este saludo [Ite missa est] expresa sintéticamente la naturaleza
misionera de la Iglesia. Por tanto, conviene ayudar al pueblo de
Dios a que, apoyándose en la liturgia, profundice en esta dimensión
constitutiva de la vida eclesial. En este sentido, sería útil disponer
de textos debidamente aprobados para la oración sobre el pueblo y
la bendición final que expresen dicha relación.19
En definitiva, la liturgia celebrada debe ayudar a las personas
participantes a vivir una espiritualidad encarnada, a comprome-
terse en la edificación de la Iglesia del lugar y a colaborar con otras
personas en la construcción del Reino.

17 Cf. Ioannis Zizioulas, Eucaristia e Regno di Dio (Spiritualità orientale),


Magnano: Edizioni Qiqajon–Comunità di Bose 1996, 87.
18 Cf. C. Giraudo, «“Venite et auscultate”. Saber proclamar y saber escu-
char», Phase 55 (2015) 163-164.
19 Benedicto XVI, Sacramentum caritatis, 51.

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266 Jaume Fontbona

ж 5. Debemos ayudarnos, pastores y fieles, a profundizar en la di-


mensión contemplativa de la Eucaristía
La toma de conciencia de la obra de Dios y de su grandeza, expre-
sada como confesión o proclamación,20 es esencial. Aquí radica la
verdadera dimensión contemplativa de la Eucaristía. No es simple
admiración, sino mirada de fe que la Palabra ha nutrido, apuntando
hacia la anámnesis de la economía divina cuyo centro es Cristo.
Algunas anáforas son un maravilloso Credo y la tradición habla de
ἐξομολογεῖν (alabar, confesar), traduciendo en alabanza el con-
tenido de la fe. Así se proclama quien es Dios, no en una definición
abstracta, sino dentro del ahora y aquí de su acción salvadora.
¿Puede sorprender que la participación asidua en la Eucaristía
sea reveladora de la calidad de fe?
La «recepción» de la Palabra hecha en la fe es comunión con Cristo, la
misma Palabra de Dios que comunica sacramentalmente su cuerpo
y su sangre. El relato de Jn 6 ha hecho que la tradición mantuviera
unidos Palabra y sacramento. San Ambrosio ya hablaba del cáliz
de la Escritura y del cáliz del altar, la palabra «comida».
La comunión en la Palabra conduce a la comunión en el sacrificio
«espiritual» de Cristo; permite recibir en la fe vivida lo que es comu-
nicado por el pan y el cáliz «santificados». El crede et manducasti de
Agustín,21 «lo que alimenta no es lo que se ha visto, sino aquello en lo
que se ha creído»,22 apunta hacia lo esencial de esta unidad inseparable
en la comunión del cuerpo del Señor.

ж 6. Debemos profundizar, pastores y fieles, en la concelebración de


la Eucaristía
La concelebración es una gran aportación de la reforma litúrgica
conciliar; en efecto, manifiesta el acontecimiento de ser uno en

20 Por ejemplo, la anáfora de CA VIII y la plegaria eucarística IV del Misal


de Pablo VI.
21 San Agustín, Tract. Ev. Jo. 25,12.
22 Íd., Sermo 112,5,5: PL 38,654.

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Cristo, puesto que participamos del único pan partido y del único
cáliz bendecido. Lo recuerda san Pablo:
El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la
sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el
cuerpo de Cristo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos
muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del
mismo pan (1Cor 10,16-17).
Aunque la concelebración se refiere a los ordenados al ministerio
sacerdotal, todos los fieles concelebran. En la celebración eucarís-
tica, toda la asamblea es concelebrante, toda ella, especialmente en la
plegaria eucarística, se dirige a Dios Padre, por Cristo, con Cristo y
en Cristo en la comunión del Espíritu Santo. Y gracias a esta comu-
nión sacramental, la asamblea concelebrante es transformada en el
cuerpo eclesial. Las personas participantes se convierten en un solo
cuerpo, puesto que, aunque sean muchas y distintas, participan
del mismo Cuerpo y de la misma Sangre de Cristo. Entonces, la
concelebración no debería ser una cosa de curas, como a menudo
aparece, sino la expresión de la unidad del Pueblo de Dios, de la
unidad del sacrificio de la Cruz y de la unidad del sacerdocio.23
Debería recuperarse la visibilidad y comprensión de esta unidad
esencial, sacramental.24
Así pues, la concelebración hace visible la unidad de la Iglesia, que
nace del único sacrificio pascual de Cristo; la manifiesta como comu-

23 Cf. Adalbert Franquesa, «Para revalorizar la concelebración», Cuader-


nos Phase 115 (2001) 76-79. Este número 115 está enteramente dedicado a la
concelebración. De los cuatro estudios, además del P. Franquesa, destacamos:
Goffredo Boselli, «Los debates sobre la concelebración después del Vati-
cano II. Balance y perspectivas», 25-52. Otros estudios: Gisbert Greshake,
Ser sacerdote hoy. Teología, praxis pastoral y espiritualidad (Verdad e Imagen
161), Salamanca: Sígueme 2003, 437; Goffredo Boselli, «Concelebrazione
eucaristica e ministero presbiterale», Rivista Liturgica 97/1 (2010) 67-80; F.
Arinze – A.M. Ranjith, «Le grandi celebrazioni: una riflessione in corso»,
Notitiae 493-394 (2007) 535-542.
24 La tercera edición típica de la Ordenación general del Misal Romano,
publicada en el año 2002, dice en su número 199, que la misa concelebrada
«manifiesta provechosamente la unidad del sacerdocio y del sacrificio, como
también de todo el pueblo de Dios».

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268 Jaume Fontbona

nión (unidad en la diversidad) que es, donde cada uno participa


desde su lugar y según el don del Espíritu recibido. Hay un único
presidente, un único altar, un único sacrificio, una única anáfora
(una unidad velada por la costumbre latina de dividir el canon
durante las concelebraciones) y, por tanto, un único Amen, que es
el indivisible Amen de la Iglesia de Dios. Y de este Amen surgen
todos los Amen diseminados en la vida cristiana; y a él retornan
todos para ser reunidos por quien preside y ofrecidos al Padre en
la acción de gracias, asumiendo todos los terrenos humanos que
han sembrado. El Amen que concluye la anáfora es así el de todo
el cuerpo de Cristo, recibiéndose como cuerpo en la alabanza, la
gratitud, la adoración, la confesión de Dios.
Durante los primeros siglos la concelebración expresaba la unidad
del sacerdocio de Cristo, la del sacerdocio común y la del sacerdocio
ministerial, alrededor del mismo altar, y era expresión de la unidad
en la diversidad de la única Iglesia de Cristo. El cambio teológico
que supuso el hecho de considerar la plegaria eucarística como
marco de las palabras de la consagración, influyó en la doctrina
católica sobre la celebración eucarística hasta la reforma litúrgica
del Concilio Vaticano II. La reforma conciliar insiste en la impor-
tancia de la plegaria eucarística, y dentro de ella valora la anám-
nesis y la epíclesis como momentos fundamentales de la plegaria
eucarística. Por ello, no se debería centrar toda la atención en las
palabras consagratorias, ya que tenemos una plegaria eucarística
–la de Addai y Mari– aceptada como válida desde el año 2001 por
la Iglesia católica romana que no las tiene.25 En efecto, en el seno
de la Iglesia católica, junto a la teología escolástica medieval de la
sacramentalidad fundamentada en las palabras del Señor, subsiste
la antigua concepción de la sacramentalidad fundamentada en la
interpretación tipológica de la liturgia, que destaca la clara volun-
tad de celebrar la Eucaristía como obediencia al mandamiento del
Señor.26 Precisamente el problema de la concelebración eucarística
centrada en la recitación de las palabras de la consagración lleva

25 Cf. J. Fontbona, La Cena del Señor, misterio de comunión, 73-75.


26 Cf. E. Mazza, Dall’Ultima Cena all’Eucaristia della Chiesa (Studi e ricerche
di liturgia), Bologna: EDB 2014, 60. 96-97. 100.

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Los retos de la pastoral litúrgica 269

a plantearse la sincronización o simultaneidad de ellas, así como


el hecho de participar o no como oficiante si no se pronuncian.27
Para evitar las denominadas misas privadas y las misas simultá-
neas en un mismo lugar de culto, han aparecido las concelebra-
ciones de presbíteros solos. Y esto es una novedad en la tradición
eclesial latina, puesto que no conoce la concelebración de pres-
bíteros solos. Además, no es necesario que todos los sacerdotes
participantes pronuncien palabras o hagan gestos, puesto que
pueden igualmente participar auditu en la Eucaristía presidida
por otro presbítero y recibir la comunión.28
Por eso debería evitarse la alternativa que muchos presbíteros se
plantean entre presidir o concelebrar, ya que la tradición eclesial
reconoce que los presbíteros celebran la Eucaristía, aunque no
realicen en ella actos ministeriales ni pronuncien fórmulas sacra-
mentales. Y un criterio litúrgico a tener en cuenta debería ser que
el número de concelebrantes –aunque no hay numerus clausus, ni
tiene sentido que en algunas celebraciones solo se deje concelebrar
a algunos presbíteros señalados– no impida la visión del único altar
y que lo puedan rodear.29 El lugar del presbiterio también debería
facilitar la concelebración; tenemos un buen ejemplo de ello en el
presbiterio de la iglesia de la abadía de Montserrat. Sin embargo,
la concelebración más significativa sigue siendo la presidida por
el obispo local con su presbiterio y asistido de los diáconos y con
el resto del Pueblo de Dios concelebrante.

27 En esta línea, ver: Guillaume Derville, La concelebración eucarística. Del


símbolo a la realidad (Libros Palabra 52), Madrid: Ediciones Palabra 2010.
28 Cf. San Francisco de Asís, Epistola missa una (1224): «Ammonisco ed esorto
nel Signore che, nei luoghi dove i fratelli risiedono, sia celebrata una sola messa al
giorno, secondo la norma della santa Chiesa. Se, tuttavia, ci fossero in unostesso luogo
più sacerdoti, l’uno si accontenterà, per amore della carità, di ascoltare la celebrazione
dell’altro sacerdote, poiché il Signore Gesù colma dei suoi doni i presenti e gli assenti
che sono degni di lui». Fragmento extraído de E. Menestò – S. Brufani (eds.),
Fontes Franciscani, Assissi: Porziuncula 1995, 99-104; 101-102.
29 Sobre el número de concelebrantes: A. Franquesa, «Para revalorizar la
concelebración», 84-85.

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270 Jaume Fontbona

Otra cosa son las dificultades planteadas por las grandes conce-
lebraciones, porque parecen enturbiar la unidad de la asamblea
concelebrante e impedir participar del mismo pan partido y de la
copa bendecida en la misma celebración. Debe reconocerse, sin
embargo, que son excepcionales y extraordinarias.30
Los presbíteros y los obispos concelebran a través del signo puesto
por la Iglesia, y para que este signo manifieste que hay un único
sacerdocio, un único sacrificio y un único Pueblo de Dios, me
atrevería a proponer que, en algunas ocasiones, como de hecho se
propone en las misas con niños,31 solo quien preside pronuncie toda
la plegaria eucarística, incluido el relato institucional o palabras
de la consagración, tal como se hacía durante los primeros siglos
y todavía hoy se hace en algunas Iglesias orientales. Entonces, los
concelebrantes presbíteros y obispos manifiestan su participación
con el vestido litúrgico y con el lugar propio, y sobre todo, con el
gesto de la imposición de las manos. Esto ya se consigue de alguna
manera con la normativa actual, si los concelebrantes pronuncian
a la vez la plegaria eucarística submissa voce, es decir, sin que nadie
les oiga la voz.32

ж 7. Debemos procurar, pastores y fieles, avanzar en la comunión con


la sangre de Cristo
La Ordenación General del Misal Romano actual (IGMR 32002) y tam-
bién el Código de Derecho canónico de 1983 reintroducen la práctica
de la comunión bajo las dos especies. Y afirma:

30 Cf. Benedicto XVI, Sacramentum caritatis, 61. Donde se recuerda que «se
han de prever modos adecuados de coordinación y disponer el lugar de
culto de manera que permita a los presbíteros y a los fieles una participación
plena y real».
31 Cf. Directorio para las misas con niños, 23. Ver también el comentario en
J. Aldazábal, Celebrar la Eucaristía con niños (Dossiers CPL 20), Barcelona:
Centre de Pastoral Litúrgica 22010, 41. El Directorio para las misas con niños
reconoce a los niños también como celebrantes.
32 Seguimos A. Franquesa, «Para revalorizar la concelebración», 81-82; cf.
IGMR 218: «[…] los concelebrantes las acompañen en voz baja y que la voz
del celebrante principal se escuche claramente. De esta manera las palabras
serán comprendidas más fácilmente por el pueblo».

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Los retos de la pastoral litúrgica 271

Cuando la sagrada comunión se hace bajo las dos especies el signo


adquiere una forma más plena. De esta forma, en efecto, el signo del
banquete eucarístico resplandece más perfectamente y expresa más
claramente la voluntad divina con que se ratifica la alianza nueva
y eterna en la sangre del Señor, así como también la relación entre
el banquete eucarístico y el banquete escatológico en el reino del
Padre (IGMR 281).
El simbolismo del pan partido dado y del cáliz compartido de
la Última Cena se orienta hacia la comunión fraterna, que debe
encontrar la plenitud en el Reino mesiánico, y que se apoya en el
don supremo del Padre, que es el Hijo entregado para la multitud.
El efecto eclesial de la Eucaristía está inscrito en el signo (sacramen-
tum tantum). El signo del pan partido y del cáliz compartido (se
distribuye la unidad) revela que pan y vino no son destinados úni-
camente a la comunión de la vida individual del creyente con Cristo
y el Padre, sino también a aquello que, sintetizando la tradición,
Tomás de Aquino indicará con expresiones llenas de significado:
«la unidad del cuerpo místico sin la cual no hay salvación»,33 «el
sacramento de la caridad significada y causada»,34 «la Eucaristía es
el sacramento de la unidad de la Iglesia, que consiste en que muchos
sean uno en Cristo».35 Además, el mismo signo (sacramentum tantum)
contiene, como en una filigrana, otra armonía; en concreto, evoca el
banquete escatológico, símbolo de la «sociedad de los santos en la
paz, la unidad plena y perfecta».36 La Última Cena ya contiene esta
perspectiva escatológica.37 Y el autor del Apocalipsis la recupera en la
bienaventuranza: Dichosos los invitados al banquete de bodas del cordero
(Ap 19,9). Precisamente este es el significado de la fórmula actual del

33 STIII, q.73, a.3: Quod res sacramenti est unitas corporis mystici, sine qua non
pot est esse salus (BAC 164, 475).
34 STIII, q.78, a.3, ad 6: Sacramentum caritatis quasi figurativum et effectivum
(BAC 164, 658).
35 STIII, q.82, a.2, ad 3: Eucharistia est sacramentum unitatis ecclesiasticae, quae
attenditur secundum hoc quod multi sunt «unum in Christo» (BAC 164, 803).
36 STIII, q.79, a.2: In societate sanctorum, ubi pax erit et unitas plena atque
perfecta (BAC 164, 695).
37 Cf. Mt 26,29; Mc 14,25; Lc 22,16-18; cf. Lc 13,28-29.

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272 Jaume Fontbona

Misal Romano.38 La participación en el banquete es, ciertamente, más


significativa comiendo del pan partido y bebiendo del cáliz compartido.
La asamblea concelebrante ha de captar que se hace lo mismo que
Jesús hizo y que, por eso, todos y todas formamos un solo cuerpo
y entramos en la alianza de Dios con toda la humanidad. La asam-
blea debe percatarse que el pan partido y el cáliz compartido de
la Eucaristía corresponden al pan partido y al cáliz compartido
de Jesús en la Última Cena. En efecto, la Última Cena fue una
acción simbólica que marca toda la reflexión sobre el misterio
pascual durante los cuatro primeros siglos de la Iglesia. La Euca-
ristía imita la Última Cena, anticipa y anuncia la pasión, muerte
y resurrección de Jesús, y al mismo tiempo anticipa y anuncia el
banquete del Reino, libres de la muerte y de todo mal. Por eso,
desde aquí proponemos que el relato fundacional de nuestras
plegarias eucarísticas una la actual versión con las palabras sobre
el cáliz de Mc 14,25 (cf. Lc 22,18).39 Precisamente, el signo del cáliz
compartido del relato de Marcos une la sangre de la alianza con
el banquete del Reino, anunciando la muerte y resurrección de
Jesús, y también la nuestra, reunidos en el banquete final con
todos los pueblos.40 En concreto, esta sería la propuesta:

38 Cf. Fontbona, «La dimensió escatològica de l’Església. Església i Regne»,


702-703.
39 Cf. Pino Di Luccio, «Tradizioni dell’Ultima Cena», Rivista di Teologia
54 (2013) 391-416. El texto de Mc 14,25 dice: «Os aseguro (ἀµὴν λέγω ὑµῖν)
que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que lo beba nuevo en el
reino de Dios (πίνω καινὸν ἐν τῇ Βασιλείᾳ τοῦ Θεοῦ)».
40 Cf. Fontbona, «La lectura tipológica de la Sagrada Escritura en la litur-
gia», 590. Jesús da un sentido a la propia muerte (no volveré a beber del fruto
de la vid), es obediente al Padre (el amén era la respuesta de todos los fieles
en la asamblea litúrgica, una respuesta que implica, compromete y confirma).
Getsemaní es el lugar donde Jesús hace la voluntad del Padre (como rezamos
en el padrenuestro y como hizo Abraham: Gn 22,4-5). El hecho de cumplir la
voluntad del Padre da vida e implica la venida del Reino. Mientras se va, el
reino viene. Por eso, mientras Jesús confirma su entrega hasta la muerte (es
obediente al Padre, renuncia a su propia vida por amor), está anunciando su
participación en el banquete del Reino (hasta el día que lo beba nuevo en el
Reino de Dios). Si el hecho de no volver a beber alude a su próxima muerte,
el beber el vino nuevo apunta a la fiesta del Reino.

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Los retos de la pastoral litúrgica 273

Tomad y bebed todos de él, porque este es el cáliz de mi sangre,


sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros
y por la multitud para el perdón de los pecados. Os aseguro que no
volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que lo beba nuevo en
el Reino de Dios.

ж 8. Debemos revisar, pastores y laicado, el lenguaje litúrgico como


expresión de la fe vivida y testimoniada
Los textos bíblicos que leemos en las celebraciones litúrgicas son
Palabra de Dios, pero las oraciones que decimos, no, aunque expre-
san la fe de la Iglesia. Por eso, un reto es hacer más comprensibles
los textos litúrgicos, para que la asamblea concelebrante ore con
ellos, se identifique con la fe que en ellos se confiesa.
Nuestros textos litúrgicos, y eso se ve de una manera especial en
las oraciones, utilizan el lenguaje de una época determinada de la
historia de la Iglesia, en la que encajaban muy bien, pero que ahora
a menudo suenan muy alejados de la realidad, aunque conecten
con la fe de nuestros padres. Por ello, propondría revisarlos a
fondo, para que no sean una barrera innecesaria para la vivencia
litúrgica del pueblo de Dios.
El lenguaje litúrgico es un lenguaje performativo (según la teoría
del lenguaje del británico John L. Austin) que realiza lo que dice,
como Jesús hizo en la Última Cena.41 Así pues, el lenguaje litúrgico
ha de recuperar esta fuerza significativa, para que las personas que
participan de la liturgia entiendan que lo que se expresa se realiza,
que ocurre lo que se confiesa.

ж 9. Debemos trabajar más a fondo, pastores y catequistas, la relación


de la catequesis con la liturgia
La catequesis infantil y juvenil debería ser más testimonial que
conceptual, y la liturgia ayuda a expresar la fe con ritos y oracio-
nes. Y las personas adultas son las que acompañan a los niños y
jóvenes con su testimonio.

41 Cf. J. Fontbona, Los sacramentos de la iniciación cristiana (Biblioteca litúr-


gica 45), Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica 2014, 107-110.

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274 Jaume Fontbona

El Directorio para las misas con niños,42 publicado el 1 de noviembre


de 1973, sigue siendo muy actual en el ámbito de la catequesis
infantil y juvenil. El Directorio hace notar la peculiar dificultad
del hecho de que la liturgia no esté pensada para los niños, pero a
la vez la Iglesia debe cuidarla especialmente (núms. 1-2). Tal vez
haría falta que también las personas adultas entraran en la diná-
mica participativa de los niños y jóvenes que propone el Directorio
y que se concreta en tres plegarias eucarísticas, que contemplan
una mejor participación de los fieles con el aumento del número de
aclamaciones. Esto sí, «pero sin que llegue a oscurecerse el carácter
presidencial de la plegaria eucarística» (Introducción, 7).
Y porque la cultura actual favorece poco la participación atenta en
una proclamación seguida y hecha por una sola persona, como es el
caso de la plegaria eucarística, es por ello que se podría reflexionar
sobre la posibilidad de incluir más aclamaciones en ella tal como
se hace en las plegarias eucarísticas con niños, y así favorecer que
este momento tenga la relevancia y la potencia que debe tener.

ж 10. Y finalmente, un reto operativo para los delegados episcopales


de liturgia y para los miembros del Centre de Pastoral Litúrgica
de Barcelona
Juntos deberíamos hacer, escuchando al Espíritu y captando el sen-
tido de la fe de los fieles, un diagnóstico actualizado de la pastoral
litúrgica, intentando esclarecer puntos fuertes y débiles, peligros
y oportunidades. Esto se podría llevar a cabo mediante encuestas
o cuestionarios, publicaciones, mesas redondas, congresos... en
formatos pequeños y asequibles, para crear opinión y pensamiento.
Y estaría bien que se hiciera contando con la experiencia de dis-
tintas disciplinas (no solo la historia de la liturgia o la teología,
sino también la semiótica y la antropología). Y en esta interesante
labor, sería conveniente que se implicasen no solo a los pastores,
sino también al laicado a través de los movimientos eclesiales y
apostólicos, entidades, cofradías y hermandades, asociaciones de
fieles, etc. No se trata de pretender descubrir inesperadas noveda-

42 Publicado en Celebrar la Eucaristía con niños (Dossiers CPL 20), Barcelona:


Centre de Pastoral Litúrgica 22010, 17-69; con comentarios de J. Aldazábal.

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Los retos de la pastoral litúrgica 275

des, sino de formular de forma sintética la realidad que nos rodea


para incidir en la misma con propuestas operativas que ayudan a
glorificar a Dios y santificar al pueblo cristiano (cf. SC 7).

3. Dos peligros a evitar


El primer peligro a evitar, pastores y fieles, es usar la liturgia como
proyectil y como afirmación de la pertenencia a un determinado
grupo eclesial. Debemos procurar, pastores y fieles, no hacer ideo-
logía de un estilo concreto de celebrar,43 ni fomentar el pietismo fun-
damentalista, tan alejado de una auténtica espiritualidad litúrgica.
Por tanto, debería evitarse el hecho de significarse y defenderse
ideológicamente con una manera de celebrar. El talante celebrativo
no puede ser un arma ni un escudo de combate. Pastores y fieles de
cada realidad cultural debemos consensuar la expresión común de
la fe (cf. LG 12), los signos visibles que expresen la fe de la Católica
en cada lugar y en la propia lengua y cultura.
El segundo peligro a evitar, pastores y laicado, es el de desvincular
la liturgia de los otros dos pies con los que camina todo el pueblo
de Dios hacia el banquete de la ciudad santa, la Jerusalén celes-
tial. Estos dos pies son la acción solidaria y sanadora y la acción
evangelizadora. En efecto, el pueblo de Dios, con el acompaña-
miento de Jesucristo muerto y resucitado (cf. Lc 23,13-35) y con la
fuerza del Espíritu (cf. Lc 23,49; Hch 1,8), hace el camino de Jesús
hacia el Reino del Padre con tres pies: (1) el de la acción educativa
y evangelizadora, el Evangelio es su raíz; (2) el de la celebración
de la fe vivida y testimoniada, la Eucaristía es su savia; y (3) el de
la acción transformadora, construyendo justicia y solidaridad en
medio de los pobres, el Reino es su meta. Estos tres pies definen
los tres servicios que se derivan de ellos, es decir, los servicios de
la Palabra (anuncio de la fe), de la Liturgia (celebración de la fe),
de la caridad (testimonio de la fe). Precisamente el pie de la soli-
daridad y del servicio a los demás debe esparcir en el mundo el

43 Cf. Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 92-97. Donde


el papa Francisco alerta contra la mundanidad espiritual.

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276 Jaume Fontbona

perfume del amor de Dios manifestado en Cristo en la comunión


del Espíritu Santo.
Es responsabilidad de todo el pueblo de Dios intentar que el ser-
vicio a los pobres que se hace desde Cáritas no esté desvinculado
del resto de la vida comunitaria; y que las personas que quieran,
voluntarias o profesionales, trabajen la espiritualidad emanada
de la vivencia litúrgica desde el punto de vista de su experiencia.
Y en palabras del obispo de Roma Francisco en el número 24 de
su citada Exhortación apostólica sobre el anuncio del Evangelio en
el mundo actual (2014):
La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio
de la exigencia diaria de extender el bien. La Iglesia evangeliza y se
evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia, la cual también es
celebración de la actividad evangelizadora y fuente de un renovado
impulso donativo.
Jaume Fontbona

Presbítero de la diócesis de Barcelona, ejerce su ministerio como


párroco de Cristo Rey de Barcelona, es profesor ordinario de la
Facultad de Teología de Catalunya, director de la revista «Phase»
y presidente del Centre de Pastoral Litúrgica.

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Puntos de vista

Gaudí – Campins:
Interacción artístico-litúrgica en
la catedral de Mallorca.
Una re-lectura teológica
El 23 de Febrero de 2015 ha concluido en la Catedral de Mallorca
el Any Campins Gaudí, dedicado por el cabildo catedral al que fue
obispo de Mallorca y al genial arquitecto catalán, coautores de
una extraordinaria intervención artístico-litúrgica en la catedral
de Mallorca. El proyecto arquitectónico de Gaudí, basado en un
plan teológico y litúrgico señalado por Campins, 1 restituyó al
uso litúrgico de los fieles la nave central de la catedral. La inter-
vención realizada entre 1904 y 1915, consistió, básicamente, en el
traslado del coro del centro de la nave a la zona del ábside como
prolongación de la cátedra episcopal abrazando el presbiterio.
También se restauró la cátedra episcopal gótica haciéndola visible
a los fieles mediante el traslado de un imponente retablo barroco
que la ocultaba totalmente. El resultado final ha sido una de las
más interesantes interacciones entre teología y arte en favor de la
restauración y reforma de un espacio litúrgico en el siglo xx.
En estas páginas, después de una breve introducción, pasare-
mos a analizar los principios teológicos del obispo Campins que
subyacen en la reforma de Gaudí. Nuestra aproximación al tema
intentará hacer emerger las categorías hermenéuticas que permitan
entender teológicamente la interacción aquí estudiada.2

1 P. J. Campins, «Carta pastoral sobre la restauración de la Santa Iglesia


Catedral de Mallorca», Boletín Oficial Obispado de Mallorca 45 (1904) 247-266.
2 Para una profundización ulterior, véase el excelente y exhaustivo estudio
de T. Suau, «“La Seu ens ho diu a tots”. La restauració de Campins-Gaudí,
materialització d’una idea de l’Església», en M. Gambús (ed.), La Catedral de

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278 Puntos de vista

1. Pere Joan Campins: un pontificado renovador y reforma-


dor (1898-1915)
El pontificado del obispo Campins se inaugura dentro del clima
restaurador que el papa León XIII impulsó en toda la Iglesia. Nom-
brado obispo de Mallorca en abril de 1898 fue acogido con gran
entusiasmo por la mayor parte del clero y sociedad civil mallor-
quina.3 Licenciado en teología y derecho canónico en Toledo, su
acción pastoral fue también reformadora y restauradora de la Igle-
sia y de su presencia en la sociedad, como denota clarísimamente
su primera Carta pastoral escrita bajo el lema Iesus Christus heri
et hodie: ipse et in saecula (Heb 13, 8). En esta carta, a través de una
visión cristocéntrica del ministerio episcopal, se propone la tarea
de anunciar el mensaje de Cristo que se ha de volver a proponer
a la sociedad.4
La actividad pastoral del obispo fue inmensa. Dotó al Seminario
de una nueva ratio studiorum, innovadora y abierta a la cultura;
mostró gran preocupación por la cuestión social y obrera; impulsó
el proceso de canonización de Ramón Llull y renovó la enseñanza
de la catequesis.
Seguidor y admirador del movimiento litúrgico impulsado en
Francia por Prosper Guéranger, el obispo Campins promovió la
reforma y restauración de la música litúrgica con la recuperación
del canto gregoriano según los recientes estudios de Solesmes,
incluso antes de la publicación del famoso Motu proprio Tra le
sollecitudini de Pío X (1903). Como veremos más adelante, compar-
tía con el abad de Solesmes la visión de restauración y renovación
religiosa, inspirada en el romanticismo y firmemente defendida

Mallorca i l’arquitecte Gaudí. Història de la restauració litúrgica, des dels antecedents


a la recepció 2, Palma de Mallorca 2015, 39-113.
3  Cf. Pere Fullana, «Pere-Joan Campins, Bisbe de Mallorca (1898). El
nomenament a través de la documentació», Comunicació 92 (1998) 21-27.
4  Cf. P. J. Campins, «Carta pastoral», Boletín Oficial Obispado de Mallorca 38
(1898) 201-213; P. J. Llabrés, «La primera Carta pastoral del Bisbe Campins»,
Comunicació 92 (1998) 7-20.

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Puntos de vista 279

por León XIII.5 Ambos comparten no sólo la reconstrucción del


patrimonio litúrgico del pasado, sino también la interrogación
sobre el concepto de tradición y su actualización al hoy eclesial.6
De hecho, la intervención en la catedral responderá al vivo interés
que la cuestión litúrgica suscitaba en el prelado mallorquín.

2. Fundamentación teológica de la intervención de Gaudí


El obispo mallorquín expone que la catedral es la Iglesia madre de
la diócesis en la que se «congrega en ella al clero y al pueblo for-
mando así la Iglesia».7 La Iglesia formada por miembros diversos y
unificada por la cabeza que los une y vivifica, celebra los sagrados
misterios públicamente a través de ritos sensibles con la finalidad
de la santificación de los fieles.8 La concepción de la eclesiología
y especialmente de la liturgia, presenta unas grandes similitudes
con la expuesta por el Pío X en el Motu proprio antes señalado.9 De
esta concepción de la liturgia, se deriva la necesidad de la santidad
y decoro del templo que posibilite la participación activa de los
fieles en la liturgia.
Veamos como entendía el prelado la obra a realizar:
La obra era muy compleja y dispendiosa: para realizarla no se había
de reformar ni innovar, sino restaurar y reconstituir: no había que
destruir la tradición, sino que era necesario restablecerla amplia-

5  Cf. Suau, «La Seu», 49-64. Esta visión romántica consideraba a la edad
media como una edad de oro de la Iglesia y fuente de inspiración para el
momento presente del siglo xix, debido en buena medida a la crisis a que se
había visto sometida la Iglesia después de la revolución francesa. La edad
media será fuente de inspiración para la liturgia, la música sacra y la arqui-
tectura religiosa.
6  Cf. A. Grillo, Introduzione alla teologia liturgica. Approccio teorico alla litur-
gia e ai sacramenti cristiani (Caro salutis cardo 9), Padova: Edizioni Messagero
2
2011, 279-280.
7  P. J. Campins, «Carta pastoral», Boletín Oficial Obispado de Mallorca 45
(1904) 248.
8  Cf. Ibíd., 249-250. Esta idea eclesiológica también apunta a la reforma
emprendida.
9  Cf. Pío X, Motu proprio Tra le sollecitudini, ASS 36 (1903) 329-330.

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280 Puntos de vista

mente: no se trataba de alterar la traza del edificio, sino de librarla


de las violencias que contra ella se habían cometido.10
Así, se trataba de devolver al espacio sacro su carácter celebrativo
permitiendo la participación del pueblo de Dios en las celebra-
ciones litúrgicas. Era necesario, por consiguiente, restaurar la
tradición en su sentido litúrgico más genuino: devolver el amplio
espacio de la nave central a los fieles permitiendo así su partici-
pación activa y fructuosa en la celebración.
A continuación vamos a estudiar dos características teológicas
que subyacen en la Carta pastoral que explica la restauración de la
catedral. Estos conceptos vienen referidos a la liturgia y extendidos
a la música sacra por Pío X en su Motu proprio de 1903.11 Nosotros
aplicamos estas características al arte arquitectónico que se pone
al servicio de la liturgia.

2.1. Santidad
El arte litúrgico será tanto más santo cuánto más íntimamente esté
unido a la acción litúrgica.12 Es por ello necesario que el espacio
celebrativo manifieste y visibilice correctamente a la Iglesia cele-
brante y, al mismo tiempo, favorezca la participación activa de los
fieles: visibilidad del obispo rodeado de los presbíteros, diáconos
y ministros en un amplio presbiterio y nave central y laterales
sin impedimentos arquitectónicos para los fieles.13 En definitiva,
el criterio eclesiológico es fundamental a la hora de proyectar y
diseñar cualquier espacio dedicado al culto litúrgico.
La santidad del templo también implica que no todo lo que está
fuera de la Iglesia, profanum, puede entrar en él sin más. De hecho,
fue la evolución del gusto artístico la que violentó el sentido
celebrativo de la catedral, provocando un divorcio entre espacio
celebrativo y rito litúrgico, entre momento litúrgico, celebración y

10 Campins, «Carta pastoral», 251-252.


11  Cf. Pío X, Motu proprio Tra le sollecitudini, 332.
12  Ibíd., 332.
13  Cf. Campins, «Carta pastoral», 249-250.

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Puntos de vista 281

asamblea. Igualmente, el lenguaje y la forma arquitectónica que se


proponen en la reforma gaudiniana, además de guardar el sentido
litúrgico celebrativo, tendrán que imbuir a los fieles el sentido de
oración y de belleza necesarios.

2.2. Bondad de formas


La arquitectura, como las demás artes, si quiere transmitir la belleza
que nace de la revelación y se transmite en la liturgia a través de
los signos sensibles, tendrá que ser arte verdadero. Sin embargo,
el arte verdadero por sí solo no basta. De hecho, las violencias
obradas por el renacimiento y barroco en detrimento del sentido
litúrgico, eran obras artísticamente bellas.14
Es necesario que al progreso de las artes, que se ha admitido
siempre en el culto divino, se una la íntima unión con la liturgia
y sus normas. La intervención de Gaudí es, en este sentido, un
ejemplo admirable: progreso artístico (modernismo), funcionali-
dad litúrgica, y belleza artística, dando como resultado un espacio
celebrativo no solo litúrgicamente funcional, sino también a través
de la belleza que transmite, capaz de abrir a los fieles al encuentro
con Dios.15
Si la finalidad de la liturgia es la gloria de Dios y la santificación
de los fieles, podemos afirmar que las artes que se ponen al servi-
cio de la celebración participan también de esta finalidad. Así, la
arquitectura y, en nuestro caso concreto, la disposición del espacio
litúrgico realizado por Gaudí, a través de la belleza es capaz de
elevar el espíritu de los fieles a Dios abriéndoles a la contemplación
y percepción del misterio.16 Una belleza que se evidencia en el espa-

14  Campins, «Carta pastoral», 252.


15  Este elemento ha sido ya estudiado en su relación a la música litúrgica.
Pensamos que la arquitectura, al poner su arte y saber al servicio de la liturgia,
asume también como propias la finalidad propia de esta: la gloria de Dios y
la santificación de los fieles; cf. J.-A. Piqué Collado, «“Tra le sollecitudini”.
Lectura teológica desde la perspectiva de la sacramentalidad de la música
en la liturgia», Phase 43 (2003) 509-510.
16  Cf. Ibíd., 508-511.

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282 Puntos de vista

cio celebrativo a través de las líneas y formas góticas nuevamente


visibles, a través de la luz filtrada y coloreada por los dos inmensos
rosetones y vidrieras, la ornamentación añadida en el coro, etc.17
En este sentido y de una manera amplia, parafraseando a Pío X,
podemos afirmar que una de las finalidades del arte en general y
de la arquitectura en particular, consiste en excitar más la devoción
de los fieles y en prepararlos mejor a acoger los frutos de la gracia
propios de la celebración litúrgica.18 Por este motivo, si antes afir-
mábamos la necesidad de respetar el principio eclesiológico en
los lugares destinados al culto litúrgico, no es menos cierto que el
criterio estético-poiético es igualmente necesario. No solo la funcio-
nalidad (criterio eclesiológico) confiere a un espacio la propiedad
de celebrativo o litúrgico. Ambos criterios han de tenerse en cuenta.

3. Conclusión
A través del análisis de las dos categorías teológicas antes descritas
y contemporáneas a nuestros actores, hemos podido comprobar
cómo la interacción dinámica entre arte y teología ha sido capaz
de producir una valiosa contribución al arte religioso y litúrgico
del siglo xx.
Pensamos que la interacción conseguida entre estos dos grandes
hombres que fueron el obispo Campins y el arquitecto Gaudí,19
nos ensancha la perspectiva sobre las relaciones entre al arte y la
teología litúrgica. En algunos momentos de la centuria pasada ha
parecido que arte y religión se cerraban cada uno sobre sí mismo:

17  La reforma de Gaudí no solo afectó a los elementos arquitectónicos del


interior de la catedral, él proyectó también toda la ornamentación interior del
nuevo espacio diseñado para el coro y presbiterio, como los motivos vegetales
que aparecen en las paredes y la inmensa lámpara-baldaquino que está sobre
el altar.
18  Cf. Pío X, Motu proprio Tra le sollecitudini, 332.
19  Habiéndose apenas concluido la celebración del Any Campins Gaudí, en
poco tiempo van a ver la luz algunos trabajos de cada uno de los dos personajes
aquí estudiados, como también de la relación e interacción llevada a cabo por
ambos en la obra de la catedral de Mallorca. Esperamos, en no mucho tiempo,
poder dar una relación más amplia al respecto.

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Puntos de vista 283

el primero en un experimentalismo ajeno a cualquier cuestión de


índole religioso y el segundo refugiándose en estilos artísticos del
pasado, o lo que es peor, en pseudoarte.
La interacción aquí estudiada nos muestra como el arte verdadero
y contemporáneo puede conjugarse perfectamente con el sentido
religioso y litúrgico, dando como resultado una de las interven-
ciones artísticas de este género más geniales de la historia: una
intervención en la que se combina el sentido de la modernidad
artística con el respeto a la tradición, en función de un arte en plena
simbiosis con el culto divino. Por este motivo, el espacio celebrativo
que se ha obtenido nos permite analizar el hecho artístico dentro
de la vida litúrgica, no como un simple ornato externo o como
una mera realización artística. Un espacio cultual que además de
facilitar visiblemente la celebración litúrgica es capaz, a través
de la belleza, de evocar y abrir a los creyentes y no creyentes a un
segundo nivel de realidad existencial, mediando en el encuentro
con Cristo. Una característica de la que goza el arte y la arquitectura
y que en este caso concreto podemos denominar de sacramental.
Diego León Fioravanti
Licenciado en teología sistemática e historia de la teología, músico
y compositor, está preparando su doctorado en teología.

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284 Puntos de vista

Un «contra» movimiento litúrgico:


la reforma de la reforma
Entre las normas generales para la reforma de la liturgia, Sacro-
sanctum Concilium 23 quiere que se tenga en cuenta también «la
experiencia adquirida con la reforma litúrgica y con los indultos
concedidos en diversos lugares». Entre estas reformas e indultos,
además de las intervenciones múltiples de Pío X sobre la música reli-
giosa, el salterio y la comunión frecuente, se puede citar la reforma de
la vigilia pascual (1951) y de la Semana Santa (1955) actuadas por
Pío XII, como también la concesión (en los años 1949-1952) del uso
de la lengua china en la liturgia de la Palabra y en los cantos. Estas y
otras reformas menores (como la atenuación del ayuno eucarístico
y la concesión de las misas vespertinas) hay que interpretarlas en
el contexto del movimiento litúrgico clásico, que ha caracterizado
la primera parte del siglo xx y ha desembocado en la Constitución
Sacrosanctum Concilium y, seguidamente, ha inspirado la reforma
liturgica querida por el Vaticano II. Se puede afirmar que desde el
Motu proprio Tra le sollecitudini de Pío X (1903), que proclama el
principio de la «participación activa» de los fieles «en los sagrados
misterios y en la oración solemne de la Iglesia», hasta la Consti-
tución Sacrosanctum Concilium (1963), cuya espina dorsal es la
participación «per ritus et preces» (SC 48), se insinúa una trayectoria
que conduce lógicamente a la reforma llevada a cabo por Pablo VI.
La reforma paulina ha sido acogida generalmente con entusiasmo
por la mayor parte de las comunidades cristianas. No han faltado,
con todo, y no faltan aún hoy día resistencias y oposiciones fuertes
a la aceptación de esta reforma.

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Puntos de vista 285

1. Un «nuevo» movimiento litúrgico


Entre los críticos ilustres de algunos aspectos de la reforma litúrgica,
ocupa un lugar importante el cardenal Joseph Ratzinger. En su libro
Der Geist der Liturgie. Eine Einführung (El espíritu de la liturgia. Una
introducción), publicado en el año 2000, el purpurado auspiciaba
que su obra lograse ser un estímulo para poner en marcha un nuevo
«movimiento litúrgico» y para promover una correcta celebración
de la liturgia... Esta idea ha sido la bandera que algunos grupos
tradicionalistas han abrazado con mayor o menor radicalidad y a
cuya sombra han propuesto una reforma de la reforma. De hecho,
el nuevo movimiento litúrgico en manos de estos grupos se ha con-
vertido en un «contra» movimiento litúrgico clásico.
Actualmente muchos de los sentimientos ásperos contra Pablo VI
provienen de los opositores más aguerridos a la liturgia del Vaticano
II. Muchos sostenedores del «nuevo movimiento litúrgico» son, en
realidad, católicos favorables a la misa de Pío V anti-Vaticano II, movi-
dos por la nostalgia, cuyas consecuencias teológicas y eclesiológicas
pueden ir mucho más allá de la nostalgia por la estética del latín
litúrgico y del rito preconciliar.1
Este severo juicio de un conocido historiador del cristianismo
nos invita a analizar brevemente el fenómeno de la oposición a la
reforma litúrgica en su relación con el movimiento litúrgico clásico
que ha precedido el Concilio Vaticano II.
En los grupos de oposición a la reforma hay posiciones diferen-
ciadas. Las podemos reducir a dos principales: los que ven en la
última etapa del movimiento litúrgico clásico una degeneración
de carácter pastoral radical; y los que leen la Constitución Sacro-
sanctum Concilium con ojos críticos o con criterios minimalistas.
Dos posiciones que frecuentemente se cruzan o se suman.

2. ¿Degeneración del movimiento litúrgico clásico?


Alcuin Reid publicó en 2004 su obra The Organic Development of
the Liturgy (El desarrollo orgánico de la liturgia). El autor afirma que

1  M. Faggioli, Vera riforma. Liturgia ed ecclesiologia nel Vaticano II, EDB


2013, 27.

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286 Puntos de vista

muchos sostenedores del movimiento litúrgico, como L. Beauduin


y P. Parsch, eran partidarios de una reforma prudente de la liturgia
según el principio del desarrollo orgánico de la misma. En la útima
etapa de este movimiento, en concreto en el Congreso de Asís de
1956, emergen, según Reid, tendencias de carácter pastoral radical,
que se apoyan en el arqueologismo y en el pragmatismo pastoral.
Representantes de estas tendencias son en particular el cardenal
Giacomo Lercaro y seguidamente Annibale Bugnini, que serán
los principales responsables de la reforma litúrgica de Pablo VI.
Según este análisis, en el movimiento litúrgico clásico ha habido
una dicotomía. A mí modo de ver, Reid y otros que lo siguen no
tienen debidamente en cuenta que el movimiento litúrgico ha
tenido un desarrollo progresivo y lógico: los estudios históricos
y las investigaciones teológicas (M. Festugière, O. Casel, R. Guar-
dini, C. Vagaggini) exigían ser traducidos en la vida pastoral de la
comunidad cristiana. Por otra parte, los que acusan la reforma del
Vaticano II de arquelogísmo no tienen en cuenta que en la celebra-
ción eucarística han sido conservados muchos elementos (signos,
oraciones y festividades) aparecidos en el medioevo y que, por otra
parte, se han recuperado elementos «que habían desaparecido a
causa del tiempo» (SC 50). La conservación de «la sana tradición»,
de la que habla SC 23, o desarrollo orgánico de la liturgia, hay que
interpretarlo no solo en relación al pasado inmediato, sino también
a la luz de todo el desarrollo histórico del que es rica la tradición.
Frecuentemente los grupos tradicionalistas que ven en el movi-
miento litúrgico clásico un proceso de degeneración, exaltan
algunas figuras de este movimiento, en particular dom Prosper
Guéranger, personaje importante sin duda, pero hechizado por el
pasado medieval y cuyo mensaje se dirigía a una élite cultivada.

3. Interpretación crítica o minimalista de la Constitución


«Sacrosanctum Concilium»
La mayor parte de los que quieren una reforma de la reforma parten
generalmente de una interpretación minimalista o incluso crítica
de Sacrosanctum Concilium. Entre otros autores, merece ser citado
el teólogo romano Brunero Gherardini que publicó en 2009 un

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Puntos de vista 287

libro intitulado Concilio Vaticano II. Un discorso da fare. El capítulo 6


del volumen (pp. 135-161) está dedicado a la Constitución Sacro-
sanctum Concilium. Se trata de páginas fuertemente críticas de
algunos aspectos de la Constitución Sacrosanctum Concilium, pero
también y en modo particular de la consiguiente reforma litúrgica
y de su práctica aplicación. El leit motiv que guía la crítica de Ghe-
rardini se puede resumir con estas palabras: la reforma litúrgica
y, en algún modo, también Sacrosanctum Concilium parten de una
visión antropocéntrica de la liturgia.
Noto que durante mucho tiempo se había prestado más atención
a la liturgia en sí misma que a la comunidad que la celebra. Una
mayor atención a las ciencias humanas ha favorecido el despla-
zamiento de la atención hacia la asamblea celebrante. Para evitar
toda posible ambigüedad, hay que partir de una visión de la
liturgia como diálogo salvífico, que implica los dos protagonistas
y subraya en la dimensión de la santificación la acción de Dios y
en la dimensión cultual aquella del hombre: el hombre santificado
da culto a Dios. El Catecismo de la Iglesia católica habla de la doble
dimensión de la liturgia cristiana como «respuesta de fe y de amor
a las bendiciones espirituales con que el Padre nos enriquece»
(núm. 1083).
Gherardini juzga severamente la afirmación de Sacrosanctum Con-
cilium 21, en donde se dice que «la liturgia consta de una parte que
es inmutable, por ser de institución divina, y de otras partes sujetas
a cambio [...] si es que en ellas se han introducido elementos que
no responden tan bien a la naturaleza íntima de la misma liturgia
o han llegado a ser menos apropiados». Según el autor, «una fór-
mula de este tipo hace de cualquiera innovación un juego de chi-
quillos». Noto que se trata en cambio de principios tradicionales,
recordados con términos muy parecidos por el mismo concilio de
Trento (Sesión XXI, c. 2).

4. Conclusión
El movimiento a favor de una reforma de la reforma ha encontrado
en estos últimos años nuevos argumentos con la promulgación el
7 de julio de 2007 del Motu proprio Summorum pontificum, que ha

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288 Puntos de vista

liberalizado el uso de los libros litúrgicos anteriores a la reforma


promovida por el Vaticano II. El papa Francisco, en su famosa
entrevista en septiembre de 2013 a Antonio Spadaro, director
de La Civiltà Cattolica, juzga que ha sido una decisión prudente
la concesión del vetus ordo por parte de Benedicto XVI, pero
considera «preocupante el peligro de ideologización del “vetus
ordo”, su instrumentalización». Lo que ha sido concedido para
«algunas personas que se sienten atraídas por esta forma del
rito romano y que la consideran particularmente apropiada para
ellas» (carta de Benedicto XI que acompaña el Motu proprio), en
algunos ambientes se ha convertido de hecho en un instrumento
de división y de rechazo de la reforma de Pablo VI. No se puede
olvidar que la acción ritual tiene un valor simbólico y paradig-
mático para la expresión de la fe y para la vida de la Iglesia. No es
correcto apelarse, como tal vez se hace, al pluralismo ritual que
es de por sí enriquecedor como recuerda el Vaticano II (cf. SC 4;
Decreto Unitatis redintegratio 14-15). «La variedad de ritos en la
Iglesia lejos de ir contra su unidad, la manifesta mejor» (decreto
Orientalium Ecclesiarum 2). En el caso de la liturgia romana, no se
trata de variedad de ritos, sino del único rito romano que ha sido
renovado por voluntad del Vaticano II. Rechazar esta renovación
no es enriquecedor. Es más bien empobrecedor, porque se priva
a la comunidad celebrante de los aportes de doctrina y de espiri-
tualidad que la reforma paulina ha tomado de toda la tradición
de la Iglesia y, en particular, de los documentos del Vaticano II. Al
mismo tiempo se «congela» el rito romano en una de sus formas
históricas que, por excelente que sea, presenta todos los límites
que la Constitución Sacrosanctum Concilium le reconoce claramente
cuando indica los criterios para su reforma.
Pongo término a estas breves reflexiones con algunas afirmaciones
que tomo del ya citado historiador M. Faggioli: «poner en discu-
sión la reforma litúrgica del Vaticano II significa también anular la
eclesiología de la reforma litúrgica y la eclesiología del Vaticano II»
y, en particular, «un rechazo de la reforma litúrgica del Vaticano II
significaría una muerte prematura de la eclesiología de la Iglesia
local en la teología católica y en la praxis eclesial». «He ahí porqué
la reforma litúrgica del Vaticano II y las más recientes peticiones de

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Puntos de vista 289

una "reforma de la reforma" tocan la esencia misma del Vaticano


II».2 Ciertamente esto no quiere decir que la reforma paulina sea
intocable. Como demuestran las diversas ediciones de algunos
Ordines y, en particular del Missale Romanum, del que tenemos ya
una tercera edición típica, los libros litúrgicos pueden, y tal vez
deben, someterse a revisiones periódicas cuando, como dice Sacro-
sanctum Concilium 21, en ellos «se han introducido elementos que
no responden tan bien a la naturaleza íntima de la misma liturgia
o han llegado a ser menos apropiados».
Matias Augé
Doctor en liturgia, dedicado al estudio y la docencia de la liturgia.

2  Faggioli, Vera riforma, 89-93.

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BIBLIOTECA LITÚRGICA

Con María hacia Cristo.


Misas de la Virgen María
Por Manlio Sodi
Biblioteca Litúrgica 7. 224 págs.

En este libro se presenta el origen de las


Misas de la Virgen María, el contenido
teológico y pastoral de las orienta-
ciones previas al misal y leccionario
correspondiente, y se nos introduce
en cada uno de los formularios pro-
17,00 € puestos, tanto para los tiempos fuertes
como para el tiempo ordinario.

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Crónicas

Liturgia y evangelización.
La Iglesia evangeliza con la belleza
de la liturgia
Roma, 25-27 de febrero de 2015

En la sede de la Pontifica Universidad Gregoriana en Roma,


durante los día 25 a 27 de febrero de 2015, tuvo lugar el congreso
promovido por la Conferencia Episcopal Italiana titulado Liturgia
y evangelización. La Iglesia evangeliza con la belleza de la liturgia. Ante
un numeroso auditorio se debatió sobre la relación privilegiada
entre misión evangelizadora de la Iglesia y celebración de culto.
Desde el inicio las palabras del papa Francisco en Evangelii gaudium
(núm. 24), «la Iglesia evangeliza y se evangeliza con la belleza de
la liturgia», constituyeron el leit motiv que inspiraba las interven-
ciones y animaba los diálogos.
Paolo Tomatis, en la conferencia inicial, reflexionó sobre liturgia y
evangelización en el magisterio contemporáneo: desde Sacrosanc-
tum Concilium a Evangelii gaudium. La celebración cristiana anuncia
la buena noticia con un modo propio y un lenguaje específico:
celebrando. Señaló además que no sería acertado contraponer los
intereses y la enseñanza en torno a la liturgia del papa Francisco y
de Benedicto XVI. Pierangelo Sequeri en su intervención de título
La belleza evangelizadora de la liturgia abogaba por recuperar la
belleza en la celebración, evitando su instrumentalización –tiene
razón de fin, no de medio– y valorando la dimensión sensible: el
rito ha de ser agradable a los sentidos.
Las intervenciones de P. Paul Gibert, Deseo de Dios y tierra de los
hombres. Premisas antropológicas de la celebración hoy, y la de Giorgio
Bonaccorso, La liturgia entre fe y cultura, optaron por una perspec-

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292 Crónicas

tiva más antropológica. La primera subrayaba la relevancia de


la estabilidad y regularidad del ritual, así como la eficacia que
supone, para la transmisión del mensaje cristiano, la elocuencia
de los gestos. En la segunda se hizo hincapié en la dimensión
experiencial y narrativa del rito, vital para la transmisión de la fe.
El rito suscita la respuesta de fe porque nos «sumerge» en Cristo.
La última de las conferencias, de título Liturgia y espiritualidad en la
edad secular, corrió a cargo de Goffredo Boselli, monje de la comuni-
dad de Bose. En ella reflexionó sobre la oportunidad de evangelizar
en un período de secularización. Esta época contemporánea ofrece
a la liturgia una situación nueva y un contexto diverso al de otros
momentos de la historia.
Durante una de las jornadas, los participantes se reunieron en
diversos y numerosos grupos de trabajo. En ellos se trataron una
amplia gama de argumentos en torno a la celebración cristiana
y a la misión de la Iglesia: la homilía, el ars celebrandi, la piedad
popular, la liturgia y la vida ordinaria, el arte y el espacio ritual, la
atención a los pobres o inmigrantes, la mistagogía...
Importantes fueron sin duda otros momentos del congreso no
ligados a la discusión y al intercambio de ideas, sino celebrativos.
La primera de las jornadas se concluyó con la celebración de las
vísperas según el rito bizantino en la cercana iglesia de los Doce
Apóstoles. La segunda culminó con la Eucaristía en la iglesia del
Gesù, presidida por el cardenal Angelo Bagnasco, presidente de
la Conferencia Episcopal Italiana.
Fernando López Arias

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Crónicas 293

50 años de la misa en italiano


Roma, 27 de febrero de 2015

El pasado 27 de febrero de 2015 tuvo lugar un simposio en la


parroquia de Ognissanti de Roma titulado Unidos en la acción de
gracias organizado por la Departamento de Liturgia del Vicariato
de Roma, la Obra don Orione y el Pontificio Instituto Litúrgico de
Roma para conmemorar los 50 años de la primera misa celebrada
en italiano con la presencia y la presidencia del papa Pablo VI, el
7 de marzo de 1965, con ocasión de los 25 años de la muerte de
Luis Orione.
Este simposio se verá complementado con la celebración de la
Eucaristía presidida por el papa Francisco el día 7 de marzo en la
misa parroquia.
50 años después de aquella primera misa en italiano, un grupo
de especialistas se han reunido para recordar, conmemorar y
actualizar. Participaron el párroco Francesco Mazzitelli, monseñor
Piero Marini, monseñor Francesco Pio Tamburrino y el preside
del Pontificio Instituto Litúrgico, Jordi-Agustí Piqué, junto con el
moderador el P. Giuseppe Midili.
El balance es claramente positivo. Es la gran conclusión que se
puede recavar de las diversas intervenciones. Se ha restituído al
pueblo la celebración en su propia lengua y eso ha hecho posible
la participación plena, tan auspiciada por la Constitución conciliar.
Ya no se asiste como extraños o mudos espectadores a este misterio
de la fe. Se comprende que no comprendiendo la lengua, el pueblo
se refugiaba en las devociones privadas y mientras el sacerdote
celebraba el coro cantaba para rellenar el tiempo vacío. Gracias a la
reforma litúrgica y a la introducción de la lengua hablada han ido
desapareciendo las formas individuales del contexto celebrativo
y se ha restituído centralidad a la celebración comunitaria de la
cual todos forman parte.
La presencia de dos papas, el beato Pablo VI hace cincuenta ñaos
y Francisco en la celebración del quincuagésimo aniversario, ha
dado y da a esta efemérides una importancia excepcional.

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294 Crónicas

En 1965 se inauguraba un nuevo estilo celebrativo y se ve el deseo


del obispo de Roma de orar con su pueblo, celebrando según una
modalidad ritual que era fruto de la reforma litúrgica. En 2015
otro obispo de Roma ha querido unirse con su presencia para de
este modo subrayar el significado de aquel acontecimiento eclesial
invitando de este modo a valorizar, siguiendo a su predecesor, la
fuerza evangelizadora de la liturgia para la Iglesia de hoy.
Juan Javier Flores Arcas

El Misterio de Cristo
hecho presente en la liturgia
Roma, 3-4 de marzo de 2015
Durante los días 3 y 4 de marzo, el Instituto de Liturgia de la Pon-
tificia Universidad de la Santa Cruz celebró un simposio cuyo
contenido respondía al título el Misterio de Cristo hecho presente en la
liturgia. Se trataba del XVI Simposio organizado por la Facultad de
Teología que, en este curso académico, le correspondió organizar
al Instituto de Liturgia de esa misma Facultad.
La finalidad era ofrecer una reflexión teológica sobre la liturgia
cuando esta dirige su atención hacia su centro y raíz: el Misterio
de Cristo. Este Misterio debe captarse desde todas las dimensiones
presentes en el Nuevo Testamento, tanto en los evangelios como en
el corpus paulinum. El Misterio se identifica con Cristo: su persona,
su Pascua, unido a la Iglesia como su cuerpo sacerdotal mediante
el don del Espíritu. Esta perspectiva conduce a una comprensión
histórico-salvífica de la liturgia. Y este fue precisamente el contexto
en el que se desarrollaron las ponencias de simposio: el mystêrion
en el Nuevo Testamento (A. Pitta, Roma); Mysterium y sacramen-
tum en las fuentes litúrgicas (A. Miralles, Roma); la actualización
del Misterio en la celebración litúrgica (J. L. Gutiérrez, Roma); la
liturgia de las horas, en cuanto celebración del Misterio (A. Lameri,
Roma); la experiencia del Misterio pascual a través de la música

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Crónicas 295

litúrgica (P. Sequeri, Milán); la vida cristiana en cuanto signada


por el Misterio celebrado (D. Fagerberg, USA).
Cabe destacar el texto sugestivo presentado como explicación del
icono que aparecía en la portada del depliant propio de este Sim-
posio. Esta representación era un detalle del descenso de Cristo
a los infiernos, como miniatura de un Exultet tomado del Codex
Barberini Latinus de Monte Cassino, datado en torno al año 1087.
El texto explicativo al que nos referimos es este:
El rostro y las manos son expresiones simbólicas de la racionalidad
humana. Estas, sin embargo, son manos que gritan. Las «manos
alzadas» son el grito del cosmos herido que lucha por abrirse. Como
la liturgia, el descenso a los infiernos es momento liminar, es tránsito,
paso, pascua. Entre la cruz y la resurrección, el nuevo Adán de los
ojos serenos encuentra a su primera imagen. Pero no la encuentra, la
aferra. Así la liturgia. El Dios que escucha el grito tiene también «dos
manos». Aquí, quizá por impericia, quizá de intento, Cristo tiene dos
manos derechas, que lo sitúan en continuidad con la dextera Dei. Pero
la potencia de la mano que sostiene la cruz es la misma potencia que
sostiene el encuentro. Esa es la mano del Espíritu que se esconde para
revelar al Hijo y al Padre en el Hijo. Esa es la mano de la brisa ligera
que sostiene cada liturgia. Alcanzar el cuerpo de Cristo o, mejor aún,
ser alcanzados por él es el gran privilegio de la liturgia. El cuerpo de
Cristo es su Iglesia. Encontrar a la Iglesia y ser regenerados en ella es
el otro don inescindible del anterior. La belleza de este cuerpo no ha
sido todavía revelada. Hay que esperar a la resurrección final. Pero
no es una espera en el vacío. En la espera de su reino, la Iglesia se
hace sensible en la luz, en el gozo, en el canto de la liturgia.
Desde el punto de vista litúrgico, el día 3 de marzo, día inaugural
del Simposio, se celebraron las vísperas en la basílica de san Apo-
linar (Roma), presididas por Mons. Juan Miguel Ferrer. Desde
el punto de vista científico, asistieron autoridades académicas
romanas, así como alumnos de los centros académicos de la Urbe,
sobre todo aquellos que estudian su segundo y tercer ciclo de
especialización litúrgica. Recordando el área lingüística española,
asistieron, entre otros, J. J. Flores, rector del Pontificio Ateneo
San Anselmo, Mons. Juan Miguel Ferrer y algunos profesores y
alumnos de licenciatura y doctorado en liturgia provenientes de

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296 Crónicas

Madrid, Barcelona y Pamplona. Entre los participantes se contaban


también algunos profesores de universidades civiles españolas
cuyas investigaciones en ciencias humanas no son distantes de
la moderna teología litúrgica (San Pablo, CEU…). Las diversas
comunicaciones al Simposio, presentadas por especialistas de
diversos países, se desarrollaban en varias lenguas a primera hora
de la tarde, precediendo al posterior debate académico general en
el que los participantes propusieron sus cuestiones y preguntas a
los profesores que habían presentado sus ponencias de la mañana.
Félix María Arocena

El IV Congreso Litúrgico de Montserrat


Montserrat (Barcelona), 16-18 abril 2015

El IV Congreso Litúrgico de Montserrat se desarrolló entre los días


16 y 18 de abril. La inauguración, las conferencias y las diversas
intervenciones tuvieron lugar en el Aula Magna del Seminario
Conciliar de Barcelona. La sesión de clausura, en el Monasterio de
Montserrat. No faltaron las celebraciones litúrgicas en la Capilla del
Seminario y la Misa de clausura en el Monasterio-Santuario. Las
intervenciones se pronunciaron en catalán, castellano e italiano,
con servicio de traducción simultánea.
La ocasión para celebrar el IV Congreso ha sido el centenario del
I Congreso Litúrgico de Montserrat (1915). Al igual que entonces,
ha sido convocado por los obispos de las diócesis con sede en
Cataluña y el padre Abad de Montserrat. Se ha buscado, pues,
la conmemoración del I Congreso y una mirada a la actualidad
litúrgica para poder orientar el futuro.
Han organizado el Congreso las siguientes instituciones: el
Monasterio de Montserrat, la Facultad de Teología de Cataluña, el
Instituto Superior de Liturgia de Barcelona, la Comisión Interdio-
cesana de Liturgia (Tarraconense) y el Centre de Pastoral Litúrgica
de Barcelona. Todas estuvieron representadas en la mesa de pre-
sidencia durante la sesión de apertura, presidida por el cardenal
Lluís Martínez Sistach, Arzobispo de Barcelona y Gran Canciller.

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Crónicas 297

En su parlamento de apertura el Sr. cardenal-arzobispo glosó la


figura del arquitecto Antoni Gaudí –que asistió al I Congreso–
como ejemplo del arte lleno de sentido litúrgico, tal como se puso
de manifiesto el día de la Dedicación de la Basílica de la Sagrada
Familia por el papa Benedicto XVI.
Pronunció la conferencia inicial Mons. Julián López Martín, obispo
de León y Presidente de la Comisión Episcopal de Liturgia de la
Conferencia Episcopal Española, quien disertó sobre «La Liturgia
obra de Dios y acción de los hombres». Repasó las definiciones
de Liturgia que se han dado durante el último siglo, haciendo
mención especial de la encíclica Mediator Dei y de la Constitución
Conciliar Sacrosanctum Concilium. De la noción de acto de culto
propio de la virtud de la religión se llega a la de acción del Cristo
total, Cabeza y cuerpo. Un fuerte aplauso interrumpió al confe-
renciante cuando hizo mención de Mons. Pere Tena.
La primera tarde se cerró con las Vísperas cantadas, presididas por
el Sr. cardenal-arzobispo con la participación del coro Francesc
Valls en los cantos. Siguió una muestra de cantos presentando la
segunda edición del Cantoral Litúrgic Bàsic.
El viernes 17 estuvo enmarcado por los Laudes y la Misa, celebrada
por Mons. Joan-Enric Vives, arzobispo-obispo de Urgell y Presi-
dente de la Comisión Interdiocesana de Liturgia, y las Vísperas,
oficiadas por el P. Abad de Montserrat, con la participación de
un pequeño coro de seminaristas. Abrió la sesión de trabajo el
P. Bernabé Dalmau, monje de Montserrat y director de la revista
Documents d’Església, con una ponencia sobre «Los congresos litúr-
gicos de Montserrat». El primero (1915) impulsó el Movimiento
Litúrgico en Cataluña; el segundo (1965) correspondió a los pri-
meros momentos de aplicación de la reforma litúrgica señalada
por el Concilio Ecuménico Vaticano II; el tercero (1990) buscó la
reflexión en profundidad de acuerdo con la Carta Apostólica Vices-
simus quintus annus de san Juan Pablo II. El ponente señaló que en
la actualidad no se da el interés por la liturgia característico de los
años del Concilio y de la reforma litúrgica. Y advirtió que se está
dando una separación entre espiritualidad y liturgia por lo cual
es necesario que ésta vuelva a ocupar su lugar central.
A lo largo de la mañana y durante la primera parte de la tarde se
sucedieron diversas comunicaciones seguidas de diálogo. Fueron

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298 Crónicas

éstas: Dr. Jaume González Padrós, «La pedagogía celebrativa del


movimiento litúrgico»; Mn. Joan Baburés, «Música litúrgica»;
Fr. Bartomeu Ubach, «La concelebración»; Dr. Francesc Xavier
Parés, «La reforma litúrgica en Cataluña los últimos 25 años»; Sor
Katia de Simone, «Participación y liturgia»; Dr. Jaume Fontbona,
«Retos de la pastoral litúrgica». La síntesis corrió a cargo del Dr.
Jordi-Agustí Piqué. Tras el descanso tuvo lugar una mesa redonda
sobre «La presencia del misterio de Cristo en la liturgia», moderada
por el Dr. Joan Planellas, vicedecano, con la participación de los
doctores Manel Nin (Roma), Andrea Grillo (Roma), Gabriel Ramis
(Mallorca) y Aurelio García (Valladolid).
La sesión de clausura, se llevó a término la mañana del sábado
18 de abril en Montserrat. Pronunció la conferencia Mons. Piero
Marini, arzobispo Presidente del Comité Pontificio para los Con-
gresos Eucarísticos Internacionales, Maestro de las Celebracio-
nes Litúrgicas Pontificias (1987-2007), quien trató de «Algunos
desafíos de la reforma litúrgica: recuerdos y testimonios». Mons.
Marini se refirió a la conmemoración del I Congreso Litúrgico de
Montserrat mostrando cómo dicho congreso estaba en la línea
del Movimiento Litúrgico, trató de las conmemoraciones del
Concilio y de la reforma litúrgica y señaló algunos problemas que
deben ser afrontados a la luz de la experiencia: la aprobación de
las traducciones de los textos en lengua vulgar y la necesidad de
dar toda su importancia en la Plegaria Eucarística.
A las 11 de la mañana se celebró la Misa Conventual del monasterio,
presidida por Mons. Jaume Pujol, arzobispo de Tarragona y Presi-
dente de la Conferencia Episcopal Tarraconense, concelebrada por
Mons. Marini, los obispos de las diócesis de Cataluña así como
los presbíteros –monjes y congresistas– con la participación de un
numeroso pueblo fiel. Participó la Escolanía de Montserrat que,
tras la misa, ofreció unos motetes, seguidos de la Salve y el Virolai
(himno a la Virgen de Montserrat).
La jornada concluyó con la comida, al final de la cual el cardenal
Martínez Sistach declaró clausurado el IV Congreso Litúrgico de
Montserrat.
F. Xavier Aróztegui

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Libros

Pedro Fernández Rodríguez, La sagrada liturgia en la escuela de


Benedicto XVI, Città del Vaticano: Librería Editrice Vaticana 2014,
403 pp.
Estamos ante una obra que llega por otros caminos, ciertamente más
tarde. Pues se trata de una obra refe- positivos y menos agrios. La Iglesia
rida al papa emérito y su pensa- lo que necesita es una buena dosis
miento litúrgico, cuando nos encon- de optimismo y no de acidez, como
tramos en un pontificado, el del ha dicho recientemente el actual
papa Francisco, que está marcando pontífice.
los caminos de la evangelización de La intención del autor de esta obra
una Iglesia llamada, por naturaleza, era la de examinar lo que él llama:
a anunciar el Evangelio a todas las «luces y sombras sobre la reforma
criaturas, sin detenerse en inútiles litúrgica». Es intención general de
disquisiciones que no llevan más todos los que trabajamos en este
que a estériles enfrentamientos. campo y de los estudios tan nume-
La presente obra se abre con una rosos que han acompañado estos
larga introducción del entonces años el renacer de una celebración
prefecto de la Congregación para el para el pueblo de Dios. Como toda
Culto Divino y la Disciplina de los obra humana ha habido sus excesos
Sacramentos, Antonio María Cañi- y abusos, más debidos a un modo
zares. También en esto llega tarde, «particular» de concebir la Iglesia
pues un nuevo prefecto está ahora que la misma acción litúrgica. Pero
al frente de este dicasterio romano. ello no ofusca el panorama espe-
El cardenal Cañizares presenta la ranzador de una liturgia renovada
obra como un reto que merece la para el hombre de hoy y no de ayer.
pena afrontar decididamente con Los cincuenta años de la constitu-
la ayuda del Señor: impulsar y ción conciliar Sacrosanctum Conci-
promover un nuevo movimiento lium nos han hecho experimentar
litúrgico, profundizando en la la imponente obra de la reforma
renovación litúrgica querida por el litúrgica llevada a cabo paciente-
Concilio Vaticano II. Sin embargo, mente por los mejores expertos
ha pasado ya la moda de criticar del momento. No se ahorró trabajo
acerbamente la reforma litúrgica. ni personas. Por eso no es cons-
Estamos metidos, gracias a Dios, tructivo insistir en lo humano y

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300 Libros

negativo, que es bien conocido. que descubrirán los valores aban-


Se nos dice que «hay que superar donados y se advertirá la conve-
la actual degradación litúrgica» niencia de recuperarlos» (p. 347).
(p. 223); se insiste en las «nefastas Sin embargo, nos preguntamos al
consecuencias de cierta aplicación respecto si la actual reforma litúr-
de la reforma postconciliar» (p. gica no fomenta el sentido de lo
215); se critica como «las varia- sagrado y no trasparenta el mis-
ciones introducidas en la liturgia terio de la liturgia como dijo con-
a partir de la reforma realizada cretamente san Juan Pablo II en
en el posconcilio han abierto una la Vicesimus quintus annus. ¿Qué
ruptura con el pasado» (p. 211). buscamos o qué pretendemos: una
Son todo «críticas con la reforma celebración mistérica y sacramen-
litúrgica posconciliar» (p. 214). No tal o una liturgia del arcano?
basta con repetir insistentemente
La reforma litúrgica a sus cincuenta
«algunos liturgistas», sin dar nom-
años bien andados necesita buenos
bres y apellidos. Todos lamentamos
propagadores y mejores estudio-
los abusos litúrgicos pero estos no
sos. No contribuyen a la misma los
responden sino a situaciones per-
estudios sesgados ni la crítica des-
sonales que tienen más que ver con
piadada. Siempre será necesario
la disciplina eclesiástica que con la
construir caminos de comprensión.
misma reforma litúrgica.
Con palabras del papa san Juan
El lector encontrará un denso y Pablo II, en el mencionado docu-
profundo estudio de lo que el autor mento, «la liturgia de la Iglesia va
llama: «La celebración según el uso más allá de la reforma litúrgica».
antiguo» que va desde la página El momento presente debe carac-
331 hasta la 383 en donde se analiza terizarse por «una profundización
con detenimiento de escalpelo todo cada vez más intensa de la liturgia
lo referente a la anterior liturgia y de la Iglesia, según los libros vigen-
su uso actual. Da la impresión que tes, y vivida, ante todo, como un
todo el libro tiende a este largo hecho de orden espiritual».
capítulo y que todo lo anterior es
Por este camino tenemos que andar
un preámbulo al mismo. El autor
los que amando la liturgia creemos
se pregunta: «¿aumentarán en el
en ella y en su continuo poder evan-
futuro las celebraciones en el uso
gelizador.
antiguo del rito romano? Creo que
sí, pues poco a poco serán más los Juan Javier Flores Arcas

Gerardo Soler Quintillá, El gozo de vivir y celebrar la Eucaristía de


la Iglesia. Prólogo del Emmo. y Rvdmo. Sr. D. Óscar Andrés Rodríguez
Maradiaga, Cardenal Arzobispo de Tegucigalpa (Honduras), Barcelona:
Fundación Pedro Farnés «Liturgia fovenda» 2015, 287 pp.
El profesor Gerardo Soler y dele- Lérida, incansable director de ejer-
gado diocesano de la diócesis de cicios espirituales a sacerdotes,

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Libros 301

seminaristas y personas consa- El libro aborda casi todos o todos


gradas, enamorado del gozo de los aspectos y contenidos de la
celebrar la liturgia como párroco Eucaristía. Los contenidos se agru-
que es y con gran capacidad para pan en tres apartados: el primero
explicar e introducir en el miste- une diversos aspectos y contenidos
rio de la liturgia, nos ofrece un de tipo más general e introductorio
sencillo y precioso libro sobre la a la Eucaristía (el día del Señor, qué
Eucaristía. El cardenal Rodríguez es la Eucaristía, la presencia real, la
Maradiaga, en cuya diócesis (Tegu- adoración, los ministerios, gestos
cigalpa-Honduras) mosén Gerardo y actitudes corporales, vestiduras,
ha desarrollado sabrosos cursillos participación, etc). No lleva título.
sobre la liturgia y particularmente El segundo lleva el título Celebración
la Eucaristía, prologa muy positi- de la Eucaristía, sigue paso a paso
vamente este libro, fundándose en la misa, desde la entrada y el canto
la capacidad intelectual de mosén que la acompaña hasta la oración de
Gerardo, pero sobre todo en su los fieles; es un estudio minucioso
capacidad de saborear los textos, de todos los aspectos mencionados.
gestos y actitudes corporales. El tercer apartado con el título Litur-
Esto supuesto, el resultado es que gia de la Eucaristía incluye los ritos y
mosén Soler Quintillá comunica contenidos de la segunda parte de
vida, entusiasmo, gozo pascual, la misa. Mosén Soler lo hace con
este último, asimilado a partir de minuciosidad deteniéndose en los
su tesis doctoral. detalles más pequeños de esta parte
de la Eucaristía.
La claridad, sencillez en la expo-
sición y el no estar excesivamente La obra termina con un apéndice
pendiente de aportar documen- relativo a las misas rituales (bau-
tación (sí la substancial para sus tismo, primera comunión, matri-
objetivos), hacen del libro un buen monio, ordenación sacerdotal);
medio para formar a los fieles todos misas y oraciones por diversas
en la «entraña» de la Eucaristía, necesidades, misas votivas (las que
siguiendo la Ordenación General del piden los fieles o elige el que pre-
Misal Romano en su edición tercera. side, cuando se pueden celebrar) y
Puede ser un buen instrumento las misas de difuntos.
catequético en el presente, para
La bibliografía que selecciona es
conocer y «gustar» el sentido y con-
breve, pero puede estar al alcance
tenidos de las partes y elementos de
de todos en el pueblo de Dios.
la santa misa.
Ramiro González Cougil

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302 Libros

Bibliografía reciente en italiano

Michela Brundu, Liturgy 2.0. Menù liturgico per diete spirituali


(Ascoltare. Celebrare. Vivere–Formazione 14), Padova: Edizioni
Messagero 2014, 255 pp.

Las sublimes características de la rado un recorrido divulgativo, apa-


liturgia son, normalmente, estudia- sionado, profundo y, también, iró-
das y articuladas en elevados libros nico, para una formación litúrgica
y brillantes revistas especializadas. básica para principiantes: aspectos
Pero el pueblo de Dios, los fieles que bíblicos, aspectos históricos, incur-
cada domingo participan en la misa, siones teológicas, elementos del
no se acercan nunca a estos textos ritmo subterráneo que sostiene la
maravillosos; más aún, desconocen celebración hasta la formación de
su existencia. Conocedora de esta quien proclama la Palabra de Dios
realidad, Michela Brundu, ha prepa- ante la asamblea litúrgica.

Elisabetta Casadei, Tutto (o quasi) sulla Messa. I Riti iniziali e la Litur-


gia della Parola, Cantalupa (Torino): Effatà Editrice 2014, 192 pp.
La autora, virgen consagrada, la riqueza milenaria de la misa y
profesora de antropología y ética favorece, con sencillos sugerencias
filosófica, uniendo su preparación concretas, una participación cons-
teológica y su pasión litúrgica, ciente y activa en la celebración
profundidad y humor, desvela dominical.

Domenico Cravero, A tavola come all’altare (Ascoltare. Celebrare.


Vivere), Padova: Edizioni Messaggero 2014, 160 pp.

En la vida conyugal y en la educa- plen un acto de culto, celebran una


ción de los hijos, los esposos cum- liturgia propia y original. El camino

phase 327 2015.indb 302 12/05/15 11:01:12


Libros 303

puede ser redescubrir, cuidar y pro- viceversa: celebrar con tal inten-
poner de nuevo los pequeños ritos sidad el culto dominical que se
cotidianos que permitan poder regeneren los ritos cotidianos del
celebrar el gran rito dominical. Y amor familiar.

Robert Dodaro (ed.), Permanere nella verità di Cristo. Matrimonio e


comunione nella Chiesa, Siena: Cantagalli 2014, 304 pp.

En la relación presentada en el Raymond Leo Burke, Carlo Caffa-


consistorio extraordinario sobre rra, Velasio De Paolis y Gerhard
la familia de febrero de 2014, el Ludwig Müller) y cuatro teólogos
cardenal Walter Kasper lanzó una (Robert Dodaro, Paul Mankowski,
llamada para que la Iglesia armo- John M. Rist y. Cyril Vasil) está
nice fidelidad y misericordia de recogida en este volumen, demos-
Dios en su actividad pastoral con trando que puede compaginarse
los divorciados vueltos a casar. fidelidad a la disciplina eclesial
La visión al respecto de cinco y las necesidades de la pastoral
cardenales (Walter Brandmüller, contemporánea.

Arturo Elberti, Storia e fondamenti del culto e dell’architettura sacra


1, Napoli: Chirico 2013, 494 pp.

Arturo Elberti estudia en este volu- lógica a partir de los fundamentos


men la historia de la liturgia latina. establecido en el Concilio Vaticano
En una primera parte aborda el II. Finalmente, en una tercera parte
aspecto histórico del culto cristiano afronta la relación entre liturgia,
desde sus raíces bíblicas y judías arquitectura y arte. No obstante,
hasta el Concilio Vaticano II. En la este tema será desarrollado en un
segunda parte del volumen trata la nuevo volumen que complemen-
liturgia desde una perspectiva teo- tará el actual.

Enzo Lodi, Mistagogia della messa, Roma: Centro Liturgico Vincen-


ziano 2014, 145 pp.

Las páginas de este libro de Enzo magisterio de la Palabra; y de modo


Lodi ponen en relieve, por medio particular la acción de gracias
de varios textos, temáticas centra- expresada en los prefacios y en las
les de la Eucaristía: la importancia oraciones después de la comunión
del pueblo de Dios que se reúne como expresión de vida mística. En
para la misa y cree la novedad de la el ámbito del simbolismo son evi-
vida inaugurada; la homilía como denciados dos ritos habituales pero

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304 Libros

poco valorizados: el gesto de la paz de la pastoral aplicando el método


y la fracción del pan. Se pretende mistagógico que los padres de la
llenar así cierto vacío en el ámbito Iglesia utilizaban en sus catequesis.

Serena Noceti – Roberto Repole (eds.), Comentario ai documenti


del Vaticano II. 1. Sacrosanctum Concilium. Inter mirifica, Bologna:
Centro Editoriale Dehoniano 2014, 416 pp.
Un comentario completo a los Constitución sobre liturgia Sacro-
documentos del Concilio Vaticano sanctum Concilium. La introducción
II, dirigido por Serena Noceti y y el comentario han sido llevados
Roberto Repole ha comenzado con a cabo por Andrea Grillo y Luigi
el primer volumen, dedicado a la Girardi.

Aurelio Porfiri, Pulpitazioni. Dialoghi intorno alla liturgia, Venecia:


Marcianum Press 2014, 117 pp.

El libro está formado por varias Soranzo), la fe y la forma (Fran-


entrevistas realizadas a liturgistas, cesco Colafemmina), sentidos y
que tratan sobre su especialidad sentido (Paolo Tomatis), la reforma
en liturgia: la forma de la existen- de la reforma (Mauro Gagliardi),
cia cristiana (Matías Augé), ser abandonarse en la liturgia (Cristina
dentro del rito (Andrea Grillo), al Cruciani), colmar el intervalo incol-
umbral del rito (Roberto Tagliafe- mable (Giuseppe Liberto), música
rri), arquitectura y liturgia (Micaela (Valentino Miserachs).

Nando Simonetti, Dal latino al volgare. Il bilinguismo nella storia del


cristianesimo (Via pulchritudinis 2), Todi: Tau editrice 2014, 206 pp.

En este volumen, el padre Nando historia del latino como lengua


Simonetti, doctor en teología de la Iglesia romana, a pesar de la
moral y licenciado en letras, ofrece aparición de las lenguas vulgares.
un estudio documentado de la

Antonio Sorrentino, Riforma della riforma?, Pellezzano: Edizioni


Dottrinari 2014, 206 pp.

En este libro, el autor invita y guía innovación, entre libro y asamblea,


al lector a buscar y alcanzar un entre presidencia y ministeriali-
sano equilibrio entre tradición e dad, entre rito y vida.

phase 327 2015.indb 304 12/05/15 11:01:12


Libros 305

Pasquale Zecchini, «Vivere la Liturgia». Il contributo di Mariano


Magrassi al rinnovamento liturgico in Italia, Roma: CLV – Edizioni
Liturgiche 2014, 262 pp.

La aportación del Mariano en promover la liturgia durante su


Magrassi a la renovación litúrgica vida, sea como presbítero sea como
en Italia es presentada por Pas- obispo, hasta el punto de que en
quale Zecchini en el presente libro. 1985 obtuvo el doctorado honoris
Mariano Magrassi, que fue arzo- causa del Pontificio Instituto Litúr-
bispo de Bari, trabajó intensamente gico San Anselmo de Roma.
Juan De Pablos

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CUADERNOS PHASE

Fe y piedad popular
Por Carlos María Galli y Secundino Movilla
Cuadernos Phase 223. 108 págs.
Una aproximación al tema de la piedad popu-
lar desde la perspectiva de la Evangelii Gau-
dium y la religiosidad latinoamericana.

9,50 €

Directorio homilético
Congregación para el Culto Divino
Cuadernos Phase 224. 144 págs.
El más reciente documento publicado por la
Santa Sede sobre la homilía.

9,50 €

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