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REVISTA DE PASTORAL LITÚRGICA
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vinculada al El sacramento
INSTITUTO SUPERIOR DE LITURGIA DE BARCELONA, del matrimonio hoy
DE LA FACULTAD DE TEOLOGÍA DE CATALUNYA

año 57 (2017) núm. 337

Centre de Pastoral Litúrgica 337


+ Nàpols 346, 1. 08025 Barcelona enero / febrero 2017 (año 57)
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phase Fundador
Pere Tena †

Director
José Antonio Goñi
Vinculada
al Instituto Consejo
Luis Fernando Álvarez (Madrid)
Superior
Dionisio Borobio (Salamanca)
de Liturgia Juan María Canals (Madrid)
de Barcelona,
REVISTA DE PASTORAL LITÚRGICA

Manuel Carmona (Jaén)


de la Facultad Ángel Cordovilla (Madrid)
de Teología Lino Emilio Díez (Madrid)
Pere Farnés (Barcelona)
de Catalunya
Juan Javier Flores (Roma)
Jaume Fontbona (Barcelona)
Aurelio García (Valladolid – Roma)
Luis García (León)
Jaume González (Barcelona)
Ramiro González (Ourense)
Jordi Latorre (Barcelona)
Julián López (León)
Alejandro Pérez (Málaga)
Salvador Pié (Barcelona)
Jordi-Agustí Piqué (Montserrat – Roma)
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Josep Urdeix (Barcelona)

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ISSN 0210-3877 / D.L.: B. 7504 – 1961 Imprenta: Agpograf

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Año 57
2017

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phase Fundador
Pere Tena †

Director
José Antonio Goñi
Vinculada
al Instituto Consejo
Superior Luis Fernando Álvarez (Madrid)
Dionisio Borobio (Salamanca)
de Liturgia Juan María Canals (Madrid)
de Barcelona,
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Manuel Carmona (Jaén)


de la Facultad Ángel Cordovilla (Madrid)
de Teología Lino Emilio Díez (Madrid)
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año 57
enero – febrero 2017
núm. 337

El sacramento del matrimonio hoy


Editorial
El sacramento del matrimonio (José Antonio Goñi)....... 5

Artículos
Gaspar Mora
Posibilidades de atención religiosa que ofrece la Iglesia
ante el matrimonio............................................................... 9
Manuel Carmona García
Deficiencias por superar en la preparación a los ritos
matrimoniales....................................................................... 21
Margarita Bofarull Buñuel
«Amoris laetitia»................................................................... 33
Paula Marcela Depalma
La simbolización como proceso generador de culto....... 45
Puntos de vista
Sobre la enseñanza de «Amoris laetitia»: magisterio a
acoger y practicar (Salvador Pié-Ninot)......................... 53
Cómo comportarse con las parejas en situación irregular
a la luz de la Exhortación «Amoris laetitia» (José San
José Prisco)......................................................................... 58
El «Ritual del matrimonio» de la Iglesia italiana (Pietro
Angelo Muroni)................................................................... 64

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4 Sumario

Inculturación matrimonial en los usos indígenas. Una


visión desde el México prehispánico (Manuel Fernando
Sedano)................................................................................. 76
Noticias
El año litúrgico. Celebrar la obra de la salvación […] en
días determinados del año (SC 102)................................... 83
Libros
Bibliografia reciente en castellano (José Antonio Goñi –
Cristóbal M. Orellanba)................................................... 85

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Editorial

El sacramento del matrimonio


El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define en
primer lugar el matrimonio como la «unión del hombre y de la
mujer concertada mediante ciertos ritos o formalidades legales,
para establecer una comunidad de vida e intereses». Este plantea-
miento, que podríamos llamar tradicional, está siendo cuestionado
–«atacado» dirían algunos– en nuestra sociedad actual. Por un
lado, el creciente número de separaciones y divorcios, ofrece una
variedad de situaciones y relaciones parentales: exparejas, nuevas
parejas, hijos de unos y de otros, hermanastros, etc. Por otro lado,
los colectivos homosexuales han reivindicado la legalización de
sus uniones, siendo autorizadas en diversos países, dando lugar a
un matrimonio de personas del mismo sexo, tal y como ya figura
en el mencionado Diccionario como segunda acepción.
A pesar de estas situaciones cambiantes del siglo xxi, la Iglesia
católica, fiel al plan divino revelado en la Sagrada Escritura Gn 2,24;
Mt 19,5, mantiene la indisolubilidad del matrimonio, formado por
un hombre y una mujer. Sin embargo, con el deseo de acompañar
pastoralmente a las nuevas realidades que vive la familia, el Papa
convocó un Sínodo, que se desarrolló en una sesión extraordinaria
(2014) y en otra ordinaria (2015). Fruto de esta reflexión, el papa
Francisco publicó el 19 de marzo de 2016 la Exhortación apostólica
postsinodal Amoris laetitia, sobre el amor en la familia.
Además, al concluir el Jubileo Extraordinario de la Misericordia,
el papa Francisco nos ha regalado una Carta apostólica bajo el
título Misericordia et miseria, que lleva por fecha el 20 de noviem-
bre de 2016. En la cual manifiesta que la misericordia divina se
nos da abundantemente en la vida sacramental y, entre otros, en

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6 Editorial

el sacramento del matrimonio. Al respecto nos dirá el Papa en su


número 14:
En un momento particular como el nuestro, caracterizado por la crisis
de la familia, entre otras, es importante que llegue una palabra de
gran consuelo a nuestras familias. El don del matrimonio es una gran
vocación a la que, con la gracia de Cristo, hay que corresponder con
al amor generoso, fiel y paciente. La belleza de la familia permanece
inmutable, a pesar de numerosas sombras y propuestas alternativas:
«El gozo del amor que se vive en las familias es también el júbilo
de la Iglesia» (Amoris laetitia 1). El sendero de la vida, que lleva a
que un hombre y una mujer se encuentren, se amen y se prometan
fidelidad por siempre delante de Dios, a menudo se interrumpe por
el sufrimiento, la traición y la soledad. La alegría de los padres por
el don de los hijos no es inmune a las preocupaciones con respecto
a su crecimiento y formación, y para que tengan un futuro digno de
ser vivido con intensidad.
La gracia del sacramento del matrimonio no solo fortalece a la familia
para que sea un lugar privilegiado en el que se viva la misericordia,
sino que compromete a la comunidad cristiana, y con ella a toda la
acción pastoral, para que se resalte el gran valor propositivo de la
familia. De todas formas, este Año Jubilar nos ha de ayudar a reco-
nocer la complejidad de la realidad familiar actual. La experiencia
de la misericordia nos hace capaces de mirar todas las dificultades
humanas con la actitud del amor de Dios, que no se cansa de acoger
y acompañar (cf. Amoris laetitia 291-300).
No podemos olvidar que cada uno lleva consigo el peso de la propia
historia que lo distingue de cualquier otra persona. Nuestra vida,
con sus alegrías y dolores, es algo único e irrepetible, que se des-
envuelve bajo la mirada misericordiosa de Dios. Esto exige, sobre
todo de parte del sacerdote, un discernimiento espiritual atento,
profundo y prudente para que cada uno, sin excluir a nadie, sin
importar la situación que viva, pueda sentirse acogido concreta-
mente por Dios, participar activamente en la vida de la comunidad
y ser admitido en ese pueblo de Dios que, sin descanso, camina
hacia la plenitud del reino de Dios, reino de justicia, de amor, de
perdón y de misericordia.
Con el deseo de intentar iluminar «la complejidad de la realidad
familiar actual» que indica el Papa, ofrecemos este número de la

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Editorial 7

revista Phase dedicado al matrimonio teniendo como trasfondo la


mencionada Exhortación Amoris laetitia.
Así, encontramos un artículo sobre la metodología para la expli-
cación teológica de las posibilidades de atención religiosa que
ofrece la Iglesia ante el matrimonio, de Gaspar Mora, moralista,
ya profesor emérito de la Facultad de Teología de Catalunya. El
liturgista Manuel Carmona García expone las deficiencias a supe-
rar en la preparación a los ritos matrimoniales. Margarita Bofarull,
médico y moralista, nos adentra en la Exhortación apostólica
postsinodal Amoris laetitia. Hemos incluido además un artículo
de Paula Marcela Depalma dedicado a la simbolización como
proceso generador de culto. Cuatro puntos de vista complementan
los estudios: el grado magisterial de Amoris laetitiae, de Salvador
Pié-Ninot, sugerencias sobre el comportamiento religioso a seguir
con las parejas en situación irregular, de José San José Prisco, las
adaptaciones realizadas en el Ritual del matrimonio italiano, de
Pietro Angelo Muroni, y, finalmente, la inculturación matrimonial
en los usos indígenas, concretamente en el México prehispánico,
de Manuel Fernando Sedano.
No es la primera vez que el matrimonio ocupa la atención de nues-
tra revista. Encontramos dos números monográficos: el número
86 de 1975 y el número 124 de 1981. Además, hay artículos –no
muchos– diseminados en diversos años: 1969, 1970, 1982, 1992,
1994, 1996, 1998, 2003.
Por otra parte, con el comienzo de un nuevo año de la revista
Phase, el número 57, se ha producido un cambio de director. Jaume
Fontbona, que desde 2010 venía llevando a cabo esta función,
continuando la senda recorrida previamente por Pere Tena, José
Aldazábal y Josep Urdeix, me ha dejado su puesto. Agradecemos
la labor realizada tanto por él, como por los que le precedieron.
El año 2004 entré a formar parte del consejo de redacción de Phase
y los últimos seis años he trabajado más intensamente ejerciendo
el cargo de jefe de redacción. En la nueva labor encomendada es mi
deseo continuar la senda que marcaron mis predecesores y seguir
ofreciendo un instrumento válido para la reflexión, la vivencia, la
pastoral y la espiritualidad de la liturgia en el marco del Concilio

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Phase 57 (2017) 9-20

Posibilidades
de atención religiosa que ofrece
la Iglesia ante el matrimonio
Gaspar Mora

Resumen
Ya desde el Concilio de Trento la Iglesia ha subrayado la necesidad de una preparación
específica para los que se acercan al sacramento del matrimonio. Su objetivo, como el
de la misión evangelizadora, no puede ser solo doctrinal: es la vida cristiana intensa
de las parejas y las familias. Amoris laetitia se alinea con la serie de importantes
documentos «éticos» magisteriales como concreción de la nueva evangelización.
Palabras clave: catequesis, evangelización, magisterio, matrimonio.
Abstract
From the Council of Trent onwards, the Church has emphasized the need for a specific
preparation for those who approach the sacrament of marriage. Its aim, as that of
the evangelizing mission, cannot only be doctrinal: it is the deep Christian life of
couples and families. Amoris laetitia aligns with the series of important «ethical»
magisterial documents as a realisation of the new evangelisation.
Keywords: catechesis, evangelisation, magisterium, marriage.

1. La preparación al matrimonio. Mirada histórica


La necesidad de una preparación para recibir el sacramento del
matrimonio fue ya subrayada por el Catecismo Romano del Concilio
de Trento (1566). Para hacer frente a la crisis protestante, el Concilio
tomó posiciones que los candidatos al matrimonio debían cono-
cer (P. II C. 7 núm. 28-31). También la Encíclica Casti connubii de
Pío XI (1930), el documento magisterial más importante sobre el
tema antes del Vaticano II, habla de la «necesidad de una prepara-
ción, tanto remota como próxima» (Casti connubii 43-44).

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10 Gaspar Mora

El Concilio Vaticano II (1962-1965) alude largamente a la responsa-


bilidad de todos en la defensa y la promoción de la familia (cf. GS
52), y dedica unas líneas a hablar de la preparación de los novios:
Es preciso instruir a los jóvenes[…] sobre la dignidad, función y
expresión del amor conyugal; así, educados en la castidad, podrán
en la edad conveniente llegar a las nupcias a través de un honesto
noviazgo (GS 49c).
El Catecismo de la Iglesia católica (1992) dedica un número a la pre-
paración de los novios que es «de primera importancia» y cita el
texto de Gaudium et spes 49. La Exhortación apostólica Familiaris
consortio de san Juan Pablo II (1981) le dedica más atención. Habla
de tres etapas en la preparación al matrimonio: remota, próxima e
inmediata; propone orientaciones más bien genéricas sobre cada
una de ellas (Familiaris consortio 66), y subraya la importancia de
la adecuada celebración del sacramento (Familiaris consortio 67).
Es interesante notar el canon 1063 del nuevo Código de Derecho
Canónico (1983). Se refiere a la obligación de los pastores de almas
«de procurar que la comunidad eclesiástica dé asistencia a los
fieles para que el estado matrimonial se conserve en el espíritu
cristiano y progrese hacia la perfección». Este mismo canon es
citado literalmente en el nuevo texto litúrgico Ritual del matri-
monio, publicado en 1990 (Introducción general 13-14); da algunas
orientaciones prácticas (núms. 15-16) y concreta lo que se refiere
a la preparación de los novios:
Después de recordar oportunamente a los contrayentes lo fun-
damental de la doctrina cristiana[…], se les dará una catequesis
tanto sobre el matrimonio y la familia, como sobre el sacramento y
sus ritos para que puedan celebrarlo con conocimiento y con fruto
(Advertencias previas 17).
El papa Francisco en Amoris laetitia (2016) es mucho más explí-
cito que los documentos anteriores. Dedica al tema 12 números
(205–216). Habla de la importancia del clima familiar de los niños
y adolescentes como preparación remota, de la actuación de las
parroquias y las comunidades en el proceso de los novios y de la
preparación inmediata, dando mucha importancia a la celebración
litúrgica del sacramento.

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Posibilidades de atención religiosa que ofrece la Iglesia ante el matrimonio 11

Este simple repaso de los documentos más importantes de los


últimos siglos evoca algunas cuestiones que me parecen funda-
mentales y que voy a tratar en las dos próximas partes de este
artículo. Una es la formulación del objetivo último que intenta la
preparación al matrimonio y de la orientación que debe tener esta
preparación, y otra es el lugar de la pastoral con los novios en el
conjunto de la misión evangelizadora de la Iglesia.

2. El objetivo y la orientación de la pastoral prematrimonial


2.1. Dos acentos posibles
Los documentos de la Iglesia promueven la preparación de los
que se disponen a celebrar el sacramento del matrimonio pero no
concretan la manera de realizar esta preparación. Amoris laetitia
dice explícitamente:
Hay diversas maneras legítimas de organizar la preparación próxima
al matrimonio, y cada Iglesia local discernirá la que sea mejor (Amoris
laetitia 207).
En el momento de programar esta preparación, se plantea la
disyuntiva entre dos acentos: o bien se ofrece una preparación
con acento catequético-litúrgico, subrayando la doctrina cristiana
sobre Dios y Jesucristo salvador con el sentido del sacramento que
van a recibir, o bien la preparación tiene un acento más existencial,
tratando de la relación de la pareja, la sexualidad, la fidelidad, la
libertad, la procreación, el amor.
Familiaris consortio explicita los contenidos de la preparación:
Entre los elementos a comunicar en este camino de la fe, análogo al
catecumenado, debe haber también un conocimiento serio del mis-
terio de Cristo y de la Iglesia, de los significados de la gracia y de la
responsabilidad del matrimonio cristiano, así como la preparación
para tomar parte activa y consciente en los ritos de la liturgia nupcial
(Familiaris consortio 66).
Algo parecido subraya el Ritual litúrgico. Es conveniente «recor-
dar los elementos fundamentales de la doctrina cristiana[…] la
catequesis sobre el matrimonio y la familia[…] la catequesis sobre
el sacramento y sus ritos[…]» (Introducción general 17). A partir de

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12 Gaspar Mora

una comprensión más bien teórica y escolar de la «doctrina cris-


tiana» y la «catequesis», se han programado en diversos lugares
auténticos «cursos» académicos de preparación al matrimonio.
Son exposiciones teóricas con un programa teológico que abarca
desde el misterio de Dios y de la creación pasando por Jesucristo
y la Iglesia hasta la escatología, con una duración de varios meses,
incluso de un año.
Hay razones que parecen avalar esta orientación. Los jóvenes
se acercan a la Iglesia después de su alejamiento mayoritario a
partir de la primera comunión y manifiestan una gran ignorancia
religiosa; parece la ocasión propicia para una catequesis teológica
completa que no han recibido. Por otra parte, la libertad de pedir
el sacramento a la Iglesia o de no pedirlo, parece justificar una
exigencia mínima por parte de la institución eclesiástica. Nadie
está obligado a casarse por la Iglesia; si alguno decide hacerlo, debe
cumplir las normas de la institución. A menudo se oyen también
argumentos de este tipo:
La Iglesia no debe dar lecciones de convivencia, de vida sexual o de
educación de los hijos. Lo propio de la Iglesia es la catequesis sobre
la salvación por Jesucristo y sobre el sacramento que van a recibir. La
sociedad actual ya ofrece medios mucho mejores para estas facetas
de la formación que, en todo caso, la Iglesia había ofrecido solo como
suplencia que ahora ya ha terminado.
La misma mentalidad aparece en otras posiciones, por ejemplo la
que sigue este criterio: «Si los jóvenes se acercan a la Iglesia, esta
debe decirles cuál es su doctrina, aunque no les guste»; refiriéndose
especialmente a los métodos de regulación de la natalidad.
Parece que el papa Francisco alude a esta mentalidad:
Cada Iglesia local discernirá la mejor (preparación), procurando
una formación adecuada que al mismo tiempo no aleje a los jóve-
nes del sacramento. No se trata de darles todo el Catecismo ni de
saturarlos con demasiados temas. También vale aquí que «no el
mucho saber llena y satisface el alma, sino el sentir y gustar las
cosas interiormente». Interesa más la calidad que la cantidad…
(Amoris laetitia 207).

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Posibilidades de atención religiosa que ofrece la Iglesia ante el matrimonio 13

2.2. El objetivo de la misión evangelizadora de la Iglesia


Esta cuestión no responde solo a un interés pedagógico; evoca algo
muy central de la misión pastoral de la Iglesia que se plantea de
manera viva en el trabajo prematrimonial pero que está presente
en toda la acción evangelizadora de la Iglesia. La cuestión central
que está siempre en juego se puede formular así. La Iglesia tiene
la misión de anunciar el mensaje del amor salvador de Dios por la
muerte y la resurrección de Jesucristo. Lo que la Iglesia pretende no
es solo que el mundo y las personas de hoy «reciban» o «conozcan»
el mensaje, sino que lo «acojan» en su interior y lo «vivan». La Igle-
sia a través de los siglos ha hecho un trabajo ingente y admirable
para formular de manera adecuada el misterio del amor de Dios
ofrecido en la Pascua del Señor por el Espíritu Santo en la Iglesia.
Pero este enorme trabajo lleva consigo un peligro, y es el de pensar
que su misión es el anuncio del mensaje con toda fidelidad. Y esto
no es exacto. La misión de la Iglesia no es propiamente anunciar
el mensaje de la salvación sino que este mensaje sea entendido,
acogido, amado y vivido. Porque siempre sigue siendo verdad
que el Señor Jesús ha venido al mundo y ha muerto y resucitado
no para que los hombres lo «confiesen» y lo «celebren» sino para
que abran su corazón a la experiencia del amor, la pobreza y la
libertad en el Espíritu del Señor y lo vivan. La manera de vivir
personalmente y comunitariamente según el Espíritu evangélico
no es un aspecto segundo y marginal de la obra salvífica de Dios
sino que es su objetivo central y definitorio.
Esto comporta por parte de las personas y las comunidades
una actitud del corazón que se realiza en la fe, el amor, la paz, la
pobreza, el perdón, la libertad. La gran preocupación pastoral y
evangelizadora de la Iglesia no es que ella proclame de manera
fiel el mensaje de la salvación, sino que las personas de hoy lo
entiendan, lo acepten, tengan de él una experiencia personal y lo
vivan en su vida real y diaria.

2.3. La pastoral prematrimonial: Objetivo y método


Hemos aludido antes a la disyuntiva planteada a la pastoral pre-
matrimonial: o bien una orientación más catequético-litúrgica, o

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14 Gaspar Mora

bien más existencial. El solo planteamiento del doble acento denota


una comprensión académica y parcial del mensaje de la Iglesia.
Los que se preparan para celebrar el sacramento del matrimonio
son jóvenes de 25, 30, 35 años, con su experiencia de la vida, sus
proyectos, su vivencia de la sexualidad, su manera de entender el
cristianismo. Lo que la Iglesia pretende no es que conozcan mejor
el misterio de Dios o de Jesucristo y los principios teológicos del
sacramento que van a recibir. El objetivo pastoral de la Iglesia es
que las personas y las parejas concretas reflexionen sobre su vida y
sus proyectos, aprendan a buscar una manera más plena de vivir,
entiendan el mensaje evangélico como luz para su vida, y decidan
vivir según el Espíritu del Señor muerto y resucitado, aprendiendo
a amarse en el diálogo, la generosidad y el sacrificio, y se acerquen
al sacramento del matrimonio como la celebración y el impulso de
su vida conyugal y familiar en el Señor Jesús.
Esta es la orientación de Amoris laetitia:
Necesitamos ayudar a los jóvenes a descubrir el valor y la riqueza del
matrimonio. Ellos han de poder percibir el atractivo de una unión
plena que eleva y perfecciona la dimensión social de la existencia,
otorga a la sexualidad su mayor sentido, al mismo tiempo que
promueva el bien de los hijos y les ofrece el mejor contexto para su
maduración y educación (Amoris laetitia 205).
Son indispensables algunos momentos personalizados, porque el
primer objetivo es ayudar a cada uno para que aprenda a amar a
esta persona concreta con la cual pretende compartir toda la vida.
Aprender a amar a alguien no es algo que se improvisa ni puede ser
el objetivo de un curso breve previo a la celebración del matrimonio
(Amoris laetitia 208).
Esta orientación pastoral de la misión prematrimonial exige por
parte de los pastores un conocimiento suficiente de los jóvenes que
se acercan al sacramento, de su manera de ser, sus expectativas,
sus experiencias, sus evidencias y sus flaquezas. El objetivo de la
acción pastoral de la Iglesia y el conocimiento de la situación y la
manera de ser de los novios han de marcar tanto el contenido como
el método del trabajo prematrimonial. Naturalmente, el centro
debe ser el mensaje evangélico, el misterio salvador de Jesucristo
por su muerte y su resurrección, el sentido y la vivencia del sacra-

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16 Gaspar Mora

tema de la fe se plantea así: «Es posible que uno de los cónyuges


no esté bautizado o no quiera vivir los compromisos de la fe[…]»
(Amoris laetitia 228) y se dan algunos consejos prácticos.

3.2. La realidad de nuestro mundo y la nueva evangelización


Hemos citado más arriba la frase de Amoris laetitia que exhorta a
proponer valores que hoy son necesarios «incluso en los países más
secularizados» (Amoris laetitia 201). Esta expresión evoca la situación
de nuestro mundo occidental: alejamiento de la fe y de la Iglesia,
agnosticismo, ateísmo, indiferencia religiosa, increencia, pérdida
de la importancia social de la Iglesia, incluso sospecha de la Iglesia
y de la fe. Ante esta realidad la Iglesia se ha planteado con fuerza
los últimos años la necesaria «nueva evangelización» de nuestro
mundo. El papa san Juan Pablo II habló repetidamente del tema y
Benedicto XVI dedicó el Sínodo ordinario del 2012 a La nueva evange-
lización para la transmisión de la fe cristiana. Después, el papa Francisco
escribió su Exhortación apostólica postsinodal «Evangelii gaudium»,
sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual (2013) donde marcaba
el espíritu y las orientaciones de su pontificado, asumiendo la tarea
de la nueva evangelización (cf. Evangelii gaudium 14).
Esta «nueva evangelización» o simplemente la misión evange-
lizadora de la Iglesia se realiza en el anuncio de los elementos
esenciales de la revelación y de la fe cristiana, es decir, el amor de
Dios, la salvación por Jesucristo, el Señor, la presencia vivificadora
del Espíritu Santo en la Iglesia y el mundo.

3.3. Tensión entre la «propuesta de valores» y el «anuncio de la salvación


de Jesucristo»
La alusión del Papa a los «países más secularizados» y el silencio
sobre el tema de la fe plantea una cuestión que es positivo reflexio-
nar. Se respira una cierta tensión entre la «propuesta de valores» y el
«anuncio del mensaje salvador de Dios en Jesucristo». Una muestra
de esta incomodidad aparece en el conjunto de Amoris laetitia. El
capítulo segundo habla de los desafíos actuales al matrimonio y la
familia. El Papa cita los cambios culturales, el individualismo, el
ritmo frenético de la vida, la valoración de la libertad, la cultura de

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Posibilidades de atención religiosa que ofrece la Iglesia ante el matrimonio 17

lo provisorio, la afectividad sin límites, la mentalidad antinatalista,


la escasez de vivienda, las drogas, la ideología de género… En este
capítulo hay una sola alusión, dicha casi de paso, a la fe:
El debilitamiento de la fe y de la práctica religiosa en algunas socie-
dades afecta a las familias y las deja más solas con sus dificultades.
Los padres sinodales afirmaron que una de las mayores pobrezas de
la cultura actual es la soledad, fruto de la ausencia de Dios en la vida
de las personas y de la fragilidad de las relaciones (Amoris laetitia 43).
Después del análisis de la situación actual (c. 2), el Papa propone el
mensaje cristiano sobre el matrimonio y la familia en los capítulos
3 al 5, especialmente la magnífica exposición sobre el amor en el
capítulo 4. En estos capítulos, sin duda, hay innumerables alusio-
nes al misterio del amor de Dios en Jesucristo, pero analizando la
exhortación en su conjunto, no hay exposiciones largas sobre el
amor de Dios, la Pascua de Jesucristo, o la fe. La lectura de Amoris
laetitia deja el espíritu lleno de la profunda experiencia de un valor,
el amor, en todas sus dimensiones, como mensaje del Papa y de la
Iglesia a los matrimonios y a las familias de hoy.
¿Qué pensar de esta «tensión» entre la «propuesta de valores»,
especialmente el amor, y el «anuncio del mensaje salvador de Dios
en Jesucristo»? O dicho de otra manera: ¿qué relación hay entre el
mensaje de Amoris laetitia sobre la importancia fundamental del
amor conyugal y familiar, y la «nueva evangelización» de nuestro
mundo como misión de la Iglesia?
Este tema incide de lleno en la cuestión más amplia del lugar y la
misión de la Iglesia cristiana en nuestro mundo, marcado por el
pluralismo religioso, la creciente secularización y el postcristia-
nismo.

3.4. El anuncio de la salvación de Jesucristo en su globalidad


Subrayaré un acento que ya he puesto de relieve en la segunda parte
de este artículo. En el núcleo del mensaje cristiano no hay solamente
el anuncio del amor salvador de Dios y de la Pascua del Señor que
se nos ofrecen en el Espíritu y en la Iglesia. En el mismo núcleo del
mensaje hay también la revelación sobre la respuesta humana; la
acogida de la presencia salvadora del Señor tiene lugar en la actitud

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18 Gaspar Mora

libre y responsable del hombre y de los grupos humanos en la fe y


el amor. También esta respuesta humana es objeto de revelación.
Dios revela que el hombre vive en su Espíritu precisamente por el
amor, la justicia y la paz.
La misión del Señor «id y anunciad el Evangelio» (Mc 16,15) no
significa solo el anuncio del amor salvador de Dios sino también el
anuncio-llamada que los hombres y las mujeres reales acogen este
amor de Dios propiamente en su vida de fe, de amor, de justicia, de
perdón. El amor, la justicia y el perdón son actitudes de la persona
que no se realizan sino en las decisiones concretas de la vida real,
y es en ellas donde los hombres y las mujeres acogen o rechazan
el don salvífico de Dios.
Esto significa que la misión evangelizadora de la Iglesia no con-
siste solo en anunciar el amor salvador de Dios en Jesucristo sino
también en anunciar y promover el amor, la justicia, el diálogo y
la paz entre los hombres, como la obra genuinamente salvadora
del Espíritu. El mensaje de Amoris laetitia sobre la importancia
del amor en la pareja y en la familia es más que una «propuesta
de valores»; es ya auténtica evangelización. ¿Quién puede dudar
que el mensaje del amor proclamado a nuestras familias es ya un
mensaje estrictamente evangélico? Es el anuncio de la Palabra y el
Espíritu del Señor Jesús como luz para nuestro mundo humano.

3.5. Una mirada más amplia: los «documentos éticos»


Estas reflexiones dan pie a una mirada más general sobre el
magisterio de la Iglesia. Amoris laetitia se alinea con una serie de
documentos magisteriales muy importantes que tratan de cues-
tiones graves y urgentes de nuestro mundo actual. Partiendo del
Concilio, recordemos Gaudium et spes que, en la segunda parte,
trata de cinco cuestiones muy vivas de nuestra sociedad actual;
también Pacem in terris de san Juan XXIII, sobre la paz, necesaria
tarea de todos. Después del Concilio, citemos dos encíclicas de
Pablo VI: Humanae vitae, sobre la regulación de la natalidad, y
Populorum progressio, sobre el necesario desarrollo de todos los
pueblos. También san Juan Pablo II escribió documentos impor-
tantes sobre temas de máxima urgencia: Sollicitudo rei socialis,
sobre el problema social, Familiaris consortio sobre el matrimonio

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Posibilidades de atención religiosa que ofrece la Iglesia ante el matrimonio 19

y la familia, y Laborem exercens sobre la dignidad y la importancia


del trabajo humano. De Benedicto XVI recordemos su extraor-
dinaria Caritas in veritate, sobre la vida social y empresarial, y
de Francisco, dos documentos mayores: Laudato si', sobre la
urgencia de una conversión ecológica y nuestra Amoris laetitia,
sobre la familia.
Podríamos llamar a estos documentos «escritos éticos», que son de
un peso enorme. Todos ellos responden a la actitud de la Iglesia que
ya formuló el Concilio. Ella se presenta en comunión sincera con
los sufrimientos, los desafíos y las esperanzas de nuestro mundo,
y ofrece su colaboración para construir un mundo más justo y
más humano. De su tesoro del Espíritu evangélico, ella extrae un
mensaje de amor y de esperanza, que «responde a las expectativas
más profundas de la persona humana» (Amoris laetitia 201).
En los últimos años, la Iglesia ha acentuado la necesidad de una
«nueva evangelización» para nuestro mundo alejado y seculari-
zado. En general, los documentos que tratan de este tema subrayan
la necesidad del anuncio del mensaje salvador de Jesucristo, pero
hay pocas alusiones al espíritu, el tono y el contenido de los que
he llamado «documentos éticos». Podría dar la impresión que
después de su esfuerzo enorme en el campo de las cuestiones éticas
urgentes, la Iglesia sintiera una cierta incomodidad por su impli-
cación en los problemas tan «terrenales» de la sociedad y quisiera
recuperar su mensaje y su misión genuinos, el anuncio del amor
salvador de Dios en Jesucristo y la necesidad de la fe.
Es preciso superar esta sensación. Cuando la Iglesia exhorta a la
paz entre los pueblos, o a la justicia en las relaciones sociales, o
al amor en la vida matrimonial y familiar, cumple la misión que
recibió de su Señor: «Id a todos los pueblos, hacedlos discípulos
míos… y enseñándoles…» (Mt 28,20). Incluso puede decirse que
la reflexión sincera y comprometida sobre los problemas reales y
siempre nuevos de nuestro mundo constituye la auténtica «nueva»
evangelización, que está atenta a los sufrimientos y los retos de
cada momento y cada situación.
Esta cuestión encierra un tema siempre candente: la importancia
y el lugar de la confesión explícita de la fe en Jesucristo, Hijo de

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20 Gaspar Mora

Dios y salvador, por su muerte y su resurrección. Es necesario


seguir reflexionando sobre el tema. Pero es preciso evitar un peli-
gro constante en el cual suele caer la teología y la pastoral, y es el
de tener por evidente que la acogida del amor salvador de Dios
se realiza en la confesión de la fe, que sería el lugar privilegiado
de nuestra relación y fidelidad a Dios en el Señor Jesús. Esto es
devaluar lamentablemente el misterio del amor misericordioso
de Dios. Los hombres y las mujeres, los grupos humanos, acogen
o rechazan el amor salvador de Dios en toda su manera de vivir.
Gaspar Mora
Sacerdote de la diócesis de Sant Feliu de Llobregat, doctor en
teología moral, ha impartido clases en la Facultad de Teología
de Catalunya, de la que fue decano y vicedecano, y actualmente
es profesor emérito. Se ha dedicado a la pastoral prematrimonial
en el CPM (Centros de Preparación al Matrimonio), del que fue
Consiliario catalán e internacional; actualmente es Consiliario de
la Federación Española.

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Phase 57 (2017) 21-32

Deficiencias por superar


en la preparación
a los ritos matrimoniales
Manuel Carmona García

Resumen
El presente artículo advierte de los principales fallos o irregularidades que se van
viendo en la celebración actual del matrimonio. Para ello, el autor recorre los diversos
ritos que integran la celebración matrimonial desvelando primero escuetamente su
significado más genuino y el modo o las formas más adecuadas en que el rito expresa
el sentido de este sacramento. Así, se pueden advertir las maneras más deficientes
a evitar en la celebración matrimonial.
Palabras clave: celebración, deficencias, matrimonio, sacramentos.
Abstract
This article warns on the main failures or irregularities seen in the current celebration
of the marriage. To do this, the author comes through the various rites that integrate
the celebration of marriage, and reveals, basically at first, its more genuine meaning
and the mode or the most appropriate ways in which the rite expresses the sense of
this sacrament. Thus, it is possible to warn against the most deficient ways to avoid
in the celebration of marriage.
Keywords: celebration, deficiencies, marriage, sacraments.

Ya el Concilio Vaticano II, en orden precisamente a la participación


«consciente y activa» de los fieles en las celebraciones sacramen-
tales, disponía: «incúlquese por todos los medios la catequesis más
directamente litúrgica» (SC 35,3). En respuesta a tal disposición, el
Ritual del matrimonio en su primera edición del 1969, recomendaba
la «adecuada catequesis tanto sobre la doctrina del matrimonio y la
familia, como sobre el sacramento, sus ritos, oraciones y lecturas» (Prae-
notanda, núm. 5). Y, en su segunda edición del 1990, dedicaba todo

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Deficiencias por superar en la preparación a los ritos matrimoniales 23

menudo llegan a desfigurar o incluso a pervertir el genuino signi-


ficado de los ritos a realizar. Pero su peor efecto es el contagio que
pueden provocar. En muchas ocasiones cuesta más desmontar
la idea con la que los contrayentes pretenden montar su boda
–por lo que visto en otras les llegó a gustar–, que instruirles y
disponerlos a apreciar el valor de los signos sacramentales para
dotar de su más pleno sentido el compromiso de amor que con
ellos van a expresar.
Por eso, vamos a ir recorriendo los diversos ritos que integran la
celebración matrimonial: desvelando primero escuetamente su
significado más genuino y el modo o formas más adecuadas en que el
rito lo expresa y propone el Ritual; para poder advertir, en conse-
cuencia, las maneras más deficientes por evitar y que, sin embargo,
subsisten y contagian.

1. Entrada y acogida de los contrayentes


En la celebración nupcial, los novios no son unos más de la asam-
blea que acoge y recibe al ministro cuando este aparece, una vez
están ya todos en su lugar (como sigue ocurriendo…). Ese «día los
contrayentes han de ser saludados y recibidos por el mismo ministro
que los presidirá, para ser con él también recibidos por todos los
demás congregados, antes de situarse en su lugar». Así lo establece
el Ritual, proponiendo dos modos de realizarlo: o ser recibidos y
saludados «primero por el ministro a la puerta de la iglesia», para
ser con él también recibidos «por la asamblea en su procesión hasta
el altar» (núms. 45-47); o ser acogidos «por la asamblea y su ministro,
tras haber sido este por ella recibido –como siempre– y mientras
llegan ante el altar donde los saludará».
Es ambos casos, el recibimiento y acogida del ministro y los contra-
yentes requiere como condición que los invitados estén ya congregados en
la iglesia como asamblea. Algo más fácil de conseguir con la primera
de las opciones propuestas, ya que permite al ministro, que ha de
salir a la puerta, invitar a todos los asistentes a la boda, que aún
están allí sin entrar, a que vayan ocupando su sitio en la iglesia.
Los novios y él mismo han de ser por todos recibidos y, por tanto,
los últimos en entrar (así lo harán también en el «salón de bodas»,
cuando los nuevos esposos ya estén al llegar). Sin embargo, en la

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24 Manuel Carmona García

mayoría de las celebraciones nupciales sigue siendo lo habitual


que los contrayentes entren en la iglesia con toda una comitiva
de invitados detrás. Si encima el ministro que preside solo sale y
aparece cuando todos, novios e invitados, están ya en su lugar, a
él lo reciben como siempre, pero el primer rito matrimonial pre-
visto por el Ritual, la acogida de los contrayentes por celebrante
y comunidad, queda ciertamente sin realizar (aunque no falte la
música escogida para la ocasión).
Con todo, peor que suprimirlo, es pervertir este rito, como viene
consintiéndose al permitir que el novio espere a la novia dentro de
la iglesia y ya en su sitio, antes de que esta entre finalmente sola del
brazo de su padrino. Lo vieron todos los españoles por la televisión,
cuando se casó el príncipe. Y desde entonces se viene haciendo más
habitual. Por supuesto que al margen del Ritual actual, donde en
todo caso se prescribe que ambos contrayentes sean recibidos al mismo
tiempo por el ministro y los demás asistentes, conforme a uno de
los dos modos propuestos, sin dejar ninguna otra opción.
La Iglesia quiso así suprimir lo que pudiera seguir contribuyendo
a concebir el matrimonio y su celebración como el solemne
momento en que la novia era la recibida y tomada por el varón
que con él la desposaba. Justo por serle entregada de la mano
de aquél que le cedía su autoridad, al «concederle la mano»
de la que llevaba al altar. En último término, subyace en esta
concepción la persuasión de que la mujer siempre ha de estar bajo
la autoridad del varón. El Concilio Vaticano II, sin embargo y en
efecto, ya estableció que, en la renovación del rito matrimonial, se
revisase la oración por la esposa –a la que entonces solo se dirigía
la «bendición nupcial»– «de modo que inculcase la igualdad de
ambos esposos en la obligación de mutua fidelidad» (SC 78). Por eso,
en los Praenotanda de nuestro actual Ritual, que dirige ya la ben-
dición nupcial a los dos, como verdadera epíclesis o invocación
del Espíritu sobre su unión esponsal, viene a afirmar: «Por este
sacramento, el Espíritu Santo hace que, “así como Cristo amó a
la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella” (Ef 5,25), también los
cónyuges cristianos, iguales en dignidad, con la mutua entrega y el
amor indiviso que mana de la fuente divina de la caridad, se esfuercen
por fortalecer y fomentar su unión matrimonial» (núm. 9).

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Deficiencias por superar en la preparación a los ritos matrimoniales 25

A pesar de todo y contra lo dispuesto por el Ritual, muchas


novias siguen empeñándose en querer entrar solas del brazo de
su padrino. Y no es por estar afectadas de la concepción que lo
justificaba, superada con creces en la actualidad, sino por puro y
simple lucimiento ante todos los asistentes y ante el mismo novio
que la espera y recibe, como todos los demás. No puede, pues,
ser más ajeno –y hasta contrario– al sentido que le da el Ritual al
«recibimiento y acogida de los contrayentes» por el ministro y los
congregados ante él como Iglesia. Lo expresa con toda claridad
la monición inicial que sigue inmediatamente, suprimido el acto
penitencial.
Tal monición en efecto, bien se dirija a todos los asistentes (con-
forme al primer formulario) o a los mismos contrayentes (con la
segunda formulación), siempre aduce como motivación: la unión
matrimonial a realizar por los dos ante el Señor y el acompañamiento en
la escucha de la Palabra y con la oración que justifica la asistencia de
los demás congregados. En todo caso y justo por tratarse de una
celebración sacramental, se trata de dirigir la atención no solo a lo
que los novios se prometerán, sino también y sobre todo a lo que,
en orden a su cumplimiento, el Señor les otorgará.
A veces se viene permitiendo que alguno de los allegados prepare y
realice esta monición. Aparte de que en el Ritual aparece como presi-
dencial, si se consiente hay que advertir: que no sea más extensa de
las que el mismo Ritual propone; y que aluda y se ciña a los verda-
deros motivos aducidos por este para la ocasión. Porque, si no, suele
ocurrir que solo o sobre todo se dirija a uno de los contrayentes,
según el parentesco; y que se dedique simplemente a declarar el
modo en que se conocieron y fueron compenetrándose, hasta llegar
hasta aquí… Algo, evidentemente, al margen del cometido de esta
monición en el momento celebrativo en que se pretende hacer.
Mejor será en tal caso recomendar reservarla para otra ocasión y
lugar más apropiados...

2. Elección de las lecturas bíblicas y su proclamación


De modo escueto, los Praenotanda advierten al ministro que
prepara a los novios para la celebración: «De acuerdo con ellos, si
es oportuno, se escogerán las lecturas de la Sagrada Escritura que

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26 Manuel Carmona García

explicará en la homilía» (núm. 29). No se deja pues al antojo,


sin más, de los novios su elección, de entre las que comprende
el Leccionario del matrimonio. Han de escogerlas, más bien, con
la ayuda del ministro y su orientación. Se aprecia el interés de
la Iglesia por aprovechar la ocasión para un diálogo catequético
que permita: a los contrayentes apreciar los horizontes a los que
asoma la palabra de Dios, hasta atinar a escoger el que más les
pueda sugerir en esa ocasión; y al ministro, adaptar homilía y
celebración al modo de percibir esos novios la realidad sacra-
mental y su disposición.
Si no es así y se deja solo al parecer de los novios la elección, hay
que insistir con el Ritual en que han de escoger al menos una de
las 13 lecturas marcadas con asterisco, por ser las que hablan no
simplemente del amor, sino más directa y explícitamente del
matrimonio y sus aspectos más esenciales: su vocación, su rea-
lidad sacramental o su misión. Sin esta precaución ocurrirá lo
que viene pasando: en casi todas las celebraciones nupciales se
escucha, sistemáticamente, el «himno a la caridad» de san Pablo
(1Cor 12,31–13,8a), que no viene señalado precisamente entre las
específicas del matrimonio en el Leccionario.
A la hora de su proclamación, las lecturas son confiadas por los
novios, muchas veces, a parientes o invitados que solo saben
sí, leer, pero sin vocalizar con la mínima nitidez ni ritmo para
ser entendidos al escucharlos. En este cometido, suelen ser
catastróficas las celebraciones matrimoniales. Justo por haberse
hecho ya costumbre que los novios las encomienden a amigos o
familiares. Habría que convencerlos de que piensen más en los
oyentes, a los que de suyo va dirigida la Palabra de Dios, que en
los compromisos o deferencias que puedan tener al encomendar
su lectura. Ya que tanto se esmeran en otros preparativos «para
que todo resulte bien», conviene que se preocupen de que igual-
mente «salga bien» lo que aún es más importante: la Palabra de
Dios y su buena escucha por parte de todos los que durante la
celebración los acompañen. Dadas las deficiencias de la procla-
mación en este sacramento, no estaría de más que el mismo que
con ellos la prepara ensaye a salmista y lectores, aunque sea por
teléfono con la lectura delante…

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Deficiencias por superar en la preparación a los ritos matrimoniales 27

3. La monición antes del escrutinio


Con ella se pretende disponer a los contrayentes a la realización
de los ritos más esenciales. Y, puesto que los sacramentos son ante
todo «acciones del Señor», lo hace aludiendo precisamente a lo que
Dios y el mismo Cristo les otorgará, al vincularse como esposos por
esos ritos sacramentales:
Estamos junto al altar, para que Dios garantice con su gracia vuestra
voluntad de uniros en matrimonio… Cristo bendice copiosamente
vuestro amor conyugal, y él, que os consagró un día con el santo
bautismo, os enriquece hoy y os da fuerza con un sacramento peculiar
para que os guardéis mutua y perpetua fidelidad y podáis cumplir
las demás obligaciones del matrimonio (núm. 63).
Dada la concepción tan superficial del matrimonio y el carácter
tan mundano del que adolece y está contaminada su misma cele-
bración, es muy importante lo que con esta monición se pretende
resaltar. Sería, pues, oportuno utilizarla a la hora de explicar a los
novios en su preparación lo que sobre todo ha de contar y entrañan,
de suyo, los ritos sacramentales a los que trata de disponer: En
primer lugar, aludiendo a la gracia con la que Dios sella y garantiza el
amor esponsal declarado y prometido como gesto sacramental; y
en segundo lugar, explicándoles cómo la mutua pertenencia, que
funda el sacramento, concretará ya, en el vivir para el otro y la cons-
trucción con los hijos de una Iglesia doméstica, el camino de santidad a la
que Cristo consagró en el bautismo. Esta en efecto consiste, según san
Pablo explicó, en renunciar a vivir para nosotros mismos, viviendo
en cambio para el Señor, a quien ya en vida o muerte pertenecemos.
La preparación de los novios no se puede, pues, reducir solo a
explicar lo que han de hacer en la Iglesia y nada más. Se trata más
bien, como advierten los Praenotanda del Ritual, de conducirlos
mistagógicamente a la vivencia de lo que entraña la celebración,
donde será consagrado por el Señor su amor conyugal en la mutua
entrega y pertenencia. En la preparación, pues, de los novios a la
celebración habría que intentar asomarles a este horizonte, en la
medida que nos permita su nivel de fe. Consiste en explicarles en
principio –y en la forma que lo puedan comprender–, la vocación
a la que nos abre el bautismo «como pertenencia a Cristo»: la de
«vivir para él, y no para nosotros mismos» (cf. 1Cor 6,19; Rom 14,7-8).

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28 Manuel Carmona García

Desde ahí podremos después llevarlos a entender cómo el matri-


monio «celebrado y vivido en el Señor» concreta y cualifica a su modo
y precisamente esa vocación bautismal en la mutua donación y entrega,
constituyendo así desde ahora su camino de santidad…

4. El interrogatorio y el consentimiento sacramental,


seguido de las entregas
El ministro que preside, termina en su monición por advertir: «Por
tanto, ante esta asamblea, os pregunto sobre vuestra intención». Es,
pues, claro que sus respuestas las debería escuchar con claridad toda
la asamblea de los asistentes. Y, con mucha más razón, las palabras
sacramentales del consentimiento, con las que «in facie ecclesiae»
se reciben y entregan mutuamente como esposos a continuación.
Sin embargo, en muchísimos casos, solo el ministro que les asiste
escucha y confirma su declaración, mientras que la comunidad de
los fieles –¡que está también de testigo!– queda más bien al margen:
primero, por no alcanzar a escuchar con claridad las respuestas de los con-
trayentes y su compromiso posterior, al no proveerles normalmente de
micrófono, como a cualquier otro ministro para ejercer su función; y
segundo, porque ni siquiera el mismo Celebrante tras su ratificación
suele invitar a la asamblea a secundarla con la aclamación prevista
por el Ritual: «Bendigamos al Señor»; «Demos gracias a Dios». Se pasa
sin más y directamente a la bendición y entrega de anillos y arras,
en las mismas condiciones: sin apenas ver ni escuchar.
Nada de extraño puede ya resultar que, en el repertorio a inter-
pretar, los músicos ofrezcan y los novios elijan de modo habitual
la pieza musical a tocar durante el consentimiento y las entregas de
arras y anillos (?!). Es casi la vuelta a los tiempos en que los fieles
escuchaban la música y el canto o se dedicaban a rezar el rosario y
sus oraciones, mientras los ministros seguían con sus ritos sacra-
mentales en el altar.

5. La oración universal de los fieles en la celebración


matrimonial
Marca un momento expresivo de la participación «activa» de los
acompañantes, que pasan así de ser meros testigos de la unión matri-

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30 Manuel Carmona García

Se le podría explicar a los novios en estos términos: ya vinculados


como esposos por el pacto nupcial, tras las entregas de anillos y
arras y de la oración universal, os acercarán el pan y el vino para
que me los entreguéis desde vuestro lugar. De vuestras manos, pues,
los tomaré para presentarlos al Señor «como fruto de la tierra y
del trabajo del hombre»; ellos serán convertidos por el Espíritu
Santo, que sobre ellos invocaré, en el «cuerpo entregado» y la
«sangre derramada» por el Señor, en un gesto supremo e irrevocable
de donación como Esposo a su Iglesia. Igualmente vosotros estaréis
ya ante Dios unidos por un vínculo matrimonial, «fruto de vuestra
capacidad de amar y la mutua entrega como esposos que ante todos habréis
manifestado»; sobre esa unión esponsal, a la que vuestro amor os
ha llevado, invocaré en la bendición nupcial al Espíritu Santo, a
fin de que sea reconocida, vivida y apreciada como sacramento de la
entrega irrevocable de Cristo por la Iglesia. Justo por estar así sellada y
garantizada con el amor del mismo Espíritu en el que Cristo se entregó
y derramó sobre la Iglesia, para unirla consigo como Esposa. De ahí que,
siendo la bendición nupcial el rito culminativo del sacramento,
no se realice en continuidad con los demás ritos matrimoniales.
Se pospone, más bien, a la conversión del pan y el vino –recogidos de
vuestras manos– en el cuerpo y la sangre del Señor por amor entrega-
dos; y justo antes de tomarlos en la comunión para ser ya sustento de
vuestra unión en el amor prometido. Es, pues, como expresar el
deseo de que lo que terminarán por ser substancialmente el pan y
el vino, en virtud del Espíritu sobre ellos invocado, sea lo mismo
que existencialmente realice vuestra unión esponsal, en virtud
también del Espíritu a invocar sobre ella: ser sacramento de la entrega
y comunión esponsal entre Cristo y la Iglesia.

7. La música en las celebraciones matrimoniales


Es una deficiencia generalizada y totalmente endémica: la elección de
música e interpretación de cantos ajenos a la liturgia y, desde luego,
al sentido del misterio que se celebra; o, al menos, inapropiados
al rito que tratan de acompañar. A menudo son los mismos músi-
cos o cantores los que tienen ya preparado un repertorio del que
elegir, ajeno por supuesto a la advertencia del Ritual en el número
30 de los Praenotanda: «Los cantos han de ser adecuados al rito del
matrimonio y deben expresar la fe de la Iglesia… Lo que se dice de los

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Deficiencias por superar en la preparación a los ritos matrimoniales 31

cantos vale también para la selección de las obras musicales». A


la hora, pues, de aconsejar a los novios o aceptar lo que ellos han
elegido, se debería por lo menos mantener: que de ningún modo
están permitidos cantos o piezas profanas (por mucho que a los novios
les traiga recuerdos o les pueda gustar); que no van a invitar a un
concierto, sino a una celebración sacramental, a cuyo servicio está
la música y el canto; estos, en efecto, ha de ser adecuados o por lo
menos coherentes con el significado del rito que traten de subrayar;
y, desde luego, sin llegar a exceder el tiempo de su ejecución, de modo
que tengamos que detener o interrumpir la celebración y esperar a que
termine la pieza a interpretar.
En cuanto a los momentos en que los músicos o cantores podrán
intervenir, hay que indicar: durante la entrada y acogida del minis-
tro y los contrayentes; nada de pieza musical entre lecturas que
no sea el salmo responsorial; solo el aleluya antes del evangelio,
si es muy breve y no interrumpe la proclamación de la Palabra; de
ninguna manera se puede impedir o dificultar con música alguna
la escucha clara por parte de todos del interrogatorio, el mutuo
consentimiento y las entregas de anillos y arras que los novios
realizarán –en cambio, sería recomendable cantar la aclamación
tras la confirmación del consentimiento que propone el Ritual–;
durante la disposición de las ofrendas en el altar y solo mientras
dure este gesto –el Ave María que se suele elegir, sin otra razón que
porque a la novia le pueda gustar, es muy largo para la ocasión y
sería mejor tocarlo al final–; el Santo es el canto más importante,
pero solo si se respeta su letra y no se cambia por otra pieza musi-
cal; lo mismo del Cordero de Dios durante la fracción del pan; y,
desde luego, nunca dispuso la Iglesia canto alguno para el gesto
de la paz; el canto de comunión debe ser adecuado a su significado
sacramental y tener previsto cortar, porque ha de terminar cuando
ya no hay fieles por comulgar –y en ocasiones, son pocos los que
se acercan–; sigue el breve silencio prescrito por el Misal que no
admite, por tanto, ni música ni canto alguno de acción de gracias
por dar –como se viene haciendo costumbre–.
A veces solicitan leer en este momento un escrito dirigido a los
nuevos esposos por algún amigo o familiar. Pero es momento
de silencio y no de hablar. Se podría en todo caso permitir tras la
oración de poscomunión y antes de la bendición final. Pero si es

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32 Manuel Carmona García

breve y adecuado al momento y al lugar: si en las celebraciones no


se permite la música profana, tampoco los textos totalmente ajenos
al contexto religioso y sacramental. De ahí que la deba conocer de
antemano el celebrante para su aprobación. Normalmente son «de
cariz entrañable, recordando y suscitando la emoción por el modo
cómo se conocieron y ha prosperado su relación, hasta llegar este
momento». Más adecuado, desde luego, para un brindis o saluta-
ción en la fiesta que seguirá después.
Manuel Carmona García
Presbítero de la diócesis de Jaén, doctor en teología dogmática, es
profesor en el Seminario de Jaén, en el Instituto de Teología «Lumen
Gentium» de Granada, en el de Teología a distancia «San Dámaso»
con sede en Jaén, en el Centro diocesano de Estudios Teológico-
Pastorales y en las Escuelas de Formación Cristiana para laicos,
establecidas por la diócesis; ha sido consultor de la Comisión de
Liturgia de la Conferencia Episcopal Española durante cuatro
trienios y Delegado episcopal de Liturgia en su propia diócesis en
tres periodos distintos.

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Phase 56 (2016) 33-43

«Amoris laetitia»
Margarita Bofarull Buñuel

Resumen
La Exhortación Apostólica postsinodal Amoris laetitia sobre el amor en la familia
se presenta en el contexto del Año de la Misericordia. Recogiendo las realidades y
desafíos que viven las familias, expresa el deseo de la Iglesia que quiere acompañar,
discernir e integrar la fragilidad. Con marcado acento pastoral es una invitación a
vivir y potenciar el carácter de buena noticia que tiene la familia.
Palabras clave: alegría, amor, familia, Iglesia, misericordia.
Abstract
The Post-Synodal Apostolic Exhortation Amoris laetitia on love in the family is pre-
sented in the context of the Jubilee of Mercy. Collecting the realities and challenges
through which the families live, it expresses the Church’s desire to accompany, discern
and integrate the fragility. With such marked pastoral emphasis, it is an invitation
to live and enhance the character of good news that has the family.
Keywords: Church, family, joy, love, mercy.

La Exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia, firmada por


el papa Francisco el 19 de marzo de 2016, en palabras del propio
Papa:
Adquiere un sentido especial en el contexto de este Año Jubilar
de la Misericordia. En primer lugar porque la entiendo como una
propuesta para las familias cristianas, que las estimule a valorar
los dones del matrimonio y la familia, y sostener un amor fuerte y
lleno de valores como la generosidad, el compromiso, la fidelidad
o la paciencia. En segundo lugar, porque procura alentar a todos
para que sean signos de misericordia y cercanía allí donde la vida

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34 Margarita Bofarull Buñuel

familiar no se realiza perfectamente o no se desarrolla con paz y


gozo (Amoris laetitia 5).
Amoris laetitia recoge el fruto de dos Sínodos sobre la familia, uno
extraordinario (2014) y otro ordinario (2015).

1. III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los


Obispos
La III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos,
que tuvo lugar del 5 al 19 de octubre de 2014, fue convocada por
el papa Francisco bajo el lema Los desafíos pastorales de la familia en
el contexto de la evangelización.
El Papa, y muchos pastores de la Iglesia católica, eran muy cons-
cientes de la necesidad de una reflexión en profundidad sobre
numerosas problemáticas en torno a la familia, así como de la
urgencia de anunciar la Buena Noticia con credibilidad en este
ámbito, la alegría que brota del amor en la familia.
La Iglesia quiso, y quiere, acompañar a las familias en las diversas
situaciones en que se encuentran, acercarse a su dolor y a su ale-
gría, en la línea de lo ya proclamado en el Concilio Vaticano II en
la Constitución Gaudium et spes:
Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres
de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son
a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos
de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco
en su corazón (GS 1).
El papa Francisco convocó la III Asamblea Extraordinaria del
Sínodo de los Obispos solamente ocho meses después de iniciar
su pontificado. Puede resultar sorprendente la rapidez de la con-
vocatoria, pero creo que es significativa en sí misma.
La Iglesia, con el papa Francisco a la cabeza, sentía, como es mani-
fiesto por el carácter de la convocatoria, la urgencia de una escucha,
de una reflexión, de un discernimiento y de un acompañamiento
a las familias, con la consciencia de muchos cambios y situaciones
particulares que no pueden ser ignoradas. La Iglesia es madre y
maestra, y como tal debe actuar.

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«Amoris laetitia» 35

Quiero notar que este Sínodo de 2014 versaba sobre los desafíos
pastorales de la familia en el contexto de la evangelización. No se
trataba de un Sínodo para dirimir cuestiones doctrinales sobre
el matrimonio y la familia, como tampoco lo hará la Exhortación
postsinodal Amoris laetitia.
Los desafíos que se presentan en el ámbito de la familia desde la
óptica pastoral son numerosos.
Existen problemáticas relacionadas con la injusticia social que
mantienen a muchas familias en la precariedad económica y en la
pobreza, que suelen conllevar asociada una crispación nerviosa y
alteraciones emocionales por no poder satisfacer las necesidades
básicas. También se resienten las relaciones personales y la valora-
ción de la propia persona que se encuentra, por ejemplo, sin trabajo.
La pobreza a menudo fuerza opciones familiares. Hay migraciones
forzadas por las situaciones socioeconómicas que viven muchos
seres humanos.
En el ámbito pastoral se plantean también, entre otras, proble-
máticas relacionadas con las personas divorciadas que tienen
una nueva unión, con las parejas de hecho, con las uniones entre
personas del mismo sexo, con la maternidad subrogada, con el
debilitamiento o abandono de la fe en el sacramento del matrimo-
nio y de la reconciliación, con la fidelidad del amor conyugal, con
el individualismo, con el cansancio de la propia existencia, con la
educación de los hijos, con la violencia a la que se ven sometidas
principalmente muchas mujeres, con el deterioro de la vejez, con
el consumismo y la sociedad del bienestar, etc.
Entiendo que existía, y existe, una inquietud eclesial por la dico-
tomía que viven muchos cristianos en el ámbito de la sexualidad,
y que interroga a la misma Iglesia.
La moral sexual es cuestionada o ignorada por muchos creyentes,
y existen unas problemáticas e interrogantes que deben irse resol-
viendo pastoralmente, sin posibilidad de hacerlo siempre después
de una reflexión seria valorando también el magisterio.
El cardenal Walter Kasper en el informe El Evangelio de la familia dice:
Debemos ser sinceros y admitir que se ha abierto un abismo entre la
doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia y las conviccio-

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«Amoris laetitia» 37

instancia, es la fidelidad de Dios a sí mismo y a su caridad [...] Mise-


ricordia y fidelidad van unidas. Debido a la fidelidad misericordiosa
de Dios, no existe situación humana que esté absolutamente privada
de esperanza y de solución. [...] La respuesta solo puede ser dife-
renciada. [...] Deseo plantear únicamente preguntas, limitándome
a indicar la dirección de las respuestas posibles. Dar una respuesta
será tarea del Sínodo en sintonía con el Papa.2

2. XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos


La segunda etapa del Sínodo se integra con la XIV Asamblea
General Ordinaria del Sínodo de los Obispos que tuvo lugar del 4
al 25 de octubre de 2015 en la Ciudad del Vaticano con el lema La
vocación y la misión de la familia en la Iglesia y el mundo contemporáneo.
En la Relación final del Sínodo leemos:
Nuestra responsabilidad como pastores es preocuparnos por la
vida de las familias. Deseamos escuchar su realidad de vida y sus
desafíos, y acompañarlas con la mirada amorosa del Evangelio
dándoles fuerza y ayudándolas a comprender su misión hoy. Con
corazón sincero, queremos también compartir sus preocupaciones,
infundiéndoles el valor y la esperanza que vienen de la misericordia
de Dios.3
Este Sínodo de 2015 se estructuró en tres partes: la Iglesia a la
escucha de la familia, la familia en el plan de Dios y la misión de
la familia.

3. Exhortación apostólica postsinodal «Amoris laetitia»


Recorrer el camino sinodal, aunque sea someramente, ayuda a
comprender la Exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia,
que, como hemos visto, es fruto del trabajo y la oración de toda
la Iglesia.

2 Cf. Kasper, El evangelio, 57-61.


3 XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, La
vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo. Rela-
ción final 4 [en linea], Santa Sede < http://www.vatican.va/roman_curia/
synod/documents/rc_synod_doc_20151026_relazione-finale-xiv-assem-
blea_sp.html> [Consulta: 10 de noviembre de 2016].

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38 Margarita Bofarull Buñuel

Amoris laetitia consta de nueve capítulos precedidos por siete


puntos que introducen y muestran reflexiones fundamentales de
la Exhortación.
Adquiere relevancia la alegría del amor que se vive en las familias y
que da nombre al documento, así como el carácter de buena noticia
que tiene el anuncio cristiano relativo a la familia.
Amoris laetitia es consciente de que la complejidad de los temas
planteados en el camino sinodal muestra «la necesidad de seguir
profundizando con libertad algunas cuestiones doctrinales, mora-
les, espirituales y pastorales» (Amoris laetitia 2).
Se recuerda, en el número 3, que si bien en la Iglesia es necesaria
una unidad de doctrina y de praxis, «ello no impide que subsistan
diferentes maneras de interpretar la doctrina o algunas consecuen-
cias que se derivan de ella».
No podemos olvidar la interacción que debe darse entre los prin-
cipios generales y las tradiciones y desafíos locales.
Amoris laetitia invita a ver la familia desde una óptica positiva, no
como un problema sino como una oportunidad.
A la luz de la Palabra de las Sagradas Escrituras se hacen una serie
de consideraciones sobre la pareja, los hijos, el matrimonio, la igle-
sia doméstica, la tarea educadora, la presencia del dolor y del mal
en muchas familias, etc.; todo ello recordando que la Biblia está
poblada de familias y de historias de amor y de crisis familiares.
La Biblia se presenta como una compañera de viaje para las familias
mostrando la meta del camino, cuando Dios «enjugará las lágrimas
de los ojos» (Ap 21,4).
Amoris laetitia es, a mi entender, una sinfonía de la misericordia y
la ternura de la Iglesia. Una Iglesia que ama entrañablemente la
obra del creador, y a todos sus hijos; una Iglesia que no puede dejar
abandonadas a su suerte a tantas personas llenas de dificultades
en la vivencia de sus proyectos amorosos y familiares.
El primer capítulo termina con una invitación a reconocer en la
historia familiar el mensaje de Dios, teniendo presente el icono de
la familia de Nazaret, y recordando que en el corazón de María
están todos los acontecimientos de nuestras familias.

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«Amoris laetitia» 39

Se afirma que «el bien de la familia es decisivo para el futuro del


mundo y de la Iglesia» (Amoris laetitia 31).
Pastoralmente deberíamos saber motivar la opción por el matrimo-
nio y la familia y reconocer que no siempre hemos tenido acierto
a la hora de presentar nuestras convicciones, ni siempre sabemos
acompañar a los matrimonios ni a las parejas que se preparan para
su alianza matrimonial.
Tenemos una Buena Noticia para proclamar pero a menudo nos
quedamos subrayando deberes y prohibiciones, que en sí mismas
no pueden entusiasmar a nadie. Mostramos poco el camino de
plenitud que puede acompañar a la opción matrimonial y familiar.
Tenemos dificultad para presentar el matrimonio más como un
camino dinámico de desarrollo y realización que como un peso a
soportar toda la vida (Amoris laetitia 37).
En este número 37 de Amoris laetitia se hace una afirmación que creo
de especial importancia por la preeminencia que el pensamiento
moral cristiano siempre ha dado a la conciencia:
También nos cuesta dejar espacio a la conciencia de los fieles, que
muchas veces responden lo mejor posible al Evangelio en medio
de sus límites y pueden desarrollar su propio discernimiento ante
situaciones donde se rompen todos los esquemas. Estamos llamados
a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas.
Recordemos que el Concilio Vaticano II en la constitución Gaudium
et spes hablando de la dignidad de la conciencia moral dice en su
número 16:
Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya
obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado
personalmente. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario
del hombre, en el que este se siente a solas con Dios.
Debemos ayudar a formar las conciencias pero no podemos
suplantarlas. Debemos reconocer que algunas veces en nuestras
prácticas pastorales cedemos a la tentación de tratar de dirigir hasta
el extremo a las personas, suplantando discernimientos que tocan
a la conciencia personal.
La conciencia es un don de Dios a los hombres, que debemos
respetar profundamente. Si bien es cierto que la conciencia debe

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40 Margarita Bofarull Buñuel

ser iluminada, y este es un servicio eclesial, lo que no puede es ser


suplantada por instancias externas.
La Exhortación está impregnada de llamadas a tener actitudes
pastorales más atentas, a comprender, a consolar, a dar nuevo
aliento a las familias, a ser más pastores que jueces.
Es también una invitación a no desgastarnos con lamentaciones
autodefensivas.
El segundo capítulo de Amoris laetitia termina con una acción de
gracias por tantas familias que viven en el amor, que realizan su
vocación y que siguen adelante a pesar de las dificultades del
camino.
A partir de las reflexiones sinodales no queda un estereotipo de
la familia ideal, sino un interpelante collage formado por tantas
realidades diferentes, colmadas de gozos, dramas y sueños (Amoris
laetitia 57).
Amoris laetitia recoge una síntesis de las enseñanzas de la Iglesia
sobre el matrimonio y la familia. Supone un anuncio de amor y
ternura más que una defensa doctrinal fría y sin vida.
La indisolubilidad del matrimonio se reafirma como un don hecho
a las personas unidas en matrimonio más que como un yugo
impuesto a los hombres (cf. Amoris laetitia 5).
Se exponen varias referencias a la familia en documentos eclesiales
conciliares y postconciliares.
Quiero notar la definición que hizo el Concilio del matrimonio
como comunidad de vida y amor (cf. GS 48).
El matrimonio es una vocación. «El amor vivido en las familias es
una fuerza constante para la vida de la Iglesia» (Amoris laetitia 88).
Los capítulos cuarto y quinto constituyen el núcleo central de la
Exhortación, dedicados al amor.
Este es el núcleo moral de la vida cristiana. A partir del himno a
la caridad de san Pablo se van mostrando las características del
amor verdadero.
Haciéndose eco de Familiaris consortio se recuerda que el matrimo-
nio como signo implica un proceso dinámico (cf. Amoris laetitia 122).

phase 337.indb 40 10/01/17 12:04:54


«Amoris laetitia» 41

El Papa anima a crecer en la caridad conyugal, y remitiendo a la


Summa theologiae de santo Tomás de Aquino habla de la alegría y
la belleza desde las que debe contemplarse el matrimonio.
La sexualidad y los sentimientos también tienen su espacio en
Amoris laetitia. Creo que con realismo se menciona que, incluso
dentro del matrimonio, la sexualidad puede convertirse en fuente
de sufrimiento y manipulación.
De diversas maneras hay en Amoris laetitia una llamada a la huma-
nización de la sexualidad, que constituye, a mi entender, la tarea
moral en este ámbito.
La familia es también el ámbito de acogida de la vida que llega
como don de Dios. La fecundidad no queda restringida a la pro-
creación, sino que se expande en la solidaridad y el compromiso
social, mostrados por ejemplo en la generosidad de la adopción,
y en la lucha por la justicia.
En el ámbito de la moral social, presente ampliamente en la Exhor-
tación, se recuerda que «cuando quienes comulgan se resisten a
dejarse impulsar en un compromiso con los pobres y sufrientes, o
consienten distintas formas de división, de desprecio y de inequi-
dad, la Eucaristía es recibida indignamente» (Amoris laetitia 186).
En Amoris laetitia se recogen algunos de los grandes desafíos
pastorales en el ámbito de la familia y se hacen propuestas enca-
minadas a la construcción de hogares sólidos y fecundos según
el plan de Dios.
Necesitamos mejor formación y hay que contar también con los
laicos y las familias, en particular la presencia femenina, en la
formación sacerdotal (cf. Amoris laetitia 203).
Es necesario un discernimiento particular para acompañar pasto-
ralmente a los separados, a los divorciados y a los abandonados.
Hay situaciones complejas que requieren una atención específica.
«La educación moral es un cultivo de la libertad» (Amoris laetitia
267).
El capítulo octavo es una invitación a la misericordia desde la
praxis de los tres verbos presentes en el título de este capítulo:
acompañar, discernir e integrar la fragilidad.

phase 337.indb 41 10/01/17 12:04:55


42 Margarita Bofarull Buñuel

Se parte de que «aunque la Iglesia entiende que toda ruptura del


vínculo matrimonial “va contra la voluntad de Dios, también es
consciente de la fragilidad de sus hijos”» (Amoris laetitia 291).
Se trata de acompañar especialmente a los más frágiles, de dar
nuevamente confianza y esperanza.
Debemos ser conscientes de que muchas personas viven situacio-
nes que no son motivadas por una opción libre.
En la acción pastoral hay que tener en cuenta la «ley de la gradua-
lidad», que no es lo mismo que «la gradualidad de la ley». Es una
«gradualidad en el ejercicio prudencial de los actos libres en sujetos
que no están en condiciones sea de comprender, de valorar o de
practicar plenamente las exigencias objetivas de la ley» (Amoris
laetitia 295).
El papa Francisco recuerda que hay dos lógicas que recorren toda
la historia de la Iglesia: la de marginar y la de reintegrar. El camino
de la Iglesia es el de Jesús, el de la misericordia y la integración.
Creo que es más fácil recorrer este camino cuando se tiene cons-
ciencia de la gratuidad del amor.
En esta línea hay una llamada a que los bautizados que se han
divorciado y se han vuelto a casar civilmente sean más integra-
dos en la comunidad cristiana en las diversas formas posibles (cf.
Amoris laetitia 299).
En el número 300 deja claro que no hay que esperar una nueva
normativa canónica, sino un nuevo aliento a un responsable dis-
cernimiento personal y pastoral.
Acompañar, discernir e integrar es una dinámica irrenunciable
en la praxis eclesial.
La conciencia de las personas debe ser mejor incorporada en la praxis
de la Iglesia (Amoris laetitia 303).
Un pastor no puede sentirse satisfecho solo aplicando leyes morales
a quienes viven en situaciones «irregulares», como si fueran rocas
que se lanzan sobre la vida de las personas (Amoris laetitia 305).
El Papa, en una nota a pie de página del número 305, dice que en
ciertos casos la Iglesia podría dar la ayuda sacramental a los que
viven en una situación objetiva de pecado. Está en consonancia
con lo que ya expresó en Evangelii gaudium 44 y 47.

phase 337.indb 42 10/01/17 12:04:55


8 Editorial

Vaticano II cuya mens litúrgica quedó plasmada en la Constitución


Sacrosanctum Concilium y en la reforma litúrgica posterior que se
realizó siguiendo el deseo de los padres conciliares.
José Antonio Goñi
Director de la revista «Phase»

Nació en Pamplona en 1976 y fue ordenado presbítero de las diócesis


de Pamplona y de Tudela en 2001. Es doctor en Sagrada Liturgia
por el Pontificio Instituto Litúrgico San Anselmo, y licenciado en
Teología Dogmática por la Pontificia Universidad Gregoriana.
Actualmente ejerce su ministerio como canónigo-prefecto de Litur-
gia de la catedral de Pamplona, como delegado diocesano de Liturgia
y como párroco de la parroquia de San Saturnino de Pamplona.
Imparte clases en el Seminario de Pamplona, en la Facultad de
Teología del Norte en su sede de Vitoria y en la Universidad San
Dámaso de Madrid.
Es consultor de la Comisión Episcopal de Liturgia de la Conferen-
cia Episcopal Española y pertenece al Comité científico externo de
la revista «Ecclesia Orans» del Pontificio Instituto Litúrgico del
Ateneo San Anselmo de Roma.
Cuenta con varios libros publicados, así como numerosos artículos
de investigación en revistas especializadas de liturgia y teología
de España e Italia.
Ha impartido y participado en ponencias, conferencias, comuni-
caciones, charlas… en diferentes congresos, simposios, jornadas
formativas, etc.

phase 337.indb 8 10/01/17 12:04:53


Posibilidades de atención religiosa que ofrece la Iglesia ante el matrimonio 15

mento, pero no se puede limitar a unas exposiciones teológicas


que incluso pueden tener el peligro de «alejar a los interesados»
(Amoris laetitia 207). La pastoral con los novios debe evitar el estilo
de una exposición académica o de unas conferencias para adultos.
Debe intentar la reflexión personal de los novios sobre su manera
de vivir y sobre el matrimonio y la familia que han decidido formar,
la búsqueda personal de los valores fundamentales de la vida, el
encuentro con el Evangelio de Jesús, el crecimiento de su fe y su
amor, la decisión de cada persona y cada pareja de vivir su matri-
monio según el Espíritu evangélico. Este objetivo ha de reorientar
constantemente los métodos y las dinámicas de la pastoral con los
que se acercan al sacramento del matrimonio.

3. La pastoral prematrimonial en el conjunto de la misión


de la Iglesia
En el capítulo sexto de Amoris laetitia dedicado a las «Perspectivas
pastorales», escribe el papa Francisco:
Esto exige a toda la Iglesia una conversión misionera[…]. No se trata
solamente de presentar una normativa sino de proponer valores,
respondiendo a la necesidad que se constata hoy, incluso en los países
más secularizados, de tales valores (Amoris laetitia 201).
No habla de la pastoral prematrimonial en concreto sino que for-
mula principios generales de toda la pastoral familiar. La alusión
a los «valores» que es preciso «proponer» incluso en los «países
más secularizados» da pie a una reflexión más general sobre la
misión de la Iglesia como marco de la pastoral prematrimonial.

3.1. Una sorpresa en la lectura de «Amoris laetitia»


En el apartado dedicado a la pastoral de los que se acercan al
sacramento del matrimonio (núms. 205-216), Amoris laetitia no
alude a la cuestión de la fe tambaleante de los novios y a las razo-
nes ambiguas que les impulsan a pedir un sacramento. A los que
hemos dedicado años a la pastoral con los novios nos sorprende
este silencio. La manera de afrontar el tema de la fe es una de las
preocupaciones de los agentes de la pastoral prematrimonial en
Europa desde hace años. La única alusión a las dificultades en el

phase 337.indb 15 10/01/17 12:04:54


22 Manuel Carmona García

un apartado de 14 números a tal preparación, indicando los obje-


tivos y tipos de catequesis a establecer, los temas y aspectos a abarcar,
y los distintos momentos de su realización, bien como preparación
remota o ya próxima de la misma celebración (cf. Praenotanda, núms.
21-34). En orden a facilitar esta disposición, se me encomendó en
aquella ocasión la elaboración del cuaderno verde que acompañó
la versión castellana de la nueva edición del Ritual, bajo el título:
Valoración litúrgica y utilización pastoral del «Ritual del matrimonio»
(Madrid: Coeditores Litúrgicos 1996). A él remitimos, en orden a
apreciar el significado sacramental de cada uno de los ritos que
constituyen la celebración nupcial y sobre el que hemos de instruir
y disponer a los novios que los van a realizar. En este artículo pre-
tendemos, más bien, advertir los fallos o irregularidades que se
pueden venir apreciando en su ejecución y que se deberían evitar.
En general, seguimos constatando la contaminación mundana
y las deficiencias ya enquistadas de que adolecen muchas veces
las celebraciones matrimoniales. Es una pena que la significación
sacramental tan profunda que entrañan y simbolizan los ritos de
este sacramento tan decisivo quede soterrada por la parafernalia
tan superficial de la que es habitualmente rodeada su celebración
o, incluso, deformada por una ejecución absolutamente ajena o
contraria a lo que han de expresar.
En estas circunstancias, la preparación de los contrayentes para
su realización no se puede reducir a ensayar lo que ellos tienen
que hacer y lo que podrán también a otros encomendar. Su par-
ticipación de ninguna manera se puede confundir con que elijan
según sus preferencias y lo que han visto hacer en otras bodas y
les gustó. Se trata de escoger más bien entre las opciones que ofrece el
«Ritual», en orden precisamente a vivenciar, del mejor modo posible
en cada caso, los diversos aspectos de la vida y la gracia matrimonial que
expresan y entrañan los ritos a realizar. Es pues decisivo ayudarles a
poder apreciar la grandeza del matrimonio por ellos simbolizada
y con la que, de algún modo y en la medida que sean capaces de
percibir, se han de identificar.
Como ya hemos lamentado, en las celebraciones nupciales se
constatan sin embargo deficiencias –a veces, endémicas– cuyo
inconveniente radica en que no solo empobrecen, sino que a

phase 337.indb 22 10/01/17 12:04:54


Deficiencias por superar en la preparación a los ritos matrimoniales 29

monial –en la que solo los contrayentes quedarán vinculados– a


asamblea de fieles que, unidos en Cristo, elevan al Padre sus plegarias.
Cumplen así con el cometido ya señalado en la monición inicial:
«acompañarles con nuestro cariño, amistad y oración fraterna».
Esta oración, sin embargo, no puede perder su carácter de «uni-
versal». Es lo que ocurre cuando se confecciona, refiriendo todas las
peticiones a los nuevos esposos y sus necesidades «en particular». En los
formularios que, por el contrario, propone el Ritual, además de los
ruegos dirigidos por los nuevos esposos y la misión a la que vienen
destinados, se suplica: por la Iglesia, esposa de Cristo; por todos
los demás matrimonios en la situación que se puedan encontrar; y
los amigos y familiares a quienes también llegue a afectar la nueva
unión esponsal.
También se ha de conservar su identidad como oración «de los
fieles». En este sentido, se debería evitar lo que a veces ocurre en
las formuladas por los mismos novios o algún familiar para la
ocasión: que las intenciones se dirijan ya a Dios por el que solo las
ha de proponer a la asamblea, para que sea esta la que ruegue al Señor
por dicha intención, con la súplica: ¡te rogamos, óyenos!

6. La aportación por los nuevos esposos del pan y del vino


para la Eucaristía
En el número 76, propone el Ritual que «en la preparación de los
dones, el esposo y la esposa pueden llevar el pan y el vino al altar,
según la oportunidad». Casi en ninguna celebración nupcial se
realiza este gesto. Quizás por el inconveniente de que los mismos
esposos tengan que acercar el pan y el vino al altar. No habría sin
embargo tal inconveniente, si alguien –por ejemplo, de los que
acaban de proponer las intenciones de la oración de los fieles– se
los acercasen y el mismo sacerdote los recogiera de sus manos para
llevarlos él mismo hasta el altar. Se realizaría de modo muy simple
un gesto que, no siendo obligatorio, sí que entraña un significado
interesante para apreciar: el valor de la Eucaristía como sustento de
la unión esponsal; y la razón de que la bendición nupcial, siendo el rito
culminativo de la liturgia matrimonial, se posponga hasta después
de la plegaria eucarística y antes de la comunión sacramental.

phase 337.indb 29 10/01/17 12:04:54


36 Margarita Bofarull Buñuel

nes vividas por muchos cristianos, a muchos de los cuales la doctrina


de la Iglesia les resulta muy alejada de la realidad y de la vida.1
Para preparar el debate sinodal, a mitad de octubre de 2013 se
envió un cuestionario a todas las Conferencias Episcopales de la
Iglesia católica.
Se señaló que no se trataba de un sondeo ni de un referéndum
sino que el propósito del cuestionario era conocer directamente la
experiencia de las personas, individual y grupalmente.
Con las respuestas al cuestionario se elaboró un documento base,
el Instrumentum laboris.
El 24 de noviembre de 2013 salía a la luz la Exhortación apostólica
Evangelii gaudium del papa Francisco, que, entre otras cosas, en el
su número 47 dice:
La Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental,
no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un
alimento para los débiles. Estas convicciones también tienen conse-
cuencias pastorales que estamos llamados a considerar con pruden-
cia y audacia. A menudo nos comportamos como controladores de la
gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la
casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas.
Creo que esto también contribuyó al debate sobre la necesidad de
una revisión sobre el tema del acceso a los sacramentos por parte
de los divorciados vueltos a casar, y de otras personas que viven
en situaciones consideradas irregulares por la Iglesia.
El cardenal Kasper en su alocución del 20 de febrero de 2014
expresó:
Todos saben que la cuestión de los matrimonios de personas divor-
ciadas y vueltas a casar es un problema complejo y espinoso que no
puede reducirse al problema de la admisión a la comunión. [...] La
indisolubilidad de un matrimonio sacramental y la imposibilidad
de un nuevo matrimonio durante la vida del otro cónyuge forman
parte de la tradición de fe vinculante de la Iglesia, que no puede aban-
donarse o disolverse remitiéndose a una comprensión superficial
de la misericordia a bajo precio. La misericordia de Dios, en última

1 W. Kasper, El evangelio de la familia, Santander: Sal Terrae 2014, 13.

phase 337.indb 36 10/01/17 12:04:54


«Amoris laetitia» 43

Entiendo que esta nota hay que leerla vinculada al amor miseri-
cordioso que anima la vida sacramental de la Iglesia. La dinámica
evangélica es una dinámica de conversión, en la línea profética de
no desear la muerte del pecador sino su recuperación para la vida.
El discernimiento debe ayudar a encontrar los caminos para ello.
Hay una invitación a recorrer la via caritatis.
Sin rebajar el ideal evangélico hay que acompañar con misericor-
dia y paciencia, evitando comportarnos como controladores de la
gracia. La Iglesia, en expresión del Papa, no es una aduana, sino la
casa paterna. La misericordia es la plenitud de la justicia.
El discernimiento pastoral que propugna Amoris laetitia es un dis-
cernimiento cargado de amor misericordioso. Un amor inclinado
a comprender, a perdonar, a acompañar, a esperar y a integrar.
La presencia del Señor habita en la familia real y concreta, con todos
sus sufrimientos, luchas, alegrías e intentos cotidianos (Amoris
laetitia 315).
El último número de Amoris laetitia es una invitación a caminar:
Caminemos familias, sigamos caminando. Lo que se nos promete es
siempre más. No desesperemos por nuestros límites, pero tampoco
renunciemos a buscar la plenitud del amor y de la comunión que se
nos ha prometido (Amoris laetitia 325).
Margarita Bofarull Buñuel
Religiosa de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús, es licenciada
en medicina y cirugía, licenciada en teología y máster en teología
moral; imparte clases de moral en la Facultat de Teologia de Cata-
lunya y en la UCA de El Salvador; es presidenta del Institut Borja
de Bioética y el CEA del Hospital de san Juan de Dios de Barcelona,
y es miembro correspondiente de la Pontificia Academia para la
Vida; pastoralmente colabora en el Casal Loiola de Barcelona y es
consiliaria del CPM.

phase 337.indb 43 10/01/17 12:04:55


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Phase 56 (2016) 45-52

La simbolización
como proceso generador de culto
Paula Marcela Depalma
Resumen
Este artículo plantea algunos presupuestos antropológicos de la liturgia desde los
procesos personales y colectivos de simbolización y ritualización. A partir de ahí,
explica la acción simbólica y sacramental como un modo de incorporarnos a la
corriente salvífica de Dios.
Palabras clave: antropología, culto, procesos, ritual, salvación.
Abstract
This article raises some anthropological assumptions of the liturgy from the personal
and collective processes of symbolization and ritualization. From there, it explains
the symbolic and sacramental action as a way to join the salvific stream of God.
Keywords: anthropology, processes, ritual, salvation, worship.

1. Presupuestos antropológicos de los proceso de simboli-


zación
Mi intención en este artículo consiste en ahondar en los procesos
personales y colectivos de simbolización como presupuestos
antropológicos para el culto. La dimensión simbólico-sacramental
requiere ser explorada en detalle porque es constitutiva de las
personas, a la vez que ofrece una posibilidad para desplegar y dar
cabida a la experiencia religiosa personal y colectiva.

1.1. Más allá de la polaridad mística-ritualidad


¿Puede haber ritos que no transmitan o reflejen una experiencia
religiosa? ¿Qué diferencia hay entre ritos religiosos y ritos mágicos?

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¿Cuál es el objetivo de los mecanismos de ritualización? Es decir,


¿para qué ritualizamos?
Abundantes estudios cuantitativos actuales indican una denotada
contraposición entre el discurso teológico y la ritualidad, por un
lado, y la mística (entendida como experiencia religiosa profunda)
por el otro. De hecho, las experiencias de trascendencia parecen
darse con mayor frecuencia en los ambientes menos predetermi-
nados y menos ritualizados. La mística se entiende asociada a
búsqueda de libertad, de la propia verdad, de un camino interior…
mientras que la ritualidad queda coligada más a movimientos
mecánicos preestablecidos y periódicos.
Más allá de esta polaridad entre mística y ritualidad, creemos que,
desde una concepción antropológica integradora, es preciso buscar
y encontrar un camino de ritualidad positivo capaz de conciliar
las dimensiones simbólicas y rituales y de conducirlas hacia un
actuar profético tanto en la escritura como en la misma ritualidad.
¿Por qué? Porque la mística puede ser dadora del sentido más
profundo de la verdadera ritualidad y la ritualidad aparece como
un posibilitador de la experiencia religiosa.
Con ritualidad, evidentemente, no haremos aquí referencia úni-
camente a ritos preestablecidos o a grandes ceremonias sino que
aludimos a un constante rehacer de símbolos y ritos, a la constante
búsqueda colectiva de celebraciones potenciadoras de las capa-
cidades humanas a la vez acogedoras de sus vidas y de sus expe-
riencias. Los ritos más plenificadores son aquellos que son capaces
de introducir a las personas en su propia vida interior y de darles
nueva luz, reubicar su foco, darles concreción y palabra frente y
en una comunidad para que se conviertan en propulsores de una
acción transformadora de la realidad. Por ello no pueden sino ser
personales, originales y contextuales. Y aunque las reiteraciones
definidas desde fuera pueden constituir parte del rito, no pueden
sofocar la dilatación de la experiencia religiosa.
En este punto suele existir un «eslabón perdido» en el círculo
hermenéutico que va desde la experiencia religiosa hasta la codi-
ficación1 tanto en el lenguaje como en los ritos religiosos. Pero este

1 Hablamos de codificación en cuanto hacer o elaborar un cuerpo lingüís-


tico, narrativo o ritual a partir de la formulación de una experiencia o mensaje.

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La simbolización como proceso generador de culto 47

eslabón es fundamental para comprender el lenguaje ritual. Es


necesario para ello analizar los procesos personales y colectivos
de simbolización y escritura que a su vez se construyen a partir
del discurso y de la ritualidad de épocas anteriores.

1.2. Funcionalidad de la simbolización y ritualización


A nivel individual, la simbolización y la posterior ritualización
cumplen varias funciones que enumeramos a continuación:2
La primera función consiste en arrojar luz desde el mundo interior
al mundo exterior. Atender al mundo interior implica la escucha
del cuerpo como catalizador del mundo social. En el cuerpo tam-
bién quedan registradas las experiencias pasadas, las presentes y
algunas señales para el cambio.
Un segundo objetivo de la simbolización y ritualización consiste en
reubicar el foco de atención en aquello que nos interesa. El silencio,
la memoria de acciones pasadas, la lectura de ciertos textos deter-
minados, dirigen nuestra atención y han de permitirnos acercarnos
a aquellas cosas que nos son referentes, que dan sentido.
En este proceso es muy importante cerrar el ciclo de explicar
nuestras necesidades al expresar y dar a conocer el mundo interior
al exterior. El cambio interior se completa con el contacto con los
demás que son testigos beneficiosos de los deseos y de las expec-
tativas que se manifiestan. Así el rito vehicula el mundo interior
y responsabiliza sobre los pensamientos. Al decir y expresar las
necesidades más allá de sí mismo, se corre el riesgo de la respuesta
de la comunidad y la concreción.
La consecuencia de la exteriorización del universo interior tiene el
poder de transformar el rito en herramienta social. Desde la óptica
sociocultural, las personas traducen o simbolizan lo que viven en

2 Propongo aquí una aproximación a la definición de rito desde el huma-


nismo religioso de Hans Kung y fundamentalmente desde la corriente de
psicología humanista que lidera Leaslie Greenberg, de Terapia Focalizada
en la Emoción (EFT). La ritualidad puede entenderse desde estas corrientes
como la concreción colectiva de lo simbólico. Es posible entenderlo desde la
analogía de los sueños: Así como, en los sueños, trabajamos simbólicamente
nuestras experiencias cotidianas; así en los ritos trabajamos, entre otras cosas,
colectivamente los símbolos que nos afectan como grupo.

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48 Paula Marcela Depalma

su grupo. Los ritos pueden ser representaciones de las cosmovi-


siones de los grupos y reforzadores de los mismos. Pero también
es posible introducir ritos a contracorriente de las cosmovisiones
establecidas. Así puede producirse la crisis o replanteamiento de
los sistemas establecidos. Los ritos cristianos deberían funcionar
como constitutivos de cultura a la vez que como indicadores
críticos de funcionamientos sociales contrarios al desarrollo y
despliegue de los individuos.
Por último aparece el ideal de la comunión como una especie de
síntesis corporal-histórica que se da entre el cuerpo de los presentes
y los que han construido los ritos en tiempos atrás.
Cuando se verifican estas funciones se refuerza el círculo her-
menéutico entre la cultura y la historia, entre la experiencia y el
rito. De hecho, las posibilidades reales de cualquier acción3 suele
venir mediada de simbolización y de ritualización como pasos
previos imprescindibles (a transformarse en acción). Y viceversa;
la acción se regenera a través del lenguaje, de la narrativa y de las
construcciones culturales.
Los creyentes del siglo xxi tenemos una tarea difícil porque hemos
de atender a la crítica de las ciencias y descartar todo contenido
enajenador de la simbología, de la ritualidad y de las narraciones
vigentes. A su vez, precisamos un desarrollo de símbolos y ritos
que traduzcan nuestras experiencias y que posibiliten la acción.

1.3. Corresponsabilidad en la codificación


Repensar la relación entre mística y codificación nos obliga a
considerar cuáles son los símbolos y los ritos que utilizamos en
nuestra vida diaria, aquello que nos ocupa el tiempo y el espa-
cio de manera reiterada y constante. Revisar si están llenos de
sentido, si nos impulsan a la búsqueda de la justicia, si tienen
un contenido reflejo de potenciar capacidades, si nos conducen
a un trabajo «productivo», si dilatan la conciencia y promueven
la acción.

3 Acción en el sentido de actio como la define H. Arendt, que se distingue


por el sentido y dinamismo que la motiva del mero hacer (cf H. Arendt, La
condición humana, Buenos Aires: Paidos 2009, 25-30).

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La simbolización como proceso generador de culto 49

A nivel personal y también grupal, tenemos una responsabilidad


en la reconstrucción de una codificación y ritualidad que vaya de
la mano de nuestra experiencia. Ello implica:
– Nombrar y reconocer aquellos símbolos que nos significan.
– Reconocer en ellos la dinámica cultural e histórica que encie-
rran. Ello implica una mirada crítica respecto de aquellos pre-
supuestos contextuales implícitos que determinan seriamente
la vivencia religiosa.
– Desterrar los símbolos y ritos que refuerzan una cosmovisión
jerarcológica de la comunidad y que repiten narraciones opre-
sivas. Hacer además el esfuerzo de simbolizar las experiencias
individuales y traducirlas en lenguaje y en ritos más o menos
colectivos.
– Recuperar la memoria de quienes nos han precedido. Se nece-
sita una recuperación historiográfica de las formas celebrativas
en la historia, así como de las formas de simbolización que les
son propias.
– Inventar y escribir una narrativa propia y dadora de signifi-
cado.
– Incorporar en los ritos nuestros desafíos de acción transfor-
madora.
Para el despliegue de este proceso ritualizador es muy útil salir al
paso de las polaridades real-simbólico, indiferencia-determina-
ción, mística-acción, soledad-compañía, o en términos teológicos:
Dios crucificado-Dios radiante, imaginación-discernimiento,
indignidad-plenitud, ritualidad-sentido…
Además la simbolización, la ritualización y la escritura van de la
mano. La fidelidad a nuestra propia experiencia, mediada siempre
por la cultura y la historia, nos permitirá abrir caminos de codifi-
cación y ritualización válidos para otros.4

4 Recuerdo para concluir las palabras de Mary Collins «Se conseguirá (la
renovación de las formas litúrgicas) si la creatividad litúrgica fuera expresión
de la autenticidad eclesial» en Mary Collins, «Obstáculos para la creatividad
litúrgica», Concilium 182 (1983), 195.

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Sin embargo, no empezamos de cero. La larga historia cristiana


nos ofrece leyes de oración litúrgica y una larga experiencia a la
hora de simbolizar la larga historia de la vida de Dios con nosotros.

2. La especificidad de la liturgia cristiana: la acción de


Dios en la historia

2.1. Sacramentalidad de la revelación


La dimensión simbólico-creativa aparece con fuerza cuando
queremos referirnos a la experiencia religiosa. Por su parte, toda
experiencia religiosa requiere una forma de expresión simbólico-
artística.
Dicho en términos teológicos, Dios no se revela de manera directa
sino a través de mediaciones, de símbolos (símbolos cósmicos
como la zarza ardiente, o de la naturaleza y de las cosas cotidia-
nas como el pan de vida…) porque de hecho este es el lenguaje
«comprensible» que permite decir algo del misterio. El lenguaje
religioso no es en ningún caso literal sino analógico o alegórico
y las representaciones son siempre simbólicas. Por ello abren al
misterio. Las verdades religiosas nunca pueden ser cerradas sino
que siempre introducen en un camino, en un proceso.
Por eso decimos que Dios se comunica, se revela, por el camino de
la sacramentalidad. Para las personas se inicia con ello el camino
de la búsqueda, de descubrir un sentido más profundo, un sentido
trascendental.
La dimensión comunicativa no puede separarse de la salvífica.
Siempre que Dios se comunica, ofrece la curación, la salvación.
No se trata solo de palabras, de gestos, de símbolos… sino de una
compañía que hace distintos. Por eso podemos hablar con toda
hondura de una «sacramentalidad de la revelación» tanto en su
aspecto simbólico como salvífico.

2.2. Revelación como comunicación y participación


La revelación se entiende así como comunicación y participación de
Dios en cuanto realidad salvífica y como tal no puede realizarse si no
es por el camino de la sacramentalidad. Es decir, a través de un sím-
bolo que manifieste a Dios y su realidad salvífica comunicándolos.

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La simbolización como proceso generador de culto 51

Así en el Antiguo Testamento tanto los acontecimientos cósmicos,


como la creación y el diluvio, o histórico-humanos, como la salida
de Israel de Egipto, cuanto los ritos, que son el memorial de los
acontecimientos, suplen al sacramento, o sea, al símbolo en el que
se revela y por el que se comunica Dios-realidad salvífica. En el
Nuevo Testamento el único acontecimiento histórico-humano en
el que se revela y se comunica de modo total en el tiempo y en el
espacio (absorbiendo también, por tanto, el acontecimiento cós-
mico e implicándolo) Dios-realidad salvífica es Cristo, símbolo-
sacramento de Dios por excelencia en su humanidad.5

2.3. La liturgia como actualización de la acción salvífica


La sacramentalidad en la revelación nos introduce de esta manera
en una comprensión de liturgia como la actualización constante
de la acción salvífica de Dios. En la liturgia se produce esta actua-
lización de la comunicación de Dios, es decir de su actuar con
nosotros. La liturgia es un momento esencial de revelación, ya que
es un momento de concreción de la salvación, que se hace presente
por la acción de Cristo en medio de las celebraciones. Por ello es el
continuo actualizarse de la revelación y constituye una verdadera
fuente de sabiduría acerca de la acción de Dios con las personas.
La liturgia, con todo lo que la precede –la conversión y la fe– y todo
lo que la sigue –la vida moral– es el modo actual de entrar en la
corriente histórica de la salvación.6
La liturgia se comprende así como parte de historia de la salvación
en acto7 a la que nos incorporamos.

5 En palabras de Marsili, Cristo es sacramento de la salvación a nivel


operativo directo, en cuanto que el valor soteriológico del proyecto divino
se actúa en él como sacerdocio eternamente activo y como mediación uni-
versalmente válida y es sacramento de la Iglesia, en cuanto que la Iglesia está
siempre y totalmente presente en él, el cuerpo en la cabeza (cf. S. Marsili,
«Teología litúrgica», en D. Sartore – A. M. Triacca – J. M. Canals (eds.),
Nuevo diccionario de liturgia, Madrid: Paulinas 1987, 1948-1967.
6 J. López Martín, La liturgia de la Iglesia, Madrid: BAC 2009, 22.
7 La relación entre la comprensión mistérica caseliana está unida a su
soteriología: «El Señor no se contentó con realizar una vez para siempre la
obra de la redención; quiere que a través de los siglos sea inmediatamente
accesible a todo creyente. Por ello insertó en los misterios de la Iglesia su obra
salvífica, de modo que sea eficazmente operante hasta el fin del mundo, para

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3. Conclusión: En la encrucijada
Si en el primer punto insistíamos en la capacidad de las personas
de generar ritos, en el segundo punto analizamos cómo la acción
de Dios «intercepta» la actividad simbólico-sacramental propia-
mente humana.
Si bien es cierto que la presencia activa y comunicativa de Dios
puede darse de infinitas maneras, también podemos afirmar que
la celebración litúrgica (sacramental o no) puede ser un momento
especial de encuentro entre Dios y la comunidad. Un encuentro
creativo y político que genera un espacio propicio para que se
despliegue todo aquello que es propiamente humano.
Paula Marcela Depalma
Licenciada en teología dogmática y doctora en teología dogmático-
sacramental, es profesora de liturgia en el Instituto Universitario
San Pío X (Madrid) y trabaja en el área de Catequesis y Proyectos
Formativos de la editorial PPC.

que todo creyente la reviva en sí y obtenga el fruto de la redención» (O. Casel,


Presenza del misterio di Cristo, Brescia: Queriniana 1995, 110-111).

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Puntos de vista

Sobre la enseñanza de «Amoris laetitia»:


magisterio a acoger y practicar*
Salvador Pié-Ninot

En esta etapa de recepción eclesial de la Exhortación apostólica


Amoris laetitia del papa Francisco (publicada el 19 de marzo de
2016) han aparecido interrogantes sobre qué tipo de magisterio
representa este documento. Para poder dilucidarlo de forma
teológicamente correcta puede ser útil referirse a la Instrucción
–seguramente poco conocida– sobre La vocación eclesial del teólogo de
la Congregación para la Doctrina de la Fe firmada por el entonces
cardenal prefecto J. Ratzinger en 1990, que comenta las diversas
formas del magisterio de la Iglesia presentes en la nueva fórmula
de la «Profesión de fe». Estas formas son tres: el magisterio infalible,
el magisterio definitivo y el magisterio ordinario pero no defini-
tivo, siendo este último el aplicable a Amoris laetitia, así como a la
mayoría de textos magisteriales actuales.
Esta forma de magisterio ordinario no definitivo, según la Instruc-
ción citada, tiene como objetivo específico el proponer «una ense-
ñanza que conduce a una mejor comprensión de la revelación en
materia de fe y costumbres, y ofrece directivas morales derivadas
de esta enseñanza, que aunque no estén garantizadas por el carisma
de la infalibilidad, no están desprovistas de la asistencia divina, y
requieren la adhesión de los fieles» (núm. 17), adhesión definida
como «un religioso asentimiento de la voluntad y de la inteligencia»

*
Este punto de vista fue publicado en italiano, como artículo, en
L’Osservatore Romano (24 de agosto de 2016) 7, y ha sido traducido al castellano
por Catalunya Religió.

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54 Puntos de vista

(núm. 23). Por eso se afirma que «la voluntad de asentimiento leal a
esta enseñanza del magisterio en materia de por sí no irreformable
debe constituir la norma». Por esta razón esta forma de magisterio
es descrita por la Instrucción como «de orden prudencial» ya que
comporta «juicios prudenciales», aunque se anota cuidadosamente
que tal calificación no quiere decir que «no goce de la asistencia
divina en el ejercicio integral de su misión» (núm. 24).
Nótese, además, que el magisterio ordinario pero no definitivo,
tal como las otras dos formas del magisterio infalible y del defini-
tivo, son expresión del único magisterio vivo de la Iglesia que el
Concilio Vaticano II ha descrito con precisión como «interpreta-
ción autorizada de la Palabra de Dios, que lo ejercita en nombre
de Jesucristo», dado que «el magisterio no está por encima de la
Palabra de Dios, sino a su servicio..., con la asistencia del Espíritu
Santo» (DV 10). Por esta razón, el Concilio Vaticano II precisa en
este sentido con un texto aplicable claramente a Amoris laetitia,
que «hay que prestar de manera particular obediencia religiosa
de voluntad y de inteligencia al magisterio auténtico del Romano
Pontífice, incluso cuando no habla ex cathedra, de tal manera que
se reconozca con respeto su magisterio supremo y se acepten con
sinceridad sus opiniones según la intención y el deseo expresado
por él mismo, que se deducen principalmente del tipo de docu-
mento, o de la insistencia en la doctrina propuesta, o de las fórmulas
empleadas» (LG 25).
Será, pues, en este contexto de comprensión del magisterio ordina-
rio, aunque no definitivo, que se debe comprender lo que el mismo
papa Francisco afirma al inicio de Amoris laetitia sobre el alcance
de esta Exhortación apostólica:
La complejidad de los temas planteados nos mostró la necesidad de
seguir profundizando con libertad algunas cuestiones doctrinales,
morales, espirituales y pastorales... Naturalmente, en la Iglesia es
necesaria una unidad de doctrina y de praxis, pero ello no impide
que subsistan diferentes maneras de interpretar algunos aspectos o
algunas consecuencias que se derivan de ella. Esto sucederá hasta
que el Espíritu nos lleve a la verdad completa (cf. Jn 16,13), es decir,
cuando nos introduzca perfectamente en el misterio de Cristo y
podamos ver todo con su mirada» (Amoris laetitia 2-3).

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Puntos de vista 55

Como se puede observar en estas palabras del papa Francisco


resuenan las características que la Instrucción da al magisterio
ordinario no definitivo, como enseñanza «de orden prudencial»
y con «juicios prudenciales», que también «gozan de la asistencia
divina y a los que se les debe un asentimiento leal» (La vocación
eclesial del teólogo 24).
En este contexto se comprende aún más que el Papa observe
también que «la reflexión de los pastores y teólogos, si es fiel a la
Iglesia, honesta, realista y creativa, nos ayudará a encontrar mayor
claridad» (Amoris laetitia 2). Esta fidelidad a la Iglesia queda amplia-
mente manifiesta en los tres principios presentados por al papa
Francisco, particularmente para afrontar la situaciones llamadas
«irregulares» que asume de la viva tradición de la Iglesia, tipificada
en las múltiples referencias que recoge del Concilio Vaticano II, de
Pablo VI y de Juan Pablo II, así como las catorce veces del teólogo
más relevante de la Iglesia como fue santo Tomás de Aquino.
1) La ley de la gradualidad: se trata de un principio propuesto en
continuidad con el magisterio de Juan Pablo II al afirmar que «cada
ser humano avanza gradualmente con progresiva integración
de los dones de Dios y de las exigencias de su amor definitivo
y absoluto en toda vida personal y social» (Familiaris consortio
9), dado que «el ser humano conoce ama y realiza el bien según
diversas etapas de crecimiento» (núm. 34). Por esto, en Amoris
laetitia precisa que «no es una “gradualidad de la ley”, sino una
gradualidad en el ejercicio prudencial de los actos libres en sujetos
que no están en condiciones sea de comprender, de valorar o de
practicar plenamente las exigencias objetivas de la ley» (Amoris
laetitia 295). Por esto, al final incitará, con un toque de profundo
realismo y de invitación a la esperanza cristiana, a «relativizar
el recorrido histórico que estamos haciendo como familias, para
dejar de exigir a las relaciones interpersonales una perfección,
una pureza de intenciones y una coherencia que solo podremos
encontrar en el reino definitivo» (núm. 325).
2) Partir de la conciencia: el papa Francisco se refiere a la conciencia
en veintinueve ocasiones y recuerda su definición en el Concilio
Vaticano II: «como el núcleo más secreto del hombre» (GS 16;

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56 Puntos de vista

Amoris laetitia 222), a su vez afirma con claridad que «estamos lla-
mados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas»
(núm. 37). En efecto, «a partir del reconocimiento del peso de los
condicionamientos concretos, podemos agregar que la conciencia
de las personas debe ser mejor incorporada en la praxis de la Igle-
sia en algunas situaciones que no realizan objetivamente nuestra
concepción de matrimonio. Ciertamente, hay que alentar la madu-
ración de una conciencia iluminada, formada y acompañada..., en
medio de la complejidad concreta de los límites, aunque todavía
no sea plenamente el ideal objetivo» (núm. 303).
3) La necesidad del discernimiento: citada treinta y cinco veces, con
clara resonancia de Ignacio de Loyola y corroborada por dos citas
precisas de Tomás de Aquino (núm. 304), el principio propuesto
se presenta así:
Si se tiene en cuenta la innumerable diversidad de situaciones con-
cretas, puede comprenderse que no debía esperarse del Sínodo o
de esta Exhortación una nueva normativa general de tipo canónica,
aplicable a todos los casos[...]. Los presbíteros tienen la tarea de acom-
pañar a las personas interesadas en el camino de discernimiento de
acuerdo a la enseñanza de la Iglesia y las orientaciones del obispo[...].
Se trata de un itinerario de acompañamiento y de discernimiento
que orienta a la toma de conciencia de su situación ante Dios. La
conversación con el sacerdote, en el fuero interno, contribuye a la
formación de un juicio correcto sobre aquello que obstaculiza la
posibilidad de una participación más plena en la vida de la Iglesia
y hacerla crecer[...]. Este discernimiento no podrá jamás prescindir
de las exigencias de verdad y de caridad del Evangelio, propuesto
por la Iglesia (núm. 300).
Esta tarea de discernimiento también es confiada a «laicos entre-
gados al Señor» (núm. 312), es decir, laicos y laicas que vivan una
madura experiencia espiritual cristiana.
En este contexto se presenta el texto más significativo sobre la posi-
bilidad de comulgar por parte de los divorciados vueltos a casar.
En efecto, «a causa de los condicionamientos o factores atenuantes,
es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado –que
no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno– , se
pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda

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Puntos de vista 57

crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la


ayuda de la Iglesia» (núm. 305). Este texto viene complementado
en nota así: «En ciertos casos, podría ser también la ayuda de los
Sacramentos», como son el sacramento del «lugar de la miseri-
cordia»: la penitencia, así como la Eucaristía, teniendo presente
que «no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio
y un alimento para los débiles» (nota núm. 351, con referencia a
Evangelii gaudium 44. 47).
En breve síntesis, pues, se puede afirmar el valor magisterial de
Amoris laetitia como magisterio ordinario, que aunque no sea defi-
nitivo, es igualmente «interpretación autorizada de la Palabra de
Dios» (DV 10), como enseñanza de «orden prudencial» del sucesor
de Pedro en la Iglesia, el Papa, que «goza de asistencia divina» (La
vocación eclesial del teólogo 24; cf. Amoris laetitia 2. 3. 295) y por esto
se debe acoger religiosamente con espíritu leal y cordial (cf. LG
25). ¡He aquí la actitud básica de sincera acogida y de realización
práctica que comporta este tipo de magisterio –y en nuestro caso
Amoris laetitia– para todos los miembros de nuestra Iglesia!
Esto incluye, además, atender los criterios propuestos para
dar respuesta a las cuestiones que se plantean hoy a la fami-
lia, teniendo muy presente que «comprender las situaciones
excepcionales nunca implica ocultar la luz del ideal más pleno
ni proponer menos de lo que Jesús ofrece al ser humano» (núm.
307), dado que «la familia es verdaderamente una buena noticia»
(núm. 1). No se puede negar que, como dice el mismo papa Fran-
cisco, Amoris laetitia se ofrece como «reflexión fiel a la Iglesia,
honesta, realista y creativa que ayudará a encontrar mayor clari-
dad» (núm. 2). ¡Bienvenida y que así sea!
Salvador Pié-Ninot
Doctor en teología y especialista en eclesiología.

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58 Puntos de vista

Cómo comportarse
con las parejas en situación irregular
a la luz de la Exhortación
«Amoris laetitia»
José San José Prisco

La Exhortación del papa Francisco Amoris laetitia es el punto de


llegada de un camino sinodal donde recoge las aportaciones de
los padres en los dos Sínodos sobre la familia y las conecta con los
principios propuestos en la exhortación Evangelii gaudium, sobre
los que quiere conducir su pontificado.
Partiendo de la esencia de la célula familiar como institución natu-
ral fundamentada en el matrimonio monógamo y heterosexual,
la Exhortación establece criterios pastorales para acompañarla y
curarla en la compleja situación social que vivimos, transmitiendo
una visión muy positiva de la sexualidad y del amor conyugal.
El matrimonio cristiano, siguiendo la doctrina tradicional de la
Iglesia, «se realiza plenamente en la unión entre un varón y una
mujer, que se donan recíprocamente en un amor exclusivo y en
libre fidelidad, se pertenecen hasta la muerte y se abren a la comu-
nicación de la vida, consagrados por el sacramento que les confiere
la gracia para constituirse en Iglesia doméstica y en fermento de
vida nueva para la sociedad» (Amoris laetitia 292).
De este modo, a la vez que se confirma qué es el matrimonio cris-
tiano, se afirma que, si bien «otras formas de unión contradicen
radicalmente este ideal» (con clara referencia a las uniones homo-
sexuales o a la poligamia) y, por tanto, no pueden ser aceptadas
por la Iglesia, «algunas otras formas lo realizan al menos de modo
parcial y análogo» (como son los matrimonios meramente civiles
o las parejas de hecho). No se trata solo de hablar de la familia

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Puntos de vista 59

ideal, modélica, sino de la familia real, con manifestaciones muy


diversas y, en no pocos casos, herida, valorando «los elementos
constructivos» que se dan en esas situaciones (Amoris laetitia 292).
Por tanto, al referirnos a esas otras formas de unión, no sería
de gran utilidad dar un conjunto de recetas, que siempre serían
puntuales y no abarcarían la totalidad de los casos, sino que
lo importante es fundamentar procesos que puedan integrar
mejor a aquellos que están alejados o en situaciones de no total
integración. No se trata simplemente de juzgar a las personas
de acuerdo al cumplimiento / incumplimiento de las normas
de la Iglesia, sino de ayudarlas a encontrarse con Dios, porque
detrás de muchas de esas situaciones familiares encontramos un
verdadero drama humano. No olvidemos que, como ha reiterado
tantas veces el Papa y lo repite aquí refiriéndose específicamente
a la familia, «a menudo, la tarea de la Iglesia asemeja a la de un
hospital de campaña» (Amoris laetitia 291).
Es evidente que, como ya hemos dicho, no puede aceptarse una
equiparación de las uniones entre personas homosexuales con el
matrimonio, tal y como manifestaron los padres sinodales, y en este
punto, respetando la dignidad de los homosexuales y acogiéndo-
los con respeto, procurando evitar «todo signo de discriminación
injusta, la Iglesia debe oponer resistencia a las presiones en esta
materia por parte de los gobiernos y de los organismos interna-
cionales para que se equiparen estas uniones al matrimonio»
(Relación final 76).
Como dice la Exhortación, «no existe ningún fundamento para
asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las unio-
nes homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la
familia» (Amoris laetitia 251), por lo que se deberá rechazar, en la
acción pastoral concreta, cualquier gesto que mueva a identificar
estas uniones homosexuales con el matrimonio, como sería dar
una bendición a la pareja en una celebración, o presentarla a la
comunidad como modelo de amor conyugal. Otra cosa será la
atención de los hijos que traigan a la iglesia, a quienes no debemos
negarles los sacramentos, especialmente el bautismo, cuando hay
un compromiso real de educarlos en la fe.

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60 Puntos de vista

Un caso bien distinto es el de aquellos que eligen el matrimonio


civil o la simple convivencia, no por prejuicios o resistencias a la
unión sacramental, sino por situaciones culturales o contingentes.
«En muchas circunstancias, la decisión de vivir juntos es signo de
una relación que quiere realmente orientarse a una perspectiva de
estabilidad. Esta voluntad, que se traduce en un vínculo duradero,
fiable y abierto a la vida, puede considerarse un compromiso en el
que establecer un camino hacia el sacramento nupcial, descubierto
como el designio de Dios sobre la propia vida» (Relación final 71). La
actitud pastoral en estos casos ha de ser siempre la de la acogida y
acompañamiento de estas parejas para que descubran ese camino
y se decidan por él.
Otro caso pastoralmente muy relevante es el de los divorciados
que se han vuelto a casar civilmente: deben ser integrados en la
comunidad cristiana en las diversas formas posibles, evitando
cualquier ocasión de escándalo, y pensando que esta integración
es también necesaria para el cuidado y la educación cristiana de
sus hijos, que deben ser considerados los más importantes (Relación
final 84). Nadie debe quedar excluido: la Iglesia es la casa paterna
donde hay lugar para todos.
No se extiende la Exhortación en detallar cuáles serían esas ofertas
concretas que podrían hacérseles a los fieles que se encuentran en
esta situación. Apenas menciona el ministerio de la catequesis o la
predicación, en las que «obviamente, si alguien ostenta un pecado
objetivo como si fuese parte del ideal cristiano, o quiere imponer
algo diferente a lo que enseña la Iglesia» no podrá participar; así
como de la integración en tareas sociales, en reuniones de oración
u otras iniciativas que el mismo fiel pueda sugerir (Amoris laetitia
297). Algunos han apuntado a la posibilidad de ejercer el minis-
terio de lector en las celebraciones, el de padrino de bautismo o
de confirmación, o la dirección de las asociaciones públicas de
fieles –como hermandades y cofradías–, pero hoy por hoy, con la
legislación canónica en la mano, aplicada al pie de la letra, sería
poco más que imposible.
La clave en estas situaciones «imperfectas» (Amoris laetitia 76) ha
de ser el discernimiento, un principio que ya se encontraba en

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Puntos de vista 61

Familiaris consortio 84 y que tiene como finalidad ver en qué modo


se pueden aplicar las normas canónicas a un caso concreto, pues en
la práctica es tal la complejidad de las situaciones y de las familias
afectadas, que el único camino posible es asumir un responsable
discernimiento personal y pastoral.
Este discernimiento no puede separarse de las enseñanzas y de
la tradición de la Iglesia, ni de las exigencias de verdad y caridad
del Evangelio, y debe buscar con humildad sincera la voluntad de
Dios, para dar a cada uno lo que en justicia le corresponde.
Estas actitudes son fundamentales para evitar el grave riesgo de
mensajes equivocados, como la idea de que algún sacerdote puede
conceder rápidamente «excepciones», o de que existen personas
que pueden obtener privilegios sacramentales a cambio de favores
(Amoris laetitia 300).
Y esto es así sencillamente porque las situaciones de todas las
parejas no son las mismas y, por tanto, el grado de responsabilidad
tampoco puede ser el mismo en todos los casos, ni las consecuen-
cias o los efectos que se deriven de una norma concreta (Amoris
laetitia 300). Este discernimiento alcanza incluso a «la disciplina
sacramental, puesto que el discernimiento puede reconocer que
en una situación particular no hay culpa grave» y entonces el fiel
podría tener acceso a la comunión eucarística que, como ha reite-
rado el Papa, «si bien constituye la plenitud de la vida sacramental,
no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y
un alimento para los débiles» (Amoris laetitia 300, nota al pie 336;
Evangelii gaudium 47).
Tenemos la triste experiencia de que hay situaciones en las que la
separación de un matrimonio católico es «inevitable» y, a veces,
«moralmente necesaria», como cuando existe violencia doméstica,
con el fin de sustraer al cónyuge más débil o a los hijos pequeños
de las heridas más graves causadas por la violencia (Amoris lae-
titia 241), donde la validez del matrimonio canónico es, cuando
menos, muy dudosa. Parece un buen medio pastoral poner a dis-
posición de estas personas «un servicio de información, consejo y
mediación […] en vista de la investigación preliminar del proceso

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62 Puntos de vista

matrimonial» en orden a solicitar la declaración de nulidad de su


matrimonio (Amoris laetitia 244).
Puede darse que incluso habiendo una situación objetiva de pecado
existan condicionamientos (como el desconocimiento de la norma
o la dificultad para comprender los valores inherentes a la misma),
o factores atenuantes (como la inmadurez afectiva, la fuerza de los
hábitos contraídos, el estado de angustia u otros factores psíquicos
o sociales) por los que las personas encuentran grandes dificultades
para actuar en modo diverso (Amoris laetitia 301-302), y no por ello
deben ser rechazadas o apartadas de la comunidad.
Por eso, ya no es posible decir que todos los que se encuentran en
alguna situación así llamada irregular viven en pecado mortal,
privados de la gracia santificante. «La conciencia de las personas
debe ser mejor incorporada en la praxis de la Iglesia» (Amoris lae-
titia 303), especialmente en «conversación con el sacerdote, en el
fuero interno» (Amoris laetitia 300), de modo que cada caso tenga
una atención personalizada.
Y este es el segundo elemento importante sin el que no puede haber
un verdadero discernimiento: el acompañamiento pastoral, un diá-
logo profundo entre fieles y pastores que parte de la comprensión,
de la misericordia, sin juzgar al otro, en la situación en la cual se
encuentra, aunque sea una situación de pecado. Dios nos mira, no
con una mirada discriminante, sino con una mirada compasiva.
Los pastores tenemos que aprender de esa mirada de Jesús.
Y aquí creemos que está la verdadera clave de todo que es a la
vez un desafío: actuar sin un discernimiento particularizado
en la atención pastoral a las parejas en situaciones imperfectas,
aplicando indiscriminadamente y al pie de la letra la norma, se
convierte en algo «mezquino», impropio para un pastor que en
vez de cuidar de las ovejas les tira piedras. Hay que pasar de una
«fría moral de escritorio» al hablar sobre los temas más delicados,
y situarnos «en el contexto de un discernimiento pastoral cargado
de amor misericordioso, que siempre se inclina a comprender,
a perdonar, a acompañar, a esperar, y sobre todo a integrar»
(Amoris laetitia 312).

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Puntos de vista 63

«Acompañar, discernir e integrar» son la clave para afrontar situa-


ciones de fragilidad, complejas o irregulares. Se trata de integrar
a todos, ayudando a cada uno a encontrar su propia manera de
participar en la comunidad eclesial, para que se sienta objeto de
una misericordia «inmerecida, incondicional y gratuita», evitando,
eso sí, cualquier ocasión de escándalo (Amoris laetitia 297); propo-
niendo el ideal pleno del Evangelio y la doctrina de la Iglesia y
ayudando a los fieles desde la lógica de la compasión, evitando
persecuciones o juicios demasiado duros o impacientes (Amoris
laetitia 308). La Iglesia es madre, no es una aduana. El pastor no
puede ser un controlador, sino un facilitador de la gracia. La Iglesia
ha de ser «la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su
vida a cuestas» (Amoris laetitia 310).
No ignoramos tampoco que, sin una actitud adecuada de los pas-
tores de «escuchar con afecto y serenidad, con el deseo sincero de
entrar en el corazón del drama de las personas y de comprender su
punto de vista, para ayudarles a vivir mejor y a reconocer su propio
lugar en la Iglesia» (Amoris laetitia 312), este reto de «acompañar,
discernir e integrar» se puede convertir en un problema, pues al no
haber cambiado ni la doctrina ni la ley canónica y al haber dejado a
su criterio el uso de estos principios, puede ocurrir que el resultado
que se produzca no sea el deseado, pues la exhortación establece
un régimen de discrecionalidad que puede volverse en contra de
los propios fieles. Tampoco se ha creado ningún mecanismo que,
en caso de no recibir el trato esperable por parte del sacerdote o
del obispo, le permita al fiel legalmente acudir a otros que sí se lo
proporcionen. Seguramente habrá que seguir reflexionando un
poco más sobre estos aspectos de no poca trascendencia.
José San José Prisco
Doctor en derecho canónico.

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64 Puntos de vista

El «Ritual del matrimonio»


de la Iglesia italiana*
Pietro Angelo Muroni

1. De la «editio typica» latina a la adaptación para Italia: un


largo proceso
Si releemos el número 25 de Sacrosanctum Concilium, nos daremos
cuenta de cómo surgen dos peticiones que están en la base de la
puesta en marcha de la reforma litúrgica promovida por el Conci-
lio Vaticano II: la urgencia de la publicación de los nuevos libros
litúrgicos, para responder a la necesidad pastoral de la celebra-
ción de los sacramentos según las nuevas instancias teológicas,
litúrgicas, eclesiológicas y pastorales, y la necesidad de hacerlo
promoviendo una investigación y un modus procedendi escrupu-
loso en cierto modo, en el que se dé la atención a lo particular y
el cumplimiento de los principios presentados en la propia cons-
titución litúrgica: «Revísense, cuanto antes, los libros litúrgicos,
valiéndose de peritos y consultando a obispos de diferentes partes
del mundo».
Por tanto, si por un lado Sacrosanctum Concilium inducía a actuar
cuanto antes –quam primum– para la publicación de los libros
litúrgicos, por otra, la necesidad de un estudio serio y ponderado
habría fácilmente ralentizado los trabajos. No hay que olvidar,
asimismo, lo que recomendaba el número 38 de la Constitución

*
Este punto de vista, preparado por el autor en italiano para la revista
Phase, ha sido traducido al castellano por Mercè Solé.

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Puntos de vista 65

en cuanto a la adaptación, lo que habría favorecido un camino más


laborioso y cauto:
Salvada la unidad sustancial del rito romano, cuando se revisen los
libros litúrgicos, debe dejarse un margen para las legítimas diferen-
cias y adaptaciones a los diversos grupos, regiones y pueblos, sobre
todo en las misiones, y se tendrá en cuenta oportunamente esto al
establecer la estructura de los ritos y las rúbricas.
Para responder a este ulterior mandato, la prisa ciertamente no
hubiera sido beneficiosa. En realidad, podríamos decir que, aunque
no han faltado un estudio cuidadoso y la prudencia necesaria en
la publicación de los nuevos libros litúrgicos, el trabajo del Consi-
lium ad exequendam Constitutionem de sacra liturgia primero y de la
Congregación para el Culto Divino después ha sido animado por
la urgencia de responder al mandato del quam primum, publicando
inmediatamente los principales libros litúrgicos de editio typica y
dejando a las conferencias episcopales la posibilidad de enrique-
cer los mismos con las eventuales adaptaciones de sus ediciones.
La mayor parte de las Iglesias locales, sin embargo, deseosas y
conscientes de tener que confiar en la mayor brevedad al clero y
al pueblo de Dios los nuevos libros litúrgicos y de hacerlos opera-
tivos especialmente con motivo del uso de las lenguas vulgares,
concentraron su atención sobre todo en la traducción del latín,
posponiendo a ulteriores ediciones un trabajo más profundo de
adaptación.1
Esto es lo que sucede también con el Ordo celebrandi Matrimonium,
publicado por la Sagrada Congregación de Ritos y en vigor desde
el 1 de julio de 1969 en su primera editio typica.2 La segunda edición,
enriquecida en la introducción, en los ritos, en las oraciones y en
el leccionario, con la introducción también de algunas variaciones

1 Para una descripción puntual del trabajo de publicación de los nuevos


libros litúrgicos, cf. A. Bugnini, La riforma liturgica (1948-1975) (Bibliotheca
«Ephemerides Liturgicae». Subsidia 30), Roma: CLV-Edizioni Liturgique
2
1997, 112. 114-115. 242-243. 246-248.
2 Rituale Romanum ex decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II
instauratum auctoritate Pauli Pp. VI promulgatum. Ordo celebrandi Matrimonium.
Editio Typica, Città del Vaticano: Typis Poliglottis Vaticanis 1972.

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66 Puntos de vista

de conformidad con el Código de Derecho Canónico promulgado en


1983, será publicada en 1990.3

2. La segunda edición italiana del «Ritual del matrimonio»


Por lo que se refiere a la segunda edición italiana, que seguía a la
primera de 1975, el trabajo, pese a estar preparado ya en momentos
previos de reflexión, estudio y profundización,4 comenzó oficial-
mente en septiembre de 1996, cuando el Consejo permanente de
la Conferencia Episcopal Italiana encargó a la Comisión Episco-
pal de Liturgia y a la Comisión Episcopal de la Familia trabajar
conjuntamente en su traducción y adaptación. Sucesivamente se
constituyó y convocó el «grupo de trabajo» del que formaban parte
también los obispos de las dos comisiones citadas anteriormente,
junto a algunos expertos que en el curso de los variados encuentros
plenarios y sesiones de trabajo por subgrupos temáticos, se unie-
ron para elaborar una primera redacción del rito que se sometió a
examen a través de una consulta más ampliada. La última redac-

3 Rituale Romanum ex decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II


renovatum auctoritate Pauli Pp. VI editum, Ioannis Pauli Pp. II cura recognitum.
Ordo celebrandi Matrimonium. Editio Typica altera, Città del Vaticano: Typis
Poliglottis Vaticanis 1991 [=OCM 1990].
4 En realidad la urgencia de una adaptación del Ritual del matrimonio ya
había surgido en los años ’80. La Comisión Episcopal de Liturgia, de hecho,
aceptando la propuesta de la Oficina Litúrgica Nacional (27 de febrero de
1986), promovió un «Seminario Interdisciplinar», que habría tratado del
tema de la adaptación en general con referencias precisas al Ordo Baptismi
Parvulorum, al Ordo celebrandi Matrimonium y al Ordo Exequiarum. Esta temá-
tica se retomó también por parte de otros organismos, como por ejemplo la
Asociación de Profesores de Liturgia que en su convención sobre la adapta-
ción tocó también la cuestión de la adaptación del Ritual del matrimonio (cf.
S. Maggiani, «La seconda edizione del “Rito del matrimonio” per la Chiesa
que vive in Italia alla luce del principi dell’adattamento liturgico», Rivista
Liturgica 91 (2004) 949; M. Barba, «Il Rito del matrimonio. Tra editio typica
altera e nuova edizione italiana», Rivista Liturgica 91 (2004) 976; R. Tagliafe-
rri, «L’adattamento del Rituale del matrimonio per la Chiesa italiana», en
Liturgia e adattamento: dimensioni culturali e teologico-pastorali. Atti della XVIII
Settimana di studio dell’Associazione Professori de Liturgia. Erice (TP). 27 agosto – 1
settembre 1989 (Bibliotheca «Ephemerides Liturgicae». Subsidia 54), Roma:
CLV-Edizioni Liturgiche 1990, 225-246.

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Puntos de vista 67

ción se aprobó el 17 de mayo de 2001 a través de una votación que


contó con 203 obispos favorables (sobre 249 con derecho a voto)
mientras que solo uno no expresó su parecer y votó en blanco.5
La segunda edición del Ritual del matrimonio, típica para la Iglesia
italiana, fue aprobada por la Congregación para el Culto Divino
y la Disciplina de los Sacramentos por decreto del 28 de abril de
2004.6 Se trata de la versión italiana, o mejor de la adaptación de
la segunda edición típica del Ordo celebrandi Matrimonium de 1990
según las exigencias pastorales y la cultura típica de la Iglesia de
Italia. Si la primera edición, publicada en 1975, de hecho se limitaba
a una simple traducción de la editio typica latina, en la segunda
edición se puede hablar de verdadera y propia adaptación. El
trabajo, que ha ocupado durante diversos años a la Comisión
Episcopal de Liturgia de la Conferencia Episcopal Italiana y a la
Oficina Litúrgica Nacional, no se ha limitado, en efecto, a la simple
«traducción lingüística», sino que se trata de un trabajo mucho
más completo y complejo: una «traducción Ritual» que ha llevado
a releer la edición típica latina en referencia a una concreta Iglesia
local, la italiana; traducción, por consiguiente, que «consigna» a la
Iglesia italiana el nuevo Ritual del matrimonio teniendo en cuenta la
índole del pueblo, de sus costumbres y de las tradiciones propias.
La Conferencia Episcopal Italiana había sido instada a emprender
esta tarea por parte de numerosos obispos, comisiones litúrgicas
regionales, pastores y estudiosos. Esto conducirá a la opción de
caracterizar el rito mismo a través de la introducción de gestos
y signos que respondan a la tradición de la Iglesia en Italia y del
propio pueblo italiano. Hay que reconocer, en definitiva que:
es precisamente en el modelo celebrativo latino donde la edición
italiana se inserta, y al mismo tiempo de donde emana en lo que se
refiere al armazón sustancial del rito, aunque esto se haya ampliado
con adaptaciones rituales, textuales y gestuales que constituyen su

5 Cf. Barba, «Il Rito del matrimonio», 978-979.


6 Rituale Romano riformato a norma dei decreti del Concilio Ecumenico Vati-
cano II promulgato da papa Paolo VI e riveduto da papa Giovanni Paolo II. Rito del
matrimonio, seconda edizione tipica, Roma: Libreria Editrice Vaticana 2004.

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68 Puntos de vista

consiguiente desarrollo en el encuentro de lo litúrgico con la cultura


y la exigencia pastoral típicas de la nación italiana.7
Un largo proceso:
Laborioso, atormentado, obstaculizado, fruto de la tenacidad y de
un gran amor por el «mysterium magnum». Sin embargo es el fruto de
una intensa y feliz expresión de comunión eclesial. Las instancias de
la adaptación no han nacido ficticias o ideológicamente preconcebi-
das, sino que nacen de las Iglesias, están elaboradas por porciones
de Iglesias, están firmadas por la autoridad eclesial, son expresión
de las diversas comunidades eclesiales que viven en Italia.8
Esto ocurría también en cumplimiento de cuanto establece el
capítulo cuarto de los Praenotanda del Ordo celebrandi Matrimonium
en los que se invita a las conferencias episcopales a proceder a la
traducción y adaptación del rito: «Compete a las conferencias
episcopales, en virtud de la Constitución sobre la sagrada liturgia,
acomodar este Ritual Romano a las costumbres y necesidades de
cada región, de modo que, una vez confirmados los textos por la
Sede Apostólica, se aplique en las regiones de que se trata».9

3. Criterios inspiradores de la adaptación


La tarea de traducción y adaptación del Ritual del matrimonio, más
allá de los documentos magisteriales publicados en el curso de los
años después de la primera edición, ha debido tener en cuenta la
normativa vigente en el ámbito litúrgico, y principalmente dos
documentos emanados de la Congregación para el Culto Divino y
la Disciplina de los Sacramentos. Se trata de la IV Instrucción para

7 Barba, «Il Rito del matrimonio», 966.


8 Así describe la tarea de preparación de la segunda edición del nuevo
ritual el P. Silvano Maggiani, OSM, que, en primera persona, ha tomado parte
en los trabajos (cf. Maggiani, «La seconda edizione», 956).
9 Rito del matrimonio, seconda edizione tipica, Introduzione generale, núm.
41. Para una verificación sobre la acogida de la segunda edición típica del
Ritual del matrimonio de la Iglesia italiana, cf. el fascículo «Accoglienza e rosi-
nanze del nuovo “Rito del matrimonio” a due anni dalla sua pubblicazione»,
Notiziario. Quaderni della Segretaria Generale CEI 26 (2006).

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Puntos de vista 69

la recta aplicación de la Constitución litúrgica Varietates legitimae10 del


25 de enero de 1994, sobre todo en relación a las complejas y delicadas
cuestiones que afectan a la relación entre liturgia romana e incul-
turación, y a la V Instrucción sobre el tema de las traducciones de
los textos litúrgicos a las lenguas vernáculas Liturgiam authenticam11
del 28 de marzo de 2001. No siendo este el lugar para detenernos
sobre estas dos instrucciones y su relación con el rito en cuestión,
señalaremos solo un elemento: la praxis de la Santa Sede fue la de
excluir todos los cambios que podían ser considerados simplemente
como introducción o incluso sustitución de una impostación teoló-
gica diferente respecto a la contenida y codificada en la editio typica.
Seguidamente pondremos de relieve los criterios inspiradores de
la adaptación realizada por la Conferencia Episcopal Italiana, que
se expresan a través de elecciones rituales muy precisas: la inser-
ción de la memoria del bautismo, de las letanías de los santos y la
posibilidad de colocar la bendición nupcial tras el consentimiento
de los esposos y el intercambio de los anillos.

3.1. El significado específicamente cristiano del matrimonio


La unión entre un hombre y una mujer en el sacramento del
matrimonio es un valor universal de la humanidad, constituye el
fundamento de la familia como célula originaria de la sociedad
y se vincula íntimamente al misterio de la vida. Su origen es la
voluntad misma de Dios creador que bendice y santifica tal unión.
Jesucristo, por su parte, ha elevado el matrimonio a sacramento,
convirtiéndolo así en el símbolo real de su unión con la Iglesia. Una
vez insertos en el cuerpo eclesial a través del bautismo, Cristo los
santifica como pareja y, capaces ya de amarse mutuamente gracias

10  Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacra-


mentos, cuarta Instrucción para la Recta Aplicación de la Constitución sobre la
Sagrada Liturgia del Concilio Vaticano II (Sacrosanctum Concilium 37-40), Varie-
tates legitimae (25 enero 1994): AAS 87 (1995) 288-314.
11  Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacra-
mentos, quinta Instrucción para la Recta Aplicación de la Constitución sobre la
Sagrada Liturgia del Concilio Vaticano II (Sacrosanctum Concilium 36), Liturgiam
authenticam (28 marzo 2001): AAS 93 (2001) 685-726.

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70 Puntos de vista

al don del Espíritu, tal amor de donación deviene reflejo de su


sacrificio pascual y de la comunión trinitaria.
En la adaptación aplicada por parte de la Iglesia italiana, estos
elementos se han resaltado ofreciendo una selección más amplia de
textos y dando indicaciones para que la inserción en la celebración
eucarística haga resplandecer en la plenitud de su significado la
dimensión pascual del «gran misterio» (Ef 5,25).12

3.2. La dimensión eclesial del sacramento: la memoria del bautismo


La pareja y la familia, precisamente en virtud del sacramento del
matrimonio, se convierten en imagen viva del misterio mismo de
la Iglesia y participan en su fecundidad. El hecho de que la celebra-
ción del matrimonio sea un acontecimiento y un sacramento que
involucre a la entera comunidad cristiana ha sido ya subrayado
por algunas opciones rituales: en los ritos de entrada, por ejemplo,
los esposos deberán ser acogidos por la comunidad reunida en
nombre del Señor; gesto, el de la acogida, que, junto al saludo y a
la monición de quien preside el rito, nos hace percibir en seguida
que lo que se está celebrando es «acontecimiento de la Iglesia» y
no una especie de «fiesta privada» a la que solamente se puede
acceder por invitación... Parecerá una paradoja, pero en realidad
debería ser la comunidad cristiana quien invita a la celebración del
matrimonio de sus miembros, y no simplemente los esposos. En
cambio, algunas veces, la comunidad es absolutamente indiferente
a cuanto está acaeciendo en la vida de los novios; estos últimos, a
su vez, viven el matrimonio como una fiesta reservada a parientes
y amigos que se celebrará, posiblemente, lejos de las misas de la
comunidad o de los momentos en los que la comunidad cristiana
está normalmente reunida.
En el Ritual italiano, sin embargo, la opción de incluir la memoria
del bautismo inmediatamente después del saludo, tiene el objetivo
de reforzar el fundamento teológico del acto del consentimiento,
elemento constitutivo del sacramento. En virtud del sacerdocio

12 Cf. Rito del matrimonio, Presentazione della CEI, núms. 4, 12-13.

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Puntos de vista 71

bautismal, al que se alude justamente a través de la memoria del


bautismo con la aspersión de los novios y de la asamblea, celebrada
si es posible en la fuente bautismal,13 «los esposos participan en
el misterio de la alianza pascual y realizan un acto propiamente
eclesial. El consentimiento de los esposos es la respuesta a una
palabra de amor que, en cuanto proveniente de Dios, lo precede».14
Entre las adaptaciones de los rituales italianos no debe pasar por
alto la inserción de las letanías de los santos, escogidos entre los que
han vivido la experiencia conyugal. Con el canto de las letanías,
toda la asamblea se hace solidaria con los esposos, implorando para
ellos la intercesión de aquellos que han dado testimonio sobre la
tierra de fidelidad al amor esponsal. La presencia de las letanías,
sin embargo, evidencia el valor del sacramento del matrimonio
en relación con los restantes estados de vida y reclama la plena
asunción por parte de los esposos de su vocación en el misterio
de la Iglesia.15

3.3. La presencia del Espíritu en el matrimonio cristiano: la bendición


nupcial después del consentimiento y de la «velatio»
Es bien sabido que en la primera editio typica del Ordo celebrandi
Matrimonium no quedó suficientemente expresada la presencia
del Espíritu Santo vivificante y creador. En la segunda edición, en
cambio, la acción del Espíritu también en la unión esponsal entre
un hombre y una mujer emerge y se explicita con mayor propiedad
en los nuevos textos. Pero, conscientes de que la liturgia se expresa
per ritus et preces e per signa sensibilia, la Iglesia italiana ha querido
evidenciar todavía más la nueva sensibilidad pneumatológica
también a través del lenguaje no verbal.
En lo que respecta a lo verbal, la posibilidad (dejada a la discre-
ción del sacerdote según la oportunidad pastoral)16 de colocar la

13 Cf. Rito del matrimonio, núms. 55, 40.


14 Rito del matrimonio, Presentazione della CEI, núms. 5, 13.
15 Cf. A. Lameri, «Rito del matrimonio per la Chiesa italiana», Notiziario.
Quaderno della Segreteria Generale CEI 27 (2007) 35.
16 Cf. Rito del matrimonio, núms. 79, 55.

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72 Puntos de vista

bendición nupcial después del consentimiento y el intercambio de


los anillos, tiene como propio objetivo revelar la obra del Espíritu
Santo en el sacramento.
La bendición es de hecho acto de reconocimiento al Dios de la
creación y de la alianza, es memoria de la obra de Cristo-esposo, es
invocación confiada del Espíritu, por cuya sola fuerza el misterio se
realiza en el hoy celebrativo. La epíclesis de la plegaria eucarística
obra en plenitud la pertenencia de la nueva pareja al único cuerpo
de Cristo.17
Las modificadas situaciones antropológicas, culturales y teológicas
han hecho madurar esta opción que es de carácter pastoral y teo-
lógico. Además, en referencia a la dimensión pneumatológica, la
bendición de los esposos después del intercambio de los anillos «es
certificado y garantía de que en la recíproca acogida de los esposos
es Dios que da el uno al otro».18 Esto está claro también en la elección
de una adaptación textual: la traducción del «Ego accipio te…» de
la fórmula del consentimiento, con las palabras «Yo te recibo...»,19
más bien que «Yo te tomo...» de la precedente edición italiana. Junto
a «Con la gracia de Cristo», se consigue mejor transmitir el valor
propio del consentimiento como respuesta a una llamada y a un
don ofrecido por Dios, y no como una toma de posesión.
Por lo que respecta a lo no verbal, sin embargo, el subrayado pneu-
matológico del acto sacramental se delega en el gesto de la velatio,20
o sea en la posibilidad de extender el llamado «velo esponsal» sobre

17 Rito del matrimonio, seconda edizione tipica, Presentazione della CEI, núms.
6, 13-14.
18 Barba, «Il Rito del Matrimonio», 983.
19 Rito del matrimonio, seconda edizione tipica, núms. 71, 50-51.
20 Este gesto es posible en los lugares donde ya existe la costumbre o en
otras partes pero con el permiso del Ordinario (cf. Rito del matrimonio, seconda
edizione tipica, Presentazione della CEI, núms. 7,14. «Tal novedad ritual es un
factor de inculturación que no debe entenderse de manera absoluta respecto
a su aplicación; al tratarse de un elemento de por sí extraño a la situación
italiana, podría incentivar posteriormente la inclinación al despilfarro y a la
espectacularidad, por lo que se reafirma su naturaleza estrictamente local»)
(cf. Barba, «Il Rito del Matrimonio», 992).

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Puntos de vista 73

los novios durante toda la duración de la bendición nupcial.21 Este


gesto era ya mencionado, junto al de la coronación, en la primera
edición del Ritual del matrimonio de 1969, exactamente en el número
17 de los Praenotanda. Se retomará en la segunda edición de 1990,
en el número 41,5 con la precisión de que la velación puede ser
realizada sobre los dos esposos. Invoca la presencia del Espíritu
que, envolviendo a los esposos con su sombra, les da una nueva
comunión de vida. Un gesto, también, en relación con el otro gesto
epiclético de la imposición de las manos sobre el pan y sobre el vino;
gesto que, acompañado de las palabras consecratorias, hace que los
dones que están a la sombra de la invocación del don del Espíritu
se conviertan en un solo cuerpo y se hagan parte de aquel cuerpo
eclesial que es la Iglesia cuya cabeza es Cristo. Ello resulta evidente
cuando el rito se celebra en el interior de la celebración eucarística,
modalidad por ello recomendada en las Introducciones.22
Otro gesto posible, después del intercambio de los anillos, es la
coronación de los esposos. Como sugiere el propio Ritual, este
gesto, si bien no se refiere a un significado estrictamente pneuma-
tológico, es signo de la participación de los esposos de la realeza
de Cristo. El sacerdote, en efecto, sosteniendo las «coronas nupcia-
les» doradas, plateadas o coronas de flores sobre la cabeza de los
esposos con los brazos cruzados, dice las siguientes palabras: «N.,
(siervo/sierva de Dios), recibe a N. (sierva/siervo de Dios) como
corona. Señor, Dios nuestro, corónales de gloria y de honor».23 La
coronación se conserva en algunas regiones italianas, como en Sici-
lia, donde griegos y latinos han convivido durante muchos años.24
Tanto la velación como la coronación son dos gestos tradicionales
del mundo bíblico-judaico y grecorromano que la liturgia cristiana

21 Cf. Rito del matrimonio, seconda edizione tipica, núms. 84, 60.
22 «El matrimonio se celebrará normalmente dentro de la misa», en Rito
del matrimonio, seconda edizione tipica, Premesse, núms. 29, 28.
23 Rito del matrimonio, seconda edizione tipica, núms. 78, 55.
24 Cf. P. Sorci, «La velación y la coronación», Rivista Liturgica 91 (2004)
1059; C. Valenziano, «Constanti e varianti in celebrazioni coniugali di cul-
ture cristiane», en La celebrazione del matrimonio cristiano, Bolonia: EDB 1977,
299-366.

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74 Puntos de vista

ha recibido, privilegiando sin embargo en Occidente la velación y


en Oriente la coronación.25

3.4. La gradación en el camino de fe y en la experiencia de Iglesia


En la experiencia pastoral italiana (y no solo, probablemente...)
se verifica cada vez con más frecuencia el caso de parejas que,
a pesar de no haber madurado una clara orientación cristiana y
sin vivir una plena pertenencia a la Iglesia, expresan el deseo de
celebrar el sacramento siendo bautizados y sin refutar explíci-
tamente la fe. En tales casos se ha optado por acoger cuanto se
sugiere en la editio typica latina de 1990, o sea la posibilidad de
celebrar el matrimonio sine missa.26 Sin embargo, para que el rito
propuesto en tales situaciones no sea percibido como una forma
disminuida y débil, se ha optado por dar al capítulo segundo,
que en la edición típica latina es denominado Ordo celebrandi
Matrimonium sine missa, el título mucho más positivo de «Cele-
bración del matrimonio en la liturgia de la Palabra», valorando la
doble tensión de la memoria bautismal y de la apertura al deseo
de la Eucaristía;27 esta última se alimenta también de los signos
que, aunque en una secuencia ritual más simple, se ha optado
por mantener: la memoria del bautismo, el intercambio de la
paz y la entrega de la Biblia. «Tales elementos rituales intentan
orientar hacia la Eucaristía que permanece siempre como fuente
y cumbre de la celebración de la Palabra, del consentimiento de
los cónyuges y de la bendición de los esposos».28

25 En los antiguos ritos romanos, sin embargo, el rito del matrimonio es


llamado velatio sponsae mientras que en la liturgia bizantina o constantino-
politana «rito de la coronación» (akoluthía tou stephanómatos), cf. Sorci, «La
velazione e l’incoronazione», 1051; P. Sorci, «Il linguaggio non verbale nella
celebrazione del matrimonio», en P. Sorci (ed.), La celebrazione del matrimonio
cristiano. Il nuevo rito nel contesto delle attuali problematiche culturali e sociali,
Trapani: Il Pozzo di Giacobbe 2007, 103-122.
26 OCM 1990, Praenotanda, núms. 29, 33, 6-7.
27 Cf. Maggiani, «La seconda edizione», 959.
28 Rito del matrimonio, seconda edizione tipica, Presentazione della CEI, núm.
7, 14.

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Puntos de vista 75

3.5. La ministerialidad de los esposos en la celebración


Como bien sabemos, los esposos, al expresar su consentimiento,
son ministros de la gracia de Cristo. Esta ministerialidad se vive
en plenitud participando activamente en la celebración de la
propia unión matrimonial. En la adaptación, no obstante, se han
puesto en evidencia las diversas posibilidades a través de las que
los esposos se implican en primera persona en la acción ritual: la
posibilidad de escoger una fórmula de consentimiento más diná-
mica (la segunda); el salir de una inmovilidad ritual para dirigirse
procesionalmente a la fuente bautismal, para la veneración del
libro de los Evangelios, para la presentación de las ofrendas, para
la bendición nupcial y la coronación.

4. Conclusión
La edición italiana del Ritual del matrimonio, en la valoración del
lenguaje verbal y no verbal, satisface ciertamente a aquella gran
vocación de la liturgia que es la vocación mistagógica. Opciones
de adaptación que responden a una necesaria inculturación de
un rito sacramental que, aunque siendo siempre y en todas partes
símbolo eficaz del amor de Cristo y de la Iglesia, se expresa a través
de dinámicas y «sintaxis rituales» típicas de una cultura, de un
pueblo, de una comunidad, de hombres y mujeres que consagran
su amor a Dios en la celebración litúrgica.
Pietro Angelo Muroni
Doctor en liturgia.

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76 Puntos de vista

Inculturación matrimonial
en los usos indígenas.
Una visión desde el México prehispánico
Manuel Fernando Sedano López

El matrimonio como unión definitiva, el concubinato o poligamia


y el matrimonio provisional fueron las tres categorías de unión de
las parejas indígenas con las que se encontraron y afrontaron los
grandes misioneros del México anterior a la conquista española,
en su esfuerzo por conocer y asumir las costumbres y contenidos
propios de esas formas de vivir y celebrar tan gran acontecimiento
de carácter familiar, socio-cultural y religioso.
La tarea de purificar, cristianizar y promover la cultura de nuestros
pueblos ancestrales u originarios a la luz de la doctrina cristiana
permitió, en un primer plano, aprovechar la grandeza del matrimo-
nio como unión definitiva, haciendo énfasis en la descendencia de
los hijos como signo concreto de la consolidación del matrimonio,
y resaltando la importancia del consentimiento de los padres; en
un segundo plano, también hizo propicia la intervención de las
instituciones que preparaban y acompañaban a los mancebos en
su camino a la vivencia nupcial.
El concubinato o poligamia era común principalmente entre las
clases sociales superiores, debido al cautiverio de las tlacihuaantin
(mujeres conquistadas en los pueblos vencidos o vecinos) o a las
cihuanemactl (damas distinguidas dadas en matrimonio por sus
padres, previa solicitud de los grandes señores). Este tipo de unión
fue el reto más grande que tuvieron que afrontar los evangeliza-
dores para hablar acerca de la unidad, fidelidad, exclusividad e
indisolubilidad del matrimonio cristiano… además de que, se
debe puntualizar, también había una mujer que era la esposa o

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Puntos de vista 77

señora principal (cihuapilli) quien, junto con sus hijos, gozaban de


derechos preferentes.
El matrimonio provisional o temporal era de uso frecuente entre
los plebeyos que se unían libremente y no pertenecían a familias
acaudaladas; fue otro aspecto que se tuvo que asumir, purificar y
cristianizar. Dicho enlace se celebraba bajo condición resolutoria
o temporal: la primera, duraba hasta el nacimiento del primer
hijo; la segunda, una vez que el novio trabajaba dos o tres años
para la familia, como ofrenda para los padres. El mancebo recibía
el nombre de telpoch; la mujer, el de temecauh y, una vez que era
madre, tlalalcohuilli. Cumplidas las condiciones acordadas, y una
vez que se disponía de los recursos adecuados y necesarios para
los ritos nupciales, los padres exigían al marido provisional que
dejase a la mujer sin injuria del matrimonio o bien que contrajera
nupcias con ella, a efecto de que se hiciera definitiva la unión.
El matrimonio en tanto unión definitiva y la familia patriarcal se
fundan en la potestad del padre; como los hijos tenían el derecho
a la herencia de sus padres, entonces los padres tenían el derecho
de exigir a sus hijos que contrajeran matrimonio. Quizás estas
fueron las formas prehispánicas más adecuadas para la incultu-
ración de los usos indígenas matrimoniales en la celebración del
sacramento del matrimonio canónico, como fue llamado en su
momento. Quienes concertaban el compromiso eran los padres y,
una vez que se obtenía el acuerdo-compromiso, se señalaba el día
de la boda. La novia, una vez purificada, era conducida con gran
pompa entre música y alegría a la nueva casa; el novio salía a la
puerta, la tomaba de la mano y la conducía a la sala de estancia
donde se llevaba a cabo la ceremonia.
La familia azteca quedaba formada por el matrimonio en su
base; el varón solo podía tener una esposa legítima (cihuatlanti) o
señora principal, y el tener una o varias concubinas era una prác-
tica común, siempre y cuando proveyera la manutención de las
mujeres. No podían casarse entre familiares; y para poder contraer
matrimonio se requería el permiso de los maestros del calmecac o
telpochcalli, y tener la edad necesaria (entre los veinte y veintidós
años para los hombres; quince y dieciocho años para las mujeres).

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78 Puntos de vista

La petición de mano la hacían los padres del novio, a través de un


«concejo de ancianas», quienes transmitían el deseo e interés de
estos, a fin de recibir, aplazar o negar la aceptación formal del com-
promiso. Era costumbre negar la petición para resaltar la grandeza
y dignidad de la mujer pretendida, e incluso se dialogaba con ella
sobre la propuesta, para más tarde contestar con la aceptación o
negativa formal.
Los padres y familiares cercanos de los novios construían un jacal
(vivienda) con muebles y mantas para el lecho nupcial, en tanto
que los abuelos hacían para cada contrayente un temazcalli (cons-
trucción de piedras volcánicas y argamasa donde se purificaban
mediante el baño de vapor con hierbas aromáticas), lugares en que
bañarían y aconsejarían a los comprometidos antes de la unión
conyugal. El lecho matrimonial era preparado por los sacerdotes,
adornándolo con plumas y piedras preciosas.
Los temazcales eran de índole familiar; a la novia se le ungía con
aceites florales, le daban masaje, se le vestía de gala y usaba como
ornamentos flores y ricas plumas; escuchaba al «concejo de ancia-
nas» y a las casaderas en lo relativo a las artes del amor, del hogar
y de los valores familiares para que viviera feliz con su prometido.
Al novio le aconsejaban para formar su familia y aprendía a usar
los instrumentos para la guerra, el trabajo y el hogar antes de la
unión marital.
El atavío o vestuario propio de la fiesta se llevaba a cabo por sepa-
rado en las respectivas casas de los novios, para después hacer «el
amarre de tilmas», es decir la ceremonia nupcial, en la casa propia
o calpulli preparado especialmente para los recién amarrados.
Toda la ceremonia era organizada y acompañada por las abuelas
y las casamenteras. Los novios se sentaban uno frente a otro en
una estera nueva bordada con primor, cerca del fuego; después
comenzaba la ceremonia propiamente nupcial: el sacerdote ataba
la tilma y el huipil de los novios, y estos, tomados de las manos,
daban siete vueltas alrededor del fuego, quemando incienso, ele-
vando plegarias a los dioses e intercambiándose obsequios tales
como vestidos, además de alimentos: salados, amargos y dulces,
que simbolizaban la ayuda mutua y las experiencias que habrían

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Puntos de vista 79

de afrontar en el futuro. Los invitados se instalaban alrededor de


los contrayentes; tocaban flautas, sonajas y tambores; entonaban
algunos cantos, que explicaban la presencia de los cuatro elementos
en el altar sagrado (tierra, agua, viento, fuego): tierra es mi cuerpo;
agua es mi sangre; viento mi aliento; fuego mi espíritu.
La tierra estaba representada con flores y semillas, signos de fertili-
dad; la sangre, con la vasija de agua como principio vital; el viento,
con el caracol (instrumento prehispánico que anuncia el principio
de algo, la llegada de alguien, la purificación del espacio, y la tras-
cendencia de lo que se dice y se hace); y el fuego, con el sahumerio
(incensario o brasero que sirve para la purificación y la ofrenda).
Entonces, al esposo se le denominaba tlapalihui («hombre hecho
y de fuerzas»), y a la mujer, cihuatlanti («señora principal»). Inter-
venían las mujeres llamadas casamenteras y el sacerdote del culto
quien, realizando diferentes actos rituales, evocaba a los espíritus
buenos de sus antepasados y alejaba a los malos con el único fin
de asegurar la fertilidad y fecundidad de los esposos, para que la
mujer quedara embarazada antes de un año. Los novios permane-
cían cuatro días en la choza conyugal, entregados a la penitencia,
al ayuno y orando a los dioses. La fiesta terminaba con regalos
para los invitados.
El matrimonio, como acto religioso, carecía de validez cuando no
se celebraba de acuerdo con las ceremonias del ritual propio de
cada cultura, pero cuando se llevaba a cabo conforme a los cánones
establecidos, este era considerado un lazo indisoluble.
La labor evangelizadora de la Iglesia frente a la realidad cultural
de nuestros pueblos originarios respecto a la institución del matri-
monio, en tanto celebración y estado de vida, hizo reafirmar, por
todos los medios, la indisolubilidad del matrimonio cristiano,
según la voluntad del creador, expresada por Jesús en su diálogo
con los fariseos y reafirmada a sus discípulos, cuando dijo: «No
todos entienden esto, sólo los que han recibido este don» (Mt 19,11).
El proyecto de Dios sobre el matrimonio y la familia, casarse de
acuerdo con la voluntad del Señor y no según la concupiscencia,
además del consentimiento de los padres, son elementos fun-

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80 Puntos de vista

damentales del matrimonio cristiano expresado en la tradición


bíblica y patrística de la Iglesia, los cuales favorecieron el proceso
de inculturación que los misioneros utilizaron para asumir y puri-
ficar los usos indígenas de nuestros pueblos.
La preocupación de los padres en lo tocante al matrimonio de sus
hijos para asegurar la descendencia y la fidelidad al Dios de sus
antepasados es el principal motivo para resaltar la importancia
de la celebración de los desposorios o esponsales en la casa de
los propios esposos, así como la comprensión del matrimonio
como un acontecimiento familiar, social y religioso. El concejo de
ancianas que pedía la mano de la novia de parte de los padres del
novio es otra institución que se asemeja al paraninfo o «amigo del
novio», que era quien o quienes llevaban adelante y preparaban
el encuentro nupcial del futuro matrimonio. La invocación a la
divinidad, el servicio y la disposición hacia la novia, la bendición
de los padres a los hijos, la comida ritual, los tiempos de espera,
la preparación de la casa para la futura familia, el tálamo nupcial,
el baño purificatorio, entre otros elementos, son aspectos que
tuvieron que aprovechar e inculturar.
Una mención especial merece «el amarre de tilmas o vestidos»,
signo de la unidad inseparable de los esposos dentro de las bodas
aztecas, que podemos equiparar con algunos elementos de los ritos
nupciales en otras culturas: el yugo o lazo en la liturgia hispánica,
la coronación en Oriente, al velo nupcial en el rito romano o la
huppá o baldaquino en la cultura de Jesús.
La extraordinaria diversidad de usos y ritos que se descubren al
estudiar el matrimonio en las culturas cristiana e indígena durante
el México prehispánico giran en torno a tres hechos concretos:
1. El sacerdote que ataba la tilma y el huipil de los novios.
2. La inserción de aquellos gestos familiares en la liturgia
matrimonial (clima festivo, lecho nupcial, baño purificatorio,
vestuario propio, intercambio de obsequios, invocación a la
divinidad para la fertilidad y fecundidad de los esposos).
3. El cumplimiento del ritual propio para la indisolubilidad y
formalidad del matrimonio.

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Puntos de vista 81

Los desposorios o esponsales en la casa de la novia en nuestros días


son y seguirán siendo una magnífica oportunidad para evangelizar
y catequizar a los familiares y amigos de los contrayentes sobre
la importancia del sacramento del matrimonio como proyecto
de vida y espiritualidad conyugal, familiar, social y eclesial. Las
catequesis mistagógicas pre y post sacramentales se convierten
también en magníficas oportunidades para promover, asumir y
vivir aquellos contenidos teológico-litúrgicos que celebramos per
ritus et preces.
Manuel Fernando Sedano López
Doctor en teología con especialización en liturgia.

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Noticias

El año litúrgico.
Celebrar la obra de la salvación […]
en días determinados del año (SC 102)

Con ocasión del 53 aniversario de la promulgación de la Consti-


tución sobre la liturgia Sacrosanctum Concilium, del Concilio Vati-
cano II, el Pontificio Instituto Litúrgico San Anselmo de Roma, la
Asociación de Profesores y Cultores de Liturgia de Italia y las Pías
Discípulas del Divino Maestro organizaron una jornada de estudio
el pasado 1 de diciembre de 2016 en el mencionado Instituto dedi-
cado al año litúrgico como celebración de la obra de la salvación
en días determinados del año (cf. SC 102). La jornada contó con la
intervención de los profesores Gianni Cavagnoli (El año litúrgico
epifanía del misterio de Cristo) y Matías Augé (El misterio de Cristo en
el tiempo ordinario).

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III Memorial Pere Tena
de Pastoral Litúrgica

Jueves 16 de febrero de 2017,


a las 6 de la tarde,
en el Seminario de Barcelona

Mons. Víctor Sánchez Espinosa


recibirá el Memorial Pere Tena
como reconocimiento a la
tarea realizada en el campo
de la pastoral litúrgica, en las
Iglesias locales de México y,
desde el CELAM cuando fue
presidente del Departamento
Misión y Espiritualidad, en
las distintas Iglesias locales
latinoamericanas y del Caribe.

Centre de Pastoral Litúrgica


de Barcelona

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Libros

Bibliografía reciente en castellano

Antonio Alcalde, Orar con los himnos (Dossiers CPL 140), Barce-
lona: Centre de Pastoral Litúrgica 2016, 212 pp.

El canto es una forma privilegiada más viva y consistente nuestra fe


de la oración cristiana. Y las com- y nuestra vivencia cristiana. Para
posiciones poéticas creadas a lo ayudarnos a ello, el presente libro
largo de los siglos para ser can- nos invita a vivir con mayor inten-
tadas, forman un acervo valioso sidad una buena selección de textos
que, cuando aciertan a expresar el cantados: dieciséis himnos, en su
sentido hondo de la fe, se convier- mayoría de la Liturgia de las Horas,
ten en magníficos pedagogos de la y otras composiciones relevantes
experiencia cristiana. Por ello, dete- como la secuencia de Pentecostés
nerse en lo que esas composiciones o las antífonas marianas del rezo
poéticas y musicales significan y de completas. Sin duda, una muy
transmiten, y profundizar en ellas, buena aportación a la experiencia
será una gran ayuda para hacer creyente.

Matías Augé, A través del Año Litúrgico. Cristo mismo, presente en


su Iglesia (Biblioteca Litúrgica 49), Barcelona: Centre de Pastoral
Litúrgica 2016, 348 pp.

Las páginas de este libro son fruto de análisis tiene como intención
de años de estudio y enseñanza del privilegiar la dimensión teológica
profesor liturgista Matías Augé. y espiritual del Año Litúrgico. En
Más allá de la abundante produc- sus páginas está presente la historia
ción literaria sobre el Año Litúr- y la celebración, sin embargo, se
gico, esta publicación es única y ori- enfoca principalmente en aspectos
ginal; sobre todo porque el método teológicos y vida espiritual.

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86 Libros

María Campatelli, El bautismo. Cada día en las fuentes de la vida nueva


(Alianza Nueva 236), Salamanca: Sígueme 2016, 156 pp.
La teóloga oriental María Cam- referencia directa a la novedad de
patelli presenta en estas páginas vida que genera, y esta novedad de
un acercamiento no habitual al vida es presentada de tal manera
bautismo. Trata este sacramento que el lector pueda recibir inspi-
inserto en el misterio de la fe, en ración, alimentar su vida espiri-
la vida de la Iglesia y en la historia tual enriqueciendo la memoria del
personal. A partir del rito litúrgico propio bautismo e intuyendo su
de las diferentes Iglesias, se descu- incidencia en la vida de la Iglesia,
bre el significado del bautismo, en en su ambiente, en su cultura.

Juan María Canals, Celebrar y vivir. La liturgia de la Iglesia en la vida


consagrada (Curso Breve 15), Madrid: Publicaciones Claretianas
2016, 161 pp.

En este libro se nos ofrece una y lograr un mayor conocimiento


ayuda para caer en la cuenta de y comprensión del misterio de la
algunas cuestiones importantes de fe que en ella actualizamos. Está
la liturgia (mistagogia, Eucaristía, destinado especialmente para las
culto eucarístico, sacramento de la comunidades de vida consagrada,
reconciliación, liturgia de las horas, en las que la liturgia debe ser una
rito de la profesión religiosa), para cuestión nuclear y vital.
poder embellecerla, revitalizarla

Yves Marie Congar, Pentecostés (Cuadernos Phase 231), Barcelona:


Centre de Pastoral Litúrgica 2016, 102 pp.
El presente Cuaderno Phase recoge ción de otros textos que pudieran
el texto que guió la peregrinación ayudar a «entrar» en la solemnidad
universitaria de París a Chartes de de Pentecostés. Para reflexionar y
1956. Escrito casi como si fueran orar ante el acontecimiento de Pen-
unos apuntes de clase: frases breves tecostés puede ser aún útil.
y sugerentes, así como la indica-

Bernabé Dalmau Ribalta, Pascua de Cristo, Pascua de los cristianos


(Emaús 128), Barcelona: CPL 2016, 88 pp.
Este libro nos quiere ayudar en primer lugar en el testimonio de
la Pascua de Cristo. Para hacerlo, Jesús, para pasar luego a reflexio-
nos invita a fijar nuestros ojos en nar sobre el sentido de su muerte y

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Libros 87

resurrección y sobre lo que significa siete sacramentos de la Iglesia que


la celebración de la Pascua, para nos unen a Jesucristo muerto y
terminar prestando atención a los resucitado.

Juan Javier Flores Arcas, La evolución del concepto de sacramento


a través de los siglos (Biblioteca Litúrgica 48), Barcelona: Centre de
Pastoral Litúrgica 2016, 275 pp.
Este estudio aborda los sacramen- la celebración es el mejor modo de
tos dentro de una visión amplia y volver a colocar los sacramentos
totalizante que incluye también su donde siempre han estado y tienen
celebración, y lo hace desde una que estar: en el corazón de la Iglesia.
perspectiva sacramental, litúrgica La obra tiene su origen en los cursos
e histórica desde los inicios del que el autor imparte en el Pontificio
cristianismo hasta la actualidad. Instituto Litúrgico del Pontificio
Partir de la celebración o volver a Ateneo San Anselmo de Roma.

Jesús R. Folgado García (ed.), «Memoria de nuestra redención».


Tratado de la misa (Cuadernos Phase 233), Barcelona: Centre de
Pastoral Litúrgica 2016, 128 pp.
Esta obra, de autor anónimo, se vida sea genuinamente cristiana,
compone de treinta y siete capítu- cuidando la educación de la mente
los que van describiendo la forma y del hombre interior a través de la
litúrgica de la celebración de la meditación y el examen inspirados
Eucaristía en el siglo xv. La preo- en las Sagradas Escritura, serán los
cupación por cuidar, en todas las rasgos de la espiritualidad enton-
clases sociales y estados, que la ces considerada moderna.

José Benigno Freire Salinas, El silencio en la liturgia: estudio teo-


lógico a partir del Concilio Vaticano II y la reforma litúrgica posterior
(Teología), Roma: Pontificia Universitas Sanctae Crucis-Facultas
Theologiae 2015, 344 pp.

El silencio es la respuesta natural del templo. Para el culto cristiano,


ante lo sagrado. El profundo valor el silencio es el requisito previo
humano del silencio justifica su para que la participación litúrgica
valor litúrgico, en cuanto dimen- pueda conducir efectivamente a
sión estrictamente litúrgica de toda Dios; más aún, es la llave que per-
celebración. Para el pueblo de la mite el acceso a la deseada partici-
elección, el silencio fue una de las pación consciente y activa. 
características más significativas

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88 Libros

José Juan Fresnillo Ahijón, «Ad Diaconam faciendam seu consacran-


dam». El diaconado femenino en el occidente medieval (Dissertationes
theologiae 21), Madrid: Universidad San Dámaso 2016, 492 pp.

El autor pretende arrojar luz sobre timonios litúrgicos del occidente


el «oscuro tema» de las diaconi- medieval, con referencias a la teo-
sas, para comprender mejor la logía contemporánea. Termina
naturaleza de la función diaco- con una breve presentación de las
nal ejercida por mujeres. Después menciones sobre las diaconisas
de una sucinta presentación de la que aparecen en los Concilios de
investigación sobre las diaconisas los siglos iv y v, y un análisis de la
y el diaconado femenino hasta el noticia de la consagración diaconal
momento presente, analiza los tes- de Radegunda.

Judá García, Óscar Romero y el Año Litúrgico (Emaús 131), Barce-


lona: Centre de Pastoral Litúrgica 2016, 169 pp.
Óscar Romero supo comunicar, a tiempos y momentos del Año Litúr-
través especialmente de sus homi- gico. Por eso, buscar en sus escritos
lías dominicales, la Buena Noticia la manera como él entendía y vivía
de Jesucristo que se hace presente el Año Litúrgico será sin duda de
en toda realidad humana. Y lo hizo gran valor para todo cristiano. Y
partiendo del itinerario básico de la eso es lo que este libro nos ofrece.
celebración cristiana: los distintos

Gonzalo Matías Guzmán Karadima, «Lo popular» como un lugar


teológico de encuentro entre la liturgia y la piedad (Bibliotheca «Ephe-
merides Liturgicae» - Subsidia 178), Roma: Centro Liturgico
Vincenziano-Edizioni Liturgiche 2016, 407 pp.

«Lo popular» y sus consecuencias análisis de las diferentes concepcio-


son el palco escénico del misterio de nes de «lo popular» que se despren-
la redención. Sus categorías y len- den de las publicaciones teológi-
guaje hablan de quienes y cómo son cas atingentes durante la segunda
sus actores. Este estudio hace una mitad del siglo pasado, se llega a
lectura sociológica, antropológica y aquella que esta tesis desea ofrecer
teológica de sus componentes, tales como necesaria para una sana y
como su lenguaje simbólico y ritual. correcta relación entre liturgia y
Se buscará demostrar el cómo y el piedad-religiosidad. Por ello desde
porqué «lo popular» es un lugar la ciencia litúrgica, con el auxilio de
antropológico y teológico donde la «teología del pueblo» latinoa-
la liturgia y la piedad-religiosidad mericana, se hace una re-lectura
de la Iglesia se encuentran. En un teológica desde «lo popular» de

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Libros 89

las categorías eclesiológicas claves pueblo, que toca todo el ser de la


del Concilio Vaticano II buscando Iglesia, se expresa en su culto.
comprender como la identidad de

Mario Alberto Haller, La iniciación cristiana, itinerario progresivo


de configuración con Cristo pascual, Buenos Aires: Pontificia Uni-
versidad Católica Argentina «Santa María de los Buenos Aires».
Facultad de Teología 2016, 425 pp.
El presbítero argentino Mario ción cristiana, sobre todo de niños,
Alberto Haller ha publicado su desde un planteamiento histórico,
trabajo de tesis doctoral, en el que teológico y pastoral, integrando los
ha estudiado la unidad y el orden aspectos catequísticos y litúrgicos.
de los sacramentos de la inicia-

Adolfo Ivorra, Doxología. Aproximación a la antropología litúrgica


(Biblioteca Litúrgica 50), Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica
2016, 187 pp.
Los estudios que pretenden ahon- culación entre lo sacro y lo profano,
dar en la realidad antropológica la dignidad de la vida humana en
que se manifiesta en la celebración la Iglesia entendida como «ciudad
litúrgica suelen partir del signo/ de Dios», el sentido de los signos
símbolo, dejando de lado los aspec- y su dimensión soteriológica y la
tos dogmático (lex credendi) y moral visión oblativa de la existencia. El
(lex agendi) que no solo sustentan ser humano, concluye Ivorra, es
sino que permean la lex orandi. alguien llamado a ser homo litur-
Adolfo Ivorra, en cambio, aborda gicus, que se va edificando en el
esta cuestión teniendo como punto tiempo, se rodea de una comu-
de mira la doxología como tema nidad más o menos amplia que
propiamente litúrgico. A lo largo de comparte sus anhelos, e intenta
su Doxología, el autor aborda la arti- mejorarse a sí mismo.

Fernando López Arias, Espacio litúrgico. Teología y arquitectura


cristiana en el siglo xx (Cuadernos Phase 230), Barcelona: Centre de
Pastoral Litúrgica 2016, 142 pp.
El objeto de esta publicación es de la Iglesia. En ella se muestra lo
ofrecer las ideas teológico-litúr- que la Iglesia dice de cómo ha de
gicas que subyacen en el espacio ser el especio litúrgico, teniendo
litúrgico para que quienes levan- siempre ante los ojos el riquísimo
tan nuevos edificios destinados al tesoro artístico que la historia nos
culto puedan hacerlo según la mens ha legado.

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90 Libros

Manual Litúrgico. Guía de carácter litúrgico con contenidos detallados


para sacramentos y sacramentales, Bogotá: Paulinas 2015, 302 pp.
El equipo de la editorial Paulinas de detallados sobre los sacramentos y
Colombia ha preparado esta guía sacramentales.
de carácter litúrgico con contenidos

María Navarro, Celebramos. La celebración del misterio cristiano


(Catequesis), Madrid: PPC 2016, 173 pp.

Una presentación accesible de la modo pedagógico se acerca a los


segunda parte del Catecismo de la fundamentos de la liturgia cristiana
Iglesia católica dedicada a la cele- y a una descripción de los siete
bración del misterio cristiano. De sacramentos.

Alejo Navarro, El bautismo explicado al pueblo, México: San Pablo


2015, 96 pp.
Alejo Navarro, La confirmación explicada al pueblo, México: San
Pablo 2015, 80 pp.
Alejo Navarro, La Eucaristía explicada al pueblo, México: San Pablo
2015, 96 pp.
Alejo Navarro, La reconciliación explicada al pueblo, México: San
Pablo 2015, 96 pp.
Alejo Navarro, La unción de los enfermos explicada al pueblo, México:
San Pablo 2015, 96 pp.
El padre Alejo está publicando este sacramento, fuente de la vida
una sencilla explicación de cada cristiana, juntamente con el com-
uno de los siete sacramentos. En promiso y la misión que implica.
el primero de ellos, nos expone Explica paso a paso su celebración.
de manera clara el sacramento del La penitencia ocupa el cuarto de
bautismo: el rito y los compromisos los libros, en el que expone su sig-
del bautizado, de los papás y padri- nificado y las gracias que en él se
nos ante la comunidad cristiana y derraman. La unción de enfermos,
ante Dios. En el libro dedicado a sacramento sanador, lo presenta
la confirmación, explica el sentido como el camino instituido por Jesús
de este sacramento y su signifi- para ir al encuentro de los enfer-
cado en la vida cristiana. Describe, mos, señalándonos cuándo debe
además, paso a paso este rito de administrarse y los frutos que se
iniciación. En el volumen sobre la obtienen.
Eucaristía, nos hace comprensible

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Libros 91

José Fernando Rey Ballesteros, La santa misa y el divino protocolo


(Milenio), Murcia: Cobel Ediciones 2016, 154 pp.

Este libro aporta un conocimiento ción teológica o litúrgica puedan


básico sobre la esencia de la misa y penetrar mejor en el misterio que
el significado de sus ritos con el fin se celebra en este sacramento.
de que los fieles sin mucha forma-

Santoral litúrgico hispano-mozárabe (Cuadernos Phase 229), Barce-


lona: Centre de Pastoral Litúrgica 2016, 128 pp.
Este volumen de la colección Cua- junto con las normas del calendario
dernos Phase recoge una breve bio- en el rito hispano-mozárabe y la
grafía de los santos que se celebran oración después del gloria propia
en el rito hispano-mozárabe. Esto de cada santo.

Juan Manuel Sierra López, Orar con la Liturgia Hispano-Mozárabe,


Illinois: Midwest Theological Forum 2015, 168 pp.
Las páginas que siguen intentan participación en las celebraciones
ser una aportación al conocimiento litúrgicas de este rito (ordinario de
del rito hispano-mozárabe y una la misa, calendario, etc.), además
ayuda para su vivencia espiritual. de una serie de oraciones y textos
Para ello, se juntan algunos ele- que, sacados de la liturgia, pueden
mentos que puedan servir para la ayudar a la vida espiritual.

Juan José Silvestre, Una liturgia que parte del misterio. Introducción
a la teología de la liturgia de Louis Bouyer (Biblioteca Litúrgica 51),
Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica 2016, 270 pp.

Juan José Silvestre analiza el principalmente de las obras de


extenso legado teológico y litúr- Bouyer, todavía poco estudiado
gico de Louis Bouyer (1913-2004), en su conjunto, centrándose en
sacerdote francés que inició su los aspectos litúrgicos. Un com-
andadura como pastor luterano y pleto estudio, acompañado de una
que se implicó apasionadamente exhaustiva referencia bibliográ-
en la renovación litúrgica del siglo fica, para comprender a una de las
xx, antes y después del Concilio grandes figuras del movimiento
Vaticano II. Para ello el autor parte litúrgico.

José Antonio Goñi – Cristóbal M. Orellana

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COLECCIÓN EMAÚS
Árboles y espiritualidad
Por Josep Gordi.
Emaús 136. 112 pág.
Estas páginas tratan del papel de los
árboles en diferentes culturas y religiones
para mostrar el importante protagonismo
que han tenido. La mirada que el autor
nos ofrece en este libro se centra en los
vínculos emocionales y espirituales que
se han establecido entre las diferentes
civilizaciones y los árboles.

9,00 €

300 mensajes
del papa Francisco
Por Luis Benavides.
Emaús 137. 196 pág.
Ofrecemos una selección de 300 mensajes del
Papa en sus tres primeros años de pontificado:
a) El Evangelio de la misericordia; b) El
Evangelio del perdón; c) Mensajes a los
obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas,
seminaristas, novicios y novicias. Sin duda,
un valioso material de reflexión y estímulo
para todo cristiano.
9,90 €

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phase Fundador
Pere Tena †

Director
José Antonio Goñi
Vinculada
al Instituto Consejo
Luis Fernando Álvarez (Madrid)
Superior
Dionisio Borobio (Salamanca)
de Liturgia Juan María Canals (Madrid)
de Barcelona,
REVISTA DE PASTORAL LITÚRGICA

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de la Facultad Ángel Cordovilla (Madrid)
de Teología Lino Emilio Díez (Madrid)
Pere Farnés (Barcelona)
de Catalunya
Juan Javier Flores (Roma)
Jaume Fontbona (Barcelona)
Aurelio García (Valladolid – Roma)
Luis García (León)
Jaume González (Barcelona)
Ramiro González (Ourense)
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INSTITUTO SUPERIOR DE LITURGIA DE BARCELONA, del matrimonio hoy
DE LA FACULTAD DE TEOLOGÍA DE CATALUNYA

año 57 (2017) núm. 337

Centre de Pastoral Litúrgica 337


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