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Gustavo Irrazábal

El Evangelio Social:
un tesoro olvidado
Irrazábal, Gustavo
El Evangelio Social : un tesoro olvidado / Gustavo Irrazábal
- 1a ed. - Buenos Aires : Agape Libros, 2018.
p. ; 21x14 cm. -
ISBN 978-987-640-
Índice
1. . I. Título.
CDD

1. Introducción. El Evangelio Social y su “olvido”............9


2. ¿Qué es la DSI? Enseñanza, disciplina y práctica..........17
2.1. ¿Es necesaria una doctrina social cristiana?...............17
2.2. DSI como enseñanza......................................................20
2.2.1. Enseñar y “opinar”.................................................20
2.2.2. Lo que la Iglesia enseña
y lo que los documentos “dicen”..................................21
2.2.3. Lo que la Iglesia enseña y lo que los autores sostienen...23
2.3. DSI como disciplina. Un discurso con reglas.............24
2.4. DSI como discernimiento comunitario y eclesial.......27
© Agape Libros, 2018 2.5. Una tensión interna: magisterio y disciplina..............29
© Gustavo Irrazábal, 2018 2.6. La DSI y razón. La autonomía de lo temporal...........31
ISBN: 978-987-640- 2.7. DSI como marco plural al servicio del diálogo..........34
2.8. La dimensión doctrinal y la dimensión pastoral.......37
Diseño de tapa: María Julia Irulegui
2.9. El “estilo” la DSI. Anuncio, profecía y propuesta......38
Diseño de interior: Equipo Editorial Agape
2.10. Conclusiones: DSI, una perspectiva disciplinar.......41
1ª edición: mayo de 2018
3. Justicia social y caridad social..........................................45
Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723 3.1. La justicia en la Biblia:
el Don de Dios en la Creación........................................45
AGAPE LIBROS
Av. San Martín 6863 3.2. El Don de Dios en la redención....................................46
(1419) Ciudad Autónoma de Buenos Aires 3.3. La Justicia evangélica.....................................................49
agape@agape-libros.com.ar 3.4. El mandamiento del amor.............................................51
www.agape-libros.com.ar
3.5. La mediación racional:
Impreso en Argentina - Printed in Argentina
el concepto de justicia social...........................................53
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, 3.5.1. Justicia social y los “derechos de humanidad”........55
distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la
autorización de los titulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos 3.5.2. Justicia social e igualdad económica........................56
mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual. 3.5.3. La justicia social como virtud asociativa.................60

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

3.5.4. De la distribución a la participación.......................61 5.4. El proceso del discernimiento. La prudencia...........120


3.5.5. Una nueva conciencia histórica y crítica.................65 5.5. Estructura y método.....................................................121
3.6. De la justicia a la solidaridad........................................67 5.6. Conclusiones.................................................................124
3.7. La caridad social y política............................................70 6. DSI y la política ..................................................................127
3.8. Conclusiones ..................................................................73 6.1. Sociedad y Estado.........................................................127
4. DSI, un pensamiento histórico............................................75 6.2. Comunidad política.....................................................129
4.1. Evolución de la DSI: continuidad y desarrollo..........76 6.3. La comunidad política,
4.2. La DSI como figura del pensamiento social cristiano....78 ¿realidad natural o contractual?..................................132
4.3. Periodificación de la DSI: los distintos paradigmas.... 82 6.4. Iglesia y comunidad política:
4.3.1. La ideología católica (1891-1931)............................85 autonomía y colaboración............................................134
4.3.2. La Nueva Cristiandad (1931-1958)........................85 6.5. La libertad religiosa......................................................137
4.3.3. El diálogo (1958-1978)............................................86 6.6. La Iglesia y la democracia...........................................139
4.3.4. La profecía (1978-2005)...........................................87 6.7. La “auténtica” democracia..........................................141
4.5. De Benedicto a Francisco: 6.8. Conclusiones.................................................................142
hacia una “radicalización” de la profecía.....................88 7. DSI y economía......................................................................143
4.6. La necesidad de una hermenéutica histórica.............92 7.1. La DSI y la revolución capitalista...............................144
4.7. ¿Hacia un nuevo paradigma? 7.2. La crítica al capitalismo: la objeción moral ..............147
De la profecía al diálogo crítico.....................................93 7.3. El capitalismo, invención cristiana.............................149
4.8. Conclusiones: DSI como proyecto histórico...............96 7.4. DSI y el sesgo intervencionista ..................................153
5. Los contenidos y el método.................................................99 7.5. Juan Pablo II y el capitalismo......................................157
5.1. Los contenidos de la DSI.............................................100 7.6. El Papa Francisco y la condena al “sistema”............162
5.2. Principios permanentes de reflexión.........................101 7.7. Conclusiones.................................................................165
5.3. Los principios permanentes en particular................102 8. Tres versiones rivales de la reflexión social...............169
5.3.1. La “caridad en la verdad” como principio cardinal....102 8.1. La DSI como tradición específica...............................170
5.3.2. El principio personalista .......................................103 8.2. Sus características.........................................................170
5.3.3. El bien común........................................................105 8.3. Teología de la liberación..............................................173
5.3.4. Principio de subsidiaridad y participación............109 8.4. La Teología del Pueblo.................................................182
5.3.5. Principio de solidaridad.........................................111 8.5. Conflictos y convergencias..........................................186
5.3.6. Solidaridad y subsidiaridad 8.6. Conclusiones. Desafíos para el futuro.......................193
como principios complementarios..............................112
9. Conclusión general............................................................195
5.3.7. Destino universal de los bienes.............................113
5.3.8. Propiedad privada..................................................114 10. Siglas....................................................................................201
5.3.9. Opción preferencial por los pobres........................115 11. Bibliografía.........................................................................203
5.3.10. La unidad estructural de los principios...............117 Magisterio.............................................................................203
5.3.11. Excursus: Los “principios” de Evangelii gaudium....117 Bibliografía general.............................................................205

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1. Introducción.
El Evangelio Social y su “olvido”

La Buena Nueva de Jesucristo no sólo tiene como destina-


taria a cada persona de cara a su destino individual, sino que
se dirige también a la sociedad e incluso a la creación entera
(Mc 16,15). El proyecto divino de salvación involucra al hom-
bre también en su dimensión comunitaria y cósmica. El Evan-
gelio está llamado a dar forma −y una forma específica− a la
vida social: la forma del amor de Cristo. Es la luz de este amor
la que debe orientar a los cristianos en su misión de cons-
truir una sociedad justa y solidaria, y de santificar el mundo
abriéndolo al horizonte de la trascendencia y preparando la
venida del Reino de los Cielos. Ese anuncio, el Evangelio So-
cial, toma hoy la forma histórica que conocemos sobre todo
como Doctrina Social de la Iglesia (en adelante, DSI).
Sugerir hoy que la DSI haya caído en cierto sentido en el ol-
vido puede parecer una exageración. Es cierto que ella ha atra-
vesado momentos críticos en los que pareció perder potencia
y credibilidad. Pero hoy la Iglesia vuelve a focalizarse en los
temas sociales con una renovada determinación. Para demos-
trar el éxito y la vitalidad de la DSI en el presente, bastaría con
citar, por ejemplo, la difusión que alcanzaron los documentos
y enseñanzas de los tres últimos pontífices, Juan Pablo II, Bene-
dicto XVI, y el actual Papa Francisco. En el caso de este último,
el magisterio social ha adquirido incluso un mayor espacio y
centralidad, desde la exhortación programática Evangelii gau-
dium hasta su encíclica ecológica Laudato si’, pasando por los
discursos dirigidos anualmente a los movimientos sociales.
Sus expresiones siguen siendo ampliamente comentadas y, en
algunos casos, acaloradamente debatidas. Su decisión de esta-
blecer para el 19 de noviembre de cada año la Jornada Mundial

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

de la Pobreza es uno de tantos ejemplos de su determinación vas que no pude dejar de percibir. Uno de ellos confesó su per-
para colocar el tema social en el centro del anuncio cristiano. plejidad ante el hecho de que en 1991, en la encíclica Centesimus
¿Qué sentido tiene entonces plantear dudas, precisamente en Annus, Juan Pablo II había expresado su apoyo al capitalismo
este momento, sobre la continuidad y el futuro de la DSI? Ésta entendido como “economía libre” o “economía de empresa”,
parece gozar complexivamente de muy buena salud. Es más, criticando fuertemente al “Estado asistencial”, y tan sólo veinte
con el presente pontífice se diría que ha entrado en un período años más tarde otro Papa, Francisco, con su condena al “siste-
de franco apogeo en términos de aprobación generalizada den- ma” parece rechazar al capitalismo como tal, considerándolo
tro y fuera de la Iglesia. corrupto “en su misma raíz” y haciéndolo responsable de to-
Sin embargo, algunos especialistas no compartirían el op- dos los males que aquejan el mundo actual, desde la pobreza
timismo de este diagnóstico. Al respecto, por ejemplo, obser- y la desigualdad, hasta la crisis ecológica, las guerras y las mi-
va G. Crepaldi: graciones masivas. Si esto es así, la pregunta se impone: ¿Qué
pensará el próximo Papa? ¿Y cómo tomar en serio un mensaje
“La Doctrina Social de la Iglesia (…) no parece ser hoy que depende tanto de las ideas del pontífice de turno, y que
adecuadamente valorizada, ni se constatan iniciativas par- está por lo tanto sujeto a tan bruscas oscilaciones?
ticulares para su estudio, su difusión, y su utilización. Una
simple comparación con los años Noventa del siglo pasado Este comentario obró como un disparador, y varios de los
ofrece con gran evidencia el estado de situación. No sólo no presentes se animaron a dirigir a la DSI otras serias e incisivas
parecen emerger iniciativas comparables, sino que también críticas: los documentos −observaban− están repletos de gene-
la simple producción de textos sobre el tema pone de ma- ralizaciones y ambigüedades que abren la puerta a interpreta-
nifiesto este cambio. Ante esta situación se puede proceder ciones dispares e incluso contrapuestas, lo cual explicaría por
con cautela por temor a afrontar la problemática de fondo, qué tanto liberales como socialistas, conservadores como pro-
o se puede tomar en mano la situación y comenzar una con- gresistas, autoritarios como democráticos, han podido invocar
frontación con una propuesta de conjunto.”1 plausiblemente conceptos y afirmaciones básicos de la DSI en
su favor. Además −proseguían− con frecuencia las enseñanzas
A pesar de las apariencias, el planteo de un “olvido” de la se contradicen entre sí; muchas afirmaciones carecen de base
DSI puede ser pertinente y útil. Por empezar, permite dar voz empírica y no surgen de una seria confrontación con las cien-
a cuestionamientos atendibles que surgen desde el seno mis- cias humanas, etc. El resultado final sería un discurso vago,
mo de la Iglesia católica, y que no sería sensato soslayar. Una poco atento a la realidad y a sus leyes propias, y que en última
anécdota personal puede ser útil para ilustrar este punto. Hace instancia sería irrelevante o, peor aún, contraproducente, por
algunos años participé en una cena con algunos profesionales caer en un voluntarismo que con las mejores intenciones esti-
católicos, personas competentes en sus respectivas disciplinas, mula políticas económicas y sociales ruinosas.
bien formadas en la fe y con una profunda preocupación por
los temas sociales. En el curso de nuestra conversación −que En última instancia, la DSI habría surgido de un equívoco
giraba en torno a la preocupación por la situación económica respecto de la verdadera misión de la Iglesia, que es de orden
y social en la Argentina− surgió el tema de la DSI. Al escuchar religioso, y no social, económico o político. Arrogarse alguna
esta expresión, los comensales se cruzaron miradas significati- competencia especial en este campo, y pretender invocarla
con autoridad magisterial, sería a todas luces un exceso, una
especie de secularización del mensaje cristiano, y la imposta-
ción de una identidad ficticia a los efectos de sobrevivir a la
1 
G. Crepaldi, La Chiesa Italiana e il futuro de la Pastorale Sociale, 7-8. pérdida de centralidad en la sociedad moderna.

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

Si se hubiera tratado simplemente de rebatir objeciones o Es cierto que estamos en un momento en que objeciones
defender la DSI, yo podría haber ensayado algún argumento como las que recuerdo aquí son minoritarias. Quizás la ma-
elegante sosteniendo, por ejemplo, que Juan Pablo y Francis- yoría de los creyentes con fuerte compromiso social las con-
co en el fondo no se contradicen porque sus enseñanzas se si- siderarían como excesivamente teóricas. Hoy parece haber
túan en “coyunturas históricas distintas”, o porque se trata de tomado la posta de la reflexión social lo que se denomina la
“perspectivas diversas y complementarias”, etc. Pero aunque “Pastoral Social”. Los equipos y comisiones de pastoral social
este recurso fuera formalmente correcto, no habría tocado el de las distintas diócesis y conferencias episcopales, a través
fondo de la cuestión. Porque si bien es cierto que existe una de congresos, encuentros, cursos, jornadas, publicaciones, de-
diferencia de momento histórico y de perspectiva de análisis, claraciones, etc., difunden sus posiciones sobre diferentes te-
e incluso de sensibilidades, de estilo, de formación teológica, mas concretos, y buscan orientar de cerca el juicio y la praxis
de cultura y de experiencia personal, es también innegable social de los creyentes.
que entre las enseñanzas de ambos pontífices existe una real
discontinuidad, con aspectos de verdadera e insuperable con- La DSI tiene también una dimensión pastoral, en cuanto
tradicción. Si tenemos en cuenta la existencia de muchos otros procura pasar de la reflexión sobre los grandes principios al
casos análogos en los documentos sociales, ¿puede afirmarse discernimiento sobre los desafíos concretos de la justicia so-
a pesar de todo que existe una enseñanza social de la Iglesia? cial. La pastoral social, en sus diferentes ámbitos, cumple esta
función de nexo entre la teoría y la praxis. Pero es preciso
Del mismo modo, algunas de las otras críticas de fondo a reconocer que hoy existe en la pastoral social una tendencia a
las que hice referencia constituyen sin duda problemas rea- monopolizar, por así decirlo, la reflexión social. No es que la
les, no meros malentendidos sino verdaderos desafíos para referencia a la DSI esté del todo ausente, pero con frecuencia
la DSI en su situación actual, que no pueden ser tratados con es genérica y parcial. No da la impresión de que se le permita
ligereza ni ser respondidos “a boca de jarro”. No se puede a la DSI cumplir su función de instancia crítica del pensamien-
negar que los textos magisteriales suelen moverse en un alto to y de la acción social. Fácilmente su invocación, así como la
nivel de generalidad e incluso de abstracción, demasiado ale- de sus conceptos fundamentales, puede convertirse en un re-
jado de la complejidad y concreción de los problemas reales. curso formal que disimula prejuicios ideológicos, afiliaciones
Y cuando “descienden” al campo de las cuestiones particu- políticas y puntos de vista personales o sectarios. Basta con
lares y su solución, despiertan con frecuencia la sospecha de una mirada cursiva a los programas de muchos congresos de
incurrir en simplificaciones, de dar curso subrepticio a pre- DSI para constatar que la reflexión sobre sus fundamentos,
juicios ideológicos, o de operar selectivamente con los datos sus principios, su método, están mayormente ausentes.
empíricos al servicio de tesis preconcebidas. La perspectiva
ética, y hoy más explícitamente ético-teológica, de la DSI fá- Es por eso que la expansión (incluso excesiva) del discurso
cilmente puede deslizarse (y lo hace con cierta frecuencia) social católico en el presente no debe ser tomada necesaria-
hacia un moralismo que desconoce hasta qué punto ciertas mente como un signo de salud de la DSI. Incluso podría signi-
buenas intenciones pueden obstaculizar la correcta compren- ficar lo contrario: una indicación de que la reflexión social ha
sión de los problemas y generar consecuencias profundamen- sido despojada de aquella instancia superior, racional, orde-
te negativas. Y esta dificultad se agrava por el hecho de que nadora y crítica, y que por lo tanto queda expuesta a caer pre-
la Iglesia compromete su autoridad impartiendo enseñanzas sa de lo que hoy solemos llamar la “militancia”. El militante
que pueden estar afectadas por uno o varios de los problemas no tiene paciencia con lo que considera simples “sutilezas” de
mencionados, o significan tomar partido en temas que por su los intelectuales que sólo buscan enturbiar lo que de por sí es
naturaleza son contingentes, complejos y debatibles. claro y simple; entiende que los campos del bien y del mal, la

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justicia y la injusticia, están suficientemente definidos y sólo damente comprendida, valorada, cultivada y desarrollada,
resta tomar posición; considera que ha quedado atrás el tiem- corre el riesgo cierto de agotarse y caer en el olvido. Quien
po de interpretar, y que ahora es el tiempo de obrar; no busca todavía esté convencido de su importancia no puede eximir-
convencer con argumentación racional sino “movilizar”. se de la responsabilidad de preguntarse por las condiciones
necesarias para que la DSI pueda seguir guiando con consis-
La DSI se debate, pues, entre el escepticismo de unos y el
tencia y eficacia la praxis social de los creyentes. Su auténtica
temperamento militante de otros. De los primeros, algunos
naturaleza y función deben ser redescubiertas; las objecio-
la ignoran en silencio mientras otros la critican abiertamente
nes que se le dirigen deben ser evaluadas y eventualmente
no sólo en aspectos puntuales sino en su totalidad como pro-
superadas; su forma debe adaptarse a las exigencias de los
yecto, o cuestionan la competencia y la autoridad de la Iglesia
tiempos; su rigor racional y su inspiración creyente deben ser
para elaborarla. Los segundos, propensos al activismo, con
preservados y profundizados; su capacidad de mediar entre
frecuencia la desconocen o tienen de ella sólo un conocimien-
los principios y la realidad debe ser ejercitada y desarrollada
to parcial y sesgado, de modo que cuando recurren a ella lo
ulteriormente. Este libro pretende ser una modesta contribu-
hacen de modo selectivo y mayormente ad probationem, es de-
ción a dicho esfuerzo.
cir como mera confirmación de ideas adquiridas y decisiones
tomadas de antemano.
A su vez, estos problemas se sitúan en un contexto cultural
de una radical secularización de las sociedades occidentales
que lleva a negar la naturaleza humana y –para decirlo con G.
Crepaldi− “declara la guerra al cristianismo”, no de un modo
directo, negando la libertad religiosa, sino indirectamente,
impidiéndole defender en público los presupuestos naturales
de su fe. Existe el peligro de que frente a leyes post-natura-
les sobre la vida, la familia, la procreación o la muerte, a la
Iglesia ya no le sea permitido hacer oír su voz. Y esto ya está
sucediendo incluso con el aval de hombres de Iglesia y perso-
nalidades del ámbito católico.2
Por eso –conviene insistir− plantearse la hipótesis de un
olvido de la DSI es pertinente y necesario. Quizás lo sea más
que nunca. Como veremos a lo largo de esta reflexión, la DSI
es un proyecto histórico, y como tal está sometida a las con-
tingencias de la historia. A lo largo de su trayectoria ha pro-
ducido muchos e importantes frutos, hasta convertirse en un
verdadero tesoro de experiencia histórica, reflexión y sabidu-
ría para la Iglesia y para el mundo. Pero al no ser adecua-

2 
Cf. G. Crepaldi, La Chiesa Italiana e il futuro de la Pastorale Sociale, 9.

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2. ¿Qué es la DSI?
Enseñanza, disciplina y práctica

Podemos comenzar definiendo de un modo provisorio


la DSI como la enseñanza oficial de la Iglesia en materia
social, sobre todo la que se desarrolla a partir de 1891, con
la publicación de la encíclica de León XIII, Rerum nova-
rum. Esta primera definición parece no ofrecer dificulta-
des, pero rápidamente veremos que la misma se vincula a
otras acepciones que nos pueden resultar menos familia-
res. Además, entre unas y otras puede darse cierto grado
de tensión inevitable.
A su vez, declinando la expresión DSI en sus diferentes
significados, iremos pasando de una definición de carácter
más formal a una que ponga de relieve la naturaleza de
este tipo de reflexión, su finalidad y sus límites. De este
modo, podremos precisar cuál será la perspectiva adecua-
da para nuestra reflexión. Pero antes de introducirnos en
este tema, es necesario abordar un interrogante de cuya
respuesta depende todo lo demás: ¿Para qué una DSI? ¿No
es un olvido del carácter sobrenatural de la misión de la
Iglesia? ¿No constituye una intromisión indebida en cues-
tiones de orden temporal ajenas al Evangelio?

2.1. ¿Es necesaria una doctrina social cristiana?


Volviendo a la pequeña anécdota relatada en la intro-
ducción, es importante notar que las diferentes críticas a la
DSI no parecen inspiradas tanto en la idea de que la misma
necesita correcciones, sino más bien en la duda acerca de
su legitimidad, de que la Iglesia esté ejercitando a través de

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ella una competencia propia. Después de todo, ¿no se trata natural” de la realidad es entendida como una expresión li-
de anunciar a Jesucristo, cuyo Reino “no es de este mundo” mitativa, como un nivel del ser que comienza donde termina
(Juan 18,36)? lo natural. Así, por ejemplo, un milagro sería “sobrenatural”
porque excede las leyes físicas, mientras que la vida social
La respuesta a este interrogante depende en primer lugar
sería algo exclusivamente “natural”, porque se desarrolla de
de la visión que tengamos del hombre. Si pensamos que es
acuerdo con sus regularidades propias. Sin embargo, para
posible abstraer al ser humano individual de su contexto so-
la fe cristiana lo sobrenatural no es algo que viene a agre-
cial y comprenderlo adecuadamente antes de considerar sus
garse o yuxtaponerse a lo natural sino que asume lo natural
relaciones con los demás y con la comunidad en que vive,
y lo promueve a un nuevo nivel, de manera que sin perder
entonces podríamos focalizarnos en su dimensión exclusiva-
lo que es propio de su esencia adquiere el nuevo carácter: el
mente personal y “espiritual” (entendida como la relación de
cada individuo con Dios). Podríamos incluso atender a las de mediación para la comunión con Dios. En esto reside el
relaciones inter-personales como una realidad sobreviniente, concepto integral de la salvación, que no consiste en superar
resultado de las decisiones libres de un individuo ya esen- y dejar atrás lo natural sino en transformarlo y elevarlo, ya
cialmente constituido. En ambos casos, la dimensión social que no hay nada en el orden de la creación y de lo humano
–como distinta de la personal e inter-personal− no tendría un que no esté destinado a ser incluido en el orden sobrenatural
carácter específico, ni agregaría nada decisivo. (CDS 64).

Pero hoy existe un consenso ampliamente extendido de De las dos consideraciones precedentes se puede concluir
que ése no es el caso. La persona humana tiene una natura- que, con su doctrina social, la Iglesia no se aparta de su mi-
leza relacional, vive inserta en estructuras sociales que no sión sobrenatural, sino que es estrictamente fiel a ella.
sólo constituyen un marco extrínseco para su actuación, sino “La sociedad y con ella la política, la economía, el tra-
que generan condiciones a la luz de las cuales las personas bajo, el derecho, la cultura no constituyen un ámbito me-
se comprenden a sí mismas, deciden acerca de sus vidas y la ramente secular y mundano, y por ello marginal y extraño
naturaleza de sus vínculos con los demás y con el todo social. al mensaje y la economía de salvación. La sociedad, en
El medio social amplía o reduce sus posibilidades, promueve efecto con todo lo que en ella se realiza, atañe al hombre”
o dificulta su apertura hacia los valores humanos y hacia su que es «el camino primero y fundamental de la Iglesia»”
destino trascendente. (ibid; cf. RH 14).
La Iglesia no puede ser indiferente frente a la dimensión Pero, al mismo tiempo, es importante introducir una acla-
humana y humanizadora de la vida social y aquello que ración. Si bien toda la vida social concierne a la Iglesia, ésta no
puede amenazarla. Por esta razón, su misión no se limita al se hace cargo de la vida en sociedad bajo todos sus aspectos,
hombre individual que vive en sociedad (como si esto último
sino sólo en el ámbito de su competencia propia, que es el
fuera algo “accidental”), sino que consiste en fecundar y fer-
anuncio del Evangelio. Por ello, como indicaremos con mu-
mentar la sociedad misma con el Evangelio (CDS 62). Sólo de esa
cha insistencia, no entra en cuestiones técnicas y no institu-
manera la Iglesia permanece fiel a Dios y al ser humano real.
ye ni propone sistemas o modelos de organización social (cf.
Pero, además de revelar con frecuencia una mentalidad ibid.; CA 43; CV 9). Su fundamento y objeto, es decir, la pers-
individualista, el rechazo de la DSI como proyecto puede es- pectiva específica a partir de la cual aborda todos los temas
tar ligado también a una comprensión insuficiente de lo “so- sociales no es otra que la dignidad de la persona humana y sus
brenatural”. En efecto, con frecuencia la “dimensión sobre- derechos inalienables (cf. Or 4.3).

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2.2. DSI como enseñanza bados. Benedicto, por su parte, aun durante su pontificado
escribió como teólogo los tres tomos de su obra Jesús de Naza-
Acabamos de decir que la DSI es lo que la Iglesia enseña reth, diferenciando expresamente sus opiniones allí vertidas
en materia social.3 Habitualmente, se identifica la enseñanza de su magisterio como papa. Parece una tendencia creciente
de la Iglesia sólo con la de los papas, excluyendo a los obis- entre los papas dar a conocer su punto de vista personal, por
pos. Sin embargo, éstos también ejercen un magisterio pro- considerarlo enriquecedor (aunque no estrictamente norma-
pio, sea individualmente o de modo colectivo, como sucede tivo) para los creyentes.
con las conferencias episcopales cuya función en la DSI, como
veremos, es insustituible (Or 52). Nosotros, al hablar del ma- No debe resultar sorprendente, por lo tanto, que en ma-
gisterio de la Iglesia” nos referiremos principalmente al ma- teria social el Papa Francisco haya reivindicado de modo ex-
gisterio pontificio, pero sin excluir el magisterio local. plícito el derecho de los pastores a opinar −facultad que de
hecho sus antecesores inmediatos habían ejercitado− es decir
Pero ¿qué es lo que debemos considerar propiamente el derecho a expresar el propio pensamiento sin la pretensión
“magisterio de la Iglesia”? Para responder a esta pregunta, de imponerse a los creyentes por vía de autoridad. Dice, en
debemos recurrir primero a tres proposiciones negativas: 1) efecto, Francisco en EG 182:
No es lo que los pastores “opinan” o “dicen”; 2) No es nece-
sariamente lo que los textos magisteriales afirman; 3) No es lo “Los Pastores, acogiendo los aportes de las distintas
que los autores sostienen al interpretar dichos textos. A partir ciencias, tienen derecho a emitir opiniones sobre todo
de ellas, quisiéramos mostrar la importancia de concebir la aquello que afecte a la vida de las personas, ya que la tarea
DSI como una disciplina teológica. evangelizadora implica y exige una promoción integral de
cada ser humano.”

2.2.1. Enseñar y “opinar” Esta evolución implica que habrá que poner cada vez más
En lo que respecta a la primera proposición, es bastante cuidado en distinguir, dentro de lo que el Papa “dice”, entre
común considerar que lo que los papas enseñan se extiende a lo que es simple opinión y lo que es formalmente enseñanza.
todo lo que de hecho dicen. Sin embargo, y hoy más que nun- Una afirmación incidental, como la respuesta a un periodista
ca, es preciso señalar la diferencia entre lo uno y lo otro. En durante un reportaje, debería considerarse en principio como
efecto, hoy los papas “dicen” muchas cosas sin tener la inten- una opinión. Pero en otros contextos, la cuestión podría ser
ción de “enseñarlas” formalmente, sino sólo a los efectos de mucho menos clara, por ej., una expresión contenida en un
dar a conocer su modo de ver ciertas cuestiones a título per- discurso o una homilía. En todo caso, habrá que reconocer
sonal. Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco han aceptado que no todo lo que un Papa dice en materia social es, por ese
largos reportajes que fueron publicados en forma de libros. El mismo hecho, DSI.
actual Pontífice, incluso, ha permitido reportajes no grabados
que luego fueron reconstruidos por el entrevistador y apro- 2.2.2. Lo que la Iglesia enseña
y lo que los documentos “dicen”
Esto nos lleva a la segunda proposición. Si lo que un papa
3 
Con frecuencia se considera que el término “doctrina social” con- expresa, por ej., en un reportaje debe considerarse en princi-
nota la dimensión teórica, mientras que “enseñanza social” se refiere pio una “opinión”, parecería seguro decir que lo que afirma
al aspecto práctico e histórico. Sin embargo, aquí los consideraremos en sus documentos es magisterio, es decir, enseñanza. Según
sinónimos (cf. Or 1). esto, podríamos decir que la DSI consiste en el conjunto de las

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enseñanzas de los pontífices sobre los temas sociales conteni- sobre ciertos temas, que no se reducen a divergencias pun-
das en sus documentos (y también el magisterio de los obis- tuales sino que suponen modos diferentes de interpretar los
pos en sus iglesias locales). El manual de DSI del CELAM, por fundamentos mismos de la DSI. Y hay que reconocer que ca-
ej., dice lo siguiente: sos como éstos no son del todo excepcionales. Podemos recor-
“(DSI) fundamentalmente expresa los valores y orienta- dar, por ej., que en QA, Pío XI postuló un nuevo orden social
ciones que el Magisterio Pontificio y también los Episcopados de carácter corporativo, y que dicha propuesta fue pasada a
Regionales y locales han entregado a los católicos para ayu- silencio por su inmediato sucesor, Pío XII, que la consideró
darles a discernir, desde su fe, las acciones a asumir frente inaplicable. Más notable aún es el giro en materia de derechos
a los diversos problemas sociales, económicos y políticos.”4 humanos y, en especial, de libertad religiosa, rechazados por
los pontífices hasta mediados del s. XX, y convertidos des-
Vincular la DSI al magisterio pontificio o episcopal (distin- pués en postulados centrales de la DSI. Estos y muchos otros
to de la “opinión de los Pastores”) es una precisión importan- ejemplos muestran con claridad que definir la DSI como una
te, no sólo porque delimita con más claridad la fuente de la colección de documentos y sus respectivas enseñanzas es insuficien-
cual se nutre, sino porque hace posible para ella presentarse te, porque si no se superan de algún modo discontinuidades
como un cuerpo de doctrina. La DSI, sin perder la flexibilidad como las señaladas, se arriesga la pérdida de la unidad inter-
y ductilidad frente a la contingencia y dinamismo propios na de la DSI, que en última instancia quedaría reducida a la
de este campo del conocimiento, aspira a ser una verdadera enseñanza del papa “de turno”.
“doctrina”: un cuerpo unitario, sistemático y coherente de en-
señanzas sociales, fundado en verdades permanentes. Para evitar el peligro de fragmentación del magisterio
social, y para saber cuáles son los “valores y orientaciones”
Esto no sería posible si la DSI se identificara con las ideas
que surgen de los documentos considerados en su conjunto
personales de cada pastor. En efecto, la experiencia muestra
es necesaria una adecuada interpretación. La misma es indis-
que los pastores tienen visiones diversas sobre las cuestiones
pensable para saber qué debe considerarse magisterio y qué no
sociales. Sin un criterio para distinguir entre lo que piensan
(aunque conste en un documento pontificio, inclusive una en-
y lo que enseñan, la DSI correría el riesgo de reducirse a una
colección de afirmaciones contingentes sobre cuestiones de cíclica). Ahora bien, ¿quién es el encargado de llevarla a cabo
actualidad, sujeta a permanentes cambios según la persona- y asumir semejante responsabilidad?
lidad y las convicciones del pastor que asume la conducción
de la comunidad. La DSI debe tener una continuidad que la 2.2.3. Lo que la Iglesia enseña
ponga a salvo de tales vaivenes. y lo que los autores sostienen
Ahora bien, así como los papas pueden tener diferentes Aquí debemos introducir la tercera proposición mencio-
opiniones personales, también pueden enseñar formalmente nada. La determinación del contenido del magisterio no pue-
cosas distintas e incluso contradictorias entre sí. Sería impo- de estar sin más en manos de los especialistas. Si fuera así, el
sible que papas que piensan distinto no escriban documentos contenido de la DSI dependería constitutivamente del trabajo
distintos. Hemos aludido en la introducción al evidente con- de sistematización de los diferentes autores, influidos por sus
traste entre la enseñanza de Juan Pablo II y la de Francisco visiones, sensibilidades y prejuicios personales, y podrían
surgir así versiones muy distintas e incluso incompatibles so-
bre el contenido de la DSI, que nos devolverían al problema
4 
CELAM, Manual de Doctrina Social de la Iglesia, 9. inicial. Por eso, los documentos que definen la DSI son muy

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

claros en distinguirla del trabajo de los autores que la estu- identidad propia. Nótese que aquí se pone de manifiesto otro
dian. Dice Or 3.1: aspecto del concepto de DSI. Ya no se trata sólo de los conte-
nidos, de la doctrina o enseñanza, sino del modo con que los
“De todas formas será bueno tener presente que lo que
mismos se elaboran, se sistematizan y se desarrollan. La DSI
aquí se pretende es precisar dichos elementos constitutivos
como actividad de conocimiento está sometida a estándares
[de la DSI] tal como se deducen directamente de los pro-
científicos que le son propios.5
nunciamientos del Magisterio, y no como se encuentran
formulados por algunos estudiosos. En efecto, es necesa- El rasgo más decisivo de su identidad peculiar, como indi-
rio distinguir siempre la doctrina social oficial de la Iglesia ca el texto anteriormente citado, es su naturaleza es teológica,
y las diversas posiciones de las escuelas que han explicado, lo cual significa que su reflexión abreva simultáneamente de
desarrollado y ordenado sistemáticamente el pensamiento la fe y de la razón. La DSI surge del encuentro del Evangelio
social contenido en los documentos pontificios.” con la realidad social. Ello exige que, por un lado, esta dis-
ciplina se nutra de la Sagrada Escritura, de la Tradición de
Ahora bien, si la DSI necesita de un proceso interpretativo, la Iglesia y de su Magisterio, buscando preservar siempre la
y el mismo no puede ser identificado sin más con la enseñan- inspiración evangélica de su reflexión. Pero esto no debe ir de
za (y menos aún la “opinión”) de cada papa, y tampoco pue- ninguna manera en desmedro de su carácter de disciplina ra-
de ser delegado sin más a los diferentes autores y escuelas, cional, que capaz de entrar en diálogo con la filosofía y con las
habrá que concluir que la DSI debe ser capaz de interpretarse a sí ciencias humanas. Fe y razón, como enseña el Papa Benedic-
misma. Para eso deberá ser algo más que una colección de do- to, deben entrar en un “diálogo fecundo” y una “provechosa
cumentos, o incluso de “valores y orientaciones” que surgen colaboración”, purificarse y enriquecerse mutuamente:
de los mismos. Debe constituir una auténtica disciplina. “La razón necesita siempre ser purificada por la fe (…).
A su vez, la religión tiene siempre necesidad de ser purifica-
da por la razón para mostrar su auténtico rostro humano.
2.3. DSI como disciplina. Un discurso con reglas La ruptura de este diálogo comporta un coste muy gravoso
Los documentos de la Iglesia reconocen a la DSI el carácter para el desarrollo de la humanidad. El diálogo fecundo entre
de disciplina. Según Or 4: fe y razón hace más eficaz el ejercicio de la caridad en el
ámbito social y es el marco más apropiado para promover la
“Aunque esta doctrina social haya ido formándose du- colaboración fraterna entre creyentes y no creyentes, en la
rante el siglo XIX como complemento del tratado moral so- perspectiva compartida de trabajar por la justicia y la paz de
bre la virtud de la justicia, bien pronto conquistó una no- la humanidad.” (CiV 56-57; cf. CDS 75).
table autonomía debida al continuo desarrollo orgánico y
sistemático de la reflexión moral de la Iglesia sobre nuevos y A su vez, dentro del ámbito de la teología, corresponde a
complejos problemas sociales. Y así se puede afirmar que la la teología moral porque es un saber práctico que aborda los
doctrina social posee una identidad propia, con perfil teoló-
gico bien definido.” (subrayado nuestro; cf. CDS 72-73)

Desde el punto de vista epistemológico, la DSI se ha ido 5 


Para un panorama de las distintas interpretaciones del carácter dis-
constituyendo a lo largo de su historia en una disciplina au- ciplinar de la DSI, y la relación entre magisterio social y moral social,
tónoma, es decir, que tiene sus propio objeto, sus fuentes, cf. A. Bellocq, “Qué es y qué no es la Doctrina Social de la Iglesia:
su finalidad, su método, etc., elementos que le brindan una una propuesta”, 337-344.

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

temas sociales desde el punto de vista ético, a la luz del Evan- El objeto propio de la DSI, en sentido material, es toda la
gelio, buscando guiar la praxis de los cristianos. Al respecto, vida del hombre en sociedad. Lo que llamamos la “cuestión
señala Juan Pablo II en SRS 41: social” se ha ido expandiendo constantemente: desde las
condiciones de trabajo de los obreros industriales a la vida
“Se observará así inmediatamente, que las cuestiones
social y económica en su conjunto, las relaciones internacio-
que afrontamos son ante todo morales; y que ni el análisis
nales, los derechos humanos, la paz, la moral conyugal y la
del problema del desarrollo como tal, ni los medios para su-
perar las presentes dificultades pueden prescindir de esta familia, la vida, la ecología, etc. Pero todos estos temas son
dimensión esencial (…) Su objetivo principal es interpretar abordados por la DSI formalmente en la perspectiva ética, es
esas realidades, examinando su conformidad o diferencia decir, en la medida en que estén implicados directamente
con lo que el Evangelio enseña acerca del hombre y su voca- aspectos esenciales de la dignidad de la persona humana y
ción terrena y, a la vez, trascendente, para orientar en con- sus derechos. Fuera del campo así delimitado, la DSI reco-
secuencia la conducta cristiana. Por tanto, no pertenece al noce su incompetencia.
ámbito de la ideología, sino al de la teología y especialmen- Constitutivos de su autonomía son además sus principios,
te de la teología moral.” sus diferentes tipos de contenido, su método, su modo de
vincularse con la filosofía y las ciencias humanas, etc. Todo
Al mismo tiempo, la DSI es teología pastoral en dos sentidos:
esto será objeto de un análisis más detenido. Pero desde ya es
- Ante todo, la DSI reviste una naturaleza pastoral, ya preciso acordar la debida atención al hecho de que la DSI en
que su fin es el anuncio del Evangelio en el campo cuanto disciplina se fija a sí misma los criterios y estándares a los
social, orientando el testimonio de los cristianos de que debe ceñir su ejercicio el mismo magisterio. Y podemos inclu-
modo que el mismo pueda involucrar a todos los so ir más lejos diciendo que es la DSI como disciplina aquella
hombres de buena voluntad en la construcción de un que discierne cuál es el auténtico contenido del magisterio −lo
mundo conforme al proyecto de Dios.6 cual nunca es una cuestión meramente literal (lo que está es-
crito) sino que supone un cuidadoso ejercicio hermenéutico−.
- A su vez, en un sentido más específico, la DSI posee
una dimensión teológico-pastoral, en la medida en que
no se conforma con formular contenidos teóricos y
2.4. DSI como discernimiento comunitario y eclesial
orientaciones prácticas de carácter general, sino que as-
pira a guiar el discernimiento prudencial o “situado” Cuando sentimos hablar de la DSI, los católicos solemos
de los creyentes ante las cuestiones sociales concretas: imaginar espontáneamente al papa sentado en su escritorio
escribiendo una encíclica social a “mano alzada”, o a lo sumo,
“La doctrina social dicta los criterios fundamentales de
asesorado por algunos pocos teólogos de su confianza. Sin
la acción pastoral en campo social: anunciar el Evangelio;
duda, muchos se sorprenderían al saber que el sujeto de la
confrontar el mensaje evangélico con las realidades socia-
DSI, el encargado de elaborarla, no es el papa en soledad,
les; proyectar acciones cuya finalidad sea la renovación de
abrevando en sus propias ideas, ni siquiera el papa con sus
tales realidades, conformándolas a las exigencias de la mo-
asesores. Or 4.3 expresa una idea muy distinta:
ral cristiana.” (CDS 526)
“El sujeto es toda la comunidad cristiana, en unión y
bajo la guía de sus legítimos pastores, en la que también
los laicos, con su experiencia cristiana, son activos cola-
6 
Cf. G. Crepaldi, La Chiesa italiana e il futuro de la pastorale sociale, 11. boradores.”

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

Si el sujeto es “toda la comunidad cristiana”, los Pastores La DSI adecuadamente considerada debe desarrollarse
(el Papa incluido) no pueden ejercitar un magisterio separado de en distintos niveles de progresiva concreción, comenzan-
la comunidad que deben guiar, sino que deben desempeñar su do por el más universal a cargo del magisterio pontificio,
ministerio docente en un diálogo sincero y abierto con aqué- siguiendo por el magisterio episcopal y concluyendo en el
lla. Su voz debe reflejar –y eventualmente corregir en algún de las comunidades cristianas que conforman las distintas
punto o completar− la visión que surge del conjunto de la co- Iglesias locales. Este proceso garantiza que los contenidos
munidad creyente. teóricos y las orientaciones generales tengan incidencia en
Para ello es necesario que este diálogo incluya no sólo a la práctica, haciendo relevante la DSI para el compromiso
ciertos sectores particulares, generalmente los más afines al social de los creyentes.
modo de pensar del pastor. Es preciso escuchar todas las vo-
ces sin exclusiones, dejarse desafiar por quienes piensan dis-
2.5. Una tensión interna: magisterio y disciplina
tinto, ir recogiendo los consensos que surgen del intercambio
plural, evitando cerrar los debates prematuramente a través Dijimos al principio que entre las diferentes acepciones de
de un acto vertical de autoridad. La enseñanza del pastor sólo la DSI podía haber un cierto grado de tensión. Un claro ejem-
es legítima cuando se encuentra de algún modo en sintonía plo es la tensión inevitable entre la función del pastor y la
con el sentir y el pensar del Pueblo a él encomendado, de ma- comunidad en el discernimiento social. Pero aquí nos interesa
nera que éste pueda reconocerse en la enseñanza de su pas- más considerar la tensión entre la definición de la DSI como
tor. La DSI es una labor esencialmente comunitaria, si bien la enseñanza de los pastores y como una disciplina científica.
el pastor tiene la función de orientarla y de expresar formal- En efecto, el magisterio social de los pastores puede cumplir
mente el resultado del esfuerzo colectivo. con los estándares de la disciplina o alejarse de ellos en dife-
rentes grados. Un documento podría ser elaborado sin seguir
Por otro lado, este esfuerzo de discernimiento debe verifi-
un adecuado proceso de consulta: por ej., la convocatoria a
carse no sólo en el nivel de magisterio universal sino también
los laicos puede ser restringida o poco plural, de modo que el
en las Iglesias locales, que deben aplicar los contenidos de
resultado final refleje más la opinión preconcebida del pastor
aquél a las particularidades de su propia situación. En OA 4,
que el fruto de una reflexión comunitaria; la fundamentación
Pablo VI reconoce a la DSI esta nueva función:
bíblica, teológica, filosófica o científica podría ser insuficiente
“Frente a situaciones tan diversas, nos es difícil pronun- o sesgada; su contenido podría ser inconsistente con algunos
ciar una palabra única (...) Incumbe a las comunidades cris- de los principios de la DSI; podría abordar temas que están
tianas analizar con objetividad la situación propia de su país, fuera de su objeto propio, etc.
esclarecerla a la luz de la palabra inalterable del Evangelio,
deducir principios de reflexión, normas de juicio y directri- En ese sentido hay que reconocer que no todos los docu-
ces de acción según las enseñanzas sociales de la Iglesia.” mentos cumplen satisfactoriamente con los requisitos de la disci-
plina. Y esto nos lleva a una conclusión a primera vista sor-
De esta manera, la DSI, en cuanto disciplina, sin dejar de prendente: desde que la DSI se define a sí misma como una
lado su dimensión doctrinal, acentúa cada vez más su función disciplina, será necesario evaluar con cuidado a la luz de sus
de guía del discernimiento de las comunidades cristianas. Se criterios en qué medida cada documento social puede consi-
podría decir incluso que la DSI además de ser un cuerpo de doctrina derarse como parte integrante de la DSI. Surge así la necesi-
y una disciplina científica, es también el nombre de una actividad: el dad de un juicio diferenciado sobre la “calidad” de los docu-
discernimiento eclesial realizado a la luz de aquéllos. mentos, o partes de los mismos, lo cual es importante para

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

garantizar la coherencia y unidad interna del conjunto, del 2.6. La DSI y razón. La autonomía de lo temporal
cuerpo de doctrina. De este modo, es la DSI la encargada de
determinar cuál es su propio contenido. Y teniendo presente Dijimos que la DSI, siendo una disciplina teológica, es al
que los criterios de la DSI brotan del magisterio, podríamos mismo tiempo plenamente racional. Como dice DCE 28: “La
decir que el magisterio delimita lo que es o no magisterio, lo doctrina social de la Iglesia argumenta desde la razón y el
que sigue siendo magisterio y lo que ya no lo es. derecho natural, es decir, a partir de lo que es conforme a
la naturaleza de todo ser humano”. Esta afirmación debe ser
Esto no significa, por supuesto, que a un documento
interpretada en el marco de una recta comprensión de la rela-
social pueda negársele totalmente el carácter de magiste-
ción entre la Iglesia y el mundo. Esta apelación a la razón no
rio, y pueda excluírselo sin más de la DSI. Pero habrá que
implica “reducir” el mensaje cristiano a una propuesta mera-
preguntarse qué es lo que la Iglesia enseña a través de ese
mente racional, haciendo de la Iglesia un simple interlocutor
documento, o dicho en otras palabras, hasta qué punto las
del mundo, que se limita a “acompañar” la sociedad como
afirmaciones de un documento pueden considerarse como
mera “parte” de ella, renunciando a su misión específica de
enseñanza de la Iglesia. Y para ello, la DSI como disciplina,
ordenar el mundo a Dios a través del Evangelio.
aporta un marco racional y objetivo de principios, criterios y
reglas hermenéuticas, en el interior del cual es posible eva- Pero precisamente esta misión trascendente requiere del
luar la contribución de cada documento al cuerpo de doctri- respeto del orden creado, que es un orden racional, dotado
na que es la DSI como contenido. consistencia propia. El estudio de sus estructuras es objeto
Habrá que determinar, entre otras cosas, en qué medida de la filosofía y de las diferentes ciencias humanas, cada una
un nuevo documento es consistente con los precedentes, si según su propio objeto formal. El texto citado menciona ante
guarda una continuidad de fondo con ellos, si constituye todo el derecho (o la ley) natural, sin que esto signifique que
una evolución orgánica del patrimonio adquirido, si las la DSI deba adherir sin reservas a una determinada versión
discontinuidades que eventualmente presente deben consi- de esta doctrina, pero sí debe partir de la consideración de la
derarse un cambio de énfasis, un redireccionamiento de la naturaleza humana, tanto en su inserción en el mundo natural
doctrina, o si comporta algún nivel de ruptura con el pasa- como en su diferencia específica con él, tanto en su dimen-
do, etc. En el caso de textos magisteriales que están en con- sión personal como en su aspecto relacional. De este modo, la
flicto entre sí, a fin de saber qué es lo que la Iglesia enseña Iglesia puede cumplir su misión “en favor de una sociedad a
será necesario buscar una interpretación que pueda armo- medida del hombre, de su dignidad y de su vocación” (CiV
nizarlos, y si esto no es posible, habrá que determinar cuál 9) Este fundamento antropológico brinda a la DSI un respiro
de ellos debe prevalecer, por ej., por su mayor consistencia auténticamente universal y hace posible que su mensaje sea
con los principios. dirigido y sea en principio accesible no sólo a los creyentes
sino a “todo hombre de buena voluntad” (PT 172).
Nuevamente se pone de manifiesto la importancia de la
DSI como disciplina, sin la cual sería imposible custodiar La impostación de la DSI depende en buena medida de las
la unidad interna de la enseñanza social de la Iglesia. La categorías filosóficas utilizadas. La visión neoescolástica del
tensión entre el magisterio y la disciplina, por lo tanto, es hombre y de la sociedad que inspiró la primera fase de su ela-
ineludible. No se trata de enfrentar ambos conceptos, sino boración, difiere considerablemente de la perspectiva persona-
de reconocer su implicación recíproca: la disciplina surge del lista adoptada en la etapa post-conciliar. Este cambio repercu-
magisterio, pero para establecer cuál es el magisterio no es posible tió, entre otros ámbitos, en la filosofía política contenida en los
prescindir de la disciplina. textos magisteriales, haciendo posible un gradual acercamiento

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

a la democracia y a la doctrina de los derechos humanos, como DSI debe entablar un diálogo amplio, plural y crítico con las
veremos más adelante. Hacer conscientes las categorías utiliza- diferentes disciplinas humanas, y valerse sólo de los aportes
das y sus implicancias, y procurar enriquecerlas en un diálogo que suscitan mayor consenso en la comunidad científica. En
amplio con las distintas corrientes filosóficas contemporáneas, este aspecto es necesaria una gran circunspección, para evitar
es un ejercicio fundamental para esta disciplina. que la DSI arrastrada por las modas teóricas e ideológicas a
las cuales las ciencias no son inmunes, sobre todo por su in-
Del mismo modo, para dar consistencia racional a su dis-
teracción con la política y con diferentes intereses y lobbies.
curso la DSI debe dialogar con las distintas ciencias positivas
involucradas en el estudio de la realidad social. La DSI al refe- Sin perjuicio del necesario aporte de las ciencias, la DSI no
rirse a las realidades mundanas no puede invadir el campo de debe perder de vista que su perspectiva específica es ética y
las otras disciplinas aplicando directamente categorías teoló- no técnica. Debe abstenerse, por lo tanto, de involucrarse en
gicas, ni puede soslayar el aporte de aquéllas que representan temas profanos que exceden su competencia. En este sentido,
una mediación racional indispensable. En esto debe seguir el la DSI reconoce expresamente su imposibilidad de aportar
principio de la autonomía de las realidades temporales, enunciado soluciones técnicas:
en GS 36:
“La Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer al
“Si por autonomía de la realidad se quiere decir que las problema del subdesarrollo en cuanto tal, como ya afirmó
cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y el Papa Pablo VI, en su Encíclica. (69: PP 13; 81) En efecto,
valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar no propone sistemas o programas económicos y políticos,
poco a poco, es absolutamente legítima esta exigencia de ni manifiesta preferencias por unos o por otros, con tal que
autonomía. No es sólo que la reclamen imperiosamente los la dignidad del hombre sea debidamente respetada y pro-
hombres de nuestro tiempo. Es que además responde a la movida, y ella goce del espacio necesario para ejercer su
voluntad del Creador. Pues, por la propia naturaleza de la ministerio en el mundo. Pero la Iglesia es «experta en hu-
creación, todas las cosas están dotadas de consistencia, ver- manidad» y esto la mueve a extender necesariamente su
dad y bondad propias y de un propio orden regulado, que el misión religiosa a los diversos campos en que los hombres y
hombre debe respetar con el reconocimiento de la metodo- mujeres desarrollan sus actividades, en busca de la felicidad,
logía particular de cada ciencia o arte.”

Es una fuerte tentación para el creyente entender su fe


como un atajo para alcanzar la verdad aún en el ámbito de las
realidades terrenas, y entre ellas, las sociales. Así, el aporte
de la reflexión filosófica y el de las ciencias puede ser ignora- es la que provee a la teología sus principios. Por esto la utilización
do, o utilizado arbitrariamente, a menudo tomando las teo- por la teología de aportes filosóficos o de las ciencias humanas
rías o las afirmaciones más “útiles” para el propio propósito, tiene un valor « instrumental » y debe ser objeto de un discerni-
sin evaluar suficientemente su solidez o sin hacer un análisis miento crítico de naturaleza teológica. Con otras palabras, el cri-
terio último y decisivo de verdad no puede ser otro, en última
crítico a la luz de la fe de sus presupuestos ideológicos.7 La
instancia, que un criterio teológico. La validez o grado de validez
de todo lo que las otras disciplinas proponen, a menudo por otra
parte de modo conjetural, como verdades sobre el hombre, su his-
toria y su destino, hay que juzgarla a la luz de la fe y de lo que ésta
“El examen crítico de los métodos de análisis tomados de otras
7 
nos enseña acerca de la verdad del hombre y del sentido último de
disciplinas se impone de modo especial al teólogo. La luz de la fe su destino.” (LN, VII. 10.).

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

aunque siempre relativa, que es posible en este mundo, de füge) orgánica de proposiciones abiertas”.9 Con ello quería
acuerdo con su dignidad de personas.” (SRS 41)8 afirmar que la enseñanza social católica plantea los principios
morales básicos del orden social, sin la pretensión de ofrecer
Por esta misma razón la DSI ha renunciado, tras algún un modelo de sociedad ideal.
intento fallido (el de QA, ya mencionado), a proponer un
modelo completo de sociedad alternativo al capitalismo y al Precisamente, es ésta la pretensión que muchos después
colectivismo. En una palabra, ha abandonado la pretensión del Concilio creían descubrir en la palabra “doctrina”, que
de elaborar una “tercera vía”, que es firmemente descartada parecía aludir a un cuerpo rígido y estático de verdades, in-
en SRS 41: compatible con la complejidad y el dinamismo de los fenó-
menos sociales, a lo cual correspondía mejor el término más
“La doctrina social de la Iglesia no es, pues, una «tercera flexible de “enseñanza”. Desde Juan Pablo II el término “doc-
vía» entre el capitalismo liberal y el colectivismo marxista, trina” se ha impuesto, posiblemente para enfatizar el carácter
y ni siquiera una posible alternativa a otras soluciones me- sistemático y orgánico de este saber.
nos contrapuestas radicalmente, sino que tiene una catego-
ría propia. No es tampoco una ideología, sino la cuidadosa Si es inherente a la naturaleza de la DSI la “apertura” de
formulación del resultado de una atenta reflexión sobre las sus proposiciones sin que ello signifique debilitar la unidad
complejas realidades de la vida del hombre en la sociedad y doctrinal, ella constituirá un amplio marco de referencia para
en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición una gran diversidad de visiones sobre los temas sociales, po-
eclesial. Su objetivo principal es interpretar esas realidades, líticos y económicos. La DSI, sobre todo luego del Concilio
examinando su conformidad o diferencia con lo que el Evan- Vaticano II, lejos de querer imponer una uniformidad de pen-
gelio enseña acerca del hombre y su vocación terrena y, a la samiento, reconoce la existencia de un auténtico pluralismo no
vez, trascendente, para orientar en consecuencia la conduc- sólo en el conjunto de la sociedad, sino también en el interior
ta cristiana.” de la Iglesia. Dice, por ej., GS 43.3:
“Muchas veces sucederá que la propia concepción cris-
tiana de la vida les inclinará en ciertos casos a elegir una de-
2.7. DSI como marco plural al servicio del diálogo terminada solución. Pero podrá suceder, como sucede fre-
Frente al carácter cerrado y exhaustivo de las ideologías, cuentemente y con todo derecho, que otros fieles, guiados
la DSI se presenta como un “instrumento” abierto y flexible por una no menor sinceridad, juzguen del mismo asunto de
“para favorecer tanto el planteamiento correcto de los pro- distinta manera. En estos casos de soluciones divergentes
blemas como sus soluciones mejores”. Esto puede expresarse aun al margen de la intención de ambas partes, muchos tie-
con la célebre definición del teólogo alemán Hermann Josef nen fácilmente a vincular su solución con el mensaje evan-
Wallraff, quien describió la DSI como una “estructura (Ge- gélico. Entiendan todos que en tales casos a nadie le está
permitido reivindicar en exclusiva a favor de su parecer la
autoridad de la Iglesia. Procuren siempre hacerse luz mu-
tuamente con un diálogo sincero, guardando la mutua cari-
dad y la solicitud primordial por el bien común.”
8 
En el mismo sentido, dice CiV 9: “La Iglesia no tiene soluciones
técnicas que ofrecer y no pretende «de ninguna manera mezclarse en
la política de los Estados». No obstante, tiene una misión de verdad
que cumplir en todo tiempo y circunstancia en favor de una socie- 9 
Cf. H. J. Wallraff, Katholische Soziallehre – Leitideen der Entwick-
dad a medida del hombre, de su dignidad y de su vocación”. lung? Eigenart, Wege, Grenzen, Köln, 1975, 26 y ss.

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

La amplitud de las afirmaciones de la DSI no constituye en “Es hora de saber cómo diseñar, en una cultura que pri-
sí misma un defecto, sino la consecuencia necesaria de su fun- vilegie el diálogo como forma de encuentro, la búsqueda de
ción de guía del discernimiento eclesial. Ciertamente, como consensos y acuerdos, pero sin separarla de la preocupa-
acabamos de decir, su contenido puede dar lugar prima facie ción por una sociedad justa, memoriosa y sin exclusiones. El
a una diversidad de interpretaciones, incluso algunas muy autor principal, el sujeto histórico de este proceso, es la gen-
distantes entre sí. te y su cultura, no es una clase, una fracción, un grupo, una
élite. No necesitamos un proyecto de unos pocos para unos
Esto no significa, sin embargo, que todas estas posiciones,
pocos, o una minoría ilustrada o testimonial que se apropie
en términos generales compatibles con la DSI, tengan con re-
de un sentimiento colectivo. Se trata de un acuerdo para
ferencia a ella el mismo valor. Pueden presentar, por ejemplo,
vivir juntos, de un pacto social y cultural.” (EG 239)
diferentes grados de consistencia con sus principios funda-
mentales, estar más o menos ideológicamente condicionadas,
y su base empírica puede ser más o menos sólida. Pero pre-
cisamente la DSI entendida como una disciplina científica de 2.8. La dimensión doctrinal y la dimensión pastoral
naturaleza teológica provee estándares objetivos que hacen Si la DSI busca asumir y encauzar el pluralismo de ideas y
posible el diálogo y debate racional entre los distintos enfo- opciones no es a causa de un supuesto relativismo, sino debi-
ques teóricos, y que son capaces de guiar la tarea comunitaria do a la convicción que es el diálogo plural e inclusivo el que
del discernimiento prudencial orientado inmediatamente a la hace posible y a la vez enriquece el discernimiento eclesial de
praxis. Contra la tendencia de algunos sectores de acaparar la verdad. A través de este último, las proposiciones “abier-
para sí la autoridad del magisterio, la DSI invita por un lado tas” sean de orden doctrinal o práctico son concretadas de
al discernimiento crítico de las propias ideas y opciones,10 y modo tal que sean aptas para guiar la praxis en el campo de
por el otro busca promover el diálogo entre las diferentes co- lo concreto.
rrientes de pensamiento social católico, que, como dijimos,
está lejos de ser uniforme. La DSI como teología pastoral tiene una función mediado-
ra entre la teoría y la praxis, ya que orienta el discernimiento
La DSI por lo tanto, y sin renunciar a su identidad como como ejercicio de la prudencia en el diagnóstico de las situa-
patrimonio doctrinal, aspira a servir como un instrumento al ciones históricas, su evaluación y la deliberación sobre los
servicio del diálogo (cf. CDS 534-537), no sólo dentro de la co- posibles cursos de acción. La pastoral social busca iluminar
munidad eclesial, sino también en la relación entre las comu- en base a los distintos contenidos de la DSI los desafíos de
nidades cristianas y la comunidad política, haciendo posible la justicia en los diferentes ámbitos de la vida social, como
una correcta y fecunda colaboración (CDS 534). Lo mismo puede ser la droga, la inseguridad, la situación en las villas de
puede decirse en el campo del diálogo ecuménico e interreli- emergencia, el trabajo, etc.
gioso (también, cf. EG 238-258). Se trata, en última instancia,
de forjar una cultura del diálogo al servicio de la humanidad: En esta relación indispensable entre el nivel doctrinal y el
pastoral de la DSI acechan dos peligros. Uno de ellos se veri-
fica cuando se debilita la mediación pastoral por falta de ejer-
cicio del discernimiento comunitario (sea por pasividad de la
comunidad eclesial, por ausencia de convocatoria y consulta
10 
Cf. OA 4 y 42, innova en la concepción de la DSI a la que presen- por parte de los Pastores, etc.), con lo cual la DSI se mantiene
ta, más que como una doctrina, como un proceso de discernimiento en un nivel de generalidad que la condena a la irrelevancia
(leitmotiv del documento: 4, 15, 31, 35, 36, 48, 49). desde el punto de vista práctico.

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

En segundo lugar, hay otro peligro que no debe desaten- sión de la sociedad humana y de los desafíos de la justicia que
derse sobre todo hoy, y es lo que podríamos denominar “pas- sea accesible a creyentes y no creyentes, con un fuerte respi-
toralismo”,11 es decir, la idea de que toda reflexión que no ro universal. De ahí surge su permanente búsqueda de rigor
esté inmediatamente vinculada a la acción es superflua, sea racional y solidez argumental, aunque se trata de una razón
por la presunción de que cuestiones epistemológicas como inspirada en la fe. La DSI ejercita un análisis que involucra la
los principios o el método ya son suficientemente conocidas, apertura afectiva a los valores universales pero que, al mismo
o la idea ingenua de que un creyente comprometido y con tiempo, conserva un tono objetivo, sereno y desapasionado;
recta intención es por eso mismo inmune a los prejuicios y los busca la mayor claridad posible en sus conceptos y afirma-
sesgos ideológicos, o la convicción de que los desafíos de la ciones aunque no renuncia a la fuerza sugestiva del discurso
justicia y las respuestas que reclaman son tan claros que sólo bíblico o sapiencial; se muestra firme en sus contenidos fun-
queda ponerlos en práctica. Si cediendo a esta tentación la damentales pero flexible y articulada para garantizar la nece-
pastoral social se desvincula de la DSI, aunque conserve en saria cercanía con la complejidad de la realidad; es consciente
buena medida su prestigio y su terminología, corre el riesgo de su especificidad pero permanece atenta a la mediación de
de caer en un pragmatismo ingenuo. las ciencias humanas; es portadora de juicios éticos pero al
mismo tiempo se muestra abierta al diálogo, porque busca
estimular la reflexión y el discernimiento de los destinatarios,
2.9. El “estilo” la DSI. Anuncio, profecía y propuesta
presumiendo su buena voluntad.
Para caracterizar adecuadamente la DSI no es suficiente
considerar sus distintos significados (enseñanza, disciplina, Un aspecto importante de la DSI es su uso particular del
discernimiento). La naturaleza de la DSI se expresa también a estilo profético. Al respecto, dice CA 41:
través de ciertos equilibrios. Uno de ellos, como acabamos de “Al ejercicio de este ministerio de evangelización en el
ver, es el que media entre la dimensión teórica y la pastoral. campo social, que es un aspecto de la función profética de la
Pero hay un rasgo descriptivo frecuentemente omitido que Iglesia, pertenece también la denuncia de los males y de las
permite identificar el modo de reflexión específico de la DSI, injusticias. Pero conviene aclarar que el anuncio es siempre
y es lo que podemos llamar su “estilo”, que se diferencia de más importante que la denuncia, y que ésta no puede pres-
otras modalidades de reflexión social en el seno de la Iglesia, cindir de aquél, que le brinda su verdadera consistencia y la
como veremos más adelante. fuerza de su motivación más alta.”
Dijimos ya que la DSI como disciplina teológica procede a
En la DSI existe una dimensión profética, pero ésta se rea-
la luz de la razón y de la fe. Su objetivo es comunicar una vi-
liza analógicamente, conforme a su naturaleza propia. El géne-
ro profético tiene sus rasgos propios que derivan de su fina-
lidad última, que no es la de instruir o entrar en diálogo con
11 
Tomamos esta expresión y su caracterización sobre todo de G. los oyentes aportando contenidos novedosos, sino sacudir
Crepaldi, La Chiesa italiana e il futuro de la pastorale sociale, 26-33.77- sus conciencias y emplazarlos a cambiar de vida. Esto explica
98. Si bien no se debe ver la pastoral como pura aplicación de la
el recurso a la hipérbole y a los excesos retóricos al servicio
doctrina, el “pastoralismo” se funda en la idea cuestionable de la
primacía de la praxis sobre la doctrina. Como afirmara Benedicto de una intención parenética o exhortativa, como así también
XVI en el discurso inaugural de Aparecida (13 de mayo de 2007), el la simplificación, el paso directo de la Palabra de Dios a las
punto de vista teológico de la pastoral no puede ser la situación sino conclusiones prácticas, la generalización de los juicios, la in-
la fe apostólica. terpretación de la realidad en clave de lucha entre el bien y

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

el mal (dualismo moral), la visión crítica del mundo y, por impregnara los documentos, que son de carácter más general,
lo tanto, la focalización en la denuncia. La profecía no fun- se correría el riesgo de caer en una visión distorsionada de la
damenta sus dichos porque parte de la base de que lo bueno DSI, en que una fe más bien emotiva y desbordada despla-
y lo malo, lo que se debe hacer o evitar, están más allá de zaría a la razón, adquiriendo el tono impulsivo e impaciente
toda duda, y que lo único que impide al destinatario captar que delata con frecuencia la presencia oculta del prejuicio y
esa evidencia es su propio pecado. En síntesis, la profecía es la ideología.
esencialmente un llamado a la conversión.12
Pero la profecía no puede manifestarse de la misma mane-
2.10. Conclusiones: DSI, una perspectiva disciplinar
ra en todos los ámbitos. En la DSI el elemento profético debe
estar armónicamente integrado dentro del tipo de discurso Hemos procurado esbozar una definición integral de la
característico de aquélla. Es cierto que la denuncia de la injus- DSI como la convergencia de tres perspectivas: la enseñan-
ticia ocupa un lugar central, y también que en diferentes con- za, la disciplina y la práctica comunitaria (discernimiento y
textos culturales el tono profético puede estar más o menos acción). Estas tres acepciones se iluminan recíprocamente.
acentuado (como es el caso de los documentos del magisterio Como hemos dicho, la disciplina brota de la enseñanza de la
latinoamericano). Pero, como señala el texto citado más arri- Iglesia acerca de la naturaleza, los principios y el método de la
ba, la profecía debe estar al servicio del “anuncio”. El conte- DSI. A su vez, la disciplina permite delimitar lo que podemos
nido de este último es el mensaje evangélico −la “civilización considerar en sentido propio “enseñanza” o “magisterio”, y
del amor” como compendio de la “propuesta” social cristia- que no puede ser identificado sin más con el tenor literal de
na− que debe ser comunicado de modo que pueda iluminar y los textos. Por su parte, las enseñanzas sistematizadas por la
transformar la realidad social. 13 Por lo tanto, el anuncio, ade- disciplina deben reflejar el discernimiento eclesial y al mismo
más de dar su fundamento ético y trascendente a la denun- tiempo guiarlo; mientras que este último, a través de sus dife-
cia, debe señalar caminos para una praxis social superadora. rentes niveles, aporta a los contenidos de carácter general su
En otras palabras, el aspecto negativo de la crítica tiene que concreción operativa.
estar ordenado al aspecto positivo de la propuesta. Entre am-
Pero si bien estas tres dimensiones son imprescindibles,
bos debe haber una debida proporción: no sería fecundo −ni
nuestra opción será la de privilegiar la perspectiva discipli-
intelectualmente honesto− dirigir contra la realidad presente
nar. El motivo es el siguiente. Si se acentúa demasiado la di-
una crítica lapidaria e indiscriminada para luego reducir el
mensión de enseñanza, pasa a primer plano el argumento de
“anuncio” a propuestas vagas y genéricas.
autoridad, y a la larga las eventuales contradicciones y defi-
Esto no significa que ante determinadas circunstancias, ciencias se tornan insuperables. Si por el contrario, se insiste
más bien excepcionales, el discurso y la praxis puedan adqui- de un modo unilateral en el discernimiento comunitario, se
rir una especial intensidad profética. Pero si esa intensidad puede caer en un pastoralismo ingenuo y arbitrario. Priorizar
la perspectiva de la disciplina, en cambio, significa resaltar la
consistencia lógica de la enseñanza que hace posible la DSI
como cuerpo de doctrina, así como la controlabilidad racional
12 
No hacemos referencia aquí a otras funciones de la profecía con del discernimiento y la acción.
carácter positivo, destinadas a fortalecer la decisión por el bien,
como reanimar, alentar, exhortar a la fidelidad, dar esperanza, que En base a lo dicho, podemos ensayar entonces una carac-
también podemos encontrar en los documentos sociales. terización de la DSI como la disciplina teológica que sistematiza
13 
Cf. B. Sorge, Introducción a la Doctrina Social de la Iglesia, cap. 7. la enseñanza social de la Iglesia conformando un cuerpo de doctrina,

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

y brinda así el marco de referencia necesario para el discernimiento Afirmando el carácter disciplinar de la DSI, todavía nos
eclesial de una praxis social inspirada en el Evangelio. Secundaria- situamos en un nivel formal, es decir, no hacemos referencia
mente, puede aplicarse esta denominación a la presentación a contenidos concretos. Pero es un primer paso importante,
que hacen de esta disciplina los especialistas, inspirados en porque nos permitirá abordar el contenido de la DSI no como
sus propias interpretaciones de carácter más personal. una colección de enseñanzas sobre los temas más variados,
sino como un cuerpo doctrinal dotado de unidad interna, sis-
La perspectiva disciplinar nos permite dar una primera res-
tematicidad y coherencia. Para este abordaje será necesario
puesta a algunas de las críticas aludidas en la anécdota inicial. comprender adecuadamente la noción que históricamente
Es cierto que la continuidad y la unidad interior de la DSI en ocupó el lugar central de la DSI como valor que mejor la sin-
algunos momentos pueden no aparecer con evidencia. También tetiza y expresa, a saber, el concepto de justicia social, cuyo
es innegable que el magisterio pontificio es muy general y recla- preciso significado curiosamente se suele dar por supuesto
ma concreción, como así también que muy diferentes corrientes de un modo ingenuo y acrítico. El análisis atento de este con-
de pensamiento pueden remitirse en mayor o menor medida cepto (cap. 2), así como su declinación en diversos principios
en los principios de la DSI en apoyo de sus afirmaciones. Pero “permanentes” (cap. 4), nos permitirá comprender mejor la
la DSI entendida como disciplina puede afrontar estas dificul- profunda cohesión lógica de la enseñanza de la Iglesia consi-
tades de un modo racionalmente controlable y guiar el discer- derada en su conjunto. Al mismo tiempo habrá que explicar
nimiento de las comunidades cristianas para conectar de modo por qué hoy en la DSI se utiliza menos esta expresión, y se
consistente los contenidos generales y la praxis situada. No se prefiere hablar en su lugar de solidaridad, o de caridad social.
trata de desconocer las dificultades que subyacen a aquellas crí-
ticas: algunas de ellas serán explicables por la complejidad y
fluidez de la materia, y otras por el hecho de que no siempre los
textos magisteriales están a la altura de sus propios estándares.
Sin embargo, si consideramos estas deficiencias a la luz de una
visión integral de la DSI, las mismas no son insolubles, como
veremos más en concreto en los capítulos que siguen.
Este carácter científico de la DSI no le confiere a la misma
sin embargo esa relativa univocidad propia de los modelos
sociales y de los proyectos políticos. Ella no es una “terce-
ra vía” sino un “sistema orgánico de proposiciones abiertas”
que, como explicamos, sirve como marco de referencia para
el diálogo entre diferentes visiones, tanto en el ámbito eclesial
como en la sociedad en general (en la medida en que sea de
algún modo reconocida y asumida). Y es también importante
para hacer posible ese diálogo que la DSI, aun partiendo de
una mirada creyente, cultive un estilo racional, sereno y dis-
cursivo en el cual el aspecto crítico y profético se orienta al
aspecto positivo del anuncio y la propuesta.

***

42 43
3. Justicia social y caridad social

El concepto de justicia social es el núcleo inspirador de la


DSI. Sin embargo, a lo largo de su historia− que en rigor data
sólo de la segunda mitad del s. XIX− aquella expresión se ha
ido cargando de significados nuevos, a veces en tensión con
su sentido original, cuando no en directa contradicción. De
hecho, este concepto ha dejado de ser patrimonio exclusivo
de la Iglesia, y ha sido adoptado por todo el espectro políti-
co de las naciones occidentales, con un significado crecien-
temente equívoco. Por lo tanto, sería ingenuo suponer que
junto con el término se han asumido los postulados que el
mismo sintetiza en la enseñanza católica.
Pero para poder comprender su auténtico significado es
preciso remontarnos al concepto de justicia en la tradición bí-
blica. Ésta es, en efecto, una fuente de inspiración inagotable
para la DSI, y en esa riqueza se encuentra también la razón
última de la pluralidad de términos que hoy se alternan con
el de justicia social y que, a la vez que lo asumen en sí, lo pro-
fundizan y actualizan.
El principio que constituye el hilo conductor de la re-
flexión de este capítulo y que nos viene dado por la revelación
bíblica es la gratuidad del amor divino. Como explicaremos en
lo que sigue, la idea de gratuidad constituye el elemento crítico y
dinamizador de toda la DSI.

3.1. La justicia en la Biblia:


el Don de Dios en la Creación
La comprensión del concepto de justicia en la Biblia re-
quiere −según los estudios modernos− adoptar la perspectiva
fundamental de la revelación: la del Don de Dios. Dios no

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

revela simplemente algo de sí, sino que se da a sí mismo, se más, consigo y con el mundo. Esta herida desquicia el orden
auto-comunica (cf. DV 4). Este don tiene su primera mani- social, y alcanza incluso de un modo misterioso a la creación
festación en la creación del mundo y del hombre, surgidos entera. Pero no la corrompe completamente, y no puede ha-
de la pura gratuidad del amor de Dios, quien nada necesita cer fracasar el designio original, sino que será la ocasión para
del mundo pero que sin embargo lo llama de la nada al ser que éste manifieste de un modo nuevo el amor salvador de
al solo efecto de comunicarle su propio Bien. En este senti- Dios, como misericordia y perdón. Donde abundó el peca-
do, toda la creación es el “sacramento primordial”, la primera do, sobreabundaría la gracia (Rom 5,20). Esta afirmación es
manifestación visible del don radical del amor de Dios. Y esta importante para explicar la relevancia de las categorías crea-
dimensión sacramental del don divino se manifiesta de un cionales y de la misma idea de ley natural en el discurso de la
modo especial en el hombre, quien a pesar de ser parte de la DSI: la justicia apela a la capacidad de bien que hay en todo
Creación, tiene una condición que lo distingue de las restan- ser humano, y que no ha sido completamente destruida por
tes criaturas, a saber, su ser a imagen de Dios (cf. Gn 1,27), lo el pecado.
cual la coloca en el centro y la cumbre de todo el universo.
En el AT, el acontecimiento central es la Alianza de Dios
La primer consecuencia de esta peculiar dignidad, es que con su Pueblo. Por este pacto, Israel se compromete a obe-
sólo el hombre, de entre todas las criaturas visibles, es “capaz decer la Ley de Dios, condensada en el Decálogo. Pero no se
de Dios” (“homo est Dei capax”). “La persona humana es un debe perder de vista que esta obediencia no es sino la res-
ser personal creado por Dios para la relación con Él, que sólo puesta al Don inicial, el amor liberador de Dios. Así, es sig-
en esta relación puede vivir y expresarse, y que tiende natu- nificativo que el texto de los mandamientos sea introducido
ralmente hacia Él” (CDS 109). por Yahveh, recordando su propia iniciativa amorosa como
fundamento de sus preceptos y el motivo más profundo y
A su vez, esta relación entre Dios y el hombre se refleja
poderoso para obedecerlos: “Yo soy el Señor, tu Dios, que te
en la dimensión relacional y social de la naturaleza humana
hice salir de Egipto, de un lugar en esclavitud. No tendrás
(CDS 110). El hombre no es un ser solitario sino que, “por su
otros dioses delante de mí” (Ex 20,2-3).
íntima naturaleza, es un ser social, y no puede vivir ni desple-
gar sus cualidades, sin relacionarse con los demás” (GS 12). Ahora bien, esta fidelidad a Dios va indisolublemente uni-
La insatisfacción de Adán en el Edén cuando su única refe- da a una nueva actitud ante los hermanos −en particular hacia
rencia es el mundo vegetal y animal (cf. Gn 2,20), y que sólo los más pobres y vulnerables (el forastero, la viuda, el huérfa-
es superada con la aparición de la mujer, además de expresar no)− por la cual no sólo la injusticia lisa y llana, sino también
la complementariedad entre ambos, constituye un arquetipo una consideración demasiado estrecha de los derechos y de-
que va más allá de la relación entre sexos para expresar de un beres son superadas, gracias al vínculo vital con el Dios de la
modo más general la dimensión interpersonal como constitu- Alianza. Un pasaje del llamado “Código de la Alianza” en el
tiva en todo ser humano (cf. CDS 37). libro del Éxodo es muy sugestivo a este respecto:
“No harás daño a la viuda ni al huérfano. Si les haces
daño y ellos me piden auxilio, yo escucharé su clamor. En-
3.2. El Don de Dios en la redención tonces arderá mi ira, y yo los mataré a ustedes con la espa-
La creación constituye por lo dicho el primer aconteci- da; sus mujeres quedarán viudas, y sus hijos huérfanos. Si
miento, el punto de partida, de la historia de la salvación. Es prestas dinero a un miembro de mi pueblo, al pobre que
verdad que el pecado del hombre afecta profundamente el vive a tu lado, no te comportarás con él como un usurero,
proyecto de Dios, hiere al hombre en su relación con los de- no le exigirás interés. Si tomas en prenda el manto de tu

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

prójimo, devuélveselo antes que se ponga el sol, porque ese comprensión bíblica de la justicia fue traducida a la cultura
es su único abrigo y el vestido de su cuerpo. De lo contrario, greco-latina con los conceptos de dikaiosúnh – iustitia, se operó
¿con qué dormirá? Y si él me invoca, yo lo escucharé, por- la separación, extraña a la Biblia, entre justicia (exclusivamen-
que soy compasivo.” (Ex 22,21-27) te retributiva) y misericordia (que “atempera” la justicia así
entendida). De ahí la necesidad de recuperar, en perspectiva
Estas disposiciones trasuntan un sentido de humanidad histórico-salvífica, esa referencia de ambas al amor gratuito,
que no puede dejar de sorprender, y que están inspiradas en misericordioso y santificante de Dios.
el espíritu de gratuidad que brota naturalmente de la Alianza
con Dios. También las instituciones del Año Sabático (Lv 25,1- En continuidad con lo dicho, es claro también que la pena
7) y del Jubileo (Lv 25,8) son un ejemplo claro de esta nove- en la Biblia no es algo que se agrega a la culpa desde fuera,
dad, más allá de las discusiones acerca del alcance real de su sino más bien la consecuencia inmanente del mal cometido y
implementación. Ambos constituían un tiempo de gracia, el del desorden que el mismo introduce en el mundo y en el
primero cada 7 años y el segundo cada 50, para la remisión corazón humano, cuyo despliegue Dios permite en su provi-
de las deudas, la liberación general de las personas y los bie- dencia, con vistas a la salvación y la reconciliación. El pecado
nes, que permitía a cada uno regresar a su familia de origen es siempre, a la vez, obra de la libertad humana y auto-en-
y recuperar su patrimonio. La misma lógica de la gratuidad gaño. La punición, poniendo en evidencia el mal, devuelve
preside la defensa del derecho del pobre en la legislación de al culpable a la consciencia de la realidad de su situación y,
Israel. Al respecto, reflexiona CDS 25: por la aceptación humilde de esa realidad, lo introduce en el
camino de la conversión.
“Los preceptos del año sabático y del año jubilar cons-
tituyen una doctrina social «in nuce». Muestran cómo los En síntesis, tanto respecto del pecador como del pobre, la
principios de la justicia y de la solidaridad social están ins- justicia divina no es la restauración de un equilibrio cósmi-
pirados por la gratuidad del evento de salvación realizado co impersonal, sino la iniciativa amorosa de Dios que abre al
por Dios y no tienen sólo el valor de correctivo de una praxis hombre oprimido o extraviado el camino de la salvación.
dominada por intereses y objetivos egoístas, sino que han
de ser más bien, en cuanto prophetia futuri, la referencia
normativa a la que todas las generaciones en Israel deben 3.3. La Justicia evangélica
conformarse si quieren ser fieles a su Dios.” Esta gratuidad característica del amor originario de Dios
por su Pueblo, que se revela de modo paradigmático en la
Esta actitud de justicia y solidaridad del Pueblo de la Alian-
creación y en la liberación de la esclavitud en Egipto, y que a
za será asumida por la predicación profética y sometida a un
través de la Alianza está llamada a inspirar y transformar ra-
proceso de interiorización y universalización, que se extiende
dicalmente las relaciones humanas, no se explica cabalmente
progresivamente a la relación de Israel con todos los pueblos.
desde la sola unicidad de Dios. Ésta parece sugerir aunque
Al mismo tiempo, es importante señalar la importancia de sea de modo implícito un Dios solitario, un Dios que carece
la idea bíblica de justicia (tsedāqāh) no sólo respecto del po- de una experiencia que asociamos indisolublemente a la feli-
bre, sino también hacia el pecador. En este sentido, la justicia cidad: la relación con un “otro” que comparte nuestra natura-
bíblica define la actitud de Dios que da el primer paso hacia leza y con el cual, por lo tanto, es posible entrar en comunión.
el hombre pecador ofreciéndole la posibilidad de la conver- Ese Dios solitario incapaz de comunión, sería también inca-
sión y la reconciliación. Se trata, por lo tanto, de una justi- paz de realizar lo que en sentido propio llamamos “creación”,
cia que es, al mismo tiempo, misericordia. Sólo cuando esta es decir, llamar de la nada al ser a criaturas con consistencia

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

propia: en todo caso, el mundo que generara a partir de sí De esa plenitud relacional con la cual Dios se identifica
carecería de auténtica alteridad; sería sólo una “emanación”, en su ser íntimo, nosotros participamos de un modo limita-
o un momento en el proceso del devenir divino. do e imperfecto, debido a nuestra condición creatural y a los
efectos del pecado que obstaculiza y llena de ambigüedades
Es cierto que, conforme a la Biblia, Yahvé creó al hombre
y riesgos la vida de relación. Toda auténtica experiencia de
a su imagen y semejanza, para elevarlo a sí, y hacerle posible
comunión refleja de algún modo el misterio trinitario, pero la
la amistad con Él. ¿Pero no estará respondiendo este desig-
participación real en el mismo se nos abre en el llamado evan-
nio, al menos en parte, a una necesidad en Dios mismo de
gélico a ser “hijos en el Hijo”, a participar de la condición filial
escapar de una especie de “soledad originaria”, no del todo
de Jesucristo, y por lo tanto, a integrarnos en esa corriente de
diferente a la del primer hombre antes de la creación de la
amor y de entrega recíproca que es la vida intratrinitaria, lla-
mujer? Por otro lado, la personificación de ciertos atributos
mando a Dios “Padre” y viviendo bajo el impulso del Espíritu
de Dios, sobre todo su sabiduría, precisamente en la litera-
(Rom 8,14).
tura bíblica que denominamos “sapiencial”, parece afrontar
implícitamente esta dificultad intuyendo el misterio de una Si bien es cierto que no es prudente postular una relación
vida relacional en Dios mismo. directa entre la doctrina trinitaria y una determinada concep-
Finalmente, en la plenitud de los tiempos, Jesucristo re- ción de la vida social, podemos al menos indicar cierta co-
vela este misterio −apenas esbozado en el AT− de la vida ín- rrespondencia. En efecto, la unidad de Dios y la existencia de
tima de Dios. Jesús, siendo verdadero hombre es a la vez el Tres Personas divinas distintas entre sí pero iguales en dig-
Hijo de Dios, igual al Padre (“El Padre y yo somos uno”, Jn nidad, permite concebir al individuo y a la comunidad como
10,30) y subordinado a Él con todo su ser en una actitud de realidades igualmente originarias, superando los extremos del
perfecta obediencia filial (“Mi alimento es hacer la voluntad individualismo y el colectivismo, y abriendo un espacio para
de mi Padre”, Jn 4,34). Y es el Espíritu Santo quien impul- la mediación de la libertad y del amor entre las personas. De
sa interiormente a Jesús para que pueda llevar a la práctica aquí se sigue una idea de sociedad que brinda lugar a la di-
esta obediencia “hasta el fin”, y quien lo resucita de entre los ferencia, la igualdad, la comunicación y el diálogo, la comu-
muertos para poder sentarse como hombre a la derecha del nión, la solidaridad y la participación.
Padre. Estos son los fundamentos de la doctrina trinitaria,
que nos muestra la vida íntima de Dios como comunión entre
3.4. El mandamiento del amor
las personas divinas.
Hemos dicho que el Evangelio nos revela la fuente última
Dios, lejos de ser solitario, vive en una plenitud infinita
de la gratuidad, a saber, el amor del Padre. De Él recibe Jesús
aquella riqueza propia del amor interpersonal. Por consi-
el amor y la capacidad infinita de compasión que comunica a
guiente, Dios tiene en sí mismo todo lo necesario para su
los hombres. Esta dinámica del amor recibido y comunicado,
perfecta bienaventuranza. Aquí encontramos la razón últi-
que subyace en los relatos evangélicos, se pone de manifiesto
ma de la gratuidad total del amor que nos revela y comunica
con suprema claridad en la Última Cena.
en los actos de la creación y de la salvación. A Dios no lo
mueve una supuesta necesidad de “realizarse” en el tiempo, El lavatorio de los pies es el gesto del servicio de Jesús (el
de “completar” de algún modo su propia existencia, sino servicio de su entrega de amor) que los hombres ante todo
sólo el deseo de comunicar el Ser y el Bien, y en el caso del deben recibir con humildad y gratitud (“si no te lavo no tie-
hombre, su imagen y semejanza, el designio de introducirlo nes parte conmigo” advierte Jesús a un Pedro renuente, cf.
en la comunión trinitaria. Jn 13,8). En ese primer sentido, se trata de pura gracia. Pero

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luego, el mismo gesto adquiere una connotación de ejempla- De un modo muy sintético, en estas reflexiones encontra-
ridad que invita al compromiso: “Si yo, que soy el Señor y el mos enunciados los fundamentos bíblicos y teológicos de la
Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavar- DSI. Ellos son necesarios para poder comprender el valor,
se los pies unos a otros” (v.14). El mandato está fundado en las posibilidades y también los límites del concepto de jus-
el Don. ticia social.
Lo mismo debe decirse del mandamiento del amor: “Les
doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así
3.5. La mediación racional:
como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los
otros” (Jn 13,34). Este mandamiento es ante todo un “don” el concepto de justicia social
(“les doy”), que habilita al creyente a obrar como Jesús: en la El mandamiento del amor al prójimo tiene en sí mismo una
medida que participamos de su actitud filial podremos amar plenitud de significado insondable. Pero aquí es necesario in-
como Él. Por eso mismo, este mandamiento presupone un troducir una importante distinción. En primer lugar, el amor
vínculo vital del creyente con Jesucristo a través de la Palabra debe entenderse como una disposición interior, la benevolencia,
y los sacramentos, en especial, la Eucaristía. el sincero afecto por los demás, el deseo de que todos alcancen
En la Eucaristía entramos en una comunión transforma- su propio bien, un sentimiento y un deseo que de por sí puede
dora con Jesucristo que nos hace participar de su acto de no tener límites y abarcar a todos. Pero ese amor como acto
entrega por todos los hombres. Eucaristía significa “acción interior debe traducirse en obras, en beneficencia, y es aquí don-
de gracias”, respuesta agradecida al don del amor de Dios, de debemos tomar en cuenta los límites de nuestra capacidad
y que está llamada a involucrar toda la vida. Éste es preci- objetiva de ayudar, lo cual nos impone la necesidad de guiar-
samente el fundamento de la “espiritualidad eucarística” nos por criterios adecuados en la administración de nuestras
que debe inspirar en el cristiano una vida auténticamente fuerzas y de nuestros recursos. Todos, incluso los creyentes,
eucarística (SC 77). Como dice la liturgia, debemos trans- sabemos que no es fácil desentrañar las exigencias de la be-
formarnos en aquello que celebramos. El auténtico amor neficencia ante las situaciones concretas. Para esto debo ha-
hacia todos los hombres y la solicitud concreta y operante cerme muchas preguntas: ¿A quiénes debo priorizar? ¿Debo
para con el prójimo constituyen una respuesta agradecida ayudar a esta persona? ¿De qué manera y hasta qué punto,
al Padre. En esto consiste el “culto racional” que convierte para no humillarla o no generar una indebida dependencia?
nuestro cuerpo en “ofrenda viva agradable a Dios” (Rom La complejidad se incrementa cuando pasamos del plano de
12,1). las relaciones personales al de las relaciones sociales, donde
se hace más necesario el recurso a conocimientos técnicos, la
A su vez, el mandamiento del amor, que se hace operativo
consideración de una diversidad más amplia de factores rele-
con la fuerza de la Palabra y la Eucaristía, no sólo está llama-
vantes de orden sociológico, ético, político, etc.
do a animar las relaciones internas de la comunidad eclesial
sino que, a través de la evangelización, debe transformar las La DSI nace del encuentro del Evangelio con la realidad
relaciones sociales junto con las ideas humanas sobre la jus- social, pero para que ese encuentro se verifique realmente y
ticia, para generar entre los hombres vínculos de verdadera pueda ser controlado con criterios objetivos evitando postu-
fraternidad, e ir haciendo efectiva progresivamente aquella ras arbitrarias o ideológicas, se requiere una mediación que no
“profecía de futuro” a la que aludimos antes: la presencia es aportada directamente por la revelación sino por la filoso-
real en este mundo (aunque siempre imperfecta) del Reino fía, y que es garantía de la racionalidad de todo el discurso:
de Dios. nos referimos al concepto de justicia social.

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

Ante todo, esta idea arraiga en la doctrina tradicional sobre El concepto de justicia social que se va elaborando progre-
la virtud de la justicia. Santo Tomás, siguiendo a Aristóteles, sivamente desde mediados del s. XIX permitiría superar esta
distinguía en esta virtud, diferentes aspectos o “partes subje- carencia y hacer posible una etapa nueva y original en la re-
tivas”.14 Ante todo, identifica la justicia general o legal, que es flexión social de la Iglesia. Pero es importante notar que su
la que ordena la actividad de los miembros de la sociedad al raíz histórica es la doctrina de la virtud, por lo cual, aunque
bien común, lo cual es función de la ley. Se trata de la justicia la justicia social adquiera también una función de crítica social y
de los individuos para con la sociedad en su conjunto.15 En estructural, la misma deberá conservar siempre, como referencia cen-
dirección inversa, la justicia particular es la justicia hacia los tral, su acepción primera: la de un hábito que perfecciona la voluntad.
individuos que conforman la sociedad, y que se denomina Cualquier sentido ulterior que no pueda vincularse al concep-
justicia distributiva cuando se refiere a los deberes de la socie- to de virtud, y por lo tanto a las actitudes voluntarias y libres
dad hacia los individuos (distribución de honores, bienes y de las personas, deberá considerarse extraño a su esencia, una
cargas), y justicia conmutativa cuando regula la relación entre distorsión de la misma. Tenemos aquí por lo tanto un criterio
particulares (por ej., los contratos).16 Es importante notar que fundamental para evaluar la evolución de su significado.
en este esquema la justicia general o justicia del bien común
debe desempeñar una función arquitectónica respecto de la 3.5.1. Justicia social y los “derechos de humanidad”
justicia particular, para garantizar que ésta, tanto en su aspec-
to distributivo como en el conmutativo, conserve la referencia El término “justicia social” fue incorporado por el magis-
al bien común. terio social a partir de Pío XI,18 casi siempre con referencia
a la equitativa distribución de la renta, en el contexto de los
Sin embargo, la filosofía nominalista, al resaltar la liber- fenómenos globales de la vida socioeconómica. Pero la expre-
tad del individuo, dio origen a una tendencia individualista sión existía desde mucho tiempo antes, y suele atribuirse al
que fue vaciando el concepto de bien común, y acordando jesuita Luigi Taparelli D’Azeglio (1793-1862),19 quien con sus
una excesiva centralidad a la justicia conmutativa. Ello pue- ideas incidiría profundamente en la primera etapa de la DSI,
de explicar, al menos en parte, la dificultad de la Iglesia para ya que fue profesor de Matteo Liberatore, redactor de RN, y
analizar adecuadamente las transformaciones sociales que se de Gioachino Pecci (León XIII).
originaron con la revolución industrial y el surgimiento del
capitalismo. Si bien dejaremos los aspectos históricos para Taparelli era un conservador, que defendía el orden aris-
más adelante, aquí al menos corresponde adelantar que a la tocrático, procurando conciliar a la luz del derecho natural
luz de la sola justicia conmutativa resultaba difícil negar la los derechos que surgen de la naturaleza humana y respecto
legitimidad de los contratos entre proletarios y empresarios, de los cuales todos los hombres son iguales, con aquellos que
aunque la libertad de los primeros estuviera condicionada se fundan en los diferentes roles que los hombres desempe-
por la disparidad de fuerza entre ambos. 17 ñan, sea en la familia como en la sociedad. En este contexto,
la justicia social se refiere a los derechos que poseen todos los
hombres por ser tales, en sus propias palabras, “los derechos
14 
Cf. ST, II-II, qq.57-122.
15 
Cf. ST, II-II, q.58, a.6.
16 
Cf. ST II-II, q.61, a.1. 18 
Cf. QA 57, 58, 71, 74, 88, 101, 110 y 126. Para el tratamiento de este
17 
Antiguo término retomado en el XIX para indicar la condición de tema, sigo básicamente a: Th., Burke, The Concept of Justice.
los trabajadores que carecen de propiedad y medios de producción, 19 
Su obra Ensayo teórico del derecho natural fundado sobre los hechos
y sólo poseen su fuerza de trabajo y su “prole”. (1840-1843).

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

de humanidad”: una sociedad justa es aquella cuyo orden téntica que no implique necesariamente la igualdad económi-
jurídico garantiza el respeto de la igual dignidad básica de ca? Este planteo parte de la premisa de que la pobreza, y de
todos los hombres, considerados en cuanto a su naturaleza. un modo más amplio, la desigualdad económica en general,
Pero considerados en cuanto individuos, también hay entre son sinónimo de injusticia en sí mismos, aunque no deriven de
ellos desigualdades naturales, según los derechos y deberes decisiones y actos injustos.
que surgen de su lugar en la familia y en la sociedad. Al mis-
Para comprender el error de esta identificación, será ne-
mo tiempo, Taparelli da cuenta de los derechos de los grupos
cesario que ejercitemos nuestra capacidad de abstracción.
sociales. El mismo Taparelli fue quien acuñó el término de
Porque, en efecto, muchas veces (quizás la mayoría) somos
“subsidiaridad” para referirse ese pluralismo de formas so-
testigos de situaciones de pobreza y desigualdad que son,
ciales dentro de la sociedad civil, y que comporta el deber del
efectivamente, producto de la injusticia, de acciones injustas
Estado de respetar su existencia y su naturaleza propia.
de unos seres humanos sobre otros. Pero ello no nos exime de
La expresión “justicia social”, elaborada en defensa del diferenciar aspectos que pueden no estar conectados, es decir,
antiguo orden feudal-aristocrático, fue difundida con poste- que no lo están necesariamente desde el punto de vista lógico
rioridad por Antonio Rosmini, sobre todo en su obra La Cons- aunque puedan estarlo de hecho.
titución según la Justicia Social (1848) con un acento más liberal Hagamos un pequeño ejercicio. Supongamos que tenemos
y democrático, buscando un término medio entre el conserva- una sociedad de 5 miembros. En la situación inicial son todos
durismo rígido que caracterizaba la Iglesia de su tiempo –re- pobres, porque todos tienen un patrimonio idéntico, equiva-
flejada por Taparelli− y el espíritu redistribucionista surgido lente a una oveja, y se encuentran por debajo de la línea de
de la Revolución Francesa. pobreza, que es de dos ovejas. Aquí la pobreza es la mera con-
secuencia de la escasez original, por lo cual no tendría sentido
3.5.2. Justicia social e igualdad económica todavía hablar de injusticia.
Pero debe notarse que en este nuevo concepto, la justicia 1) 1 1 1 1 1
sigue siendo una virtud, y lo justo y lo injusto siguen sien-
Ahora imaginemos que uno de ellos, dotado de espíritu
do ante todo las acciones de los hombres. Sólo luego, en un
emprendedor y con gran sacrificio, lleva a pastar a su oveja
sentido derivado, se califica de justo o injusto el producto
a campos mejores pero mucho más alejados, y como conse-
de dichas acciones, en este caso, las leyes que dan el marco
cuencia de ello la misma produce más y mejor lana. Con lo
institucional a la vida social. Por esta razón, el concepto de
que su dueño obtiene en el mercado, compra a lo largo de
justicia social originariamente no tiene ninguna relación con
cierto tiempo otras ovejas. Mientras que los demás siguen
una moderna concepción de la justicia identificada con la igual-
siendo pobres, este se ha vuelto relativamente rico.
dad económica, y mucho menos con una igualdad económica
procurada a través del poder del Estado, es decir, la justicia 2) 1 1 1 1 5 (el emprendedor)
entendida ante todo como un “estado de cosas” sin referen-
Esta segunda situación a diferencia de la primera no es
cia a las decisiones humanas.
igualitaria sino muy desigual. ¿Significa esto necesariamente
Señalar la diferencia entre justicia social e igualdad econó- que es más injusta? La respuesta dependerá del orden en el
mica es algo que puede sorprender, e incluso, escandalizar. cual se enmarca este estado de situación. Supongamos que
¿No es ése precisamente el significado que se atribuye usual- todos tienen libre acceso al campo más alejado pero con me-
mente a este concepto? ¿Es posible pensar en una justicia au- jores pastos. A pesar de gozar de esta posibilidad, cuatro de

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

ellos no aumentan su patrimonio porque valoran más la co- za e igualdad que comprobamos a nuestro alrededor. En la
modidad de evitarse largos recorridos diarios, y el tiempo raíz de estas situaciones casi con seguridad encontraremos
para compartir con su familia. El restante, en cambio, está dis- un componente de injusticia en el orden de la sociedad y sus
puesto a afrontar estos sacrificios con tal de mejorar su situa- leyes, que podremos remontar a su vez a decisiones injustas
ción material y la de su familia. Siendo la situación resultante de los individuos. Pero aun en estos casos, no podemos consi-
el producto exclusivo de las decisiones libres de cada uno, derar la pobreza y la desigualdad como injustas en sí mismas,
no se ve por cuál motivo debería considerarse injusta. Dicho sino que debemos formularnos una pregunta clave ¿dónde
de otra manera, no existe una acción injusta a la cual pueda reside la injusticia −la del orden y la de los actos− que hace de
remontarse ese estado de cosas. aquélla una situación injusta? Calificar como justo o injusto
Supongamos, por el contrario, que el “emprendedor” ha un estado de cosas por sólo hecho de ser indeseable, sin re-
logrado que el gobernante le otorgara un privilegio de uso ferencia a la justicia como virtud, sería extraño a la tradición
exclusivo sobre el campo de pastoreo en cuestión, a cambio de la Iglesia.
de una dádiva generosa. De este modo los otros cuatro se ven Esto puede explicar por qué, en sus orígenes, la justicia so-
imposibilitados de acceder a ese lugar, y se encuentran pri- cial no implicaba ninguna referencia a la igualdad económica,
vados de la posibilidad de progreso de la cual goza el prime- Taparelli no objetaba al liberalismo por su aspecto económico
ro. Esa desigualdad sí debe calificarse de injusta, porque es ni por las desigualdades que podía generar, sino sólo por su
el resultado de un orden injusto, que asigna arbitrariamente sesgo individualista que debilitaba los vínculos comunitarios.
privilegios a unos sobre otros, y lesiona así la igualdad fun- Esto no significa negar que cuando la desigualdad es excesiva
damental entre los hombres. El calificativo “injusto” aquí se se transforma en un grave problema que genera profundas
justifica plenamente, porque proviene de un acto de injusticia heridas en el tejido social. Dicen acertadamente los obispos
como es la asignación de un privilegio que favorece el interés de Estados Unidos:
particular a costa del bien común.
“La enseñanza social católica no sostiene que una igual-
Ahora imaginemos que todos gozan de acceso al campo
dad de ingreso y riqueza chata y aritmética sea una deman-
en cuestión, e inspirados por el ejemplo del “emprendedor”,
da de la justicia, pero sí desafía la organización económica
siguen sus pasos con los mismos resultados. Pero en ese tiem-
que deja un gran número de personas sumidas en la pobre-
po, este último ha logrado diversificar sus negocios y multi-
za. Más aún, ve la extrema desigualdad como una amenaza
plicar sus ganancias. La situación cambia del siguiente modo:
a la solidaridad de la comunidad humana, porque las gran-
3) 5 5 5 5 50 des disparidades conducen a profundas divisiones sociales
No sólo la situación sigue siendo desigual, sino que la des- y al conflicto.” (EJA 74)
igualdad aumentó. Es una sociedad más desigual que 2). ¿Es Ciertamente, tanto el discípulo de Taparelli, León XIII, en
por eso mismo también más injusta? Podríamos plantear la su encíclica RN, como el obispo alemán Wilhelm Emmanuel
misma pregunta de otra manera: ¿En qué sociedad preferiría- von Ketteler, figura eminente del catolicismo social, irían más
mos vivir si tuviéramos que elegir: en 2) ó en 3)? La respuesta allá en sus críticas al capitalismo y al liberalismo. Pero estaban
es muy clara… lejos de considerar la justicia social en términos de una igual-
Recordemos la advertencia hecha anteriormente: para in- dad económica impuesta desde el Estado. Ellos afirmaban el
terpretar estos ejemplos debemos ejercitar nuestra capacidad deber del Estado de garantizar un orden legal justo, que no
de abstracción respecto de las situaciones concretas de pobre- consagre discriminaciones arbitrarias, pero consideraban que

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

eran ante todo los obreros los que debían procurar la justicia la relación entre el monarca y los súbditos en el moderno Esta-
social asociándose en defensa de sus intereses. do absolutista. En cambio, las sociedades europeas industria-
lizadas de la segunda mitad del s. XIX estaban transitando un
Cuando Pío XI adopta el término “justicia social” en reem-
camino irreversible de democratización, con un proletariado
plazo del más tradicional de “justicia general o legal”, lo hace
numeroso que hacía sentir en modo creciente sus reclamos
a los efectos de distinguir más claramente el Estado de la so-
de participación social y política. Los súbditos se iban convir-
ciedad, y de subrayar la prioridad de la sociedad −concebida
tiendo progresivamente en ciudadanos con la extensión del
como un orden orgánico y plural− frente al Estado, y como
derecho de voto. Al mismo tiempo, ese proletariado estaba
eficaz limitación del poder de este último. Esta justicia social
conformado en gran medida por trabajadores que emigraban
centrada en el deber de cada individuo y grupo de colaborar
hacia las ciudades en busca de trabajo y mejores condiciones
al bien común sería posteriormente oscurecida cuando dicha
de vida, distanciándose de sus familias, con la consiguiente
noción comienza a interpretarse en términos meramente eco-
experiencia de desarraigo y soledad, y viéndose obligados a
nómicos y de facultades y políticas distributivas del Estado.
pactar individualmente desde una situación de debilidad y
disparidad sus condiciones de trabajo. De ahí la importan-
3.5.3. La justicia social como virtud asociativa cia que adquiere el concepto de justicia social como virtud de
Esto último, la motivación específicamente social, merece cada ciudadano, y a la vez como actividad no sólo individual
ser resaltada porque nos permite comprender la novedad del sino y sobre todo asociada, en procura de la justicia.
concepto de justicia social con respecto a la noción clásica de La justicia del bien común, en las nuevas condiciones his-
justicia general. La justicia en todas sus formas es ante todo, tóricas, se convierte así en una virtud propia de todos los ciu-
como hemos dicho, una virtud, y por lo tanto, un hábito que dadanos, un hábito de carácter asociativo, cuyo dinamismo se
perfecciona la voluntad de las personas. Ahora bien, para orienta principalmente de abajo hacia arriba, es decir, a partir
Santo Tomás, la justicia general (es decir, la justicia del bien de lo que la DSI llamará la subjetividad de la sociedad civil,
común) reside en el gobernante de modo principal y arquitectó- y sólo subsidiariamente de arriba hacia abajo, es decir, por
nico, y en los gobernados sólo como ejecutores, en cuanto que acción del Estado.21
contribuyen al bien común obedeciendo las leyes que dicta el
gobernante.20 Es cierto que el Aquinate señala la conveniencia
de que la forma de gobierno sea lo más participativa posi- 3.5.4. De la distribución a la participación
ble, y que, por lo tanto, el concepto de “gobernante” no debe Es cierto que, más allá de su dimensión asociativa, la justi-
entenderse necesariamente en sentido individual. La justicia cia social incorporó rápidamente un fuerte acento distributi-
general deberá ser la virtud que guíe a todos los que asuman vo. Esto puede apreciarse en la definición que Pío XI da de la
responsabilidades de gobierno. De todos modos, hay una cla- misma al introducirla en el vocabulario del magisterio:
ra distinción entre la virtud propia de los que gobiernan y la
“Es necesario, por ello, que las riquezas, que se van au-
de quienes son gobernados.
mentando constantemente merced al desarrollo económi-
Esta visión se correspondía con la sociedad orgánica y es- co-social, se distribuyan entre cada una de las personas y
tamental característica del medioevo, e incluso podía reflejar

Para un mayor desarrollo de esta idea, cf. M. Novak, Social Justice,


21 

20 
Cf. ST, II-II, q.47, a.12c. cap. 1.

60 61
El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

clases de hombres, de modo que quede a salvo esa común de la justicia social en su sentido originario, comenzó a dejar
utilidad de todos, tan alabada por León XIII, o, con otras pa- paso a otra, no del todo consistente con la primera, que la
labras, que se conserve inmune el bien común de toda la identifica con cierto estado de cosas (justa distribución, igual-
sociedad. (…) A cada cual, por consiguiente, debe dársele lo dad material) cuyo principal responsable es el Estado.
suyo en la distribución de los bienes, siendo necesario que Por otro lado, si bien la justa distribución constituye un
la partición de los bienes creados se revoque y se ajuste a elemento histórico y esencial del concepto de justicia social,
las normas del bien común o de la justicia social, pues cual- responde todavía a una mirada demasiado objetiva o mate-
quier persona sensata ve cuán gravísimo trastorno acarrea rial de la cuestión social. Este límite es superado en una visión
consigo esta enorme diferencia actual entre unos pocos car- actualizada de la justicia social centrada en la idea de partici-
gados de fabulosas riquezas y la incontable multitud de los pación. Este concepto engloba el ideal de la justa distribución,
necesitados.” (QA 57) pero implica que ésta debe operarse sobre todo a través de la
acción de las mismas personas en un marco de real igualdad
El énfasis distributivista no pretendía negar la justicia con-
de oportunidades, ocupando el Estado un rol subsidiario. La
mutativa en el campo laboral, sino que buscaba encuadrar
participación en los múltiples aspectos de la vida social es un
esta última dentro de las exigencias del bien común:
bien en sí que perfecciona a la persona más allá de los resul-
“Ante todo, para evitar los escollos tanto del individua- tados materiales, desarrollando en ella un sentido de liber-
lismo como del colectivismo, debe sopesarse con toda equi- tad, autonomía y responsabilidad (cf. CEC 1913).
dad y rigor el doble carácter, esto es, individual y social, del
capital o dominio y del trabajo. Las relaciones mutuas entre De este modo, es posible superar la excesiva focalización
ambos deben ser reguladas conforme a las leyes de la más en las políticas sociales redistributivas, que en la práctica han
estricta justicia, llamada conmutativa, con la ayuda de la ca- mostrado su límite:
ridad cristiana. La libre concurrencia, contenida dentro de lí- “en primer lugar, porque una política social concentrada
mites seguros y justos, y sobre todo la dictadura económica, en la redistribución degrada a las personas a las que hay que
deben estar imprescindiblemente sometidas de una manera ayudar convirtiéndolas en receptoras pasivas de asistencia
eficaz a la autoridad pública en todas aquellas cosas que le social, (…) en segundo, lugar (…) porque hasta ahora la po-
competen. Las instituciones públicas deben conformar toda lítica social concentrada en la redistribución ha desdeñado
la sociedad humana a las exigencias del bien común, o sea, a parcelas muy importantes que, como las familias sobre todo
la norma de la justicia social, con lo cual ese importantísimo y la política educativa, son ámbitos especialmente orienta-
sector de la vida social que es la economía no podrá menos dos al futuro. (…) En tercer y último lugar (…) porque el Esta-
de encuadrarse dentro de un orden recto y sano.” (QA 110) do ha llegado ya al límite de sus posibilidades en lo que a su
política redistributiva tradicional se refiere.”22
El hecho de que Pío XI sitúa la relación entre capital y
trabajo en el campo de la justicia conmutativa demuestra, Esta es la razón por la cual hoy se apela a otras expresio-
además, que este imperativo de la distribución no estaba nes equivalentes a la de justicia social, como justicia contri-
vinculado de modo prioritario a la acción del Estado, cuya butiva y justicia participativa: la justicia social es la virtud que
intervención debe estar limitada por el principio de subsidia-
riedad. Pese a ello, la interpretación estatista prevaleció desde
entonces, y con ella una tendencia a ampliar las atribuciones
del Estado sobre el mercado. La modalidad asociativa propia 22 
Cf. R. Marx, El capital, 176-178.

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

impulsa a una activa contribución de todos los miembros de activamente en la vida económica, política y cultural de la
la sociedad al bien común; y al mismo tiempo es un orden sociedad. Tal participación es una expresión esencial de la
institucional que garantiza su participación en todos los as- naturaleza social de los seres humanos y de su vocación co-
pectos de la vida social, estando orientado este segundo sen- munitaria.” (EJA 78)
tido −justicia social como orden− al primero −justicia social
como praxis virtuosa−. En resumen, la justicia social significa, en primer lugar y
ante todo, respeto de la dignidad de todas las personas, un
La Conferencia Episcopal de los Estados Unidos, define respeto que debe verse reflejado también en las instituciones
el concepto de justicia social en términos de contribución y y estructuras sociales, que deben brindar a todos la oportuni-
participación conjuntamente: dad de participación, de formación y trabajo. El concepto de
“La justicia tiene también implicancias para el modo en justicia social como justicia participativa permite comprender
que son organizadas las instituciones sociales, económicas que la primera no postula una igualdad puramente legal o
y políticas e la sociedad. La justicia social implica que las formal (que muchas veces encubre y consagra los privilegios),
personas tienen una obligación de ser activos y productivos pero tampoco una igualación material por la vía redistributi-
participantes en la vida de la sociedad y que la sociedad tie- va (que elimina incentivos y genera dependencia), sino una
ne el deber de hacerles posible participar de ese modo. Esta igualdad de oportunidades que haga posible la autonomía y
la responsabilidad.23
forma de justicia puede ser también llamada “contributiva”,
porque acentúa el deber de todos los que son capaces de
crear bienes, servicios, y otros valores no materiales o es- 3.5.5. Una nueva conciencia histórica y crítica
pirituales para el bienestar de toda la comunidad.” (EJA 71, Lo dicho hasta aquí nos muestra la justicia social como un
traducción mía) replanteo de la tradicional justicia del bien común (general o
legal), que adecuó este concepto a las nuevas condiciones de
La posibilidad de contribuir al bien común depende de
la vida social en las sociedades industriales europeas del s.
un marco institucional que haga posible la participación: “El
XIX. Pero aquél concepto siguió demostrando una capacidad
significado de la justicia social incluye el deber de organizar
de adaptación a nuevos contextos y problemáticas. La justicia
las instituciones económicas y sociales de manera que las per-
social se ha revelado como una justicia más sensible a la historia y al
sonas puedan contribuir a la sociedad en modos que respe-
cambio. Ella asumió la conciencia de la historicidad de las ins-
tan su libertad y la dignidad de su trabajo” (EJA 72). Atenta
tituciones y la posibilidad de remodelarlas en conformidad
contra esta amplia participación la “concentración de privile-
con las exigencias de la justicia. En este sentido, comporta una
gios” que resultan más “de las relaciones institucionales que
superación de la mentalidad estática y a-histórica que tendía
distribuyen poder y riqueza de un modo inequitativo” que de
a imaginar el orden social conforme al modelo del orden cós-
diferencias en cuanto al talento o a la iniciativa personal (EJA
mico, y como expresión de la voluntad divina inmutable.
76). Por ello,
Superando el peligro que siempre acechaba a la doctrina
“El reciente pensamiento social católico considera la católica de la justicia de convertirse en un instrumento ideo-
tarea de superar esos patrones de exclusión e impotencia lógico para sostener el statu quo, la justicia social no se deja
como una de las demandas más básica de la justicia. Ex-
presado en términos positivos, la justicia demanda que las
instituciones sociales sean ordenadas de manera tal que
garanticen a todas las personas la posibilidad de participar 23 
Cf. R. Marx, El capital, 173.

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

identificar con el orden jurídico vigente, y adquiere progre- más claramente la especificidad de la moral cristiana
sivamente la función de conciencia crítica e innovadora que di- expresada en el primado de la caridad (cf. CDS 580).
namiza la justicia legal.24 Frente al carácter estático y conserva-
- Por otra parte, al comienzo la justicia social buscaba
dor de la concepción precedente, la justicia social recupera la
dar respuesta a los grandes conflictos entre capital y
función de “conciencia crítica” propia de la justicia, denun-
trabajo en la sociedad industrial vinculados a la si-
ciando las leyes que, o bien desde su origen son injustas, o
tuación de toda una clase social particular (la clase
bien llegan a serlo por insuficiencia o inadecuación, debido
obrera o proletaria). Por lo tanto, no se enfocaba en
al cambio del contexto socio-económico que les daba sentido.
primer lugar en las relaciones interpersonales sino en
Como “conciencia innovadora”, interpreta las exigencias de
las relaciones colectivas o sociales, y por lo tanto en
justicia de la cambiante realidad social, las cuales, una vez
los conflictos entre clases sociales en el s. XIX y la pri-
incorporadas al ordenamiento jurídico, pasan a formar parte
mera mitad del s. XX.25 Esta idea ligada a la división
de la justicia legal.
de la sociedad en clases relativamente homogéneas va
Pero precisamente por este carácter histórico, la fidelidad dejando lugar a un mundo cada vez más dinámico e
a la idea de justicia social reclama su contextualización en interdependiente.
cada nueva etapa de la historia. Así se pone a prueba la ducti-
Así, el uso de la expresión justicia social, sin desaparecer,
lidad de la justicia social como dinamismo de transformación
fue cediendo su anterior centralidad a la expresión “caridad
que −dentro de una básica continuidad− evoluciona para dar
social” −que explicita mejor su fundamento bíblico y teoló-
respuesta a los desafíos de cada época.
gico− y al término “solidaridad” −que refleja las exigencias
Es esta evolución lo que explica precisamente la progresi- de la justicia en las nuevas condiciones de la vida social−. A
va sustitución de esta expresión en la DSI a favor de otras, sin continuación, vamos a analizar las razones y las implicancias
que ello implique un abandono de la idea misma, sino más de este desplazamiento semántico.
bien su enriquecimiento y actualización. Diferentes factores
han influido para que el uso del concepto de justicia social
haya perdido vigor a partir de los años ’60: 3.6. De la justicia a la solidaridad
- Por un lado, el Concilio Vaticano II promovió una Algunos autores han visto la evolución terminológica a
renovación de la teología a partir de un vínculo más la que hicimos referencia con desconfianza.26 Solidaridad y
estrecho con las Sagradas Escrituras. De aquí surge caridad, según ellos, serían actitudes libres y voluntarias de
el imperativo de superar un concepto de justicia li- personas o grupos particulares a favor de los pobres, mien-
gado sobre todo a la filosofía –más concretamente a tras que la justicia se refiere al deber de luchar contra las es-
una visión racionalista de la ley natural característica tructuras sociales determinantes de la pobreza, lo cual consti-
del neotomismo de fines del s. XIX− y de recuperar la tuye una dimensión constitutiva del anuncio evangélico. Juan
originalidad del concepto bíblico. Se buscaba así ela- Pablo II, continúa esta crítica, aun reconociendo la dimensión
borar una noción de justicia social más evangélica y estructural de la injusticia, la habría vinculado exclusivamente
más vinculada a la misión de la Iglesia, que reflejara

I. Camacho Laraña, Quince claves, 221.


25 

Para un ejemplo de esta lectura: cf. J. Verstraeten, “Justice subor-


26 

24 
Cf. M. Cozzoli, “Justicia”, 989. dinated to Love?”, 389-405.

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

con el pecado personal, situando la solución exclusivamente La solidaridad es una reacción espontánea de quien re-
en el campo de la conversión personal. De esta manera, los conoce la función social de la propiedad y el destino univer-
cambios estructurales serían remitidos al voluntarismo de los sal de los bienes como realidades anteriores a la propiedad
individuos y de los líderes de las naciones, privando a la jus- privada. (…) la solidaridad debe vivirse como la decisión de
ticia de la centralidad que había gozado sobre todo a partir de devolverle al pobre lo que le corresponde. Estas conviccio-
Pablo VI y su encíclica PP. nes y hábitos de solidaridad, cuando se hacen carne, abren
Se habría producido así “una explícita subordinación de camino a otras transformaciones estructurales y las vuelven
la justicia al amor”, entendido este último como “el más alto posibles. Un cambio en las estructuras sin generar nuevas
y universal criterio de toda la ética social” (CDS 204). Frente a convicciones y actitudes dará lugar a que esas mismas es-
ello, sostienen los críticos que la preocupación por los pobres tructuras tarde o temprano se vuelvan corruptas, pesadas e
no puede ser reducida al amor benevolente y a la solidaridad ineficaces.” (EG 188-9)
de los que quieren hacer algo por los demás. Si sólo el amor
La solidaridad se presenta aquí como un deber (“devol-
es la respuesta, los pobres devendrían objeto del voluntaris-
ver al pobre lo que le corresponde”) y por lo tanto, como un
mo bien intencionado de las personas o naciones ricas, y su
desarrollo no sería un derecho sino algo que depende de las concepto que no niega sino que por el contrario asume en sí
virtudes paternalísticas de sus benefactores. la justicia social, aunque subrayando su dimensión de virtud,
como hemos hecho en los apartados precedentes.
Cabe dudar sin embargo, por las razones que expusi-
mos, que esta crítica acierte con las verdaderas razones de Al mismo tiempo, quienes dan primacía a la idea de la
este cambio de terminología. De hecho, el Papa Francisco, de justicia como deber suelen pensar sobre todo en un deber jurí-
cuya preocupación por la justicia social nadie podría dudar dico que el Estado tiene la facultad de hacer cumplir a los ciu-
seriamente, casi no utiliza la expresión “justicia social”, y pre- dadanos con medios coactivos (p. ej., el pago de impuestos),
fiere generalmente utilizar el término “solidaridad”.27 Y aun o que absuelve en su nombre. En consecuencia, la mirada está
siendo consciente de las sospechas que podría generar esta más puesta en las estructuras que en la libertad de las perso-
opción, mantiene una continuidad con los pontífices prece- nas. Francisco, en cambio, en plena coherencia con la tradición de
dentes, explicitando de este modo el motivo: la Iglesia, señala la prioridad del cambio de los corazones sobre el
cambio de las estructuras. Esto no significa negar una influencia
“La palabra «solidaridad» está un poco desgastada y a
recíproca entre lo personal y lo social, ni tampoco interpretar
veces se la interpreta mal, pero es mucho más que algunos
esta primacía en sentido estrictamente cronológico (“prime-
actos esporádicos de generosidad. Supone crear una nueva
ro” cambiar los corazones, y “después” las estructuras). Pero
mentalidad que piense en términos de comunidad, de prio-
sí subraya que no hay transformación de estructuras real y
ridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes
permanente si no va acompañada de un cambio de “convic-
por parte de algunos.
ciones y hábitos”.
De este modo, se evita que la expresión justicia social se
convierta en un modo de hablar de “modelos sociales” o de
“estados de cosas” con prescindencia de la libertad y las op-
27 
EG habla de justicia social una sola vez, y 13 veces de solidaridad. ciones de las personas, y por lo tanto, sin referencia a la virtud.
En LS no menciona la justicia social y en cambio alude 9 veces a la En cambio, la posición de Francisco se apoya firmemente en
solidaridad. la enseñanza social católica, como puede verse en CEC 1888:

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

“Es preciso entonces apelar a las capacidades espiritua- explicita un aspecto sólo implícitamente presente en el pri-
les y morales de la persona y a la exigencia permanente de mero: el aspecto del don de Dios, y por lo tanto, de la gra-
su conversión interior para obtener cambios sociales que tuidad, que brinda el respiro bíblico de la DSI. En efecto, la
estén realmente a su servicio. La prioridad reconocida a la solidaridad es una expresión operativa de la fraternidad que
conversión del corazón no elimina en modo alguno, sino, al implica la conciencia de un origen común, que es a su vez
contrario, impone la obligación de introducir en las institu- fundamento de un destino común. Se requiere por lo tanto,
ciones y condiciones de vida, cuando inducen al pecado, las aunque sea implícitamente, de una paternidad común, de la
mejoras convenientes para que aquéllas se conformen a las percepción de la vida como algo recibido gratuitamente de
normas de la justicia y favorezcan el bien en lugar de opo- una misma fuente, como don que se comparte. Frente a una
nerse a él.” visión estrictamente contractualista que considera la vida so-
cial exclusivamente desde el punto de vista de la libertad o la
De este modo, el concepto de solidaridad pone de relieve
voluntariedad de sus miembros, la idea de un origen común
algunos aspectos de la justicia social que corren el riesgo de
y gratuito enmarca la libertad personal en una realidad que
ser olvidados o tergiversados, en especial, su carácter de vir-
le es previa y a partir de la cual cobra sentido, un vínculo an-
tud, y al mismo tiempo actualiza la justicia social, adaptándo-
terior a cualquier opción personal que une a todos los miem-
la a la situación de la sociedad post-industrial caracterizada
bros de la sociedad, incluyendo aquellos que por diversas
por una creciente interdependencia, con la multiplicación de
circunstancias no están en condiciones de ejercitar su razón y
los vínculos sociales, la fluidez de las clases y sus respectivas
su libertad (niños ya nacidos o por nacer, enfermos, ancianos,
culturas, y la revolución de las comunicaciones. La solidari-
minusválidos, etc.) La caridad social pone de manifiesto esta
dad es la virtud que responde a este nuevo contexto:
dimensión fundamental de la vida social en una perspectiva
“En el camino hacia esta deseada conversión hacia la de fe.
superación de los obstáculos morales para el desarrollo, se
En un pasaje muy importante de CiV, dice Benedicto XVI:
puede señalar ya, como un valor positivo y moral, la con-
ciencia creciente de la interdependencia entre los hombres “La justicia es la primera vía de la caridad o, como dijo
y entre las Naciones. Pablo VI, su «medida mínima», parte integrante de ese
amor «con obras y según la verdad» (1 Jn 3,18), al que
(…) Ante todo se trata de la interdependencia, percibi- nos exhorta el apóstol Juan. Por un lado, la caridad exige
da como sistema determinante de relaciones en el mundo la justicia, el reconocimiento y el respeto de los legítimos
actual, en sus aspectos económico, cultural, político y reli- derechos de las personas y los pueblos. Se ocupa de la
gioso, y asumida como categoría moral. Cuando la interde-
construcción de la «ciudad del hombre» según el dere-
pendencia es reconocida así, su correspondiente respuesta,
cho y la justicia. Por otro, la caridad supera la justicia y la
como actitud moral y social, y como «virtud», es la solidari-
completa siguiendo la lógica de la entrega y el perdón. La
dad.” (SRS 38)
«ciudad del hombre» no se promueve sólo con relaciones
de derechos y deberes sino, antes y más aún, con rela-
ciones de gratuidad, de misericordia y de comunión. La
3.7. La caridad social y política caridad manifiesta siempre el amor de Dios también en las
El principio de solidaridad puede ser considerado sinóni- relaciones humanas, otorgando valor teologal y salvífico
mo del de “amistad social” o “caridad social” (cf. CEC 1939). a todo compromiso por la justicia en el mundo.” (CiV 6,
Al mismo tiempo, sin embargo, la expresión “caridad social” subrayado nuestro)

70 71
El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

La referencia a la caridad no sólo no se contrapone a la distinto del bien que se le puede desear en el plano pura-
justicia sino que la confirma y la dinamiza brindando una me- mente individual: amarlo en el plano social significa, según
jor comprensión de la dignidad del hombre, de sus derechos, las situaciones, servirse de las mediaciones sociales para
y de las responsabilidades de la sociedad hacia cada uno de mejorar su vida, o bien eliminar los factores que causan su
sus miembros. La perspectiva de la caridad no disminuye en indigencia.” (CDS 208)
modo alguno el carácter imperativo de los deberes de justicia,
por el contrario, refuerza su obligatoriedad. Y sobre todo, se
puede decir que un planteo de los problemas de justicia que 3.8. Conclusiones
no incluya los deberes de justicia en un marco de gratuidad En síntesis, la evolución de la terminología con la cual la
será siempre estrecho, rígido e insuficiente. DSI expresa hoy su perspectiva específica en el discernimien-
Por esta razón, la caridad puede considerarse no sólo to de la cuestión social no constituye una relativización de las
como una virtud personal sino también como un principio exigencias de la justicia, o un retroceso hacia el individualismo
ordenador de las relaciones sociales. Por esta razón, Benedic- y el moralismo, sino una actualización del concepto de justicia
to afirma que social a la luz de los desafíos de esta época, y una profundiza-
ción de la dimensión teologal de la reflexión social cristiana.
“La caridad es la vía maestra de la doctrina social de la
Iglesia. Todas las responsabilidades y compromisos traza- Este concepto (nunca se insistirá demasiado) está ligado
dos por esta doctrina provienen de la caridad que, según indisolublemente a la antropología cristiana, su valoración de
la enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda la Ley (cf. Mt la persona y de su libertad, y por lo tanto, de la justicia como
22,36-40). Ella da verdadera sustancia a la relación personal una cualidad de las acciones humanas. Sin negar la influencia
con Dios y con el prójimo; no es sólo el principio de las mi- recíproca entre las personas y las estructuras sociales, es la libertad
cro-relaciones, como en las amistades, la familia, el peque- de las personas, su conciencia moral, sus decisiones y conductas
ño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las libres lo que debe tener prioridad sobre cualquier “modelo social”.
relaciones sociales, económicas y políticas.” (CiV 2) Es la virtud lo que convierte a los miembros de la sociedad
en sujetos responsables de la vida social y constructores del
De esta manera, se puede hablar de una caridad que tras- bien común.
ciende las relaciones personales directas, una caridad espe- Pero el éxito de esta expresión como bandera política es-
cíficamente “social” y “política”, capaz de afrontar los pro- conde muchas veces un equívoco a este respecto, fomentando
blemas estructurales de la justicia, y que es esencial para una una idea del Estado que quita protagonismo al ciudadano,
caridad auténtica e integral: cercena su iniciativa y sus espacios de libertad, y busca con-
“La caridad social y política no se agota en las relaciones trolar progresivamente todos los aspectos de la vida social
entre las personas sino que se despliega en la red en la que para realizar un proyecto de “justicia” –en sentido de igual-
estas relaciones se insertan, y que es precisamente la comu- dad material– que lo tiene como único verdadero sujeto. De
nidad social y política, e interviene sobre ésta, procurando este modo, la justicia, la solidaridad y la caridad terminan por
el bien posible para la comunidad en su conjunto. ser identificadas con acciones del Estado o impuestas por él,
eliminando poco a poco la posibilidad de una auténtica gra-
En muchos aspectos, el prójimo que tenemos que amar tuidad, que sólo puede brotar de la conciencia y la libertad
se presenta «en sociedad», de modo que amarlo realmente, personal, e incluso privando a los supuestos beneficiarios de
socorrer su necesidad o su indigencia, puede significar algo todo sentido de responsabilidad.

72 73
El Evangelio Social: un tesoro olvidado

Esto demuestra hasta qué punto es importante preservar


la capacidad crítica de la justicia social frente a la realidad his-
tórica, manteniéndose en estrecho contacto con ella pero sin
dejarse encasillar en el espíritu de la época. Para comprender
más a fondo esta tarea, será útil detenerse a considerar con
más atención la relación de la reflexión social de la Iglesia en 4. DSI, un pensamiento histórico
general y de la DSI en particular con las cambiantes circuns-
tancias históricas y sus correspondientes desafíos.
Todavía hoy muchas personas entienden la DSI como un
patrimonio de verdades eternas e inmutables aptas para ser
aplicadas directamente en cualquier momento y situación.
Una anécdota ilustrativa es narrada por Ildefonso Camacho
al comienzo de su excelente obra Doctrina Social de la Igle-
sia.28 Cuenta este autor que en el trascurso de una exposi-
ción de la doctrina de la Iglesia sobre los sistemas económi-
cos, un alumno arguyó la imposibilidad de que un cristia-
no vote al partido socialista, apoyándose en la condena de
León XIII al socialismo en la Rerum novarum.29 Era claro que
este joven interpretaba los textos del magisterio social como
verdades eternas, ubicadas por encima de las contingencias
de la historia. De lo contrario, hubiera podido preguntarse:
¿cuál era el socialismo que León XIII condenaba? ¿Cómo
han cambiado las circunstancias históricas desde aquél do-
cumento al presente? ¿Qué significa socialismo hoy, en los
países democráticos?
Esta pequeña anécdota pone de manifiesto la importan-
cia de comprender la DSI como un pensamiento histórico.
Hemos visto en el capítulo anterior cómo su concepto cen-
tral, la justicia social, ha evolucionado acompañando las
transformaciones de la vida social, y la cuestión social ha
ido cambiando y ampliándose progresivamente. Y no se tra-

28 
I. Camacho Laraña, Doctrina Social de la Iglesia, 11. El mismo Pío
XI tuvo que reconocer en su encíclica QA 111ss. las transformaciones
del socialismo y las diferentes acepciones que había adquirido este
término, aunque siguió sosteniendo que “nadie puede ser al mismo
tiempo buen católico y auténtico socialista” (QA 120).
29 
Cf. QA 111-126.

74 75
El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

ta sólo de cambios en la realidad del mundo. La DSI se hace a los problemas de su tiempo (Or 12).30 Al mismo tiempo, es
eco de la evolución del pensamiento mismo de la Iglesia: la preciso reconocer que la evolución histórica del Magisterio
teología, la antropología, la eclesiología, los estudios bíbli- social también presenta discontinuidades. Cabe entonces pre-
cos, el diálogo con la filosofía y las ciencias, etc., producen guntarse: ¿evolucionan los contenidos de la DSI? A este inte-
efectivamente cambios no sólo a nivel pastoral sino incluso rrogante responde I. Camacho: “Más bien habría que decir
en lo doctrinal. Hay ciertas verdades fundamentales que se que evoluciona el conjunto de las enseñanzas, la forma como los
comprenden con mayor profundidad, como las implicancias distintos principios se articulan en un todo orgánico”.31 En
de la dignidad de la persona humana y sus derechos; hay fe- consecuencia la evolución consiste en una continua remodela-
nómenos históricos que son interpretados de modos nuevos ción de la DSI como consecuencia de la reflexión que se hace
y más apropiados, como sucedió con el surgimiento de la desde la fe sobre una realidad en permanente cambio.
democracia moderna.
Así por ejemplo, la propiedad privada, que en RN era vista
Y si bien la DSI estuvo animada desde sus orígenes por el como el fundamento de todo el orden social, en la LE pierde
propósito de iluminar la situación real de la sociedad en cada esa centralidad, ya que toda propiedad, sea privada o colectiva,
momento histórico (Or 18.1), “el actual Magisterio de la Igle- es considerada como un instrumento al servicio del trabajo. En
sia ha impreso a la DSI un dinamismo nuevo” (Or 14.2). Po- efecto, los principios no funcionan aisladamente sino forman-
demos decir que ese dinamismo se acelera progresivamente, do parte de un sistema. En el caso de la propiedad privada, la
a medida que lo hacen las transformaciones históricas sobre evolución apuntada no conduce a negar que la misma sea un
las cuales la DSI busca dar indicaciones que reflejen las exi- derecho natural, sino que lo subordina a otros principios de or-
gencias del evangelio (Or 18.2), y en la medida en que aquella den superior. Aun así, la difusión de la propiedad privada sigue
desarrolla un método más adecuado para comprender las im- siendo para la DSI el modo principal de hacer efectivo el desti-
plicancias éticas de dichos cambios. no universal de los bienes, como veremos más adelante.

Es útil también recordar la enseñanza de Benedicto XVI en


4.1. Evolución de la DSI: relación con la interpretación del Concilio Vaticano II, que es
también aplicable a nuestro tema. Frente a una “hermenéuti-
continuidad y desarrollo
ca de la continuidad” que sostiene que el magisterio perma-
La naturaleza histórica de la DSI es causa de que la misma nece siempre idéntico a sí mismo, y una “hermenéutica de
se vea sometida a un constante proceso de evolución. Según la ruptura” que lo presenta en contradicción con el pasado
Or 11, la DSI por su carácter mediador entre el Evangelio y y lo fragmenta, la “hermenéutica de la reforma” consiste en
la realidad concreta del hombre y la sociedad, “necesita ser reconocer en el desarrollo histórico del magisterio una conti-
actualizada continuamente y responder a las nuevas situacio- nuidad de fondo que no obsta a la existencia de elementos de
nes del mundo y de la historia” (Or 11.1; EN 29). Pero esto no discontinuidad en niveles más superficiales.32
significa en modo alguno que la DSI renuncie a seguir siendo
un cuerpo doctrinal dotado de coherencia interna y perma-
nencia, y al mismo tiempo abierto a los nuevos problemas (cf.
CiV 12).
30 
CiV 12: “La doctrina social de la Iglesia ilumina con una luz que no
cambia los problemas siempre nuevos que van surgiendo”, cf. SRS 3.
La evolución de la DSI no compromete su identidad sus- 31 
Cf. I. Camacho, Doctrina Social de la Iglesia, 19.
tancial ni su unidad. Por el contrario, existe una continuidad 32 
Benedicto XVI, Discurso de Navidad a la Curia romana, 22 de
entre los diferentes documentos, aunque cada uno responda diciembre de 2005.

76 77
El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

4.2. La DSI como figura ciales era responder a la pregunta: cuál es el modo propio de
un creyente de vincularse con los bienes materiales; qué debe
del pensamiento social cristiano hacer un rico para alcanzar la salvación; de qué modo debe
Hemos partido de la idea de que la DSI es una figura practicarse la caridad cristiana respecto de los pobres. Tam-
específica y relativamente reciente en la historia del pensa- poco aquí encontramos una preocupación por proponer un
miento social de la Iglesia. Llega el momento de justificar nuevo modelo de sociedad o dirigir críticas a las estructuras
esta posición. sociales de la época. Se trataba de expresar la caridad cristia-
na en los límites del orden establecido. Si bien era imperioso
En la Biblia encontramos, como hemos visto en el capítulo
socorrer a los pobres, la pobreza en sí misma se veía como un
anterior, importantes elementos para el pensamiento social,
fenómeno natural e inevitable, cuyo alivio estaba confiado a
como la legislación de la Alianza, las críticas sociales de los
la caridad de los cristianos.34
profetas, la actitud de Jesús hacia los pobres y marginados,
y la preocupación por los pobres en la iglesia primitiva. Es Una nueva figura surge con la escolástica: la de la re-
preciso, sin embargo, tener presente que de ninguno de es- flexión sistemática, conformada a estándares científicos, que
tos contenidos aisladamente considerados es posible recabar da origen a los tratados sobre la justicia, el más célebre e
normas y criterios que puedan aplicarse directamente en el influyente de los cuales es el de Santo Tomás en la Suma
presente.33 Ante todo habrá que tener en cuenta las condicio- Teológica.35 Con ellos se pasa de un discurso de orden sa-
nes históricas, sociales, políticas y económicas de cada época, piencial elaborada con fines exhortativos, a otro más riguro-
y la intención de los autores. En ningún caso encontraremos so y objetivo, dotado de una sólida estructura racional-filo-
propuestas de un nuevo modelo social. La crítica a los ricos, sófica, aunque sin la fuerte impronta evangélica de la etapa
la prohibición del cobro de intereses, el énfasis en la limosna precedente, y con un enfoque todavía muy abstracto y ajeno
como modo de socorrer a los pobres deben ser interpretados a las contingencias históricas. En este sentido, en el s. XVI, la
en el contexto de una sociedad feudal, con una economía de doctrina de la justicia experimenta un notable desarrollo y
subsistencia. Es conocido el intento de utilizar los resúmenes profundización a través de la Escolástica Española, con una
del libro de los Hechos sobre la vida de la Iglesia primitiva serie de nombres ilustres de los cuales Francisco de Vitoria
como un aval al socialismo y a la abolición de la propiedad (1486​-1546) y Francisco Suárez (1548-1617) constituyen los
privada, especialmente donde dice: “Todos los creyentes eran principales exponentes. Sus enseñanzas entran con creciente
de un solo sentir y pensar. Nadie consideraba suya ninguna realismo y competencia técnica en temas jurídicos, sociales
de sus posesiones, sino que las compartían” (v. 4,42). Pero y económicos, y muestran una notable capacidad crítica del
más bien la intención del autor, Lucas, es mostrar cómo en la orden social vigente, cualidad que se debilitaría en el pensa-
Iglesia de los orígenes comienza a hacerse presente el Reino miento católico de los siglos siguientes.
de Dios, y en la nueva relación entre los creyentes se verifican
las antiguas profecías.
Muy cercana a la perspectiva bíblica es la reflexión social
de carácter sapiencial desarrollada por los Padres de la Iglesia.
La inquietud que los animaba al entrar en las cuestiones so- 34 
Así, por ejemplo, la frase de Basilio de Cesarea que ha adquirido
una nueva notoriedad en labios del Papa Francisco: “El dinero es el
estiércol del diablo”, no puede leerse como una condena al instru-
mento de cambio como tal sino al desmedido afán de lucro.
33 
Cf. PCB, Biblia y moral. 35 
ST, II-II, qq.57-122.

78 79
El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

Perdido este impulso creativo y crítico, el pensamiento es- Existía sin duda una dificultad para trasponer la creciente
colástico del s. XIX se demuestra inadecuado para interpretar importancia que la reflexión católica asignaba a la dimensión
los profundos cambios sociales que se generan a partir de la social de la justicia del plano teórico al de las realidades so-
revolución industrial. Por un lado, por influencia del nomi- ciales y económicas, y concretamente, a la “cuestión obrera”,
nalismo −que considera el derecho como una emanación de que seguía siendo afrontada según los estrechos límites de la
la voluntad del legislador− se tiende a identificar la justicia justicia conmutativa (cf. supra 3.6). Como observa acertada-
con el derecho vigente, con el peligro de transformar la doc- mente G. Gatti:
trina de la justicia en su justificación ideológica. Además, el
“A decir verdad, la iglesia se encontraba en una posición
sesgo individualista de aquella filosofía llevará a debilitar
de desconfianza sistemática y de sustancial rechazo frente
la idea de la justicia general o justicia del bien común, y a
a la nueva sociedad, desde su primer nacimiento; pero este
asignar una centralidad excesiva a la justicia conmutativa, la
rechazo había sido motivado no tanto por la injusticia de las
de los intercambios.36 De este modo, resultaba difícil cuestio-
estructuras económicas, cuanto por sus presupuestos ideo-
nar la justicia de los salarios y demás condiciones acordadas
lógico-políticos, constituidos esencialmente por los princi-
“libremente” entre patrones y obreros, pese a la disparidad
pios de la democracia liberal.”37
de fuerzas entre las partes. El socorro de los pobres quedaba
confinado al campo de la caridad, entendida como asisten- Lo dicho podría explicar al menos en parte por qué −
cialismo, una respuesta insuficiente para la situación que se como reconoce Benedicto XVI− los representantes de la
describe en DCE 26: Iglesia percibieron “sólo lentamente” que el problema
“La cuestión del orden justo de la colectividad, desde de la estructura justa de la sociedad se planteaba de un
un punto de vista histórico, ha entrado en una nueva fase modo nuevo (DCE 27), aunque deban destacarse ejemplos
con la formación de la sociedad industrial en el siglo XIX. precursores en el campo del llamado “catolicismo social”,
El surgir de la industria moderna ha desbaratado las vie- como el obispo de Maguncia, Wilhelm Emmanuel von Ke-
jas estructuras sociales y, con la masa de los asalariados, tteler (1811-1877), y múltiples iniciativas para hacer frente
ha provocado un cambio radical en la configuración de la a las necesidades concretas como círculos, asociaciones,
sociedad, en la cual la relación entre el capital y el trabajo uniones, federaciones y, sobre todo, nuevas congregacio-
se ha convertido en la cuestión decisiva, una cuestión que, nes religiosas, que en el siglo XIX se dedicaron a combatir
en estos términos, era desconocida hasta entonces. Desde la pobreza, las enfermedades y las situaciones de carencia
ese momento, los medios de producción y el capital eran el en el campo educativo.
nuevo poder que, estando en manos de pocos, comporta- A la creciente conciencia social de los cristianos, se unió
ba para las masas obreras una privación de derechos con- la renovación del pensamiento social a partir del impulso
tra la cual había que rebelarse.” de los estudios tomísticos por obra de León XIII con su en-
cíclica Aeterni Patris (1879). Así la Iglesia se ponía en con-
diciones de afrontar el desafío planteado por la nueva co-
yuntura histórica, siendo sugestivo en este sentido el nom-
36 
Para Juan de Lugo (1583-1660), la justicia conmutativa es la jus- bre de la primera encíclica social, Rerum novarum (1891),
ticia por excelencia y por lo tanto la que más directamente nos
obliga (“cum justitia commutativa sit magis stricte justitia, de illa
nobis principaliter in hoc opere agendum est”, De Justitia et Jure,
d.2, intr.: V). 37 
G. Gatti, Manuale di teologia morale, 282.

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

es decir, “de las cosas nuevas”, que revela la gestación de siderarse como el “punto de inflexión fundamental”.38 Eso
una idea de justicia abierta a la novedad de la historia, la no significa que el cambio generado por este acontecimiento
justicia social. eclesial haya sido repentino, ya que el mismo se avizoraba ya
en el pontificado de Juan XXIII (sobre todo en sus encíclicas
Este concepto, aunque sólo más tarde se incorpora al len-
sociales), y maduró tras el Concilio en Pablo VI, especialmen-
guaje del magisterio, ya está germinalmente presente en la
te con su carta apostólica OA.
respuesta fundamental que da RN a la cuestión obrera, en
la cual muestra su fecundidad la filosofía política desarro- Para describir las distintas etapas de esta evolución, tanto
llada por León XIII. Frente al peligro de la fragmentación las anteriores como las posteriores al Concilio, es útil recurrir
social y el conflicto entre clases, este pontífice propone deci- al concepto de “paradigmas”, en el sentido de modos histó-
didamente el asociacionismo obrero, que permitiría a los mis- ricos de elaborar la DSI a partir de cierta visión de la fe, de la
mos trabajadores participar activamente en la solución de Iglesia y del mundo. B. Sorge, valiéndose de este concepto,
la cuestión social (RN 35, 37, 39), en el marco del recíproco propone la siguiente periodificación:39
reconocimiento de los derechos entre las clases. Con León
XIII, la tradicional doctrina civilis (en el sentido de doctrina
política) pasa a ser doctrina socialis, y la iustitia legalis pasa a
ser iustitia socialis.
La justicia social va dando identidad propia al conjunto
de enseñanzas sociales que se suceden desde entonces, arrai-
gándose cada documento en la tradición precedente y desa-
rrollándola a la luz de las “cosas nuevas”. A su vez, la justicia
social se demuestra suficientemente flexible como para re-
novarse en sus categorías filosóficas, su inspiración bíblica y
teológica y en su relación con las ciencias humanas, uniendo a
la dimensión ética personal la perspectiva social-estructural.
Queda así perfilada una nueva figura del pensamiento social cató-
lico, que sin perder la continuidad con lo precedente muestra
un alto grado de originalidad.

4.3. Periodificación de la DSI:


los distintos paradigmas
38 
Cf. J.L. Illanes, Doctrina social de la Iglesia, 25ss. Esta propuesta
Entre los documentos que desde la RN han expresado el
no equivale, sin embargo, a recurrir a “divisiones abstractas” que
pensamiento social católico existen visibles diferencias de cuestionen la unidad interna de la DSI, proponiendo la existencia de
“planteamiento, de procedimiento metodológico y de esti- “dos tipos de doctrina social, una preconciliar y otra postconciliar,
lo” (Or 12). No sería posible presentar aquí una historia de diferentes entre sí” (CiV 12).
esta evolución, pero al menos debemos discernir las grandes 39 
Cf. B. Sorge, Introduzione alla Doctrina sociale della Chiesa, 17-93.
etapas que la jalonan. Una referencia decisiva para la perio- Nos inspiramos de un modo general en el trabajo del P. Sorge, sin
dificación de la DSI es el Concilio Vaticano II, que puede con- seguirlo en todos los aspectos.

82 83
El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

4.3.1. La ideología católica (1891-1931)

Diálogo con el mundo Ministerio de evangeliza-


ción en el ámbito social
dignidad persona, vida,

dimensión teológica
trabajo, verdad, etc.
Para afrontar la “cuestión obrera”, en esta primera etapa

Crisis de valores:
(Juan Pablo II)

de los valores
Ecumenismo
Acentuación
se recurrió a los principios filosóficos y éticos de la visión
1978-2005
Profecía

cristiana de la sociedad, en polémica con el socialismo y el

…..

…..

…..
liberalismo. El retorno a los “principios perennes del derecho
natural” se realizó a través de los esquemas del pensamiento
neo-escolástico, esencialista y deductivista, que concedía es-
casa importancia a las ciencias humanas positivas, y que pro-
movimientos históricos

Autonomía de las reali-


Crisis de la articulación piciaba una concepción privatística de las relaciones sociales.

dades terrenas (GS 36)


Signos de los tiempos
(Juan XXIII – Pablo VI)

Mundialización, crisis

fe – razón: problema
de la especificidad

Aceptación plena
de las ideologías,

rol de los laicos

moral cristiana

del pluralismo
y cooperación
La RN tiene una referencia a la situación social de enton-
1958 – 1978

Vaticano II:

Inductivo
Diálogo

ces, pero ésta parece sobre todo la ocasión para presentar la


enseñanza doctrinal. Se consideraba que el verdadero nudo
de la cuestión era de naturaleza filosófica y ética. Como ilus-
tración, puede observarse la extensa y prolija fundamenta-
ción que hace aquella encíclica de la doctrina de la propiedad
Búsqueda de una 3° vía, privada, en polémica con el socialismo.

Pío XI: corporativismo


como nuevo modelo
Nueva Cristiandad

Enfrentamiento con

Pío XII: democracia


1931 (Pío XI, QA)

Estado Nacional

Mayor atención

El contexto de esta primera etapa del discurso social de la


– 1958 (Pío XII)

de Cristiandad:
a las ciencias
modelos de

Iglesia es el choque frontal de la Iglesia con el mundo moderno.


......

…..

…..

…..

4.3.2. La Nueva Cristiandad (1931-1958)


Con la revolución rusa, la ideología marxista dejó de ser
una elaboración teórica, para convertirse en un sistema polí-
Escasa atención a las ciencias

tico y económico realmente existente. En los países occiden-


liberalismo y socialismo /

Mundo: orden distinto


1891 (RN) – 1931 (QA)

tales, por su parte, se pone en tela de juicio el orden econó-


Condena del mundo
Enfrentamiento con
Ideología católica

de la “cristiandad”
(laicos: ejecución)

pero subordinado
cuestión obrera

mico liberal, pero el capitalismo sobrevive bajo la forma de


Apologética
Ley natural

Deductivo

moderno
Jerarquía

una “economía mixta”, intervencionista, que busca corregir


las disfunciones del mercado a través del control estatal. Ya
no se discute tanto sobre ideas cuanto sobre los dos sistemas
sociales enfrentados.
En ese contexto, Pío XI propone una especie de “tercera
vía” entre socialismo y capitalismo, es decir, un modelo de
Iglesia - mundo

Caracterización

sociedad alternativo. En el fondo, se trata del proyecto nos-


Relación
Método
Desafío

tálgico de reestablecer la cristiandad medieval en una nueva


Fuente
sujeto
Etapa

versión, de carácter corporativista (si bien distinto al corpo-


rativismo de Estado propio del fascismo). Pío XII intentará
revivir este ideal histórico por otro camino, el de construir

84 85
El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

una “nueva cristiandad” no ya sobre la base del corporativis- El discurso deductivo a partir del derecho natural y la re-
mo sino del sistema democrático, pero fundada en el derecho velación será equilibrado a través de la incorporación de un
natural y la revelación, y tutelada por la Iglesia, aun recono- método más inductivo, consistente en “ver, juzgar y obrar”
ciendo el legítimo pluralismo social. (MM 236) a partir de los “signos de los tiempos”, siempre en el
respeto de la autonomía de las realidades temporales (GS 36).40
Si bien sigue prevaleciendo la reflexión teórica, se reserva
un mayor espacio para el análisis de la realidad social, se da
mayor relevancia a las ciencias positivas (QA 19), se promue- 4.3.4. La profecía (1978-2005)
ven reformas estructurales (QA 76ss,), y se reconoce con ma- La cuestión social, que a nivel cuantitativo ya en tiempos
yor claridad la competencia propia de los laicos, aunque bajo de Juan XXIII había adquirido dimensiones planetarias, ahora
la firme dirección de los pastores (QA 142). adquiere un carácter cualitativo: se convierte en un problema
de “calidad de vida”. La DSI adquiere un tono más marca-
4.3.3. El diálogo (1958-1978) damente profético en el anuncio del evangelio de la vida, del
El proceso de mundialización y la crisis de las ideologías trabajo y de la caridad. En este giro, los problemas relativos
son claramente perceptibles cuando asume el papado Juan a los sistemas económicos y políticos van cediendo lugar a la
XIII. Esta crisis alcanza a la misma “ideología” católica. Al atención al hombre en sí. Se trata de defender, en los ámbitos
mismo tiempo, el fracaso de los intentos de los pontífices mencionados, el primado absoluto de la persona humana. La
precedentes en el intento de “restablecer” un orden social DSI ya no es prioritariamente una reflexión filosófica y teo-
cristiano imaginado de distintas maneras genera una nueva lógica sobre las ideologías, ni pretende elaborar un modelo
conciencia, más realista y sobria, sobre las posibilidades y lí- social alternativo (una “tercera vía”); pero tampoco se limita
mites del discurso social cristiano. La opción por el diálogo a la invocación de algunos principios generales. Es un dis-
como camino hacia la verdad es facilitada por otro elemento: curso que busca iluminar con el Evangelio el orden temporal,
el Concilio está impregnado de una visión del mundo más testimoniando a todos los hombres el sentido de Dios, de la
optimista y sensible a sus valores, y muestra una disposición dignidad de la persona humana y de los valores fundantes de
más favorable hacia los interlocutores, presumiendo su “bue- la vida social.
na voluntad”, así como su capacidad de contribuir a la cons- Por este camino, el discurso de la DSI profundiza su ca-
trucción de un orden social justo. rácter ecuménico en el sentido etimológico de la palabra, es
Uno de los resultados de este proceso es una mayor flexi- decir, de alcance universal, como es universal la naturaleza
bilidad y apertura en las directivas magisteriales. Un ejemplo de la crisis. En efecto, el problema de la calidad de vida, tiene
de esto es la distinción que introduce PT 159 entre las ideolo- una raíz cultural, es decir, implica una visión del hombre, la
gías y los movimientos históricos, de modo que, si en el plano sociedad y el mundo, y por ello es cualitativamente univer-
teórico las ideologías siguen siendo inaceptables, en el terre- sal. Su respuesta, por tanto, no puede ser sino universal: una
no práctico es posible y necesario el diálogo con ellas (cf. GS apelación al sentido moral y religioso de los hombres, basada
21), acompañado por un atento discernimiento, a través del en la confianza sobre la posibilidad de un consenso en torno
cual los laicos deben decidir con autonomía el grado de com- a los valores fundamentales de la vida social.
promiso moralmente posible (OA 26, 31). Este progreso en
el reconocimiento del rol de los creyentes en la vida social es
posible debido a la renovación de la teología del laicado por
obra del Concilio Vaticano II (LG, cap.IV). 40 
Desarrollaremos estos temas en infra, capítulo 5.8.

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

Esta acentuación del estilo profético estaba sin duda in- un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente, y queda a
fluida por un enfriamiento de la actitud optimista que carac- merced de las emociones y las opiniones cambiantes. (CiV 2).
terizó la visión de GS sobre la relación entre la Iglesia y el “La verdad libera a la caridad de la estrechez de una emoti-
mundo contemporáneo. Juan Pablo (y el entonces prefecto de vidad que la priva de contenidos relacionales y sociales, así
la CDF, Cardenal Ratzinger) tenían una percepción más agu- como de un fideísmo que mutila su horizonte humano y uni-
da del contraste del Evangelio y la doctrina de la Iglesia con versal” (ibid.).
la cultura preponderante, que entendían como una profunda
Esta reflexión la aplica a la DSI:
crisis (que golpeaba también a la Iglesia en su mismo seno),
y sentían la necesidad de expresar la Verdad evangélica con “La doctrina social de la Iglesia responde a esta dinámica
claridad y fuerza, sin ambigüedades ni irenismos. Y quizás de caridad recibida y ofrecida. Es «caritas in veritate in re so-
esto no fuera una novedad absoluta, ya que el mismo Pablo ciali», anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad.
VI, tras haber promovido un diálogo de dimensiones univer- Dicha doctrina es servicio de la caridad, pero en la verdad. La
sales (Ecclesiam suam, 1964), adoptó una actitud más cautelosa verdad preserva y expresa la fuerza liberadora de la caridad
a partir de las polémicas en torno a HV y los desbordes del en los acontecimientos siempre nuevos de la historia. Es al
post-concilio. mismo tiempo verdad de la fe y de la razón, en la distinción y
Ahora bien, ¿en qué paradigma ubicaríamos los dos últi- la sinergia a la vez de los dos ámbitos cognitivos.”
mos pontificados, el de Benedicto XVI y el de Francisco? Aquí El énfasis en la verdad, se vincula entonces a una rela-
nos apartamos de la periodificación del P. Sorge (que conclu- ción adecuada entre fe y razón. Recuerda Benedicto que la
ye en el 2005),41 para presentar la hipótesis de que los dos úl- DSI “argumenta desde la razón y el derecho natural, es decir, a
timos pontífices, Francisco y Benedicto, pueden considerarse
partir de lo que es conforme a la naturaleza de todo ser hu-
incluidos en el paradigma de la profecía, aunque con acentos
mano” (DCE 28, subrayado mío). La Iglesia debe involucrarse
fuertemente distintos.
en la lucha por la justicia de un modo propio: “a través de
la argumentación racional y debe despertar las fuerzas espiri-
4.5. De Benedicto a Francisco: tuales, sin las cuales la justicia, que siempre exige también
renuncias, no puede afirmarse ni prosperar”. La contribución
hacia una “radicalización” de la profecía específica de la DSI consiste en “la purificación de la razón y
Siguiendo a su predecesor, Juan Pablo II, Benedicto XVI a formación ética” para que las exigencias de la justicia sean
pone un énfasis especial en la importancia de la verdad, no por- comprensibles y políticamente realizables.
que relativice la caridad sino porque sólo la verdad hace res-
En consecuencia, hay límites claros en la misión de la Igle-
plandecer la caridad auténtica. Es esta estrecha relación con
sia: “la Iglesia no puede ni debe emprender por cuenta propia
la verdad, la que hace de la caridad una expresión auténtica
la empresa política de realizar la sociedad más justa posible”.
de humanidad y un elemento de importancia fundamental en
La construcción de un orden social y estatal justo es algo aje-
las relaciones humanas, incluyendo las de carácter público.
no a su cometido, ya que se trata de un “quehacer político”,
Sin verdad, la caridad se convierte en mero sentimentalismo,
“una tarea fundamental que debe afrontar de nuevo cada ge-
neración” (ibid). Una clara distinción entre fe y razón ayuda a
prevenir el peligro del utopismo inmanentista, la creencia en
41 
Nos referimos a la última versión, presentada en su Introducción a la posibilidad de instaurar el Reino de Dios en este mundo,
la Doctrina Social de la Iglesia, cap.6. que confunde la política con la mística, con el resultado de

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

poner a la primera por encima de los límites morales (en par- tura bíblica. A este respecto, EG presenta un texto signifi-
ticular, la exigencia de moralidad en los medios) y alentar las cativo, con referencia a las exhortaciones bíblicas y patrís-
aventuras revolucionarias. ticas a la caridad:
De modo consistente con estos principios, Benedicto “Es un mensaje tan claro, tan directo, tan simple y elo-
afronta en CiV el nuevo desafío de la “ideología tecnocrática cuente, que ninguna hermenéutica eclesial tiene derecho a
dominante” (n. 14, 70), inspirada en la errónea creencia de relativizarlo. La reflexión de la Iglesia sobre estos textos no
que el hombre es el único autor de sí mismo, de su vida y debería os­curecer o debilitar su sentido exhortativo, sino
de la sociedad, de que es autosuficiente y capaz de eliminar más bien ayudar a asumirlos con valentía y fer­vor. ¿Para
por sus propias fuerzas el mal de la historia, confundiendo en qué complicar lo que es tan simple? Los aparatos concep-
última instancia la felicidad y la salvación con formas inma- tuales están para favorecer el contacto con la realidad que
nentes de bienestar material y de actuación social (CiV 34). pretenden explicar, y no para alejarnos de ella. Esto vale
Frente este pensamiento único de carácter tecnocrático, que sobre todo para las exhortaciones bíblicas que invitan con
hace de la eficiencia y la utilidad el único criterio de verdad, tanta contundencia al amor fraterno, al servicio humilde y
este pontífice propone un “humanismo nuevo” fundado en la generoso, a la justicia, a la misericordia con el pobre. Jesús
verdad sobre el hombre y su vocación (CiV 18, 78), que pueda nos enseñó este camino de re­conocimiento del otro con sus
inspirar una concepción integral del desarrollo. palabras y con sus gestos. ¿Para qué oscurecer lo que es tan
claro?” (EG 194)
La insistencia en la verdad, la gratuidad, la fraternidad, y
la trascendencia como valores fundantes de la vida social, y El rechazo de las complejidades, el propósito exhortativo,
criterios para juzgar la realidad, permiten incluir a Benedicto la desconfianza ante los “aparatos conceptuales”, el abando-
dentro del precedente paradigma de la profecía, a través de un no de la hermenéutica en favor de una aplicación directa de
pensamiento marcado por una doble preocupación: el peligro los textos bíblicos, la consideración de la verdad como algo
de una fe separada de la razón, que se torna ideológica; y el de conocido de antemano y que sólo resta realizar, son rasgos
una razón separada de la fe y que deriva en la tecnocracia. propios de este estilo. Recurriendo al mismo, Francisco diri-
ge condenas categóricas al “sistema económico imperante”,
Sin contradecir lo anterior, Francisco concibe la relación en- que sugieren a su vez a la idea de una “tercera vía”, ya que
tre fe y razón de un modo distinto. Benedicto parte de la pre- la crítica sin matices al orden presente apunta, al menos im-
misa de que la fe y la razón son ámbitos autónomos que plícitamente, a un cierto orden alternativo imaginado como
se iluminan y purifican recíprocamente, por lo cual entre la posible. En el caso de Francisco, esa vía alternativa se expresa
religión y la política debe haber una clara distinción, aunque con claridad en sus discursos a los movimientos populares y
la religión pueda inspirar la vida política, y eventualmente su defensa de la “economía popular” como una nueva confi-
criticarla y señalarle sus límites. Francisco, en línea con la guración de las estructuras económicas capaz de sustituir al
tradición teológica latinoamericana, tiene una visión más “sistema” y regenerar el orden social.42
fluida de la relación entre la fe y la razón, y por lo tanto, de
la posibilidad de que la fe incida de un modo más directo en
el terreno político.
Esta es la razón por la cual, en su magisterio se verifica
una radicalización del tono profético, que cambia el estilo Cf. Francisco, Discurso en el Encuentro Mundial de Movimientos
42 

habitual en la DSI anterior por uno más cercano a la litera- Populares, 28-X-2014.

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

Como en los dos pontífices precedentes, este enérgico es- posible discernir un movimiento general del pensamiento,
píritu de profecía se conecta con una visión tendencialmente tendremos en ello un criterio de primer orden para la inter-
negativa del mundo, en el caso específico de Francisco, el re- pretación de los textos particulares.
chazo de la modernidad occidental ilustrada. Por esta razón, Esta hermenéutica histórica no sólo es aplicable a la DSI en
en el paradigma de la profecía el llamado al diálogo, aunque su conjunto, sino también al magisterio de cada pontífice. Es
sea amplio e insistente en los textos, no puede ser en la prác- común, por ejemplo, al discutir el pensamiento de Juan Pablo II
tica sino un llamado selectivo, ya que las condenas taxativas oponer a algunas afirmaciones de CA (1991) otras tomadas de
excluyen de antemano muchos potenciales interlocutores. LE (1981). Sin embargo, no puede excluirse la posibilidad de
que, en ciertos temas, CA represente una evolución del pensa-
miento de este pontífice respecto a sus documentos anteriores.
4.6. La necesidad de una hermenéutica histórica En todo caso, sería un mal criterio hermenéutico interpretar
En la tarea de interpretar adecuadamente los documentos, todos los documentos sociales o los de cada pontífice como si
la atención al paradigma imperante debe completarse con la hubieran sido escritos de modo simultáneo.
consideración del concreto contexto socio-cultural de cada
uno de ellos, a efectos de comprender las condiciones eco-
nómicas, sociales, políticas y culturales en las que se publicó, 4.7. ¿Hacia un nuevo paradigma?
lo cual permite descubrir mejor “la intención pastoral de la De la profecía al diálogo crítico
Iglesia” ante la situación social que se examina (Or 18.3). Es Lo que caracterizó el largo proceso de construcción doc-
preciso insistir en este doble ejercicio. Por un lado, situar los trinal de la DSI, más allá de los acentos de cada época, fue
documentos dentro del paradigma propio de la época permi- la convicción de que la Iglesia, a partir del Evangelio y como
te comprender la forma mentis de sus autores, es decir, el mar- parte de su misión, podía y debía pronunciar una palabra au-
co conceptual en el cual los datos de la realidad del momento torizada y significativa ante los desafíos concretos e históricos
cobran un sentido, ya que las circunstancias históricas no son de la sociedad humana (la llamada “cuestión social”), contri-
unívocas y pueden interpretarse de maneras muy diferentes. buyendo a la realización del ideal de la justicia social, o como
Pero sin la atención a estas últimas, los paradigmas se torna- se lo denomina hoy con más frecuencia, la solidaridad o la
rían demasiado genéricos. Paradigma y contexto histórico se caridad social.
complementan entre sí
Hay algunos signos, sin embargo, que llevan a sospechar
A su vez, mientras los dos criterios precedentes son de ca- que esta convicción se ha debilitado. El gran impacto de CA
rácter sincrónico (indagar el “hoy” de cada texto), será impor- (1991) y la animada polémica que generó, no se repitieron
tante incorporar un criterio diacrónico, vale decir, buscar com- con CiV (2009), sólo 18 años más tarde. La encíclica social de
prender el movimiento del pensamiento en el tiempo: de qué Francisco (Laudato si’, 2015) ha tenido una fuerte repercusión
modo se articulan en él la continuidad y la novedad; cómo mediática, pero su significado para la DSI es todavía difícil
evoluciona la sensibilidad a ciertos valores, o la perspectiva de evaluar. De hecho, no ha cambiado mucho la situación de
con que se afrontan los temas; qué elementos pueden consi- la disciplina. En nuestro país, salvo pocas y honrosas excep-
derarse como un auténtico progreso, y cuáles por el contrario ciones, la DSI sólo sobrevive en el nivel universitario en la
son repeticiones del pasado que van quedando crecientemen- forma humilde de cursos de extensión, pero es escasamente
te desactualizadas, o retrocesos provisorios provocados por conocida y apreciada por pastores y laicos. La llamada “pas-
razones coyunturales, etc. Si con una mirada panorámica es toral social” en cierto sentido ha tomado la posta, cumpliendo

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

un buen servicio en la reflexión práctica sobre temas sociales enfoque reductivo de la complejidad de los problemas reales
muy concretos y urgentes, pero estando más alejada de los que la sociedad actual debe afrontar, los cuales no pueden ser
fundamentos teóricos, corre el peligro, como ya señalamos, analizados exclusivamente en términos de bien y mal, gracia
de pasar por alto las mediaciones racionales necesarias para y pecado.
traducir la fe en orientaciones de acción política y social.
La denuncia profética, sea que apunte a la “cultura de la
¿A qué podría deberse esta situación? Quizás sea posible muerte” (Juan Pablo II), la “dictadura del relativismo” (Bene-
responder a esta pregunta a la luz de la noción de paradigma. dicto XVI) o la “cultura del descarte” (Francisco) −sin negar
En otras palabras, es posible que se esté poniendo en eviden- la verdad evidente que se contiene en estas expresiones− una
cia por un lado, (1) una cierta pervivencia de paradigmas del vez incorporada como criterio de análisis privilegiado produ-
pasado que todavía pesan sobre el modo de elaborar la DSI; ce inevitablemente una simplificación de problemas que en sí
(2) cierto desgaste y creciente inadecuación del paradigma ac- mismos son muy delicados y que someten a dura prueba la
tual; todo lo cual hace pensar en (3) la necesidad de un nuevo reflexión moral. Cuando se postulan campos tan claramente
paradigma. Por supuesto, sería presuntuoso querer elaborar divididos en términos de bien y mal, se exacerba la confronta-
este nuevo paradigma por anticipado y en detalle. Pero es po- ción, y ya no queda lugar para el disenso de buena fe.
sible imaginar algunos rasgos del mismo. Ahora bien, la DSI se dirige “a todos los hombres de buena
En primer lugar, los documentos sociales reflejan cierta voluntad”, expresión que supone la presunción de que sus
persistencia de hábitos mentales del pasado, que no se con- interlocutores son personas con rectas intenciones, que bus-
dicen con las exigencias actuales de la disciplina. Quizás el can la justicia, incluso fuera de los límites de la Iglesia. En
más difícil de superar tenga que ver con la ilusión de una el paradigma profético, tal como se ha plasmado hasta este
“tercera vía”. El ejemplo más claro es la tendencia recurrente momento, la mencionada presunción, propia de la DSI enten-
a adoptar una posición de condena simétrica al capitalismo dida como instrumento de diálogo, se ha debilitado.
y al colectivismo, lo cual al menos negativamente implica la Se suele afirmar que tanto Juan Pablo II como Benedicto
pretensión de una “economía cristiana”, que no surge por lo XVI tuvieron una visión más pesimista y cautelosa de la re-
tanto de la experiencia histórica, por lo cual no puede imagi- lación entre la fe cristiana y la cultura contemporánea que la
narse otra fuente que una especial iluminación de los creyen- expresada en GS.43 Pero tampoco con Francisco se recupera
tes. También se puede entrever este problema en la frecuente plenamente aquel rasgo del “espíritu conciliar”, ya que si
incursión en temas que son ajenos al objeto de la DSI, o en la bien en ciertos aspectos ha logrado una mayor cercanía con
adhesión precipitada a determinados diagnósticos o políticas los fieles y con el mundo en general (a costa, muchas veces,
sin suficiente asesoramiento técnico. de soslayar cuestiones morales que antes estaban en el centro
Hay otros límites que son específicos del paradigma pro- de la agenda pontificia), en los temas sociales ha llevado más
fético. Dijimos ya que si bien la DSI debe tener una dimen- lejos la confrontación con el mundo actual que los pontífices
sión profética, denunciando las injusticias y despertando precedentes. Se diría de un modo general que tras el optimis-
la conciencia de los hombres a los valores superiores de la mo algo ingenuo que se le imputa a GS, se ingresó en una
convivencia humana, dicha dimensión debe tener rasgos pro-
pios apropiados a lo que hemos definido como su “estilo”,
caracterizado por la serenidad, el equilibrio y el tono dialo- 43 
Puede verse, por ej., la insistencia en el problema del “optimismo
gal. Este estilo presupone no asume sin más el moralismo de ingenuo” en: J. Ratzinger; V. Messori, Informe sobre la fe, Madrid,
la literatura profética de la Biblia, porque eso supondría un BAC, 20052.

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etapa de cierto pesimismo confrontativo, y que todavía debe medida, a través de una sucesión de paradigmas la DSI ha
madurar en una actitud nueva y superadora de empatía crítica. ido superando algunos defectos de origen, mientras que, en
relación con otros, la tarea sigue pendiente, como veremos
Sólo una actitud semejante puede hacer posible la recu-
más detenidamente al hablar de la enseñanza política y eco-
peración del diálogo con el mundo, sin irenismos ingenuos
nómica. Todo esto reclama una actitud atenta y crítica en la
pero sin desconfianzas injustificadas. Es preciso recuperar un
lectura de los documentos.
mayor respeto reglas del diálogo, evitando condenas (o adhe-
siones) prematuras, escuchando con atención todas las voces, Finalmente, si bien una mirada histórica permite detectar
cuidando la solidez racional y la trasparencia de la argumen- muchas discontinuidades en las afirmaciones particulares,
tación, reconociendo que la fe no da respuestas directas e in- también la hermenéutica histórica hace posible evaluarlas,
falibles a los problemas, y que la enseñanza de la Iglesia en relativizarlas o superarlas, para poner de manifiesto lo que
este campo tiene sólo el modesto nivel de certeza que admite es más importante: la existencia de una enseñanza social
una materia tan compleja y contingente. cristiana sistemática, coherente y a la vez flexible y dinámi-
ca, fundada en ciertos principios permanentes que cristali-
Todo esto puede verse en peligro con la exageración y el zan la visión cristiana del hombre y de la sociedad. A estos
endurecimiento del tono profético. Quizás la mejor manera principios y su función en la DSI nos dedicaremos en el si-
de definir un nuevo paradigma en la línea señalada sea la del guiente capítulo.
“diálogo crítico”.

4.8. Conclusiones: DSI como proyecto histórico


El estudio de la dimensión histórica del pensamiento so-
cial de la Iglesia nos ha permitido ante todo identificar la DSI
como una figura original en la historia de la Iglesia y distinta
de las precedentes, sin que ello signifique negar una conti-
nuidad básica con dicha tradición. La clave de esa novedad,
como hemos señalado, reside en el concepto de justicia social.
Esto hace de la DSI un proyecto histórico que, como toda
realidad histórica, tiene las virtudes y también los límites que
derivan de su inserción en un contexto histórico y cultural de-
terminado. El primer paradigma que describimos mostraba
que en su origen el discurso de la DSI era más bien filosófico
y abstracto, ligado al neotomismo y su iusnaturalismo racio-
nalista; que su contacto con la economía y las demás ciencias
sociales era insuficiente; que la Iglesia estaba enfrentada ideo-
lógicamente con las democracias liberales; que su inspiración
bíblica era escasa, y su utilización de los textos bíblicos, cues-
tionable; que sus conocimientos históricos sobre la Tradición
eran en ciertos aspectos limitados o carentes, etc. En buena

96 97
5. Los contenidos y el método

Hasta ahora presentamos la DSI como el encuentro del


Evangelio con la realidad social, por mediación del ideal éti-
co de la justicia social. Hemos buscado precisar la naturaleza
de esta última (como virtud, y más precisamente, como jus-
ticia del bien común), sus características fundamentales (su
carácter personal, asociativo y participativo) y su dimensión
teologal (expresión social de la gratuidad del amor de Dios).
Finalmente, hemos querido mostrar su dimensión histórica:
su surgimiento y su modo de adaptarse a las particularidades
de cada época.
En este capítulo debemos ocuparnos del contenido de la
justicia social en sus primeras y más básicas declinaciones. Lo
haremos desde un punto de vista más bien formal, señalando
los diferentes tipos de contenido que integran la estructura
fundamental de la DSI: los principios y valores universales;
los criterios de juicio y las orientaciones para la acción. Esto
nos permitirá comprender cuál es su relación con la fe, su gra-
do de autoridad y de permanencia, su referencia recíproca,
así como su función como guía de la reflexión y discernimien-
to práctico (la cuestión del método). En capítulos posterio-
res, desarrollaremos algunas enseñanzas fundamentales en el
campo político y económico que especifican y dan contenido
material a esta estructura.
Este desarrollo confirmará lo dicho sobre la DSI como dis-
ciplina científica. Si la misma fuera un producto más o menos
espontáneo de las buenas intenciones de los pastores, cuyo re-
sultado estuviera garantizado por su actitud de fe, no habría
necesidad de distinguir entre los contenidos de aquélla porque
todos gozarían del mismo grado de certeza. Tampoco sería ne-
cesario preguntarse por el método por el cual se alcanzan.

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

Pero el solo hecho de que haya contenidos más cercanos a ciones prácticas, indicaciones amplias cuya aplicación requiere
la complejidad y la contingencia de lo real, o que contengan un discernimiento muy sensible a las circunstancias históri-
elementos técnicos que no pertenecen en sí mismos al campo cas y a la experiencia. Si la participación de los trabajadores
de la S. Escritura o de la teología, necesariamente exigirá dis- en la gestión de las empresas (MM 92) ha fracasado en tér-
cernir muy distintos grados de certeza. Y una discriminación minos generales, nada obliga a persistir por ese camino. Por
análoga se impone a partir de la consideración del método razones de espacio, sólo nos detendremos en los principios,
empleado, sus eventuales límites, así como los aciertos o fa- en atención a su rol decisivo en la reflexión social.
llas en su implementación.

5.2. Principios permanentes de reflexión


5.1. Los contenidos de la DSI Los “principios permanentes de reflexión” (Or 29ss.;
Como acabamos de decir, los documentos magisteriales, CDS 160ss.) son los “puntos de apoyo” sobre los que se edi-
lejos de suponer una DSI homogénea, señalan la existencia de fica el corpus de la DSI. Por “principios” entendemos propo-
tipos diversos de contenido. En Or. 3, al hablar de los elemen- siciones que constituyen el punto de partida para el pensa-
tos constitutivos de la DSI, se nos dice que: miento. Tienen un carácter general y fundamental, ya que se
refieren a la realidad social como tal, en cuanto que reflejan
“(La DSI) Basándose en «principios siempre válidos» lle-
su estructura metafísica haciendo abstracción de los distin-
va consigo «juicios contingentes» ya que se desarrolla en tos contextos históricos y culturales. Constituyen, tanto por
función de las circunstancias cambiantes de la historia y se su permanencia en el tiempo como por la universalidad de
orienta esencialmente a la «acción o praxis» cristiana»”. su significado, el “primer y fundamental parámetro de refe-
El texto es sugestivo, porque no sólo da a entender que rencia para la interpretación y valoración de los fenómenos
en la DSI encontramos proposiciones de distinta naturaleza sociales” (CDS 161).
y función, por ejemplo, más teóricas o más prácticas, sino Con mucha frecuencia, los participantes en el debate so-
también que debido a esa misma diferencia las mismas pue- cial hacen un uso selectivo de estos principios afirmando
den ser permanentes o cambiantes, según estén más alejadas uno o algunos de ellos con abstracción o a expensas de to-
o sean más cercanas a los aspectos más contingentes y cam- dos los demás. De esa manera, su significado queda desvir-
biantes de la realidad. tuado y expuesto a la manipulación. Es necesario, entonces,
Es sumamente importante, por lo tanto, discernir en los que los principios sean considerados “en su unidad, cone-
documentos de la DSI estos tres tipos de contenido (princi- xión y articulación” (CDS 162). Para comprender en con-
pios, juicios y orientaciones), muy distintos en cuanto a su creto el significado de esta exigencia, es preciso referirse al
naturaleza, su carácter vinculante y su grado de contingencia, contenido de cada principio y luego explorar las conexiones
recíprocas.
y comprender el modo en que se articulan entre sí en el proce-
so de discernimiento. Si los principios son de carácter perma- En síntesis, los principios permanentes expresan −consi-
nente, los juicios tienen una vigencia histórica más ligada a la derados en su mutua conexión− la estructura antropológica
coyuntura que los motiva y los criterios empleados. Así, por y ética de la vida social, porque son imperativos éticos que
ejemplo, la incompatibilidad de la visión cristiana con toda surgen de la naturaleza misma del hombre en su dimensión
forma de socialismo hoy no podría afirmarse con la misma personal y social. Por esa razón, su lista es exhaustiva y no puede
seguridad que en QA 120. Lo mismo cabe decir de las orienta- haber otros principios que éstos.

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5.3. Los principios permanentes en particular derse en el sentido señalado por San Pablo de la “veritas in
caritate” (Ef 4,15), es decir, de que la verdad se ha de poner en
Para no extendernos en este vasto tema de un modo des- práctica en conformidad con la caridad. También, de modo
proporcionado, nos limitaremos a esbozar el contenido esen- inverso y complementario, debe hablarse de la “caritas in veri-
cial de cada principio y a señalar el rol que cumple en su arti- tate”: la caridad “se ha de entender, valorar y practicar a la luz
culación con los restantes. de la verdad” (CiV 2). Sólo la verdad libera a la caridad del
peligro del emotivismo, que erosiona su relevancia social, y
5.3.1. La “caridad en la verdad” del fideísmo, que atenta contra su universalidad (ibid.). De esa
manera la verdad preserva la caridad y pone de manifiesto su
como principio cardinal fuerza liberadora.
La caridad es el amor divino gratuito, la “gracia” (cháris)
La verdad de la caridad es al mismo tiempo verdad de la
que tiene su origen en la comunión trinitaria, como amor
fe y de la razón, en la distinción y la sinergia a la vez de los
entre Padre y el Hijo, que se comunica a los hombres por el
dos ámbitos cognitivos. Fe y razón constituyen las dos vías
Espíritu Santo. Los hombres, destinatarios de la caridad, se
cognoscitivas de la DSI (CDS 75). Entre ambas debe existir
convierten a su vez en sujetos de la misma, llamados a hacerse
siempre un diálogo fecundo. La razón necesita siempre ser
ellos mismos instrumentos de la gracia para difundir la cari-
purificada por la fe, para evitar la tentación de omnipoten-
dad de Dios y para tejer redes de caridad. El amor recibido se cia. A su vez, la religión tiene siempre necesidad de ser puri-
convierte en amor comunicado. A la luz de esta dinámica, la ficada por la razón para mostrar su auténtico rostro humano
doctrina social de la Iglesia debe entenderse como “caritas in (CiV 56).44
veritate in re sociali”, anuncio de la verdad del amor de Cristo
en la sociedad (CiV 5). En conclusión, “Caritas in veritate” es el principio “cardinal”,
es decir, aquél sobre el cual gira la DSI (CiV 6), y que adquiere
De este modo se pone de manifiesto el significado de la ca- forma operativa en criterios orientadores de la acción moral,
ridad “en su auténtico valor de criterio supremo y universal el primero de los cuales es la verdad integral sobre el hombre
de toda la ética social” (CDS 204), y que como tal constituye la (CDS 75) contenida en el principio personalista.
“vía maestra” de la DSI (CiV 2). La misma no sólo es relevante
para la perfección personal. “El amor debe estar presente y pe-
netrar todas las relaciones sociales” (CDS 581; CiV 1-9), ya que
5.3.2. El principio personalista
“sólo la caridad, en su calidad de forma virtutum, puede animar “El principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones
y plasmar la actuación social para edificar la paz” (CDS 207). sociales es y debe ser la persona humana, la cual, por su mis-
Esto lo realiza, como ya hemos señalado (cf. supra, 3.11) no sólo ma naturaleza, tiene absoluta necesidad de la vida social” (GS
como inspiradora de la acción individual, sino también como 25.1). Tal es la formulación del principio personalista, afirma-
“fuerza capaz de renovar desde su interior las estructuras, or- ción de la inviolable dignidad de la persona humana, que es
ganizaciones sociales y ordenamientos jurídicos” (ibid.), es de- el origen de los demás principios de la DSI y de su concepción
cir, como caridad social y política, que busca el bien de todas las de la sociedad.
personas, consideradas no sólo individualmente, sino también
en la dimensión social que las une” (ibid.).
Pero para que la caridad pueda cumplir esta función, es
preciso que esté unida a la verdad. Ello no sólo debe enten- 44 
Cf. CDS 74-75; DCE 28.

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Este principio se basa ante todo el principio bíblico del trinitario: en la sociabilidad natural del hombre arraiga la voca-
hombre como imagen de Dios (cf. Gn 1,27) y capaz de en- ción gratuita a participar de la comunión del Padre, del Hijo y
trar en relación con Él. Esta dignidad tiene, por lo tanto, una del Espíritu Santo, una corriente única de vida y de amor en la
naturaleza ontológica, es decir, radica en el ser mismo del ser que cada Persona divina se realiza en la entrega a las otras. La
humano, y no en convenciones sociales o en criterios bioló- vida social está llamada a participar de este misterio de rela-
gicos o funcionales (por ej., su capacidad fáctica de relación). ción, donación y reciprocidad (cf. CDS 34; CiV 54).
Esta dignidad única de carácter ontológico es el fundamen-
to absoluto de los derechos humanos universales, inviolables Lo anterior no debe inducirnos, sin embargo, a un opti-
e inalienables, que privados de tal fundamento terminarían mismo ingenuo. La doctrina del pecado original nos enseña
vaciados de contenido y a merced de la arbitrariedad del po- que la falta personal de nuestros primeros padres afecta a la
der político. misma naturaleza humana, que aquellos trasmiten a todos
sus descendientes un estado “caído”: una herida en lo íntimo
La dignidad de la persona es, a su vez, la fuente de su so- del hombre anterior a su libertad, que está en la raíz de las
cialidad, en la cual aquella se refleja y se realiza. En efecto, la laceraciones personales y sociales que ofenden la dignidad
relación única en el universo entre Dios y el hombre se refleja humana (CiV 34). Sin embargo, la imagen de Dios no ha sido
en la dimensión relacional y social de la naturaleza humana completamente destruida, y la afirmación de la universalidad
(CDS 110). El hombre no es un ser solitario sino que, “por su del pecado no debe separarse de la conciencia de la univer-
íntima naturaleza, es un ser social, y no puede vivir ni des- salidad de la salvación en Jesucristo, si se quiere evitar una
plegar sus cualidades, sin relacionarse con los demás” (GS visión pesimista del mundo y de la vida que induzca a me-
12). La sociedad es más que una concurrencia de individuos nospreciar las realizaciones culturales y civiles del hombre
por razones prácticas y utilitarias: ella participa de la digni- (CDS 120).
dad de sus miembros y hace posible que éstos encuentren en
ella su plenitud. En conclusión, tanto la capacidad de bien y de trascenden-
cia del hombre como imagen de Dios, como su inclinación
Dignidad de la persona, derechos humanos y socialidad
en sentido contrario como consecuencia del pecado deben
son, en síntesis, los tres aspectos del principio personalista
tomarse en serio al momento de pensar una ética social y po-
que se iluminan y refuerzan recíprocamente. La dignidad de
lítica teológicamente fundada. Pero el realismo cristiano no
la persona se hace efectiva a través de sus derechos, que cons-
obliga a asignar a ambos aspectos de la situación del hombre
tituyen el núcleo ético de vida en sociedad. Por otro lado, sólo
la misma magnitud, ya que el mismo “ve los abismos del pe-
integrando la persona y sus derechos en un adecuado con-
cado, pero lo hace a la luz de la esperanza, más grande que
cepto de socialidad, los primeros preservan su auténtico sig-
nificado. La exacerbación de la socialidad en el colectivismo, todo mal, donada por la acción redentora de Jesucristo que ha
priva a la persona y a sus derechos de consistencia propia; destruido el pecado y la muerte” (CDS 121).
mientras que la desvalorización de aquella dimensión lleva
a aislar a los individuos y contraponerlos entre sí, haciendo 5.3.3. El bien común
imposible la composición de los derechos, y expandiendo los Del principio personalista, que expresa la dignidad de la
de ciertas personas o grupos a expensas de los demás. persona humana como imagen de Dios y su naturaleza so-
La composición entre la persona con su individualidad irre- cial, se sigue que el fin de la sociedad no puede ser otro que
petible y la sociedad como ámbito esencial para su realización hacer posible la plena realización de todos y cada uno de sus
encuentra una luz decisiva en el misterio de Dios como Amor miembros. El criterio decisivo para la justificación ética del

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

poder político reside, pues, en el concepto de bien común. “La perfectamente definidos tanto para la sociedad como para sus
comunidad política nace, pues, para buscar el bien común, en miembros en particular, y por consiguiente, supondría que
el que encuentra su justificación plena y su sentido y del que alguien tiene la capacidad de precisar exhaustivamente su
deriva su legitimidad primigenia y propia” (GS 74a). contenido. Por el contrario, lo propio del bien común es crear
En un sentido amplio, puede denominarse bien común el las condiciones para que cada individuo y cada grupo puedan
fin u objetivo que persiguen en común los miembros de un definir su propio fin y realizarlo conforme a su propio pro-
determinado grupo o asociación (la familia, un instituto cul- yecto. Por lo tanto, el bien común no se identifica con el bien
tural, deportivo, etc.). En un sentido integral, podemos hablar particular, sino que lo hace posible.
del bien común de la sociedad, como el conjunto de todos los Así como el bien particular no queda absorbido en el bien
bienes y valores correspondientes a los diferentes ámbitos de común, éste no se puede reducir al bien particular de los
la vida social (económico, social, cultural, religioso, etc.) que miembros de una sociedad, como si fuera la simple sumatoria
sus miembros buscan realizar. Por último, en un sentido más de los bienes de cada individuo condiciones. Por el contrario,
estricto, hablamos de un bien común político, que consiste en se compone de bienes sociales que son comunes por su na-
un orden de paz, libertad y justicia que brinde las condiciones turaleza y sólo pueden ser poseídos en común. Paz, justicia,
necesarias para el desarrollo de la vida social en todos sus seguridad, libertad, etc., son ejemplos de este tipo de bienes.
aspectos.45 A este bien común político se lo conoce también “Siendo de todos y de cada uno es y permanece común, por-
como orden público: que es indivisible y porque sólo juntos es posible alcanzarlo,
“Una parte y fundamental del bien común es el orden acrecentarlo y custodiarlo” (CDS 164). En esencia, el bien co-
público, que resulta de la eficaz tutela de los derechos y mún coincide con la promoción integral de la persona y sus
obligaciones de todos los ciudadanos y de su pacífica com- derechos fundamentales (CDS 166; CEC 1907).
posición y armonía entre sí; de la debida observación de la El bien común tiene por fin hacer posible la actividad pro-
moralidad pública y ordenada convivencia de todos en la
pia de las asociaciones y cada uno de sus miembros. Se promueve
auténtica justicia.” (DH 7)46
así la subjetividad social (CA 49; CDS 420), evitando hacer del
En esta última acepción, el bien común es definido como Estado el actor excluyente de la vida social. La finalidad del
“el conjunto de aquellas condiciones de vida social con las bien común es permitir que cada integrante de la sociedad
cuales los hombres, las familias y las asociaciones pueden pueda ser protagonista en la consecución de su propio bien,
lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección” ya que esa participación es un bien en sí mismo, que permite
(GS 26 a y 74 a; CEC 1903). Analicemos por partes esta pro- a la persona desplegar su libertad y responsabilidad.
posición. Finalmente, el bien común debe hacer posible a los inte-
Al definir el bien común como un conjunto de condiciones de grantes de la sociedad el logro de la propia perfección. Contra
la vida social, se evita el peligro de una concepción objetivista una visión subjetivista, que vincula el bien común a la po-
o sustancialista, que lo identificaría con un conjunto de bienes sibilidad de fijar arbitrariamente los fines de la propia vida.
Ello explica que la definición haga referencia al “logro de la
propia perfección”, con un sentido más objetivo que el sentido
usual de “felicidad”.
Cf. B. Sutor, Politische Ethik, 35-36; J. Finnis, Aquinas, 226-231.
45 

Cf. I. Camacho, Ética, economía y política, 69; Ch. Curran, Catholic


46  El bien común de la comunidad política no es un simple
Social Teaching, 228-229. medio para la consecución de un fin religioso. Goza, por el

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

contrario de la autonomía propia de las realidades tempora- capaz de garantizar la cohesión, unidad y organización de
les (GS 36): se trata de un verdadero fin en sí mismo, con un la sociedad civil, “para que se logre” el bien común con la
sentido y valor propio, autónomo. Sin embargo, no es un fin colaboración de todos los ciudadanos (ibid). El Estado no es
autárquico, sino que está abierto al logro de los fines últimos responsable directo del bien común en sentido integral (que
de la persona (cf. CDS 170), que son de naturaleza trascenden- abarca todos los bienes y valores sociales), sino sólo en el sen-
te, y de los cuales el bien común deriva su valor. Una visión tido político, más limitado, que también hemos llamado or-
puramente intra-histórica y materialista, terminaría por con- den público, consistente en garantizar las condiciones para
fundir el bien común con el bienestar socioeconómico, obsta- el pleno desarrollo de los miembros de la sociedad. Por ello
culizando seriamente la realización plena de las personas. Es decimos que el Estado es el responsable universal del bien co-
precisamente la dimensión trascendente del bien común la que mún, pero no el responsable total del mismo.
excede y al mismo tiempo da cumplimiento a la dimensión
temporal (ibid). Por esta razón, el Estado no debe, con la excu- 5.3.4. Principio de subsidiaridad y participación
sa de una pretendida neutralidad, dar la espalda a las convic-
En el principio del bien común se originan otros dos prin-
ciones religiosas de sus ciudadanos, sino que por el contrario,
cipios que orientan las relaciones sociales: en un sentido ver-
como veremos más adelante, ha de crear las condiciones para
tical, de las relaciones entre instancias superiores e inferiores,
que dichas convicciones puedan ser cultivadas libremente, en
el principio de subsidiaridad; en un sentido horizontal, el de
privado y en público, y colaborar con las instituciones que las
las relaciones entre los miembros de la sociedad en cuanto
representan.
iguales en dignidad, con un origen y un destino común, el
Por último, cabe preguntarse: ¿Quién es el responsable de principio de solidaridad. Ambos, a su vez, sólo pueden ser ade-
procurar el bien común así entendido? Con mucha frecuen- cuadamente comprendidos en su recíproca referencia.
cia, incluso en la DSI, se afirma que dicho bien es ante todo
El principio de subsidiaridad es, en primer lugar, un cri-
responsabilidad del Estado. Pero, en realidad, el bien común
terio de distribución de las responsabilidades o competencias
es un deber de todos los miembros de la sociedad, según las pro-
en la realización del bien común. De un modo general, lo que
pias capacidades (CDS 167). En la búsqueda del bien común
la instancia inferior puede realizar por sus propias fuerzas,
se expresa una de las inclinaciones más elevadas del hombre,
no debe ser sustraído a su competencia por la instancia supe-
la inclinación a la vida en sociedad, y la capacidad de buscar
rior. Con ello se defiende la libre iniciativa, y la verdad implí-
el bien del otro como si fuera propio, que es perfeccionada
cita en el concepto de socialización: la sociedad se construye
por la virtud de la justicia (ibid.). De todos modos, eso no sig-
principalmente “de abajo hacia arriba”. Según el principio de
nifica restarle legitimidad a la búsqueda del bien personal o subsidiaridad:
individual (que no debe confundirse con egoísmo o mezquin-
dad). Es más: los miembros de la sociedad promueven el bien “una estructura social de orden superior no debe inter-
común no sólo procurándolo directamente sino, y con mucha ferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior,
más frecuencia, persiguiendo de un modo moral y legalmen- privándole de sus competencias, sino que más bien debe
te correcto sus propios intereses. sostenerle en caso de necesidad y ayudarle a coordinar su
acción con la de los demás componentes sociales, con miras
Además de las personas particulares, la responsabilidad al bien común” (CA 48).
por el bien común compete “también” al Estado, porque el
bien común es la razón de ser de la autoridad política (CDS Este principio general de la vida social, se aplica en tres
168). Sólo el Estado, a través de las instituciones políticas es ámbitos: dentro del Estado (por ej., en la relación entre Estados

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

provinciales o regiones y Estado central; o entre reparticiones promoción de la persona y la familia, las asociaciones interme-
de éstos); en la relación entre el Estado y la sociedad civil, dias, la iniciativa privada, los derechos de los hombres y de las
entendida como el conjunto de relaciones entre individuos y minorías, la descentralización burocrática y administrativa, la
sociedades intermedias, que se generan de forma originaria función social del sector privado, etc. (CDS 187)
y gracias a la “subjetividad creativa del ciudadano” (SRS 15);
y dentro de la misma sociedad civil (en el seno de las asocia- Es compatible excepcionalmente con el principio de subsi-
ciones intermedias). Aquí nos referiremos principalmente al diaridad la asunción por parte del Estado de una función de
segundo ámbito mencionado, la relación entre el Estado y la suplencia (CA 48.3). CDS 188 menciona dos ejemplos: la promo-
sociedad civil. ción de la economía, cuando la sociedad civil no puede asumir
autónomamente la iniciativa; y la intervención pública en si-
En cuanto al alcance de este principio, debemos distinguir tuaciones de grave desequilibrio e injusticia social, destinada a
dos aspectos complementarios. En un sentido positivo, el Es- crear condiciones de igualdad, justicia y paz. No entramos aquí
tado debe ponerse en actitud de ayuda (subsidium) en rela- en la consideración de estos supuestos, que están enunciados
ción con la sociedad civil y sus integrantes, con un alcance de de un modo muy genérico, y volveremos sobre ellos en los al
apoyo, promoción, y desarrollo (cf. CDS 186). En un sentido abordar la enseñanza católica sobre política y economía. Pero
negativo, el Estado “debe abstenerse de cuanto restringiría, de aun concediendo que estas intervenciones sean procedentes,
hecho, el espacio vital de las células menores y esenciales de corresponde subrayar que lo son sólo con carácter excepcional
la sociedad. Su iniciativa, libertad y responsabilidad no deben y por tiempo limitado (“no deben prolongarse y extenderse
ser suplantadas” (ibid). más allá de lo estrictamente necesario”).
Conforme a este principio, la responsabilidad debe corres-
ponder a la instancia más cercana a la persona, que es la más 5.3.5. Principio de solidaridad
apta para promover, a través de la ayuda que brinda, la au-
El principio de solidaridad es, en primer lugar, expresión
to-ayuda de las personas afectadas. En este último sentido, la
del ser del hombre, de su intrínseca sociabilidad. Las perso-
subsidiaridad tiene una “finalidad emancipadora”.
nas se necesitan unas a otras, física y espiritualmente; sólo
“La subsidiaridad es ante todo una ayuda a la persona, pueden desarrollarse en relación recíproca en el seno de la
a través de la autonomía de los cuerpos intermedios. Dicha sociedad. Tienen una unidad de origen y de destino que liga
ayuda se ofrece cuando la persona y los sujetos sociales no el bien de cada uno al de los demás. Esta condición se hace
son capaces de valerse por sí mismos, implicando siempre cada vez más clara en la creciente interdependencia entre los
una finalidad emancipadora, porque favorece la libertad y la hombres y los pueblos, y su constante dilatación y aceleración
participación a la hora de asumir responsabilidades.” (CiV 57) (CDS 192.1). Pero junto a este fenómeno encontramos el de
las “fortísimas desigualdades” que separan a los hombres y
Con referencia al Estado, este principio no comporta un Es-
los países entre sí (CDS 192.2). El principio de subsidiaridad
tado débil, sino uno que se concentre en sus funciones esencia-
que hemos descripto precedentemente no podría aplicarse
les, y que no se sobrecargue con tareas que no debe asumir sino
haciendo caso omiso a esta situación.
de modo excepcional. En consecuencia, con este principio “con-
trastan formas de centralización, de burocratización, de asis- Esto muestra la importancia del principio de solidaridad,
tencialismo, de presencia injustificada y excesiva del Estado y entendido como deber o misión de la sociedad toda y de sus
del aparato público”, fenómenos que se verifican en el “Estado miembros. El mismo tiene dos sentidos. La solidaridad cons-
asistencialista” (CA 48). Corresponden a aquél, por el contrario, la tituye ante todo una verdadera y propia virtud moral, a saber,

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

“la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien “El principio de subsidiaridad debe mantenerse íntima-
común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que mente unido al principio de la solidaridad y viceversa, por-
todos seamos verdaderamente responsables de todos” (SRS que así como la solidaridad sin subsidiaridad puede degene-
38). Así entendida, la solidaridad adquiere el rango de virtud rar fácilmente en asistencialismo, mientras que la subsidia-
social fundamental, asimilada a la justicia, por su orientación ridad sin solidaridad corre el riesgo de alimentar formas de
al bien común. localismo egoísta.” (CiV 58, subrayado del texto)
Pero la solidaridad es también, aunque en un sentido de- Ciertamente corresponde al Estado, en virtud del princi-
rivado, un principio social ordenador de las instituciones, de pio de solidaridad, una actuación directa a favor de los más
manera que mediante la creación o modificación de leyes y débiles (CA 15.5, en relación con el problema del trabajo).
ordenamientos, las “estructuras de pecado” (SRS 36) sean su- Aquella, sin embargo, es presa fácil de la lógica burocrática.
peradas y transformadas en estructuras de solidaridad (CDS Por ello, para el tratamiento de ciertas situaciones como las
193). Conviene aclarar, sin embargo, que estas estructuras de prófugos, emigrantes, ancianos, enfermos, suelen ser más
solidarias deberían ser ante todo iniciativa de la sociedad ci- idóneas las diferentes formas de voluntariado, no sólo en cuan-
vil en las que se pueda concretar la virtud correspondiente, y to a la asistencia material, sino también en cuanto al apoyo
sólo excepcionalmente creaciones del Estado que suelen ser fraterno (CA 48).
más un sustituto –e incluso un obstáculo− que una expresión
de dicha virtud. Por otro lado, y esta es la segunda parte de la afirmación
que comentamos, es claro que la subsidiaridad, de no ser ani-
Por último, “a la luz de la fe, la solidaridad tiende a supe- mada por la solidaridad, llevaría a que los diferentes sectores
rarse a sí misma, al revestirse de las dimensiones específica- de la sociedad, distritos, comunidades locales, asociaciones
mente cristianas de gratuidad total, perdón y reconciliación”, intermedias e individuos, busquen su bien particular sin asu-
realizando el nexo entre la solidaridad y la caridad que res- mir su responsabilidad por el bien común y, muchas veces,
plandece en Jesús de Nazaret (SRS 40). Como puede apreciar- a expensas del mismo. Esto sucede cuando la vida social se
se, esta última y más alta acepción se conecta nuevamente con encuentra dominada por los acuerdos y las luchas entre “cor-
la idea de virtud (en este caso, sobrenatural), que −sin excluir poraciones”, generalmente poco participativas, dominadas
las preocupaciones estructurales− sigue estando en el centro por sus dirigentes, y dedicadas a la defensa cerrada de sus
de la DSI. propios intereses.

5.3.6. Solidaridad y subsidiaridad 5.3.7. Destino universal de los bienes


como principios complementarios En lo que respecta a la relación con los bienes, este princi-
Ya dijimos que los principios de la doctrina social deben pio constituye una de las implicaciones inmediatas del prin-
ser apreciados en su unidad, conexión y articulación (CDS cipio del bien común. Dios ha destinado la tierra y cuanto
162). Ello contrasta con la parcialidad con que a veces se invo- ella contiene al uso de todos los hombres y todos los pueblos.
ca la subsidiaridad en cierto discurso liberal, o por el contra- En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos, en
rio, se abusa de la solidaridad para legitimar la intervención forma equitativa, con justicia y caridad (CDS 171). En una re-
del Estado en todo tipo de problemas. La relación entre soli- lectura actualizada de este principio, deben incluirse también
daridad y subsidiaridad constituye el ejemplo más claro de la los bienes que son fruto del progreso tecnológico, y que re-
interconexión entre los principios. Según CDS 351: sultan cada vez más decisivos para el desarrollo, mucho más

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

aún que los recursos naturales. Son precisas iniciativas a nivel pensable en la vida social no sólo por razones estrictamente
nacional e internacional para romper barreras y monopolios, prácticas y utilitarias, sino que asegura a cada cual una zona
para hacer de dichos bienes un patrimonio común de la hu- absolutamente necesaria para la autonomía personal y fami-
manidad, y brindar a los pueblos más pobres la posibilidad liar, amplía la libertad humana, estimula la responsabilidad,
del desarrollo (CA 35). y es condición para el ejercicio de las libertades civiles (GS
71). Por esta razón, “es un elemento esencial de una política
El destino universal de los bienes constituye “el primer
económica auténticamente social y democrática y es garantía
principio de todo el ordenamiento ético-social”, del cual sur-
de un recto orden social” (CDS 176).
ge el derecho universal al uso de los bienes de la tierra: todo
hombre debe tener la posibilidad de gozar del bienestar nece- Es cierto que la tradición cristiana no ha considerado nun-
sario para su pleno desarrollo. ca el derecho a la propiedad privada como algo absoluto e
intocable (CDS 177). Por ello la propiedad privada está afec-
“La persona, en efecto, no puede prescindir de los bie-
tada por una función social, que comporta límites en el uso de
nes materiales que responden a sus necesidades primarias y
los bienes por parte de los legítimos propietarios (por ej., no
constituyen las condiciones básicas para su existencia; estos
tener inoperantes los bienes poseídos y destinarlos a la acti-
bienes le son absolutamente indispensables para alimentar-
vidad productiva, CDS 178). Pero si no constituye un fin en
se y crecer, para comunicarse, para asociarse y para poder
sí misma, en la DSI es considerada un medio o instrumento
conseguir las más altas finalidades a que está llamada.” (ibid.)
insustituible para hacer efectivo el principio del destino uni-
Se trata de un derecho natural, inscrito en el ser del hom- versal de los bienes. Por lo tanto, no es su debilitamiento sino
bre, expresión de su dignidad, y originario, pues no deriva de su adecuada garantía y su difusión la vía maestra para que
ningún otro. Por lo tanto, es prioritario respecto a cualquier todos puedan gozar de los frutos de la vida social.
intervención humana sobre los bienes, a cualquier ordena-
miento jurídico de los mismos y a cualquier sistema y método 5.3.9. Opción preferencial por los pobres
socioeconómico:
Finalmente, considerando el estado de miseria y margina-
“Todos los demás derechos, sean los que sean, com- ción en que se encuentra sumido todavía un amplio sector de
prendidos en ellos los de propiedad y comercio libre, a ello la población mundial, y las posibilidades de la economía y la
[destino universal de los bienes] están subordinados: no de- técnica contemporáneas para superar dicha situación, el desti-
ben estorbar, antes al contrario, facilitar su realización, y es no universal de los bienes se traduce en la opción preferencial por
un deber social grave y urgente hacerlos volver a su finali- los pobres (OPP).47 La misma, formulada por primera vez en el
dad primera.” (PP 22) magisterio latinoamericano (Med XIV; DP 1134-1165), no agota
Los principios de propiedad privada y opción preferencial
por los pobres que mencionaremos a continuación tienen por
lo tanto como “finalidad primera” hacer efectivo el mencio- 47 
Hay que tener presente que la OPP no sólo se refiere a la pobreza
nado derecho. material: “En este empeño por los pobres, no ha de olvidarse aque-
lla forma especial de pobreza que es la privación de los derechos
5.3.8. Propiedad privada fundamentales de la persona, en concreto el derecho a la libertad
religiosa y el derecho, también, a la iniciativa económica” (SRS 42).
Subordinado a este principio general, se encuentra el Sin embargo, la acentuación socio-económica es evidente, y es a este
principio de propiedad privada. Ésta desempeña un rol indis- aspecto al que nos referimos aquí.

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

su alcance en consideraciones socioeconómicas, sino que se im- 5.3.10. La unidad estructural


pone como una opción teológica (DP 1141-1144), como exigen-
de los principios
cia inseparable del seguimiento de Cristo. No se trata de una
opción excluyente (DP 1145) ni exclusiva (DP 1165), que sería A modo de síntesis, concluimos con una mirada panorá-
contradictoria con la universalidad del amor cristiano, sino mica de los principios, mostrando la relación de implicación
“preferencial”, fruto de la tensión interna propia de todo amor y dependencia lógica recíproca que los une. El principio car-
verdadero, que une la universalidad con la atención particular dinal de la DSI la caridad en la verdad (CiV 6), como la dimen-
al más débil. SRS 42 asume este principio, entendiéndolo como sión del don, la gratuidad del amor divino, tiene primacía en
“una forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cuanto es el origen de los demás principios. Su primera ex-
cristiana de la cual da testimonio toda la tradición de la Igle- plicitación es el principio fundamental es el de la dignidad de
sia” y que hoy adquiere dimensiones mundiales. “Ignorarla la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios. De
significaría parecernos al rico epulón, que fingía no conocer al la dignidad única de cada persona y su expresión en la vida
mendigo Lázaro, postrado a su puerta” (ibid.). social se sigue, ante todo, el principio del bien común, que en
consecuencia no puede ser sólo el bien de la mayoría, sino el
Al ser incorporada dentro del principio del destino univer- bien de todos y cada uno de los miembros de la sociedad. De
sal de los bienes y del contexto más amplio de los demás prin- este último se derivan, en el ámbito de las relaciones sociales,
cipios, parece claro que la OPP no agrega en modo directo nue- los principios de subsidiaridad y solidaridad. El principio de
vos contenidos, sino que se sitúa ante todo en el campo de las subsidiaridad define la relación entre las instancias superiores
motivaciones, promoviendo una actitud de solicitud especial e inferiores, indicando el deber de ayuda de las primeras y
hacia los miembros más débiles de la sociedad. A diferencia de la autonomía de las segundas, lo que hace posible para las
todos los principios anteriores, este último tiene como sujeto personas un espacio de libertad, iniciativa y responsabilidad,
propio a la Iglesia (cf. CDS 184), que a través de su testimonio conforme al principio de participación. El principio de solida-
debe procurar inspirar la vida social con esta sensibilidad. De ridad se refiere, en cambio, a los vínculos horizontales entre
un modo análogo, este principio también tiene una función en todos los miembros de la sociedad en cuanto responsables
las “decisiones en el campo político y económico” que deben los unos por los otros. Por otro lado, la relación con los bienes
“dar la precedencia” a los pobres, siempre en el marco del Es- materiales está regulada por el principio del destino universal
tado de Derecho y la igualdad ante la ley. de los bienes, que incluye el principio de la propiedad priva-
El magisterio no es específico en cuanto al contenido de la da como modo principal de hacer efectivo el primero, y la
OPP, pero es claro: 1) que no puede ser invocada fuera del mar- opción preferencial por los pobres como especial solicitud hacia
co de los demás principios; 2) que por su carácter genérico no los más vulnerables.
puede alegarse como fundamento suficiente para las políticas
públicas, sobre todo para las políticas sociales; 3) que sólo se 5.3.11. Excursus:
torna operativo en conjunción con el correspondiente conoci- Los “principios” de Evangelii gaudium
miento (de naturaleza empírica) sobre los efectos que una de-
terminada medida o política pueda tener sobre los más vulne- El Papa Francisco introduce en esta exhortación cuatro
rables, los demás sectores y la sociedad en general; y 4) que en principios que “brotan de los grandes postulados de la DSI”
la medida en que no involucre exigencias de estricta justicia (EG 221), y cuyo objetivo es hacer posible “la construcción de
−responsabilidad del Estado−, pertenece netamente al campo un pueblo donde las diferencias se armonicen en un proyecto
de la caridad social y de la iniciativa libre de la sociedad civil. común” (ibid.). ¿Se trata de nuevos principios que se agregan

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

a los anteriores? ¿Cómo se vinculan con ellos? Para intentar Evangelio, y como puesta su práctica a través de la justicia y
una respuesta a estos interrogantes es preciso comenzar por la caridad (EG 233).
precisar su contenido. Estos “principios” son:
d) El todo es superior a la parte
a) La superioridad del tiempo sobre el espacio
En primer lugar, este principio plantea a los ciudadanos la
Por “tiempo” parece aludirse aquí a un horizonte de necesidad de un equilibrio entre globalización y localización,
posibilidades abiertas que apuntan a la plenitud, mien- para no caer en un “universalismo abstracto y globalizante”
tras que “espacio” o “momento” evoca la idea coyuntura, o en un “localismo ermitaño” (EG 234). También se refiere a
es decir, la situación histórica con sus límites. Ésta debe la perspectiva del bien de la comunidad, que impide caer en
ser trascendida por la “luz” de la utopía que atrae en el una parcialidad aislada y estéril (EG 235). La imagen de esta
tiempo como causa final (EG 222). Entendida así la tensión, unidad no es la de la esfera, hecha de puntos uniformes equi-
una consecuencia clara es evitar la impaciencia que busca distantes del centro, sino la del poliedro, en el que todas las
resultados inmediatos, y confiar en la fecundidad de los parcialidades conservan su originalidad (EG 236). El Evange-
procesos (EG 223). El texto compara a los “ocupantes del lio también se rige por este principio de totalidad o integri-
espacio” con la figura de los sembradores de cizaña, frente dad por estar dirigido a todas las dimensiones del hombre y
a los que confían en el tiempo, que pondrá de manifiesto la a todos los hombres (EG 237).
bondad del trigo. Es claro que estos “principios” no sustituyen a los que he-
mos tratado precedentemente, ni podrían hacerlo. Esto es así
b) La superioridad de la unidad sobre el conflicto
por dos motivos:
Aquí la contraposición se da entre el conflicto que per-
1) En primer lugar, los nuevos “principios” enunciado
tenece a la coyuntura y la unidad que corresponde a la es-
por Francisco no son originariamente principios sociales, sino
tructura misma de la realidad (EG 226). No se debe ignorar
la aplicación al campo social de criterios filosóficos más ge-
el conflicto ni, en el otro extremo, encerrarse en él. Es pre-
néricos. Por ello, al operar con estos “principios” habrá que
ciso transformarlo en “eslabón de un nuevo proceso” (EG
tener especial cuidado de definir previamente con claridad
227). Es el único modo de alcanzar “la comunión en las
qué se entiende por “tiempo”, “espacio”, “realidad”, “idea”,
diferencias”, resolviendo en un plano superior las polari-
“todo”, “parte”, etc. Por ejemplo: la persona, ¿es simplemen-
dades en pugna (EG 228). El objetivo es poder concretar un te una “parte” ordenada a la sociedad como al “todo”, o en
“pacto cultural” que haga emerger una “diversidad recon- cierto modo es un “todo”, para el cual la vida social es sólo
ciliada” (EG 230). una “parte”?
c) La realidad es más importante que la idea 2) Por otro lado, en el marco de los contenidos de la DSI,
Este principio expresa la necesidad de un diálogo constan- estas máximas parecen corresponder mejor a la idea de
te entre la realidad y la idea, para que esta última no se aísle “orientaciones para la acción”: invitaciones a la paciencia, el
transformándose en sofisma (EG 231). La idea debe estar al realismo, el espíritu de comunión, la disposición a involu-
servicio de la comprensión y la conducción de la realidad, y crarse en proyectos comunes.
sólo en esa medida tiene capacidad de convocar y ser fecunda Seguramente, con el paso del tiempo, la reflexión de los es-
(EG 232). Este “principio de realidad” es referido luego a la pecialistas permitirá esclarecer mejor la vinculación de estas
encarnación de la Palabra, entendida como inculturación del máximas con aquellos que, estrictamente hablando, siguen

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siendo los principios de la DSI, los únicos posibles porque es- En resumen: principios permanentes, criterios de juicio
tán fundados en la naturaleza del hombre y de la sociedad.48 y orientaciones para la acción están al servicio del discerni-
miento de toda la Iglesia, que se realiza en diversos niveles
de concreción: la Iglesia universal; las Iglesias particulares, a
5.4. El proceso del discernimiento. La prudencia través de obispos y conferencias episcopales, que adaptan el
Tanto los principios universales, como los criterios de magisterio universal a sus respectivos contextos (Or 52); a lo
juicio y las orientaciones para la acción, están al servicio del cual debemos agregar el discernimiento llevado a cabo por
proceso de discernimiento, que compete “a toda la comunidad las diferentes comunidades particulares.
cristiana y a cada uno en particular” (Or 8). El fin del mismo
“es llegar, a la luz de los principios permanentes, a un jui- 5.5. Estructura y método
cio objetivo sobre la realidad social y a concretar, según las
El discernimiento en la DSI debe realizarse siguiendo un mé-
posibilidades y oportunidades ofrecidas por las circunstan-
todo en el cual se refleja a su vez la estructura de esta disciplina.
cias, las opciones más adecuadas que eliminen las injusti-
J. C. Scannone compara la estructura y la método de la DSI, res-
cias y favorezcan las transformaciones políticas, económicas
pectivamente, con la anatomía y la fisiología de un ser viviente.
y culturales necesarias en cada caso particular” (ibid.).
En efecto, el método no es otra cosa que una “puesta en marcha”
Lo dicho nos permite afirmar que si bien la DSI, en cuanto de la estructura.50 De ello resulta el siguiente esquema:
“doctrina”, incluye un amplio cuerpo de verdades, debe ser
definida ante todo como un estilo, escuela o modo de pensar. ESTRUCTURA (anatomía) Or. 6 MÉTODO (fisiología) Or. 7
Dimensión histórica Ver
“A lo que esa doctrina y esos documentos aspiran no Dimensión teórica Juzgar
es sólo a trasmitir unas verdades o principios, ni tampoco, Dimensión práctica Obrar
al menos de forma predominante o exclusiva, a proponer
soluciones para alguno o algunos de los problemas concre-
El método “ver, juzgar y obrar” significa para la DSI un
tos –aunque, de hecho, realicen una y otra función− , sino
progreso respecto del método precedente, prevalentemente
a fomentar entre sus destinatarios –cristianos y, con ellos,
deductivo.51 No se trata, sin embargo, de haber dejado atrás
todo hombre o mujer de buena voluntad– la tendencia y la
capacidad para analizar la propia coyuntura social a fin de
captar sus dimensiones profundas y percibir las implicacio-
nes o exigencias que de ahí derivan.”49 pa toda la comunidad cristiana y en el que la jerarquía actúa como
animadora y como especialmente encargada de la dimensión doctri-
nal”, I. Camacho, Doctrina social de la Iglesia, 404.
Cf. J.C. Scannone, “Reflexiones epistemológicas”, 55. Si-
50 

48 
Retomaremos este tema en el capítulo final, que reflexiona sobre guiendo a este autor, situamos la dimensión histórica en
la noción de pueblo y el rol que corresponde en él a los ciudadanos. primer lugar, para señalar su prioridad cronológica desde el
49 
J.L. Illanes, “La doctrina social de la Iglesia”, 861. En coincidencia punto de vista del método (cf. ibid).
con esta afirmación, I. Camacho sostiene, a partir de OA 4 y 42, que 51 
La creación del método se atribuye al sacerdote belga (luego Car-
Pablo VI no concibe la enseñanza social de la Iglesia prioritariamen- denal) Joseph Cardijn (1882-1967), fundador de la JOC (Juventud
te como una doctrina “sino como un complejo proceso de análisis, Obrera Cristiana, 1924) e importante colaborador en el Concilio Va-
juicio y discernimiento para la acción; un proceso en el que partici- ticano II, con Juan XXIII y luego con Pablo VI.

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

este último, sino de articularlo mejor con el momento inducti- Como puede apreciarse, no se trata de dejar atrás la de-
vo, que cobra una nueva relevancia. ducción y sustituirla por la inducción, sino lograr un mejor
equilibrio entre ambos momentos, que siguen siendo indis-
Siguiendo a J. C. Scannone, podemos sintetizar las etapas
pensables y complementarios. También conviene aclarar que
del método de la siguiente manera:
el ver, juzgar y obrar no debe interpretarse como una suce-
1. El momento del ver tiene carácter inductivo, y está sión estricta de pasos, sino en el sentido de una “circulari-
referido al estudio de los problemas reales y sus dad” entre doctrina, análisis social y experiencia de la acción,
causas (dimensión histórica). Pero para ello no bas- lo que se suele denominar un círculo hermenéutico, que lleva
ta la mirada ingenua, que puede quedarse en las de la fe a la praxis histórica y viceversa52.
apariencias exteriores, o estar condicionada por El siguiente esquema sintetiza el modo en que se desarrolla
los prejuicios. Para el conocimiento de la realidad el discernimiento, a través de los tres momentos metodológi-
social es preciso recurrir al auxilio de las ciencias cos anteriormente descriptos, y con el auxilio de los contenidos
humanas y sociales, aunque éstas deben ser con- de la DSI a los que hicimos referencia en el presente capítulo.
sideradas en el marco más amplio de la filosofía
y la teología. Por su parte, la experiencia cristiana VER Dimensión his- Teología Movimiento
constituye una contribución indispensable como tórica Filosofía ascendente
fuente de conocimiento, tanto en su aspecto con- Ciencias (inductivo)
templativo (la “mirada de fe”), como en el práctico Fe
(la praxis de la caridad). Experiencia

2. El momento del juzgar inicia el movimiento des- JUZGAR Dimensión teó- Principios permanentes M o v i m i e n t o
cendente, deductivo, en el sentido de que se apli- rica Criterios de juicio descendente
OBRAR Dimensión prác- Orientaciones para la (deductivo)
can los principios permanentes y los criterios de
juicio a la realidad conocida, para valorarla a la tica acción
Mediaciones (ética, her-
luz del Evangelio. Ello no significa que se proce- menéutica y técnica)
da de un modo rígidamente silogístico, dado el
carácter abierto y analógico que tienen dichas Es claro que el discernimiento no puede practicarse como
formulaciones y la necesidad de una permanente una simple técnica, sino que debe constituir un ejercicio de
confrontación de los conceptos con la realidad. la virtud de la prudencia, que es precisamente la virtud que
3. El momento del obrar constituye la última etapa dispone para discernir el verdadero bien y elegir los medios
de una mediación descendente que va desde el adecuados para llevarlo a cabo, para aplicar correctamente
juicio hacia la praxis. En este proceso, se recu- los principios a los casos particulares (cf. CDS 547-548; DCE
rre a la mediación de la racionalidad ética (por 28). Aquí vuelve a quedar en evidencia la importancia de la
ej., los “valores fundamentales”, cf. Or 43-46); adhesión personal a los grandes valores que deben inspirar
la racionalidad hermenéutica práctica (por ej., el la DSI, y que garantizan al menos las condiciones necesarias
diálogo que permite alcanzar consensos); y la para que en todo el proceso prevalezca la objetividad.
racionalidad instrumental práctica (que elige los
medios, conciliando los criterios morales con los
de eficacia). 52 
J.C. Scannone, Teología de la liberación, 34ss.

122 123
El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

5.6. Conclusiones Hemos dicho también que problemas del mismo género
pueden darse en las encíclicas sociales. Es claro que la etapa
El tema de la estructura y el método de la DSI no suelen preconciliar de la DSI carecía de una adecuada comprensión
recibir la atención que merecen, y esto distorsiona profunda- no sólo de la ciencia económica moderna, sino también del
mente la comprensión de su auténtica naturaleza. Dijimos al aporte histórico de la propia tradición católica. Pero incluso
principio que con frecuencia se confunde la DSI con un elen- después del Concilio, con la adopción de un método más in-
co de verdades evidentes que brotan de modo más o menos ductivo, y una mayor valoración de las ciencias sociales, las
espontáneo en la mente de las personas de fe, o al menos de dificultades no han desaparecido.
buena voluntad. La “mirada de fe” o la integridad moral brin-
La centralidad que asignaba Pablo VI en PP a la ayuda
darían una especie de “atajo” para comprender la realidad y
internacional como instrumento de desarrollo, ya en esos
entender las exigencias de justicia que de ella derivan. Quie-
años había sido abandonada por importantes especialis-
nes no concuerden con las supuestas evidencias, pondrían
tas;53 el lugar que Benedicto XVI asignó a la “economía de
inevitablemente de manifiesto no sólo su ignorancia sino su
la gratuidad y de la fraternidad” sigue causando perplejidad
falta de virtud. en los especialistas;54 la adhesión de Francisco a la teoría del
También muchas veces se considera que la cercanía exis- cambio climático es ya intensamente sospechada desde el
tencial con una determinada realidad, la experiencia directa punto de vista científico −sin considerar los intereses ma-
con la misma, es suficiente para interpretarla adecuadamen- teriales y las posturas ideológicas que la promueven− y en
te. Sucede a menudo, por ej., que quienes trabajan con los po- pocos años más podría demostrarse equivocada.55
bres, incluso viviendo entre ellos, consideran que sólo ellos
Ante esto, es importante recordar que la DSI es una re-
comprenden el fenómeno de la pobreza, y que no necesitan
flexión teórica y un discernimiento práctico conforme a cier-
sino recurrir a su propia experiencia para descubrir sus cau-
tos principios y criterios, en diálogo con todos los modos de
sas y el modo de superarlas, por lo cual rechazan con fastidio
conocimiento relevantes. Ninguna afirmación del magisterio
e impaciencia a quienes sostienen que dicha experiencia, por
social tiene mayor autoridad y certeza que la que surge de la
valiosa y necesaria que sea, requiere el complemento de la argumentación que la sostiene y de su correspondiente base
distancia crítica y desapasionada, la reflexión sistemática y el
diálogo con otras perspectivas.
Incluso, esta “ilusión del atajo” puede estar presente en 53 
Cf. los estudios del economista Peter Bauer (1915-2002), y más re-
personas que deberían conocer mejor la DSI. Ciertos orga- cientemente, el problema de la “ilusión de la ayuda” señalado por el
nismos locales de pastoral social se precipitan a enjuiciar premio Nobel de economía (2015) Angus Deaton, El gran escape, 299.
situaciones y proponer soluciones sin reflexionar sobre sus 54 
Se trata de la tesis del economista Stefano Zamagni, incorporada
propios presupuestos, afirmando a veces algunos principios al magisterio en CiV 38; para una crítica: M. Rhonheimer, Libertad
en detrimento de otros, atendiendo a los hechos de un modo económica, capitalismo y ética cristiana, 35, 387.
selectivo, o sin contar con un adecuado asesoramiento en los
55 
Cf. B. Lomborg, El Ecologista escéptico, quien sin negar el fenóme-
no del calentamiento global provocado por el hombre, cuestiona la
temas abordados. No es de extrañar, en consecuencia, que
base empírica de muchas proyecciones así como las políticas que se
sus intervenciones sean funcionales a las ideas o intereses de promueven a partir de ellas. Otros llaman la atención sobre los pre-
determinados grupos de interés o partidos políticos, o más supuestos ideológicos presentes al menos en sus versiones más ca-
aún, que comporten una adhesión más o menos explícita a los tastróficas, cf. J. V. Schall, S.J., “Apocalyptic and Utopian: On Pope
mismos en nombre de la enseñanza católica. Francis’ Bolivian Manifesto”.

124 125
El Evangelio Social: un tesoro olvidado

empírica. Por consiguiente, su valor depende esencialmente de la


corrección de dicho proceso. Esto no debería sorprendernos, si
aceptamos que la DSI es una disciplina.

6. DSI y la política

En los capítulos anteriores, hemos expuesto los aspectos


fundamentales de la DSI entendida a la luz de su carácter de
disciplina teológica. A continuación nos proponemos abordar
algunos de sus contenidos fundamentales. Evidentemente no
podemos hacerlo en detalle porque excedería los límites y los
objetivos de este texto. Por eso preferimos limitarnos a esbo-
zar algunas líneas maestras de la enseñanza de la Iglesia en
el campo político (cap.6) y económico (cap.7), ilustrando lo
dicho anteriormente de un modo general acerca de la manera
adecuada de establecer un vínculo entre la fe y los diferentes
ámbitos de la vida social.

6.1. Sociedad y Estado


Al hablar del principio personalista, hemos señalado
como un aspecto esencial de la persona la sociabilidad, enten-
dida no como mero instinto gregario al modo de los animales
sino como una capacidad de comunión en el orden del cono-
cimiento y del amor. El hombre entra en sociedad, no sólo
por una cuestión funcional de utilidad recíproca, sino ante
todo por una motivación espiritual. La sociedad es definida,
entonces, como
“Un conjunto de personas ligadas de manera orgánica por
un principio de unidad que supera a cada una de ellas. Asam-
blea a la vez visible y espiritual, una sociedad perdura en el
tiempo: recoge el pasado y prepara el porvenir.” (CEC 1880)

Esta definición contiene un delicado equilibrio. La socie-


dad no es un ente que esté por encima de sus miembros, pero
tampoco un mero conglomerado de individuos, sino que
constituye todo estructurado.

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

“(L)a comunidad de los hombres no absorbe en sí a la grupos de ciudadanos se asocian y se movilizan para elaborar
persona anulando su autonomía, como ocurre en las diver- y expresar sus orientaciones, para hacer frente a sus necesi-
sas formas del totalitarismo, sino que la valoriza más aún dades fundamentales y para favorecer sus propios intereses
porque la relación entre persona y comunidad es la de un (CDS 417). Ello da a la sociedad civil una capacidad de inicia-
todo hacia otro todo.” (CiV 53)56 tiva que puede favorecer una convivencia más libre y justa
(ibid.). Pero, al mismo tiempo, ella sigue siendo una realidad
La esencia de la sociedad es la de una “real y eficaz re- heterogénea y fragmentaria, no carente de ambigüedades y
lación (relatio realis) entre personas”: real en cuanto existente contradicciones, como así también lugar de enfrentamiento
fuera de nuestra mente, y eficaz en cuanto influye efectiva- de intereses diversos, con el riesgo de que el más fuerte pre-
mente en nuestro ser y nuestro desarrollo como personas, valezca sobre el más indefenso (CDS 418). Por esta razón, la
por ser el ámbito (compuesto por historia, familia, tradición, sociedad civil es incapaz de alcanzar por sí sola una convi-
cultura, lenguaje, etc.) en el cual nacemos, maduramos y per- vencia plenamente humana, el bien común; para ello necesita
seguimos nuestro proyecto de vida.57 El vínculo que une a los organizarse como comunidad política (GS 74.1).
miembros de la sociedad tiene una dimensión visible, p.ej. las
leyes e instituciones, y otra invisible, consistente en la amistad
civil y la fraternidad, por las cuales la convivencia trasciende 6.2. Comunidad política
la lógica de la necesidad para proyectarse en la gratuidad y el
don propios de la comunión (CDS 392). La sociedad o comunidad política se origina, por lo tanto,
en la insuficiencia de la sociedad civil, de los grupos inferiores,
La sociabilidad humana así entendida no es uniforme sino familias y grupos sociales intermedios, para alcanzar el bien
que reviste múltiples expresiones. Es vital para la sociedad común (CEC 1910; GS 74.1). Según OA 24:
en su conjunto la existencia de un sano pluralismo social (CDS
417). Las diversas sociedades menores están llamadas a cons- “El hombre, ser social, construye su destino a través de
tituir un tejido unitario y armónico, en cuyo seno sea posible una serie de agrupaciones particulares que requieren, para
a cada una conservar y desarrollar su propia fisonomía y au- su perfeccionamiento y como condición necesaria para su
tonomía (CDS 151). desarrollo, una sociedad más vasta, de carácter universal, la
sociedad política.”
La expresión primaria de la sociabilidad humana es la so-
ciedad civil, compuesta por una compleja red de relaciones a ¿Por qué dice esta cita que se trata de una sociedad más
través de las cuales los individuos y los grupos más diversos “vasta”? Porque las relaciones interpersonales en el seno de
buscan, cada uno, su propio desarrollo.58 En ella, los diversos la sociedad civil nos vinculan sólo con personas con quienes
compartimos diferentes aspectos de nuestra vida de un modo
más o menos directo (clientes, colegas, alumnos y profesores,
miembros de una misma asociación, contactos en una red so-
56 
En el mismo sentido, ST, I-II, q.21, a.4., ad 3um: “Homo non ordi-
cial, etc.). En cambio, como parte de la comunidad política,
natur ad communitatem politicam secundum se totum et secundum
omnia sua”. los ciudadanos de cada país se encuentran vinculados entre sí
57 
Cf. B. Sutor, Politische Ethik, 27.
58 
Cf. En modo análogo, A. Cortina define la sociedad civil como “el
conjunto de las instituciones sociales que están fuera del control directo en filosofía política, 361. CiV, en cambio, utiliza esta expresión en modo
del Estado, tales como mercados, asociaciones voluntarias y el mun- más restringido, diferenciándola del mercado, e identificándola con el
do de la opinión pública”, cf. id., “Sociedad civil”, en: 10 palabras clave llamado “tercer sector”, como veremos a continuación (ej., CiV 38ss.).

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

en su condición de tales, aunque no tengan entre sí relaciones zando por la familia y siguiendo por los grupos económicos,
directas de carácter civil, y no lleguen jamás a conocerse. sociales, políticos y culturales, los cuales, como provienen
de la misma naturaleza humana, tienen su propia autono-
Esa sociedad “más vasta” se organiza a través de leyes, pro-
mía, sin salirse del ámbito del bien común.” (ibid.).
cedimientos e instituciones por medio de los cuales puede pro-
curar el bien común de sus integrantes. La sociedad civil y la Preservar el espacio de la sociedad civil es también im-
sociedad política son, desde el punto de vista material, práctica- portante porque ésta constituye el lugar donde es posible re-
mente idénticas: son los mismos individuos los que integran, por componer una ética pública centrada en la solidaridad, la colabo-
un lado, la sociedad civil, y por otro −en la medida en que son ración directa y el diálogo fraterno, como se demuestra par-
ciudadanos dotados de derechos políticos− la comunidad políti- ticularmente en las experiencias del voluntariado (CDS 420;
ca. La vida de la sociedad incluye múltiples aspectos: lo cultural, CiV 39). Por el contrario, un gran peligro para la subjetividad
lo económico, lo religioso, etc., mientras que la sociedad política de la sociedad consiste en que el Estado “colonice” sus insti-
constituye específicamente su unidad político-jurídica. tuciones, asociaciones intermedias (universidades, escuelas,
CDS 417-420 enuncian el principio de que la sociedad políti- sindicatos, medios de comunicación, etc.), y la misma familia,
ca debe estar al servicio de la sociedad civil, lo cual quizás pueda politizándolas, es decir, invadiéndolas con una lógica que les
es extraña. Las diferentes expresiones de la vida social corren
expresarse más claramente diciendo que el Estado debe estar
el riesgo de dejar de perseguir sus fines propios para que-
al servicio de la sociedad civil. En esta afirmación deriva del
dar básicamente homogeneizadas y dirigidas hacia objetivos
principio personalista, que reconoce al hombre una dignidad
ajenos a su naturaleza específica. Sus miembros, privados de
que trasciende las estructuras sociales y políticas, en contras-
estos espacios de multiforme participación y libertad, quedan
te con las concepciones estatistas y totalitarias que tienden a
indefensos ante la arbitrariedad del poder político, y expues-
absorber la sociedad civil y sus miembros en la esfera del Es-
tos a su manipulación.
tado. La Iglesia defiende, por el contrario, el pluralismo social
(CDS 417.2), es decir, la idea de que la sociabilidad humana Uno de los mayores peligros, en este sentido, consiste en
reviste “múltiples expresiones”, y todas ellas están llamadas que el Estado intente imponer una determinada ideología va-
“a constituir un tejido unitario y armónico, en cuyo seno sea liéndose de su poder y de sus instrumentos.
posible a cada una conservar y desarrollar su propia fisono- Es lo sucedió con los Estados liberales del s. XIX en Eu-
mía y autonomía” (CDS 151). Es ésta la garantía más eficaz ropa continental, cuando bajo la inspiración de su ideología
frente a la expansión del poder estatal. inspiradora (organicista, positivista, anti-religiosa) buscaron
Es importante enfatizar esta preeminencia de la sociedad absorber la sociedad, inculcando el nacionalismo y el dog-
civil sobre el Estado. Es aquélla la que justifica la existencia ma laicista. Este laicismo decimonónico, hostil a la religión
de este último, que tiene como función dar un marco institu- y a la Iglesia, se proponía expulsar a esta última del ámbito
cional adecuado para el libre ejercicio de las actividades de público reduciéndola a una asociación privada, reglamenta-
sus miembros, y orientar al bien común la interacción entre da por el Estado, y sin libertad para cumplir sus propios fines
los diferentes grupos, conforme al principio de subsidiaridad (lo que se conoce con el nombre de jurisdiccionalismo).
(CDS 418). Pero esto debe ser hecho sin comprometer la subje-
De estas y otras maneras, que se repiten con leves varian-
tividad de la sociedad (CA 13), según la cual
tes a lo largo de la historia, el Estado puede terminar absor-
“(…) la socialidad del hombre no se agota en el Estado, biendo la sociedad civil, convirtiéndola en un instrumento
sino que se realiza en diversos grupos intermedios, comen- para alcanzar sus propios fines.

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6.3. La comunidad política, ser —de hecho no lo han sido— ventajosos para la socie-
dad y las personas. El Magisterio ha tachado tales opiniones
¿realidad natural o contractual?
como abiertamente absurdas y sumamente funestas.” 61
El modo de entender la relación entre persona y sociedad
que hemos expuesto hasta aquí responde a la idea tradicional Pero es necesario recordar la intencionalidad de esta ideo-
de la sociabilidad natural del hombre pero, como sabemos, en logía: frente a la cultura absolutista y confesional que opri-
la época moderna surgieron doctrinas que explican el origen mía las conciencias, la ficción de la existencia de un estado
de la sociedad en base a la categoría jurídica del contrato. No pre-social al cual el hombre renuncia para unirse con otros en
podemos detenernos en las diferentes versiones de esta doc- un contrato cuyo fin es garantizar los derechos de cada uno,
trina.59 Baste con señalar aquí que todas sostienen, en oposi- permite sostener la idea fundamental de la filosofía política
ción a la idea clásica de la sociabilidad natural, que el estado moderna: la existencia de un ámbito de libertad individual, consa-
original del hombre es un estado pre-social o, al menos, pre-po- grado legalmente y que el Estado no puede violar. La ética pública
lítico; que los hombres sólo constituyen la comunidad política ya no se ve como una prolongación de la ética personal, es
con el fin de garantizar sus derechos; y que la misma no tie- decir, como la pretensión de hacer virtuoso al ciudadano a
ne otra entidad que la de un contrato libre entre individuos. través de la ley, sino que se limita a garantizar las condiciones
Obviamente, más que explicaciones históricas, las doctrinas de una convivencia pacífica y justa, que permite a los indivi-
pactistas son parábolas que intentan responder a la pregunta duos y grupos cultivar sus propias concepciones de la vida
de por qué los hombres se avienen a vivir en una comunidad buena. De este modo las teorías del contrato social han sido el
política y someterse al imperio de la ley, y responden seña- origen del moderno Estado constitucional.
lando como móvil principal el interés individual, no tenien- Indudablemente subyace al contractualismo una filosofía
do el Estado otra finalidad que la de garantizar los derechos individualista, para la cual no existiría otro bien en la socie-
subjetivos.60 dad que el de los individuos que la componen. En este senti-
Con frecuencia se enfatiza la contraposición entre las teo- do, la doctrina aristotélico-tomista de la sociabilidad natural
rías contractualistas y la naturaleza social del hombre. CDS del hombre es capaz de fundar de un modo más adecuado el
afirma con un tono inusualmente duro: concepto de bien común. Sin embargo, es preciso reconocer
que históricamente la doctrina clásica contribuyó a la persis-
“La natural sociabilidad del hombre hace descubrir tam- tencia de una visión corporativa, estamental y estática de la
bién que el origen de la sociedad no se halla en un «con- sociedad, característica de los sistemas autoritarios. La idea
trato» o «pacto» convencional, sino en la misma naturaleza del contrato social acentúa, en cambio, la libertad e iniciativa
humana. De ella deriva la posibilidad de realizar libremente del individuo frente a lo colectivo, reflejando mejor las con-
diversos pactos de asociación. No puede olvidarse que las diciones, las necesidades y el dinamismo propio de las socie-
ideologías del contrato social se sustentan sobre una antro- dades modernas. Parece razonable la preservación de ambos
pología falsa; consecuentemente, sus resultados no pueden “paradigmas” en una tensión saludable y recíprocamente en-
riquecedora. Como sostiene M. Rhonheimer:

59 
Para un desarrollo de la doctrina de los principales contractualis-
tas es clásico el texto de M. Prelot, Historia de las ideas políticas, 389-
394 (Th. Hobbes); 441-449 (J. J. Rousseau); 471-487 (J. Locke).
60 
Cf. A. Cortina, Alianza y contrato, 18. 61 
CDS 149, n.297.

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“Así, aristotelismo y contractualismo expresan ambos dole el necesario espacio de acción. A su vez, la Iglesia debe
una parte de la verdad. El aristotelismo nos enseña que la li- respetar la legítima autonomía del orden democrático, evitando
bertad tiene la capacidad y la necesidad de trascenderse ha- pronunciarse sobre asuntos de orden institucional o constitu-
cia la vida en comunidad sin la cual el individuo humano no cional, y sobre la valoración de los programas políticos, a no
podrá realizar plenamente su humanidad; del contractualis- ser por sus implicancias religiosas y morales, en relación con
mo, en cambio, aprendemos que toda comunidad humana la dignidad de la persona humana (CDS 424; CA 47).
es comunidad de seres individuales con dignidad e intereses
En virtud de la diferente naturaleza de ambas comuni-
no identificables con los de la misma comunidad, de modo
dades, el Estado debe observar el principio de “una sana lai-
que todo cuerpo social y político debe justificarse, en cierto
cidad”, lo cual, como afirmaba ya Pío XII, es conforme a los
modo, en el estar al servicio del individuo.”62
principios de la doctrina católica.
“(el) principio de libertad religiosa descarga a los siste-
6.4. Iglesia y comunidad política: mas políticos del deber de ser un momento de verdad en el
autonomía y colaboración destino último del hombre. Los sistemas socio-políticos son
El Concilio Vaticano II ha introducido importantes noveda- juzgados ahora basándose en su capacidad de realizar una
des en el modo de plantear este tema. En efecto, GS 76 no habla convivencia racional fundada en valores éticos de libertad y
ya de la relación Iglesia – Estado: los términos de la relación son justicia, sin pretender que formulen juicios sobre los funda-
ahora la Iglesia y la comunidad política. El recurso a la expresión mentos últimos de estos mismos valores. Tales juicios son
“comunidad política” en sustitución de “Estado” indica una de competencia de varios grupos sociales, entre los que la
ampliación de la perspectiva estrechamente institucional, así Iglesia visible se coloca en pie de igualdad, sin reivindicar
como también el reconocimiento de la legitimidad del pluralis- privilegios específicos.”64
mo social connotado por aquella expresión.63 Correlativamen-
Dicha laicidad se opone al laicismo, entendido como una
te, resulta evidente que por “Iglesia” ya no se entiende sólo
distorsión de la idea de autonomía: “es afirmar que, en el or-
la jerarquía, sino la comunidad eclesial y todos sus miembros.
den temporal, Dios está ausente y la Iglesia no tiene nada que
La distinción de naturaleza y fines entre ambas comuni- decir” (ICN 160.4). El Estado debe reconocer las comunida-
dades hace posible una relación de autonomía e independencia. des religiosas, en primer lugar porque éstas −más allá de sus
Esta autonomía tiene dos sentidos: uno positivo, según el cual creencias particulares− testimonian la dimensión trascendente
la misma no consiste en una ignorancia recíproca, sino en un que da su fundamento último a la dignidad intangible e ina-
vínculo de mutua estima y respeto que hace posible el diálo- lienable de la persona humana y sus derechos. Sin la presen-
go (ICN 163); y un sentido negativo, a saber, la no invasión de cia constante de dicho testimonio, el sistema político corre el
ámbitos ajenos (ICN 164). riesgo de absolutizar fines intramundanos y poner las personas
a su servicio.65 En este sentido, “la Iglesia (…) es signo y sal-
La comunidad política debe respetar la libertad religiosa
vaguarda de la dignidad de la persona humana” (GS 76.2).
de la Iglesia, evitando interferencias indebidas y garantizán-

62 
M. Rhonheimer, “Lo stato costituzionale democratico e il bene co- 64 
A. Bondolfi, Sistemas políticos, 1724. Cf. CTI, En busca de una ética
mune”, 57-122. universal, 96.
63 
Cf. I. Camacho, Doctrina social de la Iglesia, 348. 65 
Cf. B. Sutor, Politische Ethik, 173; CiV 56.

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

“Para la doctrina moral católica, la laicidad, entendida 6.5. La libertad religiosa


como autonomía de la esfera civil y política de la esfera re-
ligiosa y eclesiástica –nunca de la esfera moral- es un valor La DSI atribuye hoy a la libertad religiosa una importan-
adquirido y reconocido por la Iglesia, y pertenece al patri- cia decisiva, como garantía y expresión culminante del respe-
monio de civilización alcanzado.”66 to por la dignidad de la persona humana, y como límite a la
tendencia expansiva del poder político sobre los ciudadanos
La recíproca autonomía de la Iglesia y la comunidad po- y su conciencia. El no respeto de la libertad religiosa pone
lítica no comporta una separación tal que excluya la colabo- en peligro todos los demás derechos de la persona. Sin em-
ración (CDS 425). El motivo es que ambas, aunque a título bargo, muchas veces no es debidamente valorada, sobre todo
diverso, están al servicio de la vocación personal y social de cuando no es negada de modo abierto sino socavada de modo
los mismos hombres, que son miembros, a la vez, de la Igle- constante y más o menos oculto, como sucede hoy incluso
sia y de la sociedad temporal. Sus formas organizativas no en muchas democracias. Esto hace aconsejable volver sobre
son sino medios para el cumplimiento de ese fin. Y lo harán algunos de sus aspectos esenciales.
con tanta mayor eficacia, cuanto mejor cultiven ambas entre
Los papas del s. XIX sin negar en principio la distinción de
sí una “sana cooperación” (GS 76).
competencias, postularon en la práctica una estrecha vincula-
La Iglesia tiene una función de orden religioso: ser sacra- ción entre la Iglesia y el Estado por la cual este último tenía
mento universal de salvación (LG 48; GS 45). Pero precisamen- la misión de servir a la fe verdadera, es decir, la católica. La
te de esta misión religiosa brota una luz y un dinamismo capaz demanda de libertad de conciencia y religión constitucional-
de consolidar la sociedad humana (GS 42), no sólo a través de mente garantizadas fue firmemente rechazada, sobre la base
su función de docencia y santificación, sino también a través de “los derechos de la verdad” y “los derechos de Dios”.67
de una actividad tendiente a “impregnar y perfeccionar todo el Sin embargo, León XIII desarrolló la doctrina de la tolerancia
orden temporal con el Espíritu del Evangelio” (AA 5). al error por motivos de bien común que continuó hasta Pío
XII, de modo que se aceptaba la abstención del Estado a in-
A su vez, el Estado contribuye a la Iglesia de diversos mo-
tervenir en el terreno religioso por la ley o la coacción a fin de
dos. En primer lugar, con una contribución indirecta y general:
evitar males mayores.68 Sorprendentemente, León XIII seguía
El Estado, con sus instituciones, asiste a los hijos de Dios, a los
sosteniendo la doctrina tomista de que el fin del Estado es de
hijos de la Iglesia; les presta múltiples servicios, lo cual, al ha-
naturaleza temporal, pero no llevaba dicha afirmación a sus
cerlos más hombres, más dignos, los hace más abiertos a la per-
últimas consecuencias. En este sentido, la posición del Conci-
fección evangélica y al plan de Dios (ICN 161). Pero también
lio puede considerarse un verdadero “giro copernicano”.
aporta una contribución específica, a través del reconocimiento
jurídico de su propia identidad y libertad −enseñanza y evan- La Declaración Dignitatis humanae del Concilio Vaticano II
gelización, culto, organización, formación de ministros, asocia- formula del siguiente modo este derecho:
ción, etc.− (CDS 426), y el favorecimiento de su tarea a nivel
“Este Concilio Vaticano declara que la persona humana tie-
religioso, social, educativo, a favor del bien común.
ne el derecho a la libertad religiosa. Esta libertad consiste en

67 
Cf. Pío VI, Quod Aliquantum; León XIII, Inmortale Dei (1878); Liber-
tas Praestantissimum (1888).
66 
CDF, Compromiso de los católicos en la vida política, 6. 68 
Cf. León XIII, Libertas 23.

136 137
El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

que todos los hombres deben estar inmunes de coacción tanto irrestricto, sino que está sometido a “justos límites” conforme
por parte de personas particulares como de grupos sociales a las exigencias del bien común y de la prudencia política,
y de cualquier potestad humana, y ello de tal manera que en en función de la tutela eficaz de este derecho a favor de todos
materia religiosa ni se obligue a nadie a obrar contra su con- los ciudadanos; la composición de tales derechos; el manteni-
ciencia ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y miento de la paz, la justicia y la moralidad públicas (CDS 422;
en público, solo o asociado con otros, dentro de los límites de- DH 7). También es necesario respetar una condición formal:
bidos. Declara, además, que el derecho a la libertad religiosa se que dichos límites sean ratificados por la autoridad civil me-
funda realmente en la dignidad misma de la persona humana, diante normas jurídicas conforme al orden moral objetivo.
tal como se la conoce por la palabra revelada de Dios y por la
misma razón. Este derecho de la persona humana a la libertad
religiosa debe ser reconocido en el ordenamiento jurídico de la 6.6. La Iglesia y la democracia
sociedad, de forma que se convierta en un derecho civil.” (DH 2)
El reconocimiento de la libertad religiosa significó un im-
El fundamento de esta libertad no es una licencia moral portante giro en la enseñanza social de la Iglesia. La dificultad
para adherir al error o el reconocimiento de un implícito “de- para aceptarla residía en última instancia en cierta persisten-
recho al error”, sino la dignidad de la persona humana y la cia de la idea medieval de cristiandad: aun cuando se recono-
naturaleza misma de la búsqueda de Dios, que reclaman un cía en principio la dualidad de jurisdicciones del poder espi-
ámbito de libertad social y civil exenta de toda coacción (CDS ritual y el temporal, hasta la obra de John Locke primó –tanto
421; CEC 2104-2109). La DSI deja de hablar del “derecho de entre los católicos como entre los protestantes− la convicción
la verdad” para referirse en cambio al “derecho de la persona de que la unidad política debía fundarse necesariamente
humana” (DH 2, siguiendo a PT 9-10). en la unidad de fe. Pío IX, en el célebre catálogo de errores
modernos incorporado a su encíclica Quanta Cura, conocido
La libertad religiosa incluye la libertad de culto, entendida
como el derecho a practicar públicamente la propia fe indivi- como Syllabus (1864) rechazó terminantemente la idea de se-
dualmente y en asociación con otros, pero no se limita a ella, paración entre Iglesia y Estado promovida por el liberalismo,
sino que debe contemplar los siguientes aspectos: la libertad rechazo que debe entenderse no sólo a partir de una indisi-
de las comunidades religiosas de desarrollarse según sus con- mulable nostalgia del Estado confesional, sino también en el
vicciones en la medida en que no lesionen el orden público; contexto histórico de un liberalismo crecientemente laicista
su derecho a elegir sus propias autoridades y de enseñar pú- y dogmático que pretendía desterrar a la Iglesia de la vida
blicamente su fe; el derecho de los padres a la educación reli- pública. Según el juicio más extendido entre los católicos de
giosa de sus hijos y la libre elección de la escuela; y allí donde fines del s. XIX, sólo la fe católica podía dar un fundamento
−debido a circunstancias históricas especiales− el Estado, en sólido a la unidad política, y librar a los Estados liberales de
su ordenamiento jurídico dispensa un especial reconocimien- su tendencia intrínseca a la lucha de intereses y a la fragmen-
to a una determinada comunidad religiosa, debe ser garanti- tación social. En este panorama, la aceptación del pluralismo
zada la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos y la li- democrático no podía dejar de ser un proceso lento y difícil.
bertad religiosa de las demás comunidades (CDS 423; DH 6). León XIII dio un paso fundamental para volver a tender
Como indica el texto citado, este derecho a la libertad re- puentes con las democracias liberales europeas al consagrar
ligiosa debe ser reconocido por el ordenamiento jurídico y el principio de indiferencia, según el cual la Iglesia no opta por
sancionado como derecho civil. Sin embargo, el mismo no es un sistema político en particular, mientras las autoridades

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

civiles procuren el bien común.69 Puede parecer una propo- condicionando su apoyo a los eventuales resultados del pro-
sición muy modesta, pero en la práctica este criterio permitió ceso deliberativo (como implicaba la postura de Pío XII), sino
a los católicos participar nuevamente en la vida democrática, participando del mismo en conformidad con sus reglas. Éste
aun cuando los gobiernos pudieran ser hostiles a la fe católica es el paso que dará Juan Pablo II.
(como sucedía durante la Tercera República en Francia).
Un giro fundamental tuvo lugar con Pío XII luego de la 6.7. La “auténtica” democracia
Segunda Guerra Mundial y a la luz de los inmensos estra-
gos producidos por los totalitarismos. En su radiomensaje de La opción de la Iglesia por la democracia no es acrítica. Pío XII
Navidad Benignitas et humanitas (1944) este pontífice formuló adhería sólo a una “sana” democracia, por lo cual la aceptación de
por primera vez en el magisterio católico una opción por la aquélla estaba condicionada a la conformidad de sus decisiones
“sana” democracia, a condición de que la democracia política con la ley natural y los principios cristianos. Juan Pablo II prefiere
fuera acompañada de una democracia social, es decir, de una hablar, en cambio, de la “auténtica” democracia: una democracia,
real participación de todos en los beneficios de la vida social. en la medida en que cumpla con ciertos requisitos de autentici-
Se puede decir que el principio de indiferencia es preservado dad seguirá siendo tal aunque su funcionamiento pueda muchas
pero, a la vez, reinterpretado: se trata de indiferencia de la veces no ser “sano”, y se adopten resoluciones inaceptables para
Iglesia dentro de la democracia, con tal que el sistema cumpla la enseñanza de la Iglesia. Pero advierte que, en la medida en que
con los requisitos básicos de la democracia “sana”. el sistema deja de cumplir con tales requisitos, corre el peligro de
desvirtuar su misma esencia democrática.70
El paso dado por Pío XII comporta un reconocimiento im-
plícito de los méritos del liberalismo político, que se demostró Podríamos decir que éste es el último paso en el acercamien-
como el único modo eficaz de poner límites al poder político (sin to a la democracia: la aceptación de su “lógica”, que consiste en
perjuicio de las reservas de este pontífice frente a las democra- ser un mecanismo de toma de decisiones abierto a diferentes
cias occidentales). Así queda abierto el camino para superar los resultados. Muchos de ellos pueden no coincidir con la visión
reparos que suscitaba a la Iglesia la doctrina liberal de los dere- católica y con la ley natural, y aun así la Iglesia no deja de reco-
chos humanos. Juan XXIII, en su encíclica Pacem in Terris (1963), nocer el sistema, y busca incidir en la vida social y política para
elaboró su propia formulación de dicha doctrina, elogiando a la eventualmente revertir ciertas decisiones siempre dentro de las
vez la Declaración de la ONU de 1948 (aceptación facilitada por reglas y procedimientos democráticos.
la importancia que concede este último documento a los dere- CA 46 (CDS 406) señala como requisitos de una auténti-
chos llamados “sociales”, tema que trataremos más adelante). ca democracia: a) un Estado de Derecho, sobre la base de una
Finalmente, el reconocimiento del derecho de libertad re- recta concepción de la persona humana; b) promoción de las
ligiosa comportaría la renuncia definitiva a la pretensión de personas concretas, mediante la educación y la formación en
la unidad de fe como premisa política, y la aceptación plena los verdaderos ideales; c) promoción de la “subjetividad” de
del pluralismo democrático. La Iglesia comprende así que ya la sociedad mediante la creación de estructuras de participa-
no debe buscar influir en el sistema democrático desde fuera, ción y corresponsabilidad.71

“La Iglesia no condena forma alguna de gobierno, con tal que sea
69  M. Rhonheimer, Cristianismo y laicidad, 94-101.
70 

apta por sí misma para la utilidad de los ciudadanos”, Libertas Praes- Mientras que el Estado de Derecho, con una constitución o ley su-
71 

tantissimum 32. prema que consagra derechos fundamentales y establece la división

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado

6.8. Conclusiones
Hemos visto cómo la auténtica tradición de la Iglesia siem-
pre ha conservado la idea de la distinción entre lo religioso y
lo político, la jurisdicción de la Iglesia y la del Estado, junto
con la primacía espiritual de lo religioso sobre lo temporal. 7. DSI y economía
Si bien este principio es indeterminado, las diferentes figuras
históricas en que se plasmó han tenido sus límites y la rela-
ción entre ambas esferas ha pasado por distintas alternativas, Hoy en día está ampliamente difundida la creencia de que
en una apreciación general se podría decir que el “dualismo la DSI ha sido siempre hostil al capitalismo, y que su trayec-
cristiano” ha hecho posible la limitación del poder político, toria apunta progresivamente hacia alguna forma de socia-
defendiendo la idea de que éste no puede legitimarse a sí mis- lismo cristiano. Hay que reconocer que esta creencia encierra
mo sino que está sometido a criterios morales trascendentes. cierto grado de verdad. Si bien, como hemos señalado en su
Sin embargo, la idea medieval de la unidad de fe como momento, el concepto de justicia social no era en su origen un
fundamento de la unidad política ha sido difícil de superar concepto económico, y sus primeros promotores no objetaban
tras la caída de la cristiandad, y pervivió en la época moderna al capitalismo en sí sino al individualismo de la filosofía libe-
en el Estado confesional, haciendo sumamente complejo para ral, y aunque Rerum novarum estaba dirigida en primer lugar
la Iglesia la aceptación de la moderna democracia pluralista. contra el socialismo, es cierto que ya revelaba una distancia
Sólo progresivamente fue posible superar el sueño nostálgico y una desconfianza hacia el capitalismo que los documentos
de la confesionalidad y la pretensión de recuperar la centra- posteriores (con las excepciones que aquí señalaremos) no
lidad social perdida. Con el reconocimiento del liberalismo harían sino profundizar. Como afirma el Cardenal R. Marx:
político (que encarna la tradición del gobierno limitado), los “hay que reconocer que la Iglesia se mostró durante mucho
derechos humanos y la libertad religiosa, se abrió el camino tiempo extraordinariamente reticente frente al liberalismo
para una adhesión plena, aunque crítica, a la democracia re- económico, más tiempo en todo caso que frente al liberalismo
publicana.72 político”.73

En el fondo, superada la obsesión por la unidad, la Iglesia En este capítulo nos proponemos examinar críticamente
recuperaba un valor por mucho tiempo relegado: la libertad este sesgo de la enseñanza católica, mostrando que la historia
política. Mucho más difícil, y todavía en marcha, será el pro- de la Iglesia con el capitalismo es mucho más compleja de
ceso para redescubrir la libertad económica. lo que se suele suponer, que la DSI a pesar de esta deriva
que podríamos quizás llamar social-democrática nunca llegó
a una equidistancia entre capitalismo y colectivismo, y que
siempre fue más cercana a la economía de mercado de lo que
de poderes, responde al principio republicano; la participación realiza el tono de los documentos a veces invita a pensar.
el principio democrático. Ambos aspectos son los pilares del moderno
Estado constitucional democrático.
72 
Esto demuestra la problematicidad de ciertos intentos en la Igle-
sia de sustituir la democracia participativa y pluralista por una de-
mocracia plebiscitaria, directa y unanimista, prescindiendo de las
estructuras republicanas o alterándolas profundamente, según el
ejemplo de ciertas democracias populistas latinoamericanas. 73 
R. Marx, El Capital, 84.

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

7.1. La DSI y la revolución capitalista e innovación tecnológica. El trabajador que migraba desde el
campo, lo hacía porque la vida en el campo era aún más mise-
Es un lugar común en las reseñas históricas de la DSI co- rable que la que podía hallar en un empleo fabril.
menzar describiendo los horrores de la revolución industrial.
Multitudes abandonaban el campo para migrar a las ciudades, La economía de libre mercado dio lugar a un proceso in-
hacinándose en viviendas indignas en las periferias industria- édito en la historia de la humanidad, generando las condi-
les, trabajando por salarios de hambre, en condiciones deplo- ciones para que amplias capas de la población comenzaran
rables que fueron crudamente descriptas en informes oficiales a participar de la nueva riqueza, sobre todo a través de un
como los de L.-R. Villermé en Francia sobre el trabajo en la in- aumento constante de los salarios, y un creciente acceso a
dustria textil (1840) y el de Lord A. Ashley en Inglaterra, sobre los bienes cada vez más baratos que en la nueva economía
el trabajo de las mujeres y los niños en las minas de carbón eran producidos precisamente para las grandes masas, y no
(1842). Todavía sigue siendo una referencia insoslayable la na- para el consumo de la aristocracia. A esto se suma una me-
rración que hace Émile Zola de la vida de una familia proletaria jora de los indicadores de desarrollo humano, comenzando
en su célebre novela Germinal (1885). La Iglesia, con su doctrina por una dramática disminución de la mortalidad infantil.
social, habría salido al encuentro de esta inhumana situación, Sin negar la importancia que pudo tener la legislación social
promoviendo la legislación laboral y el logro de mejores condi- para humanizar esta difícil transición, es preciso reconocer
ciones de vida para los trabajadores, lo cual favoreció el proce- que la condición de posibilidad de mejores condiciones de
so de integración de las masas obreras en la vida democrática. trabajo y salarios más altos fue sobre todo el crecimiento de
la productividad fruto de la acumulación de capital y la in-
Si bien es cierto que tales descripciones encierran una bue- novación tecnológica.
na parte de verdad, es necesario comprenderlas adecuada-
mente en su contexto histórico.74 La escasez y la pobreza son La causa de este fenómeno extraordinario y novedoso es
la condición natural del hombre desde sus orígenes, y sólo el capitalismo o economía de mercado, que no es obra de la
con la revolución industrial comienza a generarse lo que el planificación estatal, sino de la evolución de lo que F. von Ha-
Nobel A. Deaton denominó “el Gran Escape” (2015), la masi- yek denominó un “orden espontáneo”, no en el sentido de
va superación de la condición ancestral de pobreza. Pero en un proceso regido por leyes naturales, ya que se trata de un
el s. XIX el capitalismo y el fenómeno del desarrollo todavía orden creado por la actividad libre de los hombres, sino que
estaban en sus comienzos, y la enorme mayoría de la pobla- surge de la interacción espontánea de sus participantes.
ción era desesperadamente pobre. Aún con la revolución in- En eso debemos dar la razón a la teoría expuesta por
dustrial en marcha, las fábricas contaban con insuficientes Adam Smith en su obra La riqueza de las naciones (1776), cuan-
equipos de capital, poco acceso al crédito, y las técnicas de do hace referencia a la célebre “mano invisible”.75 De hecho,
producción eran relativamente rudimentarias, y por lo que esta imagen, frecuentemente mal interpretada, es utilizada
la productividad del trabajo era todavía muy baja. Eso signi- por él en sólo dos oportunidades: una, en la obra mencionada
fica que no podemos aplicar estándares que hoy nos parecen y una segunda en su Teoría de los sentimientos morales (1759).
evidentes sólo porque contamos con dos siglos de desarrollo Su intención, en ambos casos, no era la de postular un con-
cepto metafísico, sino simplemente ilustrar con una metáfora

74 
Para una interpretación alternativa de la situación de los obreros
en la Revolución Industrial, cf. L. von Mises, “The Popular Interpre-
tation of the «Industrial Revolution»”. 75 
Cf. R. Marx, El Capital, 82.

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

su idea ética fundamental, a saber: que en una economía de embargo, tampoco ha comprendido adecuadamente sus meca-
mercado, las motivaciones de los individuos para actuar y las nismos, por lo cual, sin negarla como un instrumento que pue-
consecuencias sociales de sus acciones son cosas distintas. En de promover el bien de todas las personas, no la ha aceptado
efecto, en la medida en que un mercado es libre, los indivi- como principio regulador de la economía, considerando que
duos que actúan persiguiendo su propio interés (lo que no es sería incompatible con la dignidad de la persona humana. De
sinónimo de egoísmo), interactuando orientados por el siste- ahí el imperativo de “aunar el principio de la libertad de mer-
ma de precios que surge de la ley de la oferta y la demanda, cado con el principio de la justicia social” (A. Müller-Armack),
contribuyen aun sin proponérselo directamente al bien de to- lo cual podría llevar eventualmente a legitimar medidas contra
dos. Como afirma M. Rhonheimer: el mercado. En este sentido, afirmaba J. Höffner:
“Básicamente, es un argumento en contra de las políti- “la supresión de todos los medios de la política econó-
cas económicas y comerciales mercantilistas de un Estado mica no conformes con el mercado no constituye un valor
absolutista sobre la idea de que la mano visible del estado absoluto. Es el bien común el que debe decidir qué medios
tiene que organizar toda la economía para crear así la rique- de política económica son necesarios, y el bien común pue-
za y el poder de una nación.” 76 de requerir y sin duda requerirá en el futuro intervenciones
en el proceso económico ajenas al mercado (…) Esta es jus-
Aquí reside la ventaja decisiva de la economía de mercado: tamente la economía que denominamos «economía social
en ella se coordinan los intereses privados de un modo espon- de mercado».”77
táneo que hace posible la óptima asignación de los recursos. De
esta manera, los distintos intereses económicos de los individuos
liberan una multiplicidad de fuerzas y recursos, produciendo 7.2. La crítica al capitalismo: la objeción moral
resultados que no sólo benefician a los actores individuales sino
a toda la colectividad. Ningún gobierno o autoridad planifica- Como dijimos anteriormente, en la DSI no encontramos
dora podría disponer del conocimiento suficiente para ejecutar ninguna condena de principio al libre mercado. Pero sí es
con aceptable eficiencia esta tarea de coordinación. posible detectar una desconfianza profundamente arraigada,
expresada en el imperativo de someter el mercado y sus leyes
No se puede negar, por lo tanto, que el liberalismo econó- a la “justicia social”, entendida sin duda como algún tipo de
mico fue un auténtico progreso histórico. Sin embargo, como intervención del Estado destinada a corregir los resultados
hemos dicho ya, la Iglesia se mostró durante mucho tiempo del libre funcionamiento del mercado.
extraordinariamente reticente frente a él, y sus prevenciones
fueron más difíciles de vencer que las que opuso en su momen- Es muy difícil en el seno de la Iglesia superar el rechazo
to al liberalismo político. De hecho, una clara diferencia de la a la idea de que los ciudadanos puedan contribuir al bien co-
valoración en la enseñanza de la Iglesia de estos dos aspectos mún ante todo persiguiendo su bien personal dentro de un
subsiste hasta el día de hoy. No es que rechace la evidencia determinado orden jurídico. Esto suena a avalar el individua-
histórica de que la economía de mercado es, con todos sus de- lismo y egoísmo. En contraposición, parece mucho más no-
fectos, el modo más eficiente de organización económica. La ble la idea colectivista de ciudadanos que buscan ante todo
Iglesia nunca condenó la libre competencia por principio. Sin el bien común incluso sacrificando el propio bien personal.

76 
M. Rhonheimer, Libertad económica, capitalismo y ética cristiana, 173. 77 
Citado por R. Marx, El Capital, 95.

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

Resulta claro que la verdadera raíz del conflicto de la Iglesia ción moral, que es separable de la ideología liberal y
con el capitalismo no es de naturaleza estrictamente económi- que puede recibir inspiración moral del principio de
ca: es lo que podemos llamar la objeción moral. A la luz de ella, justicia social. Esta posición, como veremos, es cues-
la superioridad que ha demostrado históricamente el capita- tionable, pero reconoce una clara diferencia con el sis-
lismo sobre el colectivismo en términos de eficiencia queda tema colectivista que se considera inaceptable, por ser
relativizada de muchas maneras: se señalará primero que esa inseparable de su ideología.
eficiencia es profundamente injusta y desigual; pero ante la
- Otra tendencia, de carácter simétrico, se acerca a la lisa
evidencia de que el libre mercado eleva el estándar de vida de
y llana condenación del capitalismo, en pie de igual-
toda la población, se objetará la alienación del híper-desarrollo,
dad con el comunismo, y a un igual rechazo del libe-
algo así como un “exceso de éxito”. De modo correlativo, la
ralismo y del colectivismo. Sin embargo, tampoco esta
ineficiencia de los colectivismos se juzgará con indulgencia en
postura comporta en la práctica una condena al mer-
atención a sus elevados ideales: el nivel de vida de los países
cado. La misma economía de la Iglesia católica fun-
colectivistas puede ser bajo, pero hay más igualdad y menos
ciona inserta en la economía de mercado y aprovecha
consumismo. Todavía hoy se pueden encontrar teólogos valo-
sus beneficios, en términos de donaciones, servicios y
rando positivamente la situación de Cuba o de Venezuela.
tecnología. Cabría pensar que la diferencia con la pri-
Esta visión de la superioridad moral del socialismo ha lle- mera tendencia es más retórica que real.
vado a muchos cristianos a desarrollar una fuerte simpatía
En este capítulo, señalaremos razones para afirmar que es
por los regímenes colectivistas. El mismo magisterio, desde
la primera de estas tendencias la de mayor continuidad en la
Juan XXIII experimentó una marcada inclinación hacia las po-
enseñanza social católica, la que mejor refleja sus principios, y
siciones ideológicas de la social-democracia europea. Y aun
la que explica de modo más convincente la praxis de la Iglesia
hoy se mantiene en muchos católicos, incluso estudiosos de la
frente a estos sistemas económicos contrapuestos. Pero para
DSI, la convicción de que la Iglesia rechaza al capitalismo y al
fundamentar esta tesis, conviene comenzar por algunas con-
colectivismo de modo simétrico. ¿Es realmente así?
sideraciones históricas.
Hay que reconocer que la DSI ha lidiado a lo largo de toda
su existencia con la objeción moral, y lo sigue haciendo hoy.
Por tal motivo, no sólo experimenta pronunciados vaivenes 7.3. El capitalismo, invención cristiana
en sus juicios, sino que también evidencia una notoria dificul- La expresión “capitalismo” tiene hoy una connotación pe-
tad para evaluar imparcialmente al capitalismo con relación a
yorativa. Si bien el término “capital” está en uso al menos des-
los sistemas alternativos, de corte dirigista.
de el s. XIV, el término “capitalismo” fue acuñado en s. XIX
Esta objeción moral da origen a dos tendencias en la DSI, por sus adversarios, no como concepto económico sino para
diversas en cuanto al peso que asignan a aquélla: criticar una economía basada en el poder económico y el privi-
legio. Sin embargo, aquí la utilizaremos por ser una expresión
- Una primera tendencia, de carácter asimétrico, que si
consagrada, aunque conviene desde el comienzo darle una de-
bien critica fuertemente al capitalismo lo acepta con-
finición precisa. Siguiendo y completando la descripción de F.
dicionadamente como mal menor o incluso le reco-
Braudel, R. Stark propone la siguiente definición:
noce valores positivos, mientras condena de modo
taxativo al comunismo. Considera al mercado como “Capitalismo es un sistema económico en el cual empre-
un mecanismo neutro, sin ninguna inherente connota- sas de propiedad privada, relativamente bien organizadas

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y estables, persiguen actividades comerciales complejas en s. XIV, en el norte de Italia sobre todo en cuatro grandes ciu-
un mercado relativamente libre (no regulado), con una pers- dades, que lograron relativa autonomía frente al Imperio y el
pectiva sistemática y de largo plazo para invertir y reinvertir Papado, y se dieron gobiernos democráticos: Venecia, Génova,
riqueza (directa o indirectamente) en actividades producti- Florencia y Milán. El norte de Italia se convirtió en la región
vas que involucran mano de obra contratada, y motivadas más próspera, ilustrada y dinámica de Europa, con poderosas
por la expectativa de ganancias anticipadas o presentes.”78 bancas que extendían sus filiales por todo el continente, que
financiaban a emperadores y reyes, y que pusieron las bases
Según esta definición, el capitalismo está fundado en de las actividades financieras y comerciales de hoy. El Sur de
mercados libres, derechos de propiedad seguros, y una libre Italia, en cambio, no gozó de ese marco de libertad sino que
fuerza de trabajo. Y estas condiciones, paradójicamente, co-
estuvo sometido a una sucesión de gobiernos autoritarios y
mienzan a verificarse en el continente europeo con un hecho
dispendiosos que impidieron un desarrollo semejante.
aparentemente catastrófico como es la caída del Imperio Ro-
mano, cuyo gobierno altamente extractivo destruía sistemá- Es precisamente desde aquellas ciudades italianas que el
ticamente todo estímulo para la productividad.79 Liberada capitalismo se extendería hacia el norte de Europa, a Flan-
Europa de este yugo, una nueva realidad comienza a surgir. des (sobre todo, Brujas, Gante, Antwerp y Amsterdam) y a
En el s. VIII o IX se manifiesta ya con suficiente claridad un Inglaterra, las cuales finalmente reemplazarían a las primeras
impulso al progreso tecnológico en el ámbito de la agricultu- como vanguardia del capitalismo europeo. Y si esto sucedió
ra, que permite aumentar drásticamente la productividad de fue sobre todo porque mientras que en el resto de Europa
los campos, en su mayoría propiedad de conventos y monas- (España, Francia e Italia) se impusieron gobiernos absolutos
terios católicos. que ahogaron la iniciativa económica, Inglaterra gozó de una
Gracias a una sucesión de invenciones tecnológicas y una libertad sin precedentes para el desarrollo de la inversión y la
gestión cada vez más profesional, estos últimos comenzaron industria, como así también la parte norte de Flandes que lo-
a superar la simple economía de subsistencia de los tiempos gró escapar al dominio español. Con posterioridad, este con-
romanos, diversificaron su producción, se especializaron, traste se trasladaría al Nuevo Mundo: mientras que América
acumularon riquezas, y las canalizaron a través de présta- del Norte heredó el modelo inglés, de libertad y capitalismo
mos, dejando atrás el trueque y generando la expansión de económico, América Latina reprodujo el feudalismo represi-
la economía monetaria. Así surge lo que Collins denomina vo e improductivo de España.
el “capitalismo religioso”, cuyo dinamismo estaba motoriza- La Iglesia que en su origen, bajo la influencia de la co-
do en primer lugar por la Iglesia, dada la vastedad de sus rriente más ascética, se había mostrado considerablemente
propiedades y gracias a la laboriosidad y creatividad de sus desconfiada frente a la riqueza y el comercio, después de
comunidades religiosas.80 Constantino comprendió cada vez mejor el valor propio de
Este fenómeno −que contenía ya en sí los elementos esen- estas actividades tan despreciadas en el mundo antiguo, y ad-
ciales del capitalismo moderno− se desarrolló luego, en el quirió una creciente conciencia de que el trabajo y el progreso
son valores típicamente evangélicos. Las objeciones contra
el préstamo a interés, si bien se prolongaron hasta el s. XVI,
no tuvieron mucha incidencia en la práctica (ni siquiera en la
78 
R. Stark, The Victory of Reason, cap. 2. corte Pontificia), y fueron eludidas de mil modos, mientras
79 
Cf. D. Acemoglu; J. Robinson, Why Nations Fail, 164-172. que teólogos y canonistas fueron progresivamente acomo-
80 
Cf. R. Collins, Weberian Sociological Theory. dándolas a las necesidades reales del desarrollo de la vida

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económica. Sólo después del Concilio de Trento (1562-63), ción característicos de las antiguas aristocracias feudales, que
con el retorno de la tradición ascética –y pese a las innume- solventaban su ociosidad con propiedades deficientemente
rables consecuencias positivas que tuvo este hecho para el re- explotadas y con el trabajo de campesinos sometidos a la ser-
ordenamiento de la vida de la Iglesia− se difundió un desdén vidumbre. Basta lo dicho en esta apretada síntesis para com-
por el “progreso” y por la “modernidad”, y una incompren- prender cuán problemático sería intentar defender hoy la teo-
sión de sus instituciones económicas y políticas, que todavía ría weberiana sobre la raíz protestante del capitalismo.82
podía apreciarse siglos más tarde, en las lapidarias condenas
del Syllabus (Pío IX, 1864).
7.4. DSI y el sesgo intervencionista
Aun así, hoy vuelve a ponerse a la luz a través de recientes
trabajos la trascendencia de los estudios económicos de los Sin embargo, el general desconocimiento del proceso
autores de la escolástica hispana de los s. XVI y XVII, como descripto en el párrafo anterior alimentó un fuerte prejuicio
Francisco de Vitoria (1495-1560), Domingo de Soto (1495- entre los católicos. Fue así que la DSI nació con un claro ses-
1560), Martín de Azpilcueta, Dr. Navarro (1493-1586), Tomás go anticapitalista. Este fenómeno es comprensible. Ya desde
de Mercado (1500-1575), entre otros, que a través de Grocio, mediados del s. XIX se multiplicaban las voces de denuncia
Pufendorf y Turgot influirían en el pensamiento económi- dentro de la Iglesia católica, sobre la miserable situación de
co anglosajón, sobre todo en la escuela escocesa (Ferguson, los trabajadores a partir de la llamada “Revolución Indus-
Hutcheson y Smith). Aquéllos se destacaron no sólo por su trial”. Es cierto, como hemos dicho ya, que la vida rural era
contribución a la ciencia económica en cuanto a la teoría del con frecuencia aún más miserable que la nueva vida urbana
valor, los precios, los salarios, la inflación, el dinero, etc., sino del trabajador industrial. La pobreza no había crecido, sino
también por su defensa de la libertad económica y el libre que se había concentrado en las ciudades y había adquirido
mercado, aunque se trata de un capítulo de nuestra historia una nueva visibilidad. No parece que se haya valorado sufi-
todavía escasamente conocido y considerado.81 cientemente otro fenómeno no menos visible: la sorprendente
mejora general de las condiciones de trabajo y de vida que se
En conclusión, la idea de que el capitalismo es una inven- verificó en la segunda mitad del S. XIX.
ción de raíz protestante e ilustrada, todavía hoy tan influyente,
revela una falta sorprendente de perspectiva histórica. En la Pese a ello, el obispo Alemán E. von Ketteler (El problema
cristiandad medieval, este sistema ya estaba presente en sus del trabajo y cristianismo, 1864), profundamente impactado por
elementos fundamentales, que serían perfeccionados a par- el espectáculo escalofriante de los suburbios obreros, atribu-
tir del s. XVIII. Esto es verdad incluso respecto al trasfondo yó la situación al mecanismo despiadado del capitalismo in-
cultural. Está históricamente documentada la valoración que dustrial. Asumiendo de Ferdinand Lasalle la “ley de hierro
alcanzaron en estos territorios económicamente tan pujantes, de los salarios”, conforme a la cual éstos no excederían nunca
siglos antes de la irrupción del protestantismo, virtudes como la el nivel de la mera subsistencia, von Ketteler profetizó (equi-
laboriosidad, la austeridad y la frugalidad, tanto por su valor vocadamente) que este sistema jamás arrancaría a los obreros
espiritual como por su utilidad para el ahorro, la inversión y el de su pobreza.83 Pero sus ideas, a pesar de su insuficiente base
progreso económico, contrapuestos al despilfarro y la ostenta-

Cf. M. Weber, La ética protestante y el espíritu de capitalismo (1904-1905).


82 

81 
Cf. A. Chafuen, Economía y ética. Raíces cristianas de la economía de Cf. W. Luckey, “The Intellectual Origins of Modern Catholic Social
83 

libre mercado. Teaching on Economics”, 7-8.

152 153
El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

empírica, influyeron profundamente en León XIII quien, en ble del debilitamiento y la fragmentación de las sociedades
su encíclica social Rerum novarum (1891), que dio nacimiento europeas− habría sido la causa del advenimiento del comu-
a la DSI, describió la situación de los obreros con trazos que nismo y los demás regímenes totalitarios. Este enfrentamien-
ya no se correspondían con la realidad del momento y sin to se profundizó a mediados del s. XIX, cuando el liberalismo
perspectiva histórica necesaria para apreciar con adecuado tomó un giro ideológico radical, laicista y positivista, y bregó
realismo cuál había sido el punto de partida. desde el poder por la exclusión de la Iglesia y de toda religión
Por supuesto, el llamado “catolicismo social” que la en- de la vida pública.
cíclica refleja, tuvo también efectos positivos para los traba- Aún con todos estos límites históricos que determinan un
jadores impulsando la legislación laboral, que permitió for- sesgo muy marcado desde los comienzos, la postura de la DSI
talecer su capacidad de negociación, contribuyó a mejorar ante el capitalismo y el socialismo nunca fue enteramente si-
progresivamente sus condiciones de trabajo, expandir sus métrica: se mantuvo siempre muy crítica de los abusos del
derechos, etc., aunque fue en última instancia el crecimiento capitalismo, pero sólo condenó al comunismo. Ciertamente,
de la productividad a través de la innovación tecnológica y la en la base del capitalismo se encuentra la ideología liberal con
inversión lo que hizo viable el sistema en su conjunto. una visión del hombre y la sociedad que la Iglesia no podía
Sin embargo, en el campo católico hubo grandes resisten- asumir sin previamente purificarla e integrarla desde la fe.
cias frente a la idea de que los buenos deseos no bastan para Pero para la DSI el comunismo estaba viciado en su misma
orientar la actividad económica, que existen leyes en su fun- raíz. Su rechazo de la propiedad privada y su exaltación de la
cionamiento que no se pueden ignorar; que apresurar ciertas lucha de clases eran producto de una filosofía materialista y
mejoras voluntarísticamente sin que se verifiquen previamen- un ateísmo sistemático que no cabía sino rechazar de plano.
te determinadas condiciones podía ser contraproducente. Era Significativamente, esta condena se produciría por obra de
difícil reconocer que ideas nobles como el salario “justo” o el Pío XI (Divini redemptoris, 1937), el mismo que en su encíclica
salario “familiar”, desconectados de la productividad pudie- Quadragesimo anno (1931) había dirigido al capitalismo la crítica
ran resultar en el mediano plazo más bien perjudiciales para más dura que aquél recibiera de parte de la DSI. Para este pon-
sus supuestos beneficiarios. Esta negación de la lógica econó- tífice, la crisis financiera internacional de 1929 fue producto de
mica se remonta a la llamada Escuela Histórica Alemana (A. la misma dinámica interna del sistema, que llevaría fatalmente
Müller y F. von Baader) y sería incorporada por el economis- a la autodestrucción de la competencia y a la concentración del
ta y jesuita alemán Heinrich Pesch (1854-1926) a su propuesta dinero y el poder en pocas manos (QA 109). Pío XI no logra-
social conocida como solidarismo, el cual −a través de O. Nell ba en su diagnóstico distinguir adecuadamente entre lo que
Breuning (1890-1991) y J. Messner (1891-1984)− influiría luego era consecuencia del capitalismo y lo causado en realidad por
en el planteo corporativista de Pío XI. su contrario, la intervención indebida del Estado impulsando
Detrás de estas dificultades, y descontando la bondad de artificialmente la actividad económica o privilegiando ciertos
las intenciones, late también el factor ideológico. El capitalis- intereses particulares. Pero lo que importa para esta reflexión
mo moderno como sistema económico nació bajo la inspira- es que, aun expresando un juicio tan negativo de la compe-
ción del liberalismo, que desde fines del s. XVIII se convirtió tencia, y aun embarcado en la búsqueda de una “tercera vía”
para la Iglesia católica −involucrada estrechamente con las a través del corporativismo, Pío XI reconocía la abismal dife-
monarquías absolutas− en su mayor enemigo. Incluso, hasta rencia entre los dos sistemas reinantes en el mundo, y percibía
bien entrado el s. XX, estuvo vigente la convicción indiscutida claramente las consecuencias que conllevaba la negación de la
de que el liberalismo individualista −considerado responsa- subsidiaridad en los regímenes colectivistas.

154 155
El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

En un pasaje fundamental −e ignorado por muchos co- cepción de la actividad humana, a la cual se le reconoce un
mentaristas− refiriéndose al tipo de economía “en que se pro- valor no ya meramente instrumental (un modo de merecer
cede poniendo unos el capital y otros el trabajo”, este Pontí- la vida eterna), sino intrínseco: el hombre se realiza a través
fice afirma: de su actividad, despliega su propia humanidad y edifica el
mundo (GS 34-35). La vocación original del ser humano de
“León XIII puso todo su empeño en ajustar este tipo de
“dominar” la tierra (Gen 1,28) pasa al primer plano. A partir
economía a las normas del recto orden, de lo que se deduce
que tal economía no es condenable por sí misma. Y real- de aquí se genera una nueva teología del desarrollo, abierta
mente no es viciosa por naturaleza, sino que viola el recto a un horizonte de optimismo y esperanza, pero que no siem-
orden sólo cuando el capital abusa de los obreros y de la pre será bien comprendida.
clase proletaria con la finalidad y de tal forma que los ne- En síntesis, este rápido recorrido nos ha permitido identi-
gocios e incluso toda la economía se plieguen a su exclusiva ficar hasta aquí dos constantes en la DSI: (1) la postura funda-
voluntad y provecho, sin tener en cuenta para nada ni la dig- mentalmente asimétrica, que si bien critica al capitalismo sólo
nidad humana de los trabajadores, ni el carácter social de condena al comunismo y (2) siempre dentro de ese marco, la
la economía, ni aun siquiera la misma justicia social y bien desconfianza frente al capitalismo, el mercado y la compe-
común.” (QA 101, cursiva nuestra) tencia, junto con un sesgo favorable a la fuerte intervención
del Estado en la vida económica. Es necesario tener presente
Dentro de ese marco asimétrico que se debe considerar
este trasfondo a fin de poder interpretar adecuadamente el
como una constante de la enseñanza social, se verificó en efec-
llamativo contraste entre Juan Pablo II y el actual pontífice
to una tendencia creciente a exaltar el rol del Estado. Mientras
Francisco con referencia a este tema.
que en von Ketteler y en León XIII el camino de los trabajado-
res para el logro de la justicia social era asociarse en defensa
de sus intereses, a partir de Pío XI la justicia social se fue iden- 7.5. Juan Pablo II y el capitalismo
tificando con su aspecto distributivo, quedando ante todo a
cargo del Estado como institución situada por encima de los Hemos hecho alusión al comienzo de este libro al impac-
intereses de parte y guardián del bien común.84 Esta tenden- tante contraste entre el magisterio de Juan Pablo II y el de
cia, morigerada por Pío XII, vuelve a cobrar fuerza con Juan Francisco en lo que concierne al capitalismo, y la perplejidad
XXIII y su valoración entusiasta del Estado de bienestar eu- que ello produce en muchos fieles. Claro que hay también
ropeo (Mater et magistra, 1961). El mismo sesgo fue adoptado muchas coincidencias, pero son las diferencias las que recla-
en el campo internacional por Pablo VI (Populorum progressio, man mayor explicación.
1967), más atento a las objeciones ideológicas contra el libera- Sin duda, la diferencia entre ambos pontífices debe recon-
lismo que a los datos de la realidad. ducirse a su respectiva historia, cultura y experiencia de vida.
Por otro lado, el Concilio Vaticano II incorpora una no- Juan Pablo II vivió buena parte de su vida bajo un régimen
vedad importante para una renovada visión del capitalismo totalitario, por lo cual entendía muy bien lo que significa el
y el mercado: la antropología de la Constitución Pastoral desconocimiento sistemático de los derechos humanos, de la
Gaudium et spes. En ella, ante todo, se da una nueva con- dignidad de los trabajadores, y la ausencia de libertad en to-
dos los campos. Y así como reconoció que las instituciones
democráticas a pesar de sus defectos eran la mejor protección
disponible para los derechos fundamentales, llegó también a
84 
Cf. Rhonheimer, “The True Meaning of «Social Justice»”, 47. la conclusión de que el capitalismo con todos sus límites era

156 157
El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

la mejor garantía para la democracia.85 Esta postura asumía, integral y la considere como una particular dimensión de la
por un lado, una nueva valoración de las instituciones políti- misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respues-
cas liberales −ya perceptible en Pío XII, que en su radiomen- ta es absolutamente negativa.”
saje Benignitas et humanitas (1944) expresó la histórica opción
de la Iglesia católica por la democracia−; y ensayaba un nuevo Este texto manifiesta con claridad la asimetría a la que nos
modo de análisis social, más dependiente de la observación hemos referido, que de modo explícito o implícito acompa-
de la realidad que de la crítica ideológica. ña a la DSI a lo largo de su historia. De hecho, nunca se ha
aplicado al comunismo una distinción análoga, precisamente
En el célebre pasaje de Centesimus annus 42, este pontífice porque no sería posible delinear un comunismo moralmente
se pregunta: aceptable como “modelo alternativo” (CA 35.2). En cambio,
“¿Se puede decir quizá que, después del fracaso del co- está claro que la Iglesia distingue entre “una ideología radical
munismo, el sistema vencedor sea el capitalismo, y que ha- de tipo capitalista, que rechaza incluso el tomarlos [los proble-
cia él estén dirigidos los esfuerzos de los países que tratan mas de la pobreza] en consideración, porque a priori considera
de reconstruir su economía y su sociedad? ¿Es quizá éste el condenado al fracaso todo intento de afrontarlos y, de forma
modelo que es necesario proponer a los países del Tercer fideísta, confía su solución al libre desarrollo de las fuerzas de
Mundo, que buscan la vía del verdadero progreso econó- mercado” (CA 42.3) −que por supuesto condena− y una eco-
mico y civil?” nomía “libre”, “de empresa” o de “mercado” a la que adhiere.

No se trata de una valoración del capitalismo en abstracto, La condición para esta aceptación no es la intervención
o del capitalismo de los países desarrollados, sino del capita- constante del Estado en los mecanismos del mercado para di-
lismo como posible respuesta a las concretas necesidades de rigirlos o corregir sus resultados, sino que consiste en que la
los países recientemente liberados del yugo del comunismo, y libertad económica esté encuadrada “en un sólido contexto ju-
de los países pobres en general. Y la respuesta introduce una rídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral
trascendente distinción: y la considere como una particular dimensión de la misma”.
Y esto requiere, a su vez, que la vida de la sociedad esté fun-
“La respuesta obviamente es compleja. Si por «capita- dada en auténticos valores:
lismo» se entiende un sistema económico que reconoce el
papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, “Estas críticas van dirigidas no tanto contra un sistema
de la propiedad privada y de la consiguiente responsabi- económico, cuanto contra un sistema ético-cultural. En
lidad para con los medios de producción, de la libre crea- efecto, la economía es sólo un aspecto y una dimensión de
tividad humana en el sector de la economía, la respuesta la compleja actividad humana. Si es absolutizada, si la pro-
ciertamente es positiva, aunque quizá sería más apropiado ducción y el consumo de las mercancías ocupan el centro de
hablar de «economía de empresa», «economía de merca- la vida social y se convierten en el único valor de la sociedad,
do», o simplemente de «economía libre». Pero si por «ca- no subordinado a ningún otro, la causa hay que buscarla no
pitalismo» se entiende un sistema en el cual la libertad, en sólo y no tanto en el sistema económico mismo, cuanto en
el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido con- el hecho de que todo el sistema sociocultural, al ignorar la
texto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana dimensión ética y religiosa, se ha debilitado, limitándose
únicamente a la producción de bienes y servicios.” (CA 39.4)

Aquí se pone de manifiesto una idea tripartita de la socie-


85 
Cf. Novak, M., Adams, P., Social Justice, cap. XI. dad capitalista: un sistema económico (libre empresa), un sistema

158 159
El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

jurídico (el Estado de Derecho) y un sistema moral-cultural, de la riqueza de las naciones, por encima de la abundancia
íntimamente vinculados entre sí, idea que podría sintetizarse de recursos materiales. Y en esta perspectiva es posible apre-
en el concepto de “capitalismo democrático”.86 Una economía ciar la importancia decisiva del talento empresarial, capaz de
libre no debe organizarse contra el mercado, pero las deman- prever las necesidades de los demás y combinar los factores
das de éste deben ser adecuadamente controladas por las fuer- productivos a fin de satisfacerla (CA 32). Dicho proceso “que
zas de la sociedad y el Estado, de modo de garantizar que las pone concretamente de manifiesto una verdad sobre la per-
necesidades de toda la sociedad sean satisfechas (CA 35.2). sona, afirmada sin cesar por el cristianismo, debe ser mirado
Finalmente, la referencia que hace este texto a “la libre crea- con atención y positivamente”. En efecto,
tividad humana en el sector de la economía” revela el funda- “En este proceso están comprometidas importantes vir-
mento antropológico de esta posición. Existe un nexo causal tudes, como son la diligencia, la laboriosidad, la prudencia
entre la actividad creadora de Dios, el hombre como imagen en asumir los riesgos razonables, la fiabilidad y la lealtad en
del Creador, y la manifestación de esta semejanza en la creati- las relaciones interpersonales, la resolución de ánimo en la
vidad del hombre, su capacidad de invención, de iniciativa, de ejecución de decisiones difíciles y dolorosas, pero necesa-
empresa. De ahí se sigue que el derecho a la iniciativa económi- rias para el trabajo común de la empresa y para hacer frente
ca es un derecho humano fundamental, sólo segundo respecto a los eventuales reveses de fortuna.” (CA 32.3)
al derecho de libertad religiosa. Es más, el concepto mismo de
“capital” actualmente ya no está referido ante todo a las cosas Si esta nueva visión es posible, es porque el Papa supe-
o a la tierra, como en el capitalismo primitivo, sino más bien a ra el prejuicio habitual respecto de los “beneficios” (35.3), a
la “subjetividad creadora”, el capital humano. las que ahora reconoce un rol legítimo como reguladoras de
la vida de los negocios, sin perjuicio del reconocimiento de
“Si en otros tiempos el factor decisivo de la producción
otros factores, humanos y morales, “que en el largo plazo son
era la tierra y luego lo fue el capital, entendido como con-
al menos tan importantes” como aquélla.
junto masivo de maquinaria y de bienes instrumentales,
hoy día el factor decisivo es cada vez más el hombre mis- Proyectando las ideas precedentes al campo internacional,
mo, es decir, su capacidad de conocimiento, que se pone de si bien Juan Pablo II comparte las preocupaciones de su ante-
manifiesto mediante el saber científico, y su capacidad de cesor Pablo VI acerca de la brecha creciente entre países ricos
organización solidaria, así como la de intuir y satisfacer las y pobres, toma distancia de las tendencias asistencialistas y
necesidades de los demás.” (CA 32.4) proteccionistas promovidas en Populorum progressio.
Y esto se vincula a la prioridad del trabajo sobre el capital, “En años recientes se ha afirmado que el desarrollo de
afirmada en LE 15. En nuestro tiempo el rol del trabajo huma- los países más pobres dependía del aislamiento del merca-
no se hace cada vez más importante, como factor productivo do mundial, así como de su confianza exclusiva en las pro-
de la riqueza material e inmaterial: conocimiento, descubri- pias fuerzas. La historia reciente ha puesto de manifiesto
miento, investigación, empresa. Como muestra la experien- que los países que se han marginado han experimentado un
cia, hoy el “capital humano” se convierte en el factor decisivo estancamiento y retroceso; en cambio, han experimentado
un desarrollo los países que han logrado introducirse en la
interrelación general de las actividades económicas a nivel
internacional. Parece, pues, que el mayor problema está en
Cf. M. Novak, The Spirit of Democratic Capitalism, New York,
86  conseguir un acceso equitativo al mercado internacional,
Madison Books, 1991. fundado no sobre el principio unilateral de la explotación de

160 161
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los recursos naturales, sino sobre la valoración de los recur- llamado “principio de indiferencia”), la enseñanza de Cen-
sos humanos.” (CA 33.4) tesimus annus esbozada en el apartado anterior no canoniza
ningún sistema económico realmente existente.87 Por lo tan-
Los países pobres, a su vez, deben procurar abrir espacios to, cabría pensar que no existe una real contradicción con el
para la iniciativa económica de sus ciudadanos, derribando pensamiento de Francisco, cuyos duros juicios sobre el capi-
las trabas estructurales propias de los regímenes precapita- talismo se referirían a su funcionamiento actual, sin excluir la
listas (CA 35.4). posibilidad al menos teórica de un capitalismo virtuoso.
Esta valoración positiva no implica el desconocimiento de Tal sería el real alcance de algunos textos de su exhorta-
los problemas humanos ligados a la “destrucción creativa” ción Evangelii gaudium en los que el Papa se entrega a una apa-
(Schumpeter) que acompaña a este sistema (CA 33), y que sionada denuncia del “sistema económico imperante” (EG
incluso genera bolsones de pobreza en medio de las socieda- 54; 56; 59; 203), caracterizado como una “economía de exclu-
des avanzadas (el llamado “Cuarto Mundo”). Atender a las sión”, o como el “mercado” regido por una “autonomía abso-
necesidades de los más débiles es una labor en la cual a veces luta” (EG 202), o cuyos intereses son “regla absoluta” (EG 56),
el Estado tendrá un rol preponderante, mientras que en otros es decir, el “mercado divinizado” (EG 56), los “mecanismos
lo tendrá la sociedad civil. Tampoco aquella valoración im- sacralizados” (EG 54), la “idolatría del dinero” (EG 55; 57), el
plica aprobar versiones del capitalismo “primitivo” o “tem- “rechazo de Dios” (EG 57). “El sistema social y económico es
prano” que pueden encontrarse aún hoy en el Tercer Mundo, injusto en su raíz” (EG 59). El llamativo contraste con Juan Pa-
que “reflejan la crudeza de los momentos más oscuros de la blo II sería explicable: éste propone un ideal; Francisco critica
primera fase de la industrialización”, y que reducen a los tra- la situación presente.
bajadores a una condición de cuasi-esclavitud (CA 33.2).
Pero esta explicación no es del todo satisfactoria. Es signi-
A diferencia de este último, un capitalismo correctamen- ficativo el hecho de que estos juicios tan lapidarios no estén
te concebido debe poner límites morales al mercado hacién- acompañados por la correspondiente referencia al mercado,
dose responsable de las necesidades humanas a las cuales el la libertad económica, el dinero o las finanzas rectamente en-
mercado no puede responder, impidiendo que sean tratados tendidos; y que no se halle una sola crítica equivalente a la
como mercancías bienes que no pueden ni deben ser compra- economía dirigista. No hay elementos que permitan inferir
dos o vendidos, y socorriendo a los grupos sociales excluidos que Francisco valore el sistema capitalista o de libre empre-
que necesitan una asistencia que el mercado mismo no es ca- sa como tal. Sí abundan, sobre todo en sus discursos a los
paz de proveer (CA 40). Pero estas responsabilidades sociales movimientos populares, expresiones entusiastas sobre la
no legitiman el Estado asistencial “que provoca la pérdida de justa distribución de “tierra, techo y trabajo”, y de la econo-
energías humanas y el aumento exagerado de los aparatos mía popular como fenómeno llamado a sustituir el sistema
públicos, dominados por lógicas burocráticas más que por la actual.88 No se trata de “controlar” el mercado sino de reem-
preocupación de servir a los usuarios, con enorme crecimien- plazarlo por otra cosa. Al parecer, la respuesta “compleja”
to de los gastos” (CA 48.4). de Juan Pablo II (CA 46) se ha transformado en una respues-
ta “simple” en boca de Francisco (EG 194).

7.6. El Papa Francisco y la condena al “sistema”


Así como la opción por la democracia en Pío XII no equi- 87 
D. Hollenbach, “Christian Social Ethics after the Cold War”, 95.
valía a la opción por un sistema democrático en particular (el 88 
Cf. Francisco, Discursos a los movimientos sociales, 2014, 2015, 2016.

162 163
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Pero incluso si es cierto que el Papa condena al capitalis- vivió hasta asumir el pontificado inmerso exclusivamente en
mo como tal, no podemos obviar la pregunta de qué entiende las cuestiones pastorales y sociales de su país y de su conti-
el Papa por capitalismo. Novak afronta este tema, utilizando nente con poca conexión con aquel otro mundo. Sin duda, el
una distinción ya señalada por Hayek entre dos modelos de capitalismo que Francisco tiene en mente y condena en sus
capitalismo: el anglo-americano y el continental.89 En efecto, afirmaciones es el que ha podido observar a lo largo de su
el capitalismo desarrollado en el s. XIX en Francia, Alemania vida, el que ha producido las dramáticas situaciones sociales
e Italia, era una economía cuyo rol directivo estaba en manos que afrontó en su vida pastoral, y que ve en acción de muchos
del Estado, que distribuía derechos y privilegios, establecía modos en el campo internacional. La dificultad es que para
minuciosas reglamentaciones y pesados impuestos. Los “ca- este “capitalismo” moralmente irredimible no concibe otra
pitalistas” prosperaban más por sus conexiones políticas que alternativa que abandonar lisa y llanamente el sistema.
por sus dotes empresarias, con muy poco capital propio, asu-
Su promoción de la economía popular, de pequeños pro-
miendo escasos riesgos por estar eximidos de la necesidad de
pietarios unidos solidariamente en cooperativas, en una so-
competir. El capitalismo americano fue históricamente muy
ciedad de austeridad y trabajo, recuerda en muchos aspectos
distinto. En él, el impulso surgió principalmente desde abajo,
el distributivismo de fines del s. XIX, defendido por figuras
a través de la capacidad inventiva y el espíritu emprendedor
como G. K. Chesterton e H. Belloc.90 No se trata de una pro-
de gente común sin antepasados aristocráticos ni conexiones
puesta universal, sino que está dirigida específicamente a los
políticas pero perspicaces para descubrir necesidades del pú-
países pobres. Cabe preguntarse también si el Papa cree en su
blico y procurar las mejores respuestas.
viabilidad o más bien apela a su fuerza utópica. Pero es claro,
Huelga decir que en Latinoamérica en general −y en Argen- al menos, que ésta es su propia manera de insistir en aquello
tina en particular− el capitalismo ha llevado históricamente los que ya estaba presente en CA: el verdadero test de la mora-
rasgos de la primera variante descripta, incluso acentuando lidad de cualquier sistema económico es su capacidad para
sus rasgos más negativos. De este modo, si el capitalismo de rescatar a los pobres de su condición.
Europa continental, con todos sus defectos, puede hoy también
exhibir impresionantes logros, en la Argentina de Francisco
(cualquiera fuera el régimen de turno) el “capitalismo” enri- 7.7. Conclusiones
queció a los amigos del poder y no impidió que sectores cada Hemos comenzado refiriéndonos a la objeción moral que
vez más vastos de la población terminaran empantanados en pesa en las afirmaciones de la DSI sobre el capitalismo. En ge-
la pobreza, privados de toda posibilidad de ascenso social, de neral, esta objeción se manifiesta no sólo en la dureza de sus
modo que aquel término quedó asociado a la idea de desigual- juicios ante las consecuencias negativas que atribuye a este
dad, privilegio y contraposición de clases. No es de extrañar sistema económico, sino en algo que excede la simple distan-
que la valoración de la figura del empresario esté afectada en cia crítica que la DSI debe guardar frente a cualquier sistema:
nuestro país por un prejuicio profundamente acendrado. se trata sobre todo de una desconfianza de fondo, la tolerancia
A diferencia del Papa Wojtyla, que se fue convirtiendo en de un mal que no se puede evitar del todo. Históricamente ha
un buen conocedor de los mecanismos de la economía de em- prevalecido la tendencia a ver en el mercado un mecanismo
presa y su funcionamiento en el mundo anglosajón, Francisco neutro, sin ningún fundamento moral, que debe ser separado

89 
Cf. M. Novak, Social Justice, cap.XIII. 90 
Cf. T. Woods, Beyond Distributism.

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de su inspiración liberal, y ser moralizado desde fuera a través los bienes del mundo. Ciertamente como toda realidad tem-
del ideal de la justicia social, entendida casi exclusivamente poral necesita perfeccionarse, pero ello sólo podrá verificarse
como justa distribución, avalando así la constante interven- a través de una evolución lúcidamente orientada, y no recu-
ción del Estado para corregir sus resultados “injustos”. rriendo a la crítica indiscriminada y estéril, o a propuestas re-
volucionarias que siendo incapaces de aprendizaje histórico
Centesimus annus pareció un punto de inflexión, una su-
están condenadas a repetir los fracasos del pasado.
peración de la objeción moral contra el capitalismo en cuanto
que, sin dejar de lado la crítica de sus aspectos negativos (que No obstante −y en la línea de la visión que hemos expues-
muchas veces no son atribuibles al sistema sino al trasfondo to en el primer capítulo de este trabajo mostrando la DSI
cultural en el que funciona) puso a la luz su conexión con la como un marco de referencia para el diálogo, ante todo el
antropología y los principios sociales cristianos. Sin embargo, diálogo intraeclesial− debemos reconocer que en ese amplio
la enseñanza de Francisco, retomando y radicalizando la lí- espacio puede también defenderse una visión más favora-
nea anterior, demuestra la vigencia de dicha objeción. ble a la intervención del Estado y a la economía planificada,
siempre dentro de ciertos límites. Pero por las razones que
Como sugerimos antes, quizás se trate de un fenómeno
hemos expuesto en este capítulo, creemos que la economía
análogo al de la aceptación de la democracia política: en el s.
libre es más consistente con los fundamentos teológicos y
XIX la Iglesia la rechazó duramente; desde León XIII la admi-
antropológicos de la fe cristiana, sintetizados en los princi-
tió a partir del “principio de indiferencia” frente a los regíme-
pios de esta disciplina.
nes políticos; y a partir de Pío XII se profundizó una valora-
ción positiva que hoy consideramos una verdad adquirida.
Con el capitalismo, que aquí presentamos como la dimensión
económica de la sociedad democrática, posiblemente suceda
lo mismo en el s. XXI. Así como la Iglesia defendió en el s.
XIX el Estado confesional creyéndolo expresión acabada de
su propia tradición, hasta que, gracias a una nueva conciencia
histórica, pudo recuperar la idea específicamente cristiana de
la autonomía de lo político y lo religioso, del mismo modo la
Iglesia actual no logra desprenderse del todo de ideas econó-
micas que parecen consustanciales con su doctrina moral, y
sólo lo hará cuando logre recuperar la historia del “capitalis-
mo religioso” y reapropiarse así de su propia tradición para
proponerla con más claridad en el presente.
Ningún sistema alternativo ha mostrado la capacidad del
“capitalismo democrático” −funcionando en un marco polí-
tico y cultural adecuado− para responder a las exigencias de
la dignidad humana, su libertad creadora e iniciativa, para
dinamizar la subjetividad social, la subsidiaridad y la parti-
cipación, para estimular la solidaridad (como virtud de las
personas y no coacción del Estado) y para garantizar a todos
a través de la extensión de la propiedad privada el disfrute de

166 167
8. Tres versiones rivales de la reflexión social

Una idea muy extendida entre los católicos es la que con-


sidera la reflexión social de la Iglesia como una sola tradición
que se remonta a sus orígenes, y que está dotada de una rela-
tiva unidad y homogeneidad: “lo que” la Iglesia enseña o sos-
tiene (u “opina”, como se dice con frecuencia hoy). De ahí que
el título de este capítulo −una paráfrasis de la reconocida obra
de A. MacIntyre, Three Rival Versions of Moral Enquiry (Tres
versiones rivales de la ética)−91 pueda causar perplejidad. En ella
(compilación de un ciclo de conferencias dictadas en la Uni-
versidad de Edimburgo en 1988) este autor confronta la vi-
sión prevaleciente a fines del siglo XIX, centrada en la ilusión
de un creciente e ilimitado progreso racional de toda la hu-
manidad,92 con otras dos concepciones éticas representadas
respectivamente por Friedrich Nietzsche93 y León XIII.94 En su
exposición, MacIntyre sostiene la posibilidad de confrontar
estas tres visiones opuestas a fin de discernir cuál de ellas es
racionalmente superior y cuáles fracasan en sus propios tér-
minos y a la luz de sus propios estándares. En este capítulo
nos proponemos aplicar un esquema similar para analizar las
tensiones internas en la reflexión social de la Iglesia actual.

91 
A. MacIntyre, Three Rival Versions of Moral Enquiry. Encyclopaedia,
Genealogy and Tradition, London, Duckworth, 1990 (trad. esp.: Tres
versiones rivales de la ética, Madrid, RIALP, 1992).
92 
Esta tradición recibe su expresión canónica en la 9º edición de la
Encyclopaedia Britannica (1870-1890).
93 
Cf. Su obra Zur Genealogie der Moral (La genealogía de la moral, 1887).
94 
Cf. Su encíclica Aeterni Patris (1879).

169
El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

8.1. La DSI como tradición específica textos históricos y culturales en que se insertan. Es a partir
de esta visión universal que la DSI busca llegar a realidades
Si hoy mayoritariamente se sostiene que la DSI tiene fecha particulares como es la pobreza, la desigualdad o la injusticia,
de nacimiento, a saber, la encíclica de León XIII Rerum Nova- las tensiones entre clases, sobre las que reflexiona encuadrán-
rum, de 1891, es porque en este texto comienza a perfilarse dolas en el todo de la vida social: el pobre es ante todo un ser
una nueva idea de justicia, la justicia social, más cercana a los humano; una sociedad injusta o desigual no deja de ser una
desafíos históricos de la sociedad, más crítica del orden vigen- comunidad humana.
te, más global en su mirada, más dinámica para acompañar
el cambio social. Esto no significa que su enfoque concreto de b) Personalismo. La articulación de los mencionados princi-
las realidades socio-económicas fuera la única posible inter- pios sociales tiene como resultado un logrado equilibrio entre
pretación y aplicación de este nuevo ideal. Hemos señalado la persona y la sociedad, el bien personal y el bien común.
ya en capítulos anteriores algunos límites con los que nace La persona está ordenada a la sociedad y ésta a la persona.
este proyecto histórico. Aquélla no queda completamente subsumida en el “todo”
social, porque es un “todo” en sí misma. El bien común no se
Pero hay algo más importante que los méritos y sus even- confunde con la suma de los bienes particulares de los indivi-
tuales límites de esta orientación inicial. Los documentos so- duos, pero es definido de tal manera que hace lugar a los pro-
ciales, buscando preservar una básica continuidad, evolucio- yectos particulares de personas y grupos, y está al servicio.
naron progresivamente y profundizaron la reflexión sobre los Las personas no sólo contribuyen al bien común buscándolo
principios y el método, hasta definir los contornos básicos de de modo directo, solos o asociados, sino también persiguien-
una disciplina científica, perteneciente al campo de la teología do sus propios fines particulares de un modo compatible con
moral. Es innegable que los contenidos doctrinales han variado el bien de todos. Por eso mismo, la transformación social debe
notablemente a lo largo del tiempo, generando llamativas os- abarcar tanto los corazones como las estructuras: en todo real
cilaciones y discontinuidades en algunos temas, pero los prin- progreso de la sociedad tiene que estar comprometida la li-
cipios, la visión teológica y antropológica y el método han ido bertad y la virtud de sus miembros.
afianzando una identidad básica claramente perceptible, inclu-
so con relación a la historia de la reflexión social precedente. c) Énfasis creacionista. A su vez la perspectiva universal,
que busca esclarecer las estructuras básicas de la vida so-
cial, hunde sus raíces en la teología de la Creación: la fe en
8.2. Sus características la racionalidad inherente al orden creado, natural y humano.
Este orden ha sido herido pero no destruido por el pecado.
Podemos sintetizar la identidad de la DSI como tradición
Por ello, el designio divino de la redención no puede sosla-
a través de las siguientes características:
yarlo. La vida personal y social tendrán siempre una doble
a) Universalismo. Por empezar, la reflexión de la DSI parte dimensión: ciertamente, incluirán la lucha contra el pecado
del principio personalista, es decir, la afirmación de la dig- y sus consecuencias, pero ante todo consistirán en la realiza-
nidad de la persona humana como imagen de Dios, princi- ción del designio original de Dios, es decir, en el despliegue
pio del cual se derivan otros específicamente sociales: el bien y la realización integral de las propias potencialidades. Por
común, la solidaridad, la subsidiaridad, la participación y el eso mismo, no toda disfunción personal o social es atribuida
destino universal de los bienes. Este conjunto de principios (al menos exclusivamente) al pecado, ni se soluciona sólo con
refleja una perspectiva universalista: una visión del hombre algún tipo de “liberación”. Esta última está siempre al servi-
y de la sociedad humana, más allá de la diversidad de con- cio de la realización de la vocación original del hombre, que

170 171
El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

constituye siempre para él un desafío específico. Desarrollo y asunción precipitada y acrítica de las teorías revolucionarias,
liberación son dos consignas necesarias y complementarias. o que se estanque en un discurso bienintencionado pero inca-
paz de orientar la praxis. No basta criticar la realidad existente,
d) Autonomía de lo temporal. Este vínculo entre teología de
hay que proponer acciones, aunque en el caso de la DSI tales
la creación y teología de la redención se refleja también en el
propuestas tomen siempre la forma de orientaciones abiertas.
modo de concebir la relación entre razón y fe. La DSI recono-
ce la importancia de una adecuada interacción entre ambas, Para dar a su anuncio una dimensión propositiva seria y
en una circularidad hermenéutica que ha sido profundizada plausible la DSI debe evitar las críticas globales e indiscrimina-
especialmente por Juan Pablo II95 y Benedicto XVI.96 Desde su das propias del pensamiento utópico. La organización social,
origen, la DSI ha utilizado ampliamente la filosofía −más con- política y económica, se desarrolla y perfecciona en el tiempo.
cretamente, una versión moderna, racionalista, de la ley natu- No se trata generalmente de impulsar revoluciones, con el ries-
ral− para deducir conclusiones aplicables a la realidad social. go de dolorosos saltos al vacío, sino de orientar una adecuada y
Lentamente, sin embargo, fue incorporando el diálogo con las prudente evolución. La DSI ha abandonado el sueño de la “ter-
ciencias humanas y el recurso a la inducción. En general, se cera vía”, de un “modelo” de sociedad alternativo al capitalismo
puede decir que se ha desarrollado a lo largo de la historia de y al comunismo. Hoy es más consciente de su misión propia y
la DSI una conciencia de la necesidad de recurrir a mediacio- de sus límites, por lo cual no pretende proponer soluciones téc-
nes racionales para encontrar respuestas que la fe, por sí sola nicas a las complejas cuestiones de la sociedad moderna.
y directamente, no podía aportar. Además, ese fuerte compo-
f) Estilo dialogal. Todo lo dicho se condensa en el estilo pro-
nente racional garantiza la posibilidad de que el discurso sea
pio de la DSI del cual ya hemos hablado (supra, 2.9). Éste se
−al menos en principio− universalmente accesible y evaluable
caracteriza por un análisis orientado por los valores éticos y
en cuanto a su pretensión de verdad.
cristianos, sereno, racional, articulado, atento a la mediación
e) Talante crítico-propositivo. Otro equilibrio vinculado al an- de las ciencias humanas, abierto a un diálogo inclusivo, no
terior es el que busca la DSI entre su dimensión crítica y su encerrado en la perspectiva de un solo sector social. Recono-
dimensión propositiva. La pretensión de aplicar de un modo ciendo la historicidad y la imperfección inherentes la orden
directo las verdades de fe y los textos bíblicos a los complejos social, busca generar un espíritu de colaboración en la bús-
problemas sociales lleva habitualmente a un predominio de la queda comunitaria de respuestas para los reclamos de la jus-
denuncia profética, y a un simultáneo debilitamiento del as- ticia. Se propone estimular la reflexión, e iluminar el discerni-
pecto propositivo, ya que es propio de la profecía la simpli- miento de los destinatarios, es decir, de todos los miembros de
ficación, la ausencia de matices, la intransigencia. Para ello se la sociedad, presumiendo su buena voluntad. Todas éstas son
basa en verdades reconocidas o reconocibles por el interlocu- precondiciones indispensables para un verdadero diálogo.
tor, porque se trata sobre todo de una apelación a la concien-
cia: que el destinatario de la denuncia haga lo que ya sabe (o
debería saber) que debe hacer. Por eso, el predominio excesivo 8.3. Teología de la liberación
del discurso profético suele desembocar en el maniqueísmo, Nacida a fines de los años ’60, la TL en sus diversas ver-
con el peligro de que el vacío propositivo sea llenado con una tientes presenta características diferentes a la DSI.97 Su pe-

95 
Cf. Juan Pablo II, Fides et ratio (1998). El nombre surgió poco antes de la Conferencia de Medellín, en 1968,
97 

96 
Cf. Benedicto XVI, Deus caritas est (2005). cf. TL (1990), 18. Tomo como referencia fundamental de las ideas de la

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

culiaridad se origina en el hecho de que, al igual que los tes y función de los laicos.98 Además, de hecho la Iglesia ya
documentos de Medellín, la TL refleja la recepción crítica estaba comprometida con el orden establecido. Su pasividad
del Concilio Vaticano II en Latinoamérica. era de por sí una opción implícita. Se trataba de decidir si con-
tinuaría legitimando dicho orden, o se alzaría como instancia
El Concilio, en efecto, había representado un giro en el
crítica y revolucionaria.99
modo de comprender la relación de la Iglesia con el mundo.
Lumen gentium había pasado de una visión eclesiocéntrica −re- En nuestro contexto no parecía posible compartir el op-
sabio del régimen de cristiandad, en el cual el mundo debía es- timismo de la lectura conciliar de los signos de los tiempos:
tar al servicio de la Iglesia y sus fines− a la actual concepción de en Latinoamérica estos signos son sobre todo la pobreza y
la Iglesia como Misterio y Sacramento universal de salvación, la opresión. Por eso mismo la Iglesia en este continente no
al servicio del mundo. Por otro lado, Gaudium et spes formuló asumió mayormente el llamado al desarrollo ni la teología
el principio de la legítima autonomía de las realidades tempo- que lo funda, sino que asumió de la sociología el concepto
rales (GS 36), que implicaba una virtual reconciliación con las de dependencia: el desarrollo de los países ricos es la causa del
legítimas aspiraciones de la modernidad. Una lectura positiva subdesarrollo de los países pobres. Sólo una liberación integral
de los “signos de los tiempos” creaba, además, una atmósfera (económica, social, cultural y espiritual) pondrá a nuestros
de optimismo e inspiraba el abordaje de los temas sociales, par- países en el camino de su propio desarrollo.100
ticularmente, el llamado al desarrollo.
Esto significaba identificar lo que se consideró la raíz
En Latinoamérica, la recepción del mensaje del Concilio estructural de la pobreza, y la Iglesia, en la medida en que
fue dispar. Por un lado, hubo una acogida positiva de la re- no asumía la verdadera profundidad del problema se hacía
novada visión de la Iglesia y su misión en el mundo; y de funcional a la situación presente. Para ser verdaderamente
la salvación entendida como una noción integral, que vuel- Pueblo de Dios y sacramento universal de salvación, debía
ve a conectar el orden sobrenatural con el orden natural, lo transformarse en una “Iglesia pobre”, que no se colocara en
personal y lo comunitario, incluyendo la realidad social. Pero un espacio neutral y abstracto sino del lado de los pobres.
causaba viva insatisfacción el escaso lugar que se asignaba al No se trataba sólo de preocupación o amor por ellos, sino de
problema de la pobreza, tan agudo y urgente en nuestro con- una opción práctica y radical de participar en su lucha por la
tinente. El principio de la autonomía de lo temporal resultaba justicia y la dignidad.
poco convincente, no porque se negara consistencia propia a
La TL nace precisamente de esta praxis orante y compro-
lo creado sino porque parecía legitimar el orden establecido.
metida, para convertirse luego en una reflexión sobre ella. Y
La cuestión de la laicidad frente a una fe que invade ámbitos
que no les son propios era una problemática europea. En La-
tinoamérica el problema era exactamente el contrario: una fe
que no asumía suficientemente su función propia en el mun- 98 
Cf. G. Gutiérrez, Teología de la Liberación, 80, 96 (en adelante: TL,
do en favor de la justicia, situación que se veía como producto nos referiremos a la edición de 1972 a menos que indiquemos una
de una separación tajante entre evangelización y orden social, edición posterior).
misión espiritual y misión temporal, función de los sacerdo- 99 
Cf. TL, 163, 293, 342. En este sentido, la Iglesia ha sido un “con-
tra-testimonio”, ibid, 363. Esta situación ha cambiado positivamente
en Latinoamérica a partir de Medellín, TL (1990), 41ss.
100 
Cf. En virtud del fenómeno de la dependencia, “el desarrollo au-
TL para este apartado la obra de G. Gutiérrez del mismo nombre, que tónomo de América latina es inviable”, TL 1972, 125. Relativizando
es considerado unánimemente como su texto fundacional. más tarde la adhesión a esta teoría, TL 1990, 25.

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

se considera que esta nueva epistemología debe permear toda pobreza. En cambio, comenzando por el pobre, explotado o
teología, que toda ella está llamada hoy a ser reflexión crítica marginado, es posible alcanzar la verdadera universalidad, la
sobre la praxis. Entre ortodoxia y ortopraxis existe entonces mirada abarcadora e inclusiva que permite discernir las exi-
una relación circular, pero con primacía de la praxis.101 gencias de una sociedad justa e igualitaria.104
No hay razón, entonces, para negar la existencia de clases
***
con intereses contrapuestos, ni para reconocer que quienes
De esta visión general brotan las principales característi- son favorecidos por el statu quo procurarán defender sus pri-
cas que presenta esta corriente teológica, más allá de sus múl- vilegios. En una sociedad clasista, el encomio de la armonía
tiples versiones: social cumple una función ideológica. La lucha por la justicia
se vuelve inseparable de la lucha de clases, y la meta final no
a) Particularismo o parcialidad. El punto de partida y primer puede ser otra que la victoria sobre los opresores y la instau-
“lugar teológico” de esta modalidad de reflexión social cris- ración de una sociedad sin clases.
tiana no será el hombre, su naturaleza, dignidad y vocación,
sino el pobre en su situación concreta de carencia y opresión; Es importante destacar que en la TL la opción por los po-
no será la sociedad y sus estructuras básicas, sino las socieda- bres no deriva necesariamente en una idealización de la po-
des pobres, injustas y desiguales, condenadas a la dependen- breza, sino que se suele distinguir entre la pobreza material
cia por las sociedades ricas, a través de las élites locales sos- (que es un mal), la pobreza espiritual y la pobreza como com-
tenidas para su servicio. El rol de la Iglesia, en este contexto, promiso de solidaridad y de protesta.105
no puede ser el de promover la concordia, que sería simple- b) Comunitarismo. El concepto de clase −colectivo econó-
mente un modo de consagrar el presente estado de cosas, sino mico-social homogéneo poseedor de un idéntico interés− y
ponerse de parte de los pobres en su lucha por la liberación en la convicción de que lucha entre clases es inevitable llevan
contra de la opresión neo-colonial y sus testaferros.102 a una fuerte acentuación del elemento comunitario sobre el
Pero este particularismo y parcialidad, lejos de ser consi- personal. El individuo parece no tener existencia propia fuera
derados un defecto, son una perspectiva asumida de modo de su inserción en una determinada clase y en la defensa de
consciente y deliberado.103 El universalismo de la DSI según los intereses de la misma. Entender esto es objetivo de la con-
esta visión tiene un carácter abstracto y es incapaz de captar cientización, que permite sacar al individuo de su estado de
la realidad histórica que viven los pueblos de nuestra región, alienación.106 El individuo encuentra su verdadera identidad
y vuelve relativamente invisible o inocuo el fenómeno de la y libertad dentro de la narrativa, los valores y los fines de su
comunidad, realizándose a través de su acción comunitaria,
de su participación en la lucha por la liberación. No hay espa-
cio para la reserva, la autonomía o la distancia crítica propias
101 
TL 1972, 26ss.; TL 1990, 37-38.
102 
Cf. TL 1972, 127, 148, 178-179, 352. Soslayar el conflicto sería to-
mar partido por los opresores, 356.
103 
“Para conocer la esencia humana es necesario y es mejor hacerlo
104 
Cf. TL, 357-358. La idea del sacerdote como “hombre de unidad”
desde y para los pobres que desde y para los poderosos”, J. Sobrino, supone convertirlo en una pieza del sistema imperante, 359. Contra
El principio de Misericordia (EPM), 22. “Creemos, pues, en un Dios el “mito de la comunidad cristiana”, citando a Schillebeex, ibid.
bueno y en un Dios parcial”, ibid. 23, 173. El hecho de que Dios se 105 
Cf. TL, 366ss.
haya revelado a los pobres introduce en la historia el “principio de 106 
La civilización “nueva” y “más humana” “se traduce en dar pri-
parcialidad” y el de “des-centramiento”, ibid. 60ss. macía a la persona sobre el individuo”, cf. EPM 22.

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

del concepto de ciudadano. La moral social y el bien común La DSI parte de la vocación del hombre a dominar la tierra
absorben la moral y el bien personal. (Gen 1) y a partir de ella elabora una teología del desarrollo
como realización del hombre y humanización del mundo, y
c) Énfasis redencionista. La exaltación del trabajo, del de-
por ese camino conecta con el ideal moderno del progreso. La
sarrollo y el progreso por parte de teólogos de los países de-
TL presta escasa atención a estos aspectos: el pobre no está en
sarrollados inspirados en la teología de la creación adolecen
condiciones de responder a ese llamado hasta no ser liberado.
para la TL de una evidente ingenuidad.107 La pobreza no es
El ideal del desarrollo, por su parte, si bien ha tenido utilidad
en primer lugar consecuencia de la escasez sino de la injus-
para los países del Norte, en nuestro continente ha quedado
ticia estructural, de las estructuras de pecado. Por eso ella
desacreditado tras el fracaso de los proyectos para el desarrollo
es la “negatividad fundamental”, es pecado “objetivado”,
en los años ’60 del siglo pasado.112 En todo caso, una vez libe-
“ultimidad negativa”, por ser aquello “que da muerte”.108
rados, los pobres encontrarán caminos para plasmar su propio
La liberación política es lo que permite evitar la separación
proyecto de desarrollo, tomando distancia del modelo materia-
entre el orden de la creación y el de la redención.109 Pero al
lista y consumista que prevalece en los países ricos.113
reconducir toda disfunción social al pecado, en la visión de
la TL las categorías de pecado, conversión, redención, libera- d) La unidad de órdenes: integralismo. El principio de la autono-
ción adquieren una centralidad excluyente que desplaza las mía de las realidades temporales (GS 36) despierta recelos en la
categorías creacionales. TL. El Concilio había dado un lugar central al problema del con-
flicto con la modernidad, y creyó resolverlo reconociendo a la
El pobre no es, en este enfoque, el hombre caído y redi-
realidad secular −en sus diferentes ámbitos y en particular a las
mido del que habla GS. El pobre encarna el sufrimiento ino-
ciencias que los estudian− un ámbito específico que la fe debía
cente, y con él prolonga en la historia la presencia redentora
respetar. Esto está en armonía con la idea de Creación: las cosas
de Cristo Crucificado.110 El pecado es ante todo un concepto
creadas tienen leyes y consistencia propia que debe ser recono-
social: consiste principalmente en la complicidad con las es-
cida y respetada. Para la TL, en cambio, la idea de autonomía
tructuras opresoras. Por supuesto, esto no significa negar la
puede ser una manera de blindar la realidad social frente a la
existencia de pecados personales, ni tampoco implica soste-
fe y su potencial transformador. Es necesario integrar estrecha-
ner que los pobres no pecan. Pero esos pecados no tienen, por
mente lo sobrenatural y lo natural, la salvación y la promoción
así decirlo, relevancia socio-política directa.111
humana, la fe y la política, contra la separación promovida por
la sociedad liberal y burguesa, y la teología que la legitima.

107 
Cf. TL, 234.
108 
Cf. EPM, 51ss, 135ss. “una situación de pecado social”, DP 28. El pecado de los opresores,
109 
Cf. Tl, 233. por sus dimensiones, relativiza el pecado de los pobres, EPM 139.
110 
Se trata de los “Pueblos crucificados”, EPM 86ss.; actualización 112 
La crítica al concepto de desarrollo como tal y al “desarrollismo” ca-
del misterio de Cristo crucificado, cf. Ibid., 86; cuyo sufrimiento tiene racterístico de esa década parecen indebidamente fusionadas, TL 1972,
alcance salvífico para la humanidad, cf. Ibid., 87; pero urge “bajarlos 50ss., 117. En todo caso, hoy hay mayor conciencia de la importancia
de la cruz”, ibid, 90. del factor institucional, que Gutiérrez ignora en su obra. Sobre su im-
111 
La pobreza es el analogatum princeps del pecado, y quienes la in- portancia decisiva: cf. D. Acemoglu; J. Robinson, Why Nations Fail?
fligen comportándose como ídolos (que exigen víctimas para subsis- 113 
Incluso, el objetivo es la “civilización de la pobreza”, o al menos
tir), el analogatum princeps del pecador, cf. EPM 98. “La realidad lati- de la austeridad, frente al sueño imposible de la abundancia para
noamericana está en una situación de pecado”, Med, Paz 1; expresa todos, EPM 22, 92 ss., 130.

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

La Iglesia no puede encerrarse a sí misma, en el reino de lo han caído las teorías elegidas no parece haber afectado sus
“espiritual”, sino que debe involucrarse activamente en la lu- diagnósticos y su pensamiento de modo perceptible.
cha por la justicia.114 Es más, en América latina la fe y la Iglesia
e) Talante profético. Si todas las disfunciones sociales pue-
poseen de hecho una compleja dimensión pública y política
den reconducirse a la causa única de la injusticia y de peca-
que es preciso asumir y orientar críticamente.115 La Iglesia no
do, es lógico que en el discurso de la TL prevalezca el tono
tiene otra opción que asumir su rol político. Es cierto que no
profético, la crítica y la denuncia, dirigida contra las estructu-
existe relación inmediata entre la fe y la acción política, pero
ras de pecado y quienes buscan perpetuarlas.119 La TL exhibe
tampoco están separadas. Ambas se conectan y enriquecen
una tendencia a la condena global del “sistema imperante”
mutuamente por medio de la utopía, que es una elaboración
(es decir, el capitalismo) con criterios de juicio que no pare-
racional: el proyecto de crear un “hombre nuevo” y una so-
cen aplicarse con el mismo rigor a los sistemas socialistas. Por
ciedad nueva.116 El objetivo no es, entonces, revivir figuras del
su parte, el aspecto propositivo de su discurso no recibe una
pasado (integrismo) sino instaurar un nuevo orden específica-
atención comparable, asumiendo un tono utópico e impreciso.
mente cristiano (integralismo).
Pero es claro que a partir de una crítica tan radical a las
Nos encontramos así con una redefinición radical de la ac-
estructuras sociales una postura reformista sería claramente
tividad política en términos místicos y utópicos, que pese a
insuficiente. La única respuesta proporcionada a la denuncia
sus esfuerzos en contrario no logra escapar del peligro del me-
profética es la revolución,120 que no excluye la “violencia jus-
sianismo político. La relación fe y política ilustra la ambigüe-
ta” como respuesta a la “violencia institucionalizada”.121 Y si
dad de la TL. Por un lado expresa una profunda valoración de
el capitalismo es la principal fuente de injusticia y desigual-
las ciencias como mediaciones racionales,117 como, por ej., su
dad en el mundo, el socialismo cristiano es la única solución
utilización del análisis marxista o algunos de sus elementos.
verdaderamente alternativa. La socialización de los medios
Pero estas mediaciones parecen entrar en juego sólo en un
de producción y una “justa” distribución de la riqueza por
segundo momento, de un modo instrumental, una vez que
parte del Estado permitirá poner fin al enfrentamiento de cla-
la realidad social ha sido aprehendida en sus componentes
ses y dar nacimiento a un hombre nuevo y a una sociedad
esenciales a partir de la fe y de la experiencia: la interpreta-
auténticamente solidaria.122
ción de la pobreza exclusivamente a la luz de la dependencia,
la opción por el socialismo y contra la propiedad privada de
los medios de producción.118 De hecho, el descrédito en que

Sobre el abandono de sus primeros instrumentos de análisis, TL


114 
Cf. TL, 80ss., 96. La liberación no es pre-evangelización sino parte (1990), 22-25.
de la salvación. Se trata de una misma y única historia. La gracia, 119 
Cf. TL, 162, 345.
como iniciativa divina, es el impulso inmanente del proceso de libe- 120 
Cf. TL, 126; optar por la mera reforma sería optar por el “siste-
ración, ibid. 211. ma”, ibid. 181; la “utopía” debe ser revolucionaria, no reformista,
115 
Cf. TL, 296. ibid., 311; debe ser un cuestionamiento radical del orden actual,
116 
Cf. TL, 316-317. Sobre la creación del “hombre nuevo”, cf. Ibid, 190. ibid. 345.
117 
La TL “ha usado siempre las ciencias sociales en su campo propio, 121 
Cf. TL 1972, 149-150. La referencia a la “violencia institucionaliza-
en lo que aportan al nivel del análisis”, Cf. TL (1990), 27. da” se encuentra en Medellín, Paz, 72. A juicio de Gutiérrez, “todo el
118 
Cf. Sobre la dependencia, TL, 125; sobre el socialismo, ibid., documento está construido sobre este enfoque”, ibid. Nota 28.
156; sobre la propiedad social de los medios de producción, 157. 122 
Cf. TL 1972, 156.

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f) Estilo dialéctico. En virtud de los rasgos mencionados, la profundizando la línea de GS, desarrolló la idea de la evange-
TL suele caracterizarse por un estilo más apasionado y com- lización de la cultura.125
bativo. Es menos propensa a los matices y a las valoraciones
El ser humano solo puede ser entendido en modo integral
diferenciadas. Su discurso es marcadamente moralizante,
cuando se lo considera en su enraizamiento en una cultura
radicalmente crítico, utópico y revolucionario. Avanza a tra-
particular, es decir, en un conjunto de valores compartidos
vés de fuertes contraposiciones: pobres, ricos; explotados y
de una comunidad, que da forma a un estilo de vida y hace
explotadores; reformismo, revolución; pro-sistema, anti-sis-
de los miembros de dicha comunidad un Pueblo. El Pueblo es
tema; estructuras de pecado y utopía; desarrollismo, libe-
sujeto de la historia, tiene aspiraciones, voluntad y proyecto.
racionismo; etc. Es claro que un llamado al diálogo amplio,
Y en el corazón de cada cultura/pueblo se encuentra un senti-
tan habitual en la DSI, quedaría fuera de contexto. No existe
do de trascendencia y un modo particular de relacionarse con
presunción de buena voluntad para quienes piensan distinto:
Dios, que modela en lo más profundo su identidad. Es ésta la
ese mismo hecho los ubica entre los enemigos de clase. La TL
profundidad que la evangelización está llamada a alcanzar en
sostiene que la Iglesia debe dirigir su mensaje sólo a los opri-
cada cultura.
midos, para concientizarlos y politizarlos, despertándolos a
la conciencia de clase.123 En Latinoamérica esa fe se expresa principalmente en la
religiosidad popular (RP), que refleja la esencia de la cultu-
ra del Pueblo/Nación, y constituye su factor unificador más
8.4. La Teología del Pueblo profundo. Vistos desde la perspectiva de su fe, los diferentes
Los documentos de Medellín (1968) dieron expresión a Pueblos o Naciones son “encarnaciones” históricas de la úni-
muchas de estas ideas, pero la radicalidad de la TL preocupó ca Iglesia de Cristo, el Pueblo de Dios, que no es una abstrac-
a obispos y teólogos que percibían el riesgo que implicaba ción sino una realidad histórica que toma cuerpo en aquéllos.
un recurso inédito al análisis sociológico y en particular, al De esta manera se evitaría una concepción extrínseca del lu-
método marxista.124 Las críticas no sólo provenían de las auto- gar de la Iglesia en el mundo, desencarnada y ahistórica.
ridades vaticanas. A principios de los años ’70 se produjo un Siguiendo la “lógica de la encarnación”, la TP busca expli-
choque entre la TL y su derivación argentina, la Teología del car esta relación entre la Iglesia y los pueblos recurriendo por
Pueblo (TP). Para el teólogo argentino Lucio Gera –fundador analogía al principio de Calcedonia, según el cual las dos na-
de esta corriente− la primera preocupación no era tanto la li- turalezas de Cristo −divina y humana− coexisten en la única
beración económica, sino la cultural y religiosa. La mediación persona del Verbo de Dios sin confusión ni separación.126 De
requerida, por lo tanto, no es ante todo la sociológica y menos este modo, la TP niega la existencia de una verdadera alteri-
aún la de inspiración marxista (una ideología tan “ilustrada”
y europea como la liberal), sino la cultura católica del Pueblo
latinoamericano. Esta idea encontró apoyo en el magisterio
pontificio: la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, que 125 
En la misma línea trabajaron los miembros de la Coepal (Comi-
sión Episcopal de Pastoral), Rafael Tello, Justino O’Farrell, Gerardo
Farrell, Carmelo Giaquinta, Domingo Castaña y Guillermo Rodrí-
guez Melgarejo.
Cf. TL 1972, 127, 133, 161, 349.
123  126 
Este principio fue proclamado en el Concilio de Calcedonia (451),
Preocupaciones expresadas en los documentos de la Congrega-
124 
IV concilio ecuménico, que condenó el monofisismo, es decir, la he-
ción para la doctrina de la Fe, Libertatis nuntius (1983) y Libertatis rejía que afirmaba que la naturaleza humana de Cristo había sido
conscientia (1986). absorbida en la naturaleza divina.

182 183
El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

dad entre la comunidad política y la comunidad eclesial: son blo”.128 Sólo el peronismo fue reconocido por el Pueblo como
dos aspectos de una misma y única realidad, como Cristo es la adecuada expresión de su identidad y sus aspiraciones. La
una subjetividad única (divina) en dos naturalezas. Esta con- TP considera a los movimientos populares y sobre todo al pe-
clusión −nunca tematizada por los autores de esta línea, pero ronismo como la expresión política del Pueblo de Dios en la
ineludible− está en claro contraste con GS, que presenta a la Argentina, y la doctrina social y política de dicho movimiento
Iglesia y a la comunidad política como comunidades distintas, sería la que mejor expresa la DSI.129
dos sujetos, cuya relación se rige por los principios de respeto
La TP entiende que gracias a la idea de la evangelización
de la respectiva autonomía y la cooperación.127
de la cultura y del servicio a la religiosidad popular logra evi-
La principal tarea que se propone la TP es la de compren- tar el riesgo de las ideologías, y en particular puede tomar
der la riqueza espiritual y teológica de la religiosidad popu- distancia tanto del liberalismo como del marxismo, doctrinas
lar. Ésta no es una religiosidad degradada, de segunda clase, ambas de origen europeo, ilustradas y ajenas a nuestra cultu-
respecto al catolicismo “iluminado”. Es por el contrario ver- ra. De esta manera quedaría preservada, a su juicio, la centra-
dadera sabiduría, la sabiduría del Pueblo de Dios, que lleva lidad de la fe.
en su corazón la Unción del Espíritu Santo por el bautismo, y
En la TP encontramos presentes casi todos los rasgos ca-
que se manifiesta especialmente en los pobres. La Iglesia, con
racterísticos de la TL: el particularismo y la parcialidad (la
su teología y su pastoral debe ponerse al servicio de la reli-
pobreza como punto de partida), comunitarismo (el indivi-
giosidad popular, para preservarla, purificarla y promoverla
duo y su proyecto personal absorbido en el sujeto colectivo
en sus valores.
“Pueblo”), la primacía de la teología de la redención sobre la
Este interés en la religiosidad popular no significa avalar teología de la creación, una fuerte relativización de la auto-
una espiritualidad de evasión que rehuya la lucha por la justi- nomía del mundo, de las ciencias y de la sociedad, un talante
cia social. Para la TP la religiosidad popular no sólo da expre- marcadamente profético y utópico junto a una visible (y aún
sión a las aspiraciones a la justicia y la dignidad de los pobres más marcada) debilidad propositiva.
sino que posee en sí un potencial liberador capaz de llegar a
Pero su principal diferencia radica en la acentuación de
la raíz misma de su opresión, el neo-colonialismo cultural,
la mediación cultural sobre la sociológica, una tendencia a
y a partir de allí es capaz de animar y guiar un proyecto de
sustituir el aporte de las ciencias analíticas por el recurso a
liberación social. Para hacer realidad este proyecto no es ne-
la antropología cultural, la historia e incluso la simple “mi-
cesario ni deseable que políticos y teólogos traten de definir
rada de fe”. Su resultado ha sido, de hecho, una impactante
de antemano las nuevas instituciones que deben reemplazar
idealización de los pobres como depositarios privilegiados
las viejas. Cuando llegue el momento, el Pueblo sabrá darse
aquellas que mejor correspondan a su esencia.
En Argentina, la élite liberal dio al Pueblo instituciones
políticas que eran ajenas a su idiosincrasia, al “genio del Pue-
128 
La expresión pertenece a Johann Gottfried von Herder (1744-
1803), filósofo, teólogo y crítico literario representante del roman-
ticismo alemán, y es utilizada en el documento político más im-
portante del episcopado argentino, Iglesia y Comunidad Nacional
127 
Según Lucio Gera, “no debemos pensar que el Pueblo de Dios y el (1981), 114.
pueblo civil son dos pueblos. Sino que prácticamente es uno mismo, 129 
Para apreciar el modo en que la TP está ligada a una especial lec-
es decir, un mismo sujeto determinado por dos dimensiones distintas: tura de la historia argentina, cf. J. C. Scannone, La teología del pueblo,
la fe y la cultura, pero un mismo sujeto colectivo”, cf. Escritos, I, 626. 119-160.

184 185
El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

de la sabiduría cristiana, y de su espiritualidad característi- 1984) que ataca no sólo sus “excesos” sino también algunos
ca, la piedad popular, que pasa de sufrir una postergación de sus postulados básicos.
prejuiciosa a convertirse en el modelo y medida de toda la
A juicio de este documento, el análisis marxista no es
espiritualidad cristiana. En esto se diferencia tanto de Mede-
separable del conjunto del “sistema” y de la “ideología”
llín como de la TL, que muy claramente discriminan entre po-
marxista (VII, 6). En particular, se refiere a la inaceptabili-
breza material, pobreza espiritual, y pobreza como opción.130
dad de la teoría de la lucha de clases como ley estructural
Más aún, a medida que la religiosidad popular se hacía más
fundamental de la historia (IX, 2). Asimismo, se señala el
sincrética, esta idealización paradójicamente se ha acentuado,
“inmanentismo historicista” por el cual “se tiende a identi-
ignorando el dato básico de la historicidad y evolución cons-
ficar el Reino de Dios y su devenir con el movimiento de la
tante de los fenómenos sociales,
liberación humana”, que consiste en el “proceso de auto-re-
La sustitución del concepto dialéctico de clase por una dención del hombre a través de la lucha de clases” (IX, 3).
noción holística de Pueblo, y sobre todo la virtual identifica- De este modo, la fe queda radicalmente subordinada a un
ción de la pobreza material con la pobreza evangélica (válida criterio político (IX, 5). Por su parte, en referencia a la epis-
sólo en principio para nuestro Continente) fue moderando temología de la TL, se advierte que la idea de que la verdad
en los años ’70 las tendencias socialistas y revolucionarias, y sea sólo posible en el interior de la “praxis” revolucionaria
configurando una visión espiritualizada y romántica. La re- es una concepción pervertida de la verdad (VIII, 1-8). Se ter-
ligiosidad popular, a despecho de las expectativas de trans- mina así sustituyendo la ortodoxia por la ortopraxis y recha-
formación social depositadas en ella, fue mostrándose con el zando la DSI como ideo­ló­gica y burguesa (X, 1-4).
tiempo claramente como una espiritualidad conservadora.
En el caso de la TP, su distancia con la DSI puede quedar
parcialmente disimulada por el hecho de que su relación con
8.5. Conflictos y convergencias el magisterio pontificio ha sido diferente al de la TL. Empu-
jados, sin duda, por la creciente oposición de la Santa Sede
Si los textos de Medellín podían alimentar la esperanza hacia esta última, los teólogos del Pueblo se volcaron al tema
de una pacífica asimilación de la TL a la DSI (o incluso una de la cultura, una orientación menos conflictiva y más acep-
“conversión” de esta última en dirección a la primera),131 el table para Roma, sobre todo desde Evangelii nuntiandi. La TP
curso de los acontecimientos mostró hasta qué punto se tra- podía hacer causa común con la Santa Sede en la crítica al
taba de dos tradiciones heterogéneas. Hemos visto que la análisis sociológico de inspiración marxista que permeaba
TL nació con una actitud crítica hacia la DSI de cuño euro- en diferentes grados el pensamiento de los defensores de la
peo, buscando un camino propio que se alejaba en muchos TL. Al mismo tiempo, la creciente moderación de la TP en
puntos de los principios y conceptos básicos de la DSI. Esto lo referido a la transformación social daba tranquilidad a las
es puesto en evidencia en la dura condena por parte de la autoridades romanas, aunque suscitó críticas acerbas desde
Congregación para la Doctrina de la Fe (Libertatis nuntius, la TL.132 El Documento de Puebla selló el triunfo de la TP y su

Un conocido texto de G. Gutiérrez lo expresa con claridad: “Si el


132 
130 
Cf. Med XIV, 2.4 ; TL, 366ss. Algunas matizaciones posteriores se gran desafío a la fe en América Latina es la ideología secu­la­ris­ta y
acercan a la línea cultural de la TP, TP (1990), 26, 34, 39. no el hecho brutal de la explotación de los pobres del continente, el
131 
TL, 268. Dios providente ocupará el lugar del Dios que libera, el puesto que

186 187
El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

consagración como expresión fundamental del pensamiento Por otro lado, la noción de la religiosidad popular va liga-
de la Iglesia Latinoamericana. da en la TP a otros conceptos básicos de su pensamiento: el
lugar especial asignado a la racionalidad pre-reflexiva del Pue-
Sin embargo, la aparente armonía de superficie entre la
blo cristiano (contrapuesta a la racionalidad “ilustrada”), a la
TP y la DSI no puede disimular las grandes diferencias que
cual no sólo se le reconoce una presunción de verdad, sino que
las separan. No tendría sentido repetir aquí las características
se la identifica con una especie de instinto espiritual o incluso
que comparte con la TL en contraste con la DSI. Resulta útil,
con el sensus fidei; la idea de que la sabiduría cristiana reside
en cambio, ilustrar estas diferencias con algunos ejemplos:
principalmente en una clase social, los pobres, mientras que las
1. La piedad popular. Es un tema donde en apariencia se en- clases medias y altas se encuentran culturalmente alienadas;
cuentra una gran sintonía entre el magisterio pontificio y el la existencia de un sujeto colectivo cultural y religiosamente
latinoamericano. Incluso podemos señalar como signo de este homogéneo, como una “encarnación” particular de la Iglesia
entendimiento, el extenso directorio sobre la piedad popular y universal, dotado de intuición, voluntad, y proyecto; la piedad
la liturgia.133 Sin embargo, basta dar una mirada cursiva a este popular como la fuerza transformadora y regeneradora de la
texto para constatar que su idea de la piedad popular es mucho sociedad; la necesidad de una “conversión” de toda la socie-
más definida y restringida que en la TP. Por ella el Directorio dad a los pobres y a sus valores, etc. Hasta Francisco es difícil
entiende una religiosidad íntimamente vinculada a conteni- encontrar en la DSI vestigios de esa visión.
dos centrales de nuestra fe, como el Via Crucis, el Rosario, las
2. La opción preferencial por los pobres. Con toda razón se su-
peregrinaciones marianas, etc. La TP asigna a esta noción un
braya que este principio, elaborado por el magisterio latinoa-
contenido más fluido, sin límites precisos, menos ligado a con-
mericano, ha sido asumido por la DSI (SRS 42). Pero aun si de-
tenidos religiosos o éticos determinados. ¿Se podría extender
jamos de lado las posibles distinciones entre “opción”, “amor”
sin más la valoración que hacen los pontífices anteriores a Fran-
o “solicitud preferencial”,135 y las interpretaciones sobre su uso
cisco de la “religiosidad popular” a todas las expresiones que
en uno y otro contexto, es evidente que el mismo principio
en nuestro medio se engloban bajo ese rótulo?134
funciona de manera diversa según se lo encuadre en la TP o
en la DSI. En la primera, este principio va unido a la idea ya
señalada de la pobreza, no como fenómeno vinculado en pri-
el Dios de los pobres tenía en Medellín; la religiosidad popular (…) mer lugar a la escasez y a la imperfección de las estructuras
cumplirá el papel que tenía la pobreza; la cultura tendrá el sitio de sociales, sino como producto exclusivo del pecado social; como
la liberación; el pueblo, formado por todos aquellos que gestan una así también la correspondiente consigna de la liberación de las
misma cultura, se hallará en el lugar que ocupaban las clases po- estructuras opresivas, y de la justa distribución de la riqueza
pulares explotadas; el pueblo considerado en su pobreza material, por parte del Estado, junto a la relativización del derecho de
será reemplazado por el pueblo rico espiritualmente”, G. Gutiérrez, propiedad en aras de la solidaridad. La opción por los pobres,
Sobre el Documento de consulta para Puebla, 24. tanto en la TL como en la TP, expresa el particularismo de una
133 
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sa- Iglesia decidida a ponerse de parte de los pobres contra los ri-
cramentos, Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia. Principios y
cos, responsables de la situación de los primeros. Finalmente,
orientaciones, 2002.
134 
De hecho, el mencionado Directorio distingue entre la “piedad
popular” que es una expresión religiosa no litúrgica en el ámbito
de la fe cristiana, y el “catolicismo popular”, que es una forma de
“religiosidad popular” que combina elementos cristianos con otros Cf. D. Dorr, cap. III.1; al contrario, negándoles relevancia, TL
135 

que no lo son (nn.9-10). (1990), 28.

188 189
El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

expresa la idea de una superioridad moral y espiritual de los En la DSI, en cambio, el destino universal de los bienes va
pobres respecto a las otras clases sociales (por supuesto, en un unido a la afirmación de la propiedad privada como vía maes-
sentido colectivo que no obsta a la existencia de excepciones). tra para su realización; se reconoce su función a la vez perso-
nal y social; se señala su carácter no absoluto pero a la vez
En SRS, en cambio, no está presente ninguno de los ele-
la necesidad de garantizarlo adecuadamente (CDS 176ss.). El
mentos mencionados. Este principio es asumido en el con-
derecho de propiedad es garantía de la autonomía personal y
texto de una sólida teología sobre el desarrollo, que si bien
límite contra la arbitrariedad y la avidez del Estado. También
reconoce la existencia de estructuras de pecado que pueden
en este tema solidaridad y subsidiaridad deben articularse de
marginar o condicionar gravemente enteros sectores de la
tal modo que se iluminen y refuercen recíprocamente.
población, insiste en la capacidad de las personas de respon-
der a la vocación divina y ser artífices de su propio destino. 4. Las estructuras de pecado. Un tema recurrente en Medellín
Tampoco se encuentran alusiones a la supuesta superioridad y Puebla es la afirmación de la raíz estructural de la pobreza:
moral de unos sobre otros, ni se vincula la solidaridad a una no se debe buscar su causa sólo en los pecados individuales
“conversión” a los valores de una determinada clase social. que repercuten de un modo más o menos directo en lo social,
sino en estructuras que se originan en ellos y adquieren cre-
3. El destino universal de los bienes. En la TP, este principio se
ciente autonomía respecto de los individuos, y cuyo automa-
interpreta en una profunda tensión con la propiedad privada.
tismo genera consecuencias de injusticia y desigualdad de las
Si bien ha dejado atrás las propuestas de socialización de la
cuales ningún individuo es directamente responsable.136
propiedad, la TP relativiza fuertemente el derecho de propie-
dad valiéndose del argumento tradicional de que el mismo SRS ha asumido este análisis, pero como en los casos an-
no es absoluto, que sobre él pesa una “hipoteca social”. Esta teriores lo ha hecho ubicándolo en un marco de referencia
relativización se conecta en modo casi excluyente con la nece- distinto: a la vez que se reconoce la existencia de estructuras
sidad de una redistribución de la riqueza como camino prin- de pecado, este texto afirma enfáticamente el origen de las
cipal a la justicia social, distribución que sólo puede ser reali- mismas en el pecado personal −que es el pecado en sentido
zada con los instrumentos del Estado (aunque los autores no). propio− mientras que su aplicación a lo social constituye un
sentido sólo analógico (RP 16). Tampoco sostiene la DSI que
En esta interpretación se omite el análisis de algunos pre- las estructuras de pecado sean la única causa de la pobreza.
supuestos ético-políticos, sobre todo el hecho de que implíci- En el mismo documento, el tema de desarrollo hace de sano
tamente parece reconocer al Estado una especie de dominio contrapeso: la pobreza es también falta de desarrollo, una in-
eminente sobre los bienes de los ciudadanos. En la enseñanza suficiente respuesta a la vocación del hombre, a la realización
de Francisco sobre la propiedad privada no hay alusión alguna de una posibilidad que, sin negar el problema de la exclusión,
a la función que la misma cumple en la vida personal, sino que
se la justifica exclusivamente por su función en orden al bien
común, y por lo tanto sólo en base a la solidaridad, sin referen-
cia al principio de subsidiaridad (EG189). La TP no explicita
la visión del Estado y de sus atribuciones que haría posible la 136 
Incluso hay quienes promueven una idea de pecado social que
redistribución permanente. ¿Cómo evitar el peligro de arbitra-
pueda desvincularse del pecado personal, una postura difícil de
riedad? ¿Sobre qué base se atribuye al Estado el conocimiento conciliar con la tradición de la Iglesia que ha visto siempre la jus-
cierto de lo que sería una distribución “justa”? ¿Cómo evitar ticia y la injusticia en términos de virtud, ligadas a la responsa-
los efectos negativos sobre la seguridad jurídica y el desarrollo bilidad personal, y no como el resultado del funcionamiento de
que conlleva la debilidad del derecho de propiedad? mecanismos impersonales.

190 191
El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

en principio está abierta a todo hombre.137 Por último, aunque intereses que movilizan la vida democrática. En la TP el “plu-
no se lo tematice de modo explícito, junto a las estructuras de ralismo” es más el pluralismo de culturas que el pluralismo
pecado la DSI reconoce estructuras simplemente imperfectas o dentro de ellas.
deficientes, que constituyen desafíos técnicos antes que mora-
En cambio, la DSI, sobre todo desde el Concilio Vaticano
les, y que son susceptibles de evolución.138
II,140 ha asumido crecientemente el pluralismo como caracte-
5. El pluralismo. Finalmente, el pluralismo es invocado tan- rística de las modernas sociedades democráticas, cuya unidad
to en la DSI como en la TP, pero también con sentidos di- ya no se funda en la fe sino en la búsqueda del mismo bien
versos. En la TP, merced a su tendencial identificación entre común; insiste en la autonomía de la sociedad política frente
Pueblo de Dios y Pueblo-nación, prima una idea unanimista a la Iglesia; promueve la laicidad como ámbito de encuentro
de la comunidad política, aunque hoy coexista, de un modo de las distintas tradiciones de la nación; y reconoce los pro-
inconsistente, con una profesión de “fe democrática”. La refe- cedimientos democráticos como caminos para encauzar las
rencia al Pueblo como realidad hipostasiada jalona su discur- diferencias y tensiones de la sociedad. La Iglesia se compro-
so, aunque luego deba hacer cuentas con la profunda comple- mete a respetar la autonomía de la sociedad democrática y a
jidad y heterogeneidad de la sociedad moderna. colaborar con ella, procurando a la vez animarla con el espí-
ritu del Evangelio, aunque sin pretender que ella refleje su
La imagen del “poliedro” (EG 236), utilizada con tanta fre-
mismo grado de unidad interna (ICN 84). Para este fin, busca
cuencia por Francisco, en diferentes contextos, lejos de signi-
formar la conciencia de los laicos para que puedan cumplir
ficar un reconocimiento del pluralismo, más bien expresa de
en la esfera social y política la función que les corresponde en
un modo sugestivo la incomodidad con dicho fenómeno. En
modo originario, como bautizados.
efecto, el poliedro no es más que la versión geométrica de la
tradicional imagen organicista de la sociedad en la que todas
sus partes son como órganos, que siendo diferentes entre sí 8.6. Conclusiones. Desafíos para el futuro
contribuyen a la vida del único cuerpo (imagen que San Pablo
aplica a la Iglesia,139 pero que la TP por los motivos explica- Lo dicho hasta aquí nos permite concluir que el discurso
dos no tiene dificultad para aplicar a la comunidad política). social de la Iglesia ha entrado en un cono de sombras, con
El poliedro es un cuerpo cuyas diferentes facetas no tienen diferentes tradiciones en pugna, que pese a su eventual con-
existencia sino en el todo y en función de él, son perspectivas fluencia en documentos magisteriales son heterogéneas, y su
complementarias del conjunto, que constituye la única reali- simple yuxtaposición, o la oscilación constante entre ellas,
dad en sí: una cultura, una ideología, un proyecto nacional. genera ambigüedad y confusión. La superación de esta situa-
Es una imagen que elimina toda incongruencia y contrapo- ción requerirá un trabajo paciente para identificar más cla-
sición, y excluye en consecuencia toda tensión, por lo cual ramente el perfil propio de cada tradición así como sus di-
difícilmente se adapta a la realidad de las pujas de ideas e ferencias, a fin de hacer posible el diálogo entre ellas. La TL
podrá ayudar a la TP a superar su tendencia a idealizar (y en
el fondo legitimar) la pobreza; la TP podrá por su parte enri-
quecer con su análisis cultural la TL, ayudándola a moderar
137 
Cf. “Cada uno permanece siempre, sean los que sean los influjos
que sobre él se ejercen, el artífice principal de su éxito o de su fraca-
so”, PP 15.
138 
Cf. M. Novak, Social Justice, cap. XV. Concilio Vaticano II, Declaración Dignitatis humanae, sobre la
140 

139 
Cf. 1 Cor 12,12-26. libertad religiosa (1965).

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado

sus aspiraciones revolucionarias y a evitar una visión dema-


siado secularizada de la liberación. Ambas pueden contribuir
a dar a la DSI un carácter más realista y contextuado, y a la
vez pueden ser ayudadas por esta última a superar la estre-
chez de su particularismo y el peligro de la radicalización y el
utopismo. Pero la DSI debe ser consciente también de que la 9. Conclusión general
TL y la TP tienen una impostación de fondo problemática y,
en algunos aspectos, incompatible con ella.
Comenzamos caracterizando la DSI como un tesoro olvi-
En resumen, nos encontramos ante tres visiones de lo so-
dado. Y lo hacíamos conscientes de estar incurriendo en una
cial que si bien parten de la fe y de la Tradición de la Iglesia,
generalización que muchos pueden considerar injusta. Des-
presentan características muy heterogéneas y muy diferen-
pués de todo existen muchos centros prestigiosos de estudio
tes grados de desarrollo teórico. Por otro lado, tanto la TL
como la TP reivindican un carácter contextual o “situado”, la y difusión de la DSI en el mundo, muchos autores destacados
realidad latinoamericana o más en general las situaciones de en la materia, profesores competentes que dictan sus cursos
explotación en el mundo. Por esta razón sería improcedente en las facultades de teología, y multitud de valiosos docu-
una comparación que las coloque en un mismo nivel con la mentos emanados por los sucesivos pontífices que se ense-
reflexión universal propia de la DSI. ñan, se comentan, se invocan en el debate público dentro y
fuera de la Iglesia.
Pero lo que hace ineludible −a pesar de todas las dificul-
tades señaladas− el desafío de llevar adelante una confronta- Pero quizás sea inevitable recurrir a una cierta simplifica-
ción es su “rivalidad”, el hecho incontrastable de que la TL ción cuando se trata de mostrar un estado de cosas que ex-
y la TP no se consideran a sí mismas una mera contextuali- cede con mucho los estrechos límites de la vida académica
zación de la DSI sino su única forma verdadera, en todo caso o el círculo de los “entendidos”. Fuera de tales ámbitos, no
una nueva etapa en la concientización de los creyentes ante son muchos los católicos que todavía conocen la existencia
el fenómeno de la pobreza que está llamada a transformar la de una DSI. El modo habitual de presentarla en los colegios y
DSI en su raíz. Son rivales de la DSI, en última instancia, en universidades hace de ella una especie de marcha triunfal de
cuanto aspiran a constituirse en la expresión de un magisterio los pontífices que, ante cada nueva coyuntura histórica, brin-
social verdaderamente universal, liberado de los prejuicios de dan soluciones divinamente garantizadas a un mundo ciego
una Iglesia demasiado cercana a los ricos y poderosos. o aturdido, y generan así un depósito de afirmaciones listas
para su aplicación. Y esta es probablemente la visión más ex-
tendida, en la cual la verdadera seriedad de este proyecto ha
sido olvidada.
Sobre este telón de fondo se recorta la pequeña anécdota
con la que comencé este libro, la cena con un grupo de pro-
fesionales católicos, practicantes, pero escépticos sobre la
pretensión misma de una DSI. Y el mismo contexto explica
también los intentos de ciertos sectores de la Iglesia de revi-
talizarla a través de una nueva militancia social católica, que
enarbola una versión propia convenientemente expurgada de

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

todo aquello que pueda cuestionar sus ideas y objetivos, e in- específico, el de ser un marco conceptual amplio, fundado
cluso a veces legitimando el resultado bajo el rótulo de “pas- en la antropología cristiana, que acoge en principio y hace
toral social”. Estas dos actitudes opuestas, el escepticismo y posible el diálogo entre muy diversas visiones de la cuestión
la militancia católica politizada, no son sino dos derivaciones social, favoreciendo el desarrollo racional del intercambio y el
posibles del olvido de la DSI. progreso en la búsqueda común de la verdad.
La tesis de este libro se puede sintetizar diciendo que la ¿Pero cumple hoy esta función? ¿Lamentamos los católicos
recuperación de la DSI como disciplina teológica permite el hecho de que –como es evidente− no lo hace? Aquí radica
responder al escepticismo de unos, mostrando cómo des- precisamente la esencia del olvido que ha privado a la DSI de
de su misma epistemología aquella es capaz de encarar las su función de ámbito de diálogo, para hacerla rehén de cierto
dificultades que se le imputan; y hace posible también con- pensamiento. Hoy es muy difícil diferenciar el discurso de
jurar el peligro de manipulación por parte de otros para la muchos que pretenden hablar en su nombre, en la docencia o
lucha político-partidaria, al contar con criterios objetivos de en el debate social, del discurso de un político socialdemócra-
interpretación que la preservan de cualquier arbitrariedad. ta europeo, un demócrata americano o un representante de la
Es más, la DSI así entendida tiene aptitud para encarar en izquierda popular latinoamericana, mientras que son exclui-
su raíz los fenómenos culturales actuales provocados por un dos con objeciones morales apriorísticas aquellos sectores de
individualismo extremo que exalta la libertad a expensas de la Iglesia que no coinciden con la línea dominante.
la ley natural, la diferencia sexual, el matrimonio, la familia, El papa Juan Pablo II, en su último libro señaló la idea de
y las demás expresiones de la dimensión social de la vocación libertad como la clave de bóveda de su mensaje social con-
del hombre. densado principalmente en sus tres grandes encíclicas socia-
La DSI versa sobre el modo de vivir la fe en la vida so- les Laborem exercens (1981), Sollicitudo rei socialis (1987) y Cen-
cial, respondiendo fielmente a la voluntad de Dios que se tesimus annus (1991): “Puede decirse que en la raíz de todos
manifiesta en los desafíos de la justicia. Se refiere ante todo estos documentos doctrinales está el tema de la libertad del
a un modo virtuoso de vincularse con otros en sociedad y de hombre”.141 No parece que sea ésta hoy una caracterización
buscar el bien común que se denomina justicia social, caridad que despierte entre los católicos mucho consenso. El equili-
social o solidaridad, y que reclama a su vez un orden institu- brio siempre inestable entre la igualdad y la libertad se ha
cional que permita a cada uno buscar en libertad su propio inclinado claramente en favor de la primera. Un alto funcio-
bien, su propia perfección, y participar en la obra colectiva. nario vaticano ha podido incluso afirmar recientemente: “En
Este núcleo se declina, como hemos explicado en estas pági- este momento, los que mejor realizan la doctrina social de la
nas, en principios universales a la luz de los cuales es posible Iglesia son los chinos”.142
juzgar las situaciones históricas y elaborar orientaciones para
la acción.
Por lo tanto, la DSI no consiste en un modelo determinado
de sociedad, una tercera vía, y quizás su destino se juegue en R. Marx, El capital, 42.
141 
el desafío de superar este equívoco. Sus principios y criterios 142 
Marcelo Sánchez Sorondo, canciller de la Pontificia Academia
constituyen ese “sistema orgánico de proposiciones abiertas” para las Ciencias. Cf. http://www.lastampa.it/2018/02/02/vatica-
que tantas veces hemos mencionado a lo largo de nuestra re- ninsider/es/vaticano/chinos-quienes-mejor-realizan-la-doctrina-so-
flexión, y que no comporta una carencia o un defecto. Por el cial-de-la-iglesia-mBmGrdwCpUt2VVswtlkeuN/pagina.html [con-
contrario, es la forma que le permite a la DSI realizar su fin sulta: 15-02-18].

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El Evangelio Social: un tesoro olvidado Gustavo Irrazábal

Por supuesto que difícilmente esta opinión sería suscrip- sus equilibrios internos, su estilo y sus procedimientos de ela-
ta por otras autoridades vaticanas o por el Papa mismo, pero boración, que deben ser clarificados de cara al futuro.
tiene al menos el valor de expresar con franqueza una visión
No sería responsable intentar una caracterización comple-
de idea extendida de la DSI, confusa y sesgada. La opinión
ta de una DSI que responda al nuevo paradigma que hemos
referida excede claramente el marco de lo aceptable para la
denominado “diálogo crítico” (cf. supra 4.6), pero se pueden
DSI, pero hay otras visiones menos radicalizadas y más di-
esbozar algunos de sus rasgos, aunque sea de modo negativo.
fundidas que sí se presentan como interpretaciones plausi-
Éstos son algunos ejemplos:
bles, y que están inspiradas en una profunda desconfianza
hacia la libertad económica. En este libro no hemos querido - Deberían dejarse atrás los documentos unipersonales, escri-
rechazarlas de plano, pero sí presentarles un desafío. Estas tos por el Sumo Pontífice y uno o quizás un pequeño conjunto
posturas tan marcadamente anti-capitalistas deben explicar de asesores; como también la introducción de opiniones perso-
cómo se concilian con el magisterio político que adhiere a nales del Pontífice o de otros autores que no hayan sido suficien-
la democracia republicana, y eventualmente cómo pueden te sometidas a crítica por personas y cuerpos competentes;
salvar su consistencia interna defendiendo la libertad en - Deberían evitarse los documentos calidoscópicos, es decir,
lo político y luego recortarla tan fuertemente en lo econó- que incorporan una gran diversidad de temas, que muchas ve-
mico, abogando por un poder político limitado y por una ces no tienen más que una lejana conexión con el objetivo del
economía centralizada. Y también deberían demostrar que texto y en los cuales la DSI no tiene competencia específica;
son capaces de explicar los datos de la realidad: por qué los
países con mayores índices de libertad económica son los - También habría que evitar el peligro de documentos an-
que ostentan invariablemente los mejores indicadores de de- clados a teorías científicas, que asumen innecesariamente al
sarrollo humano. interno de la DSI la incertidumbre que existe también dentro
de las ciencias, y que corren el riesgo de quedar rápidamente
Cultivar la DSI como disciplina y rescatarla del olvido desactualizados junto a las hipótesis que avalan, con perjuicio
significa reconocer la necesidad de profundizar permanen- para la autoridad magisterial;
temente sus conceptos fundamentales; elaborar y dar mayor
contenido sustancial a sus principios y comprender mejor su - Tratándose de una reflexión animada por el Evangelio, la
interacción; ensayar una hermenéutica histórica menos lau- DSI no debería involucrarse en cursos de reflexión puramente
datoria y con mayor capacidad crítica; instruir a los fieles y a seculares, cuyo mismo tono “burocrático” pone de manifiesto
las comunidades cristianas para ejercitar adecuadamente el la falta de relación con su objeto propio;
discernimiento en materia social; etc. De esta manera será po- - Si la DSI está pensada como un ámbito de diálogo, es
sible liberar la DSI de los corsés ideológicos y reanudar con su preciso recurrir con sobriedad al tono profético ya que −como
ayuda el diálogo en la Iglesia y de ésta con la sociedad. hemos señalado muchas veces en este libro− al enfatizar la
A su vez, esta recuperación del concepto de disciplina es contraposición y plantear los problemas exclusivamente en
un desafío para la misma DSI, porque significa someterla a términos morales, se hace difícil el diálogo sereno y la bús-
queda de soluciones razonadas;
estándares científicos (¡que se da a sí misma!) para su elabora-
ción e implementación, y es preciso reconocer que en ambos - La superación de la ideología no es algo que esté garanti-
aspectos a veces los textos magisteriales no están a la altura zado desde el comienzo de la reflexión por la buena voluntad
requerida. No se trata solo de afirmaciones puntuales sino de de quien la emprende, sino que es el resultado de un proceso a
una idea de la DSI, su ámbito de competencia y sus límites, veces fatigoso de diálogo, confrontación, revisión y autocrítica.

198 199
El Evangelio Social: un tesoro olvidado

Al mismo tiempo, la supuesta neutralidad de la ciencia mu-


chas veces encierra opciones ideológicas no explicitadas. Basta
recorrer la historia de la DSI para constatar cuánta influencia
pueden tener sobre ella las ideologías en boga en cada momen-
to histórico. Es preciso considerar con renovada atención este 10. Siglas
problema.
- Quizás la mayor tentación para la DSI sea una cierta
pervivencia del paradigma de la tercera vía. Hoy la Iglesia AA Apostolicam actuositatem
es consciente de que no le corresponde aportar soluciones
CA Centesimus annus
“técnicas”. Pero en cierto sentido, todo tema social tiene un
aspecto técnico, y las afirmaciones de la DSI suelen tener una CDS Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia
dimensión “técnica”. Será necesario entonces recurrir a un
CiV Caritas in veritate
mejor y más amplio asesoramiento científico; evitar tomar
posiciones en temas que no tienen connotaciones éticas di- CTI Comisión Teológica Internacional
rectas; aceptar que las afirmaciones “mixtas” (que incluyen CM Carta a las Mujeres
un componente técnico) no tienen una certeza mayor que la
que consiente su base empírica. En todos los casos es mejor ChFL Christifideles laici
brindar a los creyentes criterios éticos para que ellos mismos ChP Challenge of Peace
puedan elaborar sus juicios y adoptar sus decisiones en el
campo técnico correspondiente, sin intentar sustituirlos en DCE Deus caritas est
esta responsabilidad. DP Documento de Puebla
La DSI es un proyecto histórico, con todos los riesgos y DH Dignitatis humanae
las posibilidades que conlleva insertarse en la corriente del
devenir de la sociedad en el tiempo. Su inspiración evangélica DV Dei Verbum
no es una garantía absoluta: este proyecto puede triunfar o DSI Doctrina social de la Iglesia
fracasar. Hoy, como sucedió en varias coyunturas anteriores,
se encuentra en una situación difícil, y necesita de creyentes EJA Economic Justice for All
audaces que se animen a aventurarse por caminos poco tran- EG Evangelii gaudium
sitados y redescubran, para el bien de la Iglesia y del mundo,
este tesoro olvidado. EV Evangelium vitae
GF Gerechte Friede
GS Gaudium et spes
ICN Iglesia y comunidad nacional
LC Libertatis conscientia
LE Laborem exercens
LN Libertatis nuntius

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