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REVISTA DE PASTORAL LITÚRGICA
http://phase.cpl.es/
Director
José Antonio Goñi
Vinculada
al Instituto Consejo
Luis Fernando Álvarez, sdb (Madrid)
Superior
Dionisio Borobio (Salamanca)
de Liturgia Juan María Canals, cmf (Madrid)
de Barcelona,
REVISTA DE PASTORAL LITÚRGICA
phase
año 60
octubre-noviembre-diciembre 2020
núm. 358
Artículos
Aurelio García Macías
Algunas notas históricas sobre la cátedra episcopal....... 513
Gaspar Muñiz Álvarez
«Cantantibus organis, Cecilia, semper cantantibus!»..... 541
Juan Damián Gandía-Barber
¿Se pueden construir columbarios en las iglesias? Nor-
mativa canónica sobre los columbarios en estos lugares
sagrados................................................................................ 557
Gabriel Nieto Zahíno
Sacerdocio y sacrificio en el tiempo de la Iglesia: El
sacerdocio en la Iglesia (II).................................................. 583
José Manuel Fernández Rodríguez
Los libros simbólicos de la Iglesia ortodoxa..................... 601
Puntos de vista
No es solo un abuso, es una herida. A propósito de una
nota doctrinal (Jaume González Padrós)....................... 615
Libros
Bibliografía en francés (2020) (Emilio Vicente de Paz)... 659
Gonzalo Guzmán, María en el culto del pueblo de Dios.
Una aproximación desde la teología litúrgica al magisterio
(Ramiro González Cougil)............................................... 662
Liturgia y belleza:
La irrupción del misterio
que transforma la vida del creyente*
Corrado Maggioni
*
Este texto ha sido tomado de L’Osservatore Romano (29 de agosto
de 2020) p. 8 y traducido al castellano por José Antonio Goñi.
Así, a través del ojo y el oído, la belleza del misterio celebrado llega
al corazón, donde se experimenta la metamorfosis, la conversión,
el cambio, que encuentra expresión en los gestos y las palabras,
es decir, a través del cuerpo y de la boca. Son nuestras actitudes
externas (estar de pie, de rodillas, sentados, postrados, con los
brazos abiertos) las que expresan el sentimiento del corazón,
así como las palabras que pronunciamos con la boca (oraciones,
aclamaciones, cánticos, invocaciones, alabanzas), manifiestan la
reacción de nuestro ánimo.
Espacios y tiempos, imágenes y sonidos, gestos y oraciones,
formas y colores, contribuyen a plasmar la experiencia de la belleza
litúrgica en los orantes. Y esto en un ritmo marcado por volver a
celebrar, día tras día, año tras año, fiesta tras fiesta, hasta la entrada
en la liturgia del cielo.
*
El presente artículo retoma la primera parte, con algunas modificacio-
nes, de A. García Macías, «“Tribuas eis cathedram episcopalem”. Algunas
reflexiones teológico-litúrgicas sobre la cátedra episcopal», Studium Legionense
59/60 (2018-2019) 341-398.
9 Cf. 1 Clemente 44, 2-4: Clemente de Roma, Carta a los Corintios, J. J. Ayán
(ed.), Madrid 1994, 127-128.
10 Cf. San Ignacio de Antioquia, Epístola a los Efesios 6, 1: «Por tanto,
aparece con claridad que es necesario considerar al obispo como al Señor
mismo»; Epístola a los Magnesios VI, 1: «Os exhorto a que os afanéis para hacer
todo en la concordia de Dios, presidiendo el obispo en el lugar de Dios, los
presbíteros en el lugar de la asamblea de los Apóstoles y los diáconos –para
mí, dulcísimos– a los que se les ha confiado el servicio de Jesucristo»; Epístola
a los Esmirniotas VIII, 2: «Donde aparezca el obispo, esté allí la comunidad, así
como donde esté Jesucristo, allí está la Iglesia católica», en Padres Apostólicos
(Biblioteca de Patrística 50), J. J. Ayán (ed.), Madrid 2000, 239, 251, 279.
11 Cf. San Policarpo de Esmirna, Carta a los Filipenses: «Policarpo y los
presbíteros que están con él a la Iglesia de Dios que peregrina en Filipos», en
Padres Apostólicos (Biblioteca de Patrística 50), J. J. Ayán (ed.), Madrid 2000,
301.
12 Martirio de Policarpo XVI, 2: «Uno de estos ha sido el mártir Policarpo,
digno de la mayor admiración, que, en nuestros días, fue un maestro apos-
tólico y profético, obispo de la Iglesia católica en Esmirna», Padres Apostólicos
(Biblioteca de Patrística 50), J. J. Ayán (ed.), Madrid 2000, 334.
13 Cf. El Pastor de Hermas III, 7: «Por tanto, os digo ahora a los jefes de la
Iglesia y a los que os sentáis en los primeros puestos», Padres Apostólicos
(Biblioteca de Patrística 50), J. J. Ayán (ed.), Madrid 2000, 402.
14 Cf. A. M. Javierre, «Le thème de la successione des apôtres dans la
3. La «Cathedra Episcopi»
Es evidente que en las reuniones cristianas había asientos, diver-
samente dispuestos según la diversa participación y oficio de los
participantes. El símbolo de la cátedra episcopal como expresión
del munus Episcopi en la Iglesia tiene su origen en el uso de la cátedra
por parte del obispo en las celebraciones litúrgicas.
La Didascalia Apostolorum, escrita en Siria a principios del siglo iii,
habla del trono del obispo y usa la misma palabra también para
referirse a los asientos de los presbíteros. La diferenciación de los
puestos indica el prestigio y la superioridad de los que presidían,
sobre todo, del obispo. Se refleja el uso de reservar un trono espe-
cial al obispo, puesto con distinción en medio a los presbíteros.16
Junto a este testimonio, casi todos los autores indican como primer
testimonio de la cátedra, símbolo del episcopado, un texto latino
30 Cf. San Agustin, Exposición de los Salmos 126, 3: «Esto hacen también
los obispos, pues están colocados en lugar más alto para que supervigilen
y como guarden al pueblo, puesto que lo que se dice en griego episkopous,
obispo, se traduce al latín por superintentor, inspector o superintendente,
porque inspecciona, porque contempla desde arriba. Como el viticultor ocupa
un puesto elevado para guardar la viña, el obispo se halla en puesto elevado
para custodiar la grey. Desde esta atalaya ha de dar arriesgada y minuciosa
cuenta si no permanecemos aquí con el corazón de tal modo humillados a
vuestros pies y orando por vosotros para que quien conoce vuestros pensa-
mientos los guarde…Yo os custodio por el oficio de gobierno, pero quiero
ser custodiado con vosotros. Yo soy pastor para vosotros, pero soy oveja con
vosotros bajo aquel Pastor. Desde este lugar soy como doctor para vosotros,
pero soy condiscípulo vuestro en esta escuela bajo aquél único Maestro», en
Obras de san Agustin en edición bilingüe. XXII. Enarraciones sobre los salmos (4.º
y último) (BAC 264), ed. B. Martín Pérez, Madrid 1967, 345-346.
31 Cf. San Agustin, Sermón 91,5: «Es conveniente, por tanto, que en la
asamblea de los cristianos los que están al frente de ella se sienten en un lugar
más elevado, para que mediante la misma sede se distingan de los demás y
aparezca con claridad su ministerio; no para que a causa de ella se inflen, sino
para que piensen en la carga de la que han de rendir cuentas»; Sermón 101, 4:
«Pues ¿cuántos de vosotros habrán de ser administradores de este pueblo?
También yo estuve donde ahora estáis vosotros. Y si ahora me veis repartir los
alimentos a mis consiervos desde un lugar más elevado, pocos años ha recibía
estos alimentos junto con mis consiervos en un lugar inferior. Hablo como
obispo a laicos; pero ¿cómo saber a cuántos futuros obispos estoy hablando?»
en Obras completas de san Agustin. X. Sermones (2º) 51-116. Sobre los Evangelios
Sinópticos (BAC 441), eds. L. Cilleruelo – M. Mª Campelo – C. Morán – P.
de Luis, Madrid 1983, 599 y 688.
3.3.1. Material
Ciertamente, en los primeros siglos, la cátedra usada por el obispo
en las celebraciones sería una sede sencilla de madera, móvil,
con respaldo más o menos alto, y adornada con telas y cojines.
Esta costumbre de ornamentar la cátedra con telas existe ya en el
siglo iii. Poncio, biógrafo de san Cipriano, indica que se sentaba
en una cátedra o sede cubierta de lino (sedile…linteo tectum), san
Agustín mencionaba las cathedrae velatae, y así es representada
en numerosos mosaicos basilicales.32Algunas sedes de madera
fueron revestidas con placas de marfil con relieves, al estilo de la
cátedra de san Maximiano en Rávena (siglo vi) o la regalada por
Carlos el Calvo al papa Juan VIII en el 875 y conservada dentro
de la cátedra de Bernini en la Basílica Vaticana. San Atanasio da
testimonio de las cátedras de madera que eran quemadas por los
arrianos en muchas iglesias.
Con la estructura basilical, la cátedra de madera pasa a convertirse
en una estructura pétrea o marmórea, adornada con mosaicos,
inscripciones o esculturas; y este es el modelo que perdura en ade-
lante en la mayoría de las iglesias, especialmente las episcopales.
Quiero hacer referencia también a la denominada «cathedra funera-
ria» que algunos autores creen descubrir en las catacumbas cristia-
nas. La arqueología documenta la existencia de asientos tallados en
el tufo de las catacumbas paleocristianas, particularmente en Roma,
pero es difícil interpretar su simbolismo y función.33
3.3.2. Ubicación
En el Testamentum Domini se pide que el trono del obispo esté ad
Orientem;34 pero, a excepción de este testimonio literario, la práctica
habitual y clásica corresponde a la estructura basilical, donde la
cátedra ocupa el centro del hemiciclo absidal, fija y en posición
eminente para permitir la visibilidad y la audición de los fieles.
Era la misma posición que ocupaba el lugar de la autoridad en las
basílicas civiles romanas.
La praxis romana de las estaciones cuaresmales requería una cátedra
colocada en el ábside de los tituli para el obispo de Roma. Algunas de
ellas se conservan todavía en su propio lugar: san Clemente, santa
María in Cosmedin, santos Nereo y Aquiles, san Gregorio al Celio.
En torno a la cátedra del obispo, se situaba el syntronos o asiento
para los presbíteros, que consistía en un banco o sedes dispuestos
a ambos lados del muro absidal.35 Si había un gran número de
presbíteros, se colocaban varias series de estos bancos o subsellia
superpuestos a modo de anfiteatro, como se conserva en la basílica
de Torcello (Italia). Tenemos muchos testimonios de la configura-
ción de este espacio absidal como cathedra gradata.36
3.3.3. Simbología
En el ambiente clásico, la cátedra se reservaba al doctor y al magis-
terio de una escuela. Como ya hemos indicado, en el siglo ii
comienza a simbolizar la autoridad y el munus del obispo. Cátedra
se corresponde con episcopado. San Cipriano ve en ella el símbolo
de la autoridad episcopal (cathedra auctoritatis) y el símbolo de la
unidad de la iglesia local (cathedra unitatis).37
San Agustín ve en la cátedra, elevada en el fondo del ábside por
encima de los fieles, el símbolo del munus episcopal, que ha de
vigilar y cuidar con responsabilidad y humildad a su pueblo.38
3.3.4. Etimasía
La colocación de la sede en el centro del ábside remite a la imagen
de la sede de Cristo representada en lo alto del ábside. De tal forma
que se establece una vinculación entre la cathedra Christi y la cathedra
episcopi. En algunas representaciones iconográficas en lo alto del
ábside basilical se representa el trono solemne de Cristo, magister
et rex, que manifiesta su soberanía real ante los fieles. Sin embargo,
en otras ocasiones, se representa el trono vacío de Cristo con las
insignias de la cruz, el libro de los evangelios, la paloma u otros
símbolos. Es lo que se denomina etimasía, de gran sentido escato-
lógico, porque el trono solemne de Cristo aparece vacío en espera
de su segunda venida, en la que vendrá en gloria y majestad para
juzgar como Juez. La ausencia de Cristo en el trono representado
significa la espera escatológica de la Iglesia.
fachada, en lo alto de una gradería se levanta una tribuna, desde donde pro-
clama la gloria de Dios el que preside la asamblea».
37 Cf. De la unidad de la Iglesia 4: «Y, aunque después de su resurrección con-
fiera el mismo poder a todos los apóstoles con estas palabras: Como me envió
el Padre, también yo os envío; recibid el Espíritu Santo; al que perdonareis
los pecados, se le perdonarán, y al que se los retuviereis, se le retendrán (Jn
20,21-23), sin embargo, para manifestar la unidad [estableció una cátedra y]
decidió con su autoridad que el origen de la unidad proviniese de uno solo»,
en Obras de san Cipriano. Edición bilingüe. Tratados. Cartas (BAC 241), J. Campos
(ed.), Madrid 1964, 146.
38 Cf. San Agustín, Sermón 91,5; ver nota 29.
4. La «cathedra Petri»
San Ireneo de Lyon, en su Tratado contra las herejías, describe la
Iglesia de Roma como la más grande y conocida de todas, porque
fue fundada por los dos apóstoles más gloriosos, Pedro y Pablo.
Precisamente, por su excelso origen, los fieles e iglesias de todo el
mundo deben unirse a ella necesariamente.39 La cátedra romana
representa no solo el servicio del obispo a la Iglesia de Roma, sino
su misión de guía para todas las Iglesias del orbe.
San Cipriano es el primero en desarrollar el tema de la cátedra de
Pedro, sinónimo de su episcopado. El mismo poder que Jesús da a
los Apóstoles, lo ha dado primeramente a Pedro. Según Cipriano,
tiene el primado del episcopado en sentido cronológico, porque
fue el primero en recibirlo del Señor.40 Esta es la exposición que
hace en el capítulo de su tratado sobre la unidad de la Iglesia. El
papa Esteban, en un ambiente de discusión sobre el bautismo,
interpreta este pasaje de Cipriano en favor del primado de la sede
romana y se jacta de ser el sucesor de Pedro.41 Cipriano retoma el
argumento tratado años atrás para insistir en la igualdad de poder
de los obispos, y sigue sosteniendo que la cathedra Petri es el episco-
pado de Pedro, el locus Petri, fuente de la unidad del episcopado.
La cátedra de Pedro se convirtió en objeto de una celebración
litúrgica. Hacia el año 336, en la Depositio martyrum de Roma se
42 Cf. Para una visión integral de los estudios sobre este tema en la actua-
lidad ver D. G. Ravelli, La solennità della cattedra di san Pietro nella Basilica
Vaticana. Storia e formulario della messa, Roma 2012.
43 Se refiere sobre todo al can. 58 del Concilio de Elvira. Es la misma expre-
sión que usa Aurelio Prudencio, Peristephanon Himno 2, 462-463: «Alter
uocator gentium, alter cathedram possidens priman (el uno es el Apóstol
de las Gentes; el otro el que posee la primera cátedra)», en Obras completas de
Aurelio Prudencio. Edición bilingüe, 518-519.
44 Cf. M. Guerra Gómez, «La estructura y el gobierno de la Iglesia del
siglo ii al iv desde la perspectiva ecuménica: el primado y la colegialidad
episcopal, el obispo y el colegio presbiteral», 449.
5. El faldistorio
El Ordo Romanus II preveía que los obispos celebraran en sus
iglesias los mismos ritos que el obispo de Roma conforme al Ordo
Romanus I. Sin embargo, cuando un obispo celebraba en Roma, en
lugar del Papa, no podía sentarse en la cátedra al fondo del ábside,
sino a la derecha del altar. Esta es la norma asumida ya por el Ordo
Romanus IV.46
En el Ordo Romanus XVII, el celebrante se sienta detrás del altar y
los presbíteros, cerca del altar. El estudio de los Ordines Romani tes-
timonia que, en torno al siglo viii, en las iglesias fuera de Roma se
suprime la cátedra episcopal en el fondo del ábside al modo basilical
romano. El Ordo Romanus IV afirma que, en las iglesias orientadas,
el pontífice se dirige hacia el Oriente delante del altar de espaldas al
45 Cf. Carta a Dámaso 15, 1-2: «Por eso juzgué que debía yo consular a la
cátedra de Pedro y a la fe alabada por boca apostólica, y buscar alimento para
mi alma allí donde en otro tiempo recibí la vestidura de Cristo… Yo, que no
sigo más primacía que la de Cristo, me uno por la comunión a tu beatitud, es
decir, a la cátedra de Pedro», en San Jerónimo, Epistolario. Edición bilingüe. I
(BAC 530), J. B. Valero (ed.), Madrid 1993, 126-127.
46 Cuando celebra el Papa, la rúbrica dice: «Oracione expleta sedet pon-
tifex in sede sua et diaconi stant hinc et inde»; cuando celebra otro obispo,
la rúbrica dice: «Ipsa expleta, revertitur in locum suum, usquedum legitur
evangelium»; en Les Ordines Romani du haut moyen age. II. Les textes (Ordines
I-XIII), ed. M. Andrieu, Louvain 1971, 160-169.
6. El trono episcopal
En torno al siglo xiv, aparecen algunas miniaturas que representan
el faldistorio, usado por el obispo, con una ornamentación pos-
terior, a modo de cortina o tapiz. Ya no está delante del altar, sino
próximo a él y pegado al muro de la iglesia. Posteriormente se
desarrolla en altura su respaldo y la estructura es protegida por un
dosel o baldaquino. 53 De este modo, el faldistorio asume la forma
de un trono. Esta es la imagen representada más frecuentemente en
las imágenes del siglo xv y consolidada por el Pontificale Romanum
posterior al Concilio de Trento.
La nueva estructura denuncia también una mutación en la fun-
ción del obispo. El término cátedra indicaba el magisterio y la
presidencia del obispo en la celebración litúrgica con los fieles de
su Iglesia diocesana; el trono refleja, más bien, el honor debido a
la dignidad y autoridad del obispo que, por lo general, asiste a
la celebración. El trono se ubica ahora frente al altar y no ante los
fieles para que los diversos ministros celebrantes puedan moverse
con solemnidad.54 La cátedra de la presidencia ha sido sustituida
por el trono de la asistencia.
En las iglesias monásticas y colegiatas se había producido también
una transformación del espacio celebrativo a partir de los siglos
xii y xiii. La sacerdotalización de monjes y religiosos aumentó el
número de celebrantes religiosos, que no encontraban espacio en
los bancos del ábside basilical. Tal situación provocó el desplaza-
miento de los asientos del clero ante el altar y el nacimiento del coro,
como lugar en el que se canta el oficio divino y se asiste al resto de
celebraciones. Los antiguos asientos de madera se remplazan por
sillas de madera, con altos respaldos, en posición elevada.
En este contexto, cuando celebraba el obispo se usaba el faldisto-
rio, delante del altar; y el trono aparecía como el lugar digno de
la autoridad del obispo y reservado a él para asistir a la misa o al
canto del oficio divino.
55 Cf. P. Jounel, Liturgie aux multiples visages. Mélanges, Roma 1993, 183.
56 Caeremoniale Episcoporum. Editio princeps (1600), eds. A. M. Triacca – M.
Sodi, Città del Vaticano 2000, 69-65.
«Cantantibus organis,
Cecilia, semper cantantibus!»
Gaspar Muñiz Álvarez
1. Introducción
Desde hace bastantes años, al acercarse el mes de noviembre,
vivimos una constante difusión de artículos supuestamente des-
mitificadores que alertan al lector de la torpeza de un error: el de
atribuir a santa Cecilia el patronazgo sobre la música y los músicos.
Hay que advertir que –como es evidente– no debe concederse
igual importancia a una entrada digital de carácter divulgativo
que a una publicación científica. Pero tanto unas como otras han
generado una corriente de opinión aceptada comúnmente (incluso
en ámbitos y publicaciones eclesiales) sin que hayan aportado las
referencias científicas más elementales.
En este artículo se pretende aclarar la situación desde el punto de
vista de la crítica textual y la hermenéutica acudiendo a las fuentes
disponibles con el fin de contrastar si realmente la vinculación
de la santa romana con la música es fruto de un error o si, por el
contrario, hay una fundamentación bien asentada.
2. Inicios de la polémica
Con el desarrollo de la historiografía y la arqueología surgida a fina-
les del siglo xix, comienza a cuestionarse la autenticidad del relato
martirial de Cecilia debido a varias incoherencias cronológicas y
un sinfín de dudas razonables que no siempre se han expuesto o
resuelto con mesura.1 Ya desde entonces se despliegan dos frentes
en un campo de batalla donde se entrecruzan acusaciones y datos
no siempre tratados con rigor.2
En el tema que nos ocupa, que es el de la relación de la santa con la
música, podemos situar el inicio de la polémica en época contem-
1 Cf. B. Longo, La vergine romana santa Cecilia, fiore di virtù, Valle de Pompei,
1920. En la introducción hace una descripción detallada en nombres y publi-
caciones de los primeros polemistas de esta cuestión. Al final del volumen se
encuentra la mayor bibliografía que he encontrado nunca de santa Cecilia.
2 Una introducción histórica rigurosa y aséptica se puede leer en M. R. Di
Pasquale, La figura di santa Cecilia nella Passio Cæciliæ e nella tradizione euco-
logica romano-franca: un modello di santità femminile. Roma 2001. Su capítulo
introductorio ofrece los datos en su integridad. Respecto a la historicidad, la
vida, la muerte y el tema de sus reliquias, coincidimos casi plenamente en su
acercamiento.
37 Cf. Ap 14.
38 Cf. Diccionario exegético del nuevo testamento, H.R. Balz – G.J. Schnei-
der (ed), vol 2, Biblioteca de Estudios Bíblicos, Salamanca 2012, 787-790;
Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, L. Coenen – E. Beyreuther – H.
Bietenhard (eds.), vol 3, Salamanca: Sígueme 1993, 132.
39 Hay una tesis doctoral extraordinaria por su interés, que recoge muchas
de las alocuciones patrísticas al respecto, y que ofrece un recorrido profundo
al hecho musical en ámbito patrístico: X. Basurko, El canto cristiano en la
tradición patrística, Vitoria: ESET 1991. De ámbito más concreto pero de gran
profundidad teológica y musicológica, es interesantísimo el capítulo primero
dedicado a san Agustín en J.A. Piqué i Collado, Teología y música: una con-
tribución dialéctico-trascendental sobre la sacramentalidad de la percepción estética
del misterio: Agustín, Balthasar, Sequeri, Victoria, Schönberg, Messiaen, Roma:
Editrice Pontificia Università Gregoriana 2006.
40 Cf. Flodoardo de Reims (siglo x) dirá en referencia a nuestra santa:
organici psallente melos acromate festi (cf. PG 135, 661) o un anónimo del mismo
siglo, que dice: psallebat solidos pectore laudes.
41 Cf. Beda el Venerable, Historia eclesiástica del pueblo de los Anglos, J.L.
Moralejo (ed.), Madrid 2013, 234.
42 Hymnodia Hispanica, núm. 98.
Bien es cierto que para algunos críticos, como son Caraffa y Mas-
sone, que la frase no esté musicalizada íntegramente les invita
a poner bajo sospecha algo que, en ámbito litúrgico, no deja de
ser natural: la reelaboración de materiales. Como es lógico, la
naturaleza y objetivo de un relato martirial no son los mismos
que los de un oficio litúrgico, y por ello, el segundo adapta de
manera espontánea el material del primero. Si se toman, por
ejemplo, los textos de las misas de los santos compuestos en el
misal hispano mozárabe podemos ver con toda claridad cuanto
intentamos exponer aquí. La Iglesia ora con unos textos que han
bebido de multitud de fuentes (bíblicas, patrísticas y eucológicas
principalmente) y que son interpretados tras una lectura teológica
y litúrgica concreta. No se trata por tanto de una falta de rigor o
de una manipulación textual, sino de una lectura teológica del
texto que quiere subrayar y sostener no la literalidad sino aquellas
peculiaridades que manifiestan la relación profunda entre quien
se celebra y lo que se celebra.
Lo que sucede durante los siglos siguientes, ya en la última fase
del periodo medieval, es conocido. Es una etapa culturalmente
decadente, donde el conocimiento del latín mengua, las leyendas
(especialmente la Leyenda Áurea o Flos sanctorum) van ocupando cada
vez más espacio en las estanterías, y la devoción popular se aleja de
la vivencia litúrgica serena, hasta divorciarse casi por completo.47
El origen de muchas prácticas religiosas que se fueron añadiendo
a la vida eclesial e incluso el mismo significado litúrgico de la
celebración eucarística fueron con el cambio de milenio olvidados.
El pueblo y también el clero ignoraban un lenguaje simbólico y
litúrgico que seguían celebrando y al que le daban explicaciones
alegóricas con el deseo de colmar los interrogantes que surgían
ante una realidad multisecular ahora incomprendida.48
Es aquí donde surge la corriente espiritual basada en el legendario.
Y es en este momento en el que Cecilia se impone con silencio sobre
7. Conclusión
Las páginas precedentes han querido analizar con rigor los argu-
mentos que desde diferentes ámbitos –incluido el eclesial– se
vierten contra el patrocinio multisecular de santa Cecilia sobre
la música y los músicos. Se ha podido contrastar cómo no existe
ninguna variación textual de la expresión cantantibus organis desde
el manuscrito más antiguo hasta hoy. También se ha localizado
correctamente este sintagma dentro del relato literario, eviden-
ciando que es inadmisible situar la acción dentro de la escena
martirial, dejando en evidencia la pretendida contextualización
del término organis como instrumento de suplicio. Por último, se
ha podido ver cómo las colecciones etimológicas contemporáneas
al arquetipo de la passio, no solo definen este vocablo en términos
musicales, sino que ignoran la posible sinécdoque que los autores
citados quieren sostener. Con estas primeras conclusiones, creemos
haber evidenciado el nulo rigor académico de tales publicaciones
y el absoluto desconocimiento de las fuentes, especialmente, de
la pasión ceciliana.
Es nuestra opinión que el patrocinio de santa Cecilia nace de
manera natural y silenciosa en la segunda mitad del primer milenio
por la identificación entre la vida (y no el martirio) de santa Cecilia
con el modelo bíblico del cantor cristiano.
Mucho más allá de la expresión cantantibus organis, se puede con-
trastar cómo Cecilia aparece ya en sus primeras representaciones
* Este trabajo ha sido realizado con la ayuda del Centro Español de Estu-
dios Eclesiásticos, de la Iglesia Nacional Española de Santiago y Montserrat
en Roma, en el marco de los proyectos de investigación del curso 2019-2020.
1. Introducción
La Iglesia siempre ha recomendado la sepultura de los cuerpos en los
cementerios,1 prefiriéndola a la cremación.2 Sin embargo, la praxis
actual de incinerar los cadáveres es cada vez más creciente3 y está
haciendo aflorar prácticas que pueden ser contrarias a la fe cristiana.4
Tratando de dar una respuesta pastoral a este creciente fenómeno,
que fomente un tratamiento correcto a las cenizas de los fieles con-
servando el recuerdo y la dignidad personal de los difuntos; que
permita dar una ayuda y consuelo a las personas que hacen duelo
por la pérdida de seres queridos; que haga aparecer con claridad
la esperanza en la resurrección de la carne y la vida eterna; y que
fomente algo análogo a la inhumación de los cuerpos, se están
construyendo columbarios, es decir, lugares equiparados a los
2. Aclaración de términos
1. Existe una primera diferencia entre columbario y cinerario. En
los columbarios las cenizas contenidas en recipientes se depositan
en los cubículos habilitados para tal fin. Estos tendrán más o menos
capacidad para uno o varios recipientes, siendo fácilmente identi-
mucho más el ejercicio del culto, puesto que se determina que para
celebrar la Eucaristía y otras funciones sagradas se ha de recabar
la licencia del Ordinario del lugar (can. 1228).
4. Si consideramos que se han de interpretar estrictamente las leyes
penales, las que son una excepción a la ley general o coartan algún
derecho de los fieles (can. 18), no afectaría a estos lugares sagrados
la prohibición de enterramientos y, por tanto, depósito de cenizas.
11. Conclusiones
1. En el proceso de redacción del Código se hizo una «equipa-
ración» entre cementerio y columbario, por lo que a estos
lugares se les ha de aplicar «mutatis mutandis» la norma-
tiva sobre cementerios (cáns. 1240-1243), lugares sagrados
(cáns. 1205-1213) y enterramientos que contenga el Código
actual [la prohibición de enterrar en las iglesias (can. 1242)
y debajo del altar (can. 1239 § 2)], adaptándola al concreto
lugar. Equiparación no quiere decir que «todo sea igual»,
porque la Iglesia sigue aconsejando vivamente la sepultura,
aunque permita la cremación y el depósito digno de los
restos humanos en un columbario.
2. Cumpliendo la normativa sanitaria del Derecho de la
nación y de la Comunidad Autónoma, se podrán construir
columbarios en las iglesias, que nunca podrán estar dentro
del aula eclesial incluyendo las capillas laterales. Podrán
construirse en edificios anejos claramente diferenciados del
edificio de la iglesia, al que se podrá acceder por la misma
o por otro lugar. En este sentido debemos entender el núm.
5 de la Instrucción Ad resurgendum cum Christo.
3. Es preferible (no obligatorio) un acceso al columbario inde-
pendiente del de la iglesia, evitando todo aquello que pueda
perturbar las celebraciones sagradas.
Sacerdocio y sacrificio
en el tiempo de la Iglesia:
El sacerdocio en la Iglesia (II)
Gabriel Nieto Zahíno
Abstract: The Church of all times Resumen: La Iglesia de todos los
has lived the Eucharist as the tiempos ha vivido la Eucaristía
supreme priestly act of the mys- como el acto supremo sacerdotal
tical body of the Lord, in which it del cuerpo místico del Señor, en
renders a perfect cult to God and el que rinde un culto perfecto a
in which its members receive the Dios y en el que sus miembros
influence of sanctifying grace. reciben la influencia de la gracia
The present series, which con- santificante. La serie actual,
sists of two articles, the second que consta de dos artículos, el
of which we present today. segundo lo presentamos hoy.
Keywords: Christ, worship, Eucharist, Palabras clave: Cristo, culto, Eucaris-
Church, priesthood, sacrifice. tía, Iglesia, sacerdocio, sacrificio.
7 Cf. Concilio Vaticano II, Decr. Presbyterorum Ordinis 5: AAS 58 (1966) 997.
8 Cf. Concilio Vaticano II, Const. Sacrosanctum Concilium 7: AAS 56
(1964) 101.
9 Cf. Yves M. Congar, Jalones para una teología del laicado, Barcelona: Estela
1965, 240-241.
15 Cf. Concilio Vaticano II, Const. dog. Lumen Gentium 34: AAS 57 (1965) 40.
16 Cf. Concilio Vaticano II, Decr. Presbyterorum Ordinis 5: AAS 58 (1966)
997; Const. Sacrosanctum Concilium 48: AAS 56 (1964) 114.
17 Cf. Ordenación General del Misal Romano 79. Ciertamente, este es un lugar
muy propicio para hacer la unión de las dos ofrendas, pero parece que la
objetividad del rito cristiano recomienda ampliarlo con otro más: el momento
previo del ofertorio, puesto que este momento corresponde al inicio mismo de
la ofrenda cristiana. Cuatro son las razones que parecen hacer este momento
recomendable: 1) El mismo nombre sugiere la idea del ofrecimiento. 2) No
del Señor ejecuta por medio del presbítero, los fieles han de unir
su vida a la oblación de Jesucristo (mediante un acto de oración).
Este breve momento es de la máxima importancia puesto que en
él culminan y se unen las dos clases de sacerdocio que existen en
la Iglesia. Para probarlo pueden citarse tres razones de peso.
En primer lugar, el culto bautismal llevado a cabo en la conciencia
de cada creyente en toda circunstancia, asciende y alcanza su fin al
unirse a la ofrenda del Hijo de Dios contenida en la Eucaristía, que
por nuestra salvación atravesó la muerte, abriéndonos el camino de
la obediencia filial a Dios. En segundo lugar, la consagración que
de sí hizo Jesús a la voluntad del Padre en la antesala de la Pasión,
revivida en la Eucaristía, desciende para unirse a la ofrenda que
el fiel realiza, e incorporándole a su Cuerpo místico resucitado,
Cristo destruye su pecado y le comunica la vida eterna.
La tercera razón, no menos importante, es que por la unión de la
ofrenda ascendente o espiritual del hombre y de la descendente
o sacramental de Dios, el presbítero muestra mejor su mediación
como icono de Jesucristo sacerdote al tiempo que su comunión con
el pueblo de los bautizados. Ciertamente, el presbítero ha recibido
el carácter sacerdotal expreso de Cristo para representarle dentro
de la acción sacramental de la Iglesia como la cabeza representa
al cuerpo. Actúa por el poder de Cristo y en la persona de Cristo,
pero en cuanto tal, el presbítero no es sin embargo el origen de
ninguna de las dos ofrendas, la personal que realiza cada fiel o la
eucarística por la que Cristo se entrega al Padre, sino que para su
18 Cf. Concilio Vaticano II, Decr. Presbyterorum Ordinis 5: AAS 58 (1966) 997.
19 Obsérvese que esto es algo a lo que el Concilio apremia a los sacerdotes
como parte de su ministerio docente de cara a los fieles (cf. Concilio Vaticano
II, Decr. Presbyterorum Ordinis 5: AAS 58 (1966) 997). Este punto, es sin embargo
olvidado frecuentemente en la praxis, pese a estar expresado en los textos
magisteriales. Si el presbiterado tiene un papel propio irrenunciable, no debe
por ello menospreciarse el deber bautismal de ejercer el sacerdocio común.
Es decir, el presbítero, también ha de ofrecerse personalmente a Dios en las
circunstancias de su vida en el cumplimiento de su misión, y hacer culminar
junto con el resto de bautizados esta oblación en la única ofrenda eucarística
del Hijo de Dios. Esta unidad expresaría mayormente la constitución de toda
la comunidad cristiana como una sola ofrenda que se incorpora a la ofrenda
sacramental de Jesucristo.
20 Cf. Concilio Vaticano II, Const. dog. Sacrosanctum Concilium 10: AAS
56 (1964) 102; Íd. 48: AAS 56 (1964) 113.
De Adviento a Pentecostés
Por Patrik Reagan
Biblioteca Litúrgica 62. 344 págs., 30,00 €
El autor compara las oraciones y los prefacios,
lecturas y rúbricas, calendario y cantos del Misal
de 1962 con los del Misal revisado del Concilio
Vaticano II, actualmente en su tercera edición. Una
demostración de la superioridad del Misal refor-
mado por encima de su predecesor, sobre todo en
lo que se refiere al año litúrgico.
1. Preámbulo
La Iglesia ortodoxa de rito bizantino tiene una serie de textos
simbólicos que se podrían llamar doctrinales, ya que recoge las
normas, las leyes, las instrucciones catequéticas y la doctrina de
la fe, que se han ido elaborando y recopilando a lo largo de una
tradición histórico-teológica, cuyas primeras elaboraciones de
escritos confesionales para la Ortodoxia greco-eslava se remontan,
como veremos, al siglo xv.
En el proceso de elaboración, la mayoría de estos libros simbólicos
han recibido la influencia de la doctrina católica latina por la esco-
lástica medieval, pero todo ello ha estado motivado por una fuerte
intromisión y repercusión que ejerció la Reforma protestante en el
Oriente ortodoxo en los siglos xvi y xvii.
Con todo, no todos los escritos confesionales se pueden considerar
como «simbólicos», tampoco se puede afirmar que el proceso de
elaboración de muchos de ellos haya sido durante la época en que la
Reforma protestante quiso hacer su expansión por Europa y parte
de Oriente, dado que algunos son anteriores y otros se redactaron
bastante tiempo después.
El objetivo de este breve artículo es, precisa y solamente, dar a
conocer a los cristianos en general, y a los cristianos católicos y
protestantes en particular, la existencia de unos libros de fe «nor-
mativos» que posee la Iglesia bizantina, y, por ende, acercar así un
poco más la doctrina dogmática ortodoxa a Occidente.1
4 Cf. L. Petit, «Jérémie II. Tranos», en: DThC VIII~1, Paris 1924, cols. 886-
894; R. Janin, «Jérémie II», en: Cath. VI, Paris 1967, cols. 694-696; Ch. Han-
nick – K. P. Todt, «Jérémie II Tranos», en: C. G. Conticello – V. Conticello
(dirs.), La théologie byzantine et sa tradition (XIIIe – XIXe s.), vol. II, (Corpus
christianorum), Turnhout: Brepols 2002, 551-616; K. Parry, «Jeremias II»,
en: K. Parry,… [et al.] (eds.), The Blackwell Dictionary of Easter Christianity,
Malden (Massachusetts) USA: Blackwell Publishers 1999/2000, 263; y D.
Wendebourg, «Jeremías II Tranos – Jeremías II y los Luteranos de Tubinga»,
en: E. G. Farrugia (dir.), DEOC, Burgos 2007, 352-353, y 353.
5 Sobre la vida, tendencias teológicas y escritos de Pedro Moghila, cf. H.
Gómez, Historia eclesiástica de Rusia, Madrid: Artes Gráficas 1958, esp. cap. VII:
«El Occidentalista Pedro Mogila, Metropolita de Kiew (1633-1646)», 293-401;
Íd., «Escuela Teológica de Kiev. El occidentalista Pedro Mogila, Metropolita
de Kiev», Oriente CEOR I, n 1 (1951) 17-24. Véase una breve reseña sobre Pedro
Moghila en nuestra recientísima obra: J. M. Fernández Rodríguez, «Mystêrion»
9 El Trebnik (en eslavo) o Eujologion (en griego) es el libro que contiene las
acciones ministeriales de la Iglesia (mystêria –sacramentos, así como consagra-
ciones y bendiciones), procede del concepto eslavo treva que originalmente
significa sacrificio u oblación, también designa los santos dones (pan y vino)
en la Cena del Señor y, por tanto, de forma muy genérica, define una acción
ministerial eclesiástica. Cf. R. Hotz, Los sacramentos en nuevas perspectivas,
Salamanca: Sígueme 1986, 334, nota 57.
10 Cf. S. Janeras, «Introducción a la Teología Ortodoxa», en: A. González
Montes (dir.), Las Iglesias Orientales (BAC 604), Madrid 2000, 170-171.
11 J. Meyendorff, La Iglesia ortodoxa ayer y hoy (Que sean uno 4), Desclée:
de Brouwer: Bilbao 1968, 88.
12 K. Ware, L’Orthodoxie. L’Église des sept Conciles, Paris: Cerf ³2002, 127.
De la misma opinión P. Evdokimov, L’Orthodoxie, Paris: Neuchâtel 1959, 178.
Por el contrario, Ch. Androutsos señala que esta Confesión es «en cuanto a su
contenido una exposición muy completa y muy sagaz del sistema dogmático
y moral de la Iglesia ortodoxa», Ch. Androutsos, Symboliké, Athênai ²1908, 34.
Re-visión final
Entre los teólogos ortodoxos, hay quienes conceden a la Confessio
orthodoxa fidei y a la Confessio Dosithei tanta autoridad como a la
misma Sagrada Escritura, apoyándose en el principio de que la
Iglesia ortodoxa rusa es la única verdadera, y, por consiguiente,
sus libros han de tener infalible autoridad. Otros, en cambio, que
24 Cf. K. Ware, L’Orthodoxie. L’Église des sept Conciles, Paris: Cerf ³2002,
261-262.
no dejan de ser, sin embargo, una digna ayuda para los profesores
de dogmática ortodoxa. Expresan la conciencia de la Iglesia católico-
ortodoxa en la época en que fueron publicados, y en su línea general
están de acuerdo con la tradición de la Iglesia.28
Sin desviarse de esta corriente, Georges Florovsky (†1979) dice
que Kattenbusch «tiene razón» al considerar que los libros simbó-
licos «no pueden ser considerados como la auténtica fuente» para
mostrar el sentir de la Iglesia ortodoxa bizantina. A lo cual añade:
Los llamados «libros simbólicos» de la Iglesia ortodoxa no tiene
autoridad obligatoria, aunque hayan podido ser usados por teólo-
gos particulares y en circunstancias particulares. Su autoridad es
subordinada y derivada. En todo caso no tienen autoridad por ellos
mismos sino tan solo en cuanto que ellos están de acuerdo con la
continua tradición de la Iglesia. Su influencia es característica de cier-
tas situaciones en la historia de la moderna teología ortodoxa, pero
en ningún sentido es característica de la misma Iglesia ortodoxa.29
Por su parte, el teólogo salmanticense Miguel María Garijo-
Guembe (†1996), tras haber revisado comentarios y consideracio-
nes de varios autores ortodoxos en torno a estos textos simbólicos,
opina que: «las citadas confesiones son un test de la historia de la
teología ortodoxa».30
El hecho de que estos libros simbólicos alcanzaran un gran presti-
gio en la Ortodoxia greco-eslava condujo a que se introdujera en
Los mejores
textos eclesiales
de la Liturgia de las Horas
Por Bernabé Dalmau
Dossiers CPL 154. 144 págs., 20,00 €
Siempre las Vigilias de la Liturgia de
las Horas se han caracterizado por
extensas lecturas extraídas de la Biblia
y de autores eclesiásticos. El autor pro-
pone una selección de estas lecturas
para «ayudar a los lectores en aquella
iniciación elemental a los textos de la
Liturgia de las Horas que en última
instancia nos permitirán entrar en el
espíritu de la liturgia».
De la fábrica de lo sagrado
a la revolución eucarística.
Algunas propuestas
sobre el retorno a la misa*
François Cassingena-Trévedy, osb
* Este texto, publicada por el autor en italiano [en línea], Rivista europea
di cultura. 11-7-2020 <https://www.cittadellaeditrice.com/munera/mano-
bocca-cuore-ginocchio-e-piede-le-forme-della-comunione-eucaristica/>
[Consulta: octubre 2020 línea], ha sido traducido al español por Lino Emilio
Díez Valladares, SSS.
1 Cf. Matias Augé Benet, «La comunione nelle mani e la pandemia», [en
línea] Munus: Liturgia e dintorni. 14-1-2020 <http://liturgiaedintorni.blogspot.
com/2020/06/la-comunione-nelle-mani-e-la-pandemia.html> [Consulta:
agosto 2020].
2 Cf. Adrea Grillo, «Baluardo o cavallo di troia? Una recensione del
volume dedicato alla «comunione sulla mano», introdotto dal card. Sarah
(di Claudio U. Cortoni)» [en línea] Munera. Rivista europea di cultura. 1-3-
2018 <http://www.cittadellaeditrice.com/munera/baluardo-o-cavallo-
di-troia-una-recensione-del-volume-dedicato-alla-comunione-sulla-mano-
introdotto-dal-card-sarah-di-claudio-u-cortoni/> [Consulta: agosto 2020].
oye: la mano está sucia, porque es servil, mientras que la boca está
limpia. En realidad las cosas son mucho más complejas. Porque la
mano tan fácilmente se ensucia como fácilmente se limpia. Limpiar
las manos es relativamente fácil, aun cuando la metáfora de las
«manos limpias» sea un serio problema. La boca, sin embargo,
puede ensuciarse mucho más profundamente y para limpiarla
de palabras inmundas hace falta mucho más tiempo y procedi-
mientos mucho más complejos. Con mayor razón podemos decir
esto del corazón: un corazón sucio, un espíritu insano, una mente
retorcida exigen purificaciones, terapias e higienizaciones que
pueden requerir una vida entera. La exterioridad de la mano no
es sinónimo de «impureza», igual que la interioridad del corazón
no equivale a pureza.
«Nova Nativitas»
Qué celebra la fiesta de Navidad
José Manuel Bernal Llorente
a nadie; sino que todo juicio lo ha entregado al Hijo, para que todos
honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no
honra al Padre que lo ha enviado. En verdad, en verdad os digo: el
que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida
eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la
vida. En verdad, en verdad os digo: llega la hora (ya estamos en ella),
en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan
vivirán. Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también
le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo (Jn 5,19-26).
Y este:
Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo
echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad,
sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que
me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino
que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre:
que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le
resucite el último día (Jn 6,37-40).
Estos testimonios confirman la personal convicción que tiene Jesús
de su filiación divina. Su relación con el Padre es íntima y estrecha;
él le ha enviado y le ha dado poder sobre la vida y la muerte, para
resucitar y para juzgar; Jesús tiene conciencia de haber bajado del
cielo, de su estrecha afinidad con el Padre, de que quien le conoce
a él conoce también al Padre, y de que quien le oye a él oye también
al Padre. A la postre se declara Hijo de Dios.
4) Quedaría pendiente ahora saber qué pensaban las primeras
comunidades cristianas sobre la filiación divina de Jesús. Para ello
nos tenemos que acercar al testimonio de Pablo, tal como aparece
en sus cartas. Nos limitamos a sus siete cartas originales; en ellas
hay quince referencias a Jesús como Hijo de Dios, once de las cuales
aparecen en Romanos (siete veces) y en Gálatas (cuatro veces).
Voy a señalar solo las más representativas. Traigo primero un frag-
mento de Romanos. En él se afirma con contundencia la condición
de Hijo, referida a Jesús; se menciona su nacimiento según la carne
y, por su resurrección, se le confiesa Hijo de Dios. Este es el texto:
… que había ya prometido [Dios] por medio de sus profetas en las
Escrituras Sagradas, acerca de su Hijo, nacido del linaje de David
aquí se seguirá que, según los deseos del Concilio Vaticano II, la
divina Escritura constituya para todos una fuente perenne de vida
espiritual, un instrumento de incomparable valor para la enseñanza
de la doctrina cristiana y, finalmente, un compendio sustancial de
formación teológica.
En este párrafo se exponen sintéticamente las razones por las que
el nuevo Misal ha revalorizado tanto la proclamación de la Sagrada
Escritura en la Eucaristía.
Un primer conjunto de razones se basan en lo que se consigue
con dicha proclamación, y son tres cosas: 1) impulsar la unidad
de la Iglesia, 2) preparar a los fieles para la Cena del Señor y para
celebrar la Eucaristía recibiendo la comunión, su culminación,
y 3) alimentarse abundantemente de la misma Palabra de Dios,
escuchada, meditada y realizada en la vida.
Otro conjunto de razones se basan en lo que la Sagrada Escritura
es en sí: 1) una fuente de vida espiritual, 2) fundamento seguro y
necesario para la enseñanza de la doctrina cristiana y 3) compendio
de formación teológica.
Todas estas razones se resumen en que la Palabra de Dios procla-
mada en la Eucaristía es esencial para la edificación de la Iglesia y
de cada uno de sus miembros.
En esta revisión del Misal Romano, además de los cambios aporta-
dos a las tres partes de las que ya hemos tratado, es decir, la plegaria
eucarística, el Ordinario de la Misa y el Leccionario, otras secciones
han sido también revisadas y considerablemente modificadas: el
Propio del tiempo, el Propio y Común de los santos, las misas rituales
y las misas votivas.
¿Y de qué cambios se trata? Digamos algunos de los más importantes:
– Textos suprimidos: la «antífona de ofertorio» se ha suprimido
en todas las misas, aunque se ha conservado en el Graduale,
el libro oficial de cantos de la Iglesia.
– Textos añadidos: en el propio del tiempo se han añadido misas
para cada una de las ferias de los tiempos de Adviento, Navi-
dad y Pascua que no tenían textos propios. Hay más prefacios
para elegir en cada tiempo litúrgico.
El Instituto de Liturgia
«ad instar facultatis»
del Ateneo Universitario Sant Pacià
Gabriel Seguí i Trobat
El día de la Solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, 11
de junio de 2020, el cardenal Giuseppe Versaldi, prefecto de la
Congregación para la Educación Católica, firmó los decretos de
erección canónica del Instituto de Liturgia ad instar facultatis (ILF)
del Ateneo Universitario Sant Pacià y nombró como primer presi-
dente al Dr. Gabriel Seguí i Trobat, msscc, miembro del Centre de
Pastoral Litúrgica de Barcelona, hasta ahora director del Instituto
Superior de Liturgia de Barcelona. El Gran Canciller es el carde-
nal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, que ha impulsado
decididamente el nuevo centro de estudios.
El perfil propio y específico de los estudios del ILF es la teología
litúrgica y el ars celebrandi, sin olvidar la dimensión histórica de
la liturgia, con una vocación de servicio misionero especialmente
a las Iglesias de América Latina y África. Esta vocación no solo
se concreta en la admisión de alumnos de estos continentes, sino
también en el nombramiento de profesores de esta procedencia,
para construir un diálogo fecundo entre diversas experiencias y
perspectivas de la liturgia en vistas a su inculturación. Por ahora se
han incorporado a la ILF dos profesores mexicanos y uno chileno.
La dimensión teológica del plan de estudios se inspira en la obra y
el ejemplo como celebrante de Mons. Pere Tena i Garriga. En este
sentido el ILF tiene una deuda de gratitud con otros grandes litur-
gistas fundadores o profesores del Instituto Superior de Liturgia
de Barcelona, como Pere Farnés, Joan Bellavista, José Aldazábal,
Alexandre Olivar o Miquel dels Sants Gros.
Por otro lado, el ILF aspira a afianzar sus relaciones de colaboración
y de trabajo conjunto con el Centre de Pastoral Litúrgica y dar un ser-
Reseñas bibliográficas
Temas
A los 50 años del Misal Romano....................................... núm. 355
Traducción litúrgica | Anexo: La liturgia en tiempo de
confinamiento............................................................... núm. 356
Mistagogía como vivencia del misterio........................... núm. 357
Cátedra episcopal. Santa Cecilia. Columbarios.
Sacerdocio y Sacrificio. Libros ortodoxos................. núm. 358
Editoriales
Unos cambios que apuntan mejoras (José Antonio
Goñi)................................................................................ 5-6
—, Traduttore, traditore........................................................... 145-146
—, Iniciación al misterio celebrado........................................ 367-368
Liturgia y belleza: La irrupción del misterio
que transforma la vida del creyente (Corrado
Maggioni)........................................................................... 507-512
Artículos
El 50 aniversario del Misal Romano de Pablo VI: balance
y perspectivas de futuro (Maurizio Barba)................. 7-38
Filología, teología y culto. En torno a una oración colecta
de Cuaresma (Félix María Arocena)........................... 39-51
Hacia la fe por los signos: Claves de sacramentología a partir
del cuarto evangelio (Paula Marcela Depalma)......... 53-60
¿Está justificada la comunión eucarística en las
Celebraciones dominicales en ausencia de presbítero?
(Raúl García Herráez)................................................. 61-84
Puntos de vista
Domingo de la Palabra de Dios: escuchar a Jesús para
tener sus ojos y sus manos (Lino Emilio Díez
Valladares).................................................................... 101-105
La tercera edición del Misal Romano en lengua italiana.
Historia y criterios de una traducción (Angelo
Lameri)............................................................................ 105-112
«Un Rito Amazónico». Documento final de la Asamblea
Especial para la Región Panamazónica. Sínodo de los
Obispos (Gonzalo Guzmán).......................................... 113-116
—, Un sueño amazónico. Un nuevo rito en la Iglesia
latina................................................................................. 473-479
Traducción y «lex credendi» (Jaume González Padrós).. 231-235
—, No es solo un abuso, es una herida. A propósito de una
nota doctrinal.................................................................. 615-618
El lenguaje litúrgico, un muro (Josep Lligadas)............... 235-249
La Iglesia católica coreana (María Esther Palma
González)....................................................................... 250-264
Actuación ministerial o participación litúrgica: la
confusión a evitar (Manuel Carmona García)......... 449-454
Sobre las celebraciones dominicales en ausencia de
presbítero: el Dossier CPL y el tema de la comunión
(Xavier Aymerich Miñarro)........................................ 454-457
Lo sacramental en el centro de la experiencia cristiana
(José Manuel Bernal Llorente).................................. 458-462
—, «Nova Nativitas». Qué celebra la fiesta de Navidad... 634-643
La reciprocidad entre fe y sacramentos en la economía
sacramental (Juan Javier Flores Arcas)..................... 462-465
La Congregación para el Rito Hispano-Mozárabe (Juan
Manuel Sierra López)................................................... 466-473
De la fábrica de lo sagrado a la revolución eucarística.
Algunas propuestas sobre el retorno a la misa (François
Cassingena-Trévedy)................................................... 618-629
Mano, boca, corazón, rodillas y pies: las formas de la
comunión eucarística (Andrea Grillo)....................... 630-634
Director
José Antonio Goñi
Vinculada
al Instituto Consejo
Luis Fernando Álvarez, sdb (Madrid)
Superior
Dionisio Borobio (Salamanca)
de Liturgia Juan María Canals, cmf (Madrid)
de Barcelona,
REVISTA DE PASTORAL LITÚRGICA