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SUMARIO

PHASE AÑO XLVI – 2006 – N. 272

LA SEMANA SANTA A LOS CINCUENTA AÑOS


DE LA RENOVACIÓN DE PÍO XII

EDITORIAL. (J.A.) ............................................................... 99-100

PERE TENA, Memoria de la renovación de la Semana Santa:


50 años .......................................................................... 101-106
JESÚS CASTELLANO, El triduo sagrado o pascual. Aportacio-
nes y precisiones de la tercera edición típica del Mi-
sal Romano .................................................................. 107-117
JUAN J. FLORES, Cincuenta años de la Reforma de la Sema-
na Santa ........................................................................ 119-126
PERE LLABRÉS, La Liturgia de las Horas en el Triduo Pas-
cual, oración del pueblo de Dios ................................. 127-136
RAMIRO GONZÁLEZ, La distancia entre lo “ideal” y lo “real”
en la Semana Santa reformada ................................... 137-155
JOAN R. MARÍN, El paso del Mar Rojo. Lectura de Éxodo 14
en la Vigilia Pascual ..................................................... 157-162
JOAN M. CANALS, Identidad del Sábado Santo ..................... 163-168
JOSÉ A. GOÑI, Las diversas posibilidades en las celebracio-
nes de la Semana Santa ............................................... 169-174
JOSÉ A. GOÑI, El horario de las celebraciones de Semana
Santa ............................................................................. 175-179
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS ................................................ 181-190
PEDRO FERNÁNDEZ, A las fuentes de la sacramentología cristiana. La
humanidad de Cristo en la Iglesia (Joan Llopis); NARCISO LORENZO, La
epíclesis y la divinización del hombre (J. Aldazábal); JULIÁN LÓPEZ, La
celebración eucarística, centro de la vida cristiana (F. Xavier Aróztegui);
GERMAN CORREA, La fuerza evocadora de una Eucaristía (J. Aldazábal);
PIERO MARINI, Liturgia e belleza. Nobilis pulcritudo. Memoria di una
esperienza vissuta nelle celebrazioni liturgiche del Santo Padre (J.
Aldazábal); CASIANO FLORISTÁN, 10 palabras clave sobre símbolos
del cristianismo (Joan Llopis); CASIANO FLORISTÁN, “Al celebrar tu
memoria”. Poesía para domingos y fiestas (Joan Llopis); GEORGES
CHEVROT, La victoria de la Pascua (J. Aldazábal).
Otros libros recibidos ............................................................ 191
EDITORIAL

La reforma de la Semana Santa que llevó a cabo el papa Pío XII


entre los años 1951 y 1956 –hace ahora, pues, cincuenta años–, fue en
verdad importante.
El que esta reforma empezara precisamente por la Vigilia Pascual, el
corazón de todo el año litúrgico, y, en vistas de la recepción tan positiva
por parte de toda la Iglesia, se prolongara a la revisión de toda la Semana
Santa, fue realmente programático para toda la reforma que iba a seguir
en el Concilio Vaticano II, que ya estaba a las puertas. No fue sólo un
cambio de horarios o unos pequeños detalles ceremoniales. Fue un cambio
de actitud entre teológica y pastoral que afectó a la celebración de estos
días y luego iba a influir en las de todo el año.

Aquí ofrecemos a nuestros lectores una serie monográfica de


reflexiones sobre la Semana Santa. Algunas, como la de Mons. Tena y la de
J.J. Flores, toman pie del acontecimiento –los cincuenta años del decreto
“Maxima Redemptionis nostrae mysteria”– para expresar lo que supuso
este decreto de Pío XII para la vida de la Iglesia. El segundo, el profesor
Flores, se fija sobre todo en el concepto de “misterio”, que aparece en el
título del decreto, comparando su comprensión con la de O. Casel.
J. Castellano, desde Roma, estudia las “novedades” que aporta
la tercera edición del Misal Romano (2002) respecto a la celebración
de estos días de Semana Santa. Son matices, a veces pequeños, pero
significativos, que nos pueden ayudar a entender y a celebrar mejor estas
celebraciones.
Otros estudios plantean directamente algunos aspectos pastorales
de la Semana Santa.
El profesor Ramiro González, desde su contexto de Galicia,
reflexiona críticamente sobre la distancia que puede haber entre la teoría
y la práctica. Entre lo que piden los libros litúrgicos y lo que se puede
Editorial – 99
hacer, sobre todo en las comunidades pequeñas, a veces desprovistas de
sacerdote fijo. Los consejos que da están claramente inspirados en un
sentido litúrgico muy maduro y a la vez en una experiencia concreta de
actuación pastoral.
El profesor Llabrés, desde Mallorca, nos presenta el aspecto de la
Liturgia de las Horas, para la que el pueblo cristiano es conveniente que
sea convocado precisamente en estos días, sobre todo en las mañanas del
Viernes y Sábado Santo, y también en la mañana y tarde del Domingo de
Resurrección. Son tal vez los días más oportunos para esta convocatoria
en todo el año litúrgico.
El profesor Marín, de Barcelona, trata un tema que a muchos les
resulta problemático: la lectura, en la Vigilia Pascual, del pasaje de Éxodo
14, con el paso del Mar Rojo y el tono que puede parecer demasiado
guerrero y hasta cruel, de parte de Yahvé, en la aniquilación de las tropas
egipcias. Su clave es exegética y nos hace ver todo el pasaje desde la
perspectiva de la victoria de Dios a favor de su pueblo.
J.A. Goñi, actualmente en Roma, nos ofrece dos puntos de vista muy
concretos. Uno, con criterios a aplicar cuando los libros litúrgicos dejan
opción para varias posibilidades en el modo de realizar algunos ritos de
la Semana Santa, así como la opción por abreviar o no algunos textos,
como el pregón pascual o las lecturas de la Vigilia, y la libertad que se
deja al sacerdote para realizar o no algunos otros ritos. El otro da criterios
sobre el horario de las celebraciones de estos días, sobre todo de la Vigilia
Pascual. El horario es un elemento que también puede influir en la recta
comprensión de lo que celebramos en la Semana Santa.
J.M. Canals, desde Madrid, dedica su reflexión al Sábado Santo: la
identidad de este día que corre el peligro de parecer un tanto anodino,
pero que tiene su sentido profundo en la preparación del Domingo de
resurrección. El autor nos invita a vivirlo densamente, sobre todo con la
oración y el silencio, a pesar de que ser un día a-litúrgico.
Se completa el número con una serie de notas bibliográficas que, por
falta de espacio, habíamos tenido que omitir en los anteriores. J. A.

100 – Editorial
Phase, 272, 2006, 101-106

MEMORIA DE LA RENOVACIÓN
DE LA SEMANA SANTA: 50 AÑOS

PERE TENA

El primer imprimatur de la clásica obra de Louis Bouyer “Le


Mistère pascal” lleva la fecha de 25 de junio de 1945. Diez años más
tarde, con fecha 16 de noviembre de 1955, aparecía el Decretum
generale “Maxima Redemptionis nostrae mysteria”, con la renovación
ritual de toda la Semana Santa. El P. Bouyer murió en octubre del 2004,
casi sesenta años después de haber publicado “Le Mystère pascal”.
El pasado mes de noviembre se cumplieron los cincuenta años de la
renovación de la Semana Santa, y la celebración de este año 2006 será
la quincuagésima según el Ordo renovado (el Misal de 1970, bajo Pablo
VI, supuso solamente algunos retoques, aunque interesantes).
Quizá es legítimo preguntarse por qué empiezo con una serie de
referencias cronológicas, no exactamente homogéneas. La respuesta es
bastante simple y fácil de aceptar: este breve artículo es un testimonio
de memoria histórica, y los datos reseñados forman parte importante
de esta memoria. Por una parte, tenemos los datos que llamaríamos
“mistagógicos”; en este ámbito, ponemos como típico el libro de Bouyer.
Por otra, tenemos los datos institucionales, rituales; son el Ordo mismo
renovado de 1955.
Cuando Bouyer escribe su libro “Méditation sur la liturgie des trois
derniers jours de la Semaine sainte”, lo hace sobre la base de los ritos y
textos anteriores a 1955, aunque teniendo en cuenta que los oficios del
sábado por la mañana corresponden en realidad a la Nox Sancta. Esto le
Memoria de la renovación de la Semana Santa: 50 años – 101
permite hacer hincapié en el misterio del Sábado Santo como tal; este
misterio había “desaparecido” de la experiencia de los fieles, cubierto
por la Vigilia anticipada, que convertía tradicionalmente el Sábado en
Sábado de gloria.
El libro de Bouyer fue una invitación poderosa a entrar de lleno en la
celebración del Triduo pascual, y fueron muchos los que “descubrieron” el
misterio pascual a través de aquellas páginas, llenas de sabiduría, teología,
poesía, y fervor cristianos. Después hemos sabido que alguien habló de
este libro atribuyéndole otro contenido: “el misterio de Pascal”... 1 Pero,
anécdotas aparte, vale la pena afirmar que la renovación de la Semana
Santa y del Triduo pascual en toda su amplitud, como acontecimiento
litúrgico central en la vida de la Iglesia, no se debe solamente al Decreto
“Maxima Redemptionis nostrae mysteria”, sino también a tantos
mistagogos espirituales que, como Bouyer, dedicaron sus esfuerzos a
ayudar a los hermanos a poner en concordancia el espíritu con los “ritus
et preces” de las celebraciones.
Y, sin embargo, sólo la intervención de la Santa Sede aportó algo que
ningún autor podía, ni puede, aportar: un Ordo de la celebración renovado,
purificado de adherencias que a lo largo del tiempo habían entrado y
mermado la “noble sencillez” que debe resplandecer en los ritos, repensado
hasta cierto punto en función del momento de la vida de la Iglesia, re-
situados en contextos horarios más adecuados, tanto a las formas originales
como a las posibilidades de participación de los fieles.
Con esta intervención del año 1955, la Santa Sede confirmaba lo
que había iniciado en el año 1951, al proponer –como facultativa– la
recuperación de la Vigilia Pascual; a la vez, ponía claramente un signo
de la voluntad del Papa Pío XII de seguir adelante con la reforma general
de la liturgia, tan deseada por el Papa Pío X.
No se puede negar que la opción fue espléndida: la renovación
empezaba por el corazón mismo del año litúrgico. La decisión de la Santa
Sede fue un motivo de gozo para los que ya entonces habían entrado en la
celebración de la Semana Santa como un momento litúrgico culminante,
teológica, pastoral y espiritualmente.

1 La anécdota está recogida por Robert Cabié, Quand on commençait à parler du


mystère pascal, La Maison-Dieu 240 (2004) 8, nota 2. El artículo entero es interesante
como testimonio del proceso de recepción del “misterio pascual”.
102 – Pere Tena
Hay que tener en cuenta que la Semana Santa tenía entonces
(y tiene todavía, en realidad) dos versiones: la versión popular y la
versión litúrgica. Esta era, y es, simplemente, la que describen los libros
litúrgicos. La versión popular, por su parte, está formada básicamente
por la bendición de los ramos, la visita a la Reserva del Santísimo (el
Monumento) en la noche del Jueves Santo (o la mañana del Viernes), el Vía
Crucis, las procesiones cuando las hay, y la misa del domingo de Pascua.
Cuando digo “popular” no pretendo juzgar la intensidad cristiana de esta
versión. Gracias a esta versión se ha mantenido extensamente el fervor
cristiano, sobre todo hacia la Pasión del Señor, y todos encontraríamos
en nuestros recuerdos infantiles la presencia de estos elementos, como
referencias primordiales de la Semana Santa.
Uno de los méritos de la renovación de Pío XII fue la de posibilitar
un encuentro fácil y fecundante entre la versión popular y la versión
litúrgica. Los cristianos, en su gran mayoría, no habrían podido explicar
en aquellos tiempos cómo se desarrollaba la Vigilia Pascual (en las
primeras horas de la mañana del Sábado de gloria!..), y en muchos países
–en Italia, sin ir más lejos– ni tan sólo era posible hacerlo el Jueves y
el Viernes, por ser días laborables. En otros, como España en los años
cuarenta y cincuenta, el Jueves y el Viernes eran más o menos festivos
e incluso en algún tiempo totalmente marcados por la conmemoración
religiosa (luto oficial, supresión de espectáculos, etc...), lo cual facilitaba
la asistencia a alguna de las misas del Jueves Santo y al rito del Viernes
(“Presantificados”).
El cambio de horarios de las celebraciones venía a dar una respuesta
a esta dificultad; por esto decimos que fue un encuentro fecundante. El
esquema “popular” podía enriquecerse con la versión litúrgica. Y, de
hecho, esta ha sido una de las tareas que ha ocupado a los pastores durante
estos cincuenta años. En algunos casos ha habido realmente el resultado
positivo esperado; en otros, la versión popular mantiene todavía un
primado de afecto entrañable sobre la versión litúrgica.
La restauración del año 1955 era una opción clara a favor de la versión
litúrgica, aunque sin voluntad de suprimir la versión popular. Ya se ha
dicho que esta iniciativa fue un gozo para los que ya celebraban la liturgia
de Semana Santa como un acontecimiento espiritual. Los cambios de ritual
no estorbaban, al contrario, eran una ayuda para entrar más vivamente en
la comprensión y celebración del Misterio.

Memoria de la renovación de la Semana Santa: 50 años – 103


Después de la primera experiencia, en la Semana Santa y Pascua del
año 1956, los informes que recibía la Santa Sede eran entusiastas. En el
Congreso Internacional de Pastoral Litúrgica que se tuvo en Asís, en el
septiembre del año 1956, el P. Antonelli, ofm, uno de los artífices de la
reforma, tuvo una exposición sobre la recepción de la misma, en la Iglesia
latina de rito romano. Es poco decir que su relatio fue una explosión de
entusiasmo, sin necesidad de recurrir a la exageración. 2
Y, no obstante, también aquí hubo y hay todavía necesidad de una
labor pastoral adecuada. Cambiar los horarios facilitó la participación,
pero esto era la parte fácil de la reforma. Fue algo parecido a empezar a
celebrar la misa vueltos hacia la asamblea, o a leer las lecturas en lengua
vernácula en lugar de hacerlo en latín, etc. De por sí, son cuestiones de
horario, de topografía, de libros adecuados.
Ya no fue tan fácil, en cambio, entrar con comodidad en la estructura
litúrgica de los días y de los ritos del Ordo renovado. Todavía hoy, después
de cincuenta años, encontraríamos –encontramos– por las mañanas del
Jueves Santo o del Sábado Santo, personas piadosas que acuden a la
iglesia preguntando a qué hora celebran la misa. Y, posiblemente, algún
sacerdote no sería capaz de describir, sin tener delante el Misal, el rito
completo de la Vigilia Pascual. No son acusaciones; son constataciones
de la lentitud con que cambian las costumbres religiosas y rituales en el
pueblo cristiano; algo que conviene tener siempre en cuenta.
En la restauración del año 1955 se pensaba en los horarios, en
la estructura litúrgica, pero, sobre todo, en la fuerza sacramental y
espiritual de la celebración de la Pascua. Pascua de la crucifixión, Pascua
de la resurrección. Triduum paschale del Cristo crucificado, sepultado
y resucitado. Inserción del hombre en el misterio de Cristo por los
sacramentos de la iniciación. Banquete nupcial del Cordero viviente,
aunque como degollado, que viene al encuentro de su Iglesia en una
parusía sacramental. Envío misionero a Galilea y compromiso renovado
de fe y caridad...
“Decir que las fiestas pascuales son el centro del año de la Iglesia no
es todavía suficiente; en realidad son al mismo tiempo el hogar hacia donde

2 El texto de la Relatio del P. Ferdinando Antonelli se puede encontrar en La


Maison-Dieu, 47-48 (1956) 225ss.
3 L. BOUYER, Le Mystère pascal (Lex Orandi 4) Cerf, París 1947, p.9.

104 – Pere Tena


todo converge, y la fuente de la cual todo brota. Todo el culto cristiano
no es sino una celebración de la Pascua”. 3 Así empezaba Bouyer el libro
citado al principio.
La reforma del año 1955 apuntaba a que estas afirmaciones pudieran
resplandecer en la vida de la Iglesia. Después, la reforma general prevista
por el Concilio Vaticano II, ha completado el programa, aunque el núcleo
continúa siendo el mismo: el Triduum paschale. Por esto, podemos ver
ahora, más que en el año 1955, que el Decreto “Maxima Redemptionis
nostrae mysteria” fue en realidad el signo precursor, profético si se quiere,
de la reforma litúrgica general que nos ha introducido en la forma actual
de celebrar los santos misterios.
Hace veinte años, en el año 1985, la revista Phase dedicó un
fascículo a la Semana Santa, con motivo de cumplirse los treinta años
de la restauración. Leyendo lo que en aquella ocasión escribía sobre “La
‘recepción’ de la Semana Santa reformada”,4 pienso que vamos avanzando
seguramente por el buen camino.
Las nuevas generaciones no han conocido otra forma de celebrar la
Semana Santa más que las iniciadas hace cincuenta años, y la espiritualidad
litúrgica penetra ahora ampliamente en los planteamientos espirituales
de muchos pastores y fieles.
El año de la Eucaristía, por ejemplo, ha sido un acontecimiento que
ha puesto claramente el misterio pascual en el centro de atención de la
Iglesia. Pensemos, por ejemplo, en los bellísimos párrafos de la Encíclica
“Ecclesia de Eucharistia” en que Juan Pablo II habla de la Eucaristía como
contemporaneidad con el Triduum paschale, o en la síntesis doctrinal de
las primeras Propuestas del Sínodo sobre la Eucaristía, tal como han sido
presentadas al Papa Benedicto XVI.
La Vigilia Pascual, además, está recuperando plenamente, un poco
por todas partes, su dimensión sacramental, con el florecimiento de la
institución del catecumenado en muchas diócesis. Los obispos de Francia,
por su parte, han asumido hace unos años un proyecto de catequesis de
la fe que tiene, como punto de arranque y centro, la mistagogia de la
Vigilia Pascual.
En efecto, no podemos olvidar que cada generación necesita su

4 Cf. P ERE T ENA , La recepción de la Semana Santa reformada: Phase


145(1985)5-14.
Memoria de la renovación de la Semana Santa: 50 años – 105
mistagogia, de un modo semejante a como cada año señalamos el Cirio
Pascual con la fecha del año en curso. Por esto, tanto los pastores como los
fieles tenemos ante nosotros el desafío de trabajar por la verdad del “mens
concordet voci”. Como tenemos, igualmente, una deuda de gratitud con
el Papa Pío XII, que dio a la Iglesia, ahora hace cincuenta años, la forma
renovada de celebrar los más grandes misterios de nuestra Redención.

+ PERE TENA, obispo

106 – Pere Tena


Phase, 272, 2006, 107-117

EL TRIDUO SAGRADO O PASCUAL


Aportaciones y precisiones
de la tercera edición típica del Misal Romano

JESÚS CASTELLANO

Las celebraciones del Triduo sagrado o pascual, se concentran en


cuatro días, que van desde el Jueves Santo al Domingo de Resurrección.
Pero tienen como eje fundamental, al menos en la liturgia romana, la
celebración vespertina del Jueves Santo en la Cena del Señor, la del
Viernes Santo que hace memoria de la Pasión del Señor y la de la Vigilia
de Resurrección, entre el Sábado y el Domingo. Con su prolongación en
la celebración eucarística del día de Pascua.
La celebración del Triduo pascual del Misal Romano, con su
Leccionario y los ritos propios del Bautismo, de la Confirmación y
Eucaristía, cuando se confieren en la Vigilia pascual, es bien conocida.
La reciente tercera edición típica del Misal Romano (2002, pp. 297-
379) nos invita a leer con atención las páginas dedicadas a la celebración
de estos santos misterios. En realidad, no se han hecho muchos cambios,
que incluso se podrían haber inspirado en dos documentos posteriores: el
Ceremonial de los Obispos (1984) y la Carta circular sobre la preparación
y celebración de las fiestas pascuales, de la Congregación del Culto
divino (1988), que tiene todavía una vigencia desde el punto de vista
teológico, litúrgico, pastoral y espiritual. Y es también, a mi parecer, una
laguna que en la Institutio Generalis no haya un capítulo dedicado a las
peculiaridades de la celebración de la Eucaristía en algunos momentos
El triduo sagrado o pascual – 107
particulares del año litúrgico, como lógicamente propone el Ceremonial
de los Obispos.
No hay novedades sustanciales, salvo algún pequeño detalle que
vamos a recordar, dentro de esas otras novedades que contiene en sus
normas generales la Institutio y en sus textos el mismísimo Misal Romano.
La edición típica del Misal, como sabemos, es de entrada más bella y
digna que las ediciones latinas anteriores.
Las normas universales del Año litúrgico y del Calendario que
recoge también ahora la tercera edición del Misal Romano nos recuerdan
la importancia del Triduo Pascual de la Pasión y de la Resurrección del
Señor que empieza con la misa vespertina de la Cena del Señor, tiene su
centro en la Vigilia Pascual y se clausura con las vísperas del Domingo
de Resurrección”.
Las celebraciones se abren con el título general a toda página:
Sagrado Triduo Pascual. Siguen tres párrafos de rúbricas generales
nuevas para todo el Triduo. En ellas se recuerdan varias cosas de
gran importancia para una programación de las celebraciones. En
pocas palabras vienen a decir: 1. La importancia de la celebración
de los más grandes misterios de nuestra redención en el Triduo de
Cristo crucificado, sepultado, resucitado; invitación a practicar el
ayuno pascual. 2. La necesidad de tener a disposición y de preparar de
manera adecuada los ministros necesarios para las celebraciones. Se
llama la atención acerca de la importancia del canto y de los cantos, la
necesidad de la catequesis previa para una digna preparación y una activa
participación, 3. Finalmente, una invitación a que las celebraciones se
hagan en las catedrales, en las parroquias y en otros lugares en los que
se pueda realizar todo con concurso de fieles, con dignidad, y número
apropiado de celebrantes; se invita a las pequeñas comunidades, a las
asociaciones y a otros grupos a reunirse en esas otras iglesias donde
todo se pueda celebrar de una forma mejor (pp. 97-98).
Se trata de tres números de gran importancia litúrgico-pastoral, si se
los toma en la debida cuenta. El primero desde el punto de vista teológico,
exigiría una adecuada catequesis previa sobre el Triduo Pascual y su
importancia, como se dice también más explícitamente en el número
siguiente. El segundo es una llamada de atención a la debida preparación
mistagógica que dada la variedad de ritos requiere una mayor variedad
de ministerios adecuados y preparados. Lo mismo se diga de la necesaria

108 – Jesús Castellano


preparación de los cantos adecuados para los diversos momentos rituales.
Por fin, en el número tercero se pone de relieve la importancia de no
fragmentar las asambleas, de no celebrar en pequeños grupos, de ofrecer
unos espacios dignos y una ministeralidad adecuada; algo que no se puede
lograr en asambleas reducidas.

El Jueves Santo (pp. 299-312)


Las celebraciones se abren con el título Feria V in Cena Domini. Ad
missam vespertinam. El nuevo Misal, como de costumbre, ofrece algunas
rúbricas referentes a la celebración vespertina, a la concelebración de los
sacerdotes, a la facultad de celebrar alguna misa por el bien de los fieles
en otras iglesias y oratorios, con las debidas condiciones, acerca de la
distribución de la comunión dentro de la misa y en su momento oportuno
a los enfermos, acerca de la ornamentación del altar con flores y sobre
el cuidado de preparar hostias suficientes para la comunión del Jueves
y del Viernes. Son cinco números ordenados y precisos, redactados de
nuevo. El nuevo texto omite los títulos que había en el anterior (Ritos
iniciales y liturgia de la palabra). Se conserva la rúbrica acerca del canto
del Gloria y del sonido de las campanas. Se añade el detalle que el órgano
y otros instrumentos hasta el Gloria de la Vigilia pascual se pueden usar
solamente para acompañar y sustentar el canto.
Se modifica en parte la rúbrica que se refiere a la homilía con estas
palabras: “Después de la proclamación del evangelio el sacerdote hace
la homilía en la cual se ilustran los grandes misterios que se conmemoran
en esta Misa: la institución de la sagrada Eucaristía y del orden sacerdotal
y el mandamiento del Señor sobre la caridad fraterna”. Sigue el título
Lavatorio de los pies y tres números de rúbricas para esta parte de la
celebración, “donde lo aconseje una razón pastoral”. Se subraya la elección
de “hombres” (viri selecti), sin precisar el número para el lavatorio de
los pies. El Misal conserva la serie de antífonas clásicas para que se
canten algunas de ellas o bien otros cantos. Son las hermosas antífonas:
Postquam surrexit Dominus a cena, Dominus Iesus, postquam cenavit
(antigua antífona recuperada de nuevo en este contexto), Domine, tu mihi
lavas pedes?, Si ego, Dominus et Magister, In hoc cognoscent omnes,
Mandatum novum do vobis, Maneant in vobis... Se añade la rúbrica, en
parte nueva: “Tras el lavatorio de los pies, el sacerdote se lava y se seca
las manos, se reviste de nuevo con la casulla (que se supone ha depuesto
El triduo sagrado o pascual – 109
anteriormente, aunque no se dice) y vuelve a la sede desde la que dirige
la oración universal”. Y se anota que no se dice el Credo.
Se abre la página de la liturgia eucarística con una hermosa imagen
del lavatorio de los pies, del P. Marko Ivan Rupnik, y la rúbrica que
aconseja que se organice una procesión de los fieles que con el pan y
el vino y se añade este detalle: que se lleven también los dones para
los pobres, mientras se puede cantar el antiguo y sugestivo himno de la
caridad: Ubi caritas est vera, Deus ibi est, con sus tres estrofas, u otro
canto apropiado.
El Misal propone en canto gregoriano el Prefacio propio “De sacrificio
et de sacramento Christi” con el tono solemne. Y también el Canon romano
con sus textos peculiares para este día, incluidas las palabras propias de
esta misa en el momento de la “narratio institutionis”: Qui, pridie quam
pro nostra omniumque salute pateretur, hoc est hodie... Dos anotaciones
merecen nuestra atención. La primera es que el Misal Romano en su
tercera edición propone la posibilidad de cantar todo el canon romano,
como también lo hace con todas las otras plegarias eucarísticas, desde el
diálogo inicial a la doxología. El otro detalle es que ha conservado en el
texto del canon romano, aunque entre paréntesis, con las conclusiones
de algunas de sus oraciones, con el “Per Christum, Dominum nostrum.
Amen”, que ya estaba en la primera edición del 1970. En las palabras
de la consagración se añade la rúbrica: “En las fórmulas que siguen las
palabras del Señor tienen que ser pronunciadas distinta y claramente
(aperte) como lo requiere la naturaleza de estas palabras”.
Para la comunión, una rúbrica nueva sugiere que el sacerdote
de la misma mesa del altar dé a diáconos, acólitos y otros ministros
extraordinarios, la eucaristía, para que la puedan llevar a los enfermos
en sus casas. Una anotación muy oportuna y que incluso debería
generalizarse para otras ocasiones.
No se dice nada de la comunión bajo las dos especies, porque la
Institutio generalis ha alargado mucho la oportunidad de la comunión
bajo las dos especies para los fieles, según los libros litúrgicos y las
facultades que otorguen los obispos de manera general a los presbíteros.
Pero es normal que la intención de las rúbricas del Misal es que ese día
ciertamente la comunión se haga bajo las dos especies.
Una nueva rúbrica precisa: “Terminada la distribución de la comunión
se deja sobre el altar el copón con las hostias para la comunión del día

110 – Jesús Castellano


siguiente. El sacerdote de pie, desde la sede, dice la oración después de la
comunión”. No hubiera venido mal una sencilla monición y la posibilidad
de introducir el rito siguiente.
Terminada la oración después de la comunión se hace la Traslación
del Santísimo Sacramento, como indica el título.
Una serie de rúbricas explica el modo de hacer la procesión hacia el
lugar de la reposición, con algunos detalles nuevos como el hecho de que
se acompaña el Santísimo con la cruz y las velas encendidas.
Hay otras rúbricas ligeramente retocadas que merecen ser subrayadas
aunque estén en las ediciones anteriores del Misal.
Ante todo se dice que se quiten los manteles de los altares y las
cruces de las iglesias o que al menos se cubran con un velo. Se recuerda
la invitación a la adoración del Santísimo durante las horas de la noche,
pero se nota que después de la media noche se haga sin una particular
solemnidad. Es nueva esta anotación importante: si en una iglesia no se
celebra la función vespertina del Viernes Santo, concluida la misa, se
repone el Santísimo sacramento en el tabernáculo.

El Viernes Santo (pp. 313-332)


Se abre con el título: Feria VI in Passione Domini. Los tres primeros
números de las rúbricas preceden al título: Celebración de la pasión del
Señor. Se recuerda que en este día y en el siguiente, por una antigua
tradición, sólo se celebran los sacramentos de la penitencia y de la unción
de los enfermos. Se puede llevar la comunión a los enfermos que no pueden
participar en la celebración a cualquier hora del día.
Los ritos iniciales se hacen como de costumbre en este día. Hay
pequeños detalles de precisión en las rúbricas. Se dice que los ministros
se dirigen en silencio y hacen reverencia al altar y se sugiere al celebrante
y al diácono la postración (in faciem procumbunt) o que permanezcan
arrodillados, mientras los demás ministros sólo se arrodillan. La oración
inicial (no se la llama colecta sino “oratio”), con sus dos fórmulas para
que se elija una de ellas, se hace sin la invitación al pueblo a orar (sin decir
“oremus”) y se hace desde la sede, con las manos extendidas, y no con las
manos juntas como precisaba la anterior rúbrica.
El Misal indica para este día, cosa que no se encuentra en otros lugares,
la distribución de la celebración: Pars prima: Liturgia verbi. Se señalan
los textos a leer, del profeta Isaías, con su salmo, de la Carta a los Hebreos,
El triduo sagrado o pascual – 111
con la aclamación al evangelio, y la “historia de la pasión del Señor” según
Juan, “como el domingo precedente”. En las rúbricas del Domingo de
Ramos o de Pasión, se hacen estas indicaciones: La historia de la pasión
se lee sin que haya acompañamiento de luces, sin incienso, sin el saludo
y sin hacer la señal de la cruz en el libro. La lee el diácono o el sacerdote.
La pueden leer otros lectores, pero conviene que el sacerdote haga la parte
de Cristo. Sólo los diáconos piden la bendición del sacerdote antes de la
proclamación, como se hace antes del Evangelio.
La rúbrica especial para el Viernes santo propone que el sacerdote haga
una breve homilía y que al terminar invite a los fieles a orar en silencio.
La oración universal, con las diez solemnes oraciones del Misal de Pablo
VI, precedidas de las diez invitaciones correspondientes, se hacen de la
manera siguiente: el diácono o un lector, desde el ambón, profiere las
intenciones; todos oran en silencio y el sacerdote, desde la sede o desde el
altar, pronuncia las oraciones. Las invitaciones a la oración están transcritas
con música gregoriana.
La rúbrica propone, quizá con más relieve que las anteriores ediciones,
que tras la invitación a la oración se recupere la fórmula Flectamus genua,
se arrodillen los fieles, se ore en silencio y se levanten a la invitación:
Levate. Algo que resulta complicado. Las Conferencias episcopales
pueden proponer otras invitaciones para introducir las oraciones del
sacerdote. Queda en duda si esta invitación se refiere, como parece, a algo
que sustituya el Flectamus genua...Levate..., y no que se sustituya el texto
mismo del Misal, con las hermosas y antiguas invitaciones a la oración por
las diversas intenciones. Una solución sencilla y acorde con la liturgia es
que cada una de las invitaciones termine con la invitación Kyrie eleison o
Señor ten piedad y la respuesta del pueblo. Otra rúbrica recuerda que en
caso de una necesidad pública el Obispo puede permitir que se añada otra
intención particular. Ha desaparecido la rúbrica que permitía elegir algunas
de las oraciones, en favor de la totalidad de los textos y de las intenciones
propuestas por el Misal, como es justo que se haga en este día.
Terminada las oraciones y con ellas la primera parte, se pasa a la
segunda parte que lleva el título: Pars secunda: Adoratio Sanctae Crucis.
Con dos momentos que tienen como título Ostensio Sanctae Crucis y
Adoratio Sanctae Crucis.
Están previstas las dos formas de la adoración. La primera, más
sencilla, con una procesión hasta el altar, llevando el diácono la cruz y allí

112 – Jesús Castellano


se cantan las tres veces la antífona Ecce lignum crucis, con la aclamación del
pueblo: Venite adoremus, con la genuflexión y la adoración y el progresivo
descubrimiento de la cruz velada. O bien, con la solemne procesión de la
cruz y las tres estaciones a lo largo del templo, con el canto progresivo de
la antífona, la genuflexión y la adoración y el progresivo desvelar la cruz.
No se dice que haya que elevar el tono de la voz cada vez que se canta la
antífona.
Se indican las formas de la adoración de la cruz, según la costumbre. El
sacerdote puede deponer la casulla y el calzado. Los demás hacen un signo
de adoración, procediendo procesionalmente, que consiste en la genuflexión
o en el beso de la cruz. Si hay muchos fieles, el sacerdote puede elevar la
cruz e invitar con breves palabras a la adoración y mantener en alto la cruz
mientras los fieles la adoran.
El Misal propone los tradicionales cantos de la adoración de la Cruz:
la antífona Crucem tuam adoramus con el salmo 66, las dos series de
Improperios, con sus textos latinos y griegos, entre ellos las aclamaciones
del Trisaghion (Santo Dios, Santo Fuerte, Santo inmortal) que a pesar de ser
tan frecuente en la liturgia bizantina, sólo se han conservado en la liturgia
romana en este texto..., el canto de Sedulio Crux fidelis con el Pange lingua
gloriosi proelium certaminis. Se pueden cantar otros cantos apropiados.
Como novedad el Misal añade esta rúbrica: “Según las condiciones
de los lugares y las tradiciones del pueblo, y si es pastoralmente oportuno,
se puede cantar el Stabat Mater, según el Gradual Romano, u otro canto
apropiado en memoria de la compasión de la Bienaventurada Virgen
María”. Una memoria mariana que conviene introducir con una breve
monición. Sigue la rúbrica nueva que indica que terminada la adoración se
lleve la cruz al altar y junto a ella se pongan las velas encendidas.
La tercera parte que lleva como título Sacra communio, se desarrolla
como ha sido costumbre. El diácono o el sacerdote lleva el Santísimo al
altar desde el lugar de la reposición acompañado de las luces. Se pone
sobre el altar el copón descubierto. El sacerdote accede al altar, hace
genuflexión y entona el Padre nuestro, que concluye con el embolismo
y la aclamación, reza la oración de preparación a la comunión en voz
baja (“dicit secreto”), presenta el Cuerpo del Señor con las fórmulas
de costumbre, hace la comunión (“ad altare versus”) y distribuye la
comunión, durante la cual se puede cantar el salmo 21. Todo termina con
la oración final, la oración sobre el pueblo, con las manos extendidas, y se
El triduo sagrado o pascual – 113
retiran en silencio los ministros. Se quitan los manteles del altar y queda
sólo la cruz con dos o cuatro candeleros.

El Sábado Santo (p. 333)


En página nueva, bajo el título Sábado Santo, hay sólo tres rúbricas,
retocadas, que indican la vivencia litúrgica de la Iglesia en el Sábado santo.
La primera merece ser transcrita por su contenido teólogico. “El Sábado
Santo la Iglesia se recoge ante el sepulcro del Señor, meditando su pasión
y su muerte, su descenso a los infiernos y esperando su resurrección, en la
oración y en el ayuno”. En la segunda se dice que la Iglesia se abstiene de
celebrar el sacrificio de la misa, y por eso la mesa del altar está desnuda, hasta
que, tras la solemne Vigilia pascual y la espera nocturna de la Resurrección,
se dé lugar a los gozos pascuales que se manifestarán su abundancia en
los cincuenta días. La tercera habla de la comunión que se puede dar a los
enfermos.

El Domingo de Resurrección (pp. 335-379)


El Domingo de Resurrección consta, en el Misal Romano renovado
como título previo, de las dos celebraciones fundamentales: la Vigilia
pascual y la Misa del día.
La Vigilia pascual está precedida por una amplia página que lleva
como título: Tiempo pascual. Domingo de Pascua en la Resurrección del
Señor. En la página siguiente hay una imagen del icono de las "mujeres
miróforas" que van al sepulcro vacío, llevando aromas y encuentran al
ángel que anuncia la Resurrección; es obra, como otros iconos del Misal,
del P. Marko I. Rupnik. El título exacto de la página que sigue es: Vigilia
pascual en la Noche santa.
Las rúbricas iniciales que preceden a los ritos tienen algunas
anotaciones interesantes que conviene recordar. Ante todo el sentido
espiritual de la celebración como memorial del Señor y con carácter
escatológico de espera del retorno del Señor cuando venga e invite a
sus disípulos a sentarse con él en la mesa. El carácter de esta vigilia se
define con estas solemnes palabras: “La vigilia de esta noche es la más
alta y la más noble de todas las solemnidades y tiene que ser única para
cada iglesia”. Una anotación que parece excluir la celebración de dos
vigilias consecutivas en el mismo lugar. Se determinan con claridad las

114 – Jesús Castellano


cuatro partes de la celebración: lucernario y preconio pascual, liturgia de la
palabra, bautismo de los catecúmenos, mientras se acerca el día, celebración
de la eucaristía, memorial de la muerte y resurrección del Señor hasta que
vuelva. Se indica que se celebre toda la vigilia de noche (se inicie antes de la
noche o se concluya antes del alba del nuevo día). Se recuerda que aunque
la misa se celebre antes de medianoche es siempre la eucaristía pascual de
la resurrección del Señor.
La primera parte lleva como título: Solemne inicio de la Vigilia o
Lucernario y consta ante todo de la Bendición del fuego y de la preparación
del Cirio. Se enciende el fuego y la asamblea se congrega en torno a él; si no
es posible, en la puerta del templo. Se indica claramente que el rito empieza
como de costumbre con la señal de la cruz y la monición, la bendición
del fuego y la preparación del cirio. Se proponen los textos clásicos de la
reforma de la Semana Santa para la preparación del cirio: Cristo ayer y
hoy… se sugiere la incisión y colocación de los cinco granos de incienso
con su fórmula que alude a las llagas gloriosas, pero se advierte que las
conferencias episcopales pueden proponer otros signos. Se enciende el
cirio con el fuego nuevo y la fórmula ritual.
Sigue el título: Procesión. Se organiza la procesión que precede el
cirio pascual llevado por el diácono u otro ministro y en tres momentos
progresivos se canta el Lumen Christi con su respuesta.
El Pregón pascual se canta, precedido de la bendición si el cantor
es un diácono, la incensación del libro del canto del Exsultet y del Cirio
Pascual. Se proponen en canto y sin canto la forma larga y la forma breve
del Pregón pascual.
La segunda parte de la celebración es la Liturgia de la palabra. Se
dice con toda naturalidad que la Vigilia consta de nueve lecturas, siete del
AT y dos del NT, incluido el evangelio de la Resurrección. Se pide que
no se omita nunca la lectura de Ex 14 con su cántico, y aunque se puedan
reducir las lecturas del AT, hay que leer al menos tres de la ley y de los
profetas con sus respectivos salmos y oraciones.
Como para los ritos iniciales, la liturgia de la palabra tiene prevista
una monición del sacerdote.
Se establece el modo de la liturgia de la palabra: el lector lee desde
el ambón, el salmista o cantor entona el salmo al que el pueblo responde,
el sacerdote concluye con la invitación a la oración, un momento de
silencio, y la oración propia de cada lectura.

El triduo sagrado o pascual – 115


Después del canto solemne del Gloria (para el que se indica el tono
pascual con música) con el sonido de las campanas, se canta la oración
y se lee la lectura del Apóstol.
La rúbrica propone, con más detalle que en las anteriores ediciones,
que el sacerdote entone el Alleluia tres veces y elevando cada vez
gradualmente la voz. Lo puede hacer también el salmista. Se proclama
el evangelio, con el incienso pero sin luces. Se dice además: “Después
del evangelio no se omita la homilía, aunque sea breve”.
La tercera parte de la Vigilia tiene como título Liturgia bautismal.
Notamos algunos detalles interesantes.
La novedad del Misal en esta parte es el desarrollo lógico de los
dos tipos de liturgia bautismal, con las indicaciones de algunos textos
y rúbricas para el bautismo de adultos o niños, o simplemente para la
bendición del agua y la renovación de las promesas bautismales. Se
distingue, pues, claramente el caso de que haya bautismos o no los haya,
con la bendición de la fuente bautismal o del agua (así simplemente).
Están previstos los diversos lugares donde se hace esta liturgia, en el
baptisterio o en el presbiterio. El Misal propone la monición inicial con
notas para que se haga con un tono cantado. Siguen las Letanías de los
santos durante las cuales todos están de pie.
Se proponen brevemente las rúbricas que indican el desarrollo del
bautismo de los adultos o niños: la renuncia a Satanás, la profesión de
fe, el momento del bautismo con el agua, la unción de los niños con el
santo crisma, la entrega de la vestidura blanca y del cirio encendido.
Todo termina con la procesión de los neófitos que vuelven después a sus
lugares. Si hay adultos que tienen que recibir la confirmación, todo se
hace según el Pontifical o Ritual Romano. Si no hay bautismos, se hace
la Renovación de las promesas bautismales, con la renuncia a Satanás y
la profesión de fe. Sigue la aspersión con el agua bendita con el canto del
Vidi aquam u otro apropiado. Todo concluye con la oración universal en
la que los neófitos participan por vez primera.
Al introducir la parte cuarta, que es la Liturgia eucarística, se hace
notar que lleven al altar el pan y el vino los neófitos, o, si son pequeños, sus
padres o padrinos. Se recuerda también que en la plegaria eucarística se
haga memoria de los neófitos y de sus padres y padrinos, con las fórmulas
propias de cada plegaria eucarística.
Se tiene en cuenta, además, la rúbrica del Ritual de la iniciación

116 – Jesús Castellano


cristiana que tiene prevista, antes del Agnus Dei, una monición específica
para la primera comunión de los neófitos, sobre el valor de tan gran
misterio que es culmen de la iniciación y centro de toda la vida cristiana.
Y se recomienda que los neófitos, con sus padrinos, madrinas, familiares
católicos y catequistas reciban la comunión bajo las dos especies y lo puedan
hacer todos los fieles, con el permiso del Obispo. Una indicación recuerda
que se puede cantar durante la comunión el salmo pascual 117.
El Misal propone la bendición solemne de la Vigilia pascual, pero
advierte que se puede usar la que está prevista en el Ritual del bautismo
de los Adultos. Una rúbrica precisa: “Para despedir al pueblo, el diácono,
o en su ausencia, el mismo sacerdote, canta o dice el Ite Missa est con el
doble Alleluia, al cual el pueblo responde Deo Gratias, alleluia, alleluia;
lo cual se hará durante toda la octava de Pascua. Una rúbrica final advierte:
“El cirio pascual se enciende en todas las celebraciones más solemnes
de este tiempo”.
Ninguna novedad para la Misa del Domingo de Pascua. Simplemente
la anotación: La Misa del día (Ad Missam in die). No ha quedado rastro
de la solemnidad con que se presentaba esta Misa con una página nueva
y el título Domingo de Pascua en la Resurrección del Señor. En realidad
ya este título ha sido anticipado antes del inicio de la Vigilia pascual. Se
subraya así que la celebración de la Pascua y del Domingo de Resurrección
empieza con la Vigilia.

Conclusión
Esto es todo lo que ofrece el nuevo Misal. No hay muchas novedades;
hay solamente pequeños detalles, precisiones de contenido, mejora de la
presentación global de cada uno de los momentos de las celebraciones
del Triduo pascual. El Misal en su edición latina es elegante y preciso en
sus textos, rúbricas, cantos.
Quedan siempre por definir y determinar los espacios de adaptación
que competen a las Conferencias episcopales, según el amplio y ponderado
capítulo IX de la Institutio Generalis. Ciertamente, incluso en el Triduo
Pascual, no faltan espacios para una sabia y digna adaptación cultural.

JESÚS CASTELLANO
Roma

El triduo sagrado o pascual – 117


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CINCUENTA AÑOS DE LA REFORMA


DE LA SEMANA SANTA
El decreto Maxima Redemptionis Nostrae
Mysteria de Pío XII
J. J. FLORES

Hay fechas y acontecimientos que dejan huella en la historia de la


liturgia y en la celebración del año litúrgico. Algunas son solemnemente
pronunciadas y con gran entusiasmo recibidas y aceptadas; otras, en
cambio, al menos en su origen, pasan casi desapercibidas, salvo en
contados ambientes, y sin embargo suponen un corte total con el pasado
y preparan un porvenir lleno de posibilidades.
El año 2001 se cumplieron precisamente 50 años del decreto de
reforma de la Vigilia Pascual. Se trata de un Decreto de la Sagrada
Congregación de Ritos titulado: Decreta de solemni Vigilia Paschali
instauranda, llamado a tener hondísima repercusión en la vida litúrgica.
Llevaba por fecha el 9 de febrero de 19511 y acompañaba un Ordo
Sabbati Sancti quando Vigilia paschalis instaurata peragitur2. El

1 AAS 43 (1951) 128-137.


2 Ordo Sabbati Sancti quando Vigilia paschalis instaurata peragitur, Typis
Polyglottis Vaticanis 1951. También se encuentra en Documenta ad instaurationem
liturgicam spectantia (1903-1963), ed. C. BRAGA - A. BUGNINI, CLV- Edizioni
Liturgiche, Roma 2000, 720-728. Lleva el nº 78 de los documentos con el siguiente
título de los editores: Instauratio Vigiliæ paschalis.
Cincuenta años de la reforma de la Semana Santa – 119
decreto autorizaba la celebración nocturna de la Vigilia Pascual ad
experimentum.
Este importante decreto no fue obra aislada, sino que entraba de lleno
en las reformas que el Papa Pío XII decretó o alentó. El año siguiente
se publicó una Editio Altera3 . En esta ocasión se publicaron dos libros
distintos, uno en rojo de dimensiones más reducidas, y otro en negro de
mayor tamaño, pensado probablemente para el canto, aunque ambas
ediciones tienen los mismo elementos y la misma paginación incluso.
Los comentarios positivos no se hicieron esperar.
Un tercer decreto, en este caso de la Congregación del Santo Oficio,
con fecha del 7 de abril de 1954 regulaba el ayuno eucarístico para
quienes participaban en la Vigilia Pascual nocturna4. Un cuarto decreto
de la Sagrada Congregación de Ritos del 15 de enero de 1955 ampliaba
a un año más la posibilidad de celebrar la Vigilia Pascual en las horas
nocturnas5.
Sin embargo la reforma total de la Semana Santa llegó con un Decreto
e Instrucción de la Congregación de Ritos que lleva el significativo título
de Maxima Redemptionis nostrae mysteria, del 16 de noviembre de
19556, seguido el 30 del mismo mes y año de la promulgación del Ordo
Hebdomadæ Sanctæ instauratus7.
La revisión del año litúrgico fue decretada luego por el Concilio
Vaticano II, en el número 107 de la Constitución Sacrosanctum Concilium.
Posteriormente el Motu proprio de Pablo VI Mysterii Paschalis8 del 14 de
febrero de 1969 y las “Normas universales sobre el Año Litúrgico y sobre

3 Editio Altera cum ordinationibus et rubricarum variationibus per decretum diei


11 ianuarii 1952 approbatis, Typis Polyglottis Vaticanis 1952. Este segundo decreto
se encuentra en AAS 44 (1952) 48-63, también en Documenta ad instaurationem ...,
con el número 81 y el título Celebratio instauratæ Vigiliæ paschalis ad triennium
prorogatur.
4 Este decreto se encuentra también en Documenta ad instaurationem ... con
el número 96 y el título Disciplina ieiunii eucharistici in celebratione instauratæ
Vigiliæ paschalis.
5 Cf. Documenta ad instaurationem ..., número 101 con el título Facultativa
celebratio Vigiliæ Paschalis prorogatur.
6 AAS 47 (1951) 838-847.
7 Ordo Hebdomadæ Sanctæ instauratus. Editio typica, Typis Polyglottis
Vaticanis 1956, 144 pp.
8 AAS 61 (1969) 222-226.
120 – J.J. Flores
el calendario”9, promulgadas por el Decreto de la Sagrada Congregación
de Ritos Anni liturgici ordinationes del 21 de marzo de 1969, publicadas
como introducción del Calendarium Romanum, prepararon el terreno al
Misal Romano promulgado por Pablo VI en 1970.
El año 2001 tuve ocasión de tratar el primer documento de la reforma
de la semana santa, mientras que ahora, terminando el año 200510, me
detengo con el segundo y más total y definitivo, el decreto Maxima
Redemptionis nostrae mysteria.
Es muy importante conocer el contexto histórico en que aparece el
documento que abría la puerta a la reforma del mismo calendario romano,
ya que tocar las fiestas pascuales equivale a tocar el mismo corazón del
calendario y, por tanto, del año litúrgico.
El 28 de mayo del 1948, Pío XII, pocos meses después de la
publicación de la encíclica Mediator Dei (20 nov. 1947), creaba, en la
Sección Histórica de la Congregación de Ritos, una especial Comisión
para la reforma general de la Liturgia.
La llamada Comisión Piana11 había nacido en silencio y en profundo
silencio trabajaba, pero tenía entre manos un proyecto ambicioso:
reemprender y llevar a término los proyectos de la reforma litúrgica
de Pío X. La primera manifestación ocurrirá el 9 de febrero 1951 con la
publicación del decreto “Dominicae Resurrectionis”, que proponía ad
experimentum la celebración nocturna de la Vigilia Pascual. Se iniciaba

9 Edición latina en Typis Polyglottis Vaticanis 1969.


10 FLORES ARCAS, J.J., A los 50 años del decreto «Dominicae Resurrectionis
Vigiliam» (1951-2001). Una reflexión acerca de la Vigilia Pascual: Ecclesia Orans
18 (2001) 41-54.
11 La Comisión “Piana” trabajó desde 1948 a 1960. Anteriormente, en octubre
de 1946, se había comenzado ya a tratar el tema litúrgico y en 1948 se publicó una
Positio que lleva por título Memoria sobre la reforma litúrgica, centrado sobre todo
en dos puntos: el año litúrgico y el oficio divino. La Comisión para la reforma de
la liturgia (Comisión “Piana”) fue creada en 1948 y fue su presidente el cardenal
Clemente Micara, sustituido posteriormente por el cardenal Gaetano Cicognani. La
Comisión fue disuelta en 1960 pero estos doce años fueron sin duda alguna fructíferos
para la reforma que se propuso el Concilio Vaticano II. Durante los mismos, casi
todos los libros litúrgicos fueron revisados. Para todos estos datos se consultará A.
BUGNINI, La reforma de la liturgia 1948-1975, BAC, Madrid 1999, 6-9 (traducción
del original italiano La riforma liturgica (1948-1975). Nuova edizione, CLV-Ed.
Liturgiche, Roma 1997).
Cincuenta años de la reforma de la Semana Santa – 121
insistiendo en el mismo corazón de la liturgia: la celebración de la “madre
de todas las vigilias”, la parte central del misterio pascual. Ciertamente los
resultados fueron mayores que las expectativas y, una vez abierta la puerta,
era necesario continuar el trabajo. La Comisión Piana siguió trabajando
hasta que el 17 de noviembre de 1955 se publica el decreto de Pío XII y unos
meses después aparecerá el Ordo Hebdomadae Sanctae instauratus.
Me detengo a hacer un comentario al decreto, o más bien, a partir
del decreto que introduce la reforma de la Semana Santa.
La Vigilia Pascual, concebida desde sus inicios como una celebración
nocturna en la espera gozosa de la Resurrección del Señor, había perdido
su simbolismo natural y con ello la fuerza sacramental que tuvo en los
primeros siglos del cristianismo.
Sin duda que el movimiento litúrgico tuvo una parte importante
en la recuperación del genuino sentido de la Pascua. Creemos que
es fundamental, en el sentido de situar en el Triduo Pascual el centro
neurálgico del año litúrgico, toda la producción de los diversos autores
que encabezaron dicho movimiento litúrgico, pero sobre todo la siguiente
obra: O. CASEL, Art und Sinn der ältesten christlichen Osterfeier:
Jahrbuch für Liturgiewissenschaft 14 (1938) 1-78, que fue traducida al
francés por J.C. Didier con el siguiente título: La fête de Paques dans
l’Église des Pères, Cerf, París 1963.
Los miembros de la Comisión Piana conocían, aunque no citaban,
las obras de Casel y los avances de una liturgia con fundamento teológico.
Por eso nos podemos preguntar: ¿cuál era el significado concreto de las
mismas palabras del decreto que contenían precisamente la expresión
mysteria? ¿Estaban detrás de todo ello las aportaciones de Odo Casel? Es
difícil no ver, detrás de la misma formulación del decreto, los contenidos
que el movimiento litúrgico estaba poniendo en el centro mismo de la
revisión del año litúrgico. ¿No es el último Casel con sus intuiciones, más
atenuadas que las de la primera hora, el que estaría detrás del decreto y
por tanto de los deseos de reforma de la misma Semana Santa?
En el año 1941, Casel escribe un larguísimo artículo titulado: Glaube,
Gnosis und Mysterium, que reaparece en Jahrbuch für Liturgiewissenschaft
15(1935) pero que se publica en 1941, pp. 155-30512.

12 Traducción italiana: O. CASEL, Fede, Gnosis e Mistero. Saggio di teologia


del culto cristiano, ed. A. Grillo, Messaggero, Padova 2001.
122 – J.J. Flores
En cuanto al artículo de 1938, Casel lo dedicó a la estructura y al
sentido de la fiesta de Pascua en la antigüedad cristiana. Por tanto, su
estudio representó –y representa todavía– una contribución fundamental al
redescubrimiento contemporáneo del misterio pascual. Ofreció a Casel la
ocasión para puntualizar, una vez más, la propia visión de la relación entre
cultos mistéricos y liturgia cristiana. En ese artículo se puede redescubrir
la teología como gnosis y también su vinculación con el misterio del culto.
En efecto, dicho ensayo es una aproximación de varios estudios, orientados
y construidos según lógicas no inmediatamente armonizables.
El misterio del culto hace posible que la eternidad irrumpa en
la temporalidad para que el misterio originario llegue a celebrarse y
la salvación contenida en la acción salvífica pase al alcance de cada
generación. «Por tanto la Escritura, la liturgia y los Padres anuncian
siempre la muerte del Señor, ciertamente como muerte salvífica, como
núcleo central del misterio del culto: mortis Dominicae mysteria»13. La
muerte tiene como consecuencia la vida de Cristo y del mismo modo, dirá
Casel, que a Jesucristo accedemos a través del Jesús histórico, así también
a la Resurrección llegamos por la Muerte. En el fondo Casel plantea la
superación del argumento que contiene en sí mismo una esquizofrenia
entre el exterior objetivo y el interior subjetivo, es decir, la misa no es por
un lado la actuación (referencia al effectus) de una presencia real (exterior
objetivo) mientras la comunidad recuerda (interior subjetivo) la memoria
del sacrificio de Cristo. No, porque con este argumento el sacramento no
hace presente a nada ni a nadie. Con Basilio, Casel dirá que así como la
imagen del emperador y el emperador son un único emperador, así el acto
originario de Cristo y su sacramento son una sola cosa14. En la imagen
sacramental se hace presente el mismísimo prototipo originario, no de un
modo natural-histórico sino sacramental-supratemporal. La acción salvífica
de Cristo nos conduce a su Pascua y nos hace por su Espíritu participar de
ella y ser transformados por la misma Pascua de Cristo Muerto y Resucitado,
para pasar así a la vida y a la vida eterna. «Cristo actúa verdaderamente en
los sacramentos como el sumo sacerdote de su Iglesia, que la libera a través
de su acción salvadora y la conduce a la vida»15.

13 O. CASEL, o.c., 159.


14 Ibidem, 162.
15 Ibidem, 167.
Cincuenta años de la reforma de la Semana Santa – 123
Siempre será una reducción limitar la palabra “misterio” al significado
de algo escondido como hace Prümm y critica Casel, el cual, refiriéndose
a san Pablo, considera que el misterio siempre es misterio, es decir, antes y
después del anuncio de Pablo o de cualquier otro: el misterio permanece,
no se revela como cualquier cosa. Es algo más profundo. Para entender
el sentido de este término Casel vuelve a la propuesta de la necesidad de
recuperar la experiencia mística del cristianismo.
El misterio pide, no sólo una transformación del intelecto, sino una
transformación de todo el ser, porque el misterio se refiere a la vida. Son
los evangelios los que nos exigen esta transformación, porque son el
humus en el que se desarrolla el lenguaje mistérico y son el verdadero
anuncio. Pero Casel critica la pobreza de la investigación de su tiempo
por ser en exceso conceptual. Así es difícil acceder al misterio ya que
su significado exige la experiencia místico-cultual que va más allá de lo
racional. En el cristianismo el misterio es la acción salvífica de Dios que
entró en la historia por Cristo, revelando así a la Iglesia su misterio de
amor; por tanto no es una doctrina abstracta, sino la persona de Jesús, el
Señor. El misterio trae la luz de la verdad que sólo puede conocerse por
la fe, no por el intelecto. Una verdad a la que se accede en el bautismo. En
el iniciado se realiza el misterio de Cristo en el que es instruido, pero el
misterio no pierde su carácter de incomprensibilidad porque el símbolo
es más rico que la doctrina, es más vivencial, por lo que nos acerca más
al elemento divino. En una palabra: la doctrina no agota lo que el símbolo
expresa y manifiesta. A través de los misterios nos acercamos a Cristo,
pero en una unidad tal que sacramentos, oraciones, dogmas, etc... enfocan
el único misterio de Cristo al que se refieren. La clave es el misterio de
Cristo, lo demás son medios16.
La necesidad de entrar en la nueva vida revelada en Cristo supuso
para la Iglesia primitiva tener un rito para la comunidad, que visible
y objetivamente permitiese participar en este misterio revelado. Las
primeras formas de culto eran muy simples, pero llenas de la intensidad
y sencillez propias del principio. En realidad, los ritos adoptados no
eran nuevos, sino que ahora revelaban la verdad que siempre habían
contenido17. El lenguaje mistérico había quedado ya transformado por la

16 Ibid. 178.
17 Ibid. 183.
124 – J.J. Flores
nueva realidad: el Kyrios. Por tanto, y en oposición a Prümm, Casel afirma
que el término mysterion encierra en sí todo el mundo de una religión
revelada y en el mysterion se inserta el hombre por el bautismo recibido
en la comunidad, la cual es la garante que puede celebrar los símbolos
cultuales. Aún después del anuncio, el misterio permanece con su propio
carácter de misterio. La revelación presupone la fe, por ello el misterio
llega allí donde la palabra de la predicación encuentra la fe, y llega por la
gracia a los iniciados, los elegidos, de ahí que la iniciativa la tenga Dios. Y
donde llega el misterio comienza una vida nueva cuyos símbolos son los
misterios cultuales. Estos misterios cultuales son las acciones salvíficas
de Cristo cuyo prototipo sólo viene a nosotros a través del símbolo. A
este respecto Casel cita a Balthasar que confirmaría su pensamiento18,
sobre todo en cuanto a que el lenguaje mistérico tiene su propia esencia
que apunta a la lógica de la revelación a través de la iluminación y la
inspiración, no a nuestra lógica. Porque no se trata únicamente de conocer
la verdad original, el prototipo, sino además verlo, contemplarlo.
Esta es la gnosis para Casel, un conocimiento que, más allá del
doctrinal, abarca al hombre completo y se alimenta de la fe y la tradición.
La gnosis se refiere siempre a las acciones del Dios hecho hombre. De
manera que si Dios no se hubiese hecho visible en la carne, sería imposible
conocer nada de él. Estas acciones que son los misterios de la salvación se
hacen visibles en la Iglesia a través del culto y se llaman misterios también
por su relación con el misterio-prototipo. Ya en la segunda mitad del siglo
II aparece este sentido cultual del término mysterion. Los misterios hacen
visible la revelación del misterio de Cristo, como el propio misterio de
Cristo para hacerse accesible a nosotros asumió nuestra humanidad.
Cuestión abierta para Casel será el significado verdadero de la palabra
mysterium fidei en el canon romano de la misa19. Para Casel parece,
siguiendo a Michels, que a su vez sigue a León Magno, que el significado
sería el de un “nuevo misterio”, ya que se introduce la expresión en
referencia al cáliz de la eucaristía contra los maniqueos, es decir, en
contraposición a los misterios antiguos y gnósticos. Nuevo misterio, ya
que ahora el término “misterio” se refiere al culto. Los misterios son los

18 Ibid. 199.
19 Id. Fede, Gnosi... 212.
Cincuenta años de la reforma de la Semana Santa – 125
símbolos de la Nueva Alianza cuyos antecedentes están en el Antiguo
Testamento.
La conclusión y confirmación de la tesis de Casel viene de mano de
san Hilario: «todo el misterio de la pasión y de la fe se ha completado en
la Última Cena»20. Esta última y sublime reflexión de Casel no hace más
que confirmar todo lo dicho: la unidad e identificación entre el misterio
originario y el misterio del culto, entre la pasión y cada celebración de la
eucaristía. Por ello «en la cumbre de su celebración litúrgica la Iglesia se
reconoce en la presencia mística del sacrificio de Cristo como misterio
de su fe»21.
Aplicando a toda la liturgia la categoría de misterio y más en concreto
al año litúrgico, la comisión piana estaba aceptando lo que ya era evidente
en ambientes intelectuales, para los cuales la liturgia no era sino la
celebración del misterio pascual de Jesucristo, muerto y resucitado.

JUAN JAVIER FLORES OSB


Instituto Pontificio de Liturgia, Roma

20 Id. Fede, Gnosi... 215.


21 Id. Fede, Gnosi... 216.
126 – J.J. Flores
Phase, 272, 2006, 127-136

LA LITURGIA DE LAS HORAS


EN EL TRIDUO PASCUAL,
ORACIÓN DEL PUEBLO DE DIOS

PERE LLABRÉS

Las “horas” del santo Triduo de la Pascua anual


Todo en la vida del creyente, especialmente en su vertiente celebrativa,
encuentra su cima en la vivencia del misterio pascual: este constituye el
meollo de la fe que nos salva, el punto álgido de la liturgia que celebramos,
la fuente y la fuerza de nuestro vivir en Cristo y de nuestro testimonio
de él en el mundo.
El cristiano vive del misterio pascual. La celebración culminante
anual, en torno al “gran domingo de Pascua”, constituye, en verdad, el
corazón de la liturgia. Desde la misa de la Cena del Señor, al anochecer
del Jueves santo, hasta las segundas vísperas del Domingo primero
de Pascua, los tres días del Señor entregado por nosotros a la muerte,
sepultado y resucitado, concentran la mayor densidad de las celebraciones
sacramentales y litúrgicas. No sólo la Eucaristía, sino los otros dos
sacramentos de la iniciación cristiana –el gran sacramento de la Pascua
que hace del creyente una nueva criatura–, pero también la reconciliación
de penitentes y hasta la ordenación de ministros, encuentran su máxima
significación en este triduo de gracia y de salvación, memorial anual de
nuestra Redención.
Tres celebraciones emblemáticas del Triduo Santo por excelencia
ocupan tres “Horas” de la plegaria de la Iglesia a lo largo de tres días: la
La Liturgia de las Horas en el Triduo Pascual – 127
misa vespertina de la Cena del Señor suple lógicamente las vísperas del
Jueves santo; también las vísperas del Viernes santo son suplidas por la
celebración litúrgica de la Pasión y Muerte del Señor; la Vigilia Pascual
ocupa el espacio del oficio de lectura, la antigua vigilia de meditación
y lectura.
Pero junto a estas tres grandes celebraciones, el transcurrir de estos
días queda señalado y celebrado por la oración de la Liturgia de las
Horas, que la Iglesia subraya especialmente invitando a una participación
activa y animada de todo el pueblo sacerdotal, renacido y renovado en
los sacramentos pascuales.
Por la mañana del Viernes santo, oficio de lectura y laudes convocan
a la asamblea orante; el día a-litúrgico (sin celebración eucarística) del
Sábado santo tiene igualmente por la mañana un momento de oración
importante en el oficio de lectura y laudes. En la mañana de la Pascua
de Resurrección, es singularmente elocuente el canto de laudes y, al
anochecer de aquel Domingo, las vísperas culminan y concluyen con
gran sentido litúrgico la celebración máxima de los misterios de nuestra
Redención, para decirlo con palabras de Pío XII, cuyo cincuentenario
celebramos.
Este es, sin duda, el programa anual más interesante de la Liturgia
de las Horas a lo largo del año del Señor. Liturgia siempre ligada a la
celebración del misterio pascual, cotidianamente: las vísperas, memoria
de las tardes de los primeros jueves y viernes que fueron testigos de la
ofrenda –sacramental y existencial– de la vida de Cristo, “entregado a su
Pasión, voluntariamente aceptada”; y las laudes, canto matutino cotidiano
a la Resurrección de aquel que venció la tiniebla de la muerte.
En la memoria viva y anual de la Pascua, el paso de la muerte
a la vida de quien es Cabeza y Esposo de la Iglesia alcanza su punto
celebrativo, orante, de mayor intensidad en las “Horas” canónicas que
he enumerado.

Convocación del pueblo de Dios


La Liturgia de las Horas no es oración de un grupo, de una porción
(“clero”) del pueblo de Dios, de los consagrados/as a una vida intensa de
plegaria y contemplación, como se ha venido pensando en los últimos
siglos.
Aún la Constitución conciliar de sagrada Liturgia (1963) es deudora,
128 – Pere Llabrés
en su exposición y planteamiento sobre el “oficio divino” (Sacrosanctum
Concilium cap. IV), de este “enclaustramiento”. La destinación de algunos
(sacerdotes –y especialmente los cabildos– y monjes/monjas) “por
institución de la Iglesia” a ejercer el oficio del “cántico de alabanza” es
la que se contempla allí en primer lugar, aunque se admite que cumplen
esta función asimismo “los fieles cuando oran junto con el sacerdote en
la forma establecida” (SC 84). Los sacerdotes (SC 86, 90, 99) aparecen
como los primeros destinatarios del oficio divino. SC 100 encarece
especialmente la celebración comunitaria, con los fieles, de vísperas en las
iglesias los domingos y fiestas más solemnes. “Se recomienda asimismo
que los laicos recen el Oficio divino, o con los sacerdotes o reunidos entre
sí, e incluso en particular”.
La Constitución apostólica Laudis canticum de Pablo VI (1970),
que promulga la nueva Liturgia de las Horas, no sólo incorpora una
denominación más precisa y elocuente a este elemento tan tradicional e
importante de la liturgia cristiana, sino que se libera del “clericalismo” y
“monasticismo” de una tradición anterior de no muy gloriosa y acertada
recepción de la oración de la Iglesia a lo largo del día.
La pérdida del rezo comunitario, restringido prácticamente a
monasterios y cabildos catedralicios o colegiatas –cada vez menos
cumplidores estos (hay que reconocerlo) de la recitación íntegra y
cotidiana del Oficio divino–, casi había hecho desaparecer el sentido
intensa y extensamente eclesial del mismo. La Laudis canticum expresa
el vivo deseo de que la Liturgia de las Horas “penetre, anime y oriente
profundamente toda la oración cristiana, se convierta en su expresión y
alimente con eficacia la vida espiritual del pueblo de Dios”. “La misma
celebración, especialmente cuando una comunidad se reúne por este
motivo, manifiesta la verdadera naturaleza de la Iglesia en oración, y
aparece como su señal maravillosa”. “El rezo de las Horas es propuesto
a todos los fieles”.
Luego se dirige Pablo VI concretamente a cuantos “han recibido de
la Iglesia el mandato de celebrar la Liturgia de las Horas”, que deben dar
importancia sobre todo a laudes y vísperas: los que han recibido la sagrada
ordenación y los religiosos son exhortados a orar no como quien cumple
una ley, sino por el valor de la oración y su utilidad pastoral y ascética.
“Es muy deseable que la oración pública de la Iglesia brote de una general
renovación espiritual y de la comprobada necesidad intrínseca de todo
La Liturgia de las Horas en el Triduo Pascual – 129
el Cuerpo de la Iglesia, la cual, a semejanza de su Cabeza, no puede ser
presentada sino como Iglesia en oración”.
Esta perspectiva eclesial de la Oración de las Horas, propia de todo
el Cuerpo de Cristo, se mantiene y se concreta en la “Institutio" general
que sigue a la mencionada Constitución apostólica y encabeza la vigente
Liturgia de las Horas. Por lo que respecta a nuestro tema, subrayaré estos
tres puntos:
1. La Liturgia de oración a lo largo de las horas del día, pertenece
a todo el cuerpo de la Iglesia; su celebración eclesial alcanza el mayor
sentido cuando es presidida por el obispo, rodeado de los presbíteros y
ministros (IGLH 20).
2. La participación del pueblo es recomendada en la celebración
comunitaria de la Liturgia de las Horas por parte de grupos de sacerdotes
(p.e. de los cabildos). Expresamente son mencionadas las parroquias,
células de la diócesis, constituidas localmente bajo un pastor que hace
las veces del obispo (IGLH 21). “Cuando los fieles son convocados y se
reúnen para la Liturgia de las Horas, uniendo sus corazones y sus voces,
visibilizan a la Iglesia, que celebra el misterio de Cristo” (IGLH 22).
3. Los ordenados tienen la misión de invitar a los fieles y
proporcionarles la debida catequesis para que participen en la celebración
comunitaria de las horas principales, especialmente en domingos y fiestas
(IGLH 23).
Vistos estos principios, será fácil asumir la importancia que, en
la cima del año litúrgico, en el Triduo Pascual, reviste la celebración
comunitaria de la Liturgia de las Horas: presidida por el obispo, o
participada conjuntamente, en parroquias y en otro tipo de comunidades,
por presbíteros, diáconos, religiosos y fieles. En momentos privilegiados
de la celebración anual de los misterios máximos de nuestra Redención,
completando los actos sacramentales y de mayor calado litúrgico, la
Iglesia, en días de máxima oración, entona el cántico de alabanza, escucha
la Palabra de Dios y de los Padres e intercede uniendo su voz suplicante
a Cristo en su Pasión y en su gloria a la que subió y vive siempre para
interceder por nosotros (Hb 7, 25).

Oficio de lectura y Laudes de Viernes y Sábado santos


No es ya el “oficio de tinieblas” de antaño, solemnizado en catedrales
y grandes iglesias con polifonía sacra (de gran valor habitualmente),
130 – Pere Llabrés
acompañado de elementos y gestos medievales, teatrales, que a veces
tenían su eco popular también fuera de la iglesia. Actualmente es oración
matutina con el mismo esquema de los otros oficios de lectura y laudes,
con la aportación identificadora de salmos escogidos, himnos, antífonas,
lecturas bíblicas y patrísticas, y preces.
La tarde-noche anterior nos ha franqueado la puerta del Triduo
Pascual: hemos vivido y compartido la entrega voluntaria a su Pasión
de Jesucristo, el cual instituye el sacramento de su Pascua, nos ofrece
su testamento y da inicio al ministerio apostólico. Viernes santo es el
día del gran ayuno, del ayuno pascual. El ayuno del creyente ha de estar
acompañado y sostenido por la oración. Ayuno sin oración sería una
práctica ascética carente de sentido cristiano, o una simple dieta. El ayuno
pascual mantiene el cristiano a la expectiva del convite pascual –Eucaristía
de la vigilia y del día de Pascua–, es abstinencia de saciedades temporales
para dejar más libre el espíritu para los bienes que no perecen, consiste en
liberar el cuerpo de ataduras terrenas para elevar la persona a la comunión
intensa con Dios. La celebración cristiana del Viernes santo conjuga estos
tres elementos: la oración, personal y comunitaria –entiéndase oficio de
lectura y laudes–, la participación en la acción litúrgica vespertina, y el
ayuno penetrado de sentido pascual.
La “Institutio” de la Liturgia de las Horas en su n. 210 prescribe:
“El Viernes Santo y el Sábado Santo se organizará, antes de las laudes
matutinas, según fuese posible, una celebración pública del Oficio de
lectura con asistencia del pueblo”.
Insiste en este punto y lo desarrolla la carta de la Congregación
para el Culto divino sobre las fiestas pascuales de 16 de enero de 1988:
“Se encarece vivamente la celebración en común del Oficio de lectura
y Laudes de la mañana del Viernes de la Pasión del Señor y también del
Sábado Santo. Conviene que el obispo participe en esta celebración, en
la catedral, y, en cuanto sea posible, junto con el clero y el pueblo. Este
oficio, llamado antiguamente “de tinieblas”, conviene que mantenga el
lugar que le corresponde en la devoción de los fieles, como meditación y
contemplación de la pasión, muerte y sepultura del Señor, en espera del
anuncio de su resurrección”.
El Caeremoniale episcoporum (n. 217) recomienda igualmente
la celebración del Oficio de lectura en estos dos días santos, “estando
presente o también presidiendo el obispo”.

La Liturgia de las Horas en el Triduo Pascual – 131


Así, pues, la normativa litúrgica posconciliar resalta la importancia y
sentido de la celebración comunitaria de estas dos horas en la mañana de
los dos primeros días del Triduo Pascual, horas centradas en la “meditación
y contemplación” del Señor crucificado y sepultado. La especificidad
de estas horas no se sustentará en ritos particulares o sobreañadidos,
sino que resplandecerá por la elocuencia de los textos seleccionados y
propios: himnos, antífonas y salmos, lecturas y preces. La “Institutio”
cita explícitamente las lecturas bíblicas sobre el sacrificio de Cristo (Hb
9, 11-28) y sobre el descanso del Señor (Hb 4, 1-16) para los oficios de
lectura del Viernes y Sábado santos respectivamente (IGLH 150).
Son de gran utilidad para el adoctrinamiento de la asamblea las
lecturas patrísticas de estos mismos oficios: la catequesis tercera de san
Juan Crisóstomo sobre el costado del Redentor, atravesado por la lanza,
en la cruz (fuente del bautismo y de la Eucaristía), y la antigua homilía
anónima sobre la visita de Jesús al limbo de los patriarcas, invitan a
la contemplación de aquel que fue traspasado por nuestros pecados y
compartió la condición mortal de la humanidad.
Pueden ayudar mucho a rezar los salmos con inteligencia y espíritu
cristianos las moniciones antes de cada salmo: tienen que ser breves,
ilustrativas del sentido del salmo y reveladoras de la voz de Cristo, el
Mesías doliente y confiado en el Padre, que habla en estos poemas de la
primera Alianza. Igualmente las oraciones sálmicas conclusivas pueden
dar el tono de la recitación cristiana de los salmos y cánticos de la primera
Alianza, en los que resuena la profecía del misterio de Cristo en su cruz
y en su gloria.
Oficio de lectura y Laudes en la mañana del Viernes santo, y también
del Sábado, tienen, pues, su relevancia celebrativa en el horario del
Triduo Pascual. A nivel de Iglesia local, hay que primar la celebración
en la catedral, presidida por el obispo con su clero y con el pueblo. Vale
para esta celebración el gran principio expuesto en SC 41: “La principal
manifestación de la Iglesia se realiza en la participación plena y activa de
todo el pueblo santo de Dios... en una misma oración, junto al único altar
donde preside el obispo, rodeado de su presbiterio y ministros”. IGLH 20,
como hemos visto, aplica este principio a la Liturgia de las Horas: cuando
el obispo preside esta celebración en su Iglesia local, en la que está y actúa
“la Iglesia de Cristo, que es una, santa, católica y apostólica” (cf. Christus
Dominus, 11). En la cima del año del Señor, en el Triduo Pascual, para

132 – Pere Llabrés


la Iglesia local esta realidad alcanza su cima de verdad representativa y
santificante en cada una de las celebraciones.
No será ocioso insistir aquí en la recomendación general de este
mismo nº. 20: que el cabildo de canónigos realice, en lo posible, su función
de recitar la Liturgia de las Horas con participación del pueblo. Esta
participación es deseada, de modo particular, en los oficios de estos días
del Triduo Pascual. Si los cabildos han perdido muchas de sus atribuciones
“jurídicas”, mantienen sin duda, preferentemente, la dedicación al culto
de la catedral, como iglesia madre y mayor de la diócesis, “centro de su
vida litúrgica” (Caeremoniale episcoporum, nº. 44); y a la conservación
y promoción del patrimonio cultural –material e inmaterial– que ha ido
acumulando. Precisamente en la Semana Santa y Triduo Pascual, la vida
litúrgica alcanza su cima en la catedral y en las otras iglesias. Muchas
de nuestras catedrales conservan también un tesoro de patrimonio
inmaterial: representaciones, conciertos sacros, procesiones... que han
atraído y atraen la devoción popular en estos días santos. Particularmente
será misión del cabildo proporcionar al obispo y a los fieles de la ciudad
episcopal una celebración digna y participada de la Liturgia de las Horas
en estos días, según vamos describiendo.
Además de la catedral, las otras iglesias parroquiales, monásticas o a
cargo de religiosos, deberían convocar al pueblo a la celebración cuidada,
consciente y fructuosa de estas Horas. Aquí cabe recordar la misión de las
iglesias de religiosos –monjes o de vida apostólica– de animar la oración
de todo el pueblo de Dios. Dentro de la tradición de las “canónicas”, pero
igualmente, en la actualidad, en la proyección pastoral de los monasterios
de monjas y monjes, es una tarea a tener en cuenta la “atracción” de los
demás fieles por parte de los consagrados a la alabanza divina para que
participen en su opus Dei, por excelencia: tarea de Dios y para Dios.

Una nota sobre el Sábado santo


El Sábado del Señor sepultado, que desciende al lugar de los
muertos, debe ocupar al cristiano en la oración y el ayuno (cf. SC 110)
fundamentalmente. Se recomienda la participación en el Oficio de Lectura
y Laudes, como hemos dicho.
A estas prácticas –oración personal, ayuno, Liturgia de las Horas–,
pueden añadirse los ejercicios de piedad popular, en torno a la imagen

La Liturgia de las Horas en el Triduo Pascual – 133


del Crucifijo, del sepulcro y de la imagen de la Virgen de los Dolores (cf.
carta de la Congregación para el culto divino de 1988, n. 74).
Pero es mi opinión que el Sábado santo no debe sobrecargarse de
actos de piedad, organizados por iniciativa eclesiástica. Debe ser día
“de descanso”: animado de mañana por el Oficio de lectura y Laudes,
manteniendo el ayuno con el espíritu y la práctica de la oración personal,
en la preparación y expectativa de la gran vigilia pascual.
Recordemos que el Jueves santo por la tarde, el Viernes santo y
el Domingo de Resurrección están saturados de plenitud celebrativa.
Es aconsejable que el Sábado santo sea día de descanso y meditación-
contemplación personal.

Las Laudes del Domingo de Resurrección


El gran día en que se ha manifestado la gran obra de Dios Creador
y Redentor amanece con la resonancia, o aún con la celebración, de la
Vigilia Pascual. Como hemos dicho, el Oficio de lectura es absorbido por
la prolongada proclamación de la Palabra en la noche santa.
Pero, en la mañana del Domingo, las Laudes, proclamación cotidiana
de la Resurrección del Señor, alcanzan su máximo esplendor, su simbolismo
cenital y su verdad más elocuente. Antes de la gran Eucaristía del día de
Pascua, antes de ver el sepulcro vacío, y creer, como Pedro y el discípulo
amado (Jn 20, 8), prorrumpimos en la gran alabanza: porque “este es el
día en que actuó el Señor” (Ps 117, 24). “Las laudes del Domingo de
Resurrección deben ser recitadas por todos” (IGLH 213), aún por los que
han participado en la Vigilia. Significativamente esta ha sido separada
de las Laudes, corrigiendo lo que prescribía el antiguo Ordo. Las Laudes
del gran Domingo tienen entidad propia. La Vigilia es oración nocturna,
las Laudes son oración matutina que convoca al pueblo exultante por el
gran anuncio: ¡el Señor ha resucitado!
Creo que, donde sea posible, es muy recomendable convocar a los
fieles para cantar Laudes. Pienso especialmente en las catedrales, donde
las Laudes sean cantadas con la presidencia del obispo, antes de que este
presida la gran misa del día de Pascua.
Laudes y Vísperas deben jalonar el “gran día” como jalonan cada día
en que el pueblo, renacido del agua pascual y del Espíritu del Resucitado,
acoge por la mañana con alabanzas al Sol de santidad, marcha luego a

134 – Pere Llabrés


vivir como luz del mundo y, al anochecer, termina el día conmemorando
la muerte del Salvador que este venció en el alba de la Resurrección.

Las Vísperas bautismales de Pascua


Así, pues, como todos los días del cristiano, también el Domingo
primero de Pascua, se cierra con la oración vespertina. “Póngase
sumo cuidado en conservar, donde estuviese vigente, la tradición
particular de celebrar, el día de Pascua, aquellas vísperas bautismales
en las que, mientras son cantados los salmos, se hace la procesión al
bautisterio” (IGLH 213; Caeremoniale episcoporum, nº. 371; Carta de
la Congregación del Culto de 1988, nº. 98).
Es esta una óptima conclusión del Triduo Pascual. Los “paschale
mysteria” son sobre todo los sacramentos de la iniciación cristiana.
El primero y el fundamental es el bautismo, cuya celebración, en la
antigüedad cristiana, estaba reservada a la vigilia pascual. Al terminar el
“gran Domingo”, día bautismal por excelencia, por tradición y significado
a partir de Rm 6, día que ha alboreado para los catecúmenos con la
luz de la fuente bautismal, los renacidos en la fuente de la salvación
acuden a visitarla de nuevo, venerándola como memorial perenne de
su incorporación al Resucitado: con los neófitos de todas las Pascuas
acudimos todos agradecidos a la fuente de la vida nueva para proclamar
que, para siempre, tenemos “un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo,
un solo Dios y Padre” (Ef 4, 5-6).
Lo hacemos cantando los salmos 109, 113 y el cántico del Apocalipsis
(c. 19, 1-7): cantos de alabanza al Señor que ha salido victorioso de sus
enemigos, de recuerdo agradecido del éxodo hacia la Tierra prometida,
del himno en la hora de la salvación, de las bodas del Cordero. El canto
de la Virgen, el Magnificat, tiene una resonancia particular: en cada
uno de los creyentes, precedidos por María, figura y madre, el Señor ha
obrado la gran maravilla de nuestra recreación por el misterio pascual
de Cristo, su Hijo.

Cantar en Pascua el cántico nuevo


En la cima de Pascua, culminó la oración de bendición, adoración y
súplica del Hijo de Dios, obediente hasta la muerte, levantado y glorificado
por el Padre, para que toda criatura proclame que él es el Señor, fuente

La Liturgia de las Horas en el Triduo Pascual – 135


de salvación eterna para cuantos creen en él (cf. Fl 2, 8-11; Hb 5, 9). Él
introdujo en esta tierra de peregrinos, en nuestro espacio y en nuestro
tiempo, el “cántico nuevo”, que entonan eternamente los redimidos por
la sangre del Cordero, en la celestial montaña de Sión (Ap 14, 1-4). A este
cántico nuevo de los redimidos, nos unimos siempre en la celebración
de los misterios pascuales: por la Eucaristía, que es sobre todo euloguía,
bendición y acción de gracias; euloguía, prolongada a lo largo del día y con
dinamismo pascual en la Liturgia de las horas. Esta es verdaderamente,
según la tradición original y genuina de la Iglesia, oración de todo el
pueblo de Dios.
Para “devolver” a todo el pueblo sacerdotal este oficio y quehacer, la
animación de las comunidades, debidamente catequizadas, a participar en
los Oficios de lectura y Laudes en el Triduo Pascual, puede ser un medio
eficaz y una instrucción muy válida; sobre todo para que las comunidades
cristianas vayan penetrando su oración personal y comunitaria del
espíritu con que Cristo oró y ora actualmente la Iglesia; a fin de que el
vivir de Jesucristo, entregado a la muerte para la salvación del mundo y
resucitado por el Espíritu del Padre, sea el vivir cotidiano de quienes, por
los sacramentos pascuales, nos incorporamos al que es nuestra Cabeza,
al que nos infunde la nueva vida de su Pascua, haciendo de nosotros una
“creatura nueva”.

PERE LLABRÉS
Centre d’Estudis teològics de Mallorca

136 – Pere Llabrés


Phase, 272, 2006, 137-155

LA DISTANCIA ENTRE
LO “IDEAL” Y LO “REAL”
EN LA SEMANA SANTA REFORMADA
Sobre todo en las comunidades pequeñas

RAMIRO GONZÁLEZ

En las últimas Jornadas Nacionales de Profesores Españoles de


Liturgia, después de una ponencia mía sobre las “Luces y sombras de la
reforma litúrgica desde la perspectiva de la mistagogía”, el ilustre teólogo
Olegario González de Cardedal hacía esta consideración al que escribe:
“Es bellísima la liturgia tal como la explicaste desde la perspectiva del
misterio que se hace presente en las celebraciones, pero yo me pregunto
¿es posible realizar esas celebraciones en domingo, cuando un sacerdote
tiene encomendadas 6 ó 7 parroquias y debe celebrar las misas con prisa
y con agobio de tiempo? ¿Qué posibilidad hay de llevar a la práctica, en
tales circunstancias, lo que acabas de exponer?”.
Los interrogantes presentados por uno de los teólogos de más
autoridad actualmente en España, me dejaron sin respuesta y me movieron
a reflexionar sobre la distancia existente entre lo que es la liturgia en
su riqueza y contenido y su realización concreta, en las comunidades
reales.
Al proponerme la comparación entre lo “ideal” y lo “real” en la
celebración de la Semana Santa, reformada conforme al dictamen del
Concilio Vaticano II, me ha venido a la mente la intervención de D.
Olegario y he procurado trasladar su inquietud, que asumo totalmente, al
Lo “ideal” y lo “real” en la Semana Santa reformada – 137
campo de esta parcela de la liturgia, donde para muchas comunidades lo
“ideal” de las celebraciones presentadas por los libros litúrgicos contrasta
enormemente con la realidad pobre y humilde de las realizaciones
concretas, en las comunidades pequeñas y pobres en medios humanos
(ministros, servicios y animadores).
He pensado este trabajo teniendo en cuenta uno de los “altiora
principia” de la SC, que habla de la reforma conforme a la conservación
de “la sana tradición” y “un legítimo progreso” (SC 23). La fidelidad a la
sana Tradición como fuente de revelación (DV 7-10), exige no perder nada
substancial de lo transmitido por la Iglesia; pero el “legítimo progreso”
reclama las adaptaciones e inculturaciones exigidas por el bien pastoral
común de los fieles.
En este sentido, la Iglesia, a la vez que insiste en no perder nada de lo
que Cristo ha encomendado a la Iglesia, alienta las reformas necesarias,
las adaptaciones legítimas y la inculturación, que concreta el movimiento
de encarnación de Cristo, en las circunstancias del mundo de hoy1. Con
todo, hemos de reconocer que, a pesar de contar con principios claros y
criterios objetivos, en orden a la realización de adaptaciones necesarias y
de variaciones legítimas, en la práctica todavía no hemos sabido transmitir
al pueblo sencillo la profunda realidad del misterio, celebrado en la acción
litúrgica para la vida, en formas más sencillas, adecuadas a sus instancias
y dignas en su ritualidad2.

1 Testimonios fehacientes de lo que decimos son: el Capítulo IX de la


Ordenación general del Misal Romano (=IGMR); puede verse en este sentido R.
González Cougil, Las adaptaciones que competen a los Obispos y a sus Conferencias
(nn. 386-399), en Comisión Episcopal de Liturgia, Ordenación general del Misal
Romano (2002).Comentario (Pastoral litúrgica, Subsidio, Madrid 2005)151-172; la
Instrucción “Varietates legitimae”: Notitiae 30 (1994) 81-115; los apartados de los
demás libros litúrgicos, relativos a las competencias de las Conferencias Episcopales
en el campo de la adaptación e inculturación y, en otro ámbito, el Directorio sobre la
Piedad popular y la Liturgia.Principios y orientaciones (BAC documentos, Madrid
2002: = DPPL).
2 En este sentido es muy elocuente para la liturgia el DPPL, que destaca la
variedad de medios y el esfuerzo por llegar directamente al pueblo sencillo de los
actos piadoso-devocionales, en contraste, a veces con la condición más abstracta,
menos inteligible y menos rica en sentimientos de las formas y expresiones litúrgicas,
cf. nn. 14-20; 61-66.

138 – Ramiro González


No es infrecuente que las comunidades pequeñas y pobres, a veces
hondamente cristianas, sean las que sufren más la falta de adaptación y
de respuesta más concreta a sus justas instancias.
En este trabajo deseo ensayar una respuesta, apoyada en los criterios
de la reforma y renovación litúrgica, a las comunidades pobres en
recursos humanos y medios de animación de las celebraciones litúrgicas.
Lo hago con “temor y temblor”, porque sé que puedo equivocarme o
excederme.
No me detendré mucho en lo “ideal”, en lo que insisten otros trabajos,
aunque las celebraciones, tal como se describen en los libros litúrgicos,
son las que inspiran todas mis propuestas. Mi propósito es articular un
cierto “modelo” de celebración para las comunidades más pobres y
dispersas. En principio, quiero hacerlo tomando como fuente “primera e
indispensable” a la liturgia, pero recurriendo también a la piedad popular
como cauce complementario y que ayuda a enriquecer armónicamente
la vida cristiana de las personas y comunidades.

LA SEMANA SANTA
La Carta circular sobre las fiestas pascuales (1988) de la
Congregación para el culto divino3 describe así la Semana Santa: “Durante
la Semana Santa, la Iglesia celebra los misterios de la salvación actuados
por Cristo en los últimos días de su vida, comenzando por su entrada
mesiánica en Jerusalén. El tiempo de Cuaresma continúa hasta el Jueves.
A partir de la misa vespertina `en la Cena del Señor´, comienza el Triduo
pascual, que continúa durante el Viernes de la Pasión y el Sábado Santo, y
tiene su centro en la Vigilia pascual y acaba con las Vísperas del domingo
de Resurrección” (n. 27).
Las Normas universales sobre el año litúrgico y sobre el calendario
(1969)4 destacan el Triduo pascual como “el punto culminante de todo
el año litúrgico. La preeminencia que tiene el domingo en la semana, la
tiene la solemnidad de Pascua en el año litúrgico” (n. 18).
Pero es importante señalar que la Semana Santa comienza con un
domingo especial (de Ramos o en la Pasión del Señor), que se encuadra

3 A. Pardo (edit), Documentación litúrgica posconciliar. Enchiridion (Regina,


Barcelona 1992) 1187-1206 (= CFP).
4 Cf. Ibid. 1129-1139.
Lo “ideal” y lo “real” en la Semana Santa reformada – 139
en la Cuaresma; esta se prolonga hasta la tarde del Jueves, continúa con
el Triduo5 y termina con las II Vísperas del Domingo de Resurrección.
Toda la semana tiene un hilo conductor: la celebración del misterio pascual
llevado a cabo por Cristo, en los últimos días de su vida en la tierra.

El Domingo de Ramos en la Pasión del Señor


La CFP explica con bastante amplitud la identidad, contenidos y
modo de celebración del domingo de Ramos (nn. 28-33). Es importante
que las pequeñas comunidades, pobres en servicios ministeriales y
de animación, antes de la celebración, reciban una catequesis lo más
inteligible sobre el sentido y significado de este domingo. Esta catequesis
debería hacerse antes de este día o previamente a la celebración, pero
de manera breve. Destacará el presagio del triunfo de Cristo como Rey
y el anuncio de su pasión; la conmemoración de la entrada triunfal del
Señor en Jerusalén imitando los cantos y vivas de los niños hebreos; la
bendición de los ramos ordenada a la proclamación de Cristo como Rey
en la procesión; la conservación de los ramos en casa, recordando a los
fieles la victoria de Cristo; la preparación y celebración de la procesión
deberá tener un fructuoso influjo espiritual en la vida de los participantes;
se dará mucha importancia a la proclamación de la Pasión del Señor, con la
que se abre a los fieles el misterio de los sufrimientos, muerte y sepultura
de Cristo, que desembocará en la Resurrección.
Por lo que respecta a la celebración señalamos dos posibilidades:
que haya misa o no.

La celebración con Misa


En el primer caso, la celebración puede realizarse en la tarde del
sábado o en el domingo (mañana y/o tarde). Como el arco de tiempo
es mayor, los sacerdotes tienen más posibilidades para celebrar la
Eucaristía.
Con el Misal y Leccionario6 en las manos, el sacerdote debe tener en

5 Para todo lo referente al tema del Triduo, cf. J. Aldazábal, El Triduo pascual
(=Biblioteca litúrgica 8) CPL, Barcelona 1998, bibliografía en las pp. 11-13; H. Urs
von Balthasar, Teología de los tres días. El misterio pascual (Encuentro, Madrid
2000), bibliografía pp. 245-254.
6 Tendremos en cuenta los nuevos elementos de la edición 3ª típica latina de la
140 – Ramiro González
cuenta lo más conveniente (dentro de las facultades) para su comunidad
concreta. La conmemoración de la entrada del Señor en la ciudad santa,
siempre que sea posible se hará por medio de la procesión de Ramos. Si
no es posible, se hará la entrada solemne o la simple. Cuando se hace la
procesión, la celebración se estructura conforme a las rúbricas y textos
indicados en el Misal (nn. 2-11).
La comunidad, con el sacerdote al frente, ha de esforzarse por buscar
un lugar adecuado y un poco separado de la iglesia para la bendición de los
ramos; será imprescindible que algunas personas ayuden al sacerdote. Es
importante que se entone un canto apropiado o se “semitone” al menos la
antífona “Hosanna al Hijo de David...”; el saludo del sacerdote debe ser
“como de costumbre”, pero cordial. La monición debe mover a los fieles
a una participación activa, fructuosa y entusiasta. Ha de ser breve, bien
pensada, a ser posible escrita, de lo contrario utilice (cosa buena) la que
se propone (n. 5). En esta monición el sacerdote puede invitar al pueblo
a participar en los actos de la Semana Santa, que les ofrecerá.
La proclamación del Evangelio correspondiente ha de hacerla con
entusiasmo y profundidad religiosa. Más que homilía puede hacer una
exhortación a partir de lo proclamado e insistir en el significado del
acompañamiento de toda la comunidad jubilosa al Señor (n. 8). Será
muy importante que el sacerdote implique a personas de la comunidad
en detalles sencillos y significativos en la procesión: alguien que pueda
llevar el incensario delante, otro/a que lleve la cruz (adornada por gente
de la comunidad), dos que puedan llevar velas encendidas al lado de la
cruz y todos los demás portando en alto los ramos (n. 9).
También será muy significativo que toda la comunidad pueda cantar
algo, ayudada por el sacerdote o alguien que tenga más cualidades. Se
puede también, si no hay otros medios, semitonar la antífona “Los niños
hebreos...” y hacer una buena recitación del salmo 23 y/o el 46. Lo mismo
se diga del “Himno a Cristo Rey” (“¡Gloria, alabanza y honor!...”). Y al
entrar en la iglesia se puede semitonar o recitar el responsorio “Al entrar

Ordenación general del Misal Romano. Traducción española (Coeditores litúrgicos


2005). Hay dos comentarios: J. Aldazábal, Ordenación general del Misal Romano.
Tercera edición. Comentario (Dossiers CPL 106, Barcelona 2005) y Comisión
Episcopal de Liturgia, Ordenación general del Misal Romano (2002). Comentario
(Pastoral Litúrgica, Subsidio, Madrid 2005).
Lo “ideal” y lo “real” en la Semana Santa reformada – 141
el Señor en la ciudad santa...” u otro canto que recoja el sentido de tal
entrada (nn. 9-10). Lo realmente importante ha de ser que a través de estos
textos los fieles se empapen en el espíritu y significado de la procesión:
actualizar la aclamación del Señor, que entra en su comunidad con la
voluntad de dar la vida por ella y que esta celebración sea verdaderamernte
“popular”7.
Si no es posible la procesión, se hará el esfuerzo de realizar la entrada
solemne (nn. 12-15) antes de la Misa. Desde la puerta de la iglesia, con los
ramos en la mano, emprenden el camino hacia el presbiterio. Mientras se
canta la antífona “Hosanna” u otro canto adecuado. Los fieles se acomodan
lo más cerca del presbiterio (también en los bancos necesarios en la nave).
Se bendicen los ramos y se proclama el evangelio, como hemos indicado.
El sacerdote con los que le ayudan o una pequeña representación de fieles
bajando por un pasillo lateral, suben por el pasillo central en procesión
solemne hasta el presbiterio. Mientras tanto se canta el responsorio: “Al
entrar el Señor” u otro canto adecuado o se recita simplemente. La oración
colecta cierra esta entrada solemne.
Si ni siquiera se puede hacer lo anterior, se tiene la entrada simple
(nn. 16-17)8.
Para la lectura de la Pasión del Señor (n. 22) bueno será que el
sacerdote procure la ayuda, siempre que ofrezcan garantías, de dos
lectores (religiosos/as o laicos), reservándose él la parte de Cristo.
Para esto, será conveniente que los lectores preparen muy bien sus
intervenciones y que se les oiga bien.
La homilía del sacerdote será necesariamente breve, en atención
a la gente y a que la celebración es un poco más larga. Pero, tratándose
de gente mayor, si el sacerdote no está condicionado por las prisas y
las circunstancias de la iglesia son buenas, nada impide que explique
con calma el sentido de la celebración y el contenido substancial de las
lecturas y otros textos. Para ello se requiere preparar bien la homilía e
incluso escribirla.

7 Cf. DPPL 139.


8 Las dos posibilidades además de la procesión no son para fomentar
la comodidad y facilidad, sino en previsión de las dificultades que impidan la
organización de una procesión: cf. CFC 30.
142 – Ramiro González
Todo lo demás debe realizarse como indican los libros, y no requiere
adaptaciones especiales.

La celebración sin la Misa


“Donde no se pueda celebrar la Misa, es conveniente que se haga
una celebración de la Palabra de Dios sobre la entrada mesiánica y la
pasión del Señor, ya sea el sábado por la tarde, ya el domingo a la hora
más oportuna” (CFP n. 31).9
Si entiendo bien esta pauta, en caso de no ser posible celebrar la misa,
quedarían tres posibilidades: bendición con procesión; entrada solemne
con bendición de los ramos y celebración de la Palabra de Dios.
Entiendo que las dos celebraciones primeras las haría un sacerdote o
un diácono usando los textos del Misal con las adaptaciones pertinentes,
desde el sábado por la tarde hasta el domingo por la noche. Así el presbítero
gozaría de más tiempo, en el caso de tener varias parroquias. Y en el
caso de la Palabra de Dios, lo podrían hacer una religiosa o laicos (cf. los
ADAP) bien formados y con misión recibida del Obispo u Ordinario del
lugar. La celebración de la Palabra podría beneficiarse de las moniciones,
alguna /as lecturas del día (con preferencia por la Pasión del Señor, al
menos una parte), la oración colecta, algunos de los cantos indicados, la
oración de los fieles propia del día. Se podría leer la homilía redactada por
el sacerdote o el Obispo, centrada en la entrada mesiánica y la pasión del
Señor. En esta celebración, se podría distribuir a los fieles preparados la
sagrada Comunión, por ministros extraordinarios de la misma.
En el caso de que no pudiera tenerse ningún acto de los apuntados,
sería todavía importante reunir a la comunidad y celebrar algún acto
piadoso-devocional: el “Viacrucis”, la recitación y meditación del Salmo
50; el canto de las letanías de los santos con una orientación de comunión
con la pasión de Cristo; el rezo meditado y contemplativo de los misterios

9 Cf. también MR 19. La pauta del Misal dice: “Cuando no se pueda hacer
ni la procesión ni la entrada solemne ....”. Es matizadamente distinta y, a mi parecer,
más amplia que la de la CFP n. 31. Supondría que en el caso de no celebrar la Misa,
aún quedaría la posibilidad de tener la bendición de los Ramos y la procesión o/y la
entrada solemne con la bendición.
Lo “ideal” y lo “real” en la Semana Santa reformada – 143
del Rosario10 (los dolorosos), pero poniendo como primer misterio la
entrada triunfal de Jesús en Jerusalén11.

El Jueves Santo
La CFP sintetiza con claridad el contenido teológico, litúrgico
y pastoral del Triduo Pascual, centro de la Semana Santa y de todo el
año litúrgico. Los nn. 38-43 bajan a detalles de sensibilidad pastoral
muy concreta. Estos elementos deberán iluminar las actuaciones de
pastores y fieles en la preparación y ejecución de las celebraciones y
actos piadosos.
Con la Misa “en la Cena del Señor” a celebrar preferentemente en
las horas vespertinas, comienza el “Triduo del crucificado, sepultado y
resucitado”, con el que “se realiza el misterio de la Pascua, es decir, el
tránsito del Señor de este mundo al Padre”. La preparación y catequesis
previa y “toda la atención del espíritu debe centrarse en los misterios que
se recuerdan en la misa: la institución de la Eucaristía, la institución del
Orden sacerdotal y el mandamiento del Señor sobre la caridad fraterna” (n.
45). De estos contenidos se nutrirá la homilía, las moniciones oportunas,
los silencios rituales y los demás actos piadoso-devocionales.
El sacerdote responsable de diversas parroquias o comunidades
invitará a los fieles de las más pequeñas a agruparse, si lo aceptan, con las
comunidades mayores12. Así, podrán beneficiarse mejor de la celebración
de la Eucaristía de este día y él gozará de más tiempo para dedicarles.

10 Cf. “Marialis cultus”. La Virgen, hoy. El mensaje de Pablo VI (=Nuevos


folletos PPC, Madrid 1974) pp.58-65; Juan Pablo II, Carta Apostólica “El Rosario
de la Virgen María” (2002 = RVM).
11 Es importante y conforme a la mente de la Iglesia, que ninguna comunidad
quede sin reunirse un domingo tan significativo como es el de Ramos y haga memoria
con añoranza de no poder celebrar plenamente tal misterio.
12 El n. 94 de la CFP es en este sentido muy iluminador. Es deseo de la Iglesia
que las comunidades pequeñas en número y próximas a otra comunidad mayor
se reagrupen para poder participar en una celebración plena y festiva. Los grupos
particulares deberían unirse a la comunidad y, en ocasiones, los miembros capaces
prestar su servicio, en comunidades pobres, ayudando al sacerdote (sería un buen
voluntariado). Los que se van de vacaciones se incorporarán a las parroquias de
destino.
144 – Ramiro González
De este modo, podrá elegir la hora más oportuna de la tarde “para que
participe plenamente toda la comunidad local”13.
El Ordinario del lugar puede permitir celebrar una segunda misa
“por la tarde, allí donde verdaderamente lo exija el bien pastoral” (n. 47),
“pero solamente para los fieles que de ningún modo puedan participar en
la misa vespertina”. De este modo, un sacerdote con diversas pequeñas
comunidades podrá tener más holgadamente y, a la hora más adecuada, la
Misa “en la Cena del Señor” en la parroquia mayor, celebrar otra antes o
después para otra parroquia o comunidad encomendada y una tercera por
la mañana. El lenguaje empleado por la CFP, que se apoya en el Misal (p.
252), es claramente restrictivo respecto al número de misas de este día.
Por eso, no se deberá abusar celebrando más de tres misas un presbítero,
aunque tenga encomendadas más parroquias.
¿Qué hacer con las demás? Pienso que la solución debe estar
en la correcta distribución del clero; en el servicio que presten otros
sacerdotes que no tengan tantas parroquias y puedan desplazarse; que
las comunidades más pequeñas se desplacen a las mayores (al menos las
personas que puedan hacerlo) y las “sustituciones” (en lo que pueden
hacerlo) de los guías o animadores laicos (ADAP).

En las parroquias donde se celebra la Eucaristía


El sacerdote y las personas que puedan ayudarle, destaquen los
aspectos siguientes: presentar el pan suficiente para consagrar en
esta misa y comulgar este día y el siguiente (cf. MR n. 1); cántese
comunitariamente el “Gloria” haciendo sonar las campanas, pues
la institución de la Eucaristía que conmemoramos es un “misterio
luminoso”14 y un acontecimiento gozoso para la Iglesia (cf. MR n. 3); la
homilía debe estar penetrada del sentido del misterio celebrado (cf. MR

13 Este es el ideal de la Iglesia respecto a la Eucaristía, reunirse moralmente


toda la comunidad en torno a la misma mesa, para significar la unidad y la comunión
de la misma. Por eso, las misas que se celebren a otra hora y por verdadera exigencia
del bien pastoral, no deben celebrarse “para favorecer a personas privadas o a grupos
particulares y que no perjudiquen en nada la misa principal” (n. 47). Para fomentar
esta unidad en la misma Eucaristía, “en este día están prohibidas todas las misas sin
pueblo” (n. 47).
14 Cf. RVM n 19; Juan Pablo II, Mane nobiscum, Domine (2004) nn. 11-18.
Lo “ideal” y lo “real” en la Semana Santa reformada – 145
n. 5); donde sea posible y lo aconseje el bien pastoral, téngase el lavatorio
de los pies (seleccionando a personas que representen distintos sectores o
estratos de la comunidad)15, cántense algunas de las antífonas que propone
el Misal u otros cantos apropiados (cf. MR n. 7); si no es posible, recítese
alguna o léase bien; puede introducirse alguna petición concreta por las
necesidades de la comunidad celebrante; la procesión de los fieles con
dones para los pobres, puede hacerse, si en realidad se avisó durante la
Cuaresma (cf. CFP 52).
Mientras se hace la procesión, el pueblo canta “Ubi caritas est vera”
u otro canto similar; será significativo que, si hay “un acólito o ministro
extraordinario de la Comunión, lleve la Eucaristía a la casa de los enfermos
que lo deseen, tomándola del altar en el momento de la comunión” (CFP
53). Así indican “su unión más intensa con la Iglesia que celebra”.
Terminada la celebración eucarística se realiza la procesión con el
Santísimo hasta el lugar de la reserva. El sacerdote tendrá la ayuda de
un turiferario, alguien que porte la cruz y se responsabilice de los cantos
“Pange lingua” o en castellano “Que la lengua humana...” , el “Tantum
ergo” o en castellano “Adorad postrados” u otros adecuados que sepa la
gente. Conviene que el sacerdote y los ministros permanezcan un tiempo
de adoración en silencio (cf. MR n. 18). Es significativo despojar el altar
de los manteles con que se celebró la Eucaristía para destacar el lugar de la
reserva y quedar ya dispuesto, en orden a la celebración del Viernes Santo.
Las cruces de la iglesia deben quitarse o cubrirse (cf. MR n. 19).
El sacerdote y sus ayudantes exhortarán a los fieles a dedicar “algún
tiempo de esta noche, según las circunstancias y costumbres de cada
lugar, a la adoración del Santísimo Sacramento” (MR n. 21). Donde
haya costumbres de turnos de vela se han de respetar, pero si no los
hay será preciso invitar a la gente por espacios de tiempo, por barrios
o familias para que acompañen y agradezcan la presencia eucarística
del Señor16.

15 La CFP dice de este gesto que “significa el servicio y el amor de Cristo,


que “no ha venido para que le sirvan , sino para servir”. Conviene que esta tradición
se mantenga y se explique según su propio significado” (n. 51). Los sacerdotes no
deberían descartar este gesto por el simple hecho de que cuesta prepararlo o por
acortar la celebración.
16 Cf. DPPL 141.
146 – Ramiro González
Donde no se puede celebrar la Eucaristía
El sacerdote y los ministros que acompañen a una comunidad
cristiana que este día no puede tener la Eucaristía (el día que conmemora
su nacimiento)17, deben expresar su tristeza, por tal circunstancia. Será un
buen día para orar por las vocaciones sacerdotales y fomentar la espera
orante de un sacerdote, que pueda celebrarles habitualmente la Eucaristía
en la comunidad.
¿Qué medios o iniciativas pastorales se puede ofrecer a una comunidad
en estas circunstancias?
Un tiempo de oración, recogiendo el sentido del día y sus misterios,
hecha por el propio sacerdote a la hora que él y la comunidad concreten;
les puede mostrar su sufrimiento por no llegar a todas las parroquias y
la esperanza de que el Señor envíe vocaciones. También orarán para que
las familias estimen tener un hijo sacerdote.
La celebración de la palabra utilizando algunas de las lecturas
del día, alguna paráfrasis de la oración colecta, la oración de los fieles
con la petición expresa por las vocaciones sacerdotales, la lectura de la
homilía preparada por el Obispo o el párroco, la distribución de la sagrada
Comunión, hecha por un ministro autorizado. Las formas deben traerse
de las consagradas ya en alguna misa de este día e invitar con insistencia
a dar gracias por el don del Sacramento. Luego se invitará a los fieles a
adorar al Señor, reservado en el sagrario, con las especies consagradas
en la parroquia que ha tenido ya la Misa. Esta celebración la puede hacer
una religiosa, o un laico bien preparado y con misión del Obispo.
Un acto devocional que sintonice con el sentido litúrgico del día. Este
lo podría realizar un/a catequista bien formado y responsable, autorizado
para distribuir la comunión. Podría constar de un rato de oración con
alguna de las lecturas bíblicas de la Misa, el Salmo responsorial, silencio,
la recitación pausada de las antífonas para el lavatorio de los pies (cf.
MR n. 7), algún canto expresivo del “mandamiento nuevo” (“Donde hay
caridad y amor”), alguna petición de la oración de los fieles, recepción de
la Comunión sacramental y un tiempo más largo (por grupos, personas,

17 Cf. Juan Pablo II, Encíclica La Iglesia vive de la Eucaristía n 5. (2003 =


EdE).
Lo “ideal” y lo “real” en la Semana Santa reformada – 147
familias, barrios, tiempos, etc) de adoración del Sacramento18. Creo que
lo decisivo es que el Jueves Santo, conmemoración del nacimiento de
la Eucaristía, del sacerdocio ministerial y del nuevo mandamiento del
amor, sea, de algún modo, celebrado por la comunidad cristiana, que es
reunida y convocada por el Señor.

El Viernes Santo
Dice la CFP n. 58: “En este día, en que ha sido inmolada nuestra
víctima pascual, Cristo, la Iglesia meditando sobre la Pasión de su Señor
y Esposo y adorando la Cruz, conmemora su nacimiento del costado
de Cristo dormido en la Cruz e intercede por la salvación de todo el
mundo”.
Las comunidades han de ser catequizadas con anticipación sobre el
sentido y contenidos celebrativos principales de este día: es un día sin la
celebración de la Eucaristía, conmemora la Pasión y muerte del Señor;
la comunión se distribuye a los fieles sólo durante la celebración de la
Pasión del Señor19; es un día de penitencia obligatoria para toda la Iglesia
mediante el ayuno y abstinencia; se recomienda celebrar en las iglesias el
Oficio de lecturas y las Laudes con los fieles (cf. CFP n. 62; 40).

La celebración de la Pasión del Señor


En aquellas comunidades o parroquias pequeñas, en que el sacerdote
pueda celebrar plenamente el misterio de este día, ha de hacerlo con la
ayuda de personas válidas y según lo que señala el Misal y Leccionario
(MR 258ss). El horario hábil para esta celebración, en el caso de sacerdotes
con varias parroquias (y pequeñas), va desde pasado el mediodía (cerca
de las tres), hasta las nueve de la noche20. Así las posibilidades de celebrar
el sacerdote son mayores, aunque creo que no debería celebrar más de tres

18 Creo que debe ser el sacerdote o los organismos de pastoral litúrgica


diocesana los que ofrezcan un material sencillo para responder a esta necesidad
pastoral. Tenemos en la mente, entre otros, los muchos y buenos materiales del Centro
de Pastoral Litúrgica de Barcelona en la colección “Celebrar”, “Dossiers” y “Emaús”,
que pueden ayudar a dar respuesta a estas necesidades.
19 Los enfermos pueden recibirla a cualquier hora del día, cf. CFP n. 59.
20 La CFP n. 63 habla de que “por razones pastorales, puede elegirse otra hora
más conveniente para que los fieles puedan reunirse más fácilmente: por ejemplo,
148 – Ramiro González
o cuatro acciones litúrgicas (como máximo), en distintas parroquias. Le
será de mucha utilidad una persona preparada que haga alguna monición
antes de iniciar, a la liturgia de la Palabra, antes de la oración universal,
a la solemne adoración de la Cruz y antes de comulgar. Sería bueno que
en la monición inicial se explicase el sentido de las vestiduras rojas, de
la postración del sacerdote en silencio y de la importancia de la oración
comunitaria21.
Por razón del cansancio del sacerdote podría suprimirse una de las dos
primeras lecturas con su salmo en la última celebración. La historia de la
Pasión del Señor se proclama como el domingo anterior. La homilía puede
ser más breve, centrada en la Pasión e invitando a los fieles a permanecer
en oración silenciosa un espacio breve de tiempo (cf. MR n. 6-9). En la
última celebración el sacerdote podría simplemente subrayar algunas
palabras del relato e invitar a los fieles a acogerlas en silencio.
La oración universal hágala el sacerdote como se indica en el Misal.
Por razones de cansancio, el sacerdote puede seleccionar las oraciones
“que se acomodan mejor a las condiciones del lugar”, pero manteniendo
el orden de las intenciones para la oración universal (cf. n. 13).
La adoración de la Cruz ha de realizarse de acuerdo con una de
las dos formas indicadas en el Misal. Deben ayudarle algunos fieles
trayendo la cruz (entre dos velas): tres personas de la comunidad que lo
hagan dignamente. Conviene que el pueblo sepa responder cantando a
la invitación: “Mirad el árbol”... El gesto de la adoración ha de hacerse
utilizando un modo expresivo (genuflexión, beso) “según las costumbres
de cada lugar” y el significado mayor que se le conceda. Es importante que
cante todo el pueblo, sea la antífona “Tu cruz adoramos”, los Improperios u
otros cantos apropiados (cf. MR nn. 18-20). Si no pueden cantarse, algunas
de las antífonas, Improperios y el himno “Oh cruz fiel, árbol único...”, se
pueden recitar por alguna persona que lo haga bien. La recitación puede
ir acompañada de silencios breves.
La comunión se hace con las formas consagradas el día anterior.

desde el mediodía hasta el atardecer, pero nunca después de las nueve de la noche”;
cf. MR p. 258 n. 3.
21 Dice CFP 65 que el postrarse del sacerdote y los ministros rostro en tierra
“significa tanto la humillación del hombre terreno, cuanto la tristeza y el dolor de
la Iglesia”.
Lo “ideal” y lo “real” en la Semana Santa reformada – 149
Durante la comunión se puede entonar un canto apropiado que siga
todo el pueblo. Se hace un breve silencio de acción de gracias por el don
recibido. El sacerdote reza la poscomunión y la oración sobre el pueblo
para despedirlo. Todos salen en silencio.

Cuando no puede celebrar el sacerdote


En aquellas parroquias donde no puede estar presente el sacerdote,
será conveniente tener, según las posibilidades:
Una celebración de la Palabra comenzando por una oración,
inspirada en alguna de las dos del MR n. 5; la lectura de lo central de la
Pasión y alguna de las dos primeras lecturas con su salmo correspondiente;
unas preces u oración de los fieles, inspiradas en las oraciones universales
más adecuadas; la lectura de una breve homilía o reflexión sobre las
lecturas escrita por el sacerdote u obispo; adoración sencilla de la cruz,
traída procesionalmente entre dos velas; canto o recitación de alguno
de los textos señalados para este momento por el Misal; recepción de la
comunión con las formas consagradas el Jueves; breve acción de gracias
en silencio o en voz alta (por quien dirige la celebración) y despedida de
la comunidad (con una monición) o en silencio.
Esta celebración, bien preparada, puede realizarla un diácono, una
religiosa, o algún guía de las celebraciones dominicales y festivas a la
espera de presbítero.
La celebración cuidada de las Vísperas bien preparadas y sostenidas
reposadamente por toda la comunidad. Se cuidará mucho la recitación de los
salmos, utilizando alguna monición que ayude a orar conforme a su sentido;
canto de alguna antífona o responsorio y, si es posible, del Himno y alguna
estrofa del “Magníficat”. En las preces puede añadirse alguna, pidiendo por
las vocaciones sacerdotales y para que la comunidad esté abierta a acoger,
en las familias, la llamada de Cristo al ministerio sacerdotal.
La celebración del Oficio de lecturas, hecho reposadamente tratando
de gustar los salmos. Para ello será necesario tener algún material de
comentarios, ayudar a orar según el sentido cristiano del mismo y, sobre
todo, prestando mucha atención a las lecturas de este día. Guardar un
breve silencio después de cada lectura y responder gustando las palabras
del responsorio.
Un acto devocional coherente con el misterio que se celebra. Puede
ser: “el Vía Crucis, las procesiones de la Pasión y el recuerdo de los
150 – Ramiro González
dolores de la Santísima Virgen María...dada su importancia pastoral”
(CFP 72). El mismo número insiste en la importancia de que los textos y
los cantos utilizados respondan al sentido y espíritu litúrgico propio del
día. Siempre se advertirá a los fieles de que lo central es la celebración
litúrgica del día. Respecto a otros actos devocionales relativos a la Virgen
de los Dolores da orientaciones y contenidos interesantes el DPPL n. 145.
Concretamente habla del “Planctus Mariae” y la “Hora de la Dolorosa”.
Bien orientados pueden ser dos ejercicios piadosos en plena sintonía con
el espíritu de la Liturgia de este día.

El Sábado Santo
Es preciso que con anticipación llegue a todos los fieles el sentido
del Sábado Santo22 , previo a la gran Vigilia del año. MR n. 29 dice en su
rúbrica: “Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro
del Señor, meditando su pasión y muerte, y se abstiene del sacrificio de la
misa, quedando por ello desnudo el altar hasta que, después de la solemne
Vigilia o expectación nocturna de la resurrección, se inauguren los gozos
de la Pascua, cuya exuberancia inundará los cincuenta días pascuales”23.
Será importante que los fieles capten el vacío de este día respecto a la
celebración de la Eucaristía y otros sacramentos, excepto el Viático, la
Reconciliación y Unción de enfermos (cf. CFP 75).
A lo largo del día, en las comunidades que no tendrán vigilia pascual
e incluso, en las otras, es importante celebrar alguna hora (Laudes u
Oficio de lecturas) de la Liturgia de las Horas, con la ayuda de algún laico
preparado. También el sacerdote, una religiosa o un laico bien formado
puede reunir a la comunidad para una celebración de la Palabra. En ella
se puede leer un texto adecuado (relativo a la pasión y muerte del Señor,

22 Cf. CFP 76. Se han de tener en cuenta los usos y tradiciones de este día
que sintonicen con el verdadero sentido litúrgico, no los que estaban vinculados a la
anticipación de la Vigilia al sábado por la mañana.
23 CFP 73 se expresa casi con las mismas palabras citadas, pero añade el
acontecimiento del “descenso a los infiernos” de Cristo y la actitud de oración y ayuno de
la Iglesia, a la espera del la Resurrección del Señor. Insiste en la recomendación del Oficio
de lectura y de Laudes con participación del pueblo (cf . n 40). Cuando no sea posible
la Liturgia de las Horas, téngase “una celebración de la palabra o un ejercicio piadoso
que corresponda al misterio de este día”. Cf. también DPPL 146. Para el “descenso a
los infiernos” cf. Catecismo de la Iglesia Católica (=CCE) nn. 631-635.
Lo “ideal” y lo “real” en la Semana Santa reformada – 151
a su sepultura, descenso a los infiernos, destacando la firme esperanza
en la resurrección). Se puede leer también la última parte de la pasión
del Señor y utilizar la segunda lectura (patrística) del Oficio de lecturas
(ibid.). Seleccionar bien algún canto que exprese la esperanza firme en la
resurrección (al estilo de “Acuérdate de Jesucristo”; “Mi alma espera en
el Señor”, etc.). Ejercicios piadosos adecuados pueden ser: el Viacrucis,
el Rosario rezado reposadamente contemplando los misterios dolorosos,
con la posibilidad de añadir el de la sepultura del Señor, el descenso a los
infiernos 24 y la “Hora de la Madre”.
Puede ayudar a la oración y contemplación serena de los fieles la
presencia de la imagen de Cristo crucificado, puesta en lugar preferente,
o la del Cristo yacente en el sepulcro o descendiendo a los infiernos,
lo mismo que la imagen de la Virgen de los Dolores (cf. CFP 74). La
comunidad y cada fiel puede orar en silencio en cualquier momento
del día y de la tarde ante estas imágenes. Así profundizan en el deseo y
esperanza de celebrar el triunfo de la Resurrección.

La Vigilia pascual
Dice el Misal en la rúbrica correspondiente: “Según una antiquísima
tradición, esta es una noche de vela en honor del Señor (Ex 12, 42). Los
fieles, tal como lo recomienda el Evangelio (Lc 12, 35ss), deben asemejarse
a los criados que, con las lámparas encendidas en sus manos, esperan el
retorno de su Señor, para que cuando llegue les encuentre en vela y los invite
a sentarse a su mesa”25. La CFP lo expresa casi con las mismas palabras y
añade que esta vigilia “ha de considerarse como la madre de todas las santas
Vigilias. Durante la Vigilia, la Iglesia espera la resurrección del Señor y la
celebra con los sacramentos de la iniciación cristiana” (n. 77).

En las comunidades en que no se celebra la Vigilia


Será importante invitar a las comunidades pequeñas, que puedan
sumarse a la celebración de una comunidad más numerosa, que lo hagan

24 Cf. DPPL 147.


25 Cf. p. 275 n. 1; P. Tena, La Vigilia pascual paradigma del encuentro entre
Biblia y Liturgia, en Comisión Episcopal de Liturgia, Formación bíblica y litúrgica.
Ponencias de las Jornadas Nacionales de Liturgia (Edice, Madrid 2000)143-162.
152 – Ramiro González
e incluso a personas concretas que puedan trasladarse. Convendría ir
creando mentalidad durante todo el año y, sobre todo en Cuaresma, de
que esta Vigilia es la fiesta mayor del año cristiano.
Pero cuando no es posible lo anterior, cabría que la comunidad
se reuniera durante algún tiempo, uniéndose a la Iglesia Madre y a las
comunidades que en tal noche celebran la Resurrección de Jesucristo,
fuente de la vida nueva de los bautizados y garantía de nuestra futura
resurrección (cf. CFP 79s). No es fácil precisar con qué materiales llenar
este tiempo de oración comunitaria. Teniendo en cuenta que quienes
participarían en ella, en el mejor de los casos, sería la gente más sencilla
y con menos medios, sería bueno que se les facilitase algún guión o
material muy sencillo. Podría recordar el mensaje central del “Pregón
pascual”: en esta noche, Cristo ha resucitado y ha vencido para siempre
las tinieblas del pecado. Alegrémonos con él y démosle gracias, pues con
su resurrección nos ha venido la vida nueva.
Podría leerse una lectura del NT (Rm 6, 3-11 con el Sal 117, 1-2 o el
Evangelio de la Resurrección. Luego se cantaría por todos el “Aleluya”) y
una reflexión tomada del MR n. 22, que contiene una monición previa a la
Liturgia de la Palabra. Esta reflexión debería inspirarse en la indicada, pero
aplicada a la circunstancia concreta, y debería entregarse a la comunidad
hecha ya, para ser leída.
Según el tiempo y las posibilidades, se podría renovar las
promesas bautismales, utilizando el formulario de renuncia y
profesión de fe más sencillo (cf. MR 296ss). Sería importante unirse
espiritualmente a las comunidades cristianas donde hay bautismos y
a las que renuevan solamente tales promesas. Lo haría una persona
que lea bien.
Se podría dar gracias por la Eucaristía que las comunidades cristianas
celebran esta noche y los fieles reunidos harían una “comunión espiritual”.
Si en la iglesia hay reserva del Santísimo, se puede despedir la comunidad
con una oración comunitaria o en silencio. El que ha dirigido el acto puede
avisar si el domingo habrá Eucaristía en esta comunidad, a qué hora y
despedir cordialmente a todos.

Lo “ideal” y lo “real” en la Semana Santa reformada – 153


En las comunidades que celebran la Vigilia
Se ha de preparar con esmero, siendo fieles al horario.26 Se insistirá
mucho en el sentido y significado central de esta celebración y su
estructura. El sacerdote aprovechará todos los recursos humanos de las
personas que pueden colaborar, ensayándoles, preparando la celebración
a tiempo con ellos. El encendido del fuego, la preparación del cirio y la
procesión deberían hacerse con sentido religioso y popular, colaborando
todos los fieles. El encendido de las velas en el cirio debe ser entendido en
su genuino significado (cf. CFP 82s). Si ni el sacerdote, ni otro ministro
puede cantar el pregón, lo proclamará un lector, introduciendo, en
distintos momentos, una aclamación por parte del pueblo27.
Respecto a la liturgia de la Palabra, no conviene suprimir lecturas de
la amplia serie, pero, si alguna se suprime, que no sea de las principales
(cf. CFP 85). Habrá que advertir a la comunidad que es una noche, en
la que velamos escuchando la Palabra de Dios, respondiendo con el
canto, la oración y el silencio. La Iglesia así “comenzando por Moisés y
siguiendo por los profetas (Lc 24, 27; cf. 24, 44-45) interpreta el misterio
pascual de Cristo”. Es importante que, en la repetición de los diversos
elementos, se mantenga “el ritmo adecuado para facilitar la participación
y devoción de los fieles”. Será significativo que al canto del “Gloria”
suenen las campanas, conforme a la costumbre de los lugares, como signo
de alegría. Será importante que sacerdote, cantores y pueblo de Dios
canten con entusiasmo el aleluya. Aunque no haya bautismos, manténgase
la bendición del agua bautismal. Consérvese el agua bendecida en el
bautisterio durante todo el tiempo pascual y háganse con fervor (siendo
conscientes los fieles de la condición de bautizados) la renovación de las
promesas bautismales.
La Eucaristía con la que concluye la Vigilia no puede perder (en
su último tramo) la importancia y significación de ser la Eucaristía
culminante de todo el año28.

26 CFP 78 indica que el “de noche” de esta celebración deberá interpretarse


estrictamente y no valen las razones que se presentan para anticiparla.
27 Las Conferencias de Obispos quizás deberían adaptar el Pregón para los
casos de pequeñas comunidades que no puedan cantarlo, señalando también las
aclamaciones convenientes. Cf. CFP 84; MR 17.
28 Téngase en cuenta lo que dice CFP 90-92 a propósito de no tener prisa,
154 – Ramiro González
El domingo de Pascua de Resurrección
Dice la CFP 97: “La misa del día de Pascua se debe celebrar con
la máxima solemnidad”. En las comunidades que no han celebrado la
Vigilia, se podría hacer mención de lo que la Iglesia ha celebrado en la
gran noche pascual. En una monición, hecha por el sacerdote, adaptando
lo realizado en la Vigilia29 y transmitiéndolo a la comunidad celebrante.
El sacerdote recuerde el Bautismo, al hacer la aspersión con el agua
bendecida en la Vigilia (en vez del acto penitencial). Llene con ella las
pilas de la entrada de la iglesia. Cántese gozosamente el “Gloria” por toda
la comunidad; lo mismo suceda con el “aleluya”; en lugar del “Credo”
podrían hacerse las promesas bautismales; destáquese la oración de los
fieles, en la que pueden participar los neófitos adultos o los padres de los
niños; dése importancia a la procesión con las ofrendas para la Eucaristía
culminante del año. La homilía destacará los profundos contenidos de la
Pascua cristiana, sobre todo la Resurrección de Cristo, la incorporación
a él de los neófitos, la renovación en la vida de fe y caridad de toda la
asamblea (Iglesia), la alegría por la redención, la esperanza segura de la
vida eterna y de nuestra resurrección en Cristo.
La comunión bajo las dos especies llevará al culmen del signo la
comunión de los fieles con el Cristo muerto y resucitado, fuente de la nueva
vida y prenda de la felicidad eterna. Otros actos piadoso-devocionales
pueden verse en el DPPL 148-151.30 En las comunidades donde sea posible
téngase la celebración de “las Vísperas bautismales del día de Pascua”31.
De este modo terminará como es debido el Triduo Pascual.

RAMIRO GONZÁLEZ
Ourense

de ayudar a la participación de los fieles, de si hay neófitos adultos, del canto y de la


comunión bajo las dos especies. Así se alcanza “la plenitud del signo”.
29 Cf. MR pp. 275-276, nn. 1-8; 22; 38; 46. No se trata de repetir lo que se
contiene en estos números, se trataría de inspirarse en lo relativo a las cuatro partes de
la Vigilia y comunicar el mensaje celebrado, para que sea asimilado espiritualmente
por la comunidad.
30 Se refiere al encuentro del Resucitado con la Madre, a la bendición de la
mesa familiar y al saludo pascual de la Madre del Resucitado.
31 Cf. CFP 98; cf. IGLH 213.
Lo “ideal” y lo “real” en la Semana Santa reformada – 155
BIBLIOTECA LITÚRGICA

Dos libros a destacar


De entre las nuevas publicaciones que el CPL ofrece en este inicio
de año, querríamos destacar dos:

El ministerio de la homilía. Por José


Aldazábal (Biblioteca Litúrgica 26). No es un
libro de recetas prácticas, pero sí de criterios,
planteamientos de fondo y pedagogía
comunicativa. Tiene 240 páginas y será
una buena ayuda para aquellos que tienen
encomendado este ministerio al servicio de
la comunidad cristiana.

PVP.: 20,00 €

Liturgia y vida espiritual. Por Jesús Castellano


(Biblioteca Litúrgica 27). Un libro hecho con
espíritu pastoral y pedagógico, a la par que con
profundidad litúrgica y teológica. A lo largo
de sus 352 páginas, el autor ayuda a descubrir
cómo la liturgia se tiene que concretar en
la vida cristiana y espiritual, y cómo la vida
tiene que impregnarse de lo que celebramos
en la liturgia.
PVP.: 20,00 €

Centre de Pastoral Litúrgica


Rivadeneyra, 6, 7. 08002 Barcelona
Tel.: 93 302 22 35 Fax: 93 318 42 18
Phase, 272, 2006, 157-162

EL PASO DEL MAR ROJO


Lectura de Éxodo 14 en la Vigilia Pascual

JOAN RAMON MARÍN

La larga liturgia de la Palabra en la noche de Pascua hace memoria


viva de algunos puntos culminantes de la historia como itinerario de
salvación.
La lectura de Éxodo 14,15–15,1a es uno de esos puntos culminantes.
El paso del Mar Rojo representa, al primer golpe de vista, un auténtico
paso a una nueva situación para el pueblo de Israel. Un paso, hay que
decirlo, lleno de tonos trágicos. Pero en este paso no se trata tanto de un
“antes y después” sino de un “qué y cómo”.
La lectura que leemos es en rigor media narración del paso del Mar. La
narración entera comienza en Ex 14,1. El conjunto (Ex 14,1-31) presenta
una estructura típica de las grandes historias legendarias, aquellas grandes
historias que marcan la conciencia de un colectivo. Acostumbran a ser
historias de una crisis.
Según el esquema de estas historias, en un primer momento se
presentan los protagonistas y se insinúa la situación crítica que se vive.
En un segundo momento, la atención se centra totalmente en la crisis,
que llega a su grado máximo de tensión. A continuación, en un tercer
momento, se explica cómo se soluciona la crisis y se rebaja la tensión
narrativa. Finalmente, en una conclusión que hace cuarto momento, se
ponen en evidencia las consecuencias de la historia que se ha contado.
Como digo, la lectura que se proclama en la noche de Pascua sólo es
media narración. Efectivamente, de la estructura que configura la historia
El paso del Mar Rojo – 157
del paso del Mar se lee sólo el tercer momento y la conclusión. Es decir,
se lee la solución de la crisis y las consecuencias que se derivan de ella.
Quedan omitidas, por tanto, la presentación de los protagonistas y la
situación crítica que se vive. Se supone que se conocen.
Además, como ya he dicho también, narrativamente hablando, el
grado máximo de tensión se encuentra en el segundo momento de la
estructura (la crisis) y no en el tercero (la solución de la crisis). Por muy
tenso que nos pueda parecer el contenido de la lectura, la verdad es que
en el fragmento que se lee la tensión narrativa se rebaja totalmente.

Miremos, pues, con más detalle todo el conjunto de la narración


del paso del Mar (Ex 14, 1-31). Los estudios exegéticos han mostrado
que el texto es fruto de la unión de dos maneras previas de narrar los
acontecimientos. Ambas maneras conservan la estructura en cuatro
momentos que he presentado más arriba.
A grandes trazos, una de las narraciones previas comienza hablando
del Señor y de Moisés, de los israelitas, del Faraón y su ejército, de los
egipcios. La presentación de los personajes es sencilla en la forma, pero
cargada de intención. La historia del paso del Mar se inicia con una orden
del Señor a Moisés respecto al itinerario de los israelitas fuera de Egipto
y su lugar de acampada.
Esta orden tiene un fondo: el Faraón creerá que los israelitas se han
perdido y que no se atreven a entrar en el desierto. A partir de esta situación
se insinúa la crisis: el Faraón saldrá con todo su ejército a perseguir a
los israelitas.
Y todavía, en la presentación de la crisis se ponen de relieve dos ideas
que más adelante se repetirán: el Señor mismo interviene en la decisión
del Faraón (un corazón muy poco sensible); y el Señor será reconocido por
los egipcios. La intención del Señor es, pues, darse a conocer también a los
egipcios. La primera parte de la historia acaba notando que los israelitas
cumplieron la orden del Señor.
A continuación el texto entra de lleno en la crisis apuntada. También
aquí la explicación tiene su fondo. Ante todo se dice que la persecución
egipcia, con todo el ejército, tiene éxito y consigue atrapar a los israelitas
en el lugar donde están acampados. Esta noticia llega al Faraón. Se añade
la nota que Israel había marchado protegido por el Señor. Esta nota
es un recurso para añadir más dramatismo a la persecución realizada

158 – Joan R. Marín


por el Faraón. ¿Qué clase de protección es esta del Señor?, podría
preguntarse.
De hecho, es así. Los israelitas ven cómo el Faraón los atrapa y
claman al Señor. Pero este clamor es, en realidad, una queja contra Moisés.
La crisis tiene su punto dramático en que la situación lleva a interpretar
los hechos de una manera muy determinada: Moisés ha hecho salir a
los israelitas de Egipto para hacerlos morir en el desierto. Hubiera sido
preferible morir en Egipto. Esto ya se lo habían dicho a Moisés antes
de salir. Los israelitas querían ser esclavos de los egipcios. Ahora se
confirman los peores temores de que la aventura de Moisés los dejaría
malparados.
Esta grave acusación contra Moisés requeriría teóricamente una
respuesta de defensa. Pero en el texto no hay ninguna. Al contrario, el Señor
vuelve a hablar a Moisés como al principio, con una nueva orden.

Comienza así la tercera parte de la narración. El Señor toma la


acusación contra Moisés como una murmuración contra él mismo.
La orden vuelve a ser que se pongan de camino hacia el Mar. Con su
bastón, Moisés dividirá el Mar en dos y los israelitas lo atravesarán a
pie enjuto.
Reaparece el tema del corazón duro. Ahora atribuido a todos los
egipcios, un corazón obstinado y ciego que les llegará a perseguir a los
israelitas incluso dentro del Mar. Allí serán derrotados y los egipcios
reconocerán al Señor. Después de esta orden se cumple todo lo que el Señor
manda. Los egipcios se adentran en el Mar con toda su maquinaria bélica.
Una nueva orden del Señor permite concluir la escena: las aguas vuelven
sobre los egipcios y sobre su maquinaria de guerra. Se pone de relieve la
diversa situación de israelitas y egipcios, pero centrándose en los hechos
ocurridos: los israelitas han pasado el Mar a pie enjuto, los egipcios han
quedado cubiertos de agua. La derrota egipcia ha sido total.
Esta narración no tiene una conclusión propiamente dicha.
Simplemente se limita a reconocer la derrota egipcia. La narración en sí
es bien sencilla. Casi toda ella se forma con el discurso del Señor a Moisés,
al que sigue la ejecución de lo que el Señor manda. En el fondo, aunque
no lo diga explícitamente, la actuación egipcia también es una ejecución
de lo que el Señor manda. Esta “obediencia al Señor” encuentra un punto
de crisis cuando Israel parece decidido a no seguir adelante.

El paso del Mar Rojo – 159


La intención del relato es mostrar el liderazgo del Señor. La
manifestación de la gloria del Señor y su reconocimiento por parte de los
egipcios es un punto clave que pone más de relieve la crisis provocada por
los mismos israelitas. La manifestación de la gloria del Señor adquiere
toda la fuerza narrativa ante la desproporción absoluta entre el pueblo de
Israel y el ejército del Faraón que los persigue.

La otra narración previa, también a grandes trazos, mantiene la


misma estructura en cuatro escenas.
La presentación de los personajes en la primera escena es claramente
una descripción de caracteres y de intenciones: Israel ha huido de Egipto.
Da la impresión de que los egipcios no se han dado cuenta de ello. Pero
sí; inmediatamente reconocen que ha sido un error dejar marchar a Israel
y, cambiando de parecer, exponen su plan: perseguirlos y volverlos a ser
esclavos. Ya se insinúa, por tanto, cuál es la crisis que se quiere explicar.
La segunda escena profundiza en esto. El Faraón se prepara él mismo
y hace preparar a todos el ejército para perseguir a Israel. Incluso se da el
número de carros y de oficiales. A continuación se presenta la reacción
israelita. Es la misma que hemos visto antes en la otra narración previa:
asustados, los israelitas claman contra Moisés que los ha conducido a
una muerte segura.
Pero el hilo argumental hace que toda la atención se concentre en
el hecho de que los israelitas coincidan con el parecer del Faraón: ha
sido un error dejar de ser esclavos y salir de Egipto. La apreciación de
los israelitas, con todo, es mucho más trágica que la narración misma:
el Faraón sólo pretendía recuperarlos como esclavos. Pero ellos están
convencidos de que los matará.
La tercera escena, narrativamente hablando, constituye la otra
cara de la moneda de la escena anterior. La apreciación trágica de los
israelitas es anulada: ni volverán a ser esclavos ni morirán a manos del
ejército egipcio. Más bien todo lo contrario. La escena comienza con
un encendido discurso de Moisés al pueblo. Ante el hundimiento del
pueblo, Moisés pone al Señor como garante de la salvación. Con todo,
la situación es descrita con tonos muy mítico-legendarios, que servirán
de base para las afirmaciones teológicas del texto. La realidad es que no
habrá enfrentamiento entre israelitas y egipcios cuando estos los atrapen.
¡El auténtico enfrentamiento será entre los egipcios y el Señor!

160 – Joan R. Marín


Como en la narración anterior, también ahora se subraya
la desproporción del conflicto, pero ha cambiado totalmente el
argumento: la desproporción es entre el ejército egipcio y el Señor.
Se llega incluso al extremo de decir que Israel ni siquiera tendrá que
luchar. Sólo tendrá que mirar. Así, el protagonismo de Israel en el
terreno bélico es mínimo.
El enfrentamiento entre los egipcios y el Señor se va detallando a
base del concurso de elementos naturales y teológicos. La columna de
nube que guiaba al pueblo se interpone entre ellos y los egipcios. Las
dos formaciones no se enfrentan. Un fuerte viento seca el Mar delante
del lugar donde están acampados los israelitas. Por la mañana, el ejército
egipcio queda lleno de confusión: sus carros no avanzan. En medio de
esta confusión los egipcios se dan cuenta y reconocen contra quién están
luchando realmente. El Mar vuelve a su lugar original de manera que
los egipcios se lo encuentran delante y no pueden pasar. ¡De una manera
absolutamente sorprendente el texto dice que el Señor precipitó a los
egipcios al Mar!
El relato acaba con una conclusión: la salvación del Señor se ha
cumplido, los israelitas ven a los egipcios muertos a orillas del Mar. Ha
sido el Señor quien ha vencido a Egipto. El reconocimiento y la fe en el
Señor y en Moisés suponen la superación de la crisis, que bien se podría
llamar de identidad, de los israelitas: no ha sido un error huir de Egipto,
no era mejor la esclavitud que la situación actual, no se les ha conducido
a la muerte. El Señor lo ha hecho posible.

Las dos maneras de explicar esta experiencia de crisis se han


fundido en un único texto que inicia la tradición de la travesía del
desierto. En el plano general del Pentateuco las tradiciones de la
travesía del desierto hacen de puente entre las tradiciones del éxodo
de Egipto donde Israel era esclavo y las de la llegada a la tierra don
del Señor. Fijémonos que el libro de Josué (c. 3) explica la entrada
a Canaán, atravesando el río Jordán, con rasgos que hacen revivir el
paso del Mar.
Las tradiciones del desierto están explicadas en forma de itinerario
(idea de fondo bien bíblica) y literariamente sigue el esquema de los
Anales reales donde se cuentan las campañas, siempre victoriosas, del
rey y las celebraciones siguientes cuando vuelve a su territorio.

El paso del Mar Rojo – 161


Las tradiciones del desierto olvidan la idea principal de la esclavitud,
aunque mantienen algunos lazos, para centrarse en los diversos
enfrentamientos que Israel encontrará a lo largo de su camino. Pero más
de un enfrentamiento será interno: discusión del liderazgo de Moisés.
Se quiere presentar, teológicamente, con todos estos elementos, al
Señor que guía continuamente a su pueblo y la identidad de este pueblo. El
paso del Mar es el primer episodio de este itinerario físico y espiritual.

JOAN RAMON MARÍN

162 – Joan R. Marín


Phase, 272, 2006, 163-168

IDENTIDAD DEL SÁBADO SANTO

JOAN MARIA CANALS

El grano de trigo enterrado en tierra


germina en fruto (cf. Jn 12,24)

Desde el siglo XVI, la Iglesia ha celebrado la resurrección del Señor


el Sábado santo por la mañana. Las campanas la anunciaban ya por la
mañana y las iglesias se vestían de fiesta y de gloria. Era un día gozoso
y festivo.
El Sábado santo sufre un cambio radical con la restauración de la
Vigilia pascual1 por el papa Pío XII. Unos años después, el mismo Papa
reforma toda la Semana Santa con la publicación del Ordo Hebdomadae
sanctae instauratus. El Sábado santo pasa de un día alegre y festivo a ser
un día sin celebración eucarística, un día gris para la mayoría de los fieles.
Pío XII devolvió al Sábado santo su verdadera identidad heredada de la
tradición de la Iglesia. La historia de los últimos siglos había descafeinado
y desdibujado el segundo día del Triduo pascual.
Han pasado ya cincuenta años de la restauración de la Semana Santa
y hoy debemos reconocer el coraje que tuvo Pío XII de promover una
reforma litúrgica tan significativa para la Iglesia, como todas las que
realizó en su pontificado.
Hace cincuenta años que la Iglesia vivió muy intensamente la

1 Cf. AAS 43 (1951) 128-137; 44 (1952) 48-63.


Identidad del Sábado Santo – 163
Semana Santa. Era una gran novedad. Las iglesias se llenaron no sólo por
curiosidad periodística, sino también por la piedad de los fieles cristianos.
Las parroquias desarrollaron una extraordinaria actividad de catequesis
y de mistagogía. Han pasado ya muchos años y hoy la Semana santa ya
no es una novedad. Ha descendido la asistencia y, a veces, la rutina se ha
apoderado en algunas comunidades cristianas. Hoy urge una catequesis
programada y pedagógica durante el tiempo cuaresmal para preparar a
los fieles a celebrar en espíritu y en verdad la Semana Santa.
Algunos consideran al Sábado santo como un día vacío y gris, un día
sin color y despojado de sentido. Se considera un día de paso en espera de
la gran noche de la Vigilia Pascual y un día dedicado a los preparativos
pascuales. Es cierto que la Iglesia no ha querido establecer para este día
ninguna celebración litúrgica específica, fuera del rezo de la Liturgia de
las Horas, a pesar de ser un día sin Eucaristía.
Al contrario, el Sábado santo es un día lleno de misterio y de espera
gozosa. La Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, medita su
pasión y muerte, su descenso a los infiernos y espera en oración y en
ayuno su resurrección2. La Iglesia en este día experimenta la ausencia
y la presencia silenciosa de Cristo. El Esposo ha sido arrebatado y la
cristiandad vive en soledad acompañada y esperanzada. Cristo, la Palabra,
permanece callado en el sepulcro y su silencio anuncia la salvación en las
profundidades de la muerte. La “kénosis” de Jesús ha llegado a lo más
profundo mientras duerme detrás de la enorme piedra del sepulcro. El
Esposo ha sido arrebatado y la Iglesia vela, ora y ayuna.

1. Jesús, en vísperas de su pasión y muerte, anuncia su glorificación


con un lenguaje asequible a sus oyentes. Afirma que el grano de trigo debe
ser enterrado en la tierra para que germine, crezca y produzca fruto (cf. Jn
12, 24). Los discípulos escucharon sus palabras y sólo comprendieron la
imagen agrícola: en aquel momento no intuyeron su pleno significado.
La Iglesia conmemora en este día la sepultura de Jesucristo, grano
de trigo enterrado en tierra, y permanece en oración y meditación junto
a su tumba en espera que el grano de trigo germine en resurrección y en
gloria para la salvación de la humanidad. A pesar de la ausencia del Señor,

2 Congregación para el Culto Divino, Preparación y celebración de las fiestas


pascuales, n. 73 (16 enero 1988).
164 – Joan M. Canals
no es un día ni de luto ni de tristeza, sino de espera gozosa. La comunidad
cristiana vela el descanso de su Señor, como el agricultor vela junto a
su campo y espera el fruto. La espera de la comunidad se convierte en
actividad, es el tiempo de pasar de la muerte a la vida y de revestirse del
hombre nuevo en Cristo.

2. El descanso de Cristo en el sepulcro recuerda el descanso del


Creador en el séptimo día. El pueblo judío descansa el sábado de las tareas
de entre semana y dedica la jornada a su Dios Creador. Cristo descansa
en espera del nuevo día, de la nueva aurora para toda la humanidad. Él es
el Sol que ilumina con su resplandor de resucitado a todos los hombres y
mujeres. De su descanso surge un nuevo día y una nueva creación.

3. «¿Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio envuelve la tierra; un


gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey duerme.
La tierra está temerosa y sobrecogida, porque Dios se ha dormido en la
carne y ha despertado a los que dormían desde antiguo3».
La Iglesia conmemora hoy el descenso de Cristo a los infiernos o
al lugar de los muertos. Cristo baja a los infiernos, llega a lo más bajo de
su “kenosis”. Entra en el abismo de la muerte para despertar a los que
dormían en la muerte desde antiguo. Cristo desciende para encontrar la
perla perdida y restaurarla a su primitivo valor.
El Símbolo de los apóstoles confiesa el descenso de Cristo a los
infiernos y su resurrección de entre los muertos. Él resucita desde lo hondo
de la muerte y da muerte a la misma muerte. De la muerte surge la vida.
Se han dado muchas interpretaciones para explicar el significado del
descenso del Señor al lugar de los muertos. En la predicación apostólica
el descenso de Jesús a los infiernos se enmarca entre los textos del NT que
hablan que Cristo resucitó de entre los muertos. Si resucita de entre los
muertes presupone que permaneció en la morada de los muertos. Jesús
conoció la muerte como todos los hombres y se reunió con ellos en la
morada de los muertos (cf. CCE 632).
Otros opinan que descendió a lo más profundo para anunciar la
buena Nueva a los justos, aquellos que le habían precedido y estaban

3 Homilía antigua sobre el grande y santo Sábado, en Liturgia de las Horas,


Sábado Santo, Oficio de lectura, segunda lectura.
Identidad del Sábado Santo – 165
allí detenidos. Cristo desciende como salvador y proclama la liberación
a los encadenados por el poder de la muerte. Hasta a los muertos ha sido
anunciada la buena nueva. La obra redentora de Cristo se ha extendido a
todos los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares (cf. CCE 632-
634). Cristo rompe así el poder de la muerte y la muerte queda vencida. Él
grita: «Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos», porque
ha llegado la nueva luz, la nueva aurora para la humanidad y para aquellos
que desde el orígenes del mundo esperaban este momento.

4. Un día los fariseos preguntan a Jesús: ¿Por qué tus discípulos no


ayunan? El Maestro responde: ¿Pueden ayunar los invitados a la boda
mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado
el novio, entonces ayunarán (cf. Mc 2, 18-20).
Desde la época de los cuatordecimanos, el Sábado santo fue un
día de ayuno completo, día alitúrgico, por tanto. En el siglo II el ayuno
del Viernes y del Sábado santos adquirió un sentido cúltico y pascual,
celebrativo y contemplativo, en vez de ser signo penitencial. No es un
ayuno ascético, sino sacramental, por pertenecer a la celebración de la
Pascua. El Señor ha sido arrebatado y está ausente, y cuando vuelva se
interrumpirá el ayuno.
No es obligatorio el ayuno del Sábado santo, pero se recomienda
por el significado y el espíritu del día. Entramos en la Pascua ayunando
y muriendo a nosotros mismos. El ayuno es gesto profético de espera
para entrar en el gran banquete de la Eucaristía de la Vigilia pascual.
La Iglesia no sólo ayuna este día de pan, sino también de la Eucaristía
en espera de la celebración de la gran Vigilia. La desaparición del
Amado lleva al cristiano a ayunar y esperarlo con la lámpara encendida
en las manos.

5. María junto al sepulcro. Madre e Hijo permanecen en diálogo


silencioso y María espera su Resurrección. Ella, la mujer creyente, cree
confiadamente en las palabras de su Hijo y, a la vez, experimenta el dolor
de su ausencia.
La Iglesia, icono de María, permanece en vela y en oración; cree y
espera como ella junto al sepulcro. Mientras Jesucristo descansa y duerme
en este día del Sábado santo, los fieles meditan y oran acompañando a
Santa María. La ausencia del Maestro, escondido en la oscuridad del

166 – Joan M. Canals


sepulcro, y su presencia mistérica transformante suscitan en la comunidad
cristiana el deseo de imitar las actitudes de la Virgen María, mujer de
creencia y de esperanza gozosa. Ella, revestida de dolor, presiente en su
corazón maternal la presencia de su Hijo. Cristo, la Palabra, estuvo en el
seno de la Virgen Madre y, ahora, en el seno de la madre tierra, en espera
de su nuevo nacimiento de Resucitado.

6. Hoy la Iglesia católica no celebra la Eucaristía ni comulga; el altar


está despojado de sus manteles y el sagrario abierto y vacío, signo de la
ausencia del Señor. La comunidad cristiana en este día se debe reunir para
la oración y permanecer junto al sepulcro en compañía de Santa María.
La pastoral debe saber conjugar la celebración de la Liturgia de las Horas
y la piedad popular. Las dos se complementan y se deben armonizar en
este segundo día del Triduo pascual.
La comunidad cristiana, reunida por la mañana del Sábado santo,
celebra la oración de Laudes y el Oficio de lectura y, por la tarde, antes
de la Vigilia pascual, las Vísperas del Sábado: en este día no se rezan las
primeras vísperas del domingo. La Iglesia entera ora litúrgicamente junto
al sepulcro. El mismo Cristo, en cuanto Cabeza, ora con todo el Cuerpo
que es la Iglesia. El Señor duerme, pero su corazón vela y ora cuando la
Iglesia vigila y reza.
Antes o después de la oración de Laudes, la comunidad cristiana
puede recibir solemnemente en la parroquia los santos Óleos bendecidos
en la Misa Crismal. La recepción va precedida por una adecuada
catequesis sobre su significado y su uso en los sacramentos.
Siguiendo la tradición antigua, el Sábado santo por la mañana se
pueden realizar algunos de los ritos preparatorios del sacramento del
Bautismo. Se anticipan así algunos ritos, como indica el Ritual de la
Iniciación cristiana de adultos.
Por otro lado, la piedad popular tiene un gran protagonismo en el
Jueves y Viernes santos. El Sábado santo corre el riesgo de ser un día en
el que se pierda la tensión espiritual de los días anteriores.
La comunidad cristiana según las circunstancias y estilo puede
organizar actos de piedad popular con variedad de elementos, siempre
que conserven el espíritu del día. Es conveniente que los fieles se reúnan
y oren acompañando a Santa María en su dolor y en su espera junto a la
tumba de su Hijo.

Identidad del Sábado Santo – 167


7. La espiritualidad del Sábado santo se fundamenta en la ausencia
y la presencia, en el vacío y la plenitud del misterio, en la dispersión y el
encuentro. El trigo permanece enterrado en la tierra y espera germinar
en fruto. La comunidad cristiana está llamada en este día a entrar en el
silencio divino para escuchar el susurro de la Palabra que duerme en el
sepulcro. La ausencia del Amado suscita la vigilancia y la oración, la
meditación y el ayuno en espera de su presencia resucitada.

JUAN MARÍA CANALS, CMF


Madrid

168 – Joan M. Canals


Phase, 272, 2006, 169-174

LAS DIVERSAS POSIBILIDADES


EN LAS CELEBRACIONES DE LA
SEMANA SANTA
JOSÉ ANTONIO GOÑI

En las celebraciones de la Semana Santa el Misal ofrece, en algunos


de los ritos, diferentes posibilidades para llevarlos a cabo y, en algunos
lugares, encontramos la indicación «se puede», «según la oportunidad».
¿Qué opción seguir en estas ocasiones? ¿Qué resulta más expresivo?

Domingo de Ramos: conmemoración de la entrada del Señor en


Jerusalén
El Domingo de Ramos se ofrecen dos modos para realizar la con-
memoración de la entrada del Señor en Jerusalén. El primero de ellos
(forma primera y segunda del Misal) sólo se puede hacer en una de las
misas que, el Domingo de Ramos, se celebre en la parroquia. El segundo
(forma tercera del Misal) está destinado para las restantes misas de este
domingo.
A su vez, la primera posibilidad se puede realizar de dos maneras.
La más expresiva es la primera: aquella en la que la comunidad se reúne
en otra iglesia o en un lugar apto donde se proclama el evangelio de la
entrada de Jesús en Jerusalén, se bendicen los ramos y todos se dirigen
procesionalmente a la iglesia donde se va a celebrar la misa. Ahora bien,
dado de que puede existir la posibilidad de que esta procesión no se pueda
hacer, se ofrece una segunda: reunirse en la puerta de la iglesia donde se

Las diversas posibilidades en las celebraciones de la Semana – 169


va a celebrar la misa y allí proclamar el evangelio de la entrada de Jesús
en Jerusalén y bendecir los ramos.

Viernes Santo: postración inicial de la celebración


La celebración de la pasión del Señor comienza con un expresivo gesto:
quien preside la celebración, una vez que ha llegado al altar, se postra rostro
en tierra para significar tanto la humillación del hombre terreno como la
tristeza y el dolor de la Iglesia. Sin embargo, si se juzga mejor, se puede
arrodillar en lugar de tumbarse. No obstante, consideramos que solamente
aquellos sacerdotes que tengan un impedimento físico para hacer esta
postración deberían arrodillarse. La comodidad no puede ser un criterio para
quitar esta expresiva postración que inicia la celebración del Viernes Santo.

Viernes Santo: presentación de la cruz


En la celebración de la pasión del Señor del Viernes Santo, el Misal
romano ofrece dos posibilidades para introducir la cruz en la iglesia y
mostrarla a los fieles. La primera de ellas, la que nos legó la tradición,
es entrar con la cruz cubierta por un velo y descubrirla progresivamente
en el presbiterio. Primero se destapa la parte superior, seguidamente el
brazo derecho y finalmente el brazo izquierdo, mientras se canta cada
vez Mirad el árbol de la cruz.
La segunda, incorporada en la reforma litúrgica realizada por man-
dato del Concilio Vaticano II, consiste en introducir procesionalmente en
la iglesia la cruz sin tapar y detener esta procesión en tres ocasiones: en la
puerta de la iglesia, en la mitad del recorrido y antes de subir al presbiterio,
cantando en las tres ocasiones Mirad el árbol de la cruz.
Las dos posibilidades están permitidas y, por tanto, son válidas. Sin
embargo, consideramos más expresiva la segunda opción por la conexión
que muestra con la Vigilia Pascual y con Cristo resucitado. Se manifiesta
la unidad y continuidad de ambas celebraciones, pues en los tres lugares
donde el Viernes Santo se muestra a Cristo crucificado, en la Vigilia Pas-
cual se presenta el cirio pascual, signo de Cristo resucitado. En el mismo
sitio donde el Viernes Santo veíamos a Cristo muerto se muestra, en la
Vigilia Pascual, el triunfo de la vida. El crucificado es el resucitado; el
resucitado es el crucificado.

170 – José A. Goñí


Domingo de Ramos: lectura de la pasión
Varios textos de las celebraciones de la semana santa presentan
una forma abreviada: la lectura de la pasión del Domingo de Ramos,
el pregón pascual y la primera y segunda lectura de la Vigilia Pascual.
Además la liturgia de la palabra de la Vigilia Pascual podría acortarse
suprimiendo alguna lectura veterotestamentaria en caso de grave nece-
sidad pastoral.
Respecto a la lectura abreviada de la pasión en la misa del Domingo
de Ramos no creemos oportuno hacerla. Pensemos que, a pesar de que la
pasión vuelve a leerse el Viernes Santo, habrá fieles que no acudirán ese
día a la celebración, por no ser día de precepto. Y que este texto evangélico
sólo se lee una vez al año. Además, siendo realistas, el texto reducido sólo
acorta unos minutos la misa. A lo sumo podría usarse el texto abreviado
en la misa en la que se hace la conmemoración de la entrada de Jesús en
Jerusalén con la procesión.

Vigilia Pascual: Pregón pascual


El texto abreviado del pregón pascual, como es obvio, no quita nada
sustancial. En este se reducen los diferentes elogios a la noche santa de
la resurrección de Cristo. Consideramos que el texto breve del pregón
pascual podría emplearse con el fin de no acortar la liturgia de la palabra.
Sin embargo, en aquellas parroquias en las que se reduce a la mínima
expresión la liturgia de la palabra de esta celebración, no está bien emplear
también la fórmula breve del pregón, pues parece que la finalidad que se
busca es celebrar la Vigilia Pascual con lo mínimo e indispensable.

Vigilia Pascual: primera y segunda lectura


Finalmente, el modo abreviado de la primera y segunda lectura de
la Vigilia Pascual no consideramos oportuno seguirlos. Ambas lecturas,
la creación y el sacrificio de Abrahán, son importantes en el recorrido
de la historia de la salvación que se describe en la liturgia de la palabra
de la Vigilia como para leer el texto breve. Al igual que dijimos con el
texto de la pasión de la misa del Domingo de Ramos, el texto breve de
estas dos lecturas solamente reduce en unos minutos la duración de la
celebración.

Las diversas posibilidades en las celebraciones de la Semana – 171


Vigilia Pascual: liturgia de la palabra
La Vigilia Pascual cuenta con una extensa liturgia de la palabra.
Está compuesta de nueve lecturas: siete del antiguo Testamento y dos
del nuevo. En ellas se describen los momentos esenciales de la historia
de la salvación. De tal modo que en esta noche de vela ante el Señor se
contemplen las diversas intervenciones de Dios en la historia desde la
creación del mundo y del ser humano hasta la resurrección de Cristo.
Ahora bien, por motivos graves de orden pastoral, el Misal
permite reducir el número de lecturas hasta un mínimo de cinco: tres
veterotestamentarias, la epístola y el evangelio. Al seleccionar las lecturas
debe tenerse en cuenta que se deben escoger textos de la ley y de los
profetas (las tres primeras lecturas de la vigilia pertenecen a la ley y las
cuatro siguientes a los profetas) y que el capítulo 14 del Éxodo (tercera
lectura), que narra la salida del pueblo de Israel de Egipto, con su canto,
nunca puede faltar.
Por tanto, cuando la liturgia de la palabra se reduce a la mínima
expresión convendría que las otras dos lecturas del antiguo Testamento
fueran: una el relato de la creación del Génesis (primera lectura) y la otra
del profeta Ezequiel (séptima lectura).
Para no ser minimalistas, la reducción podría hacerse en un término
intermedio, con cinco de las siete lecturas veterotestamentarias. Así, a
las ya indicadas, se añadiría el sacrificio de Abrahán (segunda lectura) y
otra de los profetas (cuarta, quinta o sexta lectura), que podría alternarse
cada año.
De todos modos quiero señalar que la reducción de lecturas debe
realizarse única y exclusivamente por motivos pastorales graves, ya que la
liturgia de la palabra extensa pertenece a la esencia de la Vigilia Pascual.
La comodidad y la brevedad nunca han formado parte de los motivos
pastorales. Y que leer una lectura más o menos no alarga excesivamente
la celebración, sino unos pocos minutos, que quizá podrían reducirse de
la homilía o de las moniciones.

Pro opportunitate
Hay varios ritos de las celebraciones de la Semana santa que se
acompañan de gestos que pueden realizarse según la oportunidad de los
mismos.
172 – José A. Goñí
Jueves Santo: la casulla en el lavatorio de pies
Después de la homilía de la misa de la cena del Señor del Jueves
Santo se realiza el lavatorio de pies. El presidente de la celebración,
imitando el gesto que hizo Jesús en la última cena, lava los pies a doce
varones. Es una catequesis gráfica del mandato nuevo dado por Jesús a los
apóstoles en la última cena: os doy un mandamiento nuevo: que os améis
unos a otros como yo os he amado (Jn 13, 34). Este amor se visibiliza
poniéndose al servicio de los demás, poniéndose a los pies de los demás.
Este rito no tiene ningún sentido simbólico, sacramental o penitencial,
sino simplemente mimético, esto es, se trata, única y exclusivamente, de
una representación del lavatorio de pies que hizo Jesús aquella noche en
el cenáculo. La rúbrica que acompaña este rito indica que el presidente
se quita, si es necesario, la casulla. No obstante, puesto que se trata de un
rito con sentido mimético, conviene quitarse la casulla al igual que Jesús
se quitó el manto para lavar los pies a sus discípulos.

Viernes Santo: la casulla y los zapatos en la adoración de la cruz


El Misal romano indica que el sacerdote que preside la celebración
de la pasión del Señor del Viernes Santo puede quitarse la casulla y los
zapatos para venerar la cruz. Con este gesto simbólico imita a Moisés que
se descalzó, por orden de Dios, en el monte Horeb, pues pisaba terreno
sagrado (cf. Ex 3, 5) y por tanto pertenecía a Dios. Sólo el amo podía
pisar calzado su terreno; el esclavo debía descalzarse. De este modo, se
significaba que Moisés era siervo de Dios. Igualmente el Viernes Santo,
quien preside la celebración, como cabeza del pueblo, se descalza para
pisar el Calvario, el monte donde Dios ha hecho la nueva alianza con la
humanidad por medio de su Hijo, porque nosotros también somos sus
siervos, estamos subordinados a él. Y no sólo eso, sino que además se
acerca a venerar la cruz sin casulla, esto es, sin manto, ya que, antigua-
mente, esta prenda era propia de personas libres; los esclavos no podían
ponerse manto. Así, descalzo y sin manto, se presenta ante el crucificado,
reconociendo que sólo él es el Señor.
Se trata, pues, de un gesto con alto contenido simbólico que, si no
se explica, pasa desapercibido para los fieles y, por tanto, no tiene mucho
sentido realizarlo. Por ello se podría hacer una monición que introduzca
la adoración de la cruz y explicarlo entonces.

Las diversas posibilidades en las celebraciones de la Semana – 173


Vigilia Pascual: preparación del cirio
En la primera parte de la Vigilia Pascual, una vez que se ha bende-
cido el fuego, se prepara el cirio pascual. En primer lugar se graba sobre
el cirio una cruz, signo de la muerte de Cristo, señalando así que no hay
separación entre muerte y resurrección: el resucitado es el crucificado.
Después se traza sobre la cruz la letra griega alfa (A) y debajo de la cruz
la letra griega omega (Ω). Estas dos letras, que son la primera y última
letra del alfabeto griego, significan el señorío de Cristo sobre la historia,
desde el principio –alfa– hasta el fin –omega–. Seguidamente se graban
los números del año en curso entre los brazos de la cruz, que nos recuer-
dan que la Pascua se hace realidad en el año concreto en el que vivimos.
Finalmente, si se juzga oportuno, pueden incrustar cinco granos de
incienso en forma de cruz como símbolo de las llagas de Cristo (manos,
pies y costado) manifestando una vez más la continuidad entre el Cristo
muerto y el Cristo resucitado.
El Misal indica que estos ritos pueden hacerse íntegra o parcialmente
según la utilidad pastoral. A pesar de que expresan el sentido simbólico
del cirio, consideramos que no es oportuno realizarlos. En primer lugar,
porque la mayoría de los cirios vienen ya preparados con la cruz, las
letras alfa y omega y el año en curso. Y, en segundo lugar, porque no se
realizan en las mejores condiciones para que los fieles los perciban: se
está a oscuras, por lo que no es fácil hacerlos y leer el leer el texto que se
dice mientras se hacen, los fieles no lo ven y la megafonía no suele ser
adecuada por lo que tampoco se escucha.

Vigilia Pascual: introducción del cirio en el agua bautismal


En la bendición del agua bautismal de la Vigilia Pascual, en el
momento de la epíclesis, se puede introducir el cirio pascual dentro de la
fuente bautismal. Es un modo de simbolizar que es el Resucitado quien
santifica el agua haciéndola fecunda.
La ejecución práctica de este gesto no es sencilla porque hay que
mover el cirio con mucho pulso para que no se derrame la cera que está
líquida en la parte superior del mismo. Por tanto, sería conveniente que
el cirio pascual permanezca en su soporte, junto al ambón.
JOSÉ ANTONIO GOÑI
Pamplona
174 – José A. Goñí
Phase, 272, 2006, 175-179

EL HORARIO
DE LAS CELEBRACIONES DE
SEMANA SANTA

JOSÉ ANTONIO GOÑI

La elección de un horario oportuno para las celebraciones litúrgicas


de la Semana Santa puede ayudar, en gran medida, a que aumente el
número de fieles cristianos que asisten. Ahora bien, no debemos olvidar
que en algunas de las celebraciones de estos días el horario tiene un
sentido mimético y por tanto no podemos elegir una hora que desvirtúe
el sentido propio de la celebración correspondiente. Además, recordemos
que, salvo el domingo de Ramos y el Domingo de Pascua, el resto de días
de la Semana Santa no son de precepto, por lo que las razones pastorales
para establecer un horario «cómodo» no pueden aducirse. Por otra parte,
en las ciudades y pueblos con más de una parroquia, convendría que el
horario de las celebraciones estuviera coordinado entre las parroquias
que se encuentran próximas para que en una misma zona se ofrezca la
celebración a diferentes horas y que así, si a alguien no le viene bien la
hora de la celebración de su parroquia, pueda acercarse a otra parroquia
vecina. En este caso habría que poner un cartel en la puerta de la iglesia
con el horario de las celebraciones de la Semana Santa en las parroquias
del entorno.
Hagamos un recorrido por las diferentes celebraciones de la Semana
Santa que nos permita ver las posibilidades que el horario nos ofrece en

El horario de las celebraciones de Semana Santa – 175


cada una de ellas, para que, por una parte, no desvirtúe la esencia de cada
celebración, cuando esta tiene un sentido mimético y, por otra, faciliten
la máxima asistencia de fieles.

Domingo de Ramos en la pasión del Señor


La eucaristía del domingo de Ramos tiene la peculiaridad de que
en ella se conmemora el solemne ingreso del Señor en Jerusalén. Esta
conmemoración se hace solamente en una de las misas que se celebran
en este domingo, bien con la procesión (forma primera del Misal) bien
con la entrada solemne (forma segunda del Misal). El resto de misas que
se celebran en la parroquia en el domingo de Ramos se inician con la
entrada sencilla (forma tercera del Misal).
Convendría que la misa principal de este día, esto es, aquella en la
que se va a hacer solemnemente el recuerdo de la entrada de Cristo en
Jerusalén, se celebre en la mañana del domingo entre las 11 y las 12. De
tal manera que sea el acto central de la mañana. No conviene elegir una
hora más allá del mediodía, pues recordemos que esta celebración no es
corta, ya que tiene, además de la procesión, la lectura de la pasión.

Lunes, Martes y Miércoles santos


Los tres días que preceden al Jueves Santo pueden ser considerados
como una preparación progresiva más intensa al Triduo Pascual, como
si fueran el sprint final de la carrera que comenzó el miércoles de ceniza.
Por eso conviene invitar a los fieles a que participen en la eucaristía de
estos tres días.
Cada uno de estos tres días se lee uno de los cuatro cánticos del siervo
de Yahvé que encontramos en el libro del profeta Isaías: el lunes santo
Isaías 42, 1-7; el martes santo Isaías 49, 1-6; y el miércoles santo Isaías
50, 4-9a. El último de ellos (Isaías 52, 13-53, 12) está reservado para la
celebración de la pasión del Señor del Viernes Santo. Así, esta primera
lectura sirve de precalentamiento para la solemne celebración del viernes.
No obstante, dado que muchos fieles no podrán acudir estos tres días a
misa, sería oportuno dejar a su disposición el Domingo de Ramos una
hojita con estos tres textos para que puedan leerlos en sus casas.

176 – José A. Goñi


Jueves Santo: Misa vespertina de la Cena del Señor
La misa vespertina de la Cena del Señor inicia el Triduo Pascual, a
modo de primeras vísperas. Se celebra, tal y como indica la rúbrica del
Misal, por la tarde en la hora más oportuna.
No debería elegirse una hora muy temprana, antes de las 18 por
ejemplo. En primer lugar porque en ella se conmemora la última cena de
Jesús y si se celebra la misa muy pronto está más próxima al tiempo de
la merienda que al de la cena. Y en segundo lugar porque se trata de una
celebración vespertina, esto es, del atardecer, cuando según el cómputo
judío comienza el día siguiente. Así la misa de la cena del Señor pertenece
al Triduo Pascual (viernes, sábado y domingo), a pesar de que el Jueves
Santo no forme parte del Triduo.
Por otra parte, no conviene comenzar la eucaristía más tarde de las
20 horas. Ya que en la mayoría de las parroquias se organiza un tiempo
de adoración del Santísimo Sacramento durante la noche, conocido
popularmente como «hora santa», y hay que tener en cuenta que los fieles
deben ir a sus casas después de la misa para cenar, descansar un tiempo
y regresar de nuevo a la iglesia.

Viernes Santo: celebración de la Pasión del Señor


Siguiendo la cronología de los evangelios sinópticos Jesús murió a
la hora de nona. Por eso la Iglesia ha querido siempre que la celebración
del Viernes Santo se sitúe en torno a esa hora, las 15. No obstante, por
razones pastorales, se permite elegir otra hora entre las 12 y las 21, según
señala la Carta circular sobre las fiestas pascuales publicada en 1988 por
la Congregación para el Culto Divino.
En nuestra cultura, dado que se come a esa hora, conviene hacerla en
otro momento. Por la tarde, podría ser a las 17 o las 17:30. De tal manera
que se pueda dejar tiempo después para ver las procesiones que en este
día recorren las calles de los diferentes pueblos y ciudades. Otra hora
oportuna podría ser al mediodía, a las 12, para que así la cruz gloriosa
de nuestro Salvador ocupe el lugar central de la iglesia durante casi la
totalidad del Viernes Santo. Esto obligaría a que diferentes actos de piedad
que se programan durante la mañana del Viernes Santo, como el rezo del
vía crucis o el sermón de las siete palabras, tendrían que ubicarse en una
hora oportuna de la tarde.
El horario de las celebraciones de Semana Santa – 177
De todos modos, para tener presente el momento de la crucifixión,
podría ofrecerse a los fieles una hojita con una pequeña oración, que recoja
el salmo 21 y la oración conclusiva de la Liturgia de las Horas de este día
por ejemplo, para que rezaran en sus casas en torno a las 15 recordando
así la muerte de Jesucristo en la cruz.

Domingo de Pascua: Vigilia Pascual


Según una tradición, cuyos orígenes se remontan a la salida del
pueblo judío de Egipto (cf. Ex 12, 42b), esta noche es noche de vela en
honor del Señor. Desde que Dios liberó al pueblo hebreo de la esclavitud
que lo oprimía en Egipto, hace más de tres mil años, los judíos, por
mandato de Dios, pasan esta noche en vela, recordando y celebrando esa
intervención de Dios en su favor. Los cristianos continuaron con esta
tradición, pero dándole un nuevo contenido: la conmemoración de la
resurrección de Jesucristo, que aconteció en una noche de Pascua.
La propia naturaleza de la Vigilia Pascual exige que sea una
celebración nocturna, ya que a través del paso de la noche a la aurora,
de la oscuridad a la luz, se significa el tránsito tanto de Jesús como de
toda la humanidad, de las tinieblas del pecado y de la muerte a la luz de
la resurrección y de la vida. Por tanto, el horario nocturno tiene, en la
Vigilia Pascual, un valor teológico. Además al celebrar la resurrección
de Jesucristo en la noche de Pascua se da una concordancia histórica con
la hora de la resurrección.
Por diversas causas que ahora no señalaremos, la celebración de la
Pascua se trasladó a la mañana del sábado santo hasta que hace cincuenta
años, en la reforma de la Vigilia Pascual, se recuperó su verdadera
ubicación horaria: la noche.
Dado, pues, que pertenece a la esencia de la Vigilia Pascual el carácter
nocturno, el Misal indica que «toda la celebración debe hacerse durante la
noche: por ello no debe escogerse ni una hora tan temprana que la Vigilia
empiece antes del inicio de la noche, ni tan tardía que concluya después
del alba del domingo».
Consideramos que, a pesar de que para las 19:30 o 20 ya se haya
puesto el sol, no conviene escoger una hora tan temprana, pues podría
parecer que se trata de una celebración vespertina como la misa vespertina
de cualquier otro domingo. La Vigilia Pascual es totalmente diferente y
eso se debe notar también en el horario.
178 – José A. Goñi
Las 22:30, las 23, o incluso más tarde, debería ser el horario elegido
para esta solemne celebración.
En algunos lugares de centro Europa han optado por celebrar la
Vigilia Pascual en la madrugada del domingo, a las 4 o 5 de la mañana.
Sin embargo, pensamos que es más cómodo para nuestra gente irse un
poco más tarde a la cama el sábado que acostarse pronto para levantarse
temprano el domingo para acudir a la Vigilia Pascual.
Debemos ser conscientes de que la Vigilia Pascual es la celebración
del Triduo que menos acogida tiene entre los fieles, a pesar de ser la
celebración más importante de todo el año litúrgico. Es necesario
revalorizarla y devolverle su importancia. No obstante, poner un horario
cómodo –o acortarla– no es el camino a seguir. Parece que todavía
no ha pasado el tiempo suficiente desde la reforma realizada por la
Comisión Piana para que esta celebración cale en el pueblo fiel. Hay
otras celebraciones del año, como la misa del gallo por ejemplo, donde
el horario «inoportuno» no imposibilita la participación de la gente. Por
tanto esta razón no justifica el adelanto de la hora de la Vigilia Pascual.

JOSÉ ANTONIO GOÑI


Pamplona

El horario de las celebraciones de Semana Santa – 179


CUADERNOS PHASE

Tres breves libros históricamente


relevantes: la Breve historia de
la misa, de J. A. Jungmann, que
nos conduce hasta el umbral
del Vaticano II; La liturgia del
gesto, de H. Lubienska de Len-
val, que presenta el valor
y sentido pro-
f undo del
gesto en la
liturgia; y Los
o r n am e nt o s
pontificales, de
P. Salmon, que
analiza su histo-
ria y uso litúrgico.

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NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

Teología sacramental
PEDRO FERNÁNDEZ, O.P., A las fuentes de la sacramento-
logía cristiana. La humanidad de Cristo en la Iglesia, San Esteban-
Edibesa, Salamanca-Madrid 2004, 364 págs.

Tradicionalmente, el tratado des Teológicas de San Esteban (Sala-


teológico de los sacramentos se ha manca) y San Dámaso (Madrid), se
dividido en dos partes bien diferen- sitúa, en el libro que comentamos, en
ciadas: una dedicada a los sacra- una posición intermedia: cree que es
mentos in genere y la segunda, a los posible la elaboración de un tratado
sacramentos in specie. de sacramentología fundamental (el
Los manuales escolásticos nuevo nombre que tiene el llamado
acostumbraban a establecer, en la antes De sacramentis in genere),
primera parte del tratado, una defi- pero sin caer en los defectos meto-
nición de sacramento, que luego, en dológicos de la teología escolástica
la segunda, aplicaban de un modo tradicional.
unívoco a todos y a cada uno de En el año 1993 ya había publi-
los sacramentos, aplicación que a cado el volumen titulado La huma-
menudo resultaba algo forzada. nidad de Cristo en la Iglesia, que
Hubo una reacción que consistía obedecía al intento de poner los
en prescindir del intento de definir fundamentos de la sacramento-
unívocamente los sacramentos, y ana- logía en la cristología, no sólo
lizar las peculiaridades de cada uno de desde el punto de vista meramente
los signos sacramentales, partiendo jurídico de la institución de los
no de su definición teórica sino de la sacramentos por Cristo, sino desde
manera concreta como los celebra la la visión patrística contenida en
Iglesia en su liturgia. el célebre axioma: “Quod cons-
El dominico Pedro Fernández, picuum erat in Christo, in sacra-
profesor de Liturgia en las Faculta- menta transivit”.
Notas bibliográficas – 181
El que ahora publica, A las fuen- Chauvet adoptan desde la semiolo-
tes de la sacramentología cristiana, gía y la simbología.
no es más que una refundición del A mi entender, una aportación
anterior, como se advierte en el man- muy interesante y original que hace
tenimiento de su mismo título como el autor es el capítulo dedicado a “La
subtítulo. sacramentología fundamental en la
La obra consta de cinco partes, Suma de Teología de santo Tomás
lógicamente concatenadas. Después de Aquino”, en el que reivindica el
de una introducción en que justifica pensamiento auténtico del Doctor
la elaboración de una sacramen- Angélico sobre los sacramentos, que
tología fundamental adaptada a la buena parte de la teología escolástica
mentalidad actual, realiza cuatro posterior desfiguró, al no percatarse
aproximaciones al tema: desde de que muchas de sus formulaciones
la antropología (“El hombre y lo quedaban matizadas con los adver-
sacramental”), desde la historia bios “quodammodo” (de alguna
(“La sacramentología en la historia manera) o “quemadmodum” (así
de la Iglesia”), desde la teología como), y no debían entenderse como
(“Síntesis sistemático-teológica”) definiciones rígidas e intocables.
y desde la pastoral (“Celebración El caso más patente es la apli-
sacramental”). cación de la teoría hilemórfica a
Con ello se construye una la estructura de los sacramentos,
visión muy completa de los funda- simple comparación según santo
mentos de los sacramentos cristia- Tomás, verdad casi dogmática para
nos, y al mismo tiempo se muestra muchos de los teólogos posterio-
el carácter sacramental de la fe y res hasta nuestros días. En cambio,
de la vida cristiana, que no se limita la semiótica moderna puede sacar
al campo estrictamente ritual, sino mucho provecho de la insistencia
que impregna todas sus manifesta- con que santo Tomás analiza los
ciones. sacramentos como “signos”.
El autor echa mano de los estu- Libro muy instructivo el de
dios más recientes en el campo de la Pedro Fernández, y que puede con-
teología sacramentaria, adoptando tribuir a renovar en profundidad la
algunas de las perspectivas –aunque teología, la celebración y la pastoral
siempre con espíritu crítico– que de los sacramentos de la Iglesia.
sacramentólogos como Louis M. JOAN LLOPIS

182 – Notas bibliográficas


NARCISO LORENZO, La epíclesis y la divinización del hom-
bre, Separata de “Nova et Vetera”, 59 (2005) Zamora, 216 págs.

Es la tesina de teología defen- sis, mostrando la unidad en la con-


dida por el autor bajo la dirección ciencia eclesial sobre la importancia
del profesor J.M. De Miguel en la de esta invocación al Espíritu para
Universidad de Salamanca. la eficacia sacramental.
Se trata de un serio estudio El capítulo 3º lo dedica a la
sobre la epíclesis en la liturgia sa- epíclesis en el canon romano. Pre-
cramental cristiana, con la parti- senta bien la historia de este canon y
cularidad de su aproximación a la las opiniones sobre el motivo por el
“divinización” del hombre, divi- que no tiene una epíclesis explícita
nización que es como la respuesta del Espíritu. Analiza la identidad de
correlativa a la encarnación de Dios ambas epíclesis, la de los dones y la
en nuestra naturaleza. de la comunidad, y también cómo
En el capítulo primero estudia han quedado después de la reforma
el origen de la epíclesis, a partir de de Pablo VI.
la oración bendicional judía, que En un capítulo entero estudia
él llama “bendición descendente”. la epíclesis en la anáfora de san Juan
Resume las diversas opiniones al Crisóstomo. Y en otro la íntima re-
respecto (Ligier, Giraudo, etc). lación entre epíclesis y anámnesis:
Estudia luego la epíclesis en el Espíritu hace efectiva, por la epí-
las anáforas de las diversas familias clesis, la memoria de la Pascua de
litúrgicas, sobre todo las orientales, Cristo.
por las que el autor aparece clara- Finalmente llama la atención
mente entusiasmado (anáforas de sobre el aspecto de la divinización,
Marcos, Basilio, Serapión, Teo- que él ve muy relacionada con la
doro, Constituciones Apostólicas, epíclesis. El Espíritu Santo, invo-
Santiago, etc). Ofrece los textos cado en la epíclesis, nos hace “con-
correspondientes, comentándolos. sanguíneos” con Cristo. Por eso se
También presenta y comenta las detiene en proponer la doctrina de
epíclesis de anáforas occidentales, los Padres griegos sobre esta divi-
como la hispánica y la galicana. nización. También ofrece un buen
Además expone con claridad la comentario a lo que dijo al respecto
enseñanza de los Padres, sobre todo Juan Pablo II en su carta “Orientale
orientales, sobre lo que es la epícle- Lumen” (1995)
Notas bibliográficas – 183
No es una obra de investiga- mejor comprensión de la teología
ción, y tal vez el lector no encontrará sacramental es la relación que él
en ella muchas novedades. Pero sí un estudia entre esta epíclesis y la di-
claro resumen de la situación y de las vinización del hombre, aspecto que
opiniones de los teólogos que han en la Iglesia occidental no ha estado
investigado el tema de la epíclesis. tan presente como en la oriental. J.
Y lo que más puede ayudar a una ALDAZÁBAL

Eucaristía

JULIÁN LÓPEZ, La celebración eucarística, centro de la vida


cristiana, Biblioteca Litúrgica 25, Centre de Pastoral Litúrgica,
Barcelona 2005, 436 págs.

Con motivo del final del año tura, de la historia, de las fuentes y de
de la Eucaristía (octubre 2005) el los documentos eclesiales, llegando
Centre de Pastoral Litúrgica ha a los más recientes en el momento de
recopilado en un libro una buena la redacción del artículo.
selección de artículos (y algunas Así, por poner algunos ejem-
conferencias) de Don Julián López plos, trata de la Eucaristía como
Martín, actual obispo de León, Pre- banquete sapiencial en la Anáfora
sidente de la Comisión Episcopal del Eucologio de Serapión o de la
de Liturgia y antiguo profesor de acción del Espíritu Santo en María
Liturgia en Salamanca. y en la Eucaristía según la oración
Los artículos tienen en común sobre las ofrendas del Domingo IV
el tema de la Eucaristía y figuran en de Adviento en nuestro Misal Ro-
el libro por el orden cronológico de mano. El penúltimo artículo trata
su aparición. En el libro aparece la de la tercera edición de dicho Misal
lista con la referencia concreta y la Romano.
fecha de las revistas donde fueron Algunos trabajos abordan te-
publicados por primera vez. mas concretos como Penitencia y
Son estudios con profundidad Eucaristía, o bien la comunión bajo
teológica en los que el autor elabora las dos especies, o la doctrina euca-
su reflexión prestando atención a tex- rística en el documento católico-or-
tos litúrgicos, a los datos de la Escri- todoxo “Munich 1982”. Otros tie-
184 – Notas bibliográficas
nen una temática más amplia como alta divulgación. El conjunto resulta
el lugar central de la Eucaristía en la una obra sólida en el contenido y
vida cristiana. nivel teológico, a la vez que elegante
Los escritos aparecieron en re- y ágil en su redacción. F. XAVIER
vistas especializadas de estudio y de ARÓZTEGUI

GERMÁN CORREA, La fuerza evocadora de una Eucaristía.


Nueva lectura de los testimonios eucarísticos, San Pablo, Bogotá
(Colombia) 2005, 278 págs.

El autor es colombiano, domi- Agustín. Su reflexión se extiende


nico, profesor de Escritura. En siete a la teología medieval, hasta santo
capítulos y unas “notas adicionales” Tomás y Trento. En todo este
nos presenta una visión de la Euca- período (siguiendo esta vez bas-
ristía en una clave claramente “sim- tante a E. Mazza) busca la estrecha
bólica”, que supera fases anteriores, relación entre el lenguaje simbólico
medievales, y conecta con la mejor o tipológico y la realidad del don
teología del Nuevo Testamento y de eucarístico para bien de la comuni-
los Santos Padres. dad. Hace ver cómo la fuerza simbó-
Ante todo estudia los testimo- lica se fue perdiendo a medida que
nios inspirados, a partir de los cuatro avanzaban los siglos medievales,
relatos de la Última Cena (siguiendo dando más importancia al realismo
a J. Jeremias) y los textos eucarísticos que a la significación tipológica del
de Pablo (los dos de la carta a los sacramento.
Corintios los presenta como “con- Lo que los escolásticos defi-
dena de la doble moral”). nían como la “res” o como la “res
Subraya el carácter tipológico et sacramentum” de la Eucaristía.
que estos textos dan a la Eucaristía, También se ve claramente cómo se
partiendo ya del lenguaje del AT. pasó a valorar más la presencia del
La finalidad de la Eucaristía es la Cuerpo y Sangre de Cristo que la
comunión de los fieles con Cristo del acontecimiento pascual de su
y entre sí. muerte y resurrección. Hasta que
Otro tanto hace con los textos la síntesis se ve más claramente en
patrísticos, sobre todo de Cipriano, O. Casel.
Tertuliano, Cirilo de Jerusalén y Apoyado después en las ora-

Notas bibliográficas – 185


ciones del Misal, sobre todo las pos- gado por” y de la Sangre “derra-
comuniones, estudia el autor “el mada por”.
potencial profético de la Eucaristía”, El lenguaje del libro no es fácil
viendo la proyección del sacramento de seguir y entender. Y esto, no sólo
hacia la vida del cristiano y de la por algunas expresiones que harán
comunidad. Cita con frecuencia a acudir a más de un lector al dic-
autores modernos como Congar, De cionario –como cuando habla de
Lubac, Guardini, Gesteira, Schür- la “onomasiología eucarística y la
man, etc. La Eucaristía quiere con- semasiología bíblica” (p. 41)–, sino
vertir la vida del cristiano en parti- en general por la estructuración del
cipación en el sacrificio pascual de pensamiento.
Cristo. Eso sí, el autor nos ofrece aquí
En la Eucaristía pone énfasis, un serio ensayo de aproximación
más que en la presencia de Cristo teológica a la Eucaristía en clave más
en los dones, en su asimilación en bien “simbólico” y “tipológica”.
la comunión por parte de los fieles. Y ayudará a sus lectores a
Es lo que destaca sobre todo en el comprender, no sólo la realidad y
capítulo que dedica a la “comunión eficacia de la presencia de Cristo
con el sacrificio de Cristo”, ya a en el Pan y el Vino, sino sobre todo
partir de las palabras de la Última la finalidad última de este admira-
Cena, que él cree que son más ori- ble sacramento: la comunión de los
ginales en Lucas y Pablo que en fieles con el Cristo que se les entrega
Mateo y Marcos, por su énfasis en la y les hace partícipes de su mismo
“alianza”, más que en la “sangre”, y sacrificio de alianza y salvación. J.
por la añadidura del Cuerpo “entre- ALDAZÁBAL

El arte en la liturgia
PIERO MARINI, Liturgia e bellezza. Nobilis pulchritudo.
Memoria di una esperienza vissuta nelle celebrazioni liturgiche
del Santo Padre, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano
2005, 140 págs.

Mons. Marini, maestro de años, ya había escrito anterior-


ceremonias en las celebraciones mente un librito sobre sus expe-
pontificias durante unos veinte riencias en este ámbito, con motivo

186 – Notas bibliográficas


de los cuarenta años de la “Sacro- los diversos elementos, sino en la
sanctum Concilium”, que muestra “sencillez del amor”, en la propor-
que conoce en profundidad (cf. la ción y armonía de los gestos, pala-
recensión que le hicimos en Phase bras y ritmo. Aspecto que se cuida
2004, p. 447). de una manera muy especial en las
Ahora sigue dando testimonio celebraciones presididas por el Papa.
de su privilegiada experiencia, que Aporta el autor numerosos ejemplos
le lleva no sólo a preparar y dirigir de variantes introducidas en estas
las celebraciones pontificias, sino celebraciones en las varias fiestas del
también a organizar y presidir, a año y en las diversas circunstancias
partir de 1987, cinco jornadas de de sus viajes.
estudio sobre ellas en el seno del Explica de modo detenido el
“Oficio de las celebraciones litúrgi- sentido de las insignias propias
cas pontificias”. del ministerio petrino del Obispo
Los dos primeros apartados de Roma: mitra, tiara, palio, anillo
los dedica al documento conciliar episcopal, anillo del pescador,
sobre la liturgia: los titula “memoria báculo pastoral... (cf. el artículo
y actualidad de una experiencia” y que él mismo publicó en Phase,
“escuchar lo que el Espíritu dice a 2003, 419-432 sobre estas insig-
la Iglesia”. nias).
El autor hace una “relectura” de Y como el nuevo Papa Benedicto
las grandes intuiciones y principios XVI dedicó la homilía de su inicio de
de la “Sacrosanctum Concilium”, ministerio precisamente a varias de
que se actualizan en nuestra cele- estas insignias (el palio y el anillo), el
bración litúrgica, y de una manera autor ha publicado esta homilía como
especial de cómo las celebraciones apéndice a su reflexión.
papales, tanto en Roma, como en El libro presenta una óptima
sus continuos viajes, intenta cumplir tipografía, por la calidad del papel
ejemplarmente. y por las cinco láminas a colores
Los apartados tercero y cuarto de otras tantas monedas que repre-
los dedica explícitamente a la “nobi- sentan a san Pedro gobernando la
lis pulchritudo”, la belleza en las nave de la Iglesia. Está firmado por
celebraciones papales y, en concreto, Mons. Marini precisamente el día
también en las insignias propias de en que inició su ministerio petrino
Obispo de Roma. el nuevo papa Benedicto XVI, 24 de
Se trata de una belleza que no abril de 2005.
consiste sobre todo en el compo- Sobre todo, el libro nos da un
nente artístico o incluso lujoso de convincente testimonio de cómo

Notas bibliográficas – 187


las celebraciones presididas por el sensibilidades que van encontrando
Papa ofrecen una ejemplar fidelidad en sus viajes.
a los principios conciliares sobre Es bueno que nos comunique
liturgia y a la vez una valiente crea- su experiencia una persona que ha
tividad con detalles significativos tenido la suerte de una cercanía tan
a lo largo del año litúrgico y sobre especial y consciente a las celebra-
todo con su adaptación a las varias ciones papales. J. ALDAZÁBAL

Simbología, poesía, liturgia

CASIANO FLORISTÁN, 10 palabras clave sobre símbo-


los del cristianismo, Editorial Verbo Divino, Estella 2005, 330
páginas.

Se trata de una de las últimas litúrgica y pastoral de cada uno de los


publicaciones de Casiano Floris- términos estudiados, acompañada
tán, que falleció el día primero de de una gran capacidad de síntesis y
enero de 2006, dejando probable- de una erudición que no resulta car-
mente todavía más de una obra en gante, junto al ofrecimiento de una
proyecto. Este libro, que forma serie de sugerencias destinadas no
parte de una colección titulada “10 sólo a comprender mejor los símbo-
palabras clave en / sobre”, es un los cristianos sino también a vivirlos
conjunto de reflexiones muy ori- en la existencia de cada día.
ginales sobre el significado de los Cada capítulo tiene su estruc-
principales símbolos que los cris- tura peculiar, pero en todos se nota la
tianos utilizamos, sobre todo, en preocupación del autor por mostrar
las celebraciones litúrgicas y que las raíces humanas profundas de los
revelan al mismo tiempo aspectos diversos símbolos, su utilización en
muy importantes de la fe. la Biblia, su repercusión en las cele-
Los términos clave analizados braciones litúrgicas y, finalmente,
son los siguientes, colocados en el su traducción en la existencia cris-
libro según su orden alfabético:Aceite, tiana.
Agua, Asamblea, Biblia, Comida, A menudo sugiere textos poéti-
Cruz, Fiesta, Luz, Reino y Templo. cos o canciones que ayudan a profun-
Sorprende la habilidad del autor dizar en el sentido auténtico de los
para mostrar la densidad teológica, símbolos, y cada capítulo concluye
188 – Notas bibliográficas
con una bibliografía esencial que material fiable a maestros, catequis-
sirve para ampliar los conocimientos tas y pastores para sus clases, cate-
sobre el tema. quesis y homilías. Debemos alegrar-
Con todo ello, esta obra del nos de este servicio que ha sido uno
insigne teólogo, liturgista y pasto- de los últimos que Casiano Floristán
ralista desaparecido resulta enor- ha prestado a la comunidad eclesial.
memente útil, tanto para el estudio Seguro que ha recibido ya su mere-
personal como para proporcionar cido premio.JOAN LLOPIS

CASIANO FLORISTÁN, “Al celebrar tu memoria”. Poesía


para domingos y fiestas, Sal Terrae, Santander 2005, 440 pági-
nas.
Otro libro casi póstumo del llo- bles de títulos de las poesías y de
rado Casiano Floristán, que muestra autores.
el creciente interés que últimamente La selección ha sido hecha con
mostraba por los aspectos simbóli- un fino sentido teológico, litúrgico y
cos y poéticos de la fe cristiana, sobre pastoral, reproduciendo sólo textos
todo en su expresión litúrgica. verdaderamente ricos en contenido
En sustancia, esta obra con- y bellos en expresión y dando una
siste en una antología de textos cabida notable a las poesías que
poéticos en castellano, escritos por algunos autores –especialmente
autores de diferentes épocas, que José Luis Blanco Vega y Bernardo
pueden utilizarse en las celebra- Velado Graña– han compuesto como
ciones litúrgicas de los domingos y himnos de la Liturgia de las Horas en
días festivos. castellano.
Para ello, están agrupados Pero la aportación más original
siguiendo los tiempos litúrgicos: de Casiano Floristán en este libro es su
Adviento, Navidad, Cuaresma, introducción, dedicada a exponer en
Semana Santa, Tiempo pascual y breves páginas una reflexión acerta-
Tiempo ordinario, con un apartado dísima sobre la importancia y el papel
especial para las principales fiestas de la poesía religiosa en la liturgia.
del Señor y de los santos. Con el fin Después de analizar el paso de
de facilitar su utilización, hay un la poesía bíblica hebrea a la cristiana,
índice de lecturas bíblicas y otro de justificando el uso de los salmos en
temas, además de los imprescindi- las celebraciones litúrgicas, hace un

Notas bibliográficas – 189


recorrido por los grandes momentos Al final del recorrido, el autor
de la poesía religiosa en castellano, nos transmite la convicción de que
empezando en los siglos XVI y XVII la “poesía puede convertirse en un
hasta llegar a la época actual, después modo de creación para la meditación
de pasar por el modernismo y la creyente “. JOAN LLOPIS
generación del 98.

Espiritualidad litúrgica
GEORGES CHEVROT, La victoria de la Pascua, Palabra,
Madrid 2005, 326 págs.

El libro incluye 27 meditacio- cas de los domingos de Pascua para


nes o charlas sobre la Pascua, o me- profundizar en lo que significa la
jor, sobre Cristo Resucitado. resurrección de Cristo para nuestras
En una primera parte (pp. 11- vidas.
156), que titula “el día santo de la El que, por desgracia, estas me-
Pascua”, el autor reflexiona sobre ditaciones correspondan al misal
los relatos evangélicos y las apari- anterior a la reforma conciliar (no
ciones de Jesús, el hecho histórico lo dice en la introducción del libro,
que da sentido a todo el cristia- pero deben remontarse a los años
nismo. Valora de modo especial 50) no impide que sean unas medi-
el testimonio de los apóstoles y taciones escritas con gran sensibi-
demás discípulos (sobre todo de lidad bíblica, espiritual y litúrgica,
las mujeres que fueron al sepulcro) que nos ayudan a profundizar en la
y la teología de Pablo, que se basa dimensión espiritual de la Cincuen-
sobre todo en la certeza de esta re- tena Pascual, apoyados en los textos
surrección, porque sin ella toda la bíblicos y litúrgicos de la Pascua, el
fe sería inútil. acontecimiento fundamental que nos
En la segunda parte (pp. 157- ayuda a profundizar en nuestra fe
322) se apoya en las lecturas litúrgi- cristiana. J. ALDAZÁBAL

190 – Notas bibliográficas


Otros libros recibidos
BENEDICTO XVI, Carta encíclica Deus caritas est, Palabra, Madrid
2006, 88 págs.
JUAN PABLO II, Sus oraciones a la Virgen. Cuando el “Totus tuus”
se hace invocación filial, Palabra, Madrid 2005, 380 págs.
JESÚS SIMÓN PARDO, De la mano de la Virgen, Palabra, Madrid
2005, 356 págs.

Notas bibliográficas – 191


CURSO DE LITURGIA
DE VERANO
10 al 15 de julio 2006

Ars Celebrandi
¿Qué es celebrar litúrgicamente?
¿Celebrar es un arte?
¿Se aprende a celebrar?
¿Cómo se aprende?

Juan Pablo II y la Liturgia


¿Qué nos enseñó Juan Pablo II sobre la Liturgia?
¿Cómo celebró el Papa la Liturgia?
¿Qué textos son más significativos en su Magisterio?
❇❇❇
Clases con profesores en Liturgia
Talleres de preparación de las celebraciones
Celebraciones litúrgicas preparadas y participadas
Visita litúrgico-espiritual
Convivencia fraterna

Centre de Pastoral Litúrgica


Rivadeneyra, 6, 7. 08002 Barcelona
Tel.: 93 302 22 35 Fax: 93 318 42 18

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