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«Sé que una cosa es expresar una idea una o


varias veces en la forma de un aperςu
pasajero, y otra muy distinta tomarla en serio,
hacerla salir airosa de cada uno de los
detalles que le ofrecen resistencia y
conquistarle un lugar entre las verdades
reconocidas. Es la diferencia entre un amorío
ocasional y un matrimonio en regla, con todos
sus deberes y todas sus dificultades».

Sigmund Freud (1914d, pág. 14).

Introducción

Antes de comenzar la lectura queremos contarles cómo surgió la idea de


realizar este trabajo.

En un grupo de estudio con el Dr. Luis Chiozza en el que participamos


recordamos que cuando un conjunto de psicoanalistas de la APA liderado por
Fidias Cesio fundó el Centro de Investigación en Medicina Psicosomática
(CIMP) en 1967, había algunas ideas que lo caracterizaba: el psiquismo fetal,
la relación psicosomática, el letargo y la contratransferencia. Luis Chiozza, que
era uno de los integrantes, fue al poco tiempo presidente del CIMP y preside la
Institución de la que hoy formamos parte, algunos desde hace muchos años y
otros desde hace menos tiempo, una Fundación que lleva su nombre desde
1997. Un nombre que, como sucede con una “marca” –es decir, el símbolo o
logotipo en imágenes o en letras que sirve para identificar un producto, una
empresa o una institución-, caracteriza el modo de pensar que anima a nuestra
agrupación y la distingue de otras semejantes.1

Surgió entonces el deseo de tener una visión más clara acerca de cómo
evolucionaron las ideas de Luis Chiozza a partir de la publicación de
Psicoanálisis de los trastornos hepáticos en 1963, y comprender cuáles son las
ideas esenciales que nos nuclean hoy. Además, últimamente se presentó en la
Asociación Psicoanalítica el libro ¿Por qué allí? ¿Por qué ahora?
Conversaciones sobre Psicosomatología, que escribió con Oxana Nikitina
como complemento del libro Sí, pero no de esa manera. Los fundamentos de la
psicosomatología, un “libro de texto” en el que Chiozza busca exponer del
modo más completo posible y sin pretender ser erudito o exhaustivo, “los

1
En 1967 se creó el Centro de Investigación en Medicina Psicosomática (C.I.M.P.). En 1972
creó el Centro de Consulta Médica Weizsaecker, proyecto que acarreó críticas y el alejamiento
de colegas que consideraban que se excedía el campo psicoanalítico. Desde 1980 el C.I.M.P.
se unificó con el Centro Weizsaecker. Chiozza y su grupo se enfocaron en incrementar su
experiencia y su conceptualización sobre los significados inconscientes de las diversas
patologías orgánicas que -con asiduidad creciente- recibían en los Estudios patobiográficos. En
1984 se constituyó la Fundación para el Estudio Psicosomático del Enfermo Orgánico
(FEPSEO) y, en 1997, la Fundación Luis Chiozza, que continúa con la actividad científica,
docente y asistencial en la actualidad.
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fundamentos de la psicosomatología”. En esa presentación intervinieron una


egresada2 del Instituto y un candidato3, que en sus excelentes escritos
evidenciaban como, a través de la lectura de esos dos libros, habían logrado
una captación profunda de ideas centrales del autor, sin haber recorrido más
extensamente su obra. Esta experiencia acrecentó nuestro interés por
comprender mejor “desde adentro”, desde quienes somos sus discípulos y sus
colegas, las ideas que caracterizan el pensamiento de Luis Chiozza.

Aunque sabíamos que la envergadura de ese propósito requería de un estudio


y de un trabajo a largo plazo, pensamos en traer hoy una primera indagación
panorámica acerca de su manera de pensar el psicoanálisis, como un paso
inicial para poder dialogar con ustedes y también con él.

Recientemente, en la publicación de su penúltimo libro, El lenguaje que los


órganos hablan. Diálogos psicosomatológicos con André Green y Donald
Meltzer, en el capítulo XXI titulado “Un panorama actual”, el autor señala
cuestiones esenciales que coinciden con algunas que veníamos pensando
acerca de cómo “dibujar” esta indagación panorámica sobre su obra y que,
junto con varios de sus trabajos, nos fue sirviendo como guía.

Si bien nuestra intención es referirnos esencialmente a su obra escrita, no


podemos dejar de mencionar que la contribución de Chiozza al psicoanálisis
también ha trascendido y sigue trascendiendo a través de otras múltiples
actividades, como las de la Institución que nos mancomuna y que dirige hace
varias décadas, la enseñanza en numerosos seminarios, supervisiones,
conferencias y cursos a lo largo de muchos años en distintas instituciones
dentro del país y en el exterior, así como el contacto con la comunidad más
amplia a través de escritos y entrevistas en distintos medios periodísticos,
diarios, revistas, radio, TV, etc. Actividades que, junto a su vertiginosa
producción escrita, continúa en la actualidad y que, si fueran publicadas,
abarcarían más tomos que la edición de sus obras completas.

La obra publicada de Chiozza comienza en 1963 con Psicoanálisis de los


trastornos hepáticos, y a partir de entonces sus trabajos sobre la teoría y la
teoría de la técnica han sido incesantes, incluyendo artículos escritos en
colaboración con colegas, como por ejemplo las investigaciones realizadas
sobre las fantasías específicas de distintas enfermedades. Su producción fue
compilada por Eduardo Dayen en varios CD y, en 2008, editada como sus
Obras Completas en dieciocho tomos, a los que se sumaron otros tres tomos
tres años más tarde; se completan así veintiún tomos, además del tomo cero,
donde hay referencias y un índice general de la obra. Hasta donde llega
nuestro conocimiento, no sabemos de un autor en el ámbito psicoanalítico
nacional e internacional que haya publicado una obra tan vasta.

A partir de 2008 Chiozza fue publicando libros nuevos, nueve hasta hoy, y que,
excepto El lenguaje que los órganos hablan, escrito para psicoanalistas, tienen
una impronta que parece haber comenzado con ¿Por qué enfermamos? y

2
Lic. Margarita Artusi.
3
Lic. Matías Buzzo Pipet.
3

están dirigidos también a un público más amplio, a aquellos que se interesan


por los diferentes temas que abordan, y buscan trasmitir ideas que no son
consensuales de un modo lo más claro posible, y que llegue no sólo al intelecto
sino también al corazón. Si bien cada párrafo se asienta y reúne conceptos
psicoanalíticos profundos, puede ser leído por distintos lectores en diferentes
niveles de complejidad.

Comenzando nuestro recorrido

En el año 1997, en la presentación del libro Del afecto a la afección, el filósofo


y matemático argentino Gregorio Klimovsky (1922-2009), considerado uno de
los mejores especialistas en epistemología de Sudamérica, expresa: “no podía
menos que pensar, mientras leía el libro, que estaba leyendo no sólo un libro
de medicina sino un libro con tesis filosóficas acerca del hombre, y también
acerca de cosas como el afecto o el significado”.

Agrega que, si bien Chiozza expresó que sigue “las ideas originales, las ideas
motoras del pensamiento freudiano”, considera que la originalidad del autor
reside en que “va tomando las cosas desde un punto de vista analítico un tanto
diferente […], desde un tipo interpretativo del fenómeno que es realmente
distinto. Uno ve aquí su obra psicosomática y evidentemente una serie de
aplicaciones del psicoanálisis, pero hechos con una iniciativa y originalidad que
no se da en mi conocimiento al menos en otros casos. Por esto creo que de
alguna manera en la historia de la medicina argentina y también en la historia
del psicoanálisis, si se lo quiere ver desde otro ángulo, uno tiene que reconocer
que Chiozza tiene un papel especial y especialmente original”.

Nos parece que las palabras de Klimovsky aluden claramente a algo que
conocemos: hay distintas maneras de pensar el psicoanálisis. En este sentido,
y a partir de la idea de que psicosomática y psicoanálisis son una misma cosa,
Chiozza (2019a, pág.16) escribía que “podría decirse, en un cierto sentido que
la indagación psicoanalítica contemporánea llegó a quedar liderada por dos
gigantes. Por un lado Wilfred Bion (en cierto sentido continuador de Melanie
Klein), con su espléndido pensamiento abstracto, more geométrico […]. Por el
otro, Jacques Lacan, cuyas valiosas afirmaciones, more lingüístico, versan
sobre un cuerpo del deseo”, separado del cuerpo biológico, el cuerpo de la
necesidad.

Destaca que, entre ambos, surge la figura de Viktor von Weizsaecker, quien
siguiendo los lineamientos de Freud en la segunda hipótesis, realiza una
contribución monumental “que otorga a la cuestión psicosomática una
fundamentación epistemológica y científica que se difundió muy poco en un
mundo cuyo sesgo mecanicista funciona, regido de manera predominante, por
el dualismo cartesiano” (Ibíd., pág. 18).

Se trata de un modo de pensar en el que Chiozza se inscribe y que desarrolla a


lo largo de su obra a través de nuevos conceptos que iluminan, como veremos,
la relación entre el cuerpo y el alma en la dimensión de la salud y la
enfermedad, y también otras cuestiones fundamentales que hacen a
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comprender “la trama de la vida”. Cuestiones a las que alude, por ejemplo, en
Mi cuerpo, los otros y yo, cuando expresa que “Los seres vivos no sabemos
todo lo que sabe la vida. Más allá de lo que sentimos, pensamos y queremos,
nuestra vida siente y piensa cosas que ignoramos” (Chiozza, 2009, pág. 34). O
también, cuando señala que “la cuestión psicosomática se enriquece, en
nuestros días, con la contribución de nuevos desarrollos acerca de la existencia
yoica ‘dentro’ de organizaciones biológicas que trascienden a la persona
humana” (Chiozza, 2019b, pág. 20).

Las palabras de Klimovsky hablan también del tema de la originalidad que


como ha señalado Chiozza en varias oportunidades- es una manera particular
o diferente de combinar ideas que están en el “caldo cultural” de la época,
ideas que, como dijera Bateson, “hoy soy yo y mañana pueden ser Ud.”.

“Funcionamos como antenas con un circuito que sintoniza las ideas, los afectos
y las conductas que flotan en el ambiente en que vivimos. Algunas de esas
ideas, afectos y conductas que nos atraviesan se quedan con nosotros, porque
producen un cambio perdurable en nuestra estructura física y en nuestras
funciones” (Chiozza, 2013b, págs. 78-79).

Últimamente, en su libro El lenguaje que los órganos hablan, Chiozza (2019a,


pág. 199) expresa que, “Bien mirado, no puede dejar de impresionarnos el
hecho, cargado de significancia, de que la obra del creador del psicoanálisis
haya transcurrido impregnada por una inusitada amplitud de sus intereses
culturales. Freud, tal como ocurre con otros representantes egregios del
quehacer intelectual (Ortega y Gasset, por ejemplo) no ignoraba lo que en su
época ocurría en el conjunto entero de la cultura que se manifiesta como
actividad científica y artística”. En alguna oportunidad señaló que Freud pudo
escribir su obra porque todo en ese momento estaba preparado para que lo
hiciera y él se puso al servicio de esa tarea. De un modo semejante sucedió
con Psicoanálisis de los trastornos hepáticos.

En un power point inédito que realizó en octubre de 2015, y que lleva el título
del libro que publicó un año más tarde, La enfermedad de un órgano, de una
persona, de una familia y de un pueblo, Chiozza menciona, como ha hecho
siempre a lo largo de su obra, a autores que son referentes fundamentales de
su manera de pensar: el fundador del psicoanálisis, Freud, junto con Klein,
Racker, Bion; fundadores de las neurociencias: Sherrington, Luria, Bertalanffy,
Wiener; y fundadores de la biosemiótica: Peirce, Bateson, von Uexküll, y
Sebeok. En el recorrido que él realiza, como antes señalamos, “también se
apoya en los conceptos de Viktor von Weizsaecker, quien sostiene que el
psicoanálisis conduce a un ejercicio ´psicosomático’ de la medicina y a que la
enfermedad siempre lleva implícito un trastorno moral”.

Reflexionando sobre los escritos de Chiozza, algo que nos parece


característico de su manera de pensar es que se trata de un pensamiento vivo,
que evoluciona y mantiene una estructura coherente, en la que los nuevos
desarrollos integran las ideas primigenias en otro nivel, con mayor claridad y
revelando otros aspectos que enriquecen la comprensión de los distintos
temas.
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En una breve entrevista en 1989, el psicoanalista italiano Carlo Brutti le


preguntó a Chiozza acerca de su pensamiento psicoanalítico y de las matrices
de las que surgió su orientación psicosomática. Chiozza (1989h) respondió que
pensaba que las ideas fundamentales derivaban de un metamodelo común a
todas ellas, que no podía categorizar todavía, porque se trataba de un modelo
que, hasta ahora no había operado conscientemente en su pensamiento.

Nos parece posible decir, acorde con lo que ha expresado en otras


oportunidades, que se trata de un modo de pensar que busca conceptualizar ya
desde 1968 en su trabajo “Especulaciones sobre una cuarta dimensión en
medicina” (Chiozza, 1970m [1968]).

Allí recuerda que en los años cincuenta se reunieron en el Instituto de Altos


Estudios Económicos de Sankt Gallen, Suiza, diferentes eruditos en ciencias
de la naturaleza y del espíritu, con el fin de bosquejar lo que ellos mismos
llamaron “una nueva visión del mundo”. Coincidieron en que en todo el
desarrollo de la cultura humana, junto a los desarrollos menores de las distintas
épocas, se produjeron sólo dos grandes transformaciones: la primera, el pasaje
del pensamiento mágico al racional, y la segunda, que nació en los comienzos
de nuestro siglo y se halla en plena evolución, que trasciende el pensamiento
racional y considera un continuo cuatridimensional en el que espacio y tiempo
son relativos. Una nueva visión que se manifiesta en los diferentes campos del
conocimiento y que, sin poder encontrarle un nombre, describen como
arracional, alógica, acategórica, asistemática, aperspectiva, acausal, aespacial,
y atemporal.

Se trata también del descubrimiento de un nuevo modo de pensar inherente al


proceso creativo, que en 1968 Chiozza denominó “proceso terciario” 4, un modo
de pensar que amalgama el proceso secundario, que establece razones y
diferencias mediante pensamientos, y el proceso primario (condensación y
desplazamiento) que atribuye importancias mediante sentimientos. Se trata de
la relación entre intuición y razón como instrumentos del conocimiento.

Recientemente Chiozza (2015b) señalaba que “Así como la parte que observa
queda siempre fuera de lo que está observando, no podemos descubrir de
manera completa ese proceso terciario que nos permite predecir y, a
continuación, acertar”. Un misterioso proceso -denominado por Peirce
abeducción- que, como una especie de adivinación, permite “conjeturar”,
apoyándose en la percepción inconsciente de conexiones entre aspectos del
mundo, y descubrir “las pautas que conectan” -de acuerdo con Bateson-
acontecimientos que a primera vista parecen disímiles.

Gracias a este proceso, “la metáfora, el sueño, la parábola, la alegoría, la


transferencia y todas las formas del arte, pueden operar enriqueciendo el
conocimiento que nos permite vivir. No sólo ‘percibimos’ lo que un semejante
siente a partir de los cambios ‘objetivos’ que reconocemos… Ante todo lo
aprehendemos de manera ‘directa’ (de ‘onda´) gracias a que disponemos de
4
Alrededor de la misma época otros autores, tales como Green, Arieti y De Bono, describieron
el mismo proceso (Chiozza, 1995O).
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una capacidad (transferencia recíproca - neuronas espejo) para ´convivir


sensaciones’ (sean concordantes o complementarias)” (Chiozza, 2015b).

Nos parece que se trata de un modo de pensar que recorre su obra como un
hilo conductor, y que se caracteriza por un continuum en el que establece
diferencias -que distinguen y separan- e identifica semejanzas -que integran y
re-únen-. Un modo que se plasma, entre otras formas, en integrar relaciones
entre dos términos o dípticos que son fundamentales -por ejemplo, afecto y
lenguaje, cuerpo y alma, percepción y sensación, etc.- en trípticos que, sin
pretender relaciones que se correspondan “exactamente”, iluminan aspectos
nuevos, como sucede por ejemplo, con cuerpo, afecto y lenguaje; percepción,
sensación y evocación; presencia, transferencia e historia; cuerpo, alma y
espíritu, los tres modos de la defensa, los tres macroafectos, los tres modos de
enfermar, etc. y un tríptico o trilema fundamental, como veremos más adelante,
corazón, hígado y cerebro, tres maneras de la vida.

Se trata de una amalgama entre pensamiento y sentimiento que conduce al


autor a complementar la metapsicología freudiana con el desarrollo de una
metahistoria, que aproxima el lenguaje psicoanalítico al que se utiliza en la
cotidianidad de la vida, y lo lleva a aunar la técnica con el arte de psicoanalizar.
Un “nuevo dibujo conceptual del conjunto” que se plasmó, por ejemplo, en el
diseño de la tapa del libro Trama y figura del enfermar y el psicoanalizar
(Chiozza, 1980), que muestra un fondo de papel milimetrado, que representa el
more geométrico de las ciencias exactas, y la figura de una flor, que simboliza
el more lingüístico de los significados históricos.

A diferencia del pensamiento lineal (causa-efecto), el pensamiento complejo del


que Weizsaecker fue pionero junto con otros pensadores en matemáticas,
física y biología, construye nuevos modelos como el de la cebolla (continente-
contenido), el árbol que se bifurca en ramas, los fractales (lo micro se repite en
lo macro) o la configuración en forma de redes (en las que los núcleos que
comandan varían), que permiten al autor, por ejemplo, comprender el tema de
los afectos como un tronco del que se desprenden distintas ramas, o la red de
nuestras múltiples convivencias, en su mayor parte inconscientes, no sólo con
nuestros semejantes sino también con otras especies, como las bacterias que
habitan nuestro intestino.

Algunas de sus ideas fundamentales

No resulta sencillo hacer una síntesis breve de la obra intelectual realizada por
Chiozza, de sus ideas y de su evolución. En este primer recorrido panorámico
partimos de Psicoanálisis de los trastornos hepáticos para describir sólo
algunos de los lineamientos que encontramos fundamentales dentro del
entramado complejo de su pensamiento.

En el prólogo a la tercera edición del libro, Chiozza (1970a) refiere que un


editor italiano de mucha experiencia le dijo que la primera obra de un escritor
que comunica sus elaboraciones teóricas es siempre la más importante, en el
sentido de que en ella están contenidas todas las que escribirá posteriormente.
7

Vista retrospectivamente, encontramos en ella el germen de muchas de las


ideas que vemos desplegadas hoy, a la manera de un tronco del que se
desprenden numerosas ramas.

Así, por ejemplo, señala entonces que los trastornos hepáticos se ven en la
sociedad no sólo porque en esa época muchas enfermedades solían atribuirse
a alteraciones del hígado, sino también porque los relaciona con fenómenos
sociales como el auge de la ciencia ficción, la exasperación de la sexualidad,
las toxicomanías, etc. Se trata de un modo de pensar que desarrollará en
trabajos como “Convivencia y trascendencia en el tratamiento psicoanalítico”
(Chiozza, 1983 [1982[), o al explorar las relaciones entre consenso público y
con-trato (Chiozza, 1998 [1980]), y que lo llevará, recientemente, a hablar de la
existencia ubicua de una enfermedad del espíritu, una “espiritupatía”, y de La
enfermedad de un órgano, de una persona, de una familia y de un pueblo,
como manifestaciones distintas de un mismo proceso.

En el prólogo a la primera edición que fue realizada en otro idioma (italiano)


cuatro décadas después desde la Comunicación preliminar, Chiozza se
pregunta por qué otros de sus libros fueron elegidos mucho antes para ser
traducidos al inglés, al portugués o al italiano. Tal vez, reflexiona, “mi primer
libro, mi libro de juventud, continúa siendo, cuarenta años después, mi libro
más audaz” (Chiozza, 1970a, pág. 43)

Veamos algunos de los lineamientos que encontramos.

1.- La fantasía específica. La relación entre idea y materia. La doble


organización de la conciencia.

La investigación sobre los trastornos hepáticos y el tratamiento psicoanalítico


de una paciente con una grave colitis amebiásica, lo conducen a descubrir que
el significado de “lo hepático” gira alrededor de la envidia y de la
materialización, cuestiones que ilumina de un modo nuevo.

El estudio del psiquismo fetal y las fantasías hepáticas lo llevan a sostener que
el psiquismo prenatal se configura alrededor de una primacía hepática, y a
concebir un nuevo modelo metapsicológico del aparato psíquico, que se
organiza alrededor de la función de abstraer y de materializar ideas. Una
concepción que, con una gran economía de principios, echa luz sobre la vida
saludable y sobre muchas enfermedades clásicamente consideradas como, por
ejemplo, la melancolía y las toxicomanías.

Encontramos ya el entramado del more geométrico -en la formulación citada- y


el more lingüístico cuando, por ejemplo, expresa con las palabras de Próspero
en La tempestad, de Shakespeare, que “Estamos hechos de la sustancia de los
sueños”, o cuando analiza el significado del mito de Prometeo, que integrará
más tarde con el mito de Edipo y el de Narciso, configurando una trilogía
básica.
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Chiozza aborda el enorme campo de los ideales, “el camino de los sueños”,
como dirá más tarde en el subtítulo de Para qué y para quien vivimos? y que ya
prefiguraba en una poesía de sus quince años que tituló “Soñar no cuesta
nada”. Se interna en el terreno de lo sagrado en su doble condición de lo divino
y lo demoníaco, un territorio que, según Bateson, “los ángeles no se atreven a
pisar”. A partir del esclarecimiento freudiano acerca de la culpa y la autoestima
como contrafigura en la relación con nuestros ideales, son muchos los
aspectos que va desplegando a lo largo de sus trabajos. Sólo para citar
algunos: los ideales nacen de nuestras carencias, no son metas a alcanzar,
funcionan como la brújula que orienta nuestro camino, de acuerdo con la
“capacidad hepática” los ideales que para unos son ángeles para otros pueden
ser demonios, etc.

Recordando a Esquilo, cuando escribe que Prometeo “es capaz de distinguir,


entre los sueños, los que han de convertirse en realidad”, y a Goethe cuando
hace decir a su Prometeo “El hombre industrioso ha de tener por lema la
parcialidad”, Chiozza (1970a, págs. 106 y 110) se interna en la otra dimensión,
la tarea de realizar nuestros proyectos, nuestros sueños, que culminará con la
descripción de tres formas de materialización que predominan en diferentes
etapas de la vida: crecimiento, procreación y sublimación, un proceso que irá
desplegando con nuevas consideraciones.

Subraya que “Nuestros sueños transcurren entre dos trabajos, que sólo pueden
evitarse pagando el precio de la enfermedad. El trabajo de materializarlos
enfrentando el fragor de la lucha con las dificultades de la realidad, y el trabajo
de realizar el duelo por lo que deberá ser resignado” (Chiozza, 2009). Ya
entonces escribe que en el proceso de incorporación-identificación la
asimilación no se cumple hasta que no se haya realizado una excreción que
denomina “duelo primario”, un desenlace narcisista implícito en el duelo
clásicamente descripto (Chiozza, 1970a, pág. 135) una idea que prefigura la
relación entre las fantasías hepáticas y las fantasías renales que estudiará más
tarde.

La importancia del duelo y de la capacidad de duelo van adquiriendo “espesor”


a lo largo de toda su obra, con el esclarecimiento de distintos aspectos. Entre
ellos, sólo para citar algunos, la distinción entre los dolores que valen y que no
valen la pena, las características del sufrimiento melancólico, los duelos
“infectados”, las tres fases del duelo, etc.

El Psicoanálisis de los trastornos hepáticos sienta el modelo para investigar las


fantasías inconscientes específicas de las enfermedades que se manifiestan en
el cuerpo, que comienza en 1986 con ¿Por qué enfermamos? La historia que
se oculta en el cuerpo, y que continúa con las investigaciones sobre numerosas
enfermedades, que el autor irá realizando en un trabajo conjunto con distintos
colegas y publicando en otros libros a lo largo de estos años.

La idea de que toda forma, función o desarrollo tiene un significado


inconsciente, continúa el pensamiento de La inteligencia de las flores de
Maeterlinck, que leyera en su adolescencia y lo influyera profundamente. Un
pensamiento que lleva al autor a comprender, en consonancia con la
9

concepción actual de la biología y la biosemiótica, que la simbolización y el


significado son inherentes a todas las formas de la vida, animales y vegetales.

El Psicoanálisis de los trastornos hepáticos aborda también dos grandes temas


que trascienden el psicoanálisis -como señalaba Klimovsky- y han sido y son
objeto de la filosofía: la relación entre el cuerpo y el alma y la relación entre
idea y materia.

Con el trasfondo del pensamiento de Weizsaecker y del Freud de la segunda


hipótesis, superadores del dualismo cartesiano, el concepto de la doble
organización de la consciencia, que plasmará en 1972, clarifica una cuestión
fundamental: la disociación cuerpo-alma no es ontológica, no pertenece al ser
de las cosas, es gnoseológica, es decir, inherente al modo en que nuestra
consciencia organiza el conocimiento. El hombre sano y enfermo “es”
psicosomático y, como dirá más tarde, “siempre pensó que psicoanálisis y
psicosomática eran “lo mismo”. Un modo de pensar que, pasando por el
Organsprache, alcanza en su último libro El lenguaje que los órganos hablan su
desarrollo y fundamentación psicoanalítica más acabada. Un desarrollo que
integrará en otro, la triple organización de la conciencia: cuerpo, alma y espíritu
(Chiozza, 1991 [1989], 2018, 2019a).

En el prólogo a la tercera edición Chiozza refiere que, hasta entonces, figuraba


como subtítulo Una nueva hipótesis sobre el psiquismo fetal, que buscaba
subrayar el hecho de que el libro no trataba sólo del hígado, sino también del
psiquismo fetal “de una manera nueva” (diferente a la concepción de
Rascovsky). Y dice así: “La decisión de conservar ese subtítulo me ha obligado
a renunciar a otro que hubiera dado cuenta de un pensamiento que habitó en
mi espíritu desde aquella primera comunicación preliminar y que, a medida que
han pasado los años, se me ha hecho cada vez más evidente. Psicoanálisis de
los trastornos hepáticos constituye una idea psicoanalítica acerca de las
relaciones entre idea y materia” (Chiozza, 1970a, pág. 42). Se trata de la
relación entre forma y sustancia: no hay idea sin materia ni materia sin idea.

Desde entonces, y en el tomo I de las Obras Completas, leemos Psicoanálisis


de los trastornos hepáticos. Acerca del psiquismo fetal y la relación entre idea y
materia.

2,- El contenido latente del horror al incesto. Los cuatro gigantes. Las cuatro
faltas.

Casi al mismo tiempo que Psicoanálisis de los trastornos hepáticos, Chiozza


(1970a) escribe “El contenido latente del horror al incesto”, con otra parte del
historial de Mary, la paciente con colitis amebiásica que había consumado el
incesto fraterno, trabajos que presenta para ser Titular en la APA y que fueron
rechazados. Expresa que “Junto con el entusiasmo de unos pocos, y la
tolerante simpatía de otros más, produjeron en el resto antipatía, desconfianza
y rechazo” (pág. 38) y, reflexiona más tarde, que posiblemente fueron las ideas
sobre el horror al incesto las que despertaron la resistencia más intensa 5.
5
En octubre de 1963, unos meses antes de presentar su trabajo para ser Adherente de la APA
Chiozza distribuye un libro de tapas rojas cuadradas con las tres figuras que conocemos y con
10

Ni Freud ni tampoco el prestigioso antropólogo Frazer habían logrado


interpretar el significado inconsciente del horror al incesto. Chiozza comprende
que este horror “esconde” otro más profundo, el intenso temor que despierta la
descarga de una excitación -que adquiere la representación inconsciente de
una cópula hermafrodita, procreativa- que amenaza con un crecimiento
“monstruoso” (neoplásico) por haber quedado “fijada” en un designio narcisista
en lugar de evolucionar hacia una relación con organismos de la misma
especie (Chiozza, 2010, pág. 280; Chiozza y Nikitina, 2018, pág. 147).

Entre otras consideraciones, estas ideas lo llevan a comprender que la fijación


a un crecimiento embrionario, narcisista, es una tendencia que todos
compartimos y suele quedar representada en los deseos incestuosos que
surgen normalmente en la infancia. En el hombre, dirá, se hallan tanto el deseo
y la tendencia a conservar el narcisismo como el deseo y el impulso a salir de
él.

Encuentra que la célula cancerosa que emprende el proyecto “egoísta” de


sobrevivir sin importarle el destino del organismo que la aloja, es parecida a la
actitud del ser humano que, atenazado por el resentimiento y la rebeldía, “se
siente un puro acreedor de la sociedad en que vive y con el derecho de no
resistir a la tentación de ‘hacer la suya’. Se trata de un proceso egoísta que
(como exacerbación de del individualismo que otrora fue un progreso) hoy tiene
consenso hasta el punto que así nos comportamos con el planeta que ‘nos
aloja’ (Chiozza, 2010, pág. 290).

Profundizando acerca del complejo de Edipo, que Freud consideraba nodular


de las neurosis, encuentra que junto al deseo incestuoso prohibido con la
madre, nace un sentimiento de injusticia, protesta y dolor que proviene de un
malentendido que llamó “el falso privilegio del padre” (Chiozza, 1977b). Se trata
de una rivalidad y enemistad con el padre que “desconoce” que padre e hijo
están hermanados y comparten la misma prohibición frente a alguien que
podemos llamar moral, sociedad o cultura.

Este hilo que une lo individual y lo social, lo natural y lo cultural, se expresa en


la idea de que habría otro sepultamiento del complejo de Edipo que, como
señaló Freud, constituye una disposición heredada que nos constituye. Se trata
de un cambio que no es represión, “un cambio en la leyenda” que sumiría a

un margen blanco troquelado en todas las páginas para escribir notas u ocurrencias que podían
enviarle quienes así lo desearan, titulado Psicoanálisis de los trastornos hepáticos. En
diciembre presenta su trabajo “Cuando la envidia es esperanza. Historia de los primeros tres
años de un tratamiento psicoanalítico”, en el que ya figuraban sus ideas en relación al incesto.
No sólo el contenido sino también la forma de presentación de sus ideas era diferente y nueva
en relación a la presentación en forma de fotocopias, tradicional en la APA. En 1966 presenta
dos trabajos para ser Titular: “El significado del hígado en el mito de Prometeo” y “El contenido
latente del horror al incesto”, que incluía otra parte del historial de Mary, tres años después.
Esos trabajos que fueron rechazados y en El libro de las separaciones Emilio Rodrigué (2000)
cuenta algo del trasfondo de las pasiones que motivaron ese rechazo.
Gustavo Chiozza (1998) dedica a su padre los comentarios contenidos en su trabajo
expresando que lo hace “como tardía compensación por las ‘hojas guillotinadas’ que nunca
llegaron” (pág. 374, nota 1).
11

Edipo en un olvido cultural más que individual, un progreso que estaría


encerrado en explorar la pregunta: ¿por qué no el incesto?. “Aunque resulta
inquietante decirlo, -escribirá veinte años después, en Las cosas de la vida
(2005a, pág. 61)- existen indicios muy claros de que nos estamos acercando a
una nueva transformación de la organización social”. Claro que este cambio
parece lejano en lo atinente a una cultura organizada alrededor de otra cosa
que no sea la prohibición del incesto.

Avanzando en este camino repara en que el sepultamiento de Edipo


considerado “normal”, deja como remanentes cuatro “gigantes” del alma que
operan en la sombra más allá de lo que registramos, y que suelen conducirnos
a grandes equivocaciones en la vida. En ¿Por qué nos equivocamos?
(Chiozza, 2008f), indaga en los celos, la rivalidad, la envidia y la culpa,
iluminando aspectos diferentes a los clásicamente conocidos como, por
ejemplo, la idea de que los sentimientos de culpa no conducen a la reparación,
como sostenía Melanie Klein, y encubren penosos sentimientos de impotencia.
Se trata de un progreso en la comprensión de los afectos que nos orienta en el
proceso de elaboración, necesario y difícil, que conduce a la maduración
afectiva.

No podemos dejar de señalar aquí que el interés por los afectos es central a lo
largo de la obra de Chiozza -en 1975 publica su libro Cuerpo, afecto y lenguaje,
un interés que lo lleva, entre otros desarrollos, a reunir los conceptos
freudianos sobre el tema que estaban dispersos, a destacar la importancia de
la idea de clave de inervación, del hecho de que los afectos “nos afectan en
cuerpo y alma”, y a desarrollar ideas como la desestructuración patosomática
del afecto, que permite completar la comprensión del destino que la represión
impone a los afectos en las diferentes formas de enfermar.

A partir del concepto freudiano de “valor afectivo” Chiozza (2005c [2003])


descubre que los valores no son entelequias abstractas, nacen de lo que ”nos
afecta”, de lo que nos hace bien y mal, y configuran aquello que denominamos
moral. Un tema que se relaciona con distintas apreciaciones que realiza acerca
de la profunda crisis de valores que atraviesa nuestra época, como, por
ejemplo, el auge del individualismo y del materialismo, o cuando en el prólogo
de su libro Intimidad, sexo y dinero (Chiozza, 2013a, pág. 19) se pregunta:
“Podemos desandar el camino equivocado que conduce a sobrevalorar –la
mayoría de las veces en secreto- el sexo desaprensivo y el dinero fácil,
pensando que constituyen las fuentes primordiales de la satisfacción?”.

El autor entrama facetas del triángulo edípico con la exploración de otro punto
de vista, la relación de la díada madre-bebé. Chiozza subraya que durante la
vida intrauterina la madre es el mundo completo que rodea al feto y le
proporciona todo lo que le hace falta, una simbiosis que se rompe con el
nacimiento. Durante la lactancia el bebé se reencuentra con la madre y tiende a
pensar que es una parte de sí mismo (yo de placer puro), hasta “el día” que
descubre que su madre no le pertenece.

Se trata de una carencia fundante, “la primera falta”, que experimenta como
una vivencia de mutilación del yo, como el sentimiento de estar incompleto, que
12

lo lleva a ingresar en otras “faltas” y a buscar compensaciones dentro de una


historia cuyos lineamientos -necesidad de protagonismo, afán de
reconocimiento- compartimos todos los seres humanos. “Faltas” que se
realimentan entre si y que exigen un duelo que suele dejar remanentes que,
cuando son importantes, constituyen, como carencia afectiva, una cuarta falta.
Una falta que cuando no se elabora, suele conducir a la búsqueda de sustitutos
espurios como la adquisición desmedida, la cosmética ilusoria, las adicciones,
cambiar todo por un sueño, etc. (Chiozza, 2012a; 2019a, pág. 297).

3.- Corazón, hígado y cerebro.

En el Psicoanálisis de los trastornos hepáticos aparecen como epicentros de la


vida las ideas, los ideales que nos guían, representados por el cerebro y la
voluntad que nos conduce a materializar, a hacer, representada por el hígado,
que puede ser comprendido como un desarrollo endodérmico equivalente a lo
que son el ojo y el cerebro como desarrollo ectodérmico.

En 1978 Chiozza escribe “Las razones que el corazón ignora”, y en 1981 “La
nostalgia y el anhelo. Un ensayo acerca de la vinculación entre la noción de
tiempo y la melancolía”, trabajos en los que aparece en toda su magnitud la
importancia del corazón y su significado y los desarrollos acerca del tiempo.
Intentando comprender lo cardíaco como forma y manera de la vida, considera
que “si el cerebro y los sentidos son los órganos artífices de la noción de
cantidad y de espacio que da lugar a la física y a la “ratio” (que es “cuenta”, y
es razón, y es diferencia), el corazón, sus arterias, y el sistema
neurovegetativo, son los órganos artífices de la noción de calidad y del tiempo
que desenvuelve a la historia y al ritmo, que es pálpito, y es período, y es
acento, y es importancia. Concluíamos entonces que: “El corazón es al tiempo
lo que el ojo es al espacio” (1980f, pág. 53).

La dimensión temporal adquiere otras connotaciones. Pasado y futuro son


construcciones, representaciones del instante presente, enmarcado por
nostalgias y anhelos que se ocultan mutuamente. Se trata de un tiempo
primordial, un tiempo signado por las importancias del momento en que se vive,
y un tiempo que es un presente atemporal, el tiempo del “Había una vez” de los
cuentos infantiles. Conceptos que lo llevan a describir la melancolía nostálgica,
una de las variantes de la melancolía, y a reflexiones sobre las maneras de
vivir la vida.

Sabemos que el hombre ha utilizado desde antiguo su relación con el mar para
representar las vicisitudes de su vida. Una metáfora que Chiozza plasma en la
poesía que forma parte de su trabajo acerca de “La nostalgia y el anhelo”, y
que titula con el lema de la Confederación Hanseática, “Navegar es necesario
vivir no”, que ya había citado Freud (1915b) en su trabajo “De guerra y de
muerte”.

Se trata de una frase que alude a que, mientras vivimos tenemos la vida, pero,
como expresaba Ortega y Gasset, tenemos que “hacerla” o, como dirá Chiozza
más adelante, se trata de un continuum entre lo que “nos hace la vida” y “la
vida que hacemos”. Una poesía en la que el autor habla de que “navegar es
13

más importante que mantener, a todo trance, la perduración de la vida”. En Las


cosas de la vida, “navegar”, señala, “es proporcionarle un sentido a nuestra
vida apuntándola en alguna dirección”, y bajo la forma de un decálogo para el
marino, escribe un conjunto de lemas que pretenden acercarnos a la difícil
cuestión de las “buenas y malas maneras de vivir la vida” (Chiozza, 2005a,
(pág. 239).

Un tema que continuará cuando en 2015 escribe ¿Para qué y para quien
vivimos?. “Nos encontramos siempre, expresa, en algún punto en que
necesitamos viajar del dolor de una renuncia hacia la búsqueda de un
entusiasmo nuevo que le devuelva su sentido a nuestra marcha hacia delante
[…] ¿Dónde encontrar los parámetros que nos ayudan para trazar el rumbo?”.
(Chiozza, 2015a, pág. 13) “Mirando para adentro” imagina el trazado de tres
mapas fundamentales cuya composición y magnitud de significancia varía con
el tiempo, el de nuestra relación con las personas significativas, el de nuestras
obras en marcha, y el de un perdurable “rescoldo” que contiene las
experiencias emotivas de la infancia.

Profundizando en sus reflexiones Chiozza desemboca nuevamente en un


tríptico. En 1980 escribe “Corazón, hígado y cerebro. Introducción esquemática
a la comprensión de un trilema”, que culminará en 2009 con el libro Corazón,
Hígado y Cerebro. Tres maneras de la vida, en el que también describe las
fantasías cerebrales.

Comprende entonces que corazón, hígado y cerebro son, respectivamente, los


tres epicentros de las organizaciones mesodérmica, endodérmica y
ectodérmica. “Si aceptamos que algo de lo que llamamos “inteligencia” es un
“saber cómo” que condensa todas las demás capacidades y destrezas, es
natural entonces que esta facultad se desempeñe con una participación
cualitativamente diferenciada de los desarrollos originados en las tres hojas
embrionarias y que esta participación trinitaria se manifieste no sólo como la
posibilidad de reconocer tres “formas” de inteligencia, sino también como la
armonía o el desequilibrio de estas tres modalidades o maneras” de la vida
(Chiozza, 1980f, pág. 16).

Se trata de un tríptico que integra y conecta numerosos conceptos importantes


como, entre otros, la concepción, a partir de las ideas de von Uexküll, de tres
mundos: perceptivo, sensitivo y normativo; las tres categorías páticas que, de
acuerdo con Weizsaecker enmarcan nuestra vida afectiva: querer, deber y
poder; los tiempos presente, pasado y futuro; las instancias del ello, yo y
superyó; las tres formas de saber; los tres mitos centrales para el psicoanálisis:
Edipo, Narciso y Prometeo.

Así, dirá que “encontramos, en los tres personajes prototípicos, tres maneras
de la vida que nos conducen a vivir en tres mundos. Un mundo edípico,
perceptivo y sensual, en donde habitan los objetos que ello, a través de
nosotros y con nuestro “corazón”, en el presente, quiere. Un mundo
prometeico, sensitivo y sensato, poblado con las satisfacciones y las penurias
que nuestro yo, con nuestro “hígado”, en un pasado que no ha terminado de
ocurrir, pudo (o no pudo). Y un mundo narcisístico, normativo y sensible, en
14

donde hay un conjunto de acciones ideales que nuestro superyó, a través de


nosotros y con nuestro “cerebro”, transforma en una falta de algo que se debe
en un futuro que ya ha comenzado” (Chiozza, 2018, pág. 83).

4.- Acerca de la consciencia.

En el Psicoanálisis de los trastornos hepáticos encontramos también un


germen de los desarrollos de Chiozza sobre la consciencia cuando, al
investigar el psiquismo fetal, está implícita la idea que expresó en muchas
ocasiones, acerca de que en el feto hay consciencia.

Posiblemente, la intelección de que la consciencia es el órgano que permite el


conocimiento hizo que se convirtiera en un tema cada vez más importante en
todas las ciencias: psicoanálisis, neurociencias, biología, física, biosemiótica,
etc. En 2003 el autor expone sus ideas en el artículo sobre “La conciencia”, que
ampliará al descubrir las fantasías cerebrales. El intento de definir la
consciencia, señala, “conduce a una paradoja, porque no podemos usar la
consciencia para que se defina completamente a sí misma mientras la estamos
usando” (Chiozza y Nikitina, 2018, pág. 185). El yo, para poder
autorrepresentarse se disocia en observador y observado, una cuestión
íntimamente ligada, como veremos más adelante, al tema de la relatividad y la
ilusión del yo.

Chiozza repara en que no es casual que el lenguaje utilice una misma palabra
“consciencia” para designar, por un lado, al acto de “darse cuenta” y, por el
otro, la conciencia moral, es decir, la noticia de una falta o de una prohibición
moral. Una palabra, “falta”, que reúne el doble carácter de carencia y de
trasgresión.

Como mencionamos, posiblemente el pensamiento de que allí donde hay vida


hay alguna forma de consciencia viene “de lejos” y esta idea alcanzará otras
expresiones al hacer suyos, por ejemplo los conceptos del físico Schrödinger,
para quien la consciencia -un singular cuyo plural se desconoce- funciona
como una parte de una amplia consciencia universal a la cual suele aludirse
con la palabra “Dios”.

También encuentra coincidencias con otros pensadores, como por ejemplo,


para mencionar algunos de los que cita, autores de la escuela danesa de
biosemiótica, que sostienen que la función interpretante está presente en el
ribosoma celular, y equivale a una consciencia que es inherente a todas las
formas de vida; el concepto de “nicho semiótico” creado por Hoffmeyer para
referirse al hecho de que las “consciencias” de las diferentes especies se
organizan en sistemas semióticos distintos; o la concepción de Margulis,
acerca de una consciencia bacteriana. Y más aún, desde El universo
inteligente de Fred Hoyle, pasando por la Hipótesis Gaia de Lovelock, uno de
sus discípulos, Stephan Harding, escribe Animate earth, un libro visitado
recientemente por Chiozza, en el que sostiene que las características elegidas
para considerar que una célula está viva, son las mismas que posee la tierra.
Es decir que, como afirmaba su maestro, “Gaia está viva”.
15

En consonancia con la idea freudiana acerca de que el ello contiene las


innumerables existencias, anteriores, filogenéticas, del yo, expresa que
“además de la consciencia habitual, existen otras, no sólo la consciencia
onírica o los estados alterados de consciencia, sino consciencias estratificadas
que son inconscientes para la consciencia habitual” (Chiozza, 2008, pág. 26). A
partir de admitir la existencia de numerosos estratos de consciencia que son
inconscientes para la consciencia “habitual”, propia de la cualidad humana de
ese organismo, surge la importancia de distinguirlos de esa consciencia
habitual que funciona, en cada organismo, como “la” consciencia que ha sido
determinada y es propia de su especie.

De acuerdo con el concepto de Bateson sobre “las pautas que conectan”


Chiozza (2012a) considera que “pensar que la consciencia se manifiesta en
distintas formas nos ayuda a comprender las similitudes y las diferencias que
presentan los sistemas de organización que caracterizan a la compleja e
inextricable trama de la vida. Se trate de las células de un pólipo, de las abejas
de una colmena, de las neuronas de un cerebro, de los habitantes de una
ciudad, de los miembros de un senado o de la economía política mundial”. “Se
trata de una permanente integración entre naturaleza y cultura”, que la
investigadora en estética y biosemiótica Katya Mandoki, “ha logrado reunir en
un acertado neologismo: culturaleza” (Chiozza, 2019a, pág. 205; 2012a, pág.
71)

Señala además que la capacidad de introspección de la consciencia, que da


lugar a la posibilidad de “ensimismarse”, se vincula de forma estrecha con otra,
denominada autorreferencia, que ha sido indagada de manera extensa y
profunda por disciplinas tan distintas como el psicoanálisis, la psicología
cognitiva, la neurología o las ciencias que se ocupan de la inteligencia artificial.

Esta capacidad lleva implícita la construcción de un “diseño” o “esquema” de


uno mismo (el self), que se establece -en su mayor parte de modo
inconsciente- como un “contorno” que nos une y nos separa de los otros y del
mundo. Una “imagen” cambiante e inestable de uno mismo dado que cuando
uno se contempla siempre habrá una parte, con la cual nos observamos, que
quedará fuera del campo que podemos observar.

5.- La “ilusión” del yo. Sólo se puede ser siendo con otros.

Mientras ha ido trascurriendo el tiempo, la resistencia a aceptar que la


disociación entre el cuerpo y el alma es fruto de nuestra conciencia, fue
cediendo paso a otra forma: la resistencia frente a los cambios en la noción de
individuo, del yo y su relación con los otros y el entorno, un tema que constituye
un punto de urgencia actual y que Chiozza ha ido desplegando en su
complejidad a lo largo de su obra.

Ya en 1968, comprende que el quehacer con el enfermo puede ser estudiado


como un desarrollo o una transformación de la “doble” interioridad médico-
paciente. En ese trabajo expresa que pensar en el acto médico “Supone, como
es obvio, el tener en cuenta que siempre, en todos los casos, se da un
interjuego, o campo “múltiple” de interioridades”.
16

Una multiplicidad que “puede suponer aun una íntima identidad de esencia que
deshace el límite artificial que trazamos desde nuestra conciencia entre los
individuos. Así lo han afirmado por ejemplo Jung desde el campo de la
psicología profunda con su concepto del inconsciente colectivo o, aplicando
conceptos de la física teórica a la comprensión de la relación entre el yo
subjetivo y la materia que lo compone, o Erwin Schrödinger (1944), premio
Nobel de física, reviviendo conceptos de la antigua filosofía hindú”. Colocar
“doble” entre comillas “es un intento de mantener siempre presente en la
conciencia que tal consideración “dual” de la experiencia es sólo una
simplificación” (Chiozza, 1970l [1968], pág. 87).

Más adelante, en 1995 en las “Reflexiones sin consenso” habla de la necesidad


de elaborar una situación que resulta traumática: la conciencia de la “relatividad
del yo”. En la actualidad, como sostiene en El lenguaje que los órganos hablan
(Chiozza, 2019a) considera que “No cabe duda de que el conjunto que surge
de la confluencia de disciplinas distintas conduce hacia la idea, insoslayable, de
que aquello que designamos con la palabra “yo” corresponde a un existente
cuyo contorno, como “diseño” de una frontera limítrofe, depende siempre del
punto de vista desde el cual se lo contemple”. Y agrega: “No se trata ahora, sin
embargo, de insistir, nuevamente, en la relatividad del yo. Se trata, muy por el
contrario, de que (concordando con el budismo, con Hume y con
Schopenhauer, por ejemplo) lo que llamo “yo” es (una ilusión) “inaferrable”, y de
que todo self es, siempre un pseudoself (más allá de la grosera alteración que
la psicopatología identifica)” (págs. 206, 207).

En el prefacio de Trama y figura del enfermar y del psicoanalizar (Chiozza,


1980h) escribe que, entre los múltiples temas – temas que se ocupa de
identificar- que constituyen “otros tantos emergentes de la transformación
cultural subterránea que nutre el universo simbólico de nuestra época”, está la
incipiente conciencia de que aquello que llamamos individuo humano –que hoy
prefiere llamar “persona”- es solamente uno de los recortes posibles del
concepto “individuo”. En otras palabras, se trata de “la conciencia incipiente de
que la unidad de supervivencia no se recorta sobre aquello que llamamos un
ser humano particular, sino sobre estructuras sistémicas complejas que
incluyen en su equilibrio “ecológico” algo más que ese trozo de la realidad que
llamamos hombre” (pág. 126).

La convivencia que, junto con la trascendencia, considera necesidades tan


básicas como el hambre y el amor en “Convivencia y trascendencia en el
tratamiento psicoanalítico” (Chiozza, (1983 [1982]), se “vuelve” en 2012 en El
interés en la vida, una condición de la vida misma.

En el Prólogo de ese libro relata que, luego de haber escrito Las cosas de la
vida, donde intentó “describir cuáles son las experiencias y las circunstancias
que nos colocan en los umbrales de la enfermedad”, nuevas reflexiones y
escrituras decantaron “en una especie de hilo argumental que enhebra las
distintas y típicas “cosas de la vida” en un “hilo” que las muestra como ramas
que derivan de un mismo tronco que las nutre”.
17

Un tronco que se podría rotular como el subtítulo del libro: Sólo se puede ser
siendo con otros. “La suficiencia o el déficit de ese ser con los otros define la
magnitud que alcanza la cualidad fundamental que el título designa: El interés
en la vida” (2012a, pág. 18) “No sólo estamos construidos biológicamente por
la simbiosis de otros seres vivos (procariotas y eucariotas (que son los ladrillos
de nuestro organismo (y que tienen una vida “propia”), sino que además
vivimos “cableados” con quienes nos otorgan una imprescindible pertenencia”
(2019b, pág. 100).

Refiriéndose a la trama de la vida, en uno de sus últimos libros, El lenguaje que


los órganos hablan, Chiozza expresa que “cuando pensamos en la
estratificación de las distintas consciencias inconscientes en una especie de
laberíntica y fractal galería de espejos, acude a nuestra mente lo que Bateson
(1976) sostiene acerca de la pauta que conecta a las diversas formas que
integran la bioesfera”. También nos remite “a lo que ocurre en la colmena o en
el hormiguero (Hofstaedter, 1979), que disponen de una “consciencia colectiva”
y de una sabiduría que no pueden atribuirse a una abeja ni a una hormiga
aisladas del superorganismo que integran” (Chiozza, 2019a, pág. 205). O a la
idea de que la enfermedad somática, el trastorno psíquico o la espiritupatía de
un conjunto humano, “pueden ser contemplados como distintos aspectos de un
mismo y único “desorden”.

“Sólo se puede ser siendo con otros” y únicamente en el marco de una


pertenencia nuestra persona “adquiere la razón de ser que la mantiene viva”
(Chiozza, 2019a, pág. 208). El conjunto que surge de la confluencia de
disciplinas distintas conduce a la idea de que aquello que designamos con la
palabra “yo” corresponde a un existente cuyo contorno “depende siempre del
punto de vista desde el cual se lo contemple” (Ibíd., pág. 206).

Y refiriéndose al yo, en El interés en la vida escribe: “Es necesario y saludable


que más tarde o más temprano admitamos, pacíficamente, la idea de que
somos y hemos sido siempre, como una gota de agua que afirma su existencia
entre las otras y contempla, embelesada, creyendo que son propias las luces
que refleja; mientras se dirige, saltarina, hacia la inmensidad del mar” (2012a,
pág. 185).

En ¿Por qué allí? ¿Por qué ahora?, conversando sobre de dónde venimos y
hacia adónde vamos, Chiozza habla de dos tipos de desarrollos. Uno que,
considera, se “preanuncia a través de una grave crisis cultural que puede
constituir el incentivo necesario para avanzar en esa dirección” (Chiozza y
Nikitina, 2018; pág.221).

Una crisis en la que identifica dos cuestiones importantes. Por un lado, la


necesidad de comprender las consecuencias que tiene la incidencia de los
cuatro gigantes del alma”, considerados remanentes normales del
sepultamiento del Complejo de Edipo, en la evolución de la familia y en el
malestar en la cultura. Por el otro, la necesidad de elaborar dos grandes
fijaciones que agravan las dificultades y sufrimientos. Una, que se “manifiesta
como una dependencia oral, y divide a la humanidad entre los que consumen
más de lo que producen y los que producen más de lo que consumen”.
18

La otra consiste en “una fijación fálica que, en hombres y mujeres, conduce a


una rivalidad que arruina la convivencia y que, confundiendo la competencia
con la competitividad, genera una lucha de todos contra todos” (Ibíd., pág.
222). “Más allá de una pareja, y del tú y yo de otras relaciones, esa rivalidad
envenena todas las otras formas de colaboración que son imprescindibles para
el logro, en cualquier tipo de empresa, de rendimientos que son
multipersonales”. No sólo conduce a que todo “tiene que ser a mi manera” sino
que, dado que la cantidad de dinero y la magnitud de poder se constituyen en
representantes privilegiados del falo, “su acumulación se convierte en
insaciable y culmina en la exacerbación de un materialismo desmedido e
insalubre” (Chiozza 2018, pág. 238).

El autor expresa que el otro tipo de desarrollo atañe a “un tipo de crisis que
más que cultural es intelectual”, y que ya mencionaba en trabajos de la década
del 70. Se trata de la crisis del pensamiento racional, que llevó a descubrir
otros modos de pensar, como la permutación que se constituye como un
proceso terciario, que amalgama proceso primario y secundario, importancia y
diferencia. Un tipo de permutación gracias a la cual “no solo transferimos,
también pensamos, sentimos, hacemos, recordamos, simbolizamos, hablamos,
jugamos y soñamos. Podemos decir, en otras palabras que gracias a eso
vivimos”

“Comprendemos así -continúa- que vivimos entre una serie de binomios que
continuamente se separan para volver a juntarse. Podemos mencionar, por
ejemplo, consciente e inconsciente, mente y cuerpo, yo y mundo, referente y
signo, acontecimiento y estado, tiempo y espacio […]. Parece atinado suponer
que todos esos binomios constituyen distintas facetas de un solo proceso, al
que sólo accedemos de una manera indirecta, que no nos permite develar el
misterio de ese vaivén sempiterno con el cual se entreteje la urdimbre de la
vida” (Chiozza y Nikitina, 2018, págs. 222, 224).

En consonancia con este pensamiento, en el libro Sí, pero no de esa manera,


Chiozza termina el periplo teórico que realiza para describir los fundamentos de
la medicina psicosomatológica, subrayando cuatro relaciones fundamentales:
1) la íntima relación entre el alma y el cuerpo, 2) la que existe entre los
componentes de la vida, el yo y su circunstancia, 3) la relación que se configura
como interfaz entre consciente e inconsciente, y 4) la relación de significación,
que abarca el inmenso campo del ejercicio simbólico. “Contemplándolas en su
conjunto, a través del recorrido que nos condujo a este punto, se nos impone la
idea de que, como sucede con las cuatro caras de un tetraedro, son cuatro
apariencias de un acontecer unitario” (Ibíd., 2019, págs. 172-173)

6.- La técnica y el arte de psicoanalizar.

Queremos mencionar ahora, sólo “a vuelo de pájaro”, algunos desarrollos de


Chiozza en relación a la práctica del psicoanálisis.

La investigación psicoanalítica de los trastornos somáticos mostró la


importancia de brindar a cada acto médico y a cada juicio clínico la oportunidad
19

de una coparticipación psicoanalítica y llevó a Chiozza, junto con Enrique


Obstfeld, a crear un método nuevo. Se trata de un procedimiento, que puede
realizarse en un tiempo limitado y que denominaron Estudio patobiográfico.
Inspirados en la manera que Weizsaecker tuvo de concebir a la medicina,
diseñaron una anamnesis biográfica basándose en un interrogatorio realizado
por el analista peruano Carlos Seguín y una sinopsis de antecedentes a partir
de ideas de Barilari, que se complementa con la historia clínica tradicional.

Se trata de una tarea realizada en equipo, con el concurso de médicos de


distintas especialidades junto con varios psicoanalistas, que dio lugar al
nacimiento, en 1972, del Centro de Consulta Médica Weizsaecker. Un
procedimiento que integra también, cuando es necesario, la visión de
profesionales de otras disciplinas, abogados, contadores, fisiatras, etc.

A diferencia del tratamiento psicoanalítico, que busca modificar el carácter en


un proceso longitudinal, sin límite de tiempo, donde las sesiones transcurren
“de temática en temática”, el Estudio patobiográfico es un método transversal
que busca, en un tiempo relativamente breve, intervenir terapéuticamente en
las crisis vitales que se manifiestan como enfermedades o alteraciones en otros
aspectos de la vida. Desde su creación, se han realizado numerosas
patobiografías de adultos, adolescentes, niños y también de bebés, a lo largo
de estos años.

En “Nuestra contribución al psicoanálisis y la medicina”, Chiozza expresa que


“El Estudio patobiográfico, nacido del intento de integrar, en los actos médicos,
los procedimientos que derivan del ejercicio de los dos instrumentos
fundamentales del desarrollo humano, la mano y la palabra, constituye una de
nuestras contribuciones principales al ejercicio del psicoanálisis. Su realización,
ininterrumpida, desde 1972, se ha extendido fuera del ámbito de nuestro
Centro y de nuestro país, y ha contribuido a enriquecer la técnica interpretativa
que ejercemos durante los tratamientos prolongados” (Chiozza, 2008, pág. 24).

En un libro que tituló Hacia una teoría el arte psicoanalítico, Chiozza reúne sus
trabajos sobre teoría de la técnica psicoanalítica entre 1965 y 1995, algunos
realizados en colaboración con colegas. Ya en el título aparece la amalgama
entre arte y ciencia y sus escritos, en un comienzo más metapsicológicos, se
van haciendo cada vez más metahistóricos. En trabajos posteriores, Lo que
hace un psicoanalista cuando psicoanaliza a un paciente (Chiozza, 2012b) y
Para qué sirve el psicoanálisis (Chiozza, 2013b) profundiza en sus reflexiones.

Desde sus primeros escritos definió el objeto de nuestra interpretación. Lo


llamamos “material” -nos dice- porque se toma un determinado producto que
además puede ser objeto de la percepción sensorial. Acorde con que todo lo
que se presenta en el campo del psicoanalista es psicosomático y puede ser
interpretado, puntualiza que denominamos “somático” al material cuando el
paciente comunica sensaciones somáticas, cuando comunica signos de
alteraciones en el propio cuerpo o cuando el psicoanalista percibe signos de
alteración.
20

Considera que los preceptos acerca de los modos en que la interpretación


podía formularse para configurar un procedimiento efectivo, surgieron
inextricablemente unidos al estudio de tres condiciones esenciales. La primera
es la forma en que se constituye, en una sesión psicoanalítica, el material a
interpretar; la segunda, la manera en que se presenta la realidad y la historia
en el campo de trabajo de un psicoanalista, en lo que se considera
transferencia; y la tercera, el nacimiento de la interpretación a partir de la
contratransferencia. Trabajos como “El uso del pensamiento lógico durante la
interpretación puesto al servicio de la contrarresistencia” y “Estudio y desarrollo
de algunos conceptos de Freud acerca del interpretar”, escritos en
colaboración, son muestra de ese modo de trabajar (Chiozza, 1966b y 1966e).

El tratamiento psicoanalítico es el análisis de un vínculo, de modo que cada


paciente “hace” un psicoanalista distinto de acuerdo con sus particulares
transferencias, un concepto implícito en la idea de la “doble interiorioridad”.

Cuando sintetiza sus contribuciones a la teoría de la técnica, explicita dos


conclusiones importantes. La primera es que el resultado esencial de lo que
denominamos psicoanálisis de la transferencia, no consiste tanto en que el
paciente haga consciente el “contenido” de la particular transferencia
interpretada, sino en el tomar cada vez mayor consciencia de que lo que
“actualmente” siente es el producto de una transferencia. La segunda es el
hecho singular de que el encuentro recíproco, transferencial y
contratransferencial entre un paciente y su psicoanalista, que constituye el
campo afectivo sobre el cual se trabaja, sólo puede ocurrir, con magnitud
suficiente, en el sector constituido por la confluencia de los “puntos de
urgencia” en la vida afectiva de cada uno de ellos.

La unidad del proceso psicoanalítico, subraya, no reside en el proceso de


insight, que consiste en descubrir un significado reprimido, sino en el proceso
de elaboración, que se realiza mediante la repetición suficiente, una y otra vez,
del mismo acto de consciencia resistido, en situaciones semejantes y, al mismo
tiempo, distintas.

Interpretamos escenas, historias, temáticas, y vivimos la sesión psicoanalítica


en un “como si”, semejante al que experimentamos cuando vamos al teatro,
tratando de que el tono afectivo sea tolerable y suficiente para promover la
conmoción afectiva necesaria para producir un cambio. En este contexto el
analista puede resultar un “personaje inesperado”, en tanto el verdadero agente
terapéutico proviene de la mutación de la contratransferencia. Como sostiene el
autor, la contratransferencia, además, “llega antes” que la interpretación.

En relación a cómo interpretar, Chiozza señala la importancia de hablar “en el


“lenguaje de la vida”, evitando la intelectualización, y también subraya la
importancia que posee el tono emocional con el que hablamos al paciente. Se
trata del uso de “un lenguaje para la emoción que, como el lenguaje poético,
procura trasmitir sentimientos” (Chiozza, 2019a, pág. 198). Introduce un cambio
en la técnica al comprender la conveniencia de formular una interpretación
“indirecta” de la transferencia, utilizando los personajes del relato, en lugar de
21

explicitarla directamente con la persona del analista, que suele conducir a que
el campo se sature más rápidamente.

A modo de final

Nos parece oportuno volver a citar el prefacio del libro Trama y figura del
enfermar y el psicoanalizar, en el que Chiozza (1980h, pág. 125) recuerda que
los cabos de la marina inglesa poseen un hilo rojo que ininterrumpidamente los
recorre denunciando su filiación. El “hilo” intercomunicante que recorre y nutre
este libro -nosotros diríamos hoy, su obra-, que en última instancia le
permanece siempre fiel, proviene, a mi entender, de la captación intuitiva y
“global” de una Gestalt que habita el retículo inconsciente de la vida intelectual
de nuestra época. Creo que se trata de una Gestalt que en los últimos años ha
empezado a surgir en la conciencia de un número cada vez más grande de
autores de las más diversas disciplinas. Al principio, como puntos aislados
emergentes que de pronto quedaron “casualmente” vinculados; luego, como los
miembros sensibles y móviles, mutuamente influyentes, de un conjunto que
despierta la sospecha de un complejo sistema subterráneo que constituye un
engendro unitario”.

En sus últimos libros y en el libro El lenguaje que los órganos hablan, Chiozza
(2019a, pág. 200) señala los progresos teóricos de otras disciplinas como la
biología, la biosemiótica, la filosofía, la sociología o la física cuántica, que han
contribuido y “contribuyen a enriquecer nuestra comprensión de los asuntos a
los que, en nuestra especialidad dedicamos nuestros afanes. Las aperturas a
que han dado lugar los logros obtenidos en otros territorios contribuyen para
abrir, dentro del psicoanálisis, nuevos horizontes”.

En su último libro Ser o no ser “como la gente”. Acerca de la enfermedad y la


maldad, el autor (Chiozza, 2019b) expresa que “las ruinas que acumulamos en
el cuerpo equivalen a las ruindades que acumulamos en el alma” (pág. 101), y
también que “el estudio de lo que está mal en el cuerpo y el estudio de lo que
está mal en el alma se complementan y se enriquecen mutuamente” (pág. 18).

“Gracias a la contribución de numerosas disciplinas que coinciden en señalar


desde distintos ángulos la intrincada trama ‘espiritual’ que vincula a todas las
formas de la vida, podemos empezar a comprender mejor que las
enfermedades son siempre espiritupatías, que testimonian un trastorno
epidémico de la convivencia en la red que otorga su sentido a cada uno de los
organismos vivos” (Chiozza, 2015).

Chiozza termina su libro El lenguaje que los órganos hablan con esta reflexión:
“Si volvemos ahora, por fin, a nuestro ser siendo con otros, que en su
expresión más elemental se constituye en la relación ‘tú y yo’, nos
reencontramos con la cuestión psicosomática. Porque […] debo reconocer que
yo, antes de ser yo, soy pensamiento (y por qué no sentimiento), un ser
psíquico que descubre ‘luego’ un cuerpo que considera ‘su-yo’. Tú, en cambio,
eres, en primera instancia, un cuerpo al cual le atribuyo, ‘luego’, un ser psíquico
que, siendo similar al mío, es ‘tú-yo’ ” (Chiozza, 2019a, pág. 209).
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Nosotros terminamos este recorrido panorámico sobre la obra de Chiozza con


el deseo, como expresamos al comienzo, de motivar el diálogo entre nosotros y
con él sobre esta manera de pensar el psicoanálisis, que Rita y Carlo Brutti
solían llamar “el psicoanálisis que viene”.
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Bibliografia

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Chiozza, Luis (1966e)


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Luis Chiozza Obras Completas, Tomo VIII, Libros del Zorzal, Buenos Aires,
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“Cuerpo afecto y lenguaje”, Luis Chiozza Obras Completas, Tomo IX, Libros del
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“El falso privilegio del padre en el complejo de Edipo”, Luis Chiozza Obras
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Prefacio de Trama y figura del enfermar y del psicoanalizar, Luis Chiozza
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“Entre la nostalgia y el anhelo. Un ensayo acerca de la vinculación entre la
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Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2008.

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“El psicoanálisis y los procesos cognitivos”, Luis Chiozza Obras Completas,
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Chiozza, Luis (1998a [1963-1984])


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“Falsedad y autenticidad en la interpretación de la transferencia-
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Las cosas de la vida. Composiciones sobre lo que nos importa, Luis Chiozza
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“El valor afectivo”, Luis Chiozza Obras Completas, Tomo VII, Libros del Zorzal,
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Buenos Aires, 2008.
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Por qué enfermamos. La historia que se oculta en el cuerpo, Luis Chiozza
Obras Completas, Tomo XIV, Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2008.

Chiozza, Luis (2008)


Medicina y psicoanálisis. Indagaciones sobre la relación entre el cuerpo y el
alma, Luis Chiozza Obras Completas, Tomo 0, Libros del Zorzal, Buenos Aires,
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Chiozza, Luis (2008f)


¿Por qué nos equivocamos? Lo malpensado que emocionalmente nos
conforma, Luis Chiozza Obras Completas, Tomo XVII, Libros del Zorzal,
Buenos Aires, 2008.

Chiozza, Luis (2009)


“Mi cuerpo, los otros y yo”, Luis Chiozza Obras Completas, Tomo XXI, Anexo
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“Tres edades de la vida”, Luis Chiozza Obras Completas, Tomo XXI, Anexo
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Corazón, hígado y cerebro. Tres maneras de la vida, Luis Chiozza Obras
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“Las fantasías cerebrales”, Luis Chiozza Obras Completas, Tomo XVIII, Libros
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Cáncer ¿Por qué a mí? ¿Por qué ahora?, Luis Chiozza Obras Completas,
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Chiozza, Luis (2012)


El interés en la vida. Sólo se puede ser siendo con otros, Luis Chiozza Obras
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Intimidad, sexo y dinero ¿Alguien sabe quién soy?, Libros del Zorzal, Buenos
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Para qué sirve el psicoanálisis. El qué-hacer con el paciente, Libros del Zorzal,
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¿Para qué y para quién vivimos? El camino de los sueños, Libros del Zorzal,
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La enfermedad. De un órgano, de una persona, de una familia y de un pueblo,
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Sí, pero no de esa manera. Los fundamentos de la psicosomatología, Libros
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¿Por qué allí? ¿Por qué ahora? Conversaciones sobre psicosomatología,
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“La enfermedad. De un órgano, de una persona, de una familia y de un pueblo”.
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