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Introducción
Surgió entonces el deseo de tener una visión más clara acerca de cómo
evolucionaron las ideas de Luis Chiozza a partir de la publicación de
Psicoanálisis de los trastornos hepáticos en 1963, y comprender cuáles son las
ideas esenciales que nos nuclean hoy. Además, últimamente se presentó en la
Asociación Psicoanalítica el libro ¿Por qué allí? ¿Por qué ahora?
Conversaciones sobre Psicosomatología, que escribió con Oxana Nikitina
como complemento del libro Sí, pero no de esa manera. Los fundamentos de la
psicosomatología, un “libro de texto” en el que Chiozza busca exponer del
modo más completo posible y sin pretender ser erudito o exhaustivo, “los
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En 1967 se creó el Centro de Investigación en Medicina Psicosomática (C.I.M.P.). En 1972
creó el Centro de Consulta Médica Weizsaecker, proyecto que acarreó críticas y el alejamiento
de colegas que consideraban que se excedía el campo psicoanalítico. Desde 1980 el C.I.M.P.
se unificó con el Centro Weizsaecker. Chiozza y su grupo se enfocaron en incrementar su
experiencia y su conceptualización sobre los significados inconscientes de las diversas
patologías orgánicas que -con asiduidad creciente- recibían en los Estudios patobiográficos. En
1984 se constituyó la Fundación para el Estudio Psicosomático del Enfermo Orgánico
(FEPSEO) y, en 1997, la Fundación Luis Chiozza, que continúa con la actividad científica,
docente y asistencial en la actualidad.
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A partir de 2008 Chiozza fue publicando libros nuevos, nueve hasta hoy, y que,
excepto El lenguaje que los órganos hablan, escrito para psicoanalistas, tienen
una impronta que parece haber comenzado con ¿Por qué enfermamos? y
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Lic. Margarita Artusi.
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Lic. Matías Buzzo Pipet.
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Agrega que, si bien Chiozza expresó que sigue “las ideas originales, las ideas
motoras del pensamiento freudiano”, considera que la originalidad del autor
reside en que “va tomando las cosas desde un punto de vista analítico un tanto
diferente […], desde un tipo interpretativo del fenómeno que es realmente
distinto. Uno ve aquí su obra psicosomática y evidentemente una serie de
aplicaciones del psicoanálisis, pero hechos con una iniciativa y originalidad que
no se da en mi conocimiento al menos en otros casos. Por esto creo que de
alguna manera en la historia de la medicina argentina y también en la historia
del psicoanálisis, si se lo quiere ver desde otro ángulo, uno tiene que reconocer
que Chiozza tiene un papel especial y especialmente original”.
Nos parece que las palabras de Klimovsky aluden claramente a algo que
conocemos: hay distintas maneras de pensar el psicoanálisis. En este sentido,
y a partir de la idea de que psicosomática y psicoanálisis son una misma cosa,
Chiozza (2019a, pág.16) escribía que “podría decirse, en un cierto sentido que
la indagación psicoanalítica contemporánea llegó a quedar liderada por dos
gigantes. Por un lado Wilfred Bion (en cierto sentido continuador de Melanie
Klein), con su espléndido pensamiento abstracto, more geométrico […]. Por el
otro, Jacques Lacan, cuyas valiosas afirmaciones, more lingüístico, versan
sobre un cuerpo del deseo”, separado del cuerpo biológico, el cuerpo de la
necesidad.
Destaca que, entre ambos, surge la figura de Viktor von Weizsaecker, quien
siguiendo los lineamientos de Freud en la segunda hipótesis, realiza una
contribución monumental “que otorga a la cuestión psicosomática una
fundamentación epistemológica y científica que se difundió muy poco en un
mundo cuyo sesgo mecanicista funciona, regido de manera predominante, por
el dualismo cartesiano” (Ibíd., pág. 18).
comprender “la trama de la vida”. Cuestiones a las que alude, por ejemplo, en
Mi cuerpo, los otros y yo, cuando expresa que “Los seres vivos no sabemos
todo lo que sabe la vida. Más allá de lo que sentimos, pensamos y queremos,
nuestra vida siente y piensa cosas que ignoramos” (Chiozza, 2009, pág. 34). O
también, cuando señala que “la cuestión psicosomática se enriquece, en
nuestros días, con la contribución de nuevos desarrollos acerca de la existencia
yoica ‘dentro’ de organizaciones biológicas que trascienden a la persona
humana” (Chiozza, 2019b, pág. 20).
“Funcionamos como antenas con un circuito que sintoniza las ideas, los afectos
y las conductas que flotan en el ambiente en que vivimos. Algunas de esas
ideas, afectos y conductas que nos atraviesan se quedan con nosotros, porque
producen un cambio perdurable en nuestra estructura física y en nuestras
funciones” (Chiozza, 2013b, págs. 78-79).
En un power point inédito que realizó en octubre de 2015, y que lleva el título
del libro que publicó un año más tarde, La enfermedad de un órgano, de una
persona, de una familia y de un pueblo, Chiozza menciona, como ha hecho
siempre a lo largo de su obra, a autores que son referentes fundamentales de
su manera de pensar: el fundador del psicoanálisis, Freud, junto con Klein,
Racker, Bion; fundadores de las neurociencias: Sherrington, Luria, Bertalanffy,
Wiener; y fundadores de la biosemiótica: Peirce, Bateson, von Uexküll, y
Sebeok. En el recorrido que él realiza, como antes señalamos, “también se
apoya en los conceptos de Viktor von Weizsaecker, quien sostiene que el
psicoanálisis conduce a un ejercicio ´psicosomático’ de la medicina y a que la
enfermedad siempre lleva implícito un trastorno moral”.
Recientemente Chiozza (2015b) señalaba que “Así como la parte que observa
queda siempre fuera de lo que está observando, no podemos descubrir de
manera completa ese proceso terciario que nos permite predecir y, a
continuación, acertar”. Un misterioso proceso -denominado por Peirce
abeducción- que, como una especie de adivinación, permite “conjeturar”,
apoyándose en la percepción inconsciente de conexiones entre aspectos del
mundo, y descubrir “las pautas que conectan” -de acuerdo con Bateson-
acontecimientos que a primera vista parecen disímiles.
Nos parece que se trata de un modo de pensar que recorre su obra como un
hilo conductor, y que se caracteriza por un continuum en el que establece
diferencias -que distinguen y separan- e identifica semejanzas -que integran y
re-únen-. Un modo que se plasma, entre otras formas, en integrar relaciones
entre dos términos o dípticos que son fundamentales -por ejemplo, afecto y
lenguaje, cuerpo y alma, percepción y sensación, etc.- en trípticos que, sin
pretender relaciones que se correspondan “exactamente”, iluminan aspectos
nuevos, como sucede por ejemplo, con cuerpo, afecto y lenguaje; percepción,
sensación y evocación; presencia, transferencia e historia; cuerpo, alma y
espíritu, los tres modos de la defensa, los tres macroafectos, los tres modos de
enfermar, etc. y un tríptico o trilema fundamental, como veremos más adelante,
corazón, hígado y cerebro, tres maneras de la vida.
No resulta sencillo hacer una síntesis breve de la obra intelectual realizada por
Chiozza, de sus ideas y de su evolución. En este primer recorrido panorámico
partimos de Psicoanálisis de los trastornos hepáticos para describir sólo
algunos de los lineamientos que encontramos fundamentales dentro del
entramado complejo de su pensamiento.
Así, por ejemplo, señala entonces que los trastornos hepáticos se ven en la
sociedad no sólo porque en esa época muchas enfermedades solían atribuirse
a alteraciones del hígado, sino también porque los relaciona con fenómenos
sociales como el auge de la ciencia ficción, la exasperación de la sexualidad,
las toxicomanías, etc. Se trata de un modo de pensar que desarrollará en
trabajos como “Convivencia y trascendencia en el tratamiento psicoanalítico”
(Chiozza, 1983 [1982[), o al explorar las relaciones entre consenso público y
con-trato (Chiozza, 1998 [1980]), y que lo llevará, recientemente, a hablar de la
existencia ubicua de una enfermedad del espíritu, una “espiritupatía”, y de La
enfermedad de un órgano, de una persona, de una familia y de un pueblo,
como manifestaciones distintas de un mismo proceso.
El estudio del psiquismo fetal y las fantasías hepáticas lo llevan a sostener que
el psiquismo prenatal se configura alrededor de una primacía hepática, y a
concebir un nuevo modelo metapsicológico del aparato psíquico, que se
organiza alrededor de la función de abstraer y de materializar ideas. Una
concepción que, con una gran economía de principios, echa luz sobre la vida
saludable y sobre muchas enfermedades clásicamente consideradas como, por
ejemplo, la melancolía y las toxicomanías.
Chiozza aborda el enorme campo de los ideales, “el camino de los sueños”,
como dirá más tarde en el subtítulo de Para qué y para quien vivimos? y que ya
prefiguraba en una poesía de sus quince años que tituló “Soñar no cuesta
nada”. Se interna en el terreno de lo sagrado en su doble condición de lo divino
y lo demoníaco, un territorio que, según Bateson, “los ángeles no se atreven a
pisar”. A partir del esclarecimiento freudiano acerca de la culpa y la autoestima
como contrafigura en la relación con nuestros ideales, son muchos los
aspectos que va desplegando a lo largo de sus trabajos. Sólo para citar
algunos: los ideales nacen de nuestras carencias, no son metas a alcanzar,
funcionan como la brújula que orienta nuestro camino, de acuerdo con la
“capacidad hepática” los ideales que para unos son ángeles para otros pueden
ser demonios, etc.
Subraya que “Nuestros sueños transcurren entre dos trabajos, que sólo pueden
evitarse pagando el precio de la enfermedad. El trabajo de materializarlos
enfrentando el fragor de la lucha con las dificultades de la realidad, y el trabajo
de realizar el duelo por lo que deberá ser resignado” (Chiozza, 2009). Ya
entonces escribe que en el proceso de incorporación-identificación la
asimilación no se cumple hasta que no se haya realizado una excreción que
denomina “duelo primario”, un desenlace narcisista implícito en el duelo
clásicamente descripto (Chiozza, 1970a, pág. 135) una idea que prefigura la
relación entre las fantasías hepáticas y las fantasías renales que estudiará más
tarde.
2,- El contenido latente del horror al incesto. Los cuatro gigantes. Las cuatro
faltas.
un margen blanco troquelado en todas las páginas para escribir notas u ocurrencias que podían
enviarle quienes así lo desearan, titulado Psicoanálisis de los trastornos hepáticos. En
diciembre presenta su trabajo “Cuando la envidia es esperanza. Historia de los primeros tres
años de un tratamiento psicoanalítico”, en el que ya figuraban sus ideas en relación al incesto.
No sólo el contenido sino también la forma de presentación de sus ideas era diferente y nueva
en relación a la presentación en forma de fotocopias, tradicional en la APA. En 1966 presenta
dos trabajos para ser Titular: “El significado del hígado en el mito de Prometeo” y “El contenido
latente del horror al incesto”, que incluía otra parte del historial de Mary, tres años después.
Esos trabajos que fueron rechazados y en El libro de las separaciones Emilio Rodrigué (2000)
cuenta algo del trasfondo de las pasiones que motivaron ese rechazo.
Gustavo Chiozza (1998) dedica a su padre los comentarios contenidos en su trabajo
expresando que lo hace “como tardía compensación por las ‘hojas guillotinadas’ que nunca
llegaron” (pág. 374, nota 1).
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No podemos dejar de señalar aquí que el interés por los afectos es central a lo
largo de la obra de Chiozza -en 1975 publica su libro Cuerpo, afecto y lenguaje,
un interés que lo lleva, entre otros desarrollos, a reunir los conceptos
freudianos sobre el tema que estaban dispersos, a destacar la importancia de
la idea de clave de inervación, del hecho de que los afectos “nos afectan en
cuerpo y alma”, y a desarrollar ideas como la desestructuración patosomática
del afecto, que permite completar la comprensión del destino que la represión
impone a los afectos en las diferentes formas de enfermar.
El autor entrama facetas del triángulo edípico con la exploración de otro punto
de vista, la relación de la díada madre-bebé. Chiozza subraya que durante la
vida intrauterina la madre es el mundo completo que rodea al feto y le
proporciona todo lo que le hace falta, una simbiosis que se rompe con el
nacimiento. Durante la lactancia el bebé se reencuentra con la madre y tiende a
pensar que es una parte de sí mismo (yo de placer puro), hasta “el día” que
descubre que su madre no le pertenece.
Se trata de una carencia fundante, “la primera falta”, que experimenta como
una vivencia de mutilación del yo, como el sentimiento de estar incompleto, que
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En 1978 Chiozza escribe “Las razones que el corazón ignora”, y en 1981 “La
nostalgia y el anhelo. Un ensayo acerca de la vinculación entre la noción de
tiempo y la melancolía”, trabajos en los que aparece en toda su magnitud la
importancia del corazón y su significado y los desarrollos acerca del tiempo.
Intentando comprender lo cardíaco como forma y manera de la vida, considera
que “si el cerebro y los sentidos son los órganos artífices de la noción de
cantidad y de espacio que da lugar a la física y a la “ratio” (que es “cuenta”, y
es razón, y es diferencia), el corazón, sus arterias, y el sistema
neurovegetativo, son los órganos artífices de la noción de calidad y del tiempo
que desenvuelve a la historia y al ritmo, que es pálpito, y es período, y es
acento, y es importancia. Concluíamos entonces que: “El corazón es al tiempo
lo que el ojo es al espacio” (1980f, pág. 53).
Sabemos que el hombre ha utilizado desde antiguo su relación con el mar para
representar las vicisitudes de su vida. Una metáfora que Chiozza plasma en la
poesía que forma parte de su trabajo acerca de “La nostalgia y el anhelo”, y
que titula con el lema de la Confederación Hanseática, “Navegar es necesario
vivir no”, que ya había citado Freud (1915b) en su trabajo “De guerra y de
muerte”.
Se trata de una frase que alude a que, mientras vivimos tenemos la vida, pero,
como expresaba Ortega y Gasset, tenemos que “hacerla” o, como dirá Chiozza
más adelante, se trata de un continuum entre lo que “nos hace la vida” y “la
vida que hacemos”. Una poesía en la que el autor habla de que “navegar es
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Un tema que continuará cuando en 2015 escribe ¿Para qué y para quien
vivimos?. “Nos encontramos siempre, expresa, en algún punto en que
necesitamos viajar del dolor de una renuncia hacia la búsqueda de un
entusiasmo nuevo que le devuelva su sentido a nuestra marcha hacia delante
[…] ¿Dónde encontrar los parámetros que nos ayudan para trazar el rumbo?”.
(Chiozza, 2015a, pág. 13) “Mirando para adentro” imagina el trazado de tres
mapas fundamentales cuya composición y magnitud de significancia varía con
el tiempo, el de nuestra relación con las personas significativas, el de nuestras
obras en marcha, y el de un perdurable “rescoldo” que contiene las
experiencias emotivas de la infancia.
Así, dirá que “encontramos, en los tres personajes prototípicos, tres maneras
de la vida que nos conducen a vivir en tres mundos. Un mundo edípico,
perceptivo y sensual, en donde habitan los objetos que ello, a través de
nosotros y con nuestro “corazón”, en el presente, quiere. Un mundo
prometeico, sensitivo y sensato, poblado con las satisfacciones y las penurias
que nuestro yo, con nuestro “hígado”, en un pasado que no ha terminado de
ocurrir, pudo (o no pudo). Y un mundo narcisístico, normativo y sensible, en
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Chiozza repara en que no es casual que el lenguaje utilice una misma palabra
“consciencia” para designar, por un lado, al acto de “darse cuenta” y, por el
otro, la conciencia moral, es decir, la noticia de una falta o de una prohibición
moral. Una palabra, “falta”, que reúne el doble carácter de carencia y de
trasgresión.
5.- La “ilusión” del yo. Sólo se puede ser siendo con otros.
Una multiplicidad que “puede suponer aun una íntima identidad de esencia que
deshace el límite artificial que trazamos desde nuestra conciencia entre los
individuos. Así lo han afirmado por ejemplo Jung desde el campo de la
psicología profunda con su concepto del inconsciente colectivo o, aplicando
conceptos de la física teórica a la comprensión de la relación entre el yo
subjetivo y la materia que lo compone, o Erwin Schrödinger (1944), premio
Nobel de física, reviviendo conceptos de la antigua filosofía hindú”. Colocar
“doble” entre comillas “es un intento de mantener siempre presente en la
conciencia que tal consideración “dual” de la experiencia es sólo una
simplificación” (Chiozza, 1970l [1968], pág. 87).
En el Prólogo de ese libro relata que, luego de haber escrito Las cosas de la
vida, donde intentó “describir cuáles son las experiencias y las circunstancias
que nos colocan en los umbrales de la enfermedad”, nuevas reflexiones y
escrituras decantaron “en una especie de hilo argumental que enhebra las
distintas y típicas “cosas de la vida” en un “hilo” que las muestra como ramas
que derivan de un mismo tronco que las nutre”.
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Un tronco que se podría rotular como el subtítulo del libro: Sólo se puede ser
siendo con otros. “La suficiencia o el déficit de ese ser con los otros define la
magnitud que alcanza la cualidad fundamental que el título designa: El interés
en la vida” (2012a, pág. 18) “No sólo estamos construidos biológicamente por
la simbiosis de otros seres vivos (procariotas y eucariotas (que son los ladrillos
de nuestro organismo (y que tienen una vida “propia”), sino que además
vivimos “cableados” con quienes nos otorgan una imprescindible pertenencia”
(2019b, pág. 100).
En ¿Por qué allí? ¿Por qué ahora?, conversando sobre de dónde venimos y
hacia adónde vamos, Chiozza habla de dos tipos de desarrollos. Uno que,
considera, se “preanuncia a través de una grave crisis cultural que puede
constituir el incentivo necesario para avanzar en esa dirección” (Chiozza y
Nikitina, 2018; pág.221).
El autor expresa que el otro tipo de desarrollo atañe a “un tipo de crisis que
más que cultural es intelectual”, y que ya mencionaba en trabajos de la década
del 70. Se trata de la crisis del pensamiento racional, que llevó a descubrir
otros modos de pensar, como la permutación que se constituye como un
proceso terciario, que amalgama proceso primario y secundario, importancia y
diferencia. Un tipo de permutación gracias a la cual “no solo transferimos,
también pensamos, sentimos, hacemos, recordamos, simbolizamos, hablamos,
jugamos y soñamos. Podemos decir, en otras palabras que gracias a eso
vivimos”
“Comprendemos así -continúa- que vivimos entre una serie de binomios que
continuamente se separan para volver a juntarse. Podemos mencionar, por
ejemplo, consciente e inconsciente, mente y cuerpo, yo y mundo, referente y
signo, acontecimiento y estado, tiempo y espacio […]. Parece atinado suponer
que todos esos binomios constituyen distintas facetas de un solo proceso, al
que sólo accedemos de una manera indirecta, que no nos permite develar el
misterio de ese vaivén sempiterno con el cual se entreteje la urdimbre de la
vida” (Chiozza y Nikitina, 2018, págs. 222, 224).
En un libro que tituló Hacia una teoría el arte psicoanalítico, Chiozza reúne sus
trabajos sobre teoría de la técnica psicoanalítica entre 1965 y 1995, algunos
realizados en colaboración con colegas. Ya en el título aparece la amalgama
entre arte y ciencia y sus escritos, en un comienzo más metapsicológicos, se
van haciendo cada vez más metahistóricos. En trabajos posteriores, Lo que
hace un psicoanalista cuando psicoanaliza a un paciente (Chiozza, 2012b) y
Para qué sirve el psicoanálisis (Chiozza, 2013b) profundiza en sus reflexiones.
explicitarla directamente con la persona del analista, que suele conducir a que
el campo se sature más rápidamente.
A modo de final
Nos parece oportuno volver a citar el prefacio del libro Trama y figura del
enfermar y el psicoanalizar, en el que Chiozza (1980h, pág. 125) recuerda que
los cabos de la marina inglesa poseen un hilo rojo que ininterrumpidamente los
recorre denunciando su filiación. El “hilo” intercomunicante que recorre y nutre
este libro -nosotros diríamos hoy, su obra-, que en última instancia le
permanece siempre fiel, proviene, a mi entender, de la captación intuitiva y
“global” de una Gestalt que habita el retículo inconsciente de la vida intelectual
de nuestra época. Creo que se trata de una Gestalt que en los últimos años ha
empezado a surgir en la conciencia de un número cada vez más grande de
autores de las más diversas disciplinas. Al principio, como puntos aislados
emergentes que de pronto quedaron “casualmente” vinculados; luego, como los
miembros sensibles y móviles, mutuamente influyentes, de un conjunto que
despierta la sospecha de un complejo sistema subterráneo que constituye un
engendro unitario”.
En sus últimos libros y en el libro El lenguaje que los órganos hablan, Chiozza
(2019a, pág. 200) señala los progresos teóricos de otras disciplinas como la
biología, la biosemiótica, la filosofía, la sociología o la física cuántica, que han
contribuido y “contribuyen a enriquecer nuestra comprensión de los asuntos a
los que, en nuestra especialidad dedicamos nuestros afanes. Las aperturas a
que han dado lugar los logros obtenidos en otros territorios contribuyen para
abrir, dentro del psicoanálisis, nuevos horizontes”.
Chiozza termina su libro El lenguaje que los órganos hablan con esta reflexión:
“Si volvemos ahora, por fin, a nuestro ser siendo con otros, que en su
expresión más elemental se constituye en la relación ‘tú y yo’, nos
reencontramos con la cuestión psicosomática. Porque […] debo reconocer que
yo, antes de ser yo, soy pensamiento (y por qué no sentimiento), un ser
psíquico que descubre ‘luego’ un cuerpo que considera ‘su-yo’. Tú, en cambio,
eres, en primera instancia, un cuerpo al cual le atribuyo, ‘luego’, un ser psíquico
que, siendo similar al mío, es ‘tú-yo’ ” (Chiozza, 2019a, pág. 209).
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Bibliografia
Referencias bibliográficas