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El Psicoanálisis Multifamiliar:

cómo curar desde la ‘virtualidad sana’


por el Dr. Jorge E. García Badaracco

[2006e]
I

A modo de introducción
En su origen, la psicoterapia fue concebida como en una relación bi-personal. Freud, pensando que el
inconsciente era “patógeno” por estar “reprimido” –en particular, respecto de la sexualidad–, desarrolló
el método psicoanalítico, que al permitir a una persona hacer la experiencia de “asociar libremente” en
presencia de otro, conduce a hacer “consciente lo inconsciente” y, en consecuencia, a alcanzar la “cura-
ción”.
Freud mismo, a través de su vida, fue descubriendo las dificultades intrínsecas de poder producir
‘cambios psíquicos’ profundos y significativos. Por otra parte, desarrolló las concepciones que todos
conocemos, que forman parte del bagaje del conocimiento psicoanalítico.
A partir de Freud, otros autores fueron aportando nuevas ideas y experiencias enriquecedoras, y cada
vez hemos ido tomando más conciencia de que la experiencia psicoanalítica bi-personal no abarca ni
resuelve todas las problemáticas, en particular las que nos plantean las patologías mentales graves.
El interés por los fenómenos intra-psíquicos y el “evitamiento” de la familia, característicos de la co-
rriente psicoanalítica que se centró en el individuo, hicieron que la aplicación del psicoanálisis al campo
de la psicoterapia de los grupos y la familia se hiciera a partir de una “técnica interpretativa individual”, o
de un “enfoque grupal” independiente del enfoque psicoanalítico, sin visualizar que el cambio del ‘campo
de trabajo’ iba a poner en evidencia la ‘dimensión vincular’ de los conflictos, que no había sido tomada
suficientemente en cuenta por el psicoanálisis.
Por su parte, el abordaje sistémico, que apunta al cambio de los “sistemas patógenos” de funciona-
miento familiar a través de señalamientos, tampoco toma en cuenta suficientemente que los individuos
“atrapados” en sistemas patológicos, no pueden salir de los mismos por falta de capacidades propias para
poder hacerlo.

Un ‘campo nuevo’
Cuando en la década de 1960 comencé a trabajar con grupos multifamiliares en el Hospital Borda de
la ciudad de Buenos Aires, una de las motivaciones que me llevó a hacerlo fue la percepción del “aisla-
miento” de los enfermos mentales en la vida –y entre sí en las salas de internación–, y el deseo de ayu-
darlos a salir de esa condición autista y de encierro emocional.
Observaciones similares, que se venían haciendo desde hacía mucho tiempo por diversos autores,
fueron motivando formas de trabajo terapéutico que se concretaron alrededor del concepto de Comuni-
dad Terapéutica (Maxwell Jones). Es decir que la inspiración más importante surgía de la ‘dimensión
socio-terapéutica’.
Pocos años antes había terminado mi formación psicoanalítica en París, y estaba particularmente
interesado en aplicar el psicoanálisis a la patología mental grave. Poco a poco fui descubriendo que las

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personas mentalmente muy afectadas no están en condiciones para aprovechar las interpretaciones psi-
coanalíticas.
Sin embargo, el ‘pensamiento psicoanalítico’ me permitía comprender y pensar la psico-patología de
estos pacientes, de una manera que profundizaba el ‘enfoque fenomenológico’, que era el que más se
utilizaba con los pacientes psiquiátricos.
Mi experiencia en ‘terapia de grupo’ y en ‘terapia de familia’ también me permitía visualizar la dimen-
sión familiar y la dimensión grupal, inherentes a estas reuniones multifamiliares.
Cuando comenzamos a reunirnos todos los días con los pacientes y los familiares en mi Sala del
Hospital, fui movido por una ‘intuición’ que me llevaba a querer investigar en un ‘campo’ nuevo con
herramientas desarrolladas en otros contextos.
Poco a poco, empezamos a descubrir que en cada paciente podíamos encontrar ‘aspectos sanos’ que
no se tenían en cuenta suficientemente, en particular con el trato que en general se daba a los enfermos.
En algún sentido, percibíamos que muchos pacientes “actuaban” como si nos estuvieran ‘poniendo a
prueba’ para saber cómo los “percibíamos” a ellos, si como seres humanos o sólo como “enfermos”.
Estas situaciones comenzaron a producirse con más frecuencia, y a medida que seguíamos haciendo
las reuniones, íbamos ‘de sorpresa en sorpresa’, porque nos encontrábamos con que cada paciente, poco
a poco, iba pudiendo darse a conocer en la medida en que podía ‘contar con’ uno.
Grupos multifamiliares y Grupos de Psicoanálisis Multifamiliar
Trabajando en el Hospital ‘Borda’ concebí una nueva forma de trabajar con todos los pacientes de la
sala al mismo tiempo, incluyendo a los familiares en todas las actividades y, en particular, en grupos
multifamiliares. La sala se fue convirtiendo poco a poco en una ‘comunidad terapéutica’.
Más tarde desarrollé la ‘Comunidad Terapéutica Psicoanalítica de Estructura Multifamiliar’, conti-
nuando en mi propia clínica psiquiátrica (1967-1992) la experiencia comenzada en el Hospital ‘Borda’.
Los resultados de mi trabajo durante esos treinta años han quedado reflejados en un libro. 1
Cuando en 1992 cerré la clínica psiquiátrica, fue evidente para mí que los grupos multifamiliares, que
tenían lugar en el contexto de la Comunidad Terapéutica desde hacía más de 30 años, podían consti-
tuirse en una forma nueva “independiente” de trabajar con pacientes mentales graves.
En consecuencia, comencé grupos multifamiliares en los Hospitales psiquiátricos ‘Borda’ (varones) y
‘Moyano’ (mujeres), que aún continúan, y que fueron la base del desarrollo de numerosos grupos afines
en la Argentina y varios países del mundo. Los resultados de este desarrollo fueron publicados también
en forma de libro. 2
A partir de ese momento, comencé a llamar a los grupos multifamiliares que coordinaba ‘Grupos de
Psicoanálisis Multifamiliar’, para dar cuenta a través de esta denominación de una ‘especificidad’, que
responde a un largo desarrollo y a una evidencia clínica muy amplia.
Pronto fue evidente que podían funcionar como recurso terapéutico valioso en instituciones psiquiá-
tricas –de internación completa o no–, como complemento de los tratamientos ambulatorios en los
Servicios de Consultorios Externos de los Hospitales psiquiátricos y, con el paso del tiempo, como es-
pacios de reflexión y desarrollo humano en grupos abiertos a la comunidad, ya sea en instituciones psi-
coanalíticas, organizaciones comunitarias o en los propios hospitales públicos.
El ‘Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar’ es un grupo multifamiliar grande, que puede llegar a conte-
ner hasta cien personas. En él tienen lugar ‘factores curativos’ que no se dan en otras circunstancias, y
que constituyen recursos poderosos para producir el ‘cambio psíquico’.

1
García Badaracco, Jorge E., [1990a]: Psychanalyse multifamiliale. La communauté thérapeutique psychanalytique à structure
familiale multiple, Paris, PUF, 1999.
2
García Badaracco, Jorge E., [2000a]: Psicoanálisis multifamiliar - Los otros en nosotros y el descubrimiento del sí-mismo,
Buenos Aires, Paidós, 2000.

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De la complejidad fenoménica que tiene lugar en los Grupos de Psicoanálisis Multifamiliar, vamos a
referirnos sólo a algunas de las ‘evidencias’ más significativas, con el objeto de presentar esquemática-
mente nuestra manera de pensar.
A pesar de toda la descripción y teorización que podamos presentar, hay una dimensión muy difícil
de transmitir, que es la ‘experiencia vivencial’. Esta dimensión es ‘indispensable’ para poder comprender
en profundidad lo que puede lograrse en la mente de las personas al trabajar de esta manera.
Por lo tanto, quiero advertir de antemano que ninguna descripción que haga a continuación puede
reemplazar el ‘estar presente’ y ‘compartir’ las situaciones de las que queremos hablar. ‘Estar presente’ y
‘compartir’ son, en definitiva, las situaciones que realmente interesan a la psicoterapia.
De las muchas cosas que acontecen en estos grupos vamos a abordar solamente algunas significativas,
con el objeto de dar cuenta de lo que pasa en esta forma de trabajo.

Evidencias y sorpresas
Es útil señalar desde este comienzo, que el recorrido de la investigación en este campo se caracterizó
por el surgimiento de ‘evidencias’ que nos llevaron de sorpresa en sorpresa.
Una de las sorpresas fue que muchos colegas, por diferentes motivos, siempre muy subjetivos, recha-
zaban participar en esta “aventura”, o actuaban como “desconociendo” que la estuviéramos realizando.
Reflexionando retrospectivamente, pienso que personalmente trataba a los enfermos como si estuvie-
ran “sanos”, y que esto hacía que ellos respondieran, poniendo en evidencia una ‘virtualidad sana’, que no
estaban dispuestos a “arriesgar” sin poder contar con un ‘contexto de seguridad’.
Todo esto me ha llevado a pensar que los pacientes y yo mismo nos parecíamos más en los ‘aspectos
sanos potenciales’, y que era a partir de ese “parecido” que iba a ser posible ayudarlos, y no desde las “di-
ferencias” que marcaba la patología.
Dado que la mejoría de estos pacientes fue siempre muy difícil de lograr con las terapias conocidas, en
particular en los diferentes contextos terapéuticos utilizados –individual, grupal y familiar–, se hizo
cada vez más evidente que la presencia de muchos “otros” en un ‘contexto’ multitudinario, era lo que
proveía la mejor “garantía” para que cada uno de los presentes pudiera contar con la ‘seguridad ambien-
tal’ necesaria para rescatar y desarrollar su sí-mismo verdadero.
Es así que, a lo largo de los años, la experiencia acumulada me ha llevado a algunas ‘convicciones’ sur-
gidas de las evidencias, y a un desarrollo teórico para dar cuenta de las mismas.

Cuando se llega a la convicción…


…de que para un enfermo mental, la única manera de “curarse” es a partir de lo que yo llamo la ‘vir-
tualidad sana’, parece sorprendente que esto no se haya formulado así antes, teniendo en cuenta el poder
enfermante o curativo que puede tener para un enfermo ‘cómo se siente mirado’ por los demás.
Tal vez muchos digan que esto no se dice porque es “obvio”. Pero sin embargo, si bien puede ser algo
obvio para quien lo escucha desde lo “intelectual”, no lo es para quien descubre que lo más importante de
toda psicoterapia es que el terapeuta ‘se dé cuenta’ de la ‘virtualidad sana’ que tiene la persona enferma a
quien se quiere ayudar, y que incluya ese ‘darse cuenta’, desde su mundo interno, en el ‘campo’ de la rela-
ción, como el “sostén” más importante que puede ofrecer a un otro que sufre.
El Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar provee las posibilidades, que no se dan en otros contextos
terapéuticos, de ser mirado “como enfermo” por los familiares, y simultáneamente poder ser mirado
“como potencialmente sano” por muchos otros dentro del grupo.
Todos hablamos de “salud” y “enfermedad mental” como si supiéramos de qué se trata. En verdad, el
conocimiento sobre estos temas es difuso.

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La ‘salud mental’ es un concepto que tiene una ‘connotación vivencial’ muy importante, pero que es
difícil de “definir” con precisión. En realidad, no se puede “definir” con precisión. Aparentemente sabe-
mos de qué se trata, pero no podemos dar cuenta acabada de ese “saber” con palabras. Por experiencia
personal, tenemos la ‘vivencia’ de que la salud se trata de una ‘capacidad para vivir’ la relación con los
demás de una manera satisfactoria.
Las primeras definiciones referidas a la salud tenían que ver con algo así como “ausencia de síntoma”,
a la manera de las enfermedades del cuerpo. Pero, en lo que hace a la mente y a la vida emocional, vemos
rápidamente que la ‘salud mental’ se puede medir sólo indirectamente, a través de lo que actualmente se
llama ‘calidad de vida’.
Pero la ‘calidad de vida’ no depende solamente de la persona. Múltiples factores y circunstancias pue-
den afectar la calidad de vida de una persona. La “capacidad”, entonces, de tener una ‘calidad de vida
satisfactoria’, está jaqueada a menudo por circunstancias desfavorables, que no pueden ser superadas por
la persona en cuestión.
La condición de lo que llamamos ‘salud mental’ depende, entonces, de capacidades propias, que me
gusta llamar ‘recursos yoicos genuinos’, y de factores del entorno o ‘contexto’ en el que nos toca vivir.

El ‘contexto social’ multifamiliar


Si bien es sabido que actualmente la problemática de la salud mental se piensa como ‘bio-psico-social’
–y de esta manera parece que abarcamos conceptualmente bien lo que sucede en la realidad–, también
nos encontramos constantemente con que las personas que asumen la ‘responsabilidad de ayudar’, no
siempre tienen recursos idóneos a la hora de tener que ayudar a seres humanos concretos, en circunstan-
cias concretas.
Hace muchos años descubrí que en el ‘contexto social’ constituido por grupos multitudinarios, se
puede ayudar a los participantes a mejorar sustancialmente la ‘calidad de vida psíquica’ –gerenciando
una ‘conversación compartida’ que tenga el poder de ‘abrir espacios mentales’–, en la medida en que cada
persona pueda, fundamentalmente, ‘aprender a escuchar con respeto’ lo que dice el que está hablando,
aunque no esté de acuerdo con lo que dice.
A este método de trabajo lo llamé ‘Psicoanálisis Multifamiliar’. Lo concibo como un ‘entorno de tra-
bajo compartido’, en el cual, por medio de la ‘conversación’, se pueden instrumentar ‘contextos’ para que
cada participante pueda desarrollar ‘recursos yoicos más genuinos’ que le permitan vivir satisfactoria-
mente su vida relacional y emocional. La fenomenología de lo que le pasa a las personas en este ‘contex-
to’, está descrita en libros y artículos de mi autoría.
Pero lo que nos interesa en este momento es hacer saber que, en este ‘contexto’, lo que llamamos “en-
fermedad mental” de una persona aparece como un ‘tipo de funcionamiento mental’ que está siendo
“condicionado”, en gran parte, por otras personas. Estas “personas” tienen el ‘poder de accionar’ y produ-
cir ‘efectos perturbadores’ que no le permiten a la persona “enferma” funcionar con autonomía. Esas
“otras” personas pueden estar actuando desde el mundo real, o pueden “actuar” desde una “presencia” en
el mundo interno de cada uno, a la manera de lo que hace años designé como ‘objetos enloquecedores’. 3
En estas condiciones, y en la medida en que nos demos cuenta de esto, podemos intervenir en esa
‘trama enfermante’ estableciendo ‘interdependencias recíprocas’ más sanas con ellos, que “liberan” a esa
persona del poder enfermante de las otras, y le permiten descubrir que tiene ‘recursos propios’, como
para poder utilizar y desarrollar su ‘virtualidad sana’. Los familiares pueden, de igual manera, recorrer un
camino similar.

3
García Badaracco, Jorge E., 1985a. “Identificación y sus vicisitudes en las psicosis. La importancia del concepto de ‘objeto
enloquecedor’”, en Revista de Psicoanálisis, XLII:3, págs. 495-514.

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Un camino diferente
Si bien es cierto que la ‘terapia multifamiliar’ puede ser vista como un desarrollo a partir de la evolu-
ción combinada de terapias de grupo y terapias familiares, mi camino personal fue diferente. Partiendo
intuitivamente de reunir, como se dijo antes, los pacientes de una Sala del Hospital con sus familiares, se
constituyó de entrada un ‘campo de acción’ amplio, en el que las dimensiones de grupo y de familia pasa-
ron a estar incluidas naturalmente dentro la ‘mini-sociedad’ en que se constituye el Grupo de Psicoanáli-
sis Multifamiliar.
Es bien sabido que la proliferación de “escuelas” divergentes, tanto en lo grupal como en lo familiar –
orientadas desde el psicoanálisis, desde lo sistémico, desde lo cognitivo, etc.–, han dado y siguen dando
lugar a controversias interminables.
Nuestra experiencia es que, en la medida en que representantes de distintas escuelas –tanto del psi-
coanálisis individual, como de la terapia de grupo y de la terapia de familia–, fueron acercándose a com-
partir con nosotros la experiencia del Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar, comenzamos a descubrir
que las “controversias interminables” que se presentaron y se siguen presentando en los diferentes con-
textos específicos, podían ser elaboradas mucho mejor en el ‘entorno de trabajo compartido’ multifami-
liar. Esto sucedió precisamente porque la ‘hiper-complejidad’ de este contexto permitía visualizar mejor
las semejanzas y las diferencias, y pensar y elaborar mejor los aspectos aparentemente “inconmensura-
bles” de las diferentes teorías.
Por lo tanto, lo que yo llamo Psicoanálisis Multifamiliar es una ‘mirada nueva’ para todos los fenó-
menos que tienen lugar en los Grupos, ya sean normales o patológicos, técnicos o teóricos, individuales,
grupales o familiares, de la mente individual o de la sociedad.
El Psicoanálisis Multifamiliar permite penetrar de una manera nueva en la verdadera naturaleza de
cada uno de estos fenómenos, eliminando el factor des-naturalizante que necesariamente tienen las “téc-
nicas” que aplicamos para ayudar a los pacientes.
En este nuevo ‘contexto’ todo lo humano puede aparecer como ‘más natural’, nos permite articular
más fácilmente lo sano y lo enfermo, y aceptar los diferentes enfoques posibles de un mismo fenómeno,
no necesariamente como contra-puestos sino como complementarios, por estar incluidos en una con-
cepción más amplia.
Es por esto que decimos que una persona individual puede sentirse ‘psicoanalizada multifamiliarmen-
te’, porque en el contexto del Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar, curiosamente, la dimensión indivi-
dual puede ser más respetada que en un psicoanálisis individual, porque está “custodiada por expertos”;
es decir, que a través de todos los “otros” del grupo se da una especie de “auditoría” de lo que pasa. De
igual manera una familia, como grupo pequeño, puede sentirse más respetada en el ‘contexto’ de otras
familias.

Evidencias y contexto
En los Grupos de Psicoanálisis Multifamiliar fui descubriendo “cosas” que se hacen evidentes en el
‘contexto’ del Grupo, y que aparecen como “emergentes” de procesos mentales internos de cada uno de
los participantes. Estos emergentes tienen que ver con los que podemos llamar ‘creatividad’, que no es
necesariamente conciente y que a veces puede aparecer como algo “mágico”.
Lo importante parece ser que las ‘evidencias’ que surgen en los Grupos deben ser rescatadas por al-
guien, y ‘puestas de relieve’ para que los demás las puedan “ver”, porque si no se corre el riesgo de que
pasen “desapercibidas”. Una vez que se han podido ver en el ‘contexto’ del Grupo, las personas pueden
empezar a “verlas” en ‘cualquier contexto’, es decir, fundamentalmente en la vida cotidiana.
De tal manera que una persona que vivía conflictos en relación a otras –por la tendencia, por ejemplo,
a interpretar “intenciones malévolas” en los demás–, comienza en el Grupo a darse cuenta de que perci-

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biendo y escuchando de una manera “más abierta” a los demás integrantes, los conflictos que vivía antes
se disuelven naturalmente.

Comunicación e interdependencias
Las ‘evidencias’ a las cuales nos referimos antes, tienen que ver, fundamentalmente, con poder descu-
brir que a lo que la gente llama de manera genérica “comunicación”, subyacen fenómenos que hemos
llamado ‘interdependencias recíprocas’.
Estas ‘interdependencias’ permanecen en general ocultas; es decir, no sólo no son explicitadas, sino
que habitualmente son escondidas, secretas y, a menudo, inconcientes para la misma persona.
Pero las ‘interdependencias’ vehiculizan el ‘poder de la palabra’ de producir emociones en los demás,
un poder que puede ser enfermante o curativo, según la naturaleza de las interdependencias en juego.
En el Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar es común ver que una persona puede decir algo “sin nin-
guna intención” de ofender o de producir malestar, y que otra persona se “siente” agredida, maltratada y
dañada por lo que acaba de escuchar. Esta situación, entonces, puede dar lugar a la necesidad de discul-
parse, dar explicaciones o justificaciones, las cuales pueden ser muy “adecuadas”, pero que no producen
el efecto deseado. Todos vemos que se ha producido un ‘malentendido’, muy difícil de desarmar en
cuanto a su “poder” de producir malestar.
En este sentido, la vida cotidiana de los seres humanos está dominada y caracterizada por la existen-
cia de ‘malos entendidos’ permanentes entre unos y otros, que muy a menudo pueden llevar a ‘situacio-
nes dilemáticas’, es decir, que aparentemente “no tienen solución” aunque se pidan disculpas, porque
además, en general, esas disculpas no son creídas y no tienen el “poder” de desarmar el malentendido.
Si bien la disculpa puede ser “racionalmente” justa, y debiera alcanzar para resolver el conflicto, no
tiene en los hechos el “poder” de hacerlo. Esto se debe a que el poder de producir daño, herida o sufri-
miento, no estuvo en el “significado” de las palabras sino en la ‘naturaleza’ de las interdependencias sub-
yacentes, que son las que tienen tal “poder”, y que se vehiculizan fundamentalmente a través del tono de
voz, el gesto que acompaña y la actitud corporal.

Las ‘interdependencias recíprocas’


A lo largo de los años y en diversos contextos, se fueron descubriendo diferentes fenómenos psíquicos
relacionados con las ‘inter-relaciones’ entre los seres humanos.
En el ‘contexto’ de la relación psicoanalítica, Freud descubrió la “transferencia” –y posteriormente la
contra-transferencia–, como la ‘evidencia’ de algo nuevo que surge en aquello que él consideraba el psi-
coanálisis. A partir de ese descubrimiento, comenzó a darse cuenta de que el “trabajo interpretativo” va a
tener que hacerse tomando en cuenta esta ‘evidencia’.
Descubrió que la “transferencia” es, primero, una “resistencia” a la interpretación psicoanalítica, luego,
que la transferencia pone en evidencia la repetición de un “conflicto” con los padres de la infancia, y por
último que los conflictos actuales tienen que ver con esa “repetición”. Es partir de estos descubrimientos
que gran parte del trabajo psicoanalítico se va a centrar, entonces, en la “interpretación” de la “repetición
transferencial” con el analista, de esos conflictos de la infancia.
Intentando tratar psicoanalíticamente a los pacientes esquizofrénicos, Frieda Fromm-Reichmann
describe la “madre esquizo-frenógena”, que presenta características de tener un “poder” enfermante, que
como su nombre lo indica, es el “poder de generar”, en su relación con sus hijos, una enfermedad llamada
“esquizofrenia”.
Más adelante, cuando comienza la terapia de familia, Gregory Bateson descubre lo que él llamó el
“doble vínculo” y el “doble mensaje”, para dar cuenta del “poder enfermante” de una madre sobre su hijo,
cuando en el campo de la relación con él, lo coloca en la situación de lo que Bateson llamó “no poder

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ganar nunca”. Como sabemos, se trataba de encontrar una explicación a la patogénesis de la esquizofre-
nia a partir de la relación madre-hijo.
Estos fenómenos, que fueron “descubrimientos” de ‘evidencias de fenómenos’ que habían existido
siempre –pero que aparecían como fenómenos “nuevos”–, empezaron a aparecer como evidencias mu-
cho más “evidentes” en el contexto del Psicoanálisis Multifamiliar.
En este contexto, el fenómeno que yo comencé a llamar ‘interdependencias recíprocas enfermantes
y/o enloquecedoras’ abarcaba las transferencias y contra-transferencias que se producen en el campo
psicoanalítico, los fenómenos descriptos por Frieda Fromm-Reichmann como “madre esquizo-
frenógena”, y los fenómenos de “doble vínculo” y “doble mensaje” en el campo de la terapia familiar.
Ahora bien, lo que los distintos investigadores comenzaron a descubrir a partir del descubrimiento
freudiano, dio lugar a los intentos de corregir y desarmar el poder enfermante por medio de la utiliza-
ción de “interpretaciones” y de “estrategias terapéuticas” de distinto tipo, “condicionando” de esta mane-
ra el desarrollo de diferentes escuelas terapéuticas, casi siempre separadas entre sí, y en cierto modo
compitiendo por ser “la mejor manera de curar a la gente”.
Así, se fueron dando un avance progresivo de la comprensión de estos fenómenos y un poder curativo
creciente, pero al mismo tiempo “limitaciones” de ese mismo poder curativo, limitaciones cuya ‘verdade-
ra naturaleza’ no ha podido ser captada suficientemente, como para poder superar la enorme cantidad
de fracasos terapéuticos que encontramos en el campo de la psicoterapia en general.

La ‘virtualidad sana potencial’


Como dijimos antes, cuando en la década del ’60 comencé a trabajar con grupos multifamiliares, co-
mencé a descubrir nuevas ‘evidencias’, porque al mismo tiempo que se hacía muy visible el “poder” en-
fermante de las ‘interdependencias patógenas’, al mismo tiempo se empezó a hacer muy evidente el ‘po-
der curativo’ de lo que yo empecé a llamar las ‘interdependencias recíprocas normogénicas, curativas y/o
sanadoras’.
Si bien estas denominaciones traen connotaciones aparentemente “mágicas”, porque parecen aludir a
fenómenos para-psicológicos, producidos por “santones” o hipnotizadores, en realidad tienen explica-
ciones científicas serias, basadas en ‘evidencias’ que fuimos descubriendo en el ‘contexto’ del Psicoanálisis
Multifamiliar, y que están ampliamente documentadas en la bibliografía adjunta, y en centenares de
horas de filmaciones, recursos complementarios se constituyen en un material valioso de investigación y
enseñanza.
En este contexto, uno de los primeros fenómenos llamativos, que apareció como una ‘evidencia’ im-
pactante, es decir, como una “sorpresa” para todos, es que una persona considerada “enfermo mental
grave” podía comenzar a comportarse y hablar como una persona normal.
Si bien Bion ya había hablado de que podemos encontrar en los enfermos mentales una “parte psicó-
tica” y una “parte neurótica” de la personalidad, aquí se trataba más bien de una “comprobación” –que
poco a poco se fue dando como una comprobación sistemática–, de que en cualquier enfermo, por más
enfermo que esté, no hay solamente una “parte sana”, 4 sino que existe en esa persona lo que yo comencé
a llamar ‘virtualidad sana’.
La ‘virtualidad sana’ tiene un ‘potencial’, a partir del cual se van a poder desarrollar ‘recursos yoicos
nuevos’. Es desde éstos, a su vez, que el ‘proceso terapéutico curativo’ va a tener lugar como un ‘proceso
de desarrollo’ de nuevos recursos psico-emocionales, recursos con el “poder” de desarmar el poder en-
fermante de las ‘interdependencias patógenas’ en las que esa persona ha quedado atrapada.

4
Ya Freud había descripto que en todo enfermo hay “alguien sano que está observando todo lo que pasa a su alrededor”.

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En ese sentido, el Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar provee de experiencias enriquecedoras múlti-
ples para todos los participantes, lo cual promueve el desarrollo, en cada uno, de ‘nuevos recursos yoicos
más genuinos’.
Este descubrimiento nos permitió progresivamente ir haciendo otros y, al mismo tiempo tener cada
vez más resultados terapéuticos positivos, aun en casos aparentemente crónicos.

Los “otros” en nosotros y el aislamiento “protector”


¿Qué es lo que mantiene “atrapada sin salida” la ‘virtualidad sana’ que subyace a toda persona enfer-
ma?
Si existe siempre una ‘virtualidad sana’ que se pone en evidencia cuando, a través de una terapia, la
persona puede “curarse” –y en muchos casos esto no ocurre por la forma en que un paciente nos hace
“fracasar” como terapeutas–, en el Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar comenzamos a percibir, más
claramente que en otros contextos, la existencia, en el “mundo interno” de estos pacientes, de “presen-
cias” intra-psíquicas con poder enfermante, “presencias” que tienen un accionar permanente, inconcien-
te, oculto, secreto, muy difícil de poner en evidencia en los otros contextos.
¿Qué especificidad tiene, entonces, el Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar, que permite el surgi-
miento y desarrollo de la ‘virtualidad sana’ atrapada?
La respuesta a esta pregunta no fue “un” descubrimiento, sino una multiplicidad de descubrimientos
que fueron poniéndose en evidencia en el trabajo terapéutico en ese ‘contexto’, a través de la investiga-
ción sostenida durante muchos años.
Nos “sorprendió” descubrir que una de las dificultades más importantes de un llamado “paciente
mental” es la de no ‘poder escuchar’ realmente a los demás.
Algunos pacientes estaban tan encerrados y “protegidos”–al mismo tiempo–, en lo que en alguna
época se llamaba “coraza caracterológica” (Reich), que todo lo que podían ver y escuchar estaba “filtrado”
y recortado por una estructura mental rígida. Ésta funcionaba como una “coraza protectora” de las emo-
ciones o vivencias que podían despertarse en las ‘interdependencias recíprocas’, emociones y vivencias
que podían “gatillarse” a través de lo que los demás estaban diciendo.
Esta coraza protectora, que había tenido su origen y se había organizado para protegerse del sufri-
miento que se generaba en el contexto familiar en la relación con los “otros”, fue condicionando un ais-
lamiento, que al mismo tiempo que era protector, y que se fue convirtiendo en un encierro “empobrece-
dor de desarrollo” de ‘recursos yoicos nuevos’.
En estas condiciones, cualquier apertura mental puede ser angustiante, por el miedo que produce el
“despertar” de emociones o vivencias. Éstas aparecen como traumatizantes por el ‘déficit de recursos
yoicos’ que la persona experimenta, sin darse cuenta, debido a una condición carencial de ‘no estar pre-
parado para la vida de relación’.
Desde esa “solitariedad” se fueron armando las llamadas “defensas”, que condicionaron necesidades
vitales de identificarse con los mismos personajes enfermantes, incorporando entonces ‘presencias enlo-
quecedoras’ para poder sobrevivir a las ‘angustias enloquecedoras’. Esto llevó a la estructuración de un
aparato psíquico “enfermo”, y además con ‘poder enfermante’.
Al mismo tiempo que la persona enferma estaba “encerrada” en una estructura mental rígida que la
llevaba a repetir conductas compulsivamente –presentando el fenómeno de la “compulsión a la repeti-
ción”–, y obligándola a “no poder pensar”, descubrimos que esta persona tenía la ‘capacidad potencial’ de
poder empezar a “ver”, muy paulatinamente, a través de los demás, lo que no podía ver en sí misma.
Mejor dicho, en los Grupos de Psicoanálisis Multifamiliar, el “poder ver”, en términos de ‘interde-
pendencias patógenas’, la forma de relacionarse de los otros, cuando tiene lugar “delante de nosotros”,

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tiene el poder de “hacernos ver”, a través de los otros, lo que uno no puede ver en uno mismo, en particu-
lar en sus propias ‘interdependencias patógenas’ con otros.
Es decir, que lo que yo llamo ‘interdependencias patógenas’, evidentes en cada momento en los Gru-
pos de Psicoanálisis Multifamiliar –al mismo tiempo que podían ser interpretadas como “transferencias
y contra-transferencias múltiples”, como fenómenos de “doble vínculo” y “doble mensaje” entre unos y
otros, como “formas de enloquecer a alguien” (Searles), y como “formas patológicas” de los sistemas fa-
miliares–, eran ‘evidencias’ de que, en la medida en que alguien podía empezar a “verlas” sin sentirse
traumatizado por las mismas, iba adquiriendo por sí mismo (sin darse cuenta necesariamente), una ‘ca-
pacidad nueva’ para ‘poder pensar’ esos fenómenos, descubrir por sí mismo la interpretación psicoanalí-
tica, y desarmar el poder patógeno de esos mismos fenómenos en sí mismo.
Simultáneamente con esto, que podemos llamar ‘apertura mental’, las personas podían empezar a ver
y a escuchar las ‘evidencias’, que antes pasaban como desapercibidas. De tal manera, el ‘contexto’ del
Psicoanálisis Multifamiliar se transformaba paulatinamente en un “laboratorio” de investigación y
aprendizaje para los profesionales, y por las mismas ‘evidencias’, en un ‘contexto curativo’ para los pa-
cientes y sus familiares, que podían así comenzar a utilizar mejor las interpretaciones psicoanalíticas o
empezar descubrirlas por sí mismos.

Las experiencias vivenciales


A las personas que no han realizado experiencias vivenciales en el Grupo Psicoanálisis Multifamiliar,
es posible que no les sea fácil, a través de la descripción que venimos haciendo, detectar en cada momen-
to a qué fenómeno queremos referirnos. Pero esta dificultad es inherente a la naturaleza de los fenóme-
nos que estamos describiendo.
Una cosa es que un ‘concepto’ remita a su ‘significado’, y al mismo tiempo a una ‘experiencia viven-
cial’, y otra cosa es que un concepto remita “solamente” a su significado, sin el ‘referente’ de la experiencia
vivencial.
De tal manera, una de las dificultades de la psicoterapia en general es que los ‘conceptos’ que utiliza-
mos para “formular” nuestras interpretaciones, muchas veces no pueden evocar en los pacientes ‘eviden-
cias’ vivenciales, “evidencias” que no tienen todavía la capacidad de hacer concientes.
De ahí que, desde los primeros tiempos del psicoanálisis individual, algunos autores, como Strachey,
pusieron el acento en la necesidad del logro de “interpretaciones mutativas” para producir cambio psí-
quico. Esto se refería, justamente, a la necesidad de que la “interpretación” fuera formulada sobre la base
de una ‘experiencia vivencial’, en el contexto de la transferencia/contra-transferencia, y no solamente
como una “interpretación intelectual” de un contenido inconciente, que sólo puede producir ‘cambio
psíquico verdadero’ cuando se “presenta” a la conciencia como un contenido o recuerdo vivencial, y no
como un significado solamente.

El poder curativo de poder ‘contar con’ otro


En el contexto del Psicoanálisis Multifamiliar hay una potenciación, increíblemente positiva, del po-
der curativo, que surge de un conjunto de factores que actúan simultáneamente, en forma sincrónica.
A través de experiencias vivenciales compartidas por muchos, se genera una ‘solidaridad grupal’, que
hace surgir un fenómeno muchas veces nuevo en la vida de los seres humanos, que es el de poder ‘contar
con’ otro.
Desde ya que en toda psicoterapia, cualquiera sea la forma de pensar el ‘proceso terapéutico’, el poder
‘contar con’ el terapeuta siempre apareció como algo fundamental, más allá de lo que el terapeuta pueda
decirle al paciente.

García Badaracco, Jorge E. [2006e]: “El Psicoanálisis Multifamiliar: cómo curar desde la ‘virtualidad sana’”.
–Página 9 de 19–
En el contexto del Psicoanálisis Multifamiliar, el haber podido a través de los años compartir con
otros experiencias vivenciales, genera el fenómeno nuevo de poder ‘contar con’ muchos “otros” –para
poder ser más uno mismo y poder pensar por uno mismo–, a pesar de las interferencias a las cuales es-
tán sometidos los pacientes en general, por estar “habitados” intra-psíquicamente por presencias enlo-
quecedoras.
Al mismo tiempo que se despiertan en cada uno “recuerdos” de experiencias traumáticas, que tienden
repetirse como “nuevos traumas”, en el Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar esas experiencias van per-
diendo el carácter de repeticiones traumáticas, van “desgastando” su poder traumatizante, y se van gene-
rando al mismo tiempo ‘recursos yoicos nuevos’, que es lo que subyace necesariamente a lo que llama-
mos “elaboración del conflicto”. 5
En este sentido, en el ‘contexto’ del Psicoanálisis Multifamiliar, cada participante puede realizar un
‘proceso terapéutico’ personal, que en última instancia es de la misma naturaleza que el proceso terapéu-
tico que pueda darse en cualquier otro contexto. Y cualquier otra experiencia terapéutica que haga cual-
quiera de los participantes, es decir, cualquier tratamiento psico-terapéutico que esté realizando, podrá
integrarse sin dificultad a la experiencia que está haciendo en estos Grupos.
En general, el Psicoanálisis Multifamiliar se constituye en la ‘experiencia terapéutica integradora’, que
permite ‘articular’ a las otras sin caer necesariamente en el “tironeo” que se produce cuando una persona
hace varias terapias simultáneamente, en las cuales recibe interpretaciones que a veces se le aparecen
como “contradictorias”. Aquí estará en mejores condiciones para ‘articular’ mentalmente “perspectivas”
que pueden aparecer como ‘controversias’ aparentemente insolubles.

Heterogeneidad y homogeneidad
En un primer momento, la “heterogeneidad” de las problemáticas que presentan las personas y las
familias que concurren al Grupo puede producir sensaciones de ‘confusión’. Esto en general se produce
por no saber qué se está haciendo en un lugar en donde cada persona o cada familia que interviene habla
de una historia personal o familiar “singular”, historias que, si se van acumulando como una sucesión de
historias “diferentes”, pueden producir una sensación de agobio.
La coordinación del Grupo, en ese sentido, tiene que centrarse en una tarea de ‘articular’ entre sí las
diferentes historias de vida, las mismas que en un primer momento hacen que uno pueda preguntarse:
“¿Qué tengo que ver yo con lo que estoy escuchando?”
Esta vivencia, que es bastante sistemática en las primeras veces que se participa, se relaciona con el
hecho, al que nos referimos antes, de una incapacidad de “ver” las semejanzas existentes entre las formas
de ‘interdependencias recíprocas’ entre los seres humanos, que subyacen a lo que las personas tienen
tendencia a comunicar en términos de ‘historia singular’.
Cuando el participante de un Grupo comienza a “ver” lo que antes no veía, y a poder “escuchar” lo
que antes no escuchaba, descubre un interés y una curiosidad por las “historias particulares” que antes
no sentía; no como una “curiosidad” de solazarse con el mal ajeno, sino una ‘curiosidad genuina’ de des-
cubrir la universalidad inherente a cada vivencia singular del ser humano.
La experiencia acumulada a través de los años me ha permitido comprobar que un grupo multitudi-
nario se puede ir preparando para contener todo tipo de patologías, diferencias culturales y comporta-
mientos “extraños”.
A través de la experiencia, cualquier persona puede descubrir que los “sanos” no son tan sanos como
parecen, ni los “enfermos” tan enfermos como se presentan. Que un llamado “sano” puede aprender mu-

5
Por el hecho de que se repiten en un ‘contexto’ nuevo, en donde el sí-mismo se siente “sostenido”, a veces por primera vez
en su vida, por ‘poder contar’ con esos “otros”, incluyendo por supuesto a los terapeutas.

García Badaracco, Jorge E. [2006e]: “El Psicoanálisis Multifamiliar: cómo curar desde la ‘virtualidad sana’”.
–Página 10 de 19–
cho de un psicótico, y que un psicótico puede descubrir su ‘virtualidad sana’ a través de otros “sanos” que
sepan ayudarlo.
Para que este enriquecimiento humanizante tenga lugar, es necesario que el coordinador desarrolle
una mayor capacidad de contención psicológica de todo tipo de vivencias, incluyendo las aparentemente
más “locas”, con el objeto de lograr que un grupo multitudinario se constituya en un ‘contexto de seguri-
dad psicológica’.

Apertura mental de los terapeutas


De la misma manera que el paciente o el familiar involucrado en ‘interdependencias patógenas’ puede
recorrer un camino personal que, al liberarlo de ‘presencias enloquecedoras’, le permite ‘ampliar su men-
te’ y enriquecer su mundo vivencial con las vivencias de los otros, el profesional que asiste a estos Grupos
también comienza a abrir su mente.
En ese sentido, en lugar de enfocar su investigación solamente en el “significado latente del contenido
manifiesto” –para aportar su interpretación–, el profesional descubre que al percibir y rescatar para to-
dos la ‘universalidad’ de las vivencias singulares de cada uno, genera precisamente la “hermandad” nece-
saria para que se vaya dando la solidaridad que permite a cada uno poder ‘contar más con’ los demás.
En la medida en que descubre un “nuevo recorrido” posible en el ‘proceso terapéutico’, el terapeuta
puede empezar a visualizar mejor cómo un paciente se va “curando”, y por qué otro no va a poder toda-
vía, hasta que no logre “neutralizar” el poder patógeno de las ‘presencias enloquecedoras’ que lo habitan y
pueda pensar con más autonomía. Porque es precisamente el “poder pensar con autonomía”, es decir,
con ‘mente ampliada’, que nos va a permitir pensar ‘junto con’ otros, es decir, ‘ampliar la mente’ de uno
sin perder la autonomía propia.
En este sentido, las diferentes formas de psicoterapia –individual, familiar o grupal–, que tienen ten-
dencia a generar una “expectativa” acerca de lo que va a decir el terapeuta, pueden “estimular” la tenden-
cia a escuchar la palabra del terapeuta como la palabra “privilegiada” de la que hay que recibir la “sabidu-
ría”.
Así, sin darse cuenta, “delegan” la responsabilidad de ‘pensar por uno mismo’ –utilizando las viven-
cias de los demás para enriquecer la experiencia propia–, y “estimulan la tendencia” a tomar la experien-
cia de los demás con el respeto “reverencial” del que toma algo del otro como un “modelo” a imitar o
incorporar como tal.
En el contexto del Psicoanálisis Multifamiliar se hace más evidente que en otros contextos, que mu-
chas veces la “enfermedad mental” aparece más bien como el “producto” de una mente que pretende
funcionar con una teoría “única”, y en ese sentido puede parecerse, insensiblemente, al funcionamiento
mental de un terapeuta que pretende curar desde la idealización, privilegiando exageradamente una úni-
ca teoría psicológica.
Esto también se relaciona con lo que dijimos antes con respecto a la ‘heterogeneidad’, porque en la
medida que nos ayuden a poder ‘respetar las diferencias’ y ‘visualizar las semejanzas’, la heterogeneidad
será mucho más enriquecedora que la homogeneidad, la cual, al ser el “producto” de una tendencia clasi-
ficatoria y nosográfica, es necesariamente empobrecedora en cuanto a lo que estamos desarrollando.

Los “otros” en nosotros y la identidad de “personaje”


En varias oportunidades nos hemos referido a la existencia de lo que llamamos ‘presencias enloquece-
doras’ en la mente individual de los enfermos mentales, tanto neuróticos como psicóticos.
Si bien tradicionalmente se establecen diferencias muy marcadas entre el funcionamiento neurótico y
el funcionamiento psicótico, tal como pensó Bion, la comprobación de la existencia de presencias con

García Badaracco, Jorge E. [2006e]: “El Psicoanálisis Multifamiliar: cómo curar desde la ‘virtualidad sana’”.
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‘poder patógeno’ en la llamada “mente enferma” conduce a concebir la enfermedad mental de una mane-
ra diferente.
En lugar de hablar del “trastorno mental” de un individuo, la evidencia clínica, en particular en el Psi-
coanálisis Multifamiliar, nos lleva a pensar en los enfermos como seres humanos que están “siendo en-
fermados” permanentemente por ‘presencias’ con “poder” enfermante.
De una manera muy esquemática, podemos decir que cuando Freud presentó su concepción del apa-
rato psíquico en términos de Ello, Yo y Superyó, la idea principal era que el mundo pulsional propio del
Ello podía ser enfermante por el hecho de ser inconciente, y que el Superyó podía ser enfermante por
sus características de severidad, de rigidez y de “ser amenazador”.
De igual modo, cuando Melanie Klein, al describir la existencia de “objetos internos”, proponía visua-
lizar la mente de los pacientes psicóticos como “atrapada” en una “posición paranoide-esquizoide” sin
poder alcanzar la “posición depresiva”, por la existencia de objetos internos “malos” persecutorios, teori-
za en una forma que puede considerarse como precursora de la descripción de ‘presencias enloquecedo-
ras’ en la mente de los enfermos mentales.
Pero las evidencias que se presentan en el contexto del Psicoanálisis Multifamiliar, permiten ‘articu-
lar’ mejor, a la luz de nuevos descubrimientos, los aportes de diferentes autores.
Hemos dicho en otras oportunidades que en el contexto del Psicoanálisis Multifamiliar el paciente
mental grave se presenta, en la relación con los demás, no como una persona con identidad propia sino
como un “personaje”.
De la misma manera, es muy común ver cómo el ‘familiar significativo’ del paciente mental es tam-
bién un “personaje” y, en ese sentido se puede decir que un hijo enfermo, no pudiendo “ser” un sí-mismo
verdadero, se presenta como “habitado” por sus padres como personajes.
Si bien es cierto, entonces, que ese “personaje” que habita al paciente puede ser teorizado como un
“objeto interno persecutorio”, según Melanie Klein, o como un “Superyó amenazador”, según Freud, en
el contexto del Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar, el enfermo como “personaje” aparece como la úni-
ca forma que ese hijo encontró para poder “neutralizar”, aunque patológicamente –identificándose con
él–, el sufrimiento producido por el ‘poder patógeno’ de sus padres.
La historia personal de muchos enfermos, más allá de las ‘singularidades’ de cada una de ellas, es “se-
mejante” entre unos y otros en los “tipos” de ‘interdependencias patógenas’ entre padres e hijos. La visua-
lización en “vivo y en directo” del accionar de esas interdependencias patógenas en algún caso particular,
permite descubrir en forma personal –tanto los hijos enfermos, por una parte, como los padres igual-
mente enfermos, por otra–, la ‘universalidad’ de ese caso particular, que “gatilla” las situaciones traumá-
ticas por las que cada uno de ellos ha pasado en el curso de su vida, las cuales los han llevado a estar vi-
viendo lo que les está pasando en el momento actual.
En ese sentido, lo que se pone en evidencia delante de muchos otros y que permite la participación
comprometida de varios –en el sentido de poder aportar cada uno su ‘visión personal’ de lo que está
ocurriendo–, puede ir enriqueciendo el campo vivencial de los participantes de tal manera que, a favor
del desarrollo de ‘nuevos recursos yoicos’, tanto el hijo enfermo como la madre o el padre enfermantes,
pueden ir “descubriendo” por sí mismos cómo fueron quedando atrapados en ‘tramas de interdependen-
cias patógenas’.
Al mismo tiempo, por la forma en que se va dando la experiencia enriquecedora en el contexto del
Psicoanálisis Multifamiliar, se puede ir “visualizando” la posibilidad de destrabar el “poder” de esas tra-
mas.
En estas condiciones, los aportes de distintos profesionales presentes, aunque puedan presentarse
como aparentemente “contradictorios”, serán más fácilmente integrables entre sí, a medida que el pa-
ciente, saliendo del funcionamiento rígido/empobrecedor que describimos al principio, pueda ir ‘am-
pliando su mente’ a través de su propio ‘proceso terapéutico’.

García Badaracco, Jorge E. [2006e]: “El Psicoanálisis Multifamiliar: cómo curar desde la ‘virtualidad sana’”.
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II

Pasando a describir fenómenos relacionados con pacientes con patología mental grave, vamos a refe-
rirnos en lo que sigue a la utilidad del Psicoanálisis Multifamiliar para el abordaje del paciente psicótico
y su familia, y a la utilización del pensamiento psicoanalítico en el contexto multifamiliar.

La des-alienación en el ‘contexto’ del Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar


En general, los pacientes y sus familiares llegan al Grupo inmersos en un clima de violencia que se ha
ido incrementando imperceptiblemente, y que desemboca en un clima de paranoia y miedos recíprocos,
re-alimentado muchas veces por diagnósticos asustantes, medicación anti-psicótica e internaciones
compulsivas, que aumentan el sufrimiento de todos.
Es bastante común que, casi inmediatamente, los ‘pacientes’ se conecten con el Grupo, y comiencen a
des-alienarse en el mismo. Es un ‘contexto’ en el que el ‘paciente señalado’ puede “rescatarse”, al poder
hablar con otras personas con las cuales no existen relaciones de ‘interdependencia patógena’: un ‘ámbi-
to’ en el cual el paciente mismo puede darse cuenta de que su condición mental no es tan alarmante co-
mo sentía.
Cuando cede esta “preocupación”, generalmente son los padres los que comienzan a ponerse muy
nerviosos, y muchas veces es bastante sencillo que puedan ver a través del Grupo cómo, sin darse cuenta,
se fue estableciendo una ‘interdependencia recíproca patógena’ –a través del tiempo– entre los miem-
bros de esa familia, una ‘trama’ que los tiene atrapados y es fuente de muchos sufrimientos antiguos y
presentes.

Posibilidades curativas de los diversos ‘contextos’


En una situación terapéutica individual, el paciente hubiera aparecido como un paciente perseguido,
paranoide, temeroso de lo que el psicoanalista pudiera encontrar en su inconsciente.
En un grupo pequeño, sin la presencia de los padres, no hubiera sido posible visualizar la ‘trama’ que
de entrada se percibe en el Grupo. Sin ver directamente la forma en que el ‘clima familiar’ influía en el
paciente, es difícil “comprender” la situación en su totalidad.
En el Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar, una vez que la “enfermedad” ha desaparecido –como por
arte de magia–, los padres y el paciente pueden empezar a contarnos las “verdaderas” dificultades en la
familia, y las “complicidades” que se han ido construyendo durante años. También aparecen las “actua-
ciones” del paciente –que ahora se pueden ver claramente como “pedidos de auxilio”–, y que llevaron a la
familia a pensar que el paciente se había vuelto “loco”.
Cuando en el ‘contexto’ del Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar el paciente deja de ser “loco”, todos,
incluidos los demás participantes y los terapeutas, pueden comenzar a bajar la carga emocional, a pensar
las singularidades de cada uno y a darse a una especie de explicación satisfactoria de lo que ha pasado.
Todas estas situaciones, muy difíciles de manejar tanto en terapia individual o en terapia familiar de
grupo pequeño, se disuelven poco a poco en las reuniones semanales del Grupo de Psicoanálisis Multi-
familiar, porque en ese ‘contexto’ los recursos terapéuticos son múltiples, y se adecuan a cada paciente
(atrapado en una trama psicotizante en la que se producen re-alimentaciones enloquecedoras), de una
manera sutil y apropiada a cada caso.
El Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar pone de manifiesto los mecanismos de ‘interdependencia
patógena’ que, en otros ‘contextos’, son mucho más difíciles de visualizar, porque estos “mecanismos”
están profundamente soterrados en el inconsciente, secretos, disfrazados, y son distorsionados y oculta-
dos permanentemente. Estos son casos en donde, por diversos motivos, cada uno tiene mucho miedo de
traer a la luz “verdades” que, siente, pueden dañar al otro o producir vergüenza.

García Badaracco, Jorge E. [2006e]: “El Psicoanálisis Multifamiliar: cómo curar desde la ‘virtualidad sana’”.
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La “locura” como expresión de la patología del vínculo
El Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar se constituye como una mini-sociedad. Lo forman familias
de distintos orígenes y con distintos problemas. Pero, básicamente, los ‘conflictos humanos’ son siempre
los mismos, aunque tomen formas tan variadas que, muchas veces, es muy difícil identificar las ‘semejan-
zas’.
Los conflictos son “patológicos”, porque se dan en ‘vínculos de interdependencias patógenas’ que difi-
cultan o imposibilitan lo que llamamos su elaboración o resolución. Se presentan así como ‘conflictos
dilemáticos’. No es suficiente “tomar conciencia” para que se produzca un cambio: es necesario que se
den ciertos cambios para que puedan abrirse ‘espacios mentales’ que permitan pensar y, desde allí, poder
cambiar. Una de las más importantes ‘funciones terapéuticas’ será, entonces, la de ir “visualizando” las
semejanzas entre lo que le pasa a una familia con relación a lo que le pasa a otra, lo cual permite la ‘meta-
forización’ de la situación.
Mi experiencia me ha demostrado que el paciente mental grave necesita un ‘contexto social’ para que
su “locura” tenga donde expresarse. Dada su naturaleza propia, la “locura” –que no puede ser “pensada”–
necesita de un “otro” para poder ser actuada. Las formas de expresión de la locura, en la dimensión vin-
cular con el otro, son:
• La expresión de un tipo de ‘interdependencias patógenas’ vividas con las figuras parentales que tienen,
en el llamado ‘mundo interno’, una vigencia actuante que conserva el ‘poder patógeno’ que estas interde-
pendencias tuvieron en aquellas épocas.
• Las características de los pacientes, que actúan como “personajes” en un contexto comunitario, se potencian
enormemente cuando incluimos a los familiares. Presentan por momentos aspectos de “caricatura” que nos
ponen a prueba, en el sentido de poder descubrir –más allá de los “personajes”, construidos con identificacio-
nes con ciertos aspectos de los padres– a la ‘persona infantil sana’ que anida todavía en su interior, sin haber
podido desarrollar su potencial.
• Los pacientes parecen “habitados” por múltiples personajes, a menudo incompatibles entre sí, que han impe-
dido el desarrollo del sí-mismo verdadero.
• Los tipos de inter-relaciones que se reactivan y se actualizan en la dimensión familiar de la psiquiatría –es de-
cir, que la psicosis es siempre una patología vincular–, ponen en evidencia las características de lo que, desde el
psicoanálisis, llamamos “transferencia psicótica”.
• La familiaridad que, a través de los años de práctica, he alcanzado, me permite “pensar” la locura con una dis-
tancia suficiente, a pesar de la proximidad empática que necesitamos lograr y conservar para con esos pacien-
tes. Sólo así podremos mantener un rapport o ‘vínculo de interdependencia recíproca sana’ que nos permita
trabajar, desde ese lugar compartido, en el “rescate” que el paciente necesita para poder salir de la locura; es de-
cir, de la ‘trama de interdependencias patógenas y enloquecedoras’ por las que se siente atrapado en su relación
con los otros y, también, lograr librarse de la ‘trama de interdependencias patógenas’ y ‘objetos enloquecedores’
por los que se siente “habitado” en su ‘mundo interno’.

Un espacio para que la “locura” se despliegue


Como dijimos antes, el ‘contexto’ del Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar –es decir, el conjunto de
los pacientes y sus familiares–, constituye una ‘trama social’ en la que la “locura” puede tener un “espa-
cio” para poder desplegarse, y al mismo tiempo, des-alienarse.
Es difícil aquí encontrar las palabras adecuadas que permitan hablar de la “locura”. Pero la percibimos
en carne propia cuando, francamente alterada, una persona se expresa a los gritos, muy enojada, o dice
“cosas”, aparentemente incoherentes.
Se trata, entonces, de ‘poder tolerar’ lo que esa persona nos hace sentir, con toda la ‘confusión’ de no
poder pensar ni entender lo que nos quiere decir. Percibimos, poco a poco, que la aparente incoherencia
de lo que expresa puede comenzar a tener sentido si, pese a la carga emocional que nos impide poder

García Badaracco, Jorge E. [2006e]: “El Psicoanálisis Multifamiliar: cómo curar desde la ‘virtualidad sana’”.
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pensar, intentamos construir con la imaginación un “escenario”, en el que lo que esa persona está dicien-
do, o actuando, es susceptible de ir adquiriendo sentido.
Siempre relato el caso del paciente del Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar con pacientes esquizo-
frénicos del Hospital ‘Borda’, que luego de concurrir durante algunas semanas al Grupo sin haber ha-
blado nunca, se presentó una mañana completamente desnudo.
En un primer momento, frente a hecho tan insólito, tuve la intención de llamar al enfermero para que
lo llevara a vestirse. Pero, sintiendo el impacto que estaba produciendo en los demás, se me ocurrió que
no podía tratarlo como a un chico que se está portando mal. Pensé que, con su actitud, traía un mensaje
de otra naturaleza.
Me quedé callado en medio de un silencio total; nadie dijo nada en varios minutos (quizá cinco o
diez). Es difícil precisar hasta donde el tiempo emocional se había prolongado, porque nadie decía una
palabra. Sentía que todos esperaban que yo hablara, pero yo quería descubrir la ‘dimensión emocional’
que estábamos compartiendo como en misa; sentía que todos compartíamos algo profundo pero que
nadie sabía qué era.
Me puse a pensar que el paciente había traído algo que nunca había podido compartir con nadie. De
no haberlo captado de esa manera, hubiera llamado al enfermero, diciéndole que ahí teníamos a un “lo-
co” que debía ir a vestirse. Que era “loco”, no había duda. Para cualquier psiquiatra, era un esquizofréni-
co. Pero yo sentía que él estaba trayendo una ‘vivencia’ de desamparo, de inermidad, de indefensión, que
sólo podía expresar de manera “actuada”, tal como se expresa la locura, y que había logrado tocar la fibra
solidaria de cada uno de los presentes. Cada uno empezó a sentir que había algo de eso en él: de la des-
nudez, la indefensión, el desamparo... Al rato, el paciente se retiró y volvió a la sesión vestido. Con lo
cual se rescató la solidaridad de los demás frente a su indefensión, y se pudo trabajar el tema.
A este paciente no se le había ocurrido acudir desnudo porque sí. Durante el mes en que había estado
internado, había percibido el ‘clima solidario’ creado en el Grupo, lo que le hizo sentir que podía mos-
trarse tal y como se sentía: desnudo y desamparado.
Creo que esta pequeña viñeta permite visualizar bien el posible rescate de la ‘vivencia enfermante’
como camino de des-alienación, en el ejemplo clínico del “pase” de la desnudez física a la “desnudez” de
la indefensión del alma.

El Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar como contenedor de la violencia


El ‘contexto’ del Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar es un ‘contexto’ para todos. La conducción está
en manos de una persona, o de un pequeño grupo que trabaja en co-terapia. Existe también la posibili-
dad de que otros terapeutas intervengan, ampliándose así la co-terapia a un equipo más numeroso.
Cuando estamos incluidos en un grupo grande de veinte, treinta o hasta cien personas, muchas cosas
cambian mucho para todos los allí reunidos. Curiosamente, empezamos a darnos cuenta de que “todos”
los fenómenos suceden de manera diferente.
Si bien es cierto que algunos pacientes o familiares permanecen en silencio, como si les resultara muy
difícil hablar delante de los demás, también es cierto que muchos pacientes se animan a intervenir en
estas condiciones, mucho más de lo que lo hubieran hecho en el contexto de un grupo pequeño, e inclu-
sive de una terapia individual.
Empezamos a acuñar entonces el concepto de ‘continente’, para referirnos a un hecho cada vez más
evidente: las ‘expresiones de la locura’ resultan mucho más contenidas en el grupo grande, que en un
grupo chico o en una sesión individual.
Advertimos que el grupo grande disminuye el ‘temor a hacer daño’: así, la violencia puede expresarse
más abiertamente. No es que los pacientes tengan tendencia a la violencia física, cosa que, ocasionalmen-
te puede ocurrir, dando lugar a peleas y agresiones, pero esto es más bien excepcional. Lo que sí parece
liberarse es la agresividad verbal, en la que, muchas veces, puede percibirse el odio sin que se dé el pasaje

García Badaracco, Jorge E. [2006e]: “El Psicoanálisis Multifamiliar: cómo curar desde la ‘virtualidad sana’”.
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al acto. Todo parece suceder con más autenticidad.
En la familia nuclear, la violencia latente puede ser muy grande. Su control es, a veces, muy evidente,
pero este control –durante el proceso de desarrollo de los hijos– hace que la violencia fantaseada sea
vivida como mucho más peligrosa que la violencia expresada. Todo sucede como si no se hubieran dado
las condiciones necesarias para ir integrando la violencia incluida en las distintas situaciones conflictivas,
que muchas veces no es expresada, a medida que se fue presentando dentro de lo que podríamos llamar
el ‘aparato psíquico’ de cada uno.
Esas violencias han sucedido en las llamadas ‘situaciones traumáticas’ que, como sabemos, dejan
‘identificaciones patógenas’ en la mente de las personas. Estas identificaciones ‘mantienen’ la violencia de
las situaciones traumáticas, y al dificultar el desarrollo de una identidad más consistente y coherente,
contribuyen a “armar personajes” desde los cuales se expresan las ‘transferencias psicóticas’, con las carac-
terísticas compulsivas que todos conocemos.
Cuando una familia se atreve a abordar su problemática propia en el Grupo de Psicoanálisis Multi-
familiar –con toda la carga de violencia reprimida, a veces durante mucho tiempo–, esto se constituye en
una experiencia emocional que, por identificación, viven todos los demás, cada uno con sus posibilidades
personales y, también, con relación al momento del ‘proceso terapéutico’ que esa persona esté atravesan-
do.

Los ‘unos’ como espejo de los ‘otros’


En el Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar se observan conductas y formas de expresión de los ‘as-
pectos primitivos de la mente’. Para cada uno, los otros representan un ‘contexto’, y una “pantalla” que
sirve para proyecciones y desplazamientos de todo tipo de contenidos. Lo que ocurre puede, por mo-
mentos, tomar la forma de un sueño despierto o una pesadilla. Ciertas personas pueden hacer regresio-
nes infantiles. Otras se presentan como “personajes” en un escenario.
En unos y otros, se acentúan características personales, que representan aspectos parciales y momen-
tos particulares de conductas emocionales que vienen “cargadas” desde la historia familiar de cada uno.
En esas conductas se ponen en evidencia las ‘interdependencias patógenas’ de la historia personal, las que
pueden ser “trabajadas” terapéuticamente, para transformarlas en ‘formas de pensamiento reflexivo’, que
van apareciendo a medida que se producen las des-identificaciones de las identificaciones patógenas por
las que cada uno se siente habitado.
En cada uno se reactivan entonces aspectos inconscientes reprimidos, recuerdos y vivencias olvidadas,
todos ellos “gatillados” desde lo que los demás dicen o hacen. De la misma manera que un filme o una
obra de teatro producen en cada espectador diferentes respuestas según el contenido de la obra, “todo”
lo que pasa puede ser interpretado como un como un test psicológico para los demás.
Ciertas personas lo ven como “espectáculo” porque temen sentirse involucradas en lo que se está di-
ciendo. Hay pacientes que ven a los demás como “farsantes”. Tienen tendencia a atribuirles ‘falta de au-
tenticidad’. Así como sintieron que los padres no creían en ellos cuando niños, tienen ahora dificultades
para creer en los terapeutas o en los otros.
La participación emocional muy comprometida de ciertos participantes, que tiene lugar en un ‘con-
texto multitudinario’ (constituido por familiares propios, por otros pacientes y sus familiares, y aun per-
sonas que intervienen en forma más impersonal), da lugar a diálogos de todo tipo, que tienen la poten-
cialidad de ‘hacer pensar’. Cada uno lo hace según sus propias posibilidades. Y cada uno va desarrollan-
do nuevas posibilidades de dialogar y pensar que, a veces, no hubiera imaginado que poseía.

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La integración de experiencias diferentes: una manera de abrir espacios mentales
Uno de los aspectos importantes que se dan lugar en los Grupos de Psicoanálisis Multifamiliar, radi-
ca en que cada persona (paciente, familiar o terapeuta) pueda integrar, en su propia mente, las diferentes
“experiencias” que se van realizando en varios ‘contextos’: individual, familiar y multifamiliar, que tienen
el poder terapéutico de ‘abrir espacios mentales’, que ninguna de las experiencias particulares posee por
sí misma.
Estas experiencias, en los distintos ‘contextos terapéuticos’, tienen en el Grupo un “poder multiplica-
dor”, por obra de distintos factores:
• Poder ‘vivenciar’ y tomar conciencia de los llamados “mecanismos primitivos de defensa” (proyección, esci-
sión, negación, re-negación, identificación, desplazamientos, represión) en varios ‘contextos’, y no solamente en
la transferencia propia del análisis individual.
• También, poder ‘vivenciar’ que la “identificación proyectiva masiva” que un paciente hace sobre un terapeuta
(o sobre cualquier otra persona), y que toma la forma de “transferencia psicótica”, es un “desplazamiento” de
algo que él vivió pasivamente en un contexto de ‘interdependencia patógena’.
Las experiencias en el Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar son mucho más totalizadoras, ya que permiten “re-
construir” las situaciones traumáticas de origen, en vivo y en directo, re-activadas ahora en “transferencias múl-
tiples” sobre las personas reales que integran los grupos. Estas “transferencias múltiples” corresponden a los
“múltiples personajes” que conforman la mente fragmentada de esos pacientes.
• Los fenómenos que describimos, si bien se dan con cierta espontaneidad, requieren una ‘conducción’ que
permita que cada uno pueda ‘articular’ los distintos aspectos que componen las experiencias, desde lo emocio-
nal y vivencial, pasando por las fantasías, la imaginación, y la ‘capacidad de metaforizar’ que se va desarrollando
a través de la experiencia de una participación comprometida y empática.

Un presente y muchos futuros


El Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar permite que las personas concurran libremente, cuando
quieran o puedan hacerlo. Se trata de venir a hacer una experiencia compartida con otros. La consigna es
estar disponible como terapeuta. No se trata de venir a tener una sesión. Se sabe que la reunión es tal
día, a tal hora. Y ese es el “encuentro”.
Hay pacientes que asisten a la reunión durante mucho tiempo sin animarse a hablar. Después de un
cierto tiempo el paciente generalmente comienza a intervenir, y todos comprobamos que ha habido en él
cambios que muchas veces sorprenden a los demás.
Hay personas que concurren porque tienen un familiar que los preocupa, porque consideran que está
“enfermo”, y quisieran que venga a las reuniones pero no lo logran. La insistencia en general no da resul-
tado. Es común que si esa persona sigue concurriendo, al cabo de un tiempo es probable que el familiar
enfermo comience a concurrir sin que sea necesario decirle más nada.
El “mecanismo” es que los cambios que la persona que concurre ha realizado provocan una ‘curiosi-
dad’ y un ‘cambio de actitud’ del enfermo, de tal manera que, al cabo de un tiempo, comienza a concu-
rrir.
Otra comprobación a veces sorprendente, es que muchas veces se dan cambios importantes en perso-
nas que no han concurrido nunca. Una madre que tiene dificultades con un hijo puede concurrir duran-
te un tiempo, lamentándose de que el hijo no quiere venir. Si sigue concurriendo y comienza a hacer
cambios favorables en su ‘actitud’ frente al hijo, es muy común que, al cabo de un tiempo, nos diga que
está notando cambios en el hijo que no esperaba.
Estas cosas ponen en evidencia que la patología, y las dificultades en las relaciones humanas, se dan en
los ‘vínculos’; es decir, que tienen siempre que ver con situaciones de ‘interdependencias’ entre unos y
otros, y no son, como a veces se piensa, un “trastorno mental” de una persona sola.

García Badaracco, Jorge E. [2006e]: “El Psicoanálisis Multifamiliar: cómo curar desde la ‘virtualidad sana’”.
–Página 17 de 19–
El Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar permite una gran plasticidad en el abordaje, una gran liber-
tad para que los enfermos no se sientan presionados y puedan ‘contar con’ uno de una manera más natu-
ral. A su vez, la libertad con la que sienten tratados puede hacer que se sientan ‘mucho más respetados’
que cuando son “compelidos” a hacer un tratamiento.
Actualmente estamos realizando simultáneamente Grupos en distintos lugares, y siempre una vez
por semana. Hay algunas personas que concurren a dos o más Grupos al mismo tiempo, y esto puede
ser beneficioso para esa persona, en la medida en que si tiene dificultades en un grupo, por la presencia
de personas con las que “se siente” en mala relación, puede evitar por un tiempo la confrontación, sin
tener que interrumpir la continuidad de su tratamiento.
La Organización que tenemos, que se amplia paulatinamente, constituye una ‘red de Grupos’, que se
realizan en distintos lugares y que tienen lugar a diferentes horarios, de tal manera que cubren la dife-
rentes necesidades y posibilidades de las personas.
La existencia de Grupos en funcionamiento se ha extendido a otros países: España, Italia, Uruguay.
Mantenemos relaciones de trabajo con los distintos centros de esos países que están investigando con los
mismos lineamientos generales que nosotros.
A Buenos Aires están viniendo profesionales jóvenes de distintos lugares del mundo a realizar un
aprendizaje clínico y teórico. Una parte del mismo consiste precisamente en asistir a los distintos grupos
que funcionan en la actualidad, y a seminarios teóricos que realizamos, articulados permanentemente
con la experiencia clínica. Se trata de una organización multi-céntrica, que constituye un Instituto vir-
tual de Psicoanálisis multifamiliar.
Para la enseñanza contamos con 800 horas de videos de grupos coordinados por mí mismo, filmados
durante estos últimos diez años en los hospitales Borda y Moyano, en Buenos Aires. Este es un material
que ha demostrado tener gran valor para la formación de profesionales capacitados para la conducción
de grupos.
Desde el punto de vista de las aplicaciones clínicas posibles, el Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar
aporta experiencias muy valiosas para pacientes de cualquier tipo. Los que están afectados por una pato-
logía mental severa encuentran el ‘contexto’ adecuado para poder trabajar la violencia y la transferencia
psicótica. Los familiares pueden empezar a comprender mejor la naturaleza del llamado “trastorno men-
tal”, y a poder ayudar al paciente designado en su ‘necesidad de ser ayudado verdaderamente’.
En el ‘contexto’ de los Grupos los familiares muchas veces se convierten en los “verdaderos terapeu-
tas” del paciente. Y cuando esto no puede ocurrir, porque no alcanzan a estar en condiciones para ello,
podemos ver de una manera muy directa por qué ese paciente no mejora.
Si el paciente está realizando un tratamiento psico-terapéutico de cualquier tipo, la concurrencia a
estos grupos puede ser un apoyo muy positivo, si se ‘articula’ bien con la experiencia individual. Si se
trata de un tratamiento familiar nuclear o si está participando en un grupo de psicoterapia, la concu-
rrencia al Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar puede constituir siempre un complemento valioso.
La ‘heterogeneidad’ y la ‘diversidad’ de los que concurren aporta siempre algo enriquecedor. Por más
enfermo que esté un paciente, no debemos pensar nunca de entrada que no va a estar en condiciones de
participar. Muchas veces nos hemos llevado sorpresas en ese sentido. Siempre habrá tiempo para sugerir
a un paciente para que deje de venir, si no está en condiciones, hasta que pueda mejorar como para po-
der concurrir. Es muy común que un paciente que no está en condiciones se retire, o deje de concurrir
por su propia decisión.
Cuanto más personas sanas concurran a estos grupos, por el interés que despierta la experiencia y no
por una patología determinada, mejor será el funcionamiento del grupo para el resto de los participan-
tes.
Es poco conocida la experiencia valiosa que puede hacer cualquier persona concurriendo a un grupo
de este tipo, aún en un hospital psiquiátrico con pacientes hospitalizados. Para comprender esto sería

García Badaracco, Jorge E. [2006e]: “El Psicoanálisis Multifamiliar: cómo curar desde la ‘virtualidad sana’”.
–Página 18 de 19–
necesario desarrollar ampliamente el tema de la ‘conducción’ de un grupo de este tipo. Esto no lo pode-
mos realizar aquí por falta de espacio para ello. Solamente podemos adelantar que para que sea posible,
es necesario “saber ver” en profundidad, y saber trabajar lo que he llamado la ‘virtualidad sana’ de los
enfermos mentales.
Otro aspecto muy importante de estos grupos es la “utilidad” que tienen, en el sentido de lo que se
llama generalmente ‘prevención’. Cuando un paciente viene con sus familiares, podemos decir que el
paciente está realizando un tratamiento y que algunos familiares están haciendo prevención.
Todo lo que estamos desarrollando permite visualizar claramente la ‘función social’ que tienen estos
grupos si empezáramos a utilizarlos ampliamente en distintos ‘contextos sociales’, tales como una ciu-
dad, un barrio, una escuela, un reformatorio, una cárcel, etc.
En ese sentido, el Jefe de Bomberos Voluntarios de la ciudad de Luján, 6 miembro de nuestro Institu-
to, está realizando un Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar abierto a la comunidad y ha creado una ‘Es-
cuela de la Vida Cotidiana’. El lema que agrupa ambas reuniones es: “Poder pensar entre todos las cosas
que no se pueden pensar solo”.

***

6
Ciudad de la provincia de Buenos Aires, de alrededor de 70.000 habitantes.

García Badaracco, Jorge E. [2006e]: “El Psicoanálisis Multifamiliar: cómo curar desde la ‘virtualidad sana’”.
–Página 19 de 19–

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