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[2006e]
I
A modo de introducción
En su origen, la psicoterapia fue concebida como en una relación bi-personal. Freud, pensando que el
inconsciente era “patógeno” por estar “reprimido” –en particular, respecto de la sexualidad–, desarrolló
el método psicoanalítico, que al permitir a una persona hacer la experiencia de “asociar libremente” en
presencia de otro, conduce a hacer “consciente lo inconsciente” y, en consecuencia, a alcanzar la “cura-
ción”.
Freud mismo, a través de su vida, fue descubriendo las dificultades intrínsecas de poder producir
‘cambios psíquicos’ profundos y significativos. Por otra parte, desarrolló las concepciones que todos
conocemos, que forman parte del bagaje del conocimiento psicoanalítico.
A partir de Freud, otros autores fueron aportando nuevas ideas y experiencias enriquecedoras, y cada
vez hemos ido tomando más conciencia de que la experiencia psicoanalítica bi-personal no abarca ni
resuelve todas las problemáticas, en particular las que nos plantean las patologías mentales graves.
El interés por los fenómenos intra-psíquicos y el “evitamiento” de la familia, característicos de la co-
rriente psicoanalítica que se centró en el individuo, hicieron que la aplicación del psicoanálisis al campo
de la psicoterapia de los grupos y la familia se hiciera a partir de una “técnica interpretativa individual”, o
de un “enfoque grupal” independiente del enfoque psicoanalítico, sin visualizar que el cambio del ‘campo
de trabajo’ iba a poner en evidencia la ‘dimensión vincular’ de los conflictos, que no había sido tomada
suficientemente en cuenta por el psicoanálisis.
Por su parte, el abordaje sistémico, que apunta al cambio de los “sistemas patógenos” de funciona-
miento familiar a través de señalamientos, tampoco toma en cuenta suficientemente que los individuos
“atrapados” en sistemas patológicos, no pueden salir de los mismos por falta de capacidades propias para
poder hacerlo.
Un ‘campo nuevo’
Cuando en la década de 1960 comencé a trabajar con grupos multifamiliares en el Hospital Borda de
la ciudad de Buenos Aires, una de las motivaciones que me llevó a hacerlo fue la percepción del “aisla-
miento” de los enfermos mentales en la vida –y entre sí en las salas de internación–, y el deseo de ayu-
darlos a salir de esa condición autista y de encierro emocional.
Observaciones similares, que se venían haciendo desde hacía mucho tiempo por diversos autores,
fueron motivando formas de trabajo terapéutico que se concretaron alrededor del concepto de Comuni-
dad Terapéutica (Maxwell Jones). Es decir que la inspiración más importante surgía de la ‘dimensión
socio-terapéutica’.
Pocos años antes había terminado mi formación psicoanalítica en París, y estaba particularmente
interesado en aplicar el psicoanálisis a la patología mental grave. Poco a poco fui descubriendo que las
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personas mentalmente muy afectadas no están en condiciones para aprovechar las interpretaciones psi-
coanalíticas.
Sin embargo, el ‘pensamiento psicoanalítico’ me permitía comprender y pensar la psico-patología de
estos pacientes, de una manera que profundizaba el ‘enfoque fenomenológico’, que era el que más se
utilizaba con los pacientes psiquiátricos.
Mi experiencia en ‘terapia de grupo’ y en ‘terapia de familia’ también me permitía visualizar la dimen-
sión familiar y la dimensión grupal, inherentes a estas reuniones multifamiliares.
Cuando comenzamos a reunirnos todos los días con los pacientes y los familiares en mi Sala del
Hospital, fui movido por una ‘intuición’ que me llevaba a querer investigar en un ‘campo’ nuevo con
herramientas desarrolladas en otros contextos.
Poco a poco, empezamos a descubrir que en cada paciente podíamos encontrar ‘aspectos sanos’ que
no se tenían en cuenta suficientemente, en particular con el trato que en general se daba a los enfermos.
En algún sentido, percibíamos que muchos pacientes “actuaban” como si nos estuvieran ‘poniendo a
prueba’ para saber cómo los “percibíamos” a ellos, si como seres humanos o sólo como “enfermos”.
Estas situaciones comenzaron a producirse con más frecuencia, y a medida que seguíamos haciendo
las reuniones, íbamos ‘de sorpresa en sorpresa’, porque nos encontrábamos con que cada paciente, poco
a poco, iba pudiendo darse a conocer en la medida en que podía ‘contar con’ uno.
Grupos multifamiliares y Grupos de Psicoanálisis Multifamiliar
Trabajando en el Hospital ‘Borda’ concebí una nueva forma de trabajar con todos los pacientes de la
sala al mismo tiempo, incluyendo a los familiares en todas las actividades y, en particular, en grupos
multifamiliares. La sala se fue convirtiendo poco a poco en una ‘comunidad terapéutica’.
Más tarde desarrollé la ‘Comunidad Terapéutica Psicoanalítica de Estructura Multifamiliar’, conti-
nuando en mi propia clínica psiquiátrica (1967-1992) la experiencia comenzada en el Hospital ‘Borda’.
Los resultados de mi trabajo durante esos treinta años han quedado reflejados en un libro. 1
Cuando en 1992 cerré la clínica psiquiátrica, fue evidente para mí que los grupos multifamiliares, que
tenían lugar en el contexto de la Comunidad Terapéutica desde hacía más de 30 años, podían consti-
tuirse en una forma nueva “independiente” de trabajar con pacientes mentales graves.
En consecuencia, comencé grupos multifamiliares en los Hospitales psiquiátricos ‘Borda’ (varones) y
‘Moyano’ (mujeres), que aún continúan, y que fueron la base del desarrollo de numerosos grupos afines
en la Argentina y varios países del mundo. Los resultados de este desarrollo fueron publicados también
en forma de libro. 2
A partir de ese momento, comencé a llamar a los grupos multifamiliares que coordinaba ‘Grupos de
Psicoanálisis Multifamiliar’, para dar cuenta a través de esta denominación de una ‘especificidad’, que
responde a un largo desarrollo y a una evidencia clínica muy amplia.
Pronto fue evidente que podían funcionar como recurso terapéutico valioso en instituciones psiquiá-
tricas –de internación completa o no–, como complemento de los tratamientos ambulatorios en los
Servicios de Consultorios Externos de los Hospitales psiquiátricos y, con el paso del tiempo, como es-
pacios de reflexión y desarrollo humano en grupos abiertos a la comunidad, ya sea en instituciones psi-
coanalíticas, organizaciones comunitarias o en los propios hospitales públicos.
El ‘Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar’ es un grupo multifamiliar grande, que puede llegar a conte-
ner hasta cien personas. En él tienen lugar ‘factores curativos’ que no se dan en otras circunstancias, y
que constituyen recursos poderosos para producir el ‘cambio psíquico’.
1
García Badaracco, Jorge E., [1990a]: Psychanalyse multifamiliale. La communauté thérapeutique psychanalytique à structure
familiale multiple, Paris, PUF, 1999.
2
García Badaracco, Jorge E., [2000a]: Psicoanálisis multifamiliar - Los otros en nosotros y el descubrimiento del sí-mismo,
Buenos Aires, Paidós, 2000.
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De la complejidad fenoménica que tiene lugar en los Grupos de Psicoanálisis Multifamiliar, vamos a
referirnos sólo a algunas de las ‘evidencias’ más significativas, con el objeto de presentar esquemática-
mente nuestra manera de pensar.
A pesar de toda la descripción y teorización que podamos presentar, hay una dimensión muy difícil
de transmitir, que es la ‘experiencia vivencial’. Esta dimensión es ‘indispensable’ para poder comprender
en profundidad lo que puede lograrse en la mente de las personas al trabajar de esta manera.
Por lo tanto, quiero advertir de antemano que ninguna descripción que haga a continuación puede
reemplazar el ‘estar presente’ y ‘compartir’ las situaciones de las que queremos hablar. ‘Estar presente’ y
‘compartir’ son, en definitiva, las situaciones que realmente interesan a la psicoterapia.
De las muchas cosas que acontecen en estos grupos vamos a abordar solamente algunas significativas,
con el objeto de dar cuenta de lo que pasa en esta forma de trabajo.
Evidencias y sorpresas
Es útil señalar desde este comienzo, que el recorrido de la investigación en este campo se caracterizó
por el surgimiento de ‘evidencias’ que nos llevaron de sorpresa en sorpresa.
Una de las sorpresas fue que muchos colegas, por diferentes motivos, siempre muy subjetivos, recha-
zaban participar en esta “aventura”, o actuaban como “desconociendo” que la estuviéramos realizando.
Reflexionando retrospectivamente, pienso que personalmente trataba a los enfermos como si estuvie-
ran “sanos”, y que esto hacía que ellos respondieran, poniendo en evidencia una ‘virtualidad sana’, que no
estaban dispuestos a “arriesgar” sin poder contar con un ‘contexto de seguridad’.
Todo esto me ha llevado a pensar que los pacientes y yo mismo nos parecíamos más en los ‘aspectos
sanos potenciales’, y que era a partir de ese “parecido” que iba a ser posible ayudarlos, y no desde las “di-
ferencias” que marcaba la patología.
Dado que la mejoría de estos pacientes fue siempre muy difícil de lograr con las terapias conocidas, en
particular en los diferentes contextos terapéuticos utilizados –individual, grupal y familiar–, se hizo
cada vez más evidente que la presencia de muchos “otros” en un ‘contexto’ multitudinario, era lo que
proveía la mejor “garantía” para que cada uno de los presentes pudiera contar con la ‘seguridad ambien-
tal’ necesaria para rescatar y desarrollar su sí-mismo verdadero.
Es así que, a lo largo de los años, la experiencia acumulada me ha llevado a algunas ‘convicciones’ sur-
gidas de las evidencias, y a un desarrollo teórico para dar cuenta de las mismas.
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La ‘salud mental’ es un concepto que tiene una ‘connotación vivencial’ muy importante, pero que es
difícil de “definir” con precisión. En realidad, no se puede “definir” con precisión. Aparentemente sabe-
mos de qué se trata, pero no podemos dar cuenta acabada de ese “saber” con palabras. Por experiencia
personal, tenemos la ‘vivencia’ de que la salud se trata de una ‘capacidad para vivir’ la relación con los
demás de una manera satisfactoria.
Las primeras definiciones referidas a la salud tenían que ver con algo así como “ausencia de síntoma”,
a la manera de las enfermedades del cuerpo. Pero, en lo que hace a la mente y a la vida emocional, vemos
rápidamente que la ‘salud mental’ se puede medir sólo indirectamente, a través de lo que actualmente se
llama ‘calidad de vida’.
Pero la ‘calidad de vida’ no depende solamente de la persona. Múltiples factores y circunstancias pue-
den afectar la calidad de vida de una persona. La “capacidad”, entonces, de tener una ‘calidad de vida
satisfactoria’, está jaqueada a menudo por circunstancias desfavorables, que no pueden ser superadas por
la persona en cuestión.
La condición de lo que llamamos ‘salud mental’ depende, entonces, de capacidades propias, que me
gusta llamar ‘recursos yoicos genuinos’, y de factores del entorno o ‘contexto’ en el que nos toca vivir.
3
García Badaracco, Jorge E., 1985a. “Identificación y sus vicisitudes en las psicosis. La importancia del concepto de ‘objeto
enloquecedor’”, en Revista de Psicoanálisis, XLII:3, págs. 495-514.
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Un camino diferente
Si bien es cierto que la ‘terapia multifamiliar’ puede ser vista como un desarrollo a partir de la evolu-
ción combinada de terapias de grupo y terapias familiares, mi camino personal fue diferente. Partiendo
intuitivamente de reunir, como se dijo antes, los pacientes de una Sala del Hospital con sus familiares, se
constituyó de entrada un ‘campo de acción’ amplio, en el que las dimensiones de grupo y de familia pasa-
ron a estar incluidas naturalmente dentro la ‘mini-sociedad’ en que se constituye el Grupo de Psicoanáli-
sis Multifamiliar.
Es bien sabido que la proliferación de “escuelas” divergentes, tanto en lo grupal como en lo familiar –
orientadas desde el psicoanálisis, desde lo sistémico, desde lo cognitivo, etc.–, han dado y siguen dando
lugar a controversias interminables.
Nuestra experiencia es que, en la medida en que representantes de distintas escuelas –tanto del psi-
coanálisis individual, como de la terapia de grupo y de la terapia de familia–, fueron acercándose a com-
partir con nosotros la experiencia del Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar, comenzamos a descubrir
que las “controversias interminables” que se presentaron y se siguen presentando en los diferentes con-
textos específicos, podían ser elaboradas mucho mejor en el ‘entorno de trabajo compartido’ multifami-
liar. Esto sucedió precisamente porque la ‘hiper-complejidad’ de este contexto permitía visualizar mejor
las semejanzas y las diferencias, y pensar y elaborar mejor los aspectos aparentemente “inconmensura-
bles” de las diferentes teorías.
Por lo tanto, lo que yo llamo Psicoanálisis Multifamiliar es una ‘mirada nueva’ para todos los fenó-
menos que tienen lugar en los Grupos, ya sean normales o patológicos, técnicos o teóricos, individuales,
grupales o familiares, de la mente individual o de la sociedad.
El Psicoanálisis Multifamiliar permite penetrar de una manera nueva en la verdadera naturaleza de
cada uno de estos fenómenos, eliminando el factor des-naturalizante que necesariamente tienen las “téc-
nicas” que aplicamos para ayudar a los pacientes.
En este nuevo ‘contexto’ todo lo humano puede aparecer como ‘más natural’, nos permite articular
más fácilmente lo sano y lo enfermo, y aceptar los diferentes enfoques posibles de un mismo fenómeno,
no necesariamente como contra-puestos sino como complementarios, por estar incluidos en una con-
cepción más amplia.
Es por esto que decimos que una persona individual puede sentirse ‘psicoanalizada multifamiliarmen-
te’, porque en el contexto del Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar, curiosamente, la dimensión indivi-
dual puede ser más respetada que en un psicoanálisis individual, porque está “custodiada por expertos”;
es decir, que a través de todos los “otros” del grupo se da una especie de “auditoría” de lo que pasa. De
igual manera una familia, como grupo pequeño, puede sentirse más respetada en el ‘contexto’ de otras
familias.
Evidencias y contexto
En los Grupos de Psicoanálisis Multifamiliar fui descubriendo “cosas” que se hacen evidentes en el
‘contexto’ del Grupo, y que aparecen como “emergentes” de procesos mentales internos de cada uno de
los participantes. Estos emergentes tienen que ver con los que podemos llamar ‘creatividad’, que no es
necesariamente conciente y que a veces puede aparecer como algo “mágico”.
Lo importante parece ser que las ‘evidencias’ que surgen en los Grupos deben ser rescatadas por al-
guien, y ‘puestas de relieve’ para que los demás las puedan “ver”, porque si no se corre el riesgo de que
pasen “desapercibidas”. Una vez que se han podido ver en el ‘contexto’ del Grupo, las personas pueden
empezar a “verlas” en ‘cualquier contexto’, es decir, fundamentalmente en la vida cotidiana.
De tal manera que una persona que vivía conflictos en relación a otras –por la tendencia, por ejemplo,
a interpretar “intenciones malévolas” en los demás–, comienza en el Grupo a darse cuenta de que perci-
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biendo y escuchando de una manera “más abierta” a los demás integrantes, los conflictos que vivía antes
se disuelven naturalmente.
Comunicación e interdependencias
Las ‘evidencias’ a las cuales nos referimos antes, tienen que ver, fundamentalmente, con poder descu-
brir que a lo que la gente llama de manera genérica “comunicación”, subyacen fenómenos que hemos
llamado ‘interdependencias recíprocas’.
Estas ‘interdependencias’ permanecen en general ocultas; es decir, no sólo no son explicitadas, sino
que habitualmente son escondidas, secretas y, a menudo, inconcientes para la misma persona.
Pero las ‘interdependencias’ vehiculizan el ‘poder de la palabra’ de producir emociones en los demás,
un poder que puede ser enfermante o curativo, según la naturaleza de las interdependencias en juego.
En el Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar es común ver que una persona puede decir algo “sin nin-
guna intención” de ofender o de producir malestar, y que otra persona se “siente” agredida, maltratada y
dañada por lo que acaba de escuchar. Esta situación, entonces, puede dar lugar a la necesidad de discul-
parse, dar explicaciones o justificaciones, las cuales pueden ser muy “adecuadas”, pero que no producen
el efecto deseado. Todos vemos que se ha producido un ‘malentendido’, muy difícil de desarmar en
cuanto a su “poder” de producir malestar.
En este sentido, la vida cotidiana de los seres humanos está dominada y caracterizada por la existen-
cia de ‘malos entendidos’ permanentes entre unos y otros, que muy a menudo pueden llevar a ‘situacio-
nes dilemáticas’, es decir, que aparentemente “no tienen solución” aunque se pidan disculpas, porque
además, en general, esas disculpas no son creídas y no tienen el “poder” de desarmar el malentendido.
Si bien la disculpa puede ser “racionalmente” justa, y debiera alcanzar para resolver el conflicto, no
tiene en los hechos el “poder” de hacerlo. Esto se debe a que el poder de producir daño, herida o sufri-
miento, no estuvo en el “significado” de las palabras sino en la ‘naturaleza’ de las interdependencias sub-
yacentes, que son las que tienen tal “poder”, y que se vehiculizan fundamentalmente a través del tono de
voz, el gesto que acompaña y la actitud corporal.
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ganar nunca”. Como sabemos, se trataba de encontrar una explicación a la patogénesis de la esquizofre-
nia a partir de la relación madre-hijo.
Estos fenómenos, que fueron “descubrimientos” de ‘evidencias de fenómenos’ que habían existido
siempre –pero que aparecían como fenómenos “nuevos”–, empezaron a aparecer como evidencias mu-
cho más “evidentes” en el contexto del Psicoanálisis Multifamiliar.
En este contexto, el fenómeno que yo comencé a llamar ‘interdependencias recíprocas enfermantes
y/o enloquecedoras’ abarcaba las transferencias y contra-transferencias que se producen en el campo
psicoanalítico, los fenómenos descriptos por Frieda Fromm-Reichmann como “madre esquizo-
frenógena”, y los fenómenos de “doble vínculo” y “doble mensaje” en el campo de la terapia familiar.
Ahora bien, lo que los distintos investigadores comenzaron a descubrir a partir del descubrimiento
freudiano, dio lugar a los intentos de corregir y desarmar el poder enfermante por medio de la utiliza-
ción de “interpretaciones” y de “estrategias terapéuticas” de distinto tipo, “condicionando” de esta mane-
ra el desarrollo de diferentes escuelas terapéuticas, casi siempre separadas entre sí, y en cierto modo
compitiendo por ser “la mejor manera de curar a la gente”.
Así, se fueron dando un avance progresivo de la comprensión de estos fenómenos y un poder curativo
creciente, pero al mismo tiempo “limitaciones” de ese mismo poder curativo, limitaciones cuya ‘verdade-
ra naturaleza’ no ha podido ser captada suficientemente, como para poder superar la enorme cantidad
de fracasos terapéuticos que encontramos en el campo de la psicoterapia en general.
4
Ya Freud había descripto que en todo enfermo hay “alguien sano que está observando todo lo que pasa a su alrededor”.
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En ese sentido, el Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar provee de experiencias enriquecedoras múlti-
ples para todos los participantes, lo cual promueve el desarrollo, en cada uno, de ‘nuevos recursos yoicos
más genuinos’.
Este descubrimiento nos permitió progresivamente ir haciendo otros y, al mismo tiempo tener cada
vez más resultados terapéuticos positivos, aun en casos aparentemente crónicos.
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tiene el poder de “hacernos ver”, a través de los otros, lo que uno no puede ver en uno mismo, en particu-
lar en sus propias ‘interdependencias patógenas’ con otros.
Es decir, que lo que yo llamo ‘interdependencias patógenas’, evidentes en cada momento en los Gru-
pos de Psicoanálisis Multifamiliar –al mismo tiempo que podían ser interpretadas como “transferencias
y contra-transferencias múltiples”, como fenómenos de “doble vínculo” y “doble mensaje” entre unos y
otros, como “formas de enloquecer a alguien” (Searles), y como “formas patológicas” de los sistemas fa-
miliares–, eran ‘evidencias’ de que, en la medida en que alguien podía empezar a “verlas” sin sentirse
traumatizado por las mismas, iba adquiriendo por sí mismo (sin darse cuenta necesariamente), una ‘ca-
pacidad nueva’ para ‘poder pensar’ esos fenómenos, descubrir por sí mismo la interpretación psicoanalí-
tica, y desarmar el poder patógeno de esos mismos fenómenos en sí mismo.
Simultáneamente con esto, que podemos llamar ‘apertura mental’, las personas podían empezar a ver
y a escuchar las ‘evidencias’, que antes pasaban como desapercibidas. De tal manera, el ‘contexto’ del
Psicoanálisis Multifamiliar se transformaba paulatinamente en un “laboratorio” de investigación y
aprendizaje para los profesionales, y por las mismas ‘evidencias’, en un ‘contexto curativo’ para los pa-
cientes y sus familiares, que podían así comenzar a utilizar mejor las interpretaciones psicoanalíticas o
empezar descubrirlas por sí mismos.
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En el contexto del Psicoanálisis Multifamiliar, el haber podido a través de los años compartir con
otros experiencias vivenciales, genera el fenómeno nuevo de poder ‘contar con’ muchos “otros” –para
poder ser más uno mismo y poder pensar por uno mismo–, a pesar de las interferencias a las cuales es-
tán sometidos los pacientes en general, por estar “habitados” intra-psíquicamente por presencias enlo-
quecedoras.
Al mismo tiempo que se despiertan en cada uno “recuerdos” de experiencias traumáticas, que tienden
repetirse como “nuevos traumas”, en el Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar esas experiencias van per-
diendo el carácter de repeticiones traumáticas, van “desgastando” su poder traumatizante, y se van gene-
rando al mismo tiempo ‘recursos yoicos nuevos’, que es lo que subyace necesariamente a lo que llama-
mos “elaboración del conflicto”. 5
En este sentido, en el ‘contexto’ del Psicoanálisis Multifamiliar, cada participante puede realizar un
‘proceso terapéutico’ personal, que en última instancia es de la misma naturaleza que el proceso terapéu-
tico que pueda darse en cualquier otro contexto. Y cualquier otra experiencia terapéutica que haga cual-
quiera de los participantes, es decir, cualquier tratamiento psico-terapéutico que esté realizando, podrá
integrarse sin dificultad a la experiencia que está haciendo en estos Grupos.
En general, el Psicoanálisis Multifamiliar se constituye en la ‘experiencia terapéutica integradora’, que
permite ‘articular’ a las otras sin caer necesariamente en el “tironeo” que se produce cuando una persona
hace varias terapias simultáneamente, en las cuales recibe interpretaciones que a veces se le aparecen
como “contradictorias”. Aquí estará en mejores condiciones para ‘articular’ mentalmente “perspectivas”
que pueden aparecer como ‘controversias’ aparentemente insolubles.
Heterogeneidad y homogeneidad
En un primer momento, la “heterogeneidad” de las problemáticas que presentan las personas y las
familias que concurren al Grupo puede producir sensaciones de ‘confusión’. Esto en general se produce
por no saber qué se está haciendo en un lugar en donde cada persona o cada familia que interviene habla
de una historia personal o familiar “singular”, historias que, si se van acumulando como una sucesión de
historias “diferentes”, pueden producir una sensación de agobio.
La coordinación del Grupo, en ese sentido, tiene que centrarse en una tarea de ‘articular’ entre sí las
diferentes historias de vida, las mismas que en un primer momento hacen que uno pueda preguntarse:
“¿Qué tengo que ver yo con lo que estoy escuchando?”
Esta vivencia, que es bastante sistemática en las primeras veces que se participa, se relaciona con el
hecho, al que nos referimos antes, de una incapacidad de “ver” las semejanzas existentes entre las formas
de ‘interdependencias recíprocas’ entre los seres humanos, que subyacen a lo que las personas tienen
tendencia a comunicar en términos de ‘historia singular’.
Cuando el participante de un Grupo comienza a “ver” lo que antes no veía, y a poder “escuchar” lo
que antes no escuchaba, descubre un interés y una curiosidad por las “historias particulares” que antes
no sentía; no como una “curiosidad” de solazarse con el mal ajeno, sino una ‘curiosidad genuina’ de des-
cubrir la universalidad inherente a cada vivencia singular del ser humano.
La experiencia acumulada a través de los años me ha permitido comprobar que un grupo multitudi-
nario se puede ir preparando para contener todo tipo de patologías, diferencias culturales y comporta-
mientos “extraños”.
A través de la experiencia, cualquier persona puede descubrir que los “sanos” no son tan sanos como
parecen, ni los “enfermos” tan enfermos como se presentan. Que un llamado “sano” puede aprender mu-
5
Por el hecho de que se repiten en un ‘contexto’ nuevo, en donde el sí-mismo se siente “sostenido”, a veces por primera vez
en su vida, por ‘poder contar’ con esos “otros”, incluyendo por supuesto a los terapeutas.
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cho de un psicótico, y que un psicótico puede descubrir su ‘virtualidad sana’ a través de otros “sanos” que
sepan ayudarlo.
Para que este enriquecimiento humanizante tenga lugar, es necesario que el coordinador desarrolle
una mayor capacidad de contención psicológica de todo tipo de vivencias, incluyendo las aparentemente
más “locas”, con el objeto de lograr que un grupo multitudinario se constituya en un ‘contexto de seguri-
dad psicológica’.
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‘poder patógeno’ en la llamada “mente enferma” conduce a concebir la enfermedad mental de una mane-
ra diferente.
En lugar de hablar del “trastorno mental” de un individuo, la evidencia clínica, en particular en el Psi-
coanálisis Multifamiliar, nos lleva a pensar en los enfermos como seres humanos que están “siendo en-
fermados” permanentemente por ‘presencias’ con “poder” enfermante.
De una manera muy esquemática, podemos decir que cuando Freud presentó su concepción del apa-
rato psíquico en términos de Ello, Yo y Superyó, la idea principal era que el mundo pulsional propio del
Ello podía ser enfermante por el hecho de ser inconciente, y que el Superyó podía ser enfermante por
sus características de severidad, de rigidez y de “ser amenazador”.
De igual modo, cuando Melanie Klein, al describir la existencia de “objetos internos”, proponía visua-
lizar la mente de los pacientes psicóticos como “atrapada” en una “posición paranoide-esquizoide” sin
poder alcanzar la “posición depresiva”, por la existencia de objetos internos “malos” persecutorios, teori-
za en una forma que puede considerarse como precursora de la descripción de ‘presencias enloquecedo-
ras’ en la mente de los enfermos mentales.
Pero las evidencias que se presentan en el contexto del Psicoanálisis Multifamiliar, permiten ‘articu-
lar’ mejor, a la luz de nuevos descubrimientos, los aportes de diferentes autores.
Hemos dicho en otras oportunidades que en el contexto del Psicoanálisis Multifamiliar el paciente
mental grave se presenta, en la relación con los demás, no como una persona con identidad propia sino
como un “personaje”.
De la misma manera, es muy común ver cómo el ‘familiar significativo’ del paciente mental es tam-
bién un “personaje” y, en ese sentido se puede decir que un hijo enfermo, no pudiendo “ser” un sí-mismo
verdadero, se presenta como “habitado” por sus padres como personajes.
Si bien es cierto, entonces, que ese “personaje” que habita al paciente puede ser teorizado como un
“objeto interno persecutorio”, según Melanie Klein, o como un “Superyó amenazador”, según Freud, en
el contexto del Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar, el enfermo como “personaje” aparece como la úni-
ca forma que ese hijo encontró para poder “neutralizar”, aunque patológicamente –identificándose con
él–, el sufrimiento producido por el ‘poder patógeno’ de sus padres.
La historia personal de muchos enfermos, más allá de las ‘singularidades’ de cada una de ellas, es “se-
mejante” entre unos y otros en los “tipos” de ‘interdependencias patógenas’ entre padres e hijos. La visua-
lización en “vivo y en directo” del accionar de esas interdependencias patógenas en algún caso particular,
permite descubrir en forma personal –tanto los hijos enfermos, por una parte, como los padres igual-
mente enfermos, por otra–, la ‘universalidad’ de ese caso particular, que “gatilla” las situaciones traumá-
ticas por las que cada uno de ellos ha pasado en el curso de su vida, las cuales los han llevado a estar vi-
viendo lo que les está pasando en el momento actual.
En ese sentido, lo que se pone en evidencia delante de muchos otros y que permite la participación
comprometida de varios –en el sentido de poder aportar cada uno su ‘visión personal’ de lo que está
ocurriendo–, puede ir enriqueciendo el campo vivencial de los participantes de tal manera que, a favor
del desarrollo de ‘nuevos recursos yoicos’, tanto el hijo enfermo como la madre o el padre enfermantes,
pueden ir “descubriendo” por sí mismos cómo fueron quedando atrapados en ‘tramas de interdependen-
cias patógenas’.
Al mismo tiempo, por la forma en que se va dando la experiencia enriquecedora en el contexto del
Psicoanálisis Multifamiliar, se puede ir “visualizando” la posibilidad de destrabar el “poder” de esas tra-
mas.
En estas condiciones, los aportes de distintos profesionales presentes, aunque puedan presentarse
como aparentemente “contradictorios”, serán más fácilmente integrables entre sí, a medida que el pa-
ciente, saliendo del funcionamiento rígido/empobrecedor que describimos al principio, pueda ir ‘am-
pliando su mente’ a través de su propio ‘proceso terapéutico’.
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Pasando a describir fenómenos relacionados con pacientes con patología mental grave, vamos a refe-
rirnos en lo que sigue a la utilidad del Psicoanálisis Multifamiliar para el abordaje del paciente psicótico
y su familia, y a la utilización del pensamiento psicoanalítico en el contexto multifamiliar.
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La “locura” como expresión de la patología del vínculo
El Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar se constituye como una mini-sociedad. Lo forman familias
de distintos orígenes y con distintos problemas. Pero, básicamente, los ‘conflictos humanos’ son siempre
los mismos, aunque tomen formas tan variadas que, muchas veces, es muy difícil identificar las ‘semejan-
zas’.
Los conflictos son “patológicos”, porque se dan en ‘vínculos de interdependencias patógenas’ que difi-
cultan o imposibilitan lo que llamamos su elaboración o resolución. Se presentan así como ‘conflictos
dilemáticos’. No es suficiente “tomar conciencia” para que se produzca un cambio: es necesario que se
den ciertos cambios para que puedan abrirse ‘espacios mentales’ que permitan pensar y, desde allí, poder
cambiar. Una de las más importantes ‘funciones terapéuticas’ será, entonces, la de ir “visualizando” las
semejanzas entre lo que le pasa a una familia con relación a lo que le pasa a otra, lo cual permite la ‘meta-
forización’ de la situación.
Mi experiencia me ha demostrado que el paciente mental grave necesita un ‘contexto social’ para que
su “locura” tenga donde expresarse. Dada su naturaleza propia, la “locura” –que no puede ser “pensada”–
necesita de un “otro” para poder ser actuada. Las formas de expresión de la locura, en la dimensión vin-
cular con el otro, son:
• La expresión de un tipo de ‘interdependencias patógenas’ vividas con las figuras parentales que tienen,
en el llamado ‘mundo interno’, una vigencia actuante que conserva el ‘poder patógeno’ que estas interde-
pendencias tuvieron en aquellas épocas.
• Las características de los pacientes, que actúan como “personajes” en un contexto comunitario, se potencian
enormemente cuando incluimos a los familiares. Presentan por momentos aspectos de “caricatura” que nos
ponen a prueba, en el sentido de poder descubrir –más allá de los “personajes”, construidos con identificacio-
nes con ciertos aspectos de los padres– a la ‘persona infantil sana’ que anida todavía en su interior, sin haber
podido desarrollar su potencial.
• Los pacientes parecen “habitados” por múltiples personajes, a menudo incompatibles entre sí, que han impe-
dido el desarrollo del sí-mismo verdadero.
• Los tipos de inter-relaciones que se reactivan y se actualizan en la dimensión familiar de la psiquiatría –es de-
cir, que la psicosis es siempre una patología vincular–, ponen en evidencia las características de lo que, desde el
psicoanálisis, llamamos “transferencia psicótica”.
• La familiaridad que, a través de los años de práctica, he alcanzado, me permite “pensar” la locura con una dis-
tancia suficiente, a pesar de la proximidad empática que necesitamos lograr y conservar para con esos pacien-
tes. Sólo así podremos mantener un rapport o ‘vínculo de interdependencia recíproca sana’ que nos permita
trabajar, desde ese lugar compartido, en el “rescate” que el paciente necesita para poder salir de la locura; es de-
cir, de la ‘trama de interdependencias patógenas y enloquecedoras’ por las que se siente atrapado en su relación
con los otros y, también, lograr librarse de la ‘trama de interdependencias patógenas’ y ‘objetos enloquecedores’
por los que se siente “habitado” en su ‘mundo interno’.
García Badaracco, Jorge E. [2006e]: “El Psicoanálisis Multifamiliar: cómo curar desde la ‘virtualidad sana’”.
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pensar, intentamos construir con la imaginación un “escenario”, en el que lo que esa persona está dicien-
do, o actuando, es susceptible de ir adquiriendo sentido.
Siempre relato el caso del paciente del Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar con pacientes esquizo-
frénicos del Hospital ‘Borda’, que luego de concurrir durante algunas semanas al Grupo sin haber ha-
blado nunca, se presentó una mañana completamente desnudo.
En un primer momento, frente a hecho tan insólito, tuve la intención de llamar al enfermero para que
lo llevara a vestirse. Pero, sintiendo el impacto que estaba produciendo en los demás, se me ocurrió que
no podía tratarlo como a un chico que se está portando mal. Pensé que, con su actitud, traía un mensaje
de otra naturaleza.
Me quedé callado en medio de un silencio total; nadie dijo nada en varios minutos (quizá cinco o
diez). Es difícil precisar hasta donde el tiempo emocional se había prolongado, porque nadie decía una
palabra. Sentía que todos esperaban que yo hablara, pero yo quería descubrir la ‘dimensión emocional’
que estábamos compartiendo como en misa; sentía que todos compartíamos algo profundo pero que
nadie sabía qué era.
Me puse a pensar que el paciente había traído algo que nunca había podido compartir con nadie. De
no haberlo captado de esa manera, hubiera llamado al enfermero, diciéndole que ahí teníamos a un “lo-
co” que debía ir a vestirse. Que era “loco”, no había duda. Para cualquier psiquiatra, era un esquizofréni-
co. Pero yo sentía que él estaba trayendo una ‘vivencia’ de desamparo, de inermidad, de indefensión, que
sólo podía expresar de manera “actuada”, tal como se expresa la locura, y que había logrado tocar la fibra
solidaria de cada uno de los presentes. Cada uno empezó a sentir que había algo de eso en él: de la des-
nudez, la indefensión, el desamparo... Al rato, el paciente se retiró y volvió a la sesión vestido. Con lo
cual se rescató la solidaridad de los demás frente a su indefensión, y se pudo trabajar el tema.
A este paciente no se le había ocurrido acudir desnudo porque sí. Durante el mes en que había estado
internado, había percibido el ‘clima solidario’ creado en el Grupo, lo que le hizo sentir que podía mos-
trarse tal y como se sentía: desnudo y desamparado.
Creo que esta pequeña viñeta permite visualizar bien el posible rescate de la ‘vivencia enfermante’
como camino de des-alienación, en el ejemplo clínico del “pase” de la desnudez física a la “desnudez” de
la indefensión del alma.
García Badaracco, Jorge E. [2006e]: “El Psicoanálisis Multifamiliar: cómo curar desde la ‘virtualidad sana’”.
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al acto. Todo parece suceder con más autenticidad.
En la familia nuclear, la violencia latente puede ser muy grande. Su control es, a veces, muy evidente,
pero este control –durante el proceso de desarrollo de los hijos– hace que la violencia fantaseada sea
vivida como mucho más peligrosa que la violencia expresada. Todo sucede como si no se hubieran dado
las condiciones necesarias para ir integrando la violencia incluida en las distintas situaciones conflictivas,
que muchas veces no es expresada, a medida que se fue presentando dentro de lo que podríamos llamar
el ‘aparato psíquico’ de cada uno.
Esas violencias han sucedido en las llamadas ‘situaciones traumáticas’ que, como sabemos, dejan
‘identificaciones patógenas’ en la mente de las personas. Estas identificaciones ‘mantienen’ la violencia de
las situaciones traumáticas, y al dificultar el desarrollo de una identidad más consistente y coherente,
contribuyen a “armar personajes” desde los cuales se expresan las ‘transferencias psicóticas’, con las carac-
terísticas compulsivas que todos conocemos.
Cuando una familia se atreve a abordar su problemática propia en el Grupo de Psicoanálisis Multi-
familiar –con toda la carga de violencia reprimida, a veces durante mucho tiempo–, esto se constituye en
una experiencia emocional que, por identificación, viven todos los demás, cada uno con sus posibilidades
personales y, también, con relación al momento del ‘proceso terapéutico’ que esa persona esté atravesan-
do.
García Badaracco, Jorge E. [2006e]: “El Psicoanálisis Multifamiliar: cómo curar desde la ‘virtualidad sana’”.
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La integración de experiencias diferentes: una manera de abrir espacios mentales
Uno de los aspectos importantes que se dan lugar en los Grupos de Psicoanálisis Multifamiliar, radi-
ca en que cada persona (paciente, familiar o terapeuta) pueda integrar, en su propia mente, las diferentes
“experiencias” que se van realizando en varios ‘contextos’: individual, familiar y multifamiliar, que tienen
el poder terapéutico de ‘abrir espacios mentales’, que ninguna de las experiencias particulares posee por
sí misma.
Estas experiencias, en los distintos ‘contextos terapéuticos’, tienen en el Grupo un “poder multiplica-
dor”, por obra de distintos factores:
• Poder ‘vivenciar’ y tomar conciencia de los llamados “mecanismos primitivos de defensa” (proyección, esci-
sión, negación, re-negación, identificación, desplazamientos, represión) en varios ‘contextos’, y no solamente en
la transferencia propia del análisis individual.
• También, poder ‘vivenciar’ que la “identificación proyectiva masiva” que un paciente hace sobre un terapeuta
(o sobre cualquier otra persona), y que toma la forma de “transferencia psicótica”, es un “desplazamiento” de
algo que él vivió pasivamente en un contexto de ‘interdependencia patógena’.
Las experiencias en el Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar son mucho más totalizadoras, ya que permiten “re-
construir” las situaciones traumáticas de origen, en vivo y en directo, re-activadas ahora en “transferencias múl-
tiples” sobre las personas reales que integran los grupos. Estas “transferencias múltiples” corresponden a los
“múltiples personajes” que conforman la mente fragmentada de esos pacientes.
• Los fenómenos que describimos, si bien se dan con cierta espontaneidad, requieren una ‘conducción’ que
permita que cada uno pueda ‘articular’ los distintos aspectos que componen las experiencias, desde lo emocio-
nal y vivencial, pasando por las fantasías, la imaginación, y la ‘capacidad de metaforizar’ que se va desarrollando
a través de la experiencia de una participación comprometida y empática.
García Badaracco, Jorge E. [2006e]: “El Psicoanálisis Multifamiliar: cómo curar desde la ‘virtualidad sana’”.
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El Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar permite una gran plasticidad en el abordaje, una gran liber-
tad para que los enfermos no se sientan presionados y puedan ‘contar con’ uno de una manera más natu-
ral. A su vez, la libertad con la que sienten tratados puede hacer que se sientan ‘mucho más respetados’
que cuando son “compelidos” a hacer un tratamiento.
Actualmente estamos realizando simultáneamente Grupos en distintos lugares, y siempre una vez
por semana. Hay algunas personas que concurren a dos o más Grupos al mismo tiempo, y esto puede
ser beneficioso para esa persona, en la medida en que si tiene dificultades en un grupo, por la presencia
de personas con las que “se siente” en mala relación, puede evitar por un tiempo la confrontación, sin
tener que interrumpir la continuidad de su tratamiento.
La Organización que tenemos, que se amplia paulatinamente, constituye una ‘red de Grupos’, que se
realizan en distintos lugares y que tienen lugar a diferentes horarios, de tal manera que cubren la dife-
rentes necesidades y posibilidades de las personas.
La existencia de Grupos en funcionamiento se ha extendido a otros países: España, Italia, Uruguay.
Mantenemos relaciones de trabajo con los distintos centros de esos países que están investigando con los
mismos lineamientos generales que nosotros.
A Buenos Aires están viniendo profesionales jóvenes de distintos lugares del mundo a realizar un
aprendizaje clínico y teórico. Una parte del mismo consiste precisamente en asistir a los distintos grupos
que funcionan en la actualidad, y a seminarios teóricos que realizamos, articulados permanentemente
con la experiencia clínica. Se trata de una organización multi-céntrica, que constituye un Instituto vir-
tual de Psicoanálisis multifamiliar.
Para la enseñanza contamos con 800 horas de videos de grupos coordinados por mí mismo, filmados
durante estos últimos diez años en los hospitales Borda y Moyano, en Buenos Aires. Este es un material
que ha demostrado tener gran valor para la formación de profesionales capacitados para la conducción
de grupos.
Desde el punto de vista de las aplicaciones clínicas posibles, el Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar
aporta experiencias muy valiosas para pacientes de cualquier tipo. Los que están afectados por una pato-
logía mental severa encuentran el ‘contexto’ adecuado para poder trabajar la violencia y la transferencia
psicótica. Los familiares pueden empezar a comprender mejor la naturaleza del llamado “trastorno men-
tal”, y a poder ayudar al paciente designado en su ‘necesidad de ser ayudado verdaderamente’.
En el ‘contexto’ de los Grupos los familiares muchas veces se convierten en los “verdaderos terapeu-
tas” del paciente. Y cuando esto no puede ocurrir, porque no alcanzan a estar en condiciones para ello,
podemos ver de una manera muy directa por qué ese paciente no mejora.
Si el paciente está realizando un tratamiento psico-terapéutico de cualquier tipo, la concurrencia a
estos grupos puede ser un apoyo muy positivo, si se ‘articula’ bien con la experiencia individual. Si se
trata de un tratamiento familiar nuclear o si está participando en un grupo de psicoterapia, la concu-
rrencia al Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar puede constituir siempre un complemento valioso.
La ‘heterogeneidad’ y la ‘diversidad’ de los que concurren aporta siempre algo enriquecedor. Por más
enfermo que esté un paciente, no debemos pensar nunca de entrada que no va a estar en condiciones de
participar. Muchas veces nos hemos llevado sorpresas en ese sentido. Siempre habrá tiempo para sugerir
a un paciente para que deje de venir, si no está en condiciones, hasta que pueda mejorar como para po-
der concurrir. Es muy común que un paciente que no está en condiciones se retire, o deje de concurrir
por su propia decisión.
Cuanto más personas sanas concurran a estos grupos, por el interés que despierta la experiencia y no
por una patología determinada, mejor será el funcionamiento del grupo para el resto de los participan-
tes.
Es poco conocida la experiencia valiosa que puede hacer cualquier persona concurriendo a un grupo
de este tipo, aún en un hospital psiquiátrico con pacientes hospitalizados. Para comprender esto sería
García Badaracco, Jorge E. [2006e]: “El Psicoanálisis Multifamiliar: cómo curar desde la ‘virtualidad sana’”.
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necesario desarrollar ampliamente el tema de la ‘conducción’ de un grupo de este tipo. Esto no lo pode-
mos realizar aquí por falta de espacio para ello. Solamente podemos adelantar que para que sea posible,
es necesario “saber ver” en profundidad, y saber trabajar lo que he llamado la ‘virtualidad sana’ de los
enfermos mentales.
Otro aspecto muy importante de estos grupos es la “utilidad” que tienen, en el sentido de lo que se
llama generalmente ‘prevención’. Cuando un paciente viene con sus familiares, podemos decir que el
paciente está realizando un tratamiento y que algunos familiares están haciendo prevención.
Todo lo que estamos desarrollando permite visualizar claramente la ‘función social’ que tienen estos
grupos si empezáramos a utilizarlos ampliamente en distintos ‘contextos sociales’, tales como una ciu-
dad, un barrio, una escuela, un reformatorio, una cárcel, etc.
En ese sentido, el Jefe de Bomberos Voluntarios de la ciudad de Luján, 6 miembro de nuestro Institu-
to, está realizando un Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar abierto a la comunidad y ha creado una ‘Es-
cuela de la Vida Cotidiana’. El lema que agrupa ambas reuniones es: “Poder pensar entre todos las cosas
que no se pueden pensar solo”.
***
6
Ciudad de la provincia de Buenos Aires, de alrededor de 70.000 habitantes.
García Badaracco, Jorge E. [2006e]: “El Psicoanálisis Multifamiliar: cómo curar desde la ‘virtualidad sana’”.
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