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El predicador debe estructurar, leer, estudiar y preparar muy bien el sermón para
recibir la iluminación del Espíritu Santo a la hora de llevarlo a la congregación, este
trabajo debe ser realizado con diligencia y eficaz como todo lo que hacemos para
el señor.
El ministerio del evangelio se debe dar con denuedo y claridad pidiendo a DIOS
las palabras apropiadas y precisas para que los que escuchen entiendan el
mensaje. Que se inspire el amor que hay en el corazón del predicador para
influenciar a la congregación del poder del espíritu Santo.
Hay que tener cuidado con la pereza porque es un pecado que contrista en gran
manera al Espíritu de Dios, de igual forma cuando el predicador busca la gloria y
no se la da a quien es merecedora de ella: DIOS; que vergüenza con aquellos
predicadores que buscan llamar la atención de los hombres en el pulpito, cuando
el predicador recibe halagos sin darle la gloria a DIOS, pierde toda la unción que le
haya sido impartida por el Espíritu.