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FUNDAMENTOS TEOLOGICOS DE LA PREDICACIÓN.

La predicación es la proclamación de la palabra de Dios a los hombres por los


hombres por mandato de Dios. Es el medio ordenado para la transmisión de la
Palabra de Dios al mundo, y sirve también como un medio de gracia oficial para la
edificación de la iglesia de Cristo.

En el Antiguo Testamento los profetas fueron los heraldos de Dios que declaraban
juicio y esperanza futura de salvación, y predicaban contra las iniquidades del
pueblo y de sus líderes. La predicación de los profetas era, a menudo, dada por
Dios inmediatamente y transmitida a medida que se recibía, en tanto que la
predicación de los levitas se basaba sobre la palabra escrita, la Torah.

En el Nuevo Testamento, la predicación de Juan El Bautista, Jesús, los apóstoles


y otros se describe por medio de treinta términos diferentes. Los mas importantes
son kérussein “anunciar”, “proclamar” (usado sesenta y una veces, kérugma cerca
de nueve veces); euvangelidseszai, “publicar las buenas nuevas” (usado sobre
cincuenta veces, euangelion sobre setenta veces); y didaskein, “enseñar” (usado
cerca de noventa veces, los sustantivos didaskalia y didaché, también se usan,
especialmente en las epístolas pastorales), todos estos verbos y sustantivos llevan
una fuerte nota de autoridad.

El predicador ha recibido su mandato y mensaje de Dios y llega con la autoridad


del que lo envía. Los términos del Nuevo Testamento para la predicación no
pueden separarse de la idea del apostolado y su fundación en Jesucristo (Jn.
20:21). Esto es especialmente verdadero de la palabra usada con más frecuencia
en Juan, marturein, significado “testimoniar judicialmente como un testigo”.

El mensaje primario (kérugma, euangelion), de los apósoles consiste en una


declaración de los hechos histórico-redentivos de la vida de Cristo, su muerte,
resurrección, ascensión y segunda venida, junto con el llamado al arrepentimiento
y la fe.
El kérugma es fundamental a la vida de la iglesia y a la enseñanza apostólica lo
cual sirve para la edificación de la iglesia (didaché, enseñanza, paraklésis,
exhortación, y nouzesa, admonición, etc.).

La predicación se basa en una comprensión del mensaje dado a la iglesia por el


Espíritu Santo en la Sagrada Escritura.

FUNDAMENTOS BIBLICOS DE LA PREDICACIÓN.

El predicador de la Palabra de Dios tiene como tarea descubrir lo que Dios desea
y, por medio de su gracia, hacer su voluntad. Predicar la Palabra de Dios del modo
de Dios debería ser el objetivo de predicadores fieles. Dios es soberano y nos dice
qué predicar y como hacerlo. Nosotros no tenemos el derecho de desviarnos de
sus instrucciones. La simple idea y las especulaciones humanas no deben estar
dentro de una predicación Bíblica.

La predicación cristiana comienza con la Escritura. Y el éxito de la misma se mide


por la fidelidad de los predicadores al mensaje que somos llamados a predicar. El
predicador es un portavoz (kerix) cuya tarea es transmitir la verdad de Dios a su
pueblo y llamar los electos del mundo para la iglesia. Para esos fines, necesitamos
entender lo que se exige de nosotros y como lograr eso.

Todos los verdaderos predicadores reconocen la Biblia como una fuente de la cual
aprender y proclaman la verdad de Dios. Ellos aceptan lo que leen allí como
palabra inspirada e inerrante en los originales. Por “inspiración” (el término en 2Tm
3.16 significa “soplado por Dios”), ellos entienden que las palabras bíblicas son
tanto la palabra de Dios como si Él las hubiese dicho por medio del soplo. Si
alguien pudiese oírlo hablar, él no diría nada más, nada menos y nada diferente de
lo que está escrito por medio de sus apóstoles y profetas. Las Escrituras son las
exactas palabras de Dios por escrito.
Las Escrituras son para todos los tiempos, para personas en todos los países.
Recordamos las palabras de Pablo cuando declaró que “estas cosas sucedieron
como ejemplos para nosotros” (1Co 10:6) y que “están escritas para
amonestarnos a nosotros” (1Co 10:11). Consecuentemente, necesitamos entender
que el mensaje del texto es para la edificación de nuestros oyentes como lo fue
para aquellos a quienes originalmente fue escrita.

Creyendo en eso, necesitamos predicar el texto como un mensaje


contemporáneo. Direccionaremos las palabras del texto a nuestra congregación
como si ellas hubieran sido escritas con ellos en mente. Hacemos así porque,
como Pablo explicó, eso es verdadero. La predicación es para satisfacer las
diferentes necesidades de toda la humanidad.

Todo pasaje para ser predicado, entonces, es seleccionado porque en sí mismo


es un mensaje completo de Dios. Ese mensaje puede ser parte de uno mayor,
pero es un mensaje que desafía al creyente a creer, a dejar de creer, a cambiar o
a hacer alguna cosa que Dios desea y que, al final de cuentas, contribuirá para los
dos grandes propósitos de la Biblia – ayudar a los miembros de nuestra
congregación a amar a Dios y a su prójimo.

En toda la historia de la predicación, felizmente eso con frecuencia no fue así, los
predicadores han usado las Escrituras para sus propios propósitos y no para los
propósitos para los cuales ella fue dada, perdiendo así el poder inherente a
cualquier parte usada en la predicación. No es sin razón que el evangelio de Juan
es usado más frecuentemente que cualquier otro para llevar al conocimiento
salvador de Jesucristo; él fue escrito para ese propósito. El Espíritu, que produjo la
Biblia, bendice su uso cuando la intención del predicador es la misma que la de Él
mismo.
Necesitamos abrir las Escrituras como Jesús lo hizo (Lc. 24.32), informando a
nuestros oyentes sobre su contenido, pero siempre haciendo visible la relevancia
de los textos para ellos. Debemos predicar a las personas para mejorar su
relación personal con Dios y su prójimo.

FUNDAMENTOS PASTORALES DE LA PREDICACIÓN.

Dios usa el ministerio pastoral para el cuidado de su iglesia, mediante el ejercicio


de la predicación, la enseñanza, el discipulado, las relaciones, la consejería y
otros; con el fin de perfeccionarla para la obra del ministerio y conducirla hacia la
madurez cristiana. Esta tarea exige al pastor cuidar e instruir a la iglesia mediante
la Palabra de Dios para que cada creyente se convierta en un verdadero discípulo
de Cristo, que vive de acuerdo a los principios y valores del Reino de Dios.

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