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ORDENACIÓN DIACONAL

Hermanos de la Inmaculada Concepción y


Santa Beatriz de Silva

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ORDENACIÓN DIACONAL
Conferida por Su Excelencia Reverendísima

MONSEÑOR José Miguel Gómez Rodríguez

Obispo de Facatativá

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NOMBRE DE LOS ORDENANDOS

Samir Andrés Martínez Mercado.

Johan Sebastian Carvajal Olejua.

EL DIACONADO

El rito de la ordenación diaconal tiene lugar después del


Evangelio y se divide en tres partes: los ritos preparatorios, el rito
central de la ordenación y los ritos explicativos.

El rito preparatorio comprende la presentación del candidato,


la homilía del Obispo y las promesas del candidato de ejercitar el
ministerio según la intención de Cristo y de la Iglesia y bajo la guía
pastoral del Obispo.

El rito central comprende las letanías de los santos, la


imposición de las manos por parte del Obispo y la oración de
ordenación, que confiere al elegido el don del Espíritu Santo para el
ministerio diaconal.

Los ritos explicativos consisten en la vestición de la estola


diaconal y de la dalmática, en la entrega del libro de los Evangelios
y en el abrazo de la paz.

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RITO DE INTRODUCCIÓN
CANTO DE ENTRADA

PUEBLO DE REYES Lucien Deiss

2. Te cantamos a ti, esplendor de la gloria.


Te alabamos estrella radiante que anuncias el día.
Te cantamos, oh luz que iluminas nuestras sombras.
Te alabamos, antorcha de la nueva Jerusalén. R/.

3. Te cantamos Mesías que anunciaron los profetas.


Te alabamos, oh Hijo de Abraham e Hijo de David.
Te cantamos, Mesías esperado por los pobres.
Te alabamos, Oh Cristo nuestro Rey de humilde corazón. R/.

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SALUDO A LA ASAMBLEA

El celebrante:

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo

La asamblea:

Amén.

El celebrante:

La paz esté con ustedes

La asamblea:

Y con tu espíritu.

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ACTO PENITENCIAL
El celebrante:

Jesucristo, el justo, intercede por nosotros y nos reconcilia con


el Padre. Abramos, pues, nuestro espíritu al arrepentimiento, para
acercarnos a la mesa del Señor.

Después de una breve pausa de silencio:

Tú, que has sido enviado para sanar a los contritos de corazón:

La asamblea: Señor ten piedad

El celebrante:

Tú, que has venido a llamar a los pecadores:

La asamblea: Cristo ten piedad

El celebrante:

Tú, que estás sentado a la derecha del Padre para interceder


por nosotros:

La asamblea: Señor ten piedad

El sacerdote concluye con la siguiente plegaria:

Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros


pecados y nos lleve a la vida eterna.

La asamblea: Amén
ORACIÓN COLECTA
El celebrante:

Oremos:

Oh Dios, que enseñaste a los ministros de tu Iglesia


a servir a los hermanos y no a ser servidos, concede a estos hijos tuyos
que elegiste hoy para el ministerio del diaconado disponibilidad para
la acción, mansedumbre en su ministerio y perseverancia en la oración.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

La asamblea:

Amén.

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LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

Hch 6, 1-7

Eligieron siete hombres llenos del Espíritu Santo

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles

En aquellos días, como aumentaba mucho el número de los


discípulos, hubo ciertas quejas de los judíos griegos contra los hebreos,
de que no se atendía bien a sus viudas en el servicio de la caridad de
todos los días.

Los Doce convocaron entonces a la multitud de los discípulos


y les dijeron: «No es justo que, dejando el ministerio de la palabra
de Dios, nos dediquemos a administrar los bienes. Escojan entre
ustedes a siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu
Santo y de sabiduría, a los cuales encarguemos este servicio.
Nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra».

Todos estuvieron de acuerdo y eligieron a Esteban, hombre


lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón,
Pármenas y Nicolás, Prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los
apóstoles y éstos, después de haber orado, les impusieron las
manos.

Mientras tanto, la palabra de Dios iba cundiendo. En Jerusalén


se multiplicaba grandemente el número de los discípulos.

Palabra de Dios

La asamblea:

Te alabamos, Señor.
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SALMO RESPONSORIAL
Sal 22 (23)

R / El Señor es mi pastor, nada me falta.

El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.


El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el recto sendero,
por amor de su Nombre.R /.

Aunque cruce por oscuras quebradas,


no temeré ningún mal,
porque tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza. R /.

Tú preparas ante mí una mesa,


frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa. R /.

Tu bondad y tu gracia me acompañan


a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo. R /.

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ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO

El cantor:

La asamblea: Aleluia, aleluia…

El cantor:

A ustedes los llamo amigos, dice el Señor, porque les he dado


a conocer todo lo que le he oído a mi Padre.

La asamblea: Aleluia, aleluia…

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EVANGELIO
Jn 15, 9-17

No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido.

V/. El Señor esté con ustedes.


R/. Y con tu espíritu.
V/. Lectura del santo Evangelio según san Juan
R/. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Como el Padre


me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis
mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo
los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he
dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea
plena.

Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como


yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos, que el
que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo
les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que
hace su amo: a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a
conocer todo lo que le he oído a mi Padre.

No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha


elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto
permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en
mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los
otros”.

Palabra del Señor

La asamblea:
Gloria a ti, Señor Jesús.
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LITURGIA DE LA ORDENACIÓN

ELECCIÓN DE LOS CANDIDATOS


En este momento inicia el rito de la ordenación diaconal. Los candidatos serán
llamados por su nombre y responderán «Presente». Se invita a los candidatos a
presentarse y se pide al celebrante que ordene para el ministerio diaconal a quienes
han sido reconocido idóneos.

Los ordenandos son llamados por el diácono, de la siguiente manera:

Acérquense los que van a ser ordenados diáconos.

E inmediatamente los nombra individualmente:

Samir Andrés Martínez Mercado

Johan Sebastian Carvajal Olejua

Y cada uno de los llamados dice:

Presente.

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Los llamados permanecen de pie ante el Obispo, y un presbítero designado por el
Obispo dice:

Reverendísimo Padre, la Santa Madre Iglesia pide que ordenes


diáconos a estos hermanos nuestros.

El obispo le pregunta:

¿Sabes si son dignos?

Y él responde:

Según el parecer de quienes los presentan, después de


consultar al pueblo cristiano, doy testimonio de que han sido
considerados dignos.

El Obispo:

Con el auxilio de Dios y de Jesucristo, nuestro Salvador,


elegimos a estos hermanos nuestros para el Orden de los diáconos.

La asamblea:

Demos gracias, Señor.

HOMILÍA
El celebrante habla al candidato y a la asamblea sobre el ministerio del diaconado.

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PROMESA DE LOS ELEGIDOS
En respuesta a las peticiones del Obispo los candidatos manifiestan
públicamente su deseo de querer recibir libremente el ministerio del diaconado y
de cumplir con devoción sus promesas: ayudar con caridad y humildad al orden
sacerdotal en el servicio del pueblo cristiano, anunciar el Evangelio a toda creatura,
vivir el celibato como signo de la propia consagración total a Cristo, cumplir
fielmente la oración de la Liturgia de las Horas por la Iglesia y por el mundo entero,
conformar totalmente la propia vida a Jesucristo y obedecer a la Iglesia .

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Después de la homilía, solamente los elegidos se levantan y se ponen de pie ante el
Obispo, quien los interroga con estas palabras:

Queridos hijos: antes de entrar en el Orden de los diáconos


deben manifestar ante el pueb l o su v o l u n t a d de r e c i b i r
este ministerio.

¿Quieren consagrarse al servicio de la Iglesia por la imposición


de mis manos y la gracia del Espíritu Santo?

Los elegidos:

Sí, quiero.

El Obispo:

¿Quieren desempeñar, con humildad y amor, el ministerio de


diáconos como colaboradores del Orden sacerdotal y en bien del
pueblo cristiano?

Los elegidos:

Sí, quiero.

El Obispo:

¿Quieren vivir el misterio de la fe con alma limpia, como dice


el A p ó s t o l , y p r o c l a m a r esta f e d e p a l a b r a y o b r a ,
s e g ú n e l Evangelio y la tradición de la Iglesia?

Los elegidos:

Sí, quiero.

El Obispo:

¿Quieren ante Dios y ante la Iglesia, como signo de su


consagración a Cristo, observar durante toda la vida el celibato por

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causa d e l Reino d e los cielos y para servicio d e Dios y de los
hombres?

Los elegidos:

Sí, quiero.

El Obispo:

¿Quieren conservar y acrecentar el espíritu de oración, tal


como corresponde a su género de vida y, fieles a este espíritu,
celebrar la Liturgia de las Horas, según su condición, junto con el
Pueblo de Dios y en beneficio suyo y de todo el mundo?

Los elegidos:

Sí, quiero.

El Obispo:

¿Quieren imitar siempre en su vida el ejemplo de Cristo, cuyo


Cuerpo y Sangre servirán con sus propias manos?

Los elegidos:

Sí, quiero, con la gracia de Dios.

Seguidamente, cada uno de los elegidos se acerca al Obispo y, de rodillas ante él,
pone sus manos juntas entre las manos del Obispo.

El Obispo interroga al elegido, diciendo:

¿Prometes obediencia y respeto a mí y mis sucesores?

El elegido:

Sí, prometo

El Obispo concluye:

Dios, que comenzó en ti esta obra buena, Él mismo la lleve a


término.
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ORACIÓN LITÁNICA
A continuación, todos se levantan. El Obispo, dejando la mitra, de pie, con las
manos juntas y de cara al pueblo, hace la invitación:

Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso, para que


derrame bondadosamente la gracia de su bendición sobre estos
siervos suyos que ha llamado al Orden de los diáconos.

Entonces, los elegidos se postran en tierra y se cantan las letanías; todos


responden. En los domingos y durante el Tiempo pascual, se hace estando todos
de pie, y en los demás días, de rodillas, en cuyo caso el diácono dice:
Nos ponemos de rodillas.

En las letanías, pueden añadirse, en su lugar respectivo, otros nombres de santos,


por ejemplo, del Patrono, del Titular de la iglesia, del Fundador, del Patrono de
quienes reciben la Ordenación, así como otras invocaciones apropiadas a cada
circunstancia.

Señor, ten piedad


Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad

Santa María, Madre de Dios R/ Ruega por nosotros


San Miguel, Ruega por nosotros
San Rafael Ruega por nosotros

Santos Ángeles de Dios, Rogad por nosotros


San Juan Bautista, Ruega por nosotros
San José, Ruega por nosotros

Santos Pedro y Pablo Rogad por nosotros


San Andrés, Ruega por nosotros
San Juan, Ruega por nosotros

Santa María Magdalena, Ruega por nosotros


San Esteban, Ruega por nosotros
San Ignacio de Antioquía, Ruega por nosotros
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San Lorenzo, Ruega por nosotros
San Vicente, Ruega por nosotros
San Sebastián Ruega por nosotros

Santas Perpetua y Felicidad, Rogad por nosotros


Santa Inés, Ruega por nosotros
San Gregorio, Ruega por nosotros

San Agustín, Ruega por nosotros


San Atanasio, Ruega por nosotros
San Basilio, Ruega por nosotros

San Efrén Ruega por nosotros


San Martín, Ruega por nosotros
San Benito, Ruega por nosotros

Santos Francisco y Domingo, Rogad por nosotros


San Francisco Javier, Ruega por nosotros
San Juan María Vianney, Ruega por nosotros

Santa Catalina de Siena, Ruega por nosotros


Santa Teresa de Jesús, Ruega por nosotros
Santa Teresa del Niño Jesús Ruega por nosotros

San José Moscati Ruega por nosotros


San Maximiliano María Kolbe Ruega por nosotros
Santa Beatriz de Silva Ruega por nosotros

Santa María Bernarda Bütler Ruega por nosotros


Beatas Marias del Carmen y compañeras Rogad por nosotros
Todos los santos y santas Dios, Rogad por nosotros

Muéstrate propicio líbranos, Señor


De todo mal, líbranos, Señor
De todo pecado, líbranos, Señor

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De la muerte eterna, líbranos, Señor
Por tu encarnación, líbranos, Señor
Por tu muerte y resurrección, líbranos, Señor
Por el envío del Espíritu Santo líbranos, Señor

Nosotros, que somos pecadores, te rogamos, óyenos


Para que gobiernes y conserves a tu
Santa Iglesia, te rogamos, óyenos
Para que asistas al Papa y a todos los
miembros del clero en tu servicio
santo, te rogamos, óyenos

Para que bendigas a estos elegidos, te rogamos, óyenos


Para que bendigas y santifiques a te rogamos, óyenos
estos elegidos,
Para que bendigas, santifiques y
consagres a estos elegidos, te rogamos, óyenos
Para que concedas paz y concordia a
todos los pueblos de la Tierra. te rogamos, óyenos.
Para que tengas misericordia de
todos los que sufren, te rogamos, óyenos.
Para que nos fortalezcas y asistas en
tu servicio santo, te rogamos, óyenos.
Jesús, Hijo de Dios vivo, te rogamos, óyenos.
Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos

El Obispo, poniéndose de pie, dice:


Señor Dios, escucha nuestras súplicas y confirma con tu gracia
este ministerio que realizamos: santifica con tu bendición a estos
siervos tuyos que juzgamos aptos para el servicio de los santos
misterios. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos responden: Amén.

El diácono, si el caso lo requiere, dice:


Podemos levantarnos.
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IMPOSICIÓN DE LAS MANOS Y PLEGARIA DE ORDENACIÓN
En el origen de la elección, de la santificación y de la misión de los ministros, hay
una especial efusión del Espíritu. Por ello, no puede haber rito de ordenación, sin la
invocación del Espíritu Santo, realizada por el gesto apostólico de la imposición de
las manos. La centralidad de este gesto significa que los elegidos han sido
constituidos en el ministerio del diaconado por el don del Espíritu de Cristo
Resucitado.
Una vez terminada la imposición de las manos, el celebrante con los brazos
extendidos pronuncia la plegaria de ordenación.

El Obispo impone en silencio las manos sobre la cabeza de cada uno de los
elegidos

Estando los elegidos arrodillados ante el Obispo, éste, sin mitra, con las manos
extendidas, dice la Plegaria de Ordenación:

El Obispo:

Asístenos, Dios todopoderoso,


de quien procede toda gracia,
que estableces los ministerios
regulando sus órdenes;
inmutable en ti mismo, todo lo renuevas;
por Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro
– palabra, sabiduría y fuerza tuya-,
con providencia eterna todo lo proyectas
y concedes en cada momento cuanto conviene.

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A tu Iglesia, cuerpo de Cristo,
enriquecida con dones celestes variados,
articulada con miembros distintos
y unificada con admirable estructura
por la acción del Espíritu Santo,
la haces crecer y dilatarse
como templo nuevo y grandioso.

Como un día elegiste a los levitas


para servir en el primitivo tabernáculo,
así ahora has establecido tres órdenes de ministros
encargados de tu servicio.

Así también, en los comienzos de la Iglesia,


los apóstoles de tu Hijo,
movidos por el Espíritu Santo,
eligieron, como auxiliares suyos en el ministerio cotidiano,
a siete varones acreditados ante el pueblo,
a quienes, orando e imponiéndoles las manos,
les confiaron el cuidado de los pobres,
a fin de poder ellos entregarse con mayor empeño
a la oración y a la predicación de la palabra.

Te suplicamos, Señor, que atiendas propicio


a estos tus siervos,
a quienes consagramos humildemente
para el orden del diaconado y el servicio de tu altar
ENVÍA SOBRE ELLOS, SEÑOR, EL ESPÍRITU SANTO,
PARA QUE, FORTALECIDOS
CON TU GRACIA DE LOS SIETE DONES,
DESEMPEÑEN CON FIDELIDAD EL MINISTERIO.
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Que resplandezca en ellos
un estilo de vida evangélica, un amor sincero,
solicitud por pobres y enfermos, una autoridad discreta,
una pureza sin tacha
y una observancia de sus obligaciones espirituales.

Que tus mandamientos, Señor,


se vean reflejados en sus costumbres,
y que el ejemplo de su vida
suscite la imitación del pueblo santo;
que, manifestando el testimonio de su buena conciencia,
perseveren firmes y constantes con Cristo,
de forma que, imitando en la tierra a tu Hijo,
que no vino a ser servido sino a servir,
merezcan reinar con Él en el cielo.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,


que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios
por los siglos de los siglos.

Todos responden: Amén.

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IMPOSICIÓN DE LOS ORNAMENTOS DIACONALES

Terminada la plegaria de la ordenación, todos se sientan. Los recién ordenados se


revisten con los ornamentos diaconales: la estola y la dalmática, signos visibles del
carácter de su ministerio. La estola apoyada sobre el hombro indica que el diácono
recibe una nueva túnica de inmortalidad, el vestido del hombre nuevo que san Pablo
describe en sus cartas, y al mismo tiempo recuerda la toalla con la cual se ciñó Cristo
para lavar los pies de sus discípulos durante la última cena descrita por el evangelista
Juan. La dalmática, simboliza el servicio que los ministros deben prestar como
heraldos de la Palabra de Dios anunciando su Evangelio a todos los hombres.

Canto.

ENTREGA DEL LIBRO DE LOS EVANGELIOS


Los ordenados recibe de manos del celebrante el libro de los Evangelios. Con este
gesto litúrgico se simboliza la estrecha y vital relación del diácono con la Palabra de
Dios: entre los diversos servicios que prestará a la Iglesia, se pone en primerísimo
lugar el anuncio del Evangelio y un particular compromiso en la obra de la
evangelización y de catequesis, que tienen en el diácono un especial animador.

Los ordenados, ya con sus vestiduras diaconales, se acercan al Obispo y, uno por
uno, se van arrodillando ante él. El Obispo entrega a cada uno el libro de los
Evangelios, diciendo:

Recibe el Evangelio de Cristo, del cual has sido constituido


mensajero; esmérate en creer lo que lees, enseñar lo que crees, y
vivir lo que enseñas.
ABRAZO DE PAZ
Después de haber entregado el libro del Evangelio, el celebrante intercambia con cada
diácono el abrazo y el beso de la paz, diciendo:

La paz sea contigo.

El ordenado responde:

Y con tu espíritu.
Prosigue la Misa como de costumbre. Se omite la oración universal.

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LITURGIA EUCARÍSTICA

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS


El celebrante:

Oren, hermanos, para que este sacrificio, mío y de ustedes, sea


agradable a Dios, Padre todopoderoso.

La asamblea:

El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y


gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.

El celebrante:

Padre Santo, cuyo Hijo quiso lavar los pies de los discípulos
para darnos ejemplo, recibe los dones que te presentamos, y haz
que, al ofrecernos a ti como oblación espiritual, nos llenemos del
espíritu de humildad y digiligencia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

La asamblea:
Amén.

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PLEGARIA EUCARÍSTICA
Prefacio I de la misa de ordenación diaconal:

Cristo, origen de todo ministerio en la Iglesia.

V/. El Señor esté con ustedes.


R/. Y con tu espíritu.
V/. Levantemos el corazón
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario,


es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno.

Pues por la unción del Espíritu Santo


Tú constituiste a tu Unigénito
Pontífice de la nueva y eterna alianza,
y en tu inefable designio, determinaste
que en la Iglesia se ejercieran muchos ministerios.

Porque Él, no sólo confiere la dignidad del sacerdocio real


a todo el pueblo redimido,
sino que, con fraternal predilección
elige a algunos hombres,
para hacerlos por la imposición de las manos,
partícipes de su ministerio santo.

Ellos preceden a tu pueblo santo en la caridad,


lo alimentan con la palabra,
y lo fortalecen con los sacramentos.

Entregando su vida por ti y por sus hermanos,


e l l o s se esfuerzan por reproducir
en sí mismos la imagen de Cristo
y te ofrecen un constante testimonio de fidelidad y de amor.

Por eso, también nosotros, Señor, con todos los ángeles y santos, te
alabamos, cantando llenos de alegría:
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CP P adre misericordioso,
te pedimos humildemente
por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor,
Junta las manos y dice:
que aceptes y bendigas

Traza, una sola vez, el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente,
diciendo:
estos ✠dones,
este sacrificio santo y puro que te ofrecemos,

Con las manos extendidas, prosigue:

ante todo, por tu Iglesia santa y católica,


para que le concedas la paz, la protejas,
la congregues en la unidad
y la gobiernes en el mundo entero,
con tu servidor el Papa Francisco
conmigo, indigno siervo tuyo,
y todos los demás Obispos que, fieles a la verdad,
promueven la fe católica y apostólica.

Conmemoración de los vivos


C1 Acuérdate, Señor, de tus hijos N. y N.
Puede decir los nombres de aquellos por quienes tiene intención de orar,

Después, con las manos extendidas, prosigue:

y de todos los aquí reunidos,


cuya fe y entrega bien conoces;
por ellos y todos los suyos,
por el perdón de sus pecados
y la salvación que esperan,
te ofrecemos, y ellos mismos te ofrecen,
este sacrificio de alabanza, a ti,
eterno Dios, vivo y verdadero.
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Conmemoración de los santos
C2 Reunidos en comunión con toda la Iglesia,
veneramos la memoria,
ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María,
Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor;
la de su esposo, San José; la de los santos apóstoles y mártires
Pedro y Pablo, Andrés,
[Santiago y Juan,
Tomás, Santiago y Felipe,
Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo;
Lino, Cleto, Clemente,
Sixto, Cornelio, Cipriano,
Lorenzo, Crisógono,
Juan y Pablo,
Cosme y Damián,]
y la de todos los santos;
por sus méritos y oraciones
concédenos en toda tu protección.
[Por Cristo nuestro Señor. Amén.]

Con las manos extendidas prosigue:


Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos, y de toda tu
familia santa; te la ofrecemos también por tus hijos que han sido
llamados al Orden de los diáconos; conserva en ellos tus dones para que
fructifique lo que han recibido de tu bondad. [Por Cristo, nuestro Señor.
Amén.]

Extendiendo las manos sobre las ofrendas, dice:


CC Bendice y santifica, oh Padre, esta ofrenda
haciéndola perfecta, espiritual y digna de ti,
de manera que sea para nosotros
Cuerpo y Sangre de tu Hijo amado,
Jesucristo, nuestro Señor.
Junta las manos.

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En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse con claridad,
como lo requiere la naturaleza de éstas.

El cual, la víspera de su Pasión,

Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:

tomó pan en sus santas y venerables manos,

Eleva los ojos.


y elevando los ojos al cielo,
hacia ti, Dios Padre suyo todopoderoso,
dando gracias te bendijo,
lo partió
y lo dio a sus discípulos diciendo:

Se inclina un poco.

TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL,


PORQUE ÉSTO ES MI CUERPO
QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS.

Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora


haciendo genuflexión.

Después prosigue:

Del mismo modo, acabada la cena,


Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, dice:
tomó este cáliz glorioso
en sus santas y venerables manos;
dando gracias te bendijo,
y lo dio a sus discípulos diciendo:

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Se inclina un poco.

TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL,


PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,
SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,
QUE SERÁ DERRAMADA POR VOSOTROS
Y POR MUCHOS
PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.
HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.

Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo


genuflexión.

Luego dice una de las siguientes fórmulas:

CP Éste es el Misterio de la fe.


Y el pueblo prosigue, aclamando:

Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!

Después, con las manos extendidas, dice:

CC Por eso, Padre,


nosotros, tus siervos, y todo tu pueblo santo,
al celebrar este memorial de la muerte gloriosa
de Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor;
de su santa resurrección del lugar de los muertos
y de su admirable ascensión a los cielos,
te ofrecemos, Dios de gloria y majestad,
de los mismos bienes que nos has dado,
el sacrificio puro, inmaculado y santo;
pan de vida eterna y cáliz de eterna salvación.

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Mira con ojos de bondad esta ofrenda
y acéptala,
como aceptaste los dones del justo Abel,
el sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe,
y la oblación pura
de tu sumo sacerdote Melquisedec.

Inclinado, con las manos juntas prosigue:

Te pedimos humildemente,
Dios todopoderoso,
que esta ofrenda sea llevada a tu presencia,
hasta el altar del cielo,
por manos tu ángel,
para que cuantos recibimos
el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
al participar aquí de este altar,

Se endereza y se signa diciendo:

seamos colmados de gracia y bendición.


[Por Cristo, nuestro Señor. Amén.]

Conmemoración de los difuntos.


Con las manos expendidas dice:

C3 Acuérdate también, Señor,


de tus hijos N. y N.,
que nos han precedido con el signo de la fe
y duermen ya el sueño de la paz.

Junta las manos y ora unos momentos por los difuntos por quienes tiene intención
de orar.

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Después, con las manos extendidas, prosigue:

A ellos, Señor, y a cuantos descansan en Cristo,


concédeles el lugar del consuelo,
de la luz y de la paz.

Junta las manos.

[Por Cristo nuestro Señor. Amén.]

Con la mano derecha se golpea el pecho diciendo:

C4 Y a nosotros, pecadores, siervos tuyos,


Con las manos extendidas prosigue:
que confiamos en tu infinita misericordia,
admítenos en la asamblea de los santos apóstoles y mártires
Juan el Bautista, Esteban,
Matías y Bernabé,
[Ignacio, Alejandro,
Marcelino y Pedro,
Felicidad y Perpetua,
Águeda, Lucía,
Inés, Cecilia y Anastasia]
y de todos los santos;
y acéptanos en su compañía,
no por nuestros méritos,
sino conforme a tu bondad.

Junta las manos:


Por Cristo, Señor nuestro.

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Y continúa:

CP Por quien sigues creando todos los bienes,


los santificas, los llenas de vida,
los bendices y los repartes entre nosotros.

Toma la patena con el pan consagrado, y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice:

CP Por Cristo, con él y en él,


a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.

El pueblo aclama:
Amén.

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RITO DE COMUNIÓN

PADRE NUESTRO

Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su


divina enseñanza, nos atrevemos a decir:

Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:

Padre nuestro, que estás en el cielo,


santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

El celebrante:

Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en


nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos
siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador
Jesucristo.

La asamblea:

Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

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RITO DE LA PAZ
El celebrante:

Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: «La paz les dejo,
mi paz les doy», no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de
tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. Tú
que vives y reinas por los siglos de los siglos.

La asamblea:

Amén.

El celebrante:

La paz del Señor esté siempre con ustedes.

La asamblea:

Y con tu espíritu.

El diácono:

Dense fraternalmente la paz.


Los presentes se intercambian un gesto de paz como signo de comunión fraterna.

El celebrante:

Éste es el Cordero de Dios, Jesucristo, que quita el pecado del


mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.

La asamblea:

Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra


tuya bastará para sanarme.

El celebrante comulga el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Posteriormente, también los


fieles comulgan.

36
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
El celebrante:

Concede, Señor, a tus siervos, fortalecidos por el alimento y


bebida celestiales, procurar tu gloria y la salvación de los creyentes,
siendo siempre fieles ministros del Evangelio, de los sacramentos y
de la caridad. Por Jesucristo, nuestro Señor.

La asamblea:

Amén.

37
RITO DE CONCLUSIÓN
El celebrante, con las manos extendidas sobre los ordenados y sobre
el pueblo, pronuncia la bendición

V/. El Señor esté con ustedes.


R/. Y con tu espíritu.

V/. Que Dios, que los ha llamado al servicio de los hombres en su


Iglesia, les conceda un gran celo apostólico hacia todos,
especialmente hacia los pobres y afligidos.

R/. Amén

V/. É l , que l e s h a c o n f i a d o la m i s i ó n de predicar el


Evangelio de Cristo los ayude a vivir según su Palabra y de
servir al altar y a los hombres, los haga en el mundo ardientes
testigos suyos y ministros de la caridad.
R/. Amén

V/. Y el que los hizo dispensadores de sus sacramentos, les


conceda ser imitadores de su Hijo Jesucristo, para ser en el mundo
ministros de la unidad y de la paz.
R/. Amén

V/. Y que, a todos ustedes, que están aquí presentes, los bendiga Dios

+
todopoderoso, Padre , Hijo + y Espíritu + Santo.
R/. Amén

El diácono: Pueden ir en paz.

La asamblea: Demos gracias a Dios.

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