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“El que quiera servirme, que me siga, dice el Señor; y donde yo esté,
allá también estará mi servidor”. (Jn 12, 26)
ORDENACIÓN PRESBITERAL DE
DIAC. ROBERTO MEJÍA ALTAMIRANO, CP.
MONICIÓN DE ENTRADA
Un saludo cordial de bienvenida a todos los presentes, asimismo les saludamos a
todas las personas que se unen a través de Facebook a esta celebración de fe.
Nos hemos congregado en esta mañana para participar con fe y entusiasmo de la
Santa Eucaristía; también es motivo de gran alegría para todos nosotros porque
nuestro hermano Roberto Mejía Altamirano será consagrado Sacerdote para la
Iglesia, por la imposición de manos y oración consecratoria de Monseñor Jesús
María Aristín Seco, CP. – obispo del Vicariato Apostólico de Yurimaguas.
Así pues, motivados por estos signos de fe y reconociendo la presencia de Dios en
medio de nosotros, pueden ponerse en pie y comenzamos esta celebración
cantando.
ORDINARIO DE LA MISA
RITOS INICIALES
Obispo:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Asamblea:
Amén.
SALUDO
El obispo, extendiendo las manos, saluda al pueblo diciendo:
Obispo:
La paz, la caridad y la fe, de parte de Dios Padre,
y de Jesucristo, el Señor, estén con todos ustedes.
Asamblea:
Y con tu espíritu.
ACTO PENITENCIAL
A continuación, se hace el Acto penitencial: El obispo invita a los fieles al arrepentimiento:
Obispo:
Hermanos: para celebrar dignamente estos sagrados misterios,
reconozcamos nuestros pecados.
Se hace una breve pausa en silencio.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado
mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mí culpa, por mí culpa, por
mí gran culpa. Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los
santos y a ustedes, hermanos, que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor. Dios
todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve
a la vida eterna.
Asamblea:
Amén.
Siguen las invocaciones Señor, ten piedad. Estas invocaciones pueden ser cantadas.
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ORDENACIÓN PRESBITERAL
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ORDENACIÓN PRESBITERAL
SEGUNDA LECTURA
En la siguiente lectura veremos cómo Dios irrumpe en la vida del Apóstol Pablo y
cómo lo va preparando para ser un misionero para las gentes. Escuchemos con
atención.
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (22, 3-16)
En aquellos días, dijo Pablo al pueblo: “Yo soy judío, nací en Tarso de Cilicia,
pero me crié en esta ciudad; fui alumno de Gamaliel y aprendí hasta el último
detalle de la ley de nuestros padres; he servido a Dios con tanto fervor como
ustedes muestran ahora”.
Yo perseguí a muerte a este nuevo camino, metiendo en la cárcel, encadenados, a
hombres y mujeres; y son testigos de esto el mismo sumo sacerdote y todos los
ancianos. Ellos me dieron cartas para los hermanos de Damasco, y fui allí para
traerme presos a Jerusalén a los que encontrase, para que los castigaran.
Pero en el viaje, cerca ya de Damasco, hacia mediodía, de repente una gran luz del
cielo me envolvió con su resplandor, caí por tierra y oí una voz que me decía:
“Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”
Yo le pregunté: “¿Quién eres, señor?”.
Me respondió: “Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues”.
Mis compañeros vieron el resplandor, pero no comprendieron lo que decía la voz.
Yo pregunté: “¿Qué debo hacer, Señor?”.
El me respondió: “Levántate, sigue hasta Damasco, y allí te dirán lo que tienes que
hacer”.
Como yo no veía, cegado por el resplandor de aquella luz, mis compañeros me
llevaron de la mano a Damasco. Un cierto Ananías, devoto de la ley, recomendado
por todos los judíos de la ciudad, vino a verme, se puso a mi lado y me dijo:
“Saulo, hermano, recobra la vista”. Inmediatamente recobré la vista y lo vi. Él me
dijo: “El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conozcas su voluntad, para
que vieras al justo y oyeras su voz, porque vas a ser su testigo ante todos los
hombres, de lo que has visto y oído. Ahora, no pierdas tiempo; levántate, recibe el
bautismo que, por la invocación de su nombre, lavará tus pecados”. Palabra de
Dios.
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ORDENACIÓN PRESBITERAL
SANTO EVANGELIO
La misión del Reino de Dios es una acción salvífica vigente en favor de todos los
hombres y mujeres de nuestros días en la que el mismo Dios nos llama a ser
partícipes. La mies es abundante, roguemos pues al dueño de la mies para que
suscita más obreros para su mies.
De pie, nos disponemos a escuchar el Santo Evangelio. Pero antes cantemos el
Aleluya.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos (16, 15-18)
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: “Vayan por todo el
mundo y proclamen en Evangelio a toda la creación”.
“El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer se condenará”.
“A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre,
hablarán lenguas nuevas, tomarán serpientes en sus manos y, si beben un veneno
mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos”.
Palabra del Señor.
Asamblea:
Gloria a ti, Señor Jesús.
Delegado provincial:
Reverendísimo Padre, la Santa Madre Iglesia pide que ordenes presbítero a
este hermano nuestro.
El Obispo le pregunta:
¿Sabes si es digno?
Delegado provincial:
Según el parecer de quienes los presentan y después de consultar al pueblo
cristiano, doy testimonio de que ha sido considerado digno.
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ORDENACIÓN PRESBITERAL
El Obispo:
Con el auxilio de Dios y de Jesucristo, nuestro Salvador, elegimos a este
hermano nuestro para el Orden de los presbíteros.
Todos manifiestan su aceptación, diciendo:
Asamblea:
Te damos gracias, Señor.
***
MONITOR:
Ahora pueden tomar asiento y nos disponemos a escuchar con mucha atención la
homilía.
HOMILÍA
MONITOR:
Dentro del Rito de la ordenación de los presbíteros, el ordenado es interrogado
sobre su compromiso de entrega al Pueblo de Dios, y en presencia del Obispo
Jesús María y de la comunidad cristiana, manifiesta su voluntad de cumplir su
ministerio, según el deseo de cristo y de la Iglesia. El elegido se pone de pie.
EXAMEN
PROMESA DEL ELEGIDO PRESBÍTERO
Solo se levanta el elegido presbítero y se pone de pie ante el obispo, quien lo interroga:
Obispo:
Querido hijo: antes de entrar en el Orden de los presbíteros, debes
manifestar, ante el pueblo, la voluntad de recibir este ministerio.
¿Estás dispuesto a desempeñar siempre el ministerio sacerdotal en el grado
de presbítero, como buen colaborador del Orden episcopal, apacentando el
rebaño del Señor y dejándose guiar por el Espíritu Santo?
El elegido responde:
Sí, estoy dispuesto.
El Obispo:
¿Realizarás el ministerio de la palabra, preparando la predicación del
Evangelio y la exposición de la fe católica con dedicación y sabiduría?
El elegido:
Sí, lo haré.
El Obispo:
¿Estás dispuesto a presidir con piedad y fielmente la celebración de los
misterios de Cristo, especialmente el sacrificio de la Eucaristía y el
sacramento de la reconciliación, para alabanza de Dios y santificación del
pueblo cristiano, según la tradición de la Iglesia?
El elegido:
Sí, estoy dispuesto.
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ORDENACIÓN PRESBITERAL
El Obispo:
¿Estás dispuesto a invocar la misericordia divina con nosotros, a favor del
pueblo que te sea encomendado, perseverando en el mandato de orar sin
desfallecer?
El elegido:
Sí, estoy dispuesto.
El Obispo:
¿Quieres unirte cada día más a Cristo, sumo Sacerdote, que por nosotros se
ofreció al Padre como víctima santa, y con él consagrarte a Dios, para la
salvación de los hombres?
El elegido:
Sí, quiero hacerlo, con la gracia de Dios.
Obispo:
Oremos, hermanos, a Dios Padre Todopoderoso, para
que derrame generosamente sus dones sobre este elegido
para el ministerio de los presbíteros.
El elegido se postra en tierra, y se cantan las letanías, respondiendo todos.
Diácono:
Pongámonos de rodillas.
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Obispo:
Señor, Dios nuestro, escúchanos y derrama sobre este
siervo tuyo tu Espíritu Santo y la gracia sacerdotal;
concede la abundancia de tus bienes a quienes
consagramos en tu presencia. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
Asamblea.
Amén.
El diácono, dice:
Pueden levantarse.
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Obispo:
Jesucristo, el Señor, a quien el Padre ungió
con la fuerza del Espíritu Santo,
te auxilie para santificar al pueblo cristiano
y para ofrecer a Dios el sacrificio.
El Obispo y el ordenado se lavan las manos.
ABRAZO DE PAZ
MONITOR: Con el abrazo de la paz, el Obispo y los demás sacerdotes manifiestan
su alegría al recibir a este hermano nuestro en el Orden del Presbiterado.
Finalmente, el obispo besa las manos de cada ordenando, primero al presbítero y después al diácono,
diciendo:
Obispo:
La paz contigo.
El ordenado responde:
Y con tu espíritu.
Mientras tanto, puede cantarse una canción de acuerdo al momento
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LITURGIA EUCARÍSTICA
El sacerdote se acerca al altar, toma la patena con el pan y, manteniéndola un poco elevada sobre el altar,
dice en secreto:
Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del
trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te
presentamos; él será para nosotros pan de vida.
El diácono, o el sacerdote, echa vino y un poco de agua en el cáliz, diciendo en secreto:
El agua unida al vino sea signo de nuestra participación en la vida divina de
quien ha querido compartir nuestra condición humana.
Después el sacerdote toma el cáliz y, manteniéndolo un poco elevado sobre el altar, dice en secreto:
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Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino, fruto de la vid y del
trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te
presentamos; él será para nosotros bebida de salvación.
A continuación, el sacerdote, inclinado, dice en secreto:
Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde; que éste
sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios
nuestro.
Y, si se juzga oportuno, inciensa las ofrendas y el altar. A continuación, el diácono o un ministro inciensa
al sacerdote y al pueblo. Y en seguida el sacerdote, de pie a un lado del altar, se lava las manos, diciendo
en secreto:
Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.
Después, de pie en el centro del altar y de cara al pueblo, extendiendo y juntando las manos, dice una de
las siguientes fórmulas:
Orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro,
sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
El pueblo responde:
El Señor reciba de tus manos este sacrificio,
para alabanza y gloria de su nombre,
para nuestro bien
y el de toda su santa Iglesia.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Oh, Dios, tú has querido que tus sacerdotes sean ministros del santo
altar y del pueblo, concede en tu bondad, por la eficacia de este
sacrificio, que el ministerio de tus siervos te sea siempre grato y dé,
en tu Iglesia, frutos que siempre permanezcan. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Asamblea
Amén.
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Después prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
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tomó el cáliz,
dando gracias te bendijo,
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
O bien:
CP Éste es el Misterio de la fe, Cristo nos redimió.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Cada vez que comemos de este pan
y bebemos de este cáliz,
anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice:
CC Así, Padre,
al celebrar ahora el memorial
de la pasión salvadora de tu Hijo,
de su admirable resurrección y ascensión al cielo,
mientras esperamos su venida gloriosa,
te ofrecemos, en esta acción de gracias,
el sacrificio vivo y santo.
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia
y reconoce en ella a la Víctima
por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad,
para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo
y llenos de su Espíritu Santo,
formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.
C1 Que él nos transforme en ofrenda permanente,
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RITO DE LA COMUNION
Una vez que ha dejado el cáliz y la patena, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Fieles a la recomendación del Salvador
y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:
O bien:
Llenos de alegría por ser hijos de Dios,
digamos confiadamente la oración que Cristo nos enseñó:
O bien:
El amor de Dios ha sido derramado
en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha
dado; digamos con fe y esperanza:
O bien:
Antes de participar en el banquete de la Eucaristía,
signo de reconciliación y vinculo de unión fraterna,
oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:
Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
Padrenuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a
nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy
nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y
líbranos del mal.
El sacerdote, con las manos extendidas, prosigue él solo:
Líbranos de todos los males, Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libre de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.
Junta las manos.
El pueblo concluye la oración, aclamando:
Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por
siempre, Señor.
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice en voz alta:
Señor Jesucristo,
que dijiste a tus apóstoles:
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O bien:
Como hijos de Dios, intercambiad ahora
un signo de comunión fraterna.
O bien:
En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz,
daos la paz como signo de reconciliación.
O bien:
En el Espíritu de Cristo resucitado,
daos fraternalmente la paz.
Después toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena, y deja caer una parte del mismo en el cáliz,
diciendo en secreto:
El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,
unidos en este cáliz, sean para nosotros
alimento de vida eterna.
Mientras tanto se canta o se dice:
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
danos la paz.
Si la fracción del pan se prolonga, el canto precedente puede repetirse varias veces. La última vez se dice:
danos la paz.
A continuación, el obispo, con las manos juntas, dice en secreto:
Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo,
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BENDICIÓN FINAL
El diácono hace la invitación:
Inclínense para recibir la bendición
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Enseguida, el obispo extiende las manos sobre los ordenados y da la bendición.
Obispo:
Dios, que dirige y gobierna la Iglesia,
te proteja siempre con su gracia
para que cumplan fielmente su ministerio presbiteral.
Asamblea.
Amén.
Obispo:
Que él te haga servidor y testigo en el mundo
de la verdad y del amor divino,
y ministro fiel de la reconciliación.
Asamblea:
Amén.
Obispo:
Y que te haga pastor verdadero
que distribuya a los fieles la palabra de la vida y el pan vivo,
para que crezcan en la unidad del cuerpo de Cristo.
Asamblea:
Amén.
Obispo:
Y a todos Ustedes, que están aquí presentes,
Los bendiga Dios todopoderoso,
Padre, X Hijo, X y Espíritu X Santo.
Asamblea:
Amén.
Diacono: La alegría del Señor sea nuestra fuerza. Pueden ir en paz.
Asamblea: Demos gracias a Dios.
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