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La posesión es el poder factico o señorío de hecho que una persona ejerce de una manera efectiva
sobre las cosas con el fin de utilizarlas.
Existen dos teorías clásicas respecto a la posesión, cuyos exponentes fueron Savingni e Ihering,
para el primero la posesión es el poder que tiene una persona de disponer físicamente de una
cosa, acompañado de la intención de tenerla para sí (animus domini). Sin el elemento volitivo, la
posesión es simple detentación. Por otra parte, Ihering consideraba la posesión como una relación
de hecho, establecida entre la persona y la cosa para su utilización económica. No negaba la
influencia de la voluntad en la constitución de la posesión, pero encontraba que su acción no era
más preponderante que en cualquier relación jurídica.
Las diferencias entre éstas dos posiciones residen fundamentalmente en el análisis del animus,
mientras que Savigny considera que el animus consiste en un animus domini (Animo de dominar la
cosa a título de propietario), Ihering, desde su perspectiva de la realidad de la posesión, considera
que basta el animus possidendi, lo cual implica afirmar no sólo el valor jurídico de la supremacía,
sino también la realidad de la paraciencia. Nuestro Ordenamiento Jurídico regula también las
clases de posesión y sus efectos, tal como se puede verificar de lo prescrito de los artículos 905° a
911° del Código Civil, siendo que la posesión puede ser mediata o inmediata; legitima e ilegítima y
finalmente la posesión precaria, clasificaciones que serán abordadas en la próxima publicación.
En tal sentido mediante estos certificados de posesión, sin seguir un proceso de judicial de
prescripción, se vulnera el derecho del propietario, quien muchas veces se entera de la existencia
de éste cuando ya perdió su propiedad.
Independientemente del cambio que debe darse en la legislación, frente a este tipo de certificados
de posesión el propietario afectado puede presentar un recurso de reconsideración si cuenta con
una nueva prueba o una apelación sino cuenta con ella, sustentando la vulneración del debido
procedimiento y al derecho de defensa, principios constitucionales que los municipios en su calidad
de instituciones públicas deben respetar.
El Tribunal también ha precisado que el derecho a la propiedad guarda una estrecha relación con
la libertad personal, pues a través de este se expresa la libertad económica y se garantiza la
participación del propietario en la organización y el desarrollo de un sistema económico-social.
Entonces, este derecho otorga las facultades de usar, gozar, explotar y disponer de la propiedad,
siempre que a través de su uso se realice la función social que le es propia.
El derecho de propiedad se caracteriza, entre otras cosas, por ser: a) un derecho pleno, porque
confiere a su titular un conjunto amplio de atribuciones que puede ejercer de forma autónoma
dentro de los límites impuestos por el ordenamiento jurídico; y, b) un derecho irrevocable, ya que
su extinción o transmisión depende de la voluntad del titular y no de causas extrañas o de terceros,
salvo las excepciones que prevé expresamente la Constitución.
Por ello, el goce y ejercicio de este derecho fundamental solo puede ser restringido cuando: a)
exista una ley habilitante; b) sea necesario; c) la medida restrictiva sea proporcional, y d) se adopte
con el fin de lograr un objetivo legítimo en una sociedad democrática. En conclusión, el derecho de
propiedad solamente puede ser materia de restricciones por las causas y finalidades señaladas en
la propia Constitución.
No obstante, para que la expropiación sea legítima, debe cumplirse con los requisitos exigidos por
la Norma Fundamental, que son: a) deben existir motivos de seguridad nacional o de necesidad
pública definidos por el Congreso de la República mediante una ley; y, b) el Estado debe pagar, en
forma previa y en efectivo, una indemnización justipreciada que incluya el precio del bien y una
compensación por eventuales perjuicios. En ese sentido, son supuestos inconstitucionales de
privación del derecho de propiedad que (1) no exista la ley del Congreso de la República que
declare la expropiación, (2) no se señale los motivos para expropiar, o que se emplee otros
diferentes a los permitidos por la Constitución, (3) que no se cumpla con la indemnización.
Para estos casos, se considera que el Estado confisca el derecho de propiedad. Esta vulneración
al derecho fundamental a la propiedad sí puede ser revisada en el proceso constitucional de
amparo.