Está en la página 1de 3

Qué es el Psicodrama

No dibujo. Empiezo haciendo todo tipo de manchas. Espero


lo que llamo «el accidente»: la mancha desde la cual
saldrá el cuadro. La mancha es el accidente. Pero si uno se
para en el accidente, si uno cree que comprende el
accidente, hará una vez más ilustración, pues la mancha se
parece siempre a algo. No se puede comprender el
accidente. Si se pudiera comprender, se comprendería
también el modo en que se va a actuar.
Entrevista a Francis Bacon por Marguerite Duras para La
Quinzaine littéraire, 1971 (Traducción Zona Erógena, Nº
12, 1992)
El psicodrama es un método psicoterapéutico que tiene como objetivo el abordaje y la exploración
del ser humano y sus vínculos. Mediante la utilización de la dramatización, donde la acción unida a
la palabra permiten el despliegue de los conflictos personales.
En la escena el individuo ya no se limita solo a hablar de sus problemas, puede representar sus
conflictos pasados y presentes, y también volcar sus temores, expectativas, proyectos y dudas sobre
el futuro, explorando sus relaciones con el presente y pasado. Permitiéndole experimentar diversos
aspectos del conflicto que, de otra forma, no aflorarían. De esta manera, se busca que la persona
comprenda sus emociones y que ensaye diferentes respuestas ante el problema, logrando una
adaptación activa a la realidad y no sufrirla en forma pasiva. A partir de la escena, el individuo mira
la simulación que está desarrollando, se mete allí y se convierte en otro. Es una mutación
transformadora. La simulación deja de serlo al rato y se convierte en el gran receptor de otros
mundos.
El psicodrama posibilita la recuperación de la espontaneidad creadora que el niño expresa en el
juego, a través de la simulación simbólica, donde se busca escapar los condicionamientos a que nos
somete la realidad. Lo imaginario y lo real coexisten en la escena dramática; donde, al reencontrarse
con la creatividad, surgirán roles nuevos y respuestas nuevas, libres de estereotipos.
Jacobo Levy Moreno, médico rumano, es el creador del psicodrama. Desarrolló una teoría basada en
una concepción de la salud que tiene como núcleo la espontaneidad y la vitalidad creadora
desplegadas en las escenas dramáticas.
Moreno retoma del antiguo teatro griego, el concepto de catarsis, que significa purificación, y refiere
a los efectos que surgen de la identificación en la acción dramática. Al identificarse con lo
dramatizado se logra una catarsis y también cierta concientización. Es el protagonista, en primer
lugar, el que logra una catarsis pues representa su propio drama. Para que se produzca un efecto
catártico, tiene que existir verdadera espontaneidad y creatividad pues de lo contrario es una mera
repetición que no aportará nada nuevo ni a los protagonistas ni al público. La catarsis se puede dar, si
están dadas las condiciones antes mencionadas, en el espectador, que al identificarse con lo
representado y sus protagonistas, tiene la posibilidad de expresarse a través de ellos, resonando,
haciendo eco desde sus vivencias e historia. Para Moreno es a través de la catarsis que vamos
conquistando grados de salud.
Todas las versiones del psicodrama beben del psicodrama clásico moreniano. Esto significa que
representa un método que plantea una visión del mundo y de la terapia en general a través del uso de
la acción, de la imaginación y de la cooperación.
En Francia, promediando la década del cuarenta del siglo pasado, la necesidad de un nuevo enfoque
terapéutico en el tratamiento de niños, motiva a algunos psicoanalistas a experimentar con el juego
dramático espontaneo y la terapia grupal, y a conectarse con las ideas de Moreno. Nace así el
psicodrama psicoanalitico. Una década más tarde, y en condiciones similares a las francesas, irrumpe
en Latinoamérica, siendo la Argentina el país pionero.
Para Moreno, la representación dramática es liberadora, la creatividad y el acto espontáneo
posibilitan nuevos roles y rescatan energías perdidas. El director del psicodrama busca una catarsis
de integración. En cambio, para el psicodrama psicoanalítico, el objetivo es que el individuo, en la
dramatización se encuentre con partes de su yo. La escena dramática, para el psicodrama
psicoanalítico, es una vía de abordaje a lo inconsciente, una vía de exploración y elaboración tanto
del protagonista como de sus compañeros de grupo, quienes a través de las identificaciones
encuentran escenas propias resonantes. En la escena se hacen presentes los vínculos intrapsíquicos en
su mutua y dinámica reestructuración con los vínculos interpersonales. El director del psicodrama
busca el sentido subyacente de la escena.
Si bien en la escena se juega una ficción dramática, los afectos que ocurren allí son reales, las
emociones vivenciadas no son ficción. Nuestros cuerpos comportan la capacidad de afectar y ser
afectados por otros cuerpos y por las relaciones que provienen de la realidad. Percepciones invisibles
al ojo humano y previas a la conciencia y por tanto, intraducibles para nuestras representaciones
culturales producen una especie de extrañamiento vivido como amenaza. Son nuevos sentidos que
buscan expresarse y necesitan conexiones para inventar algo, una forma, que sea portador de la
pulsación de aquello que pide paso. Si estos sentidos no pueden expresarse se bloquea el proceso de
producción de universos psicosociales. Allí se hace presente la enfermedad como detención del
proceso. La neurosis es un estado en el que se cae cuando el proceso está impedido. Es decir se
cristaliza la producción de sentido en una máscara. Frente a la cristalización del proceso, lo que está
cristalizado es la producción de subjetividad.
Dos autores franceses, Deleuze y Guattari estudian estos fenómenos en una obra en dos tomos
llamada “Capitalismo y esquizofrenia” (El antiEdipo y Mil mesetas). Allí proponen abandonar la
interpretación del sentido subyacente y pasar a la idea de liberar los sentidos: Devenir, multiplicar
sentidos. Devenir no es alcanzar una forma, identificación, imitación, mimesis, sino encontrar la
zona de vecindad de un cuerpo con otro, de tal manera que se pierda la forma cristalizada individual,
creando un tercero entre los dos. El devenir siempre está “entre”.
La diáspora, acaecida a consecuencia de la instalación en nuestro país de una dictadura militar,
acercó a algunos grupalistas argentinos (Kesselman, Pavlovsky, Frydlewski) a las ideas de Deleuze y
Guattari, enriqueciendo el marco de conceptos psicodramáticos con la teoría de la multiplicación
dramática.
La multiplicación dramática no es un recurso dramático más, es toda una concepción de la
producción de sentidos. Reivindica una lectura no interpretativa ni catártica de la escena,
proponiendo un despliegue de la producción inconsciente.
Es el grupo presta espontáneamente múltiples versiones subjetivas que hacen estallar el sentido
monocular de una escena. Ya no se busca el conflicto latente de la misma, sino el despliegue de las
múltiples posibilidades virtuales que comporta. Se trata de abrirse en cadena y encontrar otro tinte.
Mover el cuerpo, improvisar dramáticamente sobre una dramatización anterior. La diversidad
produce el estallido de la versión narcisista, identitaria, de nuestros relatos, nuestras historias. Se
produce el caos, un contagio de afecciones, de escenas sincopadas, todo un fenómeno estético
irreductible a la comprensión de un sentido único y latente.
El director de escena tiene la plasticidad para tolerar el caos, la maraña de caos que son las
intensidades inesperadas, lo diverso que supone el acontecimiento grupal, sin ordenar, facilitando la
sincopa de dramatizaciones. Deviniendo una coordinación imperceptible.

Alejandro Unzaga
30 de agosto de 2018

También podría gustarte