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UNIDAD 1
La subjetividad es un texto y el análisis es el proceso de escribir – y en el medio esta el mar del lenguaje.
La relación entre PSA y literatura es conflictiva y tensa. Los escritores han sentido siempre que el psicoanálisis
hablaba de algo que ellos ya conocían. Faulkner, Nabokov, observaron que el psicoanalista quiere intervenir en
aquello que los escritores convocaron rutinariamente. Los escritores sintieron que el psicoanálisis avanzaba
como un loco furioso.
Nabokov y Puig insistieron en que el psicoanálisis genera mucha resistencia pero también mucha atracción. El
PSA es uno de los aspectos más atractivos de la cultura contemporánea, y lo es porque todos queremos tener
una vida intensa, en nuestras vidas triviales, nos gusta admitir que en algún lugar experimentamos grandes
dramas, vivimos en un universo de gran intensidad, donde logramos superar el tedio, la monotonía en la que
habitualmente estamos inmersos. El PSA nos convoca a todos como sujetos trágicos, nos dice que hay un lugar
en el que todos somos sujetos extraordinarios, tenemos deseos extraordinarios, luchamos contra tensiones y
dramas profundísimos, y esto es muy atractivo.
Nabokov veía el psicoanálisis como un fenómeno de la cultura de masas, consideraba que este elemento de
atracción, donde cada uno se conecta con las grandes tragedias, las grandes traiciones, esto puede referirse a un
procedimiento clásico en la cultura de masas: convocar al sujeto a un lugar extraordinario que lo saque de su
experiencia cotidiana.
Manuel Puig decía que el inconsciente tiene la estructura de un folletín, había podido captar esta dramaticidad
implícita en la vida de todos, que el psicoanálisis pone como centro de la experiencia de construcción de la
subjetividad. Agrega dos anotaciones: sobre como la literatura ha usado el psicoanálisi
psicoanálisis ha usado la literatura.
Cuando le preguntaban por su relación con Freud, Joyce contestaba así: «Joyce en alemán, es Freud». «Joyce» y
«Freud» quieren decir «alegría». En este sentido los dos quieren decir lo mismo, y la respuesta de Joyce era, una
prueba de la conciencia que la tenia de su relación ambivalente pero de respeto e interés respecto de Freud. Lo
que Joyce decía era: yo estoy haciendo lo mismo que Freud. En el sentido más libre, más autónomo, más
productivo.
El arte de la natación - El psicoanálisis y la literatura tienen mucho que ver con la natación.
siempre tratando de hundirse. Y un artista es aquel que nunca se sabe si va a poder nadar: ha podido nadar
antes, pero no sabe si va a poder nadar la próxima vez que entre en el mar.
1 – BELETZKY, TRIMARCO MAGNOLLE, VACAS, BONANI
En todo caso, la literatura le debe al psicoanálisis la obra de Joyce. Él fue capaz de leer el psicoanálisis, como fue
capaz de leer otras cosas. Joyce fue un gran escritor porque supo entender que había maneras de hacer
literatura fuera de la tradición literaria. El psicoanálisis fue una de ellas.
Otra forma sobre la cual pensar la relación entre el psicoanálisis y la literatura es el género policial
. Hoy miramos el mundo sobre
la base de ese género, hoy vemos la realidad bajo la forma del crimen.
Como los grandes géneros literarios, el policial ha sido capaz de discutir lo mismo que discute la sociedad, de
otra manera. Eso es lo que hace la literatura: discute de otra manera. La literatura discute los mismos
problemas que discute la sociedad, pero de otra manera, y esa otra manera es la clave de todo. Una de estas
maneras es el género policial que viene discutiendo las cuestiones entre ley y verdad, la no coincidencia entre la
verdad y la ley.
El género policial da una respuesta: el detective, aunque forme parte del universo que analiza, puede
interpretarlo porque no tiene relación con ninguna institución. El detective no puede incluirse en ninguna
institución social, ni siquiera la más microscópica, porque ahí donde quede incluido no podrá decir lo que tiene
que decir, que es esa tens
dirigido, lo interpreta mal, y la tragedia es el recorrido de esa interpretación. La tragedia es el modo en que el
sujeto entiende mal. En el policial, el que interpreta ha podido desligarse y habla de una historia que no es la de
él, se ocupa de una cuestión que no es la de él (ajeno): me parece que los psicoanalistas tienen algún parentesco
con esto.
Los propios poetas nos aseguran que en todo hombre se esconde un poeta, y que el último poeta sólo
desaparecerá con el último de los hombres.
¿No deberíamos buscar en el niño las primeras huellas del quehacer poético? Si la ocupación preferida y más
intensa del niño es el juego, ¿tendríamos derecho a decir que todo niño que juega se comporta como un poeta,
porque se crea un mundo propio, o mejor dicho inserta las cosas de su mundo en un nuevo orden que le agrada? El
niño toma muy en serio ese mundo, su juego. Lo opuesto al juego no es la seriedad sino la realidad efectiva. El
niño diferencia la realidad de su mundo de juego, a pesar de toda su investidura afectiva, y tiende a apuntalar
sus objetos y situaciones imaginados en cosas palpables y visibles del mundo real. Solo ese apuntalamiento es
el que diferencia aún su jugar del fantasear.
El poeta hace lo mismo que el niño que juega: crea un mundo de fantasía al que toma muy en serio, lo dota
de grandes montos de afecto, al tiempo que lo separa tajantemente de la realidad efectiva. Hay escenificaciones
del poeta que necesitan apuntalarse en objetos palpables y son susceptibles de figuración, son llamadas Spiel
(juegos): Lustspiel (comedia, juego de placer), Trauerspiel (tragedia, juego de duelo), Schauspieler (actor
dramático, el que juega al espectáculo).
2 – BELETZKY, TRIMARCO MAGNOLLE, VACAS, BONANI
De la irrealidad del mundo poético derivan importantes consecuencias para la técnica artística:
- Muchas cosas que de ser reales no proporcionarían goce pueden presentarlo en el juego de la fantasía.
- Muchas excitaciones que en sí mismas son penosas pueden convertirse en fuentes de placer para el
auditorio y los espectadores de un poeta.
Cuando el niño crece y deja de jugar, pasan unos años en los que intenta tomarse la vida con seriedad. Pero
puede caer un día en una predisposición anímica que vuelva a cancelar la oposición entre juego y realidad. El
adulto deja de jugar, renuncia a la ganancia de placer que extraía del juego. Pero sabemos que para el hombre
no hay cosa más difícil que renunciar a un placer que ya conoció. No renunciamos a nada sino que
permutamos una cosa por otra. Lo que parece ser una renuncia es una formación de sustituto. El adulto,
cuando cesa de jugar, solo resigna el apuntalamiento en objetos reales, en vez de jugar, ahora fantasea.
Crea los sueños diurnos.
El fantasear de los hombres es más difícil de observar que el jugar de los niños:
ñ “
El niño juega sin ocultar de
”
los adultos lo que hace. El
mayores. No tiene razón alguna para esconder ese deseo. El caso del
adulto se avergüenza de sus
adulto es diferente porque sabe que se espera de él que ya no juegue ni
fantasías y se esconde de los
fantasee, sino que actúe en el mundo real. Entre los deseos productores
otros, las cría como a sus
de sus fantasías hay muchos que se ve precisado a esconder, entonces su
intimidades más personales.
fantasear lo avergüenza por infantil y por no permitido.
Los neuróticos: son un género de hombres a quienes la necesidad les hizo decir sus fantasías. Se ven forzados
a confesar al analista de quien esperan su curación por tratamiento psíquico.
Los deseos pulsionantes difieren según sexo, carácter y circunstancias de vida de la personalidad que fantasea,
pero se pueden agrupar siguiendo dos orientaciones:
- Deseos ambiciosos (sirven a la exaltación de la personalidad)
- Deseos eróticos
Una fantasía oscila entre tres tiempos, tres momentos temporales de nuestro representar. El trabajo anímico
se anuda a una impresión actual, a una ocasión del presente que fue capaz de despertar los grandes deseos de la
persona. Desde ahí se remonta al recuerdo de una vivencia anterior, infantil la mayoría de las veces, en la que
aquel deseo se cumplía. Entonces crea una situación referida al futuro, que se figura como cumplimiento de ese
deseo. El deseo aprovecha una ocasión del presente para proyectarse un cuadro del futuro siguiendo el modelo
del pasado.
Las fantasías se multiplican y se vuelven potentes, generando condiciones para la caída en una neurosis
o una psicosis. Son los estadios previos más inmediatos de los síntomas patológicos.
Existe un nexo de las fantasías con el sueño. Por la noche se ponen en movimiento en nuestro interior deseos
de los que tenemos que avergonzarnos y debemos ocultar, por eso mismo fueron reprimidos y empujados a lo
inconsciente. Los sueños nocturnos son cumplimientos de deseo como los diurnos, fantasías familiares a todos
nosotros.
El poeta
¿Podemos comparar al poeta con el soñante a pleno día, y a sus creaciones con los sueños diurnos?
Hay poetas que recogen materiales ya listos, como los épicos y trágicos antiguos. Hay otros que parecen
crearlos libremente. Estos últimos, poetas narradores de novelas y cuentos, tienen un héroe situado en el
centro de interés y el poeta procura que se gane nuestra simpatía, pareciera protegerlo. El sentimiento de
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seguridad con el que el lector acompaña al héroe es el mismo con el que un héroe se arroja al agua para
rescatar a alguien que se ahoga. Freud plantea que en esa marca reveladora de la invulnerabilidad encontramos
“Su Majestad el Yo” é ñ
Otros rasgos típicos de estas narraciones egocéntricas apuntan también al idéntico parentesco. Si todas las
mujeres de la novela se enamoran siempre de héroe, podemos considerarlo como un patrimonio necesario del
sueño diurno. Lo mismo cuando las otras personas de la novela se dividen en buenos y malos. Los buenos son
los auxiliadores del yo devenido en el héroe, y los malos sus enemigos y rivales.
En las novelas psicológicas, cuando se describe desde adentro a una persona, el poeta moderno se inclina a
escindir su yo, por observación de sí, en yoes-parciales, y a personificar luego en varios héroes las corrientes
que entran en conflicto en su propia vida anímica.
Aplicando a las obras del poeta la tesis sobre la referencia de la fantasía a los tres tiempos y el deseo que los
engarza, podremos estudiar también los nexos entre la vida del poeta y sus creaciones. Deberíamos esperar el
siguiente estado de cosas: una intensa vivencia actual despierta en el poeta el recuerdo de una anterior,
seguramente perteneciente a su niñez, desde la cual arranca el deseo que se procura su cumplimiento en la
creación poética, y en esta última podemos discernir elementos de la ocasión fresca y del recuerdo antiguo. La
insistencia sobre el recuerdo infantil en la vida del poeta deriva de la premisa según la cual la creación poética,
como el sueño diurno, es continuación y sustituto de los antiguos juegos del niño.
El soñante diurno pone el mayor cuidado en ocultar sus fantasías de los demás, porque se avergüenza de ellas.
Aunque nos las comunicara, no podría generarnos placer alguno mediante esa revelación. Las fantasías nos
dejarían escandalizados. La diferencia está en el poeta. Cuando el poeta juega sus juegos ante nosotros como su
público, sentimos un elevado placer. ¿Cómo lo consigue? Es la técnica para superar el escándalo, que sin dudas
tiene que ver con las barreras que se levantan entre cada yo singular y los otros, la auténtica ars poética.
Prima de incentivación o placer previo: es esa ganancia de placer que se nos ofrece para posibilitar el
desprendimiento de un placer mayor.
- Todo placer estético que el poeta nos procura tiene el carácter de ese placer previo.
- El goce genuino de la obra poética proviene de la liberación de tensiones en el interior de nuestra alma.
- El poeta nos habilita para gozar en lo sucesivo, sin remordimiento ni vergüenza de nuestras propias
fantasías.
La autoficción: género paradójico por excelencia, que vacila entre dos mundos, el de la autobiografía y el de la
novela, y que no nos permite como lectores discernir entre verdad o invención.
Los relatos autoficticios son relatos ambiguos porque no se someten ni a un pacto de lectura verdadero, ya que
no hay una correspondencia total entre el texto y la realidad. La autoficción constituye un subgénero
intermedio que comparte características de la autobiografía y de la novela. En ellas se alteran las claves
En esta clase de textos no importa tanto si lo que se cuenta es mentira o si el contenido es realmente
autobiográfico, como que la ficción de la autonovela se funde en el carácter imaginario de la irrupción
de los recuerdos.
Historia
El escritor francés Doubrovsky concibe por primera vez la autoficción.
Esa aventura del lenguaje se refiere a una sola cosa, al psicoanálisis. El héroe y el analista dialogan imitando
una sesión de análisis. El análisis justifica la pulsión autobiográfica y la ordena. Levanta las censuras que
presenta la memoria y pone en funcionamiento la anamnesis que desborda al sujeto. A partir de la estrategia
psicoanalítica, se crea una lengua propia para contar una vida. El psicoanálisis sacude la noción misma de la
identidad personal que funda la escritura del yo cuando pone en evidencia el carácter inasible, fragmentario e
infantil del yo. El canal que separa al autor actual, narrador, del individuo pasado, narrado, parece desde allí
infranqueable. El objetivo de la cura psicoanalítica es disociar la imagen que el sujeto se hace de sí
mismo por hacerle tomar conciencia de los eventos que están en el origen de su neurosis, mientras que
la autobiografía, en cambio, organiza los recuerdos en tren de efectuar una psicosíntesis que le otorga
sentido a la existencia.
Aquí surge un problema para la teoría de escrituras autobiográficas: la cuestión del referente.
En las escrituras del yo se nos presenta una persona no tal como fue, sino como cree estar siendo en el pasado,
desde el punto de vista de lo que imagina llegará a ser, o mejor, habrá sido cuando termine de escribir, cuando
intervenga el lector. No todo lo que recordamos sucedió tal como lo recordamos. La percepción de los
tiempos y la relación con el propio pasado es peculiar en el acto autobiográfico. Cuando alguien quiere escribir
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la propia vida y contar sus vivencias pasadas, surge inevitablemente la temporalidad del recuerdo. Parece
reduccionista, y deja que se pierda de vista algo que tantos teóricos consideran lo esencial de la literatura, que
es su carácter incierto o enigmático. Es decir, la hipótesis principal es que lo que domina en la
autobiografía son las referencias de la memoria, de síntesis, en oposición a la autoficción que ofrece un
debilitamiento de la fuerza organizadora y totalizadora de la memoria y una potenciación del recuerdo.
El autobiógrafo no se recuerda como fue, sino como está siendo lo que fue, según lo que quizás será. La
temporalidad retroactiva enigmatiza la relación entre "aquello que deseamos ser (ahora), aquello que
í ( ) ( )”
nunca ocurrieron y allí es donde aparece lo incierto, lo impersonal. La memoria tiende a olvidar que el pasado
coexiste con el presente y el recuerdo pone en evidencia que el pasado está pasando y está por pasar en el
futuro. Por esto, escribir la propia vida no implica únicamente la recuperación de un pasado, la evocación de un
mundo ido para siempre, sino la tarea y el drama de un ser que en un cierto momento de su historia se esfuerza
en parecerse a su parecido.
¿Cómo emergen entonces los recuerdos en nuestra memoria?, ¿qué relación hay entre el recuerdo de un
acontecimiento y la imagen que nos hacemos de ellos en nuestra mente? Habría que observar de qué modo el
trabajo del recuerdo en la escritura deviene imagen y, cuando eso sucede, la presentación de lo pasado se
corrompe por la disrupción. El devenir-imagen del recuerdo afecta la fidelidad en la que se resume la función
veritativa de la memoria.
La memoria y la imaginación tienen algo en común: la presencia de lo ausente, aunque en una se suspenda la
posición de realidad y, en la otra, se mantenga la posición de la realidad anterior. La memoria forma parte de mi
presente; es vivida, y no representada. No tenemos nada mejor que la memoria para garantizar que algo
ocurrió antes de que nos formásemos el recuerdo de ello. Como hábito, como pulsión sistematizadora se resiste
a la invención. En cambio, la escritura de recuerdos proviene de la evocación en cuya búsqueda siempre hay
afección, y no un razonamiento que da presencia o construye una historia, soporta la carga del enigma de
presencia actual de lo ausente percibido. "El recuerdo adviene como presencia de lo ausente". Cuando los
recuerdos se precipitan en el umbral de la memoria, reconocemos en ellos una dualidad: la impresión primera
de vivir un acontecimiento, y la imagen que se forma en el recuerdo de aquella impresión.
¿Qué entendemos por ficción? Blanchot entiende que el sentido de las palabras sufre una falta primordial
porque demanda una verificación, un objeto preciso que verifique su contenido. En el lenguaje cotidiano, la
cosa se ausenta por una negación, las palabras materializan lo que significan. Algo muy diferente sucede en el
lenguaje de ficción porque se detiene en la negación, en el distanciamiento mismo por el cual la cosa vuelve a
ser presente (re-presentado). El lenguaje de la ficción no construye un mundo ficticio en el que nos
abstraeríamos del mundo real, sino que nos devuelve a la profunda irrealidad de la que sin cesar nos
separamos.
Ricoeur dice que el recuerdo pertenece al mundo de la experiencia, en relación a los mundos de la fantasía de la
irrealidad; y que entre recuerdo y ficción se salva un umbral de no-actualidad. Con el recuerdo lo ausente lleva
la marca temporal de lo anterior. Y volviendo a la diferenciación que hacía Ricoeur entre memoria e
imaginación, Blanchot aclara que el carácter simbólico de la imaginación no se limita a hacer presente lo que
está ausente. Persigue a través de la cosa ausente, la ausencia que la constituye, lo irreal o la ficción. El
recuerdo como ruina. El recuerdo posee un carácter imaginario cuando pretende presentificar lo pasado, lo ya
ausente. Pensar el recuerdo como ruina implica vislumbrar aquello que ya no está, y en esa mirada reparar en
la ausencia que lo constituye. Es decir, recordar no sólo significa presentar al pasado como algo que ya no
puede volver, sino hacer acto de esa ausencia. Ese sería, a nuestro modo de ver, el devenir-imagen -devenir-
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ruina del recuerdo. El devenir imagen implica la toma de consistencia y apariencia de un objeto que se ha
desprendido de lo imaginario.
Este carácter ambiguo-imaginario del recuerdo que en las escrituras del yo se presenta como ruinas de un
pasado es el que de a poco socava la urgencia constructiva de la retórica de la memoria. He aquí lo esencial de la
escritura autoficticia, que se diferencia de la autobiográfica. Para leer una escritura autobiográfica como
autoficción habría que reparar en la potencia del recuerdo desbarrancando porque la autoficción trabaja con
esa fuerza disruptiva y posibilita las condiciones como para que eso se potencie.
Por esto, en las autoficciones el autor suele jugar con una historia contada de diversas formas,
inventarse rostros, nuevas personalidades, o suele contradecirse hasta el punto de perder credibilidad
por parte del lector.
Conclusiones
Terminamos con un análisis que hace Philippe Forest, en Le roman, porque coloca la autoficción el terreno de lo
real, de la experiencia y de lo imposible. Es decir, la autoficción, para Forest, designa lo real como un
imposible y no traduce otra cosa que un "sentimiento radical de pérdida". Un sentimiento radical de
pérdida que, en el sentido de nuestra aproximación, se relaciona con los mecanismos del recuerdo en el trabajo
de la escritura.
Los rituales se pueden definir como técnicas simbólicas de instalación en un hogar. Transforman el estar en
el mundo en un estar en casa. Hacen habitable el tiempo. Ordenan el tiempo, lo acondicionan. Se habla de
rituales como técnicas temporales de instalación en un hogar.
Los rituales dan estabilidad a la vida. Son en la vida lo que en el espacio son las cosas. Es la durabilidad de las
cosas lo que las hace independientes de la existencia del hombre. Las cosas tienen la misión de estabilizar la
vida humana. Las cosas son polos estáticos estabilizadores de la vida. Esa misma función cumplen los rituales.
Estabilizan la vida debido a la mismidad, a su repetición. Hacen que la vida sea más duradera. Son las
formas rituales las que, como cortesía, posibilitan no solo un bello trato entre personas, sino también un pulcro
y respetuoso manejo de las cosas.
Hoy, no solo consumimos las cosas, sino también las emociones de las que ellas se revisten. No se puede
consumir indefinidamente las cosas, pero sí las emociones. Así nos abren un nuevo e infinito campo de
consumo. Revestir de emociones la mercancía y su estetización está sometidos a la presión para producir. Su
función es incrementar el consumo y la producción. Así lo económico coloniza lo estético.
Las emociones son más efímeras que las cosas. Por eso no dan estabilidad a la vida. Cuando se consumen
emociones uno no está referido a las cosas, sino a sí mismo. Se busca autenticidad emocional.
Los valores sirven hoy como objeto del consumo individual. Se convierten en mercancías. Los valores morales
se consumen como signos de distinción. Son apuntamos a la cuenta del ego, lo cual hace que aumente la auto
valoración.
Los rituales son también una praxis simbólica, en la medida en que juntas a los hombres y engendran una
alianza, una totalidad, comunidad. Lo simbólico como un medio en el que se genera y por el que se transmite la
comunidad está hoy, con toda claridad, desapareciendo. La pérdida de lo simbólico y la pérdida de los
rituales se fomentan mutuamente.
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La desaparición de los símbolos remite a la progresiva atomización de la sociedad (se fragmenta en grupos
pequeños, cada uno de los cuales desarrolla sus propias formas de compenetración simbólica). La sociedad se
vuelve narcisista. El proceso narcisista de interiorización desarrolla una animadversión hacia la forma. Las
formas objetivas se rechazan a favor de los estados subjetivos. Los rituales son inasequibles a la interioridad
narcisista. La libido del yo no puede acoplarse con ellos. Quien se entrega a los rituales tiene que olvidarse de sí
mismo porque estos generan una distancia de sí mismo.
La percepción simbólica desaparece cada vez más a favor de la percepción serial, que no es capaz de
experimentar la duración. La percepción serial se apresura de una información a la siguiente, de una vivencia a
la siguiente, de una sensación a la otra sin finalizar. Las series gustan tanto porque responden al hábito de
percepción serial.
Muchas formas de repetición, como aprender de memoria dejaron de fomentarse con el argumento de que
reprimen la creatividad, la innovación, etc. no hace mucho, debido al aumento de cosas de déficit atencional, se
propuso introducir el estudio de ritos como una nueva asignatura escolar, para volver a ejercitar a los alumnos
en las repeticiones rituales como técnica cultural. Las repeticiones hacen que la atención se estabilice y se haga
más profunda.
La repetición es el rasgo esencial de los rituales. Se distingue de la rutina por su capacidad de generar
intensidad. La repetición y el recuerdo representan el mismo movimiento, pero en sentido opuesto. Lo que se
recuerda es pasado se repite en sentido retroactivo mientras que la auténtica repetición recuerda hacia
adelante. La repetición como reconocimiento es por tanto una forma de cierre. Pasado y presente se fusionan
en un presente vivo. La repetición genera duración e intensidad, se encarga de que el tiempo se demore.
Lo nuevo enseguida se banaliza convirtiéndose en rutina. Es una mercancía que se consume y que vuelve a
desencadenar la necesidad de lo nuevo. La presión por rechazar lo rutinario genera más rutina. A lo nuevo le es
inherente una estructura temporal que enseguida lo reduce a la rutina. No permite ninguna repetición que nos
llene.
Los rituales generan una comunidad de resonancia que es capaz de una armonía, ritmo común. Los rituales
crean ejes de resonancia que se establecen socio culturalmente, a lo largo de los cuales se pueden experimentar
relaciones de resonancia verticales (como con los dioses por ejemplo), horizontales (comunidad sociales) y
diagonales (referidas a cosas).
Sin resonancia uno se ve repelido y se queda aislado en sí mismo. El creciente narcisismo contrarresta la
experiencia de resonancia. Esta no es un eco del yo. Le es inherente la dimensión de lo distinto. Significa
armonía. La depresión surge cuando la resonancia es cero. La crisis actual de la comunidad es una crisis de
resonancia. La comunicación digital consta de cámaras de eco, en las que uno se escucha hablar ante todo a sí
mismo. Los me gusta, los amigos, los seguidores no constituyen ningún campo de resonancia. No hacen más que
amplificar el eco del yo.
En los actos rituales también participan los sentimientos. Pero su sujeto no es el individuo aislado en sí
mismo. Estos sentimientos colectivos consolidan la comunidad. La creciente atomización de la sociedad afecta
también a la gestión se sus sentimientos. Cada vez se generan menos sentimientos comunitarios. A cambio
predominan los sentimientos pasajeros y las pasiones transitorias como estados de un individuo aislado en sí
mismo. A diferencia de las emociones y las pasiones, los sentimientos son capaces de hacerse
comunitarios.
El régimen neoliberal impone la comunicación sin comunidad, aislando a cada persona y convirtiéndola
en productora de sí misma. Lo social se somete a la autoproducción. Todo el mundo se autoproduce, se da
tono para llamar la atención.
La depresión no se produce en una sociedad definida por rituales. En ella el alma está vaciada, en formas
rituales. Los rituales contienen al mundo. Generan una fuerte referencia al mundo. La depresión, por el
contrario, se basa en una referencia hiperbólica de sí mismo. Al verse totalmente incapaz de salir de sí mismo y
pasarse al mundo, uno se encapsula en sí mismo. El mundo desaparece. Con una atormentante sensación de
vacío uno solo gira ya en torno a sí mismo. Los rituales exoneran al yo de la carga de sí mismo. Vacían el yo de
psicología y de interioridad.
Los rituales dan constancia a las jerarquías y relaciones de poder. Con sus escenificaciones estéticas los rituales
pueden aureolar el poder. Pero esencialmente son prácticas simbólicas de instalación en un hogar.
Mediante el culto de la autenticidad se apropia a la persona. La presión por ser auténtico conduce a una
introspección narcisista es decir, ocuparse de su propia psiquis. INDIVIDUALISMO. El culto a la autenticidad
erosiona el espacio público que se desintegra en espacios privados. Esto provoca el embrutecimiento de la
sociedad. Nos vuelve ciegos a la fuerza simbólica de las formas que ejercen una influencia no desdeñable sobre
los sentimientos y pensamientos.
La presión para que todo sea auténtico hace que todo sea subjetivo. El exterior encantado se sustituye por el
interior verdadero.
Ritos de cierre
Con el exceso de apertura y de eliminación las fronteras que impera en el presente perdemos la capacidad de
cerrar lo que aprendimos. Por eso la vida se vuelve más adictiva. Sin cierre se produce una adicción y
acumulación de lo mismo. La narración es una forma de cierre.
El eje fundamental de la obra trata sobre el aparato psíquico abierto a lo real, constituido a partir de
inscripciones provenientes del exterior y sometido constantemente al embate de la realidad (real no como lo
propone Lacan). La autora insiste en señalar la diferencia que separa la producción de subjetividad de la
constitución del psiquismo.
El libro trata las relaciones del sujeto con la realidad, pero el psicoanálisis postula una realidad particular:
poblada de objetos libidinales (sexuales y de amor) de las pulsiones y del yo. El yo encargado de la auto
conservación y auto preservación. Estos dos aspectos conllevan una relación con la realidad que articula
toda la relación social al mundo en sentido estricto: amorosa y política. Entendiendo como político a los
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modos como las relaciones sociales van marcando y delimitando el deseo y el acceso a los bienes que permiten
su satisfacción.
Estos dos ejes son decisivos para entender cómo la realidad instituye o destituye formas de subjetividad. Son
funciones del yo. Distinto al superyó que la realidad que lo instituye es indudablemente exterior, sus
imperativos son externos pero el sujeto los percibe como internos. Por lo tanto, sufre efectos de la realidad
exterior que se articula con la realidad psíquica inconsciente, no hay relación directa entre realidad exterior y el
aparto psíquico. Es por eso la instancia más alejada de la realidad.
En tiempos de paz no existen contradicciones intensas entre las funciones de auto conservación y auto
preservación del yo. Pero en tiempos de odio ese equilibrio se pierde y deja lugar al desmoronamiento
psíquico. Por ejemplo, la pandemia. La violencia, el aislamiento, perder trabajos o a un familiar, trae aparejado
el riesgo de lo auto conservativo (riesgo de morir por múltiples motivos) y el riesgo de auto preservación
expresado en el vacío de la identidad constituida a lo largo de la vida, la idea de incertidumbre del futuro,
pérdida de ilusiones. La realidad incide en el psiquismo dando cuenta del fracaso de un proyecto individual y
colectivo que alguna vez se pensó que promovería condiciones de vida diferentes. Se trata de la realidad
externa, ajena al aparato psíquico, donde hay estímulos que le llegan al aparato psíquico e influyen en él
generando un desequilibrio que obliga un trabajo psíquico de metabolización, procesamiento.
La realidad a la que Silvia alude es aquella marcada por la miseria material y simbólica. Plantea que la
realidad que debemos recuperar es la de poder constituir sistemas de representaciones que restituyan el
derecho a pensar y a estructurar proyectos que no reduzcan a los seres humanos, que no limite nuestras
acciones. Debemos luchar contra el despojo de la identidad y los cuerpos sin subjetividad.
Es necesario una nueva diferenciación. Lacan definió al sujeto como lo que representa un significante para otro
significante, en un intento de deconstruir la noción de sujeto y posicionarla como un efecto de enunciación. El
ó :“
” sino del modo con el cual la cultura de
pertenencia define y regula las intersecciones entre deseos (pulsionales o narcisisticos) y sus modos de
ó “ ” ó ó
necesidades de los padres. No es desde un modo deseante, sino desde lo social, desde lo que moldea la
sociedad.
Podemos afirmar que si el Yo está al borde de estallar ante lo inesperado, impensado, en donde los aspectos
auto conservativos o auto preservativos están en crisis, es en razón de que su posición tópica está definida e
instaurada, las convicciones que lo sostienen están arraigadas. S “ ”
alguno de los dos ejes fundamentales, que genera un sometimiento a la angustia. Del lado del Sujeto, pueden
producirse procesos de deconstrucción subjetiva sin que quien los padece tenga noción de lo que está
ocurriendo. El terror puede instalar nuevas subjetividades.
LA TRANSITORIEDAD- FREUD
Hace algún tiempo, en compañía de un amigo taciturno y de un poeta joven, pero ya famoso, salí de paseo, en
verano, por una riente campiña. El poeta admiraba la hermosura de la naturaleza que nos circundaba, pero sin
regocijarse con ella. Lo preocupaba la idea de que toda esa belleza estaba destinada a desaparecer, que en el
invierno moriría, como toda belleza humana y todo lo hermoso y lo noble que los hombres crearon o podrían
crear. Todo eso que de lo contrario habría amado y admirado le parecía carente de valor por la transitoriedad a
que estaba condenado.
Sabemos que de esa caducidad de lo bello y perfecto pueden derivarse dos diversas mociones del alma. Una
lleva al dolorido hastío del mundo, como en el caso de nuestro joven poeta, y la otra a la revuelta contra esa
facticidad aseverada. ¡No, es imposible que todas esas excelencias de la naturaleza y del arte, el mundo de
nuestras sensaciones y el mundo exterior, estén destinados a perderse realmente en la nada! Sería demasiado
disparatado e impío creerlo. Tienen que poder perdurar de alguna manera, sustraerse de todas las influencias
destructoras.
Esta exigencia de eternidad deja traslucir demasiado que es un producto de nuestra vida desiderativa como
para reclamar un valor de realidad. También lo doloroso puede ser verdadero. Yo no me decidí a poner en duda
la universal transitoriedad ni a exigir una excepción en favor de lo hermoso y lo perfecto. Pero le discutí al
poeta pesimista que la transitoriedad de lo bello conllevara su desvalorización.
Y en cuanto a que la belleza y la perfección de la obra de arte y del logro intelectual hubieran de desvalorizarse
por su limitación temporal, tampoco podía yo comprenderlo. Si acaso llegara un tiempo en que las imágenes y
las estatuas que hoy admiramos se destruyeran, o en que nos sucediera un género humano que ya no
comprendiese más las obras de nuestros artistas y pensadores, o aun una época geológica en que todo lo vivo
cesase sobre la Tierra, el valor de todo eso bello y perfecto estaría determinado únicamente por su significación
para nuestra vida sensitiva; no hace falta que la sobreviva y es, por tanto, independiente de la duración
absoluta.
De este fracaso inferí la injerencia de un fuerte factor afectivo que les enturbiaba el juicio, y más tarde hasta
creí haberlo descubierto. Tiene que haber sido la revuelta anímica contra el duelo la que les desvalorizó el goce
de lo bello. La representación de que eso bello era transitorio dio a los dos sensitivos un pregusto del duelo por
su sepultamiento, y, puesto que el alma se aparta instintivamente de todo lo doloroso, sintieron menoscabado
su goce de lo bello por la idea de su transitoriedad.
11 – BELETZKY, TRIMARCO MAGNOLLE, VACAS, BONANI
¿Cuál es la operación psíquica que sucede a la hora de elaborar un duelo?
El duelo por la pérdida de algo que hemos amado o admirado parece al lego tan natural que lo considera obvio.
Para el psicólogo, el duelo es un gran enigma, uno de aquellos fenómenos que uno no explica en sí mismos, pero
a los cuales reconduce otras cosas oscuras. Nos representamos así la situación: poseemos un cierto grado de
capacidad de amor, llamada libido, que en los comienzos del desarrollo se había dirigido sobre el yo propio.
Más tarde, pero en verdad desde muy temprano, se extraña del yo y se vuelve a los objetos, que de tal suerte
incorporamos, por así decir, a nuestro yo. Si los objetos son destruidos o si los perdemos, nuestra capacidad de
amor (libido) queda de nuevo libre. Puede tomar otros objetos como sustitutos o volver temporariamente al yo.
Ahora bien, ¿por qué este desasimiento de la libido de sus objetos habría de ser un proceso tan doloroso? No lo
comprendemos, ni por el momento podemos deducirlo de ningún supuesto. Sólo vemos que la libido se aferra a
sus objetos y no quiere abandonar los perdidos aunque el sustituto ya esté aguardando. Eso es el duelo.
Decepción
Existen tres grandes relatos que pretenden explicar el pasado y predecir el futuro del mundo: el relato
fascista, el relato comunista y el relato liberal.
- El relato liberal celebra el valor y el poder de la libertad. Afirma que durante miles de años la
humanidad vivía bajo regímenes opresores. Pero el pueblo luchó por su libertad, y paso a paso esta fue
ganando terreno. Regímenes democráticos reemplazaron a dictaduras brutales.
- El relato liberal reconoce que no todo va bien en el mundo, y que todavía quedan muchos obstáculos
por superar. Necesitamos proteger los derechos humanos, conceder el voto a todo el mundo, establecer
mercados libres y permitir que individuos, ideas y bienes se mueven por todo el planeta con la mayor
facilidad posible. Según esto, si continuamos liberalizando y globalizando nuestros sistemas políticos y
económicos, generamos paz y prosperidad para todos. Desde la crisis financiera global de 2008,
personas de todo el mundo se sienten cada vez más decepcionadas del relato liberal. Empodera a una
elite. En 2018 nos quedamos sin relato. No es extraño que las elites liberales, que dominaron gran parte
del mundo en décadas recientes, se hayan sumido en un estado de conmoción y desorientación.
NO se abandonará el relato liberal porque no hay otra alternativa. Quizás los humanos deben resignar a la idea
de un relato único global sino que cada país debería adoptar uno diferente. El liberalismo no tiene respuesta a
todo. Las próximas décadas podrían estar caracterizadas por búsquedas espirituales de modelos sociales y
políticos.
Trabajo
No tenemos idea alguna de cómo será el mercado laboral en 2050. Por lo general, se está de acuerdo en que el
aprendizaje automático cambiará casi todos los tipos de trabajo.
Los humanos tienen dos tipos de capacidades: la física y la cognitiva. En el pasado, las máquinas competían
con los humanos principalmente en las capacidades físicas en bruto, mientras que estos tenían una enorme
ventaja sobre las máquinas en cuanto a la cognición. De ahí que cuando los trabajos manuales en la agricultura
12 – BELETZKY, TRIMARCO MAGNOLLE, VACAS, BONANI
y la industria se automatizan, aparecieron nuevos empleos de servicios que requieren capacidades cognitivas
que solo los humanos poseían: aprender, analizar, comunicar y, por encima de todo, comprender las emociones
humanas. Sin embargo, la IA está empezando ahora a superar a los humanos cada vez en más de estas
capacidades. La amenaza de pérdida de puestos de trabajo no sea simplemente el resultado del auge de la
infotecnología. Es el resultado de la confluencia de la infotecnología con la biotecnología.
La IA no solo está a punto de suplantar a los humanos y de superarlos en lo que hasta ahora eran
habilidades únicamente humanas. También posee capacidades exclusivamente no humanas, lo que
hace que la diferencia entre una IA y un trabajador humano sea también de tipo, no simplemente de
grado. Dos capacidades no humanas importantes de la IA son la conectividad y la capacidad de
actualización. Es probable que los individuos humanos seamos sustituidos por una red integrada.
Estas ventajas potenciales de la conectividad y de la capacidad de actualización son tan enormes que al menos
en algunas profesiones podría tener sentido sustituir a todos los humanos por ordenadores, aunque de forma
individual algunos humanos todavía hagan una tarea mejor que las máquinas.
Será mucho más difícil sustituir a los humanos por máquinas en tareas menos rutinarias que exigen el uso
simultáneo de un amplio espectro de habilidades, y que impliquen tener que afrontar situaciones imprevistas.
No obstante, a la larga ningún puesto de trabajo se liberará por completo de la automatización, incluso
los artistas.
Las emociones no son un fenómeno místico: son el resultado de un proceso bioquímico. De ahí que, en un
futuro no muy lejano, un algoritmo de aprendizaje automático quizá analice los datos biométricos que surjan de
sensores situados sobre y dentro de nuestro cuerpo, determina nuestro tipo de personalidad y nuestros
humores cambiantes y calcule el impacto emocional que es probable que una canción concreta pueda tener en
nosotros.
¿Nuevos empleos? En lugar de que los humanos compiten con la IA, podrían centrarse en su
mantenimiento y en su uso. Si es así, bien podría ocurrir que el mercado laboral de 2050 estuviera
caracterizado por la cooperación humano-IA en lugar de la competición entre uno y otro. La IA podría ayudar
a preparar a los mejores detectives, banqueros y soldados de la historia, entre otras tantas cosas.
Sin embargo, el problema de estos nuevos empleos es que probablemente exigirán un gran nivel de pericia y,
por tanto, no resolverán los problemas de los trabajadores no cualificados sin empleo. En consecuencia, a
pesar de la posibilidad de que aparecieran mucho nuevos empleos humanos, quizá presenciaremos el
surgimiento de una nueva clase “inútil”. De hecho, podríamos tener lo peor de ambos mundos y padecer a la
vez unas tasas de desempleo elevadas y escasez de mano de obra especializada.
Ningún empleo humano que quede estará jamás a salvo de la amenaza de la automatización futura,
porque el aprendizaje automático y la robótica continuarán mejorando. Hoy ya son pocos los empleados
que esperan ocupar el mismo empleo toda la vida. En 2050, no sólo la idea de un “un trabajo para toda la
vida”, sino también la idea misma de “una profesión para toda la vida” podrían parecer antediluvianas.
El cambio es siempre estresante, y el mundo frenético de principios del siglo XXI ha producido una epidemia
global de estrés. Las soluciones posibles corresponden a tres categorías principales:
- Qué hacer para evitar que se pierdan empleos.
- Qué hacer para crear suficientes puestos de trabajo nuevos.
- Qué hacer si, a pesar de todos nuestros esfuerzos, la pérdida de empleo supera con mucho la
creación.
Si conseguimos combinar una red de seguridad económica universal con comunidades fuertes y la búsqueda de
una vida plena, perder nuestros puestos de trabajo frente a los algoritmos podría ser en verdad una bendición.
Sin embargo, perder el control de nuestra existencia es una situación hipotética mucho más temible. A pesar
del peligro del desempleo masivo, aquello que debería preocuparnos mucho más es el paso de la
autoridad de los humanos a la de los algoritmos, lo que podría acabar con la poca fe que queda en el
relato liberal y abrir el camino a la aparición de dictaduras digitales.
Los sentimientos son mecanismos bioquímicos que todos los mamíferos y aves emplean para calcular
rápidamente probabilidades de supervivencia y de reproducción. Los sentimientos no están basados en la
intuición, la inspiración o la libertad sino en el cálculo. Pronto, los algoritmos informáticos podrán
aconsejarnos mejor que los sentimientos humanos. Acceder a la toma de decisiones de los humanos no solo
hará que los algoritmos de macrodatos sean más fiables, sino que los sentimientos humanos sean menos
fiables.
En las dos últimas décadas, miles de millones de personas han llegado a confiar al algoritmo de búsqueda de
G : ó Y ó “ ”
Y a medida que confiamos cada vez más en Google para hallar respuestas, nuestra capacidad para buscar
información por nosotros mismos disminuye. En el futuro confiaremos en Google, a la hora de tomar la decisión
sobre qué carrera universitaria elegir.
Cuando la autoridad se transfiera de los humanos a los algoritmos, quizá ya no veamos el mundo como el patio
de juegos de individuos autónomos que se esfuerzan para tomar las decisiones correctas. En lugar de ello,
podríamos percibir todo el universo como un flujo de datos, concebir los organismos como poco más que
algoritmos bioquímicos y creer que la vocación cósmica de la humanidad es crear un sistema de procesamiento
de datos que todo lo abarque y después fusionarnos con él.
De todos modos, los algoritmos informáticos no han sido conformados por la selección natural, y no tienen
emociones ni instintos viscerales. De ahí que, en momentos críticos, puedan seguir directrices éticas
mucho mejor que los humanos, siempre que encontremos una manera de codificar la ética en números y
estadísticas precisos.
Cuando los algoritmos lleguen a conocernos tan bien, los gobiernos autoritarios se harán con un control
absoluto sobre sus ciudadanos, más incluso que en la Alemania Nazi, y la resistencia a tales regímenes podría
ser de todo punto imposible. El régimen no solo sabrá exactamente cómo sentimos: podrá hacer que sintamos
lo que quiera.
Es cierto que la IA tendrá que analizar con exactitud los sentimientos humanos para tratar enfermedades
humanas, recomendar a parejas humanas, identificar terroristas humanos, y circular por una calle llena de
peatones humanos. Pero podrá hacerlo sin experimentar ningún sentimiento propio. Un algoritmo no
necesita sentir alegría, ira o miedo para reconocer los diferentes patrones bioquímicos de simios
alegres, contrariados o asustados. Desde luego, no es del todo imposible que la IA desarrolle sentimientos
propios. Por ahora la IA seguirá dependiendo en cierta medida de la conciencia humana. El peligro es que, si
invertimos demasiado en desarrollar la IA y demasiado poco en desarrollar la conciencia humana, la
inteligencia artificial muy sofisticada de los ordenadores solo servirá para fortalecer la estupidez natural de los
humanos.
Igualdad
Quienes poseen los datos poseen el futuro. La historia del siglo XX se centró en gran medida en la reducción
de la desigualdad entre clases, razas y géneros. En los primeros años del siglo XXI, la gente esperaba que el
proceso igualitario continuará e incluso se acelerará. La globalización benefició a grandes segmentos de la
humanidad, pero hay indicios de una desigualdad creciente tanto entre las sociedades como en el
interior de las mismas.
¿Quién posee los datos? Si queremos evitar la concentración de toda la riqueza y el poder en manos de una
pequeña elite, la clave es regular la propiedad de los datos.
UNIDAD 2
Va a comparar el duelo con la melancolía. La función del duelo es subjetivar la pérdida, es un trabajo de
elaboración simbólica.
- Hay algunas similitudes entre ambos: la pérdida de la capacidad de amar, inhibición de productividad
y cancelación del interés por el mundo interior.
- Diferencias entre ambos: en la melancolía, hay un sentimiento de rebaja en sí mismo. Hay auto
reproche y autocastigo. En el duelo, hay algo que se vuelve vacío, pero en la melancolía eso le ocurre al
yo.
El duelo es la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como
la patria, la libertad, un ideal, etc. En muchas personas se observa, en lugar de duelo, melancolía. A pesar de que
el duelo trae consigo graves desviaciones de la conducta normal en la vida, nunca se nos ocurre considerarlo
un estado patológico ni remitirlo al médico para su tratamiento. Confiamos en que pasado cierto tiempo se
lo superará, y juzgamos inoportuno y aun dañino perturbarlo.
La melancolía se presenta en diversas formas clínicas, de ellas algunas sugieren afecciones más somáticas que
psicógenas. Se singulariza en lo anímico por una desazón profundamente dolida, una cancelación del interés
por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de toda productividad y una rebaja en
el sentimiento de sí que se exterioriza en autorreproches y auto denigraciones y se extrema hasta una delirante
expectativa de castigo.
Consideramos que el duelo muestra los mismos rasgos, excepto uno: falta en él la perturbación del sentimiento
de sí. Pero en todo lo demás es lo mismo.
La reacción frente a la pérdida de una persona amada, contiene idéntico talante dolido la pérdida del interés
por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de escoger algún nuevo objeto de amor, el extrañamiento
respecto de cualquier trabajo productivo que no tenga relación con la memoria del muerto. Fácilmente se
comprende que esta inhibición y este angostamiento del yo expresan una entrega incondicional al duelo que
nada deja para otros propósitos y otros intereses.
¿En qué consiste el trabajo que el duelo opera? El examen de realidad ha mostrado que el objeto amado ya
no existe más, y de él emana ahora la exhortación de quitar toda libido de sus enlaces con ese objeto. A ello
se opone una comprensible renuencia (actitud del que está poco dispuesto a hacer lo que se le dice o manda);
universalmente se observa que el hombre no abandona de buen grado una posición libidinal, ni aun cuando su
sustituto ya asoma. Esa renuencia puede alcanzar tal intensidad que produzca un extrañamiento de la realidad
y una retención del objeto por vía de una psicosis alucinatoria de deseo.
Lo normal es que prevalezca el acatamiento a la realidad. Pero la orden que esta imparte no puede cumplirse
enseguida. Se ejecuta pieza por pieza con un gran gasto de tiempo y de energía de investidura, y entretanto la
existencia del objeto perdido continúa en lo psíquico. Cada uno de los recuerdos y cada una de las expectativas
en que la libido se anudaba al objeto son clausurados, sobre investidos y en ellos se consuma el desasimiento de
la libido. Una vez cumplido el trabajo del duelo el yo se vuelve otra vez libre y desinhibido.
EI melancólico nos muestra todavía algo que falta en el duelo: una extraordinaria rebaja en su sentimiento
yoico, un enorme empobrecimiento del yo. En el duelo, el mundo se ha hecho pobre y vacío. En la
melancolía, eso le ocurre al yo mismo. El enfermo nos describe a su yo como indigno, estéril y moralmente
despreciable. Se hace reproches, se denigra y espera repulsión y castigo. Se humilla ante todos los demás y
compadece a cada uno de sus familiares por tener lazos con una persona tan indigna. No juzga que le ha
sobrevenido una alteración sino que extiende su autocrítica al pasado. El cuadro de este delirio de
insignificancia se completa con el insomnio, la repulsa del alimento y un desfallecimiento de la pulsión que
compele a todos los seres vivos a aferrarse a la vida.
El cuadro nosológico de la melancolía destaca el desagrado moral con el propio yo por encima de otras tachas:
quebranto físico, fealdad, debilidad, inferioridad social, rara vez son objeto de esa apreciación que el enfermo
hace de sí mismo. Sólo el empobrecimiento ocupa un lugar privilegiado entre sus temores o aseveraciones.
Escuchando al paciente melancólico llega un momento en que no es posible sustraerse a la impresión de que lo
que dice se adecua muy poco a su propia persona y muchas veces se ajustan a otra persona a quien el enfermo
ama, ha amado a amaría. Y tan pronto se indaga el asunto, él corrobora esta conjetura. Así, se tiene en la mano
la clave del cuadro clínico si se disciernen los autorreproches como reproches contra un objeto de amor, que
desde este han rebotado sobre el yo propio.
Proceso: Hubo una elección de objeto, una ligadura de la libido a una persona determinada, por obra de una
afrenta real o un desengaño de parte de la persona amada sobrevino un sacudimiento de ese vínculo de objeto.
El resultado no fue el normal, que habría sido un quite de la libido de ese objeto y su desplazamiento a uno
nuevo, sino otro distinto, que para producirse parece requerir varias condiciones. La investidura de objeto
resultó poco resistente, fue cancelada, pero la libido libre no se desplazó a otro objeto sino que se retiró sobre
el yo. Pero ahí no encontró un uso cualquiera, sino que sirvió para establecer una identificación del yo con
el objeto resignado. La sombra del objeto cayó sobre el yo, quien, en lo sucesivo, pudo ser juzgado por una
instancia particular como un objeto abandonado. De esa manera, la pérdida del objeto hubo de mudarse en una
pérdida del yo, y el conflicto entre el yo y la persona amada, en una bipartición entre el yo crítico y el yo
alterado por identificación.
Tiene que haber existido, por un lado, una fuerte fijación en el objeto de amor y, por el otro y en contradicción a
ello, una escasa resistencia de la investidura de objeto. Según Rank, esta contradicción parece exigir que la
elección de objeto se haya cumplido sobre una base narcisista, de tal suerte que la investidura de objeto pueda
regresar al narcisismo si tropieza con dificultades. La identificación narcisista con el objeto se convierte
entonces en el sustituto de la investidura de amor, lo cual trae por resultado que el vínculo de amor no deba
resignarse a pesar del conflicto con la persona amada. Un sustituto así del amor de objeto por identificación
es un mecanismo importante para las afecciones narcisistas.
Contraer melancolía, o tener predisposición a ellos, se remite al predominio del tipo narcisista de elección de
objeto. Por lo tanto, la melancolía toma prestados una parte de sus caracteres al duelo, y la otra parte a la
regresión desde la elección narcisista de objeto hasta el narcisismo.
Si el amor por el objeto se refugia en la identificación narcisista, el odio se ensaña con ese objeto
sustitutivo insultándolo, denigrándolo, haciéndolo sufrir y ganando en este sufrimiento una satisfacción
sádica. Ese auto martirio de la melancolía, gozoso, importa, en un todo como el fenómeno paralelo de la
neurosis obsesiva, la satisfacción de tendencias sádicas y de tendencias al odio que recaen sobre un objeto y
por la vía indicada han experimentado una vuelta hacia la persona propia.
La investidura de amor del melancólico en relación con su objeto ha experimentado un destino doble. En una
parte ha regresado a la identificación, pero, en otra parte, bajo la influencia del conflicto de ambivalencia, fue
trasladada hacia atrás, hacia la etapa del sadismo más próxima a ese conflicto. Sólo este sadismo nos revela el
enigma de la inclinación al suicidio por la cual la melancolía se vuelve tan interesante.
La melancolía y el duelo tienen en común este rasgo: pasado cierto tiempo desaparece sin dejar tras sí graves
secuelas registrables. En el duelo, cumplido ese trabajo, el yo ha liberado su libido del objeto perdido. Un
trabajo análogo podemos suponer que ocupa al yo durante la melancolía. El complejo melancólico se comporta
como una herida abierta, atrae hacia sí desde todas partes energías de investidura y vacía al yo hasta el
empobrecimiento total. Es fácil que se muestre resistente contra el deseo de dormir del yo, y tenga insomnio.
La melancolía tiene tendencia a volverse del revés en la manía, un estado que presenta los síntomas
opuestos. En la manía el yo tiene que haber vencido a la pérdida del objeto (o al duelo por la pérdida o quizás al
objeto mismo), y entonces queda disponible toga el monto de contra investidura que el sufrimiento dolido de la
melancolía había atraído sobre sí desde el yo y había ligado. Cuando parte a la búsqueda de nuevas investiduras
de objeto, el maníaco nos demuestra también inequívocamente su emancipación del objeto que le hacía penar.
El duelo normal vence la pérdida del objeto y mientras persiste absorbe de igual modo todas las energías del
yo. El objeto ya no existe más y el yo se deja llevar por la suma de satisfacciones narcisistas que le da el estar
con vida y desata su ligazón con el objeto aniquilado.
Si el objeto no tiene para el yo una importancia tan grande, una importancia reforzada por miles de lazos y
huellas inconscientes, tampoco es apto para causarle un duelo o una melancolía. La ejecución pieza por pieza
del desasimiento de la libido, es adscribirle a la melancolía de igual modo que al duelo. Probablemente se apoya
en las mismas proporciones económicas y sirve a idénticas tendencias. Pero la melancolía contiene algo más
que el duelo normal. La relación con el objeto no es simple, la complica el conflicto de ambivalencia.
La melancolía puede surgir en una gama más amplia de ocasiones que el duelo, que por regla general sólo es
desencadenado por la pérdida real, la muerte del objeto. En la melancolía se trama una multitud de batallas
parciales por el objeto. En ellas se enfrentan el odio y el amor, el primero pugna por desatar la libido del objeto,
y el otro por salvar del asalto esa posición libidinal. Así, de estas batallas de ambivalencia, todo se sustrae de la
conciencia hasta que sobreviene el desenlace característico de la melancolía. Este consiste, en que la
investidura libidinal amenazada abandona finalmente al objeto, pero sólo para retirarse al lugar del yo del cual
había partido. De este modo el amor se sustrae de la cancelación por su huida al interior del yo. Tras esta
regresión de la libido, el proceso puede devenir consiente y se representa ante la conciencia como un conflicto
entre una parte del yo y la instancia crítica. El yo se menosprecia y se enfurece contra sí mismo, y no
comprendemos más que el enfermo adónde lleva eso y cómo puede cambiarse.
Negación
Para alguien que ha perdido a un ser querido, la negación, es más simbólica que literal. Esto no significa que
uno no sepa que la persona querida murió, sino que, significa que regresa a casa y no puede creer que su mujer
no vaya a entrar por la puerta en cualquier momento o que su marido no está únicamente en viaje de negocios.
Simplemente, no puede llegar a entender que la persona no va a volver a cruzar esa puerta nunca más. Cuando
estamos en la etapa de la negación, al principio podemos quedarnos paralizados o refugiarnos en la
insensibilidad. Al principio, la realidad de que la persona ha muerto, es excesiva para la psique.
Esta etapa del duelo nos ayuda a sobrevivir a la pérdida. El mundo se torna absurdo y opresivo. La vida no tiene
sentido. Estamos conmocionados y negamos los hechos. Nos volvemos insensibles. Nos preguntamos cómo
podemos seguir adelante, si podemos seguir adelante, por qué deberíamos seguir adelante. La negación nos
ayuda a dosificar el dolor de la pérdida. Hay alivio en ella. Es la forma que tiene la naturaleza de dejar entrar
únicamente lo que somos capaces de soportar. Estos sentimientos son importantes: son los mecanismos de
protección de la psique. La cuestión no tiene que ver con olvidar, sino aprender a vivir con la pérdida.
Cuando la negación remite, va siendo poco a poco sustituida por la realidad de la pérdida. La irreversibilidad de
la muerte comienza a instaurarse gradualmente. Con cada pregunta que nos hacemos, comenzamos a creer que
la persona se ha ido realmente. Conforme vamos aceptando la realidad de la pérdida y comenzamos a hacernos
preguntas, estamos iniciando sin saberlo el proceso de curación. Nos estamos haciendo más fuertes y la
negación esta empezamos a remitir. Pero comienzan a aflorar todos los sentimientos que estábamos
negando.
Ira
Esta etapa se manifiesta de muchas formas. La ira sólo aflora cuando nos sentimos lo bastante seguros como
para saber que probablemente sobreviviremos, pase lo que pase. Al principio, el hecho de haber sobrevivido a
la pérdida nos resulta sorprendente. Luego afloran más sentimientos y la ira suele situarse la primera de la cola
conforme nos van invadiendo también la tristeza, el pánico, el dolor y la soledad, con más intensidad que nunca.
La ira es una etapa necesaria del proceso curativo. Tienes que estar dispuesto a sentir la ira, aunque pueda
parecerte infinita. Cuanto más auténticamente la sientas, antes comenzará a disiparse y antes te curaras. A
menudo la elegimos para evitar los sentimientos más hondos hasta estar preparados para afrontarlos. Mientras
realices el duelo, la ira volverá a visitarte muchas veces en sus múltiples formas. Debajo de la ira anida el dolor,
tu dolor. Es natural sentirse desamparado y abandonado, pero vivimos en una sociedad que teme a la ira. La
gente a menudo nos dice que nuestra ira es inoportuna, inapropiada.
En general, estamos más acostumbrados a contener la ira que a expresarla- La ira es meramente otra indicación
de la intensidad de tu amor. Significa que estamos progresando, que estamos permitiendo todos los
sentimientos que antes eran simplemente demasiado insoportables para dejarlos aflorar. Es importante sentir
la ira sin juzgarla, sin intentar hallarle un sentido. También podemos sentir culpa, que es ira de vuelta hacia uno
mismo. Pero nosotros no tenemos la culpa. La ira afirma que podemos sentir, que hemos amado y que hemos
perdido. Cuanta más ira te permite expresar, más sentimientos hallarás debajo. Principalmente, encontrarás el
dolor de la pérdida.
Negociación
Antes de una perdida, parece que haríamos cualquier cosa con tal de que no se lleven a la persona que
queremos. Después de una pérdida, la negociación puede adoptar la forma de una tregua temporal: ¿Y si dedico
mi vida a ayudar al prójimo? ¿Podré entonces despertarme y descubrir que todo esto ha sido solo una
pesadilla? Queremos que la vida vuelva a ser como era, queremos que nuestro ser querido nos sea restituido.
En otros casos, la negociación puede permitir a la mente pasar de un estado de pérdida a otro. Puede ser una
estación intermedia que procura a nuestra psique el tiempo que necesita para adaptarse. Nos permite creer que
podemos restaurar el orden en el caos que nos rodea. La negociación cambia con el tiempo. Podemos empezar
pactando para que la persona querida se salve. Más adelante, podemos incluso pactar para morir en su lugar.
Cuando aceptamos que se va a morir, podemos pactar para que su muerte sea indolora. Cuando ha muerto, la
negociación a menudo se desplaza del pasado al futuro. Podemos pactar para volver a verla en el cielo.
Podemos pedir una tregua para que no haya más enfermedades en nuestra familia, o que ninguna tragedia más
visite a nuestros seres queridos.
Cuando atravesamos la etapa de negociación, la mente modifica los acontecimientos pasados mientras explora
todo lo que se podría haber hecho y no se hizo. Lamentablemente, la mente siempre llega a la misma
conclusión: la trágica realidad es que el ser querido se ha ido realmente.
Depresión
Tras la negociación, nuestra atención se dirige al presente. Aparece la sensación de vacío, y el duelo entra
en nuestra vida a un nivel más profundo, mucho más de lo que nos hubierais imaginado. Nos parece que
esta etapa depresiva va a durar para siempre. Es importante entender que esta depresión no es un síntoma de
enfermedad mental, sino la respuesta adecuada ante una gran pérdida. La vida no parece tener sentido, uno no
quiere levantarse, no hay razón para hacerlo.
La pérdida de un ser querido es una situación depresiva, y la depresión es una respuesta normal y adecuada. Lo
raro sería no sentirse deprimido tras perder a un ser querido. Cuando el alma toma plena conciencia de la
pérdida, cuando nos damos cuenta de que nuestro ser querido no logró recuperarse esta vez y no va a volver, es
normal deprimirse.
Es posible manejar la depresión de forma paradójica. Hay que considerarla como alguien que nos viene a
visitar, hay que hacerle lugar, no hay que intentar escapar. Hay que permitir que la tristeza y el vacío te
purifiquen y te ayuden a explorar por completo la pérdida. Cuanto te permites a ti mismo experimentar la
depresión, desaparecerá en cuanto haya cumplido su propósito. A medida que vayas haciéndote más fuerte, es
posible que vuelva de vez en cuando, pero así es como funciona el duelo. El tratamiento de la depresión es un
acto de equilibrio. Debemos aceptar la tristeza como apropiado y natural de la pérdida, pero no debemos
permitir que una depresión descontrolada y permanente merme nuestra calidad de vida.
Por muy difícil que sea de aceptar, la depresión posee elementos que pueden ser útiles en el duelo. Nos obliga a
ir más lentos y nos permite evaluar de forma real la pérdida. Nos obliga a reconstruirnos de nuevo desde la
nada. Limpia el camino para crecer. Nos lleva a un lugar en lo más hondo del alma que no explicaremos en
circunstancias normales.
Aceptación
La aceptación suele confundirse con la noción de que nos sentimos bien o estamos de acuerdo con lo que ha
pasado. En esta etapa se acepta la realidad de que nuestro ser querido se ha ido físicamente y se
reconoce que dicha realidad es la realidad permanente. Nunca nos gustará esta realidad ni estaremos de
acuerdo con ellos, pero al final, la aceptamos. Aprendemos a vivir con ella. Ahora es cuando nuestra
readaptación y curación final pueden afianzarse con firmeza, a pesar de que, a menudo, vemos y sentimos la
curación como algo inalcanzable. Debemos intentar vivir en un mundo en el que falta nuestro ser querido. Es
probable que al principio nos resistamos a esta nueva situación y queramos mantener la vida tal como era
antes de la desaparición de nuestro ser querido. Sin embargo, con el tiempo, a través de pequeños pasos de
aceptación, vemos que no podemos mantener intacto el pasado. Las cosas han cambiado para siempre y
debemos adaptarnos. Debemos aprender a reorganizar roles.
Poco a poco, dejamos de dedicar nuestras energías a la pérdida y empezamos a dedicarlas a la vida. Vemos la
pérdida en perspectiva y aprendemos a recordar a los seres queridos y a conmemorar la pérdida. Empezamos a
establecer nuevas relaciones o a dedicar más tiempo a las antiguas.
La obtención de la aceptación puede ser solo tener más días buenos que malos. Muchas veces pensamos que, al
vivir la vida nuevamente, estamos traicionando a nuestro ser querido. Nunca podremos reemplazar lo que se
ha perdido, pero podemos establecer nuevos contactos, nuevas relaciones importantes, nuevas
interdependencias. En lugar de negar nuestros sentimientos, escuchemos nuestras necesidades; nos movemos,
cambiamos, crecemos y evolucionamos. Invertimos en nuestras amistades y en nuestra relación con nosotros
mismos. Empezamos a vivir de nuevo, pero no podremos hacerlo hasta que no le hayamos dedicado el tiempo
correspondiente al duelo.
o MUNDO INTERNO:
- Proceso de enfermedad y alivio: dicotomía entre distintas emociones, alivio que sentimos que esa
persona ya no va a estar sufriendo debido a ese largo proceso de enfermedad. Dolor de la pérdida y alivio
que ya no siga sufriendo.
- Inestabilidad emocional: nos acompaña todo el trayecto de duelo. Va a ser marcada, o estamos
acostumbrados a inestabilidad emocional. Nos asusta pero nos acompaña todo el trayecto y la experiencia
de pérdida.
- Lamentaciones: escuchamos esto durante el duelo. Son parte de la pérdida. Ante la muerte de alguien, esa
sensación de lo incompleto queda, de lo breve. Nos lamentamos de todas aquellas cosas que podríamos
haberle dicho y hecho con esa persona. Siempre nos quedamos con algo que cumplir con un deseo no
alcanzado, con una palabra no dicha, un agradecimiento no explícito, etc. Es imposible haberlo hecho todo
con la persona. Nunca es tarde decir perdón, te quiero, etc., podemos hacerlo de manera simbólica.
- Lagrimas: Fenómeno natural y simbólico de la vida. Fenómeno de alivio por excelencia, lagrimas son el
símbolo de la vida. Las lágrimas que no se lloran, no desaparecen. Pueden arman sintomatología, van hacia
otro lado, se secan, etc., pero NO DESAPARECEN. Van a acabar pero lo que no va acabar es lo que sentimos
con esa pérdida. Cristalizan la pérdida. Son parte de este proceso.
Sueños
Tras una pérdida, no es raro soñar que tu ser querido sigue vivo. A menudo los sueños realizan promesas que
no pueden cumplir. Se trata de una reconexión. Muchas personas se sienten agradecidos por pasar un tiempo
con el ser querido.
Los sueños pueden demostrar la inevitable falta de control que sentimos cuando estamos pasando el duelo. Los
sueños pueden servir para muchas cosas, incluyendo como abstracción del dolor o como demostración de que
el alma lucha contra la realidad. Dejando de lado el significado, los sueños nos ayudan a digerir sentimientos
incomprensibles mientras dormimos y constituyen una ayuda en el proceso de duelo, ya que la mente
inconsciente no es capaz de distinguir entre un deseo y la realidad.
Después de una pérdida, la necesidad de sentir que nuestro ser querido sigue existiendo, de alguna manera y en
algún sitio, puede ser muy importante. Los sueños son una forma muy personal de encontrar una reafirmación
cuando el mundo de la lógica no nos ofrece ninguna.
Los sueños nos enseñan que nuestro ser querido no es, en esencia, la persona enferma de la que nos
despedimos entre lágrimas en el hospital. Nuestro ser querido está sano y salvo, es la persona que conocimos y
que echamos de menos ahora.
Apariciones
Existen muchos tipos de apariciones visuales, auditivas, táctiles. Las apariciones son una parte de la pérdida
que requiere atención. Una aparición suele ser la repetición del trauma de dicha pérdida, como una visión que
no puedes quitarte de la cabeza.
Las apariciones suelen ser de ayuda, ya que pueden proporcionar la motivación para hacer cualquier cosa para
conseguir librarse de la visión y volver al mundo real. Sea cual sea la visión, hay que buscar librarse de ella. Hay
que intentar exteriorizar, hablar, escribir una carta.
Las apariciones también pueden ser emocionales. Para algunos, las apariciones son una sensación en la
habitación. Esos sentimientos y sensaciones se encuentran más allá de cualquier explicación lógica.
Simplemente debemos saber que los sentimientos son reales y que, si sentimos una presencia inquietante,
significa que existe algo inacabado.
Las apariciones pueden ser una señal de que estarás bien o de que no pasa nada si vives de nuevo, si vuelves a
encontrar la felicidad e incluso si vuelves a enamorarte. Las apariciones después de la muerte de un ser querido
son algo normal. A veces traer importantes mensajes de la psique que surgen de nuestro mundo interno de
duelo.
En el proceso del duelo, es irrelevante si las apariciones son realidades físicas o no. Cualquier cosa que nos
reconforte o nos guíe en el proceso es algo valioso.
Roles
En la vida desempeñamos muchos roles. Cuando fallece un ser querido, quedan vacantes todos los roles que
desempeñaba. De forma consciente o inconsciente, nosotros mismos u otras personas, adoptamos algunos de
ellos. Pero, pueden quedar algunos roles sin que nadie los tome. Tanto tangibles como sutiles, existen multitud
de roles que pueden perderse. Aunque ya no estén pasan a ser parte de nosotros.
En el proceso de duelo, también necesitamos tiempo para lamentar la vida que se suponía que teníamos que
llevar. Hay que comenzar a reconstruir un nuevo sistema de creencias desde los cimientos, uno con espacio
para las realidades de la vida pero que siga proporcionándole seguridad y esperanza para una vida diferente:
un sistema de creencias que, en última instancia, posea una belleza propia para descubrir la vida y la pérdida.
Secretos
Todos tenemos secretos. Tras la muerte de un ser querido, no es extraño descubrir secretos. Los secretos
pueden dejar tras de sí algo más que un poco de información. A menudo, dejan muchas preguntas.
Cuando se descubre un secreto, se produce un trauma. En ocasiones, hay que tomarse el tiempo para superar
ese trauma de forma independiente al duelo. En muchos aspectos, existen dos formas de pensar a las que
enfrentarse: la pérdida de la persona amada y la reacción ante el secreto. Esta reacción suele ser un
componente del duelo. La tristeza, ira, resentimiento, traición o misterio que deja su estela deben sentirse de
forma independiente. No todos los secretos son negativos.
Las situaciones y las razones por las que la gente oculta información suelen ser un misterio para los que los
rodean. Un secreto no cambia a la persona que conociste. No hay que permitir que todo lo que amabas de tu ser
querido quede anulado por una parte de él. Perdónalo si hay que hacerlo, e intenta aceptar las partes de él que
no conocías.
Aniversarios
Cuando perdemos a alguien somos conscientes de la cantidad de aniversarios que hay. Ese día nos damos
cuenta de que estará el aniversario de su muerte, pero olvidamos festejar el resto de los aniversarios, recuerdos
de cumpleaños, matrimonio, etc. cada uno de esos aniversarios pasa de ser un momento feliz, a un recordatorio
de la pérdida.
Cuando llegue el aniversario de la muerte y quieras hacer algo para recordarlo, es importante buscar una
manera propia de honrar la memoria de un ser querido. Es una ocasión que puede causar tristeza profunda,
pero también los mejores recuerdos.
Sexo
Atreverse a hablar de sexo en el contexto de duelo ha sido un tabú durante mucho tiempo, incluso con los
amigos más cercanos, pero no hablarlo sería negar sentimientos reales y las cosas que suceden a veces tras una
pérdida.
Cuando una pareja fallece, también se produce una pérdida de sexo. Quizás esté la necesidad de acostarse con
alguien enseguida, o quizás no vuelvas a hacerlo en mucho tiempo. Pero está claro que si el sexo era parte de la
relación con la persona que se fue, también será parte del duelo.
El deseo sexual va a aparecer eventualmente, y hay que ver cómo lo interpreta la persona: ¿cómo un deseo
natural? ¿O una traición a la pareja que falleció? No representa solo algo físico, sino también algo emocional que
compartían con otra persona. No hay que renunciar al sexo solo porque se piensa q se debería hacerlo.
Siempre será x “
” á S á ó
volver a entablar una relación. Algunos necesitarán tener sexo justo después de la pérdida, otros cuando creen
que llegó el momento. El sexo es vida al fin y al cabo, lo contrario a la muerte. Puede servir como modo de
reconfortarse, puede reafirmar una conexión de forma rápida, y en esos momentos no se trata solo de sexo sino
de intimidad.
El cuerpo y la salud
En el duelo se puede alcanzar un estado de salud malo. Estar consumido por la tristeza y por el trabajo que
conlleva cuidar al pariente enfermo que falleció. El cuerpo se desgasta por lo que tuvo que pasar. También es
difícil reacomodar la vida, las costumbres al tiempo que se tiene después de perder a la persona: pasar de no
poder ni comer por tener que estar cuidándolo, a tener todo el tiempo del mundo para comer. Generalmente, el
estado de salud anterior vuelve solo pero dándole tiempo.
Ropa y posesiones
Una de las tareas es empaquetar todo, y otra es decidir qué hacer con la ropa del ser querido, que es difícil
porque al hacerlo nos damos cuenta de que se fue. Si eres incapaz de enfrentarte a las posesiones de tu ser
querido pedirle ayuda a un amigo o alguien. Si hay cosas que no quieres tirar, quédatelas. Nadie te obliga. Los
objetos pueden servir como recuerdo y conexión física con la persona que ya no está.
Las fiestas
Forman parte de los acontecimientos que señalan momentos concretos que compartimos, y suelen significar
pasar tiempo con la familia. Para mucha gente esta es la parte más dura cuando se va un ser querido porque las
fiestas magnifican la pérdida. La necesidad de apoyo en estos momentos aumenta. Para algunos es más fácil
ignorar las fiestas, no festejarlas después de la muerte del ser querido y está perfecto. Otros pueden usar las
fiestas como un símbolo de que la vida sigue. Se pueden tomar como una ocasión para estar con otros seres
queridos, no sentirse solos. No hay manera correcta de ocuparse de las fiestas cuando se está de duelo, se tiene
que decidir qué es lo bueno para uno mismo y hacer eso, pero siempre es mejor si se comunica al resto lo que
se prefiere, para sentir su apoyo. Uno puede sentir que nunca más va a disfrutar las fiestas, y aunque nunca
serán como antes, con el tiempo la mayoría de las personas son capaces de encontrar de nuevo un sentido a las
tradiciones.
22 – BELETZKY, TRIMARCO MAGNOLLE, VACAS, BONANI
Cuestiones financieras
También forman parte del duelo. Pueden surgir por tener demasiado dinero, o tener poco o por estar poco
preparado para manejar lo financiero luego de la muerte de un ser querido. Cuando se recibe una herencia,
sentimos emociones encontradas por dicho dinero: sensaciones buenas por tener más plata sobre todo si era
necesaria, pero lo sentimos como un dinero corrupto, que no podemos disfrutar. Mucha gente se siente en paz
sin gastar nunca el dinero, otros gastando todo rápido.
La respuesta, secuencia y duración de las reacciones varían mucho de una persona a otra. Neimeyer tiene una
postura crítica, rechaza muchas teorías tradicionales sobre la pérdida por la escasez de pruebas que apoyan
los modelos de etapas.
- He dejado de dar por supuesto que las personas pasen por una secuencia universal de etapas o tareas
después de haber sufrido una pérdida o que los procesos de duelo deban acabar necesariamente con
una recuperación.
- No puedo estar de acuerdo con la idea de que exista un patrón normativo del duelo que pueda utilizarse
con fines prescriptivos o diagnósticos y de que las desviaciones de este curso deben considerarse
anormales.
- Me cuestiono el hecho de que las respuestas emocionales deban constituir el principal foco de atención
de las teorías del duelo, excluyendo la importancia de las conductas y los significados.
- Dudas respecto al sesgo individualista de las teorías tradicionales sobre el duelo, que tienden a
entender la elaboración del duelo como un proceso completamente privado.
Todas aquellas críticas, lo llevaron a plantear un modelo alternativo del duelo, basado en una teoría
constructivista o narrativa de la reconstrucción de significado tras la ocurrencia de una pérdida significativa.
Sin embargo, el constructivismo sugiere que los seres humanos no podemos acceder fácilmente a una realidad
que queda fuera de nuestro alcance, por lo que debemos juzgar la viabilidad de nuestras construcciones en
función de su utilidad práctica, coherencia interna y validez consensuada con otros significativos. Este punto de
vista relativiza el concepto de trastorno psicológico, ya que individuos y comunidades diferentes pueden
adoptar criterios muy diferentes para juzgar si una determinada construcción de un acontecimiento es válida o
inválida, funcional o disfuncional.
El autor explicará 6 proposiciones de la teoría constructivista que pueden guiar el desarrollo de prácticas y
predicciones novedosas relacionadas con el duelo:
1. La muerte como acontecimiento puede validar o invalidar las construcciones que orientan nuestras
vidas o puede constituir una nueva experiencia a la que no podamos aplicar ninguna de nuestras
construcciones.
Partiendo de la idea de que cada ser humano construye su propio mundo de significados, debemos entender
cómo entra la muerte en ese mundo y, si al hacerlo, desmiente o reafirma las construcciones que guían nuestras
vidas. En nuestra vida cotidiana, solemos apoyarnos en la red de explicaciones, expectativas y hábitos que
orientan las interacciones que tenemos con los demás. Las experiencias de pérdida que encajan en nuestras
construcciones pueden tener un potente efecto de validación en nuestros mundos de presuposiciones, mientras
que las formas de muerte que contradicen nuestras construcciones nucleares pueden cuestionar la
conveniencia de las creencias. Desde la perspectiva constructivista, lo importante es saber hasta qué punto una
forma concreta de muerte o pérdida encaja con nuestra forma de integrar la experiencia y no cuáles son las
características «objetivas» de la muerte en sí misma.
El duelo sólo puede entenderse por completo dentro del contexto de nuestra identidad. Nuestras identidades
van cobrando forma a lo largo del camino, a medida que vamos consolidando nuestra forma de ver el mundo y
de vernos a nosotros mismos generando teorías personales o interpretaciones de las experiencias que la vida
nos trae. Cuando los acontecimientos dan un duro golpe a nuestra autoimagen y a nuestra forma de entender el
mundo, respondemos intentando interpretarlos de un modo coherente con nuestras teorías e identidades.
Cuando estos intentos fracasan y los acontecimientos llegan a afectar a los cimientos de nuestra identidad,
perdemos el control de una realidad que ya no nos resulta familiar y nos vemos obligados a crear otra. En este
sentido el duelo constituye no sólo un proceso en el que se vuelve a aprender cómo es un mundo que ha
quedado transformado tras la pérdida, sino también un proceso en el que nos reaprendemos a nosotros
mismos, porque sufrimos cambios en la identidad.
3. El duelo es algo que nosotros mismos hacemos, no algo que se nos ha hecho.
Experimentamos la perdida como un intruso en nuestras vidas. Aunque sea una dura experiencia que nos
resulta imposible evitar, la experiencia del duelo en sí misma puede estar llena de elecciones. En un primer
nivel, podemos decidir si préstamos o no atención al estrés que genera la pérdida, si sentimos y exploramos el
dolor que provoca la ausencia de nuestro ser querido o desatendemos nuestro dolor y nos centramos en la
adaptación a una realidad externa que ha cambiado, y muchos ejemplos más. Esto refiere a la oscilación entre
implicación y evitación de una elaboración del duelo. Lejos de constituir un proceso pasivo en el que se espera
una serie de transiciones emocionales predecibles, una visión más realista del duelo lo entendería como un
período de toma acelerada de decisiones. La concepción del duelo como un proceso intensamente activo tiene
cierto valor para nosotros no sólo porque parece describir mejor la experiencia real de los supervivientes, sino
también porque da un mayor margen de acción a los terapeutas del duelo, que pueden asumir el papel de
facilitadores sensibilizando a sus clientes ante las muchas decisiones que deben tomar.
La pérdida puede invalidar la estructura de presuposiciones que orienta nuestras vidas, planteándonos el
desafío de adaptarnos a una avalancha de experiencias subjetivas y demandas objetivas que exige que
volvamos a construir un mundo con sentido, dirección y comprensibilidad a una vida que ha quedado
transformada para siempre. El modelo narrativo puede ser muy útil para comprender este proceso de
reconstrucción de significados. Si vemos la vida como una historia que contamos con nuestras acciones y
compromisos además de con nuestras palabras, podemos entender la pérdida como algo que trastoca la
continuidad de esta narrativa, llevando la amenaza de la incoherencia a las explicaciones anteriores y
posteriores a la pérdida, obliga a su autor a realizar cambios. Por otro lado, las pérdidas que siguen proceso
prolongados en el tiempo, generan que el trabajo de construir un puente que comunica el pasado con un futuro
cambiante puede ser demasiado duro y hacer necesaria la ayuda de un profesional. Aunque las pérdidas
complicadas pueden apartarnos de la narrativa de nuestras vidas, también es posible la realización de procesos
adaptativos de reconstrucción. Se puede asimilar la pérdida dentro de los marcos preexistentes de significado,
reafirmando la viabilidad del sistema de creencias que habíamos mantenido hasta su aparición, o podemos
acomodar nuestra narrativa hasta conseguir que se ajuste a lo que percibimos como una realidad cambiada.
5. Cada sentimiento cumple una función y debe entenderse como un indicador de los resultados de los
esfuerzos que hacemos para elaborar nuestro mundo de significados tras el cuestionamiento de
nuestras construcciones.
Las teorías tradicionales sobre el duelo suelen tratar las respuestas afectivas que aparecen en el proceso de
duelo como aspectos sintomáticos, problemas que deben superarse. Los constructivistas ven las emociones
como algo que forma parte de nuestro proceso de construcción de significados. Dicho de otro modo, cada
sentimiento cumple una función y debemos respetarlo como parte del proceso de reconstrucción de
significados, en lugar de intentar controlarlo o eliminarlo como un subproducto de la pérdida en sí misma o
como una forma disfuncional de entenderla.
Freud examina el problema del perverso. En Tres ensayos de teoría sexual distingue entre inversiones y
perversiones. La diferencia está en la plasticidad del mecanismo pulsional y en su aptitud para prestarse a
desviaciones respecto del fin y del objeto de las pulsiones.
- Inversiones: desvíos que conciernen al objeto de la pulsión.
- Perversiones: remiten a una desviación en cuanto al fin.
Para Freud la fantasía tienes un rasgo perverso, porque todo lo que sea del orden de lo reprimido infantil sexual
se corresponde a lo perverso. Freud insiste que la perversión está en el desarrollo normal de la sexualidad en la
sexualidad infantil, perversidad polimorfa. Perversa porque en la infancia no hay ninguna norma que indique
cuáles son los pasos a seguir, vale todo, y polimorfa porque hay muchas variaciones en la que no predomina
ninguna parte del cuerpo. A lo largo de la evolución todos esos momentos se van a ir poniéndose al servicio de
la unificación, la generalización y la procreación.
La distinción entre proceso neurótico y perverso es importante porque presupone una diferencia del punto de
anclaje de las estructuras en el contexto de la dialéctica edípica.
Los síntomas neuróticos van a resultar siempre en el orden de la represión, pero Freud define al síntoma como
“ ó ”¿ í cción? Porque hay una satisfacción
que está prohibida. Entonces esta sustitución habilita a Freud a pensar en la represión.
Los síntomas neuróticos, condensan fragmentos de pulsiones sexuales infantiles. En cambio, la perversión
como estructura, produjo el no abandono de esa perversión polimorfa infantil.
Freud define dos destinos pulsionales característicos del proceso perverso: el trastorno hacia lo contrario y
la vuelta hacia la persona propia. La perspectiva de una estructura perversa va más allá de los parámetros
estereotipados de ciertos modos de realización sexual.
Freud busca un mecanismo metapsicológico inaugural de la perversión a partir de elaborar nociones como la
renegación de la realidad (respecto de la castración) y la escisión del yo como propiedad intrínseca del
funcionamiento del aparato psíquico.
El desarrollo del complejo de Edipo inicia a partir de la atribución fálica de la madre. Esta atribución del falo se
origina alrededor de la cuestión de la diferencia de sexos, que para el niño es un punto enigmático. Todo el
curso imaginario del complejo de Edipo será el desarrollo de la respuesta que el niño intenta dar a ese enigma.
Ante la falta del pene, el niño niega esa falta y cree ver un miembro: echan un velo sobre la contradicción. Creen
que hay algo pequeño pero que después crecerá. Pero después llegan a la respuesta: la falta del pene es
concebida como el resultado de una castración y ahí el niño se ve en el deber de enfrentarse con la referencia de
la castración a su propia persona.
La atribución fálica es la concepción de algo que habría debido estar allí y es vivido como faltante. Por lo tanto,
el objeto fálico es un objeto estrictamente imaginario. La castración está ligada a la dimensión imaginaria del
falo y no al órgano.
El niño no renuncia bien a la representación de la madre fálica. Aceptarlo implica una consecuencia
insoportable: la dimensión imaginaria de su propia identificación fálica. Debería renunciar a constituirse como
único y exclusivo objeto del deseo de la madre. Se moviliza una protección fantasmática que rechaza lo real de
la diferencia de sexos en beneficio de una construcción apoyada en la elaboración imaginaria de un objeto que
supuestamente falta: el falo. La concepción de la diferencia de sexos se elabora en estar castrado-no estar
castrado. El enfrentamiento con la castración es angustiante para el niño ya que imaginariamente cree en la
amenaza de castración.
Ante la angustia de castración existen ciertas reacciones defensivas destinadas a neutralizarla. Las
construcciones psíquicas defensivas testimonian el rechazo del niño a aceptar la diferencia de sexos y el trabajo
psíquico que se debe poner en marcha para sustraerse a la incidencia de la castración. Estas construcciones
psíquicas defensivas van a determinar y orientar el curso de la economía psíquica, que según la modalidad,
forman estructuras psíquicas.
1. En la angustia de castración.
El proceso defensivo se basa en la negativa a reconocer la realidad de una percepción traumática, la ausencia de
pene en la madre y mujer. Se elabora una formación sustitutiva:
Renegación de la realidad propiamente dicha. Persiste una actitud infantil ante la ausencia de pene femenino.
Puesto que la mujer carece de pene en la realidad, el fetichista va a encarnar el objeto que supuestamente falta
por medio de otro objeto de la realidad: el objeto fetiche (pasa a ser la encarnación del falo).
El objeto fetiche instituye varios dispositivos de defensa: permite no renunciar al falo, permite conjurar la
angustia de castración protegiéndose de ella, permite escoger a una mujer como objeto sexual posible en tanto
supuestamente ella posee el falo.
En el objeto fetiche hay una fijación. A través de la fijación, el fetiche permite ver un objeto como condición que
en la medida en que esté presente.
A través del objeto fetiche, el perverso reniega la castración. Cuando está ese objeto no falta nada. Persiste el
rasgo infantil en la falta, el objeto se vuelve condición.
El funcionamiento del fetichismo pone de manifiesto un mecanismo psíquico singular: la coexistencia de dos
formaciones psíquicas inconciliables entre sí. Por un lado, el reconocimiento de la ausencia de pene en la mujer,
por el otro, la negación de la realidad de este reconocimiento. Hay una contradicción. La realidad es renegada
por el sujeto mientras que el objeto fetiche es la prueba elocuente del reconocimiento permanente de esta
ausencia. Estos dos contenidos contradictorios coexisten en el aparato psíquico sin influirse recíprocamente.
Frente a esto, existe la hipótesis freudiana de una escisión psíquica.
Eric Fromm
El objetivo del masoquista es abandonar su propia identidad individual, porque lo que busca es encadenar su
yo al yo del otro.
Tiene el papel de víctima, viven rodeados de inseguridad y miedo. Son extremadamente dependientes pero no
por apego dependiente sino que tiene otro sentido: la necesidad de que alguien sea testigo de sus sacrificios y
sufrimientos que le inflige su estructura.
Cuando hablamos del masoquismo no hay que vincularlo solo con el sometimiento frente al dolor físico, no es
solo del orden del dolor físico. Es del orden del sometimiento a la degradación emocional permanente. El deseo
Perversión
En el seminario de la angustia dice que el motivo del masoquista es devenir en objeto de desecho. Van
construyendo su amo/ama, van imponiendo su voluntad, perteneciéndole al otro. Se ofrecen a él, pero hay una
ficción subjetiva constantemente en una complejidad de cómo se encadenan al otro. El masoquista busca el
goce del otro, pero le interesa descartar la angustia.
Son engañadores, arman un personaje que pareciera que quedan en una posición pasiva pero en realidad son
activos en todo eso que arma. Despliegan un escenario específico para poder construir una escena y llevar a
cabo todo esto y como buscan perfectamente a quien luego va a ser su amo.
Los rasgos típicos del perfil masoquista conllevan subjetivamente una sensación crónica de sufrimiento.
Encontramos una tendencia a lamentarse constantemente. Al automenostrecio constantemente. Este
sufrimiento tiene una base.
El masoquista tiene esta serie de fantasías que en una estructura neurótica quedarían en eso en una fantasía. El
perverso masoquista las actúa. Se arma un escenario. Va a la caza de esta víctima. Sabe a quién buscar y quien
va a poder producir eso. Se vuelve objeto de desecho. Queda en lugar de objeto, del goce del otro. A través del
goce del otro despliega su goce, en ese lugar de objeto en el que queda. En realidad es tan activo todo esto que
construye y es tan complicado de pensar cómo se arma todo.
El perverso busca dañar. Ese deseo de hacer daño, tiene una intención de venganza. De lo que él en algún
momento le hizo, de manera real o imaginaria, pero supuestamente es vengarse de algo que ha sufrido. Ya sea
en su infancia o adolescencia. Pero ese deseo está entramado ahí. El perverso tiene la tendencia a deshumanizar
al otro. No hay sentimientos ni dignidad para él. El usa y tira. Primero nos caza, nos usa y luego nos tira.
El perverso va a estar siempre rozando la ley, le gusta correr riesgos. La estructura perversa tiene certeza sobre
su goce. Sabe bien como y donde y con quien alcanzar esa satisfacción. Cuando nos caza, nos tiene situados.
Sabe lo que quiere.
Los neuróticos solemos tener una gran incertidumbre acerca de la capacidad de darle placer a nuestro
partenaire. Estamos dudosos. En el perverso hay una intolerancia radical con respecto del goce del partenaire.
Está completamente desentendido, no está en la hora de ruta del perverso.
Hay un escrito de Lacan, “Kant con Sade”. La distinción entre el deseo neurótico y perverso es lo que dijimos.
Hay una intolerancia radical ante el perverso. Lacan se ocupa de la voluntad de dominio de goce. El perverso se
identifica a ser instrumento de goce del otro. Funda su goce fuera de la ley, impone su voluntad de goce. Es lo
único que impone.
Se para en la no reciprocidad. Hay una intolerancia radical frente al otro. Ejerce una libertad sin trabas, todo el
tiempo lo busca negar al otro, hasta reducirlo a objeto de deseo. El perverso, muestra que no existe una relación
complementaria ni recíproca, por eso la perversión demuestra todo el tiempo.
En este escrito, Lacan lo describe bien. Ahí dice que hay masoquistas y hay sádicos pero no sadomasoquistas
que pueden prestarse reversiblemente o recíprocamente a una función u a otra.
Si bien en apariencia parece que los otros no le importan, él se ofrece para el goce del otro. Eso es lo que Lacan
llama hacerse instrumento del goce del otro. El fantasma se invierte y esto define la posición perversa. Si no hay
inversión del fantasma, estamos frente a una neurosis, si hay, estamos frente a una perversión. Lacan plantea
que el perverso encarna el objeto. Por vía del fetiche. En la posición de objeto le permite ser el amo. En el acto
perverso, el objeto está de su lado.
Diferenciando la estructura perversa de la neurótica, hay que tener en cuenta esto de la no pregunta sobre lo
que le causa uno al otro. El neurótico no tiene realmente la respuesta, y ahí es donde viene la angustia de la
neurosis. El perverso no se pregunta. Tiene certeza.
¿Qué relación hay entre la perversión y la mujer? Freud a partir de las observaciones sobre el fetichismo,
dedujo que perversión es una posición subjetiva que concierne al varón, al que le corresponde una modalidad
de deseo que puede ser considerada perversa.
La estructura perversa es extremadamente rara en mujeres. Pudiéndose concluir que la estructura perversa
está ligada a la constitución misma de un deseo masculino. No indica que la mujer pueda poseer altos rasgos
perversos con estructura neurótica. Pero se inclina más dela condición del género varón la estructura.
¿A que apunta la cura? No hay cambio de estructura. Pero cuál sería la mejor posición tomar frente a un
perverso. Primero, instalemos una cierta legalidad en el curso que hagamos de ese encuentro. Tratemos de
evitar responsabilizarnos de esos actos. Se trata de que el sujeto no tenga el resultado que quiere. Necesitamos
una posición que nos acomode frente a algo que nos da terror. La pregunta como analista es ¿para qué lo
cuenta? En ese borde no cumplimos lo que él tanto quiere.
Aunque sean pocos los casos que recibimos, no dejar de intentarlo. No hay cura pero si nos paramos frente a
eso, intentemos ver como preservar nuestra posición frente a esta estructura.
Liquidaciones
Obscéano: obscenidad líquida. Obscenidad pasada por agua, obscenidad lavada. Es una de las vertientes de la
liquidación actual de las perversiones: perversiones no sólo liquidadas, veremos, perversiones líquidas,
lavadas, etc.
Bauman: el tiempo de la solidez, donde las cosas pueden ser ubicadas en compartimentos estancos, mantener
sus formas, permanecer estables, ya no existe. Hoy todo sería más o menos flexible, inestable, líquido
¿Qué lugar queda para las perversiones? Desviaciones de la conducta sexual NORMAL reprobables y punibles o
bien curables, sea el religioso, moralista, legista, médico o psiquiatra quien los aborde.
¿Pero qué de las perversiones en tiempos de declive, quebranto, desbaratamiento de la función rectora del
padre?
- Hay un empoje para que cada uno explore sus senderos personales.
- Y como somos muy respetuosos por la diferencia y no discriminamos, ningún goce es mejor o peor que
otro
- El derecho al goce, promovido por el discurso del capitalismo, recusando la regulación paterna junto
con la imposibilidad y liquidando las prácticas perversas clásicas, da lugar al mismo tiempo a un empuje-a-
gozar inusitado. No se trata sólo del derecho al goce, sino del deber de gozar... bajo los parámetros del mercado:
hay que consumir constantemente
T.A.C
Teresa: anorgasmia. Se calentaba pero no podía tener un orgasmo. Le molestaba más al marido que a él. Le
TAC “Té ó ”
- Garantizaría no sólo el orgasmo femenino en el 99% de los casos, sino que la afortunada lo alcance
además, conjuntamente con aquel de su pareja y, como si eso fuera poco, únicamente a partir del contacto
genital.
- Teresa aun no tuvo orgasmo. Histeria.
El fracaso del tratamiento sexológico la termina conduciendo por fin, a otro consultorio, ahora el del
psicoanalista
El deber de gozar al que recién me refería, el empuje al goce superyoico imperante en nuestra época, no deja de
é : “ ”
Obligación absoluta para cada mujer de alcanzarlo cada vez, todas las veces, siempre y cuantas más veces
mejor.
La televisión es el medio prínceps desde donde se promueven las vías de sustitución del fetichismo clásico: la
imagen fetichizada y el fetichismo de la imagen, no sólo el fetichismo de la mercancía, el del gadget. Siempre
está el recurso de la navegación.
- orientación que imprime la versión del padre que soporta el fantasma al mundo erótico y
amoroso del hombre, puede entenderse que en tiempos de declive o desbaratamiento de la función del
padre, encontremos bastante extendida la debilidad, cuando no la inoperancia del fantasma, lo que da
por resultado este sorprendente polimorfismo desbrujulado
Consecuencias:
- depresión. Epidemia. caída a pique del deseo ligada, por supuesto, con aquella habilitación
ilimitada del campo del goce
- En nuestros jóvenes versátiles de hoy la ostensible posición cínica es correlativa de la
liquidación de la padre-versión fantasmática, soporte en última instancia de cualquier posición creyente