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Narradores 1° Persona Autodiegetico- Focalización

intradiegetica
Enunciado y Enunciación Analepsis. Tiempo pretérito del tiempo real del
relato.
Espacio Exterior: Pueblo Interior: Domestico. Gradación
hacia el interior
Tiempo El cuento inicia con los acontecimientos
ocurridos en el pasado, pero está escrito desde
el presente de la narradora/protagonista, lo
cual rompe con la linealidad cronológica
Recursos Fantásticos EL Huésped (Monstro)
Personajes Esposa- Narradora
Esposo
Guadalupe- Ama de llaves
Niños- Hijos de la protagonista
Martin- Hijo de Guadalupe

Postura: El fantástico como fuente del terror.

Narrador

TODOROV. La función de lector y la vacilación de este frente al texto. En las historias fantásticas, el
narrador habla por lo general en primera persona: es un hecho empírico fácilmente identificable.
La primera persona “relatante” es la que con mayor facilidad permite la identificación del lector
con el personaje, puesto que, como es sabido, el pronombre “yo” incluye a todos. Además para
facilitar la identificación, el narrador será una “persona común”, con el cual todos, o casi todos
pueden reconocerse. Esta es la forma más directa de penetrar en el universo fantástico. Todo el
“suspenso” de un relato como “El Huésped” se basa en el hecho de que los acontecimientos
inexplicables son relatados por alguien que es, a la vez, protagonista y narrador de la historia; es
una mujer normal como las demás, su palabra es digna de confianza; en otros términos, los
acontecimientos son sobrenaturales, el narrador es natural: he aquí excelentes condiciones para
que emerja lo fantástico. Para Todorov, la primera condición del fantástico es la vacilación, la
ambigüedad experimentada por el lector respecto al relato que lee. La vacilación del lector frente
al texto lo coloca en una disyuntiva: explicar los acontecimientos evocados de una manera natural
o de una manera sobrenatural. Así aparece este otro concepto que tiene un significado ambiguo
frente al fantástico: lo sobrenatural. Para H.P. Lovecraft, el principal criterio de lo fantástico se
sitúa en la experiencia del miedo particular de lector.
H.P. Lovecraft en “El horror sobrenatural en la literatura” nos ofrece su concepto de los fantástico:
La más intensa y poderosa emoción de la humanidad es el miedo, y la clase más antigua y
poderosa de miedo, es el temor a lo desconocido”. Como lectores experimentamos la angustia de
la mujer innominada, la cual ni siquiera se atreve a pronunciar su nombre ya que sentía que el ser
tenebroso cobraba realidad. La sorpresa y el escalofrío se extienden al lector, por falta de detalles
que se dan del visitante.

ENUNCIADO Y ENUNCIACIÓN

Desde las primeras líneas del cuento, entramos en un ambiente enfermizo que ha marcado la vida
de la protagonista “Nunca olvidare el día que vino a vivir con nosotros” (19). La criatura que el
marido trajo al regresar de viaje ha maltratado emocionalmente a la esposa y cuando ella evoca el
asunto, se angustia: “Vuelvo a sentirme enferma cuando lo recuerdo... (21). El acto de recordar se
convierte en una tortura para la mujer. De esto aprendemos que la mujer tuvo una herida
emocional a partir de la llegada del ser tenebroso. Frases y expresiones como: “comenzaba la más
terrible pesadilla” (20), “la pobre mujer sufría el mismo terror que yo” (21) “no podía confiarme”
(20), entre otras, corroboran el enorme terror que experimentaba la protagonista. La incursión del
huésped en la casa y en la vida de la protagonista y sus hijos es el elemento que va a propiciar el
aumento en la gradación de la desdicha de las mujeres. El sufrimiento y el terror se imponen por la
intervención de un tercero- el esposo- infligiendo el horror mediante la introducción de un
elemento hostil, ajeno al medio habitual de los personajes. Comienzas a surgir las preguntas sin
respuesta lógica: ¿Por qué?, ¿Para qué? Comienza la vacilación y la duda: ¿Quién es el huésped?,
¿A que ha llegado? El misterio se impone de inmediato, tanto como el aviso de lo siniestro: “Te
acostumbraras a su compañía y, si no lo consigues...” (17).

Los puntos suspensivos son soportes simbólicos externos muy importantes. En este caso, los
puntos suspensivos son la marca del anuncio del horror, por un lado, y del violencia, por otro:
“Siempre decíamos:- ahí está, ya salía, está durmiendo, él, él, él...” o, bien, “Y no era posible
cerrarla; mi marido llegaba siempre tarde y al encontrarla abierta habría pensado...” “No había luz
eléctrica en aquel pueblo y no hubiera soportado quedarme a oscuras, sabiendo que el cualquier
momento...” (20).

Uno de los hilos conductores de la narración es precisamente lo no dicho, lo sugerido, todo lo que
subyace en la parte oculta de lo verbalmente expresado y que consigue mayor efecto que lo
expresado; es la tensión de principio a fin. El lenguaje de la atmosfera de los siniestro está
expuesto con claridad, pero de igual manera las omisiones de palabras sustituidas por soportes
simbólicos externos son igualmente elocuentes y van aportando elementos misteriosos y oscuros
que mantienen al lector en la incertidumbre, en esta vacilación que nos contacta con lo fantástico,
con lo que no entendemos ni podemos dilucidar a la luz de las leyes de la realidad, la nuestra, ni la
del mundo del relato configurado como real.
Las protagonistas no le dirigen la palabra al huésped, ni siquiera lo nombran. ¿Acaso tiene un
nombre? Nadie lo pronuncia de modo que lo ignoramos, pero ellas lo identifican con un sujeto
tácito: allí está, ya salió, está durmiendo. Un él contendió en la acción, más no verbalizado por el
riesgo de nombrarlo y, entonces hacerlo cobrar realidad. Ésta última expresión que podríamos
pasar inadvertida, viene a reforzar la incertidumbre que permea todo el cuento. Si hay
confrontación explicita entre lo real y lo irreal, lo ilusorio y el verdadero, lo casual y lo fantástico.
Porque finalmente, qué es ese huésped. Queda claro que no es alguien normal, pero tampoco
podemos aseverarlo contundentemente. También puede ser algo, pero lo ignoramos. Trátese de
un alguien o de un algo no pertenece a los parámetros de la normalidad ni en la apariencia ni en el
comportamiento. Y, como cualidad extraordinaria- empleada esta palabra en más de una
acepción-incita el miedo. Invasor, intruso, acosador, monstruo.

“Guadalupe, corto varias tablas, grandes y resistentes, mientras yo buscaba martillo y clavos.
Cuando todo estuvo listo, llegamos sin hacer ruido hasta el cuarto de la esquina. Las hojas estaban
entornadas. Conteniendo la respiración, bajamos los pasadores, después cerramos las puertas con
llave y comenzamos a Claver la puerta hasta clausurarla totalmente. Mientras trabajábamos,
gruesas gotas de sudor nos corrían por la frente. No hizo entonces ruido, parecía que estaba
durmiendo profundamente. Cuando todo estuvo terminado, Guadalupe y yo nos abrazamos
llorando” (23).

Una de las virtudes de la escritura de Amparo Dávila es su implacable construcción sintáctica. Sus
oraciones no son complejas ni extensas; son breves y claras. El lenguaje esta empleado con
dominio; dice lo que necesita con una gran economía, pero de igual manera con una gran
intensidad. En el párrafo anterior nos ofrece un cumulo de emociones llenas de tirantez, de
zozobra: “conteniendo las respiración”, “gruesas gotas de sudor nos corría por la frente”, “nos
abrazamos llorando”. Para esta escena final, Dávila nos ha ido preparando a lo largo de todo el
cuento, de modo que nos encontramos en este fragmento, tanto el clímax del relato, como de la
emoción compartida entre personajes y lector, Casi hemos suspendido nosotros también la
respiración y experimentamos nosotros el miedo de la mujer y Guadalupe, ante la posibilidad de
que el huésped despierte y agreda a las mujeres. Están clavando la puerta, están haciendo ruido,
¡CUIDADO! Quisiéramos gritar, pero finalmente, presas del paroxismo, también nos abrazamos a
ellas llorando.

ESPACIO

Lo sobrenatural es demasiado amplio, hay que especificarlo. En el caso del relato fantástico,
Todorov lo circunscribe a su función social como literaria- que para él es una misma cosa: la
trasgresión de una ley: “Ya sea dentro de la vida social o del relato, la intervención del elemento
sobrenatural constituye siempre una ruptura con el sistema de leyes preestablecidas...” (Todorov,
96) La ley que se transgrede se refiere a la que establece un orden tomado en consenso, en torno
a lo que convenientemente se llama realidad. Las leyes que rigen permiten la convivencia
aparentemente civilizada entre los seres humanos, pero no todos, en este caso los personajes de
Dávila- aceptan este consenso y, entonces, violentan sus reglas, y abandonan ese ámbito “seguro”
que representara en mundo cotidiano. El Huésped no habla, solo se apropia del espacio donde
aparece. La protagonista de “El Huésped” representa para su marido un objeto más de la casa y
esposo la controla a través de un ser lúgubre y siniestro, que poco a poco se va apoderando de los
de los ámbitos de la casa y de sus espacios propios. Muy pronto el ser inexplicable invade la casa,
echando a la mujer del jardín, único espacio donde ella se siente libre. La mujer no tiene el control
de su hogar y se halla sometida a la voluntad del marido. La llegada del huésped a la vivienda
representa la entrada del miedo y el caos. La ruptura del orden natural de fractura. Los lectores
entran en una atmosfera inquietante en la que poco a poco el siniestro ser va ganado más
territorio dentro de la casa aislada de la ciudad.

“La misma noche de su llegada suplique a mi marido que no condenara a la tortura de su


compañía” (19). Estamos frente a una mujer sin identidad ni autoridad para hacer respetar su
espacio, consiguiendo perder la poca paz que tenía en la casona.

El huésped siembra el pánico con única presencia: no habla, solamente se apropia del espacio. La
casona se transforma para la esposa, en una terrible pesadilla; y el jardín dentro de ésta,
representa un área de escape en donde la protagonista se siente identificada con la naturaleza, a
diferencia del resto de la vivienda; donde lo único que experimenta es terror y es maltrato
psicológico por parte del esposo: “Cada día estas más histérica, es realmente doloroso y
deprimente contemplarte así... te he explicado mil veces que es un ser inofensivo” (22).

El espacio natural, anexo de la casa, representa un lugar preferencial e ideal para la mujer sin
nombre. Allí las plantas floreaban todo el año, dando a este ámbito, una sensación sosegada y
natural muy opuesta a la que experimentaba al interior de la casa. El jardín representa para la
mujer un lugar en donde, la mujer se siente productiva y puede identificarse con las plantas que
siembra: “En el jardín cultivaba crisantemos, pensamientos, violetas de los Alpes, begonia y
heliotropos. Mientras yo regaba las plantas, los niños se entretenían buscando gusanos entre las
hojas. A veces pasan horas tratando de coger las gotas de agua que se escapaban de la vieja
manguera” (20). El anexo verde la casa además de ser considerado como un lugar sagrado,
representa un espacio ideal en donde la mujer encuentra un significado a su existencia. El único
lugar que amaba la mujer es invadido por la criatura extraña. Muy pronto, la esposa y sus hijos se
ven obligados a dejar de frecuentar el espacio del jardín, para enclaustrarse en su habitación: “Mis
niños estaban atemorizados, ya no querían jugar en el jardín y no separaban de mi lado. Cuando
Guadalupe salía al mercado, me encerraba con ellos en mi cuarto” (22). La muerte de la criatura
visitante, gracias a la alianza de las dos mujeres, simboliza la rebelión y el triunfo temporal de la
mujer, desde su ámbito femenino. La destrucción del huésped no representa la liberación total de
la protagonista, sino la recuperación temporal del espacio verde.

El final queda abierto y como lectores aprendamos que la mujer ha recuperado nuevamente su
ámbito verde que era lo que más disfrutaba en la casa matrimonial. Ileana Rodríguez en su libro
Mouse/Garden/ Nación señala que el jardín es el espacio donde la mujer quiere descubrir el
propio sentido de su lugar: “El jardín es un laboratorio, una cabina, un mundo y la mujer alguien
que experimenta” (92). La mujer innominada adquiere del jardín la fuerza para luchar con lo
inexplicable que la atormenta. El espacio verde la sumerge y la protege de los problemas, las
distracciones exteriores y del efluvio del marido.

TIEMPO

Aun cuando el cuento inicia con el relato de sucesos acontecidos en el pasado, está escrito desde
el presente de la narradora, lo cual rompe con la linealidad cronológica; sin embargo este tiempo
no está indicado al inicio del cuento, sino que solo hay dos menciones al presente intercaladas en
el desarrollo

PERSONAJES

Instalado ya en su cuarto en la esquina, el huésped dará inicio a su labor. Quien lo llevo sin razón
alguna aparente, continuara con su vida normal, mientras él destruye la normalidad del mundo de
las mujeres de la casa y de sus hijos. En la narrativa de Amparo Dávila los personajes carecen de
nombre, excepto los secundarios como la sirvienta y su hijo, Guadalupe y Martin. Al no tener
nombre, queda únicamente su condición de hombre y/o mujer, son entonces personajes que se
van universalizando y se convierten en El Hombre y La Mujer, sin nombre ni apellido representado
a la humanidad toda en circunstancias de hastío, aflicción, sufrimiento y ruptura.

“Era lúgubre, siniestro. Con grandes ojos amarillentos, casi redondos sin parpados, que parecen
penetrar a través de las cosas y de las personas” (17) nos dice la protagonista femenina del
huésped, mientras que ese vendría a ser un personaje protagónico, tanto que en torno a él gira
toda la narración. Su apariencia física y sus ámbitos alteran la estabilidad de la casa y de sus
habitantes. Desde el momento ue llega, impone su propio tiempo: duerme hasta el oscurecer y se
ignora a qué hora se acuesta; hace únicamente dos comidas, una al levantarse al anochecer y la
otra en la madrugada antes de acostarse. La violencia va en aumento y la tensión también.

Estructura Sintáctica

La trama se construye sobre el principio del miedo, desde las oraciones iniciales

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