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Xenofobia

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La xenofobia (/seno'fobja/ o /ʃeno'fobja/)1 es la fobia al extranjero o inmigrante,
cuyas manifestaciones pueden ir desde el simple rechazo, pasando por diversos tipos
de agresiones y, en algunos casos, desembocar en un asesinato. La mayoría de las
veces la xenofobia se basa en el sentimiento exacerbado de protección de una
nación, aunque también puede ir unida al racismo, o discriminación ejercida en
función de la raza.

Toda distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza,


color, linaje u origen nacional o étnico que tenga por objeto o por resultado
anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de
igualdad, de los derechos humanos y libertades fundamentales en las esferas
política, económica, social, cultural o en cualquier otra esfera de la vida
pública.
Artículo 1.º de CERD2
Al margen de su consideración ética, la xenofobia puede ser un delito. Numerosos
Estados tienen tipificadas como delito las conductas racistas y xenófobas. La
Comunidad Europea aprobó, en septiembre de 2008, una ley contra el racismo y la
xenofobia, teniendo los países miembros un plazo de dos años para adaptar sus
legislaciones a esta ley.3

Índice
1 Historia
2 Consideración actual
3 Véase también
4 Referencias
5 Bibliografía
6 Enlaces externos
Historia
Probablemente las raíces de la xenofobia se encuentren en nuestra hominización. La
organización de los primeros grupos humanos conllevaría enfrentamientos y probables
exterminios entre grupos vecinos. El sentimiento xenófobo, la prevención frente al
extranjero, así, sería un rasgo evolutivo arcaico. Con la formación de sociedades
amplias y permeables y el trasvase de información entre estas sociedades, veríamos
al extranjero como portador de esa información y conocimiento. En nosotros
coexistirían ambos arquetipos: negativo y positivo;4 estando en nosotros la
racionalización y contención del sentimiento xenófobo, el miedo al diferente, que
podría ser innato, reminiscente de nuestra historia evolutiva (lo que justificaría
su difícil erradicación y la fácil asimilación de los discursos xenófobos y
racistas).

Ciertamente, aquellos que, por inclinación propia o formación recibida, pudieron


beber de la «leche de las humanidades» y aprendieron, de las propias flaquezas, la
dura lección de la imperfección y la vulgaridad humanas, esos saben oponerse, de un
modo al que llamaríamos natural, [...] a toda doctrina racista, cualquiera que sea
su origen y fundamentación, de raza o de frontera, de color o de sangre, de casta o
religión.
José Saramago.
En la Grecia clásica pueden descubrirse ya rasgos xenófobos, unos rasgos que se
aprecian en los escritos platónicos: la sobrevaloración de la «polis», de la propia
cultura en detrimento de las demás.5 En la historia, dependiendo de las
civilizaciones y culturas que han entrado en contacto, se ha manifestado xenofobia
entre estas civilizaciones y culturas. Así surge el antijudaísmo, el racismo contra
las etnias americanas, el racismo colonial y neocolonial europeo en África, la
repulsa a los gitanos.6

El siglo XX, su primera mitad, fue especialmente trágica con el exterminio de


millones de personas, justificado por la xenofobia y el racismo. El juicio de
Núremberg puso fin a ese periodo y se suponía concluido. La realidad es que los
movimientos nazis, neonazis, racistas y xenófobos han persistido, y reaparecen con
mayor fuerza en los momentos de crisis, propicios para despertar los sentimientos
xenófobos.7 En la actualidad, la comunidad internacional muestra una creciente
preocupación por la proliferación de estos grupos que, principalmente,
infiltrándose en movimientos sociales y encuadrados en partidos de ultraderecha.

Consideración actual
Todas las protestas, todos los clamores, todas las proclamaciones contra el racismo
y la xenofobia son justos, necesarios y bienvenidos.
José Saramago.
La xenofobia, el miedo al forastero, es un prejuicio arraigado en el individuo y en
la sociedad. Dirigido al individuo, al colectivo o a ambos, se manifiesta en su
forma más leve con la indiferencia, la falta de empatía hacia el extranjero,
llegando hasta la agresión física y el asesinato. «Entre los prejuicios xenófobos o
racistas más extendidos están la superioridad cultural del mundo occidental
(eurocentrismo), el temor a la pérdida de la propia identidad, la vinculación del
paro y la delincuencia a los emigrantes, y el robo y el tráfico de drogas a los
gitanos».8 El extranjero se convierte en el elemento amenazante en la percepción
xenófoba.

El discurso xenófobo se centra en la actualidad en la inmigración, proclama la


superioridad de la cultura propia y pone como excusa a su rechazo xenófobo la falta
de respuesta a sus pretensiones de que los inmigrantes asimilen esa cultura,
renunciando a la suya propia que consideran inferior. Cuando la afirmación cultural
puede considerarse como un derecho que debe armonizarse con la legislación y la
cultura receptoras.

El derecho del inmigrante a mantener sus diferencias culturales solo podrá ser
posible cuando las sociedades receptoras renuncien a la ideología de la asimilación
pura y simple de las comunidades extranjeras, para consentir la cohabitación de
comunidades diferentes. Solo de esa manera la inmigración dejará de ser vista como
un peligro para la identidad cultural para pasar a ser concebida como una
posibilidad de enriquecimiento de esa cultura.
Lelio Marmota, Derechos Humanos y políticas migratorias.9
A la censura moral de la xenofobia se une que en numerosos países es también un
delito. El 16 de septiembre de 2008, en la cumbre de Bruselas, la Comunidad Europea
aprobó la Ley contra la Xenofobia y el Racismo que contempla condenar hasta con
tres años de cárcel los comportamientos xenófobos y racistas. Los Estados miembros
deberán adaptar sus legislaciones en el plazo de dos años para contemplar como
delito:

La incitación pública a la violencia o al odio dirigidos contra un grupo de


personas o un miembro de tal grupo, definido en relación con la raza, el color, la
religión, la ascendencia o el origen nacional o étnico;
La comisión de uno de los actos a los que se refiere el apartado anterior mediante
la difusión o reparto de escritos, imágenes u otros materiales;
La apología pública, la negación o la trivialización flagrante de los crímenes de
genocidio, crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra dirigida contra un
grupo de personas definido en relación con la raza, el color, la religión, la
ascendencia o el origen nacional o étnico.10
«No podemos dejar de resaltar que a contrapeso de actitudes discriminatorias,
racistas y xenofóbicas, existen también experiencias de apertura, acercamiento,
involucramiento que genera redes de solidaridad y espacios de intercambio,
aprendizajes que construyen la interculturalidad.»9

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