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Guerras de Religión Francesas
Parte de las Guerras de religión en Europa
La masacre de San Bartolomé, por François Dubois.jpg
Representación de la Matanza de San Bartolomé de François Dubois
Fecha 18 marzo 1562 - abril 1598
Lugar Reino de Francia, Reino de Navarra
Resultado Victoria de los «Politiques»
Consecuencias El Edicto de Nantes concedió a los hugonotes derechos
sustanciales en determinadas zonas; París con otros territorios fueron declarados
de forma permanente católicos.
Beligerantes
Protestantes:
Croix huguenote.svg Hugonotes
Flag of England.svg Inglaterra «Políticos y reinos»:
Royal Standard of the King of France.svg Reyes de Francia
France moderne.svg Reino de Francia
Las Guerras de religión de Francia fueron una serie de enfrentamientos civiles que
se desarrollaron en el reino de Francia y en el reino de Navarra durante la segunda
mitad del siglo XVI. Se distinguen hasta ocho guerras distintas acontecidas entre
1562 y 1598, si bien la violencia fue constante durante todo el periodo.
Índice
1 Causas del conflicto
1.1 La discordia religiosa
1.2 Debilitamiento del poder real
1.3 Principales protagonistas
1.3.1 Los Valois-Angulema
1.3.2 Los Borbón
1.3.3 Los Guisa
1.3.4 Los Montmorency
1.4 La implicación de los países vecinos
2 Los orígenes del conflicto
2.1 Prolegómenos
2.2 El reinado de Francisco II (1559-1560)
2.3 El reinado de Carlos IX (1560-1574)
3 El conflicto
3.1 La ofensiva protestante (1560-1570)
3.1.1 Primera Guerra de Religión (1562-1563)
3.1.2 Segunda Guerra de Religión (1567-1568)
3.1.3 Tercera Guerra de Religión (1568-1569)
3.2 La guerra de los descontentos (1572-1580)
3.2.1 Cuarta Guerra de Religión (1572-1573)
3.2.2 Quinta Guerra de Religión (1574-1576)
3.2.3 Sexta Guerra de Religión (1576-1577)
3.2.4 Séptima Guerra de Religión, o Guerra de los enamorados (1579-1580)
3.3 La ofensiva católica (1580-1598)
3.3.1 Octava Guerra de Religión o Guerra de los tres Enriques (1585-1598)
4 Véase también
5 Referencias
5.1 Notas
5.2 Bibliografía
6 Enlaces externos
Causas del conflicto
La discordia religiosa
Desde finales del siglo XIV, y en especial con el Renacimiento, se había ido
desarrollando una corriente reformista que cuestionaba los tradicionales principios
de la religión católica, así como la autoridad de la Iglesia de Roma, su relación
con los poderes seculares y la riqueza, influencia política y privilegios
acumulados por el clero.
Las discordias empiezan entre los años 1540 y 1550 debido a destrucciones
iconoclastas cometidas por protestantes de objetos del ritual romano que los
católicos consideraban sagrados: reliquias, custodias y estatuas de santos. A
finales del reinado de Enrique II, el conflicto se politiza y al morir el rey en
1559, los partidos religiosos se organizan para preparar sus estructuras militares.
Las guerras de religión comienzan en 1562 y prosiguen, con intervalos de paz, hasta
1598, al promulgarse el Edicto de Nantes.
Por otra parte, los intentos de la reina madre Catalina de Médicis y su canciller
Michel de L'Hospital por crear una verdadera administración profesional propia de
la Corona, integrada por miembros de la burguesía y la baja nobleza, provocaron el
descontento de la alta nobleza, ante lo que entendía como una marginación en su
tradicional función asesora. El intento de capear la situación y mantener la
continuidad del Estado por medio de la tolerancia religiosa sólo provocó que ambas
facciones se sintieran agraviadas con la actuación de la Corona. Todo ello se
combinó con la desunión religiosa en un movimiento que haría tambalear la monarquía
y sumiría al país en un largo periodo de luchas intestinas.
El resultado inmediato fue la ruptura del equilibrio del poder político, ya que la
casa Montmorency, opuesta de antemano a la política real, se encontraba firmemente
unida entre sí y con otros grupos por la religión, lo que hizo posible la formación
de verdaderos partidos políticos, tan poderosos que llegaron a tomar el poder. La
explicación de por qué estas guerras en Francia se alargaron 36 años, reside
precisamente en la transformación de las confesiones en partidos: el Partido
Hugonote y la Liga Católica. El primero aparece como consecuencia de la
politización de la Iglesia Reformada, y en defensa de su fe escogida frente a los
intentos católicos de frenar su expansión, y la segunda como reacción a los éxitos
y excesos de los hugonotes, ya en plena lucha por el poder entre la casa de Borbón
y la casa de Guisa-Lorena.
Por último, cabe destacar la amplia participación social, pues las Guerras de
Religión implicaron a todos los estratos sociales, desde las élites a las masas
populares. Todo ello refleja una masiva reacción social al progreso de la
construcción del Estado autoritario y unificado, intentando los rebeldes restaurar
y revitalizar antiguas instituciones o proyectar otras nuevas.
Principales protagonistas
Los Valois-Angulema
La casa real gobernante en Francia era una rama menor de la dinastía Valois, a su
vez rama menor de los Capeto. Estaba formada por la reina madre Catalina de
Médicis, viuda de Enrique II, sus hijos (Francisco II, Carlos IX, Enrique III y
Francisco de Alençon) e hijas (Isabel, Claudia y Margot o Margarita).
Los Borbón
Borbón.
Descendientes directos San Luis IX, los Borbones eran príncipes de sangre y
herederos de los Valois. Se hallaban divididos entre católicos y protestantes, y
tendrán dificultades para encumbrar a un verdadero jefe. Luis de Condé y su hijo
Enrique de Condé, Antonio de Borbón y su hijo Enrique IV abanderan la causa de los
hugonotes, frente al cardenal de Borbón. Finalmente, Enrique IV conseguiría
imponerse con dificultades, y a la muerte de Enrique III asumiría la corona de
Francia.
Los Guisa
Guisa.
Primos del duque Carlos III de Lorena, ascendieron políticamente gracias a Claudio
y Francisco de Lorena (los dos primeros duques de Guisa) y al matrimonio de María
de Guisa con Jacobo V de Escocia, del que nació María Estuardo, reina de Escocia y
esposa de Francisco II. Pertenecieron también a la familia el cardenal de Lorena,
el duque Enrique de Guisa y Carlos de Mayena.
Los Montmorency
Montmorency
Una de las familias con más abolengo y poder de Francia. El condestable Anne de
Montmorency fue engrandecido por Francisco I, que lo nombró duque y condestable.
Aunque perdió posteriormente el favor de este rey, ejerció una gran influencia
sobre Enrique II, obteniendo una inmensa fortuna. En esta familia se encuentran
Francisco de Montmorency y los hermanos Châtillon: el cardenal de Châtillon
François d'Andelot y Gaspar II de Coligny. Divididos entre católicos y
protestantes, los Montmorency se unieron contra la creciente influencia de sus
rivales los Guisa. Su pugna por el poder hizo que la primera fase de las Guerras de
Religión fuera en buena medida una guerra privada entre ambas familias.
Los Montmorency fueron los grandes perdedores del conflicto, ya que casi todos sus
miembros murieron en combate, asesinados, encarcelados o exiliados. Resurgieron
junto a Enrique IV de Borbón, con Enrique de Montmorency-Damville.
Las guerras de religión en Francia dependen mucho del contexto europeo. Esto es
especialmente significativo en el caso de los Países Bajos españoles, en los que
los disturbios políticos y religiosos se acentúan a partir de 1566. La guerra en
Flandes repercute automáticamente en los conflictos franceses y viceversa.
Catalina de Médicis.
El primogénito de Enrique II de Francia y de Catalina de Médicis sucedió a su padre
a los 16 años. Aunque era mayor de edad y podía reinar, abandonó el gobierno en
manos de los tíos de su esposa María Estuardo, los hermanos Guisa, abanderados del
catolicismo. Los Guisa ocuparon las mejores estancias del palacio del Louvre,
teniendo así el control y el acceso a la persona del Rey. Con la Hacienda arruinada
por las sucesivas derrotas ante las armas españolas y la Corona tambaleante, la
reina viuda Catalina decidió apoyarse en los Guisa, que rápidamente coparon los
puestos clave. El duque Francisco I recibió el mando de los ejércitos, y su hermano
Carlos, cardenal de Lorena, dispuso de las finanzas y de los asuntos de la Iglesia.
Con objeto de sanear la Hacienda regia, el gasto público fue drásticamente
recortado, lo que generó numerosas protestas, que fueron duramente reprimidas.2
Por su parte, la Casa de Borbón, la más encumbrada del reino, estaba deseosa de
recuperar su preponderancia, perdida tras la ruptura entre Francisco I y el
Condestable de Borbón en 1523. En su condición de príncipes de sangre real, los
Borbones hubieran debido ostentar la presidencia del Consejo Real, pero el Cardenal
de Lorena se hizo con el control del mismo. Antonio de Borbón, rey de Navarra
(entiéndase: de la Navarra francesa, al norte de los Pirineos, ya que el reino
había sido anexionado por Fernando II de Aragón, con menos derecho, aunque después
lo confirmaron las Cortes en las que no estuvieron presentes sus opositores, cuando
Carlos I, siguiendo las recomendaciones del Duque de Alba, que los consideraba
indefendibles, abandonó dichos territorios), fue neutralizado al despacharlo a
España para acompañar a Isabel de Valois hasta la residencia de su esposo Felipe
II, tras su boda por poderes en París, en la que estuvo representado por el Duque
de Alba.4
La persecución religiosa iniciada por el cardenal de Lorena, que además era gran
inquisidor de Francia, agravó el problema religioso, y a pesar de los intentos
mediadores de la reina Catalina, los calvinistas buscaron protección y liderazgo en
la persona de Luis de Borbón, príncipe de Condé, hermano de Antonio de Borbón, que
en su condición de segundón estimaba que la causa religiosa podría permitirle
ascender a la cumbre del poder.5
Pronto quedó claro que lo único que quería un importante sector de los hugonotes
era acabar con los Guisa, y que quedarían apaciguados si éstos eran sustituidos por
un Consejo Real dirigido por los Borbones. Se entablaron conversaciones, y en torno
a la reina madre y el canciller Michel de L’Hospital surgió un partido “político”
en la Corte, cuyo objetivo era lograr una solución pacífica al problema religioso y
el restablecimiento de la supremacía regia. La asamblea reunida a instancias de
Catalina en Fontainebleau, en agosto de 1560, fortaleció la posición de la reina
madre, pero fue incapaz de acabar con el predominio de los Guisa.7
La situación parecía estar en punto muerto cuando Francisco II, tras 16 meses de
reinado, cayó gravemente enfermo en noviembre de 1560, poco antes de producirse la
reunión de los Estados Generales en Orleáns. Catalina aprovechó la ocasión para
reconciliar a sus enemigos, perdonando a los Borbones y ofreciéndoles una posición
de privilegio. A cambio obtuvo la regencia de su hijo Carlos, y garantizó a los
Guisa que no serían castigados por sus excesos. Francisco murió el 5 de diciembre,
con lo que María Estuardo regresó a Escocia, y Catalina se convirtió en reina
regente, tras haber neutralizado y reconciliado, al menos nominalmente, a las casas
de Borbón y Guisa.9
Michel de L'Hospital
Catalina de Medici, convertida de facto en gobernante del reino, se aplicó a la
tarea de intentar acabar con las divisiones internas, asegurar la autoridad real y
restaurar el poderío de la monarquía francesa. Carlos IX contaba 10 años de edad,
con lo que la reina disponía de un mínimo de 4 años para llevar a cabo sus planes.
En primer lugar, a Antonio de Borbón se le nombró teniente general del reino y
Condé fue puesto en libertad. El Cardenal de Lorena fue separado del poder, pero
Francisco de Guisa fue confirmado en la jefatura del ejército. Por su parte, los
Montmorency decidieron que podrían prosperar en el nuevo reinado. Así, la Casa Real
y las principales familias de la nobleza lograron presentar un frente unido en los
Estados Generales convocados en diciembre de 1560. No se logró resolver la
desesperante falta de ingresos de la Hacienda, pero sí acabar con los abusos
judiciales, eliminar aduanas internas y unificar pesos y medidas. Asimismo, se
acordó la reunión de los Estados al menos una vez cada cinco años.10
El conflicto
La ofensiva protestante (1560-1570)
En la primera fase de las guerras, el protestantismo fue ganando fuerza entre la
nobleza y en las ciudades. El creciente número de adeptos desencadenó en los
protestantes un impulso entusiasta que les llevó a creer en la posibilidad de
convertir a todo el país. Tras varios enfrentamientos, la Masacre de San Bartolomé
en 1572 cortó drásticamente el desarrollo del movimiento y puso fin definitivamente
a las ilusiones de los protestantes.
Francisco de Guisa
Nada más empezar la guerra, los hugonotes pidieron ayuda a Ginebra, Inglaterra y a
los príncipes protestantes del Sacro Imperio, mientras que la reina y sus nobles
hicieron lo propio con España y los Estados italianos. Por el tratado de Hampton
Court, Condé consiguió el apoyo de la reina de Inglaterra, en tanto que Felipe II
envió a sus tropas a luchar por los realistas.
Hubo varios escenarios en esta primera guerra. El más importante fue el que se
desarrolló en torno al Loira y en Normandía. La segunda zona de combate se situó en
el sureste, en especial en Languedoc, y la tercera zona de combate se desarrolla en
el suroeste, donde Blas de Montluc reprimió implacablemente a los protestantes, a
los que derrotó en la batalla de Vergt. En medio de las terribles crueldades de
ambos bandos, al cabo de un mes los calvinistas consiguieron apoderarse de una gran
cantidad de ciudades, algunas muy importantes, como Lyon, Orleáns o Ruan, la
segunda ciudad del país. En cada conquista, los protestantes saqueaban y destruían
las iglesias. Los católicos sufrieron enormes pérdidas, pero los hugonotes no
lograron apoderarse de Toulouse ni Burdeos, y pronto las fuerzas realistas tomaron
la ofensiva, comenzando una larga campaña de asedios para tratar de recuperar las
ciudades perdidas. Una a una fueron recuperadas Tours, Poitiers, Angers y Bourges.
Finalmente, en el asedio de Ruan murió Antonio de Borbón, dejando por heredero a su
joven hijo Enrique, que sería educado por Juana de Navarra en el calvinismo.15
La batalla de Dreux (19 de diciembre de 1562) dio ventaja al ejército real. Condé
fue hecho prisionero, pero el bando católico también sufrió la muerte del Mariscal
de Saint-André y la captura del condestable Anne de Montmorency. El duque Francisco
de Guisa falleció asimismo al cabo de un par de meses, asesinado en febrero de
1563, durante el sitio de Orleáns, al parecer a instancias de Coligny, lo que daría
inicio al amargo deseo de venganza de los Guisa.16
La Batalla de Dreux.
Con Guisa muerto y Condé prisionero, y ambos bandos descabezados, la reina Catalina
pudo emprender las conversaciones de paz, que culminaron en el Edicto de Amboise
(19 de marzo de 1563), por el cual las ciudades de Ruan, Orleans y Lyon volvieron
al control de los católicos. Se garantizó la libertad de conciencia a los hugonotes
y se autorizó el culto protestante de puertas adentro para el pueblo llano, y
abiertamente en las propiedades de los nobles, abriendo así un periodo de
tolerancia civil. París y sus alrededores quedaron, no obstante, vetados a los
protestantes.17
Luis de Condé
Tras cuatro años de paz, el reino se encontraba otra vez al borde del conflicto
armado. El reinicio de las hostilidades en 1567 tuvo tres razones: el fracaso de la
aplicación del edicto de Amboise en las provincias, las tensiones internacionales y
la rivalidad cortesana entre el Príncipe de Condé y el joven hermano del rey,
Enrique, duque de Anjou, de apenas dieciséis años. La ascensión del joven príncipe
despertó los recelos del ambicioso Condé, que dejó la Corte para hacer patente su
disconformidad.
En 1566, una violenta ola iconoclasta cayó sobre iglesias y conventos de los Países
Bajos. El ejército español enviado desde el Milanesado a los Países Bajos para
reprimir la revuelta se movió a lo largo de la frontera con Francia. La cercanía de
esta hueste, potencialmente hostil, reavivó tanto los temores de los hugonotes como
los del rey de Francia, quien, para protegerse ante un posible ataque español,
reclutó un ejército de mercenarios suizos. La contrata de los suizos multiplicó, a
su vez, los temores de los hugonotes que comenzaron a prepararse para una nueva
guerra. Ante la represión del Duque de Alba en los Países Bajos, cundió la
agitación entre los hugonotes dirigidos por Coligny, que exigieron el apoyo francés
a los rebeldes. Sin embargo, la reina Catalina no estaba dispuesta a declarar la
guerra a su poderoso yerno, y cuando quedó patente que no toleraría a los
reformados que atacaban violentamente a los católicos, los hugonotes empezaron a
temer que la reina madre se aliaría con los españoles para acabar con el
protestantismo.19
Enrique de Anjou fue elegido finalmente Rey de Polonia el 11 de mayo de 1573. Sin
embargo, cuando abandonó de mala gana la Corte para ir a una tierra extraña, era ya
evidente que el rey Carlos, cuya salud siempre fue pésima, se moría. En medio de un
clima de conspiraciones, la reina madre Catalina hizo que el Rey reconociera a
Anjou como su presunto heredero, para así evitar cualquier jugada de sus hermanos.
El hermano menor del Rey, el Duque de Alençon, codiciaba el trono y formó una
camarilla que incluía a su hermana Margot, a los Montmorency, a Condé y a Enrique
de Navarra. Pero los talentos de Alençon no estaban a la altura de sus ambiciones,
convirtiéndose en un mero instrumento de políticos más agudos, decididos a utilizar
al príncipe para acabar con la reina Catalina. Frustrado un torpe intento de esta
camarilla para apoderarse de la persona del Rey, Carlos emprendió una ofensiva
contra los Montmorency, arrestando a los líderes familiares, lo que resultó en la
aparición de un nuevo partido contrario a la Corona, los “políticos”. Finalmente,
Carlos IX murió el 30 de mayo de 1574.27
Entretanto, la muerte del rey Sebastián de Portugal enfrió las relaciones con
España al reclamar Catalina el trono de este país por encima de los derechos
sucesorios de Felipe II. Anjou, proclamado "protector de la libertad los Países
Bajos", convenció a Enrique III para que ayudara a los rebeldes sitiados en
Cambrai, a la vez que trataba de implicar abiertamente a Inglaterra en el
conflicto. Tras fracasar definitivamente en sus proyectos de boda con Isabel I,
Francisco de Anjou entró en Amberes como nuevo señor de los Países Bajos. Su
impopularidad sólo se vio superada por la frustración que le suponía ser un
soberano desposeído, un figurón carente de poder en manos de Guillermo de Orange.
Tras intentar tomar su propia capital por la fuerza, y fracasar estrepitosamente
ante los tercios españoles dirigidos por Alejandro Farnesio, Anjou enfermó y
retornó a París, reconciliándose con Enrique III antes de morir el 19 de junio de
1584. Mientras, las expediciones enviadas por la reina madre para expulsar a los
españoles de Portugal fueron otro completo fracaso.32
Véase también
Anexo:Cronología de Francia
Guerras de religión en Europa
La reine Margot (película francesa de 1994 que trata sobre la masacre)
Referencias
Notas
«Victimario Histórico Militar».
Frieda 2005: 151-152 y 161-162.
Frieda 2005: 153.
Frieda 2005: 154-155.
Frieda 2005: 162-163.
Frieda 2005: 166-170.
Frieda 2005: 173-4.
Frieda 2005: 175-7.
Frieda 2005: 177-9.
Frieda 2005: 181-6.
Frieda 2005: 187-201.
Frieda 2005: 201-3.
Pierre Miquel. Les Guerres de religion. Club France Loisirs, 1980, ISBN 2-7274-
20785-8, pág 229
Frieda 2005: 204-6.
Frieda 2005: 207-210.
Frieda 2005: 210-12.
Frieda 2005: 213-214.
Frieda 2005: 215-219.
Frieda 2005: 249-252.
Frieda 2005: 253-259.
Frieda 2005: 260-267.
Frieda 2005: 265-269.
Frieda 2005: 270-279.
Frieda 2005: 280-310.
Frieda 2005: 311-320.
Frieda 2005: 321-350.
Frieda 2005: 350-354.
Frieda 2005: 375-411.
Frieda 2005: 413-414.
Frieda 2005: 415-418.
Frieda 2005: 419-425.
Frieda 2005:425-6
Frieda 2005: 437-438.
Frieda 2005: 438-442.
Frieda 2005: 447-462.
Frieda 2005: 462-476.
Frieda 2005: 476-480.
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Tenenti, Alberto: La Edad Moderna: Siglos XVI-XVIII. Crítica, Barcelona, 2000. ISBN
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Venard, Marc: El Mundo y su Historia, Volumen VI: Los Comienzos del Mundo Moderno
(Siglos XVI y XVII). Arcos Vergara, Barcelona, 1972. ISBN 84-7017-127-5
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