Está en la página 1de 13

El nacimiento de una nueva nación

en un contexto poco favorable

Josefina Zoraida Vázquez


Academia Mexicana de la Historia

En septiembre de 1821,la Nueva España, el reino más próspero y rico del


imperio español en el siglo XVIII,se convertía en Estado independiente,
pero, como otros territorios hispanoamericanos, enfrentaba graves pro-
blemas: desvertebrada su vieja y eficiente administración, endeudado, en
bancarrota y amenazado de reconquista por su antigua metrópoli.
Esa situación era el resultado de un gran complejo de factores. En pri-
mer lugar, la Nueva España había sido víctima del proyecto barbón por
reformar el aparato gubernamental de sus reinos de Ultramar (ahora
considerados colonias), para obtener mayores ganancias a fin de recon-
quistar el lugar que el Imperio había ocupado en Europa. Las reformas
borbónicas pretendían también un mayor control de su principal reino
en América para anular su integración al mercado internacionaL Para
lograr tales objetivos, de acuerdo a las ideas vigentes, la Corona españo-
la decidió modernizar su funcionamiento (reformas administrativas y
nueva división territorial) y la economía del Imperio (supresión de flotas,
aumento de impuestos y su cobro directo, creación de monopolios y
apertura de un libre comercio dentro del Imperio). La Corona también
aspiró a recuperar el control sobre la sociedad, por lo que también elimi-
nó algunos privilegios cedidos a algunas corporaciones y, en especial, a
la Iglesia.
La implementación de estas reformas afectó muchos intereses, y aun-
que le produjeron jugosas ganancias a la hacienda imperial, generaron
gran malestar en los reinos americanos y contribuyeron a desarticular el
orden construido a lo largo de dos siglos y medio.
148 Josefina Zoraida Vázquez

Pero la ambiciosa política internacional borbónica estaba preocupada


por el ascenso de Gran Bretaña, al igual que Francia, por lo que firmó un
Pacto de Familia. Éste habría de involucrar a España en una serie de gue-
rras infortunadas que se tradujeron en una creciente deuda y, a su vez,
en crecientes demandas a sus colonias, y que afectaron a todos los gru-
pos sociales. La hacienda novohispana se vio especialmente afectada,
pues amén del envío de sumas líquidas a la metrópoli tuvo que enviar
onerosos situados para la defensa del área de América Septentrional
(Luisiana, las Floridas, el Caribe) y de Filipinas.
La revolución francesa rompió el Pacto de Familia e involucró a
España en una guerra contra su antigua aliada. Pero el fracaso de la coa-
lición monárquica contra la Francia revolucionaria, sumado a la debili-
dad de la Corona, terminaron por alinearla con ella. De esa manera
volvió nuevamente a quedar frente a Gran Bretaña y su poderío navaL
La Corona española, ya en plena bancarrota, se vio forzada a exigir prés-
tamos voluntarios y forzosos y, hacia 1804,el envío de los capitales líqui-
dos de la Iglesia novohispana. Esta medida sería un golpe duro para la
economía, puesto que esos capitales servían de banco a rancheros, hacen-
dados, comerciantes y mineros novohispanos, de repente forzados a
"t..

devolver los préstamos'. Las medidas terminaron por descapitalizar al


virreinato tanto que, para principios del siglo XIX, la metrópoli había
arrastrado al reino de Nueva España a la bancarrota, como ha mostrado
Carlos Marichal en un libro reciente'.
De esa manera, el virreinato iba a enfrentar la acefalía de la Corona, la
guerra de independencia y la reforma liberal en una situación muy deli-
cada. Ésta última, a pesar de su corta vigencia (1812-1814y 1820-1823),al
modificar el sistema de gobierno y establecer órganos de representación
ciudadana, iba a contribuir a la desarticulación de la administración que
la guerra insurgente remataría.
Desde luego, la larga lucha independentista causó enormes pérdidas
humanas y grandes destrozos materiales, a los que se iba a sumar el
hecho de que extensas partes del territorio quedaran bajo dominio insur-
gente, lo que impidió el cobro eficiente de impuestos y su concentración

1 Romeo FLORESCABALLERO,«La convalidación de vales reales en la sociedad, la polí-


tica y la economía novohispana», Historia Mexicana (México). XVIII/ 3 (1969), p. 334-378.
2 Carlos MARICHALAR, La bancarrota de La Nueva España. México: Fondo de Cultura
Económica, 2000.
El nacimiento de una nueva nación en un contexto poco favorable 149

en la ciudad de México. Esto consumaría la ruina novohispana, tanto que


José María Luis Mora afirmaría más tarde:

«La guerra que estalló en septiembre de 1810 ha sido tan necesaria


para la consecución de la independencia, como perniciosa y destructo-
ra del país. Los errores que ella propagó, las personas que tomaron
parte o la dirigieron, su larga duración y los medios de que se echó
mano para obtener el triunfo, todo ha contribuido a la destrucción de
un país que en tantos años, como desde entonces han pasado, no ha
podido aun reponerse de las inmensas pérdidas que sufrió»".

En efecto, todos los ramos de la economía se vieron dañados por la


lucha. Entre los costos de la guerra para la Nueva España estuvieron la
muerte de la mitad de su fuerza de trabajo y considerables daños a su
infraestructura. Por si fuera poco, sacó a flote problemas que la prospe-
ridad había disimulado y dividió profundamente a la sociedad. Así, a
once años de iniciada la lucha su costo era aparente: minas inundadas,
industrias y tierras otrora productivas, abandonadas, comercio disloca-
do por la inseguridad de los caminos, protestas ciudadanas, amén de la
partida de comerciantes peninsulares y de sus capitales.
Aunque desde 1815 la guerra independentista parecía haberse debili-
tado, el orden y la paz no se habían logrado reconquistar. Esto aumentó
el desprestigio de la Corona, vulnerado con las abdicaciones de 1808, el
establecimiento, la anulación y el restablecimiento de la monarquía cons-
titucional. De esa manera, para 1821la sociedad novohispana estaba des-
ilusionada y cansada del desorden.
Era natural que los once años de lucha transforman al reino y a sus
habitantes, facilitando que la consumación de la independencia se logra-
ra casi sin lucha. El contexto favorecía que un militar prestigiado imitara
el ejemplo que había dado un año antes el coronel Rafael Riego en la
península. El coronel realista Agustín de lturbide que, como criollo, com-
partía el sueño de autonomía para el reino, había permanecido en las tro-
pas realistas por desaprobar la violencia elegida por Miguel Hidalgo.
Pero para 1820, y después de pulsar la opinión de varios círculos influ-
yentes del reino, había empezado a esbozar la alternativa a la lucha entre

3 José María Luis MORA, México y sus revoluciones. México: Fondo de Cultura
Económica, 1986, v. IlI.
150 Josefina Zoraida Vázquez

novohispanos. Así, mientras trataba de vencer a los insurgentes de la sie-


rra del Sur, redactó un plan que resumía los anhelos de la mayoría: reli-
gión, unidad e independencia, con una monarquía encabezada por un
miembro de la familia reinante. Después de varios intentos, condujo al
jefe del principal reducto rebelde a suscribido, consciente de que sus
posibilidades de triunfo eran escasas.
El Plan, anunciado en Iguala el 24 de febrero de 1821, alcanzó un
apoyo casi unánime, tanto que al llegar el último jefe político español,
Juan O'Donojú, se vio forzado a reconocer la independencia. En su infor-
me al ministro de Ultramar le expresaba que ésta era indefectible, sin que
hubiere fuerza en el mundo capaz de contrarrestada: nosotros mismos
hemos experimentando lo que sabe hacer un pueblo cuando quiere ser
libre".
Mientras tanto, los diputados novohispanos en Madrid, que conocían
los planes de Iturbide, hicieron todavía en junio de 1821 su última pro-
posición para que el reino permaneciera unido al Imperio. La propuesta
redondeaba el Plan de Iguala con el establecimiento de una especie de
monarquía federada, fundamentada en la idea de que las dimensiones
del Imperio, su heterogeneidad cultural y social imposibilitaba un siste-
ma centralista. Además, la distancia que separaba a los reinos de
Ultramar de la metrópoli causaba grandes gastos y molestias a los dipu-
tados de Ultramar. Todo ello, aseguraban, hacía necesario que se estable-
cieran tres secciones de las Cortes en América, una septentrional (en
México) y dos meridionales (en Santa Fe y en Lima). Cada una de ellas
sería gobernada por un individuo "a nombre del rey" y responsable "de
su conducta a S. M. y a Cortes generales". Las provincias se comprome-
terían a contribuir al pago de la deuda y al sostenimiento del gobierno
imperial, mientras la igualdad de derechos, oportunidades, empleos y
cargos, así como la lealtad a la Corona, garantizarían la unidad de todos
los españoles".
La propuesta ni siquiera se discutió, pero como la independencia era
un hecho y O'Donojú había reconocido la independencia con la firma de
los Tratados de Córdoba, el Imperio Mexicano se estableció en septiem-

4 Mariano CUEVAS, El Libertador. México: [us, 1947, p. 52.


5 Lucas ALAMÁN, Historia de México. México: Fondo de Cultura Económica, 1985, v. V,
p. 553 Y apéndice 19.
El nacimiento de una nueva nación en un contexto poco favorable 151

bre. Pero sus bases eran endebles. Sus habitantes carecían de experiencia
política y enfrentaban el reto de organizar un nuevo Estado, restablecer
el orden, enfrentar una hacienda agotada y endeudada, reanimar la eco-
nomía y lograr el reconocimiento internacional. Por otro lado, la prospe-
ridad y riqueza novohispana se habían esfumado, pero el mito le habría
de proporcionar al nuevo Estado independiente una gran vulnerabili-
dad, y lo convertiría en la nación más amenazada del continente.
Además de que su metrópoli no se resignaba a perder su plata, sus recur-
sos y su mercado, despertarían la ambición de los poderes comerciales
emergentes y sus territorios septentrionales, el apetito de la república
vecina.
Para colmar sus males, aunque el Plan de Iguala proponía una monar-
quía constitucional encabezada por un miembro de la casa real españo-
la, lo que parecía asegurar el éxito, no logró la aprobación de las Cortes
ni de la Corona. Por otro lado, la creciente politización de la población,
iniciada en 1808y alimentada por la lucha de independencia y las refor-
mas liberales, había despertado también aspiraciones personales y regio-
nales. Aunque la popularidad del "Libertador" Agustín de Iturbide
favoreció que fuera coronado, su encumbramiento y la inexperiencia
política general provocarían disensiones políticas. De esa forma, el ins-
tinto político que le había permitido a Iturbide establecer una amplia
alianza para consumar la independencia fue insuficiente para conciliar
los intereses contrastantes de la nueva sociedad, y la inexperiencia polí-
tica lo llevó a cometer grandes errores. Dejó en el olvido la promesa de
igualdad, tanto que al premiar los servicios prestados a la independen-
cia, marginó a los jefes insurgentes. Asimismo, si bien Iturbide cumplió
con su promesa de reunir un Congreso que constituyera a la nación, se
empeñó en una convocatoria diferente a la de las Cortes y que produjo
una representación poco proporcional a la población de las provincias,
generando el malestar regional. Por otro lado, el optimismo general con-
fiaba en que la rebaja de impuestos y la libertad de comercio restaurarí-
an la economía, lo que se traduciría en una normalización de la
recaudación fiscal. Estas esperanzas probaron ser falsas. Todo ello hizo
que la viabilidad del Imperio no tardara en estar en predicamento.
Comúnmente se ha pasado por alto que el contexto internacional en
que se produjeron las independencias hispanoamericanas fue adverso y
contribuyó a la debilidad con que se inauguraron como Estados sobera-
nos. En cambio, las Trece Colonias inglesas habían sido bendecidas por
152 Josefina Zoraida Vázquez

una serie de ventajas para conquistar su independencia. No sólo habían


gozado de la prioridad en su lucha independentista, sino que ésta se
había producido en el marco de la Ilustración, por lo que su búsqueda de
libertades y derecho a la representación había despertado la simpatía de
los europeos" y pudieron aprovechar las rivalidades europeas para con-
tar con aliados en su lucha contra Gran Bretaña. El apoyo francés, al que
se sumó el español, fue fundamental. Gracias al primero, antes de consu-
mar su independencia, mediante la firma del Tratado de Amistad y
Comercio con Francia en 1778,lograron su primer reconocimiento inter-
nacional, al que siguió, dos años más tarde, el otorgado por Holanda.
Gran Bretaña quedó aislada, pues las naciones europeas septentrionales
formaron la Liga de Neutralidad Armada para resistir las Leyes de
Navegación británicas, de manera que para 1783, su ex-metrópoli deci-
día reconocer su independencia en el Tratado de París. Así los Estados
Unidos, a escasos seis años y medio de iniciada su lucha, entraban al con-
cierto de las naciones con plenos poderes.
En el éxito del las Trece Colonias inglesas para establecer un Estado
independiente tuvo que ver el que contaran con cierta experiencia políti-
ca y un sistema de administración regional y local, que facilitó el tránsi-
to a nación independiente. Esto les permitió aprovechar las
oportunidades que ofrecía el contexto internacional. Como las Trece
Colonias habían sido administradas en forma separada, su primera orga-
nización fue una unidad pragmática cuyo objetivo era enfrentar la lucha
contra la metrópoli. Esta se concertó en los artículos de la Confederación
de 1777,constitución que mantenía la soberanía total de los estados, sin
un ejecutivo, y que sólo unía a los trece estados mediante un Congreso
general. Tal organización fue suficiente para hacer la guerra, pero se
mostró insuficiente para que los Estados Unidos de América funcionaran
como Estado. La experiencia política de sus fundadores les llevó a con-
vocar una Convención para concertar los ajustes necesarios para estable-
cer una verdadera unión. Ésta requirió un compromiso de doble
soberanía, de manera que los estados mantuvieran autonomía en asun-
tos internos pero creando un gobierno federal con sus tres poderes res-
ponsable de resolver los asuntos generales de la nación. Por si fuera
poco, contaron con una bendición más. Su Constitución fue ratificada en

• R.R. PALMER, The Age o/ the Democratic Revolution. A Political History o/ Europe and
America, 1760-1800. Princeton: Princeton University Press, 1959.
El nacimiento de una nueva nación en un contexto poco favorable 153

1789,por lo que empezó a funcionar al tiempo que se iniciaba un cuarto


de siglo de guerras europeas, provocadas por el estallido de la
Revolución Francesa y sus secuelas. Así, los Estados Unidos tuvieron
oportunidad de experimentar su sistema político sin interferencia de los
poderes europeos, comerciar como país neutral en América y Europa,
asimilar la población que las guerras expulsaban en Europa y aprovechar
las guerras europeas para duplicar su territorio. En 1804, adquirían la
Luisiana, que España había tenido que ceder en 1800 a Francia, forzada
por Napoleón. Después aprovecharon la invasión napoleónica a España
para amenazar a las Floridas, que decidió cedérselas a cambio de una
frontera definida con Nueva España en el Tratado Adams-Onís de 1819.
De esa manera, al principiar la década de 1820 no sólo su gobierno se
había convertido en modelo, sino que su territorio se había duplicado, su
población se había triplicado y contaban con una economía dinámica.
Las independencias hispanoamericanas no tuvieron esa suerte. Su
lucha no fue recibida con simpatía por una Europa desilusionada de las
libertades ante los excesos de la revolución francesa e invadida de un
legitimismo despertado por el bonapartismo. Por tanto, el mismo interés
británico en ellas estaba limitado por el temor al liberalismo, por lo que
la lucha hispanoamericana no contó con aliados, lo que alargó la lucha y
la hizo sangrienta y costosa y, una vez consumada, enfrentaría dificulta-
des para que los nuevos Estados fueran reconocidos. El mismo Vaticano,
presionado por la Santa Alianza y la Corona española, retrasó el recono-
cimiento a pesar del acendrado catolicismo de sus pobladores.
Este contexto y las debilidades que afectaban a todas las nuevas nacio-
nes hispanoamericanas hizo natural que el Imperio Mexicano fracasara.
Después de todo, al decir de Brian Hamnett, la Nueva España «era un
complejo de sociedades provinciales ligadas al centro por la burocracia
del Estado absolutista y por intereses económicos comunes-', El sistema
político y económico había funcionado eficazmente gracias al equilibrio
entre sus partes, el mismo que vulnerarían las reformas y la independen-
cia. Los dos cambios administrativos y gubernamentales y la guerra for-
talecieron el regionalismo, lo que hizo necesario redefinir la relación

7 Brian HAMNETI, «Factores regionales en la desintegración del régimen colonial en la


Nueva España: el federalismo de 1823-1824» en Inge Buisson y otros, Problemas de Iafor-
mación del Estado y la Nación en Hispanoamérica. K61n;Wien: Bohlau Verlag, 1984, p. 305-
317.
154 Josefina Zoraida Vázquez

entre las élites regionales y la nacional. La búsqueda de un nuevo reaco-


modo político obligó a la nueva nación a experimentar distintos sistemas
políticos (monarquía constitucional, república federal, república central
y dictadura), que sólo después de medio siglo empezó a conquistar la
estabilidad.
La existencia del Imperio Mexicano fue efímera. El 24 de febrero de
1822 se reunía el Congreso que iba a constituir a la nación. La falta de
experiencia política y la división en facciones empantanó su funciona-
miento del Estado y lo enfrentó al Emperador. En forma constante, el
Congreso le negó todo apoyo fiscal", por lo que miembros de todas las
facciones le aconsejaron su disolución. Pero, al implementarse, la medi-
da despertó rechazo y descontento.
La situación era compleja, las diputaciones provinciales rechazaban al
Congreso por inoperante y al Emperador por sus medidas fiscales e
intentos centralistas. El ejército, que gracias a las facultades fiscales y
judiciales que había gozado durante la lucha había conquistado un lugar
privilegiado en el nuevo orden como "autor" de la consumación de inde-
pendencia, se consideraba garante del nuevo orden, lo que desató sus
aspiraciones de poder. La corporación pudo aprovechar el malestar exis-
tente y volvió a pronunciarse.
Un primer pronunciamiento en agosto de 1822, provocado por la
aprehensión de diputados por el Emperador, no tuvo consecuencias. La
disolución del Congreso sirvió de pretexto para que el general Antonio
López de Santa Anna se pronunciara en diciembre de 1822para exigir la
restauración del Congreso disuelto, que debía decidir el sistema de
gobierno de la nación. Aunque el movimiento no tuvo eco sino en pue-
blos de la costa, sirvió para que los mismos oficiales nombrados para res-
tablecer el orden suscribieran el Plan de Casa Mata el 2 de febrero de
1823.Éste exigía la reunión de un nuevo Congreso constituyente y conce-
día prioridad a la autoridad de las diputaciones.
Confiado en la lealtad de sus generales, Iturbide desaprovechó el
apoyo popular con que todavía contaba y trató de negociar con los des-
contentos, mientras las diputaciones provinciales empezaban a ejercer
gran autonomía. Iturbide intentó resolver la situación restaurando el

8 Lorenzo de ZAVALA, Ensayo histórico sobre las revoluciones de México, desde 1808 hasta
1830. México: Fondo de Cultura Económica, 1985, v. 1, p. 187.
El nacimiento de una nueva nación en un contexto poco favorable 155

Congreso que había disuelto, pero se dio cuenta de que la alianza nacio-
nal se había roto y decidió abdicar en marzo de 1823.
En situación tan delicada, llegaron las noticias de que la Santa Alianza
había apoyado a Fernando VII para restablecer el absolutismo en la
península, lo que hizo temer a las naciones hispanoamericanas que tam-
bién lo haría para reconquistar a sus excolonias. En realidad, no había tal
peligro, puesto que todos los Estados europeos estaban interesados en el
comercio hispanoamericano y no tenían interés en que España volviera a
cerrarles un mercado que habían tenido que asaltar mediante el contra-
bando.
En ese contexto, el país acéfalo pareció fragmentarse. El Congreso res-
taurado consideró que ejercía la soberanía? y asumió el gobierno total y,
en cuanto contó con quorum, nombró un triunvirato de generales para
ejercer el ejecutivo provisional. Este lo formaron dos insurgentes y un
realista, como muestra de que la situación había revertido el desequili-
brio impuesto por el Imperio al marginar a los insurgentes.
Las diputaciones provinciales desconocieron al Congreso, tanto por
su falta de representación proporcional como por no haber elaborado la
Constitución. Con el argumento de que con el fracaso del Imperio la
soberanía había revertido al pueblo, que ellas representaban, las diputa-
ciones aprovecharon el vacío de poder para asumir poderes que no les
concedía la Constitución de 1812, que estaba en vigor. Apoyadas por los
comandantes regionales nombrados por Iturbide, exigieron la convoca-
toria a un nuevo Congreso, y algunas terminaron por declararse estados
libres y soberanos.
Las provincias no pretendían separarse, a excepción de la capitanía de
Guatemala, que siempre había sido administrada separadamente y que
se había unido al Imperio para conseguir que éste la proveyera del apoyo
financiero que el virreinato le había dado. La situación del Imperio no lo
permitió y las provincias centroamericanas optaron por una separación
definitiva. Chiapas, que había formado parte de esa capitanía, era un
caso diferente. Su separación de la capitanía le había permitido dejar de
enviar recursos a Guatemala sin dirigirlos a México, por lo que gozó de
buena situación financiera, al tiempo que la presencia de tropas mexicanas

9 Dictamen de la Comisión especial de convocatoria para un nuevo Congreso (12 abril 1823):
«El Congreso ni tiene ni ha tenido nulidad legal que lo inhabilite para constituir a la Nación,
ni tuvo ni tiene incapacidad».
156 Josefina Zoraida Vázquez

le permitió consolidar su autonomía. Por tanto, aunque decidió separar-


se temporalmente, una vez promulgada la Constitución votó su incorpo-
ración a la federación mexicana 10. A pesar de lo radical de las
declaraciones provinciales no rechazaban la existencia de un gobierno
nacional: no reconocían al Congreso por falta de legitimidad para repre-
sentar a la nación y pretendían un acuerdo para establecer un nuevo
orden general y suplir interinamente la representación nacional".
El Congreso restaurado intentó recobrar autoridad acelerando la
redacción de una constitución que estaba lista el 28 de mayo. El texto,
Plan de Constitución política de la Nación Mexicana, estaba inspirado en el
constitucionalismo francés, pero curiosamente incorporaba también una
institución típicamente anglosajona: el juicio por jurado", No llegó a dis-
cutirse porque la mayoría de los diputados apoyaron la convocatoria de
elecciones para un nuevo congreso, para evitar la fragmentación de la
nación. La convocatoria se haría de acuerdo a la elaborada para elegir
diputados a Cortes en 1810, de acuerdo a las exigencias regionales de una
representación proporcional a la población.
Como la crisis política incrementó la politización de la población, la
retórica de autoridades civiles y militares provinciales se radicalizó y
algunas provincias se negaron a obedecer al ejecutivo y convocaron la
elección de sus propios congresos. Yucatán estableció un gobierno autó-
nomo y se negó a declarar la guerra a España. El "Estado libre y soberano

10 [osefina Zoraida V ÁZQUEZ,«La conformación de los Estados de México y


Centroamérica» en Ramón Menéndez Pidal (dir.), Historia de España. v. XXXII: La España
de Fernando VII. La posición europea y la emancipación americana. Madrid: Espasa Calpe,
2001, p. 365-410.
11 Por ejemplo, cuando la diputación de Guadalajara decidió que Prisciliano Sánchez
y Cayetano Portugal se trasladaran a Puebla, expresó que sería para «acordar con los
demás diputados de otras Provincias del Imperio para suplir interinamenie la representa-
ción nacional». «La diputación provincial acuerda enviar a [oo.] a Puebla para que se pogan
en contacto con los demás diputados que, con la protección del ejército del general
Echávarri, suplen a la representación nacional». José María MURtA,El federalismo en Jalisco.
Guadalajara: Gobierno del Estado de Jalisco, 1973, p. 33.
12 HERRERA y LASSO,Manuel, "Centralismo y federalismo (1814-1843)", en Derechos del
pueblo mexicano. México a través de sus constituciones. México: Cámara de Diputados, 1967,
p. 600-601. Manuel CALVILLO (coord.), La república federal mexicana. Gestación y nacimiento.
México: Departamento del Distrito Federal, v. 11,1974, p. 131-218; Andrés LIRA,"Mier y
la Constitución de México", en Mexico in the Age of Democratic Reooluiion, 1750-1850.
Boulder & London: Lynne Rienner Publishers, 1994, p. 171-175.
El nacimiento de una nueva nación en un contexto poco favorable 157

de Jalisco" propuso la formación de una federación como única solución,


proposición a la que se adhirieron casi todas las provincias. Para mayo,
el Congreso decidía la convocación de un nuevo congreso constituyente,
aunque retrasó hacerlo.
Mientras tanto, el ejecutivo provisional y el Congreso, dispuestos a
mantener "la integridad de la nación", optaron por movilizar tropas para
someter a las diputaciones desafiantes. El intento, más que de enfrenta-
miento, era para negociar desde una posición de fuerza. Por otra parte,
era obvio que el establecimiento de un sistema federal era la salida a la
crisis. El general Nicolás Bravo, comandante del ejército enviado a some-
ter al estado de Jalisco, negoció con las provincias de Jalisco y Zacatecas,
que condicionaban su reconocimiento a las autoridades centrales a la
garantía de que se estableciera una federación. El compromiso fue igno-
rado por el ministro de relaciones exteriores, Lucas Alamán, convencido
de que esa decisión debía tomarla el futuro congreso. De todas maneras,
la convocatoria a elecciones, la firmeza del ejecutivo provisional y la
amenaza española de reconquista, que se pensaba vendría apoyada por
la Santa Alianza, contribuyeron a imponer un ánimo conciliador.
El nuevo Congreso Constituyente se instaló el 7 de noviembre de 1823
y, de inmediato, debatió un proyecto de Acta Constitutiva de la
Federación, que fue aprobada el31 de enero de 1824.Ésta, de hecho, des-
conocía la existencia de estados libres y soberanos, al declarar que «la
nación mexicana se compone de las provincias comprendidas en el territorio
del virreinato llamado antes Nueva España, en el que se decía capitanía gene-
ral de Yucatán y en el de las comandancias de Provincias Internas de Oriente y
Occidente». El acta aceptaba una doble soberanía que compartían el
gobierno federal con estados libres, soberanos e independientes en lo tocante
a su gobierno interior.
Aunque el desorden amainó, hizo necesario que el general Bravo vol-
viera a Jalisco y permaneciera ahí largos meses. Otros contingentes par-
tieron a Puebla y a Oaxaca. Mientras tanto, los debates para redactar la
Constitución de 1824 continuaron. Hubo que afinar las condiciones para
que se estableciera un gobierno unitario, que requirió adoptar una doble
soberanía. Pero el gobierno federal resultó muy débil, puesto que los
estados se negaron a concederle facultades fiscales. De esa manera, el
federalismo mexicano resultó más radical que el norteamericano, ya que
se interpretó en términos del antifederalismo jeffersoniano, como doctrina
que subrayaba la soberanía de los estados. Pero la influencia de la
158 Josefina Zoraida Vázquez

Constitución española de 1812fue definitiva, aunque se adoptó la fórmu-


la de representación en el Senado y en la Cámara de Diputados, que con
la doctrina de soberanía compartida estuvieron inspiradas en el constitu-
cionalismo norteamericano.
En la Constitución, jurada el 4 de octubre de 1824,las 12 intendencias
y 3 gobernaturas que habían conformado el virreinato se convirtieron en
20 estados, 4 territorios y un distrito federal.
La Constitución logró mantener la unidad territorial, pero no resolver
las tensiones entre las regiones y el centro que, sumadas a las divisiones
que provocaban los diversos proyectos nacionales y las constantes inter-
venciones extranjeras, obstaculizarían la consolidación del Estado mexi-
cano hasta 1867. La debilidad del gobierno federal, carente de las
facultades fiscales que la Constitución norteamericana concedía al
Congreso federal, lo incapacitaron para cumplir con las grandes respon-
sabilidades que descansaron en sus hombros (pago de la deuda hereda-
da y de la negociada en 1824, defensa, arbitraje entre los estados,
relaciones exteriores y restauración del orden).
El nuevo Estado mexicano, como otros en iguales circunstancias, tenía
también que trasladar al nuevo gobierno la vieja lealtad de los ciudada-
nos a la Corona y emprender la uniformación de su heterogénea pobla-
ción para construir un Estado-nación. Asimismo, requería del
reconocimiento de las potencias (en especial de la poderosa Gran
Bretaña) para poder insertarse en el orden internacional y lograr los prés-
tamos necesarios para poder funcionar.
De todas formas, la Constitución de 1824, con todas sus limitaciones,
hizo posible que el territorio del virreinato de Nueva España permane-
ciera unido, sin fragmentarse a lo largo de las líneas de las audiencias o
de las intendencias.

Bibliografía
ALAMÁN,Lucas, Historia de México. México: Instituto Cultural Helénico: Fondo
de Cultura Económica, 1985.5 v.
CALVILLO,Manuel (coord.), La República Federal Mexicana. Gestación y nacimiento.
México: Departamento del Distrito Federal. 1986.
CUEVAS,Mariano, El libertador. México: [us, 1947.
El nacimiento de una nueva nación en un contexto poco favorable 159

FLORESCABALLERO, Romero, "La convalidación de vales reales en la sociedad, la


política y la economía novohispana". Historia Mexicana (México). XVIII/3
(1969), p. 334-378.
HAMNETT,Brian, "Factores regionales en la desintegración del régimen colonial
en la Nueva España: el federalismo de 1823-1824", en Inge Buisson, y otros.
Problemas de laformación del Estado y la Nación en Hispanoamérica. Koln: Wien:
B6hlau Verlag, 1984.
HERRERA y LASSO,Manuel, "Centralismo y federalismo (1814-1843)", en Derechos
del pueblo mexicano. México a través de sus constituciones. México: Cámara de
Diputados, 1967.
LIRA, Andrés, "Mier y la Constitución de México". En Mexico in the Age of
Democratic Revolution, 1750-1850. Boulder & London: Lynne Rienner
Publishers, 1994.
MARICHAL,Carlos, La bancarrota de Nueva España. México: Fondo de Cultura
Económica, 2000.
MORA,José María Luis, México y sus revoluciones. México: Fondo de Cultura
Económica, 1986.
PALMER,R. R., The Age of the Democratic Revolution. A Political History of Europe
and America, 1760-1800. Princeton: Princeton University Press, 1959.
VÁZQUEZ,Josefina Zoraida, "La conformación de los Estados de México y
Centroamérica" en Historia de España dirigida por Menéndez Pidal, v.XXXII: La
España de Fernando VIT. La posición europea y la emancipación americana.
Madrid: Espasa Calpe, 200l.
ZAVALA,Lorenzo de, Ensayo histórico sobre las Revoluciones de México desde 1808
hasta 1830. México: Fondo de Cultura Económica, 1985.

También podría gustarte